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Si No Lo Vivo, No Lo Creo
Si No Lo Vivo, No Lo Creo
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Si no lo vivo, no lo creo
Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
“Si no lo veo no lo creo” es un refrán muy popular que emplean quienes desconfían de todo aquello
que no se puede ver ni tocar. Me llama la atención cuantas personas se muestran incrédulas
respecto del valor de los intangibles en su entorno laboral, mientras en su vida personal no dudan
en otorgarles una importancia capital (desde el amor por sus hijos a sus creencias religiosas). Por
eso, hay un refrán mejor aún: “Si no lo vivo, no lo creo”. No nos basta con que nos cuenten las
cosas o que las contemplemos como espectadores. Estamos inmersos en una economía de servicios
y productos personalizados donde el mantra consiste en proveer a los clientes “experiencias
memorables”. Lo importante no son las cosas sino lo que estas te hacen sentir. Si un cliente quiere
comprar un automóvil, no hay mejor estrategia que ofrecerle que lo pruebe. Ver a una persona
esquiar o saltar en paracaídas no se compara con hacerlo uno mismo.
Semanas atrás, un cliente nos solicitó una actividad para que sus principales directivos pudiesen
experimentar el impacto de gestionar el conocimiento. En el mundo del management y de las
empresas, argumentar la valía de los intangibles no sirve. Es imprescindible demostrarla. Hoy en
día, resulta imposible encontrarse con alguien que no esté convencido de que el conocimiento es el
principal activo de las personas y las organizaciones. Sin embargo, los razonamientos intelectuales
no son suficientes. El principal impedimento para que las organizaciones gestionen su conocimiento
de manera estratégica tiene que ver con la dificultad de sus ejecutivos superiores para comprobar el
impacto que tiene el conocimiento en los resultados. Puedes predicar al equipo de gerentes sobre los
beneficios de gestionar el conocimiento pero no te van a creer hasta que lo experimenten en primera
persona. De forma que para responder a la demanda de nuestro cliente, le propusimos una
experiencia que garantiza comprobar la relación entre la gestión del conocimiento y la mejora del
desempeño de las personas. Realizamos la primera versión en castellano del tallersimulación “La
Isla de los Pájaros”. El origen de esta actividad se sitúa en los cursos de gestión del conocimiento
impartidos al interior de British Petroleum a finales de los años 90. Con más de 15 años de ejecución
ininterrumpida, se trata seguramente del experimento de gestión del conocimiento más prolongado
que existe.
El taller de la Isla de los Pájaros tenía precisamente como objetivo mostrar a los directivos
incrédulos, en una actividad de no más de 2 horas y de manera irrefutable, el impacto real y medible
del conocimiento sobre los resultados de negocio. El desarrollo del taller fue el siguiente.
CONTEXTO Y ASIGNACIÓN DE LA TAREA: La actividad comenzó separando a los participantes en 5
grupos y entregándoles información del escenario en que iban a trabajar: Serían habitantes de la
Isla de los Pájaros que viven de la captura de aves migratorias. El problema es que los pájaros
vuelan cada vez más alto con lo que hace falta una nueva tecnología que permita llegar más arriba
para cazarlos.
El objetivo de cualquier actividad de aprendizaje efectiva no consiste en darles a los participantes
cosas que saber o aprender sino cosas que hacer, tareas que resolver para las que tendrán que
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REALIZACIÓN DE LA TAREA: Una vez entendida la tarea, cada equipo se dirigió a su propia sala
separada del resto, con sus materiales y su facilitador. El clima que se respiraba era muy relajado ya
que a fin de cuentas ¿qué puede ser más sencillo que construir una torre? Sin embargo, el proceso
de construcción resultó bastante caótico. Aunque todos los equipos tenían los mismos materiales, las
personas y sus experiencias eran todas diferentes. Mientras algunos grupos dedicaban tiempo a
discutir posibles opciones de diseño (sopesando el compromiso entre la altura y la estabilidad), otros
grupos comenzaban rápidamente a construir mientras otros mostraban tímidas señales de intentar
organizar el trabajo. Eso sí, finalizado el tiempo, todos los equipos fueron capaces de levantar su
torre.
ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS: Dado que la tarea consistía en construir una torre lo más alta
posible, evaluar los resultados fue un ejercicio absolutamente objetivo. Procedimos a medir y anotar
las alturas de todas las torres. 3 de los equipos construyeron torres de una altura similar y
coherente con lo que indica la estadística acumulada a lo largo de los años. Pero los otros 2 grupos
elevaron torres realmente grandes. Como los equipos trabajaron por separado, sin conocer el
desempeño del resto, todos se mostraron orgullosos del producto resultante de su esfuerzo. En este
punto introdujimos el primer proceso de gestión del conocimiento:
1. La Revisión Post Acción es un proceso pensado para facilitar la captura de conocimiento para su
uso futuro. Durante 10 minutos y guiados por el facilitador, cada grupo reflexionó respecto de lo que
había aprendido al construir su torre y de lo que haría distinto la próxima vez. A la pregunta “En
vuestros equipos de trabajo en la empresa ¿disponéis de instancias planificadas de reflexión con el
objetivo de detectar errores y oportunidades de mejora?” la respuesta fue tajante: NO. Uno de los
problemas más comunes y que más duelen a las organizaciones es precisamente encontrar
momentos para reflexionar sobre sus acciones. Las empresas están tan orientadas a los resultados,
tan obsesionadas con la ejecución, que no dejan espacio alguno para pensar, corregir y aprender. El
futbolista Alexis Sanchez ilustra perfectamente esta ceguera cuando declaró “Quiero entrenar más de
la cuenta pero Wenger no me deja”. Si nunca te detienes a analizar lo que haces, por qué lo haces,
cómo lo haces y qué debes mantener o modificar, nunca podrás progresar de manera sostenida.
Esta instancia finalizó preguntando a cada grupo: “Una vez habéis conversado sobre lo que habéis
aprendido y con lo que sabéis ahora ¿cuánto creéis que podría medir la torre si la construyeseis de
nuevo?” Sus respuestas se anotaron como el Primer Pronóstico.
2. La Asistencia de Pares. En este punto, recordamos a cada grupo que había otros equipos en el
resto de salas que también habían construido torres y que por tanto deberían tener conocimiento
que podría resultarles útil. Para este proceso de intercambio de conocimiento, conocido como
Asistencia de Pares, cada grupo nombró un representante cuya misión sería visitar a otro equipo con
el objetivo de transferir el conocimiento generado durante la construcción y al mismo tiempo,
capturar aquel conocimiento que pudiese ser valioso para ellos. Nuevamente, a la pregunta de “En la
empresa ¿contáis con canales formales que os permitan intercambiar y compartir conocimiento con
otros equipos o áreas que hacen lo mismo que vosotros?” la repuesta fue idéntica. NO. Al insistir
“¿Puede haber alguien en tu institución que haya ha descubierto algo que te pueda servir pero que
no sabes?” La respuesta fue rotunda. SEGURO QUE SÍ. La mayoría de organizaciones coinciden en
que una de sus principales carencias es la falta de instancias expresas para compartir conocimiento
entre personas, equipos, áreas, sucursales, unidades de negocio, empresas del grupo, etc.
Lo que hicimos fue enviar, a propósito, al representante del equipo cuya torre había resultado la más
pequeña de todas, a visitar al grupo con torre más alta. Os podéis imaginar su cara al entrar en la
sala y contemplar una torre casi 3,5 veces más alta que la suya. O cuando otro grupo, eufórico con
su torre, preguntó sonriente al visitante que recibieron por la altura de su torre y este les contestó
sin pestañear: “exactamente el doble”. Lo más interesante ocurrió cuando los representantes
regresaron a sus equipos cargados de nuevo conocimiento e ideas para mejorar sus obras. En
general, los equipos o individuos con mejor desempeño son los que perciben menor valor en el
proceso de compartir conocimiento (a pesar de que su margen de mejora, sin ellos saberlo, sea
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todavía muy amplio). Cuando les preguntamos si se habían guardado conocimiento para no
entregarlo al otro grupo, varios de ellos confesaron que habían escondido algunos “secretos
importantes”… Una de las principales interrogantes respecto de la gestión del conocimiento es qué
hacer cuando las personas se muestran reticentes a compartir lo que saben con sus pares.
Tras unos minutos de diálogo interno, pedimos a los equipos un nuevo cálculo de la altura que
podría tener la torre si la construyeran de nuevo y lo anotamos como el Segundo Pronóstico.
3. La Base de Conocimiento. Llegados a este punto, recordamos a los equipos que no eran los
primeros en construir una torre sino que a lo largo de más de 15 años, unos 300 equipos habían
realizado ese mismo taller antes que ellos. Así que los reunimos a todos en la sala común y les
presentamos la base de conocimiento con las mejores prácticas en construcción de torres que
hemos ido recopilando desde que se comenzaron a dictar los talleres. La base de conocimiento es un
sitio web que incorpora las mejores prácticas de las torres más altas que se han construido con todo
lujo de detalles: fotografías pormenorizadas de cada elemento de la torre, tutoriales en video para
armar dichos elementos, ilustraciones, diagramas de cómo organizar el trabajo al interior del equipo,
riesgos de desplome de la torre y consejos para afrontarlos, etc. La base se actualiza cada vez que
en un taller se detecta alguna innovación. Una vez mostrada la base de conocimiento, el estado de
ánimo de los asistentes cambió del estupor inicial al optimismo al comprobar que la altura de su
primera torre podía incrementarse hasta en 4 o 5 veces. Muchos directivos reconocen que no
siempre es fácil lograr que las personas quieran aprender del conocimiento generado por otros (lo
que se conoce como el “síndrome de no inventado aquí”). Además, todavía somos una cultura muy
orientada al texto como instrumento de transmisión (empezando desde el colegio donde el libro sigue
siendo el principal medio). Las lecciones aprendidas generalmente se documentan mediante texto en
lugar de usar fotos, videos o historias. No solo una imagen vale más que mil palabras sino que para
aprender, tener la oportunidad de ver, hacer y tocar es mucho más poderoso que leer.
Armados con el conocimiento que hemos destilado de los miles de constructores de torres de la Isla
de los Pájaros que vivieron la experiencia anteriormente, los equipos se lanzaron a construir su
segunda torre. En esta ocasión el trabajo resultó mucho más fluido, casi todo el mundo tenía claro
qué hacer y cómo hacerlo. Los equipos construyeron torres que, en promedio, resultaron 3 veces
más altas que la primera. El clima de excitación era generalizado. La sensación de logro, comprobar
en primera persona la evolución de tu trabajo creando nuevo conocimiento es un regalo para la
autoestima.
El último paso consistió en realizar el análisis detallado del proceso. La primera conclusión evidente
es que el único factor que cambió durante toda la actividad fue el conocimiento. Los equipos se
mantuvieron iguales y los materiales tampoco variaron. Sin embargo, con cada etapa del taller, todos
los grupos fueron adquiriendo nuevo conocimiento: primero fruto de la reflexión interna, luego
proveniente de otros equipos y finalmente de las mejores prácticas organizacionales. Y dado que el
desempeño fue tan fácil de evaluar (bastó con medir la altura de las torres) no hizo falta insistir en
la relación directa, explícita y hasta visual, entre el conocimiento y los resultados.
Una segunda conclusión impactante se dio cuando planteamos la pregunta “Si hubiesen tenido
acceso a la base de conocimiento desde el comienzo ¿cuán alta creen que hubiese sido su primera
torre?” todos unánimemente coincidieron en que la curva de aprendizaje entre la primera y la
segunda torre tiene un impacto negativo gigantesco para una organización. Que los integrantes de
una empresa no cuenten, desde el primer momento, con el conocimiento que se ha ido generando a
lo largo de los años da pie a que se repitan errores, se reinventen ruedas en las que ya se hicieron
importantes inversiones, se malgaste tiempo y recursos valiosísimos, se pierdan oportunidades por
no aprovechar buenas prácticas, etc.
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