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La Guerra Contra Las Drogas en Estados PDF
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Estados Unidos es el país del mundo con mayor porcentaje de ciudadanos encarcelados.
Este fenómeno se encuentra intrínsecamente ligado a la llamada Guerra contra las
Drogas, iniciada en los años 70 por el presidente Nixon, y supone una medida
discriminatoria que afecta desproporcionadamente a la población afroestadounidense.
La implantación de medidas punitivas centradas en la criminalización ha sido la principal
causa de una de las mayores lacras que lastran el país norteamericano.
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“He visto una celda llena de yonquis enfermos, silenciosos e inmóviles, en aislada miseria. Ellos
conocían la inutilidad de quejarse o moverse. Ellos sabían que básicamente nadie puede ayudar a
otro. No existe clave, no hay secreto que el otro tenga y que pueda comunicar. He aprendido la
ecuación de la droga. La droga no es, como el alcohol o la yerba, un medio para incrementar el
disfrute de la vida. La droga no es un estimulante. Es un modo de vivir”.
Con estas palabras, el célebre escritor William Burroughs recoge en su primera novela,
Yonqui, publicada en 1953, sus experiencias personales con la droga en los Estados
Unidos de primera mitad del siglo XX. El mundo de las adicciones ha sido un tema
recurrente para los novelistas estadounidenses durante años, como los viajes de Raoul
Duke y su abogado en Miedo y asco en Las Vegas, de Hunter S. Thompson, o la cruda
realidad de los personajes de Hubert Selby Jr. en Réquiem por un sueño.
A pesar de la disparidad de iniciativas, todas ellas poseen un factor común, que hunde
sus raíces en la desigualdad étnica del país. El consumo de drogas entre
estadounidenses blancos y negros es similar, pero la ratio de encarcelamiento de los
afroestadounidenses es casi seis veces la de los caucásicos. Para comprender esta
divergencia es necesario entender las múltiples medidas desde los años 70 que han
llevado a que esta “guerra” se cobre sus víctimas en función del color de la piel.
Para ampliar: “The War on Drugs: How President Nixon Tied Addiction to Crime”, Emily
Dufton en The Atlantic, 2012
La clasificación de la marihuana dentro de la categoría I ha sido objeto de disputa entre defensores y detractores de
sus utilidades como medicamente y droga recreativa. Dicha lucha se ha trasladado al plano político tras la
legalización del uso recreativo del cannabis en nueve estados del país, así como en el distrito de Columbia. Fuente:
Saltón Verde
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Esta cruzada personal del presidente Nixon contra la drogadicción se vio reforzada en
1973 con la creación de la Administración para el Control de Drogas —DEA, por sus siglas
en inglés—. Su gran importancia en la lucha contra el narcotráfico no solo se restringe a
las fronteras nacionales —con 227 oficinas nacionales—, sino que su influencia se
extiende por todo el mundo. La elevada cantidad de oficinas exteriores de la DEA
demuestra la primacía del narcotráfico en la agenda política estadounidense, lo que ha
tenido efectos positivos a escala mundial. Un ejemplo fue la llamada Operación Pez
Espada a principios de la década de los 90, que conllevó el arresto y extradición de
numerosos narcotraficantes colombianos. La colaboración de la DEA fue también
imprescindible para la caída de relevantes narcotraficantes gallegos a finales del siglo
pasado, lo que supuso un duro golpe para el tránsito de drogas vía España.
La DEA posee 86 departamentos en 62 países. Es de especial relevancia el caso de Centroamérica, que concentra la
mayor cantidad de sedes de la DEA en el extranjero. Fuente:
Para ampliar: “Nancy Reagan and the negative impact of the ‘Just Say No’ anti-drug
campaign”, Michael McGrath en The Guardian, 2016
Para ampliar: “How John Kerry exposed the Contra-cocaine scandal”, Robert Parry en
Salon, 2005
El último presidente estadounidense del pasado milenio, Bill Clinton, centró su primera
campaña presidencial en revocar el tratamiento punitivo de sus predecesores
republicanos respecto a la drogadicción. Sin embargo, sus promesas cayeron en saco
roto y, tras su entrada en la Casa Blanca, adoptó medidas controvertidas, como la Ley de
Control de Delitos Violentos y Orden Público en 1994, que, según sus críticos, tuvo un
gran impacto negativo en las comunidades afroestadounidenses.
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Siglo XXI: ¿el fin de la “guerra contra las drogas”?
“Si bien su nombre es Bush y su ADN es Bush, su corazón le pertenece a Ronald Reagan” .
Así definía Ken Duberstein, jefe de personal de Reagan en la Casa Blanca, al segundo
Bush en ocupar la presidencia del país. La influencia reaganiana en la Administración de
Bush hijo se puede encontrar en su política contra la droga, centrada en el castigo en vez
de en la rehabilitación y reinserción. Como consecuencia de sus medidas punitivas, en
2001, tras su toma de posesión, se sucedieron 40.000 redadas a domicilio de los equipos
SWAT —Armas Especiales y Tácticas, por sus siglas en inglés—, en su mayoría por delitos
relacionados con la droga. Pese a los aproximadamente 35 millardos de dólares anuales
invertidos por la Administración Bush en la “guerra”, las encuestas de la época afirmaban
que las drogas estaban “más disponibles que nunca”.
Muertes por sobredosis de drogas por cada millón de habitantes. Estados Unidos, el país donde el problema es más
acuciante.
Barack Obama, con una campaña centrada en las minorías y un discurso progresista,
puso fin a las medidas punitivas asociadas a la Guerra contra las Drogas. Uno de los
actos legislativos más relevantes firmados durante su presidencia fue la Ley de
Sentencias Justas. El documento no solo eliminaba la disparidad punitiva entre cocaína
en polvo y sólida —crack—, sino que también eliminaba la sanción mínima obligatoria de
cinco años por posesión de crack. Sin embargo, más allá de las provisiones legales, la ley
tiene un profundo carácter social debido al componente étnico de dicha disparidad: los
afroestadounidenses suelen ser arrestados por crack —droga asociada, como la heroína,
a los barrios pobres de las grandes ciudades estadounidenses—, mientras que los
ciudadanos caucásicos lo son por cocaína en polvo.
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Penas por posesión de cocaína y crack antes de la adopción de Ley de Sentencias Justas: la media en el primer caso
era de 14 meses; por crack, más de cinco años. Fuente: The Sentencing Project
Obama se convertía así en el primer presidente en abordar las causas que encadenaban
a las verdaderas víctimas de esta “guerra”: los afroestadounidenses. Como declararía
John Ehrlichman, asesor de Nixon en política nacional:
“Sabíamos que no podíamos ilegalizar estar en contra de la guerra o ser negro, pero al hacer que
la gente asociase a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína y luego
criminalizar ambas duramente, podíamos fracturar esas comunidades”.
A pesar de estas declaraciones y del marcado carácter racista del presidente Nixon,
afirmar que la Ley de Sustancias Controladas era una medida específicamente diseñada
para atacar a las comunidades afroestadounidenses sería una sobresimplificación de la
realidad. Sin embargo, la cruzada de Nixon contra las drogas sentó las bases de una
política punitiva —ampliada por sus sucesores— que afectó en mayor medida a esta
población y contribuyó al desarrollo de una de las peores lacras del país: la encarcelación
masiva. Este concepto, definido por el sociólogo David Garland, hace referencia a la
reclusión de un conjunto específico de una población con características comunes —en
este caso, étnicas—, con lo que el confinamiento deja de ser individual para convertirse
en un encarcelamiento sistemático de grupos enteros.
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Ratios de encarcelación por cada 100.000 habitantes. Fuente: Wikimedia
Debido al aumento exponencial de reclusos desde los años 70, Estados Unidos es el país
del mundo con mayor número de presos por población, muy por delante de países del
resto de los continentes. La ratio de prisioneros por cada 100.000 habitantes en Estados
Unidos es de 655 —sin contar los territorios no incorporados—, seguido por El Salvador
—610—, Turkmenistán —552—, Tailandia —520— y Cuba —510—; en el otro extremo de
la clasificación, con una ratio inferior a 20, se encuentran Guinea Bisáu, las islas Feroe y
República Centroafricana. Este aumento de presos afecta de forma desigual a la
población en función de su etnia y los afroestadounidenses son los peor parados de la
encarcelación masiva.
Para ampliar: “La seguridad hecha beneficio: las cárceles privadas en Estados Unidos”,
Fernando Arancón en El Orden Mundial, 2016
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Los reclusos latinos y afroestadounidenses superan en porcentaje a los caucásicos. Fuente: Vox
Para ampliar: “The Drug War, Mass Incarceration and Race”, Alianza para la Política de
Drogas, 2018
Sin un claro enfoque basado en la rehabilitación, las políticas antidrogas solo perpetúan
las desigualdades étnicas, que contribuyen a encerrar en prisiones federales a miles de
afroestadounidenses, con lo cual destruyen familias y mantienen la espiral de pobreza a
la que se ven sometidas comunidades enteras. En palabras de Alice Goffman, quien
relató en On The Run: Fugitive Life in an American City el impacto de esta “guerra” en un
barrio pobre afroestadounidense: “La gran paradoja de un enfoque altamente punitivo
en el control de los delitos es que termina criminalizando tanto la vida cotidiana que
promueve la ilegalidad generalizada mientras la gente trabaja para eludirla”.
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Número de ciudadanos en cárceles federales estadounidenses. El aumento exponencial de reclusos corresponde a
la introducción de medidas cada vez más punitivas en la lucha contra la droga; el descenso en los últimos años
coincide con la presidencia de Obama. Fuente: The Sentencing Project
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