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Título de la columna: Lo que importa

Título del artículo: Educar las ganas

Armando Gómez Villalpando

La educación sexual en nuestro país es, aún en los mejores casos, una materia
formativa para la vida que no ha sido lograda como se debiera. Como es un tema
política y socialmente delicado, se le ha tironeado para una y otra orientación y se le
ha reducido su alcance y su difusión. De este modo, la educación sexual apenas se ha
tratado como algo físico, anatómico, y poco o nada se habla de lo fisiológico, que es la
dimensión biológica más cercana a lo vivencial, esto es, a las ganas. El enfoque físico
se lleva al terreno médico, de la salud pública (el de las enfermedades de transmisión
sexual y el de los embarazos prematuros y no deseados), y eso porque representan
costos económicos. La educación sexual no trata los aspectos emocionales y sus
riesgos, como las confusiones, turbulencias, impulsividades, heridas, sumisiones y
victimizaciones que afectan seriamente el equilibrio emocional y la salud mental.
Tampoco trata los riesgos psicológicos: las anomias, las desviaciones y reducciones
de las posibilidades de lograr la realización de los proyectos de vida y la elección
correcta, conveniente, de pareja. Serviría muchísimo que en las escuelas se
analizaran, debatieran y juzgaran con criterios científicos y experienciales, los casos
prototípicos tanto de los riesgos físicos, emocionales, psicológicos, familiares y
sociales, como los casos exitosos de ejercicio sano de la sexualidad, lo cual podría
complementarse con talleres para desarrollar habilidades de manejo emocional de las
ganas, con el concurso de sexólogos y psicólogos para los casos de crisis o riesgo
inminente en adolescentes y jóvenes. Como un ejemplo de lo que podría mejorar las
cosas al respecto, hay una gran constelación de temas asociados a la sexualidad que
son tratados en la tan atinada columna de este periódico llamada La Tía Remedios, de
la cual entresaco una muestra de los que podrían ser casos a analizar, algunos en
secundaria, otros en preparatoria con todas sus implicaciones y posibles soluciones
preventivas y correctivas: imprudencias conceptivas, gustos sexuales por familiares,
inseguridad sobre el desempeño sexual, infidelidades y engaños a la pareja, atracción
por mayores o menores, permanecer en relaciones con parejas maltratadoras,
excesos y adicciones al sexo, manipulación afectiva, promiscuidad, uso chantajista del
sexo, codependencia afectiva, baja autoestima sexual, fastidio de pareja, dudas sobre
afectos hacia otros, temores infundados para ejercer la sexualidad, inconciencia sobre
situaciones de riesgo, machismo, confusión de amor con sexo y viceversa, etc. La
nómina anterior podría ser considerada como muy atrevida, como innecesariamente
anticipadora de experiencias que nuestros adolescentes y jóvenes aún no viven, pero
esta idea va en contra del hecho de lo que ahora saben ellos a través no solamente de
su experiencia directa, sino por las narraciones indirectas que les platican quienes las
han vivido, y por tantos programas y películas que tratan esos y muchos otros temas
relacionados con la sexualidad. De hecho, los medios sexualizan de más, y sin
reflexión de por medio, las mentes de nuestros jóvenes, por lo cual trabajar
educativamente el análisis y el buen juicio de esos casos, y otros que los mismos
estudiantes propusieran, permitiría lograr mejores estadísticas de salud pública sexual
y de parejas felices. Educar las ganas es educar para una vida mejor.

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