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Cómo Padecen Los Hombres La Violencia de Género
Cómo Padecen Los Hombres La Violencia de Género
Si bien es clave identificar la situación crítica que atraviesan las mujeres, se debe
tener en cuenta la presencia de casos de hombres que sufren este tipo de abusos a
nivel mundial. Hoy en día, uno de los problemas que enfrenta el género masculino a la
hora de pedir ayuda sigue siendo el estigma que relaciona al varón con el sexo fuerte.
En nuestro país todavía no existe ningún programa puntual o instituciones exclusivas para
la atención de los hombres víctimas de violencia familiar, como tampoco demasiada
bibliografía al respecto. En efecto, en la Ciudad de Buenos Aires faltan centros
especializados en la problemática de la violencia familiar desde la perspectiva de los
hombres.
Se trata de una violencia de género oculta, cuyo único indicador hasta el momento se basa
en registros estadísticos realizados en febrero de este año por la Oficina de Violencia
Doméstica (OVD): el 9% de las denuncias derivadas de comisarías, hospitales y ONGs de
la Ciudad de Buenos Aires, provienen de hombres.
Lo que ocurre con los varones agredidos es que sufren problemas de autoestima que les
impide salir de la serie de eventos violentos por parte de sus parejas mujeres. Hasta ahí, lo
mismo que puede ocurrir en dirección contraria. Sin embargo, y aunque la proporción es
mucho menor, lo que potencia estos casos es que puede llegar a ser más difícil para ellos
sobreponerse a la situación.
Esto tiene que ver con lo que significa culturalmente ser sometidos por el sexo opuesto, en
una especie de boomerang que aplasta su mayor poderío físico y la dominación masculina
que supone el patriarcado. En otras palabras, la fuerza física no explica por sí sola la
superioridad ni siquiera la equidad; el deterioro emocional puede dejar al varón totalmente
sometido a la mujer.
En general, los especialistas hacen hincapié en la incapacidad que tiene el hombre para
denunciar el maltrato por vergüenza cultural o, en ciertas ocasiones, por desconocimiento
verdadero de estar padeciendo este tipo de violencia. En este sentido, los medios de
comunicación tampoco dan a conocer casos, ni suele haber cifras del maltrato.
La sociedad ha puesto en agenda pública la prevención y el tratamiento de las mujeres
víctimas de violencia de género, que hoy en día ocupan ciertamente un lugar crítico, pero
apenas existen tratamientos e información para atender los casos de hombres maltratados.
Las mujeres que reinaron tuvieron súbditos masculinos y muchísimas veces mandaron a
matarlos por desobediencia o traición. No fue necesario que tomaran, las armas como Juana
de Arco; con mucha sutileza, hicieron “desaparecer” o “quitaron de circulación” a los
hombres enemigos, aunque en algún momento hubieran sido sus amantes.
Los hijos son el gran tesoro de las mujeres y suelen utilizarlos para obtener de los padres, lo
que desean económicamente, aun cuando por ley no les corresponda. Cuando los hombres
“pierden la cabeza” por una mujer que supo seducirlos integralmente, son objeto de
violencia psíquica y económica. Tal vez esta actitud fue generándose como respuesta a la
violencia doméstica a la que fue sometida y a la violencia de explotación que –por siglos-
ejerció el hombre comprándola y vendiendo como objeto sexual. En las parejas del mismo
sexo el dominio que ejercen hombres con hombres y mujeres con mujeres es similar al de
las parejas heterosexuales.
Las personas son violentas -en algunos casos- porque vienen condicionadas por el
desarrollo alcanzado en su constitución genética o porque han padecido violencia. Aun
viviendo alguna situación en la que la sociedad las alcanza para ponerles un límite, como la
cárcel, penalidades económicas y- en algunos casos- cumplir con trabajos comunitarios, es
difícil que abandonen las conductas violentas. En este tiempo que vivimos, el tratamiento
psicológico -para algunos- y la inclusión en algunas prácticas religiosas son las
herramientas más eficaces para revertir conductas violentas.
Más efectivo que tratamientos psicológicos y prácticas religiosas, lo mejor que podría
sucedernos es que pudiéramos dejar de fabricar armas, erradicar la legalidad de las guerras
y los sistemas violentos de poder. Por el momento, esto es sólo un pensamiento y un deseo.
Nos queda la opción de participar cotidianamente –en toda situación que nos toque vivir-
dedicándonos a corregir el desequilibrio de poderes y la desigualdad de fuerzas, ejercitando
los derechos adquiridos y teniendo en cuenta que el primer derecho que tenemos – hombres
y mujeres- es el de vivir en paz y así, tal vez, alcancemos a descansar en paz.
Desde los años 90’, la legislación de Chile sobre violencia intrafamiliar incluye un
artículo en la ley 19.325 que caracteriza la violencia doméstica hacia el varón. Un
estudio realizado en este país constata una baja cifra de denuncias de varones en
comparación con las mujeres, pero destaca como la principal agresión a la
violencia psicológica, traducida en descalificaciones, insultos, y en menor medida,
en violencia física.