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100 HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA.

GRECIA Y EL HELENISMO LA FILOSOFÍA DE PLATÓN 101

señala Platón, propia de la actividad técnica: el artesano hace la parte en tienen que fuego, tierra, aire y agua «son lo primero de todas las cosas», y
función de lo mejor y en vista (éneka) del todo, «y no el todo en vista de la a esto lo llaman —impropiamente— naturaleza. Su error reside en que no
parte» (Leyes 903 c). La preposición éneka se utiliza habitualmente para piensan lo primero como lo primero, sino como lo posterior: consideran lo
nombrar la relación de causalidad final; Platón, por tanto, señala que lo anterior posterior y lo posterior anterior, porque realmente el alma «está
característico de las producciones es que en ellas el todo es causa final de entre las cosas primeras». Por tanto, lo afín al alma también será primero
las partes. Y en un segundo momento, con el objeto de criticar la impie- que lo emparentado con el cuerpo. La téchne, por su parte, es afín al alma,
dad, Platón extiende esta relación teleológica al todo. Por detrás de estas pues tanto una como otra son principio de movimiento. En consecuencia,
reflexiones de Platón está en juego su oposición radical a las explicaciones tanto lo physei como la misma physis (esto es, lo que los sabios consideran
mecanicistas. impropiamente como tal) serán algo posterior (al alma y a la téchne) y, por
Platón insiste repetidas veces en la necesidad de que todo lo generado tanto, «obtendrán su principio de la téchne y de la inteligencia»:
tenga una causa de su generación y en que esta causa sea inteligente, pues
AT: Casi todos los hombres, amigo mío, parecen desconocer el alma, cómo
de lo contrario habría que pensar la génesis del kosmos como un proceso ella es y el poder que tiene; y, entre otras cosas relativas a ella, su na-
que acontece por necesidad mecánica. Esta tesis la sostenía, por ejemplo, cimiento: esto es, que nace entre los seres primarios y es anterior a los
Demócrito, que defendía que «todo se genera por necesidad»; Aristóteles cuerpos todos y gobierna capitalmente todo cambio y toda nueva or-
específica que Demócrito pensaba en una necesidad de carácter mecani- denación de ellos. Siendo esto así, ¿no resulta necesario también que
cista, pues tanto el remolino como el movimiento que, mediante separa- las cosas congéneres del alma hayan nacido antes que las que perte-
ción, llevó el kosmos a su estado actual «acontecen automáticamente» necen al cuerpo, siendo ella más antigua que el cuerpo mismo?
(Fís. 196 a 24). «Los sabios» del libro X de las Leyes también defienden CL: Por fuerza.
esta tesis mecanicista. AT: Y de cierto, el enjuiciamiento, la atención, la inteligencia, el arte y la
En Leyes 888 e distingue Platón tres tipos de movimientos: por natu- ley deben así existir antes que las cosas duras o blandas, pesadas o
ligeras; y asimismo, lo productos y obras grandes y anteriores deben
raleza, por téchne, por azar. De ellos el segundo es el propio del artesano; ser del arte, precisamente por hallarse entre los primarios; y lo de-
¿cuál es el propio de la physis? Algunos sabios —argumenta Platón— bido a la naturaleza y la naturaleza misma —aquello que tales hom-
sostienen que las cosas mayores y más bellas son obra de la naturaleza y bres designan impropiamente con ese nombre— será posterior, y
del azar, mientras que a la téchne sólo se deben las cosas menores. Estos derivará su principio del arte y la inteligencia.
sabios suponen que la téchne recibe de la naturaleza un material primario (Leyes 892 a-b)
a partir del cual «plasma y construye todas las cosas menores», aquellas
que llamamos téchniká. El fuego, el agua, la tierra y el aire —sostienen los Se comprende ahora el error de los mecanicistas: por naturaleza quie-
sabios— son por naturaleza y por azar, no por téchne; los cuerpos que vi- ren indicar un proceso de génesis, pero en realidad se refieren a su re-
nieron después surgieron de estos primeros elementos inanimados; a sultado, es decir, a lo posterior. La verdadera physis será lo que real-
partir de aquí, y por azar, se produjo el universo y lo que hay en él: plan- mente sea primero y lo primero no es el resultado, sino la inteligencia que
tas y animales. Desde este punto de vista, la naturaleza (entendida no mira a la forma-modelo y produce en el material adecuado una copia de
como la fuerza que pone en marcha un proceso de génesis, sino como el este modelo según una forma matemática de proceder.
producto de tal proceso) no es resultado ni de la inteligencia, ni de un
dios, ni de la téchne, sino del azar y de la naturaleza (entendida ahora
como fuerza ciega y automática).
LA RACIONALIDAD MATEMÁTICA DEL UNIVERSO
Ante esta situación, reconoce Clinias, urge correr en auxilio de la
téchne mostrando que «es por naturaleza o por algo no inferior a la na- A partir de Timeo 48 b y ss. Platón intenta dar cuenta del origen de los
turaleza» {Leyes 890 d). Pero esto quiere decir suprimir totalmente las ba- elementos. En contra de las cosmologías tradicionales señala como ca-
rreras entre naturaleza y téchne o, lo que es lo mismo, supone mostrar racterística esencial suya su no-permanencia y falta de fijeza; ni del fuego,
que el concepto de naturaleza que manejan los sabios (que implica una ni del agua, ni de ninguno de los otros dos elementos, podrá decirse que
radical contraposición frente a la téchne) es incorrecto. Los sabios man- son un «esto» concreto y determinado, dado que pueden ser tanto esto
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como esto otro: el agua, por ejemplo, puede ser líquida, pero también só- todo cuanto dios está ausente. Sea siempre esto lo que afirmamos en
lida (hielo) y gaseosa (vapor). Realmente, más que de elementos en el sen- toda ocasión: que dios los compuso tan bellos y excelsos como era po-
sible de aquello que no era así. Ahora, en verdad, debo intentar demos-
tido tradicional de la palabra, habría que hablar de «manifestaciones traros el orden y origen de cada uno de los elementos con un discurso
elementales». Lo único fijo y permanente —lo que es un «esto» en sentido poco habitual, pero que seguiréis porque por educación podéis recorrer
estricto— es aquello de lo que las manifestaciones elementales son, en los caminos que hay que atravesar en la demostración {Timeo 53 b-c).
efecto, manifestación: aquello, en definitiva, de donde estas manifesta-
ciones toman su origen y en lo que desaparecen. Como es bien sabido, Sirviéndose de «un discurso poco habitual» Platón arrincona la nece-
Platón habla a este respecto de chora, de la cual, en tanto que indetermi- sidad de la chora detrás de la racionalidad matemática de los cinco po-
nación absoluta, sólo sabemos el aspecto que adopta al manifestarse liedros regulares. Entramos en el reino de la trigonometría mítica.
como fuego, aire, tierra o agua.
Fuego, tierra, agua y aire son sólidos, o sea, cuerpos limitados por su-
Platón distingue entre la causa y su producto, y añade que la racio- perficies planas, las cuales, a su vez, están compuestas de dos tipos de tri-
nalidad matemática de la causa debe poder superar el momento de ne- ángulos que tienen cada uno un ángulo recto y dos lados iguales. Los
cesidad que acompaña a sus productos. De esta forma, en Timeo 48 b y triángulos rectángulos, en efecto, pueden ser o bien isósceles, que sólo
ss. se explica cómo los elementos, tal y como se nos aparecen, deben re- pueden tener una forma (todos los triángulos isósceles son semejantes en-
trotraerse a algo que está por detrás de ellos, la materia informe {chora), tre sí):
la cual, en un principio, antes de la formación del kosmos, estaba some-
tida al ciego azar, carecía de «proporción y medida»:

Por tanto, recapitulemos los puntos principales de mi posición: hay


ser, espacio y devenir, tres realidades diferentes, y esto antes de que na-
ciera el mundo. La nodriza del devenir mientras se humedece y quema
y admite las formas de la tierra y el aire y sufre todas las otras afeccio-
nes relacionadas con éstas, adquiere formas múltiples y, como está lle-
na de fuerzas disímiles que no mantienen un equilibrio entre sí, se en-
cuentra toda ella en desequilibrio: se cimbrea de manera desigual en
todas partes, es agitada por aquéllas y, en su movimiento, las agita a su
vez. Los diferentes objetos, al moverse, se desplazan hacia diversos lu-
gares y se separan distinguiéndose, como lo que es agitado y cernido
por los cedazos de mimbre y los instrumentos utilizados en la limpieza
del trigo donde los cuerpos densos y pesados se sedimentan en un lugar
y los raros y livianos en otro. Entonces, los más disímiles de los cuatro O bien escalenos, que pueden tener infinitas formas debidas al cambio
elementos —que son agitados así por la que los admitió, que se mueve de proporción de sus ángulos agudos y de sus lados:
ella misma como instrumento de agitación—, se apartan entre sí y los
más semejantes se concentran en un mismo punto, por lo cual, incluso
antes de que el universo fuera ordenado a partir de ellos, los distintos
elementos ocupaban diferentes regiones. Antes de la creación, por cier-
to, todo esto carecía de proporción y medida {Timeo 52 d-53 a).

Es el momento del mecanicismo, superado en la construcción mate-


mático-racional de los elementos:

Cuando dios se puso a ordenar el universo, primero dio forma y nú-


mero al fuego, el agua, tierra y aire, de los que, si bien había algunas
huellas, se encontraban en el estado en que probablemente se halle , etc.
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De todas estas posibles formas el demiurgo escogió «la más bella», pero no un dios (personal). Del Bien derivan las otras ideas, pero sólo
aquella que compone el triangulo equilátero: ellas y nada más. Las Ideas son inteligibles, pero no son inteligencia,
son término para una inteligencia, pero no inteligencia ellas mismas:
pueden ser causa ejemplar, pero no eficiente. Hace falta una inteligencia
suprema que actúe como causa eficiente del mundo sensible, teniendo al
mundo de las Ideas como causa ejemplar: tal inteligencia suprema es el
demiurgo.
Llegados a este punto Platón señala que falta un último rasgo de se-
mejanza entre el modelo y la copia, pues no es suficiente con la supera-
ción de la necesidad de la chora. Tenemos un mundo racional y bello,
pero deshabitado.
Pensó [el demiurgo] que todas las especies que el espíritu concibe
en el animal que es verdaderamente, debían existir en el mismo núme-
Platón afirma que «sería demasiado largo de decir» porque esta forma ro y las mismas que en el universo.
es la «más bella», pero cabe conjeturar que con triángulos de este tipo
pueden construirse poliedros regulares. A partir de estos triángulos-tipo el Faltan los habitantes, y hay cuatro: la raza celestial, la raza alada
demiurgo construye otros polígonos y con ellos forma las porciones mí- que hiende los aires, la que vive en las aguas y la que anda sobre la tierra
nimas de los elementos en forma de poliedros regulares. Hay cinco y que habita. El proceso de génesis continúa con la generación de los dioses
sólo cinco poliedros regulares: tetraedros, compuestos de 24 triángulos esca- visibles y engendrados (las estrellas fijas, que configuran una teología as-
lenos, que forman el fuego; octaedros, compuestos por 48 triángulos es- tral), la de los dioses que aparecen cuando les place (sobre los cuales Pla-
calenos, que forman el aire; icosaedros, compuestos por 120 triángulos tón acepta la explicación mítica tradicional), y la parte inmortal del alma
escalenos, que forman el agua; cubos, compuestos por 21 triángulos isós- humana. En este momento cesa la labor del demiurgo porque lo que él
celes, que forman la tierra. Resta un quinto poliedro, el dodecaedro, que produce no muere; lo que nace y perece no puede haber sido creado di-
el demiurgo utilizó para «trazar el plano del universo». rectamente por él. Afirma el demiurgo dirigiéndose a los dioses que aca-
Al margen de que tal vez estas explicaciones puedan parecer excesiva- ba de crear:
mente arbitrarias desde nuestra mentalidad moderna, su importancia ra-
dica en que con ellas Platón cree haber superado la necesidad de la chora: Escuchadme y sabed lo que espero de vosotros. Tres razas mortales
tienen que nacer todavía. Si no existieran sería el mundo imperfecto,
el mundo de la génesis (el mundo fenoménico) puede interpretarse como porque no contendría todas las especies de animales y sólo a este precio
un gigantesco constructo matemático geométrico en el que la inteligencia puede alcanzar la perfección. Pero si fuera yo quien les infundiera la
domina la materia informe. Platón no habla de la multiplicidad concreta existencia y la vida, serían semejantes a los dioses. A fin, pues, de que
de la experiencia, sino que construye una teoría que le permite hablar de sean mortales y que el universo sea realmente el universo, dedicaos
la multiplicidad concreta de la experiencia. En el Filebo esta teoría adopta con todo celo y según vuestra naturaleza a formar estos animales imi-
la forma de la teoría de los cuatro géneros, en el Timeo esta misma teoría tando el poder por el cual os hice nacer (Timeo 41 a-d).
toma pie en la hipótesis mítica, con valor especulativo, del demiurgo,
que le sirve, a su vez, para expresar la racionalidad matemática del mundo Imitando al demiurgo, los dioses creados completan la obra de gene-
(que el mundo está hecho matemáticamente) y que el mundo es armónico ración y componen el cuerpo del hombre y la parte irracional del alma
(según la armonía propia de la escala musical), esto es, bello. humana: utilizando partículas de los cuatro elementos de los que está he-
cho el cuerpo del universo, que con la muerte volverán a él. También
Una idea (ya sea el Bien de la República o el Uno de las doctrinas no componen los restantes animales mortales; entra en juego la doctrina de
escritas) no puede adoptar tal labor ordenadora, pues el Bien es theion la transmigración, donde se recupera, al final del Timeo, la intencionali-
(objeto: acusativo) y no theós (sujeto: nominativo), es divina (impersonal), dad práctica que aparecía en el prólogo, bajo la forma de un cruel ajuste
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de cuentas con todos aquellos que de un modo u otro se habían opuesto a chas maneras. Hablar de «ideas», señala, «es hablar de una manera abs-
Platón y que quedan convertidos en mujeres, peces, cuadrúpedos, peces y tracta y vacía»; además, «aún concediendo que existan ideas y, en parti-
moluscos, y ello, no lo olvidemos, para que este mundo sea «imagen sen- cular, la idea de Bien, quizás esto no tiene utilidad en relación con la vida
sible del dios inteligible», lo cual exige que reciba todos los animales buena y las acciones» (Et. Eud. 1217 b 19-26). En la raíz de estas críticas
mortales e inmortales. Merece la pena citar por extenso este pasaje con el está la tesis aristotélica de que el ser para sí no corresponde a las ideas,
que finaliza el Timeo (90 e y ss.): sino a las cosas que son por naturaleza. Expresado con otra terminología:
la relación platónica de methexis, que es de carácter ontológico, se con-
Todos los varones cobardes y que llevaron una vida injusta cambia- vierte en Aristóteles en relación lógica de predicación.
ron a mujeres en la segunda generación (...). Así surgieron, entonces, las
mujeres y toda la especie femenina. El género de los pájaros, que echó
plumas en vez de pelos, se produjo por el cambio de hombres que, a pe-
sar de no ser malos, eran superficiales y que, aunque se dedicaban a los
fenómenos celestes, pensaban por simpleza que las demostraciones más
firmes de estos fenómenos se producían por medio de la visión. La es-
pecie terrestre y bestial nació de los que no practicaban en absoluto la fi-
losofía ni observaban nada de la naturaleza celeste porque ya no utili-
zaban las revoluciones que se encuentran en la cabeza, sino que tenían
como gobernantes a las partes del alma que anidan en el tronco. A cau-
sa de estas costumbres, inclinaron los miembros superiores y la cabeza
hacia la tierra, empujados por la afinidad, y sus cabezas obtuvieron for-
mas alargadas y múltiples, según hubieran sido comprimidas las revo-
luciones de cada uno por la inactividad. Por esta razón nació el género
de los cuadrúpedos y el de los pies múltiples, cuando el dios dio más
puntos de apoyo a los más insensatos, para arrastrarlos más hacia la tie-
rra. A los más torpes entre éstos, que inclinaban todo el cuerpo hacia la
tierra, como ya no tenían ninguna necesidad de pies los engendraron sin
pies y arrastrándose por el suelo. La cuarta especie, la acuática, nació de
los más carentes de inteligencia y más ignorantes; a los que quienes
transformaban a los hombres no consideraron ni siquiera dignos de
aire puro, porque era impuros en su alma a causa del absoluto desorden,
sino que los empujaron a respirar agua turbia y profunda en vez de
aire suave y puro. Así nació la raza de los peces, los moluscos y los ani-
males acuáticos en general, que recibieron los habitáculos extremos
como castigo por su extrema ignorancia. De esta manera, todos los ani-
males, entonces y ahora, se convierten unos en otros y se transforman
según la pérdida o adquisición de inteligencia o demencia. Y ahora tam-
bién afirmemos que nuestro discurso acerca del universo ha alcanzado
ya su fin, pues este mundo, tras recibir e inmortales, y llenarse de esta
manera, ser viviente visible que comprende los objetos visibles, imagen
sensible del dios inteligible, llegó a ser el mayor y mejor, el más bello y
perfecto, porque este universo es uno y único.

Aristóteles objetará a Platón la inutilidad de este grandioso plantea-


miento. Piensa el Estagirita que el bien —como el ser— se dice de mu-

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