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Eduardo Portas Ruiz

Historia de Estados Unidos/ Trabajo Final


Maestría en Historia Moderna de México/ Casa Lamm
31 de julio del 2013

Anotaciones sobre Walter Lippmann

Una ventana a la sociedad estadounidense del principios del siglo XX

En diciembre del 2011 tuve la oportunidad de visitar la casa Walter Lippmann en el hermoso

campus de la universidad de Harvard, a unos minutos de la ciudad de Boston. La casa, una especie de

cabaña con altos libreros, pisos de madera y un generoso lobby, alberga las instalaciones de la Nieman

Foundation for Journalism. Mi visita, de apenas un día, ligada a un coloquio sobre el futuro del

periodismo en la era de WikiLeaks, me dejó más preguntas que respuestas (tal vez una señal de que la

visita en efecto cumplió su objetivo), entre ellas ¿cómo se diferencia el periodismo de Estados Unidos

con respecto al mexicano?, ¿cuáles son las bases que soportan la estructura mediática de ese país? y la

más obvia pero más pertinente: ¿quién es Walter Lippmann y por qué es reverenciado como el autor

más importante del periodismo moderno estadounidense? En este breve ensayo abordaré solamente la

tercera pregunta basándome en su obra Liberty and the News (1920) y agregaré algunos comentarios

sobre el tema a partir de Public Opinion (1922), otra de sus influyentes publicaciones.

Entre las aportaciones de Lippmann al periodismo también se filtra un agudo comentario social

y una visión de la historia que es a la vez nítida y liberal. Entendemos mejor el inicio del siglo XX

estadounidense--convulso, rapaz y lleno de idealismos--cuando analizamos los textos de este

importante pensador estadounidense. Su influencia se extiende más allá del ámbito periodístico y las

ciencias políticas. Es una figura clave para entender el pensamientos estadounidense tras la Primera

Guerra Mundial y el crack financiero que vendría unos años después de la publicación de las dos obras

aquí referidas.

El prolífico1 autor nació en Nueva York el 23 de septiembre de 1889, en pleno expansionismo


1 Además de las dos obras ya señaladas, Lippmann escribió: A Preface to Politics (1913), A Preface to Politics (1913), Drift
and Mastery (1914), The Stakes of Diplomacy (1915), The Political Scene (1919), The Phantom Public (1925), Men of
Destiny (1927), American Inquisitors (1928), A Preface to Morals (1929), Interpretations 1931-1932 (1932), The Method of
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norteamericano, en el seno de una acomodada familia judía. Asistió a la Sachs School for Boys y

posteriormente a Harvard, donde inició cursos en 1906. Ahí se familiarizó con el trabajo de John

Ruskin, Barret Wendell y William James, quien lo visitó después que de Lippmann publicara un

artículo en la revista Harvard Illustrated que cuestionaba el estatus quo de su época. James fue esencial

en el desarrolló de Lippmann. Con el filósofo discutió la promesa del socialismo, el pluralismo y la

reforma social. Otra gran influencia de nuestro autor fue George Santayana, así como Beatrice Webb,

Sidney Webb, H.G Wells y George Bernard Shaw. Conocía bien el marxismo, pero no estaba de

acuerdo con el énfasis que se le ponía a la lucha de clases y la movilización de las masas. Esta

inclinación socialista lo llevó a formar un grupo de discusión con algunos de sus compañeros, los

cuales organizaban seminarios y conferencias con pensadores de su época. En 1910, Graham Wallas

arriba a Harvard a enseñar ciencias políticas. Wallas cuestiona los fundamentos socialistas de

Lippmann y un año después conoce al periodista Lincoln Steffens, quien lo contrata como su secretario.

Su mentor apoyó a Roosevelt en las elecciones de 1912 y nuestro autor hizo lo mismo. Un año después

publicó su primer libro, A Preface to Politics, el cual es bien recibido y lo catapulta para organizar,

junto Herbert Croly y Walter Weyl, el semanario político New Republic. En 1914, Lippmann rechaza el

apoyo inicial que dio al Socialismo en Drift and Mastery y en la elección de 1916 su opinión favorece

al partido Demócrata y su candidato Woodrow Wilson. Después de contraer matrimonio con Faye

Albertson, en 1917, consigue colocarse con secretario de Newton Baker, secretario de Guerra de

Wilson. En ese puesto llegó a conocer bastante bien al presidente y fue miembro de la delegación que

asistió a la Conferencia de Paz de París de 1919, en donde también participó en la elaboración de los

Freedom (1934), The New Imperative (1935), Interpretations 1933-1935 (1936), The Good Society (1937), U.S. Foreign
Policy: Shield of the Republic (1943), U.S. War Aims (1944), The Cold War (1947), The Public Philosophy (1955), con
William O. Scroggs: The United States in World Affairs 1931 (1932), The United States in World Affairs 1932 (1933) entre
muchos otros artículos periodísticos. Su extensa bibliografía se puede ver aquí: http://www.ranker.com/list/walter-lippmann-
books-and-stories-and-written-works/reference
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principios básicos de la Sociedad de Naciones. Al siguiente año salió del New Republic y se unió al

New York World, desde donde analizó la cobertura mediática que otros periódicos daban a las noticias

políticas de Estados Unidos y las principales asuntos internacionales. Su conclusión fue que los

reportes eran inciertos y sesgados, puntos de vista que sintetizó en Public Opinion y The Phantom

Public. Como veremos más adelante, Lippmann cuestiona que una democracia pueda sostenerse en una

sociedad compleja que toma sus principales decisiones a partir de lo que dicen los medios. Tras el

cierre del New York World, en 1931, se mueve al New York Herald Tribune. Ahí, a lo largo de los

siguientes 30 años, escribe sobre los asuntos de Estados Unidos en su columna sindicada Today and

Tomorrow. En estos escritos podemos ver el pragmatismo político de Lippmann: en dicho periodo

apoyó a seis candidatos republicanos y a siete demócratas. En los 30s trabajó de forma cercana con la

British Security Coordination, órgano secreto encargado de favorecer los intereses de la Corona en

Estados Unidos. Siempre en contacto con ese grupo, su papel fue determinante para acabar con la

legislación de neutralidad que impedía a los Estados Unidos entrar a la Segunda Guerra Mundial y

derroer el falso sentimiento de seguridad frente a la amenaza nazi. Después de la Segunda Guerra,

Lippmann retoma su vertiente liberal y critica la política exterior de Truman y Eisenhower, pues creía

que era necesario respetar la esfera de influencia soviética. En este periodo fue el primer autor en

utilizar el término “guerra fría”. También se opuso a las guerras de Corea, Vietnam y al McCartismo.

Murió en 1974, en Nueva York, a los 85 años2.

Aunque mucho se ha escrito acerca de las incisivas observaciones de Lippmann a lo largo de la

mayor parte del siglo XX, en este texto sólo abordaré el periodo correspondiente a la publicación de

sus Liberty and the News y Public Opinion, es decir, los años inmediatamente previos a los 20s. ¿Cómo

2 John Simkin, “Walter Lippmann” en http://www.spartacus.schoolnet.co.uk, publicado en septiembre de 1997 y revisado


para este trabajo el 23 de julio del 2013.
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era Estados Unidos en esa época? Recordemos que el siglo XIX había sido particularmente fructífero

para los intereses expansionistas de los gobiernos de ese país. Después de la guerra con México (1846-

1848) y la anexión de Texas, que extendieron enormemente el territorio norteamericano hacia las costas

del Pacífico a partir de la obtención de Wyoming, Nuevo México, Colorado, Utah, Arizona, Nevada y

California, la Unión le compró Alaska a los rusos (1867), arrebató Puerto Rico a España y anexó el

territorio de Hawaii (ambos en 1898). Hacia la Primera Guerra Mundial (1914-1918), los Estados

Unidos se habían convertido en la primera potencia económica y militar del mundo, por arriba del

poderoso imperio inglés. Cualquier debate sobre el poderío del nuevo líder mundial quedó resuelto en

la Primera Guerra: su participación fue decisiva para darle la victoria a los aliados cuando los ingleses

y franceses se vieron sobrepasados por los alemanes, a pesar de las reticencias iniciales que atrasaron

su entrada a ese conflicto. Por esos años había una fuerte oposición de los grupos socialistas que

cuestionaban entrar a ese teatro bélico. En el país había preocupación por la salud del Estado. El

socialismo iba en aumento y el conflicto de clases era intenso. La guerra era criticada desde los grupos

socialistas porque los países capitalistas avanzados de Europa estaban luchando por fronteras, colonias

y esferas de influencia, competían por Alsacia Lorena, los Balcanes, África y Oriente Medio. Así, la

guerra estalló poco después del comienzo del siglo XX, en plena exaltación (aunque únicamente en la

élite occidental) del progreso y de la modernización 3. Los estadounidenses entraron a la guerra sólo

después de que Francia y e Inglaterra sufrieron enormes pérdidas humanas, pero antes de tomar esa

decisión su economía se había visto beneficiada gracias al abasto de provisiones militares que requerían

los aliados para luchar contra los alemanes. En el fondo, añade Zinn, la guerra era una excusa para

dividir el territorio africano, con sus ricas vetas minerales, entre las principales potencias europeas e

3 Howard Zinn, La otra historia de los Estados Unidos, Argitaletxe HIRU, 2005, p. 330.
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implantar un nuevo orden mundial basado en el dominio capitalista y la obtención barata de nuevos

bienes que pedían las clases medias y altas de los países desarrollados. Si Estados Unidos iba a entrar a

esa lucha, debía crear un consenso nacional y el gobierno de Wilson trabajó duro para conseguirlo. Para

ese fin arrancó una intensa campaña propagandística, implantó el reclutamiento forzoso entre jóvenes y

aplicó severos castigos para aquellos que se negaron a entrar en combate 4. Lippmann observó

claramente esta lucha ideológica entre el gobierno y los socialistas, un periodo en donde los medios se

alinearon con los intereses de los principales hombres de poder y del mismo gobierno federal. Aquellos

que no lo hacían eran acusado de desleales. Para los medios que cuestionaron las motivaciones de la

guerra, esto significó un limitado repartimiento de sus textos desde el mismo correo estadounidense 5.

Acabada la Primera Guerra, continúo esta represión gubernamental contra los sindicatos y socialistas.

Los años formativos de Lippmann coinciden con la época de los grandes negocios y corporaciones

industriales estadounidenses. Las capacidades productivas norteamericanas permitieron al país entrar

de lleno en las dinámicas del capitalismo financiero, así, durante el período muchos capitales

norteamericanos se dirigieron a México, Centroamérica y el Caribe, principalmente 6. Pero además del

territorio continental americano, en donde reinaba la doctrina Monroe y el Destino Manifiesto 7, el país

del norte buscaba una influencia cultural y comercial que sólo podía ser sustentaba por la demostración

de su fuerza militar. Una serie de distintas causas limitarían el desarrollo estadounidense a partir de la

crisis financiera del 298 y su empuje como primera potencia no se volvería a sentir hasta la Segunda

4 Ibid, p. 334.
5 Ibid, p. 342.
6 Rodríguez Díaz, María del Rosario y Margarita Espinosa Blas, “El Caribe. Intereses estadounidenses y mexicanos en
los albores del siglo XX”, Revista Brasileira do Caribe, vol. XI, núm. 21, julio-diciembre, 2010, Universidade Federal de
Goiás, pp. 283-285.
7 Pedro Pascual Martínez, ”Dos centenarios del expansionismo norteamericano: México (1848), Cuba y Puerto Rico
(1898)”, EHSEA, N. 15 I Julio-Diciembre, 1997, Universidad de Alcalá de Henares, pp. 341-364, passim.
8 Elena Sciricca, “Estados Unidos y la crisis de 1929” en: Pozzi, Pablo A. y Fabio Nigra (comps.), Huellas imperiales.
Historia de los Estados Unidos de América 1929-2000, Imago Mundi, Buenos Aires, pp. 65-90.
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Guerra Mundial (1939-1945), sin embargo, las bases del desarrollo y extensión de su influencia habían

sido sembradas. Como lo notó Lippmann, los medios, en especial los periódicos, fueron una

herramienta esencial para dicho fin.

Antes de entrar a las anotaciones de nuestro autor sobre este tema, hay que recordar que los

diarios estadounidenses en las dos primeras décadas del siglo XX eran muy diferentes a los actuales.

Las diferencias no estaban basadas solamente en la tecnología, sino en la mentalidad que había detrás

de la producción de los mismos. A continuación expongo un ejemplo de un diario de época,

simplemente para comenzar a dimensionar las diferencias con los periódicos modernos.

Lo primero que salta a la vista es la maquetación de la primera plana. En relación a los diarios

modernos, encontramos una enorme cantidad de texto en donde se tratan temas de todo tipo, sin ningún

tipo de jerarquización. Se combinan temas locales con nacionales, columnas con notas. Es realmente

difícil identificar qué materiales son opinativos y cuáles son informativos, pero aún los textos que en

teoría deben informar de forma noticiosa sobre hechos se entremezclan adjetivos, adverbios, juicios de

valor y prejuicios con los hechos “puros”. Otra diferencia fundamental entre los diarios de la actualidad
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es la omisión casi entera de los autores de los textos, es decir, las firmas de los reporteros o

columnistas, como se conoce hoy en día a esa parte del diario. De forma arbitraria seleccioné esta

portada del periódico The Sun correspondiente al 2 de julio de 1916 simplemente para ilustrar el

panorama mediático al cual se enfrentaba Lippmann y para darle un contexto a los comentarios del

autor que se presentan más abajo. El lector puede encontrar una hemeroteca virtual con miles de

ejemplares históricos de otros medios en la liga que se presenta abajo9.

Para Lippmann, el diario es la Biblia de la democracia, un libro que determina la conducta de

las personas y que, en gran parte de los casos, es el único que texto que millones de ciudadanos

estadounidenses leen todos los días. El poder que ostentan estos diarios para decidir lo que es

importante y lo que no es un designio que no había tenido un grupo de hombres desde que el Papa

perdió la sujeción de la mente secular10. Para que una sociedad democrática prospere, entonces, los

medios deben realizar un trabajo que forme ciudadanos informados que dejen de lado sus opiniones

para fundamentar sus criterios en información. A causa del enorme dominio que tienen los diarios sobre

las consciencias, decisiones y acciones de las personas, las noticias deben llegar exentas del sesgo

personal de su redactor, del medio que las publica y de los intereses personales de la fuente que emite

los datos. No hacercerlo de esa forma tiene implicaciones directas para la democracia, dice Lippmann:

All that the sharpest critics of democracy have alleged is true, if there is no steady supply of trustworthy and
relevant news. Incompetence and aimlessness, corruption and disloyalty, panic and ultimate disaster, must come to
any people which is denied an assured access to the facts11.

Lippmann sabe que esta imparcialidad absoluta es imposible. Su participación en la Conferencia de Paz

9 El proyecto Chronicling America. Historic American Newspapers, una iniciativa de la Biblioteca del Congreso de Estados
Unidos ofrece al interesado miles de ejemplares en versión digital de cientos de diarios publicados desde 1690 a la fecha. La
página permite buscar en su base de datos mediante filtros estatales, nombre de diario, rango de tiempo e incluso por
palabra clave. La página de inicio es la siguiente: http://chroniclingamerica.loc.gov La portada de The Sun puede ser
visualizada aquí: http://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn83030272/1916-07-02/ed-1/seq-1.pdf
10 Walter Lippmann, Liberty and the News, Ed. Hardcourt, Brace and Howe, Nueva York, 1920, pp. 47-48.
1 1 Ibid, p. 11.
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de París le mostró en carne propia la forma en que trabajaban los reporteros de su época, cuando la

información ya se podía enviar desde Europa vía cable (telégrafo) a las redacciones estadounidenses.

Los trabajadores de los medios que fueron enviados a la reunión, salvo pocas excepciones, carecían de

una preparación adecuada para realizar su profesión. Seguían una agenda alineada con los intereses de

su gobierno o de su medio, tenían un limitado criterio en lo que se refiere a asuntos internacionales y su

lectura crítica de la situación que vivía el mundo en esos momentos se limitaba a definir a los buenos y

malos de la historia. La corta visión de los hechos también estaba relacionada con lo que los reporteros

enfrentaban del otro lado: visiones parciales de los acontecimientos impulsadas con fines

propagandísticos por los funcionarios de los gobiernos victoriosos. Lippmann es crítico con estos

funcionarios (después de todo, él era uno de ellos), pero sus alfileres son más precisos cuando habla de

la dinámica que juegan ambas partes, aparentemente opuestas, en el entramado general que significa

producir la información que saldrá al otro día en un diario. Lo sintetiza de esta forma:

What the correspondents saw, occasionally, was the terrain over which a battle had been fought; but what they
reported day by day was what they were told at press headquarters, and of that only what they were allowed to tell.
At the Peace Conference the reporters were allowed to meet periodically the four least important members of the
Commission, men who themselves had considerable difficulty in keeping track of things, as any reporter who was
present will testify. This was supplemented by spasmodic personal interviews with the commissioners, their
secretaries, their secretaries' secretaries, other newspaper men, and confidential representatives of the President,
who stood between him and the impertinences of curiosity. This and the French press, than which there is nothing
more censored and inspired, a local English trade-journal of the ex- patriates, the gossip of the Crillon lobby, the
Majestic, and the other official hotels, constituted the source of the news upon which American editors and the
American people have had to base one of the most difficult judgments of their history12.

La mentira es la moneda de cambio de los medios estadounidenses cuando se trata de asuntos bélicos.

De hecho, agrega, si las mentiras van dirigidas hacia un enemigo de Estados Unidos, más popular será

la persona que las emita. En el mecanismo de la información que deben publicar los medios no hay un

punto en donde alguien deba hacerse directamente responsable de cuidar la verdad. Entre el observador

de un hecho noticioso y el lector hay un campo de editores que intentar cuidar el mejor balance de las

1 2 Ibid, pp. 44-45.


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noticias, nota el autor, pero el editor, como está obligado a saber un poco de todo, se convierte al final

en un experto en nada. La cadena noticiosa acaba por enrarecerse: del reportero que ya tiene prejuicios

y una visión naturalmente subjetiva de los hechos se los pasa a los editores, quienes pueden incluir sus

propios prejuicios en la información. Después vienen los dueños de los medios, quienes agregan otro

filtro de interpretación a la materia prima, y finalmente el producto sale para su distribución a miles de

lectores. En las dos primeras décadas del siglo XX esta era la norma. Hoy vivimos en la era de las

opciones, en donde hay tantos productos como posibles consumidores, incluyendo los mediáticos. La

época de Lippmann era muy diferente y no es sorpresa que haya analizado este tema con tal obsesión.

Al final del día, esta pequeña cadena de hombres tenía el poder de influir en las decisiones y los

comportamientos de millones de estadounidenses. La censura, como notamos unas líneas arriba, no era

cosa rara y de hecho se daba de otras formas más sutiles, explica: el costo del envío de un telégrafo

transatlántico, por ejemplo. Sólo las grandes agencias de noticias europeas, las cuales estaban

subsidiadas por el gobierno, podían pagar por enviar largos textos de información hacia América. Peor

aún, el sistema de envío de cables se congestionaba con regularidad y no había forma de jerarquizar los

contenidos13.

En el fondo, este sistema de consignación de los hechos crea distorsiones en la opinión pública,

la cual es volátil, imposible de predecir, y realmente imposible de satisfacer por la fragilidad de sus

interpretaciones. Los grandes hombres, generalmente políticos, usan los medios para confeccionar el

consenso alrededor de sus propios proyectos o les de su corporación a través de personalidades ficticias

que les construyen los medios14. El segundo punto que interviene en la formación de la opinión pública

1 3 Ibid, p. 46.
14 Walter Lippmann, Public Opinion, publicado originalmente en 1922, capítulo I, punto 2, párrafo 1. Disponible en
texto simple en Project Gutemberg en la siguiente liga http://www.gutenberg.org/cache/epub/6456/pg6456.html, colocada
en septiembre del 2004 y revisada para este trabajo el 22 de julio del 2013.
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son los estereotipos. Puesto que es imposible cubrir todas las distintas personas que hay en el mundo,

los medios deben basarse en la creación de estereotipos para hilvanar una realidad digerible a su

audiencia. De otra forma, imperaría el caos. Se debe generalizar y resumir, elegir ejemplos para

tratarlos como casos típicos. Los diarios estadounidenses están plagados de estos estereotipos con una

base de selección científica poco sana, la cual acaba por dividir aún más a la sociedad cuando el lector

lo compara con sus vivencias personales:

The tendency of the casual mind is to pick out or stumble upon a sample which supports or defies its
prejudices, and then to make it the representative of a whole class15.

Lippman concluye que las guerras peleadas por Estados Unidos han sido posibles gracias a la opinión

estereotipada que han formado los americanos acerca de los pueblos enemigos. Subyace el mensaje

pro-democrático que implica vencer al opositor para hacer el mundo un lugar más seguro para la

democracia, resultado que acaba diluyéndose con el tiempo hasta la formación de un nuevo estereotipo

de un nuevo enemigo.

Real space, real time, real numbers, real connections, real weights are lost. The perspective and the background and
the dimensions of action are clipped and frozen in the stereotype16.

Las libertadas que ofrece la democracia han sido malentendidas, avisora. De hecho, en sus líneas

Lippmann critica la abundancia material que existe ya en Estados Unidos en las primeras dos décadas

del siglo XX. También existe una abundancia de opiniones y esta es nociva. La democracia no se debe

limitar a la libertad de decir cosas, sino a libertad de formar un criterio con los datos certeros. Los

medios han sacrificado la veracidad en aras de la instrucción moral de la misma manera que lo ha

hecho Lenin en Rusia con su propaganda17. Pero formar un criterio cuesta trabajo, generalmente las

personas se adhieren a las opiniones que más se ajustan a sus propias preconcepciones, señala
1 5 Ibid, capítulo X, punto 8, párrafo 6.
1 6 Ibid, capítulo X, punto 10, párrafos 3.
17 Lippmann, Liberty and the News, p. 51.
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Lippmann. El gobierno estadounidense lo torna difícil, pues han obligado a las personas a pensar

nacionalmente, tal como lo hizo Roosevelt cuando ocupó la secretaria de Marina durante la Primera

Guerra18. Los medios tiene que intentar ver más allá de eso y centrarse en los hechos, no las opiniones,

que las noticias generan, de preferencia bajo una metodología estandarizada:

That, I think, constitutes the meaning of freedom for us. We cannot successfully define liberty, or accomplish it, by
a series of permissions and prohibitions. For that is to ignore the content of opinion in favor of its form. bove all, it
is an attempt to define liberty of opinion in terms of opinion. It is a circular and liberty is obtainable only by
seeking the principle of liberty in the main business of human life, that is to say, in the process by which men
educate their response and learn to control their environment. In this view liberty is the name we give to measures
by which we protect and increase the veracity of the information upon which we act19.

La constante lucha por conseguir esa libertad, a pesar del gobierno y los intereses mediáticas, sería

retomada por diversos autores, incluyendo Noam Chomsky en su conocido libro Manufacturing

Consent (1988). La tesis original es de Lippmann y aún se mantiene vigente al día de hoy, a pesar de

que otras teorías de la comunicación más elaboradas han refinado el papel de las audiencias, los efectos

y los canales de emisión por los cuales los medios diseminan sus contenidos para formar a la opinión

pública. En palabras de nuestro autor:

Government tends to operate by the impact of controlled opinion upon administration. This shift in the locus of
sovereignty has placed a premium upon the manufacture of what is usually called consent 20.

Para Lippmann la historia es un proceso y el primer nodo de la cadena de los hechos históricos es el

reportero. Es el eslabón más delicado de la línea, pues de él depende, en gran parte, todo aquello que se

desarrollará después en las redacciones y la consciencia de las personas que leen su texto. Pero estos

procesos son difíciles de percibir porque llevan décadas en realizarse y, salvo contadas ocasiones, se

refieren a abstracciones. El ejemplo más claro es la materialidad que ofrece la inauguración de una

fábrica, por ejemplo, o la aprobación de una iniciativa en el Congreso, a diferencia del cambio social

1 8 Ibid, p. 52.
1 9 Ibid, p. 67.
2 0 Ibid, p. 62.
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que arriba con los procesos migratorios, por ejemplo, o los programas de gobiernos que impulsan las

dependencias gubernamentales. En el primer grupo estamos hablando de objetos, en el segundo, de

ideas. Lippmann acentuó la dificultad a la que enfrentaban los reporteros cuando trataban de abordar

estos temas y la complejidad de hacerles entendibles para el lector promedio de Estados Unidos.

Además cuando hablamos de ideas y abstracciones es casi imposible hablar de cuantificaciones,

agrega, porque los resultados sólo se aprecian en largos periodos de tiempo. Sólo los comunicadores

más despiertos notan estos cambios en las estructuras fundamentales de la sociedad21:

While the reporter will serve no cause, he will possess a steady sense that the chief purpose of "news" is to enable
mankind to live successfully toward the future. He will know that the world is a process, not by any means always
onward and upward, but never quite the same. As the observer of the signs of change, his value to society depends
upon the prophetic discrimination with which he selects those signs.

Sin embargo, el grueso de los reporteros de su época (y sin duda también de la nuestra), son personas

mal pagadas, con nula preparación, con un limitado uso del lenguaje (su propia herramienta de trabajo)

y poca valoración de sus acciones: en los años del análisis de Lippmann nunca firman su nota en los

periódicos en donde trabajan, a pesar de que la observación de los hechos históricos es un privilegio al

cual muy pocos pueden acceder. Sus recomendaciones para mejorar la profesión serían un parteaguas

para el periodismo durante décadas. Puesto que la salud de una sociedad sólo puede depender de la

calidad de información que recibe, los recolectores y fabricantes de la misma deben tener prestigio

público, firmar sus noticias (y hacer públicos los nombres de los editores de los diarios), escribir con un

lenguaje que privilegie los hechos y no las emociones, así como tener un mapa mental bien claro de los

intereses corporativos que mueven a la sociedad. El derecho a la protección de las fuentes periodísticas

sería otro tema apuntalado por Lippmann. En pocas palabras, todo se senitetiza en una formación que

lleve a la búsqueda de la verdad en lugar de la discusión de opiniones que nublan la certeza:

2 1 Ibid, p. 89.
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In going behind opinion to the information which it exploits, and in making the validity of the news our ideal, we
shall be fighting the battle where it is really being fought...True opinions can prevail only if the facts to which they
refer are known; if they are not known, false ideas are just as effective as true ones, if not a little more effective 22.

Conclusión

Las aportaciones de Lippmann fueron indispensables para entender del desarrollo de los medios

y el funcionamiento de la política estadounidenses en las primeras dos décadas del siglo XX, tal como

el autor lo ha plasmado en Liberty and the News y Public Opinion. La modernización, la inmigración y

el despliegue industrial de los Estados Unidos sirven de trasfondo a Lippmann para que profundice

sobre la articulación del poder y su relación con los medios masivos de comunicación. Es una visión

ligada a la sociología y la psicología, áreas que habían permanecido distanciadas de la Comunicación

norteamericana hasta que Lippmann y otro grupo de pioneros (notablemente George Gallup)

comenzaron a investigar los alcances de los efectos que producían los medios en los ciudadanos y

como es que esta influencia cambiaba su comportamiento y actitud con respecto a los asuntos

cotidianos y aquellos relacionados a la esfera pública.

2 2 Ibid, p. 70.
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El modelo Lasswell-
Nixon

La influencia del autor se siente hasta la actualidad. Sus aportaciones son la base del paradigma

de Lasswell-Nixon, el modelo comunicativo más importante para aquellos que estudian esta ciencia.

Aunque el trabajo de Lasswell (y las posteriores aportaciones de Nixon) se desarrollaron hasta 1948 en

su libro Power and Personality y su artículo Structure and Function of Mass Communication--una vez

que la Segunda Guerra Mundial había mostrado al mundo las consecuencias que puede traer una

propaganda sin límites y una prensa partisana--la marca de Lippmann en este paradigma es notable en

cuanto a la preponderancia que se le da a los medios de comunicación 23. La comunicación moderna—

que basa su esencia en la Retórica de Aristóteles cuando plantea quién dice qué a quién—no se

comprende sin las ideas de Lippmann, las cuales enmarcó de forma magistral en su crítica a la sociedad

norteamericana de principios de siglo.

23 Ángel Benito, Teoría General de la Información, Ed. Pirámide, Madrid, 1982, pp. 185-200.
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REFERENCIAS CITADAS
- Benito, A. Teoría General de la Información, Ed. Pirámide, Madrid, 1982.
- Lippmann, W. Public Opinion, publicado originalmente en 1922. Disponible en texto íntegro en Project Gutemberg en la
siguiente liga http://www.gutenberg.org/cache/epub/6456/pg6456.html, colocada en septiembre del 2004 y revisada para
este trabajo el 22 de julio del 2013.

- Lippmann, W. Liberty and the News, Ed. Hardcourt, Brace and Howe, Nueva York, 1920.

- Martínez, P. ”Dos centenarios del expansionismo norteamericano: México (1848), Cuba y Puerto Rico (1898)”, EHSEA,
N. 15 I Julio-Diciembre, 1997, Universidad de Alcalá de Henares.

- Rodríguez, M. y Espinosa, M. “El Caribe. Intereses estadounidenses y mexicanos en los albores del siglo XX”, Revista
Brasileira do Caribe, vol. XI, núm. 21, julio-diciembre, 2010, Universidade Federal de Goiás.

- Sciricca, E. “Estados Unidos y la crisis de 1929” en: Pozzi, Pablo A. y Fabio Nigra (comps.), Huellas imperiales. Historia
de los Estados Unidos de América 1929-2000, Imago Mundi, Buenos Aires.

- Simkin, J. “Walter Lippmann” en http://www.spartacus.schoolnet.co.uk, publicado en septiembre de 1997 y revisado


para este trabajo el 23 de julio del 2013.

- Zinn, H. La otra historia de los Estados Unidos, Argitaletxe HIRU, 2005.

OTROS RECURSOS: hemeroteca virtual de diarios estadounidenses disponible en http://chroniclingamerica.loc.gov


bibliografía completa de Lipmann: http://www.ranker.com/list/walter-lippmann-books-and-stories-and-written-
works/reference

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