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“…el Cristianismo, apoyando su ideología revolucionaria sobre las espaldas de las masas

desclasadas (totalmente analfabetas), acudió una y otra vez a la representación gráfica como
el medio más eficaz de comunicación elemental (…) el Cristianismo elabora una verdadera
política de imagen gráfica de grandes proporciones, desde los balbuceos de la ingenua
emblemática conservada en las catacumbas hasta el refinado esplendor de Bizancio, a través
de cuyos mosaicos se afirma el poder espiritual de la Iglesia por medio de un lenguaje
simbólico esquemático y jerarquizado cuya lectura, lejos ya de la claridad expositiva de griegos
y romanos, exige del pueblo un reconocimiento (que no una lectura) de carácter subjetivo de
aquello que no ven ni saben, convirtiendo así la lectura de imágenes en un oscuro y pavloviano
acto de fe”

«El sentido simbólico de los seres llegó a ser de tal importancia que, a veces, se olvidaba
verificar la existencia misma de aquello que simbolizaba» Etienne Gilson

Desde el siglo IX al XI el Estado y la Iglesia parecen alternar su participación rectora en la


elaboración de un ambicioso programa de diseño de imagen de identidad (…) coincidiendo
significativamente con la etapa más rigurosamente oscurantista y feudal de toda la Edad
Media. Este fenómeno se ha de repetir otras veces a lo largo de la historia coincidiendo con
otras tantas situaciones totalitarias. Y es que todo símbolo gráfico portador de valores
ideológicos (desde la política al deporte) es por su naturaleza irónica literalmente reaccionario,
fanatizado y obsesivo. No es de extrañar, pues, que algunas de las mejores realizaciones en el
campo de la imagen de identidad se produzcan en regímenes políticos tremendamente
autoritarios, desde la Europa feudal al Tercer Reich.

“Si el uso de la imagen como elemento fijador de órdenes políticos o religiosos se halla con
frecuencia ligado a estructuras de poder totalitarias, también es cierto que el inteligente uso
de la imagen como servicio de comunicación suele coincidir con sociedades cultas y opulentas
cuyo gusto estético consigue impregnar los más secundarios elementos de comunicación”

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