Está en la página 1de 3

ARQUEROS FAMILIARES

“HE AQUÍ, HERENCIA DE JEHOVÁ SON LOS HIJOS; COSA DE ESTIMA EL


FRUTO DEL VIENTRE. COMO SAETAS EN MANOS DEL VALIENTE SON LOS
HIJOS… BIENAVENTURADO EL HOMBRE/MUJER QUE LLENÓ SU ALJABA
DE ELLOS”. (Salmos 127:3-5)

“LOS HIJOS SON CARTAS VIVAS QUE QUEDAN COMO EVIDENCIA AL


FUTURO, DE QUE EL PASADO HA TENIDO CIERTO GRADO DE
CONTRIBUCIÓN”.

1. LAS FLECHAS DEBEN SER ESCULPIDAS FORMADAS, MOLDEADAS Y


AFILADAS:

Las flechas pasaban por todo un proceso, para poder ser utilizadas; debían ser probadas
y comprobadas en su calidad, eran esculpidas a mano en madera resistente y sus puntas
de acero afiladas y trabajadas hasta un acabado perfecto.

Esto equivale a invertir en la formación de nuestros hijos y no me refiero solo a lo


material, lo cual no deja de ser importante, sino a que se levanten:

a) Padres valientes para formarlos en valores y moral; convertirlos en ciudadanos de


bien. En una sociedad tan carente de principios, esto es imperioso.

b) Padres lo suficientemente valientes como para intervenir en el carácter de sus


hijos, y enseñarles a llamar a lo malo, “malo” y a lo bueno, “bueno”.

c) Padres valientes, dispuestos a invertir tiempo con sus hijos y transmitirles


ejemplos de vida. Ej. Yo les digo: “no se miente”, pero alguien llama y les digo: “dile
que no estoy”; les digo: “no se maltrata a los demás”, pero ellos escuchan peleas
constantes entre sus padres, les digo: “sean responsables”, pero ellos ven que por
cualquier motivo yo falto a mi palabra.

En verdad, es como yo vivo y lo que yo hago y no los consejos que les doy, lo que
esculpirá el carácter de mis hijos. Ellos perciben mi mensaje de “haz lo que yo digo y
no lo que yo hago” y su respuesta a este proceder es “tus hechos hablan tan alto que
no me permiten oir lo que dices”.

Debemos ser coherentes en el mensaje que enviamos a nuestros hijos.

2. LAS FLECHAS DEBEN SER TRANSPORTADAS Y CARGADAS:

Los valientes transportaban aljabas que pesaban entre 70 y 120 kilos, no en balde David
comparaba a los hijos con flechas.

Muchas veces, la carga es extremadamente pesada, sobre todo cuando hay un solo
valiente en la casa para cargarlas (por ejemplo, una madre sola para llevar todo el peso
del hogar). Ej. La mamá de San Agustín fue una mujer que, por mucho tiempo, debió
cargar el peso de un hijo borracho, vividor, mujeriego e irresponsable. Un día, ella fue a
hablar con el sacerdote y él le dio unas sabias palabras: “¡Mujer, no puede perderse el
hijo de tantas lágrimas!”.

Nuestros hijos necesitan de nosotros, necesitan saber que los amamos y oramos por
ellos, pase lo que pase.

Habrá veces en las que tendremos que cargar con vergüenza por cosas que han hecho y
nos dejan mal, o también habrán veces en las que cargaremos con sus fracasos y sus
dolores.

Los padres tenemos un don especial dado por Dios que es el don de los abrazos.

Tal vez no podremos ahorrarle todas las experiencias dolorosas que les deparará la vida,
pero en esos momentos podemos ABRAZARLOS y decirles: “Estoy a tu lado, ¡puedes
contar conmigo para ayudarte a llevar tu dolor hijo mío!”.

Cargarlos es amarlos y darle la seguridad de que son sostenidos por los seres que más
los aman en esta vida; es darles un sustento, una base en la vida, y esto generará
personas tremendamente estables y capaces de llevar adelante grandes proyectos y
alcanzarlos, porque han sido criados con una estructura emocional que los sostendrá y
mantendrá seguros por el resto de sus vidas.

3. LAS FLECHAS DEBEN SER SOLTADAS Y LANZADAS:

Nunca olvidemos que nuestros hijos no son nuestros hijos.

El escritor Libanés Gibran Khalil Gibran, escribió en su Libro “El profeta”:

“Y una mujer que llevaba un niño apretado contra su pecho dijo:

Háblanos de los niños.

Y el profeta dijo: Nuestros hijos no son nuestros hijos.

Son hijos e hijas de las ansias de la vida por perpetuarse.

Llegan a través de nosotros, más no son realmente nuestros.

Y aunque están con nosotros no nos pertenecen.

Podemos darles nuestro amor, pero no nuestros pensamientos,

porque ellos tienen sus propios pensamientos.

Podemos albergar sus cuerpos, pero no sus almas,

porque ellos viven en la mansión del mañana,

que nosotros no podemos visitar ni aún en sueños.


Podemos, si mucho, parecernos a ellos, pero no tratemos

de hacerlos semejantes a nosotros.

Porque la vida no retrocede ni se estanca en el ayer.

Somos los arcos para que nuestros hijos, flechas vivientes,

se lancen al espacio. El arquero ve la marca en lo infinito,

Y es él quien los doblega con su poder, para que sus flechas

partan veloces a la lejanía.

Que el doblegamiento en manos del

arquero sea nuestra alegría; porque Aquel que ama a la flecha que vuela,

también ama el arco que permanece.

La pregunta que debe quedar en mi mente es ¿Dónde están mis flechas? Y si tus flechas
aún no han sido lanzadas, asegúrate de dar en el blanco correcto.

Debemos orar por las flechas de esta generación; aquellas que han sido lanzadas a las
calles o las drogas, a la delincuencia. Flechas que se rompieron en la misma aljaba del
valiente, y fueron golpeados en sus mismos hogares, pero para esta tarea tan alta y
noble, que es la de ser Padres, nosotros contamos con el mejor de los Maestros que es
“Jesús”.

El te ama tanto a Ti, como a ese bebé que está creciendo dentro del vientre, o a los hijos
que Él te dio. Él te conoce tanto como lo conoce a él. (Salmo139:13-17). Él sabía todo
lo que necesitabas antes de que nacieras, como lo sabe de cada uno de nosotros, de cada
uno de nuestros hijos.

Él sabe si fuimos flechas bien dirigidas o no, y Él tiene el poder de restaurarnos y


volvernos a lanzar para nuestro destino perfecto y darnos sabiduría para lanzar nuestras
propias flechas (nuestros hijos) en la dirección correcta.

Recuerda siempre:

“La sabiduría de Dios jamás faltará, a los padres que la buscan y anhelan con todo el
corazón”.

También podría gustarte