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ARTICULO 50

24. Se aprecia del dispositivo citado que, a diferencia de lo que sucede en algunos otros
modelos constitucionales en los que puede observarse la presencia de Estados
confesionales sustentados en una determinada religión, el modelo peruano no opta por
dicha variante, sino que nuestro Estado se encuentra formalmente separado de toda
confesión religiosa, y lo por tanto, no proclama como oficial religión alguna,
consagrando, en el citado artículo 50º de la Constitución, el principio de laicidad del
Estado, conforme al cual el Estado declara su “independencia y autonomía” respecto de
la Iglesia católica o cualquier otra confesión religiosa.Se trata, por consiguiente, de un
Estado típicamente laico o aconfesional, en el que si bien se proclama y garantiza la
libertad religiosa, no se asume postura a favor de ninguna confesión en particular.

25. Según el principio de laicidad, el Estado se autodefine como laico o ente radicalmente
incompetente ante la fe y la práctica religiosa, no correspondiéndole ni coaccionar ni
siquiera concurrir, como un sujeto más, con la fe religiosa de los ciudadanos. Mientras el
Estado no coaccione ni concurra con la fe y la práctica religiosa de las personas y de las
confesiones, por mucha actividad de reconocimiento, tutela y promoción del factor
religioso que desarrolle, se comportará siempre como Estado laico.

26. Lo que sí es importante matizar, y el modelo constitucional se esfuerza en hacerlo, es


que aunque no existe adhesión alguna respecto de ningún credo religioso en particular,
nuestro Estado reconoce a la Iglesia Católica como parte integrante en su proceso de
formación histórica, cultural y moral. Interrogarse en torno del por qué de tal proclama
no es, por otra parte, intrascendente, habida cuenta de que desde los inicios de nuestra
vida republicana (e incluso antes) la religión católica ha sido decisiva en el proceso de
construcción de muchos de nuestros valores como sociedad. Sólo así se explica que buena
parte de nuestra Constitución Histórica coincida con referentes notablemente
desarrollados por el pensamiento católico (como ocurre con la dignidad, por ejemplo).

27. Que exista un reconocimiento expreso en torno a la importancia indudable que ha


tenido la religión católica en el desarrollo de nuestras tradiciones como nación no impide,
sin embargo, que desde el Estado se proclame el pluralismo religioso, pues, como ya se
ha señalado, nuestro modelo constitucional ha optado por la aconfesionalidad, lo que
supone no sólo una postura neutral sino, y por sobre todo, garantías en igualdad de
condiciones para todas las confesiones religiosas y para quienes comulguen con ellas.

19. En el contexto señalado y si,1a libertad religiosa es asumida a título de atributo


fundamental, cabe preguntarse cómo es ·que se conciben sus canees en el contexto de un
modelo constitucional como el peruano, en el que, como ya se ha consignado, existe un
Estado Laico, garante de dicha libertad, y un compromiso de cooperación de dicho Estado
específicamente en favor de la religión católica.

21 . La referencia a que la Iglesia Católica es un elemento importante en la formación


histórica, cultural y moral del Perú puede, sin duda, ser tomada como un indicativo de
concepción ontológica de nuestro Estado, pero tampoco significa que la moral colectiva
o individual de las personas o su propio sentido de autodeterminación dependa de acatar
o no los mandatos de la fe católica. Se trata, en otras palabras, de un reconocimiento
especial que hace el Estado en tanto la misma ha coadyuvado a la realización de los
propios valores que nuestra Constitución Histórica ha venido proclamando. Sin embargo,
de allí a pensar que las convicciones católicas deben determinar el comportamiento de
las personas , como i uso, el de las autoridades, obligando a que las funciones o comp
etencias tengan que subordinarse a los postulados de dicha fe, resulta, a todas luces, ili
gítimo en un Estado donde el pluralismo de creencias religiosas constituye componente
esencial derivado, tanto del principio de primacía de la persona humana como del
sustento democrático. Este Colegiado , por consiguiente, considera que por más
arraigadas que resulten ciertas costumbres religiosa en nuestra colectividad y que esta
última resulte mayoritariamente católica, ello o significa que las misma deban irradiarse
a todos los sectores del ordenamiento o jurídico condicionando desmesuradamente
libertades y derechos. Sin perjuicio de que las mismas sean mantenidas o legítimamente
respetadas y sin e ello suponga negar la in dable incidencia de la fe católica en nuestra
historia , hay que saber respetar e derecho de quienes no comparten dicha fe y, por . tanto,
garantizar la plena autodeterminación de cada persona según sus propias convicciones.
No envano , y como enfatiza la propia norma fundamental, el reconocimiento y la
colabora ó a la Iglesia Católica es sin perjuicio del respeto por otras confesiones y sin la
negación de vínculos o formulas de apoyo en torno a ellas.
ARTICULO 51

Orden constitucional y gobierno legítimamente constituido

6. En un Estado constitucional democrático la Constitución no sólo es norma jurídica con


fuerza vinculante que vincula a los poderes públicos y a todos los ciudadanos, sino que
también es la norma fundamental y suprema del ordenamiento jurídico. Esto es así porque
la Constitución, a partir del principio de supremacía constitucional, sienta las bases
constitucionales sobre las que se edifican las diversas instituciones del Estado; a su vez,
dicho principio exige que todas las acciones personales civiles, económicas, sociales y,
sobre todo, militares estén en consonancia con las disposiciones que integran el
ordenamiento jurídico que la Constitución señala.

6. Este deber de respetar y preferir el principio jurídico de supremacía de la Constitución


también alcanza, como es evidente, a la administración pública. Esta, al igual que los
poderes del Estado y los órganos constitucionales, se encuentran sometida, en primer
lugar, a la Constitución de manera directa y, en segundo lugar, al principio de legalidad,
de conformidad con el artículo 51.° de la Constitución. De modo tal que la legitimidad de
los actos administrativos no viene determinada por el respeto a la ley -más aún si esta
puede ser inconstitucional- sino, antes bien, por su vinculación a la Constitución. Esta
vinculación de la administración a la Constitución se aprecia en el artículo IV del Título
Preliminar de la Ley del Procediimiento Administrativo General, el cual, si bien
formalmente ha sido ominado por la propia Ley como «Principio de legalidad», en el
fondo no es otra cosa que la concretización de la supremacía jurídica de la Constitución,
al prever que «[l]as autoridades administrativas deben actuar con respeto a la
Constitución, la ley y al derecho ( ... »> (énfasis agregado).

8. Por tanto, el control de la regularidad del sistema jurídico en su integridad constituye


un principio constitucional básico en nuestro ordenamiento jurídico nacional que
fundamenta la constitucionalidad de los actos legislativos y de los actos
administrativos (ambos en su dimensión objetiva), procurándose que su vigencia sea
conforme a dicho principio. Sin embargo, no sólo basta que una norma de rango legal
o un acto administrativo sea aprobado cumpliendo los requisitos de forma y fondo
que le impone la Constitución, las normas del bloque de constitucionalidad o la ley,
según sea el caso, y que tengan vigencia; es indispensable, también, que aquellas sean
eficaces.
§. Finalidad y doble dimensión del proceso de inconstitucionalidad

10. Mediante el proceso de inconstitucionalidad, la Constitución Política del


Estado ha confiado a este Colegiado el control de constitucionalidad de las
leyes y de las normas con rango de ley. Se trata de un control abstracto de
normas que se origina no en función de un conflicto de intereses concretos,
para cuya solución sea menester dilucidar con carácter previo el acomodo a
la Constitución de la norma de decisión, sino simplemente en una
discrepancia abstracta sobre la interpretación del texto constitucional en
relación a su compatibilidad con una ley singular. En consecuencia, se trata
se un proceso objetivo, ya que los legitimados no adoptan la posición estricta
del demandante que llega a la instancia a pedir la defensa de un derecho
subjetivo, sino que por el contrario actúan como defensores de la supremacía
jurídica de la Constitución. Es decir, estamos ante un procedimiento que tiene
como propósito, prima facie, el respeto de la regularidad en la producción
normativa al interior del ordenamiento jurídico, lo que sólo acontece si no se
vulnera la supremacía de la Constitución, de la ley sobre las normas de
inferior jerarquía y así sucesivamente.

ARTICULO 52

a) La nacionalidad

6. Tal y como ha sido definida por la Convención Europea sobre la


nacionalidad, la nacionalidad es el fundamento de la relación de derechos y
deberes que vincula al Estado con sus nacionales. Desde el punto de vista de
los Estados, la nacionalidad es una de las formas a través de las cuales estos
ejercen su soberanía, de tal forma que cada Estado tiene la potestad de
designar quiénes han de ser sus ciudadanos, señalar las formas de adquirir la
nacionalidad, y las modalidades por las cuales esta se pierde. No obstante
ello, tal poder no es absoluto, sino que encuentra sus límites en el Derecho
Internacional, y específicamente en los Derechos Humanos. Así lo ha
señalado expresamente la Corte Interamericana de Derechos Humanos a
través del Caso Castillo Petruzzi y otros, en donde se señaló que:

“No obstante que tradicionalmente se ha aceptado que la determinación


y regulación de la nacionalidad son competencia de cada Estado, como
lo ha señalado este Tribunal, la evolución registrada en esta materia
demuestra que el derecho internacional impone ciertos límites a la
discrecionalidad de éstos y que en la reglamentación de la nacionalidad
no sólo concurre la competencia de los Estados, sino también las
exigencias de la protección integral de los derechos humanos”.

El Derecho Internacional contempla determinados criterios para la


adquisición o pérdida de la nacionalidad, de tal forma que un Estado sólo
puede reclamar a un individuo como nacional cuando exista para ello un
punto de contacto suficiente. La existencia de este punto de contacto no
sólo sirve de fundamento para que un Estado tenga la posibilidad de
reclamar a una persona como nacional, sino que además su ausencia
determina que los demás Estados tengan la posibilidad de no reconocer la
nacionalidad.
El lugar de nacimiento

17. Vínculo político y social ("nacional") que une a una persona con el Estado
al que pertenece. Establece la nacionalidad, que a su vez significa la
pertenencia de una persona a un sistema jurídico concreto dictado por un
país. Este vínculo del individuo con un Estado le genera derechos y deberes
recíprocos.
ARTICULO 53

7. El Derecho Internacional reconoce dos principios como fuente de


nacionalidad. Según el principio ius sanguinis, la nacionalidad se transmite a través de
la filiación, de forma tal que corresponde a los hijos la nacionalidad de los padres. Según
el principio ius solis, la nacionalidad se adquiere como resultado del nacimiento; de tal
forma que es el territorio del estado en donde se produce el nacimiento de una personal
el que determina la nacionalidad de ésta

8. La nacionalidad adquirida a través de cualquiera de estas formas es una


nacionalidad originaria. Por oposición, la nacionalidad derivada es aquella
que se adquiere a través de la nacionalización. La nacionalidad adquirida por
nacionalización, a diferencia de aquella adquirida aplicando los
criterios ius solis o ius sanguinis no resulta absolutamente oponible a los
demás estados de la comunidad internacional, tal y como ha sido reconocido
por la Corte Internacional en el Caso Nottebohm (Liechtenstein vs.
Guatemala). En dicha oportunidad, la Corte estableció que era inadmisible
la protección diplomática que Liechtenstein pretendía ejercer
sobre Nottebohm, y en esa medida podía ser objetada por Guatemala, toda
vez que la nacionalidad había sido otorgada sin la existencia de una estrecha
relación entre Nottebohm y Liechtenstein.

9. Asimismo, es de señalar que por regla general, las nacionalidades múltiples


resultan indeseables, toda vez que pueden implicar la existencia de derechos
y deberes contrapuestos. Por ello, con la intención de mitigar los problemas
derivados de este hecho, se suscribió la Convención del Consejo de Europa
sobre la Reducción de los Casos de Múltiple Nacionalidad y sobre
Obligaciones Militares en caso de Múltiple Nacionalidad de 1963
13. No obstante, la normativa nacional debe ser interpretada conforme a la
Convención Americana, la misma que en su artículo 20º dispone lo
siguiente:

“1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.


2. Toda persona tiene derecho a la nacionalidad del Estado en
cuyo territorio nació, si no tiene derecho a otra.
3. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del
derecho a cambiarla”.

A propósito del Caso Castillo Petruzzi y otros, la Corte ha señalado en


relación a este artículo que:

“(e)l derecho a tener una nacionalidad significa dotar al


individuo de un mínimo de amparo jurídico en las relaciones
internacionales, al establecer a través de su nacionalidad su
vinculación con un Estado determinado; y el de protegerlo
contra la privación de su nacionalidad en forma arbitraria,
porque de ese modo se le estaría privando de la totalidad de sus
derechos políticos y de aquellos derechos civiles que se
sustentan en la nacionalidad del individuo”.

Conforme a lo anterior, en nuestro medio se reconoce la imposibilidad de


privar de la nacionalidad peruana a aquellos que ostenten la misma, sea que
ésta haya sido adquirida de forma originaria o de forma derivada
10. Los motivos usualmente reconocidos en el Derecho Internacional para la pérdida de
la nacionalidad son la solicitud del retiro de la nacionalidad, la adquisición de una
nacionalidad extranjera y la entrada al servicio público o a las fuerzas armadas de otro
Estado. No obstante, tal y como ha sido recogido por el inciso 2 del artículo 15º de la
Convención para Reducir los Casos de Apatridia de 1961, no resulta posible para los
Estados retirar la nacionalidad por motivos raciales, étnicos, religiosos o políticos.

ARTICULO 54

8. La teoría constitucional clásica reconoce la existencia de un Estado a partir de tres


elementos esenciales: pueblo, poder y territorio. El territorio es definido como “la tierra
sobre que se levanta la comunidad Estado, considerada desde su aspecto jurídico,
significa el espacio en que el poder del Estado puede desenvolver su actividad específica,
o sea la del poder público” (Jellinek, George, Teoría general del Estado. Buenos Aires:
Edit. Albatros, 1954, p. 135). En consecuencia, en una interpretación acorde con nuestra
Constitución el territorio comprende tanto la tierra como el mar y el espacio aéreo, en los
límites que el Derecho nacional establece y el Derecho Internacional reconoce.

ARTICULO 55

§6. Los tratados sobre derechos humanos y las decisiones de los tribunales
internacionales de derechos humanos como Derecho Interno.

22. Tal como lo dispone el artículo 55º de la Constitución, los tratados celebrados por el
Estado y en vigor forman parte del derecho nacional. De esta manera, los tratados sobre
derechos humanos ratificados por el Estado peruano, por pertenecer al ordenamiento
jurídico interno, son Derecho válido, eficaz y, en consecuencia, inmediatamente aplicable
al interior del Estado.

23. Los derechos fundamentales reconocidos por nuestra Constitución, deben ser /1
obligatoriamente interpretados de conformidad con los tratados y los convenios
internacionales sobre derechos humanos ratificados por el Perú y en concordancia con las
decisiones adoptadas por los tribunales internacionales sobre derechos humanos
constituidos según tratados de los que el Perú es parte (Cuarta Disposición Final y
Transitoria de la Constitución y artículo V del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional).

En tal sentido, el ejercicio interpretativo que realice todo órgano jurisdiccional del Estado
(o que desempeñe funciones materialmente jurisdiccionales), para determinar el
contenido constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales, debe estar
obligatoriamente informado por las disposiciones de los tratados internacionales de
derechos humanos y por la interpretación de las mismas realizada por los tribunales
internacionales sobre derechos humanos a través de sus decisiones.

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