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Los focos de desorden y perturbación sólo se controlan por medio de la represión. Pero al mismo tiempo, se adoptan
medidas que tienden al consentimiento y la “legitimidad” por vías no violentas son los orígenes de la política social
en la Argentina: un Estado regulador y juez en las relaciones obrero patronales.
Política represiva:
– Especialización del aparato represivo: policía. Se busca destruir los vínculos entre anarquismo (es sobre ellos que la
policía pone mayor énfasis) y los trabajadores. Control, vigilancia, hostigamiento e intimidación.
– Ley de Residencia: derecho de expulsión del país, cárcel o extrañamiento interno a Tierra del Fuego (el “enemigo”
no merece el esfuerzo estatal de reinserción social).
– Ley de Defensa social: se prohíbe toda propaganda o actividad anarquista nacional o extranjera.
Política consensual:
– Proyecto del Código de trabajo (1904, Joaquín V. González): corpus legal que desarrolla una nueva legislación que
busca la plena integración y reivindicación del trabajador. Se plantean cuestiones relativas al trabajo de la mujer, el
menor; jornada de trabajo; etc. [no prospera porque produce malestar en determinados sectores empresariales que
están en contra de otorgar “beneficios gratuitos” a los obreros].
– Departamento de Nacional de Trabajo: herramienta idónea creada por el Estado para intervenir y resolver las
situaciones sociales conflictivas; desempeñar un rol arbitral y conciliador en las relaciones obreros patronales,
reemplazando a la policía.
En principio el DNT fue carente de autoridad y tuvo falencias en su accionar. A partir de 1912, incorpora funcionarios
tecnócratas con conocimiento especializado que permiten un desarrollo más activo de sus facultades.
El Estado debe intervenir en las relaciones sociales buscando el apaciguamiento y concordancia entre las diferentes
clases sociales, atenuando el antagonismo. Sin embargo, este intento de integración corporativo del movimiento
obrero no puede equilibrar la política represiva.