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La Pedagogía en El Contexto de La Universidad
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La Pedagogía en El Contexto de La Universidad
UNIVERSIDAD
No se trata de dejar a un lado los métodos o procedimientos que se han tenido hasta
ahora con el argumento de que porque son del pasado son ya arcaicos, tradicionales, en
el sentido de que ya no sirven y hay que aplicar de todas formas nuevos procedimientos o
estrategias. No hay procedimientos que per se sean unos adecuados y otros no, de tal
modo que para estar en lo correcto hubiera que desechar todo lo que se considere
inadecuado... Lo que se exige es discutir previamente a esta decisión práctica, curricular,
por qué unos procedimientos han llegado a ser caducos, por qué se desconfía
abiertamente y se difunde como una idea trillada que la cátedra magistral, por ejemplo, ya
no sirve y que hay que reemplazarla por otras formas de impartir el saber, por otras
formas de enseñar.
Lo que hay que emprender es la reflexión pedagógica sobre esta situación que se
presenta ahora de modo tan evidente. Es una decisión que se debe asumir desde la
pedagogía y no reducirla a una simple gestión administrativa: de una gama de estrategias
se trataría de elegir las más adecuadas, y punto!
En la reflexión pedagógica hay que mirar en forma holística el problema. Este problema
de la transformación curricular no se puede resolver buscando fórmulas de acuerdo
acerca de un posible modelo que estaría por descubrirse y al que se llegaría con
participación de todos: no es que todos no podamos participar en este proceso, lo que
pasa es que todos no tenemos el mismo lenguaje disciplinar.
La torre de Babel que constituye ahora la universidad no permite de entrada este acuerdo
ya que no sólo se tienen diferentes concepciones del mundo, sino marcos teóricos
diversos y aún contrapuestos, y por lo tanto, conceptos distintos acerca de prioridades en
asuntos didácticos, modelos y estrategias metodológicas y, lo más importante, sobre
criterios epistemológicos. Habría que ponernos de acuerdo en lo fundamental: pero este
sería el gran problema previo antes de decidir qué modelo curricular adoptar, si es que tal
modelo existe y estaríamos en mora de adoptarlo. Este acuerdo en los fundamentos o
conceptos pedagógicos habría que plantearlo como proyecto pedagógico para los mismos
docentes de la institución. Sin lograr previamente esto no se podría pensar en una
transformación curricular.
¿Cómo lograr esta formación pedagógica no sólo por la urgente toma de decisiones
acerca del modelo curricular a adoptar? La pedagogía como toma de conciencia crítica
acerca del proceso educativo y formativo, todavía no es un discurso coherente que nos
identifique como docentes. Desde cada disciplina o saber específico somos todavía
extraños unos para otros: de ahí que no nos leamos: nuestros intereses son tangentes: se
aproximan pero divergen inmediatamente, ya que los problemas teóricos, base de nuestro
trabajo científico y docente son, aunque semejantes, paralelos, pero no inter o
transdisciplinares. ¿Cómo lograr la articulación que todos anhelamos? Pensemos en la
posibilidad del Seminario pero con ciertas condiciones mínimas que garanticen la
rigurosidad y continuidad. Mientras esta reflexión no se posibilite, pero sobre lo que se
establezca como fundamental desde el saber pedagógico, seguiremos asistiendo a
eventos donde se presentan proyectos bien interesantes pero donde predomina el
monólogo, ya que los asistentes sólo atienden a lo que están, dispuestos, o pre-
dispuestos, a oír. •
Finalmente una confusión: se tiende a creer que aquel individuo que se expresa (bien) es
el único (o el que más) piensa en una-clase o en una reunión. Se supone erróneamente
que los otros mientras no lo expresen, lo manifiesten o demuestren expresando algo, no
han pensado o si lo han estado haciendo, queda la duda e incertidumbre que hace que un
docente considere -por este solo motivo- imprescindible la evaluación como comprobación
de que este proceso sí se ha efectuado como él pretendía cuando inició su lección. ¿Por
qué un docente tiende a desconfiar y hasta a desconocer que el estudiante que está
recibiendo su lección piense o pueda pensar por sí mismo mientras no lo demuestre
fehacientemente, mientras no lo exprese? Porque está apoyado en un paradigma
positivista que le obliga a constatar su teoría, a comprobar todo aquello que piensa o
imagina: todo lo mental -contenidos o procesos- debe tener un correlato real, debe
corresponder a algo constatable y debe haber surgido en algún momento y de alguna
forma de la realidad. (Aunque se diga que el conocimiento y sobre todo el científico no
entra por los sentidos, si se entiende así el referente ontológico estaríamos moviéndonos
en el más puro positivismo).
Por eso, una teoría -y todo concepto- no sólo puede y debe ser comprobada sino aplicada
para que sea plenamente adecuada o correcta. La comprobabilidad y la aplicabilidad
-aunque le agreguemos la falsabilidad popperiana- son, en este paradigma, rasgos
imprescindibles de lo aprendido. Por eso se supone que a un profesor le queda muy difícil
si no procede así -si no lo comprueba constantemente así- saber que sus estudiantes sí
entendieron -sí recibieron los contenidos que les ha transmitido.
Tal como ha sido programada la participación de las diversas dependencias con respecto
a la transformación curricular, las nuevas reglas de juego a las que nos debemos ir
adaptando implican varios supuestos:
Este profesor así caracterizado por las directivas -en el discurso administrativo, gerencial,
en la más novedosa reingeniería- debe convencerse lo más pronto posible de esta
urgencia de cambio que se cierne sobre él como su nuevo destino ineludible: en un plazo
perentorio hay que revisar en todas las dependencias lo que ha sido su plan de estudios y
según el término de moda, adoptar el nuevo Currículo -éste abarca ya tantas cosas,
irreductible a aquel cuestionado plan de estudios, que ni los expertos se han puesto
todavía de acuerdo acerca de su abarcabilidad y especificidad, aunque sí se mencionan
como sus principales cualidades las de la flexibilidad, la pertinencia, la actualidad...
Discurso que puede adoptar el siguiente enunciado extremo acorde con el enfoque
neoliberal, economicista, que no está muy lejos de ser el sustento real de este asunto:
plaza de profesor que no justifique su remuneración -que no acoja sin ninguna demora
esta 'invitación' al cambio propuesto-está llamada ('condenada' se dice ya sin ningún
reato) a desaparecer.
Ahora bien, hay que pensar que el profesor responsable de o con su trabajo, orientado
por una convicción que se origina esencialmente en el saber en que se fundamenta,
puede aceptar sin susceptibilidad estas nuevas reglas o condiciones para la planeación
del trabajo académico, de acuerdo al nuevo Estatuto Profesoral vigente, pero él sabe
también que en su ética profesoral y profesional, no puede reducirse a lo que le permite
este nuevo marco administrativo para encauzar su labor en la institución. También sigue
convencido que la tarea docente, como relación intersubjetiva entre personas interesadas
(e incluso apasionadas) en un saber específico es en cierta forma imponderable,
desborda cualquier esquema previo y encasillamiento estrecho que pueden entorpecer y
aún inhibir verdaderos procesos investigativos.
Paradoja: cuando más se espera que el docente cambie su trabajo en el aula, adoptando
estrategias cada vez más novedosas, es cuando más se constriñe su accionar al exigirle
la elaboración de un cronograma exhaustivo y detallado y sometido a un control negativo,
porque se trata de evaluar sobre todo en forma cuantitativa -como en el colegio- quiénes
no cumplieron la realización de tal o cual fase de lo planeado y presupuestado. Cómo se
va a animar dicho docente a ensayar -experimentar- alguna modalidad pedagógica
diferente a la transmisionista, meramente informativa, si escasamente le queda tiempo
disponible (en el desarrollo del programa) después de efectuar lo ya planeado
administrativamente y cuando debe estar atento a la realización de las otras diferentes
actividades que, por razones de extensión incluidas en el mismo plan institucional, se ha
comprometido.
La fundamentación pedagógica que se pide definir como marco teórico del plan
institucional no debe ser solo un listado de principios enunciados en forma provisional
-para seguirlos discutiendo-: debe ser, ante todo, la reflexión sobre el sentido de la
planeación y elaboración de dichos proyectos. Desde el punto de vista de la pedagogía,
entendida como la teoría y reflexión crítica sobre la Formación, ¿cómo se entiende la
planeación que se está haciendo sobre y con respecto a la reestructuración curricular?
Cómo debe orientarse esta reflexión?
Porque hay una mayor conciencia crítica con respecto a la esencia misma del proceso
educativo, razón de ser de la universidad, es por lo que cada vez hay más resistencia y
aún rechazo hacia procedimientos de enseñanza e investigación, y diría que de extensión
y gestión que se habían considerado hasta ahora incuestionables e indudables, ya que
eran los que existían, los que seguía todo el mundo y los únicos vigentes. Por lo tanto,
eran el único criterio y las únicas reglas de juego para la gestión universitaria.
Hasta ahora había un solo concepto de universidad que nadie cuestionaba porque era tan
evidente que así tenía que ser y así debía funcionar (muy bien), asimilando e integrando
paulatinamente los efectos del conflicto y del condicionamiento social, pero éstos poco a
poco fueron deteriorando muchos de sus supuestos seculares que como institución se
enorgullecía de sus mismos orígenes medievales.
La tarea que se presenta, entonces, es sabernos mover con referencia a esta situación de
crisis e inestabilidad que ha tocado a la universidad, porque asumirla con creatividad y
decisión permite que construyamos nuevas respuestas y posibilidades de cambio bien
interesantes, y no que nos lo entreguen todo planeado desde arriba, como si los
problemas y sus explicaciones ya estuvieran dados y predeterminados. Hay que saber
plantear, entonces, los problemas de la postmodernidad en la universidad y no creer que
ya se tengan las respuestas desde el campo de la ciencia o por lo menos las estrategias y
recursos para llegar por una única vía regia a su explicación definitiva.
No se puede tratar este problema en una forma tan reingenieril, de simple readaptación o
correspondencia a unas nuevas (¿o peores?) exigencias externas. Aquí se presenta la
confusión o sofisma de que todo lo nuevo se considera o bueno o necesario o
conveniente per se: es el nuevo estado de cosas y es mejor que se imponga cuanto
antes, negando todo lo anterior, lo tradicional, que queda reducido a aquello que hay que
superar a toda costa.
Se trata de poder llegar a vivir la Academia de otra forma a la que nos han condicionado
hasta ahora. La Universidad puede ser vivida no como una institución fría que nos
reprime, condiciona, inhibe y obliga, sino como un "campus", como un espacio vital en
que no sólo la razón tiene su dimensionalidad sino ante todo y principalmente, todo el ser
humano, todas las facetas que involucran y constituyen lo humano: así en lo disciplinar,
desde la teología hasta la física, y en las diversas y heterogéneas modalidades de
conocimiento. También todas las actividades humanas debieran y pueden tener su
espacio en el ámbito universitario, como últimamente lo han ido conquistando la cultura en
sus diversas formas, el arte, el deporte, la música, la política, la fiesta...
Pero quiero insistir en que si bien en la U. han ido surgiendo otras formas de vida -o más
bien la U. se ha ido abriendo a otras dimensiones que antaño se considerarían ajenas y
hasta atentatorias o por lo menos distractoras de lo que debiera ser exclusivamente como
institución- no se trata simplemente de reconocer que ahora se ha diversificado, ha
cambiado -y para algunos se ha profanado, se ha secularizado y, dirían éstos mismos, ha
perdido su razón de ser porque se ha popularizado, en un remezón democrático, por
querer abrirla a las masas.
Lo que hay que reconocer es que las personas -desde los niños hasta los ancianos- están
alegres de poder ir y entrar a la U. aunque sólo sea los sábados o los viernes a las
actividades culturales y deportivas programadas. No sólo se imaginan que pueden entrar
a la U. como lo puede hacer un estudiante universitario sino que viven y disfrutan esta
experiencia de estar en sus predios y poder compartir lo que esta institución, que está
abriendo sus puertas para ellos, les está ofreciendo.