Está en la página 1de 94

El aullido del violinista BLYNE EDWARDS

¡Oh qué delicia!

1
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

RESUMEN
Ella puede tener casi cuarenta pero para Aubrey Upton sentirse
joven por dentro es lo único que le importa. Ha visto y hecho todo lo
que ha querido y aún le queda mucho, incluyendo algún romance que
seguro felizmente, alguna vez llegará o quizás ahora, que encontró al
profesor Joseph Bolinger.
Él es mucho más joven que ella y un genio musical, ahora ¿Qué
querría con ella?
Pero Joseph no sólo la quiere, él sabe que ella es la perfecta
compañera para el lobo que hay dentro suyo. Él podrá ser joven pero
eso no significa que no conozca su otra mitad cuando logra unirlos y
eso es exactamente lo que Aubrey es. Ahora si tan sólo pudiera
conseguir que esté de acuerdo y también encontrar el coraje de
revelarle su lobo oculto
Tanto Joseph como Aubrey están en un viaje de
descubrimiento, buscan averiguar que pueden pasar entre un hombre
y una mujer que aún con edades muy diferentes son perfectos el uno
para el otro.
El aullido del violinista te dejará llena de alegría.

2
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

CAPÍTULO UNO
—Perdóneme ¿Señora?
¿Qué?
¿Qué?
¡Por el amor de Dios!, ¿Qué?
Aubrey cerró sus ojos, mordió su labio y seriamente pensó en
no hacer caso al enésimo día de información, orientación o
asesoramiento. La primera semana del semestre de otoño siempre
era un infierno. Caras nuevas, nuevas clases, nuevos nombres y
horarios que recordar.
Cientos de pequeños cachorros, perdidos estudiantes de primer
año que vagaban alrededor del campus, echando de menos a mamá.
—Estoy un poco perdido —presionó él.
Multitud de firmas, papeles legales, chicos en crecimiento.
Ninguno de los cuales veía el arte de los cuarenta años de una
profesora de historia, no importa como de bien se hubiese mantenido
o de agradable fuera a la vista, para una relación sexual o una
posible novia.
—Estoy tratando de encontrar el Pasillo Ayres.
Setiembre era el mes en que Aubrey odiaba su edad.
Principalmente porque era bombardeada con todo tipo de
recordatorios de los jóvenes, culos entusiastas, como el que estaba
atendiendo.
Si los hombres de veinte sólo supieran…
—Si no le importa, realmente necesito de su ayuda.
Sí, tú y otros miles de estudiantes de primer año, pensó Audrey
cuando ella se puso la correa de su bolso sobre su hombro y giró para
enfrentarse con lo que ella sospechaba que sería otro niño adoptado.

3
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Otro delicioso hombre-niño que vendría a su oficina y lloraría sobre


su hombro cuando su papá cortara la concesión o el último amor de
su vida rompiese su corazón.
El cachorro de ¿veintidós? ¿Veintitrés como mucho? Un
estudiante graduado, sin duda, estaba señalando en el mapa que se
le proporcionaba a cada estudiante nuevo del campus Knoxville.
Él se rió de sí mismo un poco.
—He venido a este edificio antes. Apenas la semana pasada. Y
sin embargo, hoy estoy completamente….
Perdido. Sí, ella sabía exactamente lo que estaba.
Pero esa palabra nunca salió.
—Estoy… um…
Ella le miró parpadear mientras tartamudeaba. La media
pulgada de largo de pestañas negras parpadeó y luego volvió a su
tarea de enmarcar dos de los ojos azules más inteligentes que Aubrey
había visto alguna vez.
—Soy….
Una inteligencia primitiva. Educada en campos y sujetos,
Aubrey sólo deseó poder darle clases.
—Bolinger —una mano liberó el mapa y salió disparada—.
Profesor Bolinger —se enmendó él.
Aubrey miró fijamente los dedos de la mano que había
extendido. Él no estaba perdido en absoluto. Él era Joseph Bolinger.
Doctor Joseph J. Bolinger, de hecho. Niño prodigio, virtuoso musical,
maestro de violín.
Veinticuatro. El mes pasado. Profesor adjunto durante un
semestre.
Y de manera extraña nadie en el campus lo había logrado
localizar.

4
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—¿Perdiste una apuesta? —Audrey rió en silencio, todavía


mirando fijamente su mano. Los dedos eran largos y delgados.
Fuertes. Rápidos.
Ella sabía esto porque lo había oído tocar muchas, muchas
veces.
—La facultad entera se pregunta a quien has enojado.
—¿Qué quiere decir? —sus negras cejas se unieron cuando
Aubrey finalmente le dio su mano—. ¿Qué le hace pensar que yo
enojé a alguien?
Aubrey se encogió de hombros. Su mano libre hizo señas
alrededor del bonito campus, pero financiado por el estado.
—Darás clase aquí durante un semestre. ¿Por qué enseñar en
lugar de componer? ¿Y si sólo es por amor a enseñar, por qué
enseñar aquí? ¿Por qué no en alguna Escuela de la Liga Ivy1?
Él era caliente. Mi Dios, él estaba caliente. Probablemente por
todas partes. Varios segundos pasaron antes de que Aubrey
convenciera a su mano de liberarle.
La forma en que elevó la ceja por sus preguntas indicó que era
confiado más allá de sus años.
Aubrey cambió de postura cuando una oleada de humedad
mojó sus bragas.
—Doy clases aquí por motivos personales —se rió—. Razones
que no quiero discutir.
La mandíbula de Aubrey se apretó. Para alguien tan joven tener
la fortaleza para negar información de esa manera era sexy como el
infierno. Sin embargo, esta negación también era áspera. Una patada

1
Ivy League, Liga Ivy o Liga de la Hiedra es una asociación y una conferencia deportiva de la NCAA de
ocho universidades privadas del noreste de los Estados Unidos. El término tiene unas connotaciones
académicas de excelencia también como cierta cantidad de elitismo (todas pertenecen a la Costa Este,
concretamente a algunos de los primeros Trece Estados fundadores). Estas universidades son también
referidas como Las ocho antiguas o las Hiedras (the Ivies). Los miembros de la Ivy League son:
Universidad Brown, Universidad Columbia, Universidad Cornell, Dartmouth College, Universidad Harvard,
Universidad de Pensilvania, Universidad de Princeton, Universidad Yale,

5
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

en los dientes al que lo solicitase. Sobre todo si el que lo solicitaba


estaba sumamente atraído por él, pero tenía la edad suficiente para
ser su madre.
—No ahora mismo, al menos —el resto de su respuesta fue
cualquier cosa menos dura. Era casi juguetón. Y definitivamente
sexy. Aubrey podría haber jurado que el hombre gruñó detrás de su
risa.
—¿Quizás yo podría pagarte para que me muestres mi
despacho y satisfacer tu curiosidad al mismo tiempo? —preguntó él—.
¿Podríamos cenar y entre cucharadas sobre niños prodigio residentes
hacer un intercambio equitativo de direcciones, profesora…?
Esto no era correcto. No estaba sucediendo. No a Aubrey. Ella
había esperado demasiado tiempo, queriendo demasiado encontrar
un cachorro como este.
—Aubrey —dijo ella, con esperanza—. Solo llámame Aubrey.
—Aubrey —repitió él—. Un nombre hermoso. Pero
completamente adecuado —añadió.
Ella se ruborizó. Tenía edad suficiente para ser su madre y
Aubrey se ruborizaba por su cumplido. Y lo había esperado durante
muchísimo tiempo.
—Gracias, Profesor…
—Joseph —la interrumpió antes de que pudiera terminar. Él
entonces dejó de hablar. Completamente. Si Aubrey hubiese sido una
década más joven ella habría jurado que el joven delante de ella la
admiraba. Estudiando su cara, sus ojos, su cuerpo.
—Me gustaría que me llamase Joseph —admitió finalmente.
Aubrey podía sentir los picos de sus pezones clavándose contra
su camisa. Sobresaliendo. Obvio. Publicitaba su excitación, donde él
podría verlo. Se preguntó si esto era la razón por la que él lamió sus
labios.
—¿Pasillo Ayres? —preguntó otra vez él.

6
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Aubrey señaló. Afortunadamente, la confianza y el control que


había ido reuniendo a lo largo de los años aparecieron y giró su mano
con gracia en un movimiento cuando ella le indicó la dirección por la
que tenía que ir.
—Dos edificios más.
—Gracias. ¿Y la cena?
—Esta noche —Aubrey cabeceó—. En Calhoun. A las siete y
media. Te encontraré allí.
Su sonrisa era torcida y adorable. Sus ojos azules brillantes.
Joven y travieso. Lleno de vida y energía. Reflejaba la manera en que
Aubrey se sentía por dentro.

Wow.
Joseph presionó sus palmas contra el escritorio y echó la
cabeza para atrás en la silla.
—Simplemente… wow.
Esta vez dijo la única palabra que pensaba que podría
describirla en voz alta. Wow.
La profesora Aubrey… algo —Joseph alcanzó el directorio de la
facultad— de hecho, era algo. Pelo rubio hasta los hombros, grandes
ojos verdes, y un aire de sabiduría y confianza que envió al humano
en Joseph pequeños cuentos con fantasías de niños traviesos en
pantalones cortos bajados por las suaves manos de sus niñeras y
algunas azotainas a sus piernas desnudas.

7
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

A Joseph le gustó que ella fuera mayor. Aubrey era unos pocos
años mayor que él, a su juicio. Y ciertamente, la mayor parte de los
hombres de la edad de Joseph nunca miraría a una mujer quince
años mayor. Sobre todo no de un modo sexual.
Pero la mayor parte de los hombres de la edad de Joseph no se
parecían a él. Ellos no habían sido brillantes directamente salidos del
útero como Joseph lo era cuando había nacido. La mayoría de los
hombres de veinticuatro años aun no tenían la capacidad intelectual
de un adulto, y mucho menos el estrés de haber sido insanamente
dotado desde niños.
Seguramente las mujeres de la edad actual de Joseph habían
sido interesantes para él, cuando tenía nueve años. Sin embargo, la
madurez de Aubrey no era lo peor. Si no que ella lo quería. Ella lo
deseaba físicamente, por lo menos. Su cuerpo no había respondido
como si Joseph fuese un niño mocoso.
Se había dado cuenta de su atracción casi inmediatamente
después de su reunión. Joseph supo de su deseo probablemente
antes de que ella lo hiciera, debido a que su parte canina había olido
su excitación después de sólo unos segundos de estar a su alrededor.
Si él la conociese mejor, si hubiesen sido amigos íntimos y sí
ella hubiese sido privada de los secretos de Joseph, podría haberse
inclinado más y susurrado a la Doctora Aubrey —su dedo rastreando
la página hasta que sus ojos se encontrasen—. ¿Señora? Estás muy
excitada y tu coño está a punto de llegar a estar muy húmedo.
Y si fuesen amigos muy cercanos, Joseph entonces la habría
hecho girarse, levantando su falda y montándola desde atrás. Joseph
gimió y cerró de golpe el directorio.
Realmente no tenía tiempo para masturbarse antes de que
llegase su primer alumno, pero al parecer iba a tener que hacer
tiempo. El hueso dentro de su híbrido lobo/humano significaba que él
pene siempre estaba erecto. Siempre listo para una mujer receptiva.

8
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Aubrey había hecho que su polla se irguiese con fuerza. Más dura
ahora de lo que Joseph nunca antes podía recordar. Sus ojos, su
pelo, el valle oscuro de su hendidura y el camino de sus pechos
empujados hacia arriba, sus pequeños y tiesos pezones, allí, como si
se ofreciesen para su boca.
Y la forma en que olía. Dios mío, ¿la mujer sabía lo bien que
olía?
Como el sexo. Y deseo. Ningún hombre humano sería capaz de
descubrirlo hasta que sus bragas estuvieran quitadas y su cara
estuviese entre sus piernas. Sin embargo, Joseph podía oler a través
de sus bragas, debajo de su falda, y a varios cientos de metros de
distancia.
Él todavía podía olerla. Sabía exactamente donde estaba su
oficina y podría acercase directamente a la clase de donde estaba
enseñando en ese momento, si quería, porque podía detectar el
aroma de su delicioso y oloroso coño.
Esto lo volvía loco.
—¿Profesor Bolinger?
Joseph miró fijamente al altavoz del teléfono mientras que se
frotaba el dolor de su entrepierna.
—¿Sí?
—La de las diez está aquí.
No había tiempo para una masturbación. Y con el aroma de su
coño todavía llegando solo desde unos edificios más allá, él solo iba a
tener que quedarse duro durante un tiempo.
¡¡Maldición!!
Duro. Excitado. No podía concentrase en nada más que en
Aubrey.
Joseph recogió su violín y lo metió debajo de su barbilla para
ajustarlo.
—Envíamelo.

9
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

No había tiempo para masturbarse. ¡Mierda! ¡Maldición!


Debajo de la mesa su polla palpitaba. Él logró sonreír a la
estudiante cuando ella entró a través de la puerta. Una jovencita,
alrededor de los veinte años, rubia. Bajita. Grandes pechos, cara
perfecta. Al igual que el resto. A dos décadas de distancia de ser la
mitad de sexy de lo que era Aubrey.
—Profesor Bolinger, no puedo decirle lo que significa ser una de
sus estudiantes.
Sí, sí. He oído todo antes.
—Por favor, siéntese.
Y tranquilízate.
La chica no era despierta. Pero era definitivamente efusiva.
—Simplemente me asombra que alguien tan cercano a mi edad
haya logrado lo que tiene. Usted es tan talentoso. Tal genio. Y su
música es tan inspiradora.
¿Crees que si me inclino lo haría más fácil para que me puedas
besar el culo?
—Estoy impaciente por aprender todo lo que pueda de usted.
Me gustaría tocar el violín como usted un día.
¿Violín? ¿Toco el violín?
Yo más bien tocaría a Aubrey…
—¿Así que? —la joven literalmente tembló por la anticipación y
la emoción—. ¿Está usted listo para comenzar?
Comenzar. Sí. Vamos a empezar la enseñanza de los
estudiantes de clase media alta que no poseen el oído de un hibrido
para las sutilezas de tono, a tocar el violín.
Malo.
Joseph silenciosamente se regañó por ser tan gruñón. Él no era
por lo general de temperamento corto, y rara vez grosero,
especialmente con las personas que estaban dispuestas a aprender.

10
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Era por lo general un hombre muy paciente. Muy cordial y optimista.


Y le gustaba dar clases, casi tanto como le gustaba la música.
Exactamente era la razón por la cual su primo le había pedido
que pasase unos meses en Smokies para que así pudiese enseñar a
los gemelos a cantar.
Lamentablemente para su primer estudiante adulto de violín,
Joseph por lo general no intentaba dar clases mientras su maldita
polla estaba dura. O con el olor de ella burlándose.
Desde luego, era peor.
Joseph solamente estaba agradecido de no enseñar el
violonchelo. Considerando su actual estado físico, estaba seguro de
que sus brazos no seguirían firmes por mucho más tiempo.

11
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

CAPÍTULO DOS
—Está medio raro, está raro…
—Yo llamo a eso “protestar” — él le guiñó el ojo.
Aubrey se rió disimuladamente de su comentario y lo miró
cortar otro pedazo de filete.
Él levantó el tenedor a su boca.
—Pruébalo.
El pollo de su propio plato estaba hecho. Completamente
cocinado y lo más probable es que muerto desde hacía varias
semanas. Poniendo una venda sobre esto Aubrey estaba bastante
segura de que la vaca sobre el plato de Joseph aun tenía una
oportunidad.
—Está todavía sangrando —ella se rió esta vez porque estaba
nerviosa. Y de una manera extraña, excitada al mismo tiempo.
—Pruébalo.
El pensamiento de comer algo tan poco cocido era inquietante.
Se equivocaba. Era erótico de una manera que Aubrey no podía
describir.
Su lengua llegó a la carne antes de que pasara por sus labios.
Salado y dulce. El sabor picante artificial de la cocina ensombrecida
por el gusto ácido decadente de la sangre.
—Eres una buena chica.
Los dientes de Aubrey tiraron del trozo del tenedor.
¿Una buena chica? ¿Él realmente acababa de llamarla una
buena chica?
El dedo de Joseph atrapó una línea de jugo antes de que esta
goteara por su barbilla.
—Te perdiste la mejor parte.

12
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Su dedo. Su polla. Un pedazo de “protestada” vaca.


¿Qué tenía exactamente dentro de su boca?
Aubrey lamió el jugo de su dedo y a continuación permitió el
ruido menos elegante que se puede escapar cuando el dedo se
deslizó fuera.
—¿Bueno, verdad?
Lo era. De hecho era muy bueno,. Suficiente para hacer a
Aubrey olvidase de sus modales por un momento.
—Dame un poco más.
Su burlona sonrisa torcida. El brillo en los hermosos ojos
azules. Aubrey no era el tipo de mujer que se enamoraba fácilmente.
Especialmente no tan rápido y nunca por alguien tan joven. Pero eso
era exactamente lo que ella estaba haciendo. Enamorarse de un
hombre que había destapado algo en ella que realmente nunca había
conocido.
¿Pero, que parte de ella había encontrado este cachorro?
—Este es tu lado salvaje —Joseph le ofreció otro pedazo de
carne—. La parte de ti que sigue estando sin domar.
Aubrey vaciló antes de tomar este bocado en su boca. Teniendo
en cuenta sus propios pensamientos, su comentario era
desconcertante por decir lo de menos.
—¿Mi lado salvaje?
Su mano libre ahuecó su barbilla hasta que sus labios se
separaron.
—Sí.
Joseph usó sus dedos esta vez para colocar con cuidado el filete
sobre su lengua y luego esperó hasta que ella le hubiera lamido
limpio antes de dejar su boca.
Incluso entonces, él dejó su dedo recorriendo sus labios.
Trazando su contorno.

13
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—La parte de ti que es más animal salvaje que humano


civilizado reconoce este sabor como algo que le gusta.
Aubrey masticó lentamente, y escuchó.
—No siempre hubo supermercados y carnicerías. Desde luego
tú lo sabes.
Demasiado cautivada por lo que él podría decir como para
ofenderse porque se dirigiera a ella como si fuera una niña, Aubrey
cabeceó de acuerdo.
—Y desde luego tú sabes que antes de que el hombre pudiese
salir a comprar alimentos, tenía que cazarlos. Y no olvides que antes
del fuego, el hombre se vio obligado a comer toda su carne cruda.
Aubrey tragó y dejó que su lengua buscase por sus labios
cualquier jugo persistente.
—Hay una parte de tu cerebro que todavía recuerda el sabor de
la matanza fresca. Una parte de tu ADN que reconoce el sabor de una
caza acertada.
Si había jugo a punto de correr por su mentón o no, no estaba
segura. Todo lo que Aubrey sabía era que cuando Joseph arrastró su
dedo a través de su labio inferior en ese momento, ella estaba más
que dispuesta a tomarlo en su boca.
—Tú entiendes que todavía eres un animal, ¿No, Aubrey?
Incluso a través de la tela de su falda y sus pantalones, cuando
él dejó la pierna contra la suya, Aubrey podía sentir el calor. Todo lo
que ella podía hacer era dar una cabezada.
—Al hombre primitivo, una caza acertada le suponía la
supervivencia —siguió él—. Esto significaba que había algo en la
cueva para comer.
Las puntas de sus dedos se arrastraron ligeramente abajo por
su muslo.

14
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—Eso también significaba que cualquier ser humano que viviese


en aquella cueva sería más sano y, si ellos se reproducían, sus bebes
tendrían una mejor posibilidad de vida.
Aubrey extendió sus piernas un poco para permitir a su mano
que bajase entre ellas.
—Solamente hay una razón por la cual el sabor de la sangre es
tan intrigante —Joseph echó un vistazo rápido alrededor de la sala y
bajó su voz—, esta trae a la mente imágenes de sexo.
Aubrey estaba tan contenta de haber escogido la esquina
oscura del restaurante para su mesa. Una oscura esquina para un
lento negocio de lunes por la noche lo hizo aún mejor.
—La matanza fresca significaba que era un buen momento para
que hombres y mujeres se reprodujeran —él gruñó y pellizcó en el
lóbulo de su oreja. Su mano ahora insistía para que extendiese las
piernas para él—. Esa es la razón por la que tú estás tan excitada
ahora.
¿Excitada? ¿Aubrey estaba excitada?
Cuando este fascinante joven levantó su falda, Aubrey no solo
se excitó. Ella estaba más allá del pensamiento lógico. Sí, estaba en
un lugar público y sí, sus acciones eran completamente indecentes e
impropias de una primera cita, incluso si no fuera una década y
media más vieja. Pero ninguna de esas cuestiones parecía lo
suficientemente buena como para pararlo. Como una materia de
hecho, olvidó protestar por algo. Infiernos, cuando los ojos azules del
caliente cachorro a su lado le indicaron que iba a tocarla con su dedo
por debajo la mesa, Aubrey no podía ni siquiera respirar.
Ella estaba ida. Carbón de leña. Extra bien cocida. Habían
pasado años, desde que ella había estado con un hombre vivo y
sexual. Este atrevimiento y hambre de sexo, diversión y travesuras.
No era como “tendrás muchas oportunidades como ésta el resto de tu
vida” y ella no pensaba perdérsela.

15
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Sus dedos retiraron de sus bragas de algodón a un lado.


—¿Estás mojada, Profesora Upton?
Sí, ella estaba mojada. Su coño, sus bragas, probablemente la
silla debajo de su caliente culo. Todo estaba húmedo. Ella nunca
había temido ser detenida, por exposición indecente —sin mencionar
ser una roba cunas—, en toda su vida.
—¿Quizás este pequeño sabor de sangre en tu boca ha hecho
que quieras reproducirte?
Era bastante malo que él la mirara fijamente con tal inocencia
desviada mientras le preguntaba. Todavía estaba sonriendo
abiertamente, gruñendo en algún lugar profundo de su pecho, y sus
ojos azules brillaban. Estar sentada allí, junto a él, era insoportable.
Como si tan sólo pudiese imaginarse de pie. Pero cuando dos de
aquellos maravillosos dedos talentosos esperaron a que se acercase
el Maître a la mesa para resbalar bajo la entrepierna de sus bragas,
Aubrey casi se atragantó.
—¿Está todo bien, señores?
¿Estaba todo bien? Sí. Oh Dios, sí! Pensó Aubrey cuando sus
dedos rozaron su clítoris y a continuación los deslizó dentro de ella.
¡Todo es maravilloso!
—¿Sus platos principales fueron preparados correctamente? —
presionó el camarero.
Aubrey esperó a que Joseph contestase, pero él no lo hizo. La
bestia traviesa, simplemente la miró fijamente. Sonriendo.
Acariciando dos de sus dedos dentro y fuera de su coño
mientras el camarero estaba allí de pie haciendo lo que mejor hacen
los camareros: esperar.
—Sí —dijo finalmente Aubrey—. Oh, sí —jadeó ella cuando
Joseph golpeó un lugar muy agradable dentro suyo y sus muslos
involuntariamente se movieron—. Todo está bien.
—¿Su filete no estaba bien cocinado, Señor?

16
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Joseph echó un vistazo a su plato y luego volvió a Aubrey.


Todavía sonriendo. Todavía silencioso. Todavía trabajando sus dedos
dentro y fuera de ella mientras la almohadilla de su pulgar hacía
círculos sobre su clítoris.
—Su carne es deliciosa —dijo Aubrey. Y luego resopló de forma
indigna cuando vio como Joseph se divertía por su declaración.
—Estamos bien —Joseph se rió y finalmente habló—. Y nosotros
lo terminaremos tan pronto esté listo.
Ella se iba a correr. Oh Jesús, había estado caliente desde que
se lo había encontrado esta mañana y solo iba a tomarle un momento
o dos si seguía tocándola así; un minuto o dos de sus dedos dentro
de ella, antes de que explotara. Y no le importaba que el camarero
estuviese de pie allí, directamente al lado de la mesa. Joseph era
joven y adorable y sumamente bueno con sus manos, entonces el
coño de Aubrey se apretó y se dobló y peligrosamente cerca de
dejarse ir.
—¿A alguno de ustedes les gustaría ver nuestro menú de postre
en primer lugar, Señor?
Joseph presionó un poco más fuerte contra su clítoris y rió en
silencio, sin duda, por la exasperación de la cara de Aubrey.
—No sé —Joseph dudó y dirigió su otro pulgar a través de su
labio inferior—. ¿Te gustaría ver el menú de postre, querida?
Aubrey estaba a punto de gritar. ¡No, maldición! ¡Ella no quería
ver ningún jodido menú de postres! No había Crème Brulee en el
mundo que pudiese interesarle ¡ahora! Lo que ella quería era que el
maldito camarero se marchara para poder moler su coño un poco
más duro contra la pata del prodigio.
—Está bien —dijo calmada—. Gracias.
Finalmente, el infernal hombre tomó su permiso.
—Córrete para mí —susurró Joseph en su oído cuando el
camarero se había ido—. Sé que te quieres correr. Puedo olerlo.

17
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Él era extraño, de hecho. El resto del personal universitario no


tenía ni idea de cuan raro era. Francamente extraño.
Pero también era sexy como el infierno. Joven o no, Joseph era
posiblemente el hombre más sexy que Aubrey hubiese conocido.
Inteligente, gracioso, y con manos, muy, muy grandes.
Y un mordisco. Aubrey se estremeció cuando sus dientes
amenazaron con pinchar la piel de su cuello.
—Córrete —le dijo y le dio un mordisco un poco más fuerte esta
vez.
La punzada de dolor que la había causado, junto con el
aumento de la presión que él puso sobre su clítoris fue más que
suficiente para hacerlo. Tan sólo esos dos factores podrían haber
empujado a Aubrey al borde. Pero lo que hizo su orgasmo tan
poderoso no tuvo nada que ver con cualquiera de esas cosas. Fue la
forma en que él gruñó cuando condujo otro dedo en su vagina y se
apoderó de su coño. Había algo tan bestial tanto en el sonido como
en la acción. Algo exigente. Algo que la hizo sentir salvaje y sin
domesticar, tal como él había dicho.
Era suficiente como para hacer que una mujer que se acercaba
al final de sus años de fertilidad quisiese reproducirse con él.
Aubrey gritó silenciosamente, sus uñas se clavaron en su
antebrazo, agarrándolo por su cara, su cuello, tantas partes de
Joseph como ella pudiese alcanzar mientras su cuerpo se liberaba de
la tensión que él había construido. Espasmos que rodaron dentro de
ella, cada nervio de su columna vertebral estaba despierto y vivo,
congelando fuego disparado desde las puntas de los dedos de manos
y pies.
Por primera vez en su vida, Aubrey se enamoró. Y mientras la
noticia la sobresaltaba lo suficiente, no pudo celebrar otro
descubrimiento. En el lapso de unos pocos minutos y utilizando solo
sus manos, este “muchacho” acababa de convencer a Aubrey de que

18
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

él muy probablemente podría satisfacerla como ningún hombre lo


haría nunca.

—Supongo que hacerte correrte y pedir una mamada sería


demasiado, ¿No?
Aubrey casi se dobló por lo divertido de su pregunta.
—Una mamada más y una segunda petición de cita, verdad?
Aubrey siguió riéndose. No es que ella realmente hubiera tenido
oportunidad de dejar de reír desde que habían salido del restaurante.
Cuando ellos habían dado un paseo del brazo hacia su apartamento,
la utilización de las manos de Joseph se había caído al número dos de
la lista de rasgos atractivos y talentos.
Su ingenio era el número uno.
—¿Pedir mamadas es la forma en que generalmente las
consigues? —Aubrey todavía se reñía cuando ella lo preguntó—. Yo
pensaba que con tu inteligencia superior a la media habrías
perfeccionado un método más infalible de seducción que eso.
En un movimiento que mostraba la naturaleza protectora de un
hombre de dos veces su edad, Joseph tiró de ella un poco más
apretado a su lado.
—Soy solo brillante en el sentido intelectual —la informó—.
Confía en mí, profesora, las hormonas de mí cuerpo no dan dos
mierdas sobre lo listo que soy.
Aubrey sonreía en silencio otra vez cuando él se detuvo y la
enfrentó, tirándola contra su cuerpo.

19
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—Toda la sangre se escapa de mi cabeza y va a mi polla y soy


solamente otro estúpido niño de veinticuatro años, con una erección.
Otra vez, Aubrey se rió. Por otra parte, no podía evitarlo.
Ella nunca había sido tan feliz en su vida.
—Eres hermosa —dijo él. Honestamente—. ¿Lo sabes?
Aubrey solo pudo reírse de su elogio. Él también era
condenadamente atractivo para decir la verdad. Demasiado perfecto.
Demasiado. Exactamente lo que ella siempre había querido encontrar
en un hombre. Riendo, señaló detrás de ella.
—Este es el mío —indicó el edificio de apartamentos y, a
continuación, salió de su alcance y dio un paso en la acera—. Tercer
piso.
—Entonces adivino que esto es buenas noches.
Joseph alcanzó su mano de nuevo. Ella le dejó echarla hacia
atrás.
—¿Al menos puedo conseguir un beso de buenas noches?
—¿Un beso? —Aubrey tocó la punta de su nariz con la suya y
dejó su brillo de labios contra su boca antes de darse la vuelta otra
vez para irse.
Esta vez, ella tiró de Joseph contra ella.
—Pensaba que tú solamente pedías una mamada…
Esto no era justo. Esto no pasaba. No a Joseph. Había esperado
mucho tiempo, demasiado queriendo encontrar una mujer como esta.
—Tú sabes que no es socialmente aceptable actuar así en
nuestra primera cita —bromeó Joseph—. ¿No, Profesora?

20
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Ella simplemente estaba de pie allí. Mirándolo. Sus hombros


más anchos, sus brazos cruzados, una copa de vino colgando de las
yemas de los dedos de una mano.
Joseph había tenido el control total mientras estaban en el
restaurante. Él la había tocado al igual que él podría haber tocado un
violín. A decir verdad, nunca se había sentido confiado o seguro de
sus capacidades sexuales como cuando había estado complaciendo a
Aubrey con sus manos.
Ella solamente encajaba. Por alguna razón, la mujer tenía
sentido con él.
Pero ahora, en la intimidad de su apartamento, Joseph no era
tan constante con las manos como lo había sido en el restaurante. Él
no estaba seguro de sí mismo ahora. Por supuesto, ahora ellos
estaban en su territorio.
Donde ella era la jefa.
—Tú comenzaste esto —sonrió ella abiertamente—. Yo ni
siquiera iba a salir esta mañana. Pero tú persististe.
—Sí, pero soy un niño devastado por las hormonas —él elevó
una ceja hacia ella y contestó—. Todo el mundo espera que yo trate
de tener sexo.
El hoyuelo de su mejilla izquierda creció más profundo cuando
ella sonrió.
—Tienes la edad suficiente para saber qué es lo mejor.
A él le gustó oír una risa como esta. Era gutural y profunda.
Nada escandalosa o insegura del sonido. Era una risa que tomaba a
una mujer años perfeccionar. Años durante los cuales probablemente
habría aprendido a hacer caso omiso de la necesidad de hacer su voz
más alta y desvalida sólo para tratar de atraer a un hombre.
Aubrey Upton no lo necesitaba. Ella no buscaba una fuente de
ingresos o un hombre que estuviese dispuesto a apoyarla

21
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

económicamente y emocionalmente mientras ella perseguía sus


sueños. Aubrey ya había perseguido sus sueños. Era la mujer en la
que se suponía iba a convertirse.
Joseph era algo que toda mujer totalmente formada quería.
—Estás asustado —Aubrey tomó un sorbo de vino y apoyó el
cristal—. ¿Lo estás, Joseph?
Él respiró. Forzando una sonrisa.
—¿Qué te hace pensar que estoy asustado?
Él era una cabeza más alto que ella, así que Aubrey tuvo que
alcanzar el abrigo con sus brazos alrededor de su cuello. Joseph no
estaba seguro de si notó sus labios contra su cuello primero o los
duros pezones contra su pecho. De cualquier manera, ambas eran
sensaciones exquisitas, a pesar de sus nervios.
Aubrey sonrió abiertamente.
—Puedo olerlo.
Joseph no dudo de su reclamación por un minuto. Si había una
cosa que había aprendido sobre las mujeres pura sangre era que su
intuición era a menudo extrañamente similar a las capacidades
caninas de un híbrido.
—No estés nervioso —sus dedos trabajaron con dulzura la parte
de atrás de su cuello, sus brazos, los lados de su cara—. No muerdo.
Joseph se rió y dejó que sus propias manos vagasen por su
cuerpo. Encontraron las curvas de sus laterales. La elevación de sus
pechos. Y cuando descubrió el pequeño trasero de ella no pudo
menos que atraerla más cerca.
—¿Ni siquiera si lo pido? —preguntó él.
Los mordiscos juguetones en el cuello le hicieron querer
enterrar su polla dentro de esta mujer. Su boca, su coño, su culo,
realmente no importaba, siempre y cuando estuviera físicamente lo
más cerca posible. Joseph quería alguna parte de él dentro de alguna

22
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

parte de ella. Pero estar dentro de Aubrey era un placer que Joseph
sabía que no podía tener.
Aubrey no sabía nada sobre él. No realmente. No las cosas que
realmente importaban.
Ella no sabía lo que era realmente. No sabía nada sobre su
sangre híbrida. Tampoco tenía alguna forma de entender que le
pasaría físicamente si ella realmente le hiciese una mamada.
Dios le prohibía hacer el amor con ella.
De todos modos sus labios eran muy suaves cuando ella los
presionó contra él. Su boca tan caliente, dulce y acogedora. La
erección de Joseph estaba tensa contra su pantalón cuando él
permitió a su lengua explorar y profundizar en su boca.
—Quiero probarte —murmuró él entre besos.
Ella mordisqueó un poco mas fuerte su cuello.
—Tú me estas probando —su mano se deslizó hacia abajo y con
cautela agarró su polla—. Y en un minuto, pienso probarte.
No había ninguna forma en que él pudiera dejarla ver o
acariciar su polla desnuda. Y no había forma de que ella pudiese
chuparlo, independientemente de cómo de ansiosa pareciese y no
importaba cuan maliciosamente Joseph quisiera dejarla hacer
exactamente eso.
—Creo que me gusta mi idea —ella acarició la longitud de su
erección a través de sus pantalones—. Casi tanto como me gusta la
idea de tratar de domesticar algo de este tamaño.
Ella apretó, solo lo suficiente para que Joseph gruñese,
dolorosamente avergonzado.
—Obviamente, tú no solo fuiste bendecido con cerebro y talento
musical.
Su coño estaba mojado. Bien lubricado e impaciente por recibir
su polla. Incluso sin tocarla o olerla, Joseph sabía esto. Cualquier
hombre reconocería la postura del cuerpo de Aubrey, el arco del

23
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

trasero de ella contra él, el negro de sus pupilas y el rubor de


excitación sexual sobre su cara y el cuello como signos de que estaba
lista para su pene. Quizás ella lo quería dentro de sí, pero Aubrey no
estaba lista para tratar con esa parte de él. Aún no. Era bastante
difícil para una mujer que había estado con un híbrido durante
meses, o hasta años a veces, tratar con el modo en que sus cuerpos
trabajaban sexualmente.
Joseph había conocido a Aubrey hacia menos de doce horas.
Simplemente no había manera en que ella entendiese cuanto
aumentaría su polla y la forma en que se anudaría en ella después de
que él se corriese o que, si él se corría en su boca, podía correr el
riesgo de ahogarla hasta la muerte.
Quizás algún día, ojala algún día, ella supiera todos sus
secretos.
Y algo más esperanzador aún, ¿ella lo querría después de
saberlo?
Hasta que él supiera o no si Aubrey estaba lo suficientemente
abierta para él, había definitivamente cosas que Joseph sabía que
Aubrey podía aceptar.
—Quiero probar tu coño. Quiero lamer tu gatito.
Una mezcla de fascinación y temor pasó por su cara.
—Tú ciertamente tienes una habilidad con las palabras,
¿verdad?
Joseph alzó las cejas. Y moviéndose hacia abajo apretó un
pezón.
—¿Mi desagradable boca te ofende? —preguntó él—. Te
aseguro, que en todos los demás aspectos, es perfectamente limpia.
Tomó un momento. Pero su cabeza finalmente comenzó a
temblar hacia adelante y hacia atrás.
—No —admitió ella—. Eres contundente. Directo…
—¿Travieso?

24
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Aubrey se rió, muy probablemente de la palabra algo tonta y de


la forma infantil en que lo había dicho.
—¿Tu dormitorio es por ese camino? —él hizo señas y alcanzó
la mano de Aubrey.
Otra vez, su reacción era vacilante por la forma. Aubrey lo
probaba. Encontrando su aroma para ver si podía confiar en él.
Claramente le gustaba lo que olía porque ella tomó su mano, y le
permitió conducirla alrededor de su propio territorio.
—Tú sabes, por supuesto, que el cerebro es el órgano sexual
más grande del cuerpo humano.
Él sonreía abiertamente mientras ella hablaba. Sonriendo y
arrastrando sus bragas debajo de sus piernas cuando ella se puso
hacía atrás en su cama.
—Por supuesto, Doctora Upton.
Eso la hizo reír. La forma en que él estaba quitándoselas, junto
a la divertida manera en que parecía dirigirla en su método de
seducción. Sin embargo, era esta anticipación, el deseo casi
insoportable de tener sus labios en su coño y la lengua
profundamente dentro de ella lo que hizo que Aubrey cerrase sus
rodillas juntas cuando sus bragas habían desaparecido.
—Esta es la razón por la que los pollitos son tan divertidos de
joder.
Él fingió un shock mientras ponía su vientre sobre la cama y
pasaba sus manos por debajo de su culo. Agarrándolo y tirando hacia
él todo lo que necesitaba para hacer caer las piernas separadas.
—¿Ahora de quien es la boca desagradable, Profesora?
De ella. Pero solo porque ella estaba parada. Ganando tiempo
para poder prepararse para lo que sospechaba que iba a ser el mejor
sexo oral de su vida. Incluso aun cuando no le hubiese dado nada…
Un solo dedo se arrastró por los rizos que cubrían su sexo,
rozando los pliegues de debajo, explorando en la abertura.

25
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—Tú eres también de las que se asustan.


También era cierto. Pero maldición si Aubrey iba a admitir eso.
Aún.
—¿Así que piensas que estoy asustada?
—Uh-hum
Él miraba su coño. Estudiándolo.
—¿Qué te hace pensar que estoy asustada?
Su dedo índice. Que ya estaba dentro de ella. Era ahora el que
rastreaba el contorno de los labios de su coño. Pero esto no lo fue
hasta que Aubrey sintió el calor y la humedad de su aliento entre las
piernas en que su cuerpo entero se puso rígido.
Todos los diez dedos al mismo tiempo. Trabajando juntos para
destrozarla. Funcionando para exponerla. Y luego de un rato, redujo
la marcha hacia el camino entre el frunce de su culo a los rizos
erizados del pelo.
Aubrey se ruborizó por la forma en que la perla entre sus
piernas iba aumentando y ampliándose en respuesta a la invitación
de su lengua. Tan rápidamente como su sexo respondió, la lengua y
los labios de Joseph tomaron el pedazo de carne entre ellos.
Sus dedos apretaron y agarraron del edredón debajo de ella,
intentado en vano disipar la intensidad de lo que él estaba haciendo,
Joseph despiadadamente chupaba y lamía su clítoris.
Sé que tú estás asustada porque puedo olerlo.
Esto no era broma. Este hombre podía oler su miedo. Y él solo
se lo había comunicado a ella.
¿Pero cómo?
Esta era una pregunta que podría esperar. Una pregunta que
tendría que esperar. Para el momento en que Aubrey fuese capaz de
concentrarse en una cosa que no fuese lo que estaba pasando entre
sus piernas.

26
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Joseph la estaba besando. Mordisqueando. Chupando su


clítoris, los labios de su coño y lamiendo arriba y abajo en la parte
interna de sus muslos. El joven que había sido tan tímido en la sala
de estar de repente había recuperado el nervio que había tenido
anteriormente en la noche y estaba tomando el control con audacia
no solo del cuerpo de Aubrey, sino del buen sentido común.
Él es casi la mitad de mi edad… es un miembro del cuerpo
docente…
¡Pero es tan bueno en lo que hace!
La presión y el calor de la lengua de Joseph. La lánguida
manera en que él lamía de la parte inferior de la abertura hasta su
cima. Tomándose su tiempo, mucho tiempo… para que en cada
segundo que pasaba Aubrey se arqueara mientras pedía que su
lengua fuese más rápido y llegara a su objetivo.
—Me estas matando…
Cuando él rió en silencio por la desesperación de su voz, el
coño de Aubrey se dobló por la vibración y su aliento.
—Puedo parar —su lengua cavó en su coño y luego chasqueó
bromeando contra su clítoris.
—¿Quieres que pare, Profesora?
—No —las manos de Aubrey encontraron su cabeza y en una
acción que esperaba decirle exactamente como de mal quería que la
follase, después de todo ellos sólo se habían conocido hacía ¿qué?
¿Doce horas? Ella envolvió sus dedos en el pelo de Joseph y llevó su
boca de vuelta a donde quería.
Con varias pasadas, más largas y lentas de su lengua Joseph
degustó cada centímetro de la íntima carne que podía encontrar.
Entre sus lameduras, Aubrey podía oír y sentir su respiración
aspirando su olor. Saboreando el olor y el aroma de su coño
despertado.

27
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Aubrey se preguntó si la vista, el olfato y el gusto de su coño


estaban haciendo que la polla de Joseph estuviese aún más dura de
lo que había estado. Si su entusiasmo fuera cualquier indicación, él
estaba mucho más excitado ahora de lo que había estado. Sin
embargo, la posición de sus cuerpos no le permitía ver o sentir otra
cosa que lo que él le estaba haciendo.
—Déjame probarte al mismo tiempo —Aubrey arrastró sus
dedos por su pelo cuando ella lo incitó—. Sube aquí para que pueda
chupar tu polla.
—No.
Ninguna discusión. Ningún argumento. Ni siquiera una
observación ingeniosa.
—¿Por favor?
Él estaba divertido evidentemente por sus suplicas porque se
rió silenciosamente cuando dos de sus dedos encontraron su camino
dentro de ella.
—Te vas a correr de nuevo —él chupó su clítoris entre sus
labios mientras sus dedos acariciaban dentro y fuera de su coño—. Y
esta vez voy a mirar tu coño mientras sucede.
Él sostuvo con un mordisco su carne hinchada entre sus labios
mientras su lengua siguió embromando y estimulándola. Chupando,
solo lo suficiente para dejar a Aubrey loca de placer con el empuje de
sus dedos dentro y fuera de ella, llenando la dolorosa necesidad de
una polla, que la estimulación estaba dejando en ella.
Aubrey nunca había estado con un hombre tan en sintonía con
su cuerpo. Y ningún amante que hubiese tenido, ni siquiera aquellos
más mayores con los había estado alguna vez, habían sido tan
apasionados complaciendo a una mujer, como Joseph lo hacía. Él no
estaba preocupado por su satisfacción. Sólo por la de ella. Y esto hizo
que Aubrey se preguntase porque no quería que lo tocase.

28
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Su curiosidad de pronto fue ensombrecida, sin embargo, por un


delicioso hormigueo. Uno que comenzó en algún lugar a lo largo de la
columna vertebral de Aubrey y rápidamente se extendió por todas las
partes de su cuerpo.
—Estoy a punto de correrme —jadeó ella. Agarró el edredón
bajo ella aún más fuerte cuando el hormigueo comenzó a ser el
principio del clímax.
—Oh Dios, Joseph, estoy a punto de….
Su lengua era plana y amplia cuando él la presionó contra su
clítoris esta vez. Lisa, ancha y arrastrándola aún más lentamente
dentro de su cuerpo. Los jugos de su coño era algo pecaminosamente
sabroso para este hombre. Ella podría decir, por la forma en que
estaba trabajando para tomar cada gota en su boca, que Joseph
amaba tener sexo oral.
Al saber que Joseph disfrutaba de esto, sabiendo que él parecía
ansiar la espesa y salada miel que ahora goteaba de su coño
palpitante, Aubrey se empujó sobre el borde. Él no le dejaría chupar
su polla, aun cuando ella la quisiera ahora más que alguna vez. Asi
que Aubrey le daría una cosa que él parecía realmente querer.
Ella nunca se había dejado llevar de la forma en que lo hizo con
Joseph. Él podría mirarla. Ya que al parecer, eso era lo que quería
ver, sin duda, entonces él podría estudiarla, Aubrey se relajó y dejó
que su orgasmo ondease desde lo más profundo de ella. No se
precipitó, no se impacientó por sentir como caía hasta el fondo. Nada,
pero poco a poco se fue construyendo una cresta de tensión y
emoción que Aubrey estaba segura que iba a exprimir todo su cuerpo
como antes nunca lo había hecho.
Sus uñas encontraron su hombro y se enterraron cuando
aquella tensión no podía ir mas alto.
Ella se vino abajo. Con lentitud, golpeando las olas de la
liberación, el cuerpo de Aubrey se anudó, pulsó y tuvo espasmos

29
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

mientras los dedos de Joseph seguían deslizándose dentro y fuera de


su agarre, de su coño hambriento.
La intensidad de su corrida, con las piernas extendidas amplias
y directamente enfrente de él, fue tal que Aubrey no pudo menos que
gritar. Ella nunca había sido una escandalosa. No antes de ese
momento. Pero con los dedos de Joseph todavía dentro de ella, y con
él viéndola correrse, cada contracción de su cuerpo la obligó a gruñir
de placer. Era indecente, los ruidos que escuchó de sí misma. Al igual
que los sonidos que un animal salvaje haría durante el apareamiento.
Por último, Aubrey llegó al final. La violenta intensidad de su
clímax lentamente había disminuido, lo que la dejó jadeando por el
aliento entre sus sollozos.
Los ojos de Aubrey estaban cerrados cuando él subió entre sus
piernas, para ponerse sobre la parte superior de su ahora agotado
cuerpo. Él estaba duro. Extremadamente duro. Su polla era como una
barra de acero apretándose contra su vientre. Ella había tenido razón.
Ningún hombre la había satisfecho como Joseph lo había hecho.
Ahora, si tan sólo la profesora Upton pudiese averiguar porque
el maravilloso cachorro de encima suyo estaba tan poco dispuesto a
dejarla devolverle el favor…

30
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

CAPÍTULO TRES
—Ser un caballero apesta.
Joseph gruñó, apoyado en la mecedora y con las botas sobre la
barandilla del porche.
—Acabo de dar a la mujer lo que tuvo que ser el mejor orgasmo
de su vida… —hizo una pausa y señaló al hombre a su lado—. Y estoy
seguro de que ha tenido unos cuantos orgasmos realmente buenos
en su tiempo… Así que está preparada, mojada y lista. Estoy más
duro que las matemáticas chinas y más que deseoso de montarla
porque ella es… —ante el mero pensamiento de follar a Aubrey,
Joseph sólo podía sacudir la cabeza e intentar respirar—. ¿Y qué hice?
—Te fuiste a casa y te hiciste una paja.
—¡Exactamente! —señaló al hombre otra vez—. ¡Fui a casa y
me hice una jodida paja! ¡Ni siquiera le dejé chupar mi polla! ¡Y ella
estaba rogando chuparme! —una risa taimada cubrió la cara de
Joseph—. Los polluelos más viejos no tienen los mismos complejos
sobre el sexo que los más jóvenes, ¿verdad?
—No —el compañero de Joseph se estiró hacia la mujer que
acababa de salir al porche con ellos—. No los tienen.
—Así que ¿cómo se lo dijiste? —Joseph hizo señas a la pelirroja
que ahora mantenía un ojo en los dos cachorros de lobo en el patio—.
¿Y cómo reaccionó?
—Pensé que era un monstruo de la naturaleza —la mujer rió y
le tiró del pelo azabache de su marido—. Pero tiene una gran polla y
no hace una mala ensalada de macarrones, así que lo dejé deslizarme
la parte extraña.
Joseph rió en silencio ante la manera juguetona en que su
primo Damon Caine y su esposa Chloe se trataban el uno al otro.

31
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—¿Entonces no tenías miedo de él? —preguntó Joseph—.


¿Miedo de que te hiciera daño o algo?
—Bien, sí, pero…
—Pero ella es un monstruo aún más grande que yo —Caine
guiñó un ojo a su primo y luego le golpeó ligeramente el trasero a su
mujer—. Así que todo se resolvió.
Los ojos de Joseph vagaron por al patio. Y a las dos adorables,
bolas de pelaje que daban volteretas y reían tontamente jugando en
lo que sospechó era un juego de corre que te pillo.
—Son magníficos —dijo Joseph.
—Son terribles —le corrigió rápidamente la madre de los
gemelos mientras volvía a la casa. La puerta verde golpeó tras de
ella. Levantó la voz para que Joseph todavía pudiera oírla.
—¡Y es culpa de su papá!
Joseph se enderezó y puso los codos sobre la barandilla del
porche para poder mirar a los niños persiguiéndose el uno al otro. Los
dos nuevos cachorros híbridos eran una verdadera bendición para la
familia de Caine. Y con uno de ellos una chica, lo que ocurría uno
entre mil híbridos de lobo/humano, la bendición de la manada era
aún mayor.
—¿Piensas que yo podría ser un alfa? —echó un vistazo a su
primo cuando preguntó—. ¿Crees que algún día dirigiré mi propia
manada?
—Creo que eres un alfa —Caine asintió—. Solo que eres
demasiado joven para saberlo ahora mismo.
Demasiado joven para saberlo ahora mismo. Caine tenía razón,
veinticuatro años era joven. Para ser honesto, era muy joven. Y aun
cuando Joseph sabía que intelectualmente era más avanzado que la
mayor parte de los hombres de su edad, o quizás porque era más
avanzado que la mayor parte de los hombres de su edad, también
sabía que su juventud podría ser la causa de sus sentimientos hacia

32
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Aubrey.
—Es enamoramiento —declaró Joseph. Y asintió—. Ella es una
mujer mayor que tiene problemas y evidentemente piensa que soy
todo eso. Esto acaricia mi ego.
Asintió otra vez.
—Me estoy animando con esto del enamoramiento, ¿verdad?
Caine se encogió de hombros. Y sonrió. Pero no dijo nada.
—No estás ayudando —dijo Joseph.
—Hago todo lo que puedo.
Joseph se rió.
—¡¿Y qué es eso?! —entonces rápidamente levantó la mano con
la palma hacia fuera.
—No importa. ¿Esta es una de aquellas pruebas, verdad?
—¿Una de que pruebas?
—Ya sabes —hizo hincapié Joseph—. Una de aquellas “Si él es
realmente un alfa encontrará la respuesta correcta y no la cagará en
las pruebas del resto de su vida”’.
Caine todavía reía cuando su atención volvió al patio.
—Es bastante para volver loco a un hombre, ¿verdad?
Joseph se dio la vuelta para preguntar a Caine de qué diablos
estaba hablando, pero se detuvo cuando vio la expresión pacífica en
la cara de su primo.
—¿Qué es bastante para volvernos locos?
Hubo un gañido. Uno ruidoso. Seguido inmediatamente del
sonido de los lloros de dos niños de dos años.
Caine sacudió la cabeza mientras se ponía en pie para salvar y
sin duda consolar a los sollozantes niños.
—El amor.

33
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—¡¿Amor?!
La punta del tenedor con ternera se detuvo a centímetros de los
labios de Aubrey mientras miraba fijamente a través de la mesa a su
mejor amiga.
—¡No estoy enamorada de ese tipo!
Suzanne se encogió.
—Solamente digo…
—¡Y yo solamente digo no!
El sonido del tenedor de Aubrey contra la porcelana salpicó al
aire. La irritaba ser clasificada como "enamorada" de alguien. Tales
términos eran para las personas de diecinueve años que no conocían
nada mejor y para la publicidad pagada por el mercado del diamante.
Aubrey había dejado de creer en tales tonterías románticas
hacía mucho. El pensamiento de encontrar a una persona sin la que
no podía vivir era absurdo.
Al menos, solía serlo.
—No estoy enamorada de él.
—Lo que digas.
—No lo estoy.
—Bien.
Pinchó el mismo pedazo de solomillo y lo levantó otra vez.
—Creo que estoy… —los ojos de Aubrey buscaron en el aire
alrededor de ella—. Encaprichada —llevó la punta a la boca.
—Bien.
—Eso es todo.
—Desde luego.

34
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Aubrey se derrumbó en su silla.


—Por favor, ¿dejarás de estar de acuerdo con todo lo que digo?
Suzanne se rió y tomó un trozo de pasta.
—Pareces estar bien, a propósito. ¿Has perdido peso?
Aubrey asintió.
—Aproximadamente seis kilos. Sin intentarlo. Solo lo he
perdido…
Suzanne le sonreía directamente ahora.
—Solamente lo has perdido. Sin siquiera intentarlo.
Tomó otro bocado.
—¿Cómo de extraño es esto?
Aubrey golpeó despacio el plato con los dientes del tenedor.
—Tiene veinticuatro años.
—Sé cuántos años tiene.
—Eso es dieciséis años más joven que yo. Podría ser su madre.
Suzanne apuntó su propio tenedor a los ojos de Aubrey.
—Pero no eres su madre, ¿verdad? —levantó una ceja—. ¿Por
qué no divertirse?
Suzanne tenía razón. Independientemente de los sentimientos
de Aubrey, no había absolutamente ninguna razón por la que no
pudiera pasar un tiempo maravilloso con su amigo nuevo. Él era
mayor de edad, ella era mayor de edad. Ambos parecieron disfrutar
de la compañía del otro. Y, definitivamente, había chispas entre los
dos.
Al menos, Aubrey creía que lo había.
—¿Por qué piensas que él no quiere sexo? —preguntó—. ¿No
piensas que es un poco extraño? ¿Sobre todo para un tipo su edad?
Suzanne lo consideró un momento.
—Tal vez está intimidado. Tú eres mayor que él, una mujer más
experimentada y él es básicamente un niño…
Aubrey gimió.

35
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—Bien —se corrigió Suzanne—. No es un niño. Pero


posiblemente no puede tener muchos kilómetros detrás de él como tú
tienes…
—Me haces sonar como un coche usado…
Suzanne se rió.
—No usado. Solo tienes todas tus obsesiones calculadas. Él es
un tipo inteligente. Está obligado a pensar en esto.
Aubrey consideró la posibilidad en su cabeza.
—¿Ansiedad por la actuación, tal vez?
—Podría ser.
—Y no crees que es porque…
Suzanne esperó, pero Aubrey no terminó.
—¿Por qué qué?
Aubrey escogió una patata.
—No crees que es porque soy demasiado vieja para que esté
sexualmente atraído por mí, ¿verdad?
Suzanne se precipitó a tragar las pastas de su boca.
—¡Dijiste que estaba tan duro como una roca! Obviamente algo
sobre ti le excita.
Ella tenía razón. Otra vez. Aubrey siempre tenía la cabeza en su
sitio y sabía que cualquier hombre de cualquier edad que no
encontrara al menos algo atractivo sobre ella tenía problemas. Un
rencor contra mujeres, inmaduras, ser gay en secreto. Siempre era
algo que no tenía nada para ver con ella y nunca le importaba cuando
un hombre no la encontraba atractiva.Así que ¿por qué la posibilidad
de que Joseph quisiera tener sexo con ella la volvía tan loca?
—Es mono, ¿verdad?
Suzanne asintió.
—Lo es.
—Y simpático —sumó Aubrey.
—Y talentoso –disparó Suzanne.

36
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Ninguna mujer habló por un momento. Nada más que las voces
de los otros clientes, el tintineo de la vajilla de plata, y un silencio
aplastante, aterrador.
Finalmente Aubrey cerró los ojos.
—Oh, Dios, Suzie.
—¿Qué?
Aubrey tenía cuarenta años. Había estado en más países de los
que la mayoría de la gente podría nombrar y tenía títulos en temas
que la mayoría de la gente ni siquiera no podría pronunciar. Durante
los años de sus aventuras sexuales había aterrizado en las camas de
todo tipo de hombre imaginable.
Desde retozar en un castillo con un verdadero duque vivo quien
"la molestó" durante un viaje por Europa al sexo áspero y sucio sobre
una escalera de incendios con un artista de Nueva York cuyo nombre
hacía mucho tiempo había olvidado, Aubrey estaba segura de que lo
había visto todo.
—Oh, no.
—¡Por Dios, Aubrey! —la risa de Suzanne era nerviosa esta
vez—. ¡¿Qué?!
¿Por qué lo que este "muchacho" pensara de ella importaba tan
malditamente tanto?
Aubrey abrió los ojos y miró fijamente su plato.
—Creo que puedes tener razón.

37
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

CAPÍTULO CUATRO
Horario Central. History Channel. Animal Planet. Vuelta a
horario central
QVC2.
La sala de estar estaba oscura con el clic del mando a distancia.
Desde luego había papeles para clasificar. Opiniones sobre
Botticelli y Chargall para pegarse un tiro. Los futuros críticos de arte
habían disuadido a Aubrey de no volver a poner nunca un pie en una
galería o museo. Tareas en las cuales no quería participar. No ahora.
—Dios, estoy irritable.
Las palabras sonaban aún más fuerte en el oscuro
apartamento. Más fuertes, y más potentes que esos sentimientos que
nunca antes había tenido.
Aubrey nunca había sido solitaria. Nunca había pensado en
sentirse aburrida. Esto simplemente no estaba en su naturaleza: el
necesitar a alguien o algo para mantenerse ocupada o en compañía.
Entonces, ¿qué diablos estaba mal con ella ahora?
No solo estoy irritable, pensó ella, estoy caliente.
Caliente. Sí. Desde que ese musical perrito sarnoso había
aparecido en su vida todo en lo que Aubrey pensaba era sexual. Sexo
en el restaurante, sexo en su apartamento, sexo absolutamente en
todas las partes que Joseph lo quisiese tener con ella. Era como si
tuviese treinta y un años de nuevo o algo así. Ella necesitaba
masturbarse. Sólo necesitaba sacar su novio a pilas y conseguir hacer
el trabajo porque si no lo hacía, ella dudaba que alguna vez llegara a
dormir.
2
Canal Americano de Compras por Televisión.

38
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Y, sin embargo, esta noche, Aubrey dudaba que Bob fuese


suficiente.
Necesitaba correrse, y lo que quería era a Joseph. Lo quería
dentro de ella. Quería experimentar la exquisita sensación de su polla
que sin duda crearía al deslizarse en su coño. Aubrey tenía muchas
ganas de sentir su aliento sobre su cuerpo y cara cuando él la
jodiese, y mirar sus pupilas dilatarse por la emoción. Ella se preguntó
si él cerraría sus ojos cuando se corriese o si él podía mantenerlos
abiertos y mirarla mientras culminaba.
Aubrey quería montarlo. Para conseguirlo tan duro como el
acero y entonces tomarse su tiempo cuando ella bajase su coño
pulgada a pulgada por su eje. Ella quería dejar resbalar solo la cabeza
de su polla dentro de ella, aprendiendo cada detalle, cada vena, curva
y cresta, antes de bajar y descubrir el resto.
Sobre todo, Aubrey quería saber los ruidos que haría Joseph en
la cama. La desamparada pronunciación de un hombre al perder el
control siempre la excitaba y ella quería conocer los ruidos de Joseph
cuando se corriese. ¿El gemido ronco y el gruñido silencioso como de
algún animal pequeño siendo torturado, o anunciaba la llegada de su
placer con alguna llamada de acoplamiento del dormitorio masculino?
Ella rió en silencio pensando en el adorable Joseph de
veinticuatro años que hacía ruidos sexuales varoniles. Hasta que
comprendió que la palabra “gracioso” no era la que describía la
imagen de Joseph gruñendo cuando él empujase su polla dentro de
ella y se corriese.
Si alguna vez maduraba lo suficiente para realizar tal acto.
Aubrey se sentó en el sofá y suspiró. Se quitó el maquillaje.
Poniéndose una loción. ¿Haría rituales cada noche al igual que lo
hacía ella antes de irse a la cama?
Tratando de hacer caso omiso de las imágenes clasificadas que
acababa de evocar. Se dirigió hacia el cuarto de baño recordándose a

39
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

sí misma que debía poner pilas nuevas a Bob, pero a mitad de


camino de la sala de estar, Aubrey se paró. El apartamento estaba
tranquilo y oscuro, pero algo había capturado su atención. Algo muy
suave. Muy débil. Ella ni siquiera estaba segura al principio de lo que
había escuchado. Porque en primer lugar, era lo suficientemente débil
para confundirlo con su imaginación. Aubrey admitió que había
escuchado las grabaciones de los espectáculos que Joseph había
realizado e incluso admitió que desde que se habían encontrado ella
las había movido a la cima de su montón de CDs. Por lo tanto, las
melodías estaban frescas en su memoria y podía haber estado
fácilmente tarareando lo que escuchó. Pero esa era una canción que
ella nunca había oído tocar. Así que Aubrey no podía tararearla.
Sobre la cima de estos, su reproductor de CD no estaba conectado.
¿Asi que, ¿de donde viene la música?
Por supuesto, ella sabía que era él. ¿Quién sería lo bastante
loco como para estar fuera en la oscuridad y dándole una serenata a
una mujer con su violín? Un hombre de la edad de Aubrey nunca
pensaría en hacer algo como esto. La mayoría de los hombres de
cuarenta años estaban pasando por un punto del camino en donde el
romance y la espontaneidad e ideas realmente malas eran
consideradas divertidas.
Todos los hombres de la edad de Aubrey estaban preocupados
por sus carteras de valores. Sus cuentas de jubilación. Sus ex
esposas y el coste de su primer divorcio.
Pero Joseph no era un hombre de su edad. Joseph todavía era
joven. Todavía vivo, vibrante y lleno de posibilidades, esperanzas y
sueños que la mayoría de la gente desiste a medida que se hacen
mayores.
Al parecer, Suzanne tenía razón otra vez. Joseph era un niño.
Un hecho que sólo molestaría a Aubrey en ciertas circunstancias.

40
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

La música era cada vez más clara cuando él iba acercándose


más a su apartamento. Eran las once de la noche de un miércoles y
Joseph deambulaba alrededor del exterior de su edificio, dándole a
Aubrey un concierto personal.
Los miembros de su asociación de vecinos iban a perder sus
mentes. Motivo de desalojo o no, Aubrey abrió las ventanas de su
apartamento saliendo al balcón para escuchar su regalo. No era solo
la dulzura de las notas en este concierto particular lo que
inmediatamente hizo poner la piel de gallina y erizarse los pezones de
Aubrey. Y era mucho más que la capacidad de Joseph para sacar tal
pasión y deseo de las cuerdas de un instrumento. Era la canción en sí
misma. La que había elegido tocar para ella era demasiado rica para
sus oyentes regulares. La música era demasiado carnal, demasiado
sensual para la gente cuyos gustos corriesen hacia Mozart y Haydn.
El dulce genio musical de Joseph, el que en algunos conciertos
tocaba con cuidado valses que podían calmar a la audiencia más
hostil, tocaba como un salvaje mientras él arrancaba y acariciaba las
cuerdas del violín. El instrumento gritaba en sus manos. Imploraba
compasión. Suplicaba que detuviese lo que él estaba haciendo o lo
sacase de su miseria.
La canción era tan hermosa como cruel. Cada nota se doblaba
en un extremo a la vez que otra y regresaba nuevamente. Había una
lucha en la composición. Y dolor. Y sin embargo, ni el concepto
estaba sucio o de cualquier modo profanado.
La canción de Joseph atraía a fijarse en el lado inocente pero
sangriento de la naturaleza. La muerte dulce de la que él había
hablado y la necesidad de hacer aquello que lo que causaba. Aubrey
recordó la sangre perdida en la virginidad y los gritos y el dolor de
dar a luz.
Su canción de esta noche era como reflejar de la voluntad de
sobrevivir. Aubrey tembló con el aire de la noche, ya que cada tono

41
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

raspaba contra su piel. Había garras que se clavaban en sus brazos y


piernas. Garras que la dominaban. Colmillos detrás de su cuello. Las
imágenes de Joseph que ella había llevado a su mente fueron
cambiando mientras iba escuchando.
Suzanne no tenía razón sobre él. Ella no tenía razón en
absoluto. Joseph no era un niño, no lo era, ya no. Pero ¿qué era él?
Aubrey aún tenía que comprenderlo.
Los anhelos que Joseph estaba creando en el cuerpo de Aubrey,
los conocía muy bien. El dolor del deseo y el ansia por la polla de un
hombre o sus dedos dentro de ella, Aubrey lo entendía y ella conocía
exactamente como satisfacer esos deseos. Pero ella no podía ver la
solución a su problema. Solo podía escucharlo.
Aubrey sospechaba que se encontraba fuera de su vista a
propósito, aunque muy probablemente él podría verla a ella desde
donde él estuviese de pie.
Él estaba bromeando. Y eso estaba bien. Dos podían jugar a
ese juego.
Aubrey miró alrededor para asegurarse que nadie había salido a
los balcones de cualquiera de los lados antes de desatar el cinturón
de su bata. Ella dejó caer la prenda a ambos lados y a continuación la
dejó allí. En cualquier parte donde estuviese Joseph, él podía
probablemente ver su cuerpo, las curvas de sus pechos, y la mata de
pelo entre sus muslos.
Despacio, ella corrió sus dedos hacia abajo por la abertura de la
bata, tirando de ella lo justo para exponer sus pezones, y luego dejar
que los cubriera otra vez.
Su musical amante perdió una nota. Aubrey sonrió
abiertamente.
Rápidamente recuperó la canción y volvió otra vez. Más
hambriento, más decidido a capturar y matar a su presa, el diapasón
bestial de la melodía se hizo aún más despiadada.

42
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Solo retiró uno de los lados de la túnica esta vez. Sólo un poco,
ligeramente. Lo bastante para dejarle ver uno de sus pezones
fruncidos. Esta vez, cuando Aubrey cerró sus ojos y torció un pezón
en sus dedos, la música tropezó. Él no perdió solo una nota, sino que
toda la canción cayó a sus pies.
El ritmo era más lento y se hizo irregular, fuera de ritmo,
cuando Aubrey jugó con la oscura carne rosada. Joseph estaba
demasiado preocupado con la visión ante él para concentrarse en
tocar la canción en su tiempo apropiado. De todos modos, Aubrey
estaba determinada a alterar su concierto.
La pequeña maceta a sus pies era el apoyo perfecto cuando
Aubrey levantó una pierna y tiró de la parte inferior de la túnica de
nuevo. Probablemente estaba demasiado oscuro para que él viese
exactamente lo que estaba haciendo, pero su posición y el
movimiento de sus manos eran, sin duda un indicador correcto para
la imaginación de Joseph.
Aubrey tarareó y cerró sus ojos cuando sus dedos se deslizaron
hacia abajo por los rizos entre sus piernas. Sonriendo de lo fácil que
era para ella localizar el bulto endurecido de su clítoris, Aubrey
empezó a mostrar a Joseph que ella también podía ser muy hábil con
sus manos.
Una vez más, su música cambió a una melodía más seductora,
más humanamente sexual llenando el aire de la noche. El violín de
Joseph comenzó a configurar el escenario para su cuerpo y las
reacciones de su placer. Y como Aubrey había tenido muchos años
para explorar y descubrir cada secreto y matiz que la hacía como ella
era, conocía exactamente lo que estaba haciendo cuando se tocaba a
sí misma.
Las almohadillas de los dedos de Aubrey rodaron sobre su
clítoris y luego apretaron aún más firmemente en la delicada área
sensible alrededor de él. Más presión sobre el derecho que el

43
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

izquierdo. cuando tenía sus orgasmos se hacían siempre más fácil de


esa manera. Ella dio vueltas otra vez y luego bañó dos de sus dedos
en su coño. Ellos volvieron mojados, pegajosos y calientes. Aubrey
abrió sus ojos y levantó los jugos a su boca.
Por un momento, hasta que sus dedos estuvieron fuera de su
boca y deslizándose hacia atrás de su coño, la música realmente se
había detenido.
Él estaba duro. No había forma en que el hombre no estuviese
duro. Aubrey se rió de cómo había conseguido arrastrar su atención
fuera de la única cosa que a él probablemente le gustase más en el
mundo.
Pero Aubrey también tuvo que admitir que era culpa de Joseph
que su coño estuviese mojado y dolorido cómo lo estaba. Ella no solo
estaba caliente. Ella estaba allí trabajando con sus dedos en su coño,
llevándose más cerca y más cerca de correrse, no era sólo el deseo
de ser jodida lo que la dirigía. Ella quería ser follada por Joseph. Era
su polla lo que ella imaginaba que se conducía cuando ella se corrió.
Sus manos sobre sus pechos, su boca sobre sus pezones. Ella quería
que él le hiciera el amor como él había tocado su primera canción.
Brutalmente. Con toda la pasión ciega de un animal cuando
capturaba una presa. Esta era la imagen que Joseph había plantado
en su cabeza tocando y ahora esta era la forma de hacer el amor que
ella quería. Y ella lo quería a él.
No fue la música lo que la empujó al borde. No fueron sus
dedos mientras daban vueltas estimulando su clítoris y metiéndose
dentro de su coño. Fue Joseph. Imaginarlo dentro de ella. La idea de
estar apretada contra su cuerpo, llenada por sus dedos y por su polla
mientras él empujaba en ella otra vez fue lo que la llevó a su
orgasmo. Los espasmos que alcanzaron el cuerpo de Aubrey fueron
repentinos, casi violentos. No hubo ningún momento de placer
apacible o latido romántico dentro de ella. Aubrey se corrió. Con una

44
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

aspereza que nunca antes se había apoderado de ella, ella se corrió.


Los dedos de una mano fueron a lo más profundo de su vagina,
intentando desesperadamente difundir un poco la intensidad de su
clímax, mientras que su otra mano se sostuvo a la barandilla de
delante de ella para no caerse.
Y luego, tan pronto como comenzó, se terminó. Incluso más
extraño que su vicioso relámpago y rápido orgasmo fue la
tranquilidad que rodeó el apartamento después de hacer esto.
Aubrey había pensado que tal vez Joseph vendría arriba
después de que ellos terminasen este pequeño juego y que podrían
jugar algo más juntos. Su orgasmo había sido maravilloso, pero algo
de buen grosor realmente podría hacerla terminar su despegue.
Lamentablemente, Joseph la había traído hasta este punto, una
vez más, y luego se había deslizado hacia la oscuridad. Aubrey jadeó
por el agotamiento cuando sus ojos buscaron en la calle bajo ella.
Joseph se había ido.
—Mierda.

¡Ser un caballero apesta!


Las palabras estaban solo en su cabeza, pero estas se habían
reproducido una y otra vez. Varios cientos de veces.
Apesta. Apesta. ¡Apesta!
Joseph se sentó hacia atrás contra el roble detrás de él y tiró
despiadadamente de su polla. Estaba harto de estar duro. Harto de
masturbarse. Harto de estar caliente, enfermo y jodidamente cansado
de ser agradable.

45
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Cuando se trataba de sexo, el padre de Joseph lo había


educado para conducirse como un hombre no como un animal. El
patriarca de la familia de Joseph había infundido en él un sentido de
la dignidad humana y de control propio en lugar de decirle a Joseph
que siguiese sus instintos de hombre lobo.
Joseph sabía que la instrucción fue por su propio bien porque
muchos machos híbridos nunca fueron capaces de encontrar
compañeras debido a su naturaleza sexual más salvaje. Por lo tanto,
era una lección valiosa de verdad. Era sólo una lección Joseph
deseaba no haberla tenido que aprender.
Él nunca había tenido problemas después de que su alfa le
hubiese asesorado antes de este momento. Nunca quiso desafiar su
educación de esta manera. Pero también él nunca entraría corriendo
en una mujer como Aubrey. Aubrey hacía que Joseph quisiera ser un
animal. Ella estaba haciéndole olvidar que él era mitad humano y que
era capaz de cosas como la compasión y la piedad.
Ella lo hacía querer follar. No solo tener sexo y, desde luego, no
“hacer el amor”.
Joseph anhelaba tener a Aubrey aquí, en el bosque, donde él
pudiera perseguirla. Donde podría acecharla después de recoger el
oler del miedo que ella emitiría mientras era perseguida por un
infernal animal salvaje que la quisiera devorar sexualmente. Quería
oler su coño y su excitación cuando él hundiese sus dientes en su
cuello para sostenerla mientras él alojaba su polla dentro de ella.
Joseph quería alcanzarla, dominarla y montarla. Aubrey era la
hembra de su vínculo, era físicamente más débil que él, y Joseph
estaba listo para tratarla como tal. Cuando sus pelotas se apretaron
y su erección se hinchó aún más grande, Joseph escuchó al lobo
dentro de él. Para la bestia en Joseph, la excitación de Aubrey era
todo el permiso que él necesitaba para joderla. No importaba al
animal dentro suyo si ella quería tener sexo con él o no, y no

46
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

importaba si la biología extraña de su polla le molestaba o no. El


cuerpo de Aubrey había respondido a todo y en cada momento y esto
era todo el visto bueno que el lobo en Joseph buscaba.
Ella era una mujer y era físicamente receptiva a sus avances
sexuales. El perfume de su excitación cuando estaban juntos era más
intenso que cualquier excitación que cualquier mujer hubiese sentido
nunca con él. Aubrey quería ser follada por Joseph. Y Joseph estaba
muy dispuesto a joderla.
¿Qué otra cosa necesitaba saber?
Cuando Joseph acarició su erección, aguantó su transformación
en todo momento. Él necesitaba sus manos humanas para exprimir
hasta la última gota de semen de su polla. La presión era
simplemente demasiado ahora que había encontrado a Aubrey. Él
siempre había estado duro desde que la había encontrado y siempre
lleno de una exasperante cantidad de semen que era necesario que
fuese a algún sitio. En su coño, su boca, su culo, realmente no le
importaba a Joseph que parte de ella jodería. Mientras él no tuviese
que jugar más al pequeño muchacho agradable y pudiese joder y
luego correrse dentro de Aubrey.
Lo que parecía rabiar, era realmente la frustración. La
frustración sexual, una que Joseph no había sentido nunca antes.
Joseph cerró sus ojos y se imaginó a Aubrey, a gatas, delante
de él. Su mano se convirtió en su coño como si una y otra vez él se
condujese en ella. Jodiéndola desde atrás y permitiendo a su erección
mayor profundidad. La cabeza de su polla podría tocar su matriz si él
la montaba en la posición más aceptable para su especie.
En la mente de Joseph, Aubrey aceptaba lo que él era. Ella
entendería que después de que él se corriese pasarían varios minutos
hasta que le pudiese quitar la hinchada polla de su cuerpo, y no
tendría miedo de él, simplemente debido a los cambios que su cuerpo

47
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

estaba a punto de hacer. Ella era su compañera. Su hembra. La


mujer con la que Joseph quería compartir el resto de su vida.
Sin embargo, otra creación fantástica de Joseph pasó por
encima de su mente. Su queja se convirtió en un gruñido cuando su
boca se alargó en un peludo hocico negro. Si sólo fuera así de simple.
Si sólo no hubiera tantas otras cosas que considerar. Tantas
posibilidades y caminos que podían ir mal.
La transformación de Joseph terminó al mismo tiempo en que
un chorro de líquido blanco explotaba de su polla.

48
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

CAPÍTULO CINCO
¿Entonces, qué hago?
Instintivamente, Joseph estaba algo nervioso mientras seguía a
su primo al bosque detrás de la casa. La manada de Caine vivía
virtualmente en un profundo aislamiento en los Apalaches. Estaban
aislados por una buena razón. A pesar de que solo se vislumbraba,
apenas la luz brillante de la luna sobre el suelo lleno de hojas, Joseph
sabía que Caine podía encontrar el camino. Éstas eran sus montañas.
Su territorio.
Y Joseph era de otra manada.
Había sido invitado al territorio de Caine solo porque, a
diferencia de sus estudiantes adultos que asistían a tomar clases de
tutoría en sus oficinas, los gemelos, que eran muy importantes,
debían tomar sus lecciones en su casa.
El lobo en Joseph sabía de los peligros que afrontaba al cruzar
los límites de otra manada. El hombre en él, sin embargo, no había
tenido otra opción, sólo aceptar la invitación. Ellos eran, después de
todo, familia.
¿Le digo lo que soy? ¿Sólo me le acerco directamente y se lo
digo? Creo que ella es una mujer inteligente y culta. De mente
abierta, pero si lo hago ¿entenderá realmente cuando se lo cuente?
¿Qué pasa si la follo? ¿O sólo la follo y veo qué pasa?
Antes de contestar la pregunta de su primo, Caine se detuvo.
Levantó su cabeza. Y olió el aire de la noche.
Cazadores…
Los ojos de Joseph inmediatamente buscaron a los bebés.
¿Esta noche? ¿Ahora?
Caine levantó su cabeza un poco más alto y de la misma

49
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

manera comprobó la posición de los cachorros.


Después de un largo momento, concentrado, Joseph miró los
hombros del alfa relajarse.
No esta noche Caine, olió otra vez. Giró su cabeza a un lado.
Una semana o quizás algo menos.
Olvidando al peligro, los gemelos habían seguido jugando.
Joseph se rió de los pequeños ladridos que hacían mientras se
mordían uno al otro.
—¡Nos vamos, chicos!
Ellos inmediatamente obedecieron al padre y lo siguieron en
línea detrás de él. Después de todo el Alfa siempre tenía una ventaja.
Una lección que los miembros más jóvenes de la manada de Caine ya
habían aprendido, y muy bien. Entonces, Damon Caine era con
mucho uno de los más respetado alfas de la sociedad híbrida y
cualquier híbrido de cualquier manada lo seguiría o al menos
aceptaría sus consejos. Un hecho que Joseph no había olvidado.
¿Entonces…? Joseph preguntó cuando el peligro hubo pasado.
¿Qué crees que debería hacer?
Caine no le comunicó sus pensamientos al principio. Cuando
finalmente lo hizo, Joseph se enteró:
¿Me preguntas como un hombre? ¿O como un alfa?
El paso de Joseph detrás de sus tres compañeros de camino se
hizo más lento.
Ambos, creo.
En alarma constante, Caine se detuvo otra vez y levantó su
hocico al aire de la noche.
En vez de preguntarme como realizar las necesidades de
Aubrey, creo que deberías preguntarte si es una situación donde tus
propias necesidades pueden ser satisfechas. Y no solo aquellas de tu
lado humano.
Joseph estaba tranquilo. El impulso de montar a Aubrey lo tenía

50
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

loco, sobre todo con lo caliente que se ponía siempre que estaba
cerca de ella. De todos modos el lado racional de Joseph
argumentaba que esperaba que ella pudiera tratar lo que era y
posiblemente llevarlo a su cama de ahora en adelante, era mucho
mejor que follarla una vez y dejarla.
El amor es poderoso. Todo lo consume.
Después de saber que lo de Aubrey era sólo un asunto de días
Joseph estaba ya más que dispuesto de aceptar aquella declaración.
Pero si amas a alguien debes dar mucho de ti, de cualquiera de
tus partes.
Caine no tuvo que terminar. Sobre todo después de que le
comunicó su siguiente pensamiento.
Me preguntaste si pensaba que algún día podrías dirigir tu
propia manada, Caine comenzó. Obviamente esta es una cuestión de
cierta importancia para ti.
Ellos habían alcanzado la roca donde las lecciones de los
cachorros de Caine comenzarían. Era una formación grande en el
borde del territorio de Caine, y exactamente el punto donde el padre
de Caine le había enseñado a sus propios gemelos. Caine tomó su
lugar en lo alto y volvió su cabeza.
El aullido era un anuncio de que él y los suyos estaban allí, y
una advertencia para cualquier lobo perdido o transgresor de que no
debían ser molestados.
Mientras los gemelos exploraban su aula nueva, Caine se sentó
sobre las agujas de pino al lado de donde Joseph estaba de pie.
¿El tener tu propia manada es una posibilidad con esta mujer?
Caine finalmente le preguntó. La pregunta ya había dado
vueltas en la cabeza de Joseph. Enamorado o no de la cabeza a los
pies de Aubrey, Joseph era mitad lobo. Y a pesar de los consejos de
su padre para que siguiera el camino que lo llevaría a una sociedad
de sangre llena, cada vez más, Josep pensaba y reaccionaba como un

51
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

lobo. Siempre se comunicaba no sólo usando su voz humana y la


expresión facial sino también con el olor y el gusto y los sutiles
cambios de las vibraciones del aire a su alrededor.
Sus necesidades sexuales y hábitos eran mucho más animales
que las de un sangre llena. Obviamente el hombre y ellas se hacían
más importantes mientras más viejo se volvía. Joseph sabía que era
el hombre quien razonaba según lo que su educación le dictaba. Y
siempre lo hacía cuando se movía entre la gente de la sociedad de los
de sangre llena, pero sus instintos y sus necesidades animales se
imponían y dirigían sus acciones más a menudo de lo que su intelecto
o su humanidad deseaban.
Parecía que el lobo en Joseph finalmente había encontrado una
razón para crecer. Tanto si amaba o no a Aubrey, y a pesar del
hecho que ella era muy probablemente la causa de su reciente
madurez, Joseph estaba más preocupado por ser más humano que
cualquier hombre humano. Él lo sabía. Caine lo sabía. Y otra vez, eso
le molestó. Frustrado se sentó al lado de su primo en el suelo.
Aubrey tiene cuarenta años, le comunicó Joseph. No es muy
grande pero apenas tiene la edad física ideal para que una mujer
humana comience a tener bebés.
Caine le contestó.
También tienes que considerar que si ella ha esperado tanto
tiempo para tener un niño, puede que sea porque no los quiere en
absoluto.
El corazón de Joseph se hundió.
Puede que ya sea muy tarde para que ella te ayude a tener tu
manada, prosiguió Caine. O quizás ella no pueda aún cuando desee
niños. Y es probable que el hombre que hay en ti sea capaz de pasar
esto por alto…
Soy un híbrido.
Mientras se comunicaban mentalmente se veían tranquilos,

52
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

mirando como los gemelos jugaban a derribarse uno al otro. Joseph


había entrado al bosque con una sola duda en su mente. Ahora
parecía que se marcharía con muchos más problemas y
complicaciones de los que había siquiera imaginado.
Tan inocente como Joseph era, había sido bastante ingenuo en
creer que solo con amar sería suficiente.
Como dije, el amor es poderoso.
Después de sentir lo que Joseph pensaba, Caine finalmente
rompió el silencio.
Es fuerte. Pero a veces otros impulsos, como la necesidad de
reproducirse y comenzar tu propia casta, crece dentro de los jóvenes
y se vuelve más fuerte.
Caine había concretado su punto. Mientras Joseph se sentaba
allí, mirando a los gemelos, consideró cuanto en realidad querría
Joseph tener niños. No ahora, en verdad, pero sabía que algún día,
quizás cuando estuviera cerca de la edad de Caine, Joseph querría su
propia manada. Pero cuando Joseph tuviera su edad, Aubrey tendría
casi cincuenta.
El corazón del hombre más joven se hundió mucho más.
Decide con que puedes y no puedes vivir, le dijo Caine a
Joseph, si no puedes tener cachorros con Aubrey o puedes vivir sin
ellos, pero si lo que decides es que no puedes vivir sin tu propia
manada, entonces tendrás que vivir sin ella. Creo que éste el mejor
consejo que puedo darte, tanto como alfa o como hombre.
Joseph se sentó allí, considerando las palabras de Caine. Era un
buen consejo. Era racional, inteligente y basado en la lógica y los
hechos relevantes de cada lado. Sólo que no era que lo que Joseph
quería oír.

53
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—¿Doctora Upton?
—¿Sí?
—Hay un joven aquí fuera que quiere verla.
Aubrey recogió el papel en el que anotaba su agenda. No tenía
ninguna cita en al menos dos horas. Eso sólo podía significar una
cosa.
Un cachorro en problemas.
Aubrey hizo rodar sus ojos y se inclinó más cerca al
intercomunicador.
—Dile que pase.
Sólo unos segundos pasaron antes de la puerta a la oficina de
Aubrey se abrieran.
—¿Me disculpa, señora?
Antes de que el rubor sobre la cara de Aubrey la cubriera por
completo, la puerta se había cerrado.
Las palmas de Joseph se afirmaron sobre el escritorio. Él besó
la punta de su nariz.
—Me dijeron que la anciana estaba en exhibición y —él le guiñó
un ojo—. Al parecer ella tiene un gatito3 muy sabroso.
Aubrey gimió escondiendo una carcajada y sacudió su cabeza.
—Eres incorregible.
Joseph dio la vuelta sobre el escritorio, hizo girar su silla, cayó
de rodillas entre sus piernas, y enmarcó su cara entre sus manos.

3
Bueno esta es una frase con doble sentido porque él dice tasty pussy y pussy además de referirse en
forma vulgar a la vulva femenina, también significa medicina y en slang significa tímido.

54
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Entonces atrajo su boca a la suya.


—Te he extrañado —la besó.
—Pero si me viste esta mañana.
—No lo suficiente.
El corazón de Aubrey revoloteó. Le gustó eso. Esta química y
emociones nuevas. Era tonto y juguetón e impulsivo, pero
absolutamente maravilloso.
Lo que a Aubrey no le gustaba era el modo en que Joseph se le
acercaba. Las bromas, podía tomarlas. Pero habían pasado muchos
años desde que había sentido algo por alguien o algo de deseo, pero
su deseo por este hombre era algo más que tener sexo.
Cualquiera que fuera el juego que Joseph jugaba, Audrey no
estaba de humor para inventarse razones o negarse al placer del
sexo solo porque él aún no había alcanzado el mismo nivel de
comodidad con su propia sexualidad.
—¿Me echaste de menos? —le preguntó él.
Aubrey cabeceó y lo besó otra vez.
—Mucho.
Su respuesta le dio el aspecto de un cachorrito feliz. Y su risa
hizo que Aubrey se derritiera. Ella seriamente había estado pensado
sólo en salir y contarle a Joseph sus preocupaciones. Y esto que ella
se preocupaba por él probablemente más de lo que alguna vez se
había preocupado por alguien. Después de todo, era simpático,
gracioso y claramente la adoraba y ya no le quedaban motivos para
negar que sentía lo mismo sobre él.
De todos modos Joseph tendría que aprender que si quería
mantenerla, debería crecer, y hacerlo pronto. A su edad, Aubrey
sabía apreciar las cosas de la vida, como el sexo juvenil y sabía que
esos lujos no duraban para siempre. Al parecer la madurez le había
ido enseñando desde niña a valorar. Por suerte una parte importante
de Aubrey había sido capaz de darse cuenta de ello. Ahora estaba

55
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

considerando entrenar a un joven para lo que sospechaba era mucho


más que sexo a la intemperie, al punto que ya no lo consideraba una
idea tan mala. La verdad sea dicha, sospechaba que la tutoría podría
ser algo sumamente erótico.
Algo era seguro, Aubrey podría entrenar al perrito. Podría
ayudarlo a forjar el molde del hombre que sería… hasta podría querer
mantenerlo y conservarlo después de todo. Esa era una tarea que
podría hacer y parecía factible.
Joseph estaba duro, como siempre. De hecho, cuando él metió
sus manos entre sus piernas tirando de ella para que su coño se
presionara contra su entrepierna sospechó que estaba mucho más
duro de lo que había estado la primera noche que salieron.
—Sólo estás feliz de verme o…
—No, no estoy feliz de verte —él la interrumpió y la tiró más
cerca de sí— estoy muy… —un beso sobre su cuello—, muy… — le dio
una mordedura en el lóbulo de la oreja—, feliz de verte.
¿Cómo hacía eso? Mientras Joseph seguía su hacer, Aubrey ni
siquiera podía entender por qué sus labios en su piel se sentían tan
diferentes a los labios de cualquier otro hombre que alguna vez
hubiera tenido.
—Me encanta cuando me tocas.
Él sonrió en silencio ante sus palabras y la atrajo con más
fuerza.
—Me gusta tener tus labios sobre mí.
Él la besó otra vez.
—Y te quiero dentro de mí —Aubrey usó el tono más calmante
que tenía cuando volvió a hablar—. Todos los miedos que te
contienen, independientemente de lo que cuestiones o los problemas
que tengas, te ayudaré a pasar por ellos —ella lo besó otra vez antes
de agregar—. Joseph, no hay nada que te haga detenerme, ni
fantasía, ni deseo o fetichismo logrará apagarme —ella bajó su mano

56
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

hasta ubicarla entre sus cuerpos, y agarró su polla—. Lo juro.


Su expresión era algo rara, dado el ofrecimiento que Aubrey
acababa de hacer. Fue como si Joseph estuviera esperando oír esas
palabras, pero no estaba muy seguro de qué hacer ahora que las
había
Pero como Aubrey pronto descubrió, el perrito era rápido para
entender las cosas.
No había ningún pensamiento consciente. Ninguna
consideración dada al autocontrol
Ni a su humanidad. No esta vez. El hombre que se había
preocupado tanto de cuál sería la reacción de Aubrey cuando su
erección se hinchara y los anudara juntos no estaba presente en
ningún lado.
Cuando Joseph sacó a Aubrey de la silla y la hizo girar dándola
vuelta, el lobo en Joseph sexualmente maduraba, estuvieran su lado
humano o Aubrey listos o no. Una vez más el hombre en Joseph
sospechó que era culpa de Aubrey lo que estaba pasando.
Desde que había encontrado a Aubrey, follar a la hembra que
olía tan delicioso, era todo lo que le importaba. Ni una ni otra parte
en Joseph había sido capaz de pensar. Pero la forma suave y sumisa
de Aubrey le había dicho mucho más.
Luego puso su mano en el dorso de su cuello, y bajó su cara
hacia abajo sobre el escritorio. Joseph se movió y desprendió sus
pantalones vaqueros, luego bajó sus bragas y se deslizó entre sus
piernas. Entonces liberó su polla de sus propios pantalones.
Aubrey se movió cuando sintió el golpe y la presión de los
muslos de Joseph detrás de ella. Se movió más cuando sintió sus
piernas acuñarse entre las suyas y cuando apretó la cabeza de su
polla en su coño. Pero no gritó, no lo hizo, ni siquiera luchó. No hizo
nada que le indicara a Joseph que no quería otra cosa que sentirlo
profundamente enterrado dentro de ella, profundamente. Tanto como

57
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

su polla pudiera. Tanto como Aubrey pudiera tenerlo. Exactamente


donde Joseph quería estar.
Ella dio un pequeño gemido cuando él empujó su polla en su
coño con fuerza. Ella se sentía tan femenina. Era tan fácil romperla
mientras empujaba con fuerza, mientras sus pelotas la golpeaban
buscando su clítoris, agarrando sus caderas para sostenerla con
firmeza, Joseph dio un golpe o dos hasta encontrar su ritmo.
Entonces colocó de nuevo sus pies entre Aubrey y comenzó a follarla.
Estas eran las cosas que Joseph había temido controlar. El
impulso del híbrido macho que simplemente quería tomar a la
hembra físicamente receptiva era aplastante. Pero el alfa dentro de
Joseph le había enseñado desde una muy temprana edad a suprimir
tales deseos hasta que pudiera encontrar a una compañera dispuesta
y capaz de aceptarlo.
Todos los híbridos sabían que había muy pocas mujeres de
sangre llena que estarían dispuestos a aceptarlo. El impulso del
híbrido hacia su compañera provenía de la naturaleza, no de un
deseo de lastimar o dañar. Mientras que la mayor parte de los
híbridos sabían que existían algunas mujeres de sangre llena a las
que les gustaba el sexo áspero. Y era muy fácil caer esclavo de los
hábitos sexuales de un hombre con sangre canina en sus venas que
a veces iban hasta los fetiches más extremos.
"La violación" no era un concepto que el lobo de Joseph pudiera
comprender. Pero el hombre en él sabía que no había una mujer de
sangre llena viva que no hubiera nacido con un miedo natural hacia
ella, y esto debido a la propia naturaleza emocional y psicológica del
sexo humano.
Joseph no sentía ningún deseo de violar a nadie, y menos aún a
la mujer con quien podría fácilmente pasar el resto de su vida.
Pero él quería follarla como si fuera la última cosa de su vida.
Joseph quería una compañera que lo entendiera y que,

58
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

pretensiosamente, disfrutara siendo montada por su marido dejando


que su parte animal y sus impulsos y deseos gobernaran los hábitos
del dentro de dormitorio. Él quería seguir los buenos consejos de
Caine y encontrar una mujer con la que pudiera satisfacer sus
necesidades.
Joseph estaba más que dispuesto, se sentía capaz, y la gustaba
pensar que también podía satisfacer las necesidades físicas,
emocionales y psicológicas de su mujer.
Si realmente Aubrey fuera tal compañera, Joseph no estaba
muy seguro. De lo que si estaba seguro era de que su coño había
comenzado a apretarse y a tener espasmos como si quisiera apretar
y agarrar su polla. Como si después de su asalto bastante brusco
sobre su cuerpo, su estilo de amarla la complaciera físicamente, si
era posible complacerla mental y emocionalmente.
No.
Su polla se deslizaba fácilmente dentro de su caliente y
aterciopelada vaina, mientras Joseph se empujaba y bombeaba entre
sus muslos. Al principio él usó la fuerza sobre sus costados para
mover su cuerpo contra él, empujándose con fuerza mientras la
follaba, pero luego cuando la fricción dentro del coño de Aubrey se
volvió demasiado intensa, Joseph redujo su ritmo y se inclinó hacia
adelante.
Ella era más baja que él así que Joseph fue capaz de enterrar
su polla profundamente dentro de ella, entonces se movió buscando
refregarla contra el duro escritorio debajo de ella.
Ella no podía moverse, estaba indefensa y no podía moverse ni
empujarse como lo haría si estuviera en una cama. Con cada golpe
de Joseph, Aubrey expulsaba un gruñido, no muy ruidoso, solo un
pequeño gemido, un recordatorio de que él era más grande y estaba
sobre ella y que estaba siendo follada.
La evaluación ligeramente mental de su reacción hizo que la

59
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

polla de Joseph se pusiera aún más dura.


En un segundo su lado humano le dio patadas y Joseph se
preguntó si no estaba siendo demasiado impetuoso. O si ella estaba
disfrutando del acto. Eso le preocupó. Pero pasó al olvido cuando
Joseph se movió para intentar estimular su clítoris y se encontró con
que ella ya estaba jugando con él. Estaba frotando el pequeño botón
de carne buscando correrse.
Joseph enterró su cara en el dulce olor de su pelo y se empujó
con más fuerza.
Aubrey se corrió antes de que él lo hiciera. Cuando sus gruñidos
diminutos se unieron y su cuerpo se movió espasmódicamente debajo
suyo, Joseph sintió el temblor pulsante de su orgasmo que chupó su
polla hasta que Joseph no pudo soportarlo más.
La siguiente cita de Aubrey no sería hasta dentro de varias
horas. Lo que era una cosa muy buena ya que Joseph sabía que
estaba a punto de ser anudado en ella, durante al menos media hora.
Nada de lo que hagas me dejará apagarme.
Las palabras se repetían en la mente de Joseph tal como su
polla se hinchaba y con una explosión de semen se cerró dentro de
Aubrey.
Ahora ya no había regreso. Ni huida. Imposible evitar su
reacción a lo que realmente era.
Joseph jadeó, intentando coger aliento, buscó hasta tomar la
mano de Aubrey con la suya…
¿Ella iría a entender? ¿Realmente creía lo que le había dicho?
¿O Aubrey vería en él a un monstruo?
—¿Joseph? ¿Dulzura?
Aubrey se movió intentando separarse del escritorio aunque sea
una pulgada pero a cambio solo sintió sus costillas apretarse por
detrás...
—Amor, me haces daño.

60
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Él se movió también, sacando su peso de ella. Pero su polla no


se deslizó de ella.
Aubrey sonrió en silencio.
—¿Vamos a vivir de esta manera de ahora en adelante?
Él no respondió.
—No es que me importe, —ella bromeó—. Pero va a hacer la
vida un poco difícil.
Joseph todavía no hablaba.
Aubrey se apoyó hacia atrás y giró su cabeza todo lo que pudo.
Logró poner su mejilla contra la suya.
—¿Joseph? ¿Qué está mal?
Él la miraba de lado. Aquellos ojos grandes azules la dominaban
con tanta fuerza como su polla. Era tan inteligente. Tan talentoso.
Tan importante.
Aubrey puso su palma contra su cara y lo atrajo apretándose
contra él u poco más.
—Dímelo.
Aubrey no estuvo segura si el temblor que ella sintió era suyo o
de él, hubiera controlado encima de su espina primero, o el suyo.
A pesar de que rompió el silencio con una lengua que ella nunca
había oído. La presión fue la que habló. La de su cuerpo dentro del
suyo. Él se hinchaba, su polla crecía haciéndose más grande que
cuando habían comenzado a hacer el amor, llenándola de una manera
que de ningún modo era normal.
El hombre la llenaba, apretado en su interior, rechazando
dejarla ir.
Aubrey estaba anudada con Joseph.
Y no había nada que alguno pudiera hacer sobre ello.
—Aubrey, bebé, no me parezco a otros hombres.
Aubrey tragó y soltó un aliento para intentar acomodar el
órgano dentro de ella.

61
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—Podría ser que pase una media hora o quizás más antes de
que pueda…
Él no terminó. Pero no tenía que hacerlo. Aubrey apartó la
vista, concentrándose en el escritorio, pensando en lo que pasaba
dentro de ella. No exactamente, la cuestión o el problema era lo que
le estaba pasando, y era algo que no podía entender.
Ella esperó.
—¿Es esto un defecto de nacimiento? —finalmente le preguntó
ella—. ¿Siempre te pasa esto?
Joseph se retiró lo poco que podía, permitiéndole a Aubrey algo
más de espacio para respirar.
—Esto no es realmente un defecto, aunque es genético. Y sí, mi
pene siempre se pone así.
—Como tu padre, tu abuelo… — Aubrey se calmó—. ¿Cuán lejos
debo ir?
Aubrey deseó que él dijera algo. Algo. Su silencio gritaba más
de lo que ella realmente quería enterarse.
—¿Joseph, qué eres?
—¿Qué soy?
Aubrey presionó su frente contra el escritorio y gimoteó. Él no
hablaba.
Eso sólo podía significar una cosa. Era una especie de monstruo
al que ella no iba a querer comprender. Él era un fenómeno, su polla
estaba pegada dentro suyo y él la follaba.
Él no hablaba porque no quería admitir lo que era.
¿Qué diablos había hecho ella? ¿Y quién demonios era este
tipo?
—¡Sí! —a punto del pánico total, Aubrey se retorció e intentó
desalojar su polla de su vagina—. ¡¿Qué demonios eres?!
Sus manos se clavaron en sus costados mientras él la apretaba
contra sí.

62
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—Deja de empujarte, bebé, o vas a lastimarte.


Aubrey sospechó que él tenía razón. Por lo que ella podía decir,
si realmente lograba separarse no sería sin ser herida o ambos
lastimados.
Ese era un riesgo que Aubrey estaba dispuesto a tomar. Su
forcejeó se hizo mucho más agresivo.
—¡¿Qué eres, Joseph?! —le preguntó fácilmente frustrada en
sus tentativas de arrancarse de él.
Entonces él se sentó apoyándose atrás en su silla, tomándola
con él. Joseph la abrazó estrujándola en su pecho y pego sus labios a
sus oídos.
—No soy como los otros hombres, Aubrey. Y no hay nada malo
en mi, solo que no soy… No soy…
—¿Humano? —escupió ella—. ¿Es eso lo que quieres decirme?
¿Qué no eres humano, Joseph?
Aubrey nunca había odiado tanto su educación como la odiaba
en esos momentos. Por su mente destellaban imágenes con infinitas
posibilidades que atormentaban su imaginación. Las pirámides de
Stonehenge, los dibujos en las cuevas aborígenes que representaban
a criaturas que no eran de este mundo.
—¿Joseph? —Aubrey obligó a su voz a manifestarse tranquila.
Por si acaso ella tenía razón. Había leído que los marcianos tenían
rayos de la muerte que dejaban horribles cicatrices—. ¿Eres un alien?
Sus brazos alrededor de ella se apretaron y le tomó un
momento a Aubrey descubrir que estaba sacudiendo su cuerpo.
¡Se estaba riendo de ella!
—Oh Dios, —él reía en silencio—. Lamento que no sea tan
simple.
—¿Simple? —el miedo de Aubrey comenzaba a retroceder ante
su cólera—. ¿Qué dices? ¿Simple?
—Digo que siento no poder explicártelo en términos tan simples

63
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

como ser un alien.


—Bien, si no eres un alien, ¿qué cosa eres?
Él todavía la sostenía. Todavía sentía un brazo apretado
alrededor de su cintura. El otro brazo recorría la zona desnuda entre
sus pechos, mientras su mano rozaba ligeramente su piel hasta su
cuello. Él también los mecía a ambos con cuidado hacia adelante y
hacia atrás mientras esperaban que su polla se deshinchara.
Una acción bastante sensible para un E.T, pensó ella.
—No es fácil explicar lo que soy porque no estamos realmente
seguro qué seamos.
—¿No estamos? —Aubrey preguntó—. ¿Dices que hay más de
ustedes por ahí?
Joseph carraspeó.
—Uh-huh. Nos llamamos híbridos, aunque últimamente hay
mucha discusión en nuestra comunidad en cuanto a la validez
científica de esa declaración.
Ni siquiera los músculos faciales de Aubrey podían moverse. Su
voz no tuvo ninguna inflexión cuando repitió:
—Tu comunidad.
—Sí.
—Tu comunidad híbrida.
—Exactamente.
Ella entró en pánico. Eso tenía que ser.
Alguien obviamente le estaba jugando una broma. Aubrey miró
alrededor buscando alguna sencilla cámara.
—Entonces… —dijo ella con cuidado—, tú eres parte humana y
parte alien. O al menos eso es lo que tu comunidad cree que es,
parte humana y parte alienígena.
Otra vez se rió.
—Cariño, escucha, no soy un alien.
La paciencia de Aubrey desapareció por completo. Ella molió

64
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

sus dientes juntos y se giró para enfrentarlo.


—¿Entonces qué diablos eres, Joseph?
La presión dentro de ella disminuía. Su polla finalmente bajaba.
Joseph pasó su pulgar hacia abajo por la mejilla de Aubrey, haciendo
que sus ojos se cerrasen.
Oh, vamos. ¿Casarse con un tipo de otro planeta realmente
sería tan malo?
Aubrey lo consideró.
Creo que no es como si él fuera un yanqui o algo así.
—Soy parte humano, y parte can.
Aubrey en realidad oyó chirriar sus frenos mentales con fuerza.
Parte can. Podía amar a un afroamericano, a un asiático, demonios
probablemente podía incluso hasta podría aprender a amar a un
neoyorkino, siempre que él no tuviera acento de Brooklyn. ¿Pero él
había dicho can?
—Eres… parte canino.
—Sí.
—¿Como del tipo collie? ¿O schnauzer? ¿O, o, oh Dios, solo
dime que no eres un maldito caniche?
—No exactamente…
Aubrey no le dio el tiempo para terminar. Su pene se había
desinflado al punto donde ella podía sacarlo de ella sin demasiada
tensión y entonces lo hizo.
—¿Me estás diciendo que folle con un perro?
— No soy un perro. No exactamente.
—Ah. Qué bien. Entonces, no eres un alien —Aubrey comenzó a
subir sus vaqueros hacia atrás cuando vomitaba las odiosas
palabras—. Y si no eres exactamente un perro, entonces eres un…
¡Maldito, lo único seguro es que no eres hombre!
Ouch.
¡Ouch, ouch y ouch!

65
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Incluso Aubrey sintió la picadura de su comentario. Joseph se


alejó mientras ella lo alcanzaba y lo detenía.
—Joseph, lo sien…
No…, sólo… que nunca….
Él no había dicho nada, pero Aubrey podía decir exactamente lo
que Joseph pensaba. Él no necesitaba sus disculpas. No quería su
disculpa… No había una cosa maldita cosa que Aubrey podría decir
para hacerlo mejor.
Maldita hembra.
Ella miró silenciosamente mientras él se componía la ropa.
—Joseph, yo…
Todavía no. Sólo déjame un momento solo.
Él todavía no hablaba, pero Aubrey nunca había oído nada más
claramente en toda su vida.
Ella sentía que él no hubiera cerrado de golpe la puerta detrás
suyo. O haberle gritado. Haberla insultado, considerando que estaba
aplastado por lo que Aubrey había querido decirle. Aubrey quería
sentir algo, cualquier otra cosa de lo que sabía le había infligido al
perrito.

66
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

CAPÍTULO SEIS
—La Sala de los Toros
Audrey pulso “Enter” en el ordenador portátil y luego echó un
vistazo sobre su hombro a una imagen descriptiva de dos toros
enfrentándose uno a otro.
—Estas pinturas fueron encontradas en cuevas cerca de
Lascaux, al Sur de Francia.
Ella golpeo el botón otra vez.
—Algunos de los animales cuyas imágenes fueron encontradas
aquí, y en las cuevas de “Font de Gaume”4 y Altamira5, España, se
han extinguido desde entonces.
Ella pulsó hasta que la imagen de un bisonte apareciera sobre
la pantalla detrás de ella.
—Otras imágenes son muy vivas, y muy precisas,
representaciones exactas de las criaturas que no sólo siguen
pastando en la tierra, pero cuyas existencias son muy importantes
para los artistas que recrearon sus semejanzas hace
aproximadamente diez o quince mil años.
El dedo de Aubrey remontó la pantalla, buscando un punto
visual, ya que se quería preparar para la siguiente declaración de su
conferencia.
—¿Por qué eran estos animales tan importantes, profesora?
Quizás la figura de palo del hombre. Se podría señalar que en
comparación con los dibujos de los animales que cazaban, se puso
muy poco esfuerzo en el autorretrato del hombre prehistórico.
—Lo siento, ¿Qué?

4
http://www.culture.gouv.fr/culture/arcnat/lascaux/en/
5
http://es.wikipedia.org/wiki/Cueva_de_Altamira

67
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Mirando hacia arriba, Aubrey buscó aproximadamente entre las


ciento cincuenta y tantas caras en el oscurecido auditorio.
Cuando el oyente no se identificó, le preguntó:
—¿Puede repetir la pregunta de nuevo?
La respuesta vino de detrás de ella.
—Dije, ¿Por qué estos animales son tan importantes para el
hombre prehistórico?
Aubrey bizqueó para intentar verlo.
—Porque al parecer... —ella bizqueó de nuevo— incluso el
hombre prehistórico sintió la necesidad de transformar las
experiencias más significativas de su vida en símbolos visuales.
—Sus experiencias más significativas.
Esto no era una pregunta. Esto era una declaración.
Un desafió.
Aubrey casi rió.
—Sí —sobresaltada en como su mera presencia en su aula
podía acelerar su pulso, Aubrey tomó un momento para
tranquilizarse— las experiencias más significativas. Y como el éxito de
una cacería era una gran celebración para el hombre prehistórico, los
animales que él mataba repetidamente eran representados en su
arte.
Aubrey soltó un suspiro de alivio. Hacía casi dos semanas desde
su “encuentro” desagradable y él no la había llamado ni una vez y no
había pasado por su oficina.
Un collie de la frontera o no, ella había dejado de negar que
estaba afligida por el pensamiento de Joseph vencido, alrededor del
quinto día.
—¡Muy bien! —admitió él—. Pero ¿por qué, exactamente, sintió
el hombre prehistórico la necesidad, como dice usted, de transformar
estos animales en algo más?

68
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Decenas y decenas de ojos la miraban ahora. Cientos de oídos


que esperaban para oír que tenía que decir.
Yo tenía tanto miedo de que no regresaras.
—Un impulso que raras veces es aprobado en la humanidad es
el impulso de comunicarse —declaró ella—. Es una necesidad de
conectar con otras personas.
—¿Un impulso? —preguntó—. ¿Quiere decir como la necesidad
de procrear?
Aubrey trago...
—¿Cómo el impulso de tener sexo?
Se preguntó si la primera fila podía ver sus pezones a través de
su blusa.
—Sí —asintió ella y buscó en la pantalla del ordenador portátil
algo. Cualquier cosa—. El impulso del hombre de comunicarse se
parece muchísimo a su impulso de tener sexo.
Si solo cayera un alfiler.
—Así que lo que está diciendo, profesora, es que el hombre
prehistórico dibujo las pinturas de animales con el fin de realizar
alguna necesidad que sintió. Una necesidad de comunicarse.
—Sí.
—La necesidad de comprender.
Aubrey aún estaba en silencio. Así como la totalidad del
auditorio.
—Sí.
Como quiero que tú entiendas.
Aubrey respiró. Igual que el resto del auditorio, según
sospechó.
Era tranquilo. Estaba condenadamente demasiado tranquilo.
¿Tú me oyes, verdad?
—Profesora Upton...
—¿Sí?

69
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Tengo que unirme contigo, Aubrey.


—¿Cuál es tu pregunta ahora?
Tienes que aceptar lo que soy.
Aubrey levantó sus cejas y puso sus manos sobre sus caderas.
Él había dejado de hablar en voz alta por completo.
Odiamos lo que tememos. Y tememos lo que no entendemos.
Y sin embargo, Aubrey podía oír a Joseph. Perfectamente.
—¿Qué exactamente estás tratando de decir? —preguntó.
Tú tienes miedo de mí, Aubrey. Tú nunca podrías amarme
porque no entiendes lo que soy. Tú no entiendes mi cuerpo, mi
genética, mi herencia o mis métodos de comunicación.
En el mero pensamiento de no tener el amor de Joseph, el
corazón de Aubrey empezó a saltar.
Pero realmente te amo, Aubrey.
Sintió varios latidos más y Aubrey se giró para estudiar la
imagen sobre la pantalla detrás de ella. En un momento tan
romántico como era éste, sería muy poco profesional para ella dejar
que la clase entera la viera llorar.
Ya estoy perdidamente enamorado de ti, no puedo vivir
conmigo mismo sabiendo que no podrías amarme simplemente
porque no me tomé el tiempo para ayudarte a entender.
Aubrey era demasiado mayor para tener el corazón roto por
gilipolleces románticas. Esto era para las personas de veinte años que
soñaban con un cuento de hadas. Aubrey sabía esto porque ella había
tenido veinte años en cierta época.
Ella había tardado el doble de su tiempo en encontrar a la
persona adecuada.
Detrás de ella, la clase estaba en silencio. Joseph ni siquiera
estaba hablando. Aubrey secó sus ojos y se volvió para afrontar a sus
estudiantes.

70
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Tuvo la más extraña sensación de que cada uno de ellos sabía


exactamente qué había sucedido.
Aubrey aclaró su garganta y recuperó su compostura.
—¿Tienen alguna pregunta? —preguntó Aubrey.
Joseph sonrió.
—En realidad, la tengo.
Aubrey cruzó sus brazos a través de su pecho y esperó.
—Profesora —reflexionó él—, ¿Está usted diciendo que el
hombre prehistórico pudo haber tenido relaciones sexuales con los
animales de estos dibujos?
El auditorio explotó. Los chillidos y las risas, los papeles, notas
y lápices. Todo lo que pudiera ser usado como una expresión de
entretenimiento fue sacudido al aire o tirado en la dirección de
Aubrey.
Tú pequeña mierda babosa.
Joseph sonrió abiertamente y la guiñó mirando hacia atrás.

—Tengo que admitir, que nunca he leído ningunos de sus libros


—Aubrey se encogió—. Desde luego, como la mayoría de la gente yo
siempre pensé que sus historias sobre híbridos eran ficción, y soy
más una chica de no-ficción.
Joseph vio como Aubrey cogía la mano de Caine y sonrió ante
la ola de celos que sintió.
Tal como su primo había predicho, el macho protector alfa en
Joseph maduraba bastante bien.

71
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—He oído que usted es un maravilloso escritor, aunque —


declaró Aubrey calurosamente—. ¿Ahora tengo una buena excusa
para comprobar su trabajo, verdad?
Caine compartió su risa, e incluso utilizó su otra pata para
sofocar completamente su mano.
Instintivamente, feliz, Joseph gruñó.
—Ellos seguramente le ayudarían a ganar algunos puntos con la
familia de Joseph —admitió Caine—. Si aceptar este acuerdo con
nosotros es algo que quieres hacer. También tengo otros libros que te
pueden ayudar a comprender mejor a los híbridos.
El compañero de Joseph liberó la mano del otro alfa y los dedos
de Aubrey encajaron perfectamente entre las de su futuro marido.
—Me gustaría eso.
Se sentía bien tener a su lado a Aubrey. Se sentía bien.
Mientras ella y Caine seguían hablando, Joseph hociqueó su pelo,
recordando su olor. Estudiando su olor.
Ella era suya. Aun no sabía todo lo que debía saber sobre los
híbridos, y Joseph todavía tenía todavía muchas preguntas que
responder, pero ellos eran compañeros.
Caine tenía razón cuando le había aconsejado a Joseph decidir
lo que podía y no podía vivir. Pero le había llevado a Chloe y la madre
de Caine dos semanas para convencer a Joseph que mientras él
supiera una cosa con seguridad: que no podría vivir sin Aubrey; todo
lo demás se resolvería.
Al parecer, Joseph no había sido tan ingenuo, después de todo.
—Chloe está en la casa —Caine hizo señas para que ellos le
siguieran en el pórtico—. Y tú tendrás que cumplir con los gemelos.
Aubrey se encogió por la emoción, quien era ella para
inmiscuirse en el entusiasmo de Joseph, y agarró la mano de Joseph
más apretada cuando ellos tomaron el camino hacia la casa principal
en el territorio de Caine.

72
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Todo se iba a resolver. Todavía aterrorizado de perderla, Joseph


se siguió repitiendo las palabras de la mujer de Caine para
consolarse. Si Aubrey no podía tener cachorros, ellos intentarían otro
camino para que Joseph tuviese un paquete propio. Si ella se
asustase por su comportamiento en el dormitorio, Joseph trabajaría
con ella. Él sería paciente y haría el amor con ella como un hombre
normal, justo como su Alfa le había aconsejado, hasta que Aubrey
pudiese hacer frente a sus instintos naturales.
Él la amaba, y ella le amaba.
¿Qué podría ir mal?
Joseph pudo mantenerse concentrado no tanto en la melodía,
como en la letra, por algo así como un minuto antes de que el Land
Rover llegase a la cima de la colina.
No. Joseph escuchó las palabras dentro de su mente. ¡Oh Dios,
no, no, no!
Probablemente rompía los huesos de la mano de Aubrey, pero
él no podía dejar de hacerlo. Todo lo que Joseph podía pensar era en
salir de allí. ¡Rápido!
Pero sus piernas no se movían.
—¡Colega!
La puerta del coche se cerró de golpe pero el híbrido de la
camisa ya la tenía quitada. Fue lanzado a través de la ventana
abierta del lado del conductor.
—¿Qué demonios haces? —dijo el joven alegremente mientras
se quitaba los zapatos. Y luego sus pantalones—. Mamá me dijo que
estabas aquí para enseñar a los niños a cantar. Yo pensaba volver
antes de que te marcharas.
Joseph sólo podía cabecear, y apretar la mano de Aubrey aún
más fuerte.

73
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

—Se acabo la carretera —informó a todas las personas que


pudieran oírle mientras se quitaba la ropa interior—. La banda
realmente empieza a salir.
Joseph sonrió débilmente.
—¡Maldición, nunca pensé que echaría tanto de menos estas
colinas!
Él estaba desnudo ahora. Extremadamente desnudo excepto
por un collar. El desnudarse era perfectamente natural para Joseph y
el joven en cuestión.
—Es un dolor en el culo tener que llevar la ropa todo el tiempo.
Joseph pensó que escuchó tragar a Aubrey.
¿Aubrey? Este es otro de mis primos, quiso decirle Joseph. Otro
primo músico, de hecho. Nosotros siempre hemos sido buenos
amigos porque somos cercanos en la edad y tenemos mucho en
común.
Pero nada de eso salió. Joseph todavía esperaba tener la
esperanza de encontrar un modo cuidadoso, delicado de introducir a
Aubrey a la cuestión más preocupante que tenía que hacer frente a la
hora de amar a un híbrido. Lamentablemente, parecía que la
esperanza se desvanecía muy rápidamente.
—Mira amigo, tengo que correr por el bosque durante un rato
—dijo el joven tío bueno desnudo—. Estuve en ese maldito autobús
demasiado tiempo. Pero vamos a ponernos al día después de la cena
¿de acuerdo?
Bien. Seguro. Sea lo que sea. Sólo por favor no...
Pero era demasiado tarde.
Las transformaciones empezaron en la columna vertebral. La
parte trasera, los hombros hacia delante. Las manos y pies se
hicieron patas justo después de que la cara se pusiera más larga. Por
último una gruesa capa de piel negra azabache creció por todo el
cuerpo del hibrido.

74
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Aubrey vio hasta el punto donde las manos y pies se hicieron


patas.
Pero luego ella se desmayó cayendo al suelo.
—¿Colega? —al ver desmayarse a Aubrey, de inmediato se
enderezó y se transformó de nuevo en un hombre, desnudo. Joseph
le escucho oler el aroma acre del miedo cuando él se acercó.
—¿Cuál es el problema de la chica?

Papel de lija mojado, aterciopelado. Baba. Pequeños y


diminutos gruñidos y tontas risas.
Muy despacio, Aubrey abrió sus ojos.
¿Qué estaba pasando?
A su lado había un niño. Una nena de aproximadamente dos
años. Largo, y brillante pelo negro y azules ojos oscuros y salvajes.
Del otro lado un cachorro. Un cachorro de lobo, si el Discovery
Channel y su joven amigo no le habían mentido a Aubrey cuando le
enseñaron sobre lobos.
Ambos lamían la cara de Aubrey.
—¡Isabelle! ¡Isaiah! ¡Paren eso!
Más risas tontas y gruñidos siguieron mientras el par rodaba
fuera de la cama. Aubrey tuvo que parpadear y aclarar su visión
cuando la pequeña bajó en cuatro patas y en un instante tomó
también la forma de un cachorro de lobo.
Ellos corrieron por el pasillo.
—Lo siento mucho —una atractiva pelirroja se sentó en el borde
de la cama y le dio a Aubrey un vaso de agua—. Son absolutamente
salvajes. Y están siendo entrenados o demoliendo la casa o… —la

75
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

mujer agitó su mano delante de ella— como prefieras llamarlo.


Aubrey agarró el vaso como si se estuviera ahogando y su
salvavidas fuera un pedazo de hombre desnudo.
—Ellos, —ella repitió—, son los sobrinos de de Joseph, ¿verdad?
La mujer cabeceó y se movió para tomar el vaso después que
Aubrey bebió. Ella lo dejó sobre la mesita de noche, al lado de una
foto de ella y Caine.
—Eres Chloe.
—Sí —la mujer le ofreció su mano—. Chloe Evans, o Chloe
Caine. Depende de si sacó o no la basura en ese día.
Aubrey sintió el impulso de reírse en silencio.
—¿Y el hombre del patio? —la cabeza de Aubrey todavía se
sentía brumosa por eso su voz fue suave cuando hizo la pregunta—,
¿el hombre desnudo?
Chloe sacudió su cabeza y se rió.
—Ese era el legendario William Barklee Caine.
—Lee Caine —Aubrey repitió—. ¿El que está en un conjunto de
rock, verdad? Los Perritos…
—Los Estilos —Chloe cabeceó—. Como sea, hagas lo que hagas
no le hagas saber que los has reconocido.
Aubrey rió.
—Ellos tienen un vídeo en MTV.
Chloe rió a carcajadas e hizo rodar sus ojos.
—Y por Dios, por favor no le dejes saber que lo has visto. No
hay bastante territorio en estas montañas para contener su ego si lo
supiera.
Aubrey hizo la nota mental y se recostó en la almohada otra
vez. Ella era todavía se sentía mareada. Todavía estaba un poco
inseguro sobre lo que había pasado.
—Entonces los híbridos en realidad cambian en perros —dijo
Aubrey.

76
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

— No en perros —corrigió Chloe—. En lobos. Canis rufus, para


ser más exacto.
—Canis rufus.
—Lobos rojos. Aún cuando la mayor parte de ellos sean negros
—explicó Chloe.
Aubrey rodó a su lado y dobló la almohada bajo su cabeza.
—Entonces ¿por qué los llaman así? ¿Lobos rojos? Por qué no
lobos negros o los chicos calientes y creativos a quienes le crece
mucho el cabello o…
Chloe se rió.
—Los llaman lobos rojos porque al principio creían que eran
rojos, eran híbridos pero existía la versión de que no podían
transformarse. Se decía que los Canis Rufus eran descendientes de
los lobos grises y de coyotes, por lo tanto su descendencia eran lobos
rojos encontrados en los Apalaches en Carolina del Norte.
Aubrey sacudió su cabeza.
—¿Y dónde entra su parte humana?
—Bien —Chloe comenzó—, dice la leyenda que algunos de esos
lobos grises, al no tener compañeras se emparejaron con hembras de
otra especie.
—Estás diciendo mujeres humanas…
—Exactamente.
Aubrey miró un cachorro de lobo trepar por detrás de la cama.
Isabelle, pensó.
—Es una pequeña preciosa.
Chloe sonrió abiertamente y curvó una de sus cejas en Aubrey.
—Entonces al principio no lo creían, pero ¿qué creen ahora?
Isaiah roía el cubrecama, intentando usar el paño para tirarse
encima de la cama. Chloe lo agarró con fuerza y lo levantó para darle
una suave palmada en su trasero.
—Bueno, sospecho que los híbridos son en realidad otra especie

77
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

totalmente diferente. Que se han formaron a la par de los perros


doméstico y los lobos.
—¿Por qué piensas eso?
—En primer lugar, nadie es capaz de entender que el esperma
canino pudiera haber fertilizado un huevo humano. Eso no tiene
sentido.
—Sí —Aubrey cabecearon—. Supongo que el ADN de cerdo y
elefante no empalman.
Aubrey se rió.
Chloe puso una expresión en blanco.
—¿Acaso no eres admiradora de South Park? —le preguntó
Aubrey.
—¿Qué es South Park?
Aubrey agitó su mano delante de su cara.
—No importa. ¿Entonces no crees que los híbridos puedan ser
una especie completamente diferente de lobos?
—No —Chloe sacó al cachorro que estaba mordiendo la punta
de un zapato de Aubrey.
Aubrey rió cuando escuchó las próximas palabras que salieron
de la mujer
—Creo que los híbridos son una especie completamente
diferente de hombre.

La especie híbrida, mitad lobo y mitad hombre era toda nueva


como una especie humana nueva era algo extraño. No había otra

78
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

palabra para describirlo. Eso era extraño. E mayúscula, X mayúscula,


T mayúscula…
Aubrey se abrazó y miró fijamente hacia las montañas.
Joseph estaba ahí, en algún sitio, en el bosque y bajo la luz
débil de crepúsculo. Desde que Aubrey había despertado no había
podido hablar mucho con Joseph. Principalmente porque él casi no
tenía tiempo, había estado preparando las lecciones de los gemelos,
al menos esa era su excusa.
Él tenía miedo de oír lo que Aubrey diría sobre su herencia y su
extraña genética. Eso estaba muy claro.
En cuanto a Aubrey, ella realmente no estaba muy segura de lo
que diría si le daba la posibilidad.
—¿Estás bien?
Chloe había sido un don del cielo. Otra mujer, una mujer
inteligente y sana que trataba con cariño y aceptación a un hombre
como Joseph era una bendición para Aubrey.
—Estoy bien —a pesar de sus palabras, Aubrey tembló—. Es
que es solo completamente…
—¿Extraño?
No había otra palabra.
Chloe puso sus manos sobre el pasamano de pórtico y se
acercó a mirar la vista de Aubrey.
—Creo que tenía una ventaja cuando encontré a Caine. Estaba
bastante preparada. Toda mi vida trabajé con híbridos, la mayor
parte mujeres.
Aubrey le echó un vistazo de perfil a la otra mujer.
—¿Cómo?
Chloe se encogió de hombros.
—Había pasado la mayor parte de mi vida estudiando a los
lobos, entendía su modo de vida, sabía lo que los movilizaba, sabía
que tenía que hacer si se ponían violentos, entendía su naturaleza

79
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

territorial.
Quizás Chloe tenía razón. Tal vez ella también estaba lista para
tratar con un hombre tan diferente a los otros, y tal vez sólo se
estaba engañando a sí misma.
Pensar que alguna vez realmente pudiera aceptar a Joseph tal
como era. Después de todo, tenía experiencia en citas y no lo había
hecho tan mal, y eso que nunca había tenido un perro.
—Entonces, puedo ver que te sientes extraña por la forma en
que has respondido a Joseph.
¿Irónica?
Instintivamente, las garras de Aubrey afloraron.
—No me siento extraña estoy extrañamente preocupada por
Joseph —el desafío de Aubrey fue ruidoso y claro—. Me siento rara
ahora mismo.
Chloe se encogió otra vez. Se veía despreocupada.
—No es nada para ofenderte. No, no te consideraría menos
mujer si no pudieras tratar con ello.
Oh, no, ella no se ofendería.
Aubrey cruzó sus brazos y se dio vuelta para enfrontar a la
hembra pelirroja a su lado.
—¿Si no pudiera tratar con ello? —un depredador de un género
completamente diferente comenzó a surgir de la profesora Aubrey
Upton—. Déjame decirte, doctora Evans…
—Hoy soy Caine. Él recordó mis tampones.
—No sólo puedo tratar con Joseph, puedo tratar con que sea un
híbrido, o con su extraña polla y puedo ver como se convierte en
perro…
—Bueno, ellos no son realmente perros.
—Y además, —Aubrey no hizo caso a la maldita corrección de
Chloe—, ¡Soy perfectamente capaz y dispuesta a tratar con un
hombre como él! No he estado corriendo alrededor de bosques

80
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

durante los últimos cuarenta años, jugando con cani…


—Caninus rufus, para ser exacta.
—He estado tratando con hombres. Con muchos hombres
diferentes en distintas etapas de mi vida. Y ya que dijiste que crees
que los híbridos son otra especie de hombre.
No otra especie de lobo, ¿por qué demonios no voy a estar
preparada para un hombre… para tratar con mi hombre?
Chloe miraba fijamente las montañas. Y se estaba riendo.
Aubrey oyó el ¡pop! del pedazo de goma en su boca.
—Eres una perra.
Aubrey no pudo menos que reírse. Era raro que otra mujer la
engañara o le enseñara algo sobre ella mismo. Se sentía lindo. Por
esta vez.
—¿Lo crees?
Otra vez, Chloe se encogió. Ella entonces pasó su brazo a
través de los hombros de Aubrey.
—Al menos no soy la última de mi especie.

En los pinos encima de ella, Aubrey podía oír los instrumentos


de viento de madera. Se sentía el sonido llegar desde el desfiladero,
y las cuerdas de violines y violonchelos, se destacaban. Mientras la
orquesta esperaba al director, Lee, que dirigía fascinado los gañidos
agudos de los gemelos mientras los ayudaban a calentarse. Eran
absolutamente adorables.
—¡Estoy tan excitada!
Aubrey rió tontamente ante el entusiasmo maternal de Chloe.
Y ella tuvo que admitir, que también estaba malditamente excitada. Y

81
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

lo oía otra vez, no era una cosa diaria el que Aubrey estuviera
sentada en una cama de agujas en los Apalaches escuchando el
funcionamiento vocal de una manada de perros.
Que esto lo hicieran unos lobos, una manada de lobos, una
manada de Canis rufus más exactamente.
—Ellos han estado trabajando en esto durante semanas —
explicó la madre de Caine. Aubrey y Chloe ayudaron a la mujer más
vieja a sentarse en la tierra. Entonces ella se dio vuelta hacia
Aubrey—. Estoy tan feliz de que estés aquí nosotros para oírlo.
Ellos eran tan cálidos. Todos ellos. Y era un punto muy fuerte.
Aubrey ya podía darse cuenta de que una ventaja de los híbridos era
la lealtad familiar, una que la mayor parte de los seres humanos ya
había desechado, completamente. Si alguna vez realmente la habían
tenido.
Chloe acarició el muslo de Aubrey.
—Creo que están listos.
Los gemelos y el Lee estaban en la base de la roca. Todos
estaban en cuatro patas. Aubrey miró con temor como Caine y su
padre se acercaron y los rozaron. Caine era un lobo enorme,
completamente negro. Tan negro como la noche igual que Lee. Y
obviamente el color del alfa retirado había sido alguna vez justo como
el de sus hijos, pero la edad y una pizca de cana lo había girado un
color gris oscuro, ahumado.
Chloe dio un codazo a su suegra y luego sonrió abiertamente en
Aubrey.
—Todavía mantiene tu llama caliente, ¿verdad?
Todas las tres mujeres todavía cacareaban cuando "el maestro"
salió del bosque.
Aubrey dejó de reírse, y parpadeó.
—¿Ese es…?
El animal que se acercó a la roca se movía con tal dignidad, aire

82
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

de elegancia y agilidad que no podría ser el mismo jovencito de


veinticuatro años al que ella embromaba llamándolo niño. Esta
criatura no podía ser el cachorro del que Aubrey se había enamorado.
—¿Joseph?
No era el tamaño de su físico o su color lo que había
embelesado a Aubrey, Joseph era la sombra exacta de Caine y Lee y
quizás un centímetro más pequeño que los otros tres hombres. Pero
su comportamiento, su orgullo, la confianza y agilidad se
demostraron cuando se acercó al borde de la roca y dio un solo salto,
atlético, y cayó encima.
—Eso sí es caliente.
Aubrey no podía estar de acuerdo más con la evaluación de
Chloe. Joseph tenía calor.
No habría ningún toque de batuta. Ningún silencio hacia los
balcones para que el concierto comenzara.
Joseph, el hombre que Aubrey amaba, simplemente examinó
los ojos de cada miembro de su orquesta, comunicándole a cada uno
de ellos que estaba listo. Entonces enderezó su espina, inclinó su
cabeza atrás.
Y aullaron.
La primera nota fue baja. Muy baja. Una lenta y caliente
vibración. Aubrey podía sentir el hoyo en su vientre. Pero la siguiente
nota se elevó hasta los árboles, hasta que el sonido reverberó entre
las montañas y cada lobo del territorio circundante pudo oírlo.
Joseph era magnífico. Espectacular. Y se hizo más
impresionante cuando el resto de su familia participó con sus propios
aullidos. Aubrey miró los músculos de las seis magníficas gargantas
peludas apretarse mientras Joseph conducía a los otros híbridos en
escalas y ritmos que ningún compositor jamás podría escribir.
Esto no era extraño. Esto no era extraño o alienígeno. Y
definitivamente no era nada que Aubrey no pudiera manejar.

83
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Esto, comprendió Aubrey, era el arte.

84
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

EPÍLOGO
—¿Joseph? —se quebró una ramita. Aubrey avanzó otro paso y
se detuvo—. ¿Eres tú?
Contestaron nada más que los bichos nocturnos. Bichos
nocturnos. Aubrey no tenía idea de qué eran aparte de pequeñas
criaturas diminutas y nunca vistas capaces de crear un coro
ensordecedor de silencio.
Especialmente en las montañas.
—¿Joseph? —los nervios la obligaron a reírse—. ¿Dónde estás?
Estaba tan oscuro que Aubrey apenas podía verse la mano
frente a la cara. Tan oscuro que cuando se detuvo en un matorral de
pino y trató de mirar alrededor, sintió que sus pupilas se esforzaban
fútilmente en su intento de encontrar luz.
Aubrey se cubrió los pechos con sus palmas y entrecerró los
ojos a través de la oscuridad.
—¿Joe? —preguntó envolviendo los brazos alrededor de su
pecho y escuchando por alguna pista de su novio.
—Vamos, cariño. Tengo frío —imploró.
Justamente otro bocado de información del que se había
enterado involuntariamente sobre las Smokies. Sin importar cuán
caliente estaba durante el día, las noches eran casi siempre un poco
frías. Especialmente si lo único que usas es una capa roja con
capucha y bragas de encaje.
—Tengo frío. Y… —dijo Aubrey mientras su mirada recorría de
un lado a otro—. Y estoy un poco asustada.
Los pezones de Aubrey se habían erguido en el segundo en que
salió de la casa de Caine con el pecho desnudo y al aire fresco de la

85
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

noche. El miedo y la excitación sobre participar en la fantasía de


Joseph sólo los ponían más duros.
—¿Joseph? ¿Estás ahí?
Él la podía ver. No le respondía, pero estaba allí afuera. Se
suponía que el juego fuera un poco espeluznante, pero dondequiera
que él estuviera, aún si ella no podía oírlo o verle, Aubrey sabía que
Joseph vigilaba a su... perra.
Un maquillaje genético híbrido era bizarro, pero también
significaba que Aubrey era amada en una forma como nunca antes lo
había sido. Si nunca entendiera otra cosa acerca de Joseph o su
especie, entonces ella entendía esto.
No había forma en que el lobo o el hombre en él pudieran
dejarla alguna vez sola y sin protección.
Recordándose que no tenía nada por qué preocuparse, Aubrey
respiró profundamente para relajarse y volvió su cabeza a la fantasía.
Al acurrucarse bajo las mantas la noche antes, su guapísimo hombre-
perrito le había confiado que siempre había querido acechar y —
comer— a Caperucita Roja. Solamente nunca había encontrado a una
mujer lo suficientemente arrojada como para hacer de Caperucita
para su lobo grande y malo.
La has encontrado ahora, había sido la respuesta de Aubrey.
—Oh, bien —gritó Aubrey en la oscuridad—. Aquí estoy —abrió
su capa y ahuecó sus pechos con las manos. Pellizcando ambos
pezones, lo provocó:
—Me imagino que sólo me llevaré estos dulces a la casa de la
Abuelita —esperó—. Como nadie aquí afuera en el bosque parece
quererlos.
Repentinamente no fue sólo el amor de Joseph y la naturaleza
protectora lo que le dijeron que él la podía ver. Aubrey lo podía
sentir. No físicamente, él no se había acercado a ella. Pero cuando un
cosquilleo viajó muy decididamente hacia abajo, a lo largo de su

86
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

columna vertebral erizándole los cabellos diminutos de la nuca, lo


supo.
Sin lugar a dudas. Ella estaba definitivamente siendo vigilada.
Joseph estaba allí afuera en alguna parte, a cuatro patas, clavando
los ojos en ella con sus bellos ojos caninos.
Aubrey sonrió mientras deslizaba sus dedos adentro de sus
bragas.
—¿Ves? Tengo esta canasta bonita y caliente de delicias aquí
mismo —dejó escapar un suspiro mientras jugaba con su clítoris, y
luego dejaba que sus dedos resbalaran hacia la abertura de su
coño—. Y odiaría que se vayan a desaprovechar.
Aubrey pensó en las sugerencias que Chloe le había ofrecido
sobre cómo conservar tal... bestia... feliz. Básicamente, mientras más
mojada estuviera Aubrey, cuanto más excitado pudiera poner a su
coñito, más controlado por el deseo de follar estaría Joseph. Y
aparentemente, según la experta híbrida residente, no había nada
que hiciera más feliz a un hombre híbrido que jugar con su naturaleza
depredadora estimulando su deseo por follar.
Mientras Aubrey pasaba sus dedos a través de los rizos
húmedos entre sus piernas, se preguntó si Joseph podría olerla.
Preguntándose si él podría darse cuenta por el perfume de su coño
que su cuerpo estaba listo para que lo montara.
Sólo había una forma de averiguarlo, decidió. Intentando hacer
realidad el sueño sexual de su hombre, Aubrey se recostó contra un
pino complaciente y abrió sus piernas.
El aire frío de noche inmediatamente asaltó el botón duro de
carne entre sus muslos. Aubrey jadeó pero entonces fue hacia abajo
hasta alcanzar a separar los labios de su coño para así estimular
mejor su clítoris.
—Me pregunto cómo sabrán mis dulces —Aubrey empujó dos
dedos en los pliegues de carne mojados y luego llevó los dedos

87
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

brillantes a sus boca—. Mmmm —se chupó el jugo de su coño de los


dedos—. Son salados y dulces.
En alguna parte muy cerca de ahí, otra ramita se quebró.
Aubrey no permitió a sus ojos que buscaran al culpable. En lugar de
eso, se deslizó hacia abajo por el tronco del árbol y se sentó en el
suelo.
Colocando su trasero en la parte inferior de la capa, Aubrey se
quitó las bragas y se asentó en el piso del bosque con sus piernas
separadas. En esta posición sus manos podían alternar entre
juguetear con la protuberancia firme de su clítoris y la raja mojada
detrás de él. Adelante y atrás.
Frotando su clítoris y luego mojando sus dedos dentro de su
coño. Frotando otra vez y luego presionando hacia atrás dentro de su
vulva. Luego de un momento Aubrey podía sentir el cosquilleo de un
orgasmo construyéndose bien profundo en su interior.
Aubrey jadeó cuando su cuerpo inesperadamente se sacudió
con fuerza por su propio toque. Ella encontró sus pezones no sólo
descarados sino agudísimamente sensitivos cuando pellizcó uno
primero y luego el otro con su mano libre. Imaginando que era la
polla de Joseph trabajándole adentro y afuera su coño, Aubrey se
mordió el labio inferior cuando los músculos de su coño comenzaron a
latir y pulsar en las puntas de sus dedos.
—Si no tengo cuidado, entonces voy a obligarme a correrme —
advirtió ella a su novio todavía no visto—. ¿No quieres estar aquí
conmigo para eso? —preguntó Aubrey con sus ojos cerrados y se
maravilló con lo mojado y excitado que estaba su coñito—. Sé que se
supone que me persigues por el bosque, pero estar aquí afuera es
mucho más divertido de lo que esperé.
Joseph había estado en lo correcto cuando le había hablado del
lado salvaje de ella. No era la moradora de apartamento, la profesora
de historia de arte, la que se sentaba contra un pino con su sexo

88
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

expuesto a los elementos, entonces debía ser la parte suya que era
aún más animal que humana la que se sentaba con sus talones
ahondando en la suciedad mientras jugaba consigo misma.
—Joseph —suspiró sin abrir los ojos. Su coño comenzaba a
apretar y pulsar. Latiendo lentamente como anticipación de su
orgasmo.
—No pienso que esto sea exactamente lo que tenías en mente
—sus dedos bucearon más profundo en su coño y gimió—. Me parece
que se suponía que yo ponía más que una persecución, ¿no?
Su pregunta fue contestada por el hociqueo que sintió contra
los pliegues de su coño.
Dientes. Labios. Lengua. Aubrey no estaba segura en qué forma
estaba Joseph cuando su boca saboreó por primera vez su coñito.
Independientemente de eso, él era humano en pocos segundos.
Dedos calientes y gruesos se deslizaron hacia arriba, dentro de ella.
Dos dedos en su coño, uno en su culo. Tal cual le había dicho
que deseaba. Joseph trabajó ambas partes de su cuerpo mientras sus
dientes y su lengua provocaban su clítoris.
—Se supone que me cazas —discutió débilmente—. Como el
lobo malo y grande.
Él le aspiró el clítoris entre sus dientes y la mordió
delicadamente. Aubrey enredó sus dedos en el pelo de él y lo jaló
más apretadamente entre sus piernas.
—Se supone que ésta es tu fantasía —su voz fue mínima
cuando ella imploró.
Joseph le abrió los labios y presionó su lengua estirada contra
la abertura de su sexo. Con cada lamida ascendente, él curvaba la
punta de su lengua en el capullo de su clítoris, provocándolo y luego
lo chupaba antes de lamerle el coño otra vez.

89
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Aubrey trató de hacer que sus protestas sonaran sinceras. Ella


quería verdaderamente ayudar a Joseph a experimentar su fantasía
de lobo grande y malo.
Pero otro golpe o dos de su lengua era todo lo que iba a tomar.
Otro empuje de sus dedos en su coño, su culo, y la iba a empujar por
el borde.
—Joseph, estoy por…
Su polla, más dura de lo que ella la había sentido antes, detuvo
sus palabras. Joseph había quitado sus dedos y boca de su cuerpo, y
había presionado la cabeza de su polla contra sus labios. Pequeños
movimientos hacia adelante de sus caderas la urgieron a que se
tragara su asta.
Aubrey abandonó su placer por el momento, volviendo en su
lugar la atención a la erección espléndida de Joseph. Por mucho que
quisiera correrse, también quería hacer feliz a Joseph. Y si una
mamada Smoky Mountain era lo que él quería, entonces una mamada
Smoky Mountain era lo que iba a obtener.
—Amo tu polla —lo miró hacia arriba con un destello en sus
ojos. Él estaba largo y grueso y más de una vez Aubrey tuvo que
relajar su garganta para tomarlo todo. Pero lo tomó. Cada pulgada
maravillosa y caliente. Repetidas veces, se tragó la cabeza de su
polla, todo el rato trabajando sus dedos de arriba abajo por su eje y
aún más atrás para provocar sus pelotas.
—Chúpalas —la voz de Joseph estaba tensa cuando hizo su
petición—. Chúpame las pelotas.
Aubrey sonrió y tomó uno de los sacos peludos en la boca.
Inmediatamente su polla se puso aún más dura, haciendo que la piel
de su escroto se tensara más.
—¿Es parte de tu fantasía? —preguntó Aubrey antes de tomar
su otro testículo entre sus labios—. ¿Tener a Caperucita Roja
chupándotela en mitad del bosque?

90
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Joseph gruñó, su cuerpo agitándose involuntariamente un poco


antes de que dijera sarcásticamente:
—En realidad esperaba encontrar a la Abuelita con su dentadura
postiza.
Aubrey se rió para sus adentros antes de darle a su pene un
último paso hacia adentro de su garganta.
—Ahora que estás amable y duro, ¿qué tal si me follas al estilo
gente? —sonrió ella ampliamente.
Ella no tuvo que preguntar dos veces. Usando el árbol a su
espalda para mantenerla fijada, Joseph fue hacia abajo y deslizó sus
manos bajo el trasero de Aubrey, levantándola sólo un poco del suelo
y le empujó su polla profundamente en el coño. Luego la retiró
completamente, y entonces la empujó dentro de ella otra vez.
—¿Así? —le preguntó.
Aubrey asintió y le envolvió los brazos alrededor del cuello y las
piernas alrededor de su cintura.
—Justo así.
El sabor de su propio cuerpo se encontró con su lengua cuando
Joseph presionó sus labios con los suyos y empujó en ella otra vez.
—Mujer, te amo —murmuró.
Aubrey rió tontamente:
—Yo también te amo.
Él la folló. No lentamente. No amablemente. Y no
pacientemente. Con sus manos sosteniendo las mejillas de su culo
arriba y separadas y el peso de su cuerpo presionándola contra del
árbol, Joseph condujo su polla bien profunda en su interior. Una y
otra vez, cada una sacándola casi completamente y empujándola bien
profundo en sus interior.
Los dedos de Aubrey se clavaron en los músculos de sus
hombros mientras luchaba por mantener alguna semblanza de
autocontrol. Su coñito, lleno tan profundo y tan completamente por

91
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

su erección, había comenzado a contraerse casi inmediatamente con


él metiéndosela. En cuestión de segundos su cuerpo comenzó a caer
en un abismo aparentemente sin fondo de clímax.
Mientras ella se venía Joseph detectó las contracciones dentro
del cuerpo de Aubrey y en un movimiento sexual que él
probablemente debería patentar, a propósito hizo que sus acciones
reflejaran el orgasmo de ella.
El resultado fue maravilloso. Con cada empuje, su coño
apretaba en su polla y cada vez su cabeza era succionada aún más
profundo en su cuerpo.
Las paredes de su coño se contraían, Joseph empujaba. Su
coño se contrajo otra vez y él empujó. Una, otra y otra vez,
obligando a la sensación de su orgasmo a continuar hasta que Aubrey
estuvo segura que sufriría un colapso por satisfacción y cansancio
excesivo.
Finalmente, Joseph no pudo detener a su cuerpo de unirse
completamente al de ella. Él también se corrió. Por varios momentos
largos y perezosos su polla pulsó y latió dentro de ella y su semen la
llenó con su calor dulce y pegajoso.
Cuando su polla se deslizó fuera de ella, Aubrey la alcanzó y la
apretó una última vez. Ella llevó sus dedos, mojadas con los jugos de
ambos cuerpos, hacia su boca.
La falta de complejos de Joseph sobre cosas como el sexo oral y
compartir los fluidos corporales eran simplemente otra razón que
Aubrey había encontrado para adorar a los híbridos. Cuando Joseph le
chupó los dedos y luego besó su boca, el coño se le apretó,
deseándolo ya otra vez.
—Oh, qué boca tan grande tienes —sonrió ampliamente Aubrey
y movió sus cejas.
Joseph gruñó y rozó su cuello con sus dientes.
—Para comerte mejor, mi amor.

92
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Riéndose ahogadamente, Aubrey agarró su pene semierecto en


su mano.
—Y qué polla tan grande tienes.
Joseph se sentó en el piso del bosque y jaló a Aubrey encima
de su regazo. En cuestión de segundos su polla estaba lista para que
ella lo montara.
—Pienso que ambos sabemos cómo termina.
Aubrey lo montó a horcajadas y Joseph se deslizó en ella otra
vez.
—¿Obtuviste tu fantasía? —preguntó ella.
Ninguno de ellos se movía. Joseph estaba meramente
anidando en su interior.
—¿La de Caperucita Roja?
—Sí.
Joseph la atrajo cerca, presionando sus pezones contra su
pecho.
—En verdad, no.
Aubrey hizo pucheros.
—¿Entonces, no eres feliz?
—Oh, soy perfectamente feliz. Y he obtenido exactamente lo
que quiero.
Aubrey enlazó sus dedos detrás de la cabeza de él y comenzó a
mecerse arriba y abajo.
—¿Y qué es?
Usando sus manos en cada lado de su trasero, Joseph comenzó
a guiarla lentamente de arriba abajo por el largo de su asta.
—No estoy seguro aún —sonrió ampliamente y le mordió el
labio inferior—. Podría ser una compañera. Posiblemente una esposa.
—Puedo manejar ser alguna de esas cosas — dijo Aubrey.
—¿Estás segura? —preguntó.
—Estoy segura.

93
El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!

Aubrey debería haber sabido que él estaba tramando algo.


Podía ver la travesura en sus ojos azules antes de que él preguntara:
—¿Te puedo llamar mi abuelita?
Inmediatamente ella apretó su polla con los músculos de su
vagina. Joseph gruñó en deleite por la presión que ella podía infligirle
en su erección.
—No, jovencito, no puedes.

FIN

94

También podría gustarte