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Taller de Periodismo Narrativo Con Juan Villoro PDF
Taller de Periodismo Narrativo Con Juan Villoro PDF
Disección de un ornitorrinco
Cartagena de Indias (Colombia), del 25 al 29 de mayo de 2010
Organizado por:
- CEMEX
- Fundemas
En uno de los textos contenidos en el libro Safari accidental (2005), Juan Villoro
asegura: “si Alfonso Reyes juzgó que el ensayo era el centauro de los géneros, la
crónica reclama un símbolo más complejo: el ornitorrinco de la prosa”. Dispuestos
a diseccionar tan exótica y amenazada especie, a espaldas de la Sociedad
Protectora de Animales y sin la ayuda de Linneo, se encontraron con el escritor
mexicano 14 periodistas provenientes de ocho países de América Latina en la
ciudad colombiana de Cartagena de Indias.
Bajo la dirección del escritor, el aula de la FNPI se convirtió así durante los cinco
días del Taller de Periodismo Narrativo, en un laboratorio donde fueron separadas
y estudiadas las partes de este ignoto miembro de la familia Ornithorhynchidae.
Puesto sobre la mesa de disección, el espécimen mostró ser un verdadero
rompecabezas biológico en el que se pueden encontrar características de la
novela, el cuento, la entrevista, el teatro, el ensayo y otras familias taxonómicas
del orden escrito. Pero con una particularidad que advierte Villoro en su ensayo:
“la crónica es un animal cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete
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animales distintos que podría ser”. Las siguientes fueron las palabras del maestro
Villoro durante el transcurso de tan delicada operación.
Características de la especie
Hay una inflación intelectual del género de la crónica, en el sentido de que cada
vez son más frecuentes los encuentros de cronistas, los talleres, los premios; cada
vez adquiere más prestigio la crónica. Tenemos que tener cuidado con esto. Hay
un gran coro en torno a la crónica, pero hay enormes dificultades para ejercerla y
pocos espacios. Es como los pájaros exóticos que llaman la atención pero rara
vez se ven. Tengo miedo de que esto se convierta en algo que se habla
académicamente pero no se ejerza, como una corriente que solo sirve para ser
enseñada.
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dinero y espacio. No hay un solo editor que no elogie la crónica por razones de
prestigio social, pero luego no las publican. Los cronistas son como los cascos
azules de la ONU, que tienen un gran prestigio simbólico, pero pocas
oportunidades de entrar en acción. Así que debemos asumir el ejercicio de la
crónica de manera tan radical como el ejercicio de la poesía.
Cuando alguien tiene la voluntad de hacer una crónica, debe ir hasta las últimas
consecuencias del género. Cuando haces crónica, haces crónica. El camino
intermedio no lo entiendo. Si existen los géneros de la ficción y la no ficción, vale
la pena correr con los riegos de asumir cada uno.
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Del reportaje: la verdad, la investigación
Los límites entre ficción y no ficción son muy claros en la medida en que no se
puede tergiversar la verdad. Yo creo que el cronista sirve a la verdad, y puede
reconstruirla de manera intensa con técnicas que involucren la subjetividad de los
testigos y que recuerden la estructura de un relato de ficción, así como las
emociones y sentimientos de los personajes de novela. Pero, en ningún momento,
debe novelizar la realidad; para eso es muy fácil dedicarse a la novela. En la
novela se puede mentir con conocimiento de causa a partir de hechos reales. En
la crónica no se puede ni se debe hacer esto. Por supuesto, es una postura
personal; hay quienes trasgreden con mayor flexibilidad este límite pero yo creo
que tenemos un compromiso ético con la verdad.
El periodista entra a una realidad de la que no es juez absoluto; sabe que eso es
verdadero, al menos en el momento de escribir esa crónica. Debe atenerse
siempre a la verdad, por el contrato que tiene con hechos que realmente
sucedieron evitando la mentira y sus variantes más sofisticadas: la distorsión y la
opinión que tergiversa. La objetividad del periodista se mide por no tener pruebas
en contra. El periodista sabe que la verdad es relativa, pero al no tener pruebas en
contra, puede decir que es verdadero lo que encuentra.
Por eso, es decisivo ser honestos y plantear un punto de vista muy claro desde el
principio. Esto se puede dar de manera implícita, dejar claro desde dónde estamos
hablando, cómo llegamos a nuestra crónica. Es importante que el lector sepa el
grado de aproximación a la verdad para que pueda ponderarla.
Una crónica debe empezar sin poner mucho énfasis en su propia importancia, con
un detalle lateral, que no sabes muy bien a dónde te va a llevar. No le conviene a
la crónica delatar cuál es su importancia absoluta, le conviene arrancar con un
misterio menor. Por ejemplo, si vamos a hablar de una persona que murió,
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podemos hablar de algo como un remanente, que es un símbolo o un saldo de la
ausencia. Creas una imagen de un sitio, una circunstancia que cautive, y pones en
escena una realidad. Componer un lugar significa que nosotros como lectores
visualicemos el escenario donde ocurre la acción.
Muchas de las mejores entradas de crónica tienen que ver con fijar un día
especial. Porque en el desarrollo de la crónica debemos dar la sensación de que
estamos poniendo en la encrucijada cosas que no se habían contado antes. Toda
crónica trata de poner una situación en encrucijada. ¿Por qué contamos una
historia? Porque se cruzaron dos cosas que normalmente no se cruzan. Nosotros
escribimos cosas que sólo se pueden encontrar en nuestras crónicas. Cuando
narramos, apelamos a algo singular e irrepetible. ¿Por qué narrar esto? Porque
sólo ocurrió de esta manera. Cuando un texto, de ficción o no ficción, es reiterable,
no es necesario narrarlo, porque no es una historia. La historia comienza con
algún tipo de excepción.
Los hechos públicos tienen vida privada. Si nosotros ponemos detalles de la vida
privada al principio damos la idea de que estamos poniendo en contacto con una
parte inédita de la realidad. Siempre se debe partir de lo particular, lo individual, lo
íntimo, antes de los datos que lo refuerzan. Pasamos de la historia individual al
impacto público. Ponemos primero a Mario Pérez y después la estadística del
desempleo. Nos centramos más en lo individual y lo particular, para después
pasar a lo estadístico y los datos. Pero en algún momento debemos hablar de la
vida pública, de la importancia noticiosa de lo que estamos diciendo. Lo que
seguimos narrando en adelante debe mezclar lo público y lo privado.
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historia da la ilusión de estar completa, aunque normalmente la realidad sigue
ocurriendo después de nuestra historia.
Es el caso del hombre que tiene 99 monedas que lo hacen infeliz, necesita tener
las 100 para sentirse completo. Tenemos esa necesidad de cerrar, de completar.
En la ficción lo resuelves, pero en la realidad no es tan fácil. Por eso, uno de los
grandes desafíos es crear unidades de realidad para dar un sentido. Hay muchas
maneras de lograr esa unidad, de crear esta ilusión de que nuestra historia debe
terminar. La temporalidad es una de ellas. Podemos hacer un día: amanece y
oscurece, una semana, un año.
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No es que una crónica tenga necesariamente que cumplir con alguna de estas
estructuras, pero si ayuda a crear la sensación, la ilusión de que tenemos las cien
monedas.
No todos los personajes son igual de interesantes. Siempre hay que tratar de
tenerlos, pero algunos personajes y testimonios no son interesantes, aunque
entregan información que es importante. Lo bueno es saber dosificar unos y otros.
Hay personajes que requieren de mucho trabajo literario para que sean
interesantes, hay otros que los datos en bruto que entregan ya los hacen noticia.
Una de las grandes lecciones de Kapuściński es que nunca los ve como
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informantes; encuentra que toda persona, por poco acceso que tenga a la cultura,
tiene derecho a ser muy neurótica.
Todo suceso ocurre en el mundo de los hechos, pero repercute en la mente de los
testigos, en la concepción que se tiene de ese hecho en un tiempo. El periodismo
narrativo busca reconstruir los hechos, con la intensidad de quienes lo vivieron.
Mezclar lo colectivo, el destino público, con lo individual, con lo privado. Este cruce
de lo público y lo privado hace que, al mismo tiempo, se crucen las nociones de
información y emoción. Cuando reconstruimos una historia, se entiende una
noticia abstracta como un relato concreto que afecta a un protagonista o a grupo
de personas.
Hay cosas que debes saber de los personajes aunque más tarde no las pongas:
prefiere dulce o salado, montaña o mar, bicicleta o caminar. Es un grado de
dominio del personaje que es necesario tener aunque no venga a cuento. ¿Por
qué tengo que saberlo? Porque tienes que conocer al personaje, hay cosas que
debes saber aunque más tarde no las pongas: la forma en que habla, las
expresiones, los ademanes, el tono de voz, hay que fijarse en esos detalles.
Cuando registramos una noticia tenemos una serie de datos fácticos que
construyen un hecho noticioso. Para que podamos revivirla en toda su intensidad
necesitamos reproducirla a través de la voz de quienes pasaron por esa situación.
El periodismo narrativo puede hacer que hechos distantes nos toquen de alguna
manera, como si nosotros hubiéramos estado ahí. La utilidad básica del
periodismo narrativo es esta.
Las cosas ocurren dos veces: en los hechos y en la representación de los hechos
que nosotros hacemos como cronistas. Cuando llegamos a un lugar, muchas
veces las personas ya tienen una opinión formada sobre el hecho, eso forma parte
de la realidad. En la descripción del hecho está no sólo lo que ocurrió sino cómo lo
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vivió la gente y cómo lo cuenta. Esto nos ayuda mucho con informaciones no
confirmadas. La polifonía de testigos, los parlamentos entendidos como debate, la
"voz de proscenio", como la llama Wolfe, es la versión narrativa de la opinión
pública, cuyo antecedente fue el coro griego.
Una de las cosas más ricas del periodismo es que admite la presencia no sólo del
periodista ajeno, sino del periodista confundido. Muchas de las grandes crónicas
han sido escritas desde la perplejidad, a veces los malentendidos explican muchas
más cosas. Malcom Lowry lee en un restaurante “pollo especial de la casa”, pero
entiende “pollo espectral de la casa” y elabora toda una teoría sobre la relación de
México con la muerte. La equivocación agrega datos a la percepción que tenemos
de la realidad.
A veces, ante el cronista, la gente revela cosas que ni ella misma es consciente
que está revelando. Nosotros somos los que nos damos cuenta. ¿Cómo llegar a
estas voces? ¿Podemos meter voces que de alguna manera hemos espiado, que
no saben que son objeto del reportaje? Yo creo que es mucho más interesante
que todos los testimonios sean recolectados como periodista. Estar en los sucesos
como periodista implica reconocer que no perteneces completamente a ellos. Una
paradoja es que los informantes, sobre todo si es gente humilde, trabajan a mucho
gusto con los periodistas. Muchas veces la gente te va a decir más cosas si tu
juego es limpio, si te acercas sin mimetizarte.
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Muchos reportajes de inmersión son más interesantes por la forma cómo fueron
hechos, pero fracasan como reportajes. Muchas veces las crónicas uno las
rechaza precisamente por eso, porque el cronista pone más énfasis en sí mismo.
Hay crónicas muy personales que son así, por ejemplo los diarios de viaje, donde
todo lo que pasa le pasa al autor. Yo creo que en ese sentido, cuando el cronista
llama más la atención sobre sí mismo no está sirviendo al principio fundamental de
la crónica, que es narrar una realidad más interesante que el propio cronista.
Relato de un náufrago es un ejemplo inmejorable de cómo puedes meterte en la
piel de alguien sin haber naufragado ni haber estado en el mar.
¿Hasta dónde podemos estar seguros de que lo que nos dicen es cierto? Muchas
veces recibimos versiones contradictorias, o fallamos en el intento de tenerlas. Es
un tema difícil de manejar. El grado de acceso a la verdad nunca es absoluto. En
los 60 estuvo muy de moda darle voz a los que no la tienen, pero eso es un acto
de paternalismo difícil de aceptar. Ese es el gran desafío ético de los testimonios.
Tener un testigo integral es imposible, pero tenemos que acercarnos a ellos tanto
como nos sea posible, sin dejar de ser nosotros, sin fingir que los suplantamos,
que hablamos por ellos. La persona que habla siempre quiere callar algo, no
necesariamente es algo importante; curiosamente puede ser que callen lo mejor
de sí mismos. Como periodistas nos conviene tener su mejor versión de los
hechos.
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De la autobiografía: la memoria
La cita completa:
“Si Alfonso Reyes juzgó que el ensayo era el centauro de los géneros, la crónica
reclama un símbolo más complejo: el ornitorrinco de la prosa. De la novela extrae
la condición subjetiva, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes y
crear una ilusión de vida para situar al lector en el centro de los hechos; del
reportaje, los datos inmodificables; del cuento, el sentido dramático en espacio
corto y la sugerencia de que la realidad ocurre para contar un relato deliberado,
con un final que lo justifica; de la entrevista, los diálogos; y del teatro moderno, la
forma de montarlos; del teatro grecolatino, la polifonía de testigos, los parlamentos
entendidos como debate: la "voz de proscenio", como la llama Wolfe, versión
narrativa de la opinión pública cuyo antecedente fue el coro griego; del ensayo, la
posibilidad de argumentar y conectar saberes dispersos; de la autobiografía, el
tono memorioso y la reelaboración en primera persona. El catálogo de influencias
puede extenderse y precisarse hasta competir con el infinito. Usado en exceso,
cualquiera de esos recursos resulta letal. La crónica es un animal cuyo equilibrio
biológico depende de no ser como los siete animales distintos que podría ser”.
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