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Material de cátedra preparado por Mónica Vidal para el nivel III.

Los nacionalismos franceses


Michel WINOCK
Instituto de Estudios Políticos, París
Barcelona Papel de trabajo n.97 1994

La palabra "nacionalismo" es relativamente reciente. No estaba en el littré, que data de la década de 1860. En
cambio, el término "nacionalidad" figuraba en el diccionario de la Academia desde 1835: "El principio de las
nacionalidades, llamado literal, principio según el cual partes de una raza de hombres tienden a constituirse en
un solo cuerpo político».
5 La palabra "nacionalismo" se acredita a finales del siglo XIX, bajo la pluma de escritores políticos como Barrès,
el primero en utilizarla en un artículo publicado en 1892(1). Sin embargo, la misma palabra designa también,
en Francia, retrospectivamente, una cierta exaltación del Estado-nación durante y después de la Revolución,
así como una cierta voluntad de unificación social bajo la ley republicana. Por tanto, distinguiremos un
nacionalismo republicano y un "nacionalismo de los nacionalistas"(2), ambos con prolongaciones hasta
nuestros días.
10 1. El nacionalismo republicano
El nacionalismo republicano podría definirse por la fórmula que data de la Gran Revolución: la República una e
indivisible. Contrariamente a la heterogeneidad administrativa, jurídica y social del antiguo régimen - sociedad
de privilegios, individuales y colectivos- los constituyentes de 1789, seguidos por los republicanos de 1792 y de
los años siguientes, han practicado una política de unificación. Ésta ya había comenzado en gran medida por
15 varios siglos de centralización estatal debido a la monarquía francesa, de modo que Tocqueville quiso
presentar el fenómeno revolucionario no tanto como una ruptura sino como una culminación, una
terminación. El régimen napoleónico que puso fin a la Revolución, al tiempo que estabilizaba parte de su
legado, ha reforzado aún más esta política de unificación mediante nuevas instituciones (por ejemplo, la
creación de prefectos) reforzando aún más la centralización secular.
20 La Isla República, establecida definitivamente a finales de los años 1870, ha retomado los principios
revolucionarios para profundizar aún más la unidad nacional. Los fundadores del nuevo régimen -y en
particular Jules Ferry, convencido por las lecciones de Augusto Conde que a la religión católica había que
sustituir un nuevo cemento espiritual, propio de la edad positiva que los avances de la ciencia anunciaban- han
apostado por el instrumento escolar para lograrlo. La escuela gratuita, obligatoria hasta los 13 años, laica,
debía ser el crisol de las almas republicanas.
25 Fue la escuela primaria la que permitió la realización del antiguo deseo revolucionario de unificar
lingüísticamente el país. Se calcula que, en vísperas de la Revolución, de los 28 millones de habitantes, 12 ó 13
no sabían francés. Los diputados a la Convención quisieron imponer el francés, lengua de las Luces, contra
los dialectos regionales, utilizados por "los sacerdotes fanáticos" (Prior de Marne). Lo que la Revolución no
pudo lograr, por falta de tiempo y de medios, volvió a la Tercera República a realizarlo: una sola
30 idioma estaba permitido en las clases de la escuela primaria obligatoria, el francés. Un control riguroso por
parte de los maestros, a su vez supervisados por los inspectores de academia, aseguró en algunos decenios la
universalidad de la lengua francesa dentro de las fronteras metropolitanas. Las familias que utilizaban
todavía lenguas minoritarias y patois no hicieron ningún obstáculo: la lengua francesa era la del progreso,
como era la de la administración que cubría los puestos. Durante mucho tiempo estas familias
35 fueron bilingües: el francés se hablaba en la escuela y en la vida pública; en casa se continuó por varias
generaciones el mantenimiento de los antiguos lenguajes(3). La escuela, mucho antes de la radio y la
televisión, había arraigado el francés en todos los departamentos.
Esta política escolar tenía también por objeto enseñar la moral, el espíritu cívico, y especialmente el
patriotismo. El amor a la patria, el respeto al ejército, mezclado con el orgullo republicano, fue ampliamente
40 la enseñanza de la "historia de Francia", a la que Emest Lavisse dedicó gran parte de sus trabajos(4) que los
inculcó a los jóvenes espíritus. La correspondencia de los soldados franceses durante la guerra de 1914-1918 -
que conocemos gracias al control postal de los ejércitos- testimonia la profundidad de estas lecciones.
La escuela, luego el periódico cuando la prensa se hizo totalmente libre (1881) y, gracias a las innovaciones
técnicas, barato, también el servicio militar obligatorio, hicieron avanzar la cultura científica en detrimento
45 las culturas regionales y populares. Estas se transformaron poco a poco en folclore, testigo de otro tiempo.
Esta cultura nacional, centralista, patriótica, era nacionalista, en la medida en que estaba atravesada por un
sentimiento, si no de superioridad, al menos de excelencia francesa: Francia era la patria de las luces, la tierra
de la Revolución, El centinela del progreso. Michelet no dudó en confundir la historia de Francia con
50 la de la humanidad, "porque su gran leyenda nacional, y sin embargo humana, es la única completa y mejor
seguida de todas, la que, con su cadena histórica, responde mejor a las exigencias de la razón". La patria de
Juana de Arco y de los soldados de Año Nuevo estaba encargada de una misión civilizadora en los otros
continentes, lo que justificaba la política colonial de la República. Los franceses -oficialmente- no conquistaban
tierras lejanas para comerciar, como los ingleses. Ellos tenían colonias para
55 Elevar a los pueblos inferiores, retrasados, retrasados en "edad teológica" si es necesario hablar como Augusto
Conde, a nivel de pueblos civilizados. En estas perspectivas, por lo demás, los misioneros republicanos hacían
buena pareja con los misioneros católicos: se trataba de unos y otros de llevar la buena palabra, la de los
progresos médicos, del desarrollo económico, como la de la santa Madre Iglesia.
Este nacionalismo republicano era, hasta cierto punto, un nacionalismo abierto(5), debido incluso a la
60 la definición que daba de la nación. Contrariamente a los alemanes, para los cuales la nacionalidad se define
objetivamente, la lengua -que transmite el volksgeist, el alma colectiva- constituyendo el criterio principal, los
franceses tenían una definición heredada de los principios revolucionarios, y que había ilustrado la Fiesta de la
Federación, el 14 de julio.
1790. Ernest Renan, en su discurso a la Sorbona de 1882, ¿qué es la nación? , dio
65 la versión más clara, transmitida de generación en generación: "La nación es un alma, un principio espiritual".
Dos cosas la constituyen: 1. "La posesión en común de un rico legado de recuerdos". 2. "El consentimiento
actual, el deseo de vivir juntos". Por lo tanto, sufrimientos en común, arrepentimiento, luto, todo un legado de
gloria y desgracia. Al mismo tiempo, un deseo de vivir juntos, "el deseo claramente expresado de continuar la
vida en común". Y Renan llegar a su famosa fórmula: "La existencia de una nación es (...) un plebiscito de
70 todos los días"(6). Los franceses opusieron así su "teoría electiva" de la nación a la "teoría étnica" de los
alemanes. Es decir, la vaguedad del concepto, que depende en gran medida de las contingencias.
El carácter voluntarista y universalista de la definición francesa parece, a primera vista, superior
filosóficamente a la definición naturalista, etnolingüística de los alemanes. Sin embargo, Louis Dumont nos
advierte, en sus Pruebas sobre el individualismo, contra todo maniqueísmo en la materia:
75 "Se observará que el viejo etnocentrismo o sociocentrismo que lleva a exaltarnos y a despreciar a los demás
sobrevive en la era moderna, aquí y allá, pero de manera diferente: los alemanes se posaban, e intentaban
imponerse como superiores como alemanes, mientras que los franceses sólo postulaban conscientemente la
superioridad de la cultura universalista, pero se identificaban ingenuamente con ella hasta el punto de
considerarse maestros del género humano"(7).
80 Por eso podemos hablar de un nacionalismo republicano, surgido del nacionalismo revolucionario. La idea
implícita de pueblo elegido y la idea explícita de pueblo misionero han sido transmitidas de la Francia muy
cristiana, hija mayor de la Iglesia, a la Francia republicana. Nadie mejor que George clemenceau, el 11 de
noviembre de 1918, lo expresó ante la Cámara de Diputados:
"En esta hora terrible, grande y magnífica, mi deber se ha cumplido (...) En nombre del pueblo francés, al
85 En nombre de la República Francesa, envío el saludo de la Francia unida e indivisible al Alsaceet a la Lorena
recuperada.
"Y luego, honor a nuestros grandes muertos que nos hicieron esta victoria (...) En cuanto a los vivos, que
acogeremos cuando pasen por nuestros bulevares, hacia el Arco del triunfo, ¡que sean saludados de
antemano! Los esperamos para la gran obra de reconstrucción social. Gracias a ellos, Francia, ayer soldado de
90 Dios, hoy soldado de la humanidad, será siempre el soldado del ideal".
De esta concepción misionera de Francia de los derechos humanos se encuentran huellas en el socialismo
mismo. En 1914, justificaba la adhesión del movimiento obrero francés a la Unión Sagrada. También impregna
la ideología colonialista, digamos de Jules Ferry a Guy mollet: Francia de la Ilustración y de la Revolución debía
difundir el progreso por todo el mundo, aunque fuera manu militari.
95 El nacionalismo del general de Gaulle ha sido una reciente actualización del nacionalismo republicano.
Nacionalismo abierto, ajeno a las formas de discriminación racial, que practica el culto universal de la nación
contra los imperios (americano o soviético), y penetrado en el gran mito de "la Francia eterna". Sin embargo,
De Gaulle se había nutrido también de otra forma de nacionalismo, menos visible en sus obras, pero
constructivo de su sensibilidad y de su reflexión sobre el Estado, el nacionalismo propiamente dicho de finales
del siglo XIX.
100 2. El nacionalismo de los nacionalistas
Es el que comienza a tomar forma en el momento de la panadería, a finales de los años 1880 y florece con el
caso Dreyfus diez años después. Maurice Barrès y Charles maurras se esfuerzan por hacer de ello una teoría.
La intuición fundadora es un sentimiento de miedo: Francia está en decadencia. Es la idea de que la nación es
un
105 cuerpo orgánico amenazado de alteración, descomposición, degeneración. Algunos síntomas: el
debilitamiento demográfico, la destrucción de una antigua civilización rural, el divorcio, la emancipación de las
mujeres, el ascenso en fuerza del individualismo, la secularización acelerada de la sociedad...
Estas diferentes "pruebas" de una supuesta decadencia fueron presentadas, al menos en parte, desde el día
después de la derrota de 1871 y del Ayuntamiento de París. Dos autores, de los que se quejarán poco o nada
110 los nacionalistas ejercen entonces una influencia profunda: los orígenes de la Francia contemporánea y el
Renán de la Reforma intelectual y moral de Francia. Estos científicos, alejados de la derecha tradicionalista,
retoman por su cuenta la crítica de la democracia, se asustan de la marea popular, del debilitamiento de las
élites y rechazan el sufragio universal. Durante treinta años, Francia atraviesa una "crisis alemana de la
pensamiento francés" (según la expresión de Claude Digeon) -crisis que se alimentará de todas las críticas
115 contra el régimen de la III República, su filosofía universalista y laica, y dar origen a una ideología nacionalista-
la palabra, esta vez, siendo plenamente afirmada y asumida.
CARACTERÍSTICAS DEL NACIONALISMO FRANCÉS
1. Prevalencia del enemigo interior: el Estado republicano parlamentario El nacionalismo, que yo llamaría el
nacionalismo firme, el de los antidreyfusards, el de las ligas, el de la Acción francesa- se define en primer lugar
120 en contra de un enemigo. La Alemania de Bismarck y después de Guillaume Segrega sin duda en sus filas una
germanofobia a todos los crines, pero el enemigo principal, el enemigo inmediato, lo sitúa en el interior. El
recorrido de Paul desenrollado, presidente de la Liga de los Patriotas, es demostrativo a este respecto. Cuando
fundó su liga en 1882, el poeta y antiguo combatiente Paul Desarrollado es gambettista. Su liga sólo tiene una
finalidad: preparar la venganza. Precisamente, en 1886, desenrollada compromete su movimiento en la
política; él entonces se
125 convencido de que el régimen actual es incapaz de enfrentarse a Bismarck. Para ser fuerte en el exterior,
primero hay que ser fuerte en el interior. Conclusión: hay que poner fin al régimen parlamentario que divide y
debilita al país. Desenrollado preconizará una de las soluciones nacionalistas posibles (habrá otras): reforzar el
poder ejecutivo mediante la instauración de una república presidencial y plebiscitaria.
El nacionalismo, de todas las tendencias, sueña con la unidad. El pasado le proporciona dos modelos: 1. el de
la
130 monarquía católica (un rey, una religión, un pueblo); 2. el de la tradición jacobina (un cuerpo de ciudadanos
estrechamente unificados bajo el reino de la voluntad general.
Ahora bien, contra esta imagen de un pueblo uno se ha constituido un régimen de la división, de la
competencia de opiniones y de la rivalidad de los partidos, de la que se deriva el debilitamiento del cuerpo
social y político ("este parlamentarismo, escribe Barres, cuya patria se está muriendo").
135 En busca de un principio unificador, factor de continuidad y revelador de identidad, los nacionalistas
reivindican la catolicidad. Uso este término de catolicidad, y no de catolicismo, para distinguir la religión
católica y su instrumentalización ideológica y política por escritores y publicistas que a menudo son incrédulos:
es el caso de Barrès durante mucho tiempo, es el caso de maurras, es el caso de Jules Soury que se reivindica
como "clérigo ateo"(8). Para ellos, los Evangelios son más bien sospechosos (Barrès pourfend
140 "la idea de que todos los hombres son hermanos"(9), maurras habla de los evangelistas como "cuatro judíos
oscuros", y declara desafiarse de las "turbulentas escrituras orientales... "). Lo importante no es el contenido
de una fe, sino la religión como estructura de orden. En el caso francés, el factor estructurante de la nación no
puede ser la "raza", ni la lengua, ni una dinastía reinante -sólo la religión, por su permanencia, puede
identificar el cuerpo
nacional, vincularlo con los lejanos orígenes de la tierra de Francia. El catolicismo, por otra parte, es factor
145 de unidad por la ortodoxia, la jerarquía, la influencia que ejerce sobre las costumbres. La República
parlamentaria, por su parte, se afirma racionalista, individualista y laica: a su juicio, trabaja en la
desnacionalización de Francia.
No es casualidad que el asunto Dreyfus termine con una lucha frontal entre las fuerzas laicas y la Iglesia - y
finalmente con la separación de las Iglesias y el Estado. La Iglesia oficial ha sido bastante prudente durante la
crisis dreyfusiana, pero no ha podido ni se ha desvinculado de las campañas fanáticos llevadas a cabo por la
prensa
150 antisemitismo del nacionalsocialismo (La Cruz, Le Peregrin, y una gran cantidad de hojas de los ambientes
católicos sociales y demócratas cristianos). La política de defensa republicana llevada a cabo por waldeck-
Rousseau a partir de 1899, más aún la del Bloque de las Izquierdas llevada a cabo por Combes después de las
elecciones de 1902, apunta a las congregaciones y, finalmente, a la Iglesia misma.
La grande majorité des nationalistes, même éloignés du catholicisme, se sentent spontanément ou finalement
155 solidaires d'une institution, l'Eglise catholique, qui, au même titre que l'Armée mais dans un autre ordre,
assure la pérennité, la continuité, d'une identité française, plongeant ses racines en-deçà de la Révolution,
dans une ancienne France, peu à peu édifiée, polissée, consolidée par la religion catholique.
2. Les "quatre États confédérés"
Si, globalement, la République parlementaire est l'ennemi à abattre, les nationalistes n'ont cessé de détailler
160 les soutiens, les alliés et, selon eux, les profiteurs de ce régime. Maurras a résumé le carré des adversaires
travaillant à la perte de la France, à l'exploitation de ses richesses, à la dénaturation de son identité, sous la
formule des "quatre États confédérés", savoir: les protestants, les francs-maçons, les juifs, et les métèques.
Mais si Maurras est l'auteur de la formule, il n'a pas inventé ce quadruple rejet.
Les protestants
165 En introduisant une religion dissidente, les protestants ont commencé par détruire l'unité religieuse de la
France. Ensuite, par leur doctrine du libre examen, faisant de chaque fidèle le prêtre de sa religion, ils ont
introduits le principe d'un individualisme négateur du lien social. Les "idées suisses", comme Maurras désigne
les écrits de Calvin et de Rousseau, ont sapé l'ordre collectif. Louis XIV était justifié à rétablir l'unité par la
révocation de l'Edit de Nantes. Maurras n'hésite même pas à faire du massacre de la saint Barthélemy- un
170 grand acte politique, et s'emploie à illustrer ses thèses à travers la monographie qu'il consacre aux Monod.
L'affaire Dreyfus apparaît comme une affaire protestante autant que comme une affaire juive: la conscience
individuelle l'emporte sur la discipline collective.
Les Francs-maçons
La maçonnerie est dénoncée comme l'inspiratrice de la République parlementaire, la pourvoyeuse de son
175 personnel. Le complot maçonnique, depuis la Révolution, l'exclusion des catholiques de l'État et l'éradication
finale du catholicisme en France.
Les Juifs
L'antisémitisme est inséparable du nationalisme français fermé, pour lequel le Juif, c'est l'Autre par excellence.
L'étranger dans nos murs. Emancipé par la Révolution, il a partie liée à ses oeuvres, à la république
180 parlementaire et à ses profits. Apatride, il est favorable à l'idéologie universaliste qui sert ses desseins. Pour
maint nationaliste, le Juif incarne le monde moderne: l'usine, la banque, l'Université, toutes les valeurs
mobilières contre les valeurs foncières. La mythologie antijuive, dont Edouard Drumont, auteur de La France
juive et directeur de La Libre parole, s'est fait le vulgarisateur en France, était déjà bien en place avant l'affaire
Dreyfus. Celle-ci, pour les nationalistes, apparaît comme une divine surprise, une confirmation éclatante de
185 leur thèse. D'autre part, l'antisémitisme va tendre à fédérer le mouvement nationaliste, par ailleurs assez
hétérogène, contre un ennemi commun, dont le mythe était plastique à souhait.
Les "métèques "
La xénophobie est une autre expression du rejet de l'ennemi intérieur. La France est menacée d'invasion,
d'infiltration, voire de submersion. La nationalisme prêche le chacun chez soi.
190 DIVERSITÉ DES SOLUTIONS CONSTITUTIONNELLES, UNITE DES ASPIRATIONS PSYCHO-
SOCIOLOGIQUES 1. La diversité
Le nationalisme français n'a jamais été -du moins jusqu'au Front National de J.M. Le Pen- un mouvement
unifié, ni dans sa direction, ni dans ses programmes. Retenons, pour, simplifier, les deux tendances les plus
nettes telles qu'elles s'affirment au cours de la crise dreyfusienne.
195 Une première solution est présentée par Paul Déroulède. Lui se réclame de la Révolution, des grands ancêtres,
des soldats de l'An Il. Il fait confiance au peuple. C'est un populiste, en ce sens qu'il oppose le peuple,
détenteur des vertus nationales, à une classe politique oligarchique et corrompue. Valorisant le suffrage
universel, il préconise une république plébiscitaire, dans laquelle le Chef dépendrait directement de la
souveraineté populaire. Cette République nationale doit être fondée sur l'appel au peuple, à tous les niveaux,
200 de la commune à l'État central. Pour y parvenir, Déroulède compte sur l'union du peuple et de l'armée, à partir
de laquelle un coup de force deviendra possible.
A ce national-populisme, Maurras oppose son nationalisme intégral, s'employant à démontrer qu'en bonne
logique la conclusion nécessaire du nationalisme, c'est la restauration monarchique. Lui aussi préconise un
coup de force, lequel serait suivi d'une dictature royale transitoire, avant l'établissement d'un régime
205 monarchique combinant un État fort et les libertés locales. L'Action française défendra ce programme ne
varietur, jusqu'au soutien du régime de Vichy instauré par le maréchal Pétain en 1940, -régime où l'on
retrouve bien des inspirations maurrassiennes.
En dépit de cette diversité politique, réduite ici à ses deux composantes principales au début du XXè siècle, le
nationalisme français se caractérise principalement, à mon sens, par la dualité holisme/individualisme. Des
210 plus modérés (par exemple Brunetière et la Ligue de la Patrie française) aux plus radicaux (les racistes de la
Ligue antisémitique), l'anti-individualisme est le mot de ralliement. On valorise au contraire tout ce qui
cimente, unifie, organise. On se méfie de la société pluraliste qui rend impossible l'unité spirituelle de la
nation. Nostalgique d'une hypothétique société ordonnée par des croyances communes, des traditions, une
hiérarchie sociale légitime, une autorité politique indiscutée, le nationalisme s'affirme contre la société
215 ouverte, celle qu'ont permise la révolution industrielle et la victoire du libéralisme. C'est pourquoi, au tournant
du XIXè et du XXè siècle, il existe une alliance de fait entre le nationalisme et le catholicisme majoritaire,
comme il y avait eu des liens étroits entre le catholicisme et la Contre-révolution: l'oeuvre d'un Barrès poursuit
celle d'un Bonald, quand bien même il n'y aurait entre les deux auteurs aucune filiation en ligne directe.
Tandis que le nationalisme ouvert (celui de Michelet comme celui de De Gaulle) s'affirme comme l'expression
220 d'une confiance en soi, le nationalisme fermé (celui de Drumont comme celui de Le Pen) est plutôt celle d'une
hantise de la régression. L'un est dynamique, conquérant, et sécrète une idéologie universaliste,
éventuellement au détriment des cultures minoritaires (corse, basque, ou bretonne); l'autre, maladivement
obsédé par la destruction du Moi national, notamment par les effets d'une immigration qualifiée d'"invasion",
conjugue ses efforts pour restaurer une société homogène, close et protégée.
225 La construction européenne est mal ressentie par les adeptes du nationalisme républicain, ou néo-
nationalisme gaulliste, (tel le Président de l'Assemblée nationale, Philippe Séguin, qui fit campagne pour le
Non au référendum sur le traité de Maastricht en compagnie de l'autre gaulliste Charles Pasqua), qui ne se
consolent pas des atteintes portées à la souveraineté nationale; plus encore, elle se heurte aux nationalistes
de la tradition barréso-maurrassienne, eux aussi propagandistes du Non au référendum de 1992, pour lesquels
230 l'Europe unifiée condamne la nation française à la désagrégation.
Au-delà des facteurs proprement contemporains, tels que l'importance de l'immigration arabo-musulmane en
France, il est frappant de constater l'existence d'une continuité d'attitudes -celles notamment qui se sont
fondées depuis la fin du XlXè siècle sur la peur de la décadence, et qui renouent à leur manière avec le
discours contre-révolutionnaire, holiste, anti-individualiste et antiuniversaliste, qui a alimenté depuis 1789 la
235 doctrine d'une droite "intégrale" ou "absolue", nostalgique d'un autre monde et angoissée face à la
modernité.
En-deçà de toute expression politique, il n'est pas abusif de parler d'une crise de l'identité nationale en France,
qui correspond dans le domaine des faits à une mise en cause de l'État-Nation. La construction de l'Union
européenne, en ébranlant l'architecture historique de l'État centralisé, pourrait favoriser les nationalismes et
240 les communautarismes minoritaires(10). Les débats sur les transferts de souveraineté -de Paris à Bruxelles-,
aussi bien que les troubles séparatistes en Corse, aussi bien que la crainte d'une nouvelle immigration
inassimilable sont autant de signes de remise en question de modèle national français. L'élaboration d'une
conscience européenne doit-elle se faire au détriment de la conscience nationale?
Jusqu'à présent, l'ensemble des Français veulent une compatibilité, une complémentarité entre les deux
245 systèmes d'appartenance -la nation restant pour eux la médiation nécessaire entre l'individu et l'Europe
politique à construire. En même temps, nous savons que le principe de nationalité n'a pas de définition
universelle; qu'à "l'Europe des nations", formule gaullienne, on peut opposer "l'Europe des régions".
L'incertitude quant au prochain statut de l'Europe (sera-t-elle fédérale, confédérale ou autre?) laisse aussi
planer le doute sur l'avenir de l'identité nationale -un doute dont se nourrissent tous les nationalismes
250 français. Le lien séculaire qui, en France, a rendu inséparables l'État centralisé et la Nation unifiée ne paraît
plus aussi solide que naguère. Ces interrogations sont désormais au coeur du débat politique.
NOTES
(1) BARRÈS, M.: "La querelle des nationalistes et des cosmopolites", Le Figaro, 4juillet 1892.
(2) Cette dernière expression est de GIRARDET, Raoul: Le Nationalisme français 1870-1914. Points-
Histoire/Seuil, 1982 (rééd.).
(3) HELIAS, Pierre-Jakez: Le Cheval d'orgueil. Plon, 1975: "A l'église, on parle, on chante en breton, le
catéchisme est en breton. Si le curé débobine du latin, du moins ne nous demande-t-il pas de l'apprendre. A
l'école, nous n'entendons que du français, nous devons répondre avec les mots français que nous attrapons.
Sinon, nous taire".
(4) NORA, Pierre: "Lavisse, instituteur national", dans NORA, P. (dir.): Les Lieux de mémoire, 1. La République.
Gallimard, 1984, págs. 247-289.
(5) Je me permets de renvoyer à WINOCK, M.: "Nationalisme ouvert et nationalisme fermé", dans
Nationalisme. antisémitisme et fascisme en France. Points-Histoire/Seuil, 1990, p. 11-40.
(6) RENAN, E.: Qu'est-ce qu'une nation? Presses-Pocket, 1992 (rééd.).
(7) DUMONT, L.: Essais sur l'individualisme. Puntos/Umbral, 1983, p. 151.
(8) BIRNBAUM, Pierre: "La France aux Français". Histoire des haines nationalistes. Seuil, 1993.
(9) BARRÈS, M.: Scènes et doctrines du Nationalisme, t. 1. Plon, 1925, p. 68 (rééd.).
(10) Les mouvements régionalistes à finalité politique s'étaient éteints après la Seconde guerre mondiale,
après avoir été soutenus par l'Allemagne hitlérienne. Ils ont repris une certaine vigueur dans les années
soixante, marqués à gauche cette fois. La toi de décentralisation de 1982, en créant des assemblées régionales
élues, a contribué à désamorcer les revendications autonomistes. La Corse est aujourd'hui la seule région à
connaître des actions autonomistes de nature violente, dues à des groupes rivaux. La question corse
deviendra-t-elle la question irlandaise de la France?

NB : les idées ici exposées seront reprises plus tard dans Le XXe siècle idéologique et politique. Poche – 8
octobre 2009
BIOGRAPHIE & INFORMATIONS

Nationalité : France
Lugar de nacimiento(e) a: París , el 19/03/1937
Biographie : Michel Winock est un historien français spécialiste de l’histoire de la République française, des
mouvements intellectuels, de l'antisémitisme, du nationalisme et des mouvements d'extrême droite en
France.
Il a fait ses études secondaires au lycée Lakanal puis il a suivi les cours d'Hypokhâgne par correspondance tout
en travaillant d'abord dans la maison d'import-export Compagnie du Niger Français, filiale de Lever, puis
comme répétiteur.
Agrégé d'histoire (1961), il obtient son doctorat en Histoire du XXe siècle avec une thèse intitulée "Crises et
idées de crise en France (1871-1968)", soutenue à l'Institut d'études politiques en 1987. Il commence sa
carrière de professeur d'histoire-géographie dans l'enseignement secondaire. La création de l'université de
Vincennes au lendemain de la réforme Edgar Faure (1968) lui ouvre les portes de l'enseignement supérieur.
Il est élu à Sciences Po Paris où il commence en 1979 sa carrière de maître-assistant puis de professeur (après
y avoir été maître de conférence à Paris VIII). Il donne également des cours à l'étranger. Il est professeur des
universités en histoire contemporaine à l'Institut d'études politiques de Paris, où il a enseigné, entre autres,
l'histoire des idées politiques.
Parallèlement, Michel Winock mène une carrière dans l'édition : membre de la revue "Esprit" à partir de 1964,
il devient conseiller puis directeur littéraire aux Éditions du Seuil. Un an après son départ d'Esprit, il fonde en
1978 la revue "L'Histoire" avec pour ambition de rendre accessible au grand public les meilleurs travaux de la
recherche historique. Il est auteur de plusieurs articles pour des quotidiens ou hebdomadaires. Il a dirigé avec
Jacques Julliard le "Dictionnaire des intellectuels français" (1996).
Auteur de nombreux ouvrages, Michel Winock est aujourd'hui l'un des historiens français les plus prolifiques
et les plus estimés. Il est notamment l’auteur du "Siècle des intellectuels" (1997), pour lequel il a reçu le prix
Médicis 1997 dans la catégorie essai, des "Voix de la liberté" (2001), salué par l'Académie française, et de
"Madame de Staël", prix Goncourt de la biographie 2010.

Fiche de lecture
Répondez aux questions d’après les textes :
1- Lisez la biographie de l’auteur et trouvez des liens entre le contenu du texte et la vie de l’auteur.

2- En quoi réside la différence entre nationalisme républicain et nationalisme des nationalistes ? Et entre
nationalisme ouvert et fermé ? Expliquez comment se sont-ils configurés au fil des ans.
3- Quel rôle ont joué l’école, la presse, la formation militaire et la religion dans l’unification du pays ?
Expliquez.

4- A qui appartient l’appellation des « quatre états confédérés »et pourquoi ces 4 Etats avec l’Etat
parlementaire sont vus comme des facteurs anti-union ?

5- Pourquoi parle Winock « d'une crise de l'identité nationale en France » qui surviendrait aujourd’hui à
l’Hexagone ?

6- Comment l’auteur conçoit-il l’avenir de la France quant à l’identité nationale ? Quels arguments donne-t-il à
l’appui de sa thèse

7- Retrouvez dans la présentation de son ouvrage "Décadence fin de siècle" (éditions Gallimard, octobre
2017), les idées qui persistent chez Michel Winock 23 ans après. Discutez ce que vous avez compris avec vos
camarades.

https://www.youtube.com/watch?v=tfK7NFMAVOQ

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