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La Oracion de Jesus PDF
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LA ORACIÓN DE JESUS
PARADIGMA DE LA ORACIÓN DEL MONJE
INTRODUCCIÓN
Quiero comenzar por agradecer vivamente a toda la Junta Directiva de la
SEDEM, particularmente a la Madre Kandida Saratxagaoc, y a Sor María
Pilarosb, la oportunidad única que me dieron de poder profundizar un tema tan
básico y fundamental para mi vida de monja Benedictina, como este de la
Oración de Jesús, paradigma de la Oración del monje.
1
Cf . DE LA POTTERIE , Ignace, La Prière de Jésus, Le Messie, le Serviteur de Dieu, Le fils du Père,
Desckée, Paris, 1990
2
AUGUSTIN, Confesiones, I, 1,1 (CCL 17,1) cita de Ignace de la Potterie, «La Prière de Jesús», op. cit.
Los Evangelios nos muestran cómo Jesús alcanzó la más alta perfección
de la Oración, nos dejan percibir algo de la sublimidad, de la simplicidad y de la
profundidad esencial de Su Oración, pero nos colocan al mismo tiempo,
delante de un grande misterio, que es el de Jesucristo, verdadero Dios y
verdadero Hombre. Los textos nos confrontan con la persona de Jesús que, por
un lado, vivió como un hombre entre los hombres, miembro de una familia
humana, haciendo parte de la tradición religiosa de un pueblo, mas, por otro
lado, Se reveló el Hijo de Dios hecho hombre.
3
Ch.-A. BERNARD, La Prière Chrétienne. Etude théologique, Desclée de Brouwer, Bruges, 1967, cap. II, p.
53-55, cita de Ignace de la Potterie, «La Prière de Jésus», op. cit.
desde dentro, para que comprendamos mejor nuestra propia Oración. Para
apercibirnos mejor cómo es que Jesús, siendo paradigma de la Oración del
cristiano, del monje en particular, permanece Maestro e inimitable. Nos
quedaremos a las puertas del misterio de la conciencia de Jesús, Dios y
Hombre, Mesías, Siervo e Hijo.
en cuanto Él rezaba (Mc. 9,18; 9,28; Mc. 9,1; Mt. 17,2), pero de preferencia,
Jesús procuraba la soledad.
Parece por tanto claro, por lo que dicen los Evangelios, que para la
Oración no oficial, siempre que Jesús quería hablar libre e íntimamente con Su
Padre, prefería la soledad. Es más, se la recomendó a sus discípulos (Mt. 6,6)
y procediendo así, Jesús instituyó una nueva tradición de Oración. Jesús fue
todavía más lejos, porque tomó partido contra la hipocresía de aquellos que
rezaban preferentemente en público, para ser vistos y elogiados. De ahí en
adelante, ni el Templo ni la Sinagoga serían lugares obligatorios para estar con
Dios, y lo importante, según Jesús, es que la adoración a Dios se haga en
Espíritu y Verdad, en cualquier lugar (Jo. 4,21)
Jesús es el nuevo «Templo». Él es el «camino», la «puerta» para Dios.
Sus primeros discípulos, todavía orientados por Juan Bautista, Le preguntaron:
«Maestro dónde habitas?» (Jo. 1,38). Guillaume de Saint-Thierry comenta así
este pasaje: «Tu lugar es Tu Padre;… el lugar del Padre, eres Tú…».8 Y Jesús,
previendo la dispersión de sus discípulos en la confusión de Su Pasión, afirmó:
«Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo» (Jo. 16,32). Aquí se hace
bien perceptible la morada de Jesús, en el Padre.
8
GUILLAUME DE SAINT-THIERRY, La contemplatio de Dieu. L’Orasion de Dom Guillaume (SC 61,126)- cita de
Ignace de la Potterie, «La Prière de Jesús», op. Cit.
9 Ver, por ejemplo, Mc. 1,35 y Lc. 4,42, después de las innumerables curaciones en Cafarnaun; Lc. 5,16,
después de la curación de un leproso; Mc. 6,46 y Lc. 9,18, después de la multiplicación de los panes.
10
THOMAS D’AQUIN, Summa Theologica, III, 21, 1, obj. 3 y res. Cita de Ignace de la Potterie, «La Prière de
Jesús», op. Cit.
11
L. DE GRANDMAISON, Jesus Christ, Sa personne, Son message, Ses preuves, II, Beauchesne, Paris, 1941,
97-98, cita de Ignace de la Potterie, «La Prière de Jésus», op. cit.
Un amor que es unificante, como en la Trinidad. Los discípulos son por tanto,
llamados a participar en la Unidad de Dios Uno y Trino. Son convidados a
imitar a Jesús, a santificarse como Él Se santificó, a través de Su obediencia al
Padre, y a través del modo como vivió Su vida Filial.
13
G. SEGALLA,Giovanni, Ed. Paoline, Roma, 1976, 424, cita de Ignace de la Potterie, «La Prière de Jesús»,
op. cit.
14
J. KEULERS, Het Evangelie van Joannes, Romen, Roermond, 1936, 389, cita de Ignace de la Potterie, «La
Prière de Jésus», op. cit.
15
V. PASQUETTO, Incarnazione e comunione com Dio. La venuta di Gesú nel mondo e il suo ritorno al luogo
di origine, secondo il IV Vangelo, Teresianum, Roma, 1982, cita de Ignace de la Potterie, «La Prière de
Jesus», op.cit.
soledad, Jesús no les dijo: «Venid conmigo y rezaremos juntos al Padre». No.
No fue así. Jesús les dijo expresamente: «Cuando oréis, DECID», dándoles un
modelo de Oración, para ellos. En verdad, Jesús nunca Se juntó al grupo de los
discípulos como siendo uno igual a ellos, lo cual aparece muy claro, cuando
después de resucitar dice a María de Magdala: «Vuelva con Mis hermanos y
diles que voy a subir para Mi Padre y vuestro Padre, Mi Dios y vuestro Dios»
(Jo. 20,17). Esta sutil distinción, es verdad, aparece regularmente en los
Evangelios, para expresar que entre Jesús y los Suyos, hay una diferencia
grande en la relación con Dios.
17
Ver Ch.-A. Bernard, La Prière Chrétienne. Étude théologique, Desclée de Brower, Bruges, 1967, p. 55.
Cita de Ignace de la Potterie, «La Prière de Jésus», op. cit.
18
A. VERGOTE, Jesus de Nazareth sous le regard de la psycologie religieuse, en la colección Jésus Christ
Fils de Dieu, Fac. Univ. St-Louis, Bruxelles, 1981, pp. 115-146. Cita de Ignace de la Potterie, «La Prière de
Jésus», op. cit.
19
Cf. LOUF, d. André, Seigneur, apprends-nous à prier, Ed. Foyer Notre Dame, Bruxelles, 1972.
Nunca nadie supo rezar como Jesús rezó. Su modo de rezar fue, en aquel
tiempo, un acontecimiento extraordinario, indecible, totalmente nuevo.
La Oración de Jesús tiene que ser percibida y comprendida, teniendo en
cuenta que en Él, el Verbo Se hizo carne, por eso Jesús es al mismo tiempo
Dios y Hombre. En su Oración de Hombre, Jesús expresa la relación Padre –
Hijo que vive en el seno de la Santísima Trinidad. El Hijo que brota del Padre,
permanece en el seno del Padre (Jo. 1,18). Esta realidad divina está presente
en la Oración de Jesús de una manera única; transparenta en Él el Amor que
Lo habita en plenitud, la Voluntad del Padre que es su único alimento, el
Espíritu Santo que recibe continuamente del Padre.
Hasta la venida de Jesús, el pueblo rezaba, es cierto, pero la Oración
estaba encerrada dentro de un horizonte muy limitado. En Jesús, la Oración
gana voz, y puede expresarse en plenitud. Esto no fue tan fácil como puede
parecer a primera vista. Del mismo modo que Jesús tuvo que vencer nuestro
pecado con Su perfección de Hombre, de la misma manera tuvo que arrancar
la Oración de la impureza de la palabra humana, tan inepta e inadecuada, tan
diferente del Verbo de Dios. Como Hombre, Jesús tuvo que aprender a rezar.
Por extraño que parezca, Él no puede hacerlo más que del mismo modo con
que venció el pecado: en la tentación. Para Jesús, la tentación fue Escuela de
Oración.
La tentación
Es imposible abordar el tema de la Oración, sin hablar de pecado y de
tentación. Porque ninguna Oración puede brotar del corazón humano, sin
escapar tangencialmente al circuito del pecado; al mismo tiempo que quiebra
las cadenas del pecado, escapando a su circuito, la Oración sumerge a la
persona en la confianza y en el Amor para con Dios, único libertador de la
tentación.
«Vigilad y orad, dice Jesús, para que no caigáis en tentación» (Mt. 26, 41)
– llamada hecha en el momento en que Jesús escapó de la más terrible
tentación de Su vida, antes de su muerte.
Es evidente que Jesús no era un pecador, pero como Hombre, tuvo que
enfrentar el pecado. Inevitablemente, el cuerpo humano que Jesús asumió, era
todavía «carne de pecado» (Col. 1, 22; Rom. 8, 3). No podía ser de otro modo.
La más antigua Teología del Nuevo Testamento intentó aclarar este
Misterio con la imagen del Siervo de Yahvé sacada del deutero-Isaías (Is. 42,
1-4; 49,1-3; 50,4-9; 52,13–53,12). Lleno de paciencia y humildad, Dios camina
con nosotros hasta la frontera del pecado. En Jesús, Dios Se vacía de Sí
mismo, asume los trazos del Siervo de Yahvé y se hace como pecador con los
pecadores, aceptando ser contado entre ellos. El Nuevo Testamento habla de
Kénosis (vacío, aniquilamiento), de humillación, de abajamiento (Fil. 2, 5-8).
«Aquel que no conoció pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, para que nos
hiciésemos en Él santidad de Dios» (II Cor. 5, 21).
No siendo pecador como nosotros, Jesús también tuvo que combatir el
pecado. Así Su Oración se sitúa en la frontera del pecado y de la misericordia,
esto es, entre nuestros pecados y la misericordia de Dios Padre, de Quien Él
es, en Su humanidad, la plena Revelación. No podemos dejar de reconocer
que la Oración de Jesús se identifica totalmente con Su papel de Redentor.
Jesús es el segundo Adán, y vino a ayudarnos a reencontrar el camino para el
Padre, hasta entonces cerrado por el pecado del primer Adán.
20
Cf. LOUF, D. André, Seigneur, apprends-nous à prier, Ed. Foyer Notre Dame, Bruxelles, 1972.
CONCLUSIÓN
Todos tenemos la idea de que ningún otro hombre rezó nunca como
Jesús. En Su Oración, encontramos los trazos más puros y profundos de la
Oración del Antiguo Pueblo de Israel, sobre todo de los Salmos. Sin embargo,
la Oración de Jesús es más profunda, más serena, más esencial que la de los
Salmos. Nace de Su Corazón, donde vive en unión con el Padre y con el
Espíritu. Cuando reza por la venida del Reino de Dios, del Reino de Su Padre,
es más que nada para llevar a los hombres a Dios, para colocarlos delante de
Su Padre.
Jesús reza como un hombre que se siente UNO con los otros hombres,
pidiendo por los que sufren, por sus discípulos, por Sus enemigos. En sus
peticiones al Padre, Jesús acepta con toda realidad, los acontecimientos: Él
acepta el sufrimiento, la muerte, el mal, el peso del pecado que Lo rodea;
Jesús acepta sobre todo la realidad de la Voluntad de Dios, venida de arriba.
21
J. JEREMIAS,«Das Gebetsleben Jesu», ZNW 25 (1926), p. 140. Cita de Ignace de la Potterie, «La Prière
de Jesús», op. cit.
22
L. DE GRANDMAISON, Jesus Christ. Sa personne, Son message, Ses preuves, II, Beauchesne, Paris, 1941,
p. 98. Cita de Ignace de la Potterie, «La Prière de Jésus», op. cit.
23
Y. CONGAR, «La Prière de Jesus», L avie spirituelle, 110, nº 502 (1964), p. 157-174. Cita de Ignace de la
Potterie, «La Prière de Jésus», op. cit.
su adhesión a Cristo, sepan identificarse con Él, con los pies en la tierra.
Monjes que sepan percibir que el fin último de la Oración es realmente nuestra
«divinización», pero que supone el trabajo de toda una vida de donación.
Vida de Oración no puede ser vida individualista, tiene que ser vida
radicalmente altruista. Bajo pena de que la Vida Religiosa pierda su carácter
profético25. Los monjes y las monjas de hoy tienen que ser formados en la
búsqueda radical y seria de la Voluntad de Dios, a ejemplo de Jesús, a través
de la seriedad de su vida de Oración. Una oración humilde y reverente, breve y
pura, pero frecuente, como nos aconseja S. Benito: ¡unos por los otros!
La Liturgia, en cuanto ritmo de celebración de la fe de la Iglesia, es
profundamente Cristocêntrica. Nosotros, monjes, sabemos que la vivimos así.
En todos los tiempos litúrgicos, celebramos en Iglesia el Misterio de Jesucristo,
el Enviado de Dios, que nos da la posibilidad de contemplar en un rostro
humano, el propio rostro de Dios. Y contemplar el rostro de Cristo es, de hecho,
nuestro mayor deseo. Con los salmos, cantamos tantas veces: «Busco Tu
rostro, Señor, Tu rostro busco» (Sl. 27,8).
Todos los días, en la celebración de la Eucaristía, nos reencontramos con
la Pascua de Cristo. Todos los días, en nuestras celebraciones comunitarias,
actualizamos nuestra esperanza.
¡Cristo está con nosotros! Podemos encontrarLo realmente, en el rostro
de quien sufre, en la alegría de quien sonríe, en la generosidad de quien sirve,
en la valentía de quien lucha, en la fraternidad comunitaria, porque sabemos
que lo que hagamos al más pequeño de nuestros hermanos, a Él se lo
hacemos.
¡Hoy, tenemos que renacer, a partir del Evangelio, a partir de Cristo26, con
el corazón abrasado, ardiendo como el de los discípulos de Emaús, seamos
Hoy testigos de la Resurrección! ¡Por nuestra Oración, seamos redentores con
Cristo Redentor!
Que mucha gente Lo pueda encontrar y contemplar en la intimidad de la
comunión de Amor que llamamos Oración. Porque el feliz descubrimiento de la
Oración, es una experiencia decisiva para vivir la vida con la misma esperanza
de Jesús, con los mismos sentimientos de Jesús. O con la misma adhesión de
María, Su Madre, manteniéndonos, como Ella, en permanente estado de
«Anunciación».
Con conciencia de no haber agotado este tema, a pesar de todo el tiempo
que empleé en decir tanto, termino con la misma súplica de los Discípulos al
Maestro, súplica que permanece dentro de mí:
25
CHITTISTER, Joan, Le Feu sous les Cendres, Bellarmin, Québec, 1998
26
Cf. «PARTIR DE CRISTO – Renovado compromisso da Vida Consagrada», Ed. A.O., Braga, Agosto de 2002.
BIBLIOGRAFIA
INDICE
1 – INTRODUCCIÓN
Los sitios donde Jesús rezaba
Las horas en que Jesús rezaba
La actitud de Jesús en la Oración
El secreto de la Oración de Jesús
¿Es posible la Oración del Hijo de Dios?
El Misterio de la conciencia de Jesús
6 – CONCLUSIÓN
Algunos retos conclusivos, para la Oración personal del monje
7 – BIBLIOGRAFIA