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Ensayo sobre “El ser y la nada” de Jean-Paul Sartre

Jean-Paul Charles Aymard conocido comúnmente como Jean Paul Sartre, filósofo francés, en
su obra “El Ser y la Nada”, busca comprender al concepto de La Nada y de proyectar qué es el
ser. Para desarrollar estos dos asuntos, utiliza el Método Fenomenológico establecido por el
filósofo Edmund Husserl, que indicó que toda conciencia es conciencia de algo.
En un aparte de la presentación, en este libro, Jean Paul Sartre dilucida que “el ser no puede ni
ser derivado de lo posible ni reducido a lo necesario”. Y añade que: “La necesidad concierne a la
conexión de las proposiciones ideales, pero no a la de los existentes. Un existente fenoménico, en
tanto que existente, no puede jamás ser derivado de otro existente”. Se infiere que el fenómeno
se da cuando el ser es.

Jean Paul Sartre, analizando en la filosofía existencialista, expresa que el hombre comienza por
existir y después de encontrarse aparece en el mundo y luego se define. De tal forma, si el hombre
no es definible, es porque comienza por no ser nada.

En el introito se distingue el progreso del pensamiento moderno restringiendo lo existente a las


apariciones que lo declaran; con ello, se eliminan dualismos que obstaculizaban a la filosofía. El
ser fenoménico revela su esencia al igual que su existencia y es la cadena de sus manifestaciones.

La conciencia la comprendemos como constitutiva del ser de su objeto, o la conciencia es vínculo


a un ser trascendente; así, se establece que toda conciencia es conciencia de algo. Sartre,
manifiesta que por prejuicio generalizado se ha oscurecido la visión del fenómeno del ser, o por lo
que él denomina “creacionismo”; indicando que como se suponía que Dios había dado el ser al
mundo, el ser parecía afectado de pasividad. Se ratifica en su apreciación, mencionando que “una
creación no puede explicar el surgimiento del ser, pues, si el ser es concebido en una subjetividad,
así sea divina, seguirá siendo un modo de ser intra – subjetivo.

Esa subjetividad no podría tener ni aun la representación de una objetividad y, en efecto, no podría
ni aun afectarse de la voluntad de crear algo objetivo”. La conciencia puede trascender al existente,
por lo que se le puede llamar óntico – ontológica. El ser – en - sí es, lo que equivale que el ser no
puede ser derivado de lo posible ni reducido a lo necesario; puesto que un existente fenoménico
no puede derivarse de otro existente.

En la Primera Parte, dice que sus indagaciones lo han llevado al seno del ser, pero con un dilema
que no ha logrado establecer su vinculación entre las dos regiones del ser que descubrió. Refiere
que Descartes tuvo un problema similar cuando estudió las relaciones entre el alma y el cuerpo;
por lo cual, señalaba la solución en la unión de la sustancia pensante con la sustancia extensa, o
en lo que es lo mismo: en la imaginación. Su preocupación no era la misma de Descartes, puesto
que no concebía la imaginación igual como lo hacía él. En toda cuestión, nos mantenemos frente
a un ser al cual interrogamos.

Es claro que en toda interrogación existe un ser que interroga y otro al que se interroga sobre algo,
participando de la trascendencia del ser. En toda interrogación se espera una respuesta; la cual,
será un sí o un no, lo que es lo mismo: afirmación o negación. La conciencia no puede producir
una negación sino en la forma de conciencia de negación.

Salta la pregunta: “¿cuál es la relación primera entre el ser humano y la nada, ¿cuál es la primera
conducta?” – Citando en “La Concepción dialéctica de la Nada”, la comprobación de un paralelismo
entre las conductas humanas frente al ser y frente a las que adopta el hombre sobre la Nada,
considerando al ser y al no - ser como complementarios de lo real, como de la sombra y la luz, las
cuales no se pueden valorar aisladamente.

Sartre dice que el ser no tiene necesidad de la Nada para ser concebido. Agrega que la Nada, que
no es, no puede tener sino una existencia prestada; pues, la misma cogió su ser del ser, su Nada
de ser no está sino dentro de los límites del ser; y, no hay no – ser sino en la superficie del ser.
En La concepción fenomenológica de la nada, manifiesta que la complementariedad del ser y la
nada se puede apreciar en uno y en otros dos componentes de lo real, sin “hacer pasar” el ser a
la nada como lo hizo Hegel. Llama, contrariamente a lo anterior, a colocar mayor cuidado sobre
las fuerzas recíprocas de expulsión que el ser y el no - ser ejercerían mutuamente, teniendo como
resultado de esas fuerzas antagónicas: lo real; la cual es la concepción a la que se dirige
Heidegger.

Destaca Jean-Paul Sartre el progreso de la teoría de la nada, comparándola con la de Hegel. El


filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel reveló la autenticidad de la interrogación sobre el
ser; sin embargo, Sartre, argumenta que ya desapareció su carácter escolástico y, por lo tanto
merece explicación un sentido del ser, puesto que hay una “compensación preontológica” del ser
mezclada en las conductas de la “realidad humana”, o mejor aún en sus proyectos.

Yendo más allá, argumenta que en las teorías que plantea sobre el problema de la Nada, están
ausentes de logros, mostrando que ese problema no compete al uso del entendimiento. Ante esto,
contrariamente, afirma que hay actitudes de la “realidad humana” que implican “comprensión” de
la Nada, como el odio, la prohibición y muchas más; inclusive, cita para el Dasein con la posibilidad
de encontrarse frente a la Nada, manifestándola como fenómeno en la angustia.

Frente a lo antecedido, alude al alemán Martin Heidegger quien no sigue el equívoco de Hegel y
no mantiene al No – ser un ser – aunque fuera abstracto -. La Nada está sostenida por la
trascendencia. La “realidad humana” aparece al estar en el ser. Clarifica, Sartre, que la realidad
humana hace aparecer al ser como totalidad organizada como mundo trascendiéndolo.

La Nada no puede ser Nada, al menos que se constituya como negación del mundo. La Nada
ultramundana da razón de la negación absoluta. Insiste en que la Nada no puede sino sobre la
base del ser.

Al aproximarse el origen de la Nada, Sartre, reconoce que sin la negación no se formularía una
interrogante, ni siquiera sobre la del ser. Para que podamos preguntarnos sobre el ser, es
imprescindible que la Nada se presente de alguna manera. Para entender las realidades –
“Negatividades”- se requiere que la Nada se presente en el fondo mismo del Ser. Sin embargo,
esa Nada intramundana no puede ser elaborada por el Ser – en – sí; ni aún puede mencionarse
que la Nada sea excluyente del Ser.
Nace la pregunta sobre la Nada ¿de dónde viene? si la Nada no puede ni fuera del Ser ni a partir
del Ser y si, de otra parte, siendo no – ser, de ella misma no puede extraer la fuerza necesaria.

Expresa que nos encontramos en presencia de dos éxtasis humanos: uno que nos lanza al ser –
en – sí; y dos el éxtasis que nos compromete en el no – ser. Aquí, nuevamente, estamos de frente
con el no – ser como trascendencia hacia el Ser.

Profundizando en el tema, busca el fundamento de negación en una civilización que actúa en el


fondo de la inmanencia; en la inmanencia absoluta, en la subjetividad pura del cogito instantáneo,
es ahí donde debemos hallar el acto original por el cual el hombre es para sí mismo su propia
Nada. Se infiere que el hombre siendo su propia Nada, puede preguntar; por lo cual, el hombre no
puede estar en el origen del no - ser en el ser a menos que su ser se haya preocupado en sí mismo
de la nada, surgiendo las trascendencias del pasado y del futuro en el ser temporal de la realidad
humana.

En el Capítulo II de la Primera Parte, Jean Paul Sartre, manifiesta que “el ser humano no es
solamente el ser por el cual se develan negatividades en el mundo; es también aquel que puede
tomar actitudes negativas respecto de si”. Agrega que el hombre elimina, en la ironía, lo mismo
que pone; lo que es lo mismo, hace creer para no ser creído, afirma para negar y niega para
afirmar; fabrica un objeto positivo, sin poseer más ser que su Nada.

En la Segunda Parte del libro “El Ser y la Nada” figura: “El ser de la conciencia en tanto que
conciencia consiste en existir a distancia de sí como presencia a sí, y esa distancia nula que el ser
lleva en su ser es la Nada”. Para que exista en sí es necesario que este ser conlleve su propia
Nada como civilización de lo idéntico. La Nada que se desliza en la creencia es su Nada; como
creencia ciega y plena, como la llamada “fe del carbonero”.

Al preguntar, sin ninguna ilación, al cogito pre – reflexivo, no encontramos la Nada. La Nada es un
en – otra – parte. La Nada, siendo Nada de ser, no puede venir al ser sino por el mismo ser. La
realidad humana es en el ser el fundamento único de la Nada en el seno del ser. El mundo es mío
mientras es correlato en – sí de la Nada. Sin mundo no existe piedad ni persona; igualmente, sin
la piedad, sin persona, no hay mundo. Pero, es preciso tener en cuenta que esta pertenencia del
mundo a la persona no es puesta en el plano del cogito pre – reflexivo.

En el Capítulo II, Jean Paul Sartre, cita la fenomenología de las tres dimensiones temporales: del
tiempo: pasado, presente y futuro. La temporalidad no debe tocarse como una serie ilimitada de
“ahora”; los cuales, unos no son ya y otros todavía no han sido. Como se aprecia hay que eliminar
esta serie, teniendo como ejemplo que “el “ahora” futuro, por ejemplo, “es una nada en tanto que
futuro”. Mejor explicado: el pasado no es ya y el futuro no es aún.

La memoria incluye presuposición sobre el ser del pasado; pero esa suposición previa sin
fundamento ha empañado el problema del recuerdo y el de la temporalidad. Por eso, hay que
reformular la pregunta: ¿cuál es el ser de un ser pasado? – Hay dos concepciones imprecisas,
sacadas del sentido común: “el pasado, se dice, no es ya”; aquí se atiende al ser sólo presente.
Esta presuposición ontológica es la generadora de la teoría de las huellas cerebrales, puesto que
el pasado ya no es, toda vez que se ha desmoronado en la Nada; dando a comprender que todo
es presente: el cuerpo, la percepción presente y el pasado como huella en el cuerpo.

La otra concepción se desprende de la conciencia popular que haya dificultad para negar la
existencia real del pasado; es decir, el pasado tendría existencia horaria. Es conveniente registrar
que la filosofía bergsoniana cita que “al entrar en el pasado, un suceso no deja de ser deja de
actuar, simplemente, pero permanece “en su lugar”, en su fecha, por toda la eternidad”. De otro
lado, la conciencia no puede, en realidad, trascenderse ni hacia el mundo, ni hacia el futuro, ni
hacia el pasado.

Diferente del pasado que es en – sí, el presente es para – sí. En la pretensión de clarificar el
presente de todo lo que no es él, en sus lecciones sobre la conciencia interna del Tiempo, dice
Husserl, en un instante infinitesimal: el término ideal de una división llevada al infinito: Nada.

El en – sí no puede ser futuro ni entender una parte de futuro. Sólo un ser que tiene que ser puede
tener un porvenir. El futuro no corresponde a una serie igual y cronológicamente ordenada de
instantes por venir.

El tiempo de la conciencia es la realidad humana temporalizada como totalidad, es la Nada que


se resbala en una totalidad como fermento des totalizador. La temporalidad se temporaliza como
repudio del instante. El conocimiento nos sitúa en presencia de lo absoluto, con una verdad que
entrega nada más y nada menos que lo absoluto, porque sigue siendo rigurosamente humana.

En la Cuarta Parte de “El Ser y la Nada” haciendo mención a la Muerte, Sartre, dice: “Después de
que la muerte haya parecido lo inhumano por excelencia puesto que era lo que hay del otro lado
del “muro”, de repente se optó por considerarla desde otro punto de vista, es decir, como suceso
de la vida humana.

Este cambio, se explica muy bien: la muerte es un término y todo término (sea final o inicial), es
un Janus bifrons: bien que se lo vea afín a la Nada de ser que limita el proceso en cuestión, o, al
contrario, que se le descubra tal como parte de la serie a la que cierra, como ser perteneciente a
un proceso que existe, y del que, de cierto modo constituye su significado. Así el acorde final de
una melodía conduce por un lado hacia el silencio, es decir, hacia la nada de sí que seguirá la
melodía; en tal sentido se hace con el silencio, puesto que el silencio que seguirá está ya presente
en el acorde de Resolución como su significado”.

Considero con sumo respeto que, según sus estudios, análisis y capacidad, Jean Paul Sartre logró
penetrar con luz propia al universo filosófico con su obra “El Ser y la Nada”, donde encamina la
realidad humana como conciencia “ser – por – sí” contemplada como falta de ser y libertad. Paso
a paso, hace un largo recorrido, profundizando en la filosofía existencialista, para manifestar que
el hombre empieza por existir y después de encontrarse aparece en el mundo y luego se define.
De tal forma, si el hombre no es definible, es porque comienza por no ser nada.

El libro “El Ser y la Nada” del filósofo francés Jean Paul Sartre argumenta de que el ser está
constituido por la conciencia y en su subjetividad, aparece una conciencia reflexiva e irreflexiva en
la cual en el umbral de la reflexión y la irreflexión de la conciencia de cada cual hay un límite de
pérdida del sujeto y esa pérdida del límite del sujeto se convierte en un objeto utilitario para el otro
y por lo tanto, aparece una nada existencial.
Este ensayo lo podemos cerrar con una apreciación sartriana: “La nada es el ser propio de la
existencia humana como conciencia, siendo esta nada negación”.

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