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GUADALUPE SALCEDO Y LA INSURRECCIÓN LLANERA, 1949-1957

TESIS DOCTORAL
RESUMEN

Orlando Villanueva Martínez


Doctor en Historia
Pos Doctor en Educación, Comunicación y Cultura
Profesor Emérito Universidad Distrital
Profesor Honorario Universidad Nacional del Perú
Profesor Titular Universidad Distrital

Quiero agradecer a todas las personas que hicieron posible que este trabajo fuera
presentado hoy ante ustedes. Al doctor César Augusto Ayala Diago director de esta tesis, a
la doctora Jane Rausch, Ricardo Sánchez Ángel y Álvaro Oviedo Hernández, por su
juiciosa lectura y comentarios al texto, a la doctora Gisela Cramer, a los doctores Heraclio
Bonilla, Max Herring, Medófilo Medina Pineda, Bernardo Tovar Zambrano, Mauricio
Archila Neira, por sus aportes en sus clases y apoyo en este trabajo de reconstrucción de
nuestra historia, y a mi familia la primera sacrificada en este trabajo. A todos los
mencionados y no mencionados aquí mi infinita gratitud y aprecio.

LA INVESTIGACIÓN

En este trabajo se estudió una insurrección desarrollada por una coalición interclasista con
predominio de una elite aristocrática, gamonal y ex militar apoyada en sectores de la
pequeña burguesía (ganaderos, profesionales, comerciantes, artesanos, albañiles,
carpinteros, sastres, pequeños propietarios agrícolas), peones y campesinos llaneros,
manejada abiertamente desde afuera, (en su primera etapa), con el objetivo de explicar su
dinámica y contradicciones; por tal motivo, se hace necesario la adopción de un modelo
explicativo que expondré más adelante.

En el caso que nos ocupa se trata de campesinos raizales o colonos de actividad económica
diversa, caracterizados por una adscripción política mayoritaria al Partido Liberal
Colombiano oficialista, comprometidos ancestralmente en procesos como la Guerra de
Independencia y las guerras civiles del siglo XIX. El problema central a resolver no es por
qué un grupo de campesinos políticamente adormecidos y tradicionales se vuelven, de un
momento a otro, rebeldes; sino ¿por qué y cómo, en un momento determinado, la
resistencia y autodefensa campesina toma la forma de violencia colectiva contra la
hegemonía conservadora y la dirección de su propio partido político, que lo embarcó en una
conspiración armada contra el gobierno?

Creemos haber demostrado que la Insurrección Llanera fue un movimiento de orientación


pequeño-burguesa que, una vez que sus líderes se vieron envueltos en una confrontación
con el Estado, a la que fueron llevados por la dirección del Partido Liberal y cuando se
fueron quedando solos, buscaron afanosamente el momento y las condiciones para

1
entregarse, mediante una negociación que no pusiera en peligro sus vidas y su libertad, y
lograr, a través de ella, algunas mejoras en sus condiciones de existencia. Esto lo
demuestran las conversaciones con Gnecco Mozo, con López Pamarejo, las diferentes
demandas hechas al gobierno, lo planteado en las “Leyes del Llano” y las condiciones
presentadas al gobierno militar para la entrega de las armas.

Hemos realizado una genealogía de la Insurrección para demostrar que existieron unas
condiciones económicas, sociales y políticas previas; y que existía en la región una
tradición de lucha y bandolerismo que propiciaron el surgimiento de la insurgencia
guerrillera en los Llanos a mediados del siglo XX.

HIPÓTESIS HISTORIOGRÁFICA

La producción historiográfica sobre la Insurrección Llanera entre 1950 y 2009 ha sido


considerable. En nuestra revisión bibliográfica encontramos ochenta y dos publicaciones
que hacen referencia directa a nuestro tema de estudio. Para facilitar su comprensión se
establecieron tres variables: la característica del autor, el tipo de documento y la época en
que fue escrito o producido.
Dentro del análisis según la característica del autor se eligieron siete categorías teniendo
como criterios de agrupación la tendencia política e ideológica de sus autores, su
protagonismo en los hechos y el tipo de producción documental. Dichas categorías son:
liberal, conservadora, izquierda, académica, ex combatiente, militar y artística-literaria.
Para el análisis según el tipo de documento, los textos se clasificaron de acuerdo con las
características de la producción: libros, artículos, ensayos, trabajos de grado, ponencias,
reseñas, entrevistas, novelas, producciones artísticas o cinematográficas. El criterio de
incorporación a esta clasificación fue la de que dichos textos abordaran el tema de tal forma
que produjeran un análisis histórico sobre el hecho estudiado.

La siguiente tabla y gráfico muestran que el período de mayor producción sobre el tema se
concentró en la década de 1980, con el 29.3% de la producción historiográfica, período
marcado por la represión oficial del gobierno de Julio César Turbay Ayala y el “Estatuto de
Seguridad”, la toma de la Embajada de República Dominicana, la Revolución nicaragüense,
de finales de la década de 1970, los procesos de paz de Belisario Betancour y Virgilio
Barco y la creación, auge y aniquilamiento de la Unión Patriótica. Y el de menor
producción corresponde a los años de creación y auge del Frente Nacional, la década de
1960, con el 6.1%. Lo anterior nos llevó a plantear la siguiente hipótesis historiográfica: en
los momentos de mayor agitación política y de represión social, la actividad de los
académicos y de los artistas apareció con mayor frecuencia como mecanismo de
recuperación de la memoria colectiva, y de resistencia de los sectores populares. Y por el
contrario, en los períodos de calma o de relativa estabilidad política, el interés por estos
temas disminuyó.

2
TABLA 1
Producción historiográfica por décadas, 1950-2009

PERÍODO DE PRODUCCIÓN FRECUENCIA PORCENTAJE


1960-1969 5 6.1
1970-1979 8 9.8
1950-1959 12 14.6
1990-1999 13 15.9
2000-2009 20 24.4
1980-1989 24 29.3
TOTAL 82 100.0

PORCENTAJE POR PERÍODOS DE PRODUCCIÓN , 1950-2009

1980-1989
2000-2009
1990-1999
1950-1959
1970-1979
1960-1969

,0 5,0 10,0 15,0 20,0 25,0 30,0 35,0


PORCENTAJE

Gráfico 1

En esta historiografía y en la documentación que la alimenta, encontramos una veta


inexplorada por los investigadores y que constituye lo que hemos llamado el discurso
insurgente, fuentes que han sido marginadas o vistas con cierto desprecio y que rescatamos
como una expresión de unos saberes ocultos, que permiten ver no sólo cómo se manifestaba
la solidaridad popular al interior del movimiento, sino también su desintegración, causada
fundamentalmente por las traiciones.
Hasta hoy podemos afirmar que la historiografía existente había presentado la Insurrección
Llanera como un movimiento reactivo, espontáneo y de respuesta a la violencia generada
por el Partido Conservador con su política de “sangre y fuego” en su intención de
mantenerse en el poder, cancelando las conquistas democráticas del pueblo colombiano.
Consideraron este hecho como una “gesta épica” y a Guadalupe Salcedo como su líder
principal.

3
Se han señalado como motivos del fracaso de la Insurrección la traición de la DNL, la
capacidad de los terratenientes para controlar y reprimir a los campesinos, la falta de armas,
de recursos logísticos, su aislamiento, la falta de un plan de acción y por otra parte, la falta
de capacitación de las Fuerzas Armadas en la lucha antiguerrillera y el descuido
administrativo por parte del Estado sobre esas regiones.
Estamos de acuerdo en que la Insurrección no fue tocada por una ideología revolucionaria;
que fue un movimiento intransigente, con un ideario liberal vagamente captado por los
campesinos que empuñaron las armas en su nombre. Que resistía a la violencia
conservadora, liberal y a la delincuencia común, agregamos nosotros, y que luchaba por
unos difusos ideales libertarios y democráticos, pero no vislumbraron una alternativa
acorde con sus intereses de clase.
Compartimos la afirmación de que los líderes de los comandos guerrilleros no se
preocuparon por la transformación de una guerrilla de autodefensa en una guerrilla
revolucionaria, y que la Dirección Nacional Liberal (DNL) tampoco estuvo interesada en
ello, y que por el contrario, su divorcio con los guerrilleros se acentuaba a medida que el
oficialismo liberal se reacomodaba en el gobierno conservador.
Pero vamos más allá de los que afirman que Guadalupe Salcedo simplemente traicionó el
movimiento al facilitar la entrega al gobierno de Rojas Pinilla. Una revisión de la
documentación sobre el tema nos muestra que dentro de los compañeros de Guadalupe
existe un imaginario negativo: lo ven como un traidor, un hombre toma trago, mujeriego y
parrandero, pero con unas cualidades excepcionales de líder y un “verraco” en el combate,
un hombre carismático, casi suicida; caso contrario al imaginario que ha construido el resto
de los autores que se han dedicado al estudio de las guerrillas liberales llaneras que lo han
presentado como el gran conductor de la Insurrección. En este sentido, otro de nuestros
objetivos en este trabajo fue demostrar cómo un hombre casi analfabeta y sin ninguna
formación ideológica y política, llegó a convertirse en el símbolo de la resistencia popular
de mediados del siglo XX en Colombia.
Compartimos la apreciación de quienes afirman que, cuando los insurgentes intentaron
cambiar el rumbo ideológico y político de su lucha a través de su unificación a nivel
nacional, fue demasiado tarde, porque la oligarquía liberal y conservadora le había tendido
el señuelo de la amnistía y la pacificación a través del gobierno militar.
Hasta aquí ha avanzado la historiografía sobre el tema. Las consideraciones anteriores son
nuestro punto de partida. Entre los objetivos de este trabajo estaban la resemantización y
organización de toda la información dispersa en una abundante documentación, para
realizar una especie de reconstrucción genealógica de todo el proceso insurreccional
llanero.
En conclusión, los trabajos que han marcado el rumbo de las investigaciones sobre el tema
han sido los de los ex combatientes y militares; la historiografía académica, en su gran
mayoría, se ha adherido a lo testimoniado por Franco, Fonseca Galán o lo propuesto por el
coronel Gustavo Sierra Ochoa y la información publicada en la prensa oficial liberal. Con

4
raras excepciones, se había trabajado información diferente, contenida en archivos
nacionales, judiciales y personales; en periódicos y revistas conservadoras y liberales
extranjeras, nacionales y locales; lo mismo se puede decir de la historia oral, musical y las
producciones literarias. En esta investigación se trabajaron este tipo de fuentes.
PERSPECTIVA TEÓRICA

Los hombres pueden, mediante sus decisiones, introducir una fuerza nueva en la marcha de
los acontecimientos que sea capaz de transformarlos. Su influencia puede llegar a ser
importante pero está determinada por la organización de la sociedad y por la correlación de
fuerzas que actúan en ella. En este sentido, la acción de Guadalupe Salcedo y sus hombres
respondió a un proceso de persecución y retaliación política partidista y a la necesidad de
transformaciones en la sociedad llanera, vislumbradas y planteadas al final por un
intelectual “creador” y “organizador”,1 que introdujo una ideología derivada al
movimiento: José Alviar Restrepo, vinculado tardíamente a su dinámica.
Si bien es cierto que los campesinos necesitaban contrarrestar la hegemonía de sus
opresores creando una ideología propia, esta no logró desarrollarse; estuvieron todo el
tiempo plegados a la ideología liberal. Sin embargo, dentro de los mecanismos de
resistencia desarrollados por la insurgencia estuvieron los “códigos guerrilleros” que fueron
una mezcla de una ideología tradicional o nativa (inherente, en términos de Rudé) con una
ideología derivada, procedente de afuera. A estos dos elementos debemos sumar otro que
corresponde a “las circunstancias y experiencias que determinan la naturaleza de la mezcla
final”.2 Mezcla donde hay que tener en cuenta que no existe una tabula rasa que ocupe el
lugar de la mente en la cual se puedan depositar nuevas ideas allí donde no había ninguna, y
tampoco hay una progresión automática de ideas sencillas a más complejas. No existe un
muro entre los dos tipos de ideologías; tampoco podemos afirmar que lo “derivado” es
“superior” a lo “inherente”, ya que de hecho existen grandes coincidencias e interacciones
dispares entre las dos: “entre las creencias “inherentes” de una generación, y formando
parte de su cultura básica, se encuentran numerosas creencias que originalmente fueron
sacadas de fuera por una generación anterior”. 3 Pero la pregunta es si una ideología
inherente puede llevar a una revolución. Según George Rudé, esto no es posible, aunque:
“puede empujarlos a la huelga, a protagonizar disturbios pidiendo alimentos o rebeliones
campesinas (con o sin éxito); e incluso tomar conciencia de la necesidad de un cambio
radical; pero es evidente que no puede llevarlos a la revolución, ni siquiera en calidad de
satélites de la burguesía”.4 Para que esto se dé, es necesaria una teoría revolucionaria. Este
es el caso de la Insurrección Llanera.
1
“Fuera de los agentes (subalternos que no tienen una función de dirección), aquellos que participan de la
hegemonía se ubican según el valor cualitativo de su función, desde el gran intelectual al intelectual
subalterno: en la cúspide, los creadores de la nueva concepción del mundo en sus diversas ramas: ciencia,
filosofía, arte, derecho, etc. En la escala inferior, los encargados de administrar o divulgar esa ideología”.
Aunque Gramsci distingue estas dos categorías de intelectuales, en el caso de Alviar Restrepo se conjugan
estos tipos: el creador y el organizador. GRAMSCI, Antonio. Antología. México: Siglo XXI, 1985, pp. 288-
389, y “Los intelectuales”. En: Cuadernos de la cárcel. México: Ediciones Era, 1981, pp.187-188, vol. 2.
2
RUDÉ, George. Revuelta popular y conciencia de clase. Barcelona: Crítica, 1981, p. 46.
3
Ibíd., pp. 34-35.
4
Ibíd., p. 41.

5
Tenemos en cuenta algo fundamental que nos recuerda Rudé, en el sentido de que la
ideología derivada sólo puede absorberse si el terreno se ha preparado con anterioridad, de
no ser así esta será rechazada con mucha firmeza. Este parece ser el caso presentado con la
división en el Congreso guerrillero de 1953, donde muchas de las ideas planteadas en la
“Ley que organiza la revolución en los Llanos Orientales de Colombia”, fueron rechazadas
por algunos de los comandantes guerrilleros porque eran ajenas a su ideología.
La influencia que puede tener un actor social como Guadalupe Salcedo en un determinado
momento histórico tiene que ver, en parte, con su talento; pero éste sólo se pone de
manifiesto cuando ocupa un sitio y una situación en la sociedad para poder hacerlo. Sin
embargo, no hay que perder de vista que si bien las particularidades y el carácter de
personajes influyentes pueden hacer variar un acontecimiento y algunas de sus
consecuencias particulares, muchas veces los cambios en una sociedad también dependen
de otras fuerzas y condiciones sociales. 5

En cuanto a la definición conceptual, para esta investigación resultó pertinente hacer la


diferenciación entre revolución e insurrección. Siguiendo a Theda Skocpol, podemos
definir revolución social como las transformaciones rápidas y fundamentales de una
sociedad y de su estructura de clase, iniciadas desde abajo. Este proceso implica la
combinación de dos coincidencias: “la coincidencia del cambio estructural de la sociedad
con un levantamiento de clases, y la coincidencia de la transformación política con la
social”. En contraposición, las insurrecciones, “aún cuando triunfen, pueden abarcar la
revuelta de clase subordinada, pero no termina en el cambio estructural”. 6 Es importante
hacer esta diferenciación pues estos términos aparecen utilizados indiscriminadamente en
los textos sobre el tema. Se entienden como insurrecciones, según William B. Taylor, a los
levantamientos armados que “abarcan toda una región, forman parte de una lucha política
más generalizada entre los diversos sectores de la sociedad y se encaminan a reorganizar las
relaciones entre las comunidades y los poderosos núcleos foráneos”. 7

Por otra parte, de acuerdo con Ranajit Guha, es posible afirmar que la Insurrección Llanera
tuvo muy poco de espontánea. La población no se lanzó a la lucha armada sin una reflexión
previa, ya que la relación existente entre protector y protegido estaba mediada por el poder
de quienes se beneficiaban de ella y por los recursos que en un comienzo les brindó la clase
dominante a través de la Dirección Nacional Liberal.8
En el accionar de los insurgentes los asaltos estuvieron precedidos (la mayoría de las veces)
por la aprobación de los integrantes del comando. Nada había de espontáneo en ellos, en el
5
HOBSBAWM, Eric. “¿Qué deben los historiadores a Karl Marx?”. En: Sobre la historia. Barcelona: Crítica,
1998, p. 152.
6
SKOCPOL, Theda. Los estados y las revoluciones sociales. México: Fondo de Cultura Económica, 1984, p.
21.
7
TAYLOR, William B. William. Embriaguez, homicidio y rebelión en las poblaciones coloniales mexicanas.
México: Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 173.
8
GUHA, Renajit. Elementary aspects of Peasant Insurgency in Colonial India. Oxford University Pres. Delhi,
1983, p. 9. Véase también: GILLY, Adolfo. Chiapas la razón ardiente. Ensayo sobre la rebelión del mundo
encantado. México: Ediciones Era, 1997, pp. 25-26.

6
sentido de que no hubieran sido pensados y discutidos. Sabían lo que hacían; y por qué lo
hacían, al fin y al cabo estaban en juego sus vidas. 9 Que la orientación política e ideológica
del movimiento representara o no sus intereses económicos fue algo que no llegaron a
plantearse con claridad.
Un sustento teórico de estos planteamientos lo podemos encontrar en otras experiencias
insurreccionales como las de la India. Ranahit Guha, por ejemplo, con relación a las
insurrecciones campesinas en la época de Raj, concluyó que:

Sublevarse significa destruir muchos de los símbolos familiares que habían aprendido a leer y a
manipular, para poder extraer un significado del duro mundo que le rodeaba y vivir en él. El riesgo
de «perturbar» en estas condiciones era tan grande que no podía permitirse embarcarse
inconscientemente en un proceso semejante.
No hallamos en las fuentes primarias ninguna evidencia histórica que sugiera otra cosa. Éstas
desmienten el mito, repetido tantas veces por una literatura descuidada e impresionista, que las
insurrecciones campesinas son puramente espontáneas e impremeditadas. La verdad es casi lo
contrario. Sería difícil citar un levantamiento de una escala significativa que no estuviese precedido
por formas de movilización menos militares, cuando había sido imposible encontrar e intentar otros
medios, o por conversaciones entre sus dirigentes para valorar seriamente los pros y los contras de
cualquier recurso a las armas. 10

Guha nos advierte, además, que no hay ningún caso en que los campesinos, (ya sean estos
los cautos y prácticos habitantes de los llanos o los supuestamente inconstantes de los de la
cordillera), se dejen arrastrar a una insurrección. Tienen mucho que perder y no se lanzarían
a ella más que como un deliberado (aunque desesperado) medio para escapar de una
condición de existencia incontrolable, como parece ser el caso llanero. En conclusión, la
insurrección es una acción motivada y consciente de las masas campesinas. En
consecuencia tenemos que:
Reconocer a los campesinos como autores de su propia rebelión representa atribuirles una
conciencia. Por lo tanto, la palabra «insurgencia» es utilizado en el título y en el texto como el
nombre de esta conciencia que da forma sustancial a la actividad de las masas rurales, conocida
como insurrección, revuelta, levantamiento, rebelión, etc. Esto equivale a rechazar la idea que
considera tal actividad como puramente espontánea, una idea que es a la vez elitista y errónea. Es
elitista porque convierte a la movilización del campesino en dependiente por completo de la
intervención de los líderes carismáticos, de organizaciones políticas avanzadas o de las clases altas. 11

9
GUHA, Renajit.“La prosa de contra-insurgencia”. En: RIVERA CUSICANQUI, Silvia. Debates post
coloniales. Una introducción a los estudios de la subalternidad. Bolivia: Editorial Historias, 1997, p.34.
10
GUHA, Ranahit. Las voces de la historia y otros estudios subalternos. Barcelona: Editorial Crítica, 2002.
pp. 43-44.
11
Ibid., p. 98. Para el caso de Guadalupe Salcedo, entendemos el carisma en el sentido que le da James C.
Scott: “El carisma no es una cualidad –como, digamos, los ojos cafés- que alguien posee de forma natural; el
carisma es, como se sabe, una relación en la cual unos observadores interesados reconocen (y pueden incluso
ayudar a producir) una cualidad que ellos admiran”. Pueden existir personajes que no sean carismáticos pero
que realizan actos de éste tipo. “Propongo que la comprensión de ese acto carismático, y de otros parecidos,
depende de que se reconozca cómo su gesto representaba un discurso oculto común que hasta entonces nadie
había tenido el valor de expresarle al poder en su cara”. SCOTT, James C. Los dominados y el arte de la
resistencia: discursos ocultos. México: Era, 2000, p. 45.Un ejemplo de esto es el momento cuando Guadalupe

7
En consecuencia, se hizo necesario indagar sobre esa conciencia, porque no es posible
entender la experiencia de esta insurrección como una simple historia de acontecimientos
sin sujeto. Lo que se busca, entonces, es rehabilitar ese sujeto y para ello debemos acudir a
la concepción de que el campesino insurrecto tenía su propio mundo y una voluntad para
cambiarlo o adaptarse a las nuevas circunstancias; o lo fue encontrando a través de la lucha.

En un comienzo sus acciones fueron defensivas y reactivas, pero éstas se fueron haciendo
más estructuradas, sistemáticas y con objetivos concretos. En los comandos, que tuvieron
una composición mixta ya que a ellos pertenecieron la gente en armas y la población civil
(labriegos, ancianos, mujeres y niños), se fue poniendo en práctica una solidaridad popular
colectiva, familiar y comunitaria contra una agresión externa. Solidaridad entendida, no
como independencia o ausencia de conflictos, sino como la capacidad de sobrevivir a la
agresión, los conflictos y sobreponerse a ellos a través de mecanismos de resistencia y el
recurso a la violencia colectiva y selectiva. La resistencia se organizó fundamentalmente
alrededor de clanes familiares. Al respecto resulta pertinente la siguiente observación de
James Scott:
Es demasiado fácil y además un grave error idealizar estos arreglos sociales tan característicos de la
sociedad campesina. Ellos no son radicalmente igualitarios; juzgan más bien que todos tienen
derecho a una manera de vivir que depende de los recursos mismos del pueblo, y que esa manera de
vivir con frecuencia se alcanza a costa de la pérdida de status y de autonomía. Actúan, además, en
gran medida, por medio de la fuerza abrasiva de las murmuraciones y la envidia y por el
conocimiento de que los pobres que se encuentran en el abandono probablemente se conviertan en un
peligro real y actual para los aldeanos mejor acomodados. 12

En el ejercicio de este tipo de solidaridad de los desvalidos radicó la fortaleza de la


Insurrección, pero también su debilidad, 13 ya que no se dio el paso a la conciencia de clase.
Fortaleza porque la mayoría de la población estaba, de una u otra, forma comprometida en
el conflicto; debilidad porque, como el mismo Guadalupe Salcedo lo expresó, tenían que
proteger a una población que limitaba su libertad de acción y los exponía constantemente
ante el enemigo.

no quiso apearse de su caballo para saludar al presidente Rojas Pinilla, en la ciudad de Yopal (Casanare). La
población vio este hecho como un acto de insumisión y rebeldía.
12
SCOTT, James C. “The Moral Economy of the Peasant: Rebellion and Subsistence in Southeast Asia”.
Citado por: TAYLOR B. William, Op.cit., p. 226.
13
Hay que tener en cuenta la crítica de John Tutino a los “economistas morales” de adoptar una perspectiva
romántica de describir imágenes de comunidades igualitarias y dotadas de cohesión, desconociendo que los
campesinos son individualistas que buscan beneficios personales y familiares por encima del bienestar de la
comunidad. En este trabajo se ponen de manifiesto estas características y se entiende la presencia de la
solidaridad popular colectiva recíproca como un mecanismo coyuntural de resistencia frente a la agresión
exterior a su comunidad. TUTINO, John. De la insurrección a la revolución en México. México: Ediciones
Era, 1990, p.30.

8
Pero la solidaridad colectiva no solamente operaba dentro de las filas insurgentes, también
estaba presente en la población no combatiente o del partido opositor, como lo demuestra el
caso de la población conservadora de San Pedro de la Jagua, quienes a comienzos de 1951
“organizaron un sistema de alarma en las plantaciones y haciendas cercanas. Cualquier
campesino que identificara a los bandoleros que se acercaran, debería sonar la alarma
haciendo estallar un taco de dinamita” 14 Y también operaba un tipo de solidaridad dentro de
algunas facciones de la clase dominante, pero estas no son objeto de este trabajo. Sin
embargo, cabe anotar como lo señala Daniel Pecaut:

La correlación de fuerzas que se instaura entre la burguesía y las masas urbanas después del 9 de
abril constituye el trasfondo sobre el cual se generaliza la Violencia a partir de 1949. […] Pero la
violencia desborda dicha correlación de fuerzas y, sobre todo, se manifiesta de otra manera: logra
romper la solidaridad -al menos política- de las clases dominantes; acarrea el desplazamiento del
centro de gravedad política hacia las zonas rurales; afecta sólo moderadamente a las grandes
ciudades que aparecen a menudo como zonas de refugio. 15

A la solidaridad popular colectiva organizada en comandos, inicialmente familiares, se


sumó una agresión externa que ponía en peligro sus vidas, el poder de las élites políticas y
económicas dentro de la sociedad llanera y la debilidad, precariedad o falta de presencia del
Estado como componentes motivantes o desencadenantes de la Insurrección. Sin embargo,
pese a que la Insurrección generó una conciencia de solidaridad colectiva dentro del
campesinado llanero, al verse bruscamente movilizadas contra la agresión partidista y
gamonal (que reaccionó contra esta parte del territorio que resultó implicada en una
conspiración contra el gobierno) no generó una ideología revolucionaria. En este hecho
radica el origen de que este movimiento no pudiera adquirir una conciencia revolucionaria
que pusiera en peligro a la clase dominante: la Insurrección, lejos de debilitar la hegemonía
bipartidista dominante, la reforzó y la llevó a su unificación en un Frente Civil.

Siguiendo el planteamiento de William Taylor, los llaneros fueron buenos insurgentes pero
malos revolucionarios. Fueron fuertes militarmente, pero muy frágiles ideológicamente y
cerrados a una ideología alternativa a la de su partido político que les brindara una
posibilidad de éxito revolucionario. Defendieron su comunidad con un resultado favorable,
pero perdieron el horizonte al no poder identificar a su verdadero enemigo. No buscaron
ejercer su influencia fuera del Llano. Cuando vislumbraron la posibilidad de tomarse el
poder, pensaron en un miembro de la clase dirigente para liderar ese proceso; este fue el
caso de Tulio Bautista, quien no dejó de ser (junto con su familia) un gamonal del
piedemonte llanero y fiel al Partido Liberal oficialista.

14
PAYNE, Philip. Time, 6 de agosto de 1951, citado por: FLAUHARTY, Vernon Lee. La danza de los
millones. Régimen militar y revolución social en Colombia, 1930-1956. Bogotá: El Áncora Editores, 1981,
p.145. (3ª Edición).
15
PECAUT, Daniel. Orden y violencia. Evolución sociopolítica de Colombia entre, 1930 y 1953. Bogotá:
Grupo Editorial Norma, 2007, p. 562. (La cursiva es nuestra).

9
Los campesinos, los peones llaneros y su dirigencia no se enfrentaron al Estado para
cambiarlo; aceptaron la existencia de la hacienda, los hatos y sus formas de explotación, el
pago de impuestos, prestación de servicios, la administración pública, sistema judicial y la
legitimidad de la Iglesia. La insurgencia llanera no cuestionó la autoridad local ni nacional.

Como parte de nuestro modelo explicativo de la Insurrección Llanera recurrimos a los


planteamientos del filósofo Michel Foucault acerca del concepto de los “saberes sujetos”.
Es decir, los contenidos históricos que han sido sepultados o enmascarados en los trabajos
sobre el tema.

Estos contenidos históricos permiten conocer algunos de los motivos de la aparición de la


Insurgencia. Unos de esos “saberes sujetos” o sepultados son los códigos guerrilleros, los
corridos, joropos y la poesía de la insurgencia, o discurso insurgente, como preferimos
llamarlo. Éstos son, en términos de Foucault, “bloques de saber histórico”, funcionales y
sistemáticos, que permiten explicar un segmento de la realidad. Este discurso nos permite
documentar la ideología y la cultura política que sustentaban las demandas de los
campesinos llaneros en la órbita de lo que hemos llamado “liberalismo oficialista”. El
objetivo es el rescate de saberes que van más allá de los saberes instituidos por la
historiografía sobre el tema, de tal forma que nos permitan comprender otra dinámica de la
Insurrección, y demostrar la existencia de contra-saberes que se pusieron al servicio del
movimiento, saberes que nos permitan reconocer otros puntos de apoyo de la dirigencia
insurgente en su lucha contra un sector de la clase dominante. 16

Se entiende como “saberes sujetos” o “sometidos” el conjunto de saberes que han sido
descalificados por no ser competentes o suficientemente elaborados. Aquellos que han sido
calificados como ingenuos, inferiores y no científicos. 17 En nuestro medio hay un desprecio
por este tipo de documentos, hasta el punto de descalificarlas como fuentes históricas. Sin
embargo, en nuestro caso lo que hemos llamado “el discurso de la insurgencia” constituye
un documento importante, que nos permitió abrir una ventana para ver una parte de la
insurgencia llanera por dentro.
El corrido, el joropo, el código guerrillero y la poesía insurgente son expresiones del “saber
de la gente”, que no constituyen, según Foucault, “un saber común, un buen sentido, sino
un saber particular, local, regional, un saber diferencial incapaz de unanimidad, y que sólo
debe su fuerza a la dureza que lo opone a todo lo que lo circunda”. 18 Estos saberes están
incorporados al saber histórico de las luchas: “En los sectores especializados de la
erudición, así como en el saber descalificado de la gente, yacía la memoria de los
enfrentamientos que hasta ahora había sido mantenida al margen”. 19 Se trata entonces de
establecer, en términos de Foucault, un acoplamiento de los saberes eruditos y de las
memorias locales. Un acoplamiento que permita la construcción de un saber histórico de las

16
FOUCAULT, Michel. Estrategias de poder. Barcelona: Editorial Paidós, 1999, p. 15. (Obras esenciales,
volumen II).
17
FOUCAULT, Michel. Genealogía del racismo. Argentina: Editorial Altamira, 1996, p.18.
18
Ibíd., pp. 17-18.
19
Ibíd., p. 18.

10
luchas y la utilización de ese saber en las tácticas de las luchas actuales. 20 Se trata de hacer
entrar en juego estos saberes y expresiones locales de la insurgencia, expresados a través de
la poesía, el corrido, el joropo y el código guerrillero, en una especie de insurgencia de los
saberes populares como mecanismo de resistencia y estrategia de poder y de lucha.

PERSPECTIVA METODOLÓGICA

Metodológicamente, en el caso de Guadalupe Salcedo y la Insurrección Llanera, ésta


investigación recorre el siguiente camino: parte de una visión general del contexto político
y económico que da origen a la conspiración; luego profundiza en aspectos particulares
para descubrir las causas específicas que fueron impulsando a varios de los líderes
destacados a la organización y a la acción armada colectiva, y cómo ésta se fue
operativizando y materializando en prácticas concretas de resistencia y cómo reaccionó el
establecimiento ante estas prácticas. Una vez aprehendida esta realidad, se emprende un
proceso de reconstrucción global de las condiciones políticas, ideológicas y sociales de
diverso orden que influyeron o fueron determinantes en la entrega de la Insurrección y la
acción de personas como Guadalupe Salcedo, Eduardo Franco, Dumar Aljure, Eduardo
Fonseca Galán y José Alviar Restrepo.
El concepto articulador (y sobre el cual gira el trabajo) es el de solidaridad popular
colectiva, y su contrario: la desintegración. El primero fue tomado de uno de los principales
líderes de la insurgencia llanera, Eduardo Franco Isaza; 21 y el segundo de Charles Tilly,22
pero se hace necesario complementarlo con un análisis de los mecanismos de adaptación
en resistencia; de la conciencia campesina como un elemento problemático, no predecible y
reactivo como hasta el momento se ha presentado; de la experiencia política y cultural de lo
que significaba ser llanero como elementos determinantes de su fidelidad política a la
dirección del Partido Liberal. Así mismo se requiere estudiar las formas de acción colectiva
y violenta desde el comienzo hasta el final del proceso e investigar los problemas surgidos
en la defensa de la sociedad llanera; ver la polarización regional de la insurgencia
expresada a través de los comandantes guerrilleros, hecho que muestra la existencia de
matices y contradicciones dentro del movimiento insurgente, el cual no era homogéneo. Si
tenemos en cuenta que casi toda revolución tiene su contrarrevolución, se tendrá presente el
surgimiento de la contrainsurgencia expresada en las “guerrillas de paz” como elemento
desintegrador por parte del Estado, asociadas al fenómeno de las traiciones como un
mecanismo del poder para quebrar la moral y solidaridad de los insurgentes.

20
Ibíd., p. 22.
21
“[…] la organización de la resistencia en los Llanos […] era una empresa popular con un denominador
común, que consistía en observar una conducta y una ética, utilizar lo que se conocía de política para bien del
partido. Gente que está acostumbrada a observar una regla de respeto, de colaboración del más fuerte con el
más débil y le da la mano al que esta caído. La solidaridad popular se da siempre”. FRANCO ISAZA,
Eduardo. “Orígenes de las guerrillas liberales en Colombia”. En: Señales Abiertas. No 5, Bogotá, marzo-mayo
de 1994, p. 72.
22
TILLY, Charles; TILLY, Louise y TILLY, Richard. El siglo rebelde, 1830-1930. Zaragoza (España):
Prensas Universitarias de Zaragoza, 1997, p. 14.

11
El modelo desarrollado en este trabajo sobre la Insurrección Llanera es el siguiente: Hacia
mediados del siglo XX existe en el país una Crisis de hegemonía política bipartidista.
Después de ensayar varias formulas de solución, la dirigencia liberal, secundada por el
Partido Comunista y un sector de la Fuerzas Armadas, opta por la Conspiración o golpe de
Estado como salida (solución de fuerza). Ante el fracaso, se agudiza la Represión y la
Retaliación por parte del objeto de la conspiración. Las víctimas de la retaliación organizan
la Resistencia armada, creando una serie de mecanismos y estrategias organizativas,
militares, políticas, económicas, ideológicas, jurídicas y artísticas, con la que buscan la
Restauración de los derechos civiles y políticos perdidos.

MODELO DE ANÁLISIS DE LA INSURRECCIÓN LLANERA

CRISIS CONSPIRACIÓN REPRESIÓN RESISTENCIA RESTAURACIÓN


HEGEMÓNICA GOLPE DE RETALIACIÓN INSURGENCIA
ESTADO

Hegemonía Elite política liberal Policía chulavita Lucha armada Derechos civiles y
bipartidista Partido Comunista Ejército Comandos políticos
Partidos tradicionales Fuerzas Armadas “Guerrillas de paz” Solidaridad Orden constitucional
Liberal-Conservador Desintegración Legislación
Música

Esta propuesta incluye el mayor tipo de problemas y variables, de manera que nos permita
analizar y explicar, con base en la evidencia empírica, qué fue realmente lo que condujo a
que una parte de la sociedad llanera se levantara contra el régimen conservador de Ospina,
Gómez y Urdaneta y cuáles fueron los elementos estructurales constitutivos de este
movimiento.

HIPÓTESIS

Con base en el modelo adoptado y expuesto anteriormente, proponemos las siguientes


hipótesis explicativas:

1) Las guerrillas liberales del Llano fueron un movimiento compuesto por una aristocracia
terrateniente, ganadera, de medianos propietarios y comerciantes que, en su mayoría,
habían sido militares y que utilizaron a los campesinos, y peones de sabana para defender
sus intereses económicos y políticos ancestrales frente a la irrupción de una fuerza política
opositora agresiva y excluyente.

2) La Insurrección Llanera no fue un movimiento espontáneo y reactivo, sino que se ubica


en la dinámica de la lucha partidista por el poder a mediados del siglo XX en Colombia.
Estaba organizada y pensada desde antes, porque hacía parte de una conspiración armada
planeada por algunos dirigentes del Partido Liberal, algunos sectores de las Fuerzas
Armadas y del Partido Comunista, para derrocar el gobierno conservador de Ospina Pérez y

12
no permitir que Laureano Gómez se posesionara como presidente de la República. Al ser
abandonado por la dirigencia liberal el plan conspirativo en Bogotá, y al no ser informados
los conspiradores en el Llano, estos últimos llevaron a cabo las acciones convenidas,
quedando fuera de la ley y sometidos a acciones penales. Ante esta situación, no tuvieron
otra salida que reorganizar, sobre la marcha, la defensiva-ofensiva y la resistencia frente al
gobierno que reaccionó con mayor contundencia y violencia contra los que se habían
organizado para derrocarlo.

3) La línea argumental de este trabajo sostiene que detrás de la Insurrección Llanera no


había una mentalidad revolucionaria, sino una reformista pequeño-burguesa. Los llaneros
muchas veces reaccionaron de forma violenta ante la represión y retaliación partidista y
estatal, pero no llegaron a proponer una nueva estructura de organización y de poder
alternativo al establecido por las clases dominantes. Todo este movimiento insurreccional
en sus diferentes matices, estuvo influenciado e incluso provocado por el Partido Liberal
oficialista a través de la DNL.

4) Los campesinos enfrentaron la represión bipartidista estatal en defensa de su


supervivencia mediante el recurso a la violencia colectiva armada y organizada a través de
los comandos guerrilleros, que se convirtieron en una forma de organizar y administrar la
resistencia y el ejercicio del dominio autónomo por parte de los insurgentes. Los asaltos,
tomas de pueblos y puestos militares, y la quema de hatos representaron formas de acción
colectiva y expresión (en algunas formas de actuar) de la solidaridad popular. 23
5) Los discursos insurgentes se convirtieron en un mecanismo de cohesión, de estimulación
de la solidaridad colectiva y en una estrategia de ideologización por parte de la dirigencia
del movimiento.

6) La presencia del liberalismo radical y su influencia sobre Guadalupe Salcedo y su


comando, y el liberalismo recalcitrante y anticomunista de otros como los hermanos
Fonseca, imposibilitaron la unidad y condujeron a la entrega del movimiento y el posterior
asesinato de sus líderes principales.

LAS FUENTES

Nuestras fuentes bibliográficas son diversas y cada una de ellas tiene su importancia de
acuerdo con lo que se quiere demostrar. Dada la cantidad y variedad de fuentes, se
estableció una clasificación, de acuerdo con su orientación política e ideológica, su relación
con el tema y tipo de documentación. Damos prioridad a la información de archivo, los

23
GUHA, Ranajit. “Sobre algunos aspectos de la historiografía colonial de la India”. En: RIVERA, Silvia y
BARRAGÁN, Rossana, Debates Post coloniales: una introducción a los Estudios de la Subalternidad,
Editorial Historias, La Paz, Bolivia, 1997, p. 28. El núcleo de la Insurgencia fue la defensa de la sociedad
llanera, la cual se organiza a través de los comandos que se convierten en el espacio de la defensa de su vida,
núcleo de la resistencia y defensa de su cultura e identidad frente a la agresión gamonal partidista. Es la lucha
por la sobrevivencia de la comunidad lo que permite explicar la resistencia de los campesinos llaneros al
régimen conservador y la DNL.

13
procesos judiciales y los discursos insurgentes (corridos, joropos, poemas y códigos
guerrilleros), porque consideramos que en ellas encontramos algo que no se había dicho,
que estaba oculto. De igual forma la historia oral constituyó una fuente importante en esta
tarea. No se trata de mostrar una “erudición inútil”, como señala Foucault, sino que son
productos humanos, contenidos históricos, que tienen una funcionalidad y operatividad que
nos permitió decir algo nuevo sobre el tema. En la utilización de este tipo de fuentes y lo
que ellas dicen, está parte de nuestra propuesta metodológica. Igual importancia han tenido
en esta investigación la prensa, libros sobre el tema (teóricos y metodológicos) los cuales
nos han permitido realizar la contrastación de contenidos para ir develando lo que
realmente pudo ocurrir en un hecho tan complejo y proponer nuevas interpretaciones a
partir de nuestras hipótesis de trabajo.

Los archivos oficiales constituyeron una parte esencial en esta labor. Para ello se consultó
el Archivo General de la Nación, fundamentalmente el Fondo del Ministerio de Gobierno;
los Archivos de la Presidencia de la República, la Cancillería, el Archivo Gaitán y el
Archivo del Teatro La Candelaria. Los archivos judiciales de Sogamoso, Villavicencio y
Santa Rosa de Viterbo constituyeron otra fuente de gran riqueza informativa. Vale la pena
señalar, como aporte sobresaliente, el rescate del “Proceso de Monterrey” que algunos
historiadores daban por perdido, y que es un documento fundamental para la reconstrucción
de la primera etapa del movimiento. La historia oral a la que se pudo tener acceso y los
testimonios de los pocos combatientes que todavía viven fueron de gran ayuda; los archivos
personales de algunos insurgentes, académicos y amigos constituyeron importantes apoyos
en la construcción de esta historia. Los periódicos y revistas extranjeras, nacionales y
regionales aportaron una gran cantidad de información que nos permitió hilar la trama de
los acontecimientos. Los productos culturales como la música y el teatro también brindaron
significativos y esenciales aportes, al igual que los libros, novelas y artículos.

Sin embargo, las fuentes que podríamos llamar oficiales fueron utilizadas con reserva, o
leídas desde la otra orilla, ya que la mayoría de la información contenida en los procesos
judiciales, por ejemplo, fueron elaboradas por representantes del poder judicial; igual
ocurre con la información del AGN, el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se
encuentra en su gran mayoría las voces oficiales del sistema, y muy rara vez encontramos
en ellos la voz de los vencidos. Por eso fue importante en nuestro trabajo la recuperación de
la “prosa de la de insurgencia” ya que esta nos presenta una visión más cercana de los
insurgentes en guerra o vencidos. Otra problema radicó en no saber con certeza en qué
condiciones se produjeron estos documentos.

CONCLUSIONES GENERALES

La Insurrección Llanera no fue un movimiento espontáneo o reactivo, por el contrario, se


ubica en la dinámica de la lucha política, producto de la crisis hegemónica bipartidista de
mediados del siglo XX en Colombia. Estaba organizada y pensada desde antes, pues hacía
parte de una conspiración armada planeada por dirigentes del Partido Liberal como Carlos
Lleras Restrepo, Plinio Mendoza Neira y Hernando Durán Dussán, algunos comandantes de

14
las Fuerzas Armadas como el mayor Carlos Arturo Jaramillo y el coronel del ejército
guatemalteco Félix Clementino Mencos, y del dirigente del Partido Comunista, Gilberto
Vieira, con el objetivo de derrocar el gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez y no
permitir que Laureano Gómez se posesionara como presidente de la República en 1950. Al
ser abortado el plan conspirativo en Bogotá por la dirigencia liberal, en una reunión
clandestina donde se encontraban Eduardo Santos y Darío Echandía, y al no haber
informado de ello a los conspiradores en el Llano, éstos llevaron a cabo las acciones
convenidas, quedando fuera de la ley y sometidos a la retaliación y las acciones judiciales
derivadas de ella. Ante esta situación no tuvieron otra salida que reorganizar la resistencia
frente al gobierno que reaccionó con más contundencia y violencia, contra los que se
habían organizado para derrocarlo.

La Insurrección Llanera, desde su origen y con todas sus limitaciones, expresó los alcances
y características de una insurgencia campesina: la capacidad para establecer redes de
espionaje y contraespionaje; su articulación con la población civil, sectores militares,
políticos y religiosos como mecanismo para aprovisionarse de los insumos necesarios para
la resistencia, el establecimiento de la guerra de guerrillas como forma de lucha, el
conocimiento del terreno y su puesta al servicio para el triunfo de sus acciones armadas; la
búsqueda de la unificación del mando y el establecimiento de un programa de
reivindicaciones democráticas pequeñoburguesas y algunas con algún tinte comunal y
socialista. En cuanto a sus limitaciones, estas fueron fundamentalmente ideológicas y
políticas, por ejemplo: no plantear una propuesta que condujera a la toma del poder. Esto se
debió a que, estando unidos política e ideológicamente al liberalismo, se vieron obligados
seguir una política moderada y secundar al partido en la búsqueda de la paz y la
restauración de los derechos democráticos.

Pese a que la Insurrección generó unas formas de organización y ejercicio de poder


autónomo, una conciencia y solidaridad colectiva dentro del campesinado llanero, al verse
bruscamente movilizadas contra la represión y la retaliación partidista y gamonal, que
reaccionó contra esta parte del territorio que resultó implicada en una conspiración contra el
gobierno, no generó una ideología revolucionaria que pusiera en peligro a la clase
dominante local y nacional. La Insurrección, lejos de debilitar la hegemonía de las clases
dominantes, la reforzó y la llevó a la reunificación en un frente civil bipartidista.

La Insurrección Llanera fue un movimiento que careció de un programa político,


económico y social revolucionario. Esto explica en parte por qué al final se conformaron
con un salvoconducto para poder transitar por su tierra, una caja de fósforos, una libra de
arroz y un conjunto de promesas que nunca fueron cumplidas ni hicieron cumplir. Al
movimiento no lo orientó una ideología revolucionaria, sino una ideología reformista
pequeñoburguesa. Estuvo compuesta por un sector de la población donde había grandes y
pequeños propietarios agrícolas y ganaderos, ex militares y campesinos, que reaccionaron
de forma violenta y organizada ante la represión y la retaliación partidista y estatal, pero no
llegaron a proponer una nueva estructura de organización y de poder alternativo al
establecido por las clases dominantes. La Insurrección, en sus diferentes matices, estuvo
influenciada e incluso provocada por el Partido Liberal oficialista a través de la DNL.

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La dirigencia de la Insurrección y los campesinos enfrentaron la represión y la retaliación
estatal en defensa de su supervivencia y de su lealtad al Partido Liberal mediante el recurso
a la violencia colectiva armada, organizada a través de comandos guerrilleros. Estos se
convirtieron en la unidad política y en la forma de organizar y administrar la resistencia y
en un mecanismo de ejercicio del poder regional autónomo por parte de los insurgentes.

La solidaridad colectiva constituyó un elemento de cohesión ideológica que tuvo diferentes


formas de expresión y ejecución a través de asaltos a comisiones y puestos militares, tomas
de pueblos y demás prácticas de resistencia. Pero esta solidaridad tuvo su contraparte en los
mecanismos de desintegración puestos en práctica por el gobierno y las Fuerzas Militares
para debilitar la moral y organización de las fuerzas insurgentes, tales como la infiltración y
la creación de la contraguerrilla.

Los discursos insurgentes o “prosa de la insurgencia”: corridos, joropos, poesías y códigos


guerrilleros, se convirtieron en mecanismos de cohesión, de estimulación de la solidaridad
colectiva y en una estrategia de ideologización y politización por parte de la dirigencia del
movimiento insurgente. Estos discursos se convirtieron en la voz de los insurgentes, a
través de ellos podemos conocer parte del pensamiento del movimiento por dentro. Con
estos discursos ocultos, saberes de la gente o memorias locales, se pudo reconstruir una
forma de resistencia y de lucha, poco tenida en cuenta en los trabajos sobre la Insurrección
Llanera, o despreciados por la historiografía tradicional, que ve en este tipo de fuentes tan
sólo un adorno folclórico o un elemento exótico.

La presencia del liberalismo gaitanista, a través de personajes como José Alviar Restrepo y
su influencia sobre Guadalupe Salcedo y su comando; y del liberalismo oficialista y
anticomunista en otros comandos, como el de los hermanos Fonseca Galán, imposibilitaron
la unidad y condujeron a la entrega del movimiento y al posterior asesinato de sus líderes
principales.

En términos históricos, la Insurrección Llanera jugó un papel importante en la historia de


los movimientos campesinos colombianos, en el desarrollo de estrategias de resistencia y
de una combinación de ideología inherente e ideología derivada24, cuyo núcleo era la
restauración de las conquistas democráticas liberales.

24
Para Rudé, en la formación de una ideología popular se deben tener en cuenta tres factores: 1) el elemento
“inherente” o base común; 2) el elemento “derivado” o externo que puede absorberse solamente si el terreno
está abonado de antemano, y 3) las circunstancias y experiencias que en último término determinan la
naturaleza de la mezcla final. Sólo de esta manera podemos entender por qué, en nuestro caso, un sector de
los campesinos continuó siendo revolucionario. RUDÉ, George. Revuelta popular y conciencia de clase.
Barcelona: Crítica, 1981, p. 46.

16
La clase dominante atrincherada en las ciudades resultó triunfadora, ya que logró
conformar un bloque sólido de poder; los terratenientes y ganaderos llaneros lograron
recuperar gran parte de sus propiedades y poder regional. Los campesinos a pesar de su
lucha no logaron ninguna ganancia, ya que las concesiones ofrecidas no fueron cumplidas
en su totalidad por el gobierno. Una vez superada la crisis con la entrega del movimiento, el
campesinado se vio sumido de nuevo en el olvido y el abandono del que habían tratado de
escapar. La verdadera triunfadora en esta “insurrección fallida” fueron la clase dominante
gamonal y terrateniente liberal-conservadora puesto que, con la ayuda de los militares,
logró ajustarle cuentas a los alzados en armas, y al comunismo.

CONCLUSIÓN HISTORIOGRÁFICA

Los que más han abordado el estudio de la Insurrección Llanera han sido los académicos.
La historiografía de izquierda tuvo mayor importancia en las décadas de 1960 y 1970 pero
luego el tema no volvió a ser parte de sus preocupaciones temáticas. La historiografía
liberal ha tenido cierta regularidad a lo largo del período 1950-2009, lo mismo que la
producción artística y literaria, mientras que la conservadora abandono el tema desde hace
muchos años. Ex combatientes y militares han publicado algunos trabajos en las coyunturas
de las negociaciones y procesos de paz con el gobierno, pero su producción ha sido muy
limitada y de carácter testimonial.

CONCLUSIÓN DE FUENTES

La prosa de la insurgencia, expresada en códigos guerrilleros, poemas y corridos fue una


fuente importante de trabajo en la tarea de reconstrucción del movimiento de resistencia a
la hegemonía conservadora y de restauración de las libertades civiles y democráticas. Los
archivos judiciales constituyeron la base sobre la cual se construyó la anatomía de la
Insurrección Llanera. El rescate del Proceso de Monterrey, que se daba por perdido, el
Archivo de Eduardo Franco, junto con otros sumarios y expedientes judiciales, y la
recuperación de la memoria oral de los combatientes, son otros aportes de este trabajo, (en
cuanto a fuentes documentales se refiere) y constituyen un insumo de gran valor para
futuras investigaciones relacionadas con el tema.

CONCLUSIÓN FINAL

Finalmente podemos afirmar que de principio a fin la dirección de la insurgencia nunca


planteó modificaciones estructurales de la sociedad llanera que pusieran en peligro la
estructura política, propiedad de la tierra y que cuestionaran las relaciones de producción
establecidas. Lo que se buscaba era lo establecido por la Dirección Nacional Liberal: cese
de la persecución, represión política y violencia conservadora; la vigilancia para que la ley
se aplicara con justicia y sin interferencias políticas; el establecimiento de la paz y el
retorno a la normalidad democrática. Fue un movimiento Restaurador, no un movimiento
revolucionario.

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