Está en la página 1de 2

La balada del viejo marino

Escalaba el cielo la errante luna

Sin determinarme nunca:

Flaqueada de una o dos estrellas

Lentamente escendia.

Se burlaban sus rayos del sofocante mar,

Esparcidos como en abril la escarcha blanquecina;

Pero donde llegaba la gran sombra del barco

Las calmas aguas hervían hechizadas

Con un rojo de espanto.

Contemple las superficies marinas

Más allá de la sombra del barco:

Avanzaban en estelas de fulgido blancor

Y cuando se erguían derramaban

Su luz hechizada en copos níveos.

En la sombra del barco

Contemple sus ricos atavíos:

Azul, verde brillante; y negro terciopelo

Se encogían, nadaban y era cada estela

Un vivo resplandor de áureo fuego.

¡Qué felices seres vivos! no hay lengua

Que pueda proclamar su hermosura:

Una fuente de amor mano de mi corazón

Y, sin querer, los bendijo:

Y pude rezar en aquel mismo instante;

Y libre ya el albatros

Cayo de mi cuello e igualque plomo se hundió en el mar.

También podría gustarte