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U1 t4 Dolly PDF
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Pero, ¿en qué consiste esta técnica?, ¿cuáles son sus antecedentes? y sobre
todo, ¿para qué puede servir?
La Borrega Dolly es sin duda la clona más celebre del reino animal.
La historia de Dolly
Dolly fue obtenida a partir del núcleo de una célula de tejido mamario (y de ahí
proviene su nombre, escogido en alusión a las notables glándulas mamarias de
la cantante de música country Dolly Parton).
Lo que hizo el grupo de Instituto Roslin fue detener el ciclo de esa célula,
colocándola en un medio con bajo contenido de suero. Dicho de otro modo,
restringieron los nutrientes necesarios para la célula de manera que se
mantuviera en reposo.
Entonces se hizo la fusión de esta célula con un óvulo al que se le había
extraído el núcleo. A través de ligeras descargas eléctricas. El óvulo con el
núcleo trasplantado se implantó en el oviducto de una borrega para permitir su
desarrollo hasta una fase denominada de mórula-blástula y el embrión
resultante fue finalmente transferido al útero de otra borrega donde se
desarrolló normalmente.
Así nació Dolly. Pero las cosas fueron mucho más complicadas de lo que
parece: en realidad se trasplantaron 277 núcleos, de los cuales únicamente 29
avanzaron a la fase de mórula – blástula - y sólo uno de estos embriones
sobrevivió y llegó a término: Dolly. Si bien la proporción de éxito fue muy baja,
quedó demostrado que el citoplasma de los óvulos puede reprogramar el
núcleo de células diferenciadas (en este caso, de glándula mamaria) y
volverlas totipotenciales, es decir, con capacidad de dar lugar a todos los tipos
celulares que forman un organismo.
Parte del éxito puede deberse a que dichas células se encuentran en un estado
de reposo que permite la reprogramación de su material genético por la
influencia del citoplasma del óvulo receptor. Es importante destacar que tanto
Dolly como las ratonas clonadas se han reproducido ya, por el camino normal:
las crías resultantes están bien y no presentan problemas.
¿Para qué sirve la clonación?
Entre los usos más obvios de la clonación de mamíferos adultos está el rescate
de varias especies en peligro de extinción –como el oso panda, el borrego
cimarrón y el rinoceronte de Java– y la creación de réplicas de animales de alto
rendimiento, ya sea para obtener leche, carne, piel o lana, además facilitará la
producción de los llamados animales transgénicos: desde hace varios años ya
es posible introducir genes humanos en células de embriones de animales, de
manera que las hembras de los animales, así modificados genéticamente,
produzcan determinadas proteínas humanas en su leche. Esto las convierte en
verdaderas fábricas vivientes de ciertos medicamentos, como la insulina o la
hormona del crecimiento.
La posibilidad de clonar a una persona es real, tan real como lo son Dolly y las
ratonas hawaianas; es esta posibilidad lo que está en el meollo del debate
sobre la clonación.
Para conseguir que una clona fuera realmente idéntica a su “original”, tendrá
que vivir exactamente lo mismo que éste, en cada detalle. Aunque quizá yo
caigo en la tentación de clonar a Sofía Loren, pero, y si cuando alcance la edad
de merecer, digamos en unos 20 años, ¿se va con otro?
¿Clonar o no clonar?
Si alguien nos preguntara a quién nos gustaría clonar, algunos tal vez
responderíamos que a la estrella del deporte o el espectáculo de la cual somos
fanáticos. ¿Qué tal Madonna o Michael Jordan? Otros quizá preferiríamos
duplicar a un genio y figura de la ciencia, como Albert Einstein o Stephen
Hawking. Y no faltaría quien, mediante la clonación, pretendiera contar con una
copia de sí mismo. Pero, ¿sería todo esto moral, ética y jurídicamente
aceptable? Para el licenciado Víctor Martínez Bullé Goyri, quien preside el
Núcleo de Estudios Interdisciplinarios en Salud y Derechos Humanos, en el
Instituto de Investigación Jurídicas (IIJ) de la UNAM, definitivamente no lo es.
“Todo acto tiene un para qué –explica Martínez Bullé Goyri–. Sin embargo, en
el caso de la clonación humana no se ha encontrado un para qué moral y
éticamente viable, pues clonar a un ser humano es convertirlo en un objeto o
un animal que puede usarse, sin tomar en cuenta que el individuo tiene
derecho a la autonomía para decidir qué quiere ser y hacer, y hacia dónde se
encamina”.
Y al no ser viable moral y éticamente, la clonación humana tampoco lo es en
términos jurídicos, ya que el derecho se encarga de tutelar valores éticos como
lo es la autodeterminación individual de la persona, valor que se vería afectado
por la clonación humana, considera el también secretario académico del IIJ.
En general –expone Martínez Bullé Goyri– los médicos mantienen una postura
bastante ética sobre el particular. Sin embargo, no ha faltado quien pretenda
clonar humanos, a pesar de la condena mundial. Ante esta situación, en varios
países se ha empezado a discutir el tema, con el propósito de legislar al
respecto y así prohibir dicha práctica por ley. Más aún, en noviembre del año
pasado se presentó en París la Declaración Universal del Genoma y los
Derechos Humanos, donde se plantea que una aplicación del desarrollo de la
genética, como la clonación humana, es un atentado contra la dignidad e
integridad del individuo.
Al rescate de la biodiversidad
El Dr. David Wells, del citado Instituto, declaró a ¿Cómo ves? que Elsie
“representa la primera demostración del uso de la clonación de organismos
adultos en la conservación de animales”.
Referencia.