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(1era Parte)
Si las décadas de los setenta y ochenta fueron impulsadas por una sucesión
intensa de cuestionamientos sobre lo individual-social, en tanto acontecimientos
políticos, científicos e intelectuales que producirán cambios y apuestas a nuevos
rangos de pensamiento, la década de los noventa será un nuevo período de
recesión y de creciente inestabilidad política, con guerras civiles con conflictos
tanto religiosos como raciales o nacionalistas.
Pero igualmente la recesión económica del principio de los noventa volcó una vez
más la atención de la vanguardia hacia las instalaciones y el arte experimental se
convirtió, tal y como había sucedido en los setenta, más en asunto de
instituciones que de los patrocinadores privados. La pintura no obstante, sí que
sirvió para ciertos propósitos concretos, que al menos disimularon en parte la
pérdida de su posición central.
Si es el pensamiento quien prevalece en la construcción del arte un cambio tan
radical desde los sesenta, dos décadas más tarde los mismos sucesos que la
antecedieran organizarán aquí rangos que atendían la diversidad de lo humano.
Los esquemas que como ya viéramos organizaban nuevas estructuras, tales como
el psicoanálisis y otras, abrían perspectivas sobre la mirada al otro diverso, los
análisis de género, las memorias individuales y colectivas que replantearían del
espacio político al individual. Igualmente la negación de las vanguardias (no sólo
las artísticas) se formulará con un discutido término hasta hoy, pero que servirá
para delinear un amplio campo de acontecimientos y que es presentado como
Postmodernidad.
El arte experimental será un territorio latente desde esta década, donde los
artistas conjugarán formas recientes de expresión, con nuevas herramientas,
algunas en ese momento totalmente innovadoras así como la involucración de
ámbitos clínicos, biológicos o de las nuevas ciencias que distintos territorios hacen
repensar el lugar del individuo y sus alternativas de comunicación con el mundo.
Las nuevas herramientas, también serán llevadas al espacio. Podríamos decir que
la espacialidad se ve conceptualizada desde la tecnología, dándose así un
espectro cada vez mayor que no sólo reivindica el uso de la video-instalación, la
computadora como parte procesual de otras intervenciones en el espacio, así
como el anexo de otras alternativas que habían sido utilizadas veinte años antes,
para transformar la espacialidad, como el uso del sonido, la luz, olores, vapores y
otros que ayudaran a recrear atmósferas.
Estos enlaces con lo múltiple cultural, los de la identidad que encuentra nuevos
caminos discursivos, los étnicos, folclóricos, o tan especialmente los que se han
pronunciado a partir del sistema político actual, que tantos artistas replantean
para afinar miradas particulares.
En la próxima entrega estaremos viendo algunos artistas, el lugar del mercado tan
discutido como interrogante en nuestros días, propuestas que desconciertan los
mismos sistemas que los avanzan y las lecturas a nuevas conjugaciones de
herramientas, que hacen que la experimentación continúe siendo una parte
esencial desde el hacer, para una pieza que se formula como pensamiento, desde
otros posibles para descifrar el arte.
Son variados los esquemas que desde esta década se harán protagonistas,
considerando entre algunos el lugar de la performance, como el arte del tiempo y
del espacio, de un aquí y ahora filosófico que la hace ser en una permanencia de
lo más actual. Por otro podemos insertar los nuevos conceptos de lo efímero, el
lugar del registro de la obra, como pieza individual, la representación multiplicada
y lo que hoy se afirma en una definición de post- minimalismo, como el territorio
más presente del arte actual, pasada ya una década del siglo XXI.