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Delicia 22 Violinista PDF
Delicia 22 Violinista PDF
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El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!
RESUMEN
Ella puede tener casi cuarenta pero para Aubrey Upton sentirse
joven por dentro es lo único que le importa. Ha visto y hecho todo lo
que ha querido y aún le queda mucho, incluyendo algún romance que
seguro felizmente, alguna vez llegará o quizás ahora, que encontró al
profesor Joseph Bolinger.
Él es mucho más joven que ella y un genio musical, ahora ¿Qué
querría con ella?
Pero Joseph no sólo la quiere, él sabe que ella es la perfecta
compañera para el lobo que hay dentro suyo. Él podrá ser joven pero
eso no significa que no conozca su otra mitad cuando logra unirlos y
eso es exactamente lo que Aubrey es. Ahora si tan sólo pudiera
conseguir que esté de acuerdo y también encontrar el coraje de
revelarle su lobo oculto
Tanto Joseph como Aubrey están en un viaje de
descubrimiento, buscan averiguar que pueden pasar entre un hombre
y una mujer que aún con edades muy diferentes son perfectos el uno
para el otro.
El aullido del violinista te dejará llena de alegría.
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El aullido del violinista BLYNE EDWARDS
¡Oh qué delicia!
CAPÍTULO UNO
—Perdóneme ¿Señora?
¿Qué?
¿Qué?
¡Por el amor de Dios!, ¿Qué?
Aubrey cerró sus ojos, mordió su labio y seriamente pensó en
no hacer caso al enésimo día de información, orientación o
asesoramiento. La primera semana del semestre de otoño siempre
era un infierno. Caras nuevas, nuevas clases, nuevos nombres y
horarios que recordar.
Cientos de pequeños cachorros, perdidos estudiantes de primer
año que vagaban alrededor del campus, echando de menos a mamá.
—Estoy un poco perdido —presionó él.
Multitud de firmas, papeles legales, chicos en crecimiento.
Ninguno de los cuales veía el arte de los cuarenta años de una
profesora de historia, no importa como de bien se hubiese mantenido
o de agradable fuera a la vista, para una relación sexual o una
posible novia.
—Estoy tratando de encontrar el Pasillo Ayres.
Setiembre era el mes en que Aubrey odiaba su edad.
Principalmente porque era bombardeada con todo tipo de
recordatorios de los jóvenes, culos entusiastas, como el que estaba
atendiendo.
Si los hombres de veinte sólo supieran…
—Si no le importa, realmente necesito de su ayuda.
Sí, tú y otros miles de estudiantes de primer año, pensó Audrey
cuando ella se puso la correa de su bolso sobre su hombro y giró para
enfrentarse con lo que ella sospechaba que sería otro niño adoptado.
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¡Oh qué delicia!
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¡Oh qué delicia!
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Ivy League, Liga Ivy o Liga de la Hiedra es una asociación y una conferencia deportiva de la NCAA de
ocho universidades privadas del noreste de los Estados Unidos. El término tiene unas connotaciones
académicas de excelencia también como cierta cantidad de elitismo (todas pertenecen a la Costa Este,
concretamente a algunos de los primeros Trece Estados fundadores). Estas universidades son también
referidas como Las ocho antiguas o las Hiedras (the Ivies). Los miembros de la Ivy League son:
Universidad Brown, Universidad Columbia, Universidad Cornell, Dartmouth College, Universidad Harvard,
Universidad de Pensilvania, Universidad de Princeton, Universidad Yale,
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¡Oh qué delicia!
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¡Oh qué delicia!
Wow.
Joseph presionó sus palmas contra el escritorio y echó la
cabeza para atrás en la silla.
—Simplemente… wow.
Esta vez dijo la única palabra que pensaba que podría
describirla en voz alta. Wow.
La profesora Aubrey… algo —Joseph alcanzó el directorio de la
facultad— de hecho, era algo. Pelo rubio hasta los hombros, grandes
ojos verdes, y un aire de sabiduría y confianza que envió al humano
en Joseph pequeños cuentos con fantasías de niños traviesos en
pantalones cortos bajados por las suaves manos de sus niñeras y
algunas azotainas a sus piernas desnudas.
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¡Oh qué delicia!
A Joseph le gustó que ella fuera mayor. Aubrey era unos pocos
años mayor que él, a su juicio. Y ciertamente, la mayor parte de los
hombres de la edad de Joseph nunca miraría a una mujer quince
años mayor. Sobre todo no de un modo sexual.
Pero la mayor parte de los hombres de la edad de Joseph no se
parecían a él. Ellos no habían sido brillantes directamente salidos del
útero como Joseph lo era cuando había nacido. La mayoría de los
hombres de veinticuatro años aun no tenían la capacidad intelectual
de un adulto, y mucho menos el estrés de haber sido insanamente
dotado desde niños.
Seguramente las mujeres de la edad actual de Joseph habían
sido interesantes para él, cuando tenía nueve años. Sin embargo, la
madurez de Aubrey no era lo peor. Si no que ella lo quería. Ella lo
deseaba físicamente, por lo menos. Su cuerpo no había respondido
como si Joseph fuese un niño mocoso.
Se había dado cuenta de su atracción casi inmediatamente
después de su reunión. Joseph supo de su deseo probablemente
antes de que ella lo hiciera, debido a que su parte canina había olido
su excitación después de sólo unos segundos de estar a su alrededor.
Si él la conociese mejor, si hubiesen sido amigos íntimos y sí
ella hubiese sido privada de los secretos de Joseph, podría haberse
inclinado más y susurrado a la Doctora Aubrey —su dedo rastreando
la página hasta que sus ojos se encontrasen—. ¿Señora? Estás muy
excitada y tu coño está a punto de llegar a estar muy húmedo.
Y si fuesen amigos muy cercanos, Joseph entonces la habría
hecho girarse, levantando su falda y montándola desde atrás. Joseph
gimió y cerró de golpe el directorio.
Realmente no tenía tiempo para masturbarse antes de que
llegase su primer alumno, pero al parecer iba a tener que hacer
tiempo. El hueso dentro de su híbrido lobo/humano significaba que él
pene siempre estaba erecto. Siempre listo para una mujer receptiva.
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¡Oh qué delicia!
Aubrey había hecho que su polla se irguiese con fuerza. Más dura
ahora de lo que Joseph nunca antes podía recordar. Sus ojos, su
pelo, el valle oscuro de su hendidura y el camino de sus pechos
empujados hacia arriba, sus pequeños y tiesos pezones, allí, como si
se ofreciesen para su boca.
Y la forma en que olía. Dios mío, ¿la mujer sabía lo bien que
olía?
Como el sexo. Y deseo. Ningún hombre humano sería capaz de
descubrirlo hasta que sus bragas estuvieran quitadas y su cara
estuviese entre sus piernas. Sin embargo, Joseph podía oler a través
de sus bragas, debajo de su falda, y a varios cientos de metros de
distancia.
Él todavía podía olerla. Sabía exactamente donde estaba su
oficina y podría acercase directamente a la clase de donde estaba
enseñando en ese momento, si quería, porque podía detectar el
aroma de su delicioso y oloroso coño.
Esto lo volvía loco.
—¿Profesor Bolinger?
Joseph miró fijamente al altavoz del teléfono mientras que se
frotaba el dolor de su entrepierna.
—¿Sí?
—La de las diez está aquí.
No había tiempo para una masturbación. Y con el aroma de su
coño todavía llegando solo desde unos edificios más allá, él solo iba a
tener que quedarse duro durante un tiempo.
¡¡Maldición!!
Duro. Excitado. No podía concentrase en nada más que en
Aubrey.
Joseph recogió su violín y lo metió debajo de su barbilla para
ajustarlo.
—Envíamelo.
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CAPÍTULO DOS
—Está medio raro, está raro…
—Yo llamo a eso “protestar” — él le guiñó el ojo.
Aubrey se rió disimuladamente de su comentario y lo miró
cortar otro pedazo de filete.
Él levantó el tenedor a su boca.
—Pruébalo.
El pollo de su propio plato estaba hecho. Completamente
cocinado y lo más probable es que muerto desde hacía varias
semanas. Poniendo una venda sobre esto Aubrey estaba bastante
segura de que la vaca sobre el plato de Joseph aun tenía una
oportunidad.
—Está todavía sangrando —ella se rió esta vez porque estaba
nerviosa. Y de una manera extraña, excitada al mismo tiempo.
—Pruébalo.
El pensamiento de comer algo tan poco cocido era inquietante.
Se equivocaba. Era erótico de una manera que Aubrey no podía
describir.
Su lengua llegó a la carne antes de que pasara por sus labios.
Salado y dulce. El sabor picante artificial de la cocina ensombrecida
por el gusto ácido decadente de la sangre.
—Eres una buena chica.
Los dientes de Aubrey tiraron del trozo del tenedor.
¿Una buena chica? ¿Él realmente acababa de llamarla una
buena chica?
El dedo de Joseph atrapó una línea de jugo antes de que esta
goteara por su barbilla.
—Te perdiste la mejor parte.
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parte de ella. Pero estar dentro de Aubrey era un placer que Joseph
sabía que no podía tener.
Aubrey no sabía nada sobre él. No realmente. No las cosas que
realmente importaban.
Ella no sabía lo que era realmente. No sabía nada sobre su
sangre híbrida. Tampoco tenía alguna forma de entender que le
pasaría físicamente si ella realmente le hiciese una mamada.
Dios le prohibía hacer el amor con ella.
De todos modos sus labios eran muy suaves cuando ella los
presionó contra él. Su boca tan caliente, dulce y acogedora. La
erección de Joseph estaba tensa contra su pantalón cuando él
permitió a su lengua explorar y profundizar en su boca.
—Quiero probarte —murmuró él entre besos.
Ella mordisqueó un poco mas fuerte su cuello.
—Tú me estas probando —su mano se deslizó hacia abajo y con
cautela agarró su polla—. Y en un minuto, pienso probarte.
No había ninguna forma en que él pudiera dejarla ver o
acariciar su polla desnuda. Y no había forma de que ella pudiese
chuparlo, independientemente de cómo de ansiosa pareciese y no
importaba cuan maliciosamente Joseph quisiera dejarla hacer
exactamente eso.
—Creo que me gusta mi idea —ella acarició la longitud de su
erección a través de sus pantalones—. Casi tanto como me gusta la
idea de tratar de domesticar algo de este tamaño.
Ella apretó, solo lo suficiente para que Joseph gruñese,
dolorosamente avergonzado.
—Obviamente, tú no solo fuiste bendecido con cerebro y talento
musical.
Su coño estaba mojado. Bien lubricado e impaciente por recibir
su polla. Incluso sin tocarla o olerla, Joseph sabía esto. Cualquier
hombre reconocería la postura del cuerpo de Aubrey, el arco del
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CAPÍTULO TRES
—Ser un caballero apesta.
Joseph gruñó, apoyado en la mecedora y con las botas sobre la
barandilla del porche.
—Acabo de dar a la mujer lo que tuvo que ser el mejor orgasmo
de su vida… —hizo una pausa y señaló al hombre a su lado—. Y estoy
seguro de que ha tenido unos cuantos orgasmos realmente buenos
en su tiempo… Así que está preparada, mojada y lista. Estoy más
duro que las matemáticas chinas y más que deseoso de montarla
porque ella es… —ante el mero pensamiento de follar a Aubrey,
Joseph sólo podía sacudir la cabeza e intentar respirar—. ¿Y qué hice?
—Te fuiste a casa y te hiciste una paja.
—¡Exactamente! —señaló al hombre otra vez—. ¡Fui a casa y
me hice una jodida paja! ¡Ni siquiera le dejé chupar mi polla! ¡Y ella
estaba rogando chuparme! —una risa taimada cubrió la cara de
Joseph—. Los polluelos más viejos no tienen los mismos complejos
sobre el sexo que los más jóvenes, ¿verdad?
—No —el compañero de Joseph se estiró hacia la mujer que
acababa de salir al porche con ellos—. No los tienen.
—Así que ¿cómo se lo dijiste? —Joseph hizo señas a la pelirroja
que ahora mantenía un ojo en los dos cachorros de lobo en el patio—.
¿Y cómo reaccionó?
—Pensé que era un monstruo de la naturaleza —la mujer rió y
le tiró del pelo azabache de su marido—. Pero tiene una gran polla y
no hace una mala ensalada de macarrones, así que lo dejé deslizarme
la parte extraña.
Joseph rió en silencio ante la manera juguetona en que su
primo Damon Caine y su esposa Chloe se trataban el uno al otro.
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Aubrey.
—Es enamoramiento —declaró Joseph. Y asintió—. Ella es una
mujer mayor que tiene problemas y evidentemente piensa que soy
todo eso. Esto acaricia mi ego.
Asintió otra vez.
—Me estoy animando con esto del enamoramiento, ¿verdad?
Caine se encogió de hombros. Y sonrió. Pero no dijo nada.
—No estás ayudando —dijo Joseph.
—Hago todo lo que puedo.
Joseph se rió.
—¡¿Y qué es eso?! —entonces rápidamente levantó la mano con
la palma hacia fuera.
—No importa. ¿Esta es una de aquellas pruebas, verdad?
—¿Una de que pruebas?
—Ya sabes —hizo hincapié Joseph—. Una de aquellas “Si él es
realmente un alfa encontrará la respuesta correcta y no la cagará en
las pruebas del resto de su vida”’.
Caine todavía reía cuando su atención volvió al patio.
—Es bastante para volver loco a un hombre, ¿verdad?
Joseph se dio la vuelta para preguntar a Caine de qué diablos
estaba hablando, pero se detuvo cuando vio la expresión pacífica en
la cara de su primo.
—¿Qué es bastante para volvernos locos?
Hubo un gañido. Uno ruidoso. Seguido inmediatamente del
sonido de los lloros de dos niños de dos años.
Caine sacudió la cabeza mientras se ponía en pie para salvar y
sin duda consolar a los sollozantes niños.
—El amor.
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—¡¿Amor?!
La punta del tenedor con ternera se detuvo a centímetros de los
labios de Aubrey mientras miraba fijamente a través de la mesa a su
mejor amiga.
—¡No estoy enamorada de ese tipo!
Suzanne se encogió.
—Solamente digo…
—¡Y yo solamente digo no!
El sonido del tenedor de Aubrey contra la porcelana salpicó al
aire. La irritaba ser clasificada como "enamorada" de alguien. Tales
términos eran para las personas de diecinueve años que no conocían
nada mejor y para la publicidad pagada por el mercado del diamante.
Aubrey había dejado de creer en tales tonterías románticas
hacía mucho. El pensamiento de encontrar a una persona sin la que
no podía vivir era absurdo.
Al menos, solía serlo.
—No estoy enamorada de él.
—Lo que digas.
—No lo estoy.
—Bien.
Pinchó el mismo pedazo de solomillo y lo levantó otra vez.
—Creo que estoy… —los ojos de Aubrey buscaron en el aire
alrededor de ella—. Encaprichada —llevó la punta a la boca.
—Bien.
—Eso es todo.
—Desde luego.
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Ninguna mujer habló por un momento. Nada más que las voces
de los otros clientes, el tintineo de la vajilla de plata, y un silencio
aplastante, aterrador.
Finalmente Aubrey cerró los ojos.
—Oh, Dios, Suzie.
—¿Qué?
Aubrey tenía cuarenta años. Había estado en más países de los
que la mayoría de la gente podría nombrar y tenía títulos en temas
que la mayoría de la gente ni siquiera no podría pronunciar. Durante
los años de sus aventuras sexuales había aterrizado en las camas de
todo tipo de hombre imaginable.
Desde retozar en un castillo con un verdadero duque vivo quien
"la molestó" durante un viaje por Europa al sexo áspero y sucio sobre
una escalera de incendios con un artista de Nueva York cuyo nombre
hacía mucho tiempo había olvidado, Aubrey estaba segura de que lo
había visto todo.
—Oh, no.
—¡Por Dios, Aubrey! —la risa de Suzanne era nerviosa esta
vez—. ¡¿Qué?!
¿Por qué lo que este "muchacho" pensara de ella importaba tan
malditamente tanto?
Aubrey abrió los ojos y miró fijamente su plato.
—Creo que puedes tener razón.
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CAPÍTULO CUATRO
Horario Central. History Channel. Animal Planet. Vuelta a
horario central
QVC2.
La sala de estar estaba oscura con el clic del mando a distancia.
Desde luego había papeles para clasificar. Opiniones sobre
Botticelli y Chargall para pegarse un tiro. Los futuros críticos de arte
habían disuadido a Aubrey de no volver a poner nunca un pie en una
galería o museo. Tareas en las cuales no quería participar. No ahora.
—Dios, estoy irritable.
Las palabras sonaban aún más fuerte en el oscuro
apartamento. Más fuertes, y más potentes que esos sentimientos que
nunca antes había tenido.
Aubrey nunca había sido solitaria. Nunca había pensado en
sentirse aburrida. Esto simplemente no estaba en su naturaleza: el
necesitar a alguien o algo para mantenerse ocupada o en compañía.
Entonces, ¿qué diablos estaba mal con ella ahora?
No solo estoy irritable, pensó ella, estoy caliente.
Caliente. Sí. Desde que ese musical perrito sarnoso había
aparecido en su vida todo en lo que Aubrey pensaba era sexual. Sexo
en el restaurante, sexo en su apartamento, sexo absolutamente en
todas las partes que Joseph lo quisiese tener con ella. Era como si
tuviese treinta y un años de nuevo o algo así. Ella necesitaba
masturbarse. Sólo necesitaba sacar su novio a pilas y conseguir hacer
el trabajo porque si no lo hacía, ella dudaba que alguna vez llegara a
dormir.
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Canal Americano de Compras por Televisión.
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Solo retiró uno de los lados de la túnica esta vez. Sólo un poco,
ligeramente. Lo bastante para dejarle ver uno de sus pezones
fruncidos. Esta vez, cuando Aubrey cerró sus ojos y torció un pezón
en sus dedos, la música tropezó. Él no perdió solo una nota, sino que
toda la canción cayó a sus pies.
El ritmo era más lento y se hizo irregular, fuera de ritmo,
cuando Aubrey jugó con la oscura carne rosada. Joseph estaba
demasiado preocupado con la visión ante él para concentrarse en
tocar la canción en su tiempo apropiado. De todos modos, Aubrey
estaba determinada a alterar su concierto.
La pequeña maceta a sus pies era el apoyo perfecto cuando
Aubrey levantó una pierna y tiró de la parte inferior de la túnica de
nuevo. Probablemente estaba demasiado oscuro para que él viese
exactamente lo que estaba haciendo, pero su posición y el
movimiento de sus manos eran, sin duda un indicador correcto para
la imaginación de Joseph.
Aubrey tarareó y cerró sus ojos cuando sus dedos se deslizaron
hacia abajo por los rizos entre sus piernas. Sonriendo de lo fácil que
era para ella localizar el bulto endurecido de su clítoris, Aubrey
empezó a mostrar a Joseph que ella también podía ser muy hábil con
sus manos.
Una vez más, su música cambió a una melodía más seductora,
más humanamente sexual llenando el aire de la noche. El violín de
Joseph comenzó a configurar el escenario para su cuerpo y las
reacciones de su placer. Y como Aubrey había tenido muchos años
para explorar y descubrir cada secreto y matiz que la hacía como ella
era, conocía exactamente lo que estaba haciendo cuando se tocaba a
sí misma.
Las almohadillas de los dedos de Aubrey rodaron sobre su
clítoris y luego apretaron aún más firmemente en la delicada área
sensible alrededor de él. Más presión sobre el derecho que el
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CAPÍTULO CINCO
¿Entonces, qué hago?
Instintivamente, Joseph estaba algo nervioso mientras seguía a
su primo al bosque detrás de la casa. La manada de Caine vivía
virtualmente en un profundo aislamiento en los Apalaches. Estaban
aislados por una buena razón. A pesar de que solo se vislumbraba,
apenas la luz brillante de la luna sobre el suelo lleno de hojas, Joseph
sabía que Caine podía encontrar el camino. Éstas eran sus montañas.
Su territorio.
Y Joseph era de otra manada.
Había sido invitado al territorio de Caine solo porque, a
diferencia de sus estudiantes adultos que asistían a tomar clases de
tutoría en sus oficinas, los gemelos, que eran muy importantes,
debían tomar sus lecciones en su casa.
El lobo en Joseph sabía de los peligros que afrontaba al cruzar
los límites de otra manada. El hombre en él, sin embargo, no había
tenido otra opción, sólo aceptar la invitación. Ellos eran, después de
todo, familia.
¿Le digo lo que soy? ¿Sólo me le acerco directamente y se lo
digo? Creo que ella es una mujer inteligente y culta. De mente
abierta, pero si lo hago ¿entenderá realmente cuando se lo cuente?
¿Qué pasa si la follo? ¿O sólo la follo y veo qué pasa?
Antes de contestar la pregunta de su primo, Caine se detuvo.
Levantó su cabeza. Y olió el aire de la noche.
Cazadores…
Los ojos de Joseph inmediatamente buscaron a los bebés.
¿Esta noche? ¿Ahora?
Caine levantó su cabeza un poco más alto y de la misma
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loco, sobre todo con lo caliente que se ponía siempre que estaba
cerca de ella. De todos modos el lado racional de Joseph
argumentaba que esperaba que ella pudiera tratar lo que era y
posiblemente llevarlo a su cama de ahora en adelante, era mucho
mejor que follarla una vez y dejarla.
El amor es poderoso. Todo lo consume.
Después de saber que lo de Aubrey era sólo un asunto de días
Joseph estaba ya más que dispuesto de aceptar aquella declaración.
Pero si amas a alguien debes dar mucho de ti, de cualquiera de
tus partes.
Caine no tuvo que terminar. Sobre todo después de que le
comunicó su siguiente pensamiento.
Me preguntaste si pensaba que algún día podrías dirigir tu
propia manada, Caine comenzó. Obviamente esta es una cuestión de
cierta importancia para ti.
Ellos habían alcanzado la roca donde las lecciones de los
cachorros de Caine comenzarían. Era una formación grande en el
borde del territorio de Caine, y exactamente el punto donde el padre
de Caine le había enseñado a sus propios gemelos. Caine tomó su
lugar en lo alto y volvió su cabeza.
El aullido era un anuncio de que él y los suyos estaban allí, y
una advertencia para cualquier lobo perdido o transgresor de que no
debían ser molestados.
Mientras los gemelos exploraban su aula nueva, Caine se sentó
sobre las agujas de pino al lado de donde Joseph estaba de pie.
¿El tener tu propia manada es una posibilidad con esta mujer?
Caine finalmente le preguntó. La pregunta ya había dado
vueltas en la cabeza de Joseph. Enamorado o no de la cabeza a los
pies de Aubrey, Joseph era mitad lobo. Y a pesar de los consejos de
su padre para que siguiera el camino que lo llevaría a una sociedad
de sangre llena, cada vez más, Josep pensaba y reaccionaba como un
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—¿Doctora Upton?
—¿Sí?
—Hay un joven aquí fuera que quiere verla.
Aubrey recogió el papel en el que anotaba su agenda. No tenía
ninguna cita en al menos dos horas. Eso sólo podía significar una
cosa.
Un cachorro en problemas.
Aubrey hizo rodar sus ojos y se inclinó más cerca al
intercomunicador.
—Dile que pase.
Sólo unos segundos pasaron antes de la puerta a la oficina de
Aubrey se abrieran.
—¿Me disculpa, señora?
Antes de que el rubor sobre la cara de Aubrey la cubriera por
completo, la puerta se había cerrado.
Las palmas de Joseph se afirmaron sobre el escritorio. Él besó
la punta de su nariz.
—Me dijeron que la anciana estaba en exhibición y —él le guiñó
un ojo—. Al parecer ella tiene un gatito3 muy sabroso.
Aubrey gimió escondiendo una carcajada y sacudió su cabeza.
—Eres incorregible.
Joseph dio la vuelta sobre el escritorio, hizo girar su silla, cayó
de rodillas entre sus piernas, y enmarcó su cara entre sus manos.
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Bueno esta es una frase con doble sentido porque él dice tasty pussy y pussy además de referirse en
forma vulgar a la vulva femenina, también significa medicina y en slang significa tímido.
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—Podría ser que pase una media hora o quizás más antes de
que pueda…
Él no terminó. Pero no tenía que hacerlo. Aubrey apartó la
vista, concentrándose en el escritorio, pensando en lo que pasaba
dentro de ella. No exactamente, la cuestión o el problema era lo que
le estaba pasando, y era algo que no podía entender.
Ella esperó.
—¿Es esto un defecto de nacimiento? —finalmente le preguntó
ella—. ¿Siempre te pasa esto?
Joseph se retiró lo poco que podía, permitiéndole a Aubrey algo
más de espacio para respirar.
—Esto no es realmente un defecto, aunque es genético. Y sí, mi
pene siempre se pone así.
—Como tu padre, tu abuelo… — Aubrey se calmó—. ¿Cuán lejos
debo ir?
Aubrey deseó que él dijera algo. Algo. Su silencio gritaba más
de lo que ella realmente quería enterarse.
—¿Joseph, qué eres?
—¿Qué soy?
Aubrey presionó su frente contra el escritorio y gimoteó. Él no
hablaba.
Eso sólo podía significar una cosa. Era una especie de monstruo
al que ella no iba a querer comprender. Él era un fenómeno, su polla
estaba pegada dentro suyo y él la follaba.
Él no hablaba porque no quería admitir lo que era.
¿Qué diablos había hecho ella? ¿Y quién demonios era este
tipo?
—¡Sí! —a punto del pánico total, Aubrey se retorció e intentó
desalojar su polla de su vagina—. ¡¿Qué demonios eres?!
Sus manos se clavaron en sus costados mientras él la apretaba
contra sí.
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CAPÍTULO SEIS
—La Sala de los Toros
Audrey pulso “Enter” en el ordenador portátil y luego echó un
vistazo sobre su hombro a una imagen descriptiva de dos toros
enfrentándose uno a otro.
—Estas pinturas fueron encontradas en cuevas cerca de
Lascaux, al Sur de Francia.
Ella golpeo el botón otra vez.
—Algunos de los animales cuyas imágenes fueron encontradas
aquí, y en las cuevas de “Font de Gaume”4 y Altamira5, España, se
han extinguido desde entonces.
Ella pulsó hasta que la imagen de un bisonte apareciera sobre
la pantalla detrás de ella.
—Otras imágenes son muy vivas, y muy precisas,
representaciones exactas de las criaturas que no sólo siguen
pastando en la tierra, pero cuyas existencias son muy importantes
para los artistas que recrearon sus semejanzas hace
aproximadamente diez o quince mil años.
El dedo de Aubrey remontó la pantalla, buscando un punto
visual, ya que se quería preparar para la siguiente declaración de su
conferencia.
—¿Por qué eran estos animales tan importantes, profesora?
Quizás la figura de palo del hombre. Se podría señalar que en
comparación con los dibujos de los animales que cazaban, se puso
muy poco esfuerzo en el autorretrato del hombre prehistórico.
—Lo siento, ¿Qué?
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http://www.culture.gouv.fr/culture/arcnat/lascaux/en/
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http://es.wikipedia.org/wiki/Cueva_de_Altamira
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territorial.
Quizás Chloe tenía razón. Tal vez ella también estaba lista para
tratar con un hombre tan diferente a los otros, y tal vez sólo se
estaba engañando a sí misma.
Pensar que alguna vez realmente pudiera aceptar a Joseph tal
como era. Después de todo, tenía experiencia en citas y no lo había
hecho tan mal, y eso que nunca había tenido un perro.
—Entonces, puedo ver que te sientes extraña por la forma en
que has respondido a Joseph.
¿Irónica?
Instintivamente, las garras de Aubrey afloraron.
—No me siento extraña estoy extrañamente preocupada por
Joseph —el desafío de Aubrey fue ruidoso y claro—. Me siento rara
ahora mismo.
Chloe se encogió otra vez. Se veía despreocupada.
—No es nada para ofenderte. No, no te consideraría menos
mujer si no pudieras tratar con ello.
Oh, no, ella no se ofendería.
Aubrey cruzó sus brazos y se dio vuelta para enfrontar a la
hembra pelirroja a su lado.
—¿Si no pudiera tratar con ello? —un depredador de un género
completamente diferente comenzó a surgir de la profesora Aubrey
Upton—. Déjame decirte, doctora Evans…
—Hoy soy Caine. Él recordó mis tampones.
—No sólo puedo tratar con Joseph, puedo tratar con que sea un
híbrido, o con su extraña polla y puedo ver como se convierte en
perro…
—Bueno, ellos no son realmente perros.
—Y además, —Aubrey no hizo caso a la maldita corrección de
Chloe—, ¡Soy perfectamente capaz y dispuesta a tratar con un
hombre como él! No he estado corriendo alrededor de bosques
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lo oía otra vez, no era una cosa diaria el que Aubrey estuviera
sentada en una cama de agujas en los Apalaches escuchando el
funcionamiento vocal de una manada de perros.
Que esto lo hicieran unos lobos, una manada de lobos, una
manada de Canis rufus más exactamente.
—Ellos han estado trabajando en esto durante semanas —
explicó la madre de Caine. Aubrey y Chloe ayudaron a la mujer más
vieja a sentarse en la tierra. Entonces ella se dio vuelta hacia
Aubrey—. Estoy tan feliz de que estés aquí nosotros para oírlo.
Ellos eran tan cálidos. Todos ellos. Y era un punto muy fuerte.
Aubrey ya podía darse cuenta de que una ventaja de los híbridos era
la lealtad familiar, una que la mayor parte de los seres humanos ya
había desechado, completamente. Si alguna vez realmente la habían
tenido.
Chloe acarició el muslo de Aubrey.
—Creo que están listos.
Los gemelos y el Lee estaban en la base de la roca. Todos
estaban en cuatro patas. Aubrey miró con temor como Caine y su
padre se acercaron y los rozaron. Caine era un lobo enorme,
completamente negro. Tan negro como la noche igual que Lee. Y
obviamente el color del alfa retirado había sido alguna vez justo como
el de sus hijos, pero la edad y una pizca de cana lo había girado un
color gris oscuro, ahumado.
Chloe dio un codazo a su suegra y luego sonrió abiertamente en
Aubrey.
—Todavía mantiene tu llama caliente, ¿verdad?
Todas las tres mujeres todavía cacareaban cuando "el maestro"
salió del bosque.
Aubrey dejó de reírse, y parpadeó.
—¿Ese es…?
El animal que se acercó a la roca se movía con tal dignidad, aire
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EPÍLOGO
—¿Joseph? —se quebró una ramita. Aubrey avanzó otro paso y
se detuvo—. ¿Eres tú?
Contestaron nada más que los bichos nocturnos. Bichos
nocturnos. Aubrey no tenía idea de qué eran aparte de pequeñas
criaturas diminutas y nunca vistas capaces de crear un coro
ensordecedor de silencio.
Especialmente en las montañas.
—¿Joseph? —los nervios la obligaron a reírse—. ¿Dónde estás?
Estaba tan oscuro que Aubrey apenas podía verse la mano
frente a la cara. Tan oscuro que cuando se detuvo en un matorral de
pino y trató de mirar alrededor, sintió que sus pupilas se esforzaban
fútilmente en su intento de encontrar luz.
Aubrey se cubrió los pechos con sus palmas y entrecerró los
ojos a través de la oscuridad.
—¿Joe? —preguntó envolviendo los brazos alrededor de su
pecho y escuchando por alguna pista de su novio.
—Vamos, cariño. Tengo frío —imploró.
Justamente otro bocado de información del que se había
enterado involuntariamente sobre las Smokies. Sin importar cuán
caliente estaba durante el día, las noches eran casi siempre un poco
frías. Especialmente si lo único que usas es una capa roja con
capucha y bragas de encaje.
—Tengo frío. Y… —dijo Aubrey mientras su mirada recorría de
un lado a otro—. Y estoy un poco asustada.
Los pezones de Aubrey se habían erguido en el segundo en que
salió de la casa de Caine con el pecho desnudo y al aire fresco de la
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expuesto a los elementos, entonces debía ser la parte suya que era
aún más animal que humana la que se sentaba con sus talones
ahondando en la suciedad mientras jugaba consigo misma.
—Joseph —suspiró sin abrir los ojos. Su coño comenzaba a
apretar y pulsar. Latiendo lentamente como anticipación de su
orgasmo.
—No pienso que esto sea exactamente lo que tenías en mente
—sus dedos bucearon más profundo en su coño y gimió—. Me parece
que se suponía que yo ponía más que una persecución, ¿no?
Su pregunta fue contestada por el hociqueo que sintió contra
los pliegues de su coño.
Dientes. Labios. Lengua. Aubrey no estaba segura en qué forma
estaba Joseph cuando su boca saboreó por primera vez su coñito.
Independientemente de eso, él era humano en pocos segundos.
Dedos calientes y gruesos se deslizaron hacia arriba, dentro de ella.
Dos dedos en su coño, uno en su culo. Tal cual le había dicho
que deseaba. Joseph trabajó ambas partes de su cuerpo mientras sus
dientes y su lengua provocaban su clítoris.
—Se supone que me cazas —discutió débilmente—. Como el
lobo malo y grande.
Él le aspiró el clítoris entre sus dientes y la mordió
delicadamente. Aubrey enredó sus dedos en el pelo de él y lo jaló
más apretadamente entre sus piernas.
—Se supone que ésta es tu fantasía —su voz fue mínima
cuando ella imploró.
Joseph le abrió los labios y presionó su lengua estirada contra
la abertura de su sexo. Con cada lamida ascendente, él curvaba la
punta de su lengua en el capullo de su clítoris, provocándolo y luego
lo chupaba antes de lamerle el coño otra vez.
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FIN
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