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1. Introducción
En el texto La cultura del cine, Vicente J. Benet (2004) nos explica cómo para
el análisis de las formas narrativas en un determinado filme, hay una serie de
momentos esenciales en los que podemos centrar nuestra atención, siendo la
construcción del final uno de ellos. “Comprender el final nos señalará la
resolución del conflicto principal y los personajes encargados de conducirlo
hasta su cierre” (Benet, 2004: 283).
El estudio aquí propuesto continúa con el aforismo y lo hace apurando un poco
más: dentro de una de las secuencias finales del filme Gerry (2002) de Gus
Van Sant, tomamos como objeto de nuestro estudio uno de los recursos
formales a partir del cual se crea toda imagen cinematográfica, el plano.
El objetivo de este trabajo es profundizar en el plano como mecanismo formal y
narrativo, pues partimos de la premisa de que el director hace un uso, digamos,
particular del encuadre en una de las secuencias finales a fin de poner en
cuestión el material dramático presentado. Aunque el conflicto principal queda
resuelto, nos preguntamos acerca de las herramientas que construyen la
secuencia donde se produce el desenlace, pues parece que “algo” no se ha
mostrado.
Sin perder de vista la totalidad del texto cinematográfico escogido, la hipótesis
que manejamos es la siguiente: el retrato de un acontecimiento en gran plano
largo desactiva los preceptos culturales que nos sirven de guía en la lectura de
la imagen cinematográfica. Mediante un plano más cercano a los personajes
presentados, la lectura de la imagen recobraría su sentido único.
1 En una entrevista, Gus Van Sant explica el significado de Gerry. “En los personajes de la
película no tienen nombre. Sencillamente, se llaman "Gerry" el uno al otro. Es como si se
dijeran "tío", con la salvedad de que significa más que eso. Mi primer deseo estribaba en que
Matt y Casey pronunciaran tantas palabras como pudieran entre todas las que usan o hayan
usado a lo largo de los años con su grupo de amigos. Tenía distintas explicaciones suyas
acerca de la historia de la palabra "gerry". Aparentemente, habían desfilado muchos "Gerrys"
en sus vidas, algunos buenos, pero estaba aquel –digamos- "dudoso" manager de nombre
Gerry. También ese álbum que encontraron en una tienda de discos que interpretaba otro
Gerry. Sea como sea, todos esos distintos "Gerrys" se convirtieron en un término para la gente
o las cosas dudosas o fastidiosas”. Ver “Entrevista. Gerry, de Gus Van Sant”. En Cómo hacer
cine (CHC) España, abril. Fecha de consulta: 10 de octubre de 2013. Disponible en:
http://www.comohacercine.com/chc_detalle.php?ide=1178
3. Estado de la cuestión
Al profundizar en algunas de las interpretaciones precedentes en relación al
autor que nos ocupa, resulta determinante resaltar la cuestión de la narración
en la que se ha venido denominando como la Trilogía de la muerte –Gerry
(2002), Elephant (2003) y Last Days (2005)–, a la que posteriormente se le
sumó Paranoid Park (2007). Ante el atrevimiento de algunos críticos de calificar
ISBN-13: 978-84-15698-29-6 / D.L.: TF-715-2013 Página 5
Actas on-line: http://www.revistalatinacs.org/13SLCS/2013_actas.html
Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación
Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013
la película Gerry como de antinarrativa, un viejo debate reaparece, sacando a
colación la cuestión de si el cine y en particular esta obra, había/ha
sobrepasado el periodo del relato.
La problemática en torno a la narratividad de este filme nos sirve, por tanto,
para retomar algunos de los conceptos teóricos que ya habían sido abordados
anteriormente por célebres teóricos del cine, y que, directamente, afectan a
nuestro ejercicio analítico. En su texto, Ensayos sobre la significación en el
cine, Christian Metz (1972: 275) argumentaba como un equívoco recurrente de
la definición de cine moderno era pensar que había “superado” la etapa del
relato, “que el cine moderno constituiría un objeto absoluto, una obra que
podría recorrerse en todos los sentidos, que de algún modo se habría vaciado
de toda la narratividad constituida del filme clásico”. Metz (1972: 309) afirma
que más allá de haber superado la etapa del relato, el principal aporte del cine
moderno era haber enriquecido al relato fílmico multiplicando sus posibilidades
interpretativas.
A pesar de que la teoría narrativa se desarrolla en los sesenta, este modelo de
análisis tomará prestados sus preceptos esenciales de un movimiento mucho
anterior. Los formalistas rusos serán los primeros en desarrollar la analogía
entre lenguaje y cine al entender este último como “un sistema particular de
lenguaje figurativo, cuya estilística trataría la sintaxis fílmica, la unión de planos
en frases y oraciones” (Aumont, 2010: 48). El historiador ruso Eikhembaum fue
el primero en mencionar ciertos principios de construcción sintagmática, tales
como el contraste, la comparación o la coincidencia, que guardan parecido en
estado embrionario con lo que más tarde desarrollaría Christian Metz en su
Grande Syntagmatique. Así, cuatro décadas más tarde, en los sesenta, el
semiólogo francés retomará el proyecto que vincula lenguaje con cine a partir
de la siguiente pregunta: ¿de qué modo se construye el cine a sí mismo como
discurso narrativo?
Uno de los conceptos básicos de la teoría de Metz es la noción de narrativa
como una secuencia de eventos que remiten a un “objeto original”,
transformando ese objeto original en objeto narrativo. El semiólogo argumenta
que el cine se convirtió en discurso al organizarse de forma narrativa,
“El mito que dirige la invención del cine viene a ser la realización de
la idea que domina confusamente todas las técnicas de reproducción
de la realidad que vieron la luz en el siglo XIX, desde la fotografía al
fonógrafo. Es el mito del realismo integral, de una recreación del
mundo a su imagen, una imagen sobre la que no pesaría la hipoteca
de la libertad de interpretación del artista ni la irreversibilidad del
tiempo”.
Como nos dice José Manuel López (2005), en Gerry nos encontramos ante una
película que hace del paisaje (los desiertos de Salta en Argentina, el Death
Valley californiano y los Bonneville Salt Flats de Utah) su principal protagonista.
Y esa, según nos cuenta el autor, parece ser su principal razón de ser: cómo
filmar la figura humana en el desierto. El problema aquí propuesto, nos parece,
tiene mucho que ver con esa dicotomía establecida por Marín entre el paisaje y
el relato.
Exprimiendo un poco más la hipótesis de que Gerry sea un único sujeto
dividido, dilatando el plano que nos muestra ese doble personaje hasta
convertirlo en un gran plano largo, podríamos decir que Gerry no es solo un
cuerpo fragmentado, sino que el conjunto de ese doble cuerpo dentro del
desierto formaría una suerte de Gerry amplificado. Como podemos observar en
la película, Gerry no es solo el apelativo por el cual se llaman los dos
personajes el uno al otro, sino que también es la muletilla que asoma en cada
una de las frases con la que se designa todo a su alrededor. Desde esta nueva
óptica, desde este amplificado encuadre general, nos es difícil encontrar
agentes en la acción, identidades firmes; más bien, observamos cuerpos o
fragmentos deambulando por el paisaje, sin rumbo fijo, que aparecen y
desaparecen, y que finalmente son engullidos por el cuerpo
sobredimensionado que forma el desierto.
Así, poniendo en valor las reflexiones acerca del relato vs. paisaje propuestas
por Marin, cuando prevalece la descripción del paisaje (con todo lo que en él
sucede) sobre la narración del relato, desaparecen las herramientas necesarias
para poder leer la imagen en un sentido y no en otro; es decir, de una lectura
unidireccional, se pasa a una lectura multidireccional. Gus Van Sant, sin
renunciar a la representación y sin huir del relato, se enfrenta a los
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acontecimientos con la distancia necesaria para no tener que juzgarlos, más
preocupado por definir la generalidad abstracta del paisaje –que diría Marin–
que las especificaciones concretas del relato –especificaciones realizadas a
través del recurso del plano como método de anclaje del significado–. A través
de este sofisticado ejercicio visual, no podemos y no resulta pertinente localizar
identidades estables y por ende, personajes culpables o inocentes, pues la
imagen, con todo lo que ella contiene, es mostrada en toda su ambigüedad,
siendo el conjunto de toda ella un único Gerry.
4 En una entrevista para la revista francesa Cahiers du cinèma (1963), Roland Barthes explica
el significado de la suspensión del sentido en el arte. Según el semiólogo, el sentido constituye
para el hombre una fatalidad y el arte, entendido como libertad, no debe ser el encargado de
fabricar sentido, sino de suspenderlo, de construir sentidos para no llenarlos del todo. “Lo que
le da fuerza a un significante no es su claridad, sino que sea percibido como significante, y
yoañadiría: sea cual sea el sentido; no son las cosas, es el lugar de las cosas lo que cuenta. La
relación del significante con el significado tiene mucha menos importancia que la organización
de los significantes entre ellos”. Entrevista recogida en BAECQUE, A. (compilador) (2005):
Teoría y crítica del cine. Avatares de una cinefilia. Buenos Aires, Paidós Comunicación, pp 39-
51.
5 “Si el todo no se puede dar, es porque es lo Abierto, y le corresponde cambiar sin cesar o
hacer surgir algo nuevo; en síntesis, durar”. Como manera de alcanzar ese todo inabarcable,
se hace uso del recurso de lo Abierto, de lo indeterminado. En DELEUZE, Gilles (2012): La
imagen-movimiento. Barcelona. Paidós, p. 24. Deleuze cita a Bergson.