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Barcelona, a Julio 2019.- Tal vez sea en plena era de la globalización digital y
verde una de las competencias más demandadas, tanto en los profesionales
como en las empresas. Y sin embargo, España suspende en la asignatura de
Comunicación. Lo grave, parecer que además presumimos de dicha carencia.
Me explico.
En las grandes empresas, se puede decir que hace relativamente poco han
descubierto el intangible de la comunicación integral hacia sus distintos
públicos objetivos, La irrupción de las redes sociales nos ha permitido avanzar
algo en la asignatura pero no tanto desde el punto de vista cualitativo. La
comunicación en las corporaciones, salvo excepciones, aún no goza del
prestigio del CFO, CMO o del director del RRHH. Es más, no consignan que la
comunicación es una tarea de todos. La comunicación interna, aún contando
con numerosos canales y herramientas, sigue siendo la espada de Damocles
en los tiempos de la inmediatez global. Las férreas jerarquías imperantes hoy
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Cuando conducimos por una de las redes más grandes de autovías de todo el
mundo, resulta que la señalática deja mucho que desear y más que informar
(comunicar), lo que hace es confundir, sino da pie al error y hasta al trágico
accidente: una entrada o salida mal indicadas, un desvío, el anuncio de áreas
asistenciales, paneles con superabundancia de indicaciones o de precios de
gasolineras en el recorrido, flechas colocadas a destiempo. Circular de noche
y con lluvia es un suplicio para distinguir las rayas blancas de la calzada. En
cuántas ocasiones nos hemos preguntando quién es el responsable de tanta
irresponsabilidad (comunicativa) en la vía pública.
Alguna vez se han preguntado por qué en las ruedas de prensa abundan las
caras nuevas de las redacciones. Gente joven sin experiencia y bagaje
intelectual, recién salidos de la facultad, que quieren comerse el mundo. Pero
una cosa es el mundo, y otra muy distinta, el universo. Hubo una época
reciente que las redacciones estaban repletas de becarios cuya instrucción se
resumía en el “copia y pega”. En un país poco riguroso no nos ha de
sorprender los fake-news porque a menudo nos hemos desayunado con ellas
aunque entonces no las llamáramos así. La ley de prensa es tan indulgente con
las rectificaciones que sale a cuenta falsear una noticia con tal de vender
ejemplares.
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En la mayoría de las cadenas de televisión los mejores profesionales tienen
vetadas las pantallas cuando alcanzan cierta edad. Otro esnobismo católico
que reniega de comunicadores seniors aunque sea sacrificando la calidad
argumental. En no pocas redacciones de este país, se siguen publicando
noticias atendiendo a una sola fuente de información, algo que no se tolera en
la prensa anglosajona por rigor deontológico. Allí hasta en redacciones
locales de poco pelo hace tiempo que se ha impuesto cotejar la información
con al menos 2 o 3 fuentes distintas antes de su publicación. La rigurosidad del
calvinismo no comulga con la incuria católica. ¿A alguien le sorprende
entonces la crisis del sector prensa?
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quejándonos de las crisis eternas, pero todas ellas sin sentido, y favoreciendo
la entropía.