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“AÑO DE LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCION E

IMPUNIDAD”

Tema :
Curso :
Docente :
Alumna : Yulissa Taboada Càceres

ICA-PERÚ
2019
ENSAYO EL SEXTO
José María Arguedas, poseía un estilo antiguo y su obra implica lo poético, lo
social y cultural, proponiendo nuevos enfoques en una Nación donde hay mucha
diversidad pero a la vez hay hostilidades y discriminaciones entre unos y otros.
Tal vez, el mestizaje para Arguedas, estuvo por encima de todo porque buscaba
que haya una igualdad entre todas las gentes del Perú, y que no exista esa
desigualdad que hasta nuestros días permanece donde unos salen más
beneficiados que otros a costa del sacrificio de la mayoría.

Sabemos que José María Arguedas era una persona mestiza, que vivió en
dos mundos diferentes, pero siempre le dio mayor interés al mundo
andino debido a que era el más desvalorizado. Sus obras narrativas serían
una apuesta por el diálogo.

José María Arguedas tuvo una mirada profunda a la literatura ya que en


sus obras, plasma todo sus sentimientos y todo lo que vivió en sus tiempos.
Para él nuestro país el Perú engloba una infinidad de culturas y lenguas.
Inspirándose en ello con el propósito de cambiar al país a través de la literatura.
Pues muchas personas no tenemos aún claro que todos somos iguales, que
todos somos peruanos, que tenemos un mismo pasado histórico y glorioso que
marcó el destino de nuestro país. Por ello nosotros debemos sentirnos
orgullosos de ser peruanos y valorar lo que tenemos. Por estos y otros motivos
debemos valorar la importancia literaria de José María Arguedas, y el presente
ensayo fue elaborado con ese propósito.

En la obra El Sexto, cuenta las experiencias de Gabriel durante su prisión en la


conocida cárcel limeña. La fetidez, el aspecto sombrío, el envilecimiento de la
persona son las notas primeras que diseñan la forma de la cárcel y su mundo
cerrado. Gabriel ingresa en ella a causa de su actividad como líder estudiantil: al
hacerlo, tiene la impresión de haber penetrado en una ciudad turbulenta y
desconocida. Los personajes que encuentra (criminales, maleantes,
degenerados, presos políticos y estudiantes), su conducta, los hechos insólitos
convertidos en norma carcelaria, la estratificación del penal especie de jaula
rectangular dividida en tres pisos horizontales en donde se distribuyen, de abajo
hacia arriba: vagos y asesinos, maleantes no avezados, y detenidos políticos; la
noche y la mañana contempladas desde la celda, todo esto, por fin, en frente de
Gabriel, y al mismo tiempo en su entorno, lo impele a buscar perspectivas íntimas
y externas para ordenar la secuencia de figuras disformes que lo cercan.
Esa realidad que no es paisaje natural cosificada en el volumen oscuro de la
cárcel, lo incita al recuerdo de la infancia serrana, bajo el sol brillante que fustiga
el campo. La lluvia menuda, el cielo descolorido le recuerdan que la cárcel está
en Lima; el ruido de los automóviles, la torre de la iglesia cercana, no obstante
su proximidad, le recortan el espacio y lo insertan en el paisaje de la prisión,
crucero principal de la ciudad moderna. El Sexto, erguido y voluminoso, se le
asemeja un monstruo que tritura a sus huéspedes imperturbablemente. En
diálogo con Cámac, su compañero de celda, sindicalista minero, intuitivo y
serrano como él, Gabriel aprende las más claras lecciones sobre la cárcel y la
vida. Cámac tenía un ojo enfermo que le supuraba sin pausa; pero por el sano
irradiaba una luz convincente, de tenaz rebeldía. La opacidad y el fulgor de sus
ojos impresionan a Gabriel y trasuntan la lucidez y el desvarío de las pláticas;
entretanto, el monstruo cosificado adquiere otra significación: en él se apretuja
la estructura humana y económica del Perú contemporáneo, sólo que,
paradójicamente, el sector popular ocupa el nivel más alto, cual si se hubiese
invertido la pirámide social.

Gabriel ensambla su análisis con las desordenadas observaciones de Cámac, y


reconoce que le confieren razón al minero; mas, aparte el acuerdo conceptual,
percibe que una fuerza emotiva, lo aproxima a éste y otros hombres de distintos
credos, y que en cambio lo separa del frío sustento analítico que caracteriza a
los dirigentes de los partidos organizados en el penal. En la tabulación de las
costumbres carcelarias, de la conducta de los reclusos, y de las amistades y los
odios, entra en juego un conjunto de apreciaciones y sentimientos pertinazmente
serranos. Las tres figuras capitales: Gabriel, Cámac, Juan, son de origen andino.
La intuición y el sentimiento, la reminiscencia y la furia despojada de doctrina,
hermanan a estos hombres en su percepción del país como secuencia de
espacios (sierra-costa), y como espacio con profundidad, en el prisma de base
rectangular que es el Sexto y todo el Perú.

La vida carcelaria debería ser entonces una experiencia compartida, mas, puesto
que en ella se revelan igual que al microscopio los vicios y virtudes del país,
Gabriel descubre que el suyo, como el problema de los otros políticos, no es un
caso personal, no es un caso de conciencia, y sin embargo está anegado de
individualismo. "La soledad no se goza; la soledad se sufre": junto a la escoria
humana, en El Sexto se hallan los seres más idealistas del país; sin embargo, la
discrepancia en las cuestiones prácticas aleja a los hombres más que las ideas,
y lo que distingue a la persona, para Gabriel ¡intelectual! no son las teorías, sino
la conducta. Frente al monstruo cosificado, los hombres se autodefinen y
desunen, a pesar de haber comprendido el secreto de la cárcel y de la sociedad.
Después de oír las opiniones de Cámac sobre el estado del Perú y el remedio
de su crisis, Gabriel comenta: "Aun en la cárcel me parecían temerarias esas
palabras". "Tenía 23 meses de secuestro en el penal y había recuperado allí el
hábito de la libertad". No se había juzgado con tan punzante amargura a nuestros
regímenes dictatoriales; en ellos, la cárcel, negación de la persona, disforme
reflejo de la sociedad, le ofrece al hombre lo que la vida ciudadana le arrebata:
la libertad de comprender y de expresarse; le promete, en fin, el sueño de un
nuevo país. Y aunque sólo sea en el plano simbólico, esta realidad se desborda
del prisma, y expande e incorpora las secciones parciales del territorio en un
nuevo "todo" ideal. Ese ideal habita en el Sexto; en ese sentido uno de los
reclusos dirá "Esta es nuestra casa…".

CONCLUSIÓN
Gabriel ingresa en ella a causa de su actividad como líder estudiantil: al hacerlo,
tiene la impresión de haber penetrado en una ciudad turbulenta y desconocida.
Los personajes que encuentra (criminales, maleantes, degenerados, presos
políticos y estudiantes), su conducta, los hechos insólitos convertidos en norma
carcelaria, la estratificación del penal.

Las tres figuras capitales: Gabriel, Cámac, Juan, son de origen andino. La
intuición y el sentimiento, la reminiscencia y la furia despojada de doctrina,
hermanan a estos hombres en su percepción del país como secuencia de
espacios (sierra-costa), y como espacio con profundidad, en el prisma de base
rectangular que es el Sexto y todo el Perú.

En El Sexto se hallan los seres más idealistas del país; sin embargo, la
discrepancia en las cuestiones prácticas aleja a los hombres más que las ideas,
y lo que distingue a la persona, para Gabriel ¡intelectual! no son las teorías, sino
la conducta. Frente al monstruo cosificado, los hombres se autodefinen y
desunen, a pesar de haber comprendido el secreto de la cárcel y de la sociedad.

Arguedas define a "El Sexto" como una escuela del vicio, pero a la vez como una
escuela de generosidad. Y es que en ese lugar el escritor encontró lo peor que
la sociedad ha parido pero a la vez la esperanza de quienes luchaban por
cambiarla, sufriendo no solo la privación de la libertad sino torturas y
sufrimientos. Al margen de las menudas disputas doctrinarias que se dan entre
los presos políticos, existe ideales comunes que en determinados momentos
hermana a todos ellos: la lucha contra una dictadura totalitaria y el deseo por
implantar en el país la justicia social.

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