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4.

Mito de Orfeo y Eurídice

. Orfeo era un personaje muy popular en los mitos griegos. Cuando se ponía a tocar su lira tenía el poder
de hacer descansar las almas de los que ser reunían a escucharlo, amansaba las fieras, podía mover las
rocas y la vegetación e incluso detener el curso de los ríos. Eran también mago y astrólogo, y uno de los
argonautas que acompañó a Jasón en busca del vellocino de oro. Eurídice se enamoró de él oyéndolo
tocar. Se casaron, pero lamentablemente, un día que estaba paseando, la chica fue mordida por una
serpiente y falleció. Orfeo, desesperado, decidió bajar al inframundo para rescatarla. Con su música
consiguió dormir al cancerbero y llegar hasta ella. Hades y Perséfone se apiadaron de él y se
conmovieron tanto con sus tristes cánticos que le permitieron llevarse a Eurídice siempre que fuera
caminando delante de ella y no volviese la cabeza para mirar atrás hasta que estuvieran fuera del
inframundo y el sol bañase a la mujer.

Así lo hicieron, pero cuando ya estaban fuera, Orfeo miró atrás para verla, sin darse cuenta de que el sol
no bañaba completamente la anatomía de su esposa: un pié había quedado en la sombra. Eurídice
desapareció y volvió al inframundo, esta vez para siempre. Cuando Orfeo falleció, despedazado por unas
bacantes tracias, su alma se reencontró con la de su amada y desde ese momento no se separaron más.

9.Mito de Hilas

Este es uno de nuestros mitos griegos cortos que implica a un personaje que conocerás. En su viaje en
busca del Vellocino de Oro, Jasón fue acompañado por varios héroes, entre ellos Hércules. En este viaje,
Hércules se llevó como paje o escudero a un muchacho llamado Hilas. El héroe apreciaba mucho al chico,
cuya belleza era extraordinaria, y solía vestirlo con ropajes verdes, con un cordón dorado y pedirle que
lo acompañara siempre que podía. También lo instruía en el uso del arco, el lanzamiento de disco y otras
habilidades que él había adquirido durante su entrenamiento.

Hércules e Hilas se embarcaron con los Argonautas y llevaban tres días de viaje cuando el viento los
llevó hasta un pequeño mar llamado Propontis. El viento empezó a detenerse y decidieron parar en
tierra firme. El lugar donde atracaron era una isla llena de campos de flores y pantanos, con cañas y una
vegetación muy variada. El calor era insoportable y decidieron descansar a la sombra de los árboles,
pues con aquel sol era una mala idea gastar sus fuerzas remando. Esperarían a la noche.

A la hora de cenar, el joven Hilas salió a buscar agua para Hércules. La encontró en un manantial tan
grande que parecía un lago. Era un lugar bellísimo, tanto que había atraído a las ninfas que lo
consideraban su hogar. Habitaban el fondo del manantial y aprovechaban las noches para bailar entre
las flores que crecían alrededor del agua.

Hilas ignoraba la presencia de las ninfas, pero mientras obtenía el agua escuchó unas voces cristalinas
que decían: “Baja con nosotras. Bajas con nosotras”. Las ninfas deseaban tenerlo con ellas, pues estaban
admiradas ante su hermosura, el verde de sus vestiduras y el cordón de oro que las adornaba.
El muchacho estaba asomado sobre el manantial, intentando oír bien qué le decían las voces y de dónde
procedían, cuando unas manos blancas y largas tiraron de él, haciéndolo caer al agua.

Cada vez estaba más oscuro y Hércules empezó a temer que algo malo le había ocurrido a Hilas.
Hércules iba en dirección al manantial gritando con todas sus fuerzas el nombre de su paje: “¡Hilas!
¡Hilas!”. La única respuesta que recibía el héroe era el eco de sus propias palabras. Cuando llegó al lugar
tuvo la impresión de que podía oír la voz de Hilas, pero sonaba tan lejana que en ningún momento se
planteó que pudiese proceder del fondo del agua. Por eso, siguió buscando sin descanso al muchacho,
desesperado y al borde de las lágrimas.

Llegada la medianoche, el viento empezó a soplar y los Argonautas decidieron aprovecharlo. Ya habían
abierto las velas cuando uno de ellos se percató de que Hércules e Hilas no estaban. Esperaron mucho
tiempo, pero finalmente supusieron que habrían abandonado la empresa y se marcharon.

Hércules por su parte, siguió recorriendo el terreno durante tres días y cada vez oía una débil respuesta
de Hilas, pero nunca lograba hallar su origen. El héroe llegó a pensar que eran imaginaciones suyas, así
que se dirigió al lugar al que iban los argonautas a pie

Hilas no sabía que Hércules se había marchado y siguió llamándolo: “Hércules, hércules. ¡Aquí estoy!”.
Durante muchas noches su voz siguió sonando.

Tiempo después, unos caminantes vieron a una pequeña criatura, de apenas unos centímetros, junto al
manantial. Llevaba unos ropajes verdes con un cordón de oro, igual que el joven paje. A pesar de su
tamaño, su voz sonaba tan fuerte como si sus dimensiones fueran otras mucho mayores. Y mientras
estos caminantes pasaban junto a él, la criaturas seguía vociferando, como llamando a alguien.

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