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Antropología «compleja»
de las emociones humanas
EUGENIA RAMÍREZ GOICOECHEA
UNED, Madrid
pología de la década de los ochenta. Con- especie humana, el dualismo entre cogni-
cluye que este resurgimiento del interés ción y emociones, la profunda dimensión
por lo afectivo y emotivo se debe princi- social de lo afectivo y emocional y, por
palmente a los siguientes factores: a) La último, una tentativa de descripción bio-
crítica a la filosofía y sociología racionalista social, experiencial y encarnada del sujeto
y su concepción del hombre/mujer; b) La como persona, en donde lo emocional se
reintroducción de lo biológico en la expli- integra como elemento básico y consti-
cación social y la importancia del cuerpo tuyente.
en la constitución del sujeto; c) La comer-
cialización y comodificación de lo emocio-
nal por parte de la industria del consumo, 2. La universalidad de las emociones
del ocio y los mass media; d) La expansión y la unidad psíquica de la especie humana
corporativa profesional sobre el ámbito del
self, sus avatares, manejo y vicisitudes, La afirmación de que las emociones huma-
como un campo de práctica terapéutica, nas son generales a nuestra especie suele
y e) La incorporación de lo afectivo-emo- basarse en argumentos filogenéticos y neu-
cional en la agenda política, como campo rofisiológicos. Ya Darwin expresó el sig-
de derechos y libertades en distintos con- nificado evolutivo de las emociones (Dar-
textos «glocales» (Williams, 2001:1-16). Lo win, 1965). Hay una positiva correlación
que está claro es que más que como arte- filogenética entre inteligencia y emoción
factos, las emociones deberían ser enten- desde los invertebrados a los humanos. Las
didas como procesos complejos que invo- emociones estarían ligadas al comporta-
lucran muchas dimensiones del ser social miento defensivo y al establecimiento de
del humano. vínculos sociales.
Nosotros no podemos explorar todas El sistema límbico es cinco veces mayor
estas cuestiones en este breve ensayo sobre en el humano que en el mono (Izard,
tema tan complejo, diverso y complicado 1979). Aunque hay evidencias de que éstos
de definir. Nuestro propósito es introducir también sufren emocionalmente ante la
algunas de las claves de la discusión que separación súbita y prolongada de la madre
los fenómenos afectivos han suscitado en (Harlow y Harlow, 1962; Reite y Short,
las ciencias humanas, especialmente la 1981), la sonrisa y el llanto son específi-
Antropología, pero también la Sociología camente humanos, como sistemas de
y la Psicología. Desde ahí proponemos expresión de las emociones, en relación a
explorar algunos caminos que incorporen estrategias adaptativas y de supervivencia
una visión filoontogenética, pero también de nuestra especie (Montagu, 1959), diri-
sociocultural de las emociones humanas, gidas a reclamar el cuidado de los padres
lo que implicará, necesariamente, cierta en la larga ontogenia humana (Ainsworth
«inflación» bibliográfica. Serán más las et al., 1974). El vínculo afectivo entre infan-
puertas abiertas que las soluciones dadas, te y cuidadores tiene una función biológica
pero eso es parte de los límites de nuestro esencial que sería la de proteger al niño
trabajo intelectual. Lo que se pretende es de los predadores (Bowlby, 1969) Según
ofrecer, en un esfuerzo de coherencia y Zajonc (1984), las reacciones emocionales
articulación discursiva, una guía (incom- categorizan nuestro entorno en clases de
pleta necesariamente) de la mirada, el estí- objetos y acontecimientos en términos de
mulo para seguir diferentes pistas. Éstas peligro o seguridad. La musculatura y las
se concentran en torno a cuatro temas o habilidades para expresar emociones están
problemas principales: la universalidad de presentes en todo bebé sano en el naci-
las emociones y la unidad psíquica de la miento. Estos mismos muestran capacida-
des tempranas para detectar las expresio- incorporar lo emocional (cf. infra)— por
nes faciales de sus cuidadores. la psicología evolucionista (Mithen, 1996;
Las emociones están ligadas a procesos Barkow, Cosmides y Toolby, 1992; Donald,
neuroquímicos y neurofisiológicos del sis- 1991; Sperber, 1994) por la que se justifica
tema nervioso autónomo, entre estos últi- la universalidad de una psicología humana
mos el cambio de la conductividad eléc- especializada en dominios (Gómez y
trica de la piel, dilatación de la pupila, alte- Núñez, 1998) a partir de la dotación espe-
ración del pulso y la presión sanguínea, cífica del homo sapiens en un entorno con
cambios en la transpiración y respiración, determinadas regularidades medioam-
secreción de distintas hormonas, etc. De bientales como es el Pleistoceno y que ha
ahí podríamos hablar de una «neuroquí- dado lugar a sistemas clasificatorios
mica» de las emociones (Eibl-Eibesfeldt, (Atran, 1990, 1998) y preceptuales simi-
1993). lares entre culturas (Berlin y Kay, 1991).
Esto justificaría el carácter común de La Antropología, desde sus comienzos,
algunas de ellas para todos los humanos, también se ha planteado este problema,
que es precisamente la orientación de los en el contexto de su especificidad como
trabajos de P. Ekman y C. Izard, para quie- disciplina (Stocking, 1982). La idea de la
nes existen evidencias crossculturales y unidad psíquica del hombre/mujer se ha
etológicas humanas, tanto en niños nor- llevado mal con la idea de la diversidad
males como en niños ciegos o sordomudos cultural entre los grupos humanos y, sin
(Eibl-Eibesfeldt, 1993) de determinadas embargo, no sin dificultades, la antropo-
emociones «básicas» como alegría, sorpre- logía ha mantenido los dos extremos a la
sa, tristeza, enfado y asco (Ekman, 1992; hora de entender la humanidad (Shore,
Izard y Buechler, 1980). Es a través de 1996) 2.
programas motores que dirigen los movi- Desde esta perspectiva universalista, las
mientos faciales, con su multitud de mús- emociones generales básicas tendrían
culos y nervios exclusivamente humanos, reflejo en las construcciones lingüísticas
como la especie humana expresa e inter- elaboradas para «denotar» este tipo de
preta las emociones (Ekman, 1979; 1980). experiencia. A pesar de las diferencias
Desde este enfoque, la modelización neu- fonológicas, gramaticales y semánticas de
ronal de la producción y expresión de las las distintas lenguas, existiría una estruc-
emociones sería innata y sólo el cuando, tura semántica subyacente común a la
el cómo y el control de la intensidad de mayoría de ellas en cuanto a la expresión
las mismas variaría culturalmente 1. Por de las emociones. Los humanos usarían el
otro lado, parece haber una especialización mismo marco descriptivo a la hora de ubi-
neurológica en el reconocimiento de la car el significado afectivo de conceptos,
posición de las caras y, por ende, en el incluyendo valores, estereotipos, actitudes,
reconocimiento de la direccionalidad de la sentimientos. Para Osgood, May y Miron
mirada (Perret et al., 1982, 1995). El reco- (1975) habría suficiente evidencia crosscul-
nocimiento de la modularidad en el tono tural para afirmar esto. Levy (1984) afirma
de voz así como otras expresiones corpo- que los términos emocionales usados entre
rales (posturas) completarían el espectro los tahitianos como en los newar refieren
de posibilidades experienciales y comuni- posiblemente a tendencias focales univer-
cativas de las emociones. sales y que la diferencia reside en los limi-
Esta orientación generalista se funda- tes a los que dichos términos se aplican.
menta en la idea de una unidad psíquica En esa misma perspectiva se sitúan Moore,
para la especie humana, perspectiva apo- Romney y Hsia (1999) en su análisis cross-
yada —a pesar de sus problemas para cultural de los significados de los términos
como miedo, alegría, sorpresa, etc., con sobre la universalidad o no de las emo-
otras más «complejas», como la ansiedad, ciones. Las convenciones son creaciones
el odio, el amor, el arrepentimiento, el humanas. Son indeterminadas hasta un
orgullo, la culpa o la vergüenza (cf. infra) límite pero no arbitrarias, inmotivadas. En
y cuyos patrones organísmicos tanto neu- algún otro lugar hemos enfatizado lo mis-
rológicos como sensorimotores no están mo sobre las posibilidades, dentro de cier-
tan claros 4. Es obvia la diferencia entre tas constricciones, de la acción humana con
sorprenderse cuando algo entra súbita- sentido (Ramírez Goicoechea, 1991;
mente en nuestro campo de la experiencia 1998). Es decir, una emoción siempre tiene
como cuando vamos caminando y nos cae una indudable incardinación neurofisioló-
algo encima, a hacerlo porque un ser que- gica, pero ésta no es ajena al sistema socio-
rido no ha recordado nuestro aniversario. cultural en que el universo emocional se
De la misma manera, no es lo mismo constituye y adquiere sentido para el sujeto
angustiarse por la proximidad de un vacío, —precisamente por su instauración social,
a sentir lo mismo ante la inminencia de compartida, La forma de esta constitución
una oposición académica. No podemos es relativamente impredecible, convencio-
asegurar que en el caso de las emociones nal, pero no es inmotivada, puesto que está
denominadas más primarias no haya «tra- determinada dentro de ciertos límites
bajo» cultural (Lutz, 1983). De hecho, constrictivos (D’Andrade, 1992) 5. En
como veremos enseguida, la importancia cuanto a las emociones, dichos límites ven-
del «otro» y de una situación interactiva drían por los propios requisitos de estruc-
en la modularidad de la emoción «prima- turación de la tarea (Bates, 1979; Gibson,
ria» también ha de tenerse en cuenta. Pero 1996), entre los que se incluye lo que se
lo cierto es que en las emociones «com- puede y cómo se puede hacer con el cuerpo
plejas» los procesos mentales y experien- —tanto al nivel funcional como expresivo
ciales están ligadas en mucha mayor medi- del cuerpo—, así como por los formatos
da a procesos de aprendizaje (Harris et al., de comprensión e interpretación ofrecidos
1989) y construcción de la relación y la por el marco sociocultural en términos de
identidad, por tanto, también a referentes selección de metáforas y etnoteorías diver-
sociales y culturales. sas 6. Por otro lado, además, la unidad psí-
Dos han sido las críticas más comunes quica del humano no se refiere exclusi-
a los excesos «culturalistas». Primero, su vamente a las estructuras del cerebro y las
olvido de las dimensiones corporales de características comunes del sistema nervio-
lo emocional «desnaturalizándolas» del so humano en determinado momento evo-
todo, y, segundo, que la emoción no puede lutivo de la especie. Si esto tiene impor-
reducirse experimental ni subjetivamente tancia es porque nuestra dotación neuro-
al discurso sobre la misma (Rosenberg, fisiológica y biológica al nacer implica un
1990), a pesar de posibles propiedades nivel de maduración que nos hace depen-
estructurantes y actualizantes. der extraordinariamente del entorno para
¿Cómo echar luz sobre algo que nos sobrevivir y desarrollarnos. Desde el punto
parece humanamente tan general pero a de vista neurológico, nuestro cerebro se
la vez tan particular? Vamos primero a caracteriza por su tremenda apertura y
volver sobre la crítica de la unidad psíquica plasticidad, como un órgano abierto que
de lo humano, para, a partir de ahí, con- se reorganiza continuamente a partir de
tribuir humildemente a resituar el debate. la experiencia y de una historia de trans-
La distinción entre convención y arbi- formación continua en donde «hardware»
trariedad que hace B. Shore (Shore, 1996) y «software» son interdependientes (Edel-
nos parece útil para iluminar la discusión man, 1992; Varela et al., 1991; Freeman
y Skarda, 1987; Dreyfuss, 1979; Bruner, social (Elías, 1982) y ontogenético (cf.
1996). infra). Como dicen Gumperz y Levinson
Si pensamos que el cerebro y su acti- (1991) para lo cognitivo, lo emocional tam-
vidad es un sistema en constante autocons- poco puede ubicarse totalmente en el indi-
trucción, no podemos separar lo orgánico viduo, sino que es también incorporado en
de lo que le sucede y cómo se manifiesta. prácticas culturales y sistemas simbólicos
Si pensamos que el cerebro sigue creciendo (cf. Hutchins y Hazlehurst, 1995) que las
«estructuradamente» en los primeros años soportan y promueven 10. Y si para las
de vida 7, no podemos decir que es algo emociones básicas se habla de correspon-
dado, materia prima de cambios ulteriores. dencias neurofisiológicas «universales»,
Al contrario, visto como un sistema que para los «estados emocionales» complejos
se desarrolla autoconstituyéndose y no está claro que haya patrones faciales
autoorganizándose (Edelman, 1992; Chan- determinados, ni que pueda hablarse de
geux, 1983; Erdi, 1988) al hilo de las pri- respuestas neurológicas y corporales
meras experiencias y reorganizándose con comunes (Averill, 1996a).
cada nueva experiencia (Freeman, 1991), La universalidad tiene, por fin, otra lec-
resulta que la psyque es algo diferente tura no exclusivamente genética o evolu-
—más— que la dotación neurológica de tiva. Desde el punto de vista comparativo,
la especie. Por tanto, la unidad psíquica de lo que se trata, como Durkheim y Mauss
de la humanidad no puede referirse exclu- (1963) sostuvieron, es de lo común en los
sivamente a un sustrato biológico común, procesos sociales humanos, en el sentido
abstraído de sus condiciones de desarrollo de que las propiedades de la mente sólo
(Oyama, 1992), sino en términos del entor- son posibles a partir de la experiencia
no y el contexto histórico/biográfico (Sho- social, sea ésta todo lo diversa que sea a
re, 1996) en que éste se desarrolla y al lo largo de las diversas culturas. La cues-
que colabora a construir 8. Tendríamos que tión es que todo proceso humano es (no
hablar mas bien del sujeto como unidad «está») socialmente mediado, experimen-
biosocial, a pesar de sus dificultades meto- talmente vivido, y esto es común en todas
dológicas (Hinde, 1991). De lo que trataría las culturas. El aspecto dialógico, sobre el
sería de contemplar integradamente al que nos extenderemos en el siguiente apar-
hombre/mujer, donde lo biológico/psicoló- tado, independientemente de todos sus
gico/social está inextricablemente unido matices crossculturales, es constitutivo de
(Morin, 1973; Goldschmidt, 1993; Freund, una humanidad reconocible como tal. Des-
1988), siendo uno condición y resultado de el punto de vista cognitivo y evolutivo,
a la vez del otro, como da cuenta la peculiar los trabajos de Jerome Bruner y su escuela
ontogenia humana (Robertson, 1996; (Bruner, 1974; Bruner, Greenfield y Olver,
Toren, 1993). Se trataría de verlo como 1966; Olson, 1980; Trevarthen 1980, 1986;
una «persona» (Ingold, 1990, 1991; Carrit- Kaye, 1977, 1980; Butterworth, 1996) así
hers, 1985; Shweder y Levine, 1984; Toren, lo ponen de manifiesto. Este aspecto con-
1998), «un agente creativo dentro de un textual y situacional matizaría las necesa-
campo total de relaciones cuyas transfor- rias correlaciones neurofisiológicas entre
maciones describen un proceso evolutivo» experiencia y expresión de las emociones
(Ingold, 1991; cf. Maturana y Varela, tan queridas por una aproximación gene-
1992). ralista y universal de las emociones. Pero,
Por tanto, hablar de la especie humana además, supone una fuerte crítica a la pers-
también es hablar de su potencialidad posi- pectiva de una emoción inscrita en el indi-
ble 9, gracias también a las «tecnologías» viduo 11, instancia, concreción particular
de la civilización en el sentido histórico de la especie. No se puede banalizar los
común evolutivo con otras especies, pero Estos datos iluminarían el estéril debate
el «contenido» y los factores que disparan sobre el afecto o emoción como variable
la «emocionalidad» estarían progresiva- independiente o no frente a lo cognitivo.
mente ligados al córtex como lugar del Para los que dan preeminencia a lo afectivo,
aprendizaje y la experiencia (LeDoux, éste se contempla bien como un sistema
1998). Del mismo modo, hay claras evi- amplificador de pulsiones innatas, amplian-
dencias de la implicación del hemisferio do la urgencia de algo, como un mecanismo
izquierdo también en la emoción, modu- de motivación central, desarrollado evolu-
lando el trabajo neurológico del hemisferio tivamente (Tomkins, 1981) o bien en el sen-
derecho, así como organizando las mani- tido de que «las preferencias no necesitan
festaciones sociales de lo emocional (Carl- de las inferencias»: las emociones no nece-
son, 1999). sitan de elaboracion cognitiva para suscitar
Las relaciones entre la emoción y lo cog- respuestas viscerales y de actividad motora
nitivo no son únicas, sino complejas. Desde (Zajonc, 1984; cf. Goodale, 1982; Stephan
el punto de vista neurológico, entran en et al., 1981). Sin embargo, es poco probable
juego complejísimas redes neuronales, que la puesta en marcha de una reacción
poniendo en marcha multitud de áreas del emotiva sea independiente de experiencias
cerebro, con funcionalidades complejas y previas que impliquen cierto trabajo cog-
variadas. Algunas teorías han insistido en nitivo (Lazarus, 1982) 13. Desde luego, por
que la emoción es resultado de cierto nivel lo menos para la experiencia afectiva, pare-
de activación de la formación reticular del ce más que probable la existencia de algún
cerebro, una estructura compleja en el proceso perceptivo/cognitivo, algún tipo de
tallo del cerebro. En la medida en que la toma de conciencia (Izard, 1983; Harkness
formación reticular sirve también para la y Kilbride, 1983) e interpretación (Gins-
integración virtual de toda actividad cere- burg y Harrington, 1996; Tomkins, 1981),
bral, la percepción o la acción estarían siendo que el saber y la información tam-
necesariamente imbuidos de contenido bién intervienen y modifican las emociones.
emocional. La mayoría de las veces las fun- Izard (1984) propone un modelo de
ciones cognitivas operadas en el neocórtex «bucle» («loop model») en donde cabrían
suelen ser activadas a partir de las límbicas, dos sistemas, uno en el que la emoción
dando lugar a la evaluación y a la toma sería un factor en el procesamiento de
de conciencia emotiva. Por si fuera poco información y la cognición, y otro, en don-
complejo, parece que estas mismas fun- de el sistema emotivo procesaría informa-
ciones cognitivas (recordar, pensar, juzgar, ción «afectiva». Para Cicchetti y Schnei-
imaginar) pueden disparar ciertas emocio- der-Rosen (1985), las emociones pueden
nes. Por todo ello se habla de un modelo funcionar como contexto en el desarrollo
de circuito doble que implica al sistema cognitivo a la vez que la emergencia de
límbico y el neocórtex. En las primeras eta- nuevas emociones dependen del desarrollo
pas de la ontogenia parece que el circuito cognitivo. Por su parte, Levy (1984) dis-
subcortical es preferente y con el desarro- tingue entre dos niveles de conocimiento
llo progresivo de las capacidades cogniti- o saber («knowledge») en relación a la
vas, se procesaría en ambos sentidos. Las emoción. Uno denominado «de primer
relaciones ente ambas dimensiones men- orden», vinculado a la memoria perceptual
tales parecen ser, pues, enormemente y esquemas sensorimotores y el otro, «de
estrechas. El sistema límbico también es segundo orden», que referiría a una evalua-
fundamental para la memoria y el proce- ción «cognitiva» que implicaría nombrar,
samiento de información (Laird et al., clasificar, interpretar, dirigir, elementos
1982). todos ellos del sistema cultural del grupo.
Johnson, 1999) entre emoción y cognición, familias de clase trabajadora, de forma que
como experiencia «holística» crosmodal en cada clase prepara a sus hijos en un perfil
la infancia, cuyos planos de relación y psicológico atribuido como propio (Hochs-
mutua constitución variarían —dando child, 1979). Diferencias en los contenidos
lugar a subsiguientes procesos de especia- emocionales y formas expresivas de las
lización de dominios— en relación a futu- co-narraciones entre padres e hijos pueden
ros estadios de maduración neurológica y justificarse en parte por diferencias de cla-
ontogenética (Gibson, 1996), a la estruc- se social (Burger y Miller, 1999) y también
turación propia de las tareas cognitivas por la estructura de la unidad doméstica
(mentales) en términos de su construcción (Seymour, 1983). Las variaciones históri-
progresiva hasta que se convierten en auto- cas e ideológicas también producen varia-
máticas y rutinarias (Bates, 1979: et al., ciones en los estilos emocionales, como
1988) y a las variadas tecnologías educa- Demos (1996) muestra para una Nueva
tivas y de socialización. Inglaterra prerrevolucionaria, donde la
No podemos extendernos aquí a discutir vergüenza es un sentimiento predominante
las teorías de la crossmodalidad y de la a la Nueva Inglaterra colonial dominada
metáfora. Sólo apuntaremos la relevancia por la culpa. La posmodernidad y sus fuer-
de la inteligencia social —y parte de ella zas producen una determinada gestión de
una teoría sobre la mente y dentro de ésta, las emociones (Hochschild, 1983).
de la emocionalidad— y su operacionali- No podemos desligar las emociones de
zación en otros dominios cognitivos, en la sus vínculos morales, de la propiedad o
evolución de las habilidades cognitivas de no de sus expresiones socialmente cons-
nuestra especie durante el proceso de truidas y legitimadas, de sus lazos con las
sapientización (cf. Jolly, 1972; Goody, instituciones, normas y valores que las
1995; Whiten, 1991; Byrne, 1995). En ello, informan (Harkness y Super, 1983). En esa
la atribución de deseos, intenciones y emo- medida, las emociones tienen siempre un
ciones marca, según Jolly (1996), el largo referente constitutivo público, compartido,
camino hacia la simbolización y la cultura: una comunidad para quien y por quien las
«A lo largo de milenios de evolución, las emociones adquieren su sentido. Las emo-
mentes progresaron desde “ese mono ciones no pueden tomarse abstractamente
quiere morderme”, a “no le gusto a ese de las experiencias que las constituyen, por
primate”, a “ese trueno quiere asustarme”, mucho que se «localicen» en el self como
a “Zeus está enfadado conmigo”» (traduc- lugar de las mismas (Harris, 1989), sino
ción propia) (Nota. Sobre teorías «natu- que implican también una visión sobre el
ralistas» de la religión, cf. Boyer, 1994). mundo y lo social, unido a una praxis
socialmente guiada por medio de reglas,
instituciones, valores. Emociones «com-
4. Efectos emocionales de lo social, plejas» como la vergüenza y la culpa remi-
efectos sociales de la emoción ten, en última instancia, a regulaciones del
self en y por lo social (Fajans, 1983; Solo-
Desde una aproximación macrológica, es mon, 1984), a la comprensión de la agencia
claro que la estructura social determina y la responsabilidad, a códigos de conducta
y gestiona perfiles y conductas emociona- y etiqueta, participación y aprobación
les. La socialización diferencial en el afecto social, sanciones y definiciones sobre la fal-
tiene que ver con esto (Miller y Sperry, ta, la transgresión y la restitución social,
1987). Un ejemplo clásico es cómo las un orden moral y ético, al fin y a cabo
familias de clase media preparan a sus hijos (Rosaldo, 1983; Schieffelin, 1983; Lutz,
para controlar sus emociones más que las 1983; Scheff, 1990). A la inversa, no sólo
y negociando significados sobre lo que acti- tions. Social, Cultural and Biological
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NOTAS
1
Aquí, como en muchas aproximaciones biologi- 12
El feedback que se produce cuando se simula
cistas, se confunde lo «innato» con lo «involuntario». la expresión de una emoción en la cara sobre la acti-
El aprendizaje y el hábito bien pueden producir patro- vación y control de dicha emoción en el cerebro tiene
nes automáticos de respuesta. un refrendo empírico neurofisiológico por medio de
2
Esta paradoja entre la defensa de la unidad psí- la actividad del nervio trigémino. W. James reconocía
quica del hombre/mujer y la diversidad cultural ha sido la importancia de la retroalimentación efectuada desde
arrastrada por prácticamente toda la antropología desde los músculos a los centros de actividad neurológica.
Lévi-Bruhl, Lévi-Strauss, hasta Geertz (Shore, 1996). Claro está que investigadores como P. Ekman, contra
3
Ángel Díaz de Rada, Comunicación personal. quienes van dirigidas estas críticas precisamente, lo
4
Ginsburg y Harrington (1996) hasta cuestionan ponen en duda. Comunicación pública. Sixth Interna-
tional Colloquium on Cognitive Science, 1999. San
esta generalidad incluso para las emociones más pri-
Sebastián. En todo caso, esta capacidad de sentir emo-
marias. Por su parte, J. R. Averill no encuentra patro-
ción a partir también de la expresión de la misma pare-
nes comunes para las emociones «intelectuales» como
ce tener un papel importante en el establecimiento
la esperanza («hope») (Averill, 1996a). Esto no quiere
de la empatía que hemos citado. Cf. infra.
decir, en nuestra opinión, que no haya actividad cor- 13
Lo que ocurre es que esta perspectiva más que
poralizada de alguna manera, sino que el cuerpo es
integradora suele ser cognitivista. Cf. Greenberg y
capaz de «olvidarse» de sí mismo, lo que ha sido con-
Safran, 1987.
fundido por algunos con una facultad a-corporalizada 14
La conocida teoría de W. James señala que la
de la mente (cf. Leder, 1990). emoción sería precisamente, esta toma de conciencia,
5
La convencionalidad, es decir, la creación de un pero de cambios corporales que se producen como
significado social compartido, se ha confundido tam- reacción a determinadas situaciones.
bién con la inmotivación en lingüística. 15
Para Sperber y Wilson (1986), la «relevancia»
6
La noción de «image schematta» de Johnson de algo se refiere a la ampliación de nuestro acervo
(1987), como una serie limitada de esquemas experien- cognitivo en el sentido representacional, lejos de incluir
ciales corporales que sirven como bases conceptuales ningún aspecto emocional. Implica al sujeto como ente
para otros dominios de la experiencia, entre ellos la cognoscente, pero no como sujeto experiencial.
cognición, tendría utilidad heurística aquí. A partir de 16
Sobre género y dualismo mente/cuerpo véase, entre
estos esquemas se elaborarían diversas metáforas expli- otros, Williams y Bendelow (1988) y Lupton (1998).
cativas. Véase también la teoría «integrada» de metá- 17
Maturana y Varela, 1992, mencionan el caso de
foras primarias elaborada en Lakoff y Jonson (1999). ovejas a las que su madre no ha lamido y acariciado
7
Su volumen crece hasta el primer año de edad, en su primera infancia y que muestran deficiencias
continuando la mielización del córtex a lo largo de posteriores a la hora del juego con otros de su misma
los primeros años (Gibson, 1996). Incluso hay eviden- especie. Harlow y Harlow (1996) citan la disminución
cias neurológicas del «reparto» del complejo proceso de la exploración del entorno y la agresividad injus-
emocional entre los dos hemisferios durante el primer tificada en monos separados tempranamente de sus
año de vida. Cf. Davidson, 1984. madres. Los cambios fisiológicos operados en éstos
8
Un sistema autopoiético, al fin y al cabo. Cf. Matu- ante la separación de sus madres son descritos en Reite
rana y Varela, 1980. y Short (1981), quienes también comprobaron la pér-
dida de interés por el entorno.
9
Más que de tratar de asignar un cierto nivel de 18
Sobre esta apasionante cuestión no podemos
capacidad a una especie en particular, habría que tener
extendernos por el momento. Véase Gómez y Núñez,
en cuenta las circunstancias (una ecología) en que estas
1998. En Byrne y Whitten (1995) también se parte
capacidades aparecen. Cf. Lock y Colombo, 1996; Bate-
de una inteligencia diferencial para personas, grupos,
son, 1973.
relaciones sociales, y objetos naturales y artefactos,
10
En el mismo sentido de que Premack cita para como en la mayoría de los autores que sostienen las
los chimpancés de laboratorio, en donde las tecnologías teorías de especificidad de dominio, pero la visión es
y condiciones experimentales de laboratorio (que, sin absolutamente opuesta: aquélla está guiada por el inte-
embargo, para los humanos constituyen su situación rés y la racionalidad (una orientación «maquiavélica»)
«natural» de existencia) trabajan «ampliando» («up- no por componentes afectivos.
grading») las capacidades cognitivas de estos primates 19
En referencia concreta al campo de las emocio-
(Premack, 1980, cit. en Lock y Colombo, 1996). nes, Williams (2001) también cita el existencialismo
11
Los análisis psicológicos basados en la «perso- de Sartre.
nalidad» destacarían las características modales indi- 20
Nuestras principales referencias aquí son, sobre
viduales como rasgos psíquicos propios de cada uno, todo, las de F. Varela et al., 1991; M. Johnson (1987);
independientes no sólo de factores interactivos, sino G. Lakoff y Johnson (1999); C. Toren (1993); Csordas
también, por supuesto, de variables socioculturales. (1994); Haraway (1990, 1991).