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LA INCOMUNICACIÓN ESPAÑOLA, UN FACTOR DESESTABILIZADOR

PARA LA BALANZA DE PAGOS 1

Barcelona, a Julio 2019.- Tal vez sea en plena era de la globalización digital y
verde una de las competencias más demandadas, tanto en los profesionales
como en las empresas. Y sin embargo, España suspende en la asignatura de
Comunicación. Lo grave, parecer que además presumimos de dicha carencia.
Me explico.

Pese a la abundancia de “expertos” en comunicación de todo tipo, grandes


grupos de comunicación y empresas líderes en las comunicaciones (terrestres,
aéreas, marítimas y espaciales) no hemos interiorizado aún su trascendencia
porque arrastramos desde hace generaciones los mismos males de “in-
comunicación”.

En el seno de las familias y de las parejas, son frecuentes los problemas de


falta de comunicación. Los hijos no son comprendidos por sus progenitores y
viceversa, de ahí las crisis. Los cónyuges padecen en ocasiones repetidas la
incomprensión del otro, en muchos casos por el escaso hábito de la
comunicación. Se habla más bien poco, dirían los psicólogos.

En las grandes empresas, se puede decir que hace relativamente poco han
descubierto el intangible de la comunicación integral hacia sus distintos
públicos objetivos, La irrupción de las redes sociales nos ha permitido avanzar
algo en la asignatura pero no tanto desde el punto de vista cualitativo. La
comunicación en las corporaciones, salvo excepciones, aún no goza del
prestigio del CFO, CMO o del director del RRHH. Es más, no consignan que la
comunicación es una tarea de todos. La comunicación interna, aún contando
con numerosos canales y herramientas, sigue siendo la espada de Damocles
en los tiempos de la inmediatez global. Las férreas jerarquías imperantes hoy

1Por Ignacio Sánchez-León, autor de la obra: LA MORAL INMORAL, CUESTION DE ETICA


ESPAÑOLA (ED. Palibrio, USA, 2015. Más info:
http://lamoralinmoral.blogspot.com/p/introduccion.html
en día en el tejido empresarial español simplemente es incompatible con la
digitalización y la Inteligencia Artificial (IA) que impondrán un cambio radical de
paradigma: líneas de mando y de gestión completamente horizontales…pese a
quien le pese. En grandes corporaciones privadas y altas instancias del Estado,
aún contando con un costosísimo equipo interno de profesionales de la
materia, no es infrecuente que prime la reactividad a la proactividad. Pese a
ello, en muchos casos son los portavoces sindicales quienes suplen la voz de
la empresa, con el consiguiente agravio.

En las PYMES y micro-empresas (más del 80% del entramado empresarial


español), la comunicación casi es un cero a la izquierda. En ocasiones nunca
es un activo estratégico ni desde el punto de vista técnico, ni humano ni
financiero, porque siempre existen otras prioridades que marcan los
propietarios/gestores. A menudo se considera un gasto más que una inversión
sin retorno. Un puesto en la alta dirección suele tener un coste que tiende a
abaratarse con “impostores” externos. En el mejor de los casos
compatibilizando las tareas de otras áreas. Es increíble el número de gabinetes
externos y consultores de comunicación en España. No poca gente del
marketing confunden además promoción con comunicación. E incluso gente
del ramo entiende que inundar de notas de prensa a los periodistas o conceder
entrevistas del CEO con medios es comunicación, mientras desatienden a los
stakeholders. La falta de proactividad e iniciativa se paga caro con ese pecado
original de no querer meter la pata por temor a una reprimenda del superior.

En colectivos de la sociedad civil que afloran es recurrente abrir una web y


cuenta en RRSS para decir que ya comunica, o suplantar las tareas con
agencias externas para evitar un gasto fijo en el capítulo de personal. La
burocracia interna liquida la transparencia y cortapisa iniciativas comunicativas
a las audiencias, bien por falta de presupuesto, de equipo o de ambos. En el
mundo de la ciencia, pasa exactamente.¿Ejemplos? Todos los que queramos.
Grandes avances en la investigación científica española que pasan de
soslayo por la opinión pública por una indebida falta de sensibilidad
comunicativa. Esto amén de las publicaciones de escaso impacto mediático por
falta de dominio de idiomas. España es uno de los primeros productores
mundiales de no pocos segmentos y, sin embargo, los éxitos son asumidos por
países terceros por nuestro nefasto marketing exterior. La imagen de la “marca
España” se resiente y lo que es más grave, nuestra balanza de pagos, en
comparación con otros vecinos, en términos de pérdida de competitividad con
relación al PIB. Todo ello a pesar de la infinidad de centros públicos y
semipúblicos que trabajan en teoría por “vender España” en el exterior. ¿De
qué nos sirve por tanto la demanda de un mayor presupuesto a I+D+i si no
divulgamos?

En la clase política, la incapacidad de consensuar y pactar en buena parte


obedece a que sus actores no saben negociar. En todo caso, imponer. Si se
impone (un relato, una postura, una ideología, etc) es considerado una especie
de héroe mediático. Es decir, este déficit de la comunicación persuasiva es lo
que nos lleva desde los Pactos de la Moncloa a enaltecer el provecho personal
sobre el colectivo -que por cierto nunca es una prioridad.

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Cuando conducimos por una de las redes más grandes de autovías de todo el
mundo, resulta que la señalática deja mucho que desear y más que informar
(comunicar), lo que hace es confundir, sino da pie al error y hasta al trágico
accidente: una entrada o salida mal indicadas, un desvío, el anuncio de áreas
asistenciales, paneles con superabundancia de indicaciones o de precios de
gasolineras en el recorrido, flechas colocadas a destiempo. Circular de noche
y con lluvia es un suplicio para distinguir las rayas blancas de la calzada. En
cuántas ocasiones nos hemos preguntando quién es el responsable de tanta
irresponsabilidad (comunicativa) en la vía pública.

Pero la mejor comunicación la ejercemos en los bares y restaurantes.


Sentarse a tomar una copa y/o a almorzar lleno de ruido tiene todos los
ingredientes de la perfecta comunicación. A medida que se va llenando, se
elevan los decibelios. No nos ha de extrañar que ser el país más ruidoso del
mundo después de Japón, sea también un factor de comunicación fallida.

Nada como llegar a un comercio o a una ventanilla, y cuando creemos que el


personal nos va a resolver todas las dudas, siempre hay una que desconoce y
que obliga a trasladar al jefe o al mando superior. Son tan frecuentes dichas
prácticas que nos cuestionamos la capacitación del personal de atención al
público. ¿Tendrá algo que ver aquellos estigmas de la fe católica, que nos
intimidaba preguntar, mandaba callar o nos remitían a los “dogmas de fe”?

Pero en plena globalidad y digitalización del planeta, “los dogmas de fe” es un


error del sistema operativo.

Atendamos a los medios de comunicación. Los de titularidad pública,


desatendiendo una obligación de plano: su función social a la opinión pública
en general sin partidismos y sin favoritismos. Los privados, más que cumplir
con esa “imparcialidad” y “objetividad” obligadas –de igual manera que se exige
a la justicia, educadores , historiadores, etc – asumen el rol de mamporrero
político y brazo servicial por un puñado de subvenciones públicas. Aquello de
que el periodismo ha de servir para aportar todos los elementos pros y contras
para que la audiencia forme su juicio de valor hace generaciones que no se
cumple. Se imponen los relatos ideológicos y la comunicación interesada para
contentar a una fuerza política dirigente del momento. En reiterados casos,
iniciativas privadas no nacen con un proyecto empresarial de largo recorrido
sino al contrario, subsistir a corto mientras lluevan las ayudas públicas a costa
de amplificar un espacio ideológico interesado…

Alguna vez se han preguntado por qué en las ruedas de prensa abundan las
caras nuevas de las redacciones. Gente joven sin experiencia y bagaje
intelectual, recién salidos de la facultad, que quieren comerse el mundo. Pero
una cosa es el mundo, y otra muy distinta, el universo. Hubo una época
reciente que las redacciones estaban repletas de becarios cuya instrucción se
resumía en el “copia y pega”. En un país poco riguroso no nos ha de
sorprender los fake-news porque a menudo nos hemos desayunado con ellas
aunque entonces no las llamáramos así. La ley de prensa es tan indulgente con
las rectificaciones que sale a cuenta falsear una noticia con tal de vender
ejemplares.

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En la mayoría de las cadenas de televisión los mejores profesionales tienen
vetadas las pantallas cuando alcanzan cierta edad. Otro esnobismo católico
que reniega de comunicadores seniors aunque sea sacrificando la calidad
argumental. En no pocas redacciones de este país, se siguen publicando
noticias atendiendo a una sola fuente de información, algo que no se tolera en
la prensa anglosajona por rigor deontológico. Allí hasta en redacciones
locales de poco pelo hace tiempo que se ha impuesto cotejar la información
con al menos 2 o 3 fuentes distintas antes de su publicación. La rigurosidad del
calvinismo no comulga con la incuria católica. ¿A alguien le sorprende
entonces la crisis del sector prensa?

En las escuelas, universidades pero también en las empresas existe verdadero


pavor a hablar en público. Una fobia muy católica por el temor al qué dirán.
Haría falta implantar una asignatura obligatoria de oratoria desde niños por que
todos tarde o temprano tendremos que utilizar habilidades comunicativas de las
que carecemos para afrontar un discurso o charla/presentación en público.

Otro ejemplo de la exigüedad de competencia comunicativa en España, se


observa también en nuestras calles y viviendas. Animaría a los lectores al
ejercicio de suplantar a un repartidor de pizzas o de cartas a dar con un
domicilio de noche. Abundan los callejeros sin señalizar, mal señalizadas o
faltos de señalización, amén de la ausencia flagrante de numeración de los
portales, ausencia de identidad en los buzones o en las puertas de entrada
para la correcta identificación y si apuran hasta de timbres que funcionen
correctamente. En un país anglosajón avanzado, facilitar la identificación forma
parte del prerrequisito de las comunicaciones eficaces. En lugares como
España, el secretismo y/o el celo por la esfera privada cuesta de entender a un
foráneo.
¿Sabían Vds que algunos de estos grades operadores de comercio electrónico
destina varios millones de euros anuales en España a destruir toda clase de
mercancía devuelta, en muchas ocasiones por error en los pedidos?

Y cómo va existir la comunicación entre vecinos, amigos de escalera o incluso


la propia familia si no sabemos escuchar. Interrumpimos constantemente, sin
dejar que el contrario finalice su argumentación. Exponer nuestro punto de vista
impulsivamente es más importante que escuchar la respuesta. España, en
definitiva, siglos después de la Reconquista, con la expulsión de los judíos y
moriscos, y la imposición a sangre del Catolicismo que tantas cosas buenas
también nos ha traído, mantiene una asignatura pendiente: la acción activa de
escuchar para consumar la comunicación.

Saber comunicar, hoy en día, no es un deporte gratuito, es una actitud y un


ejercicio para ser competitivo, innovador, democrático, respetuoso, tolerante,
inclusivo, participativo y ganador. El día que asumamos que hacen faltan
muchas dosis de aprendizaje comunicativo, tal vez esa nueva generación
podrá emprender las reformas pendientes y atender los retos de la humanidad
que proscrastinamos. Nosotros, mientras tanto, seguiremos elevando la voz,
haciendo ruido, emitiendo muchos decibelios, alimentando polémicas frívolas,

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quejándonos de las crisis eternas, pero todas ellas sin sentido, y favoreciendo
la entropía.

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