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ORDEN DE DIOS EN LA CREACION

BASE BIBLICA.

Dios establece su orden en la creación por medio de principios de autoridad y sujeción que reglan las relaciones
de lo creado, según le ha placido delegar su misma autoridad y establecer lo que le representa y manifiesta su
gloria; y todo ello, conforme a sus mismos pensamientos y designios.
como puede verse en las Escrituras, hay dos formas en que Dios establece principios de orden en la creación:
1) delegando su autoridad y la representatividad de sí mismo sobre su soberana obra creadora.
2) introduciendo juicios que castigan y ponen freno al mal.
EL PRINCIPIO DE ORDEN
es importante tener presente que Dios mismo es un Dios de orden, y que Él, en primer lugar, lo ha expresado
de una manera clara en y por la creación.
El orden divino se expresa en la creación, y la creación expresa el orden del Dios que la ha hecho. Entonces,
la creación misma es la primera manifestación del poder, de la sabiduría de Dios; orden, que ha establecido
según sus soberanos pensamientos, designios y propósitos.
Todo orden requiere de una inteligencia superior que lo establece en poder y autoridad, y que demanda que
los actores involucrados en ese orden, ocupen su propio lugar y establezcan sus relaciones conforme a los
principios que la reglan.
Hay aspectos del orden creado que están sujetos a principios que no son voluntarios, sino que las cosas de sí
lo ostentan por creación (es decir, por los principios mismos que mueven su naturaleza creada); pero otros,
tienen que ver con responsabilidad, con delegación de autoridad, voluntario acatamiento y sujeción a los
principios divinos que lo establecen. Y al expresar así el asunto, sin duda que aparece la cuestión del hombre
como sujeto que recibe delegación de autoridad divina bajo responsabilidad, tanto para ejercer señorío, así
como para sujetarse a lo que está por sobre él mismo.
Entonces, notemos que el orden que existe sobre todas las cosas se relaciona con varios aspectos, pero sobre
todo marquemos dos. Por un lado, tenemos los principios de la naturaleza misma de las cosas creadas, y por
otro los principios de delegación de autoridad a seres responsables dotados de inteligencia y voluntad del
orden de Dios.
Todo orden supone una autoridad inteligente que lo establece, pero también es necesario que los sujetos
responsables que están involucrados en el mismo y reconozcan la autoridad delegada bajo responsabilidad y
esto siempre impone la necesidad de la sujeción.

“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios,
y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo
establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos” (Romanos 13:1-
2).
En este pasaje hallamos el llamado a reconocer el principio de autoridad que, por delegación, Dios ha confiado
en el gobernante del mundo; asunto, que impera en la presente creación. Esto, nos es sumamente útil para
observar que la única fuente de la cual mana toda autoridad, es Dios mismo, y que Él, soberanamente, es
quien de manera lícita realiza toda delegación de la misma, a la vez que demanda sujeción responsable de los
que han sido colocados bajo autoridad. En otras palabras, Dios delega y establece un orden de primacía y
autoridad en varios terrenos de la creación, pero a la vez, llama a los que están bajo autoridad, a reconocerla
y someterse.
EL ORDEN DE LA CREACIÓN EXPRESA EL ORDEN DE DIOS, QUE ES UN DIOS DE ORDEN. LA
CREACIÓN DEL HOMBRE EXPRESA EL ORDEN DIVINO Y REPRESENTATIVO ANTE LA CREACIÓN
“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). “¡Cuán
innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría” (Salmo 104:24). “Los cielos
cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro
día, y una noche a otra noche declara sabiduría” (Salmo 19:1-2).
El hecho de que la tierra viniera a ruina y desorden, y que Dios en seis días reordene todas las cosas
haciéndola habitable y estableciéndola como el escenario donde se cumplen todos sus designios para con la
humanidad, nos habla en sí del poder con que Él introduce y produce un orden conforme a tales designios.
(Génesis 1:1 con Génesis 1:2-31). Él establece todas las cosas según un orden que prevé el cumplimiento
puntual de sus designios a través del desarrollo del tiempo. Esto pone en evidencia, que no solo Dios es un
Dios de orden, sino que posee todo poder para establecerlo; y para establecerlo con sabiduría, de modo que
cada uno de sus propósitos sea cumplido perfectamente en su precisa voluntad; y todo ello, pese a la entrada
del pecado y la ruina de la humanidad es verdaderamente interesante considerar que nada de lo creado ha
escapado a este orden.
la creación es la primera expresión y manifestación del poder y de la inteligencia de un Dios expresados en la
perfección de un orden que se impone en todo lo creado; un orden que se advierte por sí mismo en las
cosas hechas.
“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la
creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen
excusa” (Romanos 1:20).
Notemos el hecho que de alguna manera la naturaleza divina e invisible de Dios, se refleja con claridad en el
orden y disposición de todo lo creado. Su poder, su Deidad, su sabiduría, pueden ser conocidos por su misma
obra. Y en relación a todo este orden, aparece el hombre como parte de él. Y no solo como una simple parte,
sino como un representante de Dios mismo en la creación, puesto que es hecho a imagen y semejanza de la
Deidad. Su misma creación tuvo en vista el hecho de que tal cosa respondería a un solemne principio de orden,
pues fue creado conforme al consejo de la Deidad que tuvo en vista su señorío sobre todas las criaturas.
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree
en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se
arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra
los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo; Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y
señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre
la tierra” (Génesis 1:26-28).
Para entender el orden de Dios en la presente creación, es importante tener presente este punto de partida,
pues la misma creación del hombre responde al señorío y orden que la trinidad misma le ha confiado y en el
que le ha colocado respecto a todo lo creado, a fin de que en su representación ejerza tal señorío y dominio.
en este sentido, la creación del hombre, el consejo de la trinidad aparece como un asunto de especial
distinción y excepcionalidad en medio de los seis días de reordenación de la tierra caótica. No se
menciona tan especial consejo y detenimiento en oportunidad de ser creados los otros vivientes, pero
en cuanto a la humanidad, el asunto expresa y reviste grande solemnidad, pues Dios introduce en la
creación una criatura singular que es hecha conforme a su imagen y semejanza.
Y notemos que inmediatamente se dice: “y señoree en los peces del mar...etc.” Evidentemente, esta
capacitación moral de facultades tan especiales que le asemejan a Dios (inteligencia, voluntad y afectos), tiene
en vista de que el hombre exprese ante la creación lo que es Dios; y relacionado íntimamente con ello, ejerza
el señorío sobre todas las criaturas. De modo que el hombre es canal e instrumento de un principio de autoridad
y representación divina en la creación. Adán, como cabeza de la creación terrena sobre todas las cosas y los
vivientes, ejerce su primacía ante ella como la expresión visible o imagen de Dios. Se entiende que en la
creación del hombre, no solo se le dieron facultades especiales para ejercer esta primacía sino que a su vez
el acto mismo de su creación delegó de sí autoridad sobre lo creado. Es decir, no solo que luego recibirá la
expresa delegación de autoridad, sino que además su misma creación establece propósitos sobre todos los
vivientes de la tierra, puesto que el consejo de la Deidad así lo determinó. “Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en
las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. (Gn 1.26).

Dicho de otra manera, el consejo divino en oportunidad de la creación del hombre, incluyó estos dos elementos
a que nos referimos: la criatura es hecha a imagen y semejanza de Dios, por un lado, y en viva relación con
ello, lo es para que ejerza el señorío universal sobre todos los vivientes en representación de Dios mismo. Esto
marca su especial lugar de señorío por autoridad delegada y representatividad divina frente a los otros
vivientes. Pero tal dignidad no es dada a la mujer sino por derivación y asociación a Adán. Ella no es creada a
partir de ese modelo de primacía que responde al consejo de la Deidad en el momento mismo de la creación
del hombre, sino que lo es en base a la necesidad de Adán. Es en base a la necesidad de ser dotado de una
ayuda idónea, que Dios entonces le provee de mujer. “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté
solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). “Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los
cielos y a todo ganado del campo; más para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová
Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró
la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al
hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada
Varona, porque del varón fue tomada” (Génesis 2:20-23).
Todo esto que hemos mencionado, funda ese primer aspecto del orden de primacía que es establecido en
oportunidad de la misma creación; y ello, antes de la entrada del pecado en la raza, e incluso antes de la
creación misma del hombre. Y decimos que antes de la creación misma del varón, pues el consejo de la Deidad
así lo determinó antes de consumarla. Dicho de otra manera, cuando apelamos a los principios que movieron
el consejo y la intervención de la Deidad en la creación, y especialmente en la creación del hombre, es claro
que el lugar de dignidad de Adán no es el mismo que el de la mujer, pues la creación del uno y del otro
responden a distintos motivos del Creador.
Adán fue hecho en vista de ejercer el señorío en la tierra, y por lo tanto se lo dotó de las facultades necesarias
para ello, de modo que expresa de manera visible ante la creación, al Dios invisible; mientras que la mujer, por
su parte, es provista a Adán bajo otro designio divino, que se relaciona con dotar al hombre de ayuda idónea
en ese mismo lugar de dignidad y primacía que se le ha otorgado. Ella es sin duda asociada a tal dignidad y
primacía, pero no como la imagen misma de Dios ante la creación sino como aquella que acompaña de forma
idónea al hombre en ello. Ella más bien representa al hombre y no a Dios, y acompaña al hombre en la posición
de primacía de éste.
Esto última funda la segunda relación de primacía en el orden de lo creado. Si la primera relación de primacía
entre los seres creados, es la de Adán sobre los vivientes; la segunda, es la del varón sobre la mujer.
Cosa que no es fruto de las especulaciones masculino, sino asunto de especial interés que tratan las Escrituras
apostólicas, confirmándolo como expresión del mismo pensamiento de Dios:
“Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por
causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad
sobre su cabeza, por causa de los ángeles” (1Corintios 11:8-10). “La mujer aprenda en silencio, con
toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en
silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva” (1Timoteo 2:11-13).
Es interesante considerar que el primer aspecto del principio de orden en lo que respecta a las relaciones entre
el hombre y la mujer, halla su causa en la creación misma y no en la caída.
Es cierto que con la entrada del pecado en la raza este orden se confirma con nuevos elementos, pero el
primer principio que establece este orden no tiene que ver con la caída sino con los motivos que movieron la
creación del hombre y de la mujer.
En el caso de la mujer, es el Creador mismo quien origina el asunto sobre la base de la necesidad de Adán; y
no sobre la base de establecer un señorío que le represente ante los vivientes. “Y dijo Jehová Dios: No es
bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”.
El hecho de que entre todas las criaturas “no se halló ayuda idónea para él”, movió a Dios mismo a hacerle
ayuda idónea. Pero aún otro elemento viene a completar el asunto, el cual se relaciona con la tan especial
forma en que la mujer fue formada. Ella fue formada del mismo hombre; el varón es el sustrato material desde
el cual se le da existencia. Por eso Adán le llamará “Varona”, “porque del varón fue tomada”. Advirtamos
que en todo el registro de la creación que nos presenta el libro de Génesis, no hay un viviente hecho a partir
de otro viviente. Habrá vivientes que surgen de cosas inanimadas, pero esta especial singularidad de un
viviente hecho a partir de otro, solo se observa entre el varón y la mujer. Y esta singularidad tan especial pone
al ser creado a causa del primero, como su necesario subordinado. De modo que por el hecho desnudo de la
creación de la mujer, hay dos razones poderosas que reclaman la sujeción a su cabeza: el motivo de su
creación y su procedencia. Es decir, fue creada “por causa del varón”, y fue creada “del varón”. Dicho de otra
forma, en cuanto al principio de creación que origina uno del otro, queda clara la primacía del varón sobre la
mujer, pues “el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón”. Y en cuanto a los motivos de la
creación de la mujer, el asunto halla su fundamento en la necesidad de Adán. Es la mujer la que fue creada
por causa del varón, y no el varón por causa de la mujer. “Tampoco el varón fue creado por causa de la
mujer, sino la mujer por causa del varón”.
Quizás podamos apuntar un tercer motivo de esta primacía, que se desprende de los dos anteriores y que
tiene que ver con la cronología de la creación. Es decir, por el solo hecho cronológico de lo que aparece primero
en el escenario de la creación misma, como expresión de gloria. No hablamos ahora de motivos ni del hecho
de aportar el estrato material para la existencia del otro, sino simplemente de lo que aparece en la creación
como formado primero, o formado antes que el otro guardando un lugar de gloria. “Porque Adán fue formado
primero, después Eva” (1Timoteo 2:13). Esto marca una primacía de propósito en la creación, pues Dios no
creó a ambos a la vez, tal como ocurrió con los géneros de los otros vivientes.
LA ENTRADA DEL PECADO NO ALTERA EL ORDEN DE DIOS EN LA CREACIÓN, SINO QUE LO
CONFIRMA BAJO NUEVAS CONDICIONES
La entrada del pecado en la raza trae como consecuencia nuevos principios de orden, pero sin negar el orden
ya existente sino redefiniéndolo conforme lo exige la presencia del mal en la misma naturaleza humana. Dicho
de otra manera, la ruina y desorden que vino a causa de la caída de la humanidad en el pecado, motivó la
introducción de principios judiciales que en adelante afectan la vida del hombre en la presente creación y todas
sus relaciones. Pero con todo, el orden es sostenido en medio de esas nuevas condiciones. Se trata de la
introducción de juicios que de alguna manera suponen un remedio divino hasta que llegue la redención y todo
el nuevo orden eterno que se erigirá sobre el sólido fundamento de ésta. La entrada del pecado fue la entrada
en la naturaleza misma del hombre, y con ello viene la corrupción de la voluntad. Una voluntad que tiende al
mal, y que en consecuencia debe ser limitada y refrenada por tales principios judiciales.
Es lo que hallamos en Génesis 3:16-19. Entonces, en tanto que llega el tiempo en que todo un nuevo orden
eterno sea establecido, subsisten estos principios judiciales en la presente creación, que no solo importan el
castigo a la desobediencia sino también remedios que limitan la voluntad corrompida del hombre. Recordemos
que son principios que están ligados a esta presente creación, y subsisten en tanto que el hombre permanezca
como un viviente en ella. “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con
dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo:
Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás
de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos
y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta
que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis
3:16-19).
El pasaje de Timoteo antes citado, establece que el orden de sujeción no solo halla su lugar por causa de la
creación sino también por la transgresión. “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no
permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán
fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada,
incurrió en transgresión” (1Timoteo 2:11-14). Notemos que nuestro texto nos da los dos motivos del orden
divino y sujeción: en razón de la creación misma y en razón de la transgresión. Este texto es de gran
significación, pues nos muestra que el orden y sujeción es mantenido y aún fortalecido, tras la caída. Con la
caída se produce el conflicto moral en quien debe asumir la posición de sujeción, pero ello es lo propio del
estado del corazón en donde la propia voluntad tiende a la independencia.
CONCLUSIONES
Es importante considerar que en medio de toda la ruina y progreso del mal que se observa tanto en este mundo
como en la misma cristiandad, persiste el orden divino y sujeción que fue establecido en el principio. E
indudablemente persistirá en tanto que la presente creación esté en pie.
Recordemos siempre que el varón y la mujer son condiciones de género temporales que no persistirán en la
eternidad. Los vínculos naturales que involucran los géneros masculino y femenino, solo afectan nuestras
relaciones temporales aquí abajo, tal como varios pasajes lo dejan ver (Lucas 20:27-40; Gálatas 3:28; 6:15;
2Corintios 5:17; 1Corintios 7:39; etc).

EL MAYOR NIVEL DE BENDICION QUE CADA CRISTIANO VA A EXPERIMENTAR, ESTA DETERMINADO


EN EL CONOCIMIENTO DE LA VOLUNTAD Y EL ORDEN DE DIOS A NUESTRAS VIDAS.

SI ENTENDEMOS EL ORDEN DE DIOS, LA AUTORIDAD Y SUJECION ES AUTOMATICA EN


NOSOTROS.

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