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Boletín mes de junio 2019

Enriquecer el ambiente

La batalla entre el ya antiguo nature versus nurture (innato


vs adquirido) va dejando de tener vigencia en los campos
científicos al corroborar con centenares de estudios que en
realidad no son excluyentes, sino que, por el contrario, son
características complementarias: la idea de la tabula rasa
también comienza a dejar de tener sentido si tomamos en
cuenta que salimos del útero a este mundo con un
porcentaje de rasgos heredados por nuestros ancestros.

Si bien es cierto, el porcentaje de material genético


heredado nos predispone a ciertas características físicas y
conductuales, es el ambiente y las vivencias que
experimentamos las que finalmente moldearán nuestra
forma de ser y estar en el mundo. Son las personas, los
momentos, las risas y el llanto, nuestros logros y fracasos,
nuestras pérdidas y aprendizajes, nuestras bienvenidas y despedidas lo que va a determinar
quiénes somos y quienes llegaremos a ser.

Bajo esta premisa, los estudios que se han venido desarrollando desde la década de los 60s por
la neurocientífica Marian Diamond, nos confirman que un ambiente propicio para el crecimiento
y desarrollo, le dan al cerebro la facilidad para crecer mejor, hacer más y mejores conexiones
sinápticas, aprender y prevenir enfermedades mentales y neurodegenerativas a mediano y largo
plazo.

En este sentido, las cualidades de nuestros ambientes enriquecidos, desde la perspectiva


psicológica y educativa, están relacionadas con retar permanente a nuestros hijos a asumir
situaciones nuevas, acompañarlos en su descubrimiento del mundo de manera activa, promover
el vínculo emocional saludable con personas afines, no escatimar en muestras de afecto, tener
pasatiempos que enriquezcan el aprendizaje y sobretodo, brindarles la seguridad de que estarán
protegidos y acompañados en sus pasos por la vida.

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