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(Prieto, 1986. P, 9)
Aquello que me chifla
“Percibir algo como gracioso es conjurar otros mundos los
cuales operan bajo mantos de construcción de la realidad con
normas particulares alternas, que atraviesan y son atravesados
por los seres humanos.”
Ignacio Ramos
¡Estoy chiflada por el humor como mediador de aprendizajes! Por el humor que te acerca
al otro y a la otra, que te hace sentir bien, que abre puertas para que percibas las
cotidianidades de otra manera, que es amigo íntimo de la metáfora y la creación, que se
traduce en amor siempre que te produce sensaciones bonitas cuando ves o haces reír a
lxs otrxs.
Me chifla ese humor, sí, ese que incita bienestar y que, en mi concepto, hace parte de
una ética del cuidado ya que el humor cobra sentido en cuanto causa sensaciones
placenteras en lxs otrxs, me chifla la trascendencia del humor en la vida, en la
percepción del universo, en las configuraciones esperanzadoras, en las realidades que
creamos.
“Crear es inventar
posibilidades, es decir,
encontrarlas (...) la inteligencia
se convierte en fecundadora
de lo real”
José Antonio Marina
Mi papá, a quien amo tanto, ha sido inspirador constante en esta chifladura, su historia de
vida y sus formas de percibir el mundo me asombran y conmueven profundamente:
Mi papá nació en un pueblo del Tolima (Colombia) llamado Santa Isabel, el cual para aquella
época estaba siendo azotado por la violencia producida por desacuerdos políticos entre los
partidos “Liberal” y “Conservador”. Mi abuelo murió cuando mi padre se gestaba en el
vientre de mi abuela y ella falleció posteriormente, cuando mi papá tenía seis meses de
nacido. Así las cosas, mi padre fue criado por unos vecinos para quienes trabajó desde muy
pequeño. Debido a constantes maltratos recibidos huyó de la casa de sus vecinos en cuanto
pudo y vivió laborando de finca en finca. Durmió muchas veces en los pisos de casas donde
conseguía trabajar, otras veces durmió en el monte y en muchas ocasiones fue golpeado al
punto de que le deformaron uno de sus pies, aun siendo niño.
Más de una vez mi padre estuvo cerca de la muerte y presenció masacres que se
perpetraban casi a diario, con excusas políticas, frente a las que cada bando estaba
convencido de tener la razón y de que, por ello, era su deber imponerla a como diera lugar.
Aun habiendo vivido su infancia y
adolescencia en ese contexto de
ambición y dominación, en el que
también fue llamado a hacer parte del
bando que hacía “respetar” los ideales
conservadores, mi papá salió de su
pueblo gracias a que dos de sus
hermanos, quienes habían huido a
Bogotá previamente, lo encontraron
dieciocho años después y lo
convencieron de vivir en la ciudad, junto
con tres primas que lo recibieron en su
casa y le ofrecieron cuidados de los que
había carecido previamente.
Hasta aquí muchos podríamos pensar que lo más natural sería que habiendo sido criado en ese
tipo de sociedad, mi padre se convirtiera en un adulto rencoroso y violento para quien imponer su
punto de vista y anteponer sus intereses particulares se convirtiera en una necesidad.
Por fortuna para él, para mí, para mi familia, para la sociedad y para el universo, no fue así.
Aunque mi padre hubiese tenido la posibilidad de escudarse en su pasado para adoptar una
actitud patriarcal, se convirtió en un ser amable, tierno, gracioso, risueño y cuidadoso.
Una de las características que más me maravilla de mi papá es su sentido del humor: vive
contándonos sucesos que pasan a diario, pero los cuenta de manera divertida, le ve la gracia a
casi todo, para casi todo tiene dichos o chistes, nos hace bromas y nos pone sobrenombres
cariñosos. Ya es costumbre que nos despierte a mi mamá, a mi hermana y a mí con un cafecito,
acompañado de palabras y expresiones graciosas. No es raro que los domingos cuando me levanto
a las once de la mañana me diga que me abrigue, que esa madrugada me hace daño.
La actitud de mi papá ante la vida me infunde admiración y me conmueve, haciendo que mis días
en convivencia con él sean amenos en su gran mayoría. En ese hombre percibo una sabiduría
natural, bastante más trascendental que aquella que construimos con el paso por el sistema
educativo, pues aunque él no estudió en una escuela formal, tiene la capacidad de percibir lo
cotidiano de forma creativa, hallándole sentido y transformando así su entorno afectivamente.
Creo que esta forma de percibir sus
realidades pudo haberle dado a mi padre la
capacidad de sobreponerse a sus experiencias
pasadas y de crear día a día nuevas
oportunidades para encontrarle sentido a la
vida e irradiar bienestar.
En este sentido, quise prometerme que como educadora haría lo posible para que mis
para mediar el aprendizaje del español en cuarto de primaria: les contaba chistes a lxs
niñxs para hacer alusión a algunos temas, por ejemplo, para hablar sobre las palabras
homógrafas:
Umberto Eco
Ante tales experiencias vitales, las vivencias, lecturas, diálogos, intuiciones y relaciones
que me ha aportado este proceso doctoral han contribuido enormemente en mi
apasionamiento por el humor como constructo afectivo y, por ende, como mediador de
aprendizajes. La idea de una educación alegre, estimulante y creativa, que se empodere de
su rol en la vida del cosmos, dejó de ser para mí lejana y excepcional, para convertirse en
posibilidad de la cual soy protagonista.
Saber que contribuyo al universo disfrutando los caminos de mis intuiciones en mis
creaciones, sin estándares predeterminados me libera, pero también me hace reconocer mi
gran responsabilidad no solo como mediadora de aprendizajes, sino como ser humano.
Mis acompañantes…
de 2016.
-Payán, JC. (2000). Lánzate al vacío, se extenderán
tus alas. Editorial Mc Graw Hill interamericana S.A.
La risa es como una metáfora de la
Bogotá
amplia gama de sentimientos
positivos.
Larry Dossey