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los

machos. Se emplean varias formas de competición para determinar el orden piramidal y no hay
ninguna duda de que la ira empapa dichas competiciones. Todos sabemos cuán competitivas pueden
ser las mujeres entre ellas y no hay duda de que la competición social entre féminas ocasiona mucha
ira. Estos instintos pueden ser llevados a la competición deportiva. Así pues, las corredoras
femeninas no son menos competitivas ni tienen menos probabilidad de beneficiarse de la ira que sus
colegas masculinos.
Otro ejemplo notable de un corredor que se beneficia de la ira en competición es Jim Spivey, uno
de los mejores corredores estadounidenses de la milla en los años 80 y principios de los 90, que
consiguió un récord personal de 3:49,80. La noche previa a la final de las pruebas de selección
olímpica de 1992 en 1500, el entrenador de Spivey, Mike Durkin, le dijo a Spivey que visualizara a
sus principales rivales (Steve Scott, Joe Falcon y Terrence Herrington) entrando en su casa mientras
él corría la última vuelta de la carrera. Al comprender los beneficios de correr enfadado, Durkin
quería que Spivey recreara la ira cuando más podía beneficiarse de ella. Por muy tonta que parezca
esta táctica, funcionó. A falta de 200 m para la meta y en una estrecha rivalidad con sus competidores:
—Literalmente vi cómo la gente entraba en mi casa —dijo Spivey en una entrevista para la página
web Tennessee Running—. Estaba preparado para pelearme a puñetazos.
Se alejó de los demás y ganó la carrera con facilidad.
La primera vez que competí enfadado fue cuando tenía 15 años, a punto de cumplir 16. Mi mejor
amigo y compañero de equipo y mi rival más cercano, Mike y yo bajamos de nuestras distancias
habituales para formar un equipo de relevos de 4 x 800 m con otro par de compañeros. Ninguno de
nosotros había corrido antes en una competición de 800 m ni teníamos idea de la velocidad con que
podíamos correr dicha distancia. Pero los dos sabíamos una cosa: teníamos que ganar a nuestro
mejor amigo.
Estaba muy claro y a la vista que éramos los mejores amigos. Nos retábamos insultándonos,
competíamos para ver quién inventaba la humillación más divertida. Espero haber ganado con la
humillación más divertida porque Mike me pegó una paliza en el relevo. Yo corrí en 2:12. Mike voló
en 2:04. Cuando, sonriendo como un gato Cheshire, me dijo la diferencia después de la carrera, yo
me sentí desolado. Recuerdo que estaba enfurruñado como un bebé grande durante el camino de
vuelta a casa en el sillón trasero del coche de mis padres.
Me aseguré de poder correr de nuevo los 800 m en la primera ocasión que tuvimos unos días
después. Mike me ofreció el placer de la revancha. Pero ya no estaba realmente interesado en ganarle.
Acepté que simplemente ya no estaba en mi liga y le felicité por ello. Simplemente quería acercarme.
Pero por poco que quería, lo deseaba como venganza. Seguía ardiendo con la humillación que había
sufrido en los relevos. Así que corrí furioso y corrí en 2:07. ¡Boom! 5 segundos más rápido en sólo 5
días. Ira.
Desde entonces he competido furioso muchas veces. En ocasiones corro enfadado para
demostrarle su error a la gente que me dice que no puedo conseguir mis objetivos de carrera. Los
escépticos son una clásica fuente de motivación para muchos atletas. Toda la legendaria carrera en
baloncesto de Michael Jordán fue un acto de venganza iracunda contra el entrenador que le apartó del
equipo universitario júnior. Lance Armstrong siempre se desvivía por hacer que la gente dudara de él
porque, como dijo: «La forma más segura de conseguir que haga algo es decirme que no puedo».

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