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TEMA RELEVANTE
El autor considera que en los supuestos de disposición de bien social sin participación
de uno de los cónyuges, en el que se procede como si se tratase de un bien propio, el
acto adolecería de una causal de nulidad. Dicha causal sería la contravención a la
norma imperativa recogida en el artículo 315 del Código Civil, según la cual, para
disponer de un bien social se requiere la intervención de ambos cónyuges, norma que
no puede ser derogada por estos.
MARCO NORMATIVO
INTRODUCCIÓN
La teoría del negocio jurídico es una creación de la ciencia jurídica alemana de fines
del siglo XIX1. El Capítulo Tercero de la Parte General del Código Civil alemán de
1900 está dedicado a los negocios jurídicos; sin embargo, este Código no contiene una
definición del negocio jurídico, de lo cual la doctrina alemana y luego la italiana se han
ocupado de manera extensa. Entre las principales fuentes inspiradoras del Código Civil
alemán están las obras de Savigny y Windscheid. Savigny utilizaba los términos
negocio jurídico y declaración de voluntad como sinónimos2. Según él, “deben ser
entendidos como declaraciones de voluntad o negocios jurídicos aquellos hechos
jurídicos que no solo son actos libres, sino en los cuales, al mismo tiempo, la voluntad
del agente está inmediatamente dirigida a la constitución o a la extinción de una
relación jurídica”. Para Windscheid, “el negocio jurídico es declaración de voluntad. Se
declara la voluntad de que debe producirse un efecto jurídico y el ordenamiento
jurídico admite que se produzca porque ha sido querido por el autor del negocio
jurídico”3.
Nuestro Código Civil de 1984 en su artículo 140 sigue la doctrina de Savigny sobre la
definición del negocio jurídico, por lo que se puede afirmar que la noción de acto
jurídico encerrada en este artículo corresponde a la noción de negocio jurídico en el
Derecho alemán. Sin embargo, ha preferido utilizar la expresión manifestación de
voluntad –y no declaración de voluntad– para referirse al acto jurídico. Según Leysser
León4, esta precisión terminológica tiene su origen en una doctrina italiana que se
remonta a fines del siglo XIX.
Igualmente, Nicola Coviello señala que, “el negocio jurídico es, antes que nada, una
manifestación de voluntad: decimos manifestación de voluntad y no declaración, para
comprender también los casos en que la expresión de la voluntad no debe darse a
conocer a otra persona (como el reconocimiento de un hijo natural, el testamento), y
aquellos en que la voluntad se manifiesta por un hecho material, más bien que por una
declaración propia y verdadera”6.
Para Luigi Cariota Ferrara, “es muy justa y legítima la definición que pone de relieve,
como esencia del negocio jurídico, la manifestación de voluntad (…) Manifestación, de
por sí, es la exteriorización de la voluntad; sobre la base de ella la voluntad se hace
recognoscible o aprehensible para los demás. La manifestación puede consistir en
cualquier comportamiento (incluso omisivo) o en una declaración”7. Igualmente, señala
que, “cuando la manifestación se realiza de palabra o por escrito, y especialmente si la
voluntad se lleva a conocimiento de otra persona, se prefiere por algunos hablar de
declaración de voluntad más bien que de manifestación”8.
“Los negocios jurídicos son supuestos de hecho conformados por una o más
manifestaciones de voluntad, emitidas por los sujetos con el propósito de alcanzar un
resultado práctico el cual, tutelado por el ordenamiento legal se convierte en un
resultado jurídico que consistirá en crear, modificar, regular o extinguir relaciones
jurídicas” (Cas. N° 3628-2011-Puno, 19/09/2012, El Peruano, 30/04/2013, pp. 40623-
40265).
“Es preciso tener en cuenta que de conformidad a lo previsto por el artículo 140
del Código Civil el acto o negocio jurídico es la manifestación de voluntad destinada a
crear, regular, modificar o extinguir relaciones jurídicas requiriéndose para su validez la
concurrencia de determinados elementos, presupuestos y requisitos como agente
capaz, objeto física o jurídicamente posible, fin lícito y observancia de la forma
prescrita por la ley bajo sanción de nulidad o dicho de otra manera los actos o
negocios jurídicos son supuestos de hecho conformados por una o más
manifestaciones de voluntad emitidas por los sujetos con el propósito de alcanzar un
resultado práctico el cual tutelado por el ordenamiento legal se convierte en un
resultado jurídico, que consistirá en crear, modificar, regular o extinguir relaciones
jurídicas (…)” (Cas. N° 3098-2011-Lima, 30/07/2012, El Peruano, 01/07/2013, p.
41325).
“Sétimo: Al respecto, los actos jurídicos son celebrados libremente por los particulares
para ‘poder autorregular intereses privados a través de la creación, modificación,
regulación o extinción de relaciones jurídicas’. A través de los referidos actos jurídicos
se busca producir válidamente efectos jurídicos, ‘pues si no se llegaran a producir los
efectos jurídicos, buscados por los sujetos como simples efectos prácticos, no tendría
sentido alguno que los sujetos celebraran actos jurídicos’. De ahí que el artículo 140
del Código Civil defina al acto jurídico como la manifestación de voluntad destinada a
crear, modificar, regular o extinguir relaciones jurídicas” (Cas. Nº 2699-2010-Tumbes,
01/09/2011, El Peruano, 01/10/2012, Fuente SPIJ).
Los elementos esenciales eran aquellos exigidos por la ley para que el negocio jurídico
se forme válidamente. Para Betti, estos elementos son aquellos necesarios o
indispensables para constituir un negocio del tipo determinado que se considera, tales
que sin ellos un negocio de aquel tipo no podría existir14. Estos elementos constituyen
la esencia o sustancia del negocio y, por lo tanto, las partes no pueden derogarlos.
Scialoja enseña que “en la compraventa, por ejemplo, son essentalia, o sea, que sin
ellos no existe: el cambio de cosa por dinero, la cosa susceptible de cambio, el dinero
de la contraprestación y el consentimiento”15. A los elementos esenciales se les
consideraba requisitos de validez del negocio jurídico16.
Los elementos naturales, según Coviello, “son las consecuencias que derivan de la
misma naturaleza jurídica de un negocio determinado, de modo que las partes no
tienen necesidad de hacer de ellas objeto especial de declaraciones de voluntad, ya
que las establece la ley; la voluntad de las partes únicamente es necesaria para
excluirlas”17. Cariota Ferrara enseña que “los llamados elementos naturales no
existen; existen solo efectos naturales”18. Para Betti, estas consecuencias naturales
del negocio “son derogables por disposición de parte”19. Ello significa que, si los
contratantes no los excluyen o suprimen del contrato, ellos se derivarán de este por
mandato o disposición de la ley, aunque las partes no hayan pactado nada sobre ellos,
o, como señala Scialoja, “si nada se establece en contrario, se suponen presentes en
todo caso”20. Son elementos naturales el saneamiento por evicción y por vicios
ocultos, que las partes pueden excluir sin destruir el contrato. Scialoja enseña que “si
nada se ha establecido en contrario, el vendedor debe garantizar al comprador: la
posesión pacífica y la ausencia de vicios ocultos; pero, se puede también, mediante
cláusula especial, liberar al vendedor de la obligación de garantía que forma parte de
los naturalia”21.
Los elementos accidentales, según Coviello, “son todos aquellos que no son
necesarios para la existencia de un determinado negocio, ni se entienden
implícitamente contenidos en él, sino que están agregados por la voluntad de las
partes; tales son, por ejemplo, las condiciones, el término, el modo, y todas las
cláusulas especiales que las partes introducen en los negocios jurídicos”22. Estos
elementos son incorporados al negocio jurídico por las partes y no por la ley, y de ellos
se hace depender su eficacia, como ocurre con la condición y el plazo.
“a) La composición interna, orgánica o estructural del negocio jurídico está conformada
por tres partes: a.1.- Los Elementos: son los componentes necesarios para que exista
el acto jurídico, que en principio es una manifestación de voluntad que tiene por fin
originar efectos jurídicos, estos elementos son la manifestación de la voluntad y la
finalidad de la causa, estos deben existir en todo acto jurídico; a.2.- Los Presupuestos:
son ingredientes o factores que deben preexistir al acto, estos son previos a la
manifestación de la voluntad, los cuales son el sujeto o sujetos intervinientes y el
objeto física o jurídicamente posible; y a.3.- Los Requisitos: son exigencias legales
relacionadas a los elementos y presupuestos acotados; estos requisitos condicionan,
determinan y exigen determinadas cualidades de los elementos y presupuestos, para
conformar un acto jurídico válido” (Cas. N° 338-2011-Arequipa, 01/12/2011. El
Peruano, 30/04/2013, pp. 40819-40821).
La teoría del negocio jurídico es propia del Derecho Privado. El ordenamiento jurídico
reconoce a los sujetos el poder de regular o autorregular sus propios intereses, lo cual
es conocido como autonomía de la voluntad. El medio a través del cual se ejercita este
poder es el negocio jurídico, y –fundamentalmente– el contrato. Como señala Luigi
Cariota Ferrara, “el negocio jurídico en cuanto constituye uno de los medios para la
autorregulación de los propios intereses, en cuanto es medio de actuación del dominio
de la voluntad en la esfera jurídica propia del sujeto, es el instrumento más calificado
de la autonomía privada”24. En ese sentido, las normas contenidas en el Libro II del
Código Civil se aplican a los actos o negocios jurídicos celebrados por particulares y
no a los actos administrativos y a los contratos en los que es parte el Estado, los
cuales tienen una regulación propia de naturaleza pública (artículo 76 de la
Constitución Política, Ley de Contrataciones del Estado, Ley del Procedimiento
Administrativo General).
IV. LA REPRESENTACIÓN
1. Concepto y fuentes
Según Messineo, “la declaración de voluntad es –de ordinario– obra del contratante
interesado (se dice en ese caso que la declaración se hace ‘en persona propia’ o ‘en
nombre propio’) y produce efectos en su propio círculo jurídico. En este caso, el sujeto
de la declaración de voluntad y el sujeto del interés por el cual se emite la declaración,
coinciden. Este, sin embargo, no es un dato constante: cuando un sujeto declara la
voluntad, no para sí, sino para otro, es decir, para servir el interés de otro sujeto, los
efectos de la declaración no se producen en el círculo jurídico del declarante; es esta
la hipótesis de la declaración de voluntad emitida (por el contratante) por medio de un
representante”25.
Conforme al artículo 145 del Código Civil, las fuentes de la representación son la
voluntad del representado y la ley. En el primer supuesto estamos ante la
representación voluntaria o negocial; en el segundo, ante la representación legal.
Massimo Bianca señala que “la falta de representación se refiere a la hipótesis del
contrato estipulado por quien no tiene ningún poder representativo o excede los límites
de la procura (falso representante). A falta de poder de representación el contrato no
es eficaz ni respecto del representado ni respecto del representante, como tampoco
del tercero contratante”36.
Cariota Ferrara señala que es preferible hablar de violación en los casos en los que se
sobrepasan los límites del apoderamiento, o sea en los que se obra, excediéndose del
poder, en sentido cualitativo, es decir, del contenido: en otros términos, la violación se
refiere al exceso. Este es cualquier desbordamiento por el representante de los límites
cuantitativos o cualitativos del poder. Equivale, por consiguiente, a la falta de este41.
La intervención del falsus procurator se distingue de los contratos sobre bienes ajenos,
por cuanto el falsus procurator siempre actúa en nombre del verus dominus, en tanto
que en los contratos sobre bienes ajenos, el transferente o constituyente del derecho
interviene por su propio derecho, obligándose a transferir o constituir un derecho que
pertenece a alguien que no es parte en el contrato.
Respecto a la enajenación de bienes sociales efectuada por uno solo de los cónyuges,
algún sector jurisprudencial ha entendido que estamos frente a un acto ineficaz por
existir un exceso en la representación de la sociedad conyugal, por lo que estiman que
el acto podría ser ratificado por el cónyuge no interviniente42. Nosotros estimamos que
hay que distinguir dos supuestos: i) aquel en el cual uno de los cónyuges interviene
por sí mismo y en representación del otro cónyuge, sin contar con poder o teniendo
uno insuficiente; por ejemplo, si el cónyuge le otorgó poder para vender y no para
donar; en este caso sí estaríamos ante un acto ineficaz, pudiendo el cónyuge
representado ratificar el acto jurídico. En este supuesto será necesario comprobar que
del título aparezca que el cónyuge interviniente declare que concurre por su propio
derecho y en nombre del otro cónyuge, es decir, si comparece contemplatio domini; ii)
aquel en el cual uno solo de los cónyuges dispone unilateralmente del bien social,
como si se tratase de un bien propio; en este caso, el acto adolecería de una causal de
nulidad como es la contravención a la norma imperativa recogida en el artículo 315 del
Código Civil, según la cual, para disponer de un bien social se requiere la intervención
de ambos cónyuges, norma que no puede ser derogada por los cónyuges.
La consecuencia prevista por el Código Civil para el negocio jurídico celebrado por el
falsus procurator es su ineficacia. Bianca señala que “la ineficacia del contrato
estipulado por el falso representante no significa que ese contrato sea nulo o anulable.
Simplemente el contrato está desprovisto de un requisito de eficacia que puede ser
integrado posteriormente mediante la ratificación del representado. El contrato
celebrado por el falso representante, adviértase, es un contrato perfecto. En efecto,
dicho contrato contiene todos los elementos constitutivos (acuerdo, objeto, causa,
forma). La ratificación no es integradora del acuerdo ya celebrado entre representante
y tercero, pero lo hace eficaz”43.
La ratificación tiene efecto retroactivo, “en el sentido de que el contrato celebrado por
el falso representante adquiere eficacia desde su origen, cual si se hubiera celebrado
por el representante legitimado. Sin embargo, este efecto retroactivo no puede operar
en perjuicio de terceros, o sea de aquellos que adquirieron con anterioridad a la
ratificación de derechos incompatibles con el acto dispositivo del falso representante.
Así, p. ej., si el falso representante vendió un bien del representado, y este vendió el
mismo bien a un tercero, la adquisición de este último se mantiene firme aun cuando
sobrevenga la ratificación (...)”47.
El negocio ineficaz puede ser resuelto por acuerdo entre el falsus procurator y el
tercero, antes de la ratificación. No es posible que el falsus procurator o el tercero
resuelvan unilateralmente el contrato ineficaz.
La ratificación del acto jurídico celebrado por el falsus procurator es una institución
distinta de la confirmación del acto jurídico. Por la ratificación, el representado torna
eficaz el acto jurídico celebrado en su nombre por quien no contaba con poder para
ello, o si el que tenía era insuficiente, o si teniéndolo lo hubiera transgredido. En
cambio, por la confirmación, el sujeto perjudicado con la celebración de un acto
anulable, decide dotarle de una eficacia permanente. Igualmente, los plazos de
prescripción de la acción de ineficacia por los supuestos previstos en el artículo 161
del Código Civil y de la acción de anulabilidad son diferentes48. Sin embargo, en
ocasiones la jurisprudencia ha estimado que el acto celebrado por el falsus procurator
es un acto anulable49 que puede ser confirmado, cuando en realidad se trata de un
acto ineficaz que puede ser ratificado. No ha faltado también alguna jurisprudencia que
ha entendido que el acto celebrado por el falsus procurator es nulo50.
Con relación al acto jurídico consigo mismo, el artículo 166 del Código Civil prescribe
lo siguiente: “Es anulable el acto jurídico que el representante concluya consigo
mismo, en nombre propio o como representante de otro, a menos que la ley lo permita,
que el representado lo hubiese autorizado específicamente, o que el contenido del acto
jurídico hubiera sido determinado de modo que excluya la posibilidad de un conflicto de
intereses. El ejercicio de la acción le corresponde al representado”.
Para Messineo, “del principio según el cual, para la existencia del contrato se
necesitan dos declaraciones de voluntad, procedentes de dos partes diversas,
constituye excepción la figura del llamado autocontrato (corrientemente, y más
exactamente, denominado contrato consigo mismo), en el que la actividad y la
declaración de una sola parte, en dos distintas calidades (por ej. representante que
declara –por un lado– en nombre propio y –por el otro– en nombre del representado),
basta –en los casos en que está admitido– para realizar el contrato”53.
Para Aníbal Torres Vásquez, “acto jurídico consigo mismo es el celebrado por una
persona por sí sola, actuando, a la vez, como parte interesada y como representante
de la otra (representación simple), o como representante de ambas partes
(representación doble)”55. “El contrato consigo mismo o autocontrato es el celebrado
por el representante actuando como tal y, a la vez, por derecho propio como
contraparte de su representado (por ej., el representante encargado de vender un bien
lo compra para sí mismo) o como representante de una y otra parte contratante (por
ejemplo, el representante que teniendo poder de A para vender una casa y de B para
comprarle una, vende la casa de A a B)”56.
En el acto jurídico consigo mismo interviene un solo sujeto representando dos o más
esferas jurídicas; el mismo sujeto declara dos o más voluntades (vender y comprar,
donar y aceptar) que al encontrarse forman el acto bilateral o plurilateral. El acto
jurídico consigo mismo está prohibido, salvo los supuestos excepcionales previstos en
el artículo 166 del Código Civil. Fuera de estos supuestos, la sanción prevista por la ley
para el acto jurídico consigo mismo es la anulabilidad, por lo que es posible que el
representado confirme el acto jurídico así celebrado. La razón de ser de la invalidez del
acto jurídico consigo mismo radica en la protección que dispensa la ley a los intereses
del representado en caso de que colisionen con los intereses del representante o con
los de otro representado de este, pues el representante podría privilegiar sus propios
intereses en detrimento de los de su representado, o privilegiar los intereses de uno de
sus representados en perjuicio de los de su otro representado. Como señala Lohmann
Luca de Tena, “lo que en el fondo quiere el artículo 166 es que en uso de la
representación, y de cara al deber de lealtad, el representante no abuse de sus
facultades para torcer o desviar los intereses de su representado. Esa es visiblemente
la razón de ser de esta norma”57.
Los negocios jurídicos están destinados a producir efectos jurídicos que son queridos
por los sujetos que los otorgan o celebran. Estos efectos jurídicos pueden consistir en
crear, modificar, regular o extinguir una relación jurídica. Cada acto jurídico tiene un
efecto jurídico que le es propio; así, por ejemplo, la compraventa, la donación y la
permuta producen el efecto último de transmitir la propiedad de un bien; el
reconocimiento de un hijo produce el efecto de crear la relación paterno filial entre el
declarante y el hijo reconocido; el matrimonio produce el efecto de crear el vínculo
conyugal entre los contrayentes. Lizardo Taboaba señala que “los negocios jurídicos
son fuente de efectos jurídicos y son celebrados a fin de que sean productores de los
mismos”58. Eduardo Zannoni señala que “todo acto jurídico posee, desde la
perspectiva del deber ser, la finalidad –causa final– de producir ciertos y determinados
efectos y en ello residirá, precisamente, su eficacia. Es decir que por eficacia del acto
jurídico debemos entender la aptitud que se predica de él para alcanzar sus efectos
propios”59.
Cuando el acto jurídico produce los efectos que está llamado a producir, estamos ante
un acto jurídico eficaz. En cambio, cuando el acto jurídico celebrado no produce dichos
efectos o deja de producirlos, estamos ante un acto jurídico ineficaz. La ineficacia se
entiende como la no producción de efectos jurídicos.
Para que el acto jurídico sea eficaz se requiere que hayan concurrido en su formación
o en su génesis todos los componentes de su estructura (presupuestos, elementos,
requisitos). La producción de efectos presupone entonces que el acto jurídico haya
sido correctamente formado o concebido. Cuando el acto jurídico ha sido
correctamente formado estamos ante un acto con eficacia estructural o, simplemente,
ante un acto jurídico válido. Asimismo, cuando estamos ante un acto jurídico que,
además de válido, produce también sus efectos, estamos ante un acto jurídico con
eficacia funcional, porque produce la función jurídica asignada por la ley. Lo ideal es
que dicho acto sea eficaz estructural y funcionalmente, es decir, que no solo sea apto
para producir el efecto jurídico, sino también que lo produzca con efectividad.
Un acto válido o con eficacia estructural es aquel en cuya formación están presentes
todos sus componentes (presupuestos, elementos y requisitos). Por el contrario, un
acto incorrectamente formado, en cuya estructura están ausentes alguno de sus
componentes (presupuestos, elementos o requisitos) o todos ellos, es un acto que
adolece de eficacia estructural, por lo que estamos frente a un acto jurídico con
ineficacia estructural o, simplemente, inválido. El acto jurídico inválido no produce
efectos jurídicos; es un acto jurídicamente estéril; este no llega a producir los efectos
que estaba llamado a producir. En consecuencia, el acto jurídico ineficaz
estructuralmente también es un acto jurídico ineficaz funcionalmente. Sin embargo, un
acto jurídico válido puede ser ineficaz o devenir luego en ineficaz. “En efecto, no todo
acto válido es eficaz. Hay actos válidos, pero ineficaces”60. En estos casos estaremos
ante un acto jurídico válido o con eficacia estructural, pero funcionalmente ineficaz. Así,
por ejemplo, un acto jurídico sujeto a condición o plazo suspensivos; el testamento que
producirá efectos a la muerte del testador –acto jurídico mortis causa–; la compraventa
de un bien futuro cuya eficacia dependerá de que el bien llegue a existir; la atribución
de un derecho patrimonial a un concebido que estará condicionada a que este nazca
vivo. Igualmente, puede ocurrir que el acto válido devenga en ineficaz en forma
permanente o por siempre, por ejemplo, si la condición suspensiva no se verifica, si el
concebido nace muerto o si el bien futuro no llega a existir.
“Tercero.- Que, en materia de la teoría general del acto jurídico debe distinguirse la
ineficacia en sentido lato de las causas que la motivan; de tal manera que la primera
de ellas es entendida como las diversas hipótesis en las cuales el negocio no produce
efectos jurídicos (Renato Scognamiglio: Contribución a la Teoría del Negocio Jurídico,
Editora Jurídica Grijley, Primera Edición, Noviembre - mil novecientos noventa y cuatro,
página cuatrocientos veintiuno). En ese sentido, la ineficacia es la carencia de efectos
normales con motivo de la celebración de un acto jurídico, esto es, cuando el negocio
jurídico no produce efectos jurídicos, lo cual puede obedecer a diversas causas, como
el caso en que el negocio jurídico sea inválido, que se encuentre sujeto a una
condición suspensiva, que sea resuelto u otra causa que no le permita producir efectos
jurídicos o que impidan o extingan los mismos. Cuarto.- que, la invalidez del acto
jurídico conlleva a la ineficacia del mismo por razones estructurales que obedecen al
contenido mismo del negocio, ya sea por la falta de un requisito de validez del acto
jurídico a que se refiere el artículo 140 del Código Civil o por la contravención de una
norma imperativa, o por la existencia de un vicio de la voluntad u otra circunstancia
que vicia el negocio, según lo prescribe el artículo 219 del Código Civil, y en el
segundo caso con la anulabilidad del mismo, conforme al artículo 221 del citado
Código, situación que requiere ser declarada judicialmente, como lo prevé el artículo
222 del referido Código” (Cas. N° 3777-2006-Lambayeque, 05/12/2006)63.
“Octavo: En ese sentido, cuando el acto jurídico nunca produjo efectos jurídicos o
habiéndolos producido inicialmente, estos desaparecen por un evento posterior a la
celebración de los mismos, nos encontramos ante supuestos de ineficacia negocial, los
cuales son de dos tipos: i) la ineficacia originaria, o también denominada estructural,
que está referida a aquellos supuestos en los cuales el negocio o no produce nunca
efectos jurídicos por haber nacido muerto (nulidad) o deja de producirlos
retroactivamente por haber nacido viciado (anulabilidad), y; ii) la ineficacia funcional,
que está referida a todos aquellos casos en los cuales un negocio jurídico que venía
produciendo normalmente efectos jurídicos, deja de producirlos posteriormente por la
aparición de una causal sobreviniente a la celebración del negocio jurídico” (Cas. Nº
2699-2010-Tumbes, 01/09/2011, El Peruano, 01/10/2012, Fuente SPIJ).
4. Clases de ineficacia estructural o invalidez: nulidad y anulabilidad
El acto nulo es aquel que está afectado en sus elementos estructurales (presupuestos,
elementos, requisitos), o que contraviene las normas imperativas, las normas de orden
público o las buenas costumbres. El acto nulo nunca produce de manera estable los
efectos jurídicos que las partes buscaban que produzca. Para el acto nulo el
ordenamiento jurídico no ha previsto ningún remedio negocial; de tal manera que, si
las partes quieren alcanzar los efectos que buscaban lograr con el acto nulo deberán
celebrar un nuevo acto jurídico. Cariota Ferrara señala que el acto nulo no puede
sanarse; “sería vano el realizarse o el desaparecer, posterior, del elemento cuya falta o
presencia producía la nulidad. Ni siquiera la voluntad del declarante o de las partes
puede producir esto; el negocio se debe repetir, rehacer ex novo, renovar, o sea se
debe realizar otro negocio, correspondiente al primero. Queda, de cualquier manera, la
diferencia de que el nuevo negocio se ha realizado ahora; el nulo se realizó entonces;
por tanto, los efectos se producen ahora”66.
Luigi Cariota Ferrara señala que, “a diferencia del negocio nulo, el negocio anulable no
es un negocio que ha nacido muerto; no es, por sí, nullus, sino que solamente puede
ser destruido, puede ser reducido a negocio nulo”. “A diferencia del negocio nulo, el
negocio anulable: a) produce sus efectos hasta que es anulado, solo que tal
producción de efectos es caduca o efímera en el sentido de que puede, cuando llegue
la anulación, desaparecer; se tiene en este caso una eficacia provisional o interina. La
anulación tiene fuerza retroactiva, es decir, no hace cesar ex nunc la eficacia del
negocio, sino que borra, destruye los efectos ya producidos, como si una eficacia del
negocio anulable no hubiese existido nunca. b) la anulación tiene lugar por medio de
una sentencia constitutiva (resolutoria); la sentencia es constitutiva en cuanto produce
la anulación del negocio, el cual, de negocio anulable que era, se reduce a la nada. La
anulación opera retroactivamente (ex tunc); los efectos del negocio se consideran
como si no se hubiesen producido nunca; c) generalmente, la anulabilidad puede
hacerse valer solo por personas determinadas; d) el negocio anulable puede sanarse
(por confirmación o subsanación, convalidación, prescripción u otras causas); e) la
anulabilidad es, generalmente, oponible a los terceros, pero las excepciones a tal
oponibilidad son más numerosas que las establecidas para la nulidad”67.
“Octavo.- Que, siendo esto así, no debe de confundirse las instituciones, por un lado,
de acuerdo con la demanda, se ha planteado nulidad de un acto jurídico determinado,
la cual puede ser considerada, por el Profesor Freddy Escobar Rozas como ‘(…) la
forma más grave de invalidez negocial (Bianca). La invalidez negocial presupone la
existencia de un ‘juicio de conformidad’ en virtud del cual se concluye que el negocio
no cumple con las ‘directrices’ establecidas por el ordenamiento jurídico. El fenómeno
indicado (‘incumplimiento de las directrices’) se presenta cuando por lo menos alguno
de los ‘elementos’ (manifestación de voluntad, objeto o causa) o de los ‘presupuestos’
(sujetos, bienes y servicios) del negocio no presenta alguna de las condiciones o
características exigidas por el ordenamiento jurídico. La invalidez negocial viene a
constituir una sanción que el ordenamiento jurídico impone al negocio que presenta
‘irregularidades’. Esta sanción puede determinar (i) que dicho negocio no produzca las
consecuencias jurídicas a las cuales está dirigido (lo que significa que es
absolutamente ineficaz); o, (ii) que dicho negocio produzca las consecuencias a las
cuales está dirigido, pero que estas puedan ser ‘destruidas’ (lo que significa que es
precariamente eficaz) (BIGLIAZZI GERI, BRECCIA, BUSNELLI y NATOLI). La
invalidez negocial puede ser absoluta o relativa. Es absoluta cuando el requisito no
cumplido por un elemento o un presupuesto del negocio tutela intereses que no son
‘disponibles’ por la parte o las partes, sea porque los mismos comprometen principios
básicos del ordenamiento jurídico o porque comprometen necesidades de terceros o
de la colectividad en general (piénsese en el requisito de la licitud o en el de la
posibilidad física y jurídica). Es relativa cuando el requisito en cuestión tutela intereses
‘disponibles’ por las partes (piénsese en el requisito de la seriedad o en el de la
ausencia de vicios). La invalidez absoluta supone la nulidad del negocio; la invalidez
relativa, en cambio, la anulabilidad del mismo (…)”; este mismo autor, sobre la
anulabilidad, vuelve a señalar: “(…) La anulabilidad es la forma menos grave de la
invalidez negocial (BIANCA); y lo es porque, a diferencia de lo que ocurre con la
nulidad, la anulabilidad supone que la ‘irregularidad’ que presenta el negocio
únicamente afecta el interés de la parte (o de una de las partes) que lo celebra
(FRANZONI). Como consecuencia de ello, la anulabilidad no determina que el negocio
no produzca las consecuencias a las cuales está dirigido sino solamente que dichas
consecuencias puedan ser, durante cierto lapso, ‘destruidas’ por la parte afectada por
la ‘irregularidad’ (BIGLIAZZI GERI, BRECCIA, BUSNELLl y NATOLI); por lo menos
teóricamente, la anulabilidad (del negocio jurídico) supone lo siguiente: a) La eficacia
‘precaria’ del negocio. b) La posibilidad de que el negocio sea ‘saneado’. c) La
naturaleza constitutiva de la sentencia (o laudo) que compruebe su existencia. d) La
imposibilidad de que el juez (o el árbitro) la declare de oficio y de que los terceros con
interés puedan accionar para que la misma sea declarada. e) La prescriptibilidad del
derecho a solicitar que la misma sea declarada. El Código Civil recoge la totalidad de
las características enunciadas. Así, en su artículo doscientos veintidós establece (i)
que el acto anulable es nulo desde su celebración por efecto de la sentencia que lo
declare; y, (ii) que este tipo de nulidad se pronuncia a petición de parte, no pudiendo
ser alegada por otras personas distintas de las designadas por ley. De igual modo, en
su artículo doscientos treinta establece que el acto anulable puede ser ‘confirmado’. A
diferencia de la nulidad, que no otorga a la parte o a las partes derecho alguno que se
encuentre dirigido a ‘atacar’ al negocio (en tanto que aquella opera de iure), la
anulabilidad concede a la parte afectada por la ‘irregularidad’ que este presenta un
derecho potestativo negativo, consistente en la posibilidad de alterar la esfera jurídica
de la otra parte (o del tercero beneficiario) mediante la destrucción de los efectos
precarios generados por el negocio (…)” (Comentarios al Código Civil; varios autores;
Gaceta Jurídica; Tomo I; Primera edición; Lima - Perú; página novecientos noventitrés
y novecientos treinticinco)” (Cas. N° 3676-2006-Pasco, 04/06/2007, El Peruano,
02/01/2008, Fuente SPIJ).
“Los actos jurídicos nulos lo son ipso jure, esto es, que no requieren de una sentencia
judicial que así lo declare puesto que la sanción de nulidad sobre el acto jurídico opera
de pleno derecho; sin embargo, en el desenvolvimiento de las relaciones jurídicas
existen muchos actos jurídicos nulos que se les da la apariencia de válidos porque las
partes contratantes o una de ellas actúan como si tales actos así lo fueran y de ello
persuaden a terceras personas; empero ello solo es una apariencia de validez; y a fin
de eliminar esta apariencias se encuentra precisamente este Poder del Estado de
quien, en el ejercicio del derecho de acción, el justiciable obtiene una sentencia que
reconoce dicha invalidez declarando judicialmente la nulidad del acto jurídico, es decir,
no está recién condenando con la nulidad un acto jurídico sino que está declarando
una situación ya existente” (Cas. N° 1843-98-Ica, 29/10/1999)69.
“Tercero: Que dentro de la patología del acto jurídico, nuestra legislación claramente
distingue los actos jurídicos nulos de los meramente anulables. Son nulos y por tanto
inexistentes aquellos en que falta alguno de los requisitos esenciales de este, cuando
sea contrario a normas imperativas o sea ilícito, como enumera el artículo doscientos
diecinueve del Código Civil; en cambio es meramente anulable cuando el acto adolece
de ciertos defectos, pero existe y produce sus efectos, como establecen los artículos
doscientos veintiuno y doscientos veintidós del mismo Código” (Cas. Nº 738-99-
Cañete, 13/08/1999)70.
5. Nulidad expresa y nulidad virtual
Las causales de nulidad y de anulabilidad del acto jurídico pueden ser genéricas y
específicas. Las genéricas están detalladas en los artículos 219 y 221 del Código Civil;
las específicas están recogidas de manera singular en el resto de normas jurídicas del
Código Civil. Las causales específicas de anulabilidad siempre son expresas (por
ejemplo, la referida al acto jurídico consigo mismo, prevista en el artículo 166 del
Código Civil). En cambio, las causales específicas de nulidad pueden ser expresas o
tácitas. Las causales expresas de nulidad se encuentran previstas en el propio texto de
la norma para un determinado supuesto (por ejemplo, la contenida en el artículo 814
del Código Civil referida a la nulidad del testamento mancomunado). Las causales
tácitas o virtuales de nulidad no están declaradas por la propia norma, sino que ellas
resultan de la contravención a las normas imperativas, o las normas que interesan al
orden público o a las buenas costumbres.
Cariota Ferrara señala que “la invalidez está, por lo general, sancionada
expresamente; se habla en tales casos de invalidez textual o expresa; pero puede
darse que la sanción de invalidez no se haya dispuesto expresamente sino de forma
tácita: esto ocurre cuando no hay una disposición ad hoc que establezca la invalidez
del negocio, pero aquella resulta de la falta de un requisito definido por la ley con una
norma general como esencial, o bien del choque del contenido del negocio con una
disposición de derecho coactivo o imperativo; se habla entonces de invalidez tácita o
virtual”71.
“Quinto.- El orden público es una noción que comprende ‘el conglomerado de normas
destinadas a regular las relaciones individuales y las de la sociedad en su conjunto y
es la suma de principios religiosos, morales, políticos y económicos, predominantes en
una sociedad determinada y que son indispensables para la coexistencia social.
Constituye el instrumento adecuado para que el Estado –tutelador del bien común–
pueda cumplir su función fundamental por conducto de todos sus órganos de
expresión jurídica y no exclusivamente del legislador’. Sexto.- La norma contenida en
el artículo trescientos quince, ab initio, del Código Civil es claramente una norma de
orden público, no solo porque, analizada en rigor, no permite (prohíbe) los actos de
disposición de los bienes sociales por uno solo de los cónyuges, de lo cual se puede
derivar su carácter imperativo, sino también porque está orientada a la protección del
patrimonio familiar y, por ende, del matrimonio y de la familia” (Cas. Nº 598-2011-Lima,
16/01/2012, El Peruano, 01/10/2012, Fuente SPIJ).
Cariota Ferrara señala que “el negocio nulo no puede sanarse ni siquiera por
prescripción de la acción de nulidad”74.
Para Paul Oertmann, “el transcurso del tiempo no ha sido admitido, por lo general,
como causa de sanación en materia de nulidad”75.
“La Rescisión es el acto por el cual, mediante sentencia judicial, se deja sin efecto un
contrato válido por causal existente al momento de su celebración, definiéndose dicha
figura como el remedio que la ley prevé para tutelar la libertad contractual, cuando se
está en presencia de una situación de aprovechamiento de una las partes contratantes
que determina que la otra asuma obligaciones en condiciones inicuas” (Cas. N° 3473-
2009-Lima, 23/03/2010, El Peruano, 30/12/2010, p. 29119).
“No deben confundirse las figuras de la anulabilidad del acto jurídico con la rescisión,
pues si bien ambas existen al momento de la celebración del contrato, sin embargo, la
anulabilidad de un acto jurídico implica la invalidez del mismo, mientras que con la
otra, se rescinde un acto jurídico válidamente celebrado, resultando la anulabilidad una
forma de ineficacia estructural, mientras la rescisión es una ineficacia funcional; de tal
manera que ambas figuras son incompatibles entre sí, requiriéndose para que opere la
rescisión, que la causal sea de tal trascendencia, que impida producir eficacia al acto,
esto es, que exista al momento de celebrarse el contrato” (Cas. N° 3473-2009-Lima,
23/03/2010, El Peruano, 30/12/2010, p. 29119).
“El Código Civil reconoce como supuesto de ineficacia de los contratos, junto con la
rescisión, el de la resolución contractual” (Cas. N° 2985-2010-Lima, 14/08/2012, El
Peruano, 01/07/2013, pp. 41049-41051).
Por regla general los actos jurídicos quedan perfeccionados y surten sus efectos desde
el momento mismo de su celebración. El único acto jurídico que requiere de inscripción
registral para su eficacia es el acto constitutivo de hipoteca. En ese sentido, los actos
jurídicos están sometidos, en principio, a las normas del Derecho Común, es decir, a
las normas contenidas en el Código Civil, con excepción de las normas contenidas en
el Libro IX referido a los Registros Públicos. De tal manera que cuando se cuestiona la
validez o eficacia de un contrato, nos remitiremos en principio a las normas del
contrato en particular, luego a las normas del contrato en general, y finalmente, a las
normas de la teoría general del acto jurídico. Sin embargo, cuando los actos jurídicos
han accedido al registro, es decir, cuando han sido inscritos, la situación es distinta,
por cuanto para resolver temas referidos a la validez o eficacia del acto jurídico no solo
se aplicarán las normas del Derecho Común, sino también las normas del Derecho
Registral, pudiendo resolverse las cosas de una manera diferente a como lo resolvería
el Derecho Común.
Los actos jurídicos de los cuales nacen, o por los cuales se modifican, se regulan o se
extinguen derechos inscribibles, se incorporan al Registro a fin de publicitar la
titularidad de un derecho, y de esa manera, obtener protección para quien resulta ser
el titular del derecho inscrito. Entonces, la razón de ser del Registro es la de proteger a
quienes inscriben sus derechos78. Si bien en nuestro sistema civil los derechos se
adquieren sin necesidad de su inscripción registral, esta forma de adquirir puede no
proteger de una manera efectiva al adquirente, haciendo que sus derechos se
encuentren en una situación de vulnerabilidad. En cambio, el registro dota de una
protección especial al derecho inscrito, procura hacerlo inmune a cualquier ataque, lo
hace fuerte. Un derecho inscrito está más protegido que uno no inscrito; el registro
funciona como una vacuna, por cuanto le inyecta al derecho una dosis de seguridad
que puede repeler o bloquear los ataques a los que puede estar expuesto un derecho.
Para ello, el Código Civil contiene principios registrales sobre los cuales se construye
todo el sistema registral.
Una vez inscrito el derecho, se presumirá que quien aparece en el registro como su
titular tiene legitimidad para disponer de él. La Exposición de Motivos Oficial del
Código Civil referida al Libro de Registros Públicos, al ocuparse del principio de
legitimación o legitimidad recogido en el artículo 2013 del Código Civil, señala que “se
presume, por medio de esta disposición, que el derecho o la titularidad del registro
existe y que pertenece a dicho titular, por lo cual este podrá ejercerla sin ninguna clase
de impedimento legal. Existe, pues, una consecuencia registral, en el sentido que se
presume que lo inscrito es cierto, pero también una extrarregistral en el sentido que se
produce[n] todos sus efectos”81.
En el Derecho Común sucede algo distinto, pues “si una persona adquiere de otra un
derecho y sucede que el derecho del otorgante es nulo, el derecho común establece
que será nulo también el del adquirente. Nulo el derecho del otorgante es también nulo
el del adquiriente, porque nadie puede transferir más de lo que tiene y nadie puede
adquirir mayor o diverso derecho de aquel que se le transmite”83. En el Derecho
Común se produce, entonces, una suerte de arrastre de la nulidad, pues si el acto
jurídico nulo no produce efectos jurídicos, la misma suerte han de correr los actos
jurídicos que se desprenden de él. En el Derecho Común, la declaración de nulidad de
un acto jurídico desencadena la nulidad de todos aquellos actos jurídicos que le
sucedieron84.
Las normas que protegen a los terceros registrales son las contenidas en los artículos
2014, 203487 y 203888 del Código Civil. Conforme al artículo 2034, la no inscripción
en la Oficina Registral competente de los actos inscribibles en el Registro Personal, no
afectará al tercero que adquiere algún derecho de buena fe y a título oneroso, en el
lugar donde debieron inscribirse dichos actos. Así, por ejemplo, A titular registral de un
bien lo vende a B; sin embargo, cuando se celebra la compraventa, A había sido
declarado interdicto, pero esta declaración judicial no se había inscrito en el lugar
donde se ubicaba el inmueble vendido; por consiguiente, B desconocía que A era un
incapaz, y, por tanto, debe mantener su adquisición. En cuanto a los actos de
apoderamiento, debemos señalar que conforme al artículo 2037 del Código Civil, las
inscripciones de los poderes, sus ampliaciones, revocaciones y extinción deben
practicarse en la Oficina Registral del lugar donde ha de ejercerse el poder. Luego, si
el tercero registral contrata con el representante en el lugar donde corre inscrito el
poder, y si en la partida registral no aparece que este haya sido modificado, revocado o
extinguido, aunque fuera del registro lo haya sido, la adquisición que se derive de
dicho contrato mantendrá todos sus efectos.
De otro lado, cabe señalar que, para que los actos jurídicos sean inscritos deben estar
contenidos en documentos, generalmente de carácter público89. Una vez que superan
la calificación registral, el Registrador Público extiende el respectivo asiento registral.
El Código Civil distingue el acto jurídico del documento que lo contiene90. La nulidad
del documento no acarrea –necesariamente– la nulidad del acto jurídico, salvo que el
documento constituya requisito de validez del acto jurídico (forma solemne), en cuyo
caso la nulidad del documento determinará la nulidad del acto jurídico. En cambio,
surge la siguiente interrogante: ¿la nulidad total del acto jurídico determina la nulidad
del documento? El Código Civil omite pronunciarse sobre ello. La doctrina señala que
“la nulidad de la declaración, es decir del contrato, lleva indesligadamente la invalidez
de todos los elementos que la componen, que incluye al documento donde se
encuentra el contrato”91.
La nulidad del acto jurídico y del documento que lo contiene acarrea la nulidad del
asiento registral92, aunque la nulidad del asiento registral pueda deberse también a
transgresiones a los principios registrales93.
CONCLUSIONES
• El negocio jurídico viene a ser el medio o el instrumento a través del cual los
sujetos de derecho ejercen la autonomía privada. Esta última constituye el poder que
tienen los sujetos para regular sus propios intereses, de ahí que, por el negocio jurídico
los sujetos establecen una reglamentación de sus intereses.
___________________________
4 Ibídem, p. 105.
6 COVIELLO, Nicola. Doctrina general del Derecho Civil. Ara editores, Lima,
2007, p. 381.
8 Ibídem, p. 328.
10 Ibídem, p. 110.
12 Ibídem, p. 65.
14 BETTI, Emilio. Teoría general del negocio jurídico. Editorial Comares, Granada,
2000, p. 165.
15 Ibídem, p. 74.
17 Ídem.
18 Ibídem, p. 91.
19 Ibídem, p. 216.
20 Ibídem, p. 73.
21 Ibídem, p. 74.
22 Ibídem, p. 392.
29 Ibídem, p. 239.
30 Massimo Bianca señala que “la representación orgánica indica el poder que
compete a los órganos externos de una persona jurídica”. BIANCA, Massimo. Derecho
Civil. El contrato. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2007, p. 99.
31 BARCHI VELAOCHAGA, Luciano. “Nada es lo que parece: La compraventa de
bien ajeno en el Código Civil y en la jurisprudencia peruana”. En: Libro Homenaje a
Fernando Vidal Ramírez. Idemsa, Lima, 2011, p. 275.
35 Conforme al artículo 164 del Código Civil, “El representante está obligado a
expresar en todos los actos que celebre que procede a nombre de su representado y,
si fuere requerido, a acreditar sus facultades”.
37 Cariota Ferrara señala que en este caso estamos ante “alguien, sin que le haya
sido otorgado poder alguno, se hace pasar por representante y realiza un negocio en
nombre y por cuenta de otro”. Ob. cit., p. 598.
38 Luciano Barchi Velaochaga señala que “si el representante vende un bien del
representado y luego, por ejemplo, se determina la nulidad de la escritura pública en la
que consta el acto de apoderamiento, entonces, tendremos que el representante
carecía, al momento de vender, de la representación que se atribuía, siendo de
aplicación el último párrafo del artículo 161 del Código Civil”. BARCHI VELAOCHAGA,
Luciano. Ob. cit., p. 277.
50 “(...) resulta nulo el acto jurídico por tener fin ilícito conforme a lo dispuesto por
el inciso 4 del artículo 219 del Código Civil, pues el apoderado se ha extralimitado en
sus facultades (...)” Cas. Nº 831-2002-Cusco, 29/09/2003, El Peruano, 01/06/2004.
“(...) la norma contenida en el artículo 156 del actual Código Civil es de observancia en
el presente caso para calificar el cuestionado mandato y para dirimir la controversia,
conforme a cuya norma, para que el acto jurídico en cuestión tenga validez y eficacia
jurídica, era necesario que la voluntad del mandante, en este caso de don Aldo Atilio
Manrique Borrero, conste en forma indubitable y por escritura pública, bajo sanción de
nulidad, lo que significa que el poderdante ha debido precisar en forma indubitable la
identidad del bien a enajenar y las demás condiciones conducentes a la celebración
del acto jurídico, hechos que no se han cumplido en el caso de autos (...) Sétimo.-
Todo lo expuesto conduce a la determinación de que el acto jurídico materia de la
presente litis es nulo por carecer la parte vendedora del requisito de la manifestación
de voluntad del propietario para enajenar el bien, exigencia que prescribe el artículo
219, inciso 1, del vigente Código Civil” (Cas. N° 517-2002-Piura, 19/06/2003, El
Peruano, 30/10/2003).
55 TORRES VÁSQUEZ, Aníbal. “El Contrato consigo mismo”. En: Diálogo con la
Jurisprudencia. Año 14, N° 127, Gaceta Jurídica, Lima, abril de 2009, p. 81.
58 TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Ob. cit., p. 297. Este mismo autor señala que
“los negocios jurídicos son celebrados para que produzcan válidamente efectos
jurídicos, pues si no se llegaran a producir los efectos jurídicos buscados por los
sujetos como simples efectos prácticos, no tendría sentido alguno que los sujetos
celebraran negocios jurídicos (...) los negocios jurídicos son celebrados para que sean
eficaces jurídicamente (...) los negocios jurídicos y contratos se celebran para ser
eficaces, porque, en tanto lo sean, permitirán que los sujetos autoregulen sus intereses
privados satisfaciendo sus más variadas y diferentes necesidades”. Ibídem, pp. 304-
305.
64 “Todos los autores y códigos civiles de los diferentes sistemas jurídicos son
unánimes en que las causales de nulidad y de anulabilidad son siempre legales, se
fundamentan siempre en el principio de legalidad, esto significa que las causales de
invalidez no pueden ser pactadas o consecuencia de la voluntad de las partes, o lo que
es lo mismo no se sustentan en el principio de la autonomía privada, sino
exclusivamente en el principio de legalidad. La invalidez sea la nulidad o anulabilidad,
es una sanción que impone el ordenamiento jurídico a los negocios jurídicos que no se
ajustan a determinados aspectos estructurales de orden legal. Las causales de
invalidez solamente pueden venir establecidas por la ley, cosa distinta es que en
materia de nulidad las causales pueden considerarse tácita o implícitamente
consideradas en las normas jurídicas o en base del sistema jurídico en general, bien
se trate del orden público o de las buenas costumbres. Ni la doctrina ni la
jurisprudencia, ni el juez pueden crear causales de invalidez, el juez solamente está
facultado a declarar una nulidad de oficio cuando la misma es manifiesta” (Cas. N°
2581-2002-Ucayali, 21/01/2003).
69 Su texto puede verse en: “La Ineficacia del Acto Jurídico”. Cuadernos
Jurisprudenciales. Año 1, Nº 6, diciembre 2001, p. 23.
70 Su texto puede verse en <www.pj.gob.pe>. También en: “La Ineficacia del Acto
Jurídico”. Cuadernos Jurisprudenciales. Año 1, Nº 6, diciembre de 2001, p. 23.
80 Citado, por CHICO ORTIZ, José María. “Presente y Futuro del Principio de
Calificación Registral”. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario. Año XLIX, Nº 496,
mayo-junio 1973, p. 3.
82 Artículo 2014 del Código Civil: “El tercero que de buena fe adquiere a título
oneroso algún derecho de persona que en el registro aparece con facultades para
otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque después se
anule, rescinda o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no consten en los
registros públicos. La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que
conocía la inexactitud del registro”.
85 “Sétimo.- Que, del texto de la norma antes descrita se desprende que para que
la anulación, resolución o rescisión del derecho del otorgante alcance a un tercero
deben existir causas que consten en los registros públicos, y en cuanto a la buena fe
debe acreditarse que el tercero conocía de la inexactitud del registro” (Cas. Nº 3256-
01-La Libertad, 24/04/2002, Fuente: <www.pj.gob.pe>). En virtud del principio de fe
pública registral “la nulidad del título del transferente no alcanza o no afecta el título del
tercero adquiriente de buena fe en base a la información registral, salvo que se
acredite que el adquiriente conocía de la inexactitud del registro” (Cas. Nº 1618-2005-
Arequipa, 18/04/2006, Fuente: <www.pj.gob.pe>). “Se debe tener en cuenta, para una
correcta aplicación de la norma denunciada, que el establecer que el Banco
demandado es un tercero de buena fe registral, tal declaración no constituye un acto
de conversión de los actos jurídicos que puedan estar viciados de nulidad, respecto de
los cuales este Supremo Tribunal se está pronunciando por declarar que este tercero
mantiene su adquisición, no perjudicándole la declaración judicial de nulidad de su
transferente, manteniendo su adquisición como si se tratara de una adquisición a “non
domino” permitida por la ley en aras de la fe pública registral” (Cas. N° 2215-2011-Del
Santa, 10/05/2012, El Peruano, 01/07/2013, p. 42114).
87 “Artículo 2034.- La falta de inscripción del acto en el lugar donde debió hacerse,
motiva que aquel no afecte a terceros que celebren contratos onerosos y con buena fe
en dicho lugar”.
88 “Artículo 2038.- El tercero que de buena fe y a título oneroso ha contratado
sobre la base de mandato o poder inscrito en el registro del lugar de celebración del
contrato, no será perjudicado por mandato, poder, modificaciones o extinciones de
estos no inscritos”.
89 “Artículo 2010 del Código Civil.- La inscripción se hace en virtud de título que
conste en instrumento público, salvo disposición contraria”.
90 “Artículo 225.- No debe confundirse el acto con el documento que sirve para
probarlo. Puede subsistir el acto aunque el documento se declare nulo”. El artículo 225
de la norma sustantiva “contiene la nulidad refleja entendida como el principio de
conservación del acto jurídico, en virtud del cual no hay que confundir el acto con el
documento, el que además sirve para probar el acto y subsiste aunque se declare nulo
el documento” (Cas. N° 217-2001-Lima, 02/10/2002).
92 Artículo 99 del Reglamento General de los Registros Públicos: “La nulidad del
título supone la nulidad de la inscripción o anotación preventiva extendida en su mérito,
siendo la resolución judicial que declare dicha nulidad, título suficiente para la
cancelación del asiento respectivo”. “Sétimo.- La pretensión sobre cancelación del
asiento registral que ha sido demandada acumulativamente con la calidad de
accesoria, no es improcedente y por lógica consecuencia tiene que ser objeto de
pronunciamiento de fondo por esta Suprema Sala, pues de lo contrario, el fallo
resultaría ilusorio si el contrato que ha sido declarado ineficaz quedara inscrito como
válido en los Registros Públicos; en tal sentido, habiéndose declarado fundada la
pretensión principal de ineficacia de acto jurídico de compraventa debe ampararse
también la pretensión accesoria sobre cancelación de asiento registral, en aplicación
del artículo 87 del Código Procesal Civil” (Cas. Nº 925-2002-Arequipa, 13/10/2003).