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Yevgeny Tarle Napoleon PDF
Yevgeny Tarle Napoleon PDF
N a p o l é o n
NAPOLEON
EDITORIAL FUTURO S. R. L.
BUENOS AIRES
......
(
Colección
EL HOMBRE Y LA HISTORIA
P R E F A C I O
24 E . T A R L É
1796-1797.
JL
N A P O L E Ó N 37
33 E . T A R L Ér
pre d erro tad o s"1, decía Napoleón en todos los tonos, aunque
estuviera lejos, desde luego, de negar la importancia de las' re
servas. El ejército de Alvizi, mucho más numeroso, había re
chazado ya -algunos destacamentos franceses en una serie ele en
cuentros. Bonaparte ordenó evacuar Vicenza y algunos’ otros
lugares, concentró cerca suyo a la totalidad de sus fuerzas y se
preparó para un golpe decisivo.
E l 15 de noviembre de 1796 comenzó la. tenaz y sangrienta
batalla de Arcóle, que ajeabó el 17 por la ta rd e : al fin Alvinz)
se encontró con Bonaparte. Los austríacos —entre los cuales' se
contaban regimientos escogidos de la monarquía de los Habs-
burgo— eran más numerosos y combatían con extraordinaria
firmeza. Uno de los' puntos más importantes era el famoso puente
de Arcóle. Tres veces los franceses se lanzaron al asalto y toma
ron el puente y otras tantas fueron rechazados por los austríacos
con grandes’ perdidas. Como en la toma del puente de Locli al
gunos meses antes, el general en jefe se lanzó hacia adelante con
una bandera en la mano; a su lado murieron muchos soldados
y ayudas de campo. La batalla duró tres días casi sin descanso,
después de los cuales Alvinzi fue batido y rechazado.
Más de un mes y medio después de Arcóle los austríacos'
se rehicieron y se prepararon para el desquite. El desenlace so
brevino a mediados de enero de 1797: en una sangrienta batalla
que duró dos días' (14 y 15 de enero) Bonaparte derrotó en
Bívoli a todo el ejército austríaco, pues esta vez el enemigo había
concentrado sus fuerzas siguiendo el ejemplo del joven jefe fran
cés. E n fuga tcon los restos de su ejército, Alvinzi no pensaba ya
en liberar a Mantua ni al ejército encerrado allí. Dos? semanas
y media después de la batalla de Rívoli, Mantua capituló; Bo-
naparte se mostró clemente al tratar con W urmser vencido.
Tomada Mantua, Bonaparte se dirigió hacia el norte amena
zando evidentemente los territorios hereditarios de los Habs-
burgo, El archiduque Carlos acudió a tocia prisa, al teatro
italiano de la guerra a principios de la primavera de 1797; fue
vencido por Bonaparte en toda una serie de operaciones y re
chazado hacia el Brenner, donde se batió en retirada sufriendo
pérdidas importantes. En Viena se extendió el pánico que co
í
N A P O L E Ó N 5!
1798 - 1799
Ante t'odo, laá razones realmente importantes por las que el Di
rectorio encontró un sentido y un interés a esta conquista fueron
las razones económica# generales ya expuestas y especialmente mo
tivos militares. E n segundo lugar algunos* de los directores, como
por ejemplo Barras, vieron algunas ventajas en esta peligrosa y
distante expedición precisamente porque era alejada y peligrosa.
Hacía tiempo que los inquietaba la repentina y formidable
popularidad de Bonaparte,
Que ya “ no sabía som eterle” los Directores de la República
francesa lo sabían mejor que nadie. ¿ Acaso Bonaparte no concluyó
como quiso la paz de Campo Formio, a despecho' de algunos de-’
seos directamente formulados por el Directorio? E n ocasión de
su reeepieión triunfal del 19 de diciembre de 1797, se comportó
no como un joven guerrero que recibe con gratitud el honor con
ferido por la patria, íáno como un emperador de la antigüedad
a quien un senador servil organiza un triunfo al regresar de una
guerra victoriosa: se mostró frío, casi brusco, taciturno; acep
taba todo lo que ocurría como cosa debida y familiar. E sta
conducta suscitaba inquietudes, i Que parta, pues, p ara Egipto!
Si vuelve, pues bien, volverá. . . Si no, B arras y sus colegas ca
brán acoger esta pérdida (con resignación. Se decidió efectuar la
expedición. Bonaparte recibió el mando el 5 de marzo dg 1798.
E l general en jefe comenzó de inmediato febriles preparativos
para la -campaña: esamen de los. barcos y selección de los solda
dos del cuerpo expedicionario. Más aún que al comienzo de la
campaña de Italia tíe puso en evidencia el genio de Napoleón,
que al organizar las más difíciles y grandiosas empresas cuida
ba de todos los detalles, veía a la vez el bosque y los árboles y
hasta las' ramas de (cada árbol. Mientras inspeccionaba las costas
y la flota y formaba su cuerpo expedicionario, tan atento a las
oscilaciones de la política mundial como a todos los informes
sobre los' movimientos de la escuadra de Nelson que cruzaba
cerca de las costas de F rancia y amenazaba con hundir los n a
vios de la expedición, Bonaparte seleccionaba casi uno por uno,
para llevarlos a Egipto, los soldados que combatieron a sus órde
nes en Italia. Conocía personalmente gran número de soldados;
su memoria excepcional asombró siempre a las personas qué le
rodeaban; sabía que tal soldado era valiente y sufrido pero be
bedor; que este otro era muy inteligente y desenvuelto pero se
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\
62 E . T A E L É
■Si
Cairo), al que responsabilizaba de la muerte de algunos* sóida- | |
dos franceses?, el terror de los árabes aumentó. '
’ Estas órdenes de incendiar pueblos, de aniquilar *a los lia- ;||
hitantes, de saquear impunemente durante 24 y 4S horas, Ñapo-
león nunca vaciló en darlas, ni en Italia ni en Egipto, ni en í j
las otras comarcas donde .combatió después. Y lo hacía con ahso- ; $
luta premeditación: la tropa debía ver qué castigos terribles H
infligían sus jefes a cualquiera que osara levantar la mano con- , ¡
tra un soldado francés. .■
Después de haberse instalado en E l Cairo, Bonaparte comen- j
zó a organizar la administración. Sin en trar en detalles cuyo |
lugar no sería éste, destacaré sólo los rasgos más característicos: j
l 9, en cada ciudad y en cada pueblo debía centralizarse^ el [
poder en manos del jefe francés de la guarnición; 29, junto, a : |
ese jefe se ubicaría, un “ diván” ¡consultivo compuesto por los [ \
ciudadanos elegidos por el jefe entre los habitante^ más notables |
y ricos de la localidad; 3° sería respetada la religión mahome- |
ta n a; se proclamó la inviolabilidad de las mezquitas y dé los
sacerdotes; 4° junto al general en jefe, en ¿El Cairo, se consti
tuiría también un órgano consultivo de representantes, no sólo
de la ciudad de E l Cairo, sino también, de la provincia. Se regu
laría la percepción de tatfas e impuestos; los pagos en especies
serían organizados de tal manera que el país* sostuviera a j
costa al ejército francés. Las autoridades locales con su s. Órg’a- . j
nos consultivos debían organizar una policía perfecta para pro- i
teger el comercio y la propiedad privada. Serían suprimidos los : j
impuestos sobre la tierra percibidos por los beys ‘mamelucos. Los j
bienes de los beys rebeldes* que continuaban la guerra huyendo
hacia el sur serían confiscados a beneficio del tesoro francés. |
Aquí como en Italia Bonaparte trataba de term inar con el I
feudalismo, tarea que le facilitaban los mismos mamelucos al epo- ; I
ner una resistencia armada. Buscaba también apoyarse en la "I
burguesía comercial árabe y en los árabes? dueños de tierra, pero j
no protegía de ningún modo a los fellahs explotados por esta f
burguesía. j
Todo esto debía consolidar las bases de una dictadura mi- I
litar absoluta, centralizada en sus' manos y que asegurara el ]
orden burgués ¡constituido por él. Hagamos notar de paso que el I
respeto por el Corán que Napoleón proclamaba con tanta insis
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EL 18 DE BRUMARIO DE 1799
por él, y les informó que había llegado el día de “ salvar- a la ' ¡
República” . Generales y oficiales salieron garantes de sus tro- ¡
pas; ya, cerca de la casa de Bonaparte, estaban alineadas colum- \
ñas de soldados. Bonaparte esperaba el decreto que sus amigos y j
agentes hacían pasar al Consejo de los Ancianos, reunido con ur- j
gencia. ; ■; i
Como los Ancianos estaban en su mayoría compuestos por
representantes de la media y gran burguesía, un cierto Corneta
hombre fiel a Bonaparte, habló del terrible complot de los te
rroristas, de la próxima ruina de la República, de los b u itre ^
dispuestos a despedazarla, etc. Estas frases brumosas y yacías!de
sentido, que no concretaban nada y no designaban a nadie, te r
minaban con la proposición de votar inmediatamente un decreto j
según cuyos términos las sesiones del Consejo de los Ancianos y |
‘también las del Consejo de los Quinientos (al que ni siquiera j
se había consultado) eran transferidas de París a Saint-Cloud, j
y la ejecución del decreto confiada al general Bonaparte, a quien |
se nombraba comandante de todas las fuerzas estacionadas en la ,j
capital y sus alrededores. Este decreto fue votado precipitada- i
mente por los que sabían el uso a que se destinaba, y por aqué- :
Jlos a quienes tomó de sorpresa. Nadie osó protestar. ' ;
E l decreto fue transm itido de inmediato a Bonaparte. ¿Por ;
qué, antes de hacerlas desaparecer, era preciso transferir a Saint- }
Cloud las dos cámaras legislativas? Aquí intervenían los reeuer- |
dos y las impresiones de los grandes años revolucionarios. En -la j
mente de esta generación revivían las terribles horas, ya lejanas, ’ .j
en que los trabajadores de los suburbios, las masas plebeyas, res
pondían inmediatamente a la violencia, o ante la amenaza de ¡
dispersión resonaban las altivas palabras de los representantes:
“ Id a decir a vuestro amo que estamos aquí por la voluntad
del pueblo y que no saldremos sino por la fuerza de las bayone- I
ta s " ; horas en que el amo no se atrevió a enviar las bayonetas, \
que por otra parte se volvían contra la Bastilla. Se recordaba eó- ¡
mo el pueblo puso fin a una.m onarquía vez y media m ilenaria; j
cómo los girondinos fueron aplastados; cómo por últim a vez, en \
pradial de 1795, el pueblo paseó en lo alto de una pica la cabeza . j
de un miembro de la Convención y la mostró a los otros ■clipu- j
tados sobrecogidos! de te rro r___Por más que Bonaparte estu-...... ....¡
viera completamente seguro de sí mismo, lo que había decidido le 1
parecía mucho menos inofensivo en P arís que en Saint-Cloud, j
¿onde la única construcción importante era el Palacio, una de
jas residencias de los antiguos reyes.
Los sucesos se desenvolvieron exactamente a gusto de Bo
n a p a rte : la ficción de la legalidad eslaba respetada y él mismo,
basándose en el decreto, declaró a las tropas que a. p artir de ese
momento se hallaban bajo su mando y que debían “ acom pañar”
a los dos consejos a Saint-Cloud.
Llevó de inmediato tropas para, rodear el palacio de las Tu
nerías y luego, acompañado por algunos ayudas de campo, pe
netró en la sala de sesiones. Pronunció algunas palabras. Ni antes
ni después de este episodio supo jamás hablar en público sino a
sus soldados. Estas pocas palabras fueron bastante desordena,
das. Se recuerda la frase: “ Queremos úna república fundada,
en la verdadera libertad, en la libertad civil, en la representa
ción n acio n al... ¡La tendremos, lo juro en mi nombre y-en el
de mis compañeros de arm as!” . 1 Pero en ese momento ya no
se trataba de efectos oratorios. E ra justamente ese día que ten
dría fin, por largo tiempo, el arte de la elocuencia parlam enta
ria, de tan gran papel en la Francia de la Revolución. . . Des
pués de esto Bonaparte salió a la -calle. Allí estaba la vanguardia
de las tropas traídas por él, que lo saludó con una tempestad de
aclamaciones. Entonces se produjo una escena inesperada. Un tal
Botto se aproximó a B onaparte; iba enviado por Barras, muy
inquieto de ver que Napoleón no lo llamaba.
Al advertir a Botto el general se dirigió a él como al repre
sentante del Directorio y gritó con voz de trueno: “ ¡E n qué
estado he dejado a F rancia y en qué estado vuelvo a encontrar
la! Os había dejado la paz y.encuentro la guerra; os había de
jado conquistas y el enemigo estrecha nuestras fronteras; h.abía
dejado el arsenal lleno y no he vuelto a encontrar un arma.. El
robo ha sido sistem ático... ¿Dónde están los bravos, los 100.000
camaradas, a quienes dejé •cubiertos de laureles! ¿Qué ha sido
do ellos?” .2
Repitió que quería la República fundada en la igualdad, la
moral, la libertad civil y la tolerancia política.
E l Directorio, es decir, el poder ejecutivo supremo de la
República, fue barrido sin la menor dificultad, sin que fuera p re
1 Corvesponásnce, V I. 1. '
2 A n to in e T h ib a tjd e a u : Le Consulat et FEmpíre, I , 2 9 .
80 E . T A R L É
1 T h ib a u d e a -u : Le Consulat et l’Empire, I , 4 1 .
84 E T A R L É
1799-1800
1800 - 1803
1 N a p o l e ó n : M axirrées d e g u erre.
cesaban de comprobar con amargura que Napoleón no se desem
peñaba según las reglas. De acuerdo con su principio. Napoleón
. 0bró contra Mélas como si Mélas hubies'e «ido Napoleón, y Me Jas
por su parte se condujo con su adversario como si ésto hubiera
;iido Mélas.
Los austríacos estaban concentrados en dirección a Genova
en el sector sur del teatro de las operaciones. Mélas no creía
pjsible que Napoleón utilizara la vía más difícil, desembocando
je Suiza por el San Bernardo, y no se había cubierto seriamente
por ese lado. Y sin embargo ésa era precisamente la vía elegida
por el primer cónsul. En 1800 los soldados de Bonaparte cono
cieron en los Alpes los torbellinos de nieve, el frío riguroso de
las cimas, los precipicios abiertos bajo los pies, las avalanchas, las
noches' pasadas en la nieve, como lo conocieran las tropas ele
Suvorov en 1799 y los guerreros de Aníbal 2.000 años atrás.
Pero ya no s'e trataba como en tiempos de Aníbal de elefantes
que costeaban los golfos; ahora eran cañones, afustes y furgones.
Con la vanguardia marchaba el general Ipannes y tras él, a través
de las rocas, se alineaba el inmenso ejér'eito ele Bonaparte. El 16
de mayo 'comenzó la ascensión de los Alpes. El 21 el propio
Napoleón estaba con el grueso del ejército en la garganta del
Gran San Bernardo; hacia adelante, sobre las pendientes que
descendían hacia Italia, comenzaban ya los combates de van
guardia con los débiles destacamentos austríacos que allí había.
Los' austríacos fueron derribados y se aceleró el descenso de los
franceses hacia el sur. A fines de mayo las* divisiones del ejér
cito de Bonaparte comenzaron a salir una tras otra de los des
filaderos al sur de los Alpes y todo el ejército se desplegó a
retaguardia de los austríacos.
Sin perder tiempo Bonaparte marchó directamente sobre
Milán y el 2 de ju n ;o hizo su entrada en la capital de Lom-
bardía. A continuación ocupó Cremona, Pavía, Plaisan.ee, Bres-
cia y otras varias ciudades y pueblos, rechazando por todas p ar
tes a los austríacos que no esperaban el ataque principal por
ese lado. Mélas empleaba su ejército en sitiar Genova, ciudad
que debía tomar a los franceses pocos" días después. Pero Bona
parte, surgiendo de improviso en Lombardía, anuló este éxito
austríaco.
Mélas se rindió pronto a los franceses que bajaban del norte
en forma tan inesperada. E ntre la ciudad de Alejandría y Tor,
tona se extiende una gran planicie, en medio de la cual está la '
pequeña ciudad de Marengo. A comienzos del invierno de 1 8 0 0 , ¡
examinando en Parfe un mapa detallado del norte de Italia, j
Bonaparte había dicho a sus generales señalando con el dedo I
precisamente ese lugar: “ Pienso batirlos aquí” 1. Y . allí pre. I
cisamente, el 14 de junio, tuvo lugar el encuentro con el grueso
de las fuerzas enemigas.
Esta batalla ha desempeñado un papel considerable en la
política internacional y especialmente en la carrera histórica de
Napoleón. Gran inquietud reinaba en P arís y en toda Francia;
los realistas esperaban día a día la pérdida de Napoleón en los
abismos alpinos. Se sabía que el ejército austríaco era muy
fuerte, y &i caballería más numerosa que la francesa. Circulaban
rumores de la inminencia de un desembarco inglés en-Vendée.
Los jefes chuanes —Cadoudal y sus colegas— consideraban la
restauración de los Borbones no sólo segura sino también próxi
ma. No esperaban más que una señal: la noticia de la muerte
de Bonaparte o la derrota de los ejércitos franceses. Los países i
europeos, aun los neutrales, seguían con atención el curso'' de los |
acontecimientos. Se esperaba la victoria austríaca para adherirse I
a la coalición contra Francia. Los Borbones se preparaban para j
un viaje a P a r ís ... j
Napoleón y sus generales, oficiales y soldados comprendían i
muy bien la importancia del juego y lag probabilidades de per- J
d e r; los austríacos eran esta vez mucho más numerosos y habían i
gozado de un largo y tranquilo descanso en las ciudades y pue
blos italianos mientras el ejército de Napoleón cumplía penosas
marchas a través del San Bernardo, - j
La batalla comenzó la mañana del 14 de junio de 1800, junto
a Marengo y atestiguó desde las primeras horas la fuerza del
ejército austríaco. Los franceses se replegaban asestando gran- ¡
des golpes al adversario pero experimentando también grandes
pérdidas. Hacia las dos de la tarde la batalla parecía - comple- j
tamente perdida. Después de las tres, Mélas, jubiloso, despachó a i
Viena un correo p ara anunciar la victoria completa de los austría
cos', la derrote del execrable Bonaparte, los trofeos, los pri-
1 Em xl L u d w ig : Napoleón .
N A P O L E Ó N 103
t
1 V a n d a l: Uavénement de Bonaparte.
IOS E T A R L tí
ces ni más tarde hizo ningún proyecto serio, pero la idea funda
mental estuvo siempre presente en su espíritu. En 179-3 esta
idea se unía a Egipto ¡ en 1801 a la repentina amistad con el
zar y a comienzos de la campaña de 1812 a Moscú. En estos
tres casos la persecución del lejano objetivo no tu y o siquiera
mi comienzo do realización; pero corno vamos a ver el asunto
s.e vinculaba esta vez a un reconocimiento militar avanzado o a
la apariencia de un reconocimiento de ese tipo.
El desarrollo extraordinariamente rápido de las relaciones
amistosas entre Napoleón y el zar Pablo marchaba juntamente
y en relación estrecha con el recrudecimiento repentino ele!, odio
a Inglaterra, hasta ayer todavía aliada de Pablo en la coalición
contra Francia, Napoleón tenía en .vista —aunque por el mo
mento en líneas generales— una combinación basada en nna ex
pedición al sur de Rusia. Las tropas francesas bajo su mando
se reunirían allí al ejército ruso y Napoleón conduciría hacia
la India a ambos ejércitos a través del Asia central. )
Pablo se inclinaba a caer sobre los ingleses en la India y
hasta se adelantó a Bonaparte en dar los primeros pasos hacia
la realización de este programa. El atamán de cosacos Mat.vei
Ivanovitch Platov, encerrado por causas desconocidas y desde
hacía, .seis meses en la fortaleza Pedro y Pablo, fue. de pronto
sacado de su -casamata y llevado directamente al gabinete del.
zar, donde sin preámbulos se le hizo una pregunta sorprenden
te: ¿.Conocía el camino de la India? Sin com prender' absoluta
mente nada pero dándose cuenta de que una respuesta negati^
va lo reintegraría de inmediato al calabozo, Platov se dio prisa
en responder que sí. Á continuación se le nombró jefe de los
cuatro contingentes de tropas del Don, las que recibieron la
orden de trasladarse a la India casi completamente equipadas.
En total tomaban parte en la expedición los riiatro contingen
tes, es decir, 22.500 hombres. Abandonaron el Don el 27 de fe
brero de 1801; pero no llegaron muy le jo s...
En Europa se seguía con creciente inquietud la consolida
ción de la amistad entre el autócrata francés y el emperador
ruso. En el caso de consolidar su alianza, estas dos potencias
dominarían todo el continente europeo: tal era la opinión no
sólo de Napoleón y de Pablo sino también de todos los diplo
máticos europeos de la épo’^a. En Inglaterra reinaba una inquie-
N A P O L E Ó N 113
1 R o e d e k e r : Jo u r n a ! 9 5 .
dianoche. De las otras 20 horas pasaba a veces 10 o 12 a caballo
o en coche. Mientras sus edecanes se relevaban se le ensillaban
nuevas monturas’. Enviaba sucesivamente a descansar a sus ge
nerales de servicio pero él personalmente trabajaba sin parar.
Nada le gustaba más que conversar con los entendidos e
instruirse en su especialidad. “ Cuando lleguéis a una ciudad '
desconocida —enseñaba a su hijastro Eugenio de Beauharnais
que fue luego virrey de Italia— estudiadla en vez de aburriros:
¿sabéis si algún día no os será necesario tom arla?” Todo Na
poleón está en estas palabras: acumular conocimientos coil miras
a su utilización práctica. Asombró a los capitanes ingleses' ha-
blándoles del aparejo de los barcos no sólo franceses sino tam
bién ingleses y de las' diferencias de sus jarcias; llegaba de im
proviso a alguna oficina del ministerio de Finanzas, pedía los
libros y demostraba a los funcionarios que se había incurrido en
negligencias o que las cifras eran inexacta^; vigilaba los precios
de los mercados, exigía informes diarios sobre las variaciones de
los precios, investigaba las cangas del alza y ordenaba encues
tas y revisiones.
Napoleón atribuía gran importancia a lo económico, que !
era en esa época el conjunto de las cuestiones relativas al des
arrollo de la producción ¡capitalista. Des'pués de dos o tres años
de gobierno le eran tan familiares los .problemas comerciales' e
industriales, los de la producción y venta de mercaderías, de las
tarifas y aduanas, del flete marítimo y de las comunicaciones
terrestres, que conocía tan bien como los mercaderes lyoneses
las4 causas del alza y baja de los terciopelos de Lyon. Un i
empresario que ¡construyera un camino en los mismos confines de
su colosal imperio no estaba a salvo de que le descubriera'sus
tram pas y hasta indicara precisamente en qué consistían. Era
capaz no sólo de' zanjar con su autoridad un litigio de frontera
o term inar con la confusión de los enclaves entre los diversos j
Estados y principados alemanes, sino también ele fundar su de- I
cisión refiriéndose a la historia de esta confusión y estos en- í
claves. . . |
Escuchaba a todo»' los que pudieran proporcionarle indica- j
ciones útiles pero él sólo decidía. Quien ganó la batalla, decía,
no es el que dio un buen consejo sino el que tomó sobre sí la- j
responsabilidad de seguirlo y ordenar su ejecución. E ntre las j
jiuineros'as opiniones que el general en jefe oía expresar a sú
d e r r e d o r podía haber a menudo una juiciosa, pero era preciso
d e s c u b r i r l a y aprovecharla, criterio igualmente aplicable en lo
q u e se refiere a las reformas legislativas y a la dirección de la
política interior.
Napoleón Bonaparte fue nombrado cónsul vitalicio de la
R e p ú b l i c a Francesa después del plesbicito rápidamente organi
zado a continuación de la Paz de Amiens y del s'enado consulto
del 2 de agosto de 1802 que siguió a esta (<decisión del pueblo
e n t e r o ” . E ra evidente que Francia volvía a l a monarquía abso
luta y que hoy o mañana el prim er cónsul sería proclamado rey
o emperador. Y Napoleón quería apoyar, tanto su, futuro trono
como su actual dictadura “ republicana” , en la firme base de
la burguesía rural y urbana, los propietarios comerciantes', in
dustriales, campesinos, artesanos, y en los grandes terratenientes.
A la cabeza del nuevo orden social debía colocarse el derecho de
propiedad que nada, absolutamente nada, limitaba. Por un lado
se destruía para siempre jamás todo vestigio de los viejos dere
chos feudales de la nobleza, de los derechos de los señores s'obre
la tierra gracias a los cuales ellos y sais antepasados habían do
minado siempre; por otro se fundaba para siempre, irrevocable
mente, un derecho de propiedad absoluto en provecho de los
adquirentes de las tierras ■confiscadas que pertenecieran a los
emigrados, a las iglesias y a los conventos y ne extendía este
derecho a los que entonces eran propietarios. Esto en lo que se
refiere a la propiedad rural.
En cuanto a los propietarios del comercio y la industria, re
cibían el derecho ilimitado de celebrar obligaciones' contractuales
con los obreros y empleados sobre la base de una convención
voluntaria (es decir, que se daba al capital libertad desenfrena
da de explotar el trabajo). El poder absoluto de los propietarios
sobre los obreros estaba garantizado desde el momento en que es
tos últimos se veían privados de todo derecho y de toda posibilidad
de lucha colectiva contra la explotación. Por lo demás los co
merciantes e industriales franceses recibían la Seguridad ele que
el gobierno de Napoleón quería y podía librar el mercado inte
rior de competencia extranjera y que transform aría parte de
Europa y de ser necesario, la Europa entera., orientándola hacia
su explotación por el capital comercial e industrial francés.
120 E . T A H L, É
1803-1804
1 T h ib a u d e a u : Le Consultó et VEmpire.
132 E . T A H L ¡5
1 T h ib a u d e a u : Le Conndat et TEmpire.
N A P O L E Ó N 133
142 ^ • í A R L É
1805-1806
N A P O L E Ó N i £5
N a p o l e ó n 147
N A P O L E Ó N 151
c ia lm e n te ;
recibían ana soldada, estaban bien alimentados, vivían
en la inmediata vecindad del cuartel general imperial y llevaban
elegantes u n ‘formes con el alto gorro de piel llamado ¡‘ourson” .
Napoleón conocía a muchos de ellos personalmente y estaba al
corriente de su vida y de su servicio.
La disciplina introducida por Napoleón era singular. No per
mitía los castigos corporales en el ejército; en caso de infraccio
nes graves el consejo de guerra pronunciaba la pena de muerte,
la pena de trabajos forzados; y en los casos benignos condenaba
a la prisión militar. Pero además funcionaba una institución
particularmente autorizada, un tribunal de camaradas no men
cionado en ninguna ley pero que existía en el gran ejército con
el aicuerdo tácito de Napoleón. Ved lo que dicen de él los testigos
oculares: se desarrollaba un combate; en una -compañía se notaba,
por ejemplo, la ausencia de dos soldados. Nadie los había visto
en ninguna p arte; ellos reaparecían al final y explicaban su au
sencia. Persuadida de que los culpables se habían simplemente
escondido porque tuvieron miedo, la compañía elegía de inme
diato tres jueces (tres simples soldados). Estos juzgaban a los
acusados, los condenaban a muerte y los fugitivos eran fusilados
en el ateto. El -comando sabía todo esto pero no se mezclaba; nin
gún oficial debía tomar parte en el juicio, y hasta debía ignorar
—al menos oficialmente— la ejecución.
Sacando partido de la emancipación del campesinado, libe
rado de las cadenas feudales, dictador proclamado emperador,
consagrado por el papa y, desde 1810, pariente por alianza de la
casa de Austria, Napoleón había sabido mantener en el espíritu
de sus soldados la idea de que él y ellas eran —como en el pa
sado— defensores de la Revolución contra los Borbones y los
intervencionistas y que él, en particular, era el prim er soldado
de la República Francesa. El afecto por su persona, la confianza
en sus objetivos, en su genio y en su invencibilidad, contribuían
a mantener la disciplina no menos que los consejos de guerra y
los terribles tribunales de camaradas, ¿ Cómo el campesinado
francés hubiera podido olvidar que su emperador habían•-salido
de las filas revolucionarias, cuando veía con sus propios ojos a
los campesinos de los países ■conquistados dejar de ser. siervos y
a los nobles despojados del derecho de abofetear impunemente a
cualquiera que no los saludara? XJn instinto decía a los soldados
que fuera de los fronteras de Francia, en Europa ocupada, sun
152 E . T A R L £
154 E . T A R L É
mente, pero le exigió ante tocio que los restos del ejército ruso
saliesen sin demora del territorio austríaco, asignándoles él mismo
etapas determinadas, después de lo cual declaró que las negocia
ciones de paz serian entabladas sólo con A u stria. . . Se sobreen
tiende que Francisco aceptó sin discusión. '
La tercera coalición había cesado de existir. ..
Durante le segunda mitad de noviembre y a principios de
d iciem bre de 1 S 0 ; 3 , "William P itt esperaba con penosa angustia las
nuevas de la batalla general. El jefe del gobierno inglés, inspi^
rador y 'creador de la tercera coalición contra Napoleón, sabía que
Inglaterra estaba por largo tiempo al abrigo de una invasión: el
2 1 de octubre ele 1 8 0 5 , en un combate naval cerca de Trafalgar,
1806-1807
retiró parte de sus tropas del Vístula y del Niemen donde debía •
decidirse la suerte de la campaña. D urante algún tiempo Napo
león mantuvo negociaciones eon la Corte de Prusia refugiada en
Koenigsberg. Sus condiciones parecieron demasiado severas a
Federico Guillermo I I I que después de Eylau había recobrado
valor y acabó por abandonar las negociaciones bajo la insistente
presión de Alejandro.
Napoleón consideraba que nada podía omitirse en la gue
rra y por eso todo lo preveía y lo pesaba, sabiendo de qué elemen
tos ínfimos depende a veces, en el momento decisivo, el resultado
de la batalla. Los refuerzos, la nueva artillería y las municiones
eran llevados a los -campos imperiales des'de donde Napoleón los.
repartía entre los diversos cuerpos de ejército. Había publicado
poco, tiempo atrás toda una serie de disposiciones y firmado mu
chos tratados gracias a los cuales completaba su ejército con
alemanes, italianos y holandeses.
Europa estaba entonces terriblemente asustada y Napoleón
hacía todo lo que quería hasta con las potencias con las cuales
nunca estuvo en guerra y que nunca se habían batido ¡con otras.
Así por ejemplo, trabajando para completar los cuadros en pre
visión del próximo encuentro eon las tropas rusas, Napoleón se
dio cuenta de que podía exigir a España unos 15.000 hombres.
No tenía por supuesto el menor derecho ni el menor pretexto,
tanto más cuanto que España no se encontraba de ningún modo"
en guerra ni con P rusia ni con Rusia. De inmediato envió a Ma
drid un papel donde llamaba la atención del ministro español
Godoy sobre el hecho de que estos 15.000 hombres le eran ‘{abso
lutamente inútiles” , mientras que p ara él, para Napoleón, eran
de prim era necesidad. Este argumento —no había otros y no
podía haberlos— pareció tan persuasivo al gobierno español que
los 15.000 hombres exigidos fueron de inmediato enviados a Na
poleón a la Prusia oriental y en parte al norte de Alemania.
E n mayo de 1807 Napoleón disponía de ocho mariscales cu
yos cuerpos de ejército comprendían 228.000 hombres. Otros
170.000 ocupaban Prusia, sin tomar parte por el momento en la
iniciada campaña de primavera. Con la prim avera mejoró el
abastecimiento. ....... ......... ■
E n Dantzig, que el 26 de mayo se rindió al mariscal Lefevre
después de un sitio relativamente largo, se encontró una cantidad
considerable de víveres y reservas de toda clase.
N A P O L E Ó N 187
1 V a n d a l: Napoléon ei Akxandre 1.
194 E . T A R L É
i V a n d a l : N a p a le a n et A lex a n á re I; I , 8 1 .
N A P O L E Ó N 195
1807-1809
león. ‘;Los raros del sol brillan por fin del lado ele España” ,
repetía en Austria y en Alemania.
El mundo entero retenía el aliento y esperaba; Napoleón se
disponía a batirse junto a sus tres mejores mariscales: Davout
Massena y Lannes. Deseaba que Austria atacara primero porquQ
así dispondría de nn ardimiento suplementario en la importante
discusión entablada en E rfu rt eon Alejandro y todavía no ter-
m inada: no perdía las esperanzas de una intervención de Rusia
contra Austria.
El 14 de abril de 180fl el mejor general austríaco, el archi
duque Carlos, invadió Baviera.
Por supuesto, Napoleón no podía contar mucho con los
100.000 alemanes, hechos soldados por la fuerza, que constituían
la tercera parte de su ejército. Sabía que cuerpos magníficos y
combativos quedaban en España y cuán lamentables pérdidas su
fría allí abajo el ejército francés. Y no era el único en saberlo;
los austríacos actuaban esta vez eon una fuerza y una audacia
sin precedentes. En la prim era gran batalla, que tuvo lugar en
Abensberg (Baviera), los austríacos fueron rechazados después de
perder más de IB.000 hombres, pero peleaban muy valerosamente,
mucho mejor aíin que en Ar-cole, en Marengo y en Austerlitz.
La segunda batalla tuvo lugar en Bckmühl el 22 de abril y
terminó con una nueva victoria de Napoleón; el archiduque Car
los debió volver a atravesar el Danubio con pérdidas considera
bles, después de lo cual el mariscal Lannes tornó por asalto Ra-
tisbona. Napoleón, que dirigía el sitio, fue herido en un pie en
lo más recio de la acción. Se le. quitó la bota, se 1c hizo una rá
pida curación y luego ordenó que se lo subiera al caballo de inme
diato, prohibiendo que se hablara de su herida para no alterar
a los soldados: al entrar en la ciudad tomada sonreía, disimulan
do su sufrimiento, a los soldados que lo aclamaban. Las batallas
de Eckmühl y de Ratisbona costaron a los austríacos alrededor
de 50.000 hombres entre muertos, heridos, prisioneros y des
aparecidos.
El 3 de mayo Napoleón atravesó el Danubio en persecución
del archiduque Carlos que se batía en retirada; en Ebersberg le
dio alcance y el archiduque fue derrotado y rechazado. El 8 de
mayo Napoleón durmió en el palacio clel emperador de Austria,
en Sehoenbrunn, como en 1805, y el 13 el burgomaestre le entregó
las llaves de la capital. Parecía que la campaña tocaba a su fin.
N A P O L E Ó N 21 7
1810 -1811
1 Entre los documentos que hallé en los archivos nacionales y que carac
terizan el enorme desarrollo de la crisis, los más impresionantes son los que establecen
el balance general. El ministro del Interior comunicó a Napoleón el 19 de abril
de 1811 que ios obreros de la mayoría de las corporaciones se quejaban de la desocu
pación y gran número de ellos emigraron sin regreso. (N . del A .)
233 E . T A R L É.
/
242 E . T A R L £
1811-1812
como los antiguos zares rusos con sus fieles criados de la corte
cuando les daban en recompensa un cierto número “ de almas’1’’
Cuando fracasó el matrimonio del emperador francés con
la gran duquesa Ana Pavlovna se comenzó a hablar, por primera
vez en Europa, de la proximidad de una desavenencia entre
ambos emperadores. Se comentaba el matrimonio de Napoleón,
con la hija del emperador de Austria como la transformación de
la alianza francorrusa en alianza francoaustríaca.
Existen indicios precisos de que no sólo Napoleón comenzó
a hablar en voz alta de una guerra con Rusia sino de que estu
dió seriamente esta cuestión a partir de enero de 1811, cuando
se enteró de la nueva tarifa de las aduanas rusas ratificadas el
31 de diciembre de 1810. Esta tarifa -subía mucho los dere
chos sobre los vinos, sedas, terciopelos y otros productos de lujo
importados a Rusia, es decir, precisamente sobre las mercaderías
que constituían lo esencial de la exportación francesa. Napoleón
protestó. Se le respondió que el estado lamentable de las finanzas
rusas hacía necesaria esta medida, y la tarifa se mantuvo. Las
queias se sucedían provocadas por la entrada en Rusia, dema
siado fácil en verdad, de los artículos coloniales que llegaban a
bordo de pretendidos navios neutrales, en realidad navios ingle
ses. Napoleón estaba persuadido de que los rusos dejaban entrar
en secreto las mercancías inglesas y que de Rusia esas mercan
cías se distribuían ampliamente en Alemania, Austria y Polonia,
anulando de hecho el bloqueo continental.
También Alejandro consideraba inevitable la guerra. Bus
caba aliados, mantenía conferencias con Bernadotte, e'x mariscal
de Napoleón, convertido en príncipe heredero de Suecia y ene
migo de su antiguo amo.
El 15 de agosto de 1811, en la solemne recepción del cuerpo
diplomático venido para felicitar a Napoleón en ocasión del día
de .su santo, el emperador se.detuvo frente al príncipe Kurakin,
embajador- de Rusia, y le dirigió un discurso irritado y de un
significado amenazador. Acusaba al zar Alejandro de ser infiel
a la alianza y de obrar con mala voluntad. “ Qué espera vuestro
amo?” , interrogó amenazador.
Propuso después a Kurakin la firma inmediata de nn acuer
do que debía hacer desaparecer los malentendidos entre Rusia
y el imperio francés. Aturdido, K urakin declaró que tal acto no
entraba en sus poderes. “ ¿No tenéis plenos poderes? —-gritó
N A P O L E Ó N 249
* N apoleón: C w e sp o n á a n c e , Paría, 1 8 5 8 - 1 8 7 0 .
260 É . f A R, L É
1812
1 H o y de Abelm anoV .
x S íg x jr: TJaide d e cam p d e N apolécm (1812-1815).
N A P O L E Ó N 279
vos que constituían la masa del ejército ruso. Nos consta que Na
poleón pensó en estas clos soluciones y habló de ellas pero que
sólo ensayó la primera.
. Todo lo que ahora podía esperar era concluir la paz; desde
Jíoseú, conservando aún su actitud de vencedor y retirarse
tranquilamente de Rusia con su ejército. Ya no se trataba de la
sumisión, del avasallamiento de Alejandro; estaba dispuesto a
hacer concesiones y a aceptar sus palabras y promesas. Pero:
¿como enterar de algo al zar con quien no mantenía ni podía
mantener ninguna relación después de su injuriosa respuesta a
Balachov, enviado a Yilna por A lejandro?' Tres veces intentó
Napoleón enterar al zar de sus pacíficas intenciones.
Vivía en Moscú el general Tutolmin, director del hospicio
de- niños abandonados. Había pedido al comando, francés que se
le permitiera conservar el hospicio y dejar sus pensionistas erí
Moscú. Napoleón le hizo llamar y le habló mucho y vivamente'
del monstruoso incendio de la ciudad, de la barbarie criminal de
Bostoptchin. Di jóle que él, emperador-, no hubiera hecho .ningún
daño a la ciudad ni a sus pacíficos habitantes. Y no sólo le au
torizó a enviar a la emperatriz María un informe sobre su hos
picio sino que, súbitamente, agregó: “ Os ruego qUe al mismo
tiempo escribáis al zar Alejandro, a quien respeto como en otras
épocas, que deseo la paz” .
No recibió contestación, pero decidió hacer una segunda in
tentona sin esperarla. Por un hecho fortuito y muy contra su vo
luntad, habíase quedado en Moscú y puesto bajo la protección
francesa Jakovlev, rico propietario, padre de Alejandro Ivano-
vitch Herzen. Lo supo el mariscal Mortier, que ie había encon
trado anteriormente en París, y Napoleón hizo venir a Jakovlev.;.
Eerzen cuenta la entrevista de su padre eon el emperador en
Pasado y reflexiones: ‘ ‘ . . . Con motivo del incendio,' Napoleón se
ensañó eon Rostoptchin; dijo que eso era vandálico; como siem
pre afirmó su gran amor, por la p az; habló de la guerra que hacía
no a Rusia sino a In g laterra; hizo valer la guardia puesta al hos
picio de niños y a la catedral Uspienski; se quejó de Alejandro,
habló del mal círculo que lo rodeaba, de sus propias disposiciones
pacíficas que el zar ignoraba” . Y dice más adelante: “ Napoleón
reflexionó y preguntó súbitamente: “ ¿Aceptarías trasm itir aL
zar una carta mía ? Con esta condición os autorizaría a franquear
las líneas con todos los vuestros” . “ Aceptaría de buen grado
282 E . T A R L £
1 Correspondence, X X IV , 2 5 6 .
N A P O L E Ó N 283
1 Propietarios de tierras.
N A P O L E Ó N 285
1 Saltikova era una gran propietaria rusa conocida por su muy extraordi-'
naria crueldad. (Nota del traductor.)
286 E . T A R L á
1 V a n d a l: Napoleón et Alexandre I; I , 8 1 .
N A P O L E ó N 195
1807-1809
* Correspondance, X X V II, 4 1 8 ,
342 E. T A R L É
1 Correspóndanse, X V I I . p. 4 2 3 ,
i
C a pítu lo X V I
\
354 £ . T A R L É
\
356 E . T A R L É
\
358 T A ?. L É
1 M o n t h o l o n : R é c íts d e la c a p tivité, I I , p . 3 2 5 .
2 T h i e r s : H isto ir s d u C ón su l ai ei d e lE m p ir e , Bruselas, 1 8 4 5 , XX,
N A P O L E Ó N 367
1 H o u ssa * e ( 1 8 1 5 ) , 223.
N A P O L E Ó N 395
1 Correspondance, l , 2 9 -3 2 .
,¿ Las C a sas : M em orias, IV , 640.
N A P O L E Ó N
1 N apoleón: M-émotres.
N A P O L E Ó N 413
1 T h i e r s : O b . c it.
414 E . T A R L É
1 N a p o le ó n : Mémoirej.
416 E . T A R L, É
niienza por exponer lo que pueden decir y han dicho los ene
migos? de Napoleón; y luego pasa revista a los méritos del em
perador ante Francia: la conclusión es enteramente favorable
a Napoleón. Este libro está dirigido contra el de Bainville que,
en opinión de Meynier, no hizo bastante favor al emperador. La
aparición del libro de Meynier es un hecho característico de
la tendencia apologética de la historiografía napoleónica con
temporánea, pues es difícil comprender que los más caluro
sos' partidarios de Napoleón puedan exigir algo más que el
libro de Bainville.
Infinitivamente más objetivo y científico es el Napoléon
de Lefébvre, aparecido en 1932 en la colección Peuples ei civi-
lisations.
Tales son las principales corrientes de la historiografía
napoleónica france&'a de un siglo. He ¡citado solamente algu
nas obras generales particularmente notables y que ejercieron
influencia.
La historiografía napoleónica en los otros países ha sido
guiada por la ciencia francesa. No nombraré sino dos' obras de
contenido general, escritas en alemán, que representan inves
tigaciones completamente independientes. Una es de Augusto
Fournier: Napoléon I : Eine Biographie (3 tomos - Viena y
Leipzig-1906). E l otro Napoléon und seine Zeil, es un trabajo
considerable en nueve volúmenes terminado en 1934. Es debi
do a Kireheisen, el sabio alemán ya citado.
Las- propor/eiones de las dos biografías son incompara
bles*. A lo largo de sus nueve tomos enormes Kireheisen hace
una exposición detallada, y cada uno de sus volúmenes repre
senta el doble de cada uno de los de Fournier.
Estas dos obras alemanas de investigación (el segundo de
los nombrados se apoya sobre una cantidad considerable de
datos publicados' e inéditos) se distinguen por una exposición
exenta de pasión, su carácter científico y la interpretación de
los materiales.
Los ingleses proporcionaron muchos trabajos que se re
fieren a diversos problemas de la historia de Napoleón. E n
tre estas revistas generales' la mejor es la obra de Holland
Rose: The Ufe of Napoléon l (Cambridge, 1904). E l noveno
432 E . T A R L É