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Crecimiento cristiano saludable

¿CRECER HACIA QUÉ?


Un cristiano es alguien que ha comenzado una vida nueva en Cristo. Pero al igual
que la vida física, la vida espiritual debe desarrollarse también de una manera
saludable. El cristiano es como un nuevo bebé que necesita crecer (1 Pedro 2:2).

A fin de ser los bebés saludables y normales que crecen hasta ser adultos, hemos
necesitado alimento y nutrición, amor y cuidado, ejercicio para desarrollar nuestros
músculos y un ambiente en que nos fortaleciéramos contra la enfermedad. La
mayoría de nosotros, gracias a Dios, recibimos una buena porción de estas cosas;
aquellos que carecen de ellas frecuentemente luchan durante la totalidad de sus
vidas adultas por tratar de compensar privaciones en los días de su infancia. Lo
mismo es frecuentemente cierto en cuanto a los cristianos; a menos que nuestra
infancia y desarrollo temprano fueran saludables, nuestra edad adulta espiritual
bien puede carecer de una madurez cristiana saludable. Consiguientemente,
nuestro crecimiento cristiano puede detenerse y nuestras vidas carecer de
equilibrio.

Este tratado explica brevemente cómo “Dios da el crecimiento” (1 Corintios 3:7).


Pero antes de pensar en algunas de las formas en que crecemos espiritualmente,
debemos hacer una pregunta más básica: ¿Hacia dónde crecemos? ¿Cuál es el
resultado final? ¿Qué propósito tiene mi vida? Esas preguntas recibieron su más
elocuente respuesta hace varios siglos en las famosas palabras del Catecismo
Menor: “El fin principal de hombre es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre”.

¿Cómo glorificamos a Dios? La respuesta breve de la Biblia es: creciendo más y


más en la semejanza con Jesucristo.

Cuando aún era un niño pequeño, uno de nuestros hijos requirió un tratamiento
dental especializado: el especialista insistió en sacarle cuatro dientes. Lo que nos
alarmó fue que los dientes estaban en perfectas condiciones. ¡Pocos temores se
pueden comparar con temer a un odontólogo loco! Pero, aparentemente, hacía
falta más espacio en la boca de nuestro hijo para los dientes que aún habían de
salir. Cuando mi esposa comentó con nuestro dentista de familia su preocupación
de que el rostro de nuestro hijo parecía quedar encogido y deformado con cuatro
dientes menos, éste la tranquilizó diciendo: “Es correcto; nuestros rostros se
forman al crecer”.

Esto es exactamente lo que nos sucede espiritualmente, como cristianos. Hemos


de llegar a ser como Cristo; cuando las personas que encontramos nos llegan a
conocer, deberían ser capaces de ver un cierto parecido familiar entre nuestras
vidas y la de Cristo. Pero al crecer adquirimos ese parecido familiar. Así Pablo
explica que hemos de ser edificados y crecer hasta que lleguemos a ser maduros,
“a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13), de modo que
“crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo”
(Efesios 4:15). El propósito de Dios es que seamos “hechos conforme a la
semejanza de su Hijo” (Romanos 8:29).
La madurez cristiana es “semejanza con Cristo”. El desarrollo cristiano consiste en
que “nuestros rostros se forman al crecer”. Al mirar el rostro de Cristo, lo
reflejamos en nosotros, y somos transformados en su semejanza (2 Corintios
3:18).

¿Pero cómo sucede esto?


En la vida física, el crecimiento depende de la nutrición, el ejercicio y un ambiente
en que podamos desarrollarnos. Exactamente lo mismo es cierto en la vida
cristiana si hemos de experimentar (¡y disfrutar!) una madurez espiritual saludable.

LA NUTRICIÓN
“Somos lo que comemos”, dice el filósofo humanista que nos ve simplemente
como un espécimen biológico. Al igual que con todas las herejías, hay un ápice de
verdad en su declaración. Esa es la razón por que las palabras mismas “somos lo
que comemos” suenan como una nota de advertencia por parte del dietista que
reconoce los peligros de salud de una dieta desequilibrada. Somos lo que
comemos; así también dice Jesús:

Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para
vida eterna, el cual el Hijo de Hombre [Jesús] os dará […] Yo soy el pan de vida.
El que viene a mí no tendrá hambre [..] Yo soy el pan vivo que descendió del cielo.
Si alguno come de este pan, vivirá para siempre (Juan 6:27,35,51).

El crecimiento cristiano verdadero, por tanto, depende de “alimentarse de” Cristo.

Simón Pedro aprendió esta lección bien. Nos apremia a aplicarla: “Desead como
niños recién nacidos la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para
salvación, si es que habéis probado la benignidad del Señor” (1 Pedro 2:2,3).

¿Qué es esta “leche pura”? El contexto de las palabras de Pedro nos saca de
dudas. Habla de la “verdad” y la “palabra” de Dios (1 Pedro 1:22,23,24). La “leche”
que necesitamos es la enseñanza de la Palabra de Dios, la Biblia. Y hemos de
“desearla”.

¿Recuerdas tu primer bebé cuando éste se despertó, llorando de hambre? Nada


de lo que hicieras podía satisfacer al bebé excepto el alimento que necesitaba.
¡Esa es la imagen que Pedro tiene en mente! Sé como ese bebé en la forma en
que deseas la enseñanza de la Palabra de Dios, dice él. Judas repite sus
pensamientos: “Pero vosotros, amados, edificándoos en vuestra santísima fe […]”
(Judas v. 20). ¿Pero cómo podemos hacer esto? La Escritura nos da la respuesta:

Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
equipado para toda buena obra (2 Timoteo. 3:16,17).

Los cristianos somos “equipados” para el servicio por la enseñanza de la Escritura.


El vocabulario de Pablo aquí comparte una raíz común con el verbo que los
Evangelios utilizan para describir a los primeros discípulos “remendando” sus
redes: limpiándolas, reparándolas y plegándolas en preparación para la siguiente
noche de pesca (Mateo 4:21; Marcos 1:19). Este es un cuadro perfecto del efecto
de la Escritura. Nos prepara de cuatro maneras para ser útiles a Cristo:

1. La enseñanza

Por naturaleza, nuestras mentes están entenebrecidas y engañadas por el pecado


(Romanos 1:21,25). Pero ahora que somos cristianos, debemos aprender a
pensar adecuadamente y a seguir los patrones de pensamiento del Dios que nos
hizo a su imagen (General 1:27). Puesto que sólo aquellos que conocen a su Dios
pueden mostrarse fuertes (Daniel 11:32), necesitamos saber acerca de Dios, su
carácter y su voluntad, de nosotros mismos y nuestro pecado, de Cristo y su
gracia, de la vida de fe y el mundo venidero. Gracias a Dios, Él ha revelado todo lo
que necesitamos saber: ¡en la Escritura! ¡No es sorprendente que Pedro nos diga
que deseemos su enseñanza y devoremos su contenido! No hay sustituto para su
enseñanza, y no tenemos excusa para no estudiarla.

2. La reprensión

La enseñanza de la Escritura se dirige a nuestras mentes, pero no se detiene ahí.


Habla a la conciencia. Nos muestra dónde nos hemos equivocado.

Nadie disfruta con ser interrogado, o con ser acusado de tener algo malo en su
vida. Pero al crecer como cristianos, experimentamos el doloroso reconocimiento
de que tenemos una capacidad casi ilimitada para el autoengaño. Lentamente
aprendemos que necesitamos ser detenidos por Dios en nuestras sendas. Él
utiliza la Escritura para hacer esto. Al leerla, experimentamos lo mismo que David
cuando Dios le habló mediante el profeta Natán. Al principio, parecemos ser
meramente oidores, espectadores de la enseñanza de la Escritura sobre los
pecados y los fracasos de aquellos que aparecen en sus páginas. Entonces oímos
una voz poderosa, y sentimos que el dedo acusador del Espíritu nos señala y nos
dice: “¡Te estoy hablando a ti!” (cf. 2 Samuel 12:7). Dios nos detiene en nuestras
sendas y nos hace dar la vuelta.

La experiencia es dolorosa; pero es también saludable. No podemos alcanzar


nuestro destino si viajamos en la dirección equivocada. Por esa razón, sería necio
no utilizar esa Palabra que es “lámpara […] a mis pies […] y luz para mi camino”
(Salmo 119:105).

3. La corrección

La palabra “corregir” puede dar una impresión más bien desagradable. Pero el
verbo que utiliza Pablo significa “restaurar”. Contiene la raíz griega de la que
proviene nuestra palabra ortodoncia (corrección de irregularidades en los dientes).
Es un término de sanidad, no de tormento. Pablo dice que el mensaje bíblico tiene
poder para sanar y restaurar nuestras vidas torcidas y rotas. Esta es una parte
integral del crecimiento cristiano. Es también uno de los grandes ánimos de la
comunión cristiana el ver las vidas de las personas transformadas, limpiadas y
fortalecidas por la Palabra de Dios.

4. La instrucción en justicia

La Palabra de Dios no es solamente un jardín de infancia donde recibimos la


leche, es también el gimnasio de una escuela donde nos fortalecemos para la
vida. Estudiarla, entenderla, confiar en ella y obedecerla tonifica los músculos
espirituales y acelera las respuestas de la gracia en nuestras vidas. Nos hace
cada vez más sensibles a los propósitos del Señor porque hemos llegado a
pensar, actuar y aun sentir de una manera bíblica.

Este es uno de los elementos esenciales para una vida que se somete bajo la
mano orientadora de Dios, tal y como John Newton —el traficante de esclavos que
llegó a ser escritor de himnos— sabía tan bien. Él hace la pregunta que en algún
momento confronta a cada cristiano: “¿Cómo puede, pues, esperarse la voluntad
del Señor?”, y contesta:

En general, Dios orienta y dirige a su pueblo proporcionándole, en respuesta a la


oración, la luz de su Espíritu Santo, que lo capacita para comprender y amar las
Escrituras. La palabra de Dios no se ha de utilizar como una lotería; ni tiene el
propósito de instruirnos mediante jirones y trozos que, ajenos a sus lugares
apropiados, no tienen ningún significado definido; sino que es el de
proporcionarnos, simplemente con principios, comprensiones correctas para guiar
nuestros juicios y sentimientos, y de esta manera influir en nuestra conducta y
dirigirla (1).

La Escritura contiene así todo lo que necesitamos saber a fin de vivir una vida
cristiana fructífera, alegre y útil; todo el equipo esencial está aquí, en sus páginas.
Está claro, por tanto, lo que deberíamos hacer con nuestras Biblias. Su contenido
es la leche pura espiritual y deberíamos desearla. Si descuidamos la lectura y la
exposición de la Escritura, no debe sorprendernos si comenzamos a sufrir un
retraso en el crecimiento. La infancia es atractiva en los infantes; pero la regresión
infantil en los adultos es una enfermedad de la que necesitamos curarnos. Así
ocurre con la desnutrición.

¿Tienes hambre de tu Biblia? Todo cristiano verdaderamente importante ha tenido


esa hambre.

EL EJERCICIO
El ejercicio fortalece el corazón; sin él, nos criaríamos débiles y flojos. Lo mismo
es cierto de nuestros espíritus. Una vez oí decir a la principal bailarina de una de
las grandes compañías rusas de ballet: “Si dejo de entrenar por un día, yo sé la
diferencia; si lo dejo por dos días, la compañía sabe la diferencia; y si lo dejara por
varios días, el auditorio notaría la diferencia”. Simplemente, no podemos estar en
la mejor forma sin entrenar: la sensibilidad, la velocidad, la gracia, la
sincronización; todas desaparecen. No debemos pensar que los espíritus
saludables necesitan estar menos afinados que nuestros cuerpos.
Los cristianos más antiguos solían hablar de “ejercicios espirituales”; era una
expresión muy apropiada.

¿Pero en qué consisten nuestros ejercicios espirituales?

1. La adoración

La actividad singular más importante de tu vida es adorar a Dios. Fuiste hecho


para esto: para ofrecer tu vida entera, en todas sus partes, como un himno de
alabanza al Señor. Cuando el salmista dice: “Bendice, alma mía, al SEÑOR; y
bendiga todo mi ser su santo nombre” (Salmo 103:1), habla como un atleta
espiritual en forma; su vida entera está dirigida sin reservas al Señor en alabanza;
una devoción de todo corazón a Dios es su característica más obvia.

Esto, por supuesto, significa que le doy toda mi vida a Dios, ofrecida como una
melodía de alabanza a Él (Romanos 12:1,2). También significa que habrá
momentos especiales cuando concentraré todas mis facultades en Dios,
alabándole en el canto e invocándole en la oración. Esta es la razón por la que ha
instituido un día entre siete para el descanso de nuestras actividades ordinarias
(Génesis 2:2,3; Éxodo 20:8-11; Isaías 58:13,14). En ese día podemos
congregarnos para alabarle con otros de la familia de la fe, ser animados y
aprender mutuamente (Colosenses 3:16).

Es en este contexto donde el cristiano que crece aprende a valorar la exposición


bíblica que está en el centro de la adoración evangélica. Al contrario que las ideas
miopes modernas sobre la predicación (“si no puede decirse en diez minutos, no
merece la pena decirse”), descubrimos, al escuchar una predicación bíblica y
verdadera, que Cristo se dirige a nosotros personalmente mediante su palabra;
nosotros respondemos en la adoración y tenemos comunión con Él (véase Juan
10:3,4,14). En tales ocasiones, treinta minutos de exposición bíblica pueden
parecer demasiado breves: ¡una buena razón para asegurarnos de pertenecer a
una congregación cristiana donde se comparte esta visión y experiencia de la
predicación! Si la predicación que oímos no maneja la Escritura de la manera que
Dios quiere (véase 2 Timoteo. 3:16-4:2), es poco probable que crezcamos en
madurez bajo su influencia.

2. El conocimiento

Ser cristiano significa poseer vida eterna (1 Juan 5:11), y esto, a su vez, implica el
conocimiento de Dios y de Jesucristo (Juan 17:3). Porque este conocimiento es
personal en la naturaleza, es esencial que crezcamos “en la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18). Pablo creyó
que el crecimiento en el conocimiento era esencial, y lo hizo una carga central en
sus oraciones por sus compañeros cristianos:

Pidiendo que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé


Espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de Él. Mi oración
es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la
esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia
en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros
los que creemos” (Efesios 1:17-19, énfasis añadido. Cf. Filipenses 1:19;
Colosenses 1:9).

¿Cómo tiene lugar este crecimiento en el conocimiento? Por nuestro


entendimiento y creciente experiencia de lo que se enseña en la Escritura.
Debemos hacer del estudio, el conocimiento y la comprensión de la Escritura una
parte central de nuestra disciplina personal.

¿Hay alguna forma en que podamos hacer esto, además y por encima de
pertenecer a una iglesia donde se enseñan las Escrituras? Solo por el estudio;
adquiriendo un mejor conocimiento de nuestras Biblias, y llegando así a
comprender el carácter de Dios, su mente y sus caminos más plenamente. Si nos
tomamos en serio el crecer como cristianos, no nos contentaremos con un
conocimiento fortuito y casual de la Biblia. La estudiaremos de una manera
disciplinada.

Aquí tenemos un consejo sencillo, aunque lleva toda una vida seguirlo: Lee
ampliamente y lee profundamente.

Lee ampliamente. Quizá no conozcas la Biblia muy bien. Busca conocerla leyendo
grandes secciones de ella. Lee un libro de Antiguo Testamento de una sentada.
Ve a la cama temprano y lee todo el Génesis. Toma un bocadillo para el almuerzo,
encuentra un rincón tranquilo y lee por completo al menos una de las cartas de
Pablo en cada hora de la comida durante dos semanas. Repasa las otras cartas
en las dos semanas siguientes. Lee uno de los Evangelios cada tarde de domingo
durante un mes. Lee Hechos y Apocalipsis en sábados consecutivos. Hazlo con
un amigo si eso te ayuda, leyendo por turnos en voz alta mientras cada uno sigue
el texto. ¡Dentro de un mes, habrás leído el Nuevo Testamento entero! No es difícil
realizar un plan similar para el Antiguo Testamento. Simplemente toma un poco de
esfuerzo y autodisciplina. Te asombrarás de cuánto aprendes leyendo
ampliamente.

Lee profundamente. De niño siempre me impresionaba la forma en que las


personas mayores (de la generación de mi abuela) eran capaces de succionar
caramelos de menta durante lo que parecían interminables horas, mientras que yo
mascaba y tragaba los míos en cuestión de minutos. ¡La capacidad de succión
prolongada era obviamente una señal de gran madurez! Mascar, triturar y tragar
eran más importantes para mí que paladear el sabor y disfrutarlo. Los cristianos
que crecen deben aprender igualmente a “succionar” la Escritura, mediante la
mediación y el estudio paciente.

Toda la Escritura es “dada por el aliento de Dios” (2 Timoteo 3:16 margen), pero
obviamente algunas de sus partes nos llevan más inmediatamente al corazón de
la revelación y, por tanto, deben dominarse primero. Puede serte útil, por ejemplo,
dedicar algún tiempo cada día durante un período de meses a un estudio, sección
por sección, de tales libros como Génesis y Éxodo, Marcos y Juan, Salmos y
Proverbios, Hechos y Romanos Puesto que te beneficiará mucho tener algunos
maestros, invierte en uno, o quizá dos comentarios realmente buenos y fiables
sobre cada libro (2). No lo lamentarás nunca.

Hay también muchos libros escritos por otros cristianos que encontrarás útiles;
después de todo, hemos de comprender la maravilla del amor De Cristo “con
todos los santos”, y edificarnos mediante los dones y el entendimiento de los
demás (Efesios 3:18; 4:15,16). Aquí hay una gran tentación a estar a la moda,
leyendo las obras más recientes que llegan a las librerías, conociendo la última
desviación o sensación en el mundo cristiano. Sé precavido. Es mucho más
importante, y te hará mucho más bien, leer un número menor de libros cristianos
que han sido muy usados y cuyo valor ha sido probado, que desarrollar el espíritu
ateniense que es atraído por cualquier cosa siempre que sea nueva (cf. Hechos
17:21) (3).

Tú eres un discípulo de Jesucristo. “Discípulo” viene de la palabra latina


discipulus, un alumno. Tú estás en la escuela de Cristo. ¡Estudia bien!

3. Testimonio y servicio

Como seres humanos caídos, tenemos un instinto egoísta de conservación. Pero


Jesús dice que este es el camino a la muerte, no a la vida: “Porque el que quiera
salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará”
(Lucas 9:24). Ganamos (y crecemos) en la vida cristiana entregando nuestras
vidas a Cristo y a los demás. Eso, como descubrió Pablo, puede ser doloroso (“en
nosotros obra la muerte”, dijo él) y, sin embargo, enormemente fructífero (“pero en
vosotros, la vida”, agregó, 2 Corintios 4:12).

Esto está en el corazón de nuestro testimonio cristiano. Podemos sentirnos


tímidos en cuanto a testificar a otros acerca de Cristo; como Timoteo, podemos
ser excepcionalmente tímidos y necesitar la exhortación de Pablo a no
avergonzarte “del testimonio de nuestro Señor […] sino participa conmigo [dice
Pablo] en las aflicciones por el evangelio, según el poder de Dios” (2 Timoteo 1:8).
Pero cuando damos testimonio de Cristo, descubrimos que, en vez de encogernos
(como quizá temíamos), crecemos. Nuestro entendimiento del Evangelio se
fortalece frecuentemente por haber tratado de explicarlo a otro; nuestro regocijo y
certeza aumentan por haber asumido más plenamente la obediencia a Cristo. (No
puedo olvidar fácilmente cómo, cuando era un joven adolescente, ¡fui dando saltos
por la calle con gozo tras haber hablado por primera vez de Cristo como mi recién
encontrado Salvador!). Aun si nuestro testimonio se desdeña, Cristo ha prometido
que seremos bendecidos (cf. Lucas 10:5,6).

Pero nuestro testimonio de Cristo no está restringido a las palabras que hablamos;
implica todo lo que somos y hacemos, particularmente la manera como servimos a
los demás. Aquí tocamos la esencia de la transformación que Cristo trae a
nuestras vidas. Él mismo vino como un siervo (Mateo 20:28; Filipenses 2:6,7). Al
igual que Pablo, somos sus esclavos (Romanos 1:1) y, por tanto, por amor de Él,
debemos llegar a ser los siervos de aquellos que conocemos y con los que nos
relacionamos. Debemos aprender a decir, con Pablo: “Porque no nos predicamos
a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y [porque Cristo es nuestro
Señor, nos vemos] a nosotros mismos como siervos vuestros por amor de Jesús”
(2 Corintios 4:5). El argumento de Pablo es que crecer como cristianos significa
llegar a ser como Cristo; y eso significa servir a los demás de tal manera que
seamos capaces de ver que pertenecemos a Él y estamos motivados para
servirles porque confiamos en Él y le amamos. Si no servimos a los demás, no
podemos crecer más en la semejanza de Cristo; y si no crecemos más en la
semejanza de Cristo… es que no estamos creciendo.

¿Qué implica servir? Significa aprender a orar por los demás, dedicar tiempo a
ellos y para ellos, utilizar nuestros talentos y organizar nuestras recursos
financieros de tal manera que también sean ofrecidos como tributo a Cristo. Vivir
así significa ser felizmente liberado de la obsesión con el yo que tiene nuestra
generación y descubrir que el servicio de Cristo es perfecta libertad. Más
bienaventurado es dar que recibir (Hechos 20:35).

¿Estás haciendo suficiente ejercicio de este tipo?

EL AMBIENTE
Un hogar afectuoso, bien organizado y amantemente disciplinado proporciona el
mejor comienzo posible a una vida. Tener unos padres que nos eduquen y
hermanos y hermanas con quienes compartimos nuestras experiencias de
crecimiento es uno de los mayores tesoros de la vida.

1. La familia de la fe

No nos debería sorprender entonces que la Iglesia (que es el ambiente en que


crecemos como hijos espirituales) se vea en el Nuevo Testamento como una
familia. Jesús mismo pensó en ella de esta manera, refiriéndose a los discípulos
que hacían la voluntad de Dios como su “hermano y hermana y madre”, esto es,
como su propia familia (Marcos 3:35). La Iglesia es la “la familia de la fe” (Gálatas
6:10; Efesios 2:19), la familia de Dios. Aquí la regla de oro es la del amor mutuo
(cf. Juan 15:12,17; Romanos 13:8; Efesios 5:2; 1 Tesalonicenses 4:9; 1 Pedro
1:22; 1 Juan 3:11-23; 4:7-12).

¿Pero qué sucede en este ambiente de amor? ¿Cómo nos afecta y fomenta el
crecimiento espiritual de la vida en la familia de Dios? Por un lado, los otros nos
ministran mediante los dones que Cristo les ha dado. Hay muchos dones
espirituales diferentes en la Iglesia mediante los que recibimos enseñanza, ánimo
y guía sabia (Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:4-7; Efesios 4:11 y ss.; 1 Pedro 4:7-
11); pero todos tienen un propósito en mente: edificarnos (Efesios 4:16). Si no
pensamos que necesitamos a otros (¡a algunos en particular!), hemos llegado a
llenarnos de orgullo y comenzado a despreciar la sabiduría de Cristo; más que
crecer, nos estamos encogiendo.

En la Iglesia también encontramos modelos que podemos seguir en nuestro propio


desarrollo cristiano, y que son miembros de la familia de Dios en cuyas virtu-des y
experiencias observamos el proceder de Dios con sus hijos. Pablo parece haber
sentido la importancia de esto en la vida de su joven amigo Timoteo. Le escribe
para animarlo a continuar perseverando en su vida y servicio cristianos

Pero tú has seguido mi enseñanza, conducta, propósito, fe, paciencia, amor,


perseverancia, persecuciones, sufrimientos como los que me acaecieron en
Antioquía, en Iconio y en Listra. ¡Qué persecuciones sufrí […]! Tú, sin embargo,
persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo
de quienes las has aprendido […] (2 Timoteo 3:10-14, énfasis añadido).

Timoteo, a su vez, había de ser “ejemplo de los creyentes en palabra, conducta,


amor, fe y pureza […] Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu
aprovechamiento sea evidente a todos” (1 Timoteo 4:12-16). ¿Ves el modelo?
Pablo había llegado a ser un modelo para Timoteo, no solamente en el contenido
de su enseñanza, sino en su estilo de vida; en particular, en sus sufrimientos y en
las formas en que el poder salvífico y preservador del Señor quedaba ilustrado en
su vida. Timoteo, a su vez, había de ser un modelo a otros cristianos. Así, en la
Iglesia, la familia de la fe, miramos a otros creyentes y oramos: “Señor, obra esas
mismas virtudes en mi vida”, o: “Señor, tú les has sostenido maravillosamente en
circunstancias difíciles, y tú eres capaz de hacer lo mismo por mí”.

2. Emblemas de la gracia

A la congregación de la Iglesia, el Señor Jesucristo ha dado dos “medios de


gracia” adicionales, vehículos por los que Él bendice su pueblo. El primero de
estos es el bautismo; el segundo es la Cena del Señor.

El Bautismo
En el bautismo cristiano, la señal del agua se utiliza para simbolizar la purificación
del pecado que es nuestra mediante la unión y la comunión con Jesucristo. Fue
inaugurado por Jesús mismo antes de su ascensión, y claramente se proponía
que se administre dondequiera que el Evangelio se predique (véase Mateo
28:1820).

Puesto que el bautismo nos marca como cristianos, este tiene un significado
amplio, y nos indica dos verdades concretas:

(a)

Somos bautizamos hacia (no meramente en) el Nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Cuando la fe comprende el significado del bautismo, nos damos
cuenta de que se nos ha dado el mayor de todos los privilegios: la comunión con
Dios. Somos suyos, y Él es nuestro: ¡para siempre! Su gracia no nos limpia del
pecado simplemente como un fin en sí mismo, sino que nos hace aptos para su
compañía a lo largo de la totalidad de nuestras vidas. El bautismo nos anuncia el
gran y abrumador privilegio de la comunión con el Dios trino que guarda el pacto.
Y porque el bautismo simboliza esto, nos llama al estilo de vida nuevo marcado
por la fe y el arrepentimiento progresivos.

(b)

Somos bautizamos hacia Cristo Jesús. Como Pablo indica en Romanos 6:1-14, al
comprender que esto es lo que se simboliza en el bautismo, somos llamados a
reconocer que hemos sido unidos a Cristo en su muerte al pecado y en su
resurrección a la vida nueva. No somos más lo que solíamos ser, puesto que
“nuestro viejo hombre fue crucificado con Él [Cristo] para que […] ya no seamos
esclavos del pecado” (Romanos 6:6).

El bautismo es una señal. Entendemos sus implicaciones solamente al


comprender lo que significa y lo hacemos nuestro por la fe. Martín Lutero solía
hacer esto cuando tenía dificultades en su vida cristiana. “Soy un hombre
bautizado”, se decía a sí mismo, “en Cristo he entrado a una nueva creación; la
vieja ha desaparecido, ha venido la nueva. ¡Por la gracia de Dios viviré así!”.

La Cena del Señor


La segunda señal es la Cena del Señor, que, como el bautismo, fue instituida
directamente por Jesús.

En la Cena del Señor, se nos da pan partido y también vino. Simbolizan el cuerpo
partido y la sangre derramada de la muerte de Cristo en sacrificio expiatorio por
nosotros.

A diferencia del bautismo (que nos es hecho a nosotros), en la Cena participamos


activamente. Tomamos y comemos el pan; recibimos y bebemos el vino. No
contribuimos con nada, pero activamente recibimos todo de Cristo. Ciertamente,
por medio de estas señales, Cristo manifiesta su amor por nosotros, y nosotros
respondemos con fe, amor y gratitud. Tenemos comunión con Él.

Bien puede ser que ésta sea la idea cuando Jesús llama a la iglesia de Laodicea
al arrepentimiento con esta bondadosa promesa: “He aquí, yo estoy a la puerta y
llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él
conmigo” (Apocalipsis 3:20, énfasis añadido).

De esta manera, al igual que en el bautismo nuestra fe se dirige a nuestra nueva


vida e identidad mediante la unión con Cristo, así en la mesa del Señor nuestra fe
en Cristo se centra en el maravilloso privilegio de tener comunión mediante la
comunión con Cristo.

Los cristianos estamos frecuentemente presentes en cultos en los que se


administran el bautismo y la Cena del Señor. ¿Pero cómo promueve esto el
crecimiento cristiano saludable? Del mismo modo que oír la exposición de las
Escrituras; pues estas señales son palabras visuales mediante las cuales Cristo
nos hace volvernos a Él mismo y nos llama a vivir en su presencia para su gloria.
En la fe, entonces, miramos por encima de las señales al Salvador y somos
llamados por su gracia y nos consagramos de nuevo a vivir para su honra.

3. El mundo exterior

El ambiente en que crecemos, sin embargo, no es sola-mente la unidad familiar;


es también el mundo exterior. Aquí el crecimiento se produce por medio de las
acciones providenciales de Dios. Jesús, la Vid Verdadera plantada por Dios,
insiste en que todo sarmiento suyo que da fruto será podado por el Padre a fin de
que dé aún más fruto (Juan 15:2). La Escritura habla de que Dios hace que todas
las cosas cooperen “para el bien” de aquellos que le aman (Romanos 8:28). ¿Pero
qué es este “bien”? Consiste en creyentes conformados (transformados y
rehechos) a la imagen de Cristo.(Romanos 8:29). Así, todas las experiencias de la
vida tienen el propósito, bajo la mano soberana de Dios, de ayudarnos a crecer
hacia la gran meta de la vida cristiana: la semejanza con Cristo.

Obviamente, Pablo tenía pruebas y dificultades, dolor y sufrimiento


particularmente (aunque no de forma exclusiva) en mente. ¿Cómo utiliza Dios
estas cosas con el fin de capacitarnos para crecer?

(a) Dios nos prueba, de modo que podamos aprender la fiabilidad de su gracia en
nuestras vidas. Pensemos en la ocasión cuando los discípulos obedecieron el
mandato de Jesús de navegar en el mar de Galilea (Marcos 4:35-41). Algunos de
sus discípulos (Pedro y Andrés, Santiago y Juan) conocían aquel mar como la
palma de su mano. Posiblemente percibieron que venía una tor-menta. Las
personas que suelen navegar frecuentemente “huelen” tales cosas. Sin embargo,
quizá contra su juicio personal, obedecieron a Jesús, y se encontraron en una
tormenta. La obediencia los condujo al peligro. (Este incidente nos enseña que no
debemos pensar que la obediencia conduce a una vida más fácil, ni deberíamos
suponer que cuando las cosas se desintegran sea siempre una señal de una
desobediencia específica: ¡el proceder de Dios para con nosotros en la vida
cristiana es generalmente mucho más intrincado y complejo que eso!).

¿Pero por qué les condujo Jesús, de forma aparentemente deliberada, a una crisis
así? Para mostrar a aquellos hombres (que bien pueden haber supuesto que ya
estaban maduros en su fe) su profunda debilidad espiritual (Marcos 4:40), y
también para demostrarles que podían confiar en Él como Salvador en cada
situación. En la tormenta les mostró su gloria, y su fe se fortaleció. Algún tiempo
después, exactamente como su Maestro, Simón Pedro también fue capaz de caer
dormido, plácidamente, aun cuando se encontraba en la gran crisis de su vida
(véase Hechos 12:1-6). Así nos aconseja Santiago:

Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas,
sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia ha de
tener su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte
nada (Santiago 1:2-4).

La prueba es, por tanto, esencial para el crecimiento.


(b) Dios nos purifica. Pintorescamente, pero con precisión, escribió el pastor del
siglo XVII, John Flavel:

Las aflicciones tienen el mismo uso y finalidad para nuestras almas que el tiempo
helado sobre las ropas que se cuelgan y blanquean: altera el tono del color y las
hace blancas” (4).

Esto también lo vio y enseñó Simón Pedro: la prueba que experimenta la fe la


purifica, así como también la fortalece (1 Pedro 1:5,6). Esa es una de las grandes
lecciones del Salmo 119:

Antes que fuera afligido, yo me descarrié, mas ahora guardo tu palabra […] Bueno
es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos […] Yo sé, SEÑOR, que
sus juicios son justos, y que en tu fidelidad me has afligido. (Salmo 119:67,71,75)

La medicina puede parecer severa; pero la enfermedad está profundamente


arraigada. El crecimiento en la gracia es imposible a menos que se frene el
avance de la enfermedad y se destruya su influencia. Cuando sientes que Dios
parece tratarte ásperamente, recuerda lo que Él está haciendo. “Él nos disciplina
para nuestro bien, para que participemos de su santidad. Al presente, ninguna
disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han
sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia”
(Hebreos 12:10,11). Producir una semejanza con Cristo en ti no viene sin costo:
para Dios o para ti.

(c) Dios nos equipa para el servicio mediante las acciones providenciales que
rodean nuestras vidas. José, tan egocéntrico en su vida juvenil, finalmente llegó a
ver esto después de años de acciones disciplinarias de la providencia divina, y dijo
a los hermanos que lo habían vendido a la esclavitud: “Vosotros pensasteis
hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y
se preservara la vida de mucha gente” (Génesis 50:20).

Pablo, similarmente, habló de cómo sus propias experiencias del sufrimiento y el


consuelo que recibió le capacitaron para ministrar, a su vez, a otros que sufrían:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y


Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para
que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el
consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios. Porque así como
los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia, así también abunda
nuestro consuelo por medio de Cristo (2 Corintios 1:3-5).

Estos son principios permanentes de crecimiento para el servicio cristiano. Cuanto


más pronto los aprendamos, más estable será probablemente nuestro crecimiento.

CÓMO SUPERAR LOS OBSTÁCULOS


El crecimiento cristiano no es de ninguna manera un gráfico recto. Al igual que los
niños, puede haber momentos cuando parezcamos crecer dramáticamente; en
otros momentos, el crecimiento pueden tener lugar desapercibidamente, aunque
de forma constante. Pero en ningún momento el crecimiento tiene lugar sin que se
presenten obstáculos. La Biblia ve la vida cristiana como una contienda espiritual,
y nos ofrece un triple análisis de la oposición a que se enfrenta el cristiano: viene
del mundo, la carne y el diablo. Como en toda contienda, los dos elementos
esenciales en la victoria son conocer al enemigo y conocer sus recursos.

1.EL MUNDO, en este sentido, significa el mundo de hombres y cosas en su


antagonismo contra Dios (cf. 1 Juan 2:16). Tiene poder para oscurecer nuestra
visión de Cristo y para amortiguar nuestros espíritus. Esto fue lo que le sucedió a
Demas. Tras haber sido considerado como “colaborador” del apóstol Pablo
(Filemón v. 24), se enamoró de este mundo (2 Timoteo 4: 10). Quizá lo que Jesús
llamaba “las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas” ahogó el
hálito de su espíritu (Mateo 13:22). Olvidó la advertencia de Pablo contra permitir
que el mundo nos estruje en su molde (Romanos 12:2, cf. la traducción de J.B.
Phillips).
Si el mundo no es desarraigado de nuestros corazones, los devorará. Hay que
quitar las malas hierbas para que la buena semilla de la gracia crezca. ¿Pero qué
herbicida podemos utilizar contra el espíritu del mundo? Aquí hay una triple y
potente fórmula tomada de la Biblia:
a.Reconoce que el amor del mundo es el enemigo del amor del Padre (1 Juan
2:15). No puedes tener ambos.
Debes escoger uno sólo. Haz la elección correcta.
b.Recuerda que fue el mundo el que crucificó a Cristo y que fue necesario el
sacrificio de la Cruz para librarte de él (Gálatas 6:14). ¿Cómo puedes negociar con
el espíritu que tramó el asesinato de tu Salvador?
c.Reflexiona en el hecho de que el mundo, en este sentido, es transitorio y efímero
(1 Juan 2:17); no es una inversión sólida. Dedícate, en vez, a hacerte “tesoro en el
cielo” (Mateo. 6:19-21) y, con John Newton, aprende por experiencia que…

Tesoros duraderos y sólidos goces nadie sino los hijos de Sion conocen.

Remacha estas perspectivas en tu mente; deja que el Espíritu las escriba


indeleblemente sobre tu corazón, y encontrarás que el mundo es impotente, en
última instancia, para impedir tu crecimiento en la gracia.

2.LA CARNE, en el Nuevo Testamento, se refiere a veces a “carne, sangre y


huesos”. Pero frecuentemente en los escritos de Pablo, denota nuestra naturaleza
caída y nuestras tendencias pecaminosas. Si bien los cristianos ya no estamos “en
la carne”, esto es, no más dominados y gobernados por estas propensiones
pecadoras, no estamos aún liberados de su presencia e influencia. Por tanto,
como un antiguo santo alemán lo expresó: “Puesto que aún tenemos materiales
combustibles en nosotros, debemos apagar el fuego”. Los cristianos no pueden
crecer en la gracia si regularmente alimentan el fuego de sus deseos
pecaminosos.
¿Cómo hemos de vencer estas tendencias pecaminosas que retardan el
crecimiento espiritual? Pablo viene nuevamente en nuestra ayuda dedicando una
sección entera de su carta a los Colosenses a este asunto (Colosenses 3:1-17).
Sus puntos principales son:
a.Sé sincero en cuanto a la presencia y la naturaleza del pecado que continúa en
tu vida. Pablo lo era. En Colosenses 3:5-9 reconoce que las semillas de la
fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos, la avaricia, la ira, el
enojo, la malicia, la maledicencia, el lenguaje soez y la mentira pueden
permanecer en los verdaderos cristianos e infestar sus vidas.
b.Ve el pecado que continúa habitando en ti no a la luz de tu perspectiva, sino a la
luz del juicio de Dios. Todos y cada uno de los pecados merecen su ira (v. 6).
c.Recuerda quién eres como cristiano. Has sido crucificado, sepultado y
resucitado con Cristo (Colosenses 3:1-3). Consiguientemente, ya no estás más
bajo el reinado y el gobierno del pecado (Romanos 6:14,18). Ahora debes poner tu
mente en Cristo y su reinado en tu vida, y expresar tu nueva identidad en Cristo
mediante una vida de santidad (véase Colosenses 3:14,9,10).
d.Rechaza el pecado. No tengas tratos con él; por el contrario, dale muerte
(Colosenses 3:5).
e.Llena tu vida de virtudes como las de Cristo. (“Revestios de tierna compasión,
bondad, humildad, mansedumbre y paciencia”, Colosenses 3:12). De esta manera
dejarás cada vez menos espacio para las acciones pecaminosas (vv. 12-17).

Criar flores en tu jardín requiere una acción deliberada y un cuidado constante.


Por contraste, los malas hierbas crecen de forma natural, y hay que quitarlas
sistemáticamente. En la vida del espíritu, debes ocuparte también de quitar
constantemente las malas hierbas si has de dar fruto de crecimiento en madurez
cristiana.

3.EL DIABLO anda como león rugiente, dice Pedro, deseoso de devorar y destruir
la fe de los cristianos. Él no va a marcharse simplemente porque hemos venido a
Cristo; por el contrario, sus ataques serán mucho más feroces (1 Pedro 5:9). Él
busca impedir nuestro crecimiento y engañarnos. Hará todo lo que esté en su
poder para persuadirnos a apartarnos de Cristo. Tratará de inducir pensamientos
nada amistosos acerca de Dios en nuestras mentes, como hizo con Eva en el
huerto del Edén: “¿Te puso Dios en este magnífico huerto y te dijo que no podías
comer de ningún fruto en él?” (cf. Génesis 3:1). De hecho, Dios dio libertad a Eva
para comer de todos los árboles, con una única excepción; pero la semilla del
pensamiento [“¡Qué Dios tan cínico y miserable es!”] había sido plantada en su
mente. Satanás la engañó, como ella admitió después (Génesis 3:13).

¿Cómo podemos resistir al diablo? Tomando y poniéndonos la armadura que Dios


nos ha proporcionado: su gracia, su Palabra, su Evangelio, su justicia (véase
Efesios 6:10-20). Poniéndonosla —como hizo Cristo cuando Satanás le atacó y
procuró engañarle— seremos capaces de permanecer en el día malo, al igual que
confió en la Palabra de Dios como la espada del Espíritu, y venció a Satanás
(véase Mateo. 4:4,7,10). Como ocurrió con Cristo, nuestra defensa principal
consiste en guardarnos en el amor de Dios (Judas v. 21), confiando en su palabra
y obedeciéndola. Podemos tener total confianza en esta armadura; ya nuestro
Señor mismo se la ha puesto y la ha probado con éxito (cf. Isaías 59:16-18).
Pablo se dio cuenta de que es maravilloso que los cristianos seamos capaces de
permanecer firmes. Nosotros, en cambio, con frecuencia consideramos el
permanecer firmes simplemente como algo trivial. Eso es una señal de nuestra
ingenuidad, no de nuestra madurez; un indicio de que hemos experimentado muy
poco el fragor de la batalla. Ser capaces de permanecer firmes es una importante
señal de crecimiento. Pregúntale a la mayoría de las madres; pueden recordar el
primer día que su niño se puso de pie. Marcó un hito. Significó que había tenido
lugar un crecimiento verdadero, que se había alcanzado una medida de
estabilidad. Inauguró una etapa enteramente nueva en la vida. Así es en el mundo
del espíritu. Ser capaz de resistir la tentación muestra que los obstáculos y
enemigos del crecimiento espiritual han sido resistidos y superados.

Por desgracia, aun en la época del Nuevo Testamento, algunos cristianos no


pudieron superar la oposición; continuaron siendo niños espirituales cuando
debían haber llegado a ser adultos (cf. 1 Corintios 3:1,2; Hebreos 5:11-14).

Piensa en ese cuadro por un momento. La etapa de la infancia es deliciosa; los


bebés nos hacen sonreír; pero es una tragedia si no se desarrollan ni crecen física
y mentalmente. Es una señal de debilidad y de enfermedad.

¿Te das cuenta de lo que quiero decir? No podemos permanecer inmóviles como
cristianos, pues no crecer es realmente retroceder; no desarrollarnos es señal de
una grave enfermedad. Con mayor motivo, debemos tomar en serio la exhortación
bíblica: “Por tanto […] avancemos hacia la madurez […] Y esto haremos, si Dios lo
permite” (Hebreos 6:1-3).

UN CHEQUEO ESPIRITUAL
¿Eres un cristiano saludable y que está creciendo? Antes de que un médico
diagnostique tu estado físico, te hará probablemente una serie de preguntas y
algunas pruebas sencillas (pulso, tensión sanguínea, ojos, oídos, garganta). El
“chequeo espiritual” en las páginas siguientes puede ayudarte a verificar tu salud
espiritual e indicar algunas de las áreas de tu vida cristiana que requieren atención
y remedio inmediatos o a más largo plazo.

1.Metas espirituales. ¿He entendido realmente que la semejanza con Cristo es la


meta del crecimiento cristiano y que Dios está decidido a producirlo en mí?
¿Es esa mi meta también?

2.Nutrición. Estoy siendo nutrido con una dieta saludable de enseñanza bíblica?
¿Quiero oír la enseñanza de las Escrituras y obedecerlas? ¿Estoy deseoso de
estudiarlas por mí mismo? ¿He dado unos pasos tan sensatos para asegurar mi
nutrición espiritual como lo he hecho para asegurar mi nutrición física?

3.Vivir de cada palabra de la boca De Dios. ¿Leo la Biblia regularmente y, a la luz


de 2 Timoteo 3:16,17, no solamente recibo su enseñanza como Palabra de Dios,
sino que también recuerdo cuál es su propósito? ¿Me hago las siguientes
preguntas?:
a.Enseñanza: ¿Qué enseña este pasaje (versículo, capítulo, libro) sobre Dios y su
carácter, el hombre y su pecado, Cristo y su obra, el ministerio del Espíritu, la vida
cristiana, los propósitos de Dios, la comunión de la Iglesia, la necesidad del
mundo?
b.Reprensión: ¿Está mostrándome Dios algún pecado específico en mi vida que
debo confesar y del que me debo arrepentir?
c.Corrección: ¿Cómo me ayuda este pasaje a someterme a lo que Dios quiere que
yo sea?
d.Instrucción: ¿Qué aprendo aquí sobre mis responsabilidades y los recursos que
Dios me da para cumplir con ellas?

4.Ejercicio. ¿Estoy cada vez más dedicado a la adoración de Dios? ¿Aumenta mi


regocijo en la alabanza pública? ¿En privado también?

5.Servicio. ¿He hecho una evaluación fiable de los dones que Cristo me ha dado
para llevar sus bendiciones a otros? ¿Sé cuáles son y dónde y cómo utilizarlos?
¿Estoy fortaleciéndolos a fin de servir mejor a otros? ¿O los veo como medios
para mi propio progreso en la Iglesia? ¿Están mi tiempo, talentos, posesiones y
recursos financieros todos a su servicio?

1.Testimonio. ¿Brilla mi vida como luz para el mundo? ¿Es mi vida como sal
preservadora en mi hogar y familia, donde trabajo y estudio, donde vivo y juego?
¿Oro por nuevas oportunidades para testificar de Cristo y las aprovecho?

2.Compañerismo. ¿Me he comprometido con una iglesia y me he adaptado a ella?


¿Soy consciente de cosas en mi personalidad y en mi vida propia que pueden
dificultar que otros cristianos adoren y sirvan a mi lado? ¿Estoy buscando la gracia
de Dios para afrontar estas cosas? ¿Estoy dominado por el orgullo? ¿O por una
timidez que realmente disfraza una profunda desgana para admitir mis
necesidades? ¿Considero a mis compañeros cristianos más importantes que yo?
¿Estoy activamente ocupado en servirles? ¿Aprecio los dones de otros y doy
gracias a Dios por su gracia en sus vidas? ¿Me permite mi orgullo que sólo ciertos
cristianos me ayuden o sean instrumentos de la bendición de Dios para mí?

3.Providencia. ¿Cómo me enfrento a las pruebas y dificultades? ¿Confío en Dios


para hacer que todo coopere para mi bien en el cumplimiento de su propio
propósito? ¿Crezco bajo presión porque confío en Cristo y sé que su propósito es
transformarme y bendecirme? ¿O me derrumbo en mi auto confianza? ¿Aprendo
mediante las acciones sombrías de la providencia, o simplemente me siento
aliviado cuando han pasado?

4.Desarrollo del carácter. ¿Estoy llegando a ser, por la gracia de Dios, una
persona más pura, más amable? ¿Me describiría Jesús como “bienaventurado”?
(véase Mateo 5:11,12)?

5.Obediencia. ¿Amo los mandamientos de Dios y tengo una actitud decidida para
oponerme a cualquier cosa que impida la obra de Dios en mi vida?
Si no tengo muchas posesiones materiales, ¿estoy siendo liberado de la codicia,
la envidia y la avaricia por tener más? Si vivo en la opulencia, ¿domino o estoy
dominado por mis posesiones y mi dinero? ¿Son de Cristo? ¿Encuentro
prácticamente imposible vivir sin ciertas posesiones?

6.Actitud hacia el pecado. ¿Estoy buscando a diario dar muerte al pecado que
permanece en mi corazón y en mi vida? ¿Busco vestirme de las virtudes de
Jesucristo?

7.Contienda espiritual. ¿Creo en la actividad de Satanás sin estar obsesionado por


su poder? ¿Sé cuáles son generalmente sus tácticas en mi vida, y los recursos
bíblicos que me ayudan para permanecer firme cuando me ataca? ¿Estoy en
guardia contra él?

8.Crecimiento cristiano. ¿Estoy realmente creciendo como cristiano? ¿En la


comunión de la Iglesia? ¿En mi vida familiar? ¿En mis actividades diarias? ¿En
privado?

Métodos de crecimiento de la
Iglesia Primitiva
abril 8, 2008Biblia, Iglecrecimiento, Libro de los Hechos, Nuevo TestamentoIglecrecimiento, Iglesia
primitiva, Libro de los Hechos, Liturgia, Nuevo Testamento

Introducción:

Cuando volvemos nuestra vista a la Palabra de Dios; la Biblia. Vemos


como Jesús; nos ilustra en los evangelios el grano de trigo que cae en la
tierra y muere: tras los sucesos de su muerte y gloriosa resurrección,
Jesús llama a sus discípulos a que esperasen la promesa del Espíritu
Santo y en el libro de los Hechos; vemos esta gloriosa manifestación de
su Espíritu cumpliendo la palabra del Señor y llevando mucho fruto, de
aquella semilla que había sido sembrada.

En los evangelios vemos a Cristo comprando a la iglesia con su propia


sangre. Luego en el libro de los hechos vemos a la iglesia comprada a
precio de sangre surgiendo a una existencia real, primero entre los
judíos de Palestina y luego entre los gentiles del rededor, hasta que se
establece una base en la gran capital del mundo antiguo, marchando de
Jerusalén a Roma; haciendo realidad aquella palabra y me seréis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo
último de la tierra.En los primeros siete capítulos del libro de Hechos
estamos en Jerusalén, luego en los capítulos ocho y siguientes vemos,
siempre dando lugar a las excepciones, a la Iglesia que se desarrolla en
Judea, en Samaría y en la llanura costera; y a partir del capítulo 13, nos
trasladamos con Pablo a Asia Menor y a Grecia, para encontrarnos, en el
capítulo 28, en Roma, en el palacio del emperador, de aquí en adelante
vemos a una iglesia pujante y con paso firme conquistando el mundo.

Observar detalladamente estos acontecimientos especiales del


surgimiento y crecimiento de aquella primera iglesia, llamada la Iglesia
Primitiva, nos da la certeza de que Dios estaba cumpliendo su propósito.
Fue tan fuerte el trabajo de aquellos primeros cristianos, y tan especial
que se logro la expansión hasta nuestros días. La iglesia surgió con
fuerza y poder y sigue avanzando de esa misma manera. Ahora bien
para nuestro estudio veremos los métodos empleados para la expansión
del evangelio.

Tomemos nota en hacer la diferencia entre los medios utilizados,


tratadoen una tarea anterior y los métodos que utilizo la iglesia
primitiva para su expansión.

¿Qué son los medios?

Corresponde a los caracteres o condiciones generales de un grupo, es de


lo se puede valer o servir para determinado fin.

¿Qué es el método?

Es el procedimiento para alcanzar un determinado fin, en pedagogía se


dice que es el sistema que se adopta para enseñar o educar. El sistema
proporciona un conjunto de reglas o principios, que se relacionan entre
si y contribuyen a un determinado fin.

¿Cuáles fueron los métodos utilizados por la iglesia primitiva,


para su crecimiento?

1.- El evangelismo: La iglesia primitiva tenia conciencia plena de lo


que era el anunciar las buenas nuevas del reino de Dios. Esto lo hacían
en el poder del Espíritu Santo, bajo este poder anunciaban a todas las
personas que tenían una nueva propuesta de cambio. Se enfrentaron al
régimen religioso y político ofreciendo una buena nueva, un reino
diferente que los hacia libres de ataduras y servidumbre. Libres del
pecado para vivir una vida renovada, el evangelismo fue la propuesta de
vivir una manera diferente y renovada a través de Cristo.
2.- Reuniones familiares: Hechos 5:42 todos los días se reunían en el
templo y las casas, incesantemente, enseñaban y predicaban a
Jesucristo. Cuando un cristiano de la iglesia primitiva ponía su casa a
disposición de esta obra, se constituía en un método efectivo para poder
invitar a la familia vecinos y amigos para escuchar un mensaje
diferente. Tomemos en cuenta que el libro de los Hechos dice; que se
reunían para la partición del pan, esto nos da la idea de que compartían
momentos agradables, sociables y de un ambiente que no estaba
saturado por un programa religioso, y detrás de esto se presentaba
como lo mencione anteriormente el mensaje. Esto motivo a otros a
realizar lo mismo, cada vez se abrían las puertas de nuevas casas, y
podemos notar que Hechos nos dice que nadie decía ser suyo lo que
tenia, por el contrario tenían las cosas en común, esto propiciaba un
ambiente diferente, en donde los familiares amigos y vecinos, no se
sentían despreciados, inferiores etc.

3.- Enseñanza: Hechos 5:42 enseñaban de Jesucristo. El verso 42


del capítulo 5 de Hechos nos da un método muy utilizado en la iglesia
primitiva, la enseñanza. Los discípulos conocían este método tan
efectivo, Jesús lo utilizo durante todo su ministerio, tenían la escuela de
Jesús. Recordemos que la enseñanza esta muy ligada a la instrucción; y
la instrucción es un caudal de conocimientos. La enseñanza va mas allá
de un simple discurso, va enfocada a la formación, educación, ética,
moral, principios y valores, relaciones humanas, psicología. Todo esto se
presentaba en el evangelio a través de la enseñanza (instrucción), esto
motivaba a los oyentes, porque no escuchaban un discurso repetitivo y
vacio, por el contrario escuchaban algo nuevo y de utilidad a través del
cambio de vida por medio de Jesucristo.

4.- La predicación: La predicación es el anuncio público y abierto del


mensaje de salvación de Dios a través de Jesucristo. Recordemos el día
del pentecostés, tras una predicación o anuncio publico; se añadieron
aquel día como tres mil personas.

5.- La comunión: La palabra comunión la podemos ver como la unión


común. Esto nos da la idea de que había participación, compañía,
comunicación. Entre más comunicación mas comunión existía; esto trae
consigo solidaridad, se apoyaban entre si; sin ver si eran o no de la
misma condición social, esto dio como resultado que tenían las cosas
en común.

6.- La formación de lideres: Hechos 6:2 Hay que notar que un


programa de crecimiento tiene que tener incluida la formación de
lideres. La formación de líderes fue otro factor clave en el crecimiento,
fue otro método efectivo porque crecían y al mismo tiempo tenían
disponibilidad de personal capacitado, a través de las enseñanzas para
poder atender a los nuevos grupos que se formaban.

7.- La obra misionera: Tras la formación de líderes y las


circunstancias que se presentaban, las personas que se formaban
cumplían con otro método o sistema y este era la obra misionera.

¿Qué es la obra misionera?

Es la acción evangelizadora de la iglesia entre las poblaciones que no


conocen todavía el evangelio.

Y esto fue precisamente lo que hizo la iglesia primitiva, llegaron a


aquellos lugares donde no conocían esta buena nueva.

8.- La oración: Dentro de este sistema de crecimiento no podía faltar el


ingrediente primordial de la iglesia, la oración. La iglesia primitiva era
una iglesia de oración, sus oraciones eran por los obreros que iban a
cumplir la obra misionera, por los líderes en formación. Hechos 13:3 –
14:23 – 21:5

Si la iglesia primitiva no hubiera incluido programas de oración en sus


actividades, el resultado no hubiera sido exitoso.

9.- Desarrollaron ministerios y dones los cuales estaban a


disposición de la iglesia, para la evangelizan de acuerdo con las
necesidades con las que se encontraban: La iglesia creciente
estableció prioridades. En la tarea de la evangelización primero, y luego
en la obra social. En ambas actividades los ministerios se hicieron
presentes y los dones se manifestaron, todo esto estaba a disponibilidad
de la iglesia y de los que no pertenecían a la misma.

10.- Reconocieron el valor de los diversos grupos humanos: La


iglesia primitiva se vio obligada a abrazar el cristianismo,
rompiendo con todas las barreras raciales, lingüísticas y de
clases existentes en aquel entonces. La iglesia tuvo gran éxito en
este aspecto; su misión abarcaba a todos los grupos étnicos de la tierra
Mateo 28:18-20; Hechos 2,10-15. Para el cristianismo primitivo, el
reconocimiento de que todos los grupos humanos tienen un valor y son
importantes fue crucial, como consecuencia obtuvieron el crecimiento de
la iglesia.

Conclusión:

El libro de los Hechos proporciona la historia auténtica de los primeros


treinta años del cristianismo, Hechos demuestra que el movimiento
cristiano estaba unificado a pesar de que comprendía gente diversa de
muchos países.

De un grupo reducido en Jerusalén, la iglesia alcanzo con efectividad, a


muchas personas que luego formaron iglesias locales en tres
continentes, esto se logro en sólo tres décadas. Podemos ver en Hechos
el progreso de la iglesia ocho veces en Hechos 2:47; 4:4; 6:7; 9:31;
12:24; 16:5; 19:20 y 28:31. Las anteriores anotaciones acentúan el
crecimiento numérico y el impacto creciente de la Palabra de Dios en las
vidas de la gente, que reconocía a Jesús como su salvador.

Los 10 anteriores métodos, siguen siendo la base para el trabajo de la


iglesia en la actualidad. Si aplicamos estos principios y los ponemos en
práctica; Dios nos dará el crecimiento que estamos anhelando. Tenemos
que tener en nuestra mente y corazón, una visión de crecimiento, y un
deseo de trabajar duro, para alcanzar el éxito deseado.

Leer el libro de los Hechos significa, conocer y ser testigo del inicio de la
iglesia y la expansión del cristianismo, leer Hechos significa leer el
crecimiento de la iglesia que Cristo fundo. La iglesia tradicional mal
interpreto el siguiente texto: Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y
sobre esta roca edificaré mi iglesia, Cristo es la roca y sobre El esta
edificada la iglesia, aunque el diablo ha querido destruirla no ha podido.

Por último recordemos la cita de Efesios 2:20 – 22

Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la


principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,

En quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un


templo santo en el Señor;

En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de


Dios en el Espíritu.
Estos versículos nos hablan de crecimiento; la iglesia tiene que seguir
cumpliendo el mandato de ir y predicar el evangelio a toda criatura. El
fruto del mensaje serán las almas que vienen a Cristo y por ende el
crecimiento de las congregaciones. Por último, recordemos que
podemos implementar programas enfocados al crecimiento, pero el
verdadero crecimiento lo da Dios.

Crecer desde adentro hacia afuera


(5) ENFOQUE: Crecer desde adentro hacia afuera

CUALIDADES DE UN AUTÉNTICO CREYENTE EN CRISTO

El Crecimiento del Creyente

“Desead, como niños recién nacidos,


la leche espiritual no adulterada,
para que por ella crezcáis para salvación”.
1 Pedro 2:2
5

ENFOQUE: Crecer desde adentro hacia afuera

¡Este principio es tan obvio! Pudiéramos pensar que la gente no lo pasaría por alto, pero sí lo
hace. Ignorar este principio ha traído mucha frustración a la vida de muchos hijos de Dios.
Ahora, en este instante, Dios te dice: “No quiero que esto ocurra contigo”.

Este principio simplemente es: TENEMOS QUE CUIDAR LA VIDA ESPIRITUAL DE LA


PERSONA INTERIOR TANTO COMO TENEMOS QUE CUIDAR LA VIDA FÍSICA DE LA
PERSONA EXTERIOR. Ambas personas, interior y exterior, necesitan alimento, ejercicio y
limpieza; y ambas deben desarrollarse, deben crecer, desde adentro. Así como el bebé nace
completo, con todo lo que necesita para llevar una vida normal, así el hijo de Dios nace
completo en Cristo. Todo lo que lo que los hijos de Dios tienen que hacer es crecer y este
crecer viene de adentro.

Supongamos, por un momento, que un pediatra le dice a una mamá que su bebé está por
debajo del peso normal. Todo lo que la mamá tiene que hacer es ir al mercado, comprar kilos
de buen alimento y administrárselos progresivamente al bebé. Ahora, cuando el doctor pone al
bebé en la balanza, ¡el peso es el correcto, el justo!

Pudiéramos sonreírnos ante la ingenuidad de esta mamá, pero algunos creyentes en Cristo
son así de ingenuos hasta que comienzan a crecer espiritualmente. Comprar un nuevo estudio
bíblico, asistir a otro seminario, suscribirte a una o más revistas cristianas, escuchar esa
emisora cristiana “tan buena”, venir a Internet a “charlar” con tus hermanos en la fe, escribir
para los foros electrónicos e, incluso, leer estas líneas pudieran ser cosas buenas sólo si éstas
no se te transforman en una suerte de droga que te impiden mantener la comunión con el
Padre. A menos que estemos sintonizados con la voz del Padre, a menos que nuestro
crecimiento venga desde adentro, no CRECEREMOS EN LO ABSOLUTO. Cargar con un
impresionante “EQUIPAJE RELIGIOSO” a cuestas, NO GARANTIZA CRECIMIENTO EN
MODO ALGUNO.

SENTIDOS ESPIRITUALES

El paralelo entre la vida física y la espiritual se encuentra frecuentemente en las Escrituras.


Pedro aconsejaba a las viudas cristianas que cultivaran la belleza del “del corazón” (1 Pedro
3:4) y no sólo la belleza del cuerpo. Asimismo Juan oraba para que su amigo Gayo
“prosperara en todas las cosas, y que tuviera salud, así como prosperaba su alma” (3 Juan 2).
El espíritu puede ser tan saludable o enfermo como el cuerpo. En la medida en que
envejecemos, encontramos estímulo en las palabras de Pablo, “Por tanto, no desmayamos;
antes aunque éste nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se
renueva de día en día” (2 Corintios 4:16).

Hebreos 5:14 nos advierte que tengamos nuestros sentidos espirituales en buena forma, de
modo que tengamos “discernimiento del bien y del mal”. Lo cual, entre otros, aplica a nuestro
sentido espiritual del oído. Cuando Jesús exclamaba “El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo
13:9), no se estaba refiriendo al órgano físico de la audición porque todo el mundo en la
muchedumbre (salvo los sordos, naturalmente) podía oír lo que Él decía. Jesús se refería a la
habilidad que tenía la persona interior de escuchar la Palabra de Dios y de entenderla. “El que
es de Dios, las palabras de Dios oye; Jesús dijo a los fariseos”. “Por esto no las oís vosotros,
porque no sois de Dios” (Juan 8:47). Triste es decir que algunos hijos de Dios son “tardos para
oír” (Hebreos 5:11); sin embargo, que grato es saber que “Sus verdaderas ovejas oyen Su voz
y Le siguen” (Juan 10:27).

El pueblo de Dios también tiene el sentido espiritual del gusto: “Gustad, y ved que es bueno
Jehová; Dichoso el hombre que confía en él” (Salmos 34:8). Los hijos de Dios han “gustado
del don celestial… y asimismo han gustado de la buena palabra de Dios y los poderes del
siglo venidero” (Hebreos 6:4-5). Hemos “gustado la benignidad del Señor” (1 Pedro 2:3).
Cuando leemos Su Palabra, ésta es como “miel a nuestra boca” (Salmos 119:103).

Los no creyentes están espiritualmente ciegos” (Juan 3:3), pero los hijos de Dios tienen visión
espiritual que puede discernir las cosas de Dios. Pablo oraba para que los creyentes en Cristo
en Éfeso pudieran tener los ojos del corazón abiertos “alumbrando los ojos de vuestro
entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las
riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios 1:18) y Pedro lamentaba el hecho
que los creyentes inmaduros tuvieran “la vista muy corta” al punto de la ceguera (2 Pedro 1:9).
Cada vez que abramos nuestras Biblias para leer y meditar, deberíamos orar “Abre mis ojos, y
miraré Las maravillas de tu ley” (Salmos 119:18).

SALUD ESPIRITUAL
Si pusiéramos el mismo empeño que ponemos en cuidar a la persona interior, la persona
escondida en el corazón, que ponemos en cuidar a la persona exterior; si persiguiéramos y
cultiváramos la salud espiritual como hacemos con la salud física, entonces seríamos un
pueblo más santo y feliz. Los hijos de Dios serían fuertes y la obra de Dios prosperaría en este
mundo. Pero somos propensos a cometer el mismo error que los fariseos hicieron en los
tiempos de Jesús: cuidamos lo que la gente ve—la persona exterior—y descuidamos la
persona interior que sólo Dios ve. Jesús comparaba la vida de los fariseos con el trabajo mal
hecho del limpiado de platos. Él dijo:

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del
plato,
pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.
¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera
sea limpio.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran
hermosos,
mas por dentro están llenos de huesos de muertos
y de toda inmundicia.

Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro
estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo 23:25-28).

Cuando estamos más preocupados por nuestra reputación que por nuestro carácter, la vida
comienza a corroerse desde adentro; y si nada se hace para parar la decadencia, la vida
eventualmente se desmorona.

La palabra española hipócrita proviene de una palabra griega que significa “actor en escena”.
Los romanos usaban la palabra personae para nombrar las máscaras que los actores usaban
en el teatro de la calle (fácil es colegir que de esta palabra proviene la palabra española
persona). En los dramas griegos como en los romanos, los actores llevaban máscaras que
identificaban sus papeles; y cuando cambiaban los papeles, simplemente cambiaban sus
máscaras (personas). Así, los espectadores sabían cuáles eran las partes de la trama y el
drama no se tornaba confuso.

Los hipócritas son personas que llevan máscaras y pretenden ser otros que realmente no son.
Para ellos, la vida no es real; la vida sólo es un drama en el cual los otros llevan máscaras y
hacen lo mejor para ocultarse a sí mismos de los demás. No obstante, para el creyente en
Cristo la vida es real y la vida es seria, para el creyente en Cristo lo más importante en la vida
no es ver cuánta gente puede impresionar con su reputación sino buscar complacer al Señor
mediante la construcción de un carácter benigno.

He aquí una demostración patente de por qué la vida del creyente en Cristo se vive desde
adentro hacia afuera: “Porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo
que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7); “Sobre toda cosa
guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
MOTIVOS DEL CORAZÓN

Un tema vital del Sermón de la Montaña es la verdadera justicia de Cristo en oposición a la


justicia de los fariseos. Jesús nos indica que el pecado proviene del “corazón” (Mateo 5:21-
37). Puedo no matar al prójimo; pero si lo odio, lo estoy matando en mi corazón. Además, la
lujuria preconcebida en el corazón es equivalente al estado moral del adulterio.

Por cuanto el pecado tiene su origen en el corazón, la justicia debe venir del corazón (Mateo
6:1-18), y debemos vivir como aquellos que están bajo el ojo vigilante de Dios. Jesús dijo,
“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra
manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 6:1). En
nuestro “dar” (Mateo 6:1-4), “orar” (Mateo 6:5-15) y “ayunar” (Mateo 6:16-18), debemos actuar
sólo para agradar a Dios y ganar Su aprobación, sin importar lo que la gente pueda pensar. Es
importante que nuestro único motivo sea agradar al Padre que está en los cielos, quien es el
único que puede ver las intenciones escondidas en el corazón; así “tu Padre que ve en lo
secreto te recompensará en público” (Mateo 6:4, 6, 18).

Fe es vivir sin esquemas. Una vez que comienzo a proyectar (visualizar), a dibujar mi camino
dentro o fuera de una situación dada, sé que no estoy viviendo desde adentro. En lugar de
guardar diligentemente mi corazón, estoy engañosamente escondiendo lo que hay realmente
en mi corazón y tratando de impresionar a los otros con mi piadosa reputación. Al intentar
construir mi reputación con la gente alrededor mío, lo que hago es derribar mi carácter dentro
de mí. Así, la tal reputación no vale nada.

El carácter es el pilar fundamental de la vida del creyente en Cristo. No importa lo que


podamos poseer—talento, habilidad, dinero, fama, autoridad—si no tenemos carácter, “NO
TENEMOS ABSOLUTAMENTE NADA”. El patriota estadounidense Thomas Paine escribió,
“Reputación es lo que los hombres y las mujeres piensan de nosotros. Carácter es lo que Dios
y los ángeles saben de nosotros”. El evangelista Dwight L. Moody definió el carácter como “lo
que tú eres en la obscuridad”.

En los últimos años, mientras el mundo “avanza”… en su decadencia, la iglesia (que no el


Cuerpo de Cristo, naturalmente. Nos referimos a la iglesia de la Reforma, la única institución
humana que todavía predica la Doctrina de Cristo) ha caído en gran vergüenza cuando la
culpa de muchos de sus líderes ha quedado expuesta al público, poniendo de manifiesto la
doble vida de éstos. Cada profesión tiene sus hipócritas, por supuesto. Abogados, médicos,
banqueros, atletas profesionales y políticos han sido procesados por violar sus códigos de
ética. No obstante, siempre se espera algo mejor de la iglesia.

¿Cuál fue el primer paso que estos líderes religiosos dieron hacia el pecado y la desgracia?
Ellos comenzaron a llevar máscaras. Descuidaron “la persona escondida del corazón” y
comenzaron a trabajar sobre la reputación mas no sobre el carácter. Gradualmente, el poco
carácter que tenían se consumió dentro. Así se convencieron a sí mismos que podían
evadirse de éste. Como el hombre maligno descrito en Salmos 10, ellos se decían a sí
mismos,

“Dios ha olvidado;
Ha encubierto su rostro;

nunca lo verá” (v.11).

Phillips Brooks decía que el propósito de la vida era la construcción del carácter a través de la
verdad, con lo cual estamos totalmente de acuerdo. Sin embargo, nos gustaría agregar “para
la gloria de Dios” (creemos que Brooks estaría de acuerdo con esto). Cuando abandonamos la
verdad, no podemos construir carácter. “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo”, clamaba
penitente el rey David, “y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría” (Salmos 51:6).

MENTIRAS INMORTALES

Mark Twain escribió que había evidencia para probar “que una verdad no es muy difícil de
matar y que una mentira bien dicha es inmortal”. Si Twain estuviese en lo correcto, entonces
¿cuáles serían esas “mentiras inmortales” que, cuando son creídas, destruyen el carácter y
destrozan las vidas?

Dios no quiere decir lo que realmente Él dice. Esta es la mentira más vieja en la historia de la
humanidad; ésta puede verse si regresamos al Jardín del Edén hasta el momento mismo en
que Eva estaba siendo tentada por la serpiente (Génesis 3:1-5).

Un viejo pastor le suplica encarecidamente a un hombre que abandone su curso pecaminoso


y retorne al hogar con su esposa y su familia. Le muestra versículo tras versículo de la Biblia,
sólo para oír decirle una y otra vez, “Esa es su interpretación”. Los versos que el pastor le leía
no necesitaban de interpretación alguna pero cuando tú estás buscando justificar tu pecado,
“Esa es tu interpretación” es una excusa tan buena como cualquier otra.

Eventualmente, puedo quedar impune. Vivimos en un mundo que no quiere creer ni en la


verdad ni en las consecuencias. Mucha gente cree que puede mentir, engañar, robar e incluso
matar y no ser llamados para que dé cuentas por sus actos, en esta vida o en la vida por venir.
“Y sabed que vuestro pecado os alcanzará” (Números 32:23) es advertencia para todo el
mundo. Dios es misericordioso y de largo sufrir, demorándose algunas veces en la ejecución
de una sentencia justa para darle tiempo a la gente para que se arrepienta. Sin embargo, este
tiempo puede alentar a la gente a pecar todavía más. “Por cuanto no se ejecuta luego
sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto
para hacer el mal” (Eclesiastés 8:11).

Voy hacerlo sólo una vez más. Este fue el planteamiento con el que Satanás abordó al Hijo de
Dios: “Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mateo 4:9). Pero, ¿con cuánta frecuencia
debemos desobedecer a Dios para convertirnos en pecadores que puedan cosechar lo que
han sembrado? Tal como comer pistachos o papas fritas, disfrutar los placeres del pecado por
sólo una vez es bastante difícil.

Siembra un pensamiento y cosecharás una acción.


Siembra una acción y cosecharás un hábito.
Siembra un hábito y cosecharás un carácter.
Siembra un carácter y cosecharás un destino.

Todo el mundo lo hace. Aun cuando todo el mundo estuviera pecando y pudiéramos probarlo,
lo cual no podemos, esto no haría los pecados de otros aceptables para Dios o nuestros
pecados aprobados por Dios. La Biblia lo declara muy claramente, “No seguirás a los muchos
para hacer mal” (Éxodo 23:2).

Puedo reparar los daños de algún modo. El pecado hiere tanto al que lo comete como a la
gente conectada al que lo comete—familia, amigos, vecinos. Ninguna cantidad o gesto alguno
puede compensar los daños ocasionados. La idea de que las consecuencias del pecado
deliberado pueden ser barridas a través de dádivas y el mal recuerdo olvidado, es una idea
nacida en el infierno.

Siendo un chaval, un día Leonardo se encontraba en las afueras de su pueblo. Aún hoy
Leonardo guarda en su memoria el vívido recuerdo de aquel día. Caminando quedamente por
las calles, al lado de sus padres, percibió con claridad el diálogo de dos hombres que
discutían en la acera contigua. Aun siendo muy joven, sabía perfectamente de que iba el
asunto: uno de los hombres quería entrar en la taberna y el otro le decía que no lo hiciera.
“Piensa en tu familia” decía el segundo hombre. “¡Piensa lo que les harás con tu actitud!”
Entonces el primer hombre repetía constantemente, “Les compensaré de algún modo”.

Deberíamos grabar, más que en nuestras mentes, en nuestros corazones esta escena de la
temprana juventud de Leonardo. ¡Es bueno que sea así! De esta manera, ésta siempre nos
estaría recordando que nunca pecamos solos, que siempre de un modo u otro involucramos a
otros.

Nadie sabrá al respecto. Pero Dios sí sabrá y a través Suyo tú. Así, tu carácter sabrá acerca
de tu pecado y sentirá su asalto mortal. Olvidamos nuestras decisiones pero NUESTRAS
DECISIONES NUNCA NOS OLVIDAN. “No te dejes agarrar” pudiera ser el onceavo
mandamiento, pero sea que alguien se entere o no de lo que hemos hecho, aún tenemos que
pagar por nuestros pecados. La erosión gradual del carácter es la tragedia central de una vida
fundada en pecados secretos; y como el árbol que se pudre de raíz, tal vida se derrumbará
por cierto.

VIDA UNIFICADA Y SIMPLIFICADA

Cuando vives para agradar a Dios y mantener saludable a la persona interior, descubres que
la vida gradualmente se unifica. En lugar de correr de aquí para allá, tratando de hacerlo todo
y complacer a todo el mundo, tú tranquilamente enfrentas los retos de cada día sin sentirte
partido en pedazos, sin sentirte desunido. Viviendo así, encuentras que es mucho más fácil
tomar decisiones ya que la vida está centrada en una sola cosa: “buscar primeramente el reino
de Dios y su justicia” (Mateo 6:33).

Al mismo tiempo, la vida se simplifica: ¡Qué precioso regalo del Altísimo en este complejo y
severamente ocupado mundo en que nos toca vivir! Las actividades que una vez eran muy
importantes, ahora aparecen triviales; y encontramos que realmente no necesitamos las
posesiones que “teníamos que tener”. Thoreau decía que una persona es rica en proporción al
número de cosas que no podía comprar, y Jesús le dijo a Marta que “sólo una cosa es
necesaria” (Lucas 10:42). Cuando tú cultivas la persona interior y vives para glorificar a Cristo,
tus valores cambian y tus prioridades cambian con ellos.

Sin transformarte en un estoico, descubres que las circunstancias no te enervan tanto como
solían hacerlo y todo eso que la gente dice o hace no te preocupa como ocurría antes. Así,
experimentas lo que Pablo escribió en Filipenses 4:11: “He aprendido a contentarme,
cualquiera que sea mi situación”. La palabra griega que traduce “contento” significa
“contenido, auto suficiente, adecuado”. Los creyentes en Cristo orientados a cultivar la
persona interior son auto suficientes debido a que son Cristo suficientes. Su fuente de
fortaleza proviene del inmutable Cristo viviendo dentro de ellos, no de los cambiables recursos
del mundo y de la gente a su alrededor.

Las personas que dependen de las circunstancias y de otros para obtener la fortaleza que
necesitan para mantenerse alertas estarán constantemente frustrados y preocupados, tal
como el piloto que vuela un avión cuyo tanque de gasolina está vacío y que no tiene ni tiempo
ni espacio para recargarlo. Pero las personas que dependen de Jesucristo para activar y
motivar su persona interior tienen toda la idoneidad que necesitan para cada circunstancia de
la vida.

He aquí un excelente versículo, ideal para su memorización y práctica: “Y poderoso es Dios


para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las
cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (2 Corintios 9:8).

¡El Señor tenga a bien bendecirles!

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco,


y me siguen,
y yo les doy vida eterna;
y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”

Juan 10: 26-28

Enviado por Joshua C. el 06-01-2002 08:43:

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