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Las naciones civilizadas que se encuentran en condiciones favorables como los Estados
Unidos duplican el número de sus habitantes en veinticinco años.
Según Malthus, la reproducción es actualmente menos activa en los bárbaros que en las
naciones civilizadas. Lo cual no hay nada positivo sobre ese punto, ya que, no se ha tratado de hacer
censo entre los salvajes: pero el testimonio acorde de los misioneros y otros que han residido mucho
tiempo en aquellos pueblos, que sus familias son ordinariamente poco numerosas. Se ha probado en
que en una obra precedente todos los animales domésticos y todas nuestras plantas cultivadas son
más fértiles que las especies correspondientes en el estado de la naturaleza. Tal afirmación me
conduciría a esperar que los hombres que están en cierto sentido, sometidos a una elevada
civilización, sería más prolíficos que los salvajes. Es probable también que el aumento de fertilidad
de las naciones civilizadas tendería a ser un carácter hereditario.
La dificultad que tienen los salvajes para procurarse la subsistencia limita a veces su número
de una manera mucho más directa que en los pueblos civilizados, porque todas las tribus se hallan
expuestas a sufrir hambres rigurosas, durante las cuales vence precisadas a alimentarse
miserablemente comprometiendo su salud. Cuando ellos se ven impulsados por la necesidad, los
salvajes invaden los otros territorios vecinos, de los cual resulta una guerra con la tribu que los ocupa:
siendo verdad, que dos tribus siempre se encuentran en guerra.
Los antecesores del hombre debieron tender, por consiguiente, a multiplicarse rápidamente,
pero obstáculos de alguna clase, periódicos o constantes, contribuirían a reducir su número con más
rigor tal vez entre los actuales salvajes. La naturaleza de estos obstáculos puestos al desarrollo del
hombre, como al de la mayor parte de los animales, nos es desconocida hasta ahora.