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NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS


Serie ESTUDIOS JURÍDICOS, Núm. 90
Coordinador editorial: Raúl Márquez Romero
Edición: Margarita García Castillo
Formación en computadora: José Antonio Bautista Sánchez
CARLOS PÉREZ VÁZQUEZ

NECESIDADES,
INTERESES Y JUECES

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


MÉXICO, 2006
Primera edición: 2006
DR © 2006, Universidad Nacional Autónoma de México
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Circuito Maestro Mario de la Cueva s/n
Ciudad de la Investigación en Humanidades
Ciudad Universitaria, 04510 México, D. F.
Impreso y hecho en México
ISBN 970-32-3372-4
De Ana, como entonces, como siempre
CONTENIDO

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXIII

CAPÍTULO PRIMERO
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA
DE LOS RECLAMOS DE NECESIDAD Y SU RELACIÓN
GENERAL CON LOS DERECHOS

I. La objetividad de las necesidades humanas. ¿Por


qué son más importantes que los deseos y preferen-
cias personales? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
II. La idea de los intereses vitales . . . . . . . . . . . . 14
III. La creación de derechos a partir de los reclamos de
necesidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
IV. Una justificación moral para crear derechos a partir
de los reclamos de necesidad. . . . . . . . . . . . . 19
V. Los reclamos de necesidad y las decisiones judi-
ciales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

CAPÍTULO SEGUNDO
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES A PARTIR
DE UNA APROXIMACIÓN BASADA EN LOS RECLAMOS
DE NECESIDAD

I. Una breve explicación del capítulo . . . . . . . . . 29

VII
VIII CONTENIDO

II. Casos estadounidenses . . . . . . . . . . . . . . . . 32


1. Casey vs. Planned Parenthood of Pennsylvania,
505 U.S. 833 (1992). . . . . . . . . . . . . . . . 32
2. El asunto del bebé M, 537 A.2d 1227 (1988) . . . 38
3. Bowers vs. Hardwick, 478 U.S. 186 (1986) . . . 44
III. Casos mexicanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
1. Nota introductoria . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
2. El tratamiento elemental de las necesidades en el
razonamiento judicial mexicano . . . . . . . . . 54
3. Una reflexión acerca del interés público en Mé-
xico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
4. El interés individual como interés jurídico . . . . 69
5. Las necesidades desde un punto de vista mexica-
no: necesidades individuales vs. necesidades so-
ciales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

CAPÍTULO TERCERO
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL
DEL PATERNALISMO

I. ¿Qué debemos entender por paternalismo? . . . . . 83


II. Lochner vs. Nueva York, U.S. 45, 198 (1905) . . . 90
III. Employment Division vs. Smith, 494 U.S. 872
(1990) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
IV. Los límites a las necesidades vitales . . . . . . . . . 98

Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Necesidades, intereses y jueces, edita-
do por el Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la UNAM, se terminó de
imprimir el 19 de mayo de 2006 en Ti-
pos Futura. En esta edición se empleó
papel cultural 57 x 87 de 37 kilos para
los interiores y cartulina couché de 162
kilos para los forros; consta de 1000
ejemplares.
PRÓLOGO

Varias generaciones de investigadores se han sucedido —o, me-


jor todavía, han coincidido— en el Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México a
partir del año, ya distante, de mi ingreso al entonces Instituto de
Derecho Comparado. El tránsito desde los iniciales emplaza-
mientos en el centro de México, un barrio inquietante y bullicio-
so, a la Ciudad Universitaria, primero en la antigua —aunque no
tanto: medio siglo— Torre de Humanidades I, luego en la Torre
de Humanidades II —que antes fue Torre de Ciencias— y final-
mente en el extremo sur de la C.U., como la identificamos con
afecto, expresa bien la evolución del Instituto, la ampliación de
sus tareas, la multiplicación de sus haberes y la consolidación
de su prestigio.
Median largo tiempo y trabajo muy intenso entre los años en
que un animoso grupo de investigadores se instaló en el cuarto
piso de la Torre de Humanidades I, espacio reducido y pronto
sobrepoblado, y los días que corren, en que varios centenares de
investigadores, técnicos académicos y colaboradores administra-
tivos compartimos la vida y sus afanes en las instalaciones de un
Instituto que se renueva sin pausa y con notable diligencia. Este
ha sido un signo característico de nuestro Instituto. Así aprende
de su pasado, afirma su presente y asegura su futuro. Lo ha sido
a lo largo de varias etapas y lo es ahora mismo: jóvenes investi-
gadores han llegado a sumarse a los de mayor edad —que hoy
somos los menos—, y a enriquecer el trabajo de esta comunidad
con la provisión de su entusiasmo, su talento y su esperanza, tra-
ducidos en productos académicos de la más alta calidad.

IX
X PRÓLOGO

Digo esto porque aquí comienza el prólogo —que ensayaré en


unas cuantas páginas—, del nuevo libro de un investigador muy
joven, que ha madurado pronto; uno entre esa mayoría de cole-
gas cuya presencia rejuvenece la edad promedio de los investiga-
dores y contribuye a elevar los pisos de la casa en que moramos.
Carlos Pérez Vázquez —hijo de buenos amigos, pero esa es otra
cuestión— hizo su licenciatura, como debía, en la Facultad de
Derecho de la UNAM, y más tarde realizó estudios superiores en
Estados Unidos (Harvard) y la Gran Bretaña (University Colla-
ge), becado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
En el ambiente de Londres —acompañado de su esposa y su pri-
mer hijo—, a la vista de Westminster y Trafalgar Square y al
amparo del Big Ben y de la Torre solemne y aleccionadora, con-
cluyó su doctorado y elaboró la tesis correspondiente, que ahora
traduce a nuestro propio idioma.
Debo agregar que Pérez Vázquez ha encontrado el tiempo y
tiene la vocación y la competencia para hacer buenas armas en la
literatura, que también acecha sus desvelos. En ella ha dejado
testimonio de capacidad ensayística y poética. Es autor de “De-
recho y literatura”, Documentos de Trabajo del Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM y del libro de poesía Zo-
na de luz (1998). Su disposición literaria fue apoyada con becas
del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
Tras diversas incursiones en el ejercicio de la abogacía y el
consejo jurídico, Pérez Vázquez llamó a la puerta del Instituto de
Investigaciones Jurídicas, que le abrió Diego Valadés, con su sa-
bida hospitalidad. Le dimos la bienvenida a esta comunidad,
confiados en que será golondrina que hará verano. Procurándolo,
ha elaborado este libro, que aparece bajo el signo editorial
—verdaderamente fértil— del Instituto de Investigaciones Jurí-
dicas.
Necesidades, intereses y jueces es el atractivo título de la obra
de Pérez Vázquez, en la que recupera cuestiones que llamaron su
atención cuando elaboró, en 1994, su tesis de licenciatura. En
aquel título propone y asocia temas e inquietudes relevantes:
PRÓLOGO XI

conformidades e inconformidades, indagaciones y conclusiones;


provisionales éstas, supongo, como suele suceder en los afanes
de una investigación que anuncia, de entrada, futuras etapas y
más peldaños para ascender por ellos. Digamos, desde ahora,
que mi joven y talentoso colega se ha propuesto mirar más allá
de los mandamientos escritos del orden jurídico e inquirir sobre
sus fuentes —no sólo las formales, se entiende—, desentrañar su
justificación y su pertinencia y descifrar las claves del quehacer
judicial como oficio de interpretación —y creación— de normas,
es decir, como formulación de rumbos.
A ese acontecimiento —el por qué del derecho, que es la raíz
de los derechos subjetivos: nuestros privilegios y facultades de
todos los días— y a ese personaje, el juzgador, destina el autor
las reflexiones reunidas en este libro sugerente. Alguna vez me
dijo, si no recuerdo mal, que a lo largo de sus estudios profesio-
nales en la UNAM pocas veces, si acaso alguna, escuchó de sus
maestros la referencia a una resolución judicial o se vio en la ne-
cesidad de explorar el sentido particular de tal o cual sentencia, y
mucho menos el sentido general —político, social, ético, históri-
co— del torrente jurisdiccional.
Confieso la misma experiencia en mis años de estudiante. To-
dos tuvimos noticia de que existía, claro está, un Poder Judicial
puesto en pie de igualdad —digamos— con el Poder Ejecutivo y
con el Poder Legislativo, y supimos que el proceso concluye con
una solemne decisión que es el nicho de la verdad legal. Acto se-
guido nos desentendimos de los frutos del Poder Judicial y nos
concentramos en los productos de los otros poderes, como si fue-
ra necesario confirmar la sentenciosa calificación de Montes-
quieu: el judicial es un poder “casi nulo”. Pero las cosas están
cambiando, empujadas por el estudio y gobernadas por la mun-
dialización: la proa de la nave que ahora abre otros mares es la
judicial review, con sus equivalencias en diversos tiempos y lu-
gares, y con diferentes denominaciones y alcances, que permite
trascender la solución del caso concreto, precisamente a golpes
de casos concretos.
XII PRÓLOGO

A lo largo de “un solitario, blanquísimo y helado invierno


harvardiano” y en el inicio de la “primavera unamita cálida, sos-
pechosamente azul y promisoria”, Carlos —si me permite lla-
marlo así, por el abismo cronológico que nos separa y por el
afecto que le tengo— ató los cabos que harían el hilo de su libro.
Para desanudarlo en su propio laberinto, se pregunta por las ne-
cesidades y los reclamos que habrán de engendrar derechos y las
reglas para conceder la satisfacción de algunos —y no de
otros— con motivos y razones suficientes. Esto implica un gran
“tema académico” que involucra los esfuerzos de muchas disci-
plinas —advierte—, pero también significa mucho más que una
cuestión académica: constituye un asunto político de primer or-
den para enfilar, con razonables posibilidades de éxito —hasta
de gobernabilidad, agreguemos— la vida cotidiana. Un derecho,
dice, “es un reclamo vencedor”. Ahora bien, también hay recla-
mos –derechos— formalmente vencedores y materialmente de-
rrotados: derechos sin eficacia; proclamaciones baldías.
En el empeño de advertir la racionalidad en la admisión de re-
clamos y la emisión de derechos, Pérez Vázquez explora el con-
cepto de necesidad. Enfáticamente rechaza que ésta equivalga al
deseo o a la preferencia; más bien enlaza con una idea material
de interés humano. “Las necesidades más importantes —escri-
be— son aquellas básicas, insustituibles, que pueden considerar-
se vitales, sin las cuales el ser humano no puede “florecer”. Me
parece bien el arranque para conferir objetividad a un tema eri-
zado de subjetividades, pero no puedo olvidar que ese “floreci-
miento” del ser humano, esa condición perentoria, inderogable,
apremiante de ciertas necesidades se encuentra permeada de sub-
jetivismo, informada de experiencia, gobernada —a menudo—
por las preferencias y los deseos, la percepción de la circunstan-
cia, la expectativa personal, el proyecto de vida, en fin. Y todo
conduce, quizás, a que reclamos y necesidades, intereses y op-
ciones finales tengan el color del cristal con que se miran, ni úni-
co ni permanente.
PRÓLOGO XIII

Entre los autores que Pérez Vázquez ha invitado al íntimo diá-


logo de su pensamiento, que a través del libro se convierte en co-
loquio público y abierto, figura el tratadista argentino Carlos
Santiago Nino. De su mano —aunque no sólo con ella; también
con la suya propia, cortando la maleza— emprende el examen de
la autonomía y el paternalismo. Finalmente en alguno de ellos se
instalará —siempre en forma relativa: con mayor o menor acen-
to— la audiencia de los reclamos, la calificación de los intereses
y las necesidades, la admisión de los derechos.
Por supuesto, el autor no siempre se refiere, bajo el rubro de
paternalismo, al autoritarismo a outrance, que hace y deshace la
existencia. Con mayor frecuencia examina los grados de la inje-
rencia admisible —o admitida, hasta detenerse en la frontera del
absoluto autoritarismo— del Estado en las vidas de los indivi-
duos y de la sociedad; una injerencia que antes se quiso “de la
cuna a la tumba”, y que hoy, replegada, pudiera desvaler la cuna
y auspiciar la tumba. En efecto, la consecuencia del repliegue
sistemático, precipitado e indiscriminado puede ser —y está
siendo, en no pocos casos— no sólo la reducción de atribuciones
públicas, que no importa a la democracia, sino también la desa-
parición de bienes privados, que importa sobremanera. Es aquí
que surge, y no se impugna, el “paternalismo ilustrado”, a condi-
ción de mantener la atención alerta para que no se deslicen, bajo
esta capa, violaciones inaceptables de la autonomía individual.
Sobre estas bases —que estoy resumiendo, ojalá que no equi-
vocando— Pérez Vázquez traza el segundo tramo de su libro, la
siguiente indagación de su pensamiento. Señala que la confron-
tación entre los reclamos fundados en la necesidad y los recla-
mos con otro fundamento “se resuelven judicialmente”. Aquí la-
te, puesta en otras palabras y con diverso contexto, la formal
descripción carneluttiana del litigio: oposición entre intereses,
uno que insiste y otro que resiste.
¿Cómo y por qué se resuelven judicialmente los reclamos? Es
indispensable, pues, analizar la deliberación judicial, los motivos
y los fundamentos de la decisión final, la “razonabilidad” que
XIV PRÓLOGO

hay en ella. Y más: el carácter “moral” de la solución jurídica. El


joven investigador formula un reproche, que merece la medita-
ción de los lectores, sobre todo la de quienes tienen a su cargo la
aplicación formal y oficial del derecho: “sigue siendo extraño
que los abogados discutan los asuntos morales involucrados en
el ejercicio del derecho. Por lo regular, los profesionales del de-
recho en México, consideramos que el tratamiento de problemas
morales dentro del derecho en general y dentro de la actividad
judicial, en particular, no es un asunto relevante”. Destaca: “a los
jueces les vendría bien buscar fuera del marco del derecho, refe-
rentes que les permitan resolver litigios legales”. Esta afirmación
—que acepta diversas lecturas— será materia de examen por los
lectores: ¿hasta dónde sería la moral una referencia directa de la
sentencia, sobre todo si al ingresar en ésta tropieza con un man-
damiento jurídico preciso?
Evidentemente, Pérez Vázquez arma al juzgador como cruza-
do de la nueva era. Ya veremos, en el final de este prólogo, con
qué palabras concluye su obra. Deposita en la responsabilidad de
aquél todo lo que es posible poner en ella y luego aguarda el fru-
to: la sentencia, que debiera encarnar —en la solución del caso
contencioso y en el anuncio de horizonte que esa solución pro-
pone— los principios y valores más encumbrados. En suma, des-
facer entuertos y enderezar la existencia. Bien. Esa es la misión
del buen juez, que ha adquirido una prestancia que no tuvo bajo
el imperio del monarca que le delegaba un momento de despotis-
mo, ni bajo el mandato del parlamento, que le obligaba —Mon-
tesquieu de nuevo— a ser la boca que pronuncia las palabras de
la ley, leyéndolas sin gesto ni aspaviento.
Pero esta grandeza de la misión judicial se halla en fin de
cuentas acotada por la majestad y el celo de la ley, si considera-
mos que todavía prevalece el principio de legalidad —espada de
doble filo, uno de ellos el filo de la garantía—, y ese “oficio so-
cial de la ley”, que puede trabar el “oficio moral del juez”.
Aquélla es la cara iluminda de la luna; ésta, su cara oculta, pero
no por ello menos exigente. ¿Hay que “desembarazar” al juez de
PRÓLOGO XV

la ley? Hago la pregunta de una manera que sugiere una rotunda


negativa, salvo que se trata de “resolver en conciencia”. Sin em-
bargo, el desempeño de la interpretación progresiva —que dilu-
ye las fronteras entre aquélla y la verdadera integración— nos
pone, a menudo, en el dilema: ley o sentencia, legislador o juez,
control democrático o autocontrol ético (y racional).
Pérez Vázquez pondera la obra jurisprudencial de los tribuna-
les estadounidenses, que han impulsado progresos notables, so-
bre todo en la relación entre los poderes del Estado y en la com-
prensión y el avance de los derechos fundamentales. Cita
algunos casos relevantes, que aprecia, y menciona otros, que
cuestiona. Unos y otros forman filas en la dialéctica laboriosa de
la jurisprudencia, ora impetuosa, ora reticente. El autor censura,
por ejemplo, la sentencia en el caso Bowers vs Hardwick —en
cuyo análisis también invoca la autoridad de Ronald Dworkin—.
Dice lapidariamente: “En mi opinión, Bowers es un buen ejem-
plo de lo que las decisiones judiciales no deben ser”. Hay de to-
do, como en la viña del Señor.
No me propongo acompañar a Pérez Vázquez en su toda su
travesía jurisprudencial, pero no deja de ser interesante –en mi
actual función de prologuista— detenerme en algunos extremos;
así, el caso del bebé M, 537 A.2d 1227 (1988). En él, la Suprema
Corte de Nueva Jersey se pronunció sobre “el mejor interés del
niño”, es decir, ejerció un poder de valoración que la llevó a col-
mar los espacios que hasta el más acucioso legislador deja libres,
y por lo tanto transitables. Esto me lleva a pensar en el criterio
rector que hoy domina —nacional e internacionalmente— en
materia de derechos de los menores de edad (o bien, para no
ofender a quienes hacen de la denominación un casus belli: de
los niños, las niñas y los adolescentes): el “interés superior” de ese
grupo humano, o más bien, de quienes lo integran. Es infrecuen-
te que se ponga en manos del tribunal la apreciación de un “inte-
rés superior” genérico —como no sea el “interés de la na-
ción”—, y desde ahí, sin fronteras terminantes, se construya una
decisión particular.
XVI PRÓLOGO

También es importante para los lectores de nuestro país con-


templar de nuevo el desarrollo del concepto “debido proceso”, a
partir de las formulaciones que a este respecto hace —con sus
conocidos precedentes ingleses: law of the land— la Constitu-
ción de los Estados Unidos. En la ley suprema de México no ha-
bía alusión alguna al debido proceso; sí, en cambio —en el ar-
tículo 14— a las formalidades esenciales del procedimiento.
Ahora el debido proceso ya es personaje de la Constitución, ex-
presamente bajo ese nombre: lo atrajo el nuevo texto del artículo
18 constitucional, reformado en el 2005.
No parece posible construir desde el artículo 18, ceñido al sis-
tema integral de justicia para los menores infractores, un concep-
to sustantivo del debido proceso como el que ha elaborado, no
sin disputas y oposiciones, la Suprema Corte de Justicia de los
Estados Unidos. Ha sido por este medio que el poderoso tribunal
asumió el control de la constitucionalidad de leyes y actos del
Congreso y del Ejecutivo, disciplinados a las estipulaciones ma-
teriales de la ley suprema —o a la interpretación de ésta por la
Suprema Corte—, cosa que excede, con mucho, la observancia
de las formas procesales en las controversias sobre vida, libertad
y propiedad, como fuera el sentido original de la enmienda V.
Vayamos ahora a otro tema medular en el libro de Pérez Váz-
quez, que ilustra a través de la reflexión teórica y el examen de
resoluciones judiciales norteamericanas y mexicanas, sobre todo
éstas, que son las que ahora me interesan principalmente. Me re-
fiero a un dilema o supuesto dilema: libertad o interés público,
que puede trasladarse como conflicto entre individuo y sociedad,
antinomia hacia la que fluyen los más relevantes problemas de la
democracia.
Es posible concretar la preocupación del autor sobre este
asunto en un párrafo expresivo: “En México —escribe— parece
que el interés público es siempre lo suficientemente poderoso
como para derrotar a las libertades fundamentales”. Este es uno
de los aspectos centrales del libro que comento. “Quizás al reco-
nocer el poco valor que los intereses vitales tienen en el sistema
PRÓLOGO XVII

jurídico mexicano, será posible no sólo hacer una crítica seria al


mismo, sino también lo que es más importante, elaborar una pro-
puesta constructiva”. Adelante expresa de nuevo su malestar:
“los intereses individuales han sido menospreciados en México
al enfrentarse al concepto de interés público”; el perjuicio causa-
do a los intereses individuales ”puede considerarse incluso más
grave cundo éstos pueden identificarse con intereses vitales”.
En la búsqueda de soluciones garantistas que afiancen el mayor
acceso a la justicia y permitan la seguridad del individuo, Carlos
examina los conceptos de interés individual, interés público e in-
terés legítimo. Acerca de éste explora ciertos pronunciamientos
jurisdiccionales y expone las ideas de Arturo Zaldívar Lelo de
Larrea. Nuestro autor se detiene en la reflexión que se hace en
torno a los intereses legítimos, porque considera que “están muy
cerca de lo que he denominado intereses vitales”. De ahí que sa-
lude la superación del tradicional concepto de interés jurídico
—que ha tenido, empero, virtudes incuestionables— a favor del
más promisorio de interés legítimo.
La adopción de este criterio, que constituye una de las nove-
dades primordiales del proyecto de reformas a la Constitución y
a la Ley de Amparo elaboradas por una distinguida comisión, a
instancia de la Suprema Corte —proyecto que “duerme el sueño
de los justos” en algún archivo del Senado de la República, no
obstante haber sido recibido y suscrito por los señores senado-
res—, tendría como efecto “flexibilizar el acceso al juicio de ga-
rantías de las personas”; en otros términos, ensanchar la vía para
el acceso la justicia.
Ese acceso tiene una doble dimensión: formal, de una parte,
como posibilidad de comparecer, requerir, probar, alegar, aguar-
dar la decisión; y material, por la otra, como posibilidad —que
debiera ser seguridad— de obtener una sentencia justa: favora-
bles y buenas decisiones que corresponden a las fundadas y bue-
nas razones. Empero, suele ocurrir —y el autor autor no soslaya
esta situación, precisamente a través del estudio del interés que
abre la puerta hacia el órgano jurisdiccional tutelar del dere-
XVIII PRÓLOGO

cho— que esa marcha constituye una verdadera carrera de obs-


táculos, que sólo superan los más afortunados, esto es, los mejor
provistos. Es así que surge lo que Carlos llama “discriminación
legal en el acceso a la justicia que ha sido respaldada desde un
punto de vista judicial”.
Esto último nos devuelve a la colisión entre intereses indivi-
duales y públicos. La preocupación de Pérez Vázquez es, en
principio, perfectamente justificada: arrollar el derecho subjetivo
en supuesto favor de un interés público que no se ha acreditado,
pone en crisis al orden jurídico en su conjunto y compromete la
eficacia misma del derecho. Otra cosa es que ceda el interés indi-
vidual, estrictamente tal, en bien de un verdadero interés social,
plausible y comprobable. Aquí existe, inclusive, una frontera pa-
ra los derechos humanos, claramente invocada en las declaracio-
nes primordiales y en los textos contemporáneos. Esta es la fron-
tera de los derechos mismos; un infranqueable lindero que
legitima restricciones y suspensiones, como lo es también el de-
recho del tercero, límite del derecho propio.
La manera de entender los términos de esta antinomia —que
puede ser un entendimiento virtuoso o vicioso, no hay duda—
deriva también del “cuadro general” en el que aparecen los gran-
des cambios sociales —desde evolucionistas hasta revoluciona-
rios—, de la forma de asumirlos y administrarlos, de la historia
natural de los conflictos conforme a los tiempos y las circunstan-
cias. Todo ello influye, por supuesto, en la legislación, en la ad-
ministración, en la jurisdicción. Tiñe, con mayor o menor inten-
sidad, el criterio de los funcionarios y de los particulares, de los
grupos y las personas. El “genio y la figura” de los pueblos y de
los acontecimientos ponen el peso que corresponde en los plati-
llos de la balanza. Themis, sin vendas que la cieguen, mira hacia
los justiciables e identifica las razones —evidentemente, pueden
ser admisibles o deleznables— que deposita en el razonamiento
y el mandamiento de la sentencia.
Por supuesto, no estoy defendiendo, ni remotamente, la arbi-
trariedad o el disparate so pretexto de orden público o justicia
PRÓLOGO XIX

“social”, ni las imposiciones mesiánicas ni los perfeccionismos


tiránicos. Pero no podría ignorar la justicia, sea la social, sea la
individual que prospera mejor —con naturalidad y buenas opor-
tunidades— en la circunstancia de aquélla. Me parece que Pérez
Vázquez tampoco la desdeña cuando analiza algunas vertientes
del sistema judicial dirigido a la atención de asuntos “sociales”:
educativos, laborales, agrarios, sanitarios.
Este subsistema —previene— “es un producto de la Revolu-
ción armada de 1910”. Ampliemos: es un producto de las condi-
ciones de vida y del desequilibrio de las relaciones interpersona-
les que determinaron esa Revolución, de la Constitución que
adoptaron los constituyentes revolucionarios y del ensayo de
construir —con éxito relativo o sin él— una sociedad mejor que
la existente a lo largo del siglo XIX y subsistente en la primera
etapa del XX. ¿No lo creerían así, mucho antes del movimiento
de 1910, los Arriaga y los Ramírez que sublevaron su versión
del liberalismo contra el concepto dominante?
Recupera Pérez Vázquez la reflexión sobre el paternalismo
—el despótico o el ilustrado— en la asunción de los conflictos y
la conducción judicial de las soluciones. Examina pronuncia-
mientos judiciales específicos, como la antigua sentencia nortea-
mericana del caso Lochner vs. New York, U.S. 45, 198 (1905), en
la que el tribunal no encontró razones compatibles con la en-
mienda XIV para cuestionar la regla liberal de autonomía y de-
fendió la libertad de contratación entre particulares, sin interfe-
rencia del Estado, aunque las partes contratantes fuesen
manifiestamente desiguales y el resultado de la convención re-
sultara notoriamente injusto. Dejo la palabra al autor, cuyas ex-
presiones suscribo: “nadie puede negar que los panaderos no tie-
nen la misma libertad que los patrones al sentarse a negociar los
términos de un contrato laboral”; “no es posible pensar que la
ley puede ser aplicada en forma igualitaria a personas de carne y
hueso entre las que existen disparidades notables”.
Pérez Vázquez considera que las interferencias paternalistas
—las de buena cepa— deben ser cuidadosamente analizadas, en
XX PRÓLOGO

búsqueda de la justificación racional que no deje en entredicho,


de un golpe, la libertad y el consecuente principio de autonomía de
las personas. Esto puede resolverse bajo una concepción liberal,
poniendo la luz sobre los intereses individuales que es preciso
preservar. De esta valoración se desprende la procedencia de me-
didas compensatorias, que “adquieren sentido al considerar a las
personas como individuos, no como miembros de una clase”.
Esta manera de aproximarse a las medidas compensatorias se-
ría —quizás— una forma de llegar al mismo resultado por una
vía diferente. Bien, por el resultado y por la vía que lo permite.
Empero, siempre hay riesgos y tropiezos, lo mismo cuando se
ejerce el paternalismo volcado sobre conjuntos y dimensiones
colectivas —comunidades de intereses y situaciones—, que
cuando se busca resolver el problema desde una perspectiva in-
dividual. La historia, colmada de enseñanzas, me releva de pro-
bar que en todos los caminos han surgido —y surgirán, no hay
duda— esos riesgos y esos tropiezos.
Coincido plenamente con mi apreciado colega y amigo en que
tenemos al frente un horizonte enrarecido, por decirlo de alguna
manera. “El sistema ha ido cambiando —reconoce—, pero pare-
ce que todavía hay mucho por hacer”. Ante todo —me permito
glosar— en la cuenta de ese quehacer figura evitar el retroceso,
que siempre vigila. “Sin un cambio completo que convierta al
sistema de impartición de justicia en el que los mexicanos re-
quieren, es imposible imaginar un país mejor”. Es verdad, como
también lo es que ese cambio no concierne sólo al sistema de im-
partición de justicia, y que debemos procurar que el paisaje de
los árboles no oculte, una vez más, la magnitud del bosque. La
realidad, en efecto, existe, y abarca más de un solo plano. ¿Ver-
dad de Perogrullo? Sí. Pero ¿cómo lograr que se vea, y que lue-
go se trabaje en consecuencia?
No son pocas las reformas emprendidas, bajo banderas des-
plegadas, que difícilmente podrían corresponder a lo que “los
mexicanos requieren”, no obstante los avances que muchas de
ellas trajeron consigo y que reconozco sin reserva. Me permitiré
PRÓLOGO XXI

recordar mis propios comentarios —que promovieron silencios o


suscitaron discrepancias— cuando se llevó adelante, sin la judi-
catura, la reforma judicial de 1994-1995, rotulada como la “más
importante” desde 1824.
Claro está que esa reforma adelantó pasos de siete leguas en
algunos ámbitos, pero no menos claro que no era la reforma que
“los mexicanos requieren”, reforma que aún no llega. Retorno a
una figura que utilicé entonces: los cambios afortunados en la
“macrojusticia” no se traducen, automáticamente, en progresos
en la “microjusticia”. Y es ésta, no aquélla, la que cotidianamen-
te exigen millones de mexicanos, porque de ella depende la aten-
ción de esos intereses vitales, primordiales, fundamentales en los
que este libro carga el acento. Exactamente lo mismo ocurre —y
de ese sector tomo las expresiones que antes utilicé— en el en-
cuentro entre la glorificada “macroeconomía” y la abrumadora
“microeconomía”.
Sugiere Pérez Vázquez que en esta procuración de una nueva
y mejor justicia pongamos todo a discusión: desde la forma en
que los abogados y los jueces escriben hasta la manera de enten-
der la relación entre el interés individual y el interés público. A
esto último se ha referido el autor, in extenso; aquello —otro te-
ma que hemos comentado en amistosas conversaciones— aguar-
da. La iniciativa es plausible: pongamos todo a debate. Todo es
todo: la justicia y lo que se halla antes y después, en torno, cer-
cano o distante, sugerente o decisivo.
Pero ahora el tema es la justicia y los protagonistas de ese te-
ma —y actores en la obra de Carlos— son los juzgadores. Lí-
neas arriba me referi a la inmensa carga de responsabilidad que
el autor coloca sobre los hombros de la magistratura. Me parece
que deben compartirla con otros hombros, no sea que éstos se
desentiendan de la suya, como han comenzado a hacerlo ciertos
funcionarios empeñados en turnar a la Suprema Corte los con-
flictos que no resuelven en sus foros naturales. Sea lo que fuere,
sigue en pie la nobleza de la encomienda que Pérez Vázquez ci-
fra en los juzgadores, a quienes convoca a una suerte de gigan-
XXII PRÓLOGO

tesca cruzada: “Los jueces son responsables de hacer que el rei-


no de ‘las buenas razones’ se instale en la tierra”. Sea.
Hasta aquí el prólogo. Agradezco al autor de esta obra la invi-
tación que me hizo a sumar estas páginas a las suyas. Quiero ter-
minar con la expresión de mi afecto y aprecio hacia Carlos Pérez
Vázquez, nuevo miembro del Instituto de Investigaciones Jurídi-
cas de la UNAM, que desde hace unos meses tiene presencia en
esta animada sociedad de la investigación. A esa expresión aña-
do el reconocimiento de la calidad de este trabajo, precedido por
otros y prenda de los que llegarán.
Creo firmemente —y razonadamente— que el autor ha hecho
una excelente contribución al conocimiento de los temas que
examina. La ha hecho a través de opiniones propias, propuestas
razonadas, convicciones meditadas. Despertará coincidencias y
diferencias. Ojalá, porque así se atenderá —como quiere Carlos
Pérez Vázquez— al debido examen de cuestiones que hoy cuen-
tan en el debate jurídico y político, alertado por los vientos que
soplan sobre la nación.

Sergio GARCÍA RAMÍREZ


Ciudad Universitaria, abril de 2006
INTRODUCCIÓN

Vivimos rodeados por declaraciones de necesidad. Enunciados


de la forma x necesita y, no nos son extraños: los usamos y en-
tendemos siempre que otros los usan. Los problemas, sin embar-
go, se presentan tan pronto como la satisfacción de esas mismas
necesidades se convierte en una exigencia, en un reclamo. Vivi-
mos en un mundo en el cual no sólo no todas las necesidades hu-
manas pueden satisfacerse —debido a la escasez de los recursos
materiales, por supuesto—, sino en el cual ciertos reclamos de
necesidad son absolutamente injustificados. Tal como es imposi-
ble, por ejemplo, satisfacer de inmediato la necesidad de trans-
porte de cada mexicano, difícilmente estaríamos de acuerdo en
satisfacer las necesidades de un líder nazi respecto a la pureza
racial.
Hay dos problemas fundamentales que es imposible evadir al
confrontar a las necesidades humanas. El primero puede frasear-
se mediante una pregunta: ¿cómo seleccionar una necesidad de
entre varias que compiten por ser satisfechas? En ocasiones, ne-
cesidades contrapuestas parecen ser idénticas desde un punto de
vista cualitativo y es por eso difícil seleccionar una por encima
del resto. Así, en un marco general de escasez de recursos, cual-
quier decisión que privilegie, por ejemplo, la satisfacción de la
necesidad de seguridad personal de los habitantes del Pedregal
de San Ángel, por encima del reclamo hecho para satisfacer esa
misma necesidad por parte de los habitantes de Polanco, será
problemática.
En la misma lógica, el segundo problema puede enfocarse
mejor mediante varias preguntas: ¿cómo puede sostenerse la dis-
criminación o selección de una necesidad sobre otra, argumen-

XXIII
XXIV INTRODUCCIÓN

tando razones cualitativas que las distingan? En otras palabras,


¿existe alguna regla o estándar que justifique prácticas discrimi-
natorias que privilegien la satisfacción de algunas necesidades
por encima de otras? ¿Con base en qué puede considerarse a una
necesidad más valiosa que a otra? Si queremos elaborar criterios
sólidos para establecer tales diferencias, es necesario elaborar
primero reglas o estándares convincentes que, por ejemplo, nos
permitan tanto respaldar los reclamos de necesidad presentados
por personas sin nada que comer, como rechazar los reclamos de
necesidad de un país imperialista que exige anexarse algún terri-
torio vacante. Es precisamente por esta clase de problemas, el
que los reclamos por medio de los cuales se expresan necesida-
des humanas, constituyen una tema académico que involucra los
esfuerzos de muchas disciplinas.
A pesar de tal complejidad teórica, es un solo asunto específi-
co relacionado con los reclamos de necesidad el que se encuen-
tra detrás de mi investigación: la identificación frecuente y su-
perficial de acuerdo con la cual necesidades y derechos son lo
mismo.
Intentaré ser más claro. Por lo regular, algunos reclamos de
este tipo son formulados de tal manera que parecen justificar,
por sí mismos, una satisfacción automática de las necesidades
que por medio de ellos se expresan. Así, parecería que reclamar
una necesidad convierte al reclamante en un titular de derechos
en forma automática. En lo que sigue, defenderé una visión de
acuerdo con la cual la identificación de derechos y necesidades
debe estar justificada por un exhaustivo trabajo teórico. Procura-
ré desarrollar mi creencia de que los reclamos fundados en las
mejores razones posibles, constituyen una de las mejores justifi-
caciones viables tanto para derechos ya existentes como para su
creación. Esto a partir de que los derechos se crean una vez que
una competencia entre reclamos ha tenido lugar: un derecho es
un reclamo vencedor.
El principal objetivo de este trabajo está dirigido a criticar la
fácil equivalencia que identifica derechos y necesidades sin más.
INTRODUCCIÓN XXV

En otras palabras, pretendo proponer la utilización de una visión


alternativa. Identificar aquellos casos en donde los reclamos de
necesidades humanas, se presentan como razones justificadas so-
bre las cuales puede apoyarse la creación de un derecho.
En un trabajo anterior exploré la relación entre los reclamos
de necesidad y los derechos, desde una perspectiva política y
otra legislativa. En esta ocasión, mi investigación se centra en
las implicaciones derivadas de la relación entre derechos y nece-
sidades en la arena judicial.
Este libro está dividido en tres capítulos. El primero funciona
a manera de una breve introducción a la teoría de las necesidades
y la relación de la misma con los derechos. Constituye un rápido
pero inevitable análisis dirigido a establecer límites conceptuales
mínimos, que ayuden a clarificar el concepto de necesidad que
defenderé. En ese capítulo se presentan argumentos para defen-
der la equivalencia fundamental del libro: necesidades vitales e
intereses vitales son lo mismo. De igual manera, en la primera
sección del libro, expongo una explicación acerca de la forma en
la cual los derechos pueden crearse a partir de necesidades en la
arena judicial. Esto parte de la idea de que en México, como sa-
bemos, el trabajo judicial se considera como fuente de nuevo de-
recho.
El capítulo segundo analiza algunas decisiones judiciales. La
intención es la de ofrecer una fotografía más completa y clara de
las implicaciones del tema para el trabajo de los jueces. Para al-
canzar ese fin, se analizarán tanto casos judiciales estadouniden-
ses como mexicanos. El objetivo central es demostrar, por medio
del método útil que ofrece el derecho comparado, que los jueces
pueden tomar decisiones —sean estas justas o no— a partir de
un punto de vista orientado por los reclamos de necesidad que se
les presentan. En otras palabras, me parece que con mucha fre-
cuencia los jueces resuelven asuntos litigiosos —algunas veces
bien, otras no tanto— en los cuales se involucran reclamos de
necesidad, sin siquiera estar concientes de lo que ello implica.
Espero que este capítulo entusiasme a estudiosos, del derecho,
XXVI INTRODUCCIÓN

mexicanos, puesto que varias páginas se dedicarán a explorar y


cuestionar, desde una postura crítica, temas muy conocidos y po-
co debatidos entre nosotros como son los intereses individuales,
el interés público, el interés jurídico, las necesidades individua-
les y las necesidades sociales. En esas páginas se encuentra mi
posición respecto al uso de los reclamos de necesidad por parte
de nuestros jueces.
El capítulo tercero presenta una alternativa para enfrentar las
implicaciones derivadas de la relación entre necesidades y dere-
chos. En esa sección del trabajo, desarrollo mi opinión en el sen-
tido de que los reclamos de necesidad pueden usarse para justifi-
car intervenciones paternalistas en la vida privada de los
individuos. Así, el último capítulo, que se deriva de los argu-
mentos presentados en los dos anteriores, se dedicará a desarro-
llar una noción de acuerdo con la cual los reclamos de necesidad
pueden ser usados por los jueces, funcionarios de una sociedad li-
beral, como una herramienta orientada a proteger la autonomía
individual.
En su magnífico poema Einar Tamberskelver, Jorge Luis Bor-
ges nos recuerda la posibilidad de que los textos recorran el
tiempo de mano de los escritores, quienes al sólo trasladar las
historias que contienen, bien pueden tener ninguna relación con
las mismas. Escribí un primer borrador de este trabajo en un so-
litario, blanquísimo y helado invierno harvardiano. Gracias a la
generosidad ejemplar del doctor Diego Valadés, que entre otras
cosas me ha permitido volverme a encontrar y discutir con ese
que era yo hace unos años, empecé la nueva versión de aquel re-
lato (del cual he respetado lo fundamental), al principio de una
primavera unamita cálida, sospechosamente azul y promisoria.
Tiene el lector en sus manos el resultado tan lejos de esos mares
y de ese ánimo.

Ciudad Universitaria, diciembre de 2005


CAPÍTULO PRIMERO
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA
DE LOS RECLAMOS DE NECESIDAD Y SU RELACIÓN
GENERAL CON LOS DERECHOS

I. La objetividad de las necesidades humanas. ¿Por


qué son más importantes que los deseos y preferen-
cias personales? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
II. La idea de los intereses vitales . . . . . . . . . . . . 14
III. La creación de derechos a partir de los reclamos de
necesidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
IV. Una justificación moral para crear derechos a partir
de los reclamos de necesidad. . . . . . . . . . . . . 19
V. Los reclamos de necesidad y las decisio nes judi-
ciales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
CAPÍTULO PRIMERO
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA
DE LOS RECLAMOS DE NECESIDAD
Y SU RELACIÓN GENERAL CON LOS DERECHOS

I. LA OBJETIVIDAD DE LAS NECESIDADES HUMANAS.


¿POR QUÉ SON MÁS IMPORTANTES QUE LOS DESEOS
Y PREFERENCIAS PERSONALES?

El estudio de las necesidades humanas ha despertado un entu-


siasmo similar entre distintos campos académicos. Así como las
necesidades son con frecuencia analizadas desde un punto de
vista médico o económico, también son utilizadas como punto
de partida por teóricos políticos e incluso filósofos morales.
La importancia de las necesidades es aun más evidente en al-
gunos campos de estudio y acción que en otros. Por ejemplo, no
es muy difícil encontrar reclamos de necesidad como justifica-
ción en la creación de derechos durante un proceso legislativo,
ni, debido a su contundencia, localizarlas como armas utilizadas
en la arena política. Tanto políticos como legisladores suelen
alegar la simple existencia de ciertas necesidades humanas como
la mejor razón con base en la cual deben distribuirse cargas, be-
neficios, derechos y deberes entre los miembros de la sociedad.
De esta manera, aun cuando los reclamos de necesidad juegan
un papel interesante y fundamental para los estudios económicos
y políticos, también deben ser considerados como un notable ob-
jeto de estudio jurídico puesto que ofrecen un amplio campo de
acción para el derecho.

1
2 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

Con el fin de entender el funcionamiento de los reclamos de


necesidad en la teoría legal, se debe primero contar con una clara
imagen de las mismas. En este sentido, un primer paso destinado
a obtener una explicación clara, es distinguir lo que puede consi-
derarse una necesidad de lo que no puede considerarse como tal.
Intentaré defender una teoría liberal de los reclamos de nece-
sidad. Mis argumentos pretenderán reforzar la opinión de que, a
pesar de que la mayoría de las necesidades varían de un indivi-
duo a otro y aun cuando son verdaderamente importantes desde
un punto de vista estrictamente individual, en ocasiones deben
de cualquier manera ser tomadas en cuenta como referentes ob-
jetivos en el funcionamiento de una sociedad liberal.
En una investigación anterior, afirmé que los reclamos de ne-
cesidad juegan un papel fundamental en la creación de dere-
chos.1 Considero que muchas de las ideas ahí desarrolladas si-
guen siendo mías. Hoy en día, varios años después, todavía creo,
por ejemplo, que los reclamos de necesidad son frecuentemente
usados como razones poderosas en respaldo del reconocimiento
público de derechos individuales de propiedad.
Si tenemos en cuenta que vivimos en un mundo de recursos
escasos, la creación de derechos a partir de los reclamos de nece-
sidad humana se entiende por sí misma: en tanto no podamos sa-
tisfacer todas las necesidades, es evidente que todo el tiempo nos
enfrentaremos a necesidades insatisfechas cuya regulación es por
eso indispensable. Posiblemente, sea esta razón básica la que
pueda explicar las confrontaciones que las necesidades generan
todo el tiempo en los debates legislativos y políticos.
La capacidad de cada persona para reconocer lo que es más
importante para ella, es lo único que iguala los deseos de todos.
En otras palabras, en nuestro mundo todos podemos reconocer y
jerarquizar las cosas que deseamos respecto unas de otras. Estoy
convencido que, de igual manera, al hablar de necesidades hu-

1 Pérez Vázquez, Carlos, La relación entre las necesidades y los dere-


chos, tesis de licenciatura, México, UNAM, 1994.
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 3

manas, hay casos en los cuales es fácil distinguir las más impor-
tantes de las que lo son menos. En otras ocasiones, sin embargo,
tal distinción no puede llevarse a cabo con tanta facilidad. Es por
eso y debido a que las necesidades humanas producen reclamos, los
cuales se convierten en derechos y afectan a las personas, el que
una jerarquización de los mismos es imprescindible: no cualquier
reclamo de necesidad debe convertirse en un derecho. Por esta
razón, presentaré un método que justifica una jerarquización gra-
dual de las necesidades humanas que, en mi opinión, puede tomarse
en cuenta en un proceso de creación de derechos.
Siguiendo un influyente artículo de David Wiggins,2 me pare-
ce que el primer paso para elaborar la jerarquización a la que me
he referido, debe fundarse en una clara distinción entre las nece-
sidades individuales y los estados mentales individuales como
son los gustos, los deseos y las preferencias.3
De acuerdo con esta distinción, las necesidades que aquejan a
una persona, son completamente diferentes a las creaciones psi-
cológicas de ese mismo individuo: las necesidades no son un
producto de la mente humana. Esta distinción se basa en un aná-
lisis de los términos lingüísticos.4 Así, mientras la mente da con-
tenido a los deseos y a las preferencias, las necesidades existen
de acuerdo al mundo tal como es.

2 Wiggins, David, “Claims of Need”, Needs, Values, Truth. Essays in the


Philosophy of Value, Aristotelian Society Series, vol. 6, Oxford, Basil Black-
well, 1987.
3 Thomas Nagel reconoce la importancia que debe otorgarse a las necesi-
dades en el momento de comparar los intereses de las personas. El filósofo nor-
teamericano escribe su opinión en los siguientes térninos: “Me siento inclinado
a pensar que debemos darles prioridad a aquellos individuos que están más ne-
cesitados de ayuda, porque son objeto de una preocupación que tiene prioridad
respecto de nuestras preocupaciones por los mejor situados, aún si estos son los
más numerosos”. Véase Nagel, Thomas, “Hare: Los fundamentos de la impar-
cialidad”, Otras mentes. Ensayos críticos 1969-1994, Barcelona, Editorial Ge-
disa, 2000, p. 207.
4 Véase White, Alan R., Modal Thinking, Oxford, Cornell University
Press-Basil Blackwell, 1975.
4 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

Por ejemplo, si deseo tomar agua y bebo de un vaso de cristal


creyendo que el contenido es agua, de cualquier manera he satis-
fecho mi deseo. Si, por otra parte, necesito tomar agua, puedo
beber del vaso envenenado, puedo incluso creer al hacerlo que
estoy tomando agua. Sin embargo, es evidente que en esta oca-
sión mi necesidad por tomar agua no ha sido satisfecha.5
Las necesidades no son un producto mental. Con base en esta
conclusión, se puede intentar formular algunos postulados rele-
vantes:

1. La creación de derechos a partir de meros deseos o gustos


personales, no puede justificarse tan sólidamente como la
creación de derechos a partir de necesidades humanas.
2. Cuando las necesidades se presentan como razones para
crear derechos, las mismas deben competir contra otras ne-
cesidades no contra creaciones mentales subjetivas como
los deseos y los gustos personales. El conflicto entre nece-
sidades objetivas genera derechos objetivos.
Es muy común que los gobiernos presenten alguna necesidad
o algún grupo de necesidades como lo más importante para las
sociedades a las cuales sirven. Es frecuente, por eso, que nos en-
frentemos a selecciones autoritarias basadas en un argumento de
acuerdo con el cual la mera existencia de una necesidad es in-
controvertible. Es esto lo que genera la exigencia de someter a
las necesidades, insti tuidas como reclamos gubernamentales,
a un escrutinio del cual pueda derivarse la justificación que auto-

5 White proporciona la siguiente explicación: “Lo que quiero hacer fre-


cuentemente, y quizá hago con regularidad, depende de lo que creo. Quiero ha-
cer «esto y esto» porque creo que esa acción tiene «esta y esta» características,
tal como temo o siento admiración o rechazo «esto y esto» por estas razones...
Sin embargo, lo que necesito es independiente de lo que creo. Incluso la deter-
minación acerca de si necesito o no «esto y esto» depende parcialmente de las
características de «esto y esto», sean estas deseables o no, pero no depende en
absoluto de lo que yo crea respecto de lo que esas características son o debe-
rían ser”. Ibidem, pp. 111 y 112.
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 5

riza la selección de una necesidad por encima de otras. Es decir,


es necesario analizar las razones por las cuales una necesidad
le gana a otras contra las que compite y adquiere una jerarquía
superior.
En resumen, mi preocupación se centra en encontrar la mejor
justificación para crear derechos a partir de reclamos de necesi-
dad, puesto que los derechos constituyen, antes que otra cosa, lí-
mites al ejercicio de la autonomía personal por parte de terceros.
En mi opinión, dichos límites no pueden fundarse en preferen-
cias personales sino en valores objetivos.
Es preciso señalar que, en otra de sus acepciones, las necesi-
dades humanas se entienden como las razones que impulsan a
una persona a actuar de una manera determinada. De esta mane-
ra, necesitar algo puede entenderse como existe una razón para
hacer a (con el fin de obtener x).6 En otras palabras, la simple
necesidad por algo no debe entenderse como un imperativo sino
como parte de argumentos que se enfrentan en el discurso racio-
nal. De acuerdo con las ideas de White antes transcritas, la com-
petencia entre necesidades no es una entre buenas o malas razo-
nes, sino entre razones más o menos fuertes.
El discurso racional produce razones sobre las cuales se realizan
ciertas clases de acciones o se toman ciertas decisiones, lo cual nos
obliga a hacer una distinción entre razonabilidad y racionalidad.
Es preciso aclarar ambos conceptos.
Cuando alguien cuenta con razones que satisfacen ciertas con-
diciones requeridas para que una acción determinada pueda
completarse, es posible decir que esa acción en particular es ra-
cional. Por ejemplo, es posible considerar como racionales a las

6 Es necesario distinguir a las necesidades como razones oponibles a


otros, de las razones que justifican a las necesidades. Tal como lo apunta White
“puesto que puedo utilizar algo como mi razón para querer hacer “tal y tal” o
para hacer “tal y tal”, tales razones pueden ser buenas o malas. Sin embargo,
no puede haber buenas o malas razones detrás de mi necesidad de “tal y tal”;
simplemente hay o no hay una razón por la cual yo necesite hacer “tal y
tal”. Ibidem, p. 113.
6 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

acciones experimentales de un estudiante de agronomía que a la


mitad del año escolar se dedica a recolectar muestras de arroz. Si
el estudiante antes mencionado, sembró semillas de arroz en sep-
tiembre, las vio crecer en octubre, las mantuvo con el agua ne-
cesaria y en un lugar apropiado, es posible entonces conside-
rar racionales a todas esas acciones realizadas durante esa etapa
escolar, puesto que lo que el estudiante quería era lograr un ex-
perimento exitoso con el arroz.
Sin embargo, es frecuente que a partir de una acción racional
pueda concluirse que esa acción no es racional sino sólo razona-
ble, lo que significa que es imposible ofrecer una explicación to-
talmente legitimada de la misma. En otras palabras, el discurso
racional no es suficiente para justificar un razonamiento, sino tan
solo para presentarlo como razonable. De esta manera, la razona-
bilidad es la aproximación más cercana a la justificación absolu-
ta de una acción.
Siguiendo el ejemplo anterior, sería posible concluir que, a
partir de la metodología utilizada y por los resultados obtenidos
en el experimento imaginado, el mismo estudiante empeñoso lle-
vó a cabo las acciones más racionales a su alcance. Sin embargo,
una conclusión así no es correcta puesto que no podemos estar
absolutamente seguros de que en algún otro salón o laboratorio
estudiantil se han llevado a cabo experimentos con los cuales se
ha podido obtener más arroz, más rápidamente y a un costo me-
nor. A pesar de que el estudiante imaginario no puede creer que
su experimento es el mejor de todos los experimentos posibles,
si puede, por otra parte, pensar que el método que siguió es razo-
nable. Es decir, el estudiante no puede concluir con absoluta ver-
dad que sus actos han sido los más razonables posibles, puesto
que no puede estar seguro acerca de qué metodología se ha usa-
do para realizar experimentos similares en otros sitios.
De este modo, las necesidades se pueden considerar como ra-
zones poderosas para actuar incluso si compiten con otras para
su satisfacción. Debe notarse, sin embargo, que las necesidades
entendidas como razones para actuar, pueden someterse a un de-
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 7

bate orientado por criterios de razonabilidad para poder legitimar


las acciones que se deriven de ellas. La característica argumenta-
tiva de las necesidades debe reconocerse; en otras palabras, nin-
guna puede considerarse más fuerte o justificada que otra prima
facie.
A partir de los escritos de Wiggins y White citados, he soste-
nido que las necesidades no deben identificarse con las preferen-
cias personales o con consideraciones subjetivas. Me parece que,
con el fin de dotar a la exploración filosófica anterior con más
contenido jurídico, se pueden formular dos preguntas:
1. ¿Por qué las necesidades tienen más fuerza que las creen-
cias, deseos y creaciones mentales de los individuos?
2. ¿Por qué las necesidades personales deben ser consideradas
como algo tan importante?
Me parece que es posible responder a ambas preguntas de la
misma manera. La respuesta respalda por sí misma la estructura
de una teoría de los derechos fundada en los reclamos de necesi-
dades humanas. Así, es posible afirmar que la fuerza de las nece-
sidades humanas respecto de los deseos, pretensiones y gustos
personales, es indispensable en la construcción de una justifica-
ción liberal para la creación de derechos.7 Sin embargo, está afir-
mación no constituye una respuesta a las dos preguntas.8

7 Schopenhauer advirtió uno de los problemas de basar la libertad en la


mera voluntad. Con lucidez apuntó la regresión infinita que se deriva de la res-
puesta a la pregunta “¿puedes querer lo que quieres?”. Véase Schopenhauer,
Arthur, Sobre la libertad de la voluntad, Madrid, Alianza Editorial, 2000, p. 49.
8 Citando a Guillermo von Humboldt, John Stuart Mill nos ofreció un
adelanto de una visión racionalista y contemporánea dirigida a disminuir la im-
portancia que puede dársele a los deseos: “el fin del hombre o aquel que está
prescrito por los dictados eternos e inmutables de la razón y no sugerido por de-
seos transitorios y vagos, es el más alto y harmónico desarrollo de sus capacidades
hasta alcanzar un todo completo y consistente”. Véase, Mill, John Stuart, On
Liberty, Londres, Penguin Classics, 1985, p. 121. Como veremos, la idea de Hum-
boldt es muy similar a la de G.E.M. Anscombe. Mill, por su parte, llega a afirmar
que “el peligro que amenaza a la naturaleza humana no es el exceso, sino la de-
ficiencia de los impulsos y preferencias personales”. Ibidem, p. 125.
8 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

Otra respuesta puede intentarse de la siguiente manera: sin la


satisfacción de ciertas necesidades, cualquier persona será inca-
paz de formular deseos y preferencias. Esta segunda respuesta se
basa en la prioridad que las necesidades tienen respecto a los de-
seos personales. La importancia de las necesidades en relación
con las creaciones mentales individuales, puede explicarse en
términos del papel que tanto las necesidades como las creaciones
mentales juegan: las necesidades son un prerrequisito para la
creación de la voluntad individual.
Esta es una respuesta poderosa. Además permite un mayor de-
sarrollo. Creo que a pesar de que el hecho de entender a las ne-
cesidades como prerrequisitos puede a su vez ayudar a entender
la explicación del papel que juegan los reclamos de necesidad en
las decisiones de los jueces, dicho entendimiento se deriva de un
concepto moral más profundo. Este concepto tiene dos referen-
cias. Por una parte lo que G.E.M. Anscombe denominó “floreci-
miento humano”9 y, por la otra, lo que Joel Fienberg entiende
por “daño”: “en un sentido general, decir que s necesita x es de-
cir simplemente que si esa persona no tiene x entonces sufrirá un
daño”.10 Así, es posible afirmar que si una persona no satisface
una o más de sus necesidades personales, tal privación detendrá
su florecimiento y, por lo mismo, esa persona sufrirá un daño.11
En mi opinión, Carlos Santiago Nino desarrolló este argumen-
to con bastante fuerza. Sin embargo, antes de revisar sus ideas
respecto a las necesidades humanas, me gustaría hacer una pe-
queña referencia al profesor argentino.
La concepción del derecho de Carlos Nino descansa sobre una
de las estructuras filosóficas más sólidas que pueden encontrarse
en la filosofía del derecho escrita en español. Para Nino el dere-
cho debería siempre sujetarse a una evaluación moral. Carlos Ni-

9 Anscombe, G.E.M., “Modern Moral Philosophy”, en Philosophy, 1958,


33, p. 7.
10 Fienberg, Joel, Social Philosophy, Princeton, Prentice-Hall, 1973, p. 111.
11 Ibidem, p. 7.
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 9

no, un defensor de la posibilidad de que las verdades morales úl-


timas existen, afirmó que la validez de los derechos se deriva
principalmente de ciertos principios morales.12
Nino creía que el trabajo de los profesionales del derecho
(abogados, jueces o legisladores) consiste en identificar la mane-
ra especial en la cual el derecho cumple con una función social
específica. En su opinión, lo importante no es identificar al dere-
cho con la moralidad ni entender a ambas disciplinas como mun-
dos completamente ajenos el uno del otro. Derecho y moral de-
ben verse como dos tipos de sistemas dirigidos a regular las
conductas de las personas y, al hacerlo, es necesario tratar de en-
tender las diferencias operativas que ambas disciplinas tienen,
así como sus similitudes.
No puedo resumir aquí los rasgos fundamentales de la filoso-
fía jurídica de Carlos Nino. Sin embargo, puesto que en su traba-
jo encontré una fuente inagotable de explicaciones durante mi
formación jurídica, regresaré a sus ideas a lo largo de las próxi-
mas páginas.
Las ideas de Carlos Nino respecto a las necesidades humanas
pueden incluirse en su concepción general del bienestar perso-
nal. Pensó que, antes de llevar a cabo cualquier redistribución
del bienestar social, debemos igualar a las personas a partir de
sus capacidades. Entiendo que desde el punto de vista de Nino,
no hace falte esforzarnos en otorgar a toda la gente los mismos
recursos, sino colocarlos a todos en una posición idéntica de
arranque con el fin de ayudarlos a formar sus preferencias perso-
nales con mayor facilidad.
Nino afirmó que las necesidades básicas deben el rol protagó-
nico que juegan dentro la sociedad liberal a su participación en
la distribución de recursos, misma que debe tomar en cuenta to-
do lo que pueda ayudar a los individuos a construir sus propias

12 Nino, Carlos Santiago, Introducción al análisis del derecho, Buenos Ai-


res, Astrea, 1993, pp. 1-11.
10 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

preferencias personales.13 En uno de sus últimos ensayos, Nino


también afirmó que debemos igualar a los individuos de acuerdo
a sus capacidades, lo que significa satisfacer ciertas necesidades
básicas. Un esfuerzo semejante nos permitiría, en su opinión,
otorgar a las necesidades categóricas un papel central en la con-
cepción liberal de la sociedad, puesto que la distribución de re-
cursos públicos debe tomar en cuenta los prerrequisitos para la
libre creación de las preferencias más que la satisfacción de las
preferencias libremente creadas.14
A pesar de que creo que es posible dar una respuesta adecua-
da a las dos preguntas presentadas anteriormente desde una pers-
pectiva fundada en el concepto de daño, me parece necesario in-
tentar una justificación aun más sólida para respaldar a las
necesidades de las cuales pueden nacer derechos. Al hacerlo me
gustaría regresar a la idea de “florecimiento” propuesta por
Anscombe.
Algunas objeciones que pueden formularse en contra de la
comparación de necesidades opuestas deben ser tomadas en
cuenta, así como otras que se presentan como reacción a la idea
de que los reclamos de necesidad son, en realidad, un prerrequi-
sito en la formación o creación de las preferencias personales.
Esto es así puesto que, de ser ciertas estas objeciones, será nece-
sario refinar el concepto hasta ahora presentado.
El problema con la idea de “florecimiento humano” parece ser
el relativismo que dicha concepción implica. El desarrollo de las
personas es relativo a un determinado tiempo y a ciertas circuns-
tancias. Esto convierte al mismo en una característica distintiva
de los individuos, pero también en una característica que permite
diferenciar etapas o momentos en la vida de un solo individuo.
Por ejemplo, a partir de algunas de las ideas en las que Derek

13 Nino, Carlos Santiago, Ética y derechos humanos. Un ensayo de funda-


mentación, Buenos Aires, Astrea, 1989, pp. 353-355.
14 Nino, Carlos Santiago, “Autonomía y necesidades básicas”, en Doxa,
núm. 7, Cuadernos de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alicante,
Alicante, 1990, p. 32.
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 11

Parfitt15 sostiene su concepto de identidad personal, se puede ar-


gumentar que las cosas consideradas como valiosas por alguien
el día de hoy, bien pueden tener valor o pueden no haber tenido
valor alguno y si esto es cierto, entonces la idea de relatividad
parece ser inevitable. Sin embargo, puede desarrollarse un inten-
to de defensa a partir de un argumento a favor de la objetividad
de los reclamos de necesidad.
Esta respuesta se opone en lo general al argumento de Parffit
y se explica utilizando un asesinato como ejemplo. Puede decir-
se que el asesinato de un inocente no debe considerarse como al-
go valioso ni ahora, ni el futuro: el hecho de que asesinar ino-
centes sea moralmente reprobable, no depende de las variaciones
en la opinión moral del asesino.
En el mismo sentido, el que al Dalai Lama lo aqueje de pronto
un deseo iluminado por matar a todos los políticos del mundo
con el fin de alcanzar objetivos espirituales superiores, no puede
considerarse como algo bueno desde un punto de vista moral:
cualesquiera que sean las razones detrás de los deseos homicidas
del monje, matar a otra persona se considera como algo reproba-
ble desde un punto de vista moral, hasta que alguien ofrezca ra-
zones lo suficientemente poderosas y convincentes para respal-
dar una concepción diferente. De esta manera, puede decirse que
la necesidad de George W. Bush por mantenerse vivo, genera la
existencia de un derecho a favor de dicha persona para ser respe-
tado en su integridad física. De cualquier modo, la necesidad del
presidente como antecedente de su derecho, es más fuerte que el
deseo que otros pueden tener —incluso personajes motivados
por las —mismas razones que el Dalai Lama— de matarlo.
Mientras la necesidad de George W. Bush es completamente ob-
jetiva, el deseo del Dalai Lama y sus secuaces es completamente
subjetivo.
Con el fin de llevar a cabo sus planes, el Dalai Lama debe
presentar un argumento lo suficientemente convincente para jus-
15 Parffit, Derek “Later Slaves and Moral Principles”, en A. Montefiore
(ed.), Philosophy and Personal Relations, London, 1973, p. 137.
12 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

tificar el asesinato presidencial y, al hacerlo, deberá necesaria-


mente convertir su reclamo (fundado en deseos), en otro (funda-
do en necesidades). Las razones que respaldan la necesidad de
Bush para ser respetado en su integridad física, son mucho más
fuertes que las defendidas por el imaginario Dalai.16 Si el Dalai
Lama formula su deseo como una necesidad, entonces debe pro-
porcionar más razones en respaldo de la simple manifestación de
deseos hecha al principio.
Podemos pensar en otros ejemplos. Así, aunque el día de ma-
ñana puedo cambiar mi opinión y considerar valioso ir por la vi-
da dando puñetazos en las narices de los demás simplemente
porque ver enrojecer dichos apéndices me hace reír, de ahí no se
sigue que en el futuro, sólo por esa razón, una agresión semejan-
te sea más valiosa desde un punto de vista moral.
El hecho de que yo pueda cambiar de opinión acerca de todo,
no significa que todo sea bueno o malo de acuerdo con mi hu-
mor o con mi volátil sentido de la comedia. Más aun, si quisiera
obligar a otros a cambiar de opinión acerca de algo que se consi-
dera valioso tradicionalmente, deberé utilizar razones poderosas
para convencerlos.
Una defensa poderosa en contra de las objeciones subjetivas y
relativistas es la formulada por David Wiggins en los siguientes
términos: “una persona necesita x [absolutamente] si y sólo si,
aún tomando en cuenta cualquier variación aceptable desde un
punto de vista tanto moral como social que sea posible prever
(económicamente, tecnológicamente, políticamente, histórica-
mente, etcétera) en un periodo de tiempo relevante, esa persona
sufrirá un daño si no satisface x”.17 Es claro que no toda necesi-

16 En este sentido, la necesidad del presidente se identifica con el una con-


cepción objetiva del bien que se encuentra detrás del derecho de cada persona a
no ser asesinado porque otros así lo desean. Lo interesante aquí es que el peso
de las necesidades humanas puede ponerse a discusión tanto como los propios
principios morales.
17 Wiggins, David, op. cit., nota 2, p. 14. Antes de este párrafo, Wiggins
escribe: “Tratándose de necesidades, parece que la definición de alternatividad
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 13

dad es lo suficientemente fuerte como para superar este primer


umbral de escrutinio. De hecho, sólo algunas necesidades po-
drían superarlo, por lo que, de encontrar cuáles son aquéllas que
pueden hacerlo, entonces nos acercaríamos a una fuente extraor-
dinaria de derechos.
La estipulación general de Wiggins es que:

La necesidad de y por x está bien fundada si la pregunta acerca de


si y puede evitar un daño para sí mismo sin satisfacer x no es
afectada por el establecimiento del […] umbral (mismo que la
persona en cuestión establece para resolver, tanto las dificultades
de hacer una previsión realista de alguna alternativa en la cual y
no resultará dañado a pesar de no contar con x y las dificultades
producidas por la aceptación moral de traer deliberadamente a
cuento tal alternativa) a partir del cual pueden preverse acepta-
blemente desde un punto de vista político y moral futuros alter-
nativos… Entonces, con frecuencia estaremos obligados a resol-
ver tales dificultades mediante la imposición de un umbral que
nos ayude a distinguir las desviaciones de lo que consideramos
como familiar y que pueden ser consideradas previsibles con rea-
lismo, como moralmente aceptables o como un asunto de política
práctica.18

Además, Wiggins desarrolla un caso especial de fundamenta-


ción con respecto a las necesidades básicas: “la necesidad de y

debe modificarse con el fin de restringir la clase de alternativas futuras […] pa-
ra dejar en ella (i) aquellas que son económica o tecnológicamente realistas,
dado el actual estado de cosas […], así como aquellas que (ii) no nos involu-
cran en actos inaceptables sea desde un punto de vista moral u otro semejante o
en intervenciones realizadas en la forma en la que las vidas humanas deben vi-
virse o la sociedad organizarse o cualquiera otra de ese tipo, y aquellas que (iii)
pueden preverse sin prevernos nosotros mismos como tolerando lo que no de-
bemos tolerar”. Esta es una visión muy útil, fuerte y rígida de las necesidades
pues busca dotarlas de objetividad. Como veremos, aceptar el paternalismo ne-
cesita una visión un poco más flexible que parte, de cualquier modo, de esta vi-
sión de Wiggins.
18 Ibidem, p. 15.
14 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

por x es básica, si lo que previene la actualización de futuros en


los cuales y no recibirá algún daño a pesar de no tener x son las
leyes de la naturaleza, hechos inalterables y variables del medio
ambiente o hechos relacionados con la constitución humana”.19
Wiggins agrega que, otra manera de considerar a las necesida-
des humanas sólidamente fundamentadas, se deriva del hecho de
que las mismas sean difícilmente sustituibles. Así, si y necesita x
de forma tal que y será dañada a pesar de tener incluso w, y, o z, de
cualquier manera es posible decir que la necesidad de y está fun-
damentada.20

II. LA IDEA DE LOS INTERESES VITALES

De acuerdo con la caracterización hecha por White y Wig-


gins, rechazo la afirmación común hecha tanto por políticos co-
mo por legisladores, que identifica necesidades con deseos y
preferencias. Sin embargo, tal como los autores antes menciona-
dos han señalado, me parece que las necesidades humanas pue-
den identificarse con los intereses humanos por medio de un
análisis lingüístico. Tal identificación hará más evidente aun, la
confusión permanente que equipara a las necesidades con los de-
seos y preferencias.
Es posible estar de acuerdo en que el respeto por los intereses
personales es un componente básico de cualquier sociedad libe-
ral. Sin embargo, me parece que esta concepción descansa en un
error lingüístico similar al que permite la confusión entre necesi-
dades y deseos.
Podemos decir que, en ocasiones, las cosas en las cuales una
persona está interesada, son muy diferentes a los intereses verda-
deros de esa misma persona. Tal como White lo ha advertido,
“estudiar los intereses de alguien significa tener una preocupa-

19 Idem.
20 Ibidem, p. 17.
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 15

ción por algunas de sus necesidades más que por algunos de sus
deseos”.21
Mientras que estar interesado en algo requiere la atención de
quien está interesado, el que algo esté en el interés de esa perso-
na no necesita que la misma siquiera esté al tanto de ello. De esta
manera, aun cuando alguien puede saber a ciencia cierta en qué
está interesado, bien puede no saber qué es lo que está en su in-
terés. Recordemos que uno puede saber lo que quiere pero no lo
que necesita. Así, los intereses pueden identificarse como las ne-
cesidades porque ambas son independientes de los deseos perso-
nales.
Puede concluirse que si alguien necesita x, entonces obtener x
está en su interés a pesar de que no lo sepa. Aun más, bien puede
ser el caso que dicha persona no quiera siquiera satisfacer su ne-
cesidad o sus necesidades. De lo anterior, Wiggins concluye co-
rrectamente que, si una persona:

necesita en verdad en t tener x en t, y la necesidad está también


fundada significativamente en ser satisfecha en t y es difícilmente
sustituible, entonces puede decirse que tener x representa un inte-
rés vital para ella. Tener la necesidad de x es entonces igual que
tener un interés vital en tener x.22

De esta forma, hemos concluido que los intereses humanos


más importantes pueden identificarse con las necesidades más
importantes de esa misma persona. Las necesidades más impor-
tantes son aquellas básicas, insustituibles, que pueden conside-
rarse vitales, sin las cuales el ser humano no puede “florecer”,
esto es, aquellas cuya insatisfacción puede dañar a una persona

21 “Tal como alabamos o reprobamos el que una persona tenga un cierto ti-
po de deseos pero no porque ella tenga cierto tipo de necesidades, así también
alabamos o reprobamos a dicha persona por estar interesada en tal y tal cosa,
pero no por que tal y tal cosa estén en su interés”. White, Alan R., op. cit., nota
4, p. 119.
22 Wiggins, David, op. cit., nota 2, p. 17.
16 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

en forma significativa. Si una persona no satisface sus necesida-


des vitales, tal privación puede impedirle alcanzar sus objetivos.
En una lectura crítica de On Liberty, H.L.A. Hart establece
claramente la relación entre derechos, necesidades y derechos
humanos o naturales, al señalar que los reclamos que tienen que
ver con este tipo de derechos:

Son fundamentalmente reclamos acerca de lo que es necesario,


no sólo para asegurar el incremento en el total de placer o felici-
dad, sino para aquello que los hombres, dotados con capacidades
propiamente humanas de reflexión, decisión racional y acción,
necesitan con el fin de poder perseguir sus propios fines indivi-
duales como seres humanos progresivos.23

A partir de lo anterior y siguiendo a Wiggins, me parece que es


posible intentar una crítica a la justificación que respalda la crea-
ción de derechos desde una perspectiva que los visualiza como un
producto de la lucha política. Es posible analizar la manera en la
cual los derechos son creados por las legislaturas y por los políti-
cos. En otras palabras, es posible hacer una crítica a los derechos
establecidos en las leyes y creados a partir de una confusión del
tipo de la que hemos analizado. A pesar de que he desarrollado
una crítica similar en un estudio anterior, me gustaría extender un
poco más en esa dirección estas páginas introductorias.

III. LA CREACIÓN DE DERECHOS A PARTIR


DE LOS RECLAMOS DE NECESIDAD

En una de sus acepciones en español, la palabra “reclamo”


significa “pedir o exigir con derecho o con instancia algo”.24 Es

23 H. L. A., Hart, “Utilitarianism and Natural Rights”, en Essays in Juris-


prudence and Philosophy, Nueva York, Oxford-Clarendon Paperbacks,
1993, p. 189.
24 Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (versión para
internet), 2005, http://www.rae.es.
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 17

claro que este significado puede identificarse con una caracte-


rística de la palabra “derecho”. Al decir que alguien tiene un
derecho, podemos tratar de decir tanto que al menos un reclamo
hecho por esa persona está justificado, como que el mismo recla-
mo es en sí mismo justo. Sin embargo, la palabra “derecho” en
español, de acuerdo con la Real Academia de la Lengua Españo-
la, también tiene las acepciones de “conjunto de principios y
normas, expresivos de una idea de justicia y de orden, que regu-
lan las relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia
puede ser impuesta de manera coactiva” y las de “justo, legíti-
mo” y “justicia, razón”.25
Sin embargo, me parece que la identificación de esas palabras
pueden hacerse desde otro punto de vista. Como Joel Feinberg
ha apuntado, mientras los reclamos son susceptibles de ser suje-
tos a una gradación, los derechos no lo son.26 La palabra “recla-
mo”, hace referencia no a las razones sino a requerimientos, a
condiciones que deben satisfacerse para actuar de una manera en
especial. Un derecho puede considerarse como un tipo especial
de reclamo, un reclamo diferente a otros. Me parece que la dife-
rencia semántica entre los distintos usos de la palabra “derecho”,
puede ser de utilidad para determinar a los derechos como un ti-
po especial de reclamos.
En mi opinión, de las definiciones que sobre “reclamo” y “de-
recho” hemos encontrado en español, pueden distinguirse al me-
nos dos significados básicos de esas palabras: “reclamo” se re-
fiere a una acción puramente personal y “derecho” puede
referirse a una relación entre las personas y un objeto. Así, no es
lo mismo hacer un reclamo que tener derecho a reclamar. Un re-
clamo entendido como un título es un derecho. ¿Qué puede de-
cirse entonces de los reclamos de necesidad?
Si los reclamos de necesidad no están sujetos a gradación ni
son comparables a otros, pueden entonces entenderse como un
25 Hay así, en nuestra lengua, cabida para hablar de derechos como títulos
morales o títulos legales a favor de una persona.
26 Feinberg, Joel, op. cit., nota 10, p. 66.
18 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

tipo particular y poderoso de reclamos. La diferencia entre un


derecho y otro reclamo es que, mientras el primero importa la
existencia de una especie de título a favor de su satisfacción, el
segundo no. ¿Cómo puede convertirse un reclamo en un dere-
cho? Me parece que todo depende de las razones que respaldan
al reclamo. Los requerimientos que se exigen a un derecho para
actualizarse, son diferentes que los que se exigen a otro tipo de
reclamos en virtud de las razones que respaldan a uno y a otros:
un derecho representa un título.
Me parece que las necesidades, al considerarse como razones
de un tipo muy poderoso, son difícilmente derrotadas al confron-
tarse a otro tipo de razones. Los derechos —en particular los que
tienen rango legal— se crean y se sostienen por razones. De esta
manera, las necesidades humanas entendidas como razones, pue-
den defenderse sólidamente como una fuente válida de creación
de derechos.
Quiero dejar asentado con toda claridad que no cualquier re-
clamo de necesidad adquiere, por el sólo hecho de serlo, el esta-
tus de ser casi un derecho. He argumentado que incluso entre las
necesidades hay algunas que pueden considerarse como más va-
liosas que otras. Entiendo a las necesidades vitales —es decir,
aquellas que se identifican con intereses vitales— como el tipo
de necesidades más poderosas que pueden encontrarse. Sin em-
bargo, parece claro que incluso entre este tipo de poderosas razo-
nes, es necesario hacer una selección con el fin de reconocer a
algunas de ellas un estatus mayor que a las otras.
Por ejemplo, si un piloto de combate fuera capaz de expresar
convincentemente su interés en derribar a una aeronave civil de-
sarmada (cualquiera que fuera dicho interés), es claro que los in-
tereses de los pasajeros de la nave atacada por llegar sanos y sal-
vos a su destino derrotarían cualquier consideración posible por
muy convincente que pareciera.
En mi opinión, después de lo anterior, es más claro por qué
las necesidades humanas son frecuentemente usadas en la retóri-
ca gubernamental y legislativa para crear derechos. Una vez que
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 19

la necesidad es presentada como objetiva, las necesidades casi


adquieren el carácter de derechos. Su mera utilización es tan
fuerte, que para algunos pueden resultar de interés manipularlas
para influir en la toma de decisiones.
Tal como David Wiggins ha apuntado, el problema con los re-
clamos de necesidad, no es su capacidad para convertirse en de-
rechos, sino su utilización por parte de políticos y legisladores
como cartas de triunfo destinadas a derrotar alternativas contra-
rias.27 Las necesidades humanas deben competir entre ellas con
el fin de: a) ser consideradas como necesidades vitales y b) crear
derechos. El resultado final de una competencia así debe de-
terminarse a partir de que una lucha entre razones se ha lleva-
do a cabo.

IV. UNA JUSTIFICACIÓN MORAL PARA CREAR DERECHOS


A PARTIR DE LOS RECLAMOS DE NECESIDAD

A primera vista, parecería al menos problemático sostener la


aplicación social de una teoría acerca de la creación de derechos
fundada en reclamos de necesidad en una sociedad liberal. De-
bemos recordar que la construcción de una sociedad liberal se
funda en la idea del pluralismo. Un liberal convencido puede ar-
gumentar, en contra de un intento teórico como el antes mencio-
nado, que es imposible comparar las necesidades de una persona
con las de otra. En realidad, la independencia de los individuos
respecto de los deseos de otras personas, es una característica
fundamental de un liberalismo que rechace una perspectiva utili-
taria de la justicia.

27 Wiggins escribe: “Pero lo que es controvertido de lo que se dice (siem-


pre que alguien habla de las necesidades en una manera instrumental) no es la
necesidad de evitar daños para los seres humanos […], sino la afirmación de
que adhesión de antemano a tal fin nos compromete a tener a la mano otros ca-
minos, reactores nucleares más veloces, más experimentos humanos o lo que
sea. Lo que es controvertido es la afirmación de que no hay alternativa”. Wig-
gins, David, op. cit., nota 2, p. 9.
20 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

De acuerdo con una postura liberal alejada del utilitarismo, ca-


da individuo debe ser respetado en su capacidad de tomar decisio-
nes de manera autónoma; cada persona debe ser tratada como un
fin en sí misma. Esto es, nadie debe ser tratado como un medio
para que otras personas satisfagan sus deseos o sus intereses.
Me parece que una defensa a favor del reconocimiento legal
de las necesidades humanas (reconocimiento que debe entender-
se como el otorgamiento de un título oponible a otros) desde una
perspectiva liberal alejada del utilitarismo, puede lidiar con los
problemas antes mencionados por dos vías.
Primero, de acuerdo con las secciones anteriores, a los críticos
liberales de la idea de las necesidades como fuente de derecho,
los aqueja una confusión. Tal como hemos visto, tal confusión
puede resolverse por medio de un análisis lingüístico.
Por otra parte, una postura liberal que defienda la idea de las
necesidades como fuente de derecho, puede fundarse en la dis-
tinción de las nociones de paternalismo y perfeccionismo.
Con el fin de tener un mejor entendimiento acerca de estos
dos conceptos, me parece adecuado usar de nuevo algunas ideas
de Carlos Nino.28
De acuerdo con Nino, existen tres principios morales con
base en los cuales pueden establecerse derechos fundamentales:
el principio de autonomía personal, el principio de dignidad y el
principio de inviolabilidad. En su opinión, todos los seres huma-
nos deben ser tratados de acuerdo con esos principios.
El principio de autonomía personal prohíbe que tanto el go-
bierno como otros individuos interfieran en la libertad de las per-
sonas para elegir un ideal de excelencia humana entre varios a
escoger. La protección en contra de la interferencia gubernamen-
tal, debe extenderse para cobijar cada acción individual utilizada
como un medio para consolidar el ideal que ha sido preferido por
cada persona.

28 Haré referencia básicamente a las ideas de Nino que se encuentran en


op. cit., nota 13, capítulo X.
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 21

Por su parte, el concepto de perfeccionismo postula como le-


gítimas las tareas gubernamentales dirigidas a obligar a los indi-
viduos a aceptar y consolidar ideales específicos de virtud. De
acuerdo con el perfeccionismo, ningún Estado puede mantenerse
neutral respecto a la determinación acerca de qué es bueno para
la vida humana. Así, el deber fundamental del Estado es aplicar
cualquier medida que sea necesaria para hacer que las personas
ajusten sus vidas a los ideales públicos de virtud y bondad.
Ahora bien, tal como lo notó Nino, el perfeccionismo estatal
es algo completamente diferente al paternalismo estatal. Mien-
tras que el primero no puede aceptarse en una sociedad liberal, el
segundo puede incluso ser muy útil para una sociedad semejante.
El paternalismo estatal no impone ni ideales de virtud humana
ni proyectos de vida unívocos entre las personas. Por el contra-
rio, el paternalismo impone a las personas formas de actuar en
específico, tendientes a ayudar a cada una de ellas en la consecu-
ción de los planes de vida personales que hayan elegido en liber-
tad. Así, el paternalismo respeta el derecho individual a elegir
puesto que impone valores y creencias de manera limitada.
Algunos ejemplos de instituciones paternalistas dentro de un
Estado liberal son la educación pública, el financiamiento de las
artes y la investigación científica y tecnológica, el establecimien-
to a los límites de velocidad en las vías públicas, la vacunación
obligatoria para los niños, etcétera.
Asimismo, puede decirse que un paternalismo no perfeccio-
nista, está dirigido a proteger a las personas de aquellos actos
que, cometidos por ellas mismas, pueden poner en peligro sus
proyectos personales de vida. Así, de acuerdo con la afirmación
hecha en este capítulo, es posible elaborar una defensa de acuer-
do con la cual el paternalismo es un instrumento de protección
de los intereses vitales de los individuos.
Un ejemplo evidente de la manera en la cual el Estado puede
actuar en forma paternalista es, como apunté arriba, la vacuna-
ción obligatoria. Me parece claro que, el estar libre de la amena-
za que pueden representar las enfermedades combatidas median-
22 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

te esa política pública, es más fácil para cualquiera dedicarse a


alcanzar sus planes personales de vida. El caso interesante es el
de los adultos que rehúsan vacunarse debido a sus creencias per-
sonales. Es posible estar de acuerdo, en un caso semejante, con
el hecho de que en ocasiones vacunarse puede interferir con los
proyectos más íntimos de una persona (una creencia religiosa,
por ejemplo). En este caso y si no se genera un daño previsible
para los demás, sólo un lunático podría suprimir el ejercicio de
la libertad individual que significaría rechazar la vacuna. Esto es
así puesto que el rechazo se ligaría estrechamente a los intereses
más profundos de una persona como la del ejemplo.
Desde mi punto de vista, es posible recordar algunas de las
ideas de Nino y combinarlas con las de White con el fin de res-
paldar un argumento paternalista. En este caso, debemos decir
que siempre que una persona no reconozca lo que está en su in-
terés, existe una obligación a cargo del Estado para ayudarle a
que lo haga. Sin embargo, este paternalismo ilustrado no parece
ser una forma puramente liberal de tratar a las personas. De hecho,
si aprobamos este tipo de paternalismo, entonces debemos ser cui-
dadosos y evitar que decisiones autoritarias sean disimuladas al
presentarse detrás de una apariencia paternalista y benigna.
Me parece que es necesario establecer ciertos límites a las me-
didas paternalistas que puede decidir el Estado. Una forma de
hacerlo, es permitir que esta forma de interferencia gubernamen-
tal pueda llevarse a cabo sólo en aquellos casos en los cuales los
intereses de los individuos puedan ser resaltados por la interven-
ción estatal. Por ejemplo, es posible defender la legislación que
autoriza la contratación colectiva porque sabemos que, sin ese ti-
po de acuerdos, los trabajadores normalmente negocian en térmi-
nos desventajosos frente a los patrones. No es difícil notar en-
tonces que, al negociar sin desventajas, los trabajadores aseguran
una mayor autonomía en términos de realización personal.
Otro ejemplo de paternalismo justificado se encuentra en el fi-
nanciamiento de la creación artística. En este caso, la interferen-
cia estatal consiste en entregar a los creadores de arte ayuda fi-
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 23

nanciera mediante becas u otros apoyos para que puedan llevar a


cabo su trabajo de creación, sin tener que preocuparse por dis-
traer su tiempo consiguiendo ingresos.
Es claro que medidas paternalistas como las antes descritas,
son muy diferentes a las perfeccionistas, entre las que se conta-
ría, por ejemplo, el condicionar el apoyo financiero a un novelis-
ta a cambio de que el autor realice ciertos cambios al contenido
de la obra. Mientras que por medio del primer tipo de interferen-
cia, el Estado ayuda a los artistas en la consecución de sus pro-
yectos vitales, en el segundo ejemplo, tales proyectos son com-
pletamente ignorados. Así, hay suficientes elementos como para
creer que el perfeccionismo viola la autonomía individual.
Ahora bien, desde un punto de vista liberal, la protección de
la autonomía humana debe entenderse como una obligación
esencial de cualquier gobierno. Esto es así porque es imposible
pensar en una sociedad liberal en la cual los individuos estuvie-
ran obligados a descartar sus propios proyectos. En una sociedad
liberal, no podemos aceptar algún tipo de interferencia injustifi-
cada por parte del Estado en la vida de una persona.
Tal como es posible estar de acuerdo con el establecimiento
de ciertos límites a la autonomía personal siempre que esto sea
necesario para proteger la autonomía de otros, también se puede
estar de acuerdo en que es una obligación del Estado liberal ayu-
dar a las personas a escoger su estilo de vida y a apoyar la ruta
que las mismas personas hayan decidido seguir para alcanzar su
propia realización. En otras palabras, el deber de un Estado libe-
ral no se limita a demostrar una actitud respetuosa hacia el ejer-
cicio de la autonomía personal por los individuos, sino también a
facilitarles todo lo que necesiten para que iniciar dicho ejercicio.

V. LOS RECLAMOS DE NECESIDAD Y LAS DECISIONES


JUDICIALES

Me parece que el soporte teórico acerca del concepto de recla-


mos de necesidad con el que este trabajo cuenta hasta ahora, es
24 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

suficiente para iniciar la siguiente etapa. De esta forma, podemos


tratar de establecer una relación entre los reclamos de necesidad
y el razonamiento judicial. Sin embargo, antes de eso, es preciso
hacer una aclaración acerca de cuál es el objetivo central que
persigo con esta investigación.
Entre las aproximaciones diversas que pueden usarse para
atender el tema de las relaciones que guardan los reclamos de
necesidad con el derecho, en general, y con los derechos de los
individuos, en particular (es preciso recordar que en México mu-
chas necesidades se consideran incluso como derechos constitu-
cionales a favor de individuos), me gustaría explorar aquellos re-
clamos de necesidad que pueden identificarse con los intereses
vitales de la persona y que se relacionan con las decisiones judi-
ciales. Quiero ser particularmente claro: no creo que cada recla-
mo de necesidad vital pueda ser presentado por su tenedor como
un derecho. Las necesidades vitales, como cualquier otro tipo de
necesidades, deben competir para ser satisfechas.
Tomando en cuenta lo anterior y después de una reflexión dete-
nida, encuentro por lo menos dos maneras diferentes en las cuales
las necesidades y el proceso judicial se relacionan entre sí.
La primera dimensión de la relación se presenta cuando, en
ocasiones, los jueces explican por qué algo es necesario con el
fin de obtener un estado de cosas en específico (esta clase de
explicaciones son utilizadas por los jueces cuando interpretan re-
glas, estatutos o códigos que pueden aplicarse a casos concre-
tos). Sin embargo, desde mi punto de vista, esta no es la aproxi-
mación más interesante.
La segunda manera en la cual los reclamos de necesidad y el
proceso judicial se relacionan entre sí, se presenta cuando la con-
frontación entre los reclamos de necesidad y otro tipo de recla-
mos se resuelven judicialmente. Criticar la manera en la cual los
jueces han resuelto este conflicto, será el objetivo principal de
este trabajo.
Sabemos que una parte considerable del trabajo de las cortes
radica en resolver el conflicto entre reclamos encontrados. El
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 25

primer objetivo del nuevo apartado, consistirá en identificar los


reclamos de necesidad de las personas como un elemento impor-
tante de las controversias sujetas a las resoluciones de los tribu-
nales. Debido al carácter objetivo que cada uno de ellos tiene,
me parece que cada reclamo de necesidad es importante en sí
mismo; los jueces deben estar al tanto, además, de la distinción
entre ellos y los deseos y preferencias de los individuos.
Debido a que la solución de un conflicto generado entre dos
reclamos opuestos, tiene como fin el que uno de los dos sea re-
conocido en perjuicio del otro, me parece que es de suma impor-
tancia tener a la mano alguna especie de marco referencial que
nos permita reconocer cuándo las decisiones judiciales, que re-
conocen o rechazan reclamos de necesidad, han sido tomadas en
forma arbitraria. Esta es la razón detrás de la propuesta que ofrez-
co en el sentido de que cualquier selección hecha por los tribu-
nales, debe sujetarse a una evaluación sobre su razonabilidad.
Creo en que la solución a cada conflicto en lo particular, in-
cluso aquellos que involucran temas morales, puede encontrarse
por medio de un enfrentamiento entre razones. Incluso, no reco-
mendaría cargar a los jueces con la grave responsabilidad que
implica el intentar descubrir una respuesta correcta desde un punto
de vista moral para cada caso judicial. Lo único que me interesa,
es analizar una de las maneras en las cuales dichos funcionarios
públicos participan del gobierno de una sociedad liberal.
En mi opinión, la lucha de razones implica que, al resolver un
conflicto entre reclamos de necesidad, por un lado, y otra clase
de reclamos, por el otro, los jueces deben preferir la decisión que
esté respaldada por las razones más poderosas. Por eso, el esta-
blecimiento de algunas bases que puedan orientar la toma de de-
cisiones a partir de una evaluación semejante, será otro objetivo
importante.
En mi opinión, siempre que un juez resuelve un conflicto que
enfrenta intereses vitales (que, como hemos visto, pueden con-
siderarse también como necesidades) en contra de otro tipo de
reclamos, dicho funcionario debe aplicar una evaluación de razo-
26 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

nabilidad con el fin de establecer una jerarquía entre los recla-


mos enfrentados, siempre y cuando los intereses mencionados
puedan identificarse con cosas que permitan a las personas al-
canzar sus proyectos personales.
En lo que sigue, a partir de una evaluación derivada de las
ideas de Wiggins y de White que han sido presentadas, analizaré
algunos casos judiciales con el fin de criticar discriminaciones
arbitrarias que han sido utilizadas para resolver conflictos entre
necesidades. Asimismo, analizaré cómo dichas necesidades se
configuran como intereses legales de las partes en los litigios.
Posteriormente, argumentaré a favor de la aplicación de la eva-
luación mencionada como método para reconocer a las partes del
litigio y para tomar la decisión final del pleito judicial.
Espero poder completar el análisis al que me he referido ha-
ciendo revisiones rápidas de decisiones judiciales tanto de Méxi-
co como de los Estados Unidos que, en mi opinión, lidian con
intereses vitales. Me parece que un debate moral acerca de los
conflictos judiciales es algo necesario en México y para lo cual
la experiencia norteamericana puede ser de utilidad.
Quiero resaltar dos asuntos más antes de continuar. Primero,
el lector debe estar al tanto de que este trabajo está enfocado a
realizar una crítica del trabajo judicial desde un punto de vista en
particular. En este texto, por lo mismo, no analizaré más que tan-
gencialmente el conflicto entre reclamos de necesidad. Este tra-
bajo no persigue proponer alguna teoría de equilibrio como he-
rramienta de la racionalidad. Tomando como punto de partida la
idea de que los reclamos de necesidad son casi imbatibles por-
que crean derechos, considero que los reclamos de necesidad son
herramientas muy poderosas que pueden utilizarse para analizar
el trabajo de los jueces.
Por otra parte, no pretendo profundizar en las diferencias,
arriba sugeridas, que distinguen a los derechos de los reclamos
de necesidad. Sin embargo, creo que será de gran utilidad mante-
ner la idea de que los derechos son un tipo de reclamos que se
encuentran en la cúspide del sistema de validez del régimen jurí-
UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LOS RECLAMOS 27

dico. En otro lado he desarrollado con mayor detenimiento mis


ideas acerca de la ubicación de los reclamos de necesidad en la
cúspide justificatoria dentro de un sistema moral y acerca de las
consecuencias legales derivadas de dicha ubicación.29 Tal como
entonces, explicar las diferencias que distinguen la validación de
la justificación, no son materia de un texto como este.
Para el propósito que persigo, será suficiente afirmar mi
creencia en que el nivel de justificación debe ser tomado en
cuenta por cualquier persona que quiera criticar, interpretar o
aplicar la ley. Desde mi punto de vista, la evaluación moral del
derecho, aunque no sea de todos y cada uno de los casos, es uno
de los reclamos de justicia más urgentes.

29 Para ver ese análisis, Pérez Vázquez, Carlos, op. cit., nota 1, capítulo 1.
CAPÍTULO SEGUNDO
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES A PARTIR
DE UNA APROXIMACIÓN BASADA EN LOS RECLAMOS
DE NECESIDAD

I. Una breve explicación del capítulo . . . . . . . . . 29


II. Casos estadounidenses . . . . . . . . . . . . . . . . 32
1. Casey vs. Planned Parenthood of Pennsylvania,
505 U.S. 833 (1992). . . . . . . . . . . . . . . . 32
2. El asunto del bebé M, 537 A.2d 1227 (1988) . . . 38
3. Bowers vs. Hardwick, 478 U.S. 186 (1986) . . . 44
III. Casos mexicanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
1. Nota introductoria . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
2. El tratamiento elemental de las necesidades en el
razonamiento judicial mexicano . . . . . . . . . 54
3. Una reflexión acerca del interés público en Mé-
xico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
4. El interés individual como interés jurídico . . . . 69
5. Las necesidades desde un punto de vista mexica-
no: necesidades individuales vs. necesidades so-
ciales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
CAPÍTULO SEGUNDO
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES
A PARTIR DE UNA APROXIMACIÓN BASADA
EN LOS RECLAMOS DE NECESIDAD

I. UNA BREVE EXPLICACIÓN DEL CAPÍTULO

En este capítulo haré un análisis sucinto de decisiones judiciales


norteamericanas y mexicanas. Primero, presentaré un caso en el
cual, en mi opinión, los jueces han tomado una resolución co-
rrecta que privilegia necesidades personales e intereses vitales.
En este caso el lector debe notar que, a pesar de no estar fraseada
de esa manera, la resolución es sostenida por una argumentación
que se parece mucho a la propuesta teórica desarrollada en el
primer capítulo de este trabajo. Considero evidente que es muy
difícil encontrar una enunciación perfecta de los reclamos de ne-
cesidad o de los intereses vitales en una resolución judicial.30 Mi

30 En México, el análisis de la forma en la cual se enuncian los reclamos de


necesidad en las resoluciones judiciales, se encuadra dentro del estudio general
del estilo con el cual los jueces expresan sus decisiones. La academia jurídica
mexicana no ha abordado el tema de la escritura del derecho en general o, lo que
es lo mismo, el estudio del derecho como un fenómeno escrito, desde una posi-
ción crítica. Muchas son las voces dentro y fuera de la profesión jurídica que pi-
den que los documentos escritos por los profesionales del derecho se escriban de
otra manera, de una forma en la cual la gente pueda acercarse a ellos. Tiendo a
pensar que la forma en la cual se escriben los reclamos de necesidad que justifi-
can sentencias ameritan un estudio exclusivo que intentaré realizar en el futuro.
Para una exploración más bien descriptiva acerca de la labor académica pendien-
te que implica entender al derecho como un fenómeno escrito véase Pérez Váz-
quez, Carlos, “Derecho y literatura”, en Cuadernos de Trabajo, México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, núm. 65, mayo de 2005, pp. 6-10.

29
30 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

intención es sólo la de presentar un ejemplo sobre el cual la teo-


ría elaborada en este libro pueda apoyarse.
A partir de lo anterior, intentaré demostrar cómo, en algunos
casos, al elaborar una resolución judicial podría ser muy útil ape-
lar a reclamos de necesidad o a intereses vitales. Insisto, al pre-
sentar y comentar una decisión judicial real, me interesa enfati-
zar mi opinión acerca de que con una simple noción de la teoría
general de la relación entre necesidades y derechos, los jueces
pueden ofrecer a las partes en conflicto mejores explicaciones
acerca de sus propias decisiones.
Pretenderé mostrar la forma errónea en la cual, en ocasiones,
los jueces han resuelto disputas legales. Por eso, en este capítulo
es importante recalcar que en el lenguaje de los jueces no se uti-
lizan frecuentemente los términos “necesidades humanas” o “in-
tereses vitales personales”. En efecto, este trabajo consiste en de-
mostrar que, en ocasiones, una resolución judicial orientada por
el reconocimiento de necesidades humanas, hubiera podido pro-
ducir un resultado más justo que el obtenido por la resolución
que no hizo un reconocimiento similar.
Es cierto que los jueces no explican a las partes en un litigio
qué es lo que se encuentra en sus intereses o, lo que es lo mismo,
cuales son las necesidades de dichas partes. En realidad, en mu-
chas ocasiones —como podrá verse en los casos que presentaré
en este capítulo— los jueces no sólo no han determinado lo que
está en el interés de la parte ganadora del litigio o lo que esa per-
sona realmente necesita, sino tampoco han presentado argumen-
tos sólidos en respaldo de la concepción que tienen en relación
con las necesidades personales.
No es mi intención establecer un método infalible o incontro-
vertible para guiar las decisiones judiciales. Por el contrario, me
interesa usar la teoría que defiende la relación entre necesidades
y derechos para abordar algunas decisiones judiciales que pue-
den ser criticadas desde un punto de vista estrictamente legal.
De acuerdo con lo anterior, tampoco pretendo sugerir que
cualquier decisión que no vea por las necesidades personales,
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 31

debe ser considerada errónea de manera automática. No debe-


mos olvidar que, puesto que se consideran razones muy podero-
sas, las necesidades humanas también pueden concebirse como
una herramienta —al igual que los derechos— para llevar a
cabo una distribución de bienes, privilegios, cargas y deberes
entre las personas.
Por esa razón, quiero dejar claramente asentada mi convicción
en el sentido de que, aunque las necesidades son raramente de-
rrotadas al enfrentarse a otro tipo de razones, de cualquier mane-
ra no son siempre satisfechas. Esto significa que las necesidades
humanas entendidas como razones para crear derechos pueden
ser y son frecuentemente insatisfechas, sin importar su razonabi-
lidad o peso específico. En otras palabras, en ocasiones las nece-
sidades son derrotadas.
Así, por ejemplo, un argumento que comúnmente se opone al
uso de reclamos de necesidad justificados para obtener un de-
recho legítimo, se apoya en la existen cia evidente de escasez
material. Puesto que los recursos materiales son insuficientes pa-
ra satisfacer cada reclamo en particular, no es difícil pensar que
existen límites al uso de dichos reclamos.
Además, desde un punto de vista teórico, hay algunos argu-
mentos que pueden utilizarse para no tomar en consideración los
reclamos de necesidad. Por ejemplo, un liberal radical puede ar-
gumentar en contra de la satisfacción de necesidades personales,
diciendo que el uso de los reclamos mediante los cuales las nece-
sidades se expresan pretendiendo generar deberes legales, cons-
tituye, de menos, un robo a la sociedad o un atentado a los dere-
chos de propiedad.31
Al mismo tiempo, otro tipo de liberalismo bien podría preferir
reconocer en las capacidades humanas y no en las necesidades,
el papel fundamental en la creación de derechos. Sin embargo,

31 Me refiero a las ideas de Robert Nozick acerca de la protección que de-


be darse a la propiedad privada. Nozick, Robert, Anarquía, Estado y utopía,
México, Fondo de Cultura Económica, 1988, pp. 170-220.
32 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

este no es el lugar adecuado para discutir acerca del marco gene-


ral de filosofía política dentro del cual se actualiza el enfren-
tamiento de necesidades. Por el contrario, es tiempo de afrontar el
problema desde un punto de vista jurídico.

II. CASOS ESTADOUNIDENSES

1. Casey vs. Planned Parenthood of Pennsylvania,


505 U.S. 833 (1992)

A continuación presentaré una decisión de la Suprema Corte


de Justicia de los Estados Unidos, en la cual la decisión mayori-
taria puede ser apoyada utilizando una crítica derivada del reco-
nocimiento de los reclamos de necesidad. En este caso he encon-
trado la aplicación más justa dentro del derecho norteamericano
que conozco, de una teoría de la relación entre las necesidades y
los derechos.32
En el lenguaje de la mayoría, hay ciertas cosas que se identifi-
can con lo que Wiggins ha denominado “necesidades fundadas”.
En particular, la primera parte de la decisión presenta muchos
ejemplos.
Al principio de la decisión, y citando el caso Poe vs. Ullman,
la mayoría declara que la libertad garantizada por la cláusula del
debido proceso legal establecida en la enmienda XIV de la
Constitución de los Estados Unidos de America, “es un proceso

32Ronald Dworkin ha señalado que en los Estados Unidos “por más de un


siglo dos visiones claramente opuestas han estado librando una Guerra de las
Rosas constitucional, en la cual ambas partes han alcanzado sucesivamente la
posición dominante de manera temporal”. Dworkin identifica la decisión de
Casey como representante del “bando de la integridad”, mismo que “insiste en
que los derechos constitucionales reconocidos a favor de un grupo presupone
la existencia de más principios generales que podrían respaldar los derechos
constitucionales a favor de otros grupos, mismos que posteriormente deben ser
reconocidos también”. Dworkin, Ronald, “Sex, Death, and the Courts”, en So-
vereign Virtue, Cambridge, Harvard University Press, 2000, pp. 454 y 455.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 33

continuo que, hablando en términos generales, incluye la libertad


de ser sometido arbitrariamente a cualquier imposición o restric-
ción que resulte substancial y que no tenga propósito alguno”.
La Corte reconoce que el derecho de una mujer a abortar, se ins-
cribe dentro de los límites establecidos a favor de la libertad
mencionada.
La Corte enfatiza que “los asuntos que involucran las decisio-
nes más personales e íntimas que una persona puede tomar du-
rante su vida, decisiones fundamentales para el desarrollo perso-
nal y para la autonomía individual, son también fundamentales
para los fines que persigue la libertad protegida por la enmienda
catorce”. Incluso la Corte considera que entre las decisiones que
un individuo puede llevar a cabo sin sufrir una interferencia in-
justificada por parte del gobierno, se encuentran decisiones “re-
lativas al matrimonio, la procreación, el control natal, las rela-
ciones familiares y la crianza y educación de los hijos”. La Corte
señala que el interés de las mujeres en decidir tener o no un hijo,
debe reconocerse para evitar la violación de un derecho personal
por parte del Estado.
Me gustaría extender un poco la explicación de este caso, con
el fin de dejar claras las razones que me llevan a considerar que
la opinión de la mayoría protege los intereses vitales de cual-
quier mujer.
En el primer capítulo de este trabajo, enfaticé, siguiendo algu-
nas de las ideas de White, el hecho de que a pesar de que una
persona puede saber que es lo que está en su interés, existe la po-
sibilidad de que esto no siempre sea así. Saber lo que está en mi
interés no es una regla general. De hecho, muy frecuentemente,
la misma persona no puede distinguir si algo está o no en su inte-
rés. Sin embargo, de aquí no se deriva que sea imposible para
una persona saber que está en su interés.
Desde mi punto de vista, casi cualquier mujer puede decidir si
un aborto está en su interés o no. Además, creo que el interés vi-
tal para decidir puede determinarse sin tomar en cuenta el senti-
do de la decisión final respecto del aborto. Incluso si la mujer no
34 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

quiere abortar, su interés vital por tomar la decisión respectiva


está protegido.
En Casey, la Corte reconoció el interés vital de una mujer pa-
ra tomar decisiones fundamentales acerca de su vida. En este ca-
so, la necesidad reconocida a favor de las mujeres es exactamen-
te la misma: tener el poder para decidir.
De cualquier manera, no parece muy claro como es posible
fundamentar “el derecho a decidir” en el interés vital de una mu-
jer. Incluso es posible preguntarse qué es lo que le da más im-
portancia a este interés que a cualquier otro. ¿Cómo es posible
afirmar, por ejemplo, que el derecho del Estado a establecer lí-
mites al crecimiento de la población no está en los mejores inte-
reses de cualquier mujer?
Antes que nada, me parece que una mujer no está obligada a
abortar contra su voluntad. Dentro del marco que encuadra el de-
recho a decidir, las mujeres están protegidas para tomar decisio-
nes personales. Si en su opinión, abortar es una manera de ayu-
dar a resolver un grave problema público, están en libertad de
hacerlo.
El derecho a tomar “decisiones personales” en relación con el
embarazo, es el asunto principal de este tema. Sin embargo, si al-
guien presenta razones convincentes para creer que el estableci-
miento del deber legal a abortar está en el mejor interés de una
mujer, es posible cambiar de opinión. Recordemos que incluso
las creencias que parecen más arraigadas pueden modificarse.
Esta es una característica del discurso racional.
Es importante recordar que la Suprema Corte de Justicia fue
cambiando sus criterios para llegar a Casey. Al hacerlo, tendre-
mos un claro ejemplo de la manera en la cual los criterios judi-
ciales y las creencias en las cuales se apoyan pueden cambiar. Al
aceptar sujetarnos al discurso racional, debemos estar dispuestos
a cambiar de opinión, pues en él todas las creencias están sujetas a
debate.
Es posible decir también que Casey constituye una de las de-
cisiones judiciales más avanzadas de la Suprema Corte de los
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 35

Estados Unidos. Tal vez si la dimensionamos como protegiendo


un reclamo de necesidad vital, será más fácil elaborar argumen-
tos en defensa de dicha resolución para protegerla de cualquier
reto de corte formalista.33
La tradición legal en la cual me formé, fue una puramente
formalista y aunque la enseñanza del derecho en México, se ha
modificado en los últimos diez años, lo cierto es que en mi país
sigue existiendo una concepción delimitada de las disciplinas le-
gales. Los límites entre lo que los abogados mexicanos conocen
como “las ramas del derecho”, están establecidas con rigidez y
los académicos mexicanos se dividen en distintos campos de es-
pecialización. De esta manera, hay expertos en derecho constitu-
cional, en derecho civil, en derecho penal, etcétera. Los interesa-
dos en los asuntos jus-filosóficos, son ubicados así, por la
clasificación, como expertos en filosofía del derecho. Sin embar-
go, sigue siendo extraño que los abogados discutan los asuntos
morales involucrados en el ejercicio del derecho. Por lo regular,
los profesionales del derecho en México, consideramos que el
tratamiento de problemas morales dentro del derecho en general
y dentro de la actividad judicial, en particular, no es un asunto
relevante. En otras ocasiones —las menos, por cierto— algunos
abogados mexicanos tienden a resaltar el razonamiento moral en
perjuicio de los razonamientos legales.
En mi opinión, la jerarquía que vincula a la moral —entendi-
da en su dimensión filosófica— y al derecho, debe reconocerse.
No me avergüenza reconocer que, desde mi punto de vista, las
normas jurídicas deben estar al servicio de fines de tipo moral.
Sin embargo, al creer también en el paradigma liberal, me es ne-
cesario encontrar una manera que, justificadamente, me permita
eludir la contradicción que significa estar de acuerdo con la no-
ción de Estado de derecho, por un lado, y con un sistema judicial
orientado por una perspectiva moral, por el otro. Es reflexionan-

33 Agradezco al profesor Lewis Sargentich de la Escuela de Derecho de la


Universidad de Harvard el hacerme notar la importancia de esta explicación.
36 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

do acerca de este dilema que he formado una opinión: en muchas


ocasiones, a los jueces les vendría bien buscar fuera del marco
del derecho, referentes que les permitan resolver litigios legales.
Esto es así porque el único lugar en el cual pueden encontrarse
respuestas justificadas a problemas difíciles de resolver judicial-
mente, es en el razonamiento moral. Desde mi punto de vista, un
juez no puede justificar sus decisiones simplemente diciendo que
está siguiendo lo que dice la ley. Al utilizar un argumento seme-
jante, el juez sólo valida una decisión específica, pero no la justi-
fica. La justificación como procedimiento pertenece, en forma
casi natural, al razonamiento moral.
Antes de terminar el análisis del caso que venimos tratando, la
revisión de los argumentos presentados por la minoría en el voto
particular resulta interesante. Para hacerlo, utilizaré un argumen-
to similar al que usé para analizar la opinión de la mayoría. El
objetivo es encontrar en la opinión de la minoría, algún interés
vital o reclamo de necesidad que pueda oponerse al interés vital
de cada mujer embarazada para decidir.
Una parte de minoría en Casey alega que es una violación a
las tradiciones norteamericanas el otorgar un derecho a las muje-
res a decidir acerca de sus embarazos. De acuerdo con el presi-
dente de la Corte, no tan sólo es imposible encontrar un derecho
fundamental a abortar en las tradiciones norteamericanas, sino
además es imposible considerar tal derecho como una de las li-
bertades sustantivas que protege la cláusula del debido proceso
establecida en la enmienda XIV de la Constitución de los Esta-
dos Unidos.
A partir de esta visión inflexible, la minoría consideró que la
consecuencia más peligrosa derivada de Casey, es que “un nue-
vo método de análisis, que no tiene raíz alguna en el derecho
constitucional, se aplica para decidir la constitucionalidad de las
leyes de los estados que regulan el aborto”. La minoría agrega
que “ni el stare decisis, ni el ideal de legitimidad son beneficia-
dos verdaderamente” con la decisión de la mayoría.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 37

Antes que nada, me parece un error el intento por debilitar la


justificación del derecho a decidir de las mujeres argumentando
que ese privilegio es algo ajeno a la tradición social. Tal como
Ronald Dworkin lo ha explicado, una función central de los de-
rechos es la de impedir que las libertades sean menoscabadas
con facilidad por consideraciones de política pública.34 Si parti-
mos de la postura orientada por la necesidad de contar con una
justificación, no podemos decir que a alguien no se le puede re-
conocer algún derecho sólo porque la historia no se lo ha reco-
nocido.
Parece que la minoría en este caso consideró que el respeto a
la tradición representa un interés vital que comparte toda la so-
ciedad. Aparentemente la minoría estaba segura acerca de que
mostrar un respeto monumental por la tradición legal, es algo
que está en el mejor interés de cada norteamericano. En el resto de
la opinión minoritaria no he podido encontrar otro “reclamo
de necesidad”. De cualquier forma, me parece que los argumen-
tos presentados por la mayoría son mucho más sólidos que los de
la minoría. Creo que no es difícil compartir la opinión de que ga-
rantizar el derecho de las mujeres a decidir es preferible que re-
chazar tal derecho con base en un respeto monástico a las cos-
tumbres. Así, en ocasiones, a partir de argumentos legales
orientados por el razonamiento moral, es posible descubrir prác-
ticas tradicionalistas dañinas que se esconden bajo el manto in-
maculado de la tradición.35

34 Véase Dworkin, Ronald, “Taking Rights Seriously”, en Taking Rights


Seriously, Cambridge, Harvard University Press, 1978, pp. 184-205.
35 Parece contradictorio otorgar un papel central dentro del derecho a la
posibilidad de ejercitar el razonamiento moral, por un lado, y respaldar la idea
de que los jueces están obligados a respetar la tradición legal, por el otro. Sin
embargo, creo que respetar la tradición legal no es una característica funda-
mental de una sociedad liberal que reconoce el papel rector del debate moral.
En una sociedad así, incluso la idea misma de Estado de derecho se sujetaría a
revisión permanente: todo sería discutible.
38 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

2. El asunto del bebé M, 537 A.2d 1227 (1988)

En este caso la Suprema Corte de Nueva Jersey, invalidó un


contrato de tutela. La decisión de la Corte fue dividida. Para los
propósitos de este trabajo sólo la parte relativa a la custodia del
niño será de utilidad.
La decisión judicial que estamos por abordar hace referencia
permanentemente a los intereses de las partes en litigio. De he-
cho, el argumento fundamental que utilizó la Corte para decidir
el asunto de la custodia, se fundó en el interés por encontrar lo
que estaba en el mejor interés del niño.36 A pesar de que los ar-
gumentos de la Corte son muy convincentes, me parece que los
mismos pueden todavía fortalecerse más si se presentan en tér-
minos de intereses vitales.37
La Corte Suprema de Nueva Jersey argumentó que el criterio
fundamental para decidir la custodia de un niño es clara: los me-
jores intereses del menor son los que determinan a quién corres-
ponde la custodia.38 La Corte señala que el meollo del asunto era

36 En énfasis judicial en determinar aquello que está en el mejor interés del


niño, demuestra claramente la nueva visión que los derechos de los niños tie-
nen en el mundo contemporáneo. Desde un punto de vista jurídico estamos ya
muy lejos del origen de este campo del derecho. Emilio García Méndez nos re-
cuerda que sin duda, el origen de la especificad jurídica de la infancia es de na-
turaleza estrictamente penal”. Véase García Méndez, Emilio, Infancia y ado-
lescencia. De los derechos y de la justicia, México, Fontamara-Unicef, 2001,
p. 17.
37 Al argumentar que es posible sostener la existencia de derechos sin la
necesidad de asumir una posición individualista, Joseph Raz ha señalado que
“los derechos fundamentan requerimientos para actuar en defensa del interés
de otras personas”. Veáse Raz, Joseph, “The Nature of Rights”, en The Mora-
lity of Freedom, Oxford, Oxford-Clarendon Paperbacks, 2001, p. 180.
38 La idea de anteponer los intereses del niño a cualquier otro no es nueva.
El principio segundo de la Declaración de los Derechos del Niño de 1959 esta-
blece: “El niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades
y servicios, dispensando todo ello por la ley y por otros medios, para que pue-
da desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saluda-
ble y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar le-
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 39

“determinar cuál de las vidas futuras es la mejor para el bebé


M”, una en la cual la custodia principal se desarrollara en la casa
de la madre natural o una en la que la custodia principal se desa-
rrollara en la casa del padre natural.39
La Corte se dio cuenta que “la decisión acerca de la custodia
debe fundarse en todas las circunstancias, en todo lo que haya
sucedido, en todo lo que es relevante para apoyar lo que está en
los mejores intereses del menor”. Además, la Corte se apoyó en el
testimonio de once expertos que intentaron determinar qué es lo
que debe entenderse como los mejores intereses de un niño, tan-
to directa como indirectamente.40

yes con este fin, la consideración fundamental a que se atenderá será al interés
superior del niño”. Véase Tamés Peña, Beatriz (comp.), Los derechos del niño.
Un compendio de instrumentos internacionales, México, CNDH, 1995, p. 10.
Esta idea fue refinada en el artículo 3o. párrafo primero de la Convención de
los Niños, aprobada por la Organización de las Naciones Unidas en 1989. Esa
disposición señala: “En todas las acciones concernientes a los niños, que tomen
las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las auto-
ridades administrativas o los órganos legislativos, los mejores intereses de los
niños serán tomados en cuenta de manera principal”. Véase Ghandhi, P.R.
(ed.), Blackstone’s International Human Rights Documents, Londres, Blacksto-
ne Press Limited, 2000, p. 119.
39 Este criterio está completamente en concordancia con el proemio de la
Convención de los Derechos de los Niños, la cual reconoce entre sus funda-
mentos que “los niños, para el desarrollo completo y harmónico de su persona-
lidad, deben crecer en un ambiente familiar, en una atmósfera de felicidad,
amor y comprensión”. Ghandhi, Blackstone’s International Human Rights Do-
cuments, p. 119.
40 En México la Constitución no habla de los intereses de los niños pero si
de las necesidades de los mismos. El artículo 4o. párrafo sexto de la Consti-
tución, obliga a los padres a “preservar el derecho de los menores a la sa-
tisfacción de sus necesidades”. Joel Francisco Jiménez García nos recuerda que
esta obligación fue incluida en la Constitución en 1980, como consecuencia del
cumplimiento del Año Internacional del Niño celebrado en 1979 e instituido
por la Organización Internacional de las Naciones Unidas en 1976. Véase Ji-
ménez García, Joel Francisco, Derechos de los niños, México, Cámara de Di-
putados-UNAM, 2000, p. 4. En mi opinión, también necesitamos que nuestros
tribunales, particularmente la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en es-
pecial después de la promulgación de la Ley para la Protección de los Dere-
40 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

La Corte también tomó en consideración “los testimonios al-


tamente convincentes” que demostraron no sólo las diferencias
entre las vidas familiares desarrolladas en las casas de la madre y
del padre respectivamente, sino, además, la personalidad y ca-
rácter de ambos. A través de un ejercicio fáctico, la Corte señaló
las dudas que le generaba la estabilidad de la familia de la madre
natural y concluyó, razonablemente, que quedarse con el padre
era la decisión que estaba en el mejor interés del menor.41 Esta
conclusión se fundó en considerar al ambiente de la casa del pa-
dre como más benéfica y al carácter del mismo padre como una
mejor influencia para el menor.
La Corte realizó una comparación exhaustiva con el fin de de-
terminar el tipo de vida que esperaba al bebé con cada uno de
sus padres. Al analizar todo, desde la finanzas personales hasta
el ambiente familiar, la Corte Suprema de Nueva Jersey realizó
un trabajo muy convincente. Cómo hemos podido apreciar en es-
te resumen, la decisión se apoyó en razones muy poderosas. Con
el fin de obtener una conclusión justa, el trabajo del órgano juris-
diccional fue ejemplar al allegarse de todo lo que pudiera darle

chos de los Niños, Niñas y Adolescentes a la que me referiré más adelante, lle-
nen de contenido las necesidades a las que se refiere el artículo 4o. de la
Constitución federal. ¿Qué es necesario para un niño mexicano a principios del
siglo XXI?, ¿alimentarse?, ¿no ser discriminado?, ¿tener acceso a agua pota-
ble?, ¿tener acceso a educación de calidad? Si la identificación entre necesida-
des e intereses que he propuesto funciona, entonces las mismas preguntas pue-
den hacerse respecto a lo que está en los mejores intereses del menor.
41 Loretta Ortiz Ahlf acierta al señalar que “el concepto de primacía del in-
terés del niño, si bien es nebuloso, permite sentar un criterio para los Estados
en el cumplimiento de sus obligaciones internacionales en esta materia. Así en
un conflicto de derechos o intereses siempre deben prevalecer los del niño”.
Véase Ortiz Ahlf, Loretta, “Los derechos humanos de los niños”, en Dere-
chos de la niñez, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1990,
p. 246. Sin embargo, la maestra Ortiz no lleva el argumento al extremo, lo que
para el caso mexicano, como veremos en el siguiente apartado de este capítulo,
sería fundamental: si el concepto de interés es nebuloso, el criterio para
cumplir obligaciones también lo es.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 41

elementos de convicción. La Corte se sujetó a las reglas del de-


bate que rige la razonabilidad.
Desde mi punto de vista y para los fines que persigue este tra-
bajo, lo más relevante del caso del bebé M es la definición de
“los mejores intereses” elaborada por el mismo tribunal.42 En esa
definición, la Corte pretende no tomar partido por alguna forma
de vida idealizada; por el contrario, “los mejores intereses se re-
ducen a un juicio, integrado por diferentes factores, acerca de la
felicidad potencial de un ser humano”. Sin embargo, creo que al-
gunas líneas después de ofrecer esta definición, la Corte echa
mano de una herramienta menos procedimental al señalar que
“la casa del padre promete un hogar seguro y una relación de en-
tendimiento que permitirá el desarrollo conjunto de la adecuada
nutrición y el desarrollo independiente del menor”.

42 Me parece interesante que el legislador mexicano haya identificado, en


línea no sólo con la argumentación desarrollada en este trabajo, sino funda-
mentalmente con la corriente dominante en los instrumentos internacionales de
protección a los derechos humanos a favor de los niños, a las necesidades de los
menores con los intereses supremos de los mismos. Para constatarlo, vale la
pena mencionar algunos de los artículos de la Ley para la Protección de los
Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, publicada en el Diario Oficial de
la Federación el 29 de mayo de 2000. En primer lugar, el artículo 1o. de la Ley
señala que la misma se funda en el párrafo sexto de artículo 4o. de la Constitu-
ción, mismo que, como hemos visto, menciona el derecho de los niños a satis-
facer sus necesidades. Asimismo, el artículo 3o. de la Ley señala como primer
principio rector del régimen de protección el del interés superior de la infan-
cia, cuyo contenido explicita aun más el artículo 4o. “De conformidad con el
principio del interés superior de la infancia, las normas aplicables a niños, ni-
ñas y adolescentes, se entenderán dirigidas a procurarles, primordialmente, los
cuidados y la asistencia que requieran para lograr un crecimiento y un desarro-
llo plenos dentro de un ambiente de bienestar familiar y social”. Véase Ley pa-
ra la Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes,
http://www.diputados.gob.mx/leyinfo/pdf/185.pdf. De la lectura de estas dispo-
siciones legales, se confirma que, a pesar del trabajo legislativo en la materia,
el significado de “intereses superiores de los niños” sigue siendo “nebuloso”.
Por ello, repito, necesitamos que nuestros tribunales elaboren definiciones más
acabadas al respecto.
42 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

Ahora bien, ¿hay algún punto flaco en la decisión de la Corte


de Nueva Jersey? En mi opinión, una crítica de consideración
puede ensayarse a partir de lo señalado en el párrafo anterior. La
Corte no hizo a un lado las implicaciones “ideales” del criterio
fundado en “los mejores intereses”. El problema es que, como
sabemos, una vez que se ha decidido seguir por la ruta idealista,
uno debe aceptar las consecuencias hasta el final. El problema es
que, al definir qué es lo que está en los mejores intereses de una
persona, es imposible no utilizar argumentos ideales, puesto que
nos encontramos en el nivel de justificación, no en un nivel pu-
ramente descriptivo.
La decisión es también interesante debido al camino argumen-
tal por el cual la Corte alcanzó un resultado justo. Es cierto que
los jueces de la Corte de Nueva Jersey basaron su decisión en
muchos procedimientos y en reglas legales válidas. Sin embargo,
al interpretar la ley, intentaron justificar dicha interpretación.
Desde mi punto de vista, un ejemplo de ese intento puede
leerse en las siguientes líneas. La Corte escribió: “No debe pasar
desapercibido el hecho de que un estándar de revisión fundado
en los “mejores intereses” está diseñado para crear a un indivi-
duo bien integrado de quien pueda creerse razonablemente que
será feliz en la vida, más que a un nuevo miembro de la inteli-
gencia”.
Podemos estar o no de acuerdo con la concepción de “los me-
jores intereses”, defendida por la Corte. Sin embargo me parece
que, de todas maneras, la Corte debió explicar por qué el ser
“una persona bien integrada” puede identificarse con las necesi-
dades vitales del bebé M. Así, por ejemplo, teniendo en cuenta
lo anterior, es posible enderezar una crítica alegando que la apro-
ximación justificativa elegida por la Corte es más bien utilitaria.
Una crítica semejante, sin embargo, debería presentar una pro-
puesta no utilitaria con el fin de proponer una alternativa acerca
de qué es lo que está en los intereses del menor, sea lo que sea.
Sin embargo, si varias críticas se presentaran en contra de la
aproximación escogida por la Corte, de cualquier manera el de-
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 43

bate acerca de los intereses más profundos del bebé M se man-


tendría en un nivel de justificación. Seguimos fuera del nivel
descriptivo.
En mi opinión, el caso del bebé M nos ofrece un ejemplo muy
interesante de lo que debe ser un razonamiento judicial convin-
cente. De hecho, la decisión del tribunal es tan sólida, tiene tanta
coherencia interna, que sería interesante escuchar los argumen-
tos que podrían presentarse contra ella. Lo más atractivo desde
un punto de vista teórico, es que cualquier argumento en contra
debe ser lo suficientemente fuerte como para derrotar el razona-
miento de la Corte.
El punto es que dentro de un discurso regido por la razonabili-
dad, cualquier participante tiene la oportunidad de construir un
argumento poderoso, presentarlo en contra de los otros y, lo que
es aun más importante, presentar razones lo suficientemente
fuertes como para imaginar que, en algún escenario, la custodia
del menor debería otorgarse, con toda justicia a la madre. Desde
mi punto de vista, presentar un argumento distinto pero convin-
cente, es una labor difícil y, en tanto no encuentre algún argu-
mento así, la decisión de la Corte, tal como la conocemos, sigue
siendo justa.
Ahora bien, otra característica relevante de este caso es la se-
lección hecha por la Corte para elegir el interés predominante en
el litigio. La Suprema Corte de Justicia de Nueva Jersey, descar-
tó otros intereses al considerarlos menos valiosos que el interés
que reconoció como predominante.
Es cierto que el interés del padre fue preferido por encima del
de la madre. Sin embargo, ninguno de los intereses paternos y
maternos en disputa puede considerarse como la clave de la deci-
sión. El interés “ganador” fue precisamente aquél identificado
con las necesidades vitales del menor. En mi opinión, este es un
ejemplo del grado de justificación que los reclamos de necesidad
pueden otorgar a una decisión judicial y, por lo mismo, la impor-
tancia que tienen en la legitimación de las mismas.
44 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

Antes de iniciar el análisis de otro caso aplicando la perspecti-


va teórica que me interesa, me gustaría agregar un comentario
adicional acerca del caso que he venido discutiendo.
Supongamos que en Nueva Jersey existiera una ley o un pre-
cedente que claramente prohibiera a cualquier persona separar a
un niño de su madre. En este caso hipotético, la única excepción
a la regla se fundaría en la incapacidad de la madre para cuidar
al menor por razones de salud o por antecedentes criminales. Si,
de todas maneras, la Suprema Corte de Justicia de Nueva Jersey
decidiera el caso del bebé M de la forma en la que lo hizo, ¿po-
dría considerarse a tal decisión como legítima?
En mi opinión, la respuesta a esta pregunta, nos puede mostrar
la diferencia que existe entre legitimar y justificar algo. Si la Su-
prema Corte de Justicia de Nueva Jersey, violando una disposi-
ción legal o el sentido de los precedentes judiciales, hubiera re-
suelto de la misma manera en el caso hipotético, de cualquier
manera sería muy difícil dejar de considerar como justa a la re-
solución. La ausencia de una autorización, sea legal o jurispru-
dencial, no necesariamente reviste de injusticia a una decisión
judicial.

3. Bowers vs. Hardwick, 478 U.S. 186 (1986)

Entre los casos norteamericanos que he leído, la decisión de Bo-


wers es, desde el punto de vista de una teoría de la creación de
los derechos a partir de reclamos de necesidad, la más errónea
de todas.43 Esto es así puesto que, en mi opinión, la decisión de

43 Ronald Dworkin ha señalado que Bowers representa el mejor ejemplo


de la filosofía que sostiene la parte contraria a la que representa la mayoría de
Casey en la guerra constitucional que se libra en Estados Unidos desde hace
más de un siglo. En sus palabras Dworkin señala que, la parte representada por
la mayoría de los ministros de Bowers, “ansiosa por restringir el poder de los
jueces para resolver asuntos morales, insiste en que las cláusulas del debido
proceso legal y de protección igualitaria de las leyes le otorgan protección sólo
a una lista limitada de derechos que han sido reconocidos y protegidos a lo lar-
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 45

este caso violenta la concepción que he desarrollado acerca de


los intereses vitales individuales. Sin embargo, es precisamente
por eso, pasar por alto de manera abierta los intereses individua-
les, por lo que Bowers puede ser de gran utilidad para alcanzar
los objetivos de este trabajo.
Por medio de Bowers, la mayoría de los jueces de la Suprema
Corte de Justicia de los Estados Unidos, emitieron una decisión
realmente dura. De acuerdo con dicha mayoría, los homosexua-
les no pueden alegar tener un derecho fundamental a establecer
relaciones sexuales que puedan clasificarse como sodomitas, aun-
que lo hayan consentido.44 La Corte entiende que todas las
prohibiciones dirigidas a nulificar ese tipo de relaciones, tienen
una larga tradición en la sociedad norteamericana.
En un pasaje muy famoso, la mayoría estableció su posición
acerca del contenido sustantivo de la cláusula del debido proceso
legal que establece la Constitución de los Estados Unidos de
América:

Tampoco nos inclinamos a expandir nuestra autoridad para des-


cubrir nuevos derechos fundamentales establecidos en la cláusula
del debido proceso legal. La Corte es mucho más vulnerable y se

go de la historia posterior a la Guerra Civil. En la decisión del caso Bowers vs.


Hardwick de 1986, el ministro Byron White estableció está posición respecto a
la cláusula del debido proceso legal en una opinión que se ha vuelto un talis-
mán para el partido constitucional que el representa. El adoptó la posición de
que la cláusula sólo protege los derechos que están “profundamente arraigados
en historia y tradición de esta nación” […]; sugerencia de que existe “un dere-
cho a involucrarse en este tipo de relaciones” es […] facciosa.” Con base en lo
anterior, la crítica de Dworkin señala que “desde esta perspectiva para este par-
tido en la guerra constitucional, la lógica y la consistencia juegan un papel me-
nor en la identificación de los derechos constitucionales”. Dworkin, Ronald,
“Sex, Death, and the Courts”, op. cit., nota 32, pp. 454 y 455.
44 Ronald Dworkin lo pone en mejores términos que yo, pues en su opi-
nión, la decisión de la mayoría escrita por el ministro White declara que los ho-
mosexuales no tienen, por principio, un derecho constitucional que debe ser
protegido de la legislación estatal que considera sus actividades sexuales un
crimen. Ibidem, p. 457.
46 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

aproxima a la ilegitimidad cuando se propone utilizar derecho


constitucional “hecho” por los jueces, mismo que tiene pocas raíces
o ninguna raíz en el lenguaje o en el diseño de la Constitución.

En este pasaje, la Corte definió su postura con respecto a un


asunto constitucional profundamente controvertido. Al rechazar
la sustantividad de la llamada “cláusula del debido proceso le-
gal”, la mayoría de los jueces de la Corte, se opusieron a aplicar
una teoría de los derechos fundados en reclamos de necesidad.45
En realidad, con esta decisión, la posibilidad de crear derechos
legales a partir de materiales meta-legales, así como otorgarles
reconocimiento pleno en el sistema legal, queda completamente
cancelada.
De acuerdo con la decisión de Bowers, la libertad de los ho-
mosexuales para elegir involucrarse con otros en relaciones se-
xuales de un tipo determinado, es un derecho limitado. Esta
prohibición es pasmosa por diferentes razones. Primero, repre-
senta una violación clara a la autonomía individual. Teniendo en
consideración lo resuelto en Loving vs. Virginia, pero en espe-
cial después de Casey, es claro que la conducta sexual de los in-
dividuos deben considerarse como derechos protegidos no tanto
por su contribución al bienestar general de la sociedad, sino por-
que integra la parte central de la vida de cualquier individuo.
El argumento último en el que se apoya la decisión de la ma-
yoría es, de nuevo, de corte utilitario. La Corte considera que la

45 Esto es así porque de acuerdo con Dworkin, los jueces contestan dos
preguntas para resolver litigios en contra de leyes fundados en argumentos de de-
bido proceso: “Primero, ¿la ley cuestionada compromete o no un “interés de
libertad”, es decir, un derecho que en principio la Constitución protege respec-
to de la acción de los estados? Por otra parte, si se compromete el interés men-
cionado, ¿los propósitos y las consecuencias de la ley combatida son tan im-
portantes como para justificar el que un estado transgreda el interés de
libertad?”. Idem. p. 457. En este caso, la Suprema Corte contestó en negativo
la primera pregunta, pues consideró que los homosexuales no tienen un interés
de libertad. Para los efectos de este trabajo, sin embargo, es interesante la ex-
plicación de Dworkin pues identifica a los intereses con los derechos.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 47

sodomía homosexual debe prohibirse porque su existencia puede


dañar gravemente las creencias morales compartidas por la so-
ciedad. Al respecto, cabe mencionar que ya he respaldado la idea
de que los derechos son importantes porque protegen a las liber-
tades personales de decisiones públicas que pretenden incremen-
tar el bienestar o los beneficios de la sociedad en su conjunto.
De acuerdo con la Corte, lo que está mal no es el acto de so-
domía en sí mismo, sino la realización de ese tipo de actos entre
hombres homosexuales. De acuerdo con la interpretación hecha
por la Suprema Corte, los Estados Unidos de América no toleran
la sodomía homosexual. Es curioso que desde el punto de vista
de la Corte, ni la sodomía heterosexual, ni la realizada en el seno de
una pareja casada, ni la sodomía llevada a cabo entre mujeres
lesbianas, existen. La Corte crea así un nuevo tipo de discrimina-
ción: sólo la sodomía homosexual entre hombres existe y debe
prohibirse.46
Lo que realmente asusta de la decisión de la Corte es su natu-
raleza opresiva y vinculativa: debe obedecerse siempre que un
asunto de esa naturaleza se presente judicialmente. Es claro que,
desde el punto de vista de Hardwick, intervenir en actividades
homosexuales era algo muy importante desde un aspecto vital.47
El asunto relevante, me parece, es que existen fuertes razones
que respaldan un punto de vista diferente, de acuerdo con el cual
los intereses individuales deben protegerse. Incluso si en Bowers el
interesado no hubiera expresado su interés personal en la sodomía,
parece razonable creer que llevar a cabo ese tipo de conductas esta-

46 Si la Corte quiere justificar su decisión en términos morales, antes debe


desarrollar toda una teoría moral que enmarque sus pretensiones. Esto es así,
porque en realidad, está echando mano de criterios metalegales de corte moral.
47 Dworkin apunta que para ciertas personas sólo participar en relaciones
homosexuales puede ser la única forma de ejercer su sexualidad. Véase Dwor-
kin, Ronald, op. cit., nota 43, p. 454. El argumento puede expandirse y consi-
derarse que para algunas personas involucrarse en actos sexuales como los
prohibidos por la mayoría en Bowers, puede ser la única forma en la que esas
personas ejercen su sexualidad.
48 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

ba en su interés. La actividad sexual de los homosexuales debe con-


siderarse como una parte central de la vida de las personas con esa
orientación sexual. En mi opinión, sólo apelando a razones de corte
autoritario es posible seguir considerando que las relaciones se-
xuales entre personas del mismo sexo, son distintas a las que lleva
a cabo los heterosexuales.
Más aun, tal como lo demuestran algunas de las ideas presen-
tadas en el voto minoritario, si la Corte decidió prohibir un tipo
de relaciones sexuales, debió haberlas prohibido tanto para las
lesbianas como para los heterosexuales estén casados o no. En
otras palabras, la Corte no explica las razones en las cuales fun-
da su preocupación exclusiva por la sodomía homosexual.
Tal vez los jueces que formaron la mayoría, consideraron que
involucrarse personalmente en actos de sodomía era una necesi-
dad humana despreciable. Sin embargo, si así fuera el caso, la
Corte no le da a los homosexuales una alternativa, ni siquiera ra-
zones poderosas y convincentes para prohibir los actos privados
en los que han decidido involucrarse. Sería interesante saber si, en
opinión de la Corte, habría algún reclamo de necesidad homose-
xual que pudiera considerarse justo y fundado.
Por otra parte, Bowers vs. Hardwick es también sumamente
interesante debido a que contiene un voto minoritario del juez
Stevens fundado en una vigorosa argumentación.
El juez Stevens recuerda que la Corte está obligada a proteger
“el derecho de cualquier individuo para tomar ciertas decisiones
que son inusualmente importantes, puesto que afectan no sólo su
destino, sino incluso el de su familia”. Desde un punto de vista
general, el derecho a decidir la forma en la que se practica la vi-
da sexual, es una decisión relevante. Esto es así puesto que, al
tomar esa decisión, la integridad emocional y la integridad física
están involucradas.
De acuerdo con la concepción igualitaria del juez Stevens:
Los homosexuales y los heterosexuales tienen el mismo interés
en ejercer la libertad de decidir la forma en la cual se conducirán en
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 49

las asociaciones que voluntariamente celebran en forma personal


con sus parejas. La intrusión del Estado en la conducta privada
de las personas, sean homosexuales o heterosexuales, impondría
por esa razón, una carga para los dos tipos de personas.

Este no es el lugar para iniciar una discusión acerca de los


efectos generados por la actividad sexual en las personas. Afor-
tunadamente, para defender a la actividad sexual como un inte-
rés vital, es sólo necesario considerar a este tipo de actividad hu-
mana como central en cualquier vida humana.
El punto no es crear un derecho a proteger la vida sexual de
cada persona, sino proteger y fortalecer el derecho personal a de-
cidir al respecto. La premisa se funda en el hecho de que, por lo
regular, la actividad sexual que no daña a otros promueve la au-
torealización personal.
Sé que, para algunas personas, el mantener una notable vida
sexual puede ser considerado como un objetivo existencial. Sin
embargo, de la misma manera, otras personas bien pueden deci-
dir y tener una vida muy feliz de abstinencia. Por esta razón, por
la existencia de tales diferencias, es necesario reconocer el hecho
de que decidir acerca de la actividad sexual es un objetivo cen-
tral en la vida de todos. Un interés vital personal en vivir hacien-
do el amor, debe otorgarnos al menos alguna razón para crear un
derecho a favor de los individuos para relacionarse sexualmente
y en forma inofensiva con otros, siempre que así lo decidan.
Lo que realmente importa respecto de las relaciones sexuales
para los fines de este trabajo, es que las mismas pueden conside-
rarse como algo que potencialmente ayuda a que una persona
“florezca”, se autorealice. A pesar de que en opinión de algunas
personas las relaciones sexuales no tienen valor alguno o, inclu-
so, tienen sólo un valor negativo que amerita la elaboración de
todas las críticas posibles, esto no significa que las relaciones se-
xuales tengan que ser automáticamente prohibidas.
Así como me sería imposible no apoyar la prohibición de ac-
tos sodomitas realizados en algún sitio público, tampoco encuen-
50 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

tro una buena razón para respaldar la prohibición de la realiza-


ción de actos de esa naturaleza en privado. Los adultos que se
involucren por su propia voluntad en relaciones privadas que no
dañen a otros, deben ser libres para comportarse de la forma que
mejor les parezca. En mi opinión, los derechos existen precisa-
mente para proteger ese tipo de relaciones: relaciones entre adul-
tos, consentidas, privadas e inofensivas.
Es claro que las relaciones sexuales deben sujetarse a las
reglas generales que se aplican a todo tipo de relación humana. Así,
las relaciones sexuales no debe ser usadas para oprimir ni para
lastimar a otras personas, deben ser equitativas, llevarse a cabo
entre iguales y sólo bajo el estricto consentimiento de las partes.
Para ponerlo en términos kantianos, puede decirse que las rela-
ciones sexuales no deben ser herramientas para usar a otros indi-
viduos como medios y no como fines en sí mismos.
¿Qué es lo realmente importante en la decisión de Bowers?
¿Qué es lo que desde mi punto de vista, otorga a esta decisión
tanta relevancia? En mi opinión, en la decisión de este caso es
posible encontrar un claro ejemplo de violación de intereses in-
dividuales importantes. En Bowers es posible analizar algunas
de las peores características que privilegian políticas poco razo-
nables inspiradas en la idea de “interés público”, que se aplican
en perjuicio de intereses individuales sólidamente justificados o, en
otras palabras, que interfieren en la vida privada de las perso-
nas.48 En mi opinión, Bowers es un buen ejemplo de lo que las
decisiones judiciales no deben ser.

48 El debate acerca de la interferencia del gobierno en la vida privada en


los Estados Unidos sigue vivo. Recientemente se discutió el caso de Terri
Schiavo, quien se encontraba en coma desde hace quince años. Después de un
largo pleito judicial entre su marido y sus padres, una Corte de primera instan-
cia determinó dejar de alimentarla. A esta decisión siguieron varias apelaciones
ante autoridades federales. En la última de ellas, la Suprema Corte de Justicia
de los Estados Unidos, determinó no intervenir y rechazó así la petición de vol-
ver a conectar a la mujer al tubo de alimentación. Antes, la Corte del 11vo.
Circuito de Apelaciones de los Estados Unidos declaró que era “necesario to-
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 51

III. CASOS MEXICANOS

1. Nota introductoria

En esta parte del capítulo presentaré algunos casos que con-


tienen la forma en la cual el Poder Judicial de la Federación ha
tratado las necesidades humanas y los intereses vitales. Sin em-
bargo, antes de eso, es necesario hacer algunos comentarios pre-
liminares acerca de este asunto.
Incluso para aquellas personas que no están familiarizados
con el sistema jurídico mexicano, la dificultad que se presenta al
tratar de encontrar declaraciones acerca de las necesidades en las
decisiones judiciales del país, tiene sentido. Cuando los jueces
mexicanos han escrito o debatido acerca del concepto de necesi-
dad y el concepto de interés tal como lo he venido desarrollando
en este trabajo, las necesidades e intereses públicos han tenido
una relevancia notoria. En realidad, en el sistema de derecho me-
xicano el concepto de interés personal, de interés individual, ha
sido tradicionalmente suprimido al confrontarse con reclamos de
necesidad social y con la defensa de intereses colectivos. Como
consecuencia de la revolución que sacudió a la nación en 1910,
el sistema de derecho mexicano fue integrado con un llamado
“contenido social”. En mi opinión, en este hecho histórico puede
fundarse la razón por la cual es difícil encontrar el uso de argu-
mentos basados en reclamos de necesidad individual, en el reco-
nocimiento de derechos por la vía judicial.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha reconocido que
las necesidades sociales están incluso por encima de los dere-

mar una decisión colectiva, objetiva al respecto”. Parecería que la Corte de


Apelaciones consideró que la intervención en la terminación de la vida de la
mujer, se puede fundar en razones que pueden identificarse con el interés de to-
dos. Me parece que esa misma conclusión podría haberse tomado apelando só-
lo a los intereses de la mujer. Véase nota periodística en CNN International,
noticias por Internet del 23 de marzo de 2005, http://www.cnn.com.
52 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

chos individuales, tal como queda claro en la siguiente tesis rela-


tiva a una expropiación de terrenos:

…los derechos y necesidades de índole social se encuentran por


encima del derecho subjetivo meramente individual del afectado
por el acto expropiatorio, de ser compensado por la privación o
limitación que tal acto implica. La exigencia constitucional con-
siste, por ende, en cubrir la indemnización en un plazo razonable,
tomando en cuenta el tiempo necesario para determinar su monto
y entregarlo al afectado, a fin de que la compensación que para
éste representa no se torne ilusoria e irreal, con la salvedad de que
cuando el Estado expropie para llenar una función social de ur-
gente realización y sus condiciones económicas no permitan el
pago de la indemnización en las condiciones mencionadas, pueda
ordenarse tal pago dentro de las posibilidades del erario, pues de
nueva cuenta, en este supuesto, la satisfacción de la necesidad so-
cial se encuentra por encima del derecho del afectado a ser resar-
cido del perjuicio que le ocasiona el acto expropiatorio.49

Esta afirmación me parece grave a partir de la importancia


que he asignado a lo que he denominado intereses y necesidades
vitales. Establecida así la diferencia, la Corte no señala las razo-
nes por las cuales jamás un derecho individual fundado en una
necesidad vital, podrá derrotar a derechos y necesidades socia-
les.50 De cualquier modo, antes que otra cosa, es necesario reali-

49 Tesis aislada P. CXXII/97 en materia Administrativa y Constitucional,


México, 9a. época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
t. VI, julio de 1997, p. 8.
50 En este sentido, puede decirse que la decisión de nuestros tribunales por
privilegiar los intereses y necesidades sociales, colectivos o el interés general,
por encima de los intereses y necesidades individuales sin demasiada motiva-
ción, constituye el aspecto interno de una regla social en los términos de
H.L.A. Hart. Él señala que los jugadores en cualquier juego —y los jueces son
jugadores de un tipo de juego sujeto a normas— expresan el aspecto interno de
las reglas con las que juegan al entenderlas como el estándar que deben seguir
todos aquellos que juegan el juego. Privilegiar intereses colectivos por encima
de los intereses individuales refleja el aspecto interno de las reglas aplicables a
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 53

zar un análisis lingüístico de algunos materiales que nos ofrecen


los tribunales federales.51
Debe recordarse que en México las decisiones legales toma-
das por algunos tribunales federales, pueden constituir una fuen-
te de derecho a través de la jurisprudencia. De acuerdo con el
consenso doctrinal, siempre que exista ambigüedad o vaguedad
en la legislación, los jueces deben interpretar la ley y, al hacerlo, lo
que harán será crear nuevas reglas que se incorporan al sistema.
No obstante lo anterior, por mucho tiempo en México no tuvi-
mos decisiones judiciales famosas emitidas por la Suprema Cor-
te de Justicia de la Nación (como Casey en el caso norteamerica-
no, por ejemplo), que fueran enseñadas en forma uniforme en las
escuelas de derecho del país. En realidad, los profesores de dere-

este tema por nuestros jueces. El libro que el lector tiene en las manos intenta
cuestionar esta convención. Véase Hart, H.L.A., The Concept of Law, Nueva
York, Oxford University Press, 1997, pp. 55-57. Para consultar un excelente
estudio acerca del “aspecto interno” de las normas en Hart, así como una pode-
rosa defensa de la teoría de las reglas del mismo jurista inglés, véase Tamayo
Valenzuela, José Alberto, “La teoría del derecho de H.L.A. Hart”, en Revista
de la Facultad de Derecho de la UNAM, t. LII, núm. 237, 2001, pp. 219-233.
Tamayo Valenzuela es, sin duda alguna, el mayor conocedor y el mejor defen-
sor de la teoría de Hart en México.
51 Intentaré analizar la forma en la que las expresiones como “derechos y
necesidades de índole social” han sido usadas por nuestros jueces. Mi impre-
sión es que en la mayoría de los casos, ese tipo de expresiones se utilizan sólo
por el poder persuasivo que las mismas tienen. Esto no es menor y puede llegar
a ser relevante si se comparte la opinión de Álex Grijelmo, en el sentido de que
“lo que comienza por un lenguaje manipulado, acaba por conducir a la asun-
ción del totalitarismo”. Véase Grijelmo, Alex, La seducción de las palabras.
Un recorrido por las manipulaciones del pensamiento, Madrid, Santillana/Pun-
to de Lectura, 2002, p.146. No postulo, por supuesto, un totalitarismo de la ju-
dicatura mexicana basado en las palabras que los jueces utilizan. Lo que digo
es que si no entendemos bien las palabras que los jueces usan o si no somete-
mos esas mismas palabras a un escrutinio serio, la ruta hacia un tipo de totalita-
rismo judicialista está, en mi opinión, abierta. Para una reflexión muy intere-
sante acerca de la forma en la cual un análisis del estilo en el cual se escriben
las sentencias puede nutrir una crítica a las mismas, véase Chemerinsky,
Erwin, “The Rhetoric of Constitutional Law”, en Michigan Law Review, Ann
Arbor, The University of Michigan Press, vol. 100, 2002, pp. 2008-2035.
54 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

cho siguen utilizando muy poco el trabajo judicial para enseñar a


los futuros abogados y jueces lo que es el derecho en México.52
Un poco a contracorriente de esta tradición académica, algunos
casos y decisiones tomadas por los tribunales federales, serán
analizados en las siguientes páginas.

2. El tratamiento elemental de las necesidades


en el razonamiento judicial mexicano

Como pudimos comprobar en la tesis aislada antes citada, por


lo regular las necesidades humanas han aparecido bajo la forma
de necesidades colectivas y de interés público en el trabajo de
nuestros tribunales. De acuerdo con la interpretación de la Su-
prema Corte de Justicia de la Nación, la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos le otorga al Congreso federal la
autoridad para elaborar todas las leyes requeridas para satisfacer
las necesidades públicas.
En una decisión verdaderamente interesante, la Suprema Cor-
te de Justicia de la Nación estableció de manera enérgica su opi-
nión acerca del choque entre el interés público y los intereses
personales. La Corte ha determinado que, siempre que ambos ti-
pos de interés se confronten en un asunto que involucre el traba-
jo de los extranjeros en el país, los intereses personales no tienen
peso legal y mucho menos pueden ser un obstáculo para la satis-
facción de intereses públicos. De esta manera, siempre que el
Congreso se encuentre en la necesidad de evaluar los dos tipos
de interés en el ejercicio de sus funciones, el interés público
siempre se privilegiará frente al privado. Así de simple:

52 En realidad es increíble que en ninguna de las clases de derecho que tu-


ve durante la licenciatura, haya tenido contacto con una ejecutoria de la Supre-
ma Corte. Hasta donde sé y sólo excluyendo algunas excepciones, esa sigue
siendo la práctica docente en nuestras escuelas de derecho: los estudiantes no
tienen acceso al razonamiento judicial.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 55

POBLACIÓN, LEY GENERAL DE. SU ARTÍCULO 67 NO LIMITA EL


LIBRE EJERCICIO DE LAS PROFESIONES, NI IMPONE LABORES
SUJETAS A REMUNERACIÓN.
Examinado el artículo 67 de la Ley General de Población se
advierte que esta norma establece un régimen de derecho que de
manera natural conviene a las atribuciones que el Estado tiene
para regular la condición jurídica de los extranjeros, de acuerdo
con el supremo interés público consagrado en la fracción XVI del
artículo 73 constitucional, que faculta al Congreso de la Unión
para dictar las disposiciones legales necesarias que ordenen esa
condición, y frente al cual el interés particular no llega a adquirir
categoría jurídica para obstruir la satisfacción de ese interés pú-
blico.53

El tratamiento judicial que se ha dado a las necesidades huma-


nas en México ha sido, en mi opinión, cuestionable. Dentro del
marco general establecido por el interés público, respecto del cual
no se ha elaborado una clara filosofía constitucional,54 nuestros

53 Tesis aislada, México, Semanario Judicial de la Federación; Pleno, 7a.


época, vol. 85, p. 33. Es curioso que la Suprema Corte de Justicia haya estable-
cido un interés completamente ajeno al que protege el texto constitucional. La
Constitución nunca distingue el interés público del interés privado. Sin embar-
go, la Corte, que en muchos otros casos que se le presentaron antes de 1994,
prefirió ser estrictamente formalista, en esta ocasión establece un “supremo in-
terés público” sin fundamento constitucional.
54 La expresión “filosofía constitucional” es también ajena a nuestro siste-
ma judicial. En un artículo reciente escrito con motivo de la designación de
John Roberts como el nuevo Chief Justice de la Corte Suprema de los Estados
Unidos, Ronald Dworkin exigía que, en sus declaraciones ante el Comité Judi-
cial, el nominado hiciera publico si tenía o no “una filosofía constitucional, una
visión de la democracia que le permitiera deshacerse de sus compromisos parti-
distas y de sus preferencias políticas al decidir lo que la Constitución requiere”.
Como un ejemplo de lo que es una “filosofía constitucional” Dworkin hace un
breve comentario respecto de la postura sostenida por Stephen Bryer, otro de
los jueces de la Corte Suprema. De acuerdo con Dworkin, Breyer “argumenta
que la libertad protegida por una adecuada concepción de la democracia, abar-
ca no sólo la libertad de los ciudadanos respecto de interferencias gubernamen-
tales indebidas, sino también una libertad más activa para participar en el auto-
56 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

tribunales tampoco han explicado lo que debemos entender por


necesidades humanas; de hecho, no sabemos si en opinión de la
Corte existe una diferencia entre las necesidades vitales y las ne-
cesidades públicas.55
Me parece que, sin embargo, existen elementos para conside-
rar que históricamente los tribunales han relacionado (tal vez sin
saberlo del todo) a las necesidades humanas con aquellas que
pueden identificarse con el concepto de interés público. Si esto
es así, de cualquier manera sería deseable contar con una expli-
cación acerca de lo que los jueces entienden por “necesidad”.
Esto debido a que muchas de sus resoluciones han sido fundadas
en ese concepto en específico.
¿A qué se refieren los jueces al mencionar una necesidad es-
pecífica en sus argumentos? Me parece que son ellos los respon-
sables de explicar jurídicamente cuales son las diferencias entre
la cantidad de droga que no excede la permitida para satisfacer

gobierno como igual a los otros” y por ello Breyer “se dedica a demostrar que
entender a la Constitución como dirigida a promover esa forma de libertad,
puede guiar las decisiones judiciales en diversas materias, como la libertad de
expresión, el federalismo y la constitucionalidad de la acción afirmativa”. En
mi opinión, a México no le haría daño que cualquier juez o cualquiera que as-
pire a serlo, con independencia de la posición que ocupe o que quiera ocupar
en la judicatura, explicara a la nación su “filosofía constitucional”. Véase
Dworkin Ronald, “Judge Roberts on Trial”, en New York Review of Books, vol.
52, núm. 16, 20 de octubre de 2005.
55 De acuerdo con Luigi Ferrajoli “el fundamento de la legitimación del
Poder Judicial y de su independencia no es otra cosa que el valor de igualdad
en droits: puesto que los derechos fundamentales son de cada uno y de todos,
su garantía exige un juez imparcial e independiente, sustraído a cualquier
vínculo con los poderes de mayoría y condiciones de censurar, en su caso, co-
mo inválidos o como ilícitos, los actos a través de los cuales aquéllos se ejer-
cen”. Véase Ferrajoli, Luigi, “El derecho como sistema de garantías”, en Dere-
chos y garantías, La ley del más débil, Madrid, Trotta, 1999, p. 27. Desde una
perspectiva garantista se le puede exigir a la Corte que defina con mayor clari-
dad cual es la diferencia que en su opinión existe entre las necesidades indivi-
duales y las necesidades colectivas, con el fin de que pueda justificar la vincu-
lación de las decisiones fundadas en necesidades colectivas con “los poderes
de la mayoría”.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 57

“la necesidad inmediata”56 de un drogadicto y las “necesidades


ordinarias”57 de un padre de familia que debe satisfacer el salario
mínimo. En mi opinión, la Corte debe fundar su explicación en
un análisis lingüístico.
Esta distinción es algo que los jueces deben hacer con el fin
de, si el argumento que he venido desarrollando es correcto, do-
tar de un mejor fundamento a sus decisiones futuras. Tal como
he afirmado en este trabajo, los reclamos de necesidad pueden
ser utilizados como razones en respaldo a la formación de un de-
recho. De esta manera, el uso de los reclamos de necesidad por
los tribunales en general y por la Corte en particular, con el fin
de reconocer o denegar derechos, puede tener efectos muy rele-
vantes.
El problema, en mi opinión, es que nuestros tribunales no han
reparado del todo en las diferencias mínimas que existen entre
decir “x es necesario por tal y cual” y decir “y necesita x” en for-
ma categórica. Parece, por ejemplo, que no han reflexionado de-
tenidamente acerca de la diferencia entre decir que “algo es ne-
cesario con el fin de conocer los fundamentos legales de una
controversia agraria”, en un caso, y decir, en otro, que “algo es
necesario para una compañía en quiebra”.58

56 Tesis aislada, 8a. época, tribunales colegiados de circuito, México, Se-


manario Judicial de la Federación, t. VIII, p. 195.
57 El artículo 123, fracción VI de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos establece que el salario mínimo debe satisfacer las necesi-
dades normales de una jefe de familia. Los tribunales federales han tratado este
tema sin definir cuál es ese tipo de necesidades. Por ejemplo, véase Tesis aisla-
da, 8a. época, tribunales colegiados de circuito, México, Semanario Judicial de
la Federación; t. VII, 1991, p. 289.
58 En este sentido, parece que nuestros tribunales siguen la misma tenden-
cia retórica que nuestros políticos y legisladores. La mera enunciación de la pa-
labra “necesidad” tiene una importante carga retórica que parece, en ocasiones,
estar completamente vacía de contenido. Lo grave, más que el uso de términos
vacíos son los resultados de estas prácticas. Como bien nos recuerda Carlos Pe-
reda, es necesario contar con una ética de la argumentación que nos permita li-
mitar cualquier exceso cometido en el afán de alcanzar eficacia retórica. Véase
58 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

Es posible que los jueces en México no hayan estado prepara-


dos para hacer un trabajo de diferenciación de las diversas acep-
ciones de la palabra “necesidad”. Sin embargo, una explicación
en ese sentido sigue siendo fundamental. Por supuesto, es cierto
que, tal como lo he señalado en este trabajo, me parece que una
teoría acerca de la creación de derechos a partir de reclamos de
necesidad humana, no es la única vía para justificar la existencia
de los derechos. Sin embargo, tal como también he señalado, me
parece que la aplicación de la teoría que propongo puede darnos
buenos resultados. Lo que sostengo es que si los jueces tuvieran
un conocimiento más claro acerca de lo que son los reclamos de
necesidad individual, muchas de las decisiones que toman y con
las cuales reconocen o niegan derechos, serían mejores.
De hecho, la confusión retórica acerca del uso de las palabras
“necesidad” y “necesario” dentro del discurso judicial mexicano
es muy extendida y produce una aplicación un tanto confusa de
conceptos como interés público, utilidad pública y necesidad pú-
blica, los cuales son normalmente usados como sinónimos. Por
eso es sorprendente que no se sepa con claridad lo que debe en-
tenderse en cada caso.
Tal como vimos en la primera parte de este trabajo, los recla-
mos de necesidad en los Estados Unidos son fácilmente identifi-
cables en casos en los que el respeto a libertades fundamentales
(como decidir o no abortar), por ejemplo, está en juego.
No obstante, en México, de acuerdo con el criterio de la Corte
acerca de la preeminencia que el interés público tiene sobre el
privado en muchas materias, puede decirse que en realidad no
tiene ningún sentido identificar necesidades vitales con liberta-
des fundamentales. En México parece que el interés público es
siempre lo suficientemente poderoso como para derrotar a las li-
bertades fundamentales.

Pereda, Carlos, “Sobre la retórica”, en Herrera L., María (comp.), Teorías de la


interpretación. Ensayos sobre filosofía, arte y literatura, México, FFyL-
UNAM-Conacyt, 1998, p. 123.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 59

Este es uno de los aspectos centrales de este trabajo. Quizás al


reconocer el poco valor que los intereses vitales tienen en el sis-
tema jurídico mexicano, será posible no sólo hacer una crítica
seria al mismo, sino también, lo que es más importante, elaborar
una propuesta constructiva.
Antes de analizar el interés público, entendido como el único
interés que ha sido reconocido por la Corte en materia de dere-
cho público, me gustaría agregar algo que me parece interesante.
El Poder Judicial de la Federación en México sólo ha definido
en una ocasión lo que debe entenderse por “necesidad indivi-
dual”. El caso se ha presentado en controversias que involucran
a la Ley del Servicio Público. De acuerdo con la interpretación
hecha por la Corte en la siguiente tesis jurisprudencial dirigida a
determinar lo que debe entenderse por servicio público, la dife-
rencia entre una necesidad pública y una necesidad individual es
que mientras aquella es invariable, continua y unitaria, la segun-
da es variable, discontinua y diversa:

VIAS GENERALES DE COMUNICACION, LEY DE SERVICIO PU-


BLICO.
...y estas operaciones están confirmadas por la noción del ser-
vicio público, que consistiendo éste en la actividad que se desa-
rrolla para satisfacer una necesidad colectiva de carácter econó-
mico o cultural, mediante prestaciones que por virtud de norma
especial del poder público, deben ser regulares, continuas y uni-
formes, no hay satisfacción de necesidad individual de una perso-
na física o jurídica, ni en este caso precisa que la actividad sea re-
gular, continua y uniforme, estando sujeta a las necesidades del
individuo que pueden ser irregulares, discontinuas y diversas.59

Por lo menos, la Corte reconoció la posibilidad de que existan


diferentes necesidades entre diferentes seres humanos. Sin em-
bargo, parece que debido a la naturaleza diversa que les confiere,

59 Tesis de jurisprudencia 1093 en materia administrativa, Segunda Sala,


México, apéndice 1995, t. III, parte HO, p. 857.
60 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

la Corte entiende que las necesidades humanas son forzosamente


subjetivas. En el primer capítulo de este trabajo he tratado de
presentar una tesis convincente acerca de por qué las necesida-
des, en especial las vitales, no deben identificarse con los deseos
y preferencias de los individuos. Me parece que con base en ella,
el entendimiento judicial de las necesidades antes expuesto, pue-
de criticarse. Para hacerlo, además, es necesario hacer algunos
comentarios acerca de dos connotaciones que tradicionalmente
se han atribuido al concepto de interés en el derecho mexicano:
el interés público y el interés jurídico.

3. Una reflexión acerca del interés público en México

En mi opinión, es necesario contar con un estudio más com-


pleto acerca de lo que el interés público significa en México, así
como las diferencias y similitudes de ese concepto respecto de
otros como “utilidad pública” e, incluso, “orden público”, mis-
mos que apelan, de una u otra manera, a necesidades que se con-
sideran muy importantes para la colectividad.60 Esto es así por-
que en nuestro país, muchas son las disposiciones legales y los
actos jurídicos que se apoyan en esas expresiones para crear, su-
primir, reconocer o denegar derechos. Debido a los alcances que
he establecido para este trabajo, no es posible hacer un recuento
exhaustivo de la manera en la cual el concepto de interés público
ha sido tratado tradicionalmente por la doctrina mexicana.61 Sin

60 Mike Feintuck ha escrito un importante libro acerca de la reglamenta-


ción del interés público. El argumento de Feintuck es interesante porque inten-
ta conciliar una postura liberal de los derechos individuales con una postura de-
mocrática. Su argumento, en este sentido, va en contra corriente de la opinión
dominante en los países anglosajones, en donde la intervención del Estado en
los derechos privados es vista con desconfianza. Véase Feintuck Mike, The Pu-
blic Interest in Regulation, Nueva York, Oxford University Press, 2004.
61 Un recuento en esa dirección es fundamental. Feintuck nos recuerda que
“la construcción del interés público sobre la base de imperativos democráticos
puede ayudarnos a legitimar la regulación del poder derivado de la propiedad
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 61

embargo, creo que es pertinente hacer algunos comentarios al


respecto, para lo cual algunas ideas que han sido presentadas en
materia procesal pueden ser de utilidad.
En particular, me parece muy útil lo escrito por José Ovalle
Favela, quien nos recuerda la clasificación de los procesos de
acuerdo con los intereses que los rigen:
1. Proceso de interés individual o privado, en el cual predo-
mina el principio dispositivo, con iniciativa de parte y dis-
ponibilidad del objeto del proceso.
2. Proceso de interés social, en el cual rige el principio de
igualdad por compensación, con iniciativa de parte pero
indisponibilidad del objeto del proceso.
3. Proceso de interés público, en el cual impera el principio
publicístico, con intervención normalmente de dos órganos
del Estado con funciones de juez y parte y una relativa in-
disponibilidad del objeto del proceso, que admite modali-
dades y salvedades. 62
De acuerdo con la opinión de José Ovalle, el principio dispo-
sitivo

privada. Esto en la medida en la que la actividad corporativa y otros ejercicios


de derechos a la propiedad privada cortan de tajo la expectativa fundamental-
mente democrática de igualdad ciudadana, por lo que la legitimidad de ejerci-
cio de ese poder se vuelve muy cuestionable y la necesidad de una intervención
regulatoria en la materia se justifica”. Ibidem., p. 17. La regulación del interés
público es fundamental en materias como las telecomunicaciones (en nuestro
caso casos como la relación entre las campañas electorales y los medios masi-
vos de comunicación demuestra su urgencia o como las reformas a la Ley de
Radio y Televisión y la necesidad de desconcentración económica en la radio-
difusión que se discuten en estos días), en materia de transporte o la produc-
ción y tráfico de alimentos, por mencionar sólo algunos. Sin embargo, entre
nosotros todavía no se encuentra la justificación de los límites al los intereses
privados a partir de argumentos fundados en la democracia. En mi opinión, la
veta que puede explorarse en esta dirección es amplísima.
62 Ovalle Favela, José, Teoría general del proceso, México, Oxford Uni-
versity Press, 2001, p. 53.
62 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

ha venido evolucionando para moderar sus excesos individualis-


tas y para transformar el papel del juzgador de mero receptor pa-
sivo de las instancias de las partes en un verdadero director del
proceso… De este modo, el impulso del proceso y la obtención
del material probatorio ya no corresponde de manera exclusiva a
las partes, sino también al juzgador.63

Además, continúa el jurista mexicano, “dentro del derecho


procesal dispositivo se suele ubicar a dos disciplinas procesales
especiales: el derecho procesal civil y el derecho procesal mer-
cantil”.64

Por su parte, el derecho procesal social:


surge como consecuencia de las desigualdades que se dan en-
tre personas que pertenecen a diferentes clases o grupos socia-
les… Para el derecho social no existen las personas en abstracto,
los individuos, sino las personas en sus relaciones sociales con-
cretas: trabajadores y patrones; propietarios privados agrícolas o
agricultores y campesinos…
Las normas procesales destinadas a la aplicación del derecho
social, para ser eficaces, deben estar inspiradas en el mismo prin-
cipio de igualdad por compensación…, para tratar de otorgarles
(a las partes) una verdadera igualdad de oportunidades en el pro-
ceso, atribuyendo la carga de la prueba... a la parte de que esté en
mejores condiciones reales de aportar los medios de prueba...65

Como características del proceso de interés público, Ovalle


Favela propone considerar, entre otras, el hecho de que “se otor-
gan al juzgador mayores facultades para el impulso y la direc-
ción del proceso, así como para fijar el objeto del mismo”.66

63
Ibidem, p. 54.
64
Ibidem, p. 55.
65 Ibidem, p. 61.
66 Ibidem, p. 69. Cabe mencionar que en este libro el maestro Ovalle no pro-
pone alguna definición de interés público.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 63

Tomando en cuenta todo lo anterior, debo recordar que el ob-


jetivo de este apartado es cuestionar el significado que tradicio-
nalmente se ha adscrito a la expresión “interés público” en el de-
recho mexicano. Tal como veremos en el capítulo que sigue al
analizar el famoso caso Lochner resuelto por la Suprema Corte
de los Estados Unidos a principios del siglo XX, es claro que la
relación de trabajo entre un trabajador y un patrón no es igualita-
ria. Sin embargo, derivar de ahí que, por esa razón, el derecho
laboral no considera los intereses de los individuos en abstracto,
sino los intereses colectivos de los individuos que integran una
clase, me parece un error.
Tal como nos explicó Hans Kelsen en su crítica a la división
entre interés privado e interés público:

Desde el momento en que una norma de derecho protege un inte-


rés individual, esa protección constituye un interés colectivo.
Cuando el orden jurídico contiene normas reguladoras del présta-
mo —normas jurídicas “privadas” indudablemente—, pónese de
manifiesto que existe un interés colectivo en la existencia de tales
normas. Y, de modo análogo, en cada norma de derecho adminis-
trativo o penal —derecho “público” uno y otro a no dudarlo—
puede determinarse el hombre al cual se reconoce un interés en
tal norma, la cual se convierte en protectora de ese interés.
...El interés protegido, es decir, el derecho subjetivo, es siem-
pre el interés individual; la protección del interés, es decir, el de-
recho objetivo, es siempre el interés colectivo.
...La antítesis de interés individual e interés colectivo es la
misma contraposición de dos puntos de vista metajurídicos, cada
uno de los cuales puede afirmarse como válido frente a toda nor-
ma de derecho. Por esta razón conviene rechazar tal distinción
como metajurídica… La mayor consideración del interés público
no suele traducirse sino negativamente, en la menor estimación
del interés privado.67

67 Kelsen, Hans, Teoría general del Estado, México, Editora Nacional,


1957, pp. 107 y 108.
64 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

Así, de acuerdo con Kelsen, no existen razones para implantar


en el sistema jurídico una separación entre el interés privado y el
interés público: la protección de los intereses privados es una
cuestión de interés público. Sin embargo, esta lección kelseniana
no parece haber sido bien digerida por nosotros, los abogados
mexicanos. Como veremos en lo que sigue, la idea de que los in-
tereses privados y los intereses colectivos son necesariamente
opuestos, ha derivado en algo previsto por el genio de Kelsen: la
supresión de los intereses individuales a favor de los intereses
públicos.68
La cita de Kelsen nos recuerda lo importante que es poner a
debate las instituciones teóricas con las que se explica un siste-
ma jurídico.69 Esto es importante debido a la forma en la cual los
intereses individuales han sido menospreciados en México al en-
frentarse al concepto de interés público.70 Este menosprecio será

68 Es interesante hacer una aclaración al rechazo de Kelsen a la diferencia


establecida entre interés privado e interés público. Kelsen acierta al considerar
a esa distinción como una distinción de elementos metajurídicos. En este senti-
do y tomando en cuenta su propuesta teórica acerca de la forma en la que debe
estudiarse el sistema jurídico, su rechazo es perfectamente coherente. Sin em-
bargo es posible, a partir de la caracterización de los dos tipos de intereses he-
cha por el jurista austriaco, sostener el rechazo a la misma aun cuando no se
comparta la visión pura del derecho kelseniana. En otras palabras, los argu-
mentos que usa Kelsen para explicar a los intereses privados como protegidos
por el interés público, puede sostenerse aun cuando los mismos existan fuera
del sistema de derecho. Así, parecería que el rechazo al establecimiento de una
separación entre los dos tipos de intereses, misma que tiene un arranque forma-
lista en las ideas de Kelsen, bien puede tener una continuación de tipo moral
que viene a cuento para la noción de “necesidades vitales” que interesa a este
trabajo.
69 No en balde Kelsen agrega lo siguiente: “El punto de vista del interés no
puede ser válido sino dentro de un sistema emancipado de la tradicional divi-
sión del derecho en público y privado”. Ibidem.
70 El beneficio histórico que el interés público ha tenido en México frente
a los intereses individuales puede generar muchas discusiones interesantes,
menciono una. En mi opinión existe una relación directa entre el abuso del in-
terés público como argumento de justificación por parte de los órganos del
Estado y la violación constante del presidente de la República a lo que he lla-
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 65

analizado las siguientes páginas. Ahora bien, me parece que un


estudio similar adquiere una relevancia mayor al identificar cier-
tos intereses con los intereses y necesidades vitales. El razona-
miento, entonces, iría más o menos así: el considerar como anta-
gónicos a los dos tipos de intereses, es decir, a los intereses
públicos y a los intereses individuales, ha perjudicado a éstos úl-
timos, lo cual puede considerarse incluso más grave cuando pue-
den identificarse con intereses vitales.
Tradicionalmente, la simple mención al interés público ha ser-
vido, sin mayor aclaración, para denegar derechos que tienen su
origen en necesidades vitales de los individuos. Sin embargo, la
práctica de campos del derecho inexplorados antes en nuestro
país, han permitido que una nueva realidad se venga imponien-
do, misma que, en mi opinión, empieza a presionar la concep-
ción de intereses contrapuestos respaldada por la tradición.
En efecto, el campo del derecho procesal electoral ha venido a
revolucionar la idea del interés individual, dándole la razón, en
mi opinión, a la acertada visión de Hans Kelsen.
A través del llamado Juicio para la protección de los derechos
políticos-electorales del ciudadano, el Poder Judicial de la Fede-

mado el principio de exhaustividad reglamentaria. En mi lectura del artículo


89, fracción I de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el
presidente de la República está obligado a reglamentar las leyes del Congreso
de la Unión en forma integral. El no hacerlo puede considerarse como una vio-
lación a lo dispuesto por los artículos 14 y 16 de la misma ley fundamental y,
por lo mismo, una afectación a los intereses de los protegidos por la Constitu-
ción. Sin embargo, existen muchos ejemplos en los cuales el presidente ha re-
glamentado las leyes federales en forma insuficiente, sin explicar o dar razones
por las cuales reglamenta partes de una ley y deja de reglamentar otras. Uno
de ellos se presenta en materia de telecomunicaciones en donde, a pesar que de
desde la mitad de los años noventa existe una ley federal, el Ejecutivo Federal
no ha emitido un reglamento integral de la misma y administra esa materia en
base a circulares, reglas y acuerdos fundados en razones poco desarrolladas de
interés público. Para un ejemplo reciente de una disputa judicial derivada de esto,
puede revisarse la demanda de amparo del expediente 1112/2005 en trámite
ante el Juzgado Quinto de Distrito en Materia Administrativa en el Distrito Fe-
deral.
66 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

ración, a través del Tribunal Electoral, ha empezado a proteger


intereses fundamentales de las personas en contra de los intere-
ses de los partidos políticos, los cuales son considerados por el
artículo 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, como “entidades de interés público”.
El artículo 79, párrafo primero de la Ley General del Sistema
de Medios de Impugnación en Materia Electoral, establece que:

Artículo 79. El juicio para la protección de los derechos políti-


co-electorales del ciudadano, sólo procederá cuando el ciudadano
por sí mismo y en forma individual, haga valer las presuntas vio-
laciones a sus derechos de votar y ser votado en las elecciones
populares, de asociarse individual y libremente para tomar parte
en forma pacífica en los asuntos políticos y de afiliarse libre e in-
dividualmente a los partidos políticos.71

Aplicando esta disposición, la Sala Superior del Tribunal Elec-


toral del Poder Judicial de la Federación emitió una resolución
que contiene el siguiente razonamiento acerca de por qué la falta
de transparencia de un partido político, afecta los derechos de los
ciudadanos:

La transparencia y publicidad de los procedimientos electivos es


consustancial a la democracia.
Los partidos políticos no son sujetos directamente obligados
de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información
Pública Gubernamental, en conformidad con lo dispuesto en los
artículos 3o. fracción XIV, y 11 de la Ley Federal de Transparen-
cia y Acceso a la Información Pública Gubernamental.
Ahora bien, es inconcuso que el pleno ejercicio del derecho
fundamental constitucional político-electoral de afiliación, en sus
diversas vertientes, en particular, la libre participación en proce-
dimientos democráticos internos, supone que el titular del dere-
cho tenga acceso a determinada información que tiene el partido

71Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electo-


ral (versión de Internet), UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 67

político, como es la relativa al padrón de miembros, toda vez que


la misma no tiene el carácter de reservada o confidencial sino
que debe ser compartida por el partido político entre sus afiliados
o miembros, pues de otra manera no podrían garantizarse eleccio-
nes internas libres y auténticas, habida cuenta que los afiliados o
miembros no estarían en posibilidad de tomar una decisión sufi-
cientemente informada acerca de quiénes pueden participar en los
procesos internos, lo que iría en detrimento de los fines de los parti-
dos políticos asignados constitucionalmente y de su estatus de
entidades de interés público.72

Me parece que detrás de este razonamiento, como de otros


que pueden encontrarse en la misma sentencia, se empieza a vis-
lumbrar una identificación de los intereses individuales, en este
caso los de un militante de un partido político, con el interés pú-
blico.73
El concepto de interés público ha comenzado a cambiar en be-
neficio del interés individual. No debe extrañarnos que en los
próximos años, veamos cómo una nueva aproximación al tema
desde la arena judicial, se vuelve más y más común. Es en este
marco en el cual inscribo el proceso benigno que, en mi opinión,
la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha comenzado a tran-
72 SUP-JDC-021/2002, Inci dente de ine jecución de sentencia y su acu-
mulado SUP-JDC-028/2004 (versión en Internet), http://www.trife.org.mx,
2005, pp. 252 y 253.
73 Me permito una pequeña digresión. En mi opinión, por vía del juicio pa-
ra la protección de los derechos político-electorales del ciudadano, en México
se empieza a otorgar un poder político a los ciudadanos (y por lo mismo, a sus
necesidades, intereses y derechos), que no tiene precedentes. Con la apertura
democrática que vive el país, existe el temor fundado de caer en una partido-
cracia, un régimen en el cual los partidos ejerzan un monopolio político en per-
juicio del propio juego democrático. Creo que el instrumento judicial al que me
he referido, puede servir como el verdadero contrapeso al poder de los partidos
que también parecen entender, erróneamente, al interés individual y al interés
público como necesariamente opuestos. Así, puede decirse que, por medio de
una innovadora actividad judicial que reconoce intereses individuales como la
razón de ser del interés público, los ciudadanos pueden empezar a reclamar po-
der político de verdad con mayor efectividad.
68 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

sitar. En efecto, creo que la Corte ha iniciado también un proce-


so de cambio acerca de la noción de interés público que, tradi-
cionalmente, ha sostenido. Hace unos cuantos años, el máximo
tribunal del país, emitió una tesis muy relevante:

LIBERTAD DE COMERCIO. ALCANCES DE LO DISPUESTO EN EL


ARTÍCULO 5o. DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL.
De la interpretación que esta Suprema Corte de Justicia de la
Nación ha establecido sobre el artículo 5o. de la Constitución Po-
lítica de los Estados Unidos Mexicanos, se desprende que, por un
lado, la garantía de libre comercio no es absoluta, irrestricta e ili-
mitada, sino que requiere que la actividad que realice el goberna-
do sea lícita, es decir, que esté permitida por la ley; y, por el otro,
que el propio precepto establece que su ejercicio sólo puede limi-
tarse en dos supuestos: por determinación judicial, cuando se le-
sionen los derechos de tercero, o bien, por resolución gubernativa
en los casos específicos que marque la ley, siempre y cuando se
ofendan los derechos de la sociedad. Lo anterior implica que la
garantía en cuestión será exigible en aquellos casos en que la ac-
tividad, aunque lícita, no afecte el interés público, entendido éste
como el imperativo que subyace frente al derecho de los gober-
nados en lo individual que se traduce en la convivencia y bienes-
tar social. En ese sentido, cuando a través de una resolución gu-
bernativa se limite el ejercicio de la citada garantía, se requiere,
necesariamente, que el ordenamiento que la restringe contenga
un principio de razón legítima que sustente el interés de la socie-
dad y que tienda a proteger sus derechos.74

Esta es una novedad en la forma tradicional de tratar el tema


del interés público en México porque exige que, cada vez que el
mismo sea usado por la autoridad administrativa, esté plenamen-
te motivado. Es, en otras palabras, un intento loable por eliminar
la forma arbitraria en que ese concepto jurídico ha sido usado en
nuestro sistema de derecho. Me parece que una consecuencia

74Tesis aislada P. LXXXVIII/2000 en materia constitucional, Pleno, Mé-


xico, Semanario Judicial y su Gaceta, t. XI, junio 2000, p. 28.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 69

que puede derivarse de este criterio, es la de que los intereses in-


dividuales tengan más garantías cuando se enfrenten al interés
público.
Celebro este criterio de la Corte porque lo considero un avan-
ce. Sin embargo, el uso arbitrario de los conceptos que involu-
cran a las necesidades colectivas sigue siendo muy frecuente por
parte de los jueces mexicanos. Por eso, todavía es necesario re-
flexionar acerca de las inconveniencias de tener un sistema jurí-
dico en el que los intereses individuales están condenados a ser
menospreciados cuando se enfrenten a los de la sociedad.75

4. El interés individual como interés jurídico

De acuerdo con la tradición jurídica mexicana, los intereses


individuales sólo podían ser parte de un litigio cuando los mis-
mos se identificaban con el llamado “interés jurídico”. Este ha
sido, por ejemplo, el requerimiento procesal mínimo exigido por
el sistema para poder participar en una controversia judicial de
carácter civil en las cortes federales: “Articulo 1o. Sólo puede ini-
ciar un procedimiento judicial o intervenir en él, quien tenga in-
terés en que la autoridad judicial declare o constituya un derecho
o imponga una condena, y quien tenga el interés contrario”.76

75 Suscribo la preocupación de Miguel Carbonell y Pedro Salazar en el


sentido de que “la confusión de intereses, privados y públicos, legítimos e
ilegítimos, amenaza con romper el presupuesto mismo del Estado liberal/repre-
sentativo, pues desfonda la distinción entre soberanía y propiedad”. Véase Car-
bonell, Miguel y Salazar, Pedro, “La división de poderes: orígenes y perspecti-
vas actuales”, en Documentos de Trabajo, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, núm. 70, junio de 2005, p. 32. Me parece, sin embar-
go, que el fundamento de preocupación debe ser la poca claridad que ha existi-
do en México respecto a la caracterización que cada uno de los intereses ha re-
cibido. El problema en México no es tanto la amenaza de que los intereses
privados parezcan volverse dominantes, sino el no haber sabido bien a bien que
debemos entender por intereses sociales o colectivos.
76 Código Federal de Procedimientos Civiles.
70 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

La Corte ha sostenido que, con el fin de probar el interés jurí-


dico, cualquier persona involucrada en una controversia judicial
debe probar que ha cumplido con todos los requerimientos lega-
les. Por ejemplo, si el gobierno clausura un restaurante debido a
alguna falta administrativa, el interés jurídico del propietario no
es simple y llanamente probado por la existencia de un título de
propiedad sobre el inmueble afectado, ni siquiera con la licencia
comercial que ampara un giro que no es diametralmente opuesto
al que empresario dice dedicarse. En este caso, el dueño del local
debe probar que tiene una licencia que ampare “un restaurante
con cantina de primera y cabaret” y no sólo “un restaurante con
venta de vinos y licores con alimentos”.77
En muchas ocasiones, la Suprema Corte de Justicia de la Na-
ción, aplicando estrictamente la ley, ha negado a algunas partes
la protección de la justicia federal en contra de actos administra-
tivos sólo por no probar el interés jurídico. En México la carga
de la prueba respecto a la existencia del interés jurídico, ha co-
rrespondido, tradicionalmente, al individuo. Así, de no probar
que la presentación judicial de un reclamo está en el interés pro-
pio, básicamente mediante la utilización de los procedimientos
probatorios tradicionales, en mi opinión no tiene sentido acudir a
los tribunales.
Recientemente, en un cambio de actitud notable y al resolver
una contradicción de tesis, la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, abrió la puerta a la existencia de un nuevo tipo de inte-
rés: el interés legítimo. En la tesis jurisprudencial correspondien-
te, se puede leer lo siguiente:

INTERÉS LEGÍTIMO, NOCIÓN DE, PARA LA PROCEDENCIA DEL


JUICIO ANTE EL TRIBUNAL DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRA-
TIVO DEL DISTRITO FEDERAL.
De acuerdo con los artículos 34 y 72, fracción V, de la Ley del
Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal,

77Tesis aislada, Primera Sala, México, Semanario Judicial de la Federa-


ción, 8a. época, t. III, primera parte, enero a junio de 1989, p. 252.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 71

para la procedencia del juicio administrativo basta con que el ac-


to de autoridad impugnado afecte la esfera jurídica del actor, para
que le asista un interés legítimo para demandar la nulidad de ese
acto, resultando intrascendente, para este propósito, que sea, o
no, titular del respectivo derecho subjetivo, pues el interés que
debe justificar el accionante no es el relativo a acreditar su pre-
tensión, sino el que le asiste para iniciar la acción. En efecto, ta-
les preceptos aluden a la procedencia o improcedencia del juicio
administrativo, a los presupuestos de admisibilidad de la acción
ante el Tribunal de lo Contencioso Administrativo; así, lo que se
plantea en dichos preceptos es una cuestión de legitimación para
ejercer la acción, mas no el deber del actor de acreditar el dere-
cho que alegue que le asiste, pues esto último es una cuestión que
atañe al fondo del asunto. De esta forma resulta procedente el jui-
cio que intenten los particulares no sólo contra actos de la autori-
dad administrativa que afecten sus derechos subjetivos (interés
jurídico), sino también y de manera más amplia, frente a viola-
ciones que no lesionen propiamente intereses jurídicos, ya que
basta una lesión objetiva a la esfera jurídica de la persona física o
moral derivada de su peculiar situación que tienen en el orden ju-
rídico, de donde se sigue que los preceptos de la ley analizada, al
requerir un interés legítimo como presupuesto de admisibilidad
de la acción correspondiente, también comprende por mayoría de
razón al referido interés jurídico, al resultar aquél de mayores al-
cances que éste.78

La ejecutoria de la Suprema Corte de la que deriva la tesis


transcrita, utiliza ideas muy atractivas de Arturo Zaldívar Lelo
de Larrea que me parecen importantes. En opinión de este acadé-
mico, en virtud del interés legítimo:

se abre la puerta para la defensa de afectaciones a la esfera jurídi-


ca de los gobernados que no violentan un derecho subjetivo pero

78 Tesis de Jurisprudencia en materia administrativa 2a./J. 142/2002, 9a.


época, Segunda Sala, México, Semanario Judicial de la Federación y su Gace-
ta, t. XVI, diciembre de 2002, p. 242.
72 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

que tampoco se trata de intereses difusos o colectivos, lo que


constituye una ventaja frente a la previsión exclusiva de proce-
dencia en contra de la afectación de intereses difusos. En este
sentido, la legitimación a través del interés legítimo es más am-
plia que la que se lograría con la sola defensa de los intereses di-
fusos y colectivos.79

Recordemos que Hans Kelsen repudiaba el concepto de “dere-


cho jurídicamente protegido”. En su opinión:

Por eso significa, en el fondo, una reducción del derecho subjeti-


vo al objetivo, una eliminación de aquél y un triunfo de éste, el
hecho de que la teoría del interés, frente a la relevancia del inte-
rés individual concreto respecto de la norma jurídica objetiva, de-
clare que el derecho subjetivo no consiste en el interés individual
concreto, protegido por la norma objetiva, sino en el “interés me-
dio” jurídicamente protegido. Como realidad psíquica, no hay
más que intereses individuales. ...es decir, aquí ya no se pregunta
por el derecho subjetivo, por el derecho de ciertos sujetos concre-

79 Lelo de Larrea, Arturo Zaldívar, Hacia una nueva Ley de Amparo, Mé-
xico, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2002, p. 62. La ejecutoria
de la Corte de la cual se deriva la tesis jurisprudencial citada, agrega otras
ideas del académico Zaldívar al señalar que “el propio doctrinario apunta que
los elementos del interés legítimo son (idénticos a los señalados en la ejecuto-
ria del Décimo Tercer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Pri-
mer Circuito): a) No es un mero interés por la legalidad de la actuación de la
autoridad, requiere la existencia de un interés personal, individual o colectivo
que, de prosperar la acción, se traduce en un beneficio jurídico en favor del ac-
cionante; b) está garantizado por el derecho objetivo, pero no da lugar a un de-
recho subjetivo, no hay potestad frente a otro; c) debe haber una afectación a la
esfera jurídica en sentido amplio, ya sea económica, profesional o de otra índole.
Lo contrario es la acción popular, en la cual no se requiere afectación alguna a
la esfera jurídica; d) dos titulares tienen un interés propio distinto del de cual-
quier otro gobernado, consistente en que los poderes públicos actúen de acuer-
do con el ordenamiento, cuando con motivo de la persecución de fines de ca-
rácter general incidan en el ámbito de ese interés propio; e) se trata de un
interés cualificado, actual y real, no potencial e hipotético; en suma, es un inte-
rés jurídicamente relevante; f) la anulación produce efectos positivos o negati-
vos en la esfera jurídica del gobernado. Ibidem, p. 63)”.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 73

tos (pues éstos no poseen “intereses medios” sino intereses indi-


viduales concretos, o carecen de todo interés), sino por el dere-
cho objetivo y su fin.80

En mi opinión, es también de celebrar esta decisión de la Cor-


te, puesto que la misma va en el sentido de abrir aun más el ac-
ceso a la justicia de los individuos. Sin embargo me parece que
el problema sigue existiendo, porque la aceptación del interés le-
gítimo está limitada a su reconocimiento en la ley. Considero
que, los intereses legítimos están muy cerca de lo que he deno-
minado intereses vitales y por eso me preocupa que sigan exis-
tiendo filtros para reconocerlos y para diferenciarlos del interés
jurídico.
El problema se acentúa por le hecho de que, tal como hemos
visto, en muchas ocasiones el individuo no sabe que algo está en
su interés y esto es relevante porque un interés vital puede iden-
tificarse con un derecho. Así, bien puede ser el caso que la Corte
imponga la carga de la prueba respecto a la existencia o no de un
interés jurídico en un individuo que no sólo es absolutamente ig-
norante respecto de sus intereses, sino que además tiene dere-
chos derivados de algunos de ellos.81
En muchas de las decisiones tomadas por la Suprema Corte de
Justicia de la Nación a lo largo de su historia, podemos encontrar
una manera fácil de rechazar los intereses personales de indivi-
duos que han sido incapaces de probar su interés jurídico. Por lo
regular, la Corte ha requerido a los participantes en un juicio de
garantías, que le presenten elementos por escrito para probar su
interés jurídico. Obviamente, son muchas las ocasiones en las

80 Op. cit., nota 67, p. 73. Es necesario resaltar que en la opinión de Kel-
sen, los intereses, entendidos como objetivos, es decir, como realidades concre-
tas, no sólo como creaciones mentales, no existen.
81 De nuevo las ideas de Hans Kelsen son de particular importancia. En el
libro que hemos utlizado, Kelsen también ataca la división entre derecho subje-
tivo y derecho objetivo y escribe: “Se posee un derecho subjetivo aún cuando
no se tenga un interés concreto en él”. Ibidem.
74 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

cuales una persona afectada indirectamente por una controversia


legal, no puede presentar dichos elementos de convicción. Al
respecto, es importante tomar en consideración el criterio juris-
prudencial siguiente:

INTERÉS JURÍDICO EN EL AMPARO. NO TIENE QUE ESTAR PROBA-


DO PLENAMENTE AL PRESENTARSE LA DEMANDA.
Es incorrecto que el juez de distrito deseche una demanda de
amparo cuando no se tenga la plena certeza que los actos recla-
mados no afectan los intereses jurídicos del amparista, pues no es
verdad que al presentarse la demanda de garantías debe estar de-
mostrado en forma plena y directa la afectación en el interés jurí-
dico, pues si hubiese duda al respecto de la existencia de ésta, de-
be admitirse la demanda propuesta, ya que la improcedencia
prevista en la fracción V del artículo 73 de la Ley Reglamentaria
de los Artículos 103 y 107 de la Constitución General de la Re-
pública, puede configurarse con posterioridad a la presentación
de la demanda de amparo, puesto que el quejoso, desde el mo-
mento que la interpone hasta antes de finalizar la audiencia cons-
titucional, está facultado para presentar pruebas con el objeto de
demostrar que el acto combatido afecta sus intereses jurídicos y
si en tal periodo no se encuentra comprobada dicha circunstancia,
debe sobreseerse en el juicio al operar la causal referida.82

Me parece que la tesis antes transcrita va en el sentido de fle-


xibilizar el acceso al juicio de garantías de las personas. Sin
embargo, el problema sigue estando en donde lo dejamos. En Mé-
xico, al menos para efectos del amparo, el tener un interés le-
galmente reconocido es un asunto que se puede resumir así: si se
tienen evidencias que respalden el reclamo que se presenta ante
un tribunal, relativo a la violación de garantías, se puede decir
también que se tiene un interés jurídico o, en otras palabras, un
interés válido.

82 Tesis jurisprudencial VI.2o.C. J/230 en materia civil, 9a. época, tribu-


nales colegiados de circuito, México, Semanario Judicial de la Federación, t. XX,
2004, p. 1221.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 75

De acuerdo con el Poder Judicial, un escrito que contenga una


queja no prueba por sí mismo el interés jurídico. Los tribunales
han reconocido que el comprobar el interés jurídico es uno de
los prerrequisitos establecidos por la ley para participar en el
procedimiento de defensa establecido por medio del juicio de
amparo y, por ello mismo, si la persona interesada no puede pro-
barlo, nada puede protegerla en contra de una violación a sus de-
rechos fundamentales.83
Con absoluta coherencia, la Corte ha sostenido que siempre
que una persona reclama la protección de la justicia federal en
contra de un acto que considera violatorio de sus garantías indi-
viduales, esa persona no es liberada de la obligación de probar
su interés, ni siquiera si la autoridad señalada como responsable
reconoce haber cometido los actos combatidos. Así, la Corte consi-
deró que la protección que otorga la Constitución, no puede ser
esgrimida por cualquiera: sólo aquellos que demuestran legal-
mente su interés pueden luchar por la protección constitucional:

INTERÉS JURÍDICO. NO LO DEMUESTRA LA PRESUNCIÓN DE


CERTEZA DE LOS ACTOS RECLAMADOS.
La omisión de las autoridades responsables de rendir sus in-
formes justificados sólo acarrea la presunción, juris tantum, de
ser ciertos los actos reclamados, de conformidad con lo dis-
puesto por el artículo 149 de la Ley de Amparo, pero ello no sig-
nifica que esa presunción exima al quejoso de la obligación que
tiene de acreditar su interés jurídico para promover el juicio de
garantías.84

83 Vale la pena tener claro el concepto de interés jurídico para efectos del
amparo que estableció la tesis jurisprudencial 852. El que ha recibido un per-
juicio puede presentarse al amparo. Lo que la misma tesis no aclara es que es el
propio afectado el que tiene que probar ese perjuicio. Véase Tesis jurispruden-
cial 852 en materia común, 8a. época, tribunales colegiados de circuito, Méxi-
co, apéndice de 1995, p. 581.
84 Tesis jurisprudencial 2a./J. 3/1993 en materia común, Segunda Sala, Méxi-
co, Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, 8a. época, t. 68, 1993, p. 10.
76 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

Desde mi punto de vista lo más sorprendente de todo es que


incluso un reconocimiento de la autoridad respecto de los actos
reclamados, no prueba en sí mismo el interés jurídico:

INTERÉS JURÍDICO, COMPROBACIÓN DEL.


La carga procesal que señalan los artículos 107, fracción I, de
la Constitución Federal y 4o. de la Ley de Amparo, consistente
en que el promovente del juicio de garantías debe demostrar su
interés jurídico, no puede estimarse liberada por el hecho de que
la autoridad responsable reconozca, en forma genérica y no atri-
butiva, la existencia del acto, en virtud de que una cosa es la exis-
tencia del acto en sí mismo, y otra cosa el perjuicio que éste pue-
de deparar a una persona en concreto.85

A partir de lo anterior, mi crítica acerca de la forma en la cual


los reclamos de necesidad han sido tratados en México, puede
reconocerse con facilidad. En México, todas las personas que
puedan probar que tienen un interés legal pueden participar en
algunas controversias federales. Sin embargo, aquellos que no
pueden probar su interés jurídico, incluso si han sido afectados
por actos violatorios de garantías, no tienen protección alguna.
Lo más sorprendente de todo es que de esta manera existe una
discriminación legal en el acceso a la justicia que ha sido respal-
dada desde un punto de vista judicial. Tal vez por esta razón, los
mexicanos tienen poca confianza en el sistema de impartición de
justicia. Tal vez es por esta razón, que los mexicanos no creen
que el sistema legal funcione para combatir los actos de las auto-
ridades que violan derechos fundamentales.
Una vez que nos hemos familiarizado con el tratamiento que
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en particular, y el Po-
der Judicial de la Federación, en general, han dado a los intere-

85 Tesis aislada en materia común, Segunda Sala, México, Semanario Judi-


cial de la Federación, 8a. época, t. III, primera parte, enero a junio de 1993, p.
279. Parecería que, en nuestro país, la procuración de la defensa de los dere-
chos básicos corre más a cargo del individuo que de las autoridades.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 77

ses individuales, es más inexplicable que en algunos casos la


Corte requiera elementos probatorios menos rígidos a alguna de
las partes en litigio o, incluso, que reconozca intereses de un in-
dividuo en forma automática.
Por ejemplo, si la Corte mantiene que sólo el interés probado
por medio de mecanismos tradicionales es el único que puede re-
conocerse desde un punto de vista legal, no es posible encontrar
razón alguna que respalde la decisión del mismo órgano en el
sentido de permitir la defensa constitucional de los individuos
afectados por la aplicación del Índice Nacional de Precios al
Consumidor como instrumento para determinar cargas fiscales.
En ese caso, la Corte da de antemano una protección constitucio-
nal muy amplia a los individuos, al establecer que, para los casos
futuros, dicho Índice puede considerarse como perjudicial.86
Me parece que una forma razonable de justificar cambios en
nuestra concepción de interés jurídico es, tal como lo he señala-
do previamente, echando mano de un tipo de interferencia judi-
cial de tipo paternalista que vea por la satisfacción de los intere-
ses vitales de los individuos. Esto es así porque, como veremos,
de otra manera una interferencia en la vida de cualquier persona
debe ser rechazada. En el próximo capítulo, exploraré las posibi-
lidades de un paternalismo judicial en una sociedad liberal. Por
lo pronto, y para terminar este capítulo, avanzaré un poco más en
el recuento acerca de cómo se ha desarrollado el tratamiento de
los reclamos de necesidad por parte de los tribunales mexicanos.

5. Las necesidades desde un punto de vista mexicano:


necesidades individuales vs. necesidades sociales

En la sección anterior, analicé algunos casos en los cuales los


tribunales federales han lidiado con los intereses personales. En

86 Tesis aislada P. LIX/92, Pleno, México, Gaceta del Semanario Judicial


de la Federación, 8a. época, núm. 55, julio de 1992, p. 21.
78 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

esta sección, mi análisis se enfocará en cómo el máximo tribunal


del país ha resuelto asuntos que involucran el concepto de nece-
sidades humanas.87
Tal como ha quedado anotado, la Corte ha interpretado el sig-
nificado de la “necesidad individual” con el fin de explicar lo que
debe entenderse como servicio público.88 De acuerdo con la Cor-
te, “servicio público” significa una actividad pública dirigida a sa-
tisfacer una necesidad pública. Por eso, las actividades dirigidas a
satisfacer alguna necesidad individual no deben considerarse co-
mo servicios públicos. La diferencia entre los dos tipos de necesi-
dades desde el punto de vista de la Corte, radica en el hecho de
que las necesidades individuales son variables y diversas.
Cómo hemos visto, en México, además, la referencia a necesi-
dades colectivas está muy arraigada. Cada administración presi-
dencial, por ejemplo, ha justificado en la idea de “necesidades
públicas” la toma de decisiones políticas. La importancia de fun-
dar acciones políticas en necesidades públicas es tan evidente,
que es no es difícil encontrar casos en los cuales este discurso, el
discurso de las necesidades, ha sido utilizado como último recur-
so de legitimidad para alcanzar el mismo objetivo por actores
políticos que parecerían antagónicos.89 En otras palabras, mu-

87 Creo que todavía queda mucho por hacer, pues utilizando algunas ideas
de Habermas, puede afirmarse que nuestros tribunales no han sido demasiado
claros al “ordenar ámbitos jurídicos dispares y homogéneos”. Véase Habermas,
Jürgen, “Paradigmas del derecho”, en Facticidad y validez. Sobre el derecho y
el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso, Madrid,
Trotta, 1998, p. 480.
88 En este sentido, los tribunales mexicanos van en la ruta correcta. El es-
pacio jurídico en el que los intereses públicos se manifiestan con mayor clari-
dad es el de los servicios públicos. Véase Feintuck, op. cit., nota 60, capítulo
siete.
89 Las campañas de los dos últimos presidentes de la República, insinuaron
la “necesidad de bienestar para tu familia” por un lado y la “necesidad de sacar
al PRI de Los Pinos”, por el otro. Ambos ganaron utilizando la misma arma:
apelar a las necesidades de los individuos. El problema es que ninguno de los
dos dejó muy claro por qué sus argumentos encarnaban una necesidad.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 79

chas veces objetivos políticos contrarios han sido alcanzados


apelando a la misma necesidad.90
Por lo regular, dentro del sistema legal mexicano, muchísimas
invocaciones puramente retóricas al concepto de “necesidades
públicas” pueden encontrarse. El trabajo judicial no ha sido una
excepción. Por ejemplo, en el caso del servicio público que ha
sido comentado, la Corte ha considerado que el servicio público
es una actividad que se ha desarrollado con el fin de satisfacer
una necesidad colectiva de naturaleza económica o cultural.
Lo que en mi opinión es al menos discutible es que, sin saber
exactamente qué debe entenderse por una “necesidad cultural”,
no es posible explicar qué debe entenderse por un servicio públi-
co: ¿permite la expresión “necesidad cultural” un significado tan
amplio que englobe lo mismo la construcción de campos de fút-
bol que la construcción de museos de arte conceptual? La Corte
ni siquiera delegó en alguna otra institución dependiente del po-
der federal la responsabilidad de explicar el contenido del con-
cepto. Desde mi punto de vista, esto es delicado.
El argumento más convincente para explicar la forma en la
cual los tribunales han tratado a las necesidades personales, es
que nuestros jueces no han tenido una idea clara de las mismas.
Quizá, los beneficios potenciales que la justificación de los dere-
chos a partir de reclamos de necesidad personal trae consigo, no
ha sido muy clara para jueces y ministros mexicanos. Esto mere-
ce una reflexión sobre todo por la frecuencia con la que los argu-
mentos acerca de las necesidades humanas han sido usados. Tal
vez los jueces han pensado que todos compartimos una defini-
ción común de la palabra “necesidad”. Sin embargo, tal como

90 Desde mi punto de vista, si la identificación sostenida a lo largo de este


trabajo entre necesidades e intereses es válida, existe un vínculo curioso entre
la prioridad que las necesidades colectivas tienen en el discurso político y algu-
nos postulados de Marx quien afirmó que “es sólo en nombre de los intereses
generales que una clase particular puede invocar supremacía general”. Véase,
Bottomore, T.B. y Rubel, Maximilien (eds.), Marx Karl on Selected Writings
in Sociology and Social Philosophy, Londres, Penguin, 1975, p. 187.
80 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

hemos visto, esta sería una concepción más bien simplista de un


término lingüístico complejo.
Al tratarse de necesidades humanas, los casos sencillos son
más bien una excepción. En ocasiones la Corte ha reconocido a
las necesidades personales como una fuente de derecho. El asun-
to importante aquí es que tal reconocimiento se ha generado fun-
damentalmente en casos de derecho social. En otras palabras, la
Corte ha tenido una concepción clara de las necesidades huma-
nas en casos que involucran disputas laborales, educativas, sani-
tarias o agrarias.
Así, por ejemplo, la Corte ha respaldado la justificación esta-
blecida por la Ley Federal del Trabajo con el fin de crear el dere-
cho social a las vacaciones pagadas, incluyendo días inhábiles
dentro del periodo vacacional, que se deriva de la necesidad físi-
ca de descansar que tiene el trabajador.91 Aunque esta aproxima-
ción legal parece diferente a la que he venido sosteniendo en este
trabajo, me parece que la idea que inspira la creación de dere-
chos a partir de las necesidades humanas se encuentra más clara-
mente en las materias de derecho social como las antes mencio-
nadas. La diferencia descansa en el contenido de los reclamos de
necesidad. En realidad, si derechos tales como el derecho a las
vacaciones, a recibir un salario a cambio del trabajo desempeña-
do, a recibir educación o a contar con un sistema de salud han
pasado exitosamente la revisión judicial, es porque los mismos
se han presentado como derechos sociales.
Aquí podemos presentar una conclusión final que me parece
interesante. Al desarrollarla, también intentaré comenzar una in-
troducción para el último capítulo de este trabajo.
En mi opinión, en México existe una aproximación judicial al
tema de la creación de los derechos a partir de las necesidades
humanas. Dicha aproximación intenta justificar derechos a partir
de necesidades y se ha presentado en casos que involucran a una

91
Véase Tesis de jurisprudencia 2a./J. 53/2004, Segunda Sala, México, Se-
manario Judicial de la Federación y su Gaceta, t. XIX, mayo de 2004, p. 569.
UNA CRÍTICA A DECISIONES JUDICIALES 81

rama particular del derecho mexicano. Así, en este país tenemos


un sistema judicial especial para tratar temas relacionados con
educación básica, relaciones laborales, salud pública y asuntos
agrarios.
Este subsistema es un producto de la revolución armada de
1910 y funcionó durante muchos años como un soporte funda-
mental del sistema político mexicano. Así, la gente se acostum-
bró a reconocer, por ejemplo, a la educación básica o a los pro-
cedimientos para resolver disputas laborales o agrarias, como
derechos constitucionales otorgados por el Estado en respuesta a
necesidades colectivas.
La importancia de los asuntos sociales en el sistema jurídico
mexicano, ha sido evidente. Por ejemplo, el Código Civil para el
Distrito Federal, mismo que ha servido de modelo para el resto
de país, establece que cualquier acto privado ejecutado en perjui-
cio del interés público, será nulo de pleno de derecho: “Artículo
8o. Los actos ejecutados contra el tenor de las leyes prohibitivas
o de interés público serán nulos, excepto en los casos en que la
ley ordene lo contrario”.92
La importancia del interés de la colectividad en el sistema de
derecho mexicano, mismo que se refleja en las normas que rigen
las relaciones privadas es también evidente en el artículo 16 del
mismo Código: “Articulo 16. Los habitantes del Distrito Federal
tienen obligación de ejercer sus actividades y de usar y disponer de
sus bienes en forma que no perjudique a la colectividad, bajo las
sanciones establecidas en este código y en las leyes relativas”.
Dentro del régimen de derecho social mexicano, la identifica-
ción entre las necesidades y el interés público ha sido un fenó-
meno recurrente. Es precisamente en esta afirmación en la cual
encuentro una fuerte inspiración para este trabajo. En México,
por lo menos en asuntos relacionados con educación, salud, rela-
ciones laborales y problemas agrarios, muchos derechos han sido

92 Código Civil para el Distrito Federal (versión para Internet), UNAM,


Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005.
82 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

creados y luego reconocidos judicialmente haciendo referencia a


las necesidades humanas colectivas. Sin embargo, creo que en
algunos casos la perspectiva elegida debe de ser criticada con el
fin de ayudar a reencontrar su origen liberal.
Quiero decir que todo reclamo de necesidad debe usarse como
una defensa en contra de las decisiones públicas que se toman en
nombre del bienestar general o del interés público. Desde mi punto
de vista, es preferible entender la existencia de la obligación de
mandar a los hijos a la escuela como la manera de satisfacer un
interés vital personal, más que como la manera de satisfacer una
necesidad social a la educación.
No hay dudas de que el acceso a una educación liberal duran-
te la infancia, garantiza de mejor manera la posibilidad de esco-
ger en la vida adulta uno de entre varios estilos de vida. Prefiero
imaginar un mundo igualitario en el cual el gobierno se dedica a
satisfacer reclamos personales de necesidad, que uno en el cual
el trabajo del gobierno se dedica a satisfacer necesidades comu-
nitarias. Sin embargo, es claro que en México los intereses pri-
vados no han tenido tanta importancia y por lo mismo debe ha-
cerse la siguiente pregunta: ¿cómo puede limitarse el sacrificio
de deseos personales en nombre del interés público nacional?
En el próximo capítulo, mi objetivo será el de defender la in-
tervención paternalista del Estado, con el fin de satisfacer lo que
puede entenderse como las necesidades vitales de una persona.
Estoy convencido de que las medidas paternalistas pueden ayudar a
los individuos para que estos alcancen su realización personal. Sin
embargo, presentaré una propuesta que no está fundada en nece-
sidades colectivas sino en intereses individuales mismos que, en
mi opinión, deben ser protegidos y alentados por el Estado.
CAPÍTULO TERCERO
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL
DEL PATERNALISMO

I. ¿Qué debemos entender por paternalismo? . . . . . 83


II. Lochner vs. Nueva York, U.S. 45, 198 (1905) . . . 90
III. Employment Division vs. Smith, 494 U.S. 872
(1990) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
IV. Los límites a las necesidades vitales . . . . . . . . . 98
CAPÍTULO TERCERO
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL
DEL PATERNALISMO

I. ¿QUÉ DEBEMOS ENTENDER POR PATERNALISMO?

De acuerdo con el postulado presentado por Carlos Nino en Ética


y derechos humanos. Un ensayo de fundamentación, el principio
de la autonomía personal prohíbe intentar interferir en la libertad de
los demás para escoger y alcanzar un determinado ideal de exce-
lencia humana.93 Nino sostuvo que la autonomía personal sólo
puede ser ignorada cuando su ejercicio disminuye la autonomía
personal de otro individuo o bien cuando el individuo afectado
ha consentido en que su autonomía sea restringida.94
El paternalismo, de acuerdo con la ideas de Nino, es un tipo
de actividad gubernamental dirigida a ayudar a todas las perso-
nas a alcanzar sus proyectos personales. De este modo, los méto-
dos paternalistas son en realidad instrumentos sociales dirigidos
a ayudar a las personas a ejercer su autonomía.95

93 La postura de Nino tiene una larga tradición liberal. En una línea cele-
bre, John Stuart Mill ya había señalado la importancia del respeto a la indivi-
dualidad: “la individualidad es lo mismo que el desarrollo y es sólo el cultivo
de la individualidad lo que produce o puede producir seres humanos bien desa-
rrollados”. Mill, John Stuart, op. cit., nota, 8, p. 128.
94 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 13, p. 413.
95 El paternalismo puede entenderse en consonancia con el principio de li-
bertad jurídica, puesto que, de acuerdo con Jürgen Habermas ese principio ga-
rantiza los espacios de acción negativamente delimitados para la persecución
de los propios intereses de cada cual; pero a la vez posibilita una configuración
autónoma de la existencia en el sentido ético de persecución de un proyecto de

83
84 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

El paternalismo toma su nombre de la relación entre los pa-


dres y los hijos. La idea es que, al menos durante algún tiempo,
los seres humanos están sometidos a la guía de los padres. El ob-
jetivo de la guía paterna es la de proteger a los niños, ayudarlos
en su crecimiento. La paternidad es básicamente, desde esta
perspectiva, una labor de entrenamiento.
Sin embargo, este trabajo no es siempre fácil. En muchas oca-
siones, la paternidad se convierte en una tiranía. Las medidas pa-
ternalistas gubernamentales corren el mismo riesgo. Un gobierno
paternalista debe ser lo suficientemente sabio como para suspen-
der, en cualquier momento, la orientación existencial que da a
los ciudadanos. Ahora bien, la idea es que una vez que una per-
sona es capaz de tomar sus propias decisiones, incluso si lo hace
en una manera que resulte dañino para ella, la interferencia
gubernamental en su vida privada y en los procesos que in-
ternamente esa persona sigue para tomar decisiones, debe desa-
parecer.
Aquí, el punto fundamental no es el reconocimiento de la
existencia de una etapa particular en la vida de cada persona, du-
rante la cual nadie es lo suficientemente capaz como para tomar
decisiones responsables. El argumento central del paternalismo
es que el individuo libre debe ser protegido para que no malgaste
su vida sin saber que existe toda una gama de vidas posibles a su
alcance.96 En otras palabras, muy pocas actividades paternalistas

vida racionalmente elegido que sea expresión de la “autonomía”, de la “auto-


rresponsabilidad” y del “libre desarrollo” de la personalidad. Véase Habermas,
Jürgen, op. cit., nota 87, p. 481.
96 Mill no compartía este argumento. El filósofo londinense señaló: “Si los
adultos merecen ser castigados por no tomar las medidas de cuidado adecuadas
para su persona, preferiría más que fuera por su propio bien que por la preten-
sión de evitarles que desgasten sus capacidades o por la de otorgar a la socie-
dad beneficios sobre los cuales la sociedad no pretende tener derechos”. Véase
Mill, John, Stuart, op. cit., nota 8, p. 149. En mi opinión, el argumento general
de Mill respecto a la intervención pública en la vida privada no cuaja del todo.
Esto es así porque en Mill no existe un entendimiento claro acerca de la objeti-
vidad moral.
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL 85

gubernamentales pueden aceptarse.97 La educación básica, por


ejemplo, constituye una política paternalista en sí misma. La va-
cunación obligatoria orientada a prevenir daños a terceros, es
otro ejemplo.
Sea como sea, lo cierto es que los principales ejemplos de una
intervención paternalista en la vida de un individuo, afectan co-
múnmente a los jóvenes. Me he referido al ejemplo de las cam-
pañas de vacunación obligatoria para los niños. Es claro que un
niño sano, al convertirse en adulto, podrá escoger con mayor fa-
cilidad el tipo de vida que tendrá.
Sin embargo, en ocasiones una intervención paternalista pue-
de también usarse para prevenir que algunos adultos tomen deci-
siones perjudiciales y dañinas. En este sentido, cualquier acción
gubernamental dirigida a adultos comunes y corrientes, debe rea-
lizarse en una forma cuidadosa que prevenga que la misma se
convierta en una medida perfeccionista. Siguiendo las ideas de
Nino,98 me parece que la única manera en la cual pueden aplicar-
se medidas paternalistas a un adulto capaz de decidir por sí mis-
mo, es dejando a esa persona un amplio margen de maniobra pa-
ra ejercer su libertad. Un ejemplo de este tipo de medidas lo
constituyen las advertencias sanitarias que se colocan en los em-
paques de las cajetillas de cigarros. Dichas advertencias están
justificadas porque no representan una interferencia severa en
una forma de actuar particular que ha sido elegida por un adulto.
La advertencia general a la que se enfrentan los adultos fumado-
res, representa información acerca de hechos empíricamente ve-
rificables que se relacionan con la conducta elegida por esas per-
sonas. Estos hechos se hacen públicos con la única finalidad de

97 Una característica interesante de las medidas paternalistas gubernamen-


tales es su fuerza. Tal como sucede con el caso de las necesidades vitales,
siempre que una medida paternalista es aceptada como válida, rara vez es eli-
minada.
98 Nino consideró que existen formas en las cuales la intervención paterna-
lista y el principio de autonomía son compatibles siempre y cuando aquel no
disminuya la selección de estilos de vida hecha en libertad.
86 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

recordar a los fumadores que existen otras formas de actuar,


otras alternativas de acción. En este sentido, la información pre-
sentada no representa prohibición o amenaza alguna. Por ello,
este es un típico ejemplo de una medida paternalista dirigida a
adultos ordinarios: simplemente propone nuevos cursos de ac-
ción y la decisión de aceptarlos o no corresponde, siempre, al in-
dividuo.
Es difícil oponerse a la interferencia paternalista que se vis-
lumbra en los casos a los que me referí en la última sección del
capitulo dos. Es innegable que, por ejemplo, el establecimiento
de un máximo de horas laborables es en sí mismo algo que está
en los mejores intereses de cualquier trabajador. El estableci-
miento de ese régimen laboral no representa una interferencia in-
justa en contra de la autonomía personal. Es cierto que la jornada
obligatoria de trabajo representa una intervención en la autono-
mía personal de un empleador. Sin embargo, tal interferencia es-
tará justificada siempre que:
1. Respetar la autonomía de un empleador signifique una dis-
minución en la autonomía del trabajador.
2. La disminución de la autonomía personal del empleador
haya sido consentida por él mismo.
Es cierto que un trabajador puede dar su consentimiento para
trabajar más horas que las establecidas por la ley. Sin embargo,
una aproximación paternalista sugeriría que una interferencia
justificada debe permitirse siempre que un trabajador no pueda
entender lo que está en su interés. Si un trabajador, sin afectar a
terceros, trabaja horas extra aún sabiendo que hacerlo no está en
su interés, tal parecería que nadie podría interferir con su deci-
sión. Sin embargo, una interferencia paternalista puede justifi-
carse porque de otra manera podría configurarse una protección
inequitativa a favor de la autonomía del empleador.
Carlos Nino criticó al paternalismo en lo general. Su argu-
mento central fue que en pocos casos, como la impartición de
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL 87

educación básica o la afiliación sindical obligatoria, ese tipo de


interferencia podía justificarse. Nino creía que el paternalismo
—al igual que el perfeccionismo— está basado en algunas no-
ciones acerca de lo que debe considerarse una buena vida y acer-
ca de las maneras cómo esa vida debe vivirse.99
Nino consideró realmente difícil el establecer límites entre la
protección individual y la interferencia perfeccionista. Sostuvo
que la libertad para perseguir preferencias personales es una ca-
racterística fundamental de la autonomía personal. Le preocupó
la posibilidad de que el principio de autonomía personal, fuera
trasgredido en nombre de la búsqueda de supuestos intereses
verdaderos no reconocidos como tales por un individuo. Para él,
el fundamento de la libertad para elegir y para satisfacer prefe-
rencias personales descansaba en creencias y deseos subjetivos.
No estoy de acuerdo con la concepción de los intereses huma-
nos de Carlos Nino. Me parece que reconocer ciertos intereses
verdaderos, no implica necesariamente una violación al principio
de autonomía personal. De hecho, el reconocer esos intereses
puede ser muy útil para la realización de cualquier persona. En
lo que sigue intentaré explicar esta creencia.
Como hemos visto, la diferencia entre las necesidades y las
creaciones mentales, es puramente lingüística. Asimismo, hemos
visto como esa diferencia puede extenderse con el fin de estable-
cer una distinción entre las diferentes creaciones mentales. De
esta manera, decir que “x está en el interés de y” es diferente a
decir que “y está interesada en x”. Nino pensó que el espectro de
los intereses humanos está limitado a aquellos que pueden deter-
minarse de forma objetiva. A esto es necesario agregar algo: a

99 Nino agrega que “sería conveniente que algunos bienes básicos a los
cuales los individuos tienen un derecho básico —como el caso de la atención
médica— queden fuera del mercado, en nombre de la intensa preferencia que
existe sobre ellos. Esta preferencia es un elemento fundamental en casi cual-
quier plan de vida y, por lo mismo, es casi universal: este es el aspecto más in-
teresante detrás de la idea de necesidades humanas”. Nino, Carlos Santiago,
op. cit., nota 13, p. 51.
88 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

pesar de que, en ocasiones, los intereses humanos no son un pro-


ducto mental, de esto no se sigue que los intereses reconocidos
por uno, no puedan ser objetivos.
A veces, una persona no puede reconocer algo que está en su
interés como importante. Sin embargo, esto no significa que tal
desconocimiento sea una constante que se presenta en cada caso.
El paternalismo ayuda a las personas a reconocer las cosas que
están en su interés. Sostener esto es diferente a sostener que el
paternalismo obliga a las personas a escoger una forma de actuar
en particular.
Estoy de acuerdo con el reconocimiento que hizo Nino acerca
de que algunos intereses importantes deben ser protegidos por la
ley. Sin embargo, si el malentendido entre intereses y deseos
personales se presenta desde el principio, no alcanzo a ver las ra-
zones que pueden respaldar una declaración protectora de los in-
tereses vitales. Sólo los intereses más importantes son realmente
objetivos. Por esta razón constituyen razones muy poderosas pa-
ra crear derechos y para descartar cualquier intención justifica-
dora de los deseos y las preferencias personales.
Más aun, la protección legal de intereses importantes cabe
perfectamente dentro de una sociedad liberal en la cual el princi-
pio de autonomía personal sea respetado. Propongo un ejemplo
que siempre generará controversia: la prohibición legal al consu-
mo de drogas.100
Diferentes argumentos han sido desarrollados con el fin de
respaldar la prohibición de poseer drogas para el consumo perso-
nal. Trataré de presentar un argumento paternalista de acuerdo
con el cual, en ocasiones la prohibición puede dejar de ser res-
paldada.
El consumo personal de drogas es, básicamente, un hábito.
Puede considerarse de hecho, como una forma de vida. Es cierto

100 El consumo de drogas es algo que sigo sin comprender. No lo respaldo


porque no encuentro razones para hacerlo. Sin embargo, me parece que un tex-
to académico es el mejor lugar para reflexionar en público respecto de los te-
mas que involucran nuestras convicciones más sólidas.
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL 89

que entre las personas que consumen drogas en forma habitual,


existen algunos —los casos más graves— que pueden conside-
rarse incapaces para decir lo que más les conviene. Sin embargo,
entre los consumidores de drogas, existen algunos individuos
que, a pesar de tener hábitos difíciles de modificar, son lo sufi-
cientemente capaces como para decidir por ellos mismos. Por lo
regular, la discusión se centra en definir hasta dónde llega el de-
recho de los individuos que conscientemente consumen droga
para hacer lo que quieran con su cuerpo. En mi opinión el debate
así enfocado es estéril.
El tono y la aproximación de un nuevo debate acerca de la
prohibición al consumo de drogas, puede iniciarse trayendo la dis-
cusión al campo del paternalismo. Desde una aproximación pa-
ternalista, lo importante no sería tanto otorgar un derecho a los
consumidores conscientes de droga, como proteger a aquellos in-
capaces de decidir por ellos mismos, con el fin de ofrecerles el
espectro más amplio de alternativas de acción.
Es obvio que el fundamento de una postura como la anterior,
sería restringir el libre acceso a las drogas para aquellos que son
incapaces de decidir por sí mismos acerca del rumbo que debe
seguir su vida. Una restricción así implica, por supuesto, impo-
ner penas tanto a los consumidores como a los negociantes. En
este caso, la aplicación judicial de penas a los involucrados en la
venta y la compra de drogas para niños, adolescentes o incluso
para quienes hayan perdido su capacidad legal, está claramente
justificada.
Una vez que una persona ha tenido tiempo suficiente para pen-
sar acerca de las consecuencias derivadas del consumo de drogas
y para comparar la vida de un adicto a la vida de una persona que
no consume drogas, dicha persona debe ser dejada sola para tomar
las decisiones que considere, desde su propio punto de vista, apro-
piadas para ella. En mi opinión, sólo en un caso así, los méritos de
la prohibición al consumo de drogas podrían discutirse.
Me parece que al establecer este tipo de medidas, tanto los in-
tereses individuales como las necesidades básicas de una persona
90 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

están protegidas. Asimismo, los deseos personales de los afecta-


dos estarían contemplados. Existe un juicio social inevitable
acerca de la conducta de los adictos, pero esto no me parece rele-
vante en los términos de mi discusión. En mi opinión, el esfuer-
zo dirigido a proteger a toda persona de las malas decisiones que
ella misma puede tomar, debe partir del reconocimiento de que el
no tomar malas decisiones no es una obligación que puede impo-
nerse a todos. Por el contrario, debemos pensar que al ampliar el
espectro de alternativas de acción y estilos de vida para cada in-
dividuo, protegemos el interés de todos a que el principio de au-
tonomía personal sea respetado.
En la última parte de este trabajo, exploraré dos decisiones to-
madas por la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos
de América, que pueden ayudarnos a distinguir el paternalismo
benigno de un paternalismo perjudicial. Ambas decisiones son
un ejemplo de la forma en la cual un órgano jurisdiccional puede
interferir en la vida de las personas. Por una parte, basta decir
que la primera resolución ha sido comúnmente criticada como
una decisión injusta. Por el otro, me parece que, con base en un
análisis paternalista, la segunda debe rechazarse.

II. LOCHNER VS. NUEVA YORK, U.S. 45, 198 (1905)

Desde mi punto de vista, este caso es un ejemplo de como las


necesidades de una persona pueden ser completamente ignora-
das. La Corte presentó un argumento que en realidad funciona
como un repelente para la interferencia paternalista gubernamen-
tal en una relación contractual entre particulares.
Lochner fue acusado de violar un estatuto del estado de Nue-
va York, que prohibía a los patrones obligar a los panaderos a
trabajar más de sesenta horas por semana. La Corte estableció su
criterio en los siguientes términos:
El Estatuto interfiere necesariamente con el derecho a la libre
contratación que existe entre el patrón y los trabajadores... El de-
recho general a contratar para realizar los fines de un negocio es
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL 91

parte de la libertad individual protegida por la enmienda XIV de


la Constitución Federal (Allgeyer vs. Lousiana, 165 U.S. 578).
Bajo esa decisión, ningún Estado puede privar a una persona de
la vida, la libertad o la propiedad sin respetar el debido proceso
legal. El derecho a comprar o vender la fuerza laboral es parte de
la libertad protegida por esa enmienda, a menos que existan cir-
cunstancias que excluyan tal derecho.

El conflicto entre paternalismo y la autonomía personal fue


claramente establecido por la Corte. La mayoría consideró que pa-
ra resolver si la enmienda XIV era aplicable o no, era preciso de-
terminar un asunto previo: ¿Es este un ejemplo del ejercicio jus-
to, razonable y apropiado de la fuerza policial del Estado, o es
más bien un ejemplo de la interferencia no razonable, innecesa-
ria y arbitraria en los derechos que garantizan la libertad del in-
dividuo y su capacidad para realizar los contratos laborales que
le parezcan apropiados con otros o que le sean necesarios para
mantenerse a sí mismo y a su familia?
La respuesta de la Corte a esa pregunta fue bastante clara: “no
existe un fundamento razonable para interferir en la libertad de
las personas o en sus derechos a la libre contratación mediante la
determinación de las horas de trabajo para los panaderos”.
De acuerdo con el razonamiento de la Corte, los panaderos
son tan inteligentes y capaces como cualquier otra persona y, por
eso mismo, pueden “saber cuales son sus derechos y exigir el
respeto a los mismos sin la necesidad de que el brazo protector
del Estado interfiera con su independencia para actuar y juzgar
sus actos. Ellos no tienen porque ser considerados como indivi-
duos incapaces tutelados por el Estado”.
La conclusión de la Corte en este caso me parece tan facilona
como el razonamiento que la sustenta. Los jueces de la mayoría,
establecieron el criterio de revisión al escribir lo siguiente:
Nos parece que el objeto y el propósito es el de regular las horas
de trabajo entre el patrón y sus trabajadores (los cuales todos son
personas capaces bajo la ley), en una relación de negocios priva-
92 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

da, la cual no representa peligro alguno para la moral, ni para la


salud de los empleados. Bajo esas circunstancias, la libertad del
patrón y del trabajador para celebrar un contrato laboral y para
establecer los límites del mismo, no debe ser prohibida u obsta-
culizada. Hacerlo representaría una violación a la Constitución
Federal.

La decisión de Lochner puede ser criticada desde distintos


puntos de vista.101 Sin embargo, la crítica puede ser muy podero-
sa si se endereza desde una perspectiva paternalista.
En mi opinión, la principal confusión en la que incurre la Cor-
te en Lochner, se funda en la errónea identificación que hace en-
tre los conceptos de interferencia gubernamental y los intereses
públicos. Tal como hemos visto anteriormente, existen muchos
intereses privados que tienen que ser protegidos por una interfe-
rencia gubernamental directa. Me parece que en este caso nos
enfrentamos a uno de esos intereses.
Al criticar a Lochner desde la perspectiva paternalista, enfren-
tamos un claro problema: ¿cómo puede obtenerse una conclu-
sión igualitaria a partir de premisas no igualitarias? En otras pa-
labras: ¿es verdad que un panadero tiene la misma capacidad
jurídica que cualquier otra persona para decidir lo que quiere ha-
cer con su vida laboral? Estoy de acuerdo en que el panadero, tal
como cualquier otra persona, está protegido por el principio de
autonomía personal. Sin embargo, nadie puede negar que los pa-
naderos no tienen la misma libertad que los patrones al sentarse
a negociar los términos de un contrato laboral.
Me parece claro que las consideraciones hechas a las especifi-
caciones establecidas en cualquier contrato, dependen básica-
mente del punto de vista del que está dispuesto a analizarlas o a

101 Una de las más famosas críticas a la decisión fue elaborada por el juez
Oliver Wendell Holmes en su voto particular. Para consultar el voto particular
y un análisis muy inteligente del mismo desde una perspectiva retórica y jurídi-
ca, véase Posner, Richard, Law and Literature, Cambridge, Harvard University
Press, 2000, pp. 266-272.
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL 93

establecerlas. Así, no es lo mismo estar sentado en la silla del di-


rector general de una empresa que gana 200 mil al año, que estar
sentado nueve horas ensamblando llantas de automóviles en una
armadora cualquiera, ganando una centésima parte de ese salario.
La diferencia es lo suficientemente nítida, como para reconocer
que la posición y el punto de vista de los empleados son comple-
tamente distintos al que tiene el patrón y como para concluir que
cualquier pacto entre ellos no es un pacto hecho entre iguales.
Parece que la Corte no consideró que debido a que cualquier
panadero puede encontrarse en una posición desventajosa al
compararse con el patrón, existe una inclinación de arranque que
orienta a aquel a aceptar un cambio en el horario de trabajo. En
Lochner el contrato no se celebró entre individuos que tenían
exactamente la misma libertad de elección. Es posible pensar
que la posición desventajosa de los panaderos les impuso casi
una obligación para firmar los contratos. Este no fue, como ha
sucedido en otros casos similares, un acto de ejercicio de la li-
bertad a elegir.
En su voto minoritario el juez Holmes consideró que “una
Constitución no está hecha para encarnar una teoría económica
en particular, sea esta una que englobe una posición paternalista
y la relación orgánica entre el ciudadano y el Estado, sea una
inspirada en el Laissez Faire. La Constitución está hecha para
enmarcar los diferentes puntos de vista que tienen las personas,
por lo que el accidente de encontrar ciertas opiniones naturales y
familiares y otras novedosas o incluso chocantes no debe afectar
los juicios acerca de si la legislación que comprende dichas opi-
niones está en conflicto con la Constitución de los Estados Uni-
dos. El voto minoritario no sólo respalda la idea de que el Esta-
tuto neoyorkino fue promulgado con el fin de proteger la salud
de los panaderos. El voto minoritario va más allá, pues considera
a la regulación combatida “la primera entrega de una regulación
general de las horas de trabajo”. Sin embargo, de acuerdo con el
mismo voto, la defensa del estatuto mediante el uso de argumen-
tos igualitarios, es también algo completamente innecesario.
94 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

En mi opinión, una aproximación al caso que parta de la nece-


sidad de proteger al trabajador, debe iniciar precisamente de los
antecedentes igualitarios que el juez Holmes rechazó. Me parece
también que un argumento a favor del paternalismo guberna-
mental, puede nutrirse a partir de premisas igualitarias. El pater-
nalismo gubernamental debe considerarse como un mecanismo
establecido para arreglar diferencias injustas entre las personas.
En contra del reclamo fundamental del juez Holmes, me pare-
ce que la Constitución de los Estados Unidos establece una
igualdad formal que sólo puede concretarse por medio de accio-
nes gubernamentales. No es posible pensar que la ley puede ser
aplicada en forma igualitaria a personas de carne y hueso entre
las que existen disparidades notables.
En México existe el derecho a realizar contratos colectivos en
materia laboral. Este derecho está orientado a otorgar a los tra-
bajadores, que pueden entrar en relaciones contractuales desiguales,
una protección especial. Este tipo de legislación es una especie
de acción afirmativa dirigida a igualar la fuerza de los trabajado-
res con las de los patrones. Cabe señalar que, a pesar de que este
tipo de medidas en muchas ocasiones ha pecado de futilidad, en
otras las condiciones para los trabajadores han sido considera-
blemente mejoradas.
Algunas personas pueden argumentar en contra del reconoci-
miento de derechos especiales a favor de los trabajadores dicien-
do que debe estar en manos de ellos, y de nadie más, decidir si
quieren trabajar más horas y así llevar más dinero a sus casas o
no. Desde un punto de vista moral, es posible responder este tipo
de argumento diciendo que, siempre que se enfrente a urgencia
económica, un trabajador no ejerce del todo su libertad a elegir,
por lo cual su autonomía personal puede considerarse violentada.
En mi opinión, no es posible disentir del hecho de que en una
sociedad liberal, las actividades obligatorias bien pueden no es-
tar en los mejores intereses de una persona. En el caso que he-
mos venido estudiando, los trabajadores están obligados a firmar
el contrato laboral porque les es imposible elegir; en otras pala-
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL 95

bras, a veces las alternativas de los trabajadores están, por decir lo


menos, limitadas. Debe recordarse que el paternalismo busca ayu-
dar a los individuos ofreciéndoles un amplio espectro de alternati-
vas para actuar. En este sentido, el paternalismo no está en contra
de la autonomía personal, sino que busca multiplicar las opciones
personales que un individuo puede escoger.
Para reforzar el argumento anterior, podemos preguntarnos:
¿cuál es la relación que existe entre el salario mínimo diario y
los intereses individuales? Me parece que, de nuevo, este tipo de
medidas legales están dirigidas a igualar a las partes de una rela-
ción contractual que son desiguales entre sí. El argumento cen-
tral detrás de este tipo de “interferencia gubernamental”, es uno
que se hace cargo de una desigualdad inherente a la relación.102
Es verdad que un reclamo básico detrás de la organización de
una sociedad liberal, consiste en que nadie puede ser forzado a
tener las mismas preferencias que otros. Sin embargo, una socie-
dad liberal que se funda en el principio de autonomía personal,
también busca garantizar a cada persona la misma oportunidad
para crear sus preferencias personales.
La idea fundamental es que, para que la igualdad de oportuni-
dades sea una práctica y deje de ser solo un discurso, se requiere
que algunas personas reciban una ayuda especial antes de iniciar
el proceso de formación de preferencias.

III. EMPLOYMENT DIVISION VS. SMITH, 494


U.S. 872 (1990)

En este caso, Smith y Black fueron despedidos por una or-


ganización privada de rehabilitación para drogadictos porque
usaron peyote, un alucinógeno, en una ceremonia celebrada

102 En mi opinión, esto hace más evidente aún el hecho de que las medidas
compensatorias van más allá de lo estrictamente procesal y adquieren sentido
al considerar a las personas como individuos, no como miembros de una clase.
Cfr. capítulo segundo, 3, supra.
96 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

por la Iglesia de los Nativo-Americanos. Las solicitudes que


presentaron para obtener una compensación por desempleo, les
fueron negadas al aplicárseles una ley estatal que descalificaba a
las personas que hubieran perdido el empleo por mala conducta.
La Corte de Óregon sostuvo que el estatuto criminal les era apli-
cable.
De acuerdo con la decisión de la mayoría de la Suprema Cor-
te, escrita en parte por el juez Scalia, ese tribunal “nunca ha sos-
tenido que las creencias religiosas de un individuo lo excusen de
cumplir con las disposiciones válidas de una ley que prohíbe
ciertas conductas libremente reguladas por el Estado”.
La mayoría no quiso aplicar un criterio de revisión de acuerdo
con el cual, las acciones que establecen cargas graves a alguna
práctica religiosa deben justificarse por un sólido interés guber-
namental. El argumento fundamental de Scalia fue que

hacer que la obligación que tiene un individuo para obedecer una


ley semejante (a la ley penal que prohíbe el consumo del peyote)
dependa de las creencias religiosas de ese individuo, con excep-
ción de aquellas ocasiones en las que el interés del Estado sea
muy sólido —permitiéndole así convertirse en una ley en sí mis-
mo—, contradice tanto la tradición constitucional como el senti-
do común.

En razón de que no soy un experto en derecho constitucional


norteamericano, no puedo afirmar si la conducta castigada viola
la Constitución de los Estados Unidos o no. Sin embargo, de lo
que si estoy seguro, es que si alguien tiene un problema de senti-
do común, es el juez Scalia, nadie más.
A lo largo de este trabajo, he argumentado a favor de la rele-
vancia que tienen los intereses y las necesidades vitales en com-
paración con las preferencias y los deseos personales. Sin em-
bargo, también he reconocido que cualquier medida paternalista
establecida por el gobierno, debe estar sujeta a límites claros.
Una vez que este límite es traspasado, el paternalismo es reem-
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL 97

plazado por el perfeccionismo: la concepción de la función del


derecho en general y del derecho constitucional en particular que
defiende el juez Scalia, es completamente perfeccionista.
No entiendo como en el nombre de la ley, se aplique un casti-
go a las preferencias personales que son inofensivas para la
sociedad. Más aun, no entiendo como una conducta que puede con-
siderarse como en “los mejores intereses de una persona”, pueda
ser prohibida por la Corte.
El argumento de la mayoría no demuestra que el consumo de
peyote no sea una necesidad vital para los indígenas norteameri-
canos. Es cierto que, como lo asume el juez Scalia, esta conducta
está enraízada en creencias religiosas muy profundas. Me parece
que por ello, dicha conducta, en este caso en particular, podría
considerarse como un interés vital. En este caso, el enunciado
“comer peyote está en el interés vital de ciertos indígenas nortea-
mericanos” es equivalente a decir “x está en el interés vital de y”.
Los gobiernos centralistas pueden no estar de acuerdo con es-
te tipo de intereses, pero esto no significa que los mismos estén
vacíos. Más aun, si rituales como esos han sido llevados a cabo
de manera inofensiva desde mucho tiempo atrás, no puede verse
una explicación racional que avale el temor de la Corte para que
un individuo se convierta en “una ley para él mismo”.
Cualquier persona que consume peyote por razones rituales,
es una encarnación de lo que, desde el punto de vista de la Corte,
debe considerarse como una excepción a las reglas que no puede
consentirse bajo la Constitución de los Estados Unidos. Los indí-
genas norteamericanos están sometidos a las mismas reglas que
cualquier otra persona en aquellas materias que pueden conside-
rarse como menos fundamentales para ellos o menos importantes
para el interés que orienta ciertas políticas públicas.
Más aun, no hay razón para reprobar el uso de ese alucinóge-
no por considerarlo como una actividad diferente a otras activi-
dades tradicionales que, aunque son aprobadas socialmente, tam-
bién tienen un origen religioso. Por ejemplo, el vino que se bebe
en la liturgia occidental, tiene exactamente el mismo fundamento
98 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

que el uso ceremonial del peyote: es una tradición enraízada en


creencias religiosas que no lacera a nadie.
Existe, sin embargo, otro argumento de peso. Nadie puede ne-
gar que el consumo ritual del peyote constituye una forma de vi-
da. Consumir peyote es para algunas personas una decisión per-
sonal tomada por algunos individuos. Una sociedad liberal no
puede oponerse, sin buenas razones, a la decisión tomada por los
individuos, pues hacerlo implica una postura perfeccionista.
Debe recordarse que la imposición de una idea particular acer-
ca de “lo bueno” o la imposición de un estilo de vida, es algo com-
pletamente ajeno al ideal liberal de autonomía personal.103

IV. LOS LÍMITES A LAS NECESIDADES


VITALES

Existe una división sutil que separa a los deseos personales de


las necesidades vitales personales. Por lo regular, a pesar de que
podemos reconocer cuáles son nuestras necesidades, lo cierto es
que en muchas ocasiones los seres humanos actuamos siguiendo
no lo que está en nuestros intereses sino lo que deseamos o pre-
ferimos.
En primera instancia, parecería que existe una oposición entre
la prohibición a interferir en las preferencias de las personas es-
tablecida por el ideal liberal de autonomía personal y cualquier
medida gubernamental paternalista. La idea de que la libertad
sea coartada en nombre de los intereses públicos ha preocupado

103 De hecho, Smith dio lugar a la promulgación de una ley en 1993, deno-
minada Religious Freedom Restoration Act, por la cual se exigió que la obs-
trucción al ejercicio de la libertad religiosa por razones de interés gubernamen-
tal, debía, al menos, estar claramente fundada en el peso e importancia de
dicho interés. Para una discusión interesante que involucra este caso ver Far-
ber, Daniel (et al.), 1995 Supplement to Cases and Materials on Constitucional
Law. Themes for the Constitution’s Third Century, American Casebook Series,
St. Paul, West Publishing Co., 1995, pp. 150-152.
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL 99

a los pensadores liberales.104 Sin embargo, lo que es cierto, es


que un conflicto como ese puede eludirse si la interferencia gu-
bernamental es acotada. En otras palabras, los reclamos orienta-
dos a la satisfacción de necesidades vitales pueden presentarse
como razones poderosas para crear derechos, pero su uso en esa
dirección no debe obedecer los deseos de alguien que quiere
crear un derecho, mucho menos si el que desea crear el derecho
es responsable de instrumentar políticas públicas.
El hecho de que las razones más convincentes sean derrota-
bles, puede ayudar a entender que aunque las razones más pode-
rosas crean derechos legales de amplia validez, no es posible ha-
blar de que existan derechos invencibles.
Un sistema de derechos que reconozca las necesidades huma-
nas me parece justo, por decir lo menos. En un sistema así, los
derechos se establecen a partir de determinar si son o no razona-
bles. En el establecimiento de derechos fundados en necesidades
no hay otro argumento que valga.
Asimismo, es importante notar que el sistema de derechos
fundado en los reclamos de necesidad, puede ayudarnos a supe-
rar muchos de los problemas que por lo regular afectan al orden
legal. Por ejemplo, siempre que una persona respalda el reclamo
de satisfacción de una necesidad con razones poderosas, esa mis-
ma persona, por esas mismas razones, puede bien poner en duda
ideas muy arraigadas y, al hacerlo, poner incluso en duda la mo-
ralidad dominante en una sociedad.
Siempre que sea posible encontrar razones convincentes para
aceptar que la insatisfacción de la necesidad vital de alguien es
debida a causas sociales o a razones colectivas, los reclamos de
necesidad pueden incluso presentarse desde un punto de vista li-
beral como un arma de justicia social.

104 Mill lo advertía de esta manera: “existen en nuestros días… opiniones


que aseguran un derecho ilimitado a favor del público no sólo para prohibir en
la ley todo lo que el mismo considere mal, sino además, y con el fin de deter-
minar lo que es malo, para prohibir varias cosas que el público considera ino-
centes”. Mill, John Suart, op. cit., nota 8, p. 156.
100 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

Esta me parece una característica sobresaliente de un sistema


de derechos abierto al debate de la razonabilidad. Así, los funda-
mentos que explican el origen y permanencia de cada institución
social, incluso aquellas que parecen más importantes e into-
cables, deben estar bajo permanente escrutinio, siempre bajo re-
visión.
Es posible que a estas alturas todavía haya alguna confusión
acerca de la manera en la cual los derechos, fundados en recla-
mos de necesidad humana, pueden justificarse desde un punto de
vista liberal. Espero que una anotación final respecto a esto, pue-
da ayudar más a la lectura de este trabajo.
Regresemos al ejemplo que nos ofrece la relación entre padres
e hijos. Nadie puede negar que es la obligación de un padre
proveer a sus hijos de todo lo que sea necesario para ayudarlos a
establecer sus preferencias, por una parte, y para ayudarlos a rea-
lizarlas, por la otra. Nadie podría negar que una persona más
preocupada porque sus hijos sigan un determinado estilo de vida
que porque formen sus propias preferencias, es más un general
que un padre.
Con respecto a esto, existe un argumento de Joel Feinberg pa-
ra defender la existencia de los derechos humanos en contra de
la crítica escéptica que me parece pertinente.
En el centro de la idea que inspira a los derechos humanos,
subyace una concepción de la sociedad en la cual los derechos y
los deberes se miden de acuerdo con la capacidad que todo ser
humano tiene para ser eso, un ser humano. Así, la idea es que
cualquier persona puede exigir que sus derechos humanos sean
respetados al menos en ciertos aspectos mínimos. De acuerdo
con Feinberg, los seres humanos comparten una calidad en co-
mún: “el merecimiento humano”.105

105 Feinberg, Joel, op. cit., nota 10, p. 89. Feinberg desarrolla la noción del
merecimiento humano igualitario, elaborada por Gregory Vlastos, de la si-
guiente manera: “la doctrina de la universalidad de los derechos humanos, pre-
supone un concepto de merecimiento humano que es igualitario y universal y
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL 101

Feinberg agrega que la paternidad nos brinda el mejor ejem-


plo posible de la forma en la cual esta cualidad común a las per-
sonas puede reconocerse.106 El argumento va en el sentido de
que cualquier padre siente el mismo amor por todos sus hijos, in-
dependientemente de los méritos de cada uno de ellos. De acuer-
do con Feinberg, es necesario apelar a un sentimiento similar
con el fin de justificar la existencia de los derechos humanos.
Feniberg va más allá y agrega que tanto el respeto como el re-
conocimiento del “merecimiento humano” se parecen a cual-
quier tipo de amor. Siempre que una persona siente amor por
otra, aquella no toma en cuenta los méritos de esta.107
La mejor justificación posible para defender la idea de los de-
rechos humanos en contra del reto escéptico, nos es dada por la
identificación del origen de esos derechos con el amor que un
padre siente por sus hijos. Tal como lo he señalado, por lo regular
un padre siente exactamente el mismo amor por todos sus hijos,
independientemente de las cualidades personales que distingan a
cada uno de ellos. Así, preocuparse por los derechos humanos,
significa considerar a cada vida en particular como digna de ser
vivida, sin importar las diferencias individuales entre cada una
de ellas.
Como Feinberg lo ha notado, el problema radica en justificar
el llamado “merecimiento humano”. Con el fin de realizar la cla-

que debe distinguirse completamente de la idea de los méritos humanos. Esta-


mos acostumbrados a establecer una gradación entre las personas de acuerdo
con los talentos, capacidades, carácter, personalidad y otras características que
nos permitan hacer una evaluación de cada uno, pero con respecto al “mereci-
miento humano” (por definición), todas las personas deben ser consideradas
como teniendo el mismo grado. En realidad, “el merecimiento humano” no es
un concepto que pueda sujetarse a gradación. Es precisamente por esto que
puede distinguirse de cualquier tipo de mérito, incluyendo, por supuesto, el
mérito moral respecto del cual existen claras diferencias entre las personas”.
106 Ibidem.
107 Puede decirse que en la opinión de Feinberg, el amor significa entender
a la persona como individuo, no como un poseedor sacrificable de cualidades
meritocráticas.
102 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

sificación requerida, el filósofo considera que la racionalidad hu-


mana es el mejor instrumento a nuestro alcance para igualar a los
individuos. Cada persona es —al menos en el grado más elemen-
tal— un ser racional. La mínima racionalidad humana le permite
al individuo tener una visión personal de cómo es y de cómo de-
be ser el mundo. Por lo tanto, cualquier ser humano es capaz de
pensar acerca de la vida que le gustaría vivir y de la que no le
gustaría vivir.
Sin embargo, esta clase de justificación no es suficiente. La
razón estriba en que aunque existen algunas personas que han
perdido la capacidad racional, de cualquier manera deben respe-
tarse como seres humanos.
De acuerdo con Feinberg, debemos concluir que la justifica-
ción final acerca de la existencia de los derechos humanos, si es
que existe alguna, no es racional. Tal como el nos lo recuerda,
nos brinda un ejemplo claro. El amor igualitario que un padre
siente por sus hijos, bien puede entenderse como un comporta-
miento que no es racional.
Joel Feinberg propone que su argumento en respaldo de los
derechos humanos, puede también fortalecerse mediante la utili-
zación del argumento de Bernard Williams respecto a la idea de
igualdad. Éste consideró que podemos tener ciertas opiniones mo-
rales acerca de otros a partir de la belleza, simpatía o estilo de vida
que los caractericen. Sin embargo, un criterio tan estrecho como es-
te, puede contrastarse con el “punto de vista humano” que se refiere
a las cosas que explican tanto el concepto acerca de la vida que ca-
da persona tiene, como a las acciones que cada persona debe reali-
zar con el fin de alcanzar sus objetivos vitales.108

108 Williams, Bernard “The Idea of Equality”, en Laslett and Runciman


(ed.) Philosophy, Politics and Society, Nueva York, Barnes and Noble, Inc.;
1962, p. 116: “Por supuesto que existe una distinción entre revisar la vida de
un hombre, sus acciones o su personalidad desde un punto de vista estético o
técnico y hacerlo desde un punto de vista de acuerdo al cual lo que importa es
lo que para el individuo significa vivir esa vida y realizar las acciones perti-
nentes en ese carácter”.
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL 103

Con base en la idea del “punto de vista humano” de Bernard


Williams, Feinberg considera que, siempre que hacemos algún
juicio moral con respecto a una persona, debemos tomar en
cuenta la perspectiva que del mundo tiene ese individuo. Wi-
lliams consideró que debíamos ponernos en los zapatos de cada
agente moral.109
Con el objetivo de reconocer a cada persona como titular del
conjunto de derechos humanos comúnmente reconocidos, es ne-
cesario aceptar a cada persona como un agente moral de antema-
no. Esto significa que cada persona debe ser considerada lo sufi-
cientemente capaz, no sólo para formar opiniones morales, sino
también como potencialmente capaz de ser responsable de sus
propios actos.
Una vez que todos reconozcamos que el resto de las personas
pueden ponerse en el lugar de los otros y así ver el mundo desde
diferentes perspectivas, la consecuencia será la de obtener un
respeto generalizado por el “merecimiento humano”.
Ahora bien, es necesario tener presente que si el “merecimien-
to humano” no puede ser justificado racionalmente, entonces el
mismo no representa una creación racional. Más bien debe
considerarse como una actitud de respeto hacia los demás. De
hecho, no importa que una actitud así no esté respaldada o justi-
ficada por razones finales e invariables. Lo que en realidad im-
porta es concretar en la práctica esa actitud. De esta manera, tan-
to reconocer los derechos humanos de los demás como exigir el
respeto de los mismos, es una especie de asunto procedimental.
De acuerdo con el argumento elaborado con las ideas de Fein-
berg y Williams, respetar a cada persona significa observar el
mundo, entenderlo y juzgar el comportamiento humano desde
puntos de vista individuales. Sin embargo, calificar como subje-

109 Williams agrega: “A cada persona le debemos un esfuerzo de identifica-


ción: nadie debe ser considerado como una superficie sobre la que cierta eti-
queta habrá de adherirse (belleza, prosperidad, éxito, etcétera); por el contrario,
debemos tratar de ver el mundo (incluyendo la etiqueta) desde su punto de vis-
ta”. Ibidem, p. 117.
104 NECESIDADES, INTERESES Y JUECES

tiva esta conclusión no es acertado: la objetividad se funda en


una capacidad común entre los seres humanos.
En el centro de la propuesta de Joel Feinberg, es posible en-
contrar al principio de autonomía personal. Incluso, puede pen-
sarse que el respeto por el “merecimiento” de cada persona,
—independientemente de los méritos de cada quien—, es un ele-
mento conformador que sólo puede desarrollarse en una socie-
dad liberal.
En una sociedad paternalista, es posible encontrar similitudes
entre el amor paterno como justificación para la existencia de de-
rechos humanos y la justificación de la interferencia estatal en la
vida privada de las personas, dirigida a protegerlas de las debili-
dades de sus propias voluntades.110 Sin embargo, es todavía bas-
tante difícil encontrar un tipo de justificación racional respecto a
la interferencia del Estado en las vidas de las personas.
A pesar de que no encuentro un argumento sólido al respecto,
me parece que es más factible explicar la interferencia antes
mencionada como una actitud especial hacia los otros, más que
como una acción específica justificada por principios eternos.
Quizá sea menos dañino interferir en la vida de otra persona
apelando al amor que sentimos por esa persona, que en el nom-
bre de entidades abstractas, eternas e inmutables. En mi opinión,
es más fácil explicar la preocupación que sentimos por otros co-

110 En su crítica a la propuesta moral de Hare que se funda en deseos y no


intereses vitales, Thomas Nagel ha señalado las dificultades que puede enfren-
tar esta analogía en los siguientes términos: “Si alguien cree que debe favore-
cer a sus propios hijos, cree que cualquiera debe hacer lo mismo, y que esto es
verdad para todos los casos similares reales o hipotéticos, incluyendo aquéllos
en que él ocupa una posición diferente. Pero esto no quiere decir que desee que
todos deben actuar de este modo en todos los casos. […]Esta obligación relati-
va en las relaciones de parentesco sostiene que cada persona tiene una razón
para preocuparse por sus hijos, que puede, en casos de conflicto, llevarlo a que-
rer que otros prioricen los intereses de sus hijos tan tenazmente como lo harían
si le dieran a esa razón todo su peso. Y el resultado puede ser que lo que uno
prescribe universalmente no es lo que uno desea que deba hacerse universal-
mente”, Nagel, Thomas, op. cit., nota 3, pp. 202 y 203.
EN BUSCA DE UNA JUSTIFICACIÓN LIBERAL 105

mo una actitud amorosa que como una derivación formal de


obligaciones derivadas de imperativos morales.
Me interesa ser particularmente claro: este trabajo no está di-
rigido a construir un argumento defensivo que respalde acciones
estatales inspiradas por el amor. Estoy conciente de las compleji-
dades que enfrentaría cualquier intento de explicar la actividad
del Estado, como una actividad inspirada por amor. Sin embar-
go, estoy convencido de que un esfuerzo debe llevarse a cabo en
esa dirección.
Prefiero pensar que existen razones detrás de la interferencia
paternalista en perjuicio de la vida individual que sean convin-
centes y sirvan para frenar al escepticismo. Todavía creo en la
posibilidad de explicar las acciones de las personas, así como sus
derechos y sus deberes, en términos humanos. Sin embargo, creo
que explorar este asunto será materia de otro trabajo.
CONCLUSIONES

Este trabajo ha sido dedicado a explicar la creación de derechos


a partir de una especie de reclamos de necesidad humana, enten-
dida como una alternativa justificatoria a favor de la interferen-
cia del Estado liberal en la vida de las personas. Me parece que
las necesidades humanas, pueden presentarse como herramientas
útiles para un esfuerzo conciliatorio dirigido a derrotar la para-
doja característica de las sociedades liberales: los reclamos de
necesidad humana ayudan nuestros intentos por explicar la via-
bilidad del pluralismo en una sociedad que busca organizarse
con base en reglas objetivas.
Al principio de este trabajo, enfaticé la importancia que los
reclamos de necesidad humana tienen dentro de la lucha política
que se verifica día a día en cualquier democracia. Sin embargo,
este tipo de reclamos también han sido usados en forma ruin en
organizaciones sociales totalitarias y antidemocráticas. Hitler y
Stalin tomaron muchas de las decisiones a las que deben su triste
fama a partir de declaraciones fundadas en las necesidades socia-
les. La ambivalencia que caracteriza a estas expresiones lingüís-
ticas, anticipa el poder y el peligro que frecuentemente las acom-
pañan en la arena pública.
He sostenido que el mal uso de los reclamos de necesidad hu-
mana, puede derivarse en la representación de intereses peligro-
sos. En mi opinión, este peligro se ha materializado en algunas
ocasiones. El abuso retórico de los reclamos de necesidad en bo-
ca de los políticos que el país experimentó durante un periodo
muy largo de su historia, se debió a —entre otros factores— un
total desconocimiento por parte de jueces y tribunales respecto
de lo que ese tipo de reclamos en realidad son.

107
108 CONCLUSIONES

Muchas veces se ha sostenido que la transición a la demo-


cracia mexicana exige un cambio inaplazable en el sistema de jus-
ticia. El sistema ha ido cambiando, pero parece que todavía falta
mucho por hacer. Sin un cambio completo que convierta al siste-
ma de impartición de justicia en el que los mexicanos requieren,
es imposible imaginar un mejor país. En mi opinión, un nuevo
enfoque acerca de las decisiones judiciales basadas en reclamos
de necesidad, bien puede contribuir a realizar la transformación
general a la que me refiero.
Creo que debido tanto a nuestra tradición cultural, como a
nuestra historia nacional, a los mexicanos nos seguirá costando
trabajo lidiar con la paradoja liberal durante los próximos años.
Tal vez nuestros tribunales puedan usarse entonces como labora-
torios sociales y así jugar un papel relevante en la tarea de en-
frentar ese desafío. Sin embargo, no es muy clara la forma en la
cual un proyecto así puede llevarse a cabo.
El sistema judicial es básicamente una creación liberal. Los
ideales liberales agrupados en el denominado “Estado de dere-
cho”, son una característica fundamental de la sociedad liberal.
No obstante lo anterior, tal como he tratado de reiterar a lo largo
de este trabajo, una reforma general de algunos ideales liberales
es necesaria. Así, es imposible negar que la grave desigualdad
que existe en el mundo en general y en México en particular, es
tan mala en sí misma como cualquier limitación injustificada al
ejercicio de la libertad. Al principio del nuevo siglo, estamos en
la posibilidad de interpretar la libertad y la igualdad no como
ideales en conflicto, sino como ideales accesorios entre sí.
Como hemos podido constatar, en muchas ocasiones la inter-
ferencia paternalista en perjuicio del ejercicio de la autonomía
personal, está plenamente justificada. Siempre que una persona
es incapaz para entender que es lo que está en sus intereses, di-
cho individuo debe recibir ayuda para ser capaz de crear y satis-
facer sus preferencias personales y sus objetivos individuales.
Así, los reclamos de necesidad pueden ser usados como un tipo
de instrumentos correctivos.
CONCLUSIONES 109

Sin embargo, en este punto debe quedar claro que en muchas


ocasiones, los reclamos de necesidad han sido usados de una ma-
nera completamente opuesta: como una justificación a favor de
la intervención perfeccionista en la vida privada de las personas.
Afortunadamente, tal como las malas justificaciones pueden ser
derrotadas por buenas justificaciones, algunos reclamos de nece-
sidad pueden ser derrotados por otros.
La tesis central de este trabajo es reconocer que los reclamos
de necesidad son, a través del trabajo de los jueces, herramientas
útiles para impartir justicia en una sociedad liberal. Los reclamos
de necesidad que pueden considerarse como justificados en una
sociedad liberal, son aquellos que fortalecen la autonomía perso-
nal. Sin embargo, esos mismos reclamos de necesidad están tam-
bién dirigidos a poner a cada persona en una posición similar de
arranque, con el fin de igualarlas frente al proceso común de for-
mación de las preferencias personales.
En cualquier caso, debe quedar claro que los reclamos de ne-
cesidad están sometidos a límites liberales. Algunos de esos lí-
mites son los establecidos por principios sujetos a discusión.
Esto significa que los reclamos de necesidad, no pueden usarse
en forma tal que algunos individuos sean utilizados como me-
dios para la satisfacción de los objetivos y necesidades de otras
personas. Cada persona, incluso en los casos en los que la inter-
ferencia paternalista está justificada, debe ser tratada como un
fin en sí misma.
Tal como he tratado de explicar a lo largo de este trabajo, no
creo que existan verdades finales y eternas para todas las pre-
guntas o que resuelvan los problemas y dilemas a los cuales nos
enfrentamos. Los jueces deben ubicar el trabajo que realizan en
este contexto. Cualquier principio, cualquier institución, puede
discutirse razonablemente y, por lo mismo, puede cambiar para
ser mejor. Si uno de nuestros problemas es la falta de confianza
de la gente en los tribunales, discutamos cómo cambiar para me-
jorar. Con el fin de que la gente confíe en el sistema judicial,
pongamos a discusión todo, desde la forma en la cual los aboga-
110 CONCLUSIONES

dos y los jueces escriben, hasta la forma en la que entendemos la


relación entre el interés individual y el interés público. Estoy
convencido de que los seres humanos deben aprender a vivir en
un mundo en el cual un conjunto formado por “las mejores razo-
nes”, es lo que debe entenderse por realidad. Los jueces son
responsables de hacer que el reino de “las buenas razones” se
instale en la tierra.
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