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REFORMA UNIVERSITARIA Y CIENCIAS NATURALES Y EXACTAS

CARTA ABIERTA

San Juan de Pasto, Noviembre 8 de 2010

Doctor

PABLO FERNÁNDEZ
Decano Facultad de Ciencias Exactas y Naturales
Universidad de Nariño

Apreciado Decano:

La Mesa Directiva de la Reforma Universitaria se permite felicitarlo por la


actividad organizada en su Facultad, el lunes 25 del mes pasado, en relación
con la disyuntiva entre materialismo o idealismo en las ciencias naturales, la
que guarda relación con la marcha de la Reforma, aunque no se haya
organizado en este marco.

Queremos, asimismo, dar nuestras opiniones sobre algunos comentarios


relacionados con la Reforma hechos por usted y otras de las personas que
intervinieron en el acto. Se expresó allí alguna inquietud por opiniones,
planteadas en actividades de la Reforma, en relación con las ciencias
naturales, su pertinencia, su método y sus fines. Lo primero que queremos
decir es que el solo hecho de que tales temas sean tratados en la discusión
de nuestra universidad, en los marcos de la Reforma, es una ganancia para
la Institución. Esos son los temas que permiten construir una mejor
Universidad hacia el futuro, esos son los verdaderos temas universitarios.

Veamos uno por uno los distintos temas mencionados y la posición nuestra
sobre ellos.

La pertinencia. Entendemos la pertinencia como la propiedad de formar


parte de algo, de ser un subsistema de un sistema mayor. Por lo tanto, es
necesario precisar de qué sistema mayor forma parte. Podríamos hablar de
pertinencia bien al statu quo, o bien a la búsqueda de alternativas de futuro.
Veamos el tema en relación con lo que hemos llamado el Paradigma de
Universidad y Región. Entendemos este paradigma en dos sentidos:
primero, en el sentido de que la Universidad de Nariño es parte constitutiva
de la región, la Universidad es región, no es un ente externo separado de los
demás componentes de la región y, segundo, lo que hemos llamado
convivencia responsable en la región. Esta significa que la Universidad debe
entender la región en su complejidad, entregarle lo que posee y, a la vez,
aprender de ella, avanzar con ella y, de otra parte, ofrecer reflexiones
teóricas hacia la construcción de futuros regionales alternativos. No se trata
por lo tanto de responder solamente a las demandas actuales de la región
sino de construir desde ella y con ella nuevas alternativas.

Un aspecto muy relacionado con la convivencia responsable es el carácter


multicultural de la población de Nariño: el 11% de la población es indígena, el
19% afrodescendiente y el 70% mestiza. ¿Debe la Facultad de ciencias
exactas y naturales plantear un diálogo con las maneras no estrictamente
racionales, en el sentido cartesiano, de conocer de las diferentes culturas? O,
¿prefiere sumarse al epistemicidio que llevó a cabo Europa, en nombre de la
razón? Esta es una pregunta sobre la que la Facultad debe reflexionar.

La búsqueda de alternativas de desarrollo supone que la región no se


encuentra en el mejor de los mundos posibles, que la situación de la
población regional no es la mejor. Para la pertinencia, entendida de esta
manera, necesitamos de todas las ciencias y en su máximo nivel de
desarrollo, particularmente de las ciencias naturales y de las matemáticas.
Además, cuando hablamos de región no estamos hablando de autarquía.
No queremos ni podríamos estar de espaldas al mundo. Formamos parte,
para bien o para mal, de un sistema-mundo del cual no podemos ni
queremos escapar; algunos queremos sí contribuir a cambiar el mundo,

pensamos que no vivimos en el mejor de los mundos posibles (tema sobre el


cual podemos hablar en otro momento). Al respecto, hemos dicho que no
estamos obligados a seguir sin más la tendencia mundial del globalismo
neoliberal, sino que tenemos derecho a pensar con cabeza propia y ofrecer
alternativas nuevas para la región, para el país y para el mundo; pero eso
solo podemos hacerlo desde la región, desde el punto donde estamos
pensando. Esto implica un cambio pedagógico. Ante la disyuntiva de
repetir para recordar o pensar para transformar, debemos quedarnos con
esta última opción (no sabemos si en ciencias naturales esa alternativa
pedagógica tendrá sentido). En este sentido hemos planteado lo que
llamamos el círculo virtuoso (Cf. Diálogos por la Reforma Nº 3).

Lo del método. Aquí el tema tiene que ver particularmente con las
disciplinas. Históricamente las disciplinas nacen de la división del trabajo,
propia de la industria capitalista. Es la aparición de la máquina lo que hace
desaparecer al artesano soberano, que lleva a cabo todas las acciones
productivas, que es dueño de su producto, y lo reemplaza por el obrero que
se convierte en un apéndice de la máquina, que lleva a cabo un solo
movimiento mecánico que lo esclaviza (Cf. Carlos Marx, El Capital, tomo I,
cap. 13). Al igual que la división el trabajo de tipo capitalista multiplicó
exponencialmente la productividad del trabajo (disminución del tiempo
necesario para producir una mercancía), la especialización en las ciencias
permitió un avance extraordinario en la profundización del conocimiento.
Todavía en el siglo XIX, quienes se oponían a la deshumanización capitalista
recordaban con nostalgia la complejidad del pensamiento en el
Renacimiento. Es el caso del pensador alemán Federico Engels, quien
seguía viendo a los pensadores renacentistas como hombres a imitar. Al
respecto nos dice:

Casi todos los hombres descollantes de aquel tiempo emprendieron grandes


viajes, hablaban cuatro o cinco lenguas y brillaban en varias disciplinas de
conocimiento. Leonardo da Vinci no era solamente un gran pintor, sino
también un gran matemático, mecánico e ingeniero, a quien deben

importantes descubrimientos las más diferentes ramas de la física…


(Introducción a Dialéctica de la naturaleza).

Hoy en día esas pretensiones no son posibles, porque el cúmulo de


conocimientos es tal que ningún cerebro podría abarcarlos ni siquiera
superficialmente; la especialización es indispensable. Pero sería bueno
tener en cuenta algunos aspectos. Estamos suponiendo que todo fenómeno
social nace en un contexto histórico (no todos están de acuerdo con este
planteamiento) y, si aceptamos esta afirmación, habría que aceptar
también: primero, que cuando nacen las disciplinas lo hacen para resolver
los problemas del momento; y, segundo, que lo hacen en el marco de una
epistemología dominante: la cartesiana, es decir el análisis, y, tercero, que
esto no necesariamente tenía que ser así, si en el siglo XIX la Dialéctica
hubiera tenido el respaldo oficial, las ciencias podían haber adquirido un
viraje en esta dirección (esta opinión tampoco es aceptada por todos,
algunos dicen que las cosas son como tienen que ser, que algún espíritu
trascendente lo ha dispuesto de esa manera).

Lo cierto es que en la década de los años sesenta y posteriores, se le


presentan a la ciencia problemas nuevos que no pueden ser abordados por
ninguna de las disciplinas existentes, sino por varias de ellas al mismo
tiempo: una interdisciplina. Entre esos problemas podemos mencionar el
ambiental. Este es, por supuesto, un problema biológico, pero también es
un problema sociológico y económico; algunos pensamos que, por ejemplo,
el calentamiento global es un problema de la racionalidad del modelo
imperante y que, por la misma razón, en los marcos del actual sistema no
tiene solución (en algún momento lo podemos hablar con detenimiento,
también hay quienes dicen, científicos muy serios, que no existe tal
problema del calentamiento global, o por lo menos que no tiene que ver con
la actividad antrópica). Si tenemos razón en lo que venimos planteando,
habría que admitir que lo del enfoque interdisciplinar o complejo no es una
decisión voluntaria únicamente, sino una exigencia de nuevos problemas.

Estamos de acuerdo en que hoy son indispensables las disciplinas, pero


quizás haya que admitir que no hay una disciplina de las ciencias naturales
que abarque toda la phisis, quizás el asunto está en que cada disciplina
tenga la modestia de reconocer que solo puede alcanzar una parte de la
realidad objetiva y que, por tratarse de una realidad compleja, las otras
partes están fuera de su alcance; además de que el conocimiento de todas
las partes en sí mismas no garantiza el conocimiento del todo. En este caso,
tendría razón el filósofo griego Anaxágoras, cuando dijo hace 2.500 años que
las cosas que están en un universo no están separadas como cortadas unas de
otras con un hacha.

Otro aspecto que tal vez deban reconocer las disciplinas es que todas están
enmarcadas en una cosmovisión y que esta es preocupación de la Filosofía.
De ser así, los científicos de las ciencias naturales tendrían que preocuparse
por saber filosofía, sin que lleguen a ser filósofos o especialistas en el tema.

Nadie duda seguramente de que las Matemáticas constituyen una de las


construcciones más maravillosas de la mente humana y que ellas aportan a
uno de los métodos más seguros de alcanzar conocimiento científico. Pero
hay que aceptar que las matemáticas solo permiten conocer los fenómenos
aritmomorfos y que tanto en la sociedad como en la psiquis hay fenómenos
que no se encuentran al alcance de la lógica formal sino que debemos
apoyarnos para conocerlos en otras lógicas, como la dialéctica, y que,
incluso, hay fenómenos inalcanzables para todas las lógicas que pueden ser
aprehendidos solo por el arte.

La responsabilidad del científico. Ante la pregunta de si la Física o los


físicos tienen la responsabilidad de los muertos de Hiroshima y Nagasaki, la
respuesta obvia es que no. Y mucho menos que los sacrificios de vidas
humanas se evitan frenando los avances científicos que puedan ser usados
para la muerte. Pero sí tenemos que llegar a la reflexión sobre la unión
entre ciencia y ética. La ética no es una materia para que sea enseñada por
los humanistas, sino un comportamiento necesario de los científicos,
particularmente de los de las ciencias aplicadas. Claro que las muertes de

la bomba atómica no es responsabilidad de los científicos, pero la verdad es


que sí hubo científicos que sabían que estaban haciendo una bomba atómica
y también sabían que lo hacían contra la vida humana. Esa no es una
pregunta científica pero si es una pregunta ética que debe ser preocupación
de los científicos. Un científico tiene que ser consciente de los efectos
posteriores de su creación, si esta sirve para la vida o para la muerte, como
tiene que saber si está produciendo ciencia y tecnología para la mayoría de
la población o para unos pocos contra la mayoría. No se pide que un
científico de la química, por ejemplo, sepa economía, historia y sociología,
pero sí que sepa cosas elementales como que la riqueza del mundo está mal
distribuida y que en el mundo hay cada vez más gente en riesgo de morir de
hambre o de enfermedades derivadas de la desnutrición y que, tal vez, él
pueda hacer algo para remediarlo, o quizás que no puede hacer nada, pero
que en todo caso no lo ignore.

Es un hecho que el avance de la ciencia lleva al avance de la técnica y este


al de las innovaciones, las que a su vez se expresan en más división del
trabajo, mayor productividad del trabajo y nuevos objetos útiles para el
consumo humano. Pero entre la producción y el disfrute hay un camino
largo e intrincado. El incremento de la productividad del trabajo puede
repercutir en mayor esclavización del trabajador asalariado y la producción
de nuevos objetos útiles puede, al mismo tiempo, lograr que la mayor parte
de la población no tenga acceso a ellos. Por supuesto que, por ejemplo, uno
prefiere viajar a Europa en avión que en barco, en términos generales, y a
Bogotá en avión que a caballo o caminando; pero es posible que cuando el
medio de transporte más avanzado era el caballo, su uso fuera más
“democrático”. Preguntemos cuántos nariñenses no han viajado jamás en
avión. Esperamos que de lo anterior nadie infiera que somos enemigos del
transporte aéreo.

Invitación. Pensamos que estos temas deben ser tratados en la


Universidad. Pero creemos que para ello se requieren al menos dos
condiciones. Una, que lo hagamos con cierto rigor, cuando vayamos a

criticar a algún pensador, cualquiera que él sea, nos agrade o nos


desagrade, no lo despachemos con una cita intencionalmente escogida, sino
que lo leamos con detenimiento y con responsabilidad y, otra, que
dialoguemos con respeto, que no sigamos el camino fácil y poco productivo
de salirnos con un simple calificativo que intente ridiculizar a quien no esté
de acuerdo con nosotros. Tratemos de recorrer el camino difícil de
argumentar lo más desapasionadamente posible, no con el propósito de
vencer al otro, como quien trata con un enemigo, sino con el de buscar
colectivamente la mejor opción. Como bien dicen los autores del Manifiesto
Humanista 2000: Aunque quienes suscribimos este documento partimos de
principios y valores comunes, estamos dispuestos a modificar nuestras
visiones a la luz de los nuevos conocimientos, circunstancias cambiantes y
problemas imprevistos que vayan surgiendo.

La verdad, pensamos nosotros, no está dada de una vez y para siempre,


debemos buscarla sin descanso ni plazos perentorios. Y, en ciencia no es
válida la máxima: quien no está conmigo, está contra mí.

Los invitamos a un seminario, ojalá permanente, donde tratemos estos


temas tranquilamente, sin prevenciones. De nuestra parte, lo hacemos solo
con el ánimo de aprender.

Cordialmente,

Mesa Directiva

Julián Sabogal Tamayo

Presidente

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