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CARRERA: DERECHO
CICLO: DECIMO
INTEGRANTE:
Contenido
I. ORIGENES DEL DERECHO AL ASILO ...................................................................................... 3
II. FUNDAMENTO JURÍDICO DEL DERECHO DE ASILO.............................................................. 3
III. ASILO INTERNO O LOCAL Y ASILO TERRITORIAL .............................................................. 4
IV. ELEMENTOS DEL ASILO ..................................................................................................... 5
V. ACUERDOS INTERNACIONALES Y REGIONALES ................................................................... 6
VI. EL CASO HAYA DE LA TORRE ............................................................................................ 7
6.1.- HECHOS MATERIA DE CONTROVERSIA .......................................................................... 10
VII. CASO CUBANOS EN LA EMBAJADA DEL PERU ............................................................... 13
VIII. EXTRADICION EN EL PERU .............................................................................................. 14
8.1 LEGISLACION ............................................................................................................... 15
8.2. REQUISITOS...................................................................................................................... 16
8.3. CONDICIONES DE LA EXTRADICION ................................................................................ 16
8.4 PROCEDIMIENTO ........................................................................................................ 17
8.5 LEGISLACION ............................................................................................................... 19
IX. LOS DERECHOS HUMANOS EN LOS TRATADOS INTERNACIONALES ............................. 21
X. JURISPRUDENCIA EN MATERIA DE DERECHO HUMANOS ................................................. 22
9.1 Caso Muelle Flores Vs. Perú ............................................................................................. 22
9.2 CASO MUNÁRRIZ ESCOBAR Y OTROS VS. PERÚ .............................................................. 23
9.3 Caso Trabajadores Cesados de Petroperú y otros Vs. Perú ............................................ 23
9.4 CASO OSORIO RIVERA Y FAMILIARES VS. PERÚ .............................................................. 23
9.5 CASO TARAZONA ARRIETA Y OTROS VS. PERÚ ............................................................... 24
9.6 CASO WONG HO WING VS. PERÚ .................................................................................... 24
9.7 CASO COMUNIDAD CAMPESINA DE SANTA BÁRBARA VS. PERÚ ................................... 24
9.8 CASO QUISPIALAYA VILCAPOMA VS. PERÚ ..................................................................... 25
9.9 CASO ZEGARRA MARÍN VS. PERÚ .................................................................................... 25
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Los precedentes de esta institución están en los santuarios griegos y en determinados templos
romanos de los que a partir del siglo IV después de Jesucristo adoptó la Iglesia estas prácticas.
En estos años la violación del derecho de asilo constituía un verdadero sacrilegio, y de esta
institución religiosa surgió en la baja Edad Media la práctica política del asilo practicada en
aquellos reductos extranjeros establecidos en el país donde se perseguía al reo y que se
conceptuaban excluidos de la soberanía nacional y dependiente del Estado al cual
representaban o pertenecían.
Desde que nació la institución del derecho de asilo se comprendió que tenía que tener una serie
de limitaciones, y así, en un principio los culpables de determinados delitos eran imposibilitados
por unos u otros procedimientos de servirse de este beneficio, con lo que al florecer la vida
diplomática al final de la Edad Media y principios de la Edad Moderna, fue muy fácil establecer
distinción entre los delincuentes comunes que no podían acogerse al derecho de asilo y los
autores de delitos políticos o de carácter militar que mediante el derecho de asilo se sustraían a
la persecución y al castigo.
Cuando las relaciones internacionales de los países van aportando un carácter jurídico a las
prácticas internacionales, el derecho de asilo se constituye como una institución de capital e
indiscutible importancia, aunque con algunas diferencias, por ejemplo, las que determina el
Estatuto de Venecia de 1554, que favorecía con el asilo a los delincuentes comunes y lo negaba
a los políticos.
El profesor ecuatoriano Carlos de la Torre Reyes, autor de un importante estudio sobre el delito
político, y del que tomamos alguno de estos datos, recoge una frase del Emperador Carlos V,
que afirma: «Las casas de los embajadores sirvan de asilo inviolable, como antes los templos de
los dioses.» De donde fácilmente puede verse cómo la institución era ya en esta época no sólo
conocida, sino que se había identificado claramente su origen religioso.
En el siglo XIX una corriente diplomática de signo contrario atacó en casi toda Europa la
institución del asilo concedido a los delincuentes políticos, siendo una excepción la ley belga de
1 de octubre de 1883, primera en establecer el derecho de asilo para protección de los
perseguidos políticos.
Si en contadas ocasiones como, por ejemplo, las dolorosas contingencias de la guerra civil
española, el derecho de asilo se ha ejercido por las Embajadas, Consulados y Misiones de los
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distintos países en las ciudades españolas y europeas, la realidad es que, según afirman los
profesores Torre Reyes y Viteri Lafronte:
la institución del asilo, que comenzó para Hispanoamérica con el establecimiento de las
Repúblicas independientes, es una de las principales aportaciones que Iberoamérica ha hecho
al Derecho internacional. En realidad, esta plenitud hispanoamericana de la institución se debe
a la inestabilidad de los Gobiernos y a la proliferación y frecuencia de los golpes militares.
El doctor Viteri Lafronte, entrando en la discusión en la que unos autores creen ver el
fundamento del derecho de asilo en la inmunidad de las legaciones o en el derecho económico,
en la voluntad de la soberanía o en el concepto de extraterritorialidad, por su parte opina que
el fundamento de este derecho descansa en motivos humanitarios y, por tanto, «no se concede
ni por placer y satisfacción ni por honor y prestigio, sino simple y llanamente por deber de
humanidad y por las prácticas creadas y observadas por las exigencias de la política
iberoamericana».
El asilo político externo o territorial es también muy frecuente en Hispanoamérica, donde por la
extraordinaria extensión de las fronteras, particularmente en algunos países como Chile, y por
las características geopolíticas de éstas, es fácil al perseguido político ponerse a salvo o, al
menos, sustraerse a la acción de los poderes públicos interesados en su captura.
La fundamentación del asilo interno está en una resolución del Comité de Jurisconsultos reunido
en Río de Janeiro en 1921, según el cual los delincuentes perseguidos pueden encontrar refugio
en legaciones, navíos de guerra, campamentos y aeronaves militares, siendo base este criterio
de casi todos los tratados internacionales, dándose el caso de que en Hispanoamérica casi no ha
tenido vigencia la resolución de la primera Conferencia internacional de la Defensa social contra
los anarquistas, celebrada en Roma en noviembre de i898, en la que se excluían de los beneficios
del derecho de asilo los anarquistas y demás delincuentes políticos que cometieron delitos de
carácter social o con efusión de sangre, siendo excepción a este criterio, aparte de numerosas
legislaciones hispanoamericanas, la Constitución de la segunda República' española de 1931.
El hecho de que el reconocimiento o invalidez del derecho de asilo haya estado sujeto en
ocasiones a cambios determinados por las distintas posiciones políticas, revela en qué medida
esta institución depende de las características que presiden el desarrollo de la vida pública; por
tanto, aunque el derecho de así lo se presenta como una limitación a la soberanía territorial, es
una institución más de Derecho político y de influencia claramente política, que de Derecho
internacional, por lo que los fundamentos de su práctica y su extensión tendrán que verse
principalmente en la estabilidad o inestabilidad de los diversos regímenes políticos.
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d) El Estado asilante está autorizado para solicitar y obtener el salvoconducto para el asilado
político.
f) El Estado territorial puede pedir y exigir que el asilado salga cuanto antes del país.
Conforme a la naturaleza misma del asilo, se le debe conceder tan sólo por el tiempo
estrictamente necesario para que el asilado se ponga en salvo de manera eficaz.
Algunos creen que el derecho de asilo debe someterse a reciprocidad; pero la Convención
Panamericana en Montevideo, de 1933, dice: «El asilo político, teniendo en cuenta su carácter
humanitario, no está sometido a reciprocidad.»
El asilo interno se permite sólo a los delincuentes políticos. Tal es lo estipulado en el Tratado de
Montevideo de 1889.
La Convención de La Haya de i928 niega el asilo a los desertores de tierra y mar. Saavedra Lamas
propuso hacerlo extensivo a los delitos políticos concurrentes en los casos en los cuales no haya
lugar a la extradición. Se ha puntualizado: «El Estado que acuerde el asilo no contrae por ese
hecho el deber de admitir en su territorio a los asilados, salvo el caso de que éstos no fueran
recibidos por otro Estado.» {Artículo 2." del proyecto de Saavedra Lamas de convención sobre
derecho de asilo.)
Tampoco el asilo se hace extensivo a los autores de delitos sobre terrorismo. La Conferencia
sobre terrorismo celebrada en Copenhague en 1935 acordó la exclusión de los terroristas del
derecho de asilo.
En cuanto a los deberes y derechos que tanto el Estado asilante como el territorial deben
aguardar y observar en sus relaciones nacidas del asilo, transcribiremos las ideas expuestas por
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el doctor Viteri Lafronte sobre esta cuestión: «Producido el asilo, las normas para el Estado
asilante se han de cristalizar en las siguientes prácticas:
» a) El diplomático que otorga el asilo tiene derecho para procurar que el asilo termine cuanto
antes.
»c) El Estado aislante no puede negarse al deseo del Estado territorial de que. el asilado salga
cuanto antes de la sede diplomática y del Estado, territorial.»
» a) Para pedir que el asilante saque cuanto antes al refugiado fuera del país.
En las facultades del Estado asilante y las del Estado territorial que hemos indicado hay la
correlación lógica que ha sido establecida y respetada por el vivir de los pueblos
latinoamericanos.
La Comisión de Jurisconsultos americanos reunida en Río de Janeiro en 1927 estudió sobre estos
puntos relacionados con el derecho de asilo.
En Caracas, en 1911, los países bolivianos, en una convención sobre extradición reconocieron
en su artículo 18: «La institución del asilo conforme a los principios de Derecho Internacional.»
El Tratado de Montevideo de i939, en cuanto a la repatriación de los asilados, afirma: «Una vez
salidos del Estado los asilados no podrán ser desembarcados en punto alguno del mismo.
En el caso de que un asilado volviera a su país no podrá acordársele nuevo asilo, subsistiendo la
perturbación que motivó la concesión del mismo.»
El problema que suscitaría la ruptura de relaciones entre el Estado asilante y territorial está
resuelto por el artículo 10 del Tratado de Montevideo de i939: «Si en caso de ruptura de
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relaciones el representante diplomático que ha acordado el asilo debe abandonar el territorio
del país en que se encuentra, saldrá de él con los asilados, y si ello no fuera posible por causa
independiente a la voluntad de los mismos, o del agente diplomático podrá entregarlos al de un
tercer Estado con las garantías establecidas en este tratado.» En todo caso deberá informarse
al Ministro de Relaciones del país territorial.
Las posteriores reuniones de carácter internacional han centrado también este problema dentro
del marco general a la protección de los derechos del hombre y del ciudadano.
Pero dejando aparte semblanza y crítica sobre su personalidad, lo cierto es que Haya de la Torre
fundó en el exilio en Méjico la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), con la que al
caer el dictador Leguía en 1931 se presentó candidato a la presidencia del Perú y triunfó en las
elecciones, aunque el golpe de Estado de Sánchez Cerro dio con él en la cárcel, de donde no salió
hasta 1933, cuando el nuevo dictador fue asesinado por un estudiante.
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los comunistas, tomó el poder, persiguió fieramente al aprismo e intentó por todos los medios
capturar a Haya, que se había refugiado en la Embajada de Colombia.
Ni Echeverry ni De la Haya pensaron esa noche que la decisión de concederle asilo político
agriaría durante tantos años las relaciones entre Perú que se negaba a concederle el
salvoconducto y Colombia que insistía en el derecho humanitario de proteger la vida del
perseguido político.
Pero tampoco imaginaron que la terquedad de los dos países obligaría a ventilar el caso en la
lejana Holanda, en el seno de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, donde se
confrontaron jurídicamente las tesis sobre asilo de las dos naciones.
En gran síntesis, Colombia no está obligada a entregar al asilado, ni el Perú está obligado a
otorgar el salvoconducto.
Así las cosas, transcurrieron 686 días en la vida de Víctor Raúl Haya, en su papel de huésped
forzoso de la embajada, para que la volátil situación jurídica aterrizara en el mismo limbo del
lunes 3 de enero de 1949.
Nuestro asilado disfrutó, en la embajada, de todo el tiempo del mundo. Ingresó a ella a los 54
años y le fueron celebrados, allí, cinco más.
En el tercer piso del edificio, adaptó su temporal morada, rodeado de libros y trabajando
intensamente en sus ensayos. A sus pies dormía, celosa, una perra fina que crió.
Todas las mañanas, en las cornisas del edificio, cumplió religiosa cita con cientos de palomas que
alimentó con persistente puntualidad. Un hombre, carente de horarios y afanes, que apenas
dormía cada noche de dos a cuatro horas, estaba obligado a inventar compromisos de ese tipo.
Por fin, cuando habían transcurrido cerca de dos mil días, el martes 6 de abril de 1954, el ministro
de Justicia del Perú, Alejandro Freundt, notificó a la embajada colombiana la decisión de su
gobierno de permitir la salida de Haya de la Torre hacia el exilio.
El entonces embajador José Joaquín Gori preparó un sencillo homenaje de despedida para el
asilado: un simple brindis.
Haya de la Torre pasó luego al Salón Dorado y, frente a la bandera colombiana, se detuvo unos
instantes en actitud reflexiva. A continuación, emocionado, estampó un beso en el tricolor
nacional.
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Esa misma noche, escoltado por 12 vehículos, en embarcó en un vuelo de Panagra, rumbo a
ciudad de México.
Cinco años, tres meses y tres días de asilo se cumplieron ese miércoles.
Atrás quedó triste su familia adoptiva: los mayordomos y sirvientes de la embajada y los
pequeños hijos del embajador Gori.
Hasta 1955 duró la lucha entré Perú y Colombia, intentando el primer país apropiarse del
dirigente aprista y manteniendo Colombia a toda costa la defensa de la integridad del asilado y,
al mismo tiempo, la validez hispanoamericana de la institución.
«La calificación del asilado como delincuente político o común queda a la apreciación del Estado
asilante y del territorial, siendo inaceptable el criterio de la calificación unilateral.
Que la convención de 1933, que consagra la definición del delito como derecho del Estado
asilante, no obliga al Perú por no haber ratificado dicha convención. Que el «APRA», así como
su jefe, son responsables de «crimen terrorista», autónomo y diferente del político, por lo cual
no puede ser amparado por el asilo.»
Colombia indicó la inutilidad de continuar el cambio de notas y propuso al Perú escoger, entre
los vanos recursos jurídicos, aquel que el Gobierno de Lima prefiriera para lograr la solución del
asunto.
El origen del litigio colombiano-peruano relativo al derecho de asilo fue el asilo concedido el 3
de enero de 1949 por el Embajador de Colombia en Lima al Sr. Víctor Raúl Haya de la Torre,
dirigente de un partido político peruano, la Alianza Popular Revolucionaria Americana.
El 3 de octubre de 1948 estalló en el Perú una rebelión militar, y Haya de la Torre fue perseguido
como responsable de haberla instigado y dirigido. Fue buscado en vano por las autoridades
peruanas y, después de haberse asilado, el Embajador de Colombia en Lima solicitó un
salvoconducto que permitiera a Haya de la Torre, al que calificó de refugiado político, abandonar
el país.
El Gobierno del Perú lo denegó, alegando que Haya de la Torre había cometido delitos comunes
y no podía beneficiarse del asilo. No pudiendo ponerse de acuerdo, los Gobiernos de Colombia
y del Perú sometieron a la Corte ciertas cuestiones relativas a la controversia que había surgido
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entre los dos países; esas cuestiones se especificaron en la solicitud presentada por Colombia y
en la reconvención presenta- da por el Perú.
En su fallo, la Corte, por 14 votos contra 2, declaró que Colombia no tenía derecho a calificar
unilateralmente y de modo obligatorio para el Perú la índole del delito; por 15 votos contra 1,
declaró que el Gobierno del Perú no estaba obligado a expedir un salvoconducto al asilado.
Por otra parte, la Corte rechazó, por 15 votos contra 1, la tesis invocada por el Perú según la cual
Haya de la Torre estaba acusado de delitos comunes: la Corte constató que la única acusación
contra Haya de la Torre era la de rebelión militar, y la rebelión militar no constituye en sí un
delito común.
Por último, por 10 votos contra 6, la Corte, sin criticar la actitud del Embajador de Colombia en
Lima, estimó que las condiciones necesarias para poder conceder el asilo de conformidad con
los tratados pertinentes no se daban cuando acogió a Haya de la Torre. En efecto, según la
interpretación que la Corte dio de la Convención de La Habana, no puede oponerse el asilo al
proceso incoado ante las autoridades judiciales que funcionan conforme a la ley.
En síntesis, se puede colegir del caso Haya de la Torre, que ni siquiera el Tribunal internacional
de La Haya pudo solucionar el problema planteado, con lo que queda ampliamente demostrado
que el derecho de asilo en Hispanoamérica es más bien una situación de hecho que de derecho.
Los hechos que dieron lugar a la presentación del caso a la Corte, tal como se enuncian en
el fallo, son los siguientes:
El 3 de octubre de 1948 estalló en el Perú una rebelión militar que fue reprimida el mismo
día. Al día siguiente se publicó un decreto que acusaba a un partido político, la Alianza
Popular Revolucionaria Americana, de haber preparado y dirigido la rebelión.
El dirigente de ese partido, Víctor Raúl Haya de la Torre, fue denunciado como responsable.
Junto con otros miembros del partido, fue procesado y acusado de rebelión militar. Como
aún seguía en libertad el 16 de noviembre, se publicaron edictos en los que se le ordenaba
que compareciera ante el juez de instrucción.
Por otra parte, durante el período comprendido entre el 4 de octubre de 1948 y el comienzo
de febrero de 1949, el Perú estuvo en estado de sitio.
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El 4 de enero de 1949, el Embajador de Colombia en Lima informó al Gobierno del Perú del
asilo concedido a Haya de la Torre y, al mismo tiempo, pidió que se expidiera un
salvoconducto que permitiera al asilado abandonar el país.
El 14 de enero, precisó que el asilado había sido calificado como refugiado político. El
Gobierno del Perú rechazó esa calificación y se negó a conceder un salvoconducto.
Siguió una correspondencia diplomática que concluyó con la firma en Lima, el 31 de agosto
de 1949, de un acta por la que los dos Gobiernos convinieron en someter el caso a la Corte
Internacional de Justicia.
Colombia mantuvo ante la Corte que, con arreglo a las convenciones en vigor -el Acuerdo
Bolivariano de 1911, relativo a la extradición, la Convención de La Habana de 1928, relativa
al asilo, y la Convención de Montevideo de 1933, relativa al asilo político- y según el derecho
internacional americano, estaba facultada para calificar la naturaleza del delito a los efectos
del asilo.
A ese respecto, la Corte estimó que, si se trataba de una calificación provisional, la solución
no ofrecía duda: el representante diplomático examinaría si se habían cumplido las
condiciones requeridas, se pronunciaría al respecto y, si se impugnara su opinión, surgiría
una controversia que podría solucionarse con arreglo a los métodos previstos por las
partes.
Ahora bien, esos principios no implican el derecho a la calificación unilateral. Por otra parte,
cuando el Acuerdo Bolivariano fija las normas para la extradición, no se pueden deducir de
ellas conclusiones para el asilo diplomático.
El tercer tratado -la Convención de Montevideo- no ha sido ratificado por el Perú y no puede
invocarse frente a él.
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De ello se deduce que Colombia, como Estado que había concedido el asilo, no era
competente para calificar la naturaleza del delito mediante una decisión unilateral y
definitiva que obligara al Perú.
La Corte, dejando por el momento a un lado la cuestión de saber si el asilo había sido
concedido y mantenido de un modo regular, constató que la cláusula de la Convención de
La Habana en la que se establecían garantías para el asilado no era aplicable más que
cuando el Estado territorial exigiera que abandonara su territorio: sólo después de haberse
formulado esa exigencia podía el agente diplomático que había concedido el asilo exigir, a
su vez, un salvoconducto.
Es cierto que existe una práctica con arreglo a la cual el agente diplomático solicita
inmediatamente un salvoconducto, que se le concede, pero esa práctica, que se explica por
razones de conveniencia, no entraña obligación alguna para el Estado territorial.
En el presente caso, el Perú no había exigido la partida del refugiado, ni estaba obligado,
por tanto, a expedir un salvoconducto.
El Perú, mediante una reconvención, pidió a la Corte que declarara que a Haya de la Torre
se le había concedido el asilo en violación de la Convención de La Habana, en primer lugar,
porque Haya de la Torre estaba acusado no de un delito político, sino de un delito de
derecho común, y, en segundo lugar, porque no existía en este caso la urgencia que, según
la Convención de La Habana, es necesaria para justificar el asilo.
Tras constatar que el Perú no había solicitado en ningún momento la entrega del asilado,
la Corte examinó el primer punto. A ese respecto, observó que al asilado sólo se le acusaba
de rebelión militar, que no es un delito de derecho común.
Por consiguiente, rechazó, por infundada, la reconvención del Perú sobre ese punto. En
cuanto a la urgencia, la Corte, tras haber señalado que la justificación esencial del asilo es
la inminencia o la persistencia de un peligro para la persona del refugiado, analizó los
hechos del caso.
Entre la rebelión militar y la concesión del asilo habían transcurrido tres meses. No se
trataba de proteger a Haya de la Torre, por razones humanitarias, contra la acción violenta
y desordenada de elementos irresponsables de la población; el peligro con que se
enfrentaba Haya de la Torre era el de ser sometido a un proceso judicial.
Por otra parte, la Convención de La Habana no podía establecer un régimen jurídico que
garantizara a los acusados de delitos políticos el privilegio de evadir su jurisdicción nacional.
Esa concepción chocaría con una de las tradiciones más antiguas de la América Latina: la de
la no intervención.
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Si la Convención de La Habana hubiera pretendido conceder una protección general a toda
persona perseguida por delitos políticos durante sucesos revolucionarios, por la única razón
de que debe presumirse que la administración de justicia resulta alterada por ellos, se
llegaría a injerencias extranjeras especialmente ofensivas en los asuntos internos de los
Estados.
Respecto a los numerosos casos citados por Colombia, la Corte estimó que consideraciones
de conveniencia o de oportunidad política parecían haber decidido al Estado territorial a
reconocer el asilo, sin que esa decisión fuese dictada por el sentimiento de una obligación
jurídica. En América Latina, el asilo es una institución cuyo desarrollo se debe en gran
medida a factores extrajurídicos.
La Corte concluyó, por tanto, que la concesión del asilo no se ajustaba al párrafo 2 del
artículo 2 de la Convención de La Habana.
Las dos conclusiones de Colombia fueron rechazadas: la primera, por 14 votos contra 2 (el
Magistrado Azevedo y el Sr. Caicedo, Magistrado ad hoc); la segunda, por 15 votos contra
1 (el Sr. Caicedo).
Por otra parte, la reconvención del Gobierno del Perú fue rechazada, por 15 votos contra
1, en la medida en que se basaba en una violación del artículo de la Convención de La
Habana en el que se prevé que no puede concederse el asilo a las personas acusadas de
delitos comunes.
La situación del medio millar de ciudadanos cubanos refugiados en las embajadas de Perú y
Venezuela en La Habana parece bloqueada tras la decisión, tomada en la noche del viernes al
sábado por el Gobierno de Fidel Castro, denegar salvoconductos a las personas que penetraron
por la fuerza en los locales diplomáticos.
Desde principios de enero hasta ayer más de quinientas personas han penetrado en la cancillería
peruana y otras quince en la embajada de Venezuela.
Tres personas, entre ellas un policía, han perecido en el curso de los enfrentamientos armados
desencadenados con motivo de estos incidentes.
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La medida del Gobierno cubano, acompañada de la retirada de la policía de guardia alrededor
de la sede diplomática, permite albergar la mayor incertidumbre sobre la suerte de los
refugiados.
Irritadas por la muerte de un policía, víctima, el martes, de una bala perdida, cuando seis
cubanos penetraron en la misión diplomática tras derribar la verja de entrada con un autobús,
las autoridades cubanas dejan así sin protección a los diplomáticos de esta cancillería.
Por de pronto, veinticuatro horas después de que las autoridades cubanas hicieran efectivo el
anuncio de la retirada de los puestos de la policía cerca del recinto diplomático, continúan
saltando en el interior grupos de mujeres, niños y hombres. En total, un centenar de niños y más
de cien mujeres se encuentran ahora en el recinto diplomático.
La negativa de Cuba de otorgar salvoconductos a los refugiados se basa, según una declaración
del Gobierno revolucionario de Cuba publicada el viernes por el rotativo Granma en que ninguno
de los cubanos asilados «está implicado en problemas políticos».
El desacuerdo entre Cuba y los Gobiernos de Perú y Venezuela procede de una interpretación
divergente de las convenciones sobre el derecho de asilo en Latinoamérica.
En opinión de La Habana, Perú y Venezuela «han optado por acoger a aquellos que violan la
inmunidad diplomática».
Caracas y Lima estiman, por su parte, que el carácter del asilo sólo puede ser definido por el país
que acoge, sin intervención del Estado donde se ha producido la petición de asilo.
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Las consecuencias de abrazar una u otra visión son importantes. Según la primera, siendo el
principal objeto y finalidad del tratado de extradición lograr la entrega de los procesados o
condenados, y siendo sus beneficiarios fundamentalmente los Estados Partes, se admiten las
interpretaciones extensivas que fuesen necesarias para lograr la entrega del extraditado. No es
así en cambio, si se mantiene la segunda posición. Los requisitos de fondo y las formalidades
establecidas en un tratado de extradición para que esta sea procedente no solo tienen por
objeto facilitar la entrega, sino también garantizar la seriedad de los pedidos con salvaguardia
de los derechos del solicitado de extradición. De la misma manera, la función de las autoridades
jurisdiccionales frente a un pedido de extradición es diferente, según la concepción que
sustenta este instituto. En forma esquemática, se puede oponer el modelo eurocontinental al
criterio anglosajón de la “prima facie evidence”. En el primero caso la naturaleza de la
extradición se limita a ser un simple acto de auxilio judicial internacional, en el cual no
intervienen principios tan fundamentales como el principio de la presunción de inocencia o la
interdicción del bis in idem, en vez que por lo contrario en el segundo caso, la exigencia de
prueba es determinante, siendo necesarios incluir indicios que determinen la posible
implicación de reclamados junto a los documentos de la solicitud.
El dispositivo normativo peruano sobre extradición se enmarca dentro del modelo anglosajón,
sin embargo la ampliación de los supuestos en los procede la extradición, tales como resultan
formulados en el nuevo código procesal penal, y los diferentes tratados firmados por el Perú en
este tema, contribuyen a fortalecer la cooperación judicial entre Perú y los demás países.
8.1 LEGISLACION
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un delincuente que se encuentra en dicho territorio) como pasiva (cuando el Estado
Peruano recibe la petición de otro país, solicitando la entrega de un delincuente que se
encuentra en Perú). El Decreto Supremo 044-93 JUS reglamenta los alcances de las
disposiciones contenidas en los artículos 37 y 38 del ley N. 24710, que norman de modo
general, el comportamiento judicial y gubernamental, en materia de extradición activa,
integrando las funciones que desarrollan las diversas autoridades que intervienen en
esa modalidad de extradición, precisando los roles, los derechos de los sujetos
procésales y las obligaciones de los órganos públicos.
8.2. REQUISITOS
La extradición es solicitada, por vía diplomática, por el Gobierno del Estado donde la
acusación o la condena hayan tenido lugar.
ü Los delitos no sean perseguibles a instancia de parte, salvo los casos de estupro
y violación
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ü Una extradición anteriormente intentada por el Estado Reclamante, ante un
tercer Estado, no haya sido rechazado por haberla considerado con implicancias
políticas.
8.4 PROCEDIMIENTO
ü Corte Suprema. Realizada la audiencia, el Juez Penal dentro del tercer día emite
un informe opinando sobre la procedencia o improcedencia de la extradición. Lo eleva
a la Corte Suprema, la cual, previo dictamen del Fiscal Supremo en lo penal, dicta una
resolución consultativa, en el plazo de 5 días. Sin embargo, la resolución judicial es
vinculante en caso que la Corte se declare en contra de la extradición.
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EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD
La extradición se sujeta a lo que disponen los tratados y la ley interna, así como al
principio de reciprocidad. Sin embargo, en el dispositivo normativo anterior, pero
siempre vigente, el principio de reciprocidad esta contemplado de manera excepcional,
disponiendo expresamente, el articulo 3 de la Ley N. 24710 que “se reconoce
excepcionalmente la extradición por reciprocidad dentro de un marco de respeto a los
derechos humanos (…)“. En su nueva formulación, la normatividad aplicable considera
en el articulo 508 del nuevo código procesal penal “ (…) los Tratados Internacionales
celebrados por el Perú y, en su defecto, el principio de reciprocidad (…)”, consagrando
el carácter complementario de este principio, con el fin de ampliar los casos de
cooperación judicial entre Perú y los demás países. Con el objetivo de dar un sustento
concreto a este principio, la nueva normativa establece una obligación de la Fiscalía de
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la Nación y del Ministerio de Relaciones Exteriores, de informar al Poder Judicial de
todos los casos en los cuales tal principio fue invocado o aceptado por Perú.
UN PROCEDIMIENTO SIMPLIFICADO
Finalmente y como consecuencia de la ratificación por parte del Perú de los Estatutos
de la Corte Penal Internacional que establece en su articulo 89, la obligación de entregar
a las personas que deben ser sometidas a su jurisdicción, se considera dentro del nuevo
código procesal penal todo un procedimiento especial para esta entrega. En este
contexto, la Fiscalía de la Nación como autoridad central, es el único interlocutor de la
Corte Penal.
8.5 LEGISLACION
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ü Tratado de extradición con los Estados Unidos de América de 1990;
El derecho internacional de los derechos humanos establece las obligaciones que los Estados
deben respetar. Al pasar a ser partes en los tratados internacionales, los Estados asumen las
obligaciones y los deberes, en virtud del derecho internacional, de respetar, proteger y realizar
los derechos humanos. La obligación de respetarlos significa que los Estados deben abstenerse
de interferir en el disfrute de los derechos humanos, o de limitarlos. L a obligación de protegerlos
exige que los Estados impidan los abusos de los derechos humanos contra individuos y grupos.
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La obligación de realizarlos significa que los Estados deben adoptar medidas positivas para
facilitar el disfrute de los derechos humanos básicos.
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El 20 de agosto de 2018 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “la Corte”
o “este Tribunal”) dictó una Sentencia mediante la cual declaró responsable internacionalmente
al Estado del Perú por: i) la desaparición forzada de Walter Munárriz Escobar; ii) la violación de
los derechos a las garantías judiciales y a la protección judicial de Walter Munárriz Escobar,
Gladys Escobar Candiotti, Eric Munárriz Escobar, Gladys Munárriz Escobar, Amparo Munárriz
Escobar, Junior Munárriz Escobar y Alain Munárriz Escobar, y iii) la violación del derecho a la
integridad personal de Gladys Escobar Candiotti, Eric Munárriz Escobar, Gladys Munárriz
Escobar, Amparo Munárriz Escobar, Junior Munárriz Escobar y Alain Munárriz Escobar.
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suerte de la [presunta] víctima, ni para garantizar los derechos de acceso a la justicia y a conocer
la verdad, mediante la investigación y eventual sanción de los responsables”
El 30 de junio de 2015 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “la Corte
Interamericana”, “la Corte” o “este Tribunal”) dictó una Sentencia mediante la cual declaró que,
de extraditarse al señor Wong Ho Wing, el Estado del Perú no sería responsable de una violación
de su obligación de garantizar sus derechos a la vida e integridad personal, ni de la obligación
de no devolución por riesgo a estos derechos, en tanto no fue demostrado que actualmente
existiera un riesgo real, previsible y personal a los derechos a la vida e integridad personal del
señor Wong Ho Wing. Sin embargo, la Corte consideró que el Estado sí era responsable
internacionalmente por la violación de la garantía del plazo razonable y la violación del derecho
a la libertad personal, debido a la excesiva demora en la tramitación del proceso de extradición
y de la privación de la libertad del señor Wong Ho Wing, así como por la arbitrariedad de la
detención y la falta de efectividad de ciertos recursos de hábeas corpus y solicitudes de libertad
interpuestos por el señor Wong Ho Wing.
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personal, integridad personal, vida, reconocimiento de la personalidad jurídica, garantías
judiciales y protección judicial, todos en perjuicio de las 15 víctimas de desaparición forzada
mencionadas. Además, declaró que dichas violaciones ocurren también en relación con el
derecho a la especial protección de niñas y niños en perjuicio de Yesenia, Miriam y Edith Osnayo
Hilario, Wilmer Hilario Carhuapoma, Alex Jorge Hilario y Raúl y Héctor Hilario Guillén, quienes
eran niñas y niños al momento de que inició su desaparición forzada. Por otro lado, la Corte
declaró la responsabilidad internacional del Perú por la violación de los derechos a la propiedad
privada, vida privada y familiar, en perjuicio de las 14 víctimas de desaparición forzada
mencionadas que pertenecían a dos grupos familiares, así como de sus familiares Zenón Cirilo
Osnayo Tunque y Marcelo Hilario Quispe.
Además, declaró la violación del derecho a la libertad personal de Elihoref Huamaní Vergara y
sus familiares. Finalmente, declaró la responsabilidad internacional estatal por la violación de
los derechos a las garantías judiciales y protección judicial, derecho a conocer la verdad y el
derecho a la integridad personal de los familiares de las víctimas de desaparición forzada, a
saber: Zósimo Hilario Quispe, Marcelo Hilario Quispe, Gregorio Hilario Quispe, Zenón Cirilo
Osnayo Tunque, Víctor Carhuapoma de la Cruz, Abilio Hilario Quispe, Marcelina Guillen Riveros
y Marino Huamaní Vergara, así como de las personas fallecidas con posterioridad al año 2000,
Ana de la Cruz Carhuapoma, Viviano Hilario Mancha, Dolores Morán Paucar, Justiniano Guillén
Ccanto, Victoria Riveros Valencia y Alejandro Huamaní Robles.
El 15 de febrero de 2017 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “la Corte
Interamericana”, “la Corte”) dictó Sentencia mediante la cual declaró la responsabilidad
internacional del Estado peruano en perjuicio del señor Agustín Bladimiro Zegarra Marín por la
violación a los derechos a las garantías judiciales (artículos 8.1, 8.2 y 8.2.h de la Convención
Americana), con motivo de infracciones a la presunción de inocencia y el deber de motivar las
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resoluciones judiciales, así como la violación al derecho a recurrir el fallo ante un juez o tribunal
superior y la protección judicial (artículo 25 de la misma) al no contar con un recurso efectivo
que tutelara sus derechos vulnerados.
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