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Publicado en la Revista “Mujeres, historia e Identidades” Serie sociedad, cultura y

género. Volumen 4, mayo 2014, p. 73-85. Comisión interdisciplinar de Estudios de


género. Universidad de Playa Ancha, Editorial Puntángeles: Chile. IMPRESO. ISBN:
978-956-296-105-9

“Brujas”: del estigma y criminalización a la re-significación para la lucha feminista.


Carolina Cravero Bailetti1

Resumen: ¿Qué sentido tiene la figura de la “bruja” para la historia del feminismo y al interior
de los movimientos? ¿Por qué desde estos espacios y luchas se re-significa la imagen de “la
bruja”? ¿Qué asuntos se están procurando “visibilizar” y “denunciar” con ello? Para
comprender estas cuestiones se aborda un proceso estudiado y analizado desde distintas
disciplinas y perspectivas: la cacería de “brujas”. Este hecho histórico permite comprender
cómo se construye la “desviación” de las mujeres, lo cual implica una construcción
específica de mujer, sexualidad y feminidad a partir de poderes reguladores; y a su vez, en la
acción política, nos posibilita apropiarnos de las palabras y re-significarlas para denunciar
dichos mecanismos opresivos.
Palabras clave: “Brujas” – “Mujeres” – Criminalización

Abstract: What´s the meaning of “witch” in the feminist history and its political movements?
Why women re-signified the idea of the “witch” in these political areas? What are the issues
that they want to make “visible” or they want to denounce using the "witch" image? For
understanding these questions, this article is about the “witch hunt”. This historical fact was
studied and analyzed from different perspectives and knowledge fields. The “witch hunt” is a
good way for understanding the social construction of the women "deviant". This historical
fact is also important for comprehension of the regulatory powers that constructed women
socially and in a gender sense. As well, in the political action, we can take and re-signify the
Word that criminalized us, and used it to denounce oppression over women.
Key words: “Witch” – “Women” – Criminalization –

1
Magíster por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Su tesis final abordó la situación educativa de las
mujeres presas en la ciudad de Córdoba desde una perspectiva de género. Actualmente es doctoranda en la
Universidad Federal do Paraná, Brasil.
1
Introducción
La palabra “bruja” ha sido utilizada durante mucho tiempo para designar de manera
peyorativa a las mujeres que participaban de distintos movimientos feministas, invocándose
esta imagen para satirizarlas.
Recuerda Victoria Ocampo en la 9° serie de Testimonios (1975) que “En un libro se dice que
se conserva de ella la caricatura y se ve a la feminista como a una vieja agresiva, agriada
por su falta de pretendientes en la juventud, mal vestida, sin encantos femeninos”.
Desde distintos movimientos feministas y de mujeres, se ha apropiado y utilizado la imagen
de la “bruja” de manera reivindicativa, tal como puede apreciarse en las fotografías que se
adjuntan al final del documento, tomadas el 8 de marzo de 2010 en Córdoba, Argentina, y
donde vemos “brujas” marchando.
¿Qué sentido tiene “la bruja” para la historia del feminismo y al interior de los movimientos?
¿Por qué desde estos espacios y luchas se re-significa la imagen de “la bruja”? ¿Qué están
procurando “visibilizar” y “denunciar” con ello?
Para comprender estas cuestiones me detendré en un aspecto que ha sido abordado y
analizado desde distintas disciplinas y perspectivas: la cacería de “brujas”.
Interesa revisar particularmente este hecho histórico por diversos motivos. En primer lugar,
porque permite comprender cómo se construye la “desviación” de las mujeres, lo cual a su
vez implica una construcción específica de mujer, sexualidad y feminidad. Por otra parte,
implica un trabajo de-constructivo de la criminología, el derecho penal y el poder punitivo
desde una perspectiva de género, y por ello he prestado particular atención a lo que en la
bibliografía feminista es referido como criminalización de las mujeres, uniéndolo con las
representaciones y el control social sobre las llamadas “desviadas”, pretendiendo así que este
recorrido también signifique un aporte a la hora de ampliar la mirada discursiva y genealógica
sobre los fenómenos de victimización y criminalización de las mujeres. Dicha cuestión resultó
de gran clarividencia, e incluso como marco teórico, para una investigación llevada a cabo
junto a mujeres presas2, y realizada entre los años 2009 – 2012 en la ciudad de Córdoba,
Argentina.

2
No es una arbitrariedad el uso de dicho término en lugar de mujeres privadas de la libertad como se
acostumbra en la bibliografía referida al tema, porque el sentido de dicha expresión está inspirado en la idea de
libertad ambulatoria. Estas mujeres se encuentran privadas de otros muchos derechos más que la posibilidad de
circular, cuestión que no minimizo en absoluto. Se encuentran privadas, por lo tanto, de una libertad que debe
definirse con mayor complejidad conceptual. Por ello desde una perspectiva feminista y socio-antropológica se
analiza el encierro. Esta categoría se emparenta con lo que la antropóloga y feminista Marcela Lagarde (2006)
2
En este sentido, el trabajo se propone el siguiente recorrido:
En primer lugar, una revisión socio-histórica y de-constructiva de “las brujas” en la historia de
las sociedades modernas, así como los mecanismos de legitimación de uno de los mayores
casos de feminicidios: la “cacería de brujas”.
En segundo lugar, un análisis específico del manual inquisitorial “Malleus Maleficarum” que
permite comprender la genealogía de género del poder punitivo y derecho penal en la
modernidad, así como la criminalización de las mujeres. En este sentido, se establecen
relaciones con la situación de las “mujeres presas” en la ciudad de Córdoba, mostrando como
este conocimiento socio-histórico permitió pensar las sujetas de estudio en una investigación
con perspectiva de género.
Finalmente, se intenta dar cuenta del sentido que tiene la apropiación de ciertos términos para
visibilizar y denunciar las opresiones históricas que vivimos las mujeres.

La cacería de “brujas”
La figura de la “bruja” remite a la representación de las mujeres “desviadas” como seres
monstruosos y demoníacos. Esta representación se inscribe en un campo discursivo de la
regulación de las mujeres a través de los siglos y las culturas. En este sentido, existen
rupturas, porque los modos y mecanismos de control se han visto modificados, y
continuidades. Esto es lo que usualmente se denomina “marchas y contra-marchas” de la
historia.
No obstante, es necesario saber que los sistemas normativos están impregnados de dicha
representación para construir la “normalidad”, y por lo tanto, la “desviación” de las mujeres, y
de este modo regular qué es y cómo debe ser una mujer. En este sentido el derecho penal, la
criminología y el poder punitivo en general constituyen uno de los ejemplos más claros, ya

denominó cautiverios: […] “Desde una perspectiva antropológica, he construido la categoría cautiverio como
síntesis del hecho cultural que define el estado de las mujeres en el mundo patriarcal. El cautiverio define
políticamente a las mujeres, se concreta en la relación específica de las mujeres con el poder, y se caracteriza por
la privación de la libertad, por la opresión. (…) El cautiverio de las mujeres se expresa en la falta de libertad,
concebida esta última como el protagonismo de los sujetos sociales en la historia, y de los particulares en la
sociedad y en la cultura. (…) En nuestra sociedad la norma hegemónica de la libertad es clasista y patriarcal:
burguesa, machista, heterosexual, heteroerótica y misógina. De ahí que sean históricamente libres los individuos
y las categorías sociales que pertenecen a las clases dominantes, a los grupos genéricos y de edad dominante
(hombres, adultos, productivos o ricos y heterosexuales), a las religiones y otras ideologías dominantes.” […]
(Lagarde, 2006: p. 36 – 37). Así la designación “mujeres presas” da cuenta no sólo del encierro de estas mujeres
en una institución total, si no de su condición genérica en una cultura patriarcal y hetero-sexista que también las
aprisiona.
3
que, tal como se mostrará a continuación, su constitución y surgimiento se ha dado con la
cacería de “brujas”3.
Autoras como Frigon (2000) observan estas continuidades en ciertas representaciones
cinematográficas, especialmente en las producciones de Hollywood de los años 80 y 90, en
los que aparecen películas como atracción fatal, bajos instintos y mujer soltera busca.
Actualmente, la última película titulada anticristo del director Lars Von Trier, a quien desde
los movimientos feministas se lo ha tachado de “misógino”, evoca nuevamente esta imagen
femenina donde existe una posesión demoníaca que remite a “la bruja”. Por otra parte, y en lo
que respecta específicamente a las mujeres presas como ejemplo de estigmatización y
criminalización, las continuidades aparecen con vigor dentro del sistema punitivo.
Decía en la introducción que tomaré un contexto específico: el de la cacería de “brujas”, ya
que para hablar de criminalización de las mujeres desde una perspectiva de género hay que
comenzar por dicha represión. La caza de “brujas” resulta un ejemplo histórico de
feminicidios4 en los cuales y a través de la violencia se realizó una construcción de feminidad
y sexualidad femenina.
La denominada caza de “brujas” debe ubicarse entre los siglos XV y XVII dentro de los
dominios de Europa occidental primordialmente y se encuentra vinculada a la inquisición.
Pero no fue durante toda la edad media que se persiguió a “las brujas”, incluso años
anteriores, la magia, que posteriormente sería asociada a los “pactos con el demonio”, era una
de las formas de conocimiento sobre la naturaleza y lo humano. Existía una llamada “magia
alta o culta” practicada por alquimistas y astrólogos, por ejemplo, y una llamada “magia
baja”, que pertenecía a las culturas populares de zonas predominantemente agrícolas, era

3
Los estudios de caso referidos a mujeres presas, así como trabajadoras sexuales, permiten dar cuenta de las
formas de control social modernas ejercidas sobre las mujeres.
4
Esto no significa que en la hoguera de la inquisición sólo murieran mujeres, pero una de las características
mejor documentada acerca de las personas procesadas por brujería es que fueron predominantemente mujeres.
Su número sobre-pasó el 75% en la mayoría de las regiones de Europa, y en algunos lugares como Essex,
Inglaterra, Bélgica y, Basilea, Suiza fue superior al 90% (Nathan, E.: 1993, Blazquez G., N.: 2008).
En el norte de Francia los archivos conservan los legajos de 288 inculpados de brujería entre la mitad del siglo
XIV y fines del siglo XVII, siendo el 82% mujeres. En el sur de Alemania y la región de Jura las proporciones
son semejantes. (Perrot, M.: 2008)
Por otra parte, es menester mencionar que en América Latina también se llevó acabo la cacería de “brujas” de
mano de la inquisición. Lamentablemente no contamos con datos estadísticos al respecto, pero en Cartagena de
Indias desde el siglo XVII hasta el SXIX (independencia) funcionó la sede principal del “tribunal de penas del
santo oficio”, dicho lugar ofició como cárcel y centro de torturas dirigido principalmente a mujeres africanas e
indígenas, cuyas tradiciones y ceremonias eran tachadas de herejía. Actualmente funciona como museo y lo han
llamado “palacio de la inquisición”, entre sus “exposiciones” pueden leerse lo que se incautaba como “conjuros”,
predominantemente escritos que hoy perfectamente podríamos llamar “poemas de amor”.
"Hay que decir la herejía de las brujas y no de los brujos: éstos son poca cosa". Y otro, en tiempos de Luis XIII:
“Por un brujo, diez mil brujas" (Sprenger en Michelet, J.:1987, p.29)
4
practicada en su mayoría por mujeres y dentro de la cual podemos encontrar a la brujería. Es
por esto que no se puede pasar por alto que el espacio y el tiempo en el que se desarrolló la
proscripción, persecución y exterminio de miles de mujeres son los mismos en los que se
sientan las bases para el surgimiento de la ciencia moderna. Es decir, el conocimiento, y las
diferentes posiciones dentro de él, jugaron un papel central en este exterminio. Si bien
existían dos líneas de saberes: “La magia culta” y “la magia baja”, los actores de la primera se
constituyeron en los precursores de las revoluciones científicas, mientras la segunda fue
perseguida y destruida con crueldad (Blazquez G., N: 2008). Es por ello que “la bruja” remite
a mujeres “desviadas” y a una etapa de la historia de la humanidad que ha sido catalogada por
la versión oficial como “pre-científica”.
En este sentido ciertas actividades y saberes fueron clave para la definición de quiénes eran
“las brujas”. De acuerdo con Norma Blazquez Graf (2008) y Elia Nathan (1993) estas
mujeres generalmente tenían un oficio, solían ser cocineras, perfumistas, curanderas,
consejeras, campesinas, parteras o nanas y realizaban actividades a través de conocimientos
que podríamos denominar “empíricos” y propios5. Por otra parte, se trataba de tareas que si
bien durante mucho tiempo habían cumplido una función útil en sus pueblos siendo
respetadas por la comunidad, en momentos de surgimiento de la ciencia moderna pasaron a
constituir una doble amenaza: para los nuevos poderes seculares que estaban emergiendo, así
como para los viejos dominios del poder eclesiástico que se veían amenazados e impotentes
ante ciertos hechos, frente a los que no podían responder, como las epidemias y las pestes. Es
por ello que Frigon (2000) entiende que, en la tensión en torno a la figura de las mujeres
medievales entre la superioridad moral (la virgen) y la peligrosidad seductora (Eva), “la
bruja” constituyó un blanco fácil, una chiva-expiatoria en relación a las dificultades sociales
de su tiempo (mortalidad infantil, enfermedades de las más diversas, pestes, etc.) y que
pueden ser consideradas producto de las restricciones que durante años la iglesia católica
había ejercido sobre el “desarrollo científico”.
La cacería de “brujas” se da en un momento clave: la sociedad medieval comenzaba a
desmembrarse y emergía un nuevo orden religioso, político, social y científico. En unión con
esto la violencia ejercida contra las mujeres testimonia dos cuestiones centrales:

5
Tan solo uno de los muchos ejemplos mencionados por la autora es el de los escritos de María la Judía, en los
cuales no solo se incluye el tribikos y el keratobis (complejos aparatos de destilación) sino también el balneum
mariae (baño maría) que sigue siendo de gran utilidad para calentar lentamente las sustancias o para mantenerlas
a temperatura constante. (Blazquez G., N.: 2008)
5
1. La tentativa de los sectores que detentaban el poder en el viejo orden por mantenerlo
(especialmente a lo que el clero se refiere).
2. La tentativa de nuevos actores emergentes por hacerse con el poder.
Es decir, “la bruja pre-científica” no solo chocaba con el poder eclesiástico, sino también con
el poder científico (en gran parte médico) burgués.
La otra cuestión central en la definición de “la bruja” fue todo aquello que tuviera que ver con
la sexualidad, sus expresiones y su conocimiento (anticoncepciones y abortos). Así, por
ejemplo, las tradicionales ceremonias de fertilidad fueron denominadas como sabbat o
aquelarre atribuyéndosele un sentido de rituales de “libertinaje sexual” en los que de acuerdo
a los inquisidores se invocaba al diablo y se pactaba con él6.
La cacería de “brujas” fue un control social de las mujeres que se apartaban de las normas
religiosas, sexuales, legales y médicas.
“La bruja” como la imagen de la mujer “descarriada” o “desenfrenada sexual” se plantea
como la de una contestaría social, son símbolos de cuestionamiento a sistemas normativos, a
definiciones y regulaciones sociales.

Malleus Maleficarum o “El martillo de brujas”


Eugenio Zaffaroni (1992) establece que el poder punitivo tal como hoy lo conocemos en
occidente se consolidó principalmente orientado contra las mujeres, es decir, como poder de
género. El autor basa esta afirmación en el hecho de que la posición subordinada de las
mujeres se acentuó y consolidó con el modelo corporativo de sociedad y el instrumento de
éste fue el poder punitivo y dicha experiencia es sintetizada por dos inquisidores, Kramer y
Sprenger, al final del siglo XV en el conocido manual inquisitorial Malleus Maleficarum, más
conocido como “el martillo de brujas”.
La caza de “brujas” tuvo su “mein kampf”, y éste fue el Malleus Maleficarum de 1486,
declarado documento oficial y público con el beneplácito de la facultad de teología de la
universidad de Colonia en el año 14877. En esta obra inquisitorial basada en la violencia hacia

6
Por ejemplo en el manual inquisitorial de 1486 conocido como MARTILLO DE BRUJAS y sobre el cual me
referiré con posterioridad, se pueden apreciar imágenes donde se danza con el diablo, se le besa “el trasero” y se
pisotea una cruz en su compañía.
7
"Yo, Lamberlos de Monte profesor (aunque indigno) de Teología Sagrada, y en este momento decano de la
facultad de Teología Sagrada de la Universidad de Colonia, declaro con solemnidad, y confirmo ésta, mi
declaración, por mi propia mano, que he leído y con diligencia examinado y considerado este Tratado, y que, en
mi humilde juicio las dos partes nada contienen que sea en manera alguna contrario a las doctrinas de la
filosofía, o contrario a la verdad de la Santa Fe Católica y Apostólica, o contrario a las opiniones de los
doctores cuyos escritos son aprobados y permitidos por la Santa Iglesia. Y dadas las importantísimas y
saludables materias que contiene este Tratado, que, aunque sólo fuese por la honorable condición, sabiduría y
6
ciertas feminidades el poder punitivo encuentra por primera vez un discurso completo e
integrado de derecho penal, derecho penal procesal y criminología. Así, La figura de “la
bruja” y lo que ésta evoca tiene fuerte arraigo en las teorías criminológicas de César
Lombroso, teorías que están intrínsecamente ligadas a las prácticas penitenciarias en general,
y en especial cuando de mujeres se trata. Por ejemplo, para confeccionar su tipología de la
mujer criminal en The female offender de 18958, Lombroso y Ferrero (2004) se basaron en
“el martillo de brujas”.
Si bien “el martillo” hace referencia a “los brujos” y en su comienzo se encarga de aclarar que
la brujería no es exclusiva de las mujeres, las prácticas que luego describe como tales son
asociadas a actividades que podrían denominarse “femeninas” y cuestiones referidas
especialmente a su sexualidad.
Es menester aclarar que para los inquisidores las mujeres eran percibidas de maneras
diferenciadas de acuerdo a las posiciones sociales ocupadas. Todas las cuestiones vinculadas a
la sexualidad son descriptas como “peligrosas”, excepto la reproducción9. Pero el placer, el
goce sexual femenino, las relaciones o prácticas sexuales fuera de lo establecido como la
“norma”, así como el control de la natalidad, la anti-concepción y el aborto, eran definidas
como “desviadas”:
“(…) tres vicios generales parecen tener un especial dominio sobre las malas mujeres, a
saber, la infidelidad, la ambición y la lujuria, Por lo tanto, se inclinan más que otras a la
brujería, (…) de los tres vicios el último es el que más predomina, siendo las mujeres
insaciables, etc., se sigue que entre las mujeres ambiciosas resultan más profundamente
infectadas quienes tienen un temperamento más ardoroso para satisfacer sus repugnantes
apetitos; y esas son las adúlteras, las fornicadoras y las concubinas del Grande. Ahora bien,
como se dice en la Bula papal, existen siete métodos por medio de los cuales infectan de

buenos oficios de estos dignísimos y honrados Inquisidores, podría muy bien ser considerado útil y necesario, es
preciso ejercer todos los cuidados diligentes para que este Tratado se distribuya con amplitud entre los hombres
sabios y henchidos de celo, para que con ello cuenten con la ventaja de tantas y tan bien consideradas
orientaciones para el exterminio de las brujas, y que también se ponga en manos de todos los rectores de
iglesias, en especial de quienes son hombres honrados, activos y temerosos de Dios, que por la lectura se vean
estimulados a despertar en todos los corazones el odio contra la pestilente herejía de las brujas y sus sucias
artes, de modo que todos los hombres buenos se vean prevenidos y salvaguardados, y se pueda descubrir y
castigar a los malhechores, para que a la plena luz del día la merced y la bendición caigan sobre los rectos y se
haga justicia con quienes hacen el mal, y así, en todas las cosas, se glorifique a Dios, a Quien vayan todos los
honores, alabanzas y gloria". (Kramer, Sprenger: 1487).
8
Cuyo título original en italiano es “La donna delinquente”, y ha sido traducido al inglés primero como The
female offender y luego, para mayor precisión, como Criminal woman, the prostitute, and the normal woman.
9
Incluso existían ciertos aspectos de la reproducción que por resultar misteriosos se asociaban a la brujería:
menstruación y cuestiones vinculadas al parto, así como las que hoy podríamos denominar “ginecológicas” y
“obstétricas”.
7
brujería el acto venéreo y la concepción del útero. Primero, llevando las mentes de los
hombres a una pasión desenfrenada; segundo, obstruyendo su fuerza de gestación; tercero,
eliminando los miembros destinados a ese acto; cuarto, convirtiendo a los hombres en
animales por medio de sus artes mágicas; quinto, destruyendo la fuerza de gestación de las
mujeres; sexto, provocando el aborto; séptimo, ofreciendo los niños a los demonios, aparte
de otros animales y frutos de la tierra con los cuales operan muchos daños.” (Kramer,
Spreger: 1487, p.55)
Es precisamente durante la cacería de “brujas”, en 1623, que se adopta el acta de infanticidio
y cuando aparecen los discursos médicos10 y legales para dotar de factores ideológicos la
persecución hacia las mujeres.
Como puntualicé anteriormente, cierto tipo de mujeres eran el objetivo: la caza de “brujas”
apuntó principalmente a las mujeres solteras, sexualmente activas, de mayor edad, viudas,
pobres y a aquellas con conocimientos específicos. Es decir, las mujeres eran perseguidas en
razón de su sexualidad y de sus saberes propios.
Retomando a Zaffaroni (1992), la vigilancia es hoy el verdadero poder del sistema penal y su
jerarquía de género se pone de manifiesto en la gestación misma de éste. Sus orígenes
inquisitoriales y estas ideas luego fueron reelaboradas como “científicas” por el positivismo
criminológico tan presente en la idea de “tratamiento” que aplican las penitenciarías en
occidente. Foucault (2006) ha denominado a estos procedimientos como “tecnología
penitenciaria” y los concibe como aquellas prácticas que han suplantado al “verdugo” por
“técnicos” (vigilantes, médicos, curas, pastores, psicólogos, psiquiatras, trabajadores
sociales y educadores) y cuyo objetivo ya no es el dolor, sino el encierro (para su
vigilancia11). Esto, como bien explica Foucault (2006), se justifica en una pedagogía del
castigo o violencia pedagógica. Es decir, la detención penal tiene como función la
transformación del comportamiento. Esto ha cargado a la operación penal de elementos no-
jurídicos para evitar que el castigo sea puramente legal, y para disculpar al juez de ser
únicamente el que castiga. La justicia penal funciona y se justifica por esta perpetua referencia
a algo diferente de sí misma; así, un saber, unas técnicas, ciertos discursos “científicos” se
forman y entrelazan con la práctica del poder de castigar. De acuerdo con esto la justificación

10
“(…) con el agregado de algunas acotaciones el Malleus Malleficarum podría ser un excelente manual
moderno de psiquiatría clínica, descriptiva del siglo XV: bastaría reemplazar la palabra bruja por la de
paciente y eliminar al diablo” (Szasz en Frigon: 2000, p. 93)
11
Por cuestiones de extensión no adentraré en el tema de la vigilancia, pero interesa dejar expuesto que la misma
no se reduce al ámbito carcelario y está vinculada a todo el sistema. .
8
de la pena es la re-adaptación social (cuestión que figura en los sistemas normativos
occidentales), y en ella subyace la justificación del encierro.
Como mencioné la cacería de “brujas” fue un control social sobre las mujeres que se
apartaban de las normas religiosas, sexuales, legales y médicas. Las mujeres que en los
tiempos actuales se apartan de las normas enfrentan también los discursos y prácticas de la
censura, descalificación y criminalización que establecen una suerte de continuidad con la
cacería de “brujas”: de esta forma puede leerse la situación de las mujeres presas en
occidente, la penalización y clandestinidad del aborto y la criminalización del trabajo sexual.
La imagen de “La bruja” es evocada y está presente en los sistemas normativos, así como en
las regulaciones sociales que de estos se desprenden.

“Brujas contemporáneas”
¿Cuándo y para quiénes se evoca la figura de “la bruja”?
Existen numerosos ejemplos de “brujas contemporáneas”. Esta designación ha sido atribuida
a militantes de movimientos de mujeres y feministas; para algunxs autorxs (Zylboorg: 1935 y
Szasz: 1976 en Frigon: 2000) la cacería de “brujas” también se asemeja a la psiquiatría
institucionalizada. Por otro lado, y especialmente desde el sentido común, se la evoca para
hacer referencia a “la desenfrenada sexual” o la “prostituta”, en tanto la brujería, según he
mostrado, provenía de mantener relaciones sexuales con satanás y del deseo carnal insaciable.
Y en tercer lugar, la acusación de brujería se evoca también para las llamadas “delincuentes”:
en estas mujeres, “contraventoras” y “víctimas”, los antiguos procesos de control social
encuentran su eco contemporáneo. “Contraventoras” porque tanto “la bruja” de la edad media
como la mujer “desviada” de hoy son vistas en sus estilos de vida, saberes y sexualidad como
oponiéndose a la autoridad (moral, religiosa, social, política y legal) y “víctimas” porque el
tutelaje machista impregnado en los sistemas jurídicos y penales occidentales ha considerado
a las mujeres como “seres inferiores” y “presas fáciles” de distintas maneras a lo largo de la
historia12.
Por otra parte, al ser definidas como “contraventoras” se legitima socialmente la violencia
contra ellas13. No se puede comprender el proceso de victimización sin el de criminalización y

12
Para el caso de la inquisición, eran “víctimas” del diablo o satanás, débiles mentales y carnales que caían en
sus garras. Hoy en día son consideradas por los discursos dominantes y poderes reguladores “víctimas” del deseo
y la vida fácil, que no gustan de trabajar, o “tontas” que no supieron ver adonde estaban cayendo.
13
Es por ello que autoras como Frigon (2000) sostienen que la frontera entre la victimización y criminalización
de las mujeres es fluida. Por otra parte, la victimización no es asumida desde una mirada “romántica” como la de
Jules Michelet en La bruja (1987) o La esclavitud femenina de Stuart Mill (2001), sino por el doble riesgo que
9
viceversa. Y si bien esto es aplicable a todas las “brujas contemporáneas”, lo que marca la
diferencia para las mujeres presas es la legitimación (que alcanza el nivel de legalización en
ciertos lugares) de la fuerza contra ellas.
El mismo Zaffaroni (1992) entiende que resulta “incuestionable (…) que el poder punitivo se
consolidó en la forma que aún perdura, de modo principalmente orientado contra la mujer,
esto es, que se consolidó como poder de género” (ibídem, p.6)
Existe una visión estereotipada de la “mujer delincuente” cuyo origen se encuentra en “la
bruja”, luego reelaborada como “teoría” por la criminología positivista, en especial las ideas
de Cesar Lombroso y Guillermo Ferrero (2004) y que hoy continúan impregnando nuestro
sistema jurídico e imaginario social haciendo que las mujeres presas sean también castigadas
por lo que se asume una “desviación” genérica (Zaffaroni, 1992; Frigon, 2000).

El regreso de las “brujas”


Como he sostenido hasta aquí, somos muchas las mujeres que por motivos varios, en espacios
diferentes, en un tiempo u otro, constituimos y representamos auténticas “brujas”.
La “bruja” se construyó, en definitiva, como el arquetipo de lo “desviado”, “monstruoso” y
“demoníaco”, por lo tanto de aquello que socialmente es des-personificado, des-humanizado y
abyecto. En este sentido, y como se planteaba al comienzo de esta exposición, revisar la
cacería de “brujas” desde lecturas feministas y desde una perspectiva de género, permite echar
luz sobre la victimización y criminalización de las mujeres, y sobre cómo se construye la
“desviación” y se “normaliza” desde los poderes reguladores, en este caso punitivo y penal,
en términos de género.
Desde el feminismo – o los feminismos- se ha estudiado e incorporado la relación compleja
entre el “género”, el tipo de delito y el papel de las mujeres en el hecho delictivo; tanto las
que participan como “delincuentes”, así como las que son víctimas de ello (Azaola, 2006;
Frigon, 2000; Lagarde, 2006; Vassallo, 2006); por otra parte se han elaborado importantes

para el Malleus Maleficarum (1487) estas representaban: son peligrosas porque están en peligro. Están en peligro
porque son inferiores y débiles y por lo tanto, presas de Satán (son víctimas). Y por eso mismo son peligrosas, ya
que a través de su pacto con el diablo poseen poderes mágicos tanto para curar, como para dañar (son
criminalizadas). Este argumento funcionó como justificación ideológica de los inquisidores. Dentro del derecho
penal, si se revisa jurisprudencia, se encontrará esta doble posición de las mujeres como aquellas que son “más
débiles” y por ello más propensas a caer en la “tentación”, o casos en los que son “disculpadas” (en el sentido de
penas más livianas, como otras veces las mismas penas son precisamente más duras por su “condición”
“femenina”, como por ejemplo todas las causas referidas a menores) por los jueces por considerárselas “débiles”.
Se trata sin duda de una mirada misógina con su cara y contra-cara.

10
críticas a las teorías criminológicas y al componente sexista del derecho penal (Facio, 1993;
Larrauri, 1991; Smart, 1989).
Adquiere sentidos muy diferentes la “re-socialización” enunciada en la ley para el caso de las
mujeres, ya que estas no sólo se han descentrado de la norma legal sino que se han desviado
de la norma de “género”. La mujer “delincuente” es la anti-mujer, la “desviada”, la “bruja”.
En este sentido, la “re-socialización” adquiere el carácter de “normalización” del “género” a
través del poder punitivo del Estado y sus tecnologías.
Así, la “bruja” se torna denuncia, presencia que incomoda lo establecido y visibiliza aquello
que se ha in-visibilizado. Es por este motivo que desde los movimientos feministas también se
realiza una apropiación de esta figura y se la reivindica como un emblema de lucha.
Apropiarnos y re-significar la palabra con la que nos acusaron, silenciaron y quemaron,
significa tomar al poder hegemónico por sus astas y denunciar los mecanismos de control
social modernos que aún perduran sobre nuestros cuerpos y criminalizan las mujeres,
desenmascarando un supuesto “progreso” que pretende barrer bajo las alfombras sus ruinas.
Es por ello que las “brujas” ya no tenemos miedo de serlo, marchamos cada 8 de marzo para
denunciar las mujeres que todos los años mueren por abortos mal practicados, escribimos
ensayos revisando nuestra cacería como “feminicidio”, exigimos derechos para el trabajo
realizado con nuestros cuerpos, hacemos ciencia marcada por la diferencia metodológica y
epistemológica y somos cada vez más las que salimos de casa para decir estamos aquí, en el
espacio público que nos fue expropiado y negado y al que regresamos para quedarnos.

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Anexo
fotografías: Marcha 8 de marzo de 2010. Ciudad de Córdoba, Argentina.

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