Epicteto nació el año 50 cerca de Hierápolis de Frigia, la ciudad de
Cibeles, ruidosa de ritos orgiásticos y llena de vapores sagrados. Murió entre los años 125 y 130. En Roma fue esclavo de Epafrodito, liberto de Nerón, y siguió las lecciones del estoico Musonio Rufo; una vez emancipado, se dedicó a la filosofía, en especial a la moral. Con otros filósofos hubo de dejar Roma por decreto de Diocleciano (94). A partir de su enseñanza oral, su discípulo Flavio Arriano de Nicomedia elaboró las Disertaciones de Epicteto, conjunto de lecciones del maestro, y el Enquiridión (traducido como Manual o Manual de vida), colección de máximas. También su nombre resulta incierto; posiblemente debe de ser un mero adjetivo ("apéndice"). Su señor Epafrodito, a quien algunos juzgan el famoso liberto de Nerón, le desfiguró con fría crueldad. Mientras el instrumento de tortura iba torciéndole la pierna, Epicteto se limitó a decir al verdugo: "¡Mira que la romperás!" Y cuando, finalmente, la pierna llegó a quebrarse, Epicteto añadió sencillamente: "¡Ya te lo dije!" Epicteto citaba algunos rasgos de su antiguo dueño, que no proponía a la imitación de los discípulos; esto fue toda su venganza. El filósofo estoico Musonio Rufo ejerció en Epicteto una impresión indeleble y convirtió al esclavo en un "gran misionero del estoicismo" (Souilhé), entendido precisamente como forma de vida, y en un admirable maestro de los jóvenes. Sin embargo, la tiranía y la filosofía no podían coexistir, y Musonio Rufo se vio desterrado por Nerón; Epicteto, comprendido en la proscripción senatorial general del 94 dirigida contra filósofos, matemáticos y astrólogos, se estableció en Nicópolis, en el Epiro, donde poco tiempo después se hizo tan famoso que atrajo con sus enseñanzas a cuantos viajeros hacían escala allí de paso para la Magna Grecia, incluido el infatigable periegeta que fue el emperador Adriano. Tanto en Nicópolis como en Roma, Epicteto vivió pobre y solo. Simplicio dice que únicamente para cuidar de un huerfanito adoptado tomó consigo a una mujer, hacia el final de su vida. Su palabra era tan vigorosa, espontánea y sincera que ha permanecido viva en las notas redactadas con fidelidad taquigráfica por un amoroso discípulo, Flavio Arriano de Nicomedia. Epicteto fundó su escuela en Nicópolis,5 a la que se dedicó plenamente, pues él, a imitación de Sócrates, uno de sus modelos, no escribió nada. Las enseñanzas de Epicteto tenían su base en las obras de los antiguos estoicos; se sabe que se aplicó a las tres ramas de la filosofía en la tradición de la Stoa, lógica, física y ética. Sin embargo, los textos que se conservan tratan casi exclusivamente de ética. Según ellos, el papel del filósofo y maestro estoico consistiría en vivir y predicar la vida contemplativa, centrada en la noción de eudaimonía Entre lo poco que se conoce de la física de Epicteto está su noción de la naturaleza de la inteligencia, a la que consideraba —de manera materialista— una penetración del cuerpo intangible de dios en la materia. Todos los seres participarían de la naturaleza divina, en cuanto ésta es la que impone las formas esenciales al caos de la materia; Uno de los puntos en los que Epicteto hace más hincapié es en la idea de que el estudio de la filosofía «no es un fin en sí mismo, sino un medio necesario para aprender a vivir conforme a la naturaleza».