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“No podemos decir que la integración de niños con discapacidad sea un jardín de rosas, es un camino complejo, lleno

de dificultades. Además, estamos atravesando las primeras etapas de su implementación. Irá mejorando con el
transcurso del tiempo si afrontamos el desafío. Es la ocasión que tenemos de mejorar nuestra práctica educativa. Una
siente orgullo a medida que afronta el desafío. Además, me siento satisfecha de estar contribuyendo, aunque sea con
un granito de arena, a la construcción de un nuevo modelo de escuela.”

“Cuando empecé el año estaba llena de miedo porque era la primera vez que tenía una nena integrada. Al final Renata
(niña con síndrome de Down que cursa prescolar) se fue adaptando bárbaro al grupo y yo me fui tranquilizando. Verla
a ella feliz viniendo al jardín, y a los chicos que la tratan tan bien, me llenó de satisfacción y alegría. ¡Tarea cumplida!”

“Tuve tres chicos integrados en el aula en estos últimos años y para mi fue una experiencia que me demandó mucho
esfuerzo, pero me dejó un saldo tan positivo a nivel personal que nunca me hubiera imaginado.”

“Si bien el año resultó difícil para mi porque no me sentía preparadas para ser maestra de un niño con discapacidad
debo reconocer que la experiencia ha sido muy buena y he tenido oportunidad de aprender. Yo a mis 54 años, muy
cerca de la jubilación, cuando creía que todo estaba dicho, aprendí de una jovencita maestra de 23 años, acerca de lo
que es el trabajo conjunto, lo que posibilita llevar adelante esta tarea. […]”

“Es mi primera experiencia, tenía miedo al principio, pero ahora (al finalizar el año escolar) estoy re contenta, es una
experiencia de vida que me ha enriquecido. Catalina (es una nena con una discapacidad motriz que le afecta los
miembros inferiores, integrada en 2° grado) actúa como todos los demás y todo lo que uno le propone lo acepta. Es
afectuosa.”

“He sido este año, maestra donde concurre Lara. Si bien ella presenta dificultades serias, logramos que se adaptara al
trabajo del aula. Si bien tuve que leer, escuchar y pensar más de lo acostumbrado, si me equivoqué y tuve que rearmar
actividades, hoy la veo como una nena más del aula. He crecido como profesional, he entendido que no es cuestión
de darles a todos lo mismo, sino mirar un poco más y ver qué es lo que cada uno necesita. Lo que Lara me enseñó me
ha servido para otros nenes y nenas del aula. Su presencia me ha llevado a mejorar mi trabajo.”

“No podemos decir que la integración de niños con discapacidad sea un jardín de rosas, es un camino complejo, lleno
de dificultades. Además, estamos atravesando las primeras etapas de su implementación. Irá mejorando con el
transcurso del tiempo si afrontamos el desafío. Es la ocasión que tenemos de mejorar nuestra práctica educativa. Una
siente orgullo a medida que afronta el desafío. Además, me siento satisfecha de estar contribuyendo, aunque sea con
un granito de arena, a la construcción de un nuevo modelo de escuela.”

“Cuando empecé el año estaba llena de miedo porque era la primera vez que tenía una nena integrada. Al final Renata
(niña con síndrome de Down que cursa prescolar) se fue adaptando bárbaro al grupo y yo me fui tranquilizando. Verla
a ella feliz viniendo al jardín, y a los chicos que la tratan tan bien, me llenó de satisfacción y alegría. ¡Tarea cumplida!”

“Tuve tres chicos integrados en el aula en estos últimos años y para mi fue una experiencia que me demandó mucho
esfuerzo, pero me dejó un saldo tan positivo a nivel personal que nunca me hubiera imaginado.”

“Si bien el año resultó difícil para mi porque no me sentía preparadas para ser maestra de un niño con discapacidad
debo reconocer que la experiencia ha sido muy buena y he tenido oportunidad de aprender. Yo a mis 54 años, muy
cerca de la jubilación, cuando creía que todo estaba dicho, aprendí de una jovencita maestra de 23 años, acerca de lo
que es el trabajo conjunto, lo que posibilita llevar adelante esta tarea. […]”

“Es mi primera experiencia, tenía miedo al principio, pero ahora (al finalizar el año escolar) estoy re contenta, es una
experiencia de vida que me ha enriquecido. Catalina (es una nena con una discapacidad motriz que le afecta los
miembros inferiores, integrada en 2° grado) actúa como todos los demás y todo lo que uno le propone lo acepta. Es
afectuosa.”

“He sido este año, maestra donde concurre Lara. Si bien ella presenta dificultades serias, logramos que se adaptara al
trabajo del aula. Si bien tuve que leer, escuchar y pensar más de lo acostumbrado, si me equivoqué y tuve que rearmar
actividades, hoy la veo como una nena más del aula. He crecido como profesional, he entendido que no es cuestión
de darles a todos lo mismo, sino mirar un poco más y ver qué es lo que cada uno necesita. Lo que Lara me enseñó me
ha servido para otros nenes y nenas del aula. Su presencia me ha llevado a mejorar mi trabajo.”

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