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TEMA REVELANTE
MARCO NORMATIVO
• Código Civil: arts. 947, 949, 1091, 1092, 1123, 1127, 1130, 1419 y 1529.
Introducción
La mayoría de nuestros tratadistas siguen la línea planteada por Albaladejo para quien
los derechos reales de garantía en general “aseguran el cumplimento de una
obligación mediante la concesión de un poder directo e inmediato (real) sobre una
cosa ajena, poder que faculta a su titular para, si aquella se incumple, promover la
enajenación de esta y hacerse pago con su precio de dicha obligación asegurada
(…)”3. Así, en la introducción general sobre su estudio de los derechos reales de
garantía Vásquez Ríos4 sostiene que: “(…) incumplida la obligación garantizada, el
acreedor puede instar o promover la enajenación de la cosa sobre la que recae su
derecho de garantía y de esa manera, sobre el precio, cobrarse aquella”.
En este mismo sentido en su excelente estudio sobre las patologías y remedios del
contrato Morales sostiene que: “El titular del derecho real de garantía no tiene la
facultad de disfrute sobre el bien objeto de su derecho, pero puede garantizar el
crédito, obtener la venta forzada del bien objeto del derecho (ius distrahendi) y
satisfacer con la preferencia sobre lo recaudado (ius praelationis)”5.
Queda claro que al momento de definir una teoría general de las garantías, la doctrina
nacional y gran parte de la extranjera, no ha tomado en cuenta las particularidades de
estos derechos reales y solo se han planteado definiciones que toman como rasgo
general el principio de realización de valor, cuando este puede presentarse o no en
una garantía real sin afectar su esencia. Tal vez, como propone el destacado profesor
italiano Gabrielli, es hora de pensar en otro rasgo general, un concepto mucho más
amplio que discurra en todas las figuras que ejercen una función de garantía creadas a
partir de diversas técnicas contractuales. El autor propone este bajo la figura de una
reserva ad rem o una reserva de utilidad, que no involucre el patrimonio entero del
deudor, sino se materialice sobre un bien determinado sujeto a una reserva de utilidad,
la misma que se obtendría con posterioridad al acto que la crea11.
Todos los derechos subjetivos, los reales y los personales (por no hablar de otras
situaciones jurídicas como el derecho potestativo o la facultad que la moderna
dogmática ha introducido en nuestro Derecho Civil), nacen en un determinado
momento, es decir, se constituyen en un momento preciso del tiempo. El nacimiento
importa su inclusión en la esfera patrimonial de la persona y el despliegue del haz de
facultades que cada uno de estos derechos contienen.
Una vez nacidos o venidos a existencia, los derechos reales también pueden ser
transferidos, como en el caso de los derechos de propiedad, usufructo o superficie, etc.
En este caso el sujeto traslada la titularidad de su derecho a otra persona, para lo cual
realiza una serie de actos determinados en la ley.
Escobar es preciso al comentar sobre este tema: “(…) tal como ha reconocido de
manera unánime la doctrina (y cuando digo unánime no exagero) la constitución
supone la creación de un derecho nuevo, mientras que la transferencia supone la
asignación de un derecho existente a un sujeto distinto del actual titular. Cuando el
propietario constituye un derecho de usufructo o un derecho de superficie no hace otra
cosa que dar vida a un derecho nuevo, inexistente antes del acto de constitución. Por
su parte, cuando el propietario transfiere un derecho de propiedad, no hace otra cosa
que ceder al otro un derecho que tiene vida al margen del acto de transferencia. La
diferencia entre constitución y transferencia llega a tal punto que, cuando opera la
primera, el derecho surge sin cargas, gravámenes o afectaciones; mientras que
cuando opera la segunda, el derecho abandona una esfera e ingresa a otra con las
misma cargas, gravámenes y afectaciones, a no ser que la ley establezca lo contrario
(como ocurre para las adquisiciones efectuadas en remate). Por consiguiente no es
posible, desde ningún punto de vista, considerar que ahí donde dice constitución deba
leerse transferencia”12.
El título es la causa o razón que justifica la constitución o transmisión del derecho real.
Esta causa, históricamente denominada causa remota puede ser un acto jurídico en
sentido lato u alguna otra fuente de las obligaciones (ciertamente el título es la
realización de una fuente obligacional). En el título descansa la voluntad de las partes
o el mandato del sistema jurídico de constituir o transmitir un derecho.
De esta forma, el título es una primera etapa dentro del proceso de adquirir o transferir
una titularidad real, pues posibilita su existencia o el nacimiento de este, si se le une el
modo. Por eso se ha definido el título como el hecho jurídico que permite el
surgimiento de la titularidad sobre la cosa, acompañado del modo, que sería, desde
este punto de vista, la forma como se concreta el título en un derecho real.
Históricamente, el modo ha sido identificado con la tradición o entrega del bien, pero
luego este concepto evolucionó a otras formas, como el registro, en las que además de
la eficacia se buscaba la publicidad en el nacimiento del Derecho (lo que luego vino a
denominarse registro constitutivo). Pau Pedrón nos dice al respecto: “La evolución
histórica del modo, ha producido al compás de la evolución de la sociedad. El modo
eran simples formalidades negociales externas en comunidades reducidas. Fue luego
el traslado posesorio en comunidades más evolucionadas, pero en todo caso con
contacto personal entre sus miembros. (…) con el nacimiento de la gran ciudad surge
en Europa una institución marcadamente democrática –sin que el adjetivo quiera ser
peyorativo–: el Registro de la Propiedad. Y surge a la par que el rasgo básico de los
derechos reales (la absolutidad, la eficacia frente a todos) puede seguir desplegándose
por un nuevo cauce adecuado a las características del nuevo ámbito social”14.
Como vemos, en este interesante debate nada se dijo sobre la presencia del título y
modo en la constitución y transferencia de los derechos reales diferentes a la
propiedad, a diferencia de la doctrina argentina16 y la jurisprudencia colombiana17
que han sido inclusivos en este asunto. Solo hemos encontrado una referencia directa
y concluyente de De La Puente y Lavalle quien manifiesta lo siguiente: “Para la
adquisición de derechos reales nuestro Código Civil ha adoptado la teoría de título y
modo, según la cual cuando se celebre un contrato tendente a la adquisición de un
derecho real (por ejemplo la compra de un bien mueble), la adquisición no se produce
por el solo efecto del contrato sino que hace falta además la tradición del bien
(modo)”18.
Nuestra posición es que a la luz del análisis del Derecho Civil actual es innegable que
los negocios jurídicos generan una serie de situaciones jurídicas diferentes de las
puramente obligacionales. Y esto no solo por un tema evidentemente académico o
dogmático, sino por un consecuencia práctica que tiene que ver con las nuevas
dimensiones que ha alcanzado el intercambio patrimonial entre personas. Los
negocios son cada vez más complejos y el derecho ha tenido que adecuar sus
instituciones a nuevos escenarios.
Sin embargo, al tratarse de los derechos reales, creemos que asumir la teoría del título
y modo establece un cierto grado de coherencia y orden con nuestro sistema que en
ningún momento ha planteado la efectividad real de los contratos. Por ejemplo, en las
definiciones que hace el Código Civil de los contratos típicos que tienen que ver con
bienes, ninguno establece el efecto real inmediato. Asimismo, por un principio de
seguridad jurídica entendemos que la distribución de las titularidades debe tener
mecanismos que minimicen en un grado extremo los riesgos que transferir o constituir
un derecho real involucran. El sistema de título y modo, de antiquísimo arraigo en el
Derecho continental, responde perfectamente a la necesidad que los derechos reales
se constituyan y transfieran de forma eficiente y obtengan un grado de publicidad que
los convierta en oponibles. Por esta razón es que asumimos la posición de De La
Puente y Lavalle con mayor énfasis y entendemos, que todos los derechos reales en el
sistema peruano se constituyen y transfieren mediante el sistema del título y modo.
Esto a nuestro entender sucede por no tener presente con claridad los alcances de la
teoría del título y modo. Un recurrido tratadista nacional, por ejemplo, el profesor
González Linares19 sostiene que el derecho de anticresis es un derecho real típico y
accesorio que recae sobre inmuebles. Define el carácter real de este derecho negando
su condición de contrato real o la denominación de contrato de anticresis. Sostiene que
el verdadero contrato que contiene el derecho real de anticresis es el de mutuo con
garantía anticrética. Mas en todo su trabajo no establece cual es el momento de la
constitución, esto es del nacimiento del derecho. Finalmente, en un intento de
acercamiento a este tema, confunde los conceptos de constitución o creación de
derecho obligacionales y tipicidad real, al sostener que los contratos nacen del acuerdo
de voluntades en contraposición a los derechos reales que nacen de la voluntad de la
ley.
En primer lugar la tipicidad de los derechos no tiene nada que ver con la constitución
de estos. Por ejemplo: el contrato de compraventa es un contrato típico, establecido en
la ley, que se perfecciona por la voluntad de las personas y que constituye
obligaciones al momento del acuerdo de precio y bien, pero no se origina
automáticamente lejos de la voluntad de las partes. Los derechos reales,
evidentemente bajo el sistema de númerus clausus, se tipifican a partir de un mandato
legal, pero no se constituyen, es decir no nacen porque la ley los imponga (salvo
excepciones como el supuesto de hipoteca legal). Normalmente los derechos reales
tienen como causa o como título un contrato proveniente de la autonomía negocial de
los contratantes, constituyéndose entonces a partir de la verificación del modo. Sin
percatarse de ello el autor al final de su análisis sostiene que “si no hay entrega física
del bien inmueble objeto de la anticresis no hay derechos de garantía”20. A todas luces
esta premisa describe una situación propia del sistema de constitución de derechos
mediante el título y modo.
No debemos por ende, confundir dos situaciones de hecho totalmente distintas, por un
lado el contrato para el caso de los derechos reales creador de obligaciones y la
manera en que un derecho real nace. Si aceptásemos que el contrato de anticresis, al
que se le exige una formalidad ad solemnitatem (su elevación a escritura pública) bajo
sanción de nulidad, constituye el derecho real, estaríamos abriendo la puerta a los
contratos con efectos reales. Es decir bastaría la celebración del contrato con la
solemnidad exigida, para que nazca el derecho real e ingrese a la esfera patrimonial
del beneficiado, algo negado bajo la óptica del título y modo. Resulta evidente
entonces, que el contrato de anticresis es únicamente el título que dará origen al
nacimiento del derecho real de anticresis.
Es decir podrá exigir en sede judicial que el constituyente de la garantía cumpla con
entregarle el bien para así convertirse en titular del derecho real, pues sin la entrega
esta condición no le es reconocible y no podrá percibir los frutos ni hacer cobro gradual
de su acreencia.
Similar mecanismo del título y modo, se dará en el supuesto de que esta titularidad
quiera ser transferida luego de ser constituida a un tercero, supuesto que, debemos
reconocer, es poco probable pero posible. Para esto tendría que existir un segundo
acreedor que exija al primero el cumplimiento de una obligación. Este último entregaría
en anticresis el bien que el deudor inicial le ha otorgado. Se entiende que el primer
acreedor entenderá el cobro parcial y periódico de su deuda en proporción de la deuda
que garantiza y amortiza con el segundo acreedor.
El tema aquí es un tanto más dificultoso. El Código Civil establece que por el derecho
de retención un acreedor retiene en su poder el bien de su deudor si su crédito no está
suficientemente garantizado. Este derecho procede en los casos que establece la ley o
cuando haya conexión entre el crédito y el bien que se retiene.
A partir de esta redacción podemos extraer algunas ideas: 1) el poder que contiene el
derecho real consiste en la acción de retener, en términos físicos, un acto de reacción
o negativo, ante una acción constituida por la exigencia de la entrega, 2) este acto de
retención puede realizarse cuando una obligación no está suficientemente garantizada
y obviamente cuando no está pagada, algo que debió consignarse en la redacción de
la norma y 3) se necesita un requisito adicional, para poder realizar este acto
convertido en contenido del derecho real, se exige que se dé un supuesto de hecho
expresamente establecido en la ley o que exista una conexión entre el crédito
adeudado y el bien que se retiene.
Pues bien, ¿qué situación jurídica se dará, cuando soy titular de un crédito no pagado
ni garantizado y tengo en mi poder un bien que guarda conexidad con el crédito o
existe un supuesto de hecho amparado en la ley que justifica la posibilidad de
retener?, ¿soy titular de un derecho real? La respuesta es no, pues solo he cumplido
requisitos, es decir me encuentro en una situación jurídica con determinadas
características que permiten, de darse el caso, la constitución posteriormente y a mi
favor de un derecho real. En la práctica, incluso podría no ejercer el acto de retención
por diversos motivos que van desde los personales hasta los económicos, por lo tanto
antes del acto de retención no soy titular de ningún derecho real, tengo solo una
especie de atribución facultativa que el ordenamiento me otorga.
Esta posibilidad, se asemeja notablemente a una situación jurídica que también puede
crearse mediante un negocio jurídico: el derecho potestativo, que es precisamente uno
de los efectos no obligacionales que tiene el contrato en este caso establecido por ley.
Roppo define así esta figura: “El derecho potestativo es una subespecie de derecho
subjetivo que merece destacarse por una característica en particular, que lo distingue
de otros tipos de derecho subjetivo. Consiste en el poder de incidir en las situaciones
jurídicas ajenas –creándolas, modificándolas o cancelándola– sin que el titular de la
situación incidida pueda impedirlo jurídicamente”21.
Nótese que aún no hemos llegado a la forma de constitución del derecho de retención,
en el que según nuestra opinión, debe operar la figura del título y modo. Aquí nos
referimos a la situación jurídica en la que se coloca una persona frente a esta
potencialidad dada por la ley que puede ejercer o no, y que, en caso lo hiciere,
sometería sin contar con su voluntad al deudor. En esta especie de derecho
potestativo la voluntad del retenedor involucra automáticamente al deudor y sus
bienes, sin necesidad de contar con su manifestación o con su aprobación. Luego de
retener la situación se vuelve más compleja. Mejorada, por ejemplo, sostiene que el
retenedor es poseedor en tanto se comporta como titular de un derecho22.
En el caso del derecho de retención sucede algo similar. Puedo optar por retener o no,
puedo optar o no por constituir mi derecho de retención, pero cuando decido hacerlo y
materializar mi derecho, ejercer mi potestad, inicio el decurso de constituir
efectivamente el derecho real para el cual se requiere necesariamente de la aplicación
de la teoría del título y modo.
En este sentido, debemos diferenciar la idea de que todo derecho subjetivo tiene su
fundamento o basamento en el ordenamiento jurídico, es decir en las leyes en sentido
lato que lo reconocen y protegen. Los efectos del contrato por ejemplo son
reconocidos por la ley de manera general y abstracta para todos los contratantes. Aquí
hablamos de la ley estableciendo una atribución directa a una persona que cumple
determinados supuestos. Así se da por ejemplo en la hipoteca legal, en donde el título
lo constituye no el contrato de compraventa ingresado a los registros públicos, sino la
ley misma que otorga una atribución al acreedor y una responsabilidad al registrador
para que esta hipoteca nazca al momento de su registración, es decir en el
cumplimiento del modo. Finalmente cabe recordar que el contrato y la ley son fuentes
directas de las obligaciones y así lo establece el Código Civil.
Volviendo al tema del modo debemos preguntarnos por el contenido de este derecho.
Así como el usufructo contiene las facultades de usar y disfrutar del bien, para lo cual
requiere del modo de la entrega, caso contrario el ejercicio de tales atribuciones sería
imposible, la anticresis otorga el derecho de retener el bien de un deudor hasta que no
se cancele o se garantice convenientemente la obligación impaga. La retención
entonces tendrá origen ante el requerimiento de entrega, ya que si el propietario de la
cosa en manos de tercero no solicita la restitución, no existe retención sino mera
tenencia, pues, como mencionamos líneas arriba, la retención en un acto
consecuencia o un acto negativo, una conducta de reacción.
En esta línea de ideas, creemos que la constitución o nacimiento del derecho real, se
da en los supuestos regulados en el artículo 1127 del Código Civil, el cual suele
denominarse como ejercicio del derecho de retención, cuando en realidad corresponde
a sus modos de constitución. Este artículo establece que el derecho de retención se
ejercita: 1) extrajudicialmente, rehusando la entrega del bien hasta que se cumpla la
obligación por la cual se invoca; a lo que podríamos denominar retención real o física;
y, 2) judicialmente, como excepción que se opone a la acción destinada a conseguir la
entrega del bien. Mejorada opina en ese mismo sentido: “En primer lugar hay que decir
que la retención nace como derecho cuando se ejerce. Antes de retener, la situación
jurídica del bien depende de la causa legal que explica su ubicación en el ámbito del
acreedor. Una vez que el acreedor retiene, en ese momento adquiere el derecho real
de garantía”24. Compartimos también la idea del autor que el acreedor podría
adelantarse al pedido de restitución del propietario del bien, comunicando a este que
no devolverá el bien hasta que se le pague. En ese momento nacería el derecho real.
Por lo tanto el derecho real nacerá o se constituirá en el momento que el acreedor
manifieste su voluntad de retener el bien mediante la realización de una conducta
externa: rehusándose a su entrega de manera física o mediante un tipo de defensa
formal presentada en un proceso judicial. Es en ese momento que el derecho real en
su expresión de garantía cobra vigencia.
Conclusiones
___________________________
4 VÁSQUEZ RÍOS, Alberto. Derechos reales de garantía. Tomo II, San Marcos,
Lima, 2011, p. 28.
10 Para nosotros, las garantías cumplen una doble función, tanto la de garantizar
a manera de respaldo y de presión al deudor el pago de la obligación como de
constituir una segunda fuente de pago en el supuesto del incumplimiento de la misma.
A esto último se denomina función satisfactoria. Sin embargo, ambas funciones no son
recurrentes tal como lo explica la moderna doctrina: “Con independencia de que esta
opinión sea matizable –la realización del valor parece ser un elemento esencial de la
prenda y de la hipoteca– lo cierto es que apunta una distinción entre garantía y
satisfacción que nos parece importante. En efecto ¿no resulta claro que la función de
garantía puede obtenerse sin necesidad de que a la vez quede predeterminado un
modo de satisfacción ¿en qué puede consistir la garantía?: La respuesta nos la dará la
teoría general de las obligaciones; la garantía consiste en un modo especial de
asegurar un crédito que viene a añadir al crédito algo que por sí mismo no tiene, de tal
manera que es esta adición o esta yuxtaposición lo que refuerza al acreedor la
seguridad de que su derecho será satisfecho”. ESPEJO LERDO DE TEJADA, Manuel.
“Autonomía privada y garantías reales”. En: Derechos reales. Principios, elementos y
tendencias. Heliasta, Buenos Aires, 2008, p. 459.
13 “En todo caso, debe señalarse que en los ordenamientos que aceptan la teoría
del título y modo se considera que la concurrencia de dos fuerzas complementarias y
sucesivas es necesaria para que la constitución o transmisión de un derecho real se
realice plenamente: el título, es definido como aquella fuente de obligaciones que en
una situación concreta tiene la aptitud de generar obligaciones de dar; el modo, se
concibe como el cumplimiento de las obligaciones surgidas del título, con lo cual se
completará la secuencia. En todo caso, como es bien conocido, los modos de adquirir
pueden ser originarios o derivativos, según si el derecho real que se adquiere deriva o
no de la existencia de un derecho anterior. Si la cosa no ha tenido dueño con
anterioridad no puede ser adquirida sino por un modo originario (la ocupación). En
cambio, si lo ha tenido, la adquisición será originaria si el derecho que se adquiere no
depende o, mejor, no deriva del derecho anterior, pudiendo incluso manifestarse en
contradicción con el titular precedente (accesión o prescripción). Por esta razón, y
teniendo en cuenta que en los eventos antes citados no habrá un título que en un
sentido propio dé origen a la obligación de transferir, se considera que el antecedente
de la transferencia en estos casos está en la ley, que es la fuente remota para la
adquisición de todos los derechos subjetivos”. ARIZA CABRA, David y GIRALDO
RAMÍREZ, Wilson. Adquisición del derecho de propiedad por la aplicación del principio
de buena fe. Tesis para obtener el grado de abogado. Pontificia Universidad Javeriana,
Bogotá, 2005, p. 10.
20 Ibídem, p. 962.
21 ROPPO, Vincenzo. “Situaciones Jurídicas y relaciones jurídicas”. En: Derecho
de las relaciones obligatorias. Recopilación realizada por Leysser León. Palestra, Lima,
2007, p. 49.
23 Artículo 1419.- Contrato de opción. Por el contrato de opción, una de las partes
queda vinculada a su declaración de celebrar en el futuro un contrato definitivo y la otra
tiene el derecho exclusivo de celebrarlo o no.