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Coleccion: Gaceta Civil - Tomo 6 - Numero 9 - Mes-Ano: 12_2013

La teoría general del negocio jurídico a través de la


jurisprudencia
César Enrique DELGADO PÉREZ*

[-]

TEMA RELEVANTE

El autor considera que en los supuestos de disposición de bien social sin participación
de uno de los cónyuges, en el que se procede como si se tratase de un bien propio, el
acto adolecería de una causal de nulidad. Dicha causal sería la contravención a la
norma imperativa recogida en el artículo 315 del Código Civil, según la cual, para
disponer de un bien social se requiere la intervención de ambos cónyuges, norma que
no puede ser derogada por estos.

MARCO NORMATIVO

• Código Civil: art. 140 y ss.

INTRODUCCIÓN

En el presente trabajo se realiza un estudio de las principales instituciones del negocio


jurídico, teniendo como referente a los criterios o líneas jurisprudenciales que emanan
de las sentencias de casación dictadas por la Corte Suprema de Justicia de la
República, a fin de conocer cuáles son las principales tendencias jurisprudenciales, y
de esa manera, hacer predecibles los resultados de los diversos procesos judiciales en
los que se invoquen normas referidas a la teoría general del negocio jurídico. Para un
mejor entendimiento de los temas estudiados se ha procurado citar doctrina que
complemente a las ideas fuerza que brotan de las tendencias jurisprudenciales.

I. CONCEPTO DE NEGOCIO JURÍDICO

La teoría del negocio jurídico es una creación de la ciencia jurídica alemana de fines
del siglo XIX1. El Capítulo Tercero de la Parte General del Código Civil alemán de
1900 está dedicado a los negocios jurídicos; sin embargo, este Código no contiene una
definición del negocio jurídico, de lo cual la doctrina alemana y luego la italiana se han
ocupado de manera extensa. Entre las principales fuentes inspiradoras del Código Civil
alemán están las obras de Savigny y Windscheid. Savigny utilizaba los términos
negocio jurídico y declaración de voluntad como sinónimos2. Según él, “deben ser
entendidos como declaraciones de voluntad o negocios jurídicos aquellos hechos
jurídicos que no solo son actos libres, sino en los cuales, al mismo tiempo, la voluntad
del agente está inmediatamente dirigida a la constitución o a la extinción de una
relación jurídica”. Para Windscheid, “el negocio jurídico es declaración de voluntad. Se
declara la voluntad de que debe producirse un efecto jurídico y el ordenamiento
jurídico admite que se produzca porque ha sido querido por el autor del negocio
jurídico”3.

Nuestro Código Civil de 1984 en su artículo 140 sigue la doctrina de Savigny sobre la
definición del negocio jurídico, por lo que se puede afirmar que la noción de acto
jurídico encerrada en este artículo corresponde a la noción de negocio jurídico en el
Derecho alemán. Sin embargo, ha preferido utilizar la expresión manifestación de
voluntad –y no declaración de voluntad– para referirse al acto jurídico. Según Leysser
León4, esta precisión terminológica tiene su origen en una doctrina italiana que se
remonta a fines del siglo XIX.

El civilista italiano Vittorio Scialoja5 distingue claramente entre manifestación y


declaración de voluntad, comprendiendo en aquella a esta. Así, señala que “el
elemento fundamental y la nota común de todo negocio jurídico, es la exteriorización
de la voluntad”. Sin embargo, precisa que, “si se quiere emplear exactamente las
palabras, deberemos hablar de manifestación o de exteriorización de voluntad y no de
declaración, pues en el concepto de declaración se descubre, por lo menos en el
lenguaje usual, un elemento que no se encuentra siempre en la exteriorización de
voluntad, base del negocio jurídico, ya que ha de dirigirse a una o varias personas
determinadas. Se dice que se declara la voluntad, cuando se la exterioriza dirigida a
alguien y que se manifiesta, cuando esta manifestación no tiene un destino personal.
Por ejemplo, al ocupar yo una isla deshabitada, manifiesto claramente con tal acto, mi
voluntad y de ello se derivan efectos jurídicos importantísimos; pero no podré decir que
hice una declaración de voluntad, ya que no me dirigía a nadie en particular”.

Igualmente, Nicola Coviello señala que, “el negocio jurídico es, antes que nada, una
manifestación de voluntad: decimos manifestación de voluntad y no declaración, para
comprender también los casos en que la expresión de la voluntad no debe darse a
conocer a otra persona (como el reconocimiento de un hijo natural, el testamento), y
aquellos en que la voluntad se manifiesta por un hecho material, más bien que por una
declaración propia y verdadera”6.

Para Luigi Cariota Ferrara, “es muy justa y legítima la definición que pone de relieve,
como esencia del negocio jurídico, la manifestación de voluntad (…) Manifestación, de
por sí, es la exteriorización de la voluntad; sobre la base de ella la voluntad se hace
recognoscible o aprehensible para los demás. La manifestación puede consistir en
cualquier comportamiento (incluso omisivo) o en una declaración”7. Igualmente, señala
que, “cuando la manifestación se realiza de palabra o por escrito, y especialmente si la
voluntad se lleva a conocimiento de otra persona, se prefiere por algunos hablar de
declaración de voluntad más bien que de manifestación”8.

En ese sentido, la manifestación de voluntad como elemento esencial del negocio


jurídico tiene, dentro de la regulación del Código Civil, una acepción amplia, que
comprende no solo a las declaraciones de voluntad, que son aquellas exteriorizaciones
de voluntad que se hacen frente a otro sujeto o que van dirigidas a él, sino también a
aquellas manifestaciones de voluntad o actuaciones que no tienen un destinatario o
receptor, pero de las cuales también se desprenden efectos jurídicos, como ocurre, por
ejemplo, cuando el testador destruye su testamento ológrafo (artículo 804 del Código
Civil), lo cual constituye un acto jurídico unilateral por el cual se revoca el testamento.
Sin embargo, dentro de la noción de acto jurídico que acoge nuestro Código Civil no se
encuentran aquellos hechos jurídicos voluntarios lícitos que producen efectos jurídicos
por imperio de la ley –ex lege– sin necesidad de una declaración de voluntad, por
ejemplo, la apropiación de una res nullius (artículo 929 del Código Civil), sino tan solo
aquellos en los cuales los efectos jurídicos se producen porque el sujeto así lo declara
–ex voluntate– de tal manera que cuando el sujeto quiere realizar un acto jurídico
quiere también –necesariamente– que se produzcan resultados prácticos previstos por
la ley como efectos jurídicos, así, por ejemplo, cuando el sujeto compra, lo que busca
no es solo celebrar un contrato, sino –fundamentalmente– adquirir la propiedad del
bien9. Igualmente, quedan fuera del ámbito del acto o negocio jurídico aquellas
declaraciones de voluntad destinadas a encontrarse o combinarse con declaraciones
de voluntad de otras partes (oferta, aceptación), para constituir con estas, un único
negocio bilateral o plurilateral10 o aquellas otras por las cuales una de las partes solo
comunica o notifica de alguna decisión o actuación a la otra, como, por ejemplo, la
elección de la prestación a ejecutar en una obligación alternativa. En cambio sí
constituyen actos o negocios jurídicos aquellas declaraciones de voluntad que, por sí
solas, producen efectos jurídicos, como, por ejemplo, el otorgamiento de poder, la
revocación de poder, el testamento, la revocación del testamento, la aceptación o la
renuncia a la herencia, la ratificación y la confirmación del acto jurídico.

En la doctrina alemana destaca Enneccerus, para quien “el negocio jurídico es un


supuesto de hecho que contiene una o varias declaraciones de voluntad y que el
ordenamiento jurídico reconoce como base para producir el efecto jurídico calificado de
efecto querido”11. Luego explica que “todo negocio jurídico exige como parte esencial
una declaración de voluntad, esto es, una exteriorización de la voluntad privada
dirigida a provocar una consecuencia jurídica”12.

En la doctrina nacional, Lizardo Taboada13 ha señalado que “en un primer momento la


doctrina alemana identificaba el concepto de negocio jurídico con el de la declaración
de voluntad”. Sin embargo, añade, “esta relación de sinonimia entre ambas figuras fue
superada progresivamente”. Luego señala que, “el negocio jurídico constituye un
supuesto de hecho, al cual la ley le atribuye efectos jurídicos en concordancia con los
efectos prácticos buscados por las partes o por el declarante. En otras palabras, se
entiende que el negocio jurídico es un supuesto de hecho que una vez materializado
en la realidad social, produce consecuencias jurídicas que la ley atribuye como
respuesta a la realización o materialización del supuesto de hecho. Consecuencias o
efectos jurídicos que son atribuidos por la ley como respuesta teniendo en cuenta el
efecto práctico buscado por los sujetos”.

En la jurisprudencia nacional se ha acogido la noción del negocio jurídico como


supuesto de hecho cuya realización conlleva la generación de efectos jurídicos,
caracterizándose por tener como elemento fundamental a una o más declaraciones de
voluntad destinadas –esencialmente– a producir efectos prácticos para el declarante o
para las partes, los mismos que son tutelados por el ordenamiento jurídico. Así
tenemos las siguientes Casaciones de la Corte Suprema de Justicia de la República:

“Los negocios jurídicos son supuestos de hecho conformados por una o más
manifestaciones de voluntad, emitidas por los sujetos con el propósito de alcanzar un
resultado práctico el cual, tutelado por el ordenamiento legal se convierte en un
resultado jurídico que consistirá en crear, modificar, regular o extinguir relaciones
jurídicas” (Cas. N° 3628-2011-Puno, 19/09/2012, El Peruano, 30/04/2013, pp. 40623-
40265).

“Es preciso tener en cuenta que de conformidad a lo previsto por el artículo 140
del Código Civil el acto o negocio jurídico es la manifestación de voluntad destinada a
crear, regular, modificar o extinguir relaciones jurídicas requiriéndose para su validez la
concurrencia de determinados elementos, presupuestos y requisitos como agente
capaz, objeto física o jurídicamente posible, fin lícito y observancia de la forma
prescrita por la ley bajo sanción de nulidad o dicho de otra manera los actos o
negocios jurídicos son supuestos de hecho conformados por una o más
manifestaciones de voluntad emitidas por los sujetos con el propósito de alcanzar un
resultado práctico el cual tutelado por el ordenamiento legal se convierte en un
resultado jurídico, que consistirá en crear, modificar, regular o extinguir relaciones
jurídicas (…)” (Cas. N° 3098-2011-Lima, 30/07/2012, El Peruano, 01/07/2013, p.
41325).

“Sétimo: Al respecto, los actos jurídicos son celebrados libremente por los particulares
para ‘poder autorregular intereses privados a través de la creación, modificación,
regulación o extinción de relaciones jurídicas’. A través de los referidos actos jurídicos
se busca producir válidamente efectos jurídicos, ‘pues si no se llegaran a producir los
efectos jurídicos, buscados por los sujetos como simples efectos prácticos, no tendría
sentido alguno que los sujetos celebraran actos jurídicos’. De ahí que el artículo 140
del Código Civil defina al acto jurídico como la manifestación de voluntad destinada a
crear, modificar, regular o extinguir relaciones jurídicas” (Cas. Nº 2699-2010-Tumbes,
01/09/2011, El Peruano, 01/10/2012, Fuente SPIJ).

II. ESTRUCTURA DEL NEGOCIO JURÍDICO

El estudio de la estructura del negocio jurídico está referido a la descripción de


aquellos componentes o elementos que deben concurrir para que se configure
correctamente un negocio jurídico.

Tradicionalmente se distinguía entre elementos esenciales, naturales y accidentales


del negocio jurídico (essentialia, naturalia, accidentalia negotti).

Los elementos esenciales eran aquellos exigidos por la ley para que el negocio jurídico
se forme válidamente. Para Betti, estos elementos son aquellos necesarios o
indispensables para constituir un negocio del tipo determinado que se considera, tales
que sin ellos un negocio de aquel tipo no podría existir14. Estos elementos constituyen
la esencia o sustancia del negocio y, por lo tanto, las partes no pueden derogarlos.
Scialoja enseña que “en la compraventa, por ejemplo, son essentalia, o sea, que sin
ellos no existe: el cambio de cosa por dinero, la cosa susceptible de cambio, el dinero
de la contraprestación y el consentimiento”15. A los elementos esenciales se les
consideraba requisitos de validez del negocio jurídico16.
Los elementos naturales, según Coviello, “son las consecuencias que derivan de la
misma naturaleza jurídica de un negocio determinado, de modo que las partes no
tienen necesidad de hacer de ellas objeto especial de declaraciones de voluntad, ya
que las establece la ley; la voluntad de las partes únicamente es necesaria para
excluirlas”17. Cariota Ferrara enseña que “los llamados elementos naturales no
existen; existen solo efectos naturales”18. Para Betti, estas consecuencias naturales
del negocio “son derogables por disposición de parte”19. Ello significa que, si los
contratantes no los excluyen o suprimen del contrato, ellos se derivarán de este por
mandato o disposición de la ley, aunque las partes no hayan pactado nada sobre ellos,
o, como señala Scialoja, “si nada se establece en contrario, se suponen presentes en
todo caso”20. Son elementos naturales el saneamiento por evicción y por vicios
ocultos, que las partes pueden excluir sin destruir el contrato. Scialoja enseña que “si
nada se ha establecido en contrario, el vendedor debe garantizar al comprador: la
posesión pacífica y la ausencia de vicios ocultos; pero, se puede también, mediante
cláusula especial, liberar al vendedor de la obligación de garantía que forma parte de
los naturalia”21.

Los elementos accidentales, según Coviello, “son todos aquellos que no son
necesarios para la existencia de un determinado negocio, ni se entienden
implícitamente contenidos en él, sino que están agregados por la voluntad de las
partes; tales son, por ejemplo, las condiciones, el término, el modo, y todas las
cláusulas especiales que las partes introducen en los negocios jurídicos”22. Estos
elementos son incorporados al negocio jurídico por las partes y no por la ley, y de ellos
se hace depender su eficacia, como ocurre con la condición y el plazo.

Modernamente la doctrina sostiene que la estructura del negocio jurídico está


constituida por presupuestos, elementos y requisitos.

En cuanto a los presupuestos, podemos decir, citando a Carnelutti, que presupuesto es


alguna cosa que sucede antes del acto, aquello que existe antes del acto; los
presupuestos existen aunque el acto no se realice23. La doctrina comprende dentro de
los presupuestos a los sujetos y al objeto. Respecto a los elementos, la doctrina
considera como tales a la manifestación de voluntad, la causa o fin y la forma, cuando
esta última viene exigida por la ley con carácter solemne. Finalmente, los requisitos
vienen a ser las cualidades o condiciones que deben cumplir tanto los presupuestos
como los elementos. Dentro de ellos tenemos a la capacidad del agente, la posibilidad
física y jurídica del objeto así como su determinabilidad, la manifestación de voluntad
libre de vicios y el fin lícito.

La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República ha acogido la


doctrina que descompone la estructura del negocio jurídico en presupuestos,
elementos y requisitos. Así tenemos las siguientes Casaciones:

“(...) estando conformada en general la estructura del negocio jurídico de la siguiente


manera: a) Los elementos que son los componentes indispensables para que los
sujetos celebren el acto jurídico y que son comunes a todo acto jurídico: la
manifestación de voluntad y la causa; b) los presupuestos que se definen como los
antecedentes o términos de referencia, es decir todo aquello que es necesario para la
celebración del acto y son: el Objeto y el Sujeto; y, c) los requisitos que son todas
aquellas condiciones que deben cumplir tanto los elementos como los presupuestos
para que el acto jurídico se considere formado válidamente y, por tanto, pueda producir
efectos jurídicos los cuales vienen a ser: la capacidad, la licitud, la posibilidad física y
jurídica del objeto, la determinación de especie y cantidad y, además, que la voluntad
haya estado sometida a un proceso normal de formación sin vicios de tal modo que la
ausencia de alguno de los elementos estructurales del acto o negocio jurídico acorde a
lo previsto por los artículos 219 y 221 del Código Civil acarrea la invalidez del mismo
por nulidad o anulabilidad” (Cas. N° 3098-2011-Lima, 30/07/2012, El Peruano,
01/07/2013, p. 41325).

“Su estructura está conformada por los elementos, manifestación de la voluntad y


causa, así como por los presupuestos que se definen como los antecedentes o
términos de referencia, es decir, todo lo que es necesario para que el acto pueda
celebrarse que son el objeto y el sujeto y los requisitos como condiciones que deben
cumplir tanto los elementos como los presupuestos para que el acto pueda producir
efectos válidos y que vienen a ser la capacidad de ejercicio, la licitud, la posibilidad
física y jurídica del objeto y que la voluntad manifestada haya estado sometida a un
proceso normal de formación, sin vicios” (Cas. N° 3628-2011-Puno, 19/09/2012, El
Peruano, 30/04/2013, pp. 40623-40265).

“a) La composición interna, orgánica o estructural del negocio jurídico está conformada
por tres partes: a.1.- Los Elementos: son los componentes necesarios para que exista
el acto jurídico, que en principio es una manifestación de voluntad que tiene por fin
originar efectos jurídicos, estos elementos son la manifestación de la voluntad y la
finalidad de la causa, estos deben existir en todo acto jurídico; a.2.- Los Presupuestos:
son ingredientes o factores que deben preexistir al acto, estos son previos a la
manifestación de la voluntad, los cuales son el sujeto o sujetos intervinientes y el
objeto física o jurídicamente posible; y a.3.- Los Requisitos: son exigencias legales
relacionadas a los elementos y presupuestos acotados; estos requisitos condicionan,
determinan y exigen determinadas cualidades de los elementos y presupuestos, para
conformar un acto jurídico válido” (Cas. N° 338-2011-Arequipa, 01/12/2011. El
Peruano, 30/04/2013, pp. 40819-40821).

III. NEGOCIO JURÍDICO Y ACTO ADMINISTRATIVO

La teoría del negocio jurídico es propia del Derecho Privado. El ordenamiento jurídico
reconoce a los sujetos el poder de regular o autorregular sus propios intereses, lo cual
es conocido como autonomía de la voluntad. El medio a través del cual se ejercita este
poder es el negocio jurídico, y –fundamentalmente– el contrato. Como señala Luigi
Cariota Ferrara, “el negocio jurídico en cuanto constituye uno de los medios para la
autorregulación de los propios intereses, en cuanto es medio de actuación del dominio
de la voluntad en la esfera jurídica propia del sujeto, es el instrumento más calificado
de la autonomía privada”24. En ese sentido, las normas contenidas en el Libro II del
Código Civil se aplican a los actos o negocios jurídicos celebrados por particulares y
no a los actos administrativos y a los contratos en los que es parte el Estado, los
cuales tienen una regulación propia de naturaleza pública (artículo 76 de la
Constitución Política, Ley de Contrataciones del Estado, Ley del Procedimiento
Administrativo General).

La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República ha sostenido lo


siguiente: “Séptimo.- Contrariamente, para impugnar un acto administrativo, debe
recurrirse a la vía contencioso-administrativa, según lo previsto en el artículo 3 del
Texto Original de la Ley Nº 27584, Ley que regula el proceso contencioso-
administrativo, aplicado por razón de temporalidad, que establece que las actuaciones
de la Administración Pública solo pueden ser impugnadas en el proceso contencioso-
administrativo. Ello en concordancia con lo previsto en el artículo 4 numeral 1) de la
citada ley, que precisa que son impugnables los actos administrativos y cualquier otra
declaración administrativa; en ese orden de ideas, resulta evidente que si la actora
pretende la declaración de la nulidad de las actuaciones administrativas demandadas,
la vía procedimental pertinente es el proceso contencioso-administrativo, y no como
una demanda civil de nulidad de acto jurídico como se planteó en el caso de autos.
Octavo.- Que, la actora yerra al plantear la demanda de nulidad de acto jurídico como
si la resolución administrativa y las actuaciones derivadas de la misma constituyeran
un acto jurídico de Derecho Privado regulado por el Código Civil. La diferencia entre un
acto jurídico y un acto administrativo radica en que en el primero tiene como elemento
constituyente la declaración de ‘voluntad’, en el marco de la autonomía de la voluntad,
conforme establece el artículo 140 del Código Civil, elemento que está ausente en el
acto administrativo, dado que la Administración Pública emite declaraciones o
decisiones en el marco de las normas de orden público, es decir, son declaraciones
regladas, tal como señala el artículo 1 inciso 1 de la Ley Nº 27444” (Cas. Nº 214-2010-
Del Santa, 09/09/2010, El Peruano, 01/12/2011).

IV. LA REPRESENTACIÓN

1. Concepto y fuentes

Según Messineo, “la declaración de voluntad es –de ordinario– obra del contratante
interesado (se dice en ese caso que la declaración se hace ‘en persona propia’ o ‘en
nombre propio’) y produce efectos en su propio círculo jurídico. En este caso, el sujeto
de la declaración de voluntad y el sujeto del interés por el cual se emite la declaración,
coinciden. Este, sin embargo, no es un dato constante: cuando un sujeto declara la
voluntad, no para sí, sino para otro, es decir, para servir el interés de otro sujeto, los
efectos de la declaración no se producen en el círculo jurídico del declarante; es esta
la hipótesis de la declaración de voluntad emitida (por el contratante) por medio de un
representante”25.

Por la representación, una persona (representante) realiza o celebra actos o negocios


jurídicos en nombre y en interés de otra (representado), de tal manera que los efectos
jurídicos de los actos o negocios jurídicos celebrados (acto jurídico representativo)
recaen en la esfera jurídica del representado (dominus negotii o dueño del negocio
jurídico).

Conforme al artículo 145 del Código Civil, las fuentes de la representación son la
voluntad del representado y la ley. En el primer supuesto estamos ante la
representación voluntaria o negocial; en el segundo, ante la representación legal.

En la representación voluntaria, el sujeto, a pesar de que puede celebrar por sí mismo


el acto o negocio jurídico, faculta a otro para que lo celebre en su nombre. Esta
representación puede definirse como “un instrumento típico del ámbito de la autonomía
privada por medio del cual una persona regula sus intereses y busca y alcanza ciertos
efectos jurídicos, sirviéndose de la colaboración de otra por cuanto ella no quiere o no
puede actuar directamente por sí”26. Esta representación emana del acto de
apoderamiento27, en virtud del cual el representado faculta a su representante a
celebrar en su nombre y en su interés determinados actos jurídicos, surgiendo entre
ambos una relación representativa. El apoderamiento constituye una manifestación de
la autonomía privada, en virtud del cual el representado o poderdante confiere poder28
al representante o apoderado para que lo represente ante terceros en la celebración
de actos jurídicos; su ejercicio implica que el representado tiene la libertad de elegir a
su representante, establecer las facultades que ejercitará el representante, la forma de
su ejercicio, sus limitaciones y alcances. El otorgamiento de poder constituye un acto
jurídico unilateral recepticio y revocable.

La representación legal o necesaria la confiere la ley a determinadas personas para


ejercer la representación de personas que no gozan de capacidad de ejercicio, es
decir, que no pueden actuar por sí mismas, tal como ocurre con las instituciones de la
patria potestad, la tutela y la curatela, en virtud de las cuales, los padres, los tutores y
los curadores representan a sus hijos, pupilos o interdictos, respectivamente. A
diferencia de la representación voluntaria, en la representación legal, el representado
no tiene la libertad de elegir a su representante ni de delimitar las facultades que este
ejercerá en su nombre. Según Messineo, “la peculiaridad de la representación legal
está en esto: que los poderes del representante nacen y son fijados por la ley y de
ordinario la persona del representante está predeterminada por la ley misma”29. La
representación de las personas jurídicas también constituye un supuesto de
representación legal, por cuanto es la ley la que establece qué órganos30 la
representan, sin perjuicio que la misma persona jurídica pueda designar
voluntariamente otros apoderados. Luciano Barchi Velaochaga señala que la
representación legal “comprende todos los casos de representación necesaria: la de
los incapaces y la representación orgánica de los entes colectivos”31.

La Corte Suprema de Justicia de la República ha distinguido las fuentes de la


representación: “Quinto.- Que, cabe precisar que el Código Civil en su artículo 145,
establece como norma general que cualquier negocio jurídico puede ser realizado
mediante representante, con excepción de aquellos en los cuales la ley prohíba la
representación. Asimismo, regula de forma expresa las fuentes de representación: 1)
la voluntad del representado (representación voluntaria), es aquella cuya fuente es la
propia voluntad del sujeto representado. En ese sentido, en ejercicio de la autonomía
de la voluntad, un sujeto puede realizar un negocio jurídico para regular un interés del
cual es titular, o por el contrario, conferir a una persona el poder necesario para que
esta regule los intereses del representado. A ese negocio jurídico por medio del cual se
otorga la representación se le denomina ‘poder’; 2) la ley (representación legal), en
este caso es cuando las personas no tienen libre ejercicio de sus derechos, por lo que
es necesario un representante” (Cas. N° 445-2011-Puno, 23/10/2012, El Peruano,
01/07/2013, pp. 41435-14136)32.

2. El falsus procurator y la ratificación del acto jurídico


En la representación voluntaria, según que el representante actúe en nombre y en
interés del representado o en su propio nombre pero en interés del representado, se
distingue la representación directa y la representación indirecta33, también llamada
representación de intereses. La primera se caracteriza por la actuación del
representante en nombre del representado y por la imputación de la relación
contractual exclusivamente a este; la segunda se caracteriza por la actuación del
representante en nombre propio, pero por cuenta del representado, y por la
responsabilidad personal del representante frente al tercero contratante34. A la
actuación en nombre del representado se le conoce como “contemplatio domini”35. El
estudio de la representación indirecta corresponde al derecho de contratos cuando se
trata del contrato de mandato; en cambio, el estudio de la representación directa es
tratado por la teoría general del negocio jurídico.

Dentro de la representación directa se distingue, a su vez, entre representación directa


con poder y representación directa sin poder. En la representación directa con poder, el
representante actúa en nombre del representado premunido de un poder de
representación suficiente. El artículo 160 del Código Civil prescribe que: “El acto
jurídico celebrado por el representante, dentro de los límites de las facultades que se le
haya conferido, produce efecto directamente respecto del representado”. En ese
sentido, los efectos jurídicos que emanan del acto jurídico representativo (derechos y
obligaciones) van a recaer en la esfera jurídica del representado. Es el patrimonio del
representado o su ámbito personal el que sufrirá alguna variación a consecuencia de la
celebración del acto jurídico. El tercero exigirá el cumplimiento del acto jurídico al
representado, porque es él quien ha quedado obligado con el acto jurídico celebrado
por su representante.

En la representación directa sin poder, en cambio, el representante actúa en nombre


de alguien que no le ha conferido poder, o invocando un poder que ha devenido en
ineficaz –por nulidad o revocación–, o extralimitándose de las facultades conferidas o
violándolas. El acto jurídico celebrado en estas condiciones no obligará al supuesto
representado; frente a este, el acto jurídico será ineficaz. Al respecto, el artículo 161
del Código Civil regula la intervención de un falsus procurator, prescribiendo que: “El
acto jurídico celebrado por el representante excediendo los límites de las facultades
que se le hubiere conferido, o violándolas, es ineficaz con relación al representado, sin
perjuicio de las responsabilidades que resulten frente a este y a terceros. También es
ineficaz ante el supuesto representado el acto jurídico celebrado por persona que no
tiene la representación que se atribuye”. La ineficacia generada por la intervención del
falsus procurator es una ineficacia relativa, de tal manera que el tercero no puede
oponer o hacer valer el negocio frente al representado, por ello la doctrina estima que
estamos ante un supuesto de inoponibilidad. Igualmente, el representado no puede
exigir al tercero cumpla con las obligaciones que son el objeto del contrato ineficaz si
antes no lo ha ratificado.

Massimo Bianca señala que “la falta de representación se refiere a la hipótesis del
contrato estipulado por quien no tiene ningún poder representativo o excede los límites
de la procura (falso representante). A falta de poder de representación el contrato no
es eficaz ni respecto del representado ni respecto del representante, como tampoco
del tercero contratante”36.

La falta del poder de representación se presenta cuando el representante carece en


absoluto de poder, o si actúa invocando un poder que ha devenido en ineficaz37. Esto
último ocurrirá si el representante en algún momento gozó del poder de
representación, pero cuando celebra el negocio representativo el mismo ya ha sido
revocado por el representado; cuando el representante, pese a que ya ha renunciado a
la representación, continúa representando a quien fue en algún momento su
representado; o, cuando el negocio de apoderamiento es nulo. En este último supuesto
es interesante el siguiente caso: B falsifica una escritura pública por la cual hace
aparecer que A le ha otorgado poder para vender su casa; luego, en mérito a este
poder vende la casa a C. En este caso estaremos ante un acto de apoderamiento nulo
por cuanto no existe manifestación de voluntad del representado (dueño de la casa), y
un contrato de compraventa ineficaz por cuanto el representante invocó un poder que
no tenía38.

Otro caso de acto de apoderamiento nulo y acto representativo ineficaz es el siguiente:


A otorga poder mediante documento privado a B para que venda un inmueble de su
propiedad; luego B celebra la venta del inmueble a favor de C. En este caso estaremos
ante un acto de apoderamiento nulo, por cuanto según el artículo 156 del Código Civil,
para disponer de los bienes del representado se requiere que el encargo conste por
escritura pública, bajo sanción de nulidad (forma solemne), por lo que el poder
otorgado por documento privado deviene en nulo. En cuanto a la compraventa,
estaremos ante un contrato ineficaz por haber sido celebrado por alguien que no tenía
representación, toda vez que el poder que sustentaba su actuación era nulo39.

El ejercicio extralimitado del poder se produce cuando el representante celebra actos


para los cuales no ha sido facultado por el representado. Así, por ejemplo, si A otorga
poder a B para que venda un inmueble, y, en ejercicio de este poder, B dona el
inmueble. Al respecto, el artículo 155, segundo párrafo, del Código Civil prescribe que:
“El poder especial comprende los actos para los cuales ha sido conferido”, es decir, el
representante solo puede celebrar en nombre del representado aquellos actos o
negocios enumerados o descritos en el acto de otorgamiento de poder40.

La violación de las facultades conferidas se produce cuando el representante celebra


el acto jurídico para el cual ha sido facultado, pero lo celebra en condiciones distintas a
las predeterminadas por el representado. Así, por ejemplo, A otorga poder a B para
arrendar un bien por dos años, y B arrienda el bien por un período de cinco años.

Cariota Ferrara señala que es preferible hablar de violación en los casos en los que se
sobrepasan los límites del apoderamiento, o sea en los que se obra, excediéndose del
poder, en sentido cualitativo, es decir, del contenido: en otros términos, la violación se
refiere al exceso. Este es cualquier desbordamiento por el representante de los límites
cuantitativos o cualitativos del poder. Equivale, por consiguiente, a la falta de este41.

La intervención del falsus procurator se distingue de los contratos sobre bienes ajenos,
por cuanto el falsus procurator siempre actúa en nombre del verus dominus, en tanto
que en los contratos sobre bienes ajenos, el transferente o constituyente del derecho
interviene por su propio derecho, obligándose a transferir o constituir un derecho que
pertenece a alguien que no es parte en el contrato.

Respecto a la enajenación de bienes sociales efectuada por uno solo de los cónyuges,
algún sector jurisprudencial ha entendido que estamos frente a un acto ineficaz por
existir un exceso en la representación de la sociedad conyugal, por lo que estiman que
el acto podría ser ratificado por el cónyuge no interviniente42. Nosotros estimamos que
hay que distinguir dos supuestos: i) aquel en el cual uno de los cónyuges interviene
por sí mismo y en representación del otro cónyuge, sin contar con poder o teniendo
uno insuficiente; por ejemplo, si el cónyuge le otorgó poder para vender y no para
donar; en este caso sí estaríamos ante un acto ineficaz, pudiendo el cónyuge
representado ratificar el acto jurídico. En este supuesto será necesario comprobar que
del título aparezca que el cónyuge interviniente declare que concurre por su propio
derecho y en nombre del otro cónyuge, es decir, si comparece contemplatio domini; ii)
aquel en el cual uno solo de los cónyuges dispone unilateralmente del bien social,
como si se tratase de un bien propio; en este caso, el acto adolecería de una causal de
nulidad como es la contravención a la norma imperativa recogida en el artículo 315 del
Código Civil, según la cual, para disponer de un bien social se requiere la intervención
de ambos cónyuges, norma que no puede ser derogada por los cónyuges.

La consecuencia prevista por el Código Civil para el negocio jurídico celebrado por el
falsus procurator es su ineficacia. Bianca señala que “la ineficacia del contrato
estipulado por el falso representante no significa que ese contrato sea nulo o anulable.
Simplemente el contrato está desprovisto de un requisito de eficacia que puede ser
integrado posteriormente mediante la ratificación del representado. El contrato
celebrado por el falso representante, adviértase, es un contrato perfecto. En efecto,
dicho contrato contiene todos los elementos constitutivos (acuerdo, objeto, causa,
forma). La ratificación no es integradora del acuerdo ya celebrado entre representante
y tercero, pero lo hace eficaz”43.

Frente al acto ineficaz celebrado en su nombre, el representado puede ratificar el acto


jurídico o demandar su declaración de ineficacia. “Solo el representado y no otro puede
objetar el acto jurídico efectuado en su nombre, así como también ratificarlo”44.

El remedio para el acto ineficaz celebrado por el falsus procurator es la ratificación


practicada por el representado. Al respecto, el artículo 162 del Código Civil prescribe
que: “En los casos previstos por el artículo 161, el acto jurídico puede ser ratificado por
el representado observando la forma prescrita para su celebración. La ratificación tiene
efecto retroactivo, pero queda a salvo el derecho de tercero. El tercero y el que
hubiese celebrado el acto jurídico como representante podrán resolver el acto jurídico
antes de la ratificación, sin perjuicio de la indemnización que corresponda. La facultad
de ratificar se trasmite a los herederos”. Bianca señala que “la ratificación es el negocio
unilateral mediante el cual el sujeto hace eficaz en su propio ámbito el acto del no
autorizado. Con la ratificación el representado no celebra un nuevo contrato con el
tercero ni estipula el contrato ya estipulado por el representante. La voluntad de quien
ratifica está dirigida más bien a aceptar la actuación del falso representante y por tanto
a conferirle aquella posición de legitimación que el falso representante debió haber
tenido al momento de estipular el negocio”45. Cariota Ferrara señala que “la
ratificación es negocio unilateral recepticio: debe llevarse a conocimiento del
representante sin poder y del otro contratante”46.

La ratificación tiene efecto retroactivo, “en el sentido de que el contrato celebrado por
el falso representante adquiere eficacia desde su origen, cual si se hubiera celebrado
por el representante legitimado. Sin embargo, este efecto retroactivo no puede operar
en perjuicio de terceros, o sea de aquellos que adquirieron con anterioridad a la
ratificación de derechos incompatibles con el acto dispositivo del falso representante.
Así, p. ej., si el falso representante vendió un bien del representado, y este vendió el
mismo bien a un tercero, la adquisición de este último se mantiene firme aun cuando
sobrevenga la ratificación (...)”47.

El negocio ineficaz puede ser resuelto por acuerdo entre el falsus procurator y el
tercero, antes de la ratificación. No es posible que el falsus procurator o el tercero
resuelvan unilateralmente el contrato ineficaz.

La ratificación del acto jurídico celebrado por el falsus procurator es una institución
distinta de la confirmación del acto jurídico. Por la ratificación, el representado torna
eficaz el acto jurídico celebrado en su nombre por quien no contaba con poder para
ello, o si el que tenía era insuficiente, o si teniéndolo lo hubiera transgredido. En
cambio, por la confirmación, el sujeto perjudicado con la celebración de un acto
anulable, decide dotarle de una eficacia permanente. Igualmente, los plazos de
prescripción de la acción de ineficacia por los supuestos previstos en el artículo 161
del Código Civil y de la acción de anulabilidad son diferentes48. Sin embargo, en
ocasiones la jurisprudencia ha estimado que el acto celebrado por el falsus procurator
es un acto anulable49 que puede ser confirmado, cuando en realidad se trata de un
acto ineficaz que puede ser ratificado. No ha faltado también alguna jurisprudencia que
ha entendido que el acto celebrado por el falsus procurator es nulo50.

La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República ha establecido lo


siguiente: “Quinto.- Que, el supuesto de exceso de representación o ausencia de la
misma no puede considerarse como un caso de invalidez del acto jurídico, porque no
afecta la estructura misma del negocio, sino que se trata de un acto ineficaz o que no
produce efectos en relación al representado, porque el representante se ha excedido
en su representación o simplemente no existe poder; constituyendo este caso un
supuesto especial de ineficacia del acto jurídico. Sexto.- Que, teniendo en cuenta la
diferencia expresada anteriormente, el acto jurídico celebrado por el representante
excediendo su poder o cuando no exista el mismo, puede conllevar a la ratificación del
acto jurídico por el representado, conforme al artículo 162 del Código Civil, supuesto
que resulta ser diferente al caso de la confirmación del acto jurídico que prevé el
artículo 231 del mismo Código y que se aplica para el acto jurídico que sufre de una
causal de anulación para efectos de sanear el vicio que lo contiene; no pudiendo en
este sentido confundirse ambas instituciones, como lo ha efectuado la Sala de mérito;
ni confundirse la naturaleza de lo previsto en el artículo 161 del anotado cuerpo legal,
que prevé un supuesto particular de ineficacia del acto jurídico, con la disposición del
artículo 211 del acotado, que prevé el supuesto de anulación del acto jurídico” (Cas. N°
3777-2006-Lambayeque, 05/12/2006)51.

“Tercero.- Que, procediendo a analizar la infracción denunciada en el literal i) del


punto 2 –referente a la aplicación indebida del artículo 156 del Código Civil–, al
respecto la referida norma establece: ‘Para disponer de la propiedad del representado
o gravar sus bienes, se requiere que el encargo conste en forma indubitable y por
escritura pública, bajo sanción de nulidad’; norma que consagra el principio de
literalidad y establece una formalidad ad solemnitatem para otorgar un poder mediante
el cual se pretenda conferir las facultades de gravar o disponer de un bien; sin
embargo, de los hechos establecidos en el presente proceso, el cuestionamiento
radica en una supuesta falta de facultades en la representación, pues ambas partes
hacen alusión a la Asamblea General de fecha primero de noviembre de dos mil en
donde se estableció aprobar la venta de dicho inmueble, siendo ello así, se advierte
que los hechos establecidos en el proceso no guardan relación de identidad con el
supuesto fáctico de las normas jurídicas materiales denunciadas, no obstante ello, el
juez erróneamente lo aplica (...) Quinto.- Que, como se ha señalado en el
considerando precedente, de los hechos expuestos por los accionantes, sobre una
falta de facultades del representante, debe anotarse que tal contingencia origina como
consecuencia jurídica la ineficacia del contrato submateria, por carecer de legitimidad
los representantes para contratar –falsus procurador–, mas no conlleva la nulidad de la
misma; sin embargo, el petitorio en el presente proceso consiste en declarar la nulidad
del acto jurídico; de lo que se advierte que no existe conexidad lógica entre los hechos
y el petitorio, por lo que la presente demanda deviene en improcedente de conformidad
con lo establecido en el artículo 427 del Código Procesal Civil” (Cas. N° 4933-2011-
Lima Norte, 22/11/2012, El Peruano, 01/07/2013, pp. 41513-41514).
“Segundo.- Que, en cuanto a la infracción del artículo 156 del Código Civil, debe
precisarse que esta disposición normativa establece que: ‘Para disponer de la
propiedad del representado o gravar sus bienes, se requiere que el encargo conste en
forma indubitable y por escritura pública, bajo sanción de nulidad’. Como se advierte, la
disposición normativa en cuestión, no hace más que precisar que el acto de
apoderamiento otorgado para disponer o gravar la propiedad del representado, debe
constar en forma indubitable y en escritura pública. La inobservancia o ausencia de
estos requisitos tendrá como consecuencia única la nulidad del acto de
apoderamiento. Por lo demás, no cabe inferir a partir de esto, que el acto de
disposición al que se refiere la norma será nulo, pues este y todos los actos que el
representante efectúe en virtud del poder viciado, o excediendo el poder, solo serán
ineficaces respecto del representado, pues en tal caso estaremos frente al supuesto
del falsus procurator previsto en el artículo 161 del Código Civil. El artículo en cuestión
regula entonces, que las facultades para disponer o gravar los bienes del representado
deben ser constituidos ad solemnitaten, bajo sanción de nulidad, ‘en seguridad no solo
del representado sino también del tercero contratante, que adquirirá un derecho con la
debida certeza en cuanto a las facultades del representante y de la eficacia del acto
respecto del representado’” (Cas. N° 2425-2011-Lima Norte, 15/05/2012, El Peruano,
01/07/2013, pp. 41109-41111).

“Sexto.- Que, para nuestro ordenamiento civil, el exceso en las facultades de


representación constituye un acto ineficaz de acuerdo con lo dispuesto por el numeral
ciento sesentiuno del Código Civil cuando señala: ‘El acto jurídico celebrado por el
representante excediendo los límites de las facultades que se le hubiere conferido, o
violándolas, es ineficaz con relación al representado, sin perjuicio de las
responsabilidades que resulten frente a este y a terceros. También es ineficaz ante el
supuesto representado el acto jurídico celebrado por persona que no tiene la
representación que se atribuye’. Sétimo.- En este caso, la propia ley le atribuye la
ineficacia relativa a dicho acto jurídico porque establece que este será oponible solo al
representado, de lo que se desprende que para las otras partes mantiene su plena
eficacia; en tal virtud, la figura del falsus procurador no puede dar lugar a la nulidad del
acto jurídico, porque sino sería declarar inválido e inexistente un acto jurídico que de
acuerdo a la propia ley mantiene todos sus efectos entre el representante y el otro
contratante. Octavo.- Que, consecuentemente cuando el Colegiado llega a la
conclusión que se está ante un supuesto de falsus procurador, aplica la norma
pertinente a la controversia, esto es el numeral ciento sesentiuno del Código Civil, la
que debe ser entendida como caso de ineficacia del acto jurídico, que no solo prevé
con ineficacia, respecto del representado, el acto celebrado por el procurador
excediéndose de los límites de las facultades que le hubiere conferido o violándolas,
sino también de quién celebró por persona que no tenía la representación que se le
atribuye, al haberse declarado nulo el poder con el que actuó don Jorge Wuilfredo
Salinas Coahuila, por tanto dicha denuncia debe desestimarse” (Cas. Nº 526-2007-
Lima, 07/11/2007, El Peruano, 03/12/2008, Fuente SPIJ).

“Undécimo.- Que, en tal virtud, tratándose de un cuestionamiento de las facultades


del representante de la sociedad nos encontramos ante un caso de ineficacia según el
artículo 161 del Código Civil, pudiendo ser este acto ratificado por el órgano
correspondiente, rigiendo en este caso el artículo 162 del citado Código para la
ratificación de actos jurídicos, mas no el supuesto de confirmación” (Cas. N° 621-2007-
Piura, 08/05/2007)52.

En la Resolución N° 1728-2011-SUNARP-TR-L de fecha 09/09/2011, se estableció:


“por el mérito de la ratificación, el representado se integra en el negocio como si
efectivamente siempre hubiera sido parte de él, no requiriéndose que adicionalmente a
ello, el representante ratifique los actos celebrados en nombre del representado”.

En la Resolución N° 032-2012-SUNARP-TR-A de fecha 20/01/2012, se estableció:


“es inscribible la ratificación de un acto jurídico inscribible, pues lo torna eficaz. Sin
embargo, la ratificación no podrá acceder al Registro si ya se inscribió –sin reserva ni
condición alguna–, el acto jurídico ratificado que se ratifica, salvo que previa o
simultáneamente se inscriba su declaración judicial de ineficacia”.

En la Resolución N° 679-2012-SUNARP-TR-L de fecha 09/05/2012, se estableció:


“Es ineficaz el acto jurídico celebrado por un representante que no contaba con
facultades para efectuarlo, requiriendo una ratificación en aras de que produzca sus
efectos jurídicos (los mismos que se retrotraerán al momento de la celebración) y de
esta manera pueda acceder al Registro”.

En la Resolución N° 269-2008-SUNARP-TR-A de fecha 15/09/2008, se estableció:


“La ratificación del acto jurídico celebrado por persona que no tiene la representación
es un acto unilateral, en virtud del cual el dominus acepta la declaración de voluntad
hecha en su nombre por el falsus procurator, para quedar él mismo vinculado con el
tercero. En tal sentido, esta adhesión sucesiva que presta el dominus a lo hecho por el
falso representante es equivalente a la autorización previa”.

3. El acto jurídico consigo mismo

Con relación al acto jurídico consigo mismo, el artículo 166 del Código Civil prescribe
lo siguiente: “Es anulable el acto jurídico que el representante concluya consigo
mismo, en nombre propio o como representante de otro, a menos que la ley lo permita,
que el representado lo hubiese autorizado específicamente, o que el contenido del acto
jurídico hubiera sido determinado de modo que excluya la posibilidad de un conflicto de
intereses. El ejercicio de la acción le corresponde al representado”.

Para Messineo, “del principio según el cual, para la existencia del contrato se
necesitan dos declaraciones de voluntad, procedentes de dos partes diversas,
constituye excepción la figura del llamado autocontrato (corrientemente, y más
exactamente, denominado contrato consigo mismo), en el que la actividad y la
declaración de una sola parte, en dos distintas calidades (por ej. representante que
declara –por un lado– en nombre propio y –por el otro– en nombre del representado),
basta –en los casos en que está admitido– para realizar el contrato”53.

Según Massimo Bianca, “el contrato consigo mismo es el contrato en el cual el


representante asume la posición de parte sustancial contrapuesta al representado o
estipula en representación de las partes contrapuestas. Así, p. ej., el representante
obra como adquirente a título personal del bien que se vende a sí mismo como
representante del propietario, u obra como adquirente del bien en nombre y por cuenta
de otro representado”54.

Para Aníbal Torres Vásquez, “acto jurídico consigo mismo es el celebrado por una
persona por sí sola, actuando, a la vez, como parte interesada y como representante
de la otra (representación simple), o como representante de ambas partes
(representación doble)”55. “El contrato consigo mismo o autocontrato es el celebrado
por el representante actuando como tal y, a la vez, por derecho propio como
contraparte de su representado (por ej., el representante encargado de vender un bien
lo compra para sí mismo) o como representante de una y otra parte contratante (por
ejemplo, el representante que teniendo poder de A para vender una casa y de B para
comprarle una, vende la casa de A a B)”56.

En el acto jurídico consigo mismo interviene un solo sujeto representando dos o más
esferas jurídicas; el mismo sujeto declara dos o más voluntades (vender y comprar,
donar y aceptar) que al encontrarse forman el acto bilateral o plurilateral. El acto
jurídico consigo mismo está prohibido, salvo los supuestos excepcionales previstos en
el artículo 166 del Código Civil. Fuera de estos supuestos, la sanción prevista por la ley
para el acto jurídico consigo mismo es la anulabilidad, por lo que es posible que el
representado confirme el acto jurídico así celebrado. La razón de ser de la invalidez del
acto jurídico consigo mismo radica en la protección que dispensa la ley a los intereses
del representado en caso de que colisionen con los intereses del representante o con
los de otro representado de este, pues el representante podría privilegiar sus propios
intereses en detrimento de los de su representado, o privilegiar los intereses de uno de
sus representados en perjuicio de los de su otro representado. Como señala Lohmann
Luca de Tena, “lo que en el fondo quiere el artículo 166 es que en uso de la
representación, y de cara al deber de lealtad, el representante no abuse de sus
facultades para torcer o desviar los intereses de su representado. Esa es visiblemente
la razón de ser de esta norma”57.

El representante puede actuar o intervenir en mérito a un acto de apoderamiento o por


disposición de la ley, es decir como representante voluntario o legal de su
representado. En la representación doble es factible que el representante concurra
representando legalmente a uno de los representados y representando
voluntariamente al otro, o concurra representando a ambos representados con la
misma fuente de representación. Es posible que el representante represente
voluntariamente a ambos representados en mérito a poderes que han sido otorgados a
través de un mismo instrumento; por ejemplo, si A y B, en una misma escritura pública,
otorgan poder a C para comprar y vender terrenos agrícolas, y luego A, representado
por C, vende un predio a B, también representado por C. En este supuesto estaremos
ante dos actos de apoderamiento contenidos en un mismo instrumento.

También podría ocurrir que en la doble representación, el representante común haya


actuado, no solo sin que concurran las excepciones previstas en el artículo 166 del
Código Civil, sino también sin que haya contado con facultades especiales para
celebrar el tipo de acto jurídico celebrado. Así, por ejemplo, si A otorga poder a C para
vender predios, y B otorga poder a C para comprar predios, y luego C, representando
a ambos, celebra un contrato de donación. Surge la interrogante respecto al contrato
de donación, si estamos ante un acto anulable o uno ineficaz; en el primer supuesto,
podría ser confirmado por los representados; en el segundo, podría ser ratificado por
los representados. Nosotros somos de la opinión de que estamos ante un acto jurídico
ineficaz, por cuanto el representante no contaba con facultades para celebrar una
donación y menos para celebrarla consigo mismo; en cambio, en el acto jurídico
consigo mismo el representante sí cuenta con facultades para celebrar el acto jurídico,
siendo su única limitación el no celebrarlo consigo mismo.

La Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República ha establecido lo


siguiente: “Primero.- Que, el artículo ciento sesenta y seis del Código Civil, regula lo
que en doctrina sobre representación de las personas se conoce con el nombre de
“acto jurídico consigo mismo” o “autocontrato”, en virtud del cual se sanciona con
anulabilidad al acto jurídico que concluye el representante de una persona (natural o
jurídica) con él mismo, ya sea como beneficiario en nombre propio o actuando en
representación de la otra parte. Al respecto, Aníbal Torres Vásquez ha señalado que el
acto jurídico consigo mismo “(…) es el celebrado por una persona por sí sola,
actuando, a la vez, como parte interesada y como representante de la otra
(representación simple), o como representante de ambas partes (representación
doble)” (Acto Jurídico. Segunda edición, Idemsa, Lima, dos mil uno; página trescientos
ochenta y uno). Como puede advertirse, la anulabilidad que sanciona la norma importa
que la actuación del representante como tal, apoderado o por sí solo, se proyecte a
ambas partes del contrato y no solo a una de ellas”. (Cas. Nº 3048-2005-Lima,
04/04/2008, El Peruano, 04/02/2009, pp. 24236-24241).

En la Resolución N° 584-2012-SUNARP-TR-A de fecha 29/11/2012, se estableció:


“De conformidad con el artículo 166 del Código Civil, se encuentra dentro de los
supuestos del contrato consigo mismo (autocontrato) el acto celebrado por una
persona que es representante legal de dos personas jurídicas diferentes. Para que
este acto sea eximido de la sanción de anulabilidad y pueda acceder al Registro, se
deberá acreditar que el representante contaba con facultades específicas para
contratar consigo mismo o la presentación de copia certificada del acta donde conste
la ratificación celebrada por los socios de las personas jurídicas que intervienen en el
acto o contrato celebrado”.

En la Resolución N° 186-2009-SUNARP-TR-L de fecha 10/02/2009, se estableció: “Si


en un acto jurídico interviene una misma persona por derecho propio y como
representante de su cónyuge en calidad de vendedora y de una persona jurídica en
calidad de compradora, a efectos de que el acto jurídico sea objeto de inscripción,
deberá contar con poderes suficientes otorgados por su cónyuge y por la persona
jurídica para realizar tales actos, de lo contrario, dicho acto deberá ser objeto de
ratificación”.

V. LA INEFICACIA DEL NEGOCIO JURÍDICO

1. Eficacia e ineficacia de los negocios jurídicos

Los negocios jurídicos están destinados a producir efectos jurídicos que son queridos
por los sujetos que los otorgan o celebran. Estos efectos jurídicos pueden consistir en
crear, modificar, regular o extinguir una relación jurídica. Cada acto jurídico tiene un
efecto jurídico que le es propio; así, por ejemplo, la compraventa, la donación y la
permuta producen el efecto último de transmitir la propiedad de un bien; el
reconocimiento de un hijo produce el efecto de crear la relación paterno filial entre el
declarante y el hijo reconocido; el matrimonio produce el efecto de crear el vínculo
conyugal entre los contrayentes. Lizardo Taboaba señala que “los negocios jurídicos
son fuente de efectos jurídicos y son celebrados a fin de que sean productores de los
mismos”58. Eduardo Zannoni señala que “todo acto jurídico posee, desde la
perspectiva del deber ser, la finalidad –causa final– de producir ciertos y determinados
efectos y en ello residirá, precisamente, su eficacia. Es decir que por eficacia del acto
jurídico debemos entender la aptitud que se predica de él para alcanzar sus efectos
propios”59.
Cuando el acto jurídico produce los efectos que está llamado a producir, estamos ante
un acto jurídico eficaz. En cambio, cuando el acto jurídico celebrado no produce dichos
efectos o deja de producirlos, estamos ante un acto jurídico ineficaz. La ineficacia se
entiende como la no producción de efectos jurídicos.

2. Eficacia estructural y eficacia funcional

Para que el acto jurídico sea eficaz se requiere que hayan concurrido en su formación
o en su génesis todos los componentes de su estructura (presupuestos, elementos,
requisitos). La producción de efectos presupone entonces que el acto jurídico haya
sido correctamente formado o concebido. Cuando el acto jurídico ha sido
correctamente formado estamos ante un acto con eficacia estructural o, simplemente,
ante un acto jurídico válido. Asimismo, cuando estamos ante un acto jurídico que,
además de válido, produce también sus efectos, estamos ante un acto jurídico con
eficacia funcional, porque produce la función jurídica asignada por la ley. Lo ideal es
que dicho acto sea eficaz estructural y funcionalmente, es decir, que no solo sea apto
para producir el efecto jurídico, sino también que lo produzca con efectividad.

3. Ineficacia estructural e ineficacia funcional

Un acto válido o con eficacia estructural es aquel en cuya formación están presentes
todos sus componentes (presupuestos, elementos y requisitos). Por el contrario, un
acto incorrectamente formado, en cuya estructura están ausentes alguno de sus
componentes (presupuestos, elementos o requisitos) o todos ellos, es un acto que
adolece de eficacia estructural, por lo que estamos frente a un acto jurídico con
ineficacia estructural o, simplemente, inválido. El acto jurídico inválido no produce
efectos jurídicos; es un acto jurídicamente estéril; este no llega a producir los efectos
que estaba llamado a producir. En consecuencia, el acto jurídico ineficaz
estructuralmente también es un acto jurídico ineficaz funcionalmente. Sin embargo, un
acto jurídico válido puede ser ineficaz o devenir luego en ineficaz. “En efecto, no todo
acto válido es eficaz. Hay actos válidos, pero ineficaces”60. En estos casos estaremos
ante un acto jurídico válido o con eficacia estructural, pero funcionalmente ineficaz. Así,
por ejemplo, un acto jurídico sujeto a condición o plazo suspensivos; el testamento que
producirá efectos a la muerte del testador –acto jurídico mortis causa–; la compraventa
de un bien futuro cuya eficacia dependerá de que el bien llegue a existir; la atribución
de un derecho patrimonial a un concebido que estará condicionada a que este nazca
vivo. Igualmente, puede ocurrir que el acto válido devenga en ineficaz en forma
permanente o por siempre, por ejemplo, si la condición suspensiva no se verifica, si el
concebido nace muerto o si el bien futuro no llega a existir.

La ineficacia estructural también es conocida como ineficacia inicial, intrínseca u


originaria. En cambio, la ineficacia funcional es conocida también como ineficacia
extrínseca, sobreviniente, sobrevenida o ineficacia en sentido estricto. La distinción
radica en que las causales de ineficacia estructural están presentes en el momento de
la celebración del acto61, rodean su génesis y afectan a los presupuestos, elementos
o requisitos; así, por ejemplo, si un menor de edad vende la casa que recibió como
herencia, la causal de invalidez –su incapacidad– habrá estado presente cuando se
celebró el contrato y habrá afectado al requisito de la capacidad del agente.

En cambio, las causales de ineficacia funcional –generalmente– aparecen luego de


celebrado el acto jurídico y no afectan a los componentes estructurales; por ejemplo, si
luego de celebrado un arrendamiento, el arrendatario no paga la renta, el arrendador
podrá privar de efectos al contrato a través de la resolución; en este caso, la causal de
ineficacia funcional –el incumplimiento del contrato o la falta de pago de la renta– ha
sobrevenido luego de celebrado el contrato. Las causales de ineficacia funcional no
dañan la estructura del negocio, sino que condicionan o supeditan la funcionalidad del
acto, haciendo surgir o cesar los efectos jurídicos de este62.

De ello podemos señalar que la categoría jurídica de ineficacia es el género y la


invalidez o ineficacia estructural es una especie, pues existen otros supuestos de
ineficacia que aluden a la falta de producción de efectos del negocio jurídico, no
porque este haya sido mal formado, sino por circunstancias ajenas a su estructura.

La Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República ha establecido lo


siguiente:

“Si en un acto jurídico no concurren los elementos y presupuestos determinados como


requisitos de validez jurídica, se configura la ineficacia estructural, siendo defectuosa la
estructura no se podrá construir un acto jurídico válido” (Cas. N° 338-2011-Arequipa,
01/12/2011. El Peruano, 30/04/2013, pp. 40819-40821).

La ineficacia funcional o extrínseca “constituye una categoría jurídica distinta que se


invoca no por la existencia de vicios que afectan la estructura misma del acto jurídico,
sino cuando se trata de actos jurídicos que habiendo nacido válidos, posteriormente
por razones voluntarias o legales deja de producir los efectos jurídicos buscados por
las partes”. (Cas. N° 3628-2011-Puno, 19/09/2012, El Peruano, 30/04/2013, pp. 40623-
40265).

“Tercero.- Es necesario tener en cuenta lo que expone la doctrina respecto a las


figuras de ineficacia y de nulidad del acto jurídico. Para tal efecto el italiano Giovanni
Battista Ferri señala que ‘(…) aunque es verdad que el negocio nulo no produce
efecto, la ineficacia y la nulidad parecen ser conceptos totalmente autónomos y no
coincidentes. La ineficacia constituye, por decirlo así, una consecuencia; la nulidad es,
a lo sumo, una causa. Las razones de la ineficacia son múltiples; una de ellas es
ciertamente la nulidad pero no es la única. Por otro lado, la ineficacia de un negocio no
deriva siempre, ni necesariamente, de aquellas carencias estructurales o patologías
funcionales a las que se ha hecho referencia. Existen negocios (como la compraventa
sometida a condición suspensiva) cuya estructura está completa, y que están libres de
patologías funcionales, pero que de todos modos son ineficaces; en otras palabras (y
momentáneamente, en mayor o menor medida), son negocios inidóneos para producir
aquellas modificaciones, a las cuales están destinados, en las situaciones subjetivas
existentes’. Cuarto.- La doctrina divide la ineficacia del acto jurídico en: a) Aquella
motivada por la invalidez del acto jurídico (ineficacia estructural), donde el acto jurídico
no produce efectos porque al momento de su concertación falta un elemento de su
estructura o existe algún vicio, por ejemplo, la nulidad y la anulabilidad del acto
jurídico; y, b) En aquella proveniente de causas extrañas a la estructura del acto
jurídico (ineficacia funcional), donde el acto no obstante ser válido no produce todo o
alguno de sus efectos por una causal extraña a su estructura como puede ser por una
condición o el plazo, la resolución, la rescisión, el mutuo disenso, la reversión,
etcétera. Por otra parte, la ineficacia puede ser dividida también en absoluta o relativa.
Es absoluta porque ‘carece de efectos para toda persona por eso se le dice que una
ineficacia era erga omnes. Por ejemplo, cuando el acto es nulo, la acción para la
declaración de nulidad puede ser hecha valer por quienquiera que tenga interés, contra
cualquiera’. Es relativa cuando ‘el acto no produce efectos en cuanto a determinadas
personas, pero si con relación a otras. Los actos con ineficacia relativa se denominan
inoponibles. Ejemplos: el matrimonio putativo, es inoponible al cónyuge (…) el acto
celebrado por el representante excediendo los límites de las facultades que se le ha
conferido es ineficaz con relación al representado, pero el representante queda
obligado frente al tercero con quién celebró el acto (art. 161). Quinto.- Entonces, se
llega a la conclusión que hablar de ineficacia y/o nulidad del acto jurídico es hablar de
género a especie, puesto que la declaración de ineficacia no necesariamente conlleva
a la declaración de nulidad del mismo porque –como se ha anotado– la ineficacia
puede ser relativa, esto es, puede ser ineficaz frente a una de las partes o frente a
terceros, mientras que al haberse declarado nulo un acto, este no tiene efectos para
nadie pues nunca existió” (Cas. Nº 526-2007-Lima, 07/11/2007, El Peruano,
03/12/2008, Fuente SPIJ).

“Tercero.- Que, en materia de la teoría general del acto jurídico debe distinguirse la
ineficacia en sentido lato de las causas que la motivan; de tal manera que la primera
de ellas es entendida como las diversas hipótesis en las cuales el negocio no produce
efectos jurídicos (Renato Scognamiglio: Contribución a la Teoría del Negocio Jurídico,
Editora Jurídica Grijley, Primera Edición, Noviembre - mil novecientos noventa y cuatro,
página cuatrocientos veintiuno). En ese sentido, la ineficacia es la carencia de efectos
normales con motivo de la celebración de un acto jurídico, esto es, cuando el negocio
jurídico no produce efectos jurídicos, lo cual puede obedecer a diversas causas, como
el caso en que el negocio jurídico sea inválido, que se encuentre sujeto a una
condición suspensiva, que sea resuelto u otra causa que no le permita producir efectos
jurídicos o que impidan o extingan los mismos. Cuarto.- que, la invalidez del acto
jurídico conlleva a la ineficacia del mismo por razones estructurales que obedecen al
contenido mismo del negocio, ya sea por la falta de un requisito de validez del acto
jurídico a que se refiere el artículo 140 del Código Civil o por la contravención de una
norma imperativa, o por la existencia de un vicio de la voluntad u otra circunstancia
que vicia el negocio, según lo prescribe el artículo 219 del Código Civil, y en el
segundo caso con la anulabilidad del mismo, conforme al artículo 221 del citado
Código, situación que requiere ser declarada judicialmente, como lo prevé el artículo
222 del referido Código” (Cas. N° 3777-2006-Lambayeque, 05/12/2006)63.

“Octavo: En ese sentido, cuando el acto jurídico nunca produjo efectos jurídicos o
habiéndolos producido inicialmente, estos desaparecen por un evento posterior a la
celebración de los mismos, nos encontramos ante supuestos de ineficacia negocial, los
cuales son de dos tipos: i) la ineficacia originaria, o también denominada estructural,
que está referida a aquellos supuestos en los cuales el negocio o no produce nunca
efectos jurídicos por haber nacido muerto (nulidad) o deja de producirlos
retroactivamente por haber nacido viciado (anulabilidad), y; ii) la ineficacia funcional,
que está referida a todos aquellos casos en los cuales un negocio jurídico que venía
produciendo normalmente efectos jurídicos, deja de producirlos posteriormente por la
aparición de una causal sobreviniente a la celebración del negocio jurídico” (Cas. Nº
2699-2010-Tumbes, 01/09/2011, El Peruano, 01/10/2012, Fuente SPIJ).
4. Clases de ineficacia estructural o invalidez: nulidad y anulabilidad

La ineficacia estructural se desdobla en dos categorías: la nulidad y la anulabilidad.


Las causales de ambas formas de invalidez siempre están presentes al momento de
celebrarse el negocio jurídico; están presentes en la génesis del negocio jurídico, por
ello se dice que son coetáneas a la celebración del acto jurídico. Tanto las causales de
nulidad como las de anulabilidad se rigen por el principio de legalidad, es decir, solo la
ley establece las causales por las cuales se puede invocar y declarar la nulidad de un
acto jurídico64. La nulidad es la sanción más grave que puede imponerse a un acto
jurídico por cuanto le priva de la aptitud para producir los efectos jurídicos que le eran
propios65; en cambio, la anulabilidad es una sanción menos intensa, por cuanto sus
causales pueden ser superadas a través de la confirmación, llegando así a producir
efectos jurídicos de manera permanente y desde su nacimiento. Sin embargo, respecto
de los actos nulos debemos precisar que si bien no son idóneos para producir efectos
jurídicos, en la práctica producen efectos jurídicos expuestos a ser paralizados por la
declaración judicial de nulidad; así, por ejemplo, si un demente vende su propiedad y el
comprador toma posesión y hace suyos los frutos, no cabe duda que estamos ante
efectos jurídicos (el derecho real de posesión y la propiedad de los frutos), los cuales
cesarán si se declara nula la compraventa y se ordena la restitución del bien y el pago
de frutos.

El acto nulo es aquel que está afectado en sus elementos estructurales (presupuestos,
elementos, requisitos), o que contraviene las normas imperativas, las normas de orden
público o las buenas costumbres. El acto nulo nunca produce de manera estable los
efectos jurídicos que las partes buscaban que produzca. Para el acto nulo el
ordenamiento jurídico no ha previsto ningún remedio negocial; de tal manera que, si
las partes quieren alcanzar los efectos que buscaban lograr con el acto nulo deberán
celebrar un nuevo acto jurídico. Cariota Ferrara señala que el acto nulo no puede
sanarse; “sería vano el realizarse o el desaparecer, posterior, del elemento cuya falta o
presencia producía la nulidad. Ni siquiera la voluntad del declarante o de las partes
puede producir esto; el negocio se debe repetir, rehacer ex novo, renovar, o sea se
debe realizar otro negocio, correspondiente al primero. Queda, de cualquier manera, la
diferencia de que el nuevo negocio se ha realizado ahora; el nulo se realizó entonces;
por tanto, los efectos se producen ahora”66.

El acto anulable, en cambio, solo presenta un vicio en su estructura, que no le impide


producir efectos jurídicos. Sin embargo, sus efectos son inestables, pues si se declara
su nulidad dejará de producirlos ex tunc, deviniendo en nulo desde su nacimiento; en
cambio, si es confirmado por el perjudicado, sus efectos se tornarán eficaces de
manera permanente.

Luigi Cariota Ferrara señala que, “a diferencia del negocio nulo, el negocio anulable no
es un negocio que ha nacido muerto; no es, por sí, nullus, sino que solamente puede
ser destruido, puede ser reducido a negocio nulo”. “A diferencia del negocio nulo, el
negocio anulable: a) produce sus efectos hasta que es anulado, solo que tal
producción de efectos es caduca o efímera en el sentido de que puede, cuando llegue
la anulación, desaparecer; se tiene en este caso una eficacia provisional o interina. La
anulación tiene fuerza retroactiva, es decir, no hace cesar ex nunc la eficacia del
negocio, sino que borra, destruye los efectos ya producidos, como si una eficacia del
negocio anulable no hubiese existido nunca. b) la anulación tiene lugar por medio de
una sentencia constitutiva (resolutoria); la sentencia es constitutiva en cuanto produce
la anulación del negocio, el cual, de negocio anulable que era, se reduce a la nada. La
anulación opera retroactivamente (ex tunc); los efectos del negocio se consideran
como si no se hubiesen producido nunca; c) generalmente, la anulabilidad puede
hacerse valer solo por personas determinadas; d) el negocio anulable puede sanarse
(por confirmación o subsanación, convalidación, prescripción u otras causas); e) la
anulabilidad es, generalmente, oponible a los terceros, pero las excepciones a tal
oponibilidad son más numerosas que las establecidas para la nulidad”67.

La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República ha establecido lo


siguiente:

“La pretensión de nulidad de un acto jurídico (también conocida como ineficacia


estructural o intrínseca) se invoca cuando en la celebración del acto jurídico se ha
incurrido en un vicio que afecta su estructura misma y por tanto deviene en inválido
desde su origen, estando a las causales de ineficacia estructural prevista en el artículo
doscientos diecinueve del Código Civil, nulidad absoluta del acto jurídico y en el
artículo doscientos veintiuno del mismo Código, anulabilidad” (Cas. N° 3628-2011-
Puno, 19/09/2012, El Peruano, 30/04/2013, pp. 40623-40265).

“Cuarto.-Tratándose el tema sub materia de un proceso de nulidad de acto jurídico


debe tenerse en cuenta que la doctrina autorizada como la vertida por el tratadista
Lizardo Taboada destaca que: “la ineficacia estructural supone una causal coetánea a
la celebración del acto jurídico por ausencia de alguno o varios de sus elementos,
presupuestos y/o requisitos y que en ningún caso puede ser producto de la voluntad de
las partes pues se fundamenta en el principio de legalidad”. El mismo autor incide en la
existencia de dos categorías de ineficacia estructural: nulidad y anulabilidad,
señalando que en ambos casos las causales son siempre coetáneas a su celebración
referidas a un defecto en la estructura del acto jurídico, apuntándose que su distinción
radica, en que en el acto nulo carece de algún elemento, presupuesto o requisito
contra principio de orden público, buenas costumbres y normas, en tanto el acto
anulable es afectado por un vicio en su conformación” (Cas. N° 3920-2011-Madre de
Dios, 26/10/2012, El Peruano, 01/07/2013, pp. 41329-41331)68.

“Octavo.- Que, siendo esto así, no debe de confundirse las instituciones, por un lado,
de acuerdo con la demanda, se ha planteado nulidad de un acto jurídico determinado,
la cual puede ser considerada, por el Profesor Freddy Escobar Rozas como ‘(…) la
forma más grave de invalidez negocial (Bianca). La invalidez negocial presupone la
existencia de un ‘juicio de conformidad’ en virtud del cual se concluye que el negocio
no cumple con las ‘directrices’ establecidas por el ordenamiento jurídico. El fenómeno
indicado (‘incumplimiento de las directrices’) se presenta cuando por lo menos alguno
de los ‘elementos’ (manifestación de voluntad, objeto o causa) o de los ‘presupuestos’
(sujetos, bienes y servicios) del negocio no presenta alguna de las condiciones o
características exigidas por el ordenamiento jurídico. La invalidez negocial viene a
constituir una sanción que el ordenamiento jurídico impone al negocio que presenta
‘irregularidades’. Esta sanción puede determinar (i) que dicho negocio no produzca las
consecuencias jurídicas a las cuales está dirigido (lo que significa que es
absolutamente ineficaz); o, (ii) que dicho negocio produzca las consecuencias a las
cuales está dirigido, pero que estas puedan ser ‘destruidas’ (lo que significa que es
precariamente eficaz) (BIGLIAZZI GERI, BRECCIA, BUSNELLI y NATOLI). La
invalidez negocial puede ser absoluta o relativa. Es absoluta cuando el requisito no
cumplido por un elemento o un presupuesto del negocio tutela intereses que no son
‘disponibles’ por la parte o las partes, sea porque los mismos comprometen principios
básicos del ordenamiento jurídico o porque comprometen necesidades de terceros o
de la colectividad en general (piénsese en el requisito de la licitud o en el de la
posibilidad física y jurídica). Es relativa cuando el requisito en cuestión tutela intereses
‘disponibles’ por las partes (piénsese en el requisito de la seriedad o en el de la
ausencia de vicios). La invalidez absoluta supone la nulidad del negocio; la invalidez
relativa, en cambio, la anulabilidad del mismo (…)”; este mismo autor, sobre la
anulabilidad, vuelve a señalar: “(…) La anulabilidad es la forma menos grave de la
invalidez negocial (BIANCA); y lo es porque, a diferencia de lo que ocurre con la
nulidad, la anulabilidad supone que la ‘irregularidad’ que presenta el negocio
únicamente afecta el interés de la parte (o de una de las partes) que lo celebra
(FRANZONI). Como consecuencia de ello, la anulabilidad no determina que el negocio
no produzca las consecuencias a las cuales está dirigido sino solamente que dichas
consecuencias puedan ser, durante cierto lapso, ‘destruidas’ por la parte afectada por
la ‘irregularidad’ (BIGLIAZZI GERI, BRECCIA, BUSNELLl y NATOLI); por lo menos
teóricamente, la anulabilidad (del negocio jurídico) supone lo siguiente: a) La eficacia
‘precaria’ del negocio. b) La posibilidad de que el negocio sea ‘saneado’. c) La
naturaleza constitutiva de la sentencia (o laudo) que compruebe su existencia. d) La
imposibilidad de que el juez (o el árbitro) la declare de oficio y de que los terceros con
interés puedan accionar para que la misma sea declarada. e) La prescriptibilidad del
derecho a solicitar que la misma sea declarada. El Código Civil recoge la totalidad de
las características enunciadas. Así, en su artículo doscientos veintidós establece (i)
que el acto anulable es nulo desde su celebración por efecto de la sentencia que lo
declare; y, (ii) que este tipo de nulidad se pronuncia a petición de parte, no pudiendo
ser alegada por otras personas distintas de las designadas por ley. De igual modo, en
su artículo doscientos treinta establece que el acto anulable puede ser ‘confirmado’. A
diferencia de la nulidad, que no otorga a la parte o a las partes derecho alguno que se
encuentre dirigido a ‘atacar’ al negocio (en tanto que aquella opera de iure), la
anulabilidad concede a la parte afectada por la ‘irregularidad’ que este presenta un
derecho potestativo negativo, consistente en la posibilidad de alterar la esfera jurídica
de la otra parte (o del tercero beneficiario) mediante la destrucción de los efectos
precarios generados por el negocio (…)” (Comentarios al Código Civil; varios autores;
Gaceta Jurídica; Tomo I; Primera edición; Lima - Perú; página novecientos noventitrés
y novecientos treinticinco)” (Cas. N° 3676-2006-Pasco, 04/06/2007, El Peruano,
02/01/2008, Fuente SPIJ).

“Los actos jurídicos nulos lo son ipso jure, esto es, que no requieren de una sentencia
judicial que así lo declare puesto que la sanción de nulidad sobre el acto jurídico opera
de pleno derecho; sin embargo, en el desenvolvimiento de las relaciones jurídicas
existen muchos actos jurídicos nulos que se les da la apariencia de válidos porque las
partes contratantes o una de ellas actúan como si tales actos así lo fueran y de ello
persuaden a terceras personas; empero ello solo es una apariencia de validez; y a fin
de eliminar esta apariencias se encuentra precisamente este Poder del Estado de
quien, en el ejercicio del derecho de acción, el justiciable obtiene una sentencia que
reconoce dicha invalidez declarando judicialmente la nulidad del acto jurídico, es decir,
no está recién condenando con la nulidad un acto jurídico sino que está declarando
una situación ya existente” (Cas. N° 1843-98-Ica, 29/10/1999)69.

“Tercero: Que dentro de la patología del acto jurídico, nuestra legislación claramente
distingue los actos jurídicos nulos de los meramente anulables. Son nulos y por tanto
inexistentes aquellos en que falta alguno de los requisitos esenciales de este, cuando
sea contrario a normas imperativas o sea ilícito, como enumera el artículo doscientos
diecinueve del Código Civil; en cambio es meramente anulable cuando el acto adolece
de ciertos defectos, pero existe y produce sus efectos, como establecen los artículos
doscientos veintiuno y doscientos veintidós del mismo Código” (Cas. Nº 738-99-
Cañete, 13/08/1999)70.
5. Nulidad expresa y nulidad virtual

Las causales de nulidad y de anulabilidad del acto jurídico pueden ser genéricas y
específicas. Las genéricas están detalladas en los artículos 219 y 221 del Código Civil;
las específicas están recogidas de manera singular en el resto de normas jurídicas del
Código Civil. Las causales específicas de anulabilidad siempre son expresas (por
ejemplo, la referida al acto jurídico consigo mismo, prevista en el artículo 166 del
Código Civil). En cambio, las causales específicas de nulidad pueden ser expresas o
tácitas. Las causales expresas de nulidad se encuentran previstas en el propio texto de
la norma para un determinado supuesto (por ejemplo, la contenida en el artículo 814
del Código Civil referida a la nulidad del testamento mancomunado). Las causales
tácitas o virtuales de nulidad no están declaradas por la propia norma, sino que ellas
resultan de la contravención a las normas imperativas, o las normas que interesan al
orden público o a las buenas costumbres.

Cariota Ferrara señala que “la invalidez está, por lo general, sancionada
expresamente; se habla en tales casos de invalidez textual o expresa; pero puede
darse que la sanción de invalidez no se haya dispuesto expresamente sino de forma
tácita: esto ocurre cuando no hay una disposición ad hoc que establezca la invalidez
del negocio, pero aquella resulta de la falta de un requisito definido por la ley con una
norma general como esencial, o bien del choque del contenido del negocio con una
disposición de derecho coactivo o imperativo; se habla entonces de invalidez tácita o
virtual”71.

Para Lizardo Taboada, la nulidad virtual o tácita se deduce de la interpretación de las


bases o fundamentos del sistema jurídico; no hace falta que haya una norma que
expresamente declare su nulidad; basta que exista una norma genérica de declaración
de nulidad, y que se infrinja la disposición correspondiente. En nuestro Código Civil
este tipo de norma general existe en el artículo V del Título Preliminar, reiterada por el
inciso 8 del artículo 219 (P. ej. matrimonio entre personas del mismo sexo, el contrato
de prostitución, contrato de meretricio)72.

La Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República ha establecido lo


siguiente:

“Quinto.- Es menester acotar que este Supremo Tribunal en casos relativos a la


nulidad del acto jurídico, tal como en la Sentencia Casatoria número 598-2011, ha
destacado que la existencia de nulidad no implica que la misma sea declarada caso
por caso, sino que puede ser sancionada por la ley ante la inobservancia de una
norma coercitiva, indicándose que la nulidad puede ser expresa o tácita (o como
algunos prefieren, textual o virtual). La primera supone que el legislador la establezca
expresamente, como ocurre con los siete primeros incisos del artículo 219 del Código
Civil, la segunda, en cambio, deriva lógicamente de la ley, cuando se colisiona con una
norma de carácter imperativo, que se fundamenta en el orden público”. Luego, citando
a Ospina y Ospina, señala que “de otro lado, el orden público es una noción que
comprende “el conglomerado de normas destinadas a regular las relaciones
individuales y las de la sociedad en su conjunto y es la suma de principios religiosos,
morales, políticos y económicos, predominantes en una sociedad determinada y que
son indispensables para la coexistencia social. Constituye el instrumento adecuado
para que el Estado –tutelador del bien común– pueda cumplir su función fundamental
por conducto de todos sus órganos de expresión jurídica y no exclusivamente del
legislador” (Cas. N° 3920-2011-Madre de Dios, 26/10/2012, El Peruano, 01/07/2013,
pp. 41329-41331)73.

“Quinto.- El orden público es una noción que comprende ‘el conglomerado de normas
destinadas a regular las relaciones individuales y las de la sociedad en su conjunto y
es la suma de principios religiosos, morales, políticos y económicos, predominantes en
una sociedad determinada y que son indispensables para la coexistencia social.
Constituye el instrumento adecuado para que el Estado –tutelador del bien común–
pueda cumplir su función fundamental por conducto de todos sus órganos de
expresión jurídica y no exclusivamente del legislador’. Sexto.- La norma contenida en
el artículo trescientos quince, ab initio, del Código Civil es claramente una norma de
orden público, no solo porque, analizada en rigor, no permite (prohíbe) los actos de
disposición de los bienes sociales por uno solo de los cónyuges, de lo cual se puede
derivar su carácter imperativo, sino también porque está orientada a la protección del
patrimonio familiar y, por ende, del matrimonio y de la familia” (Cas. Nº 598-2011-Lima,
16/01/2012, El Peruano, 01/10/2012, Fuente SPIJ).

5. Prescripción de la acción de nulidad

Un tema sobre el cual nuestro Código Civil ha mantenido silencio es el referido al


destino del acto jurídico nulo, una vez que ha operado el plazo de prescripción de la
acción de nulidad.

Cariota Ferrara señala que “el negocio nulo no puede sanarse ni siquiera por
prescripción de la acción de nulidad”74.

Para Paul Oertmann, “el transcurso del tiempo no ha sido admitido, por lo general,
como causa de sanación en materia de nulidad”75.

De acuerdo con estos autores, la prescripción de la acción de nulidad no conlleva la


conversión de un acto nulo en uno válido. Nosotros estimamos que el acto jurídico nulo
nunca llega a producir efectos jurídicos, inclusive luego haber transcurrido el plazo
prescriptorio de la acción de nulidad. En ese sentido, si bien, luego del transcurso del
decurso prescriptorio de la acción de nulidad ya no será posible obtener una
declaración judicial de nulidad, ello no acarreará la convalidación del negocio nulo.
Quien celebró el acto jurídico nulo no adquirió ningún derecho u obligación al momento
de celebrar dicho acto jurídico; la adquisición del derecho o la liberación de la
obligación ocurrirán no por la celebración del negocio nulo sino, eventualmente, por el
transcurso del tiempo, a través de las instituciones de la prescripción adquisitiva o de
la prescripción extintiva. Así, por ejemplo, si en el Registro de la Propiedad figura como
titular de un predio una sociedad conyugal, y se presenta para su inscripción una
escritura pública por la cual uno solo de los cónyuges enajena el predio, dicha
transferencia no se podrá registrar por más que transcurra el plazo de prescripción
extraordinaria, toda vez que conforme al artículo 2011 del Código Civil, los
Registradores calificarán la validez del título y siempre concluirán que el acto adolece
de una causal de nulidad ocasionada por la falta de intervención de uno de los
cónyuges.
La Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República ha establecido lo
siguiente:

“Primero.- Que, la acción de nulidad de acto jurídico y escritura pública interpuesto a


fojas cuarentinueve por José Huamán Bustamante, Segundo Chuquichampi Quispe y
Domingo Chuquichampi Quispe, respecto del contrato de compraventa del predio
Puma Orcco efectuada por Alcibiades Abarca Cairo en representación de Flavio
Abarca Cairo, a favor de Teodoro Condori Irco y Damiana Maqque Huaraya, suscrito el
dos de junio de mil novecientos sesentiuno, así como de la escritura pública que lo
contiene, de fecha tres de junio del mismo año, así como la pretensión de nulidad de
actos jurídicos de traslación de dominio que los antecedieron, han prescrito en virtud a
lo dispuesto en el artículo mil ciento sesentinueve del derogado Código Civil de mil
novecientos treintiséis, debidamente concordado con lo dispuesto en el artículo dos mil
ciento veintidós, del Código Civil vigente; por tanto, dichos instrumentos cuestionados
son válidos y producen todos sus efectos frente a terceros. Segundo.- que en
consecuencia, las alegaciones invocadas en el recurso de nulidad por don Atanacio
Rafael Huamán, relativas a la validez de los actos jurídicos de traslación de dominio
del citado predio Puma Orcco, no corresponden ser analizadas en esta instancia al
haberse reafirmado vía prescripción la eficacia de los mismos” (Cas. N° 2861-2000-
Canchis-Sicuani, 23/07/2001)76.

6. Diferencias entre la invalidez, rescisión y resolución

La nulidad y la anulabilidad, como especies de invalidez son propias de todo acto


jurídico. En cambio, la rescisión y la resolución son instituciones propias de los
contratos. La rescisión y la resolución son supuestos de ineficacia funcional. La
rescisión se asemeja a la invalidez por el hecho de que las causales de rescisión están
presentes cuando se celebra el contrato, por ello se dice que sus causales también
son coetáneas a la formación del contrato, o que se trata de un supuesto de ineficacia
originaria. Así, el artículo 1370 del Código Civil prescribe que: “La rescisión deja sin
efecto un contrato por causal existente al momento de celebrarlo”. Los supuestos de
rescisión están recogidos en los artículos 1539, 1447 y 1575 del Código Civil. La
resolución, en cambio es un supuesto de ineficacia sobreviniente, por cuanto las
causales de resolución aparecen luego de celebrado el contrato, tornándolo ineficaz en
adelante. Así, el artículo 1371 del Código Civil prescribe que: “La resolución deja sin
efecto un contrato válido por causal sobreviniente a su celebración”.

La Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República ha establecido lo


siguiente:

“La Rescisión es el acto por el cual, mediante sentencia judicial, se deja sin efecto un
contrato válido por causal existente al momento de su celebración, definiéndose dicha
figura como el remedio que la ley prevé para tutelar la libertad contractual, cuando se
está en presencia de una situación de aprovechamiento de una las partes contratantes
que determina que la otra asuma obligaciones en condiciones inicuas” (Cas. N° 3473-
2009-Lima, 23/03/2010, El Peruano, 30/12/2010, p. 29119).
“No deben confundirse las figuras de la anulabilidad del acto jurídico con la rescisión,
pues si bien ambas existen al momento de la celebración del contrato, sin embargo, la
anulabilidad de un acto jurídico implica la invalidez del mismo, mientras que con la
otra, se rescinde un acto jurídico válidamente celebrado, resultando la anulabilidad una
forma de ineficacia estructural, mientras la rescisión es una ineficacia funcional; de tal
manera que ambas figuras son incompatibles entre sí, requiriéndose para que opere la
rescisión, que la causal sea de tal trascendencia, que impida producir eficacia al acto,
esto es, que exista al momento de celebrarse el contrato” (Cas. N° 3473-2009-Lima,
23/03/2010, El Peruano, 30/12/2010, p. 29119).

“El Código Civil reconoce como supuesto de ineficacia de los contratos, junto con la
rescisión, el de la resolución contractual” (Cas. N° 2985-2010-Lima, 14/08/2012, El
Peruano, 01/07/2013, pp. 41049-41051).

“La resolución presupone un contrato válido, de lo contrario, estaríamos ante un caso


de invalidez (nulidad o anulabilidad) y no de ineficacia. Por otro lado las causas que
producen la resolución son siempre sobrevinientes a la celebración del contrato” (Cas.
N° 1051-2011-Lima, 22/05/2012, El Peruano, 01/07/2013, pp. 42076-42079).

7. Nulidad de acto jurídico y fe pública registral

Por regla general los actos jurídicos quedan perfeccionados y surten sus efectos desde
el momento mismo de su celebración. El único acto jurídico que requiere de inscripción
registral para su eficacia es el acto constitutivo de hipoteca. En ese sentido, los actos
jurídicos están sometidos, en principio, a las normas del Derecho Común, es decir, a
las normas contenidas en el Código Civil, con excepción de las normas contenidas en
el Libro IX referido a los Registros Públicos. De tal manera que cuando se cuestiona la
validez o eficacia de un contrato, nos remitiremos en principio a las normas del
contrato en particular, luego a las normas del contrato en general, y finalmente, a las
normas de la teoría general del acto jurídico. Sin embargo, cuando los actos jurídicos
han accedido al registro, es decir, cuando han sido inscritos, la situación es distinta,
por cuanto para resolver temas referidos a la validez o eficacia del acto jurídico no solo
se aplicarán las normas del Derecho Común, sino también las normas del Derecho
Registral, pudiendo resolverse las cosas de una manera diferente a como lo resolvería
el Derecho Común.

La Exposición de Motivos Oficial del Código Civil referida al Libro de Registros


Públicos77, señala que “determinadas normas, dispersas en el texto del Código Civil,
resultan en algunos casos atenuadas o modificadas en cuanto a su aplicación, o
simplemente inaplicables, cuando se enfrentan a normas de derecho registral.
Fenómeno que se aprecia con toda claridad, cuando se está frente a la problemática
de la fe pública registral (...) Cuando se está ante el derecho registral, se establecen
una serie de normas que afectan o modifican la aplicación de otras reglas del Código
Civil, de un modo general y abstracto y no episódico y concreto (...)”.

Los actos jurídicos de los cuales nacen, o por los cuales se modifican, se regulan o se
extinguen derechos inscribibles, se incorporan al Registro a fin de publicitar la
titularidad de un derecho, y de esa manera, obtener protección para quien resulta ser
el titular del derecho inscrito. Entonces, la razón de ser del Registro es la de proteger a
quienes inscriben sus derechos78. Si bien en nuestro sistema civil los derechos se
adquieren sin necesidad de su inscripción registral, esta forma de adquirir puede no
proteger de una manera efectiva al adquirente, haciendo que sus derechos se
encuentren en una situación de vulnerabilidad. En cambio, el registro dota de una
protección especial al derecho inscrito, procura hacerlo inmune a cualquier ataque, lo
hace fuerte. Un derecho inscrito está más protegido que uno no inscrito; el registro
funciona como una vacuna, por cuanto le inyecta al derecho una dosis de seguridad
que puede repeler o bloquear los ataques a los que puede estar expuesto un derecho.
Para ello, el Código Civil contiene principios registrales sobre los cuales se construye
todo el sistema registral.

El registro del acto jurídico no es automático, sino que está sometido a un


procedimiento de calificación registral, conforme a lo establecido en el artículo 2011 del
Código Civil. Por el principio de legalidad, los registradores calificarán, entre otros
aspectos, la validez del acto jurídico, es decir, determinarán si el acto jurídico no está
inmerso en causales de nulidad o de anulabilidad. Solo el acto válido accederá al
registro. Sin embargo, si llegara a registrarse un acto inválido, su inscripción no lo
convertirá en un acto válido, es decir, el registro no produce la convalidación de un
acto inválido79. Al respecto, es ilustrativa la frase de Núñez Lagos, según la cual “el
título no es válido porque se inscribe, sino que se inscribe porque es válido”80. En ese
sentido, el hecho de que el acto jurídico haya sido inscrito, no impedirá que se pueda
cuestionar su validez o eficacia en la vía judicial. Dada la trascendencia de la función
del registro, como es la de otorgar seguridad jurídica a quienes adquieren derechos
amparados en lo se publicita en el registro, la calificación registral de los títulos debe
ser rigurosa, de tal manera que solo puedan ser inscritos aquellos actos jurídicos
exentos de cualquier causa de nulidad o ineficacia.

Una vez inscrito el derecho, se presumirá que quien aparece en el registro como su
titular tiene legitimidad para disponer de él. La Exposición de Motivos Oficial del
Código Civil referida al Libro de Registros Públicos, al ocuparse del principio de
legitimación o legitimidad recogido en el artículo 2013 del Código Civil, señala que “se
presume, por medio de esta disposición, que el derecho o la titularidad del registro
existe y que pertenece a dicho titular, por lo cual este podrá ejercerla sin ninguna clase
de impedimento legal. Existe, pues, una consecuencia registral, en el sentido que se
presume que lo inscrito es cierto, pero también una extrarregistral en el sentido que se
produce[n] todos sus efectos”81.

El principio de fe pública registral entra en juego cuando un sujeto adquiere un derecho


de quien aparece en el registro como su titular, e inscribe su adquisición. A ese sujeto
se le conoce como tercero registral, el mismo que deberá reunir otros requisitos82. De
acuerdo a ello se requiere lo siguiente: i) un acto jurídico inscrito del cual se deriva el
derecho del transferente; ii) la adquisición del derecho inscrito por el tercero, la que
debe ser de carácter onerosa; iii) la adquisición del tercero debe ser de buena fe, es
decir, el tercero no debe tener conocimiento de causales de invalidez o ineficacia que
afecten al derecho de transferente; iv) la inscripción del acto jurídico por el cual el
tercero adquiere el derecho; v) si luego se anula, se rescinde o se resuelve el derecho
del otorgante, ello en nada afectará al tercero registral, quien mantendrá su
adquisición.

En el Derecho Común sucede algo distinto, pues “si una persona adquiere de otra un
derecho y sucede que el derecho del otorgante es nulo, el derecho común establece
que será nulo también el del adquirente. Nulo el derecho del otorgante es también nulo
el del adquiriente, porque nadie puede transferir más de lo que tiene y nadie puede
adquirir mayor o diverso derecho de aquel que se le transmite”83. En el Derecho
Común se produce, entonces, una suerte de arrastre de la nulidad, pues si el acto
jurídico nulo no produce efectos jurídicos, la misma suerte han de correr los actos
jurídicos que se desprenden de él. En el Derecho Común, la declaración de nulidad de
un acto jurídico desencadena la nulidad de todos aquellos actos jurídicos que le
sucedieron84.

En cambio, cuando se declara la nulidad de un acto jurídico inscrito, ello no traerá


consigo la nulidad de los actos jurídicos que le sigan en el tracto sucesivo, siempre y
cuando, por supuesto, que los sucesivos adquirentes reúnan los requisitos exigidos por
el artículo 2014 del Código Civil. Ello no se produce por cuanto el principio de fe
pública registral neutraliza los efectos nocivos de la nulidad negocial, haciendo que
estos no alcancen a los actos jurídicos inscritos con posterioridad al acto declarado
nulo. De esa manera, el principio de fe pública registral privilegia la seguridad dinámica
o de tráfico, al proteger a quienes contratan al amparo de la publicidad registral,
evitando que sus adquisiciones se vean enervadas por la declaración de nulidad o de
ineficacia de los actos jurídicos que legitimaban al otorgante del derecho.

Podemos señalar el siguiente ejemplo: A inmatricula un predio a su favor en mérito a


una escritura pública en la cual se ha suplantado a C como vendedor; luego A vende el
predio a B, quien inscribe su compra. Luego C demanda la nulidad de la compraventa
contenida en la escritura pública otorgada a favor de A, obteniéndose la declaración de
nulidad del acto jurídico de compraventa así como la cancelación de su inscripción. En
este caso, el acto afectado de nulidad era la compraventa a favor de A, pues no existió
manifestación de voluntad de C; B era ajeno a este acto jurídico. La adquisición
efectuada por B mantendrá su eficacia si B reúne los requisitos para ser considerado
un tercero registral. Para que la nulidad alcance a la compra de B tendría que probarse
que este conocía que en la escritura pública a favor de A se había suplantado a C85.

El principio de fe pública requiere al menos de dos actos jurídicos inscritos, siendo el


primero el que está afectado con alguna causal de invalidez o de ineficacia, y el
segundo que se celebra desconociendo de dichas causales. Si, por el contrario, es el
segundo acto el único que está inmerso en causales de invalidez o de ineficacia, no
estaremos ante un tercero registral86.

Las normas que protegen a los terceros registrales son las contenidas en los artículos
2014, 203487 y 203888 del Código Civil. Conforme al artículo 2034, la no inscripción
en la Oficina Registral competente de los actos inscribibles en el Registro Personal, no
afectará al tercero que adquiere algún derecho de buena fe y a título oneroso, en el
lugar donde debieron inscribirse dichos actos. Así, por ejemplo, A titular registral de un
bien lo vende a B; sin embargo, cuando se celebra la compraventa, A había sido
declarado interdicto, pero esta declaración judicial no se había inscrito en el lugar
donde se ubicaba el inmueble vendido; por consiguiente, B desconocía que A era un
incapaz, y, por tanto, debe mantener su adquisición. En cuanto a los actos de
apoderamiento, debemos señalar que conforme al artículo 2037 del Código Civil, las
inscripciones de los poderes, sus ampliaciones, revocaciones y extinción deben
practicarse en la Oficina Registral del lugar donde ha de ejercerse el poder. Luego, si
el tercero registral contrata con el representante en el lugar donde corre inscrito el
poder, y si en la partida registral no aparece que este haya sido modificado, revocado o
extinguido, aunque fuera del registro lo haya sido, la adquisición que se derive de
dicho contrato mantendrá todos sus efectos.
De otro lado, cabe señalar que, para que los actos jurídicos sean inscritos deben estar
contenidos en documentos, generalmente de carácter público89. Una vez que superan
la calificación registral, el Registrador Público extiende el respectivo asiento registral.
El Código Civil distingue el acto jurídico del documento que lo contiene90. La nulidad
del documento no acarrea –necesariamente– la nulidad del acto jurídico, salvo que el
documento constituya requisito de validez del acto jurídico (forma solemne), en cuyo
caso la nulidad del documento determinará la nulidad del acto jurídico. En cambio,
surge la siguiente interrogante: ¿la nulidad total del acto jurídico determina la nulidad
del documento? El Código Civil omite pronunciarse sobre ello. La doctrina señala que
“la nulidad de la declaración, es decir del contrato, lleva indesligadamente la invalidez
de todos los elementos que la componen, que incluye al documento donde se
encuentra el contrato”91.

El Tribunal Constitucional en la Sentencia de fecha 13 de mayo de 2009, recaída en el


Exp. Nº 01536-2008-PA/TC-Lima, estableció “que, en atención al apotegma jurídico “lo
accesorio sigue la suerte del principal”, declarada la nulidad del acto jurídico de
compraventa (principal), la consecuencia de ello, será la nulidad también de la
escritura pública (accesorio) que contiene el acto jurídico; por lo que la declaratoria de
nulidad de la escritura pública deviene en totalmente legítima”.

La nulidad del acto jurídico y del documento que lo contiene acarrea la nulidad del
asiento registral92, aunque la nulidad del asiento registral pueda deberse también a
transgresiones a los principios registrales93.

La Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República, ha distinguido las


soluciones brindadas por el Derecho Común y por el Derecho Registral:
“Cuarto.- Que, en tal virtud, para disponer de bienes sociales o gravarlos, se requiere
la intervención del marido y la mujer, salvo que uno de ellos dé poder al otro para ese
efecto de acuerdo a lo dispuesto en los artículos 292 y 315 del acotado Código, por lo
que están prohibidos los actos de disposición unilateral de bienes inmuebles o los
bienes muebles registrables sin intervención de ambos cónyuges; de tal modo que si,
contraviniendo dichas normas, se practica actos de disposición de bienes sociales por
uno solo de los cónyuges se incurrirá en la causal de nulidad absoluta prescrita en el
artículo 219 incisos 1, 4 y 6 del Código Procesal Civil, por falta de manifestación de
voluntad, fin ilícito y cuando no revista la forma prescrita bajo sanción de nulidad.
Quinto.- Que, ahora bien, además del derecho de familia, nuestro Código Civil ha
contemplado también en su Libro IX, el Derecho Registral, el mismo que descansa en
el principio de fe pública registral, la cual responde a la necesidad de asegurar el
tráfico patrimonial, cuyo objeto consiste en proteger las adquisiciones que por negocio
jurídico efectúen terceros adquirientes y que se hayan confiados en el contenido del
registro; para ello, la ley reputa exacto y suficiente el contenido de los asientos
registrales, vale decir, la Ley ha preferido la seguridad jurídica que produce efecto erga
omnes de las inscripciones registrales; de tal modo que el contenido y alcance de las
normas registrales deben ser armonizadas con las disposiciones del derecho de
familia. Sexto.- Que asimismo, se tiene que, en consonancia con el fundamento de la
fe pública registral, se contempla entre otros, los principios de publicidad y
legitimación, recogidos en los artículos 2012 y 2013 del Código Sustantivo, en cuyas
virtudes se presume de modo ‘jure et de jure’ que toda persona tiene conocimiento del
contenido de las inscripciones, y de modo ‘juris tamtum’ que dicho contenido se
presume cierto y produce todos sus efectos, mientras no se rectifique o se declare
judicialmente su invalidez. Sétimo.- Que, otro de los pilares del Derecho Registral es la
buena fe con que actúa el usuario de los registros Públicos; es así que el artículo 2014
del acotado Código Civil, establece claramente que “el tercero que de buena fe,
adquiere a título oneroso algún derecho de persona que en el registro aparece con
facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque
después se anule, rescinda o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no
consten en los registros públicos”, concluyendo que “la buena fe del tercero se
presume mientras no se pruebe que conocía la inexactitud del registro”, lo que significa
que la presunción de buena fe del tercero adquiriente puede ser quebrada acreditando
el interesado que el referido tercero, pese a lo que informaba el registro, conocía por
otros medios, que dicha información era inexacta y perjuraba un futuro acto jurídico.
Octavo.- Que, en tal virtud, armonizando ahora las disposiciones de derecho de familia
y registrales precitadas se concluye: i) que si bien se acredita el matrimonio civil
celebrado por la demandante Hilda Moscoso Sarmiento de Bautista con el
codemandado Simón Ezequiel Bautista Oviedo, celebrado el veintinueve de agosto de
mil novecientos sesenta y dos, también lo es que, del testimonio que contiene la
escritura pública de compraventa y modificación de hipoteca, el señor Simón Ezequiel
Bautista Oviedo, se identifica con Documento Nacional de Identidad número
29342796, declarándose soltero, hecho que también se aprecia de la misma ficha
registral de folios catorce; peor aún, cuando el referido el codemandado, subsana la
omisión incurrida en su escrito de contestación de demanda (folios ochenta y nueve)
adjunta su documento de identidad en el cual también aparece la condición de estado
civil como soltero, todo esto corroborado con el Certificado de Inscripción del Registro
Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec) obrante a folios cuarenta y seis,
presentado por Scotiabank, con todo ello, resulta evidente que estando a los
documentos públicos referidos, el Banco contratante, no ha tenido la posibilidad de
suponer o preveer que el referido señor era casado, correspondiéndole a él la
diligencia de hacer constar tal estado en sus documentos personales; por tanto debe
estimarse que la negligencia o descuido de uno no puede ser carga de otro; y ii)
respecto a los artículos 2 inciso 16 y 70 de la Constitución Política del Estado –
entendiéndose que en lo que se refiere a este último artículo, la cita se refiere a la
Constitución y no al Código Civil, como erróneamente se consigna en la Calificación
efectuada– debe anotarse que la naturaleza de estos dispositivos se orientan a la
protección de la propiedad y la herencia, entendiéndose que tal protección se efectúa
en armonía con las demás regulaciones del ordenamiento jurídico, no observándose
infracción alguna a dicha normativa pues la decisión adoptada se encuentra arreglada
a ley conforme se ha discernido anteriormente, por lo que el acto jurídico celebrado
mantiene su validez” (Cas. N° 341-2011-Arequipa, 24/01/2012, El Peruano,
01/07/2013, pp. 41065-41066).

CONCLUSIONES

• La noción de acto jurídico recogida en el artículo 140 del Código Civil


corresponde a la noción de negocio jurídico en la doctrina alemana y en la doctrina
italiana, de tal manera que en nuestro ordenamiento jurídico podemos utilizar ambas
expresiones indistintamente.

• El negocio jurídico viene a ser el medio o el instrumento a través del cual los
sujetos de derecho ejercen la autonomía privada. Esta última constituye el poder que
tienen los sujetos para regular sus propios intereses, de ahí que, por el negocio jurídico
los sujetos establecen una reglamentación de sus intereses.

• A través de los negocios jurídicos, los sujetos pretenden alcanzar efectos


prácticos que el ordenamiento jurídico los reconoce como efectos jurídicos. Para que el
negocio jurídico produzca ese resultado es preciso que esté correctamente formado,
es decir, que al momento de su celebración hayan concurrido sus presupuestos,
elementos y requisitos.

• La ineficacia del negocio jurídico es entendida en un sentido amplio como la no


producción de efectos por parte del negocio jurídico. Ella puede deberse a la
defectuosa formación del negocio jurídico o a la presencia de un vicio en su formación,
en cuyo caso estamos ante la ineficacia estructural o invalidez, o a la presencia o
advenimiento de circunstancias ajenas a su estructura que le privan o le hacen dejar
de producir efectos jurídicos, en cuyo caso estamos ante la ineficacia funcional.

• En el derecho común, la nulidad de un negocio jurídico acarrea la nulidad de los


actos jurídicos que le han sucedido; en cambio, en el derecho registral, la nulidad de
un acto jurídico inscrito no conlleva la nulidad de los actos jurídicos inscritos que le
hayan sucedido, por cuanto la fe pública registral neutraliza los efectos nocivos de la
nulidad frente a los terceros registrales, haciendo que estos mantengan sus
titularidades.

___________________________

* Docente universitario. Fiscal adjunto superior del Distrito Fiscal de Amazonas.


Maestro en Derecho Civil y Comercial. Ex registrador público de la Zona Registral N° II
Sede Chiclayo.
1 Flume señala que el descubrimiento del concepto de negocio jurídico es una de
las hazañas de la ciencia del Derecho, y que la teoría del negocio jurídico es el tema
principal de la ciencia jurídica alemana del siglo XIX, y la reputación universal que esta
alcanzó descansa precisamente en la teoría del negocio jurídico. FLUME, Werner. El
negocio jurídico. Volumen I, Fundación Cultural del Notariado, 1992, pp. 57-58. Por su
parte, Jan Peter Schmidt señala que la teoría del negocio jurídico es vista por muchos
como la conquista más sobresaliente de la ciencia pandectista alemana del siglo XIX.
En: “La teoría del negocio jurídico en Alemania hoy: ¿Qué se entiende por negocio
jurídico?”. En: Revista Jurídica del Perú. Año LVI, N° 67, Normas Legales, Trujillo, abril-
junio, 2006, p. 33.

2 Enseña Francesco Galgano que las locuciones “negocio jurídico”


(Rechtsgeschäft) y “declaración de voluntad” (Willenserklärung) aparecen en la
literatura jurídica alemana como sinónimos, y que ha sido esta segunda locución la
acogida en el Libro I del Código Civil alemán de 1900, que ha elevado el concepto de
“declaración de voluntad” a categoría fundamental del sistema de Derecho Privado.
GALGANO, Francesco. El negocio jurídico. Tirant lo Blanch, Valencia, 1992, p. 27.

3 Cit. por FLUME, Werner. Ob. cit., p. 59.

4 Ibídem, p. 105.

5 SCIALOJA, Vittorio. Negocios jurídicos. Traducción de la cuarta edición italiana


por Francisco de Pelsmaeker e Iváñez. Sevilla, 1942, p. 24.

6 COVIELLO, Nicola. Doctrina general del Derecho Civil. Ara editores, Lima,
2007, p. 381.

7 CARIOTA FERRARA, Luigi. El negocio jurídico. Aguilar, Madrid, 1956, p. 59.

8 Ibídem, p. 328.

9 Según Luigi Cariota Ferrara, los negocios jurídicos “son manifestaciones de


voluntad dirigidas a un fin práctico tutelado por el ordenamiento jurídico”. Ibídem, p. 43.

10 Ibídem, p. 110.

11 ENNECCERUS, Ludwig. Tratado de Derecho Civil. Tomo Primero. Parte


General, Volumen segundo, Primera parte, Bosch, Barcelona, 1981, p. 64.

12 Ibídem, p. 65.

13 TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Acto jurídico, negocio jurídico y contrato.


Grijley, Lima, 2002, pp. 147-148.

14 BETTI, Emilio. Teoría general del negocio jurídico. Editorial Comares, Granada,
2000, p. 165.
15 Ibídem, p. 74.

16 Así, COVIELLO. Ob. cit., p. 392.

17 Ídem.

18 Ibídem, p. 91.

19 Ibídem, p. 216.

20 Ibídem, p. 73.

21 Ibídem, p. 74.

22 Ibídem, p. 392.

23 CARNELUTTI, Francesco. Teoría general del Derecho. Ara editores, Lima,


2006, pp. 293 y 299.

24 Ibídem, pp. 43-44.

25 MESSINEO, Francesco. Doctrina General del Contrato. Ara Editores, Lima,


2007, pp. 223-224.

26 LA CRUZ BERDEJO, José Luis y otros. Elementos de Derecho Civil. Parte


General. Volumen tercero, Dykinson, Madrid, 2005, p. 283.

27 Enseña Lacruz Berdejo que “el apoderamiento es el negocio o declaración de


voluntad por cuya virtud una persona (poderdante, interesado, representado) concede
a otra poder para representarla; faculta al representante para actuar en su nombre y
por su cuenta. Es un negocio autorizativo o de legitimación (…)”. Ibídem, p. 290.

28 Señala Lacruz Berdejo que “el poder es el mecanismo jurídico de legitimación


de la actuación del apoderado con alcance e incidencia en la esfera jurídica ajena,
cuya intromisión queda así autorizada, legitimada por él”. Ob. cit., p. 287. Para
Messineo, “el acto (propiamente, negocio), con el que se inviste a otro de la calidad de
representante (voluntario o negocial) esto es, se le confiere el respectivo poder y se
determina el contenido concreto y los límites de tal poder –es la autorización
representativa o procura– (…) Del acto de otorgamiento de poder, que –como se ha
dicho– se llama procura, cabe distinguir el poder de representación, que deriva del
mismo y que también suele llamarse procura”. Ibídem, pp. 241-242.

29 Ibídem, p. 239.

30 Massimo Bianca señala que “la representación orgánica indica el poder que
compete a los órganos externos de una persona jurídica”. BIANCA, Massimo. Derecho
Civil. El contrato. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2007, p. 99.
31 BARCHI VELAOCHAGA, Luciano. “Nada es lo que parece: La compraventa de
bien ajeno en el Código Civil y en la jurisprudencia peruana”. En: Libro Homenaje a
Fernando Vidal Ramírez. Idemsa, Lima, 2011, p. 275.

32 En igual sentido la Cas. N° 445-2011 Puno, 23/10/2012, El Peruano,


01/07/2013, pp. 42071-42072.

33 SÁNCHEZ CALERO, Francisco Javier. Curso de Derecho Civil I. Tirant lo


Blanch, Valencia, 2004, p. 369.

34 BIANCA, Massimo. Ob. cit., p. 93.

35 Conforme al artículo 164 del Código Civil, “El representante está obligado a
expresar en todos los actos que celebre que procede a nombre de su representado y,
si fuere requerido, a acreditar sus facultades”.

36 BIANCA, Massimo, pp. 126-127.

37 Cariota Ferrara señala que en este caso estamos ante “alguien, sin que le haya
sido otorgado poder alguno, se hace pasar por representante y realiza un negocio en
nombre y por cuenta de otro”. Ob. cit., p. 598.

38 Luciano Barchi Velaochaga señala que “si el representante vende un bien del
representado y luego, por ejemplo, se determina la nulidad de la escritura pública en la
que consta el acto de apoderamiento, entonces, tendremos que el representante
carecía, al momento de vender, de la representación que se atribuía, siendo de
aplicación el último párrafo del artículo 161 del Código Civil”. BARCHI VELAOCHAGA,
Luciano. Ob. cit., p. 277.

39 “Octavo.- Que, ahora bien, surge inmediatamente la interrogante de que


entonces sanciona con nulidad el artículo ciento cincuentiséis del Código Sustantivo;
que este artículo establece que para disponer de la propiedad del representado o
gravar sus bienes se requiere que el encargo conste en forma indubitable y por
escritura pública, bajo sanción de nulidad; texto que concordado con lo establecido en
los artículos ciento sesenta y uno y ciento sesentidós del mismo Código se puede
concluir que la sanción de nulidad establecida en el artículo ciento cincuentiséis está
referida a la formalidad del otorgamiento de representación para celebrar actos de
disposición del representado y no en relación a los actos de disposición en sí mismos
efectuados por el falso procurador sin contar con facultades; actos que son
perfectamente separables” (Cas. Nº 178-2004-Lima, 17/12/2004. Fuente SPIJ). “Que,
consecuentemente cuando el Colegiado llega a la conclusión que se está ante un
supuesto de falsus procurator, aplica la norma pertinente a la controversia, esto es el
numeral ciento sesentiuno del Código Civil, la que debe ser entendida como caso de
ineficacia del acto jurídico, que no solo prevé con ineficacia, respecto del representado,
el acto celebrado por el procurador excediéndose de los límites de las facultades que
le hubiere conferido o violándolas, sino también de quien celebró por persona que no
tenía la representación que se le atribuye, al haberse declarado nulo el poder con el
que actuó don Jorge Wuilfredo Salinas Coaguila” (Cas. N° 526-2007-Lima, 07/11/2007.
Diálogo con la Jurisprudencia. N° 131, p. 100).

40 En la Cas. N° 1707-2000-Lambayeque, 05/07/2002, El Peruano, 31/03/2003


(Diálogo con la Jurisprudencia. Año 9, N° 56, Gaceta Jurídica, Lima, mayo, 2003, p.
124), se estableció: “Que, si bien con fecha dos de noviembre de mil novecientos
noventitrés, doña María Isabel Segura Escurra otorgó poder amplio a su hijo don
Ernesto Requejo Segura mediante escritura pública cuya copia obra a fojas ciento
cuarenticuatro (…) para que administre el predio denominado ‘dos Bocas’ (…),
pudiendo entre otros, ofrecer garantías; dicho acto no otorgó facultades especiales al
citado apoderado para que constituya la hipoteca (…) toda vez que la disposición de
derechos sustantivos se rige por el principio de literalidad (…)”. En este caso los
términos “ofrecer garantías” fueron interpretados de manera restringida, entendiendo
que no se facultaba al

apoderado a constituir hipotecas; si bien es cierto que una hipoteca es una


garantía de naturaleza real, el poder fue redactado de manera vaga o imprecisa, pues
la sola expresión “ofrecer garantías” genera dudas sobre si el apoderado podía
constituir garantía hipotecaria sobre la finca, lo cual genera la nulidad del poder, por
cuanto conforme al artículo 156 del Código Civil, se requiere que el encargo para
gravar los bienes del representado conste de manera indubitable.

41 CARIOTA FERRARA, Luigi. Ob. cit., p. 596.

42 “En ese sentido, si se celebran actos de disposición y de gravamen del


cónyuge sin el asentimiento del otro cónyuge, tales actos serán ineficaces respecto al
cónyuge ‘inocente’. El tercero que actuó de buena fe tendrá el derecho de
resarcimiento contra el cónyuge ‘culpable’. Asimismo, el cónyuge ‘inocente’ tendrá el
derecho de ratificar el contrato. (Res. N° 045-2008-SUNARP-TR-A de fecha
21/02/2008). ‘Octavo.- A partir de la premisa de que ninguno de los cónyuges, en forma
individual, puede disponer de derechos de propiedad sobre los bienes sociales (salvo
el caso excepcional), podemos concluir que cuando uno solo de ellos se compromete a
gravar o disponer el patrimonio de la sociedad de gananciales, nos encontramos ante
un acto jurídico que se opone a una norma imperativa, en la que existe una falta de
representación de uno de los cónyuges o de la disposición de derechos de uno de
ellos, como ocurre en el presente caso, en que la hipoteca celebrada sobre el inmueble
adquirido por la sociedad conyugal conformada por Brito Ruiz Maldonado y Nelly
Argelia Aguirre de Ruiz, no fue autorizada por esta última, pues no consta su firma en
dicho documento, ni otorgó poder especial a su cónyuge para que la represente, lo que
no significa que el acto jurídico en sí sea nulo, dado que es susceptible de ser
ratificado por el cónyuge que no participó en la celebración del acto jurídico, situación
que no es posible de ser convalidada de declararse nulo dicho acto; en consecuencia,
tal como lo ha establecido la sentencia de vista, el petitorio de la demanda alude al
supuesto de ineficacia regulado por el artículo 161 del Código Civil, y no a la causal
invocada por la recurrente” (Cas. N° 3437-2010-Lima, 09/06/2011, El Peruano,
31/08/2012, Diálogo con la Jurisprudencia. N° 168, año 18, Gaceta Jurídica, Lima,
setiembre de 2012, pp. 88-91).

43 BIANCA, Massimo. Ob. cit., p. 127.

44 Cas. N° 2830-2003-Cajamarca, 16/11/2004, El Peruano, 31/05/2005. Diálogo


con la Jurisprudencia. N° 81, año 10, Gaceta Jurídica, Lima, junio de 2005.

45 BIANCA, Massimo. Ob. cit., p. 129.

46 CARIOTA FERRARA, Luigi. Ob. cit., p. 600.


47 Ibídem, p. 131.

48 “Sétimo.- Que, en ese sentido, el plazo de prescripción previsto en el artículo


2001 inciso 4 del Código Civil, para los actos jurídicos anulables no resulta de
aplicación para el supuesto de ineficacia del acto jurídico previsto en el artículo 161 del
citado Código; resultando de aplicación para la ineficacia del acto jurídico por exceso
de representación el plazo de prescripción general previsto para las acciones
personales, conforme al artículo 2001 inciso 1 del citado Código, situación diferente
para el caso del falso procurador o la ausencia de representación, en la que no puede
considerarse la existencia de un plazo para accionar si se tiene en cuenta que en este
caso no existe ninguna vinculación con el representado (...) Duodécimo.- Que,
finalmente, cabe señalar que respecto del artículo 13 de la Ley General de
Sociedades, debe distinguirse dos supuestos, al igual que en el artículo 161 del Código
Civil: el del representante que se excede en su poder, y el del falso procurador o
persona que no tiene ninguna representación; supuesto este último cuya acción no
puede ser considerada sujeta a un plazo de caducidad que se señala, pues conforme
se ha considerado anteriormente no existe en este caso ninguna vinculación con el
representado” (Cas. N° 3777-2006-Lambayeque, 05/12/2006).

49 “Sexto: Que cuando el apoderado se excede de las facultades otorgadas,


conforme a la regla del artículo ciento sesentiuno del Código Civil, en principio el acto
resulta ineficaz frente a su representado; pero este puede ratificarlo conforme a la
norma del artículo ciento sesentidós siguiente, de tal manera que solo el representado
y no otro puede objetar el acto jurídico efectuado en su nombre, así como también
puede ratificarlo, como resulta de su simple interpretación gramatical (...) Sétimo: Que
en consecuencia, el acto jurídico celebrado por el apoderado excediendo sus
facultades es solamente anulable y no puede ser alegada por otra persona que aquella
en cuyo beneficio la establece la Ley, como dispone el artículo doscientos veintidós del
Código Civil (...) Octavo: Que en tal virtud, la demandante no está legitimada para
demandar la nulidad del acto jurídico en cuestión, en el que además no ha sido parte”
(Cas. N° 738-99-Cañete, 13/08/1999. Fuente: <www.pj.gob.pe>). “Sétimo.- Que, el
acto jurídico celebrado por el representante excediendo los límites de las facultades
que se le hubieren conferido o violándolas, conocido como falsus procurator, resulta
ineficaz con relación al representado, sin perjuicio de las responsabilidades que
resulten frente a este y a terceros, de conformidad con el artículo ciento sesentiuno del
Código Civil; estableciendo el artículo ciento sesentidós del mismo Código que en los
casos previstos por el citado artículo ciento sesentiuno, el acto jurídico puede ser
ratificado por el representado observando la forma prescrita para su celebración; lo
que significa que la sanción de ineficacia establecida por la ley al acto jurídico
celebrado por el falso procurador, comporta la nulidad relativa o anulabilidad del
mismo, puesto que conforme al artículo doscientos treinta del citado Código, el acto
anulado puede de ser confirmado; en cambio, el acto nulo, acuerdo al artículo
doscientos veinte, in fine, del mismo cuerpo de leyes, no puede ser subsanado por la
confirmación” (Cas. Nº 178-2004-Lima, 17/12/2004. Fuente SPIJ). “Que, en tal sentido,
la anulabilidad de un acto jurídico solo puede ser invocado por la partes que
participaron en él; que, en el presente caso nos encontramos ante el supuesto de un
representante que habría celebrado un acto jurídico excediendo las facultades que le
fueron conferidas, lo que da lugar a solicitar la ineficacia del acto jurídico, siendo
posible impugnarlo únicamente alegando la causal de anulabilidad del mismo por quien
resultare directamente perjudicado, es decir por el representado, según lo informa el
artículo ciento sesentiuno del Código Civil; en consecuencia, el actor si es parte del
acto jurídico al haber participado en él representado por su padre” (Cas. N° 682-02-
Chincha, 28/08/2002). “Tercero.- Que, revisados los autos se tiene que con fecha
veintiséis de abril de mil novecientos ochenta y cuatro el demandante otorgó poder
amplio y general a su cónyuge codemandada doña Man Chi Yi Lee, confiriéndole a
esta, facultades para disponer, enajenar, comprar, alquilar, cobrar arrendamientos y
cualquier otro acto que importe el resguardo, acrecentamiento o beneficio para los
derechos económicos del mandante. Cuarto.- Que, según refiere el demandante, la
citada codemandada se ha servido de la facultad conferida en dicho instrumento para
enajenar con fecha catorce de diciembre de mil novecientos ochenta y nueve sus
acciones y derechos respecto de un inmueble que lo había adquirido como bien
conyugal, toda vez que para enajenar habría requerido de un poder especial, que no le
otorgó. Quinto.- Que, en ese contexto, la denuncia del demandante está dirigida a
cuestionar un acto jurídico celebrado por su representante excediendo los límites de
las facultades que le confirió, lo que está sancionado con la ineficacia, conforme así lo
establece nuestro ordenamiento sustantivo en su artículo 161 del Código Civil, el cual
regula la figura del falso procurador, cuya sanción es solo la anulabilidad del acto
jurídico con relación al representado, diferente a la figura de nulidad del acto jurídico,
tratándose de instituciones que por su naturaleza son distintas pues tienen causas y
efectos diferentes” (Cas. N° 1073-2004-Callao, 02/08/2005). “En consecuencia, el acto
jurídico celebrado por el apoderado excediendo sus facultades es solamente anulable,
siendo uno de los supuestos de ineficacia originaria, también llamada intrínseca o
estructural” (Cas. N° 2830-2003-Cajamarca, 16/11/2004, El Peruano, 31/05/2005,
Diálogo con la Jurisprudencia. Año 10, N° 81, Gaceta Jurídica, Lima, junio de 2005).

50 “(...) resulta nulo el acto jurídico por tener fin ilícito conforme a lo dispuesto por
el inciso 4 del artículo 219 del Código Civil, pues el apoderado se ha extralimitado en
sus facultades (...)” Cas. Nº 831-2002-Cusco, 29/09/2003, El Peruano, 01/06/2004.
“(...) la norma contenida en el artículo 156 del actual Código Civil es de observancia en
el presente caso para calificar el cuestionado mandato y para dirimir la controversia,
conforme a cuya norma, para que el acto jurídico en cuestión tenga validez y eficacia
jurídica, era necesario que la voluntad del mandante, en este caso de don Aldo Atilio
Manrique Borrero, conste en forma indubitable y por escritura pública, bajo sanción de
nulidad, lo que significa que el poderdante ha debido precisar en forma indubitable la
identidad del bien a enajenar y las demás condiciones conducentes a la celebración
del acto jurídico, hechos que no se han cumplido en el caso de autos (...) Sétimo.-
Todo lo expuesto conduce a la determinación de que el acto jurídico materia de la
presente litis es nulo por carecer la parte vendedora del requisito de la manifestación
de voluntad del propietario para enajenar el bien, exigencia que prescribe el artículo
219, inciso 1, del vigente Código Civil” (Cas. N° 517-2002-Piura, 19/06/2003, El
Peruano, 30/10/2003).

51 Su texto se puede visualizar en la página web del Poder Judicial:


<www.pj.gob.pe>.

52 Anales Judiciales de la Corte Suprema de Justicia de la República. Año Judicial


207, Tomo XCVI, Lima, 2008, pp. 269-275.

53 MESSINEO, Francesco. Ob. cit., p. 260.

54 BIANCA, Massimo. Ob. cit., p. 116.

55 TORRES VÁSQUEZ, Aníbal. “El Contrato consigo mismo”. En: Diálogo con la
Jurisprudencia. Año 14, N° 127, Gaceta Jurídica, Lima, abril de 2009, p. 81.

56 Ibídem, pp. 82-83.


57 LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo. “El negocio a favor de sí mismo”.
En: Diálogo con la Jurisprudencia. Año 14, N° 127, Gaceta Jurídica, Lima, abril de
2009, p. 74.

58 TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Ob. cit., p. 297. Este mismo autor señala que
“los negocios jurídicos son celebrados para que produzcan válidamente efectos
jurídicos, pues si no se llegaran a producir los efectos jurídicos buscados por los
sujetos como simples efectos prácticos, no tendría sentido alguno que los sujetos
celebraran negocios jurídicos (...) los negocios jurídicos son celebrados para que sean
eficaces jurídicamente (...) los negocios jurídicos y contratos se celebran para ser
eficaces, porque, en tanto lo sean, permitirán que los sujetos autoregulen sus intereses
privados satisfaciendo sus más variadas y diferentes necesidades”. Ibídem, pp. 304-
305.

59 ZANNONI, Eduardo. Ineficacia y nulidad de los actos jurídicos. Editorial Astrea,


Buenos Aires, 2000, p. 124.

60 TORRES VÁSQUEZ, Aníbal. Acto Jurídico. Idemsa, Lima, 2001, p. 671.

61 Zannoni señala que “en la ineficacia estructural se atiende a la fase de


celebración o formación del negocio jurídico”. ZANNONI, Eduardo. Ob. cit., p. 126.

62 “Que, en cambio, la ineficacia a que se hace referencia en la sentencia de


vista, conocida como ineficacia funcional o extrínseca constituye una categoría jurídica
distinta que se invoca no por la existencia de vicios que afectan la estructura misma
del acto jurídico, sino cuando se trata de actos jurídicos que habiendo nacido válidos,
posteriormente por razones voluntarias o legales deja de producir los efectos jurídicos
buscados por las partes; en este segundo caso, es la ley la que declara que el acto
jurídico es ineficaz” (Cas. N° 3628-2011-Puno, 19/09/2012, El Peruano, 30/04/2013,
pp. 40623-40625).

63 Su texto se puede visualizar en la página web del Poder Judicial:


<www.pj.gob.pe>.

64 “Todos los autores y códigos civiles de los diferentes sistemas jurídicos son
unánimes en que las causales de nulidad y de anulabilidad son siempre legales, se
fundamentan siempre en el principio de legalidad, esto significa que las causales de
invalidez no pueden ser pactadas o consecuencia de la voluntad de las partes, o lo que
es lo mismo no se sustentan en el principio de la autonomía privada, sino
exclusivamente en el principio de legalidad. La invalidez sea la nulidad o anulabilidad,
es una sanción que impone el ordenamiento jurídico a los negocios jurídicos que no se
ajustan a determinados aspectos estructurales de orden legal. Las causales de
invalidez solamente pueden venir establecidas por la ley, cosa distinta es que en
materia de nulidad las causales pueden considerarse tácita o implícitamente
consideradas en las normas jurídicas o en base del sistema jurídico en general, bien
se trate del orden público o de las buenas costumbres. Ni la doctrina ni la
jurisprudencia, ni el juez pueden crear causales de invalidez, el juez solamente está
facultado a declarar una nulidad de oficio cuando la misma es manifiesta” (Cas. N°
2581-2002-Ucayali, 21/01/2003).

65 “Quinto.- Que, la nulidad de un acto jurídico (invalidez absoluta) es la figura


más extrema, y viene a ser la respuesta negativa del ordenamiento jurídico contra la
autorregulación de intereses privados que la contravenga, restándole el efecto
vinculante del que gozaría” (Cas. N° 4175-2007-Cusco, 15/11/2007, El Peruano,
31/03/2008, Fuente SPIJ).

66 CARIOTA FERRARA, Luigi. Ob. cit., p. 280.

67 Ibídem, pp. 288-290.

68 En igual sentido la Cas. N° 5690-2011-Junín, 14/12/2012, El Peruano,


01/07/2023, pp. 41364-41366.

69 Su texto puede verse en: “La Ineficacia del Acto Jurídico”. Cuadernos
Jurisprudenciales. Año 1, Nº 6, diciembre 2001, p. 23.

70 Su texto puede verse en <www.pj.gob.pe>. También en: “La Ineficacia del Acto
Jurídico”. Cuadernos Jurisprudenciales. Año 1, Nº 6, diciembre de 2001, p. 23.

71 CARIOTA FERRARA, Luigi. Ob. cit., p. 274.

72 TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Ob. cit., p. 327.

73 En igual sentido la Cas. N° 5690-2011-Junín, 14/12/2012, El Peruano,


01/07/2013, pp. 41364-41366.

74 CARIOTA FERRARA, Luigi. Ob. cit., p. 282.

75 OERTMANN, Paul. “Invalidez e Ineficacia de los Negocios Jurídicos”. En:


Revista de Derecho Privado. Año XVI, N° 186, 1929, p. 65.

76 Su texto se puede visualizar en la página web del Poder Judicial:


<www.pj.gob.pe>.

77 Separata Especial del diario oficial El Peruano, publicada el 19 de noviembre


de 1990.

78 “Que, de otro lado, en relación al Principio de Fe Pública Registral contemplado


en el artículo 2014 del Código Civil y el artículo VIII del Texto Único Ordenado del
Reglamento General de los Registros Públicos aprobado por Resolución de la
Superintendencia Nacional de los Registros Públicos N° 079-2005-SUNARP/SN es
preciso tener en cuenta en primer orden que el fundamento o la razón de ser del
Registro de Propiedad Inmueble no puede ser otro que dotar de seguridad jurídica al
tráfico patrimonial y en particular al tráfico de bienes inmuebles (…)” Cas. N° 3098-
2011-Lima, 30/07/2012, El Peruano, 01/07/2013, pp. 41325-41327.

79 Artículo 46 del Reglamento General de los Registros Públicos: “(...) La


inscripción no convalida los actos que sean nulos o anulables con arreglo a las
disposiciones vigentes”. “El acto de inscripción registral no subsana ni hace
desaparecer los supuestos de nulidad en los que se encuentra incurso el acto materia
de inscripción; incluso, la garantía registral recogida en el artículo 3 inciso c) de la Ley
Nº 26366 no puede dar lugar a que se mantenga la inscripción de un acto jurídico que
ha sido declarado nulo” (Cas. Nº 3273-2001, 16/09/2002, Fuente <www.pj.gob.pe>).

80 Citado, por CHICO ORTIZ, José María. “Presente y Futuro del Principio de
Calificación Registral”. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario. Año XLIX, Nº 496,
mayo-junio 1973, p. 3.

81 “Que, el Principio de Legitimación, consagrado en el artículo 2013 del Código


Civil, constituye uno de los principios más importantes de la actividad registral, pues es
el que otorga certeza y seguridad jurídica sobre la titularidad de los bienes y su
transmisión. Carral y Teresa dice que: “Lo legítimo es lo que está conforme a las leyes,
que es genuino y verdadero. Es legítimo lo que fue completado o beneficiado con una
presunción de existencia, integridad, exactitud que le concede mayor eficacia jurídica’.
Por su parte, Landaria expresa que: ‘La legitimación es el reconocimiento hecho por la
norma jurídica del poder de realizar un acto jurídico con eficacia’” (Cas. N° 4319-2011-
Arequipa, 16/08/2012, El Peruano, 01/07/2013, pp. 41140-41142).

82 Artículo 2014 del Código Civil: “El tercero que de buena fe adquiere a título
oneroso algún derecho de persona que en el registro aparece con facultades para
otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque después se
anule, rescinda o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no consten en los
registros públicos. La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que
conocía la inexactitud del registro”.

83 Exposición de Motivos Oficial del Código Civil.

84 “Cuarto.- Que, si bien es cierto que el contrato privado de donación ha sido


otorgado durante la vigencia del Código Civil de mil novecientos treintiséis, sin
embargo por tratarse de una materia que también se encuentra regulada en el Código
vigente, este resulta de aplicación al caso de autos, en virtud de la teoría de los hechos
cumplidos contenida en los artículos III del Título Preliminar y 2121 del acotado código,
que establece que las disposiciones de dicho código se aplicarán inclusive a las
consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes. En consecuencia la
sentencia recurrida ha inaplicado los artículos 1625, 220 y 219 inciso 6 del Código
Civil, pues el documento de donación no ha sido otorgado mediante Escritura Pública,
y al no haber sido realizada bajo la forma prescrita por la Ley resulta nula de pleno
derecho, ello en aplicación del inciso 6 artículo 219 del Código Civil, siendo así la
posterior transferencia efectuada mediante el contrato privado de fojas veintitrés es
también nula de pleno derecho por haber sido celebrado por quien no tiene el derecho
de propiedad, resultando igualmente nulo el acto jurídico de Confirmación contenido en
la Escritura Pública de fojas veinticuatro, en aplicación de lo dispuesto por el último
párrafo del artículo 220 del Código Civil, ya que el acto Nulo no puede ser subsanado
por la confirmación. Quinto.- Que, en dicho contexto la presente demanda de nulidad
de Acto Jurídico debe ser amparada, pues el codemandado don Óscar Leopoldo La
Cruz Villacorta transfirió el inmueble sub litis, sin que le asista derecho alguno y con un
título totalmente inválido, siendo así se tiene que los contratos de fecha veintisiete de
febrero de mil novecientos noventa y el de fecha doce de julio de mil novecientos
noventiuno resultan nulos y sin efecto legal alguno, resultando fundada por tanto la
acción reivindicatoria solicitada por el actor, pues el predio pertenece a la masa
hereditaria de Herminia Mendoza Viuda de la Cruz, asimismo el pago de frutos
también debe ser amparado, pues el entonces comprador y hoy codemandado don
Martín Leónidas Arcos López al haber sostenido varios litigios posesorios sobre el
mismo predio con la familia La Cruz Mendoza como consta de autos, tenía pleno
conocimiento del derecho de propiedad de su contraparte, por lo que ha actuado de
mala fe, resultando amparable dicha pretensión, la misma que deberá ser determinada
en ejecución de sentencia mediante pericia. Que en lo referente a la pretensión de
indemnización por daños y perjuicios, esta debe desestimarse por improbada, pues el
actor no ha acreditado en autos los daños ni los perjuicios que alega se le habría
ocasionado. Siendo así se tiene que el recurso propuesto debe ampararse” (Cas. Nº
1519-2008-Ica, 09/09/2008, El Peruano, 03/08/2009).

85 “Sétimo.- Que, del texto de la norma antes descrita se desprende que para que
la anulación, resolución o rescisión del derecho del otorgante alcance a un tercero
deben existir causas que consten en los registros públicos, y en cuanto a la buena fe
debe acreditarse que el tercero conocía de la inexactitud del registro” (Cas. Nº 3256-
01-La Libertad, 24/04/2002, Fuente: <www.pj.gob.pe>). En virtud del principio de fe
pública registral “la nulidad del título del transferente no alcanza o no afecta el título del
tercero adquiriente de buena fe en base a la información registral, salvo que se
acredite que el adquiriente conocía de la inexactitud del registro” (Cas. Nº 1618-2005-
Arequipa, 18/04/2006, Fuente: <www.pj.gob.pe>). “Se debe tener en cuenta, para una
correcta aplicación de la norma denunciada, que el establecer que el Banco
demandado es un tercero de buena fe registral, tal declaración no constituye un acto
de conversión de los actos jurídicos que puedan estar viciados de nulidad, respecto de
los cuales este Supremo Tribunal se está pronunciando por declarar que este tercero
mantiene su adquisición, no perjudicándole la declaración judicial de nulidad de su
transferente, manteniendo su adquisición como si se tratara de una adquisición a “non
domino” permitida por la ley en aras de la fe pública registral” (Cas. N° 2215-2011-Del
Santa, 10/05/2012, El Peruano, 01/07/2013, p. 42114).

86 “Tercero.- Que, finalmente, en cuanto a la causal de inaplicación del artículo


dos mil catorce del Código Civil, norma que regula el principio de la buena fe registral,
resulta pertinente señalar que este principio registral protege la buena fe de quien
realiza un acto jurídico válido a título oneroso de quien aparece en el registro como
titular registral; lo que es distinto al caso de autos, en donde ha quedado establecido
que los supuestos vendedores han suplantado a los propietarios del inmueble y por
ello el acto jurídico adolece de falta de requisitos esenciales, los cuales son la
manifestación de voluntad de enajenar de parte del propietario y el fin ilícito; siendo,
que un acto jurídico nulo en modo alguno produce un derecho que pueda ser protegido
por los principios registrales que han sido previstos por el ordenamiento sustantivo
para proteger a quienes contraten, cumpliendo con los elementos de validez del acto
jurídico, a que se refiere el artículo ciento cuarenta del Código Civil, cuya
inobservancia determina la nulidad del acto jurídico, conforme a lo previsto en el
artículo doscientos diecinueve del Código Civil; razón por la cual el principio contenido
en el artículo dos mil catorce del citado Código Sustantivo, resulta impertinente para
dilucidar la presente controversia, en tanto que, al haberse demostrado que el derecho
de los recurrentes proviene de un acto jurídico nulo, la buena fe registral no resulta de
aplicación al caso de autos” (Cas. N° 2454-2004-Arequipa, 11/11/2005).

87 “Artículo 2034.- La falta de inscripción del acto en el lugar donde debió hacerse,
motiva que aquel no afecte a terceros que celebren contratos onerosos y con buena fe
en dicho lugar”.
88 “Artículo 2038.- El tercero que de buena fe y a título oneroso ha contratado
sobre la base de mandato o poder inscrito en el registro del lugar de celebración del
contrato, no será perjudicado por mandato, poder, modificaciones o extinciones de
estos no inscritos”.

89 “Artículo 2010 del Código Civil.- La inscripción se hace en virtud de título que
conste en instrumento público, salvo disposición contraria”.

90 “Artículo 225.- No debe confundirse el acto con el documento que sirve para
probarlo. Puede subsistir el acto aunque el documento se declare nulo”. El artículo 225
de la norma sustantiva “contiene la nulidad refleja entendida como el principio de
conservación del acto jurídico, en virtud del cual no hay que confundir el acto con el
documento, el que además sirve para probar el acto y subsiste aunque se declare nulo
el documento” (Cas. N° 217-2001-Lima, 02/10/2002).

91 ROCA MENDOZA, Oreste Gherson. Nulidad del negocio jurídico, simulación


absoluta y tutela procesal efectiva en el escenario constitucional. Gaceta
Constitucional, Nº 19, julio, 2009, p. 401.

92 Artículo 99 del Reglamento General de los Registros Públicos: “La nulidad del
título supone la nulidad de la inscripción o anotación preventiva extendida en su mérito,
siendo la resolución judicial que declare dicha nulidad, título suficiente para la
cancelación del asiento respectivo”. “Sétimo.- La pretensión sobre cancelación del
asiento registral que ha sido demandada acumulativamente con la calidad de
accesoria, no es improcedente y por lógica consecuencia tiene que ser objeto de
pronunciamiento de fondo por esta Suprema Sala, pues de lo contrario, el fallo
resultaría ilusorio si el contrato que ha sido declarado ineficaz quedara inscrito como
válido en los Registros Públicos; en tal sentido, habiéndose declarado fundada la
pretensión principal de ineficacia de acto jurídico de compraventa debe ampararse
también la pretensión accesoria sobre cancelación de asiento registral, en aplicación
del artículo 87 del Código Procesal Civil” (Cas. Nº 925-2002-Arequipa, 13/10/2003).

93 “(...) la nulidad de un asiento de inscripción no solamente procede por la


declaración de nulidad del título, sino también cuando se contravienen los requisitos
establecidos en los Reglamentos; lo cual es justamente lo que se ha producido en el
presente caso, en el cual las instancias de mérito han establecido que en la inscripción
de la Ficha número nueve mil ochocientos catorce se ha contravenido los principios
registrales de legalidad, tracto sucesivo e impenetrabilidad, configurándose el supuesto
previsto en el artículo ciento setentidós del Reglamento General de los Registros
Públicos (...)” (Cas. Nº 1233-01-Callao, El Peruano, 31/10/2003, Fuente: SPIJ).

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