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A fin de ser los bebés saludables y normales que crecen hasta ser adultos, hemos
necesitado alimento y nutrición, amor y cuidado, ejercicio para desarrollar nuestros
músculos y un ambiente en que nos fortaleciéramos contra la enfermedad. La
mayoría de nosotros, gracias a Dios, recibimos una buena porción de estas cosas;
aquellos que carecen de ellas frecuentemente luchan durante la totalidad de sus
vidas adultas por tratar de compensar privaciones en los días de su infancia. Lo
mismo es frecuentemente cierto en cuanto a los cristianos; a menos que nuestra
infancia y desarrollo temprano fueran saludables, nuestra edad adulta espiritual
bien puede carecer de una madurez cristiana saludable. Consiguientemente,
nuestro crecimiento cristiano puede detenerse y nuestras vidas carecer de
equilibrio.
Cuando aún era un niño pequeño, uno de nuestros hijos requirió un tratamiento
dental especializado: el especialista insistió en sacarle cuatro dientes. Lo que nos
alarmó fue que los dientes estaban en perfectas condiciones. ¡Pocos temores se
pueden comparar con temer a un odontólogo loco! Pero, aparentemente, hacía
falta más espacio en la boca de nuestro hijo para los dientes que aún habían de
salir. Cuando mi esposa comentó con nuestro dentista de familia su preocupación
de que el rostro de nuestro hijo parecía quedar encogido y deformado con cuatro
dientes menos, éste la tranquilizó diciendo: “Es correcto; nuestros rostros se
forman al crecer”.
LA NUTRICIÓN
“Somos lo que comemos”, dice el filósofo humanista que nos ve simplemente
como un espécimen biológico. Al igual que con todas las herejías, hay un ápice de
verdad en su declaración. Esa es la razón por que las palabras mismas “somos lo
que comemos” suenan como una nota de advertencia por parte del dietista que
reconoce los peligros de salud de una dieta desequilibrada. Somos lo que
comemos; así también dice Jesús:
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para
vida eterna, el cual el Hijo de Hombre [Jesús] os dará […] Yo soy el pan de vida.
El que viene a mí no tendrá hambre [..] Yo soy el pan vivo que descendió del cielo.
Si alguno come de este pan, vivirá para siempre (Juan 6:27,35,51).
Simón Pedro aprendió esta lección bien. Nos apremia a aplicarla: “Desead como
niños recién nacidos la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para
salvación, si es que habéis probado la benignidad del Señor” (1 Pedro 2:2,3).
¿Qué es esta “leche pura”? El contexto de las palabras de Pedro nos saca de
dudas. Habla de la “verdad” y la “palabra” de Dios (1 Pedro 1:22,23,24). La “leche”
que necesitamos es la enseñanza de la Palabra de Dios, la Biblia. Y hemos de
“desearla”.
Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
equipado para toda buena obra (2 Timoteo. 3:16,17).
1. La enseñanza
2. La reprensión
Nadie disfruta con ser interrogado, o con ser acusado de tener algo malo en su
vida. Pero al crecer como cristianos, experimentamos el doloroso reconocimiento
de que tenemos una capacidad casi ilimitada para el autoengaño. Lentamente
aprendemos que necesitamos ser detenidos por Dios en nuestras sendas. Él
utiliza la Escritura para hacer esto. Al leerla, experimentamos lo mismo que David
cuando Dios le habló mediante el profeta Natán. Al principio, parecemos ser
meramente oidores, espectadores de la enseñanza de la Escritura sobre los
pecados y los fracasos de aquellos que aparecen en sus páginas. Entonces oímos
una voz poderosa, y sentimos que el dedo acusador del Espíritu nos señala y nos
dice: “¡Te estoy hablando a ti!” (cf. 2 Samuel 12:7). Dios nos detiene en nuestras
sendas y nos hace dar la vuelta.
3. La corrección
La palabra “corregir” puede dar una impresión más bien desagradable. Pero el
verbo que utiliza Pablo significa “restaurar”. Contiene la raíz griega de la que
proviene nuestra palabra ortodoncia (corrección de irregularidades en los dientes).
Es un término de sanidad, no de tormento. Pablo dice que el mensaje bíblico tiene
poder para sanar y restaurar nuestras vidas torcidas y rotas. Esta es una parte
integral del crecimiento cristiano. Es también uno de los grandes ánimos de la
comunión cristiana el ver las vidas de las personas transformadas, limpiadas y
fortalecidas por la Palabra de Dios.
4. La instrucción en justicia
Este es uno de los elementos esenciales para una vida que se somete bajo la
mano orientadora de Dios, tal y como John Newton —el traficante de esclavos que
llegó a ser escritor de himnos— sabía tan bien. Él hace la pregunta que en algún
momento confronta a cada cristiano: “¿Cómo puede, pues, esperarse la voluntad
del Señor?”, y contesta:
La Escritura contiene así todo lo que necesitamos saber a fin de vivir una vida
cristiana fructífera, alegre y útil; todo el equipo esencial está aquí, en sus páginas.
Está claro, por tanto, lo que deberíamos hacer con nuestras Biblias. Su contenido
es la leche pura espiritual y deberíamos desearla. Si descuidamos la lectura y la
exposición de la Escritura, no debe sorprendernos si comenzamos a sufrir un
retraso en el crecimiento. La infancia es atractiva en los infantes; pero la regresión
infantil en los adultos es una enfermedad de la que necesitamos curarnos. Así
ocurre con la desnutrición.
EL EJERCICIO
El ejercicio fortalece el corazón; sin él, nos criaríamos débiles y flojos. Lo mismo
es cierto de nuestros espíritus. Una vez oí decir a la principal bailarina de una de
las grandes compañías rusas de ballet: “Si dejo de entrenar por un día, yo sé la
diferencia; si lo dejo por dos días, la compañía sabe la diferencia; y si lo dejara por
varios días, el auditorio notaría la diferencia”. Simplemente, no podemos estar en
la mejor forma sin entrenar: la sensibilidad, la velocidad, la gracia, la
sincronización; todas desaparecen. No debemos pensar que los espíritus
saludables necesitan estar menos afinados que nuestros cuerpos.
Los cristianos más antiguos solían hablar de “ejercicios espirituales”; era una
expresión muy apropiada.
1. La adoración
Esto, por supuesto, significa que le doy toda mi vida a Dios, ofrecida como una
melodía de alabanza a Él (Romanos 12:1,2). También significa que habrá
momentos especiales cuando concentraré todas mis facultades en Dios,
alabándole en el canto e invocándole en la oración. Esta es la razón por la que ha
instituido un día entre siete para el descanso de nuestras actividades ordinarias
(Génesis 2:2,3; Éxodo 20:8-11; Isaías 58:13,14). En ese día podemos
congregarnos para alabarle con otros de la familia de la fe, ser animados y
aprender mutuamente (Colosenses 3:16).
2. El conocimiento
Ser cristiano significa poseer vida eterna (1 Juan 5:11), y esto, a su vez, implica el
conocimiento de Dios y de Jesucristo (Juan 17:3). Porque este conocimiento es
personal en la naturaleza, es esencial que crezcamos “en la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18). Pablo creyó
que el crecimiento en el conocimiento era esencial, y lo hizo una carga central en
sus oraciones por sus compañeros cristianos:
¿Hay alguna forma en que podamos hacer esto, además y por encima de
pertenecer a una iglesia donde se enseñan las Escrituras? Solo por el estudio;
adquiriendo un mejor conocimiento de nuestras Biblias, y llegando así a
comprender el carácter de Dios, su mente y sus caminos más plenamente. Si nos
tomamos en serio el crecer como cristianos, no nos contentaremos con un
conocimiento fortuito y casual de la Biblia. La estudiaremos de una manera
disciplinada.
Aquí tenemos un consejo sencillo, aunque lleva toda una vida seguirlo: Lee
ampliamente y lee profundamente.
Lee ampliamente. Quizá no conozcas la Biblia muy bien. Busca conocerla leyendo
grandes secciones de ella. Lee un libro de Antiguo Testamento de una sentada.
Ve a la cama temprano y lee todo el Génesis. Toma un bocadillo para el almuerzo,
encuentra un rincón tranquilo y lee por completo al menos una de las cartas de
Pablo en cada hora de la comida durante dos semanas. Repasa las otras cartas
en las dos semanas siguientes. Lee uno de los Evangelios cada tarde de domingo
durante un mes. Lee Hechos y Apocalipsis en sábados consecutivos. Hazlo con
un amigo si eso te ayuda, leyendo por turnos en voz alta mientras cada uno sigue
el texto. ¡Dentro de un mes, habrás leído el Nuevo Testamento entero! No es difícil
realizar un plan similar para el Antiguo Testamento. Simplemente toma un poco de
esfuerzo y autodisciplina. Te asombrarás de cuánto aprendes leyendo
ampliamente.
Toda la Escritura es “dada por el aliento de Dios” (2 Timoteo 3:16 margen), pero
obviamente algunas de sus partes nos llevan más inmediatamente al corazón de
la revelación y, por tanto, deben dominarse primero. Puede serte útil, por ejemplo,
dedicar algún tiempo cada día durante un período de meses a un estudio, sección
por sección, de tales libros como Génesis y Éxodo, Marcos y Juan, Salmos y
Proverbios, Hechos y Romanos Puesto que te beneficiará mucho tener algunos
maestros, invierte en uno, o quizá dos comentarios realmente buenos y fiables
sobre cada libro (2). No lo lamentarás nunca.
Hay también muchos libros escritos por otros cristianos que encontrarás útiles;
después de todo, hemos de comprender la maravilla del amor De Cristo “con
todos los santos”, y edificarnos mediante los dones y el entendimiento de los
demás (Efesios 3:18; 4:15,16). Aquí hay una gran tentación a estar a la moda,
leyendo las obras más recientes que llegan a las librerías, conociendo la última
desviación o sensación en el mundo cristiano. Sé precavido. Es mucho más
importante, y te hará mucho más bien, leer un número menor de libros cristianos
que han sido muy usados y cuyo valor ha sido probado, que desarrollar el espíritu
ateniense que es atraído por cualquier cosa siempre que sea nueva (cf. Hechos
17:21) (3).
3. Testimonio y servicio
Pero nuestro testimonio de Cristo no está restringido a las palabras que hablamos;
implica todo lo que somos y hacemos, particularmente la manera como servimos a
los demás. Aquí tocamos la esencia de la transformación que Cristo trae a
nuestras vidas. Él mismo vino como un siervo (Mateo 20:28; Filipenses 2:6,7). Al
igual que Pablo, somos sus esclavos (Romanos 1:1) y, por tanto, por amor de Él,
debemos llegar a ser los siervos de aquellos que conocemos y con los que nos
relacionamos. Debemos aprender a decir, con Pablo: “Porque no nos predicamos
a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y [porque Cristo es nuestro
Señor, nos vemos] a nosotros mismos como siervos vuestros por amor de Jesús”
(2 Corintios 4:5). El argumento de Pablo es que crecer como cristianos significa
llegar a ser como Cristo; y eso significa servir a los demás de tal manera que
seamos capaces de ver que pertenecemos a Él y estamos motivados para
servirles porque confiamos en Él y le amamos. Si no servimos a los demás, no
podemos crecer más en la semejanza de Cristo; y si no crecemos más en la
semejanza de Cristo… es que no estamos creciendo.
¿Qué implica servir? Significa aprender a orar por los demás, dedicar tiempo a
ellos y para ellos, utilizar nuestros talentos y organizar nuestras recursos
financieros de tal manera que también sean ofrecidos como tributo a Cristo. Vivir
así significa ser felizmente liberado de la obsesión con el yo que tiene nuestra
generación y descubrir que el servicio de Cristo es perfecta libertad. Más
bienaventurado es dar que recibir (Hechos 20:35).
EL AMBIENTE
Un hogar afectuoso, bien organizado y amantemente disciplinado proporciona el
mejor comienzo posible a una vida. Tener unos padres que nos eduquen y
hermanos y hermanas con quienes compartimos nuestras experiencias de
crecimiento es uno de los mayores tesoros de la vida.
1. La familia de la fe
¿Pero qué sucede en este ambiente de amor? ¿Cómo nos afecta y fomenta el
crecimiento espiritual de la vida en la familia de Dios? Por un lado, los otros nos
ministran mediante los dones que Cristo les ha dado. Hay muchos dones
espirituales diferentes en la Iglesia mediante los que recibimos enseñanza, ánimo
y guía sabia (Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:4-7; Efesios 4:11 y ss.; 1 Pedro 4:7-
11); pero todos tienen un propósito en mente: edificarnos (Efesios 4:16). Si no
pensamos que necesitamos a otros (¡a algunos en particular!), hemos llegado a
llenarnos de orgullo y comenzado a despreciar la sabiduría de Cristo; más que
crecer, nos estamos encogiendo.
2. Emblemas de la gracia
El Bautismo
En el bautismo cristiano, la señal del agua se utiliza para simbolizar la purificación
del pecado que es nuestra mediante la unión y la comunión con Jesucristo. Fue
inaugurado por Jesús mismo antes de su ascensión, y claramente se proponía
que se administre dondequiera que el Evangelio se predique (véase Mateo
28:1820).
Puesto que el bautismo nos marca como cristianos, este tiene un significado
amplio, y nos indica dos verdades concretas:
(a)
Somos bautizamos hacia (no meramente en) el Nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Cuando la fe comprende el significado del bautismo, nos damos
cuenta de que se nos ha dado el mayor de todos los privilegios: la comunión con
Dios. Somos suyos, y Él es nuestro: ¡para siempre! Su gracia no nos limpia del
pecado simplemente como un fin en sí mismo, sino que nos hace aptos para su
compañía a lo largo de la totalidad de nuestras vidas. El bautismo nos anuncia el
gran y abrumador privilegio de la comunión con el Dios trino que guarda el pacto.
Y porque el bautismo simboliza esto, nos llama al estilo de vida nuevo marcado
por la fe y el arrepentimiento progresivos.
(b)
Somos bautizamos hacia Cristo Jesús. Como Pablo indica en Romanos 6:1-14, al
comprender que esto es lo que se simboliza en el bautismo, somos llamados a
reconocer que hemos sido unidos a Cristo en su muerte al pecado y en su
resurrección a la vida nueva. No somos más lo que solíamos ser, puesto que
“nuestro viejo hombre fue crucificado con Él [Cristo] para que […] ya no seamos
esclavos del pecado” (Romanos 6:6).
En la Cena del Señor, se nos da pan partido y también vino. Simbolizan el cuerpo
partido y la sangre derramada de la muerte de Cristo en sacrificio expiatorio por
nosotros.
Bien puede ser que ésta sea la idea cuando Jesús llama a la iglesia de Laodicea
al arrepentimiento con esta bondadosa promesa: “He aquí, yo estoy a la puerta y
llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él
conmigo” (Apocalipsis 3:20, énfasis añadido).
3. El mundo exterior
(a) Dios nos prueba, de modo que podamos aprender la fiabilidad de su gracia en
nuestras vidas. Pensemos en la ocasión cuando los discípulos obedecieron el
mandato de Jesús de navegar en el mar de Galilea (Marcos 4:35-41). Algunos de
sus discípulos (Pedro y Andrés, Santiago y Juan) conocían aquel mar como la
palma de su mano. Posiblemente percibieron que venía una tor-menta. Las
personas que suelen navegar frecuentemente “huelen” tales cosas. Sin embargo,
quizá contra su juicio personal, obedecieron a Jesús, y se encontraron en una
tormenta. La obediencia los condujo al peligro. (Este incidente nos enseña que no
debemos pensar que la obediencia conduce a una vida más fácil, ni deberíamos
suponer que cuando las cosas se desintegran sea siempre una señal de una
desobediencia específica: ¡el proceder de Dios para con nosotros en la vida
cristiana es generalmente mucho más intrincado y complejo que eso!).
¿Pero por qué les condujo Jesús, de forma aparentemente deliberada, a una crisis
así? Para mostrar a aquellos hombres (que bien pueden haber supuesto que ya
estaban maduros en su fe) su profunda debilidad espiritual (Marcos 4:40), y
también para demostrarles que podían confiar en Él como Salvador en cada
situación. En la tormenta les mostró su gloria, y su fe se fortaleció. Algún tiempo
después, exactamente como su Maestro, Simón Pedro también fue capaz de caer
dormido, plácidamente, aun cuando se encontraba en la gran crisis de su vida
(véase Hechos 12:1-6). Así nos aconseja Santiago:
Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas,
sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia ha de
tener su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte
nada (Santiago 1:2-4).
Las aflicciones tienen el mismo uso y finalidad para nuestras almas que el tiempo
helado sobre las ropas que se cuelgan y blanquean: altera el tono del color y las
hace blancas” (4).
Antes que fuera afligido, yo me descarrié, mas ahora guardo tu palabra […] Bueno
es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos […] Yo sé, SEÑOR, que
sus juicios son justos, y que en tu fidelidad me has afligido. (Salmo 119:67,71,75)
(c) Dios nos equipa para el servicio mediante las acciones providenciales que
rodean nuestras vidas. José, tan egocéntrico en su vida juvenil, finalmente llegó a
ver esto después de años de acciones disciplinarias de la providencia divina, y dijo
a los hermanos que lo habían vendido a la esclavitud: “Vosotros pensasteis
hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y
se preservara la vida de mucha gente” (Génesis 50:20).
Tesoros duraderos y sólidos goces nadie sino los hijos de Sion conocen.
3.EL DIABLO anda como león rugiente, dice Pedro, deseoso de devorar y destruir
la fe de los cristianos. Él no va a marcharse simplemente porque hemos venido a
Cristo; por el contrario, sus ataques serán mucho más feroces (1 Pedro 5:9). Él
busca impedir nuestro crecimiento y engañarnos. Hará todo lo que esté en su
poder para persuadirnos a apartarnos de Cristo. Tratará de inducir pensamientos
nada amistosos acerca de Dios en nuestras mentes, como hizo con Eva en el
huerto del Edén: “¿Te puso Dios en este magnífico huerto y te dijo que no podías
comer de ningún fruto en él?” (cf. Génesis 3:1). De hecho, Dios dio libertad a Eva
para comer de todos los árboles, con una única excepción; pero la semilla del
pensamiento [“¡Qué Dios tan cínico y miserable es!”] había sido plantada en su
mente. Satanás la engañó, como ella admitió después (Génesis 3:13).
¿Te das cuenta de lo que quiero decir? No podemos permanecer inmóviles como
cristianos, pues no crecer es realmente retroceder; no desarrollarnos es señal de
una grave enfermedad. Con mayor motivo, debemos tomar en serio la exhortación
bíblica: “Por tanto […] avancemos hacia la madurez […] Y esto haremos, si Dios lo
permite” (Hebreos 6:1-3).
UN CHEQUEO ESPIRITUAL
¿Eres un cristiano saludable y que está creciendo? Antes de que un médico
diagnostique tu estado físico, te hará probablemente una serie de preguntas y
algunas pruebas sencillas (pulso, tensión sanguínea, ojos, oídos, garganta). El
“chequeo espiritual” en las páginas siguientes puede ayudarte a verificar tu salud
espiritual e indicar algunas de las áreas de tu vida cristiana que requieren atención
y remedio inmediatos o a más largo plazo.
2.Nutrición. Estoy siendo nutrido con una dieta saludable de enseñanza bíblica?
¿Quiero oír la enseñanza de las Escrituras y obedecerlas? ¿Estoy deseoso de
estudiarlas por mí mismo? ¿He dado unos pasos tan sensatos para asegurar mi
nutrición espiritual como lo he hecho para asegurar mi nutrición física?
5.Servicio. ¿He hecho una evaluación fiable de los dones que Cristo me ha dado
para llevar sus bendiciones a otros? ¿Sé cuáles son y dónde y cómo utilizarlos?
¿Estoy fortaleciéndolos a fin de servir mejor a otros? ¿O los veo como medios
para mi propio progreso en la Iglesia? ¿Están mi tiempo, talentos, posesiones y
recursos financieros todos a su servicio?
1.Testimonio. ¿Brilla mi vida como luz para el mundo? ¿Es mi vida como sal
preservadora en mi hogar y familia, donde trabajo y estudio, donde vivo y juego?
¿Oro por nuevas oportunidades para testificar de Cristo y las aprovecho?
4.Desarrollo del carácter. ¿Estoy llegando a ser, por la gracia de Dios, una
persona más pura, más amable? ¿Me describiría Jesús como “bienaventurado”?
(véase Mateo 5:11,12)?
5.Obediencia. ¿Amo los mandamientos de Dios y tengo una actitud decidida para
oponerme a cualquier cosa que impida la obra de Dios en mi vida?
Si no tengo muchas posesiones materiales, ¿estoy siendo liberado de la codicia,
la envidia y la avaricia por tener más? Si vivo en la opulencia, ¿domino o estoy
dominado por mis posesiones y mi dinero? ¿Son de Cristo? ¿Encuentro
prácticamente imposible vivir sin ciertas posesiones?
6.Actitud hacia el pecado. ¿Estoy buscando a diario dar muerte al pecado que
permanece en mi corazón y en mi vida? ¿Busco vestirme de las virtudes de
Jesucristo?
Métodos de crecimiento de la
Iglesia Primitiva
abril 8, 2008Biblia, Iglecrecimiento, Libro de los Hechos, Nuevo TestamentoIglecrecimiento, Iglesia
primitiva, Libro de los Hechos, Liturgia, Nuevo Testamento
Introducción:
¿Qué es el método?
Conclusión:
Leer el libro de los Hechos significa, conocer y ser testigo del inicio de la
iglesia y la expansión del cristianismo, leer Hechos significa leer el
crecimiento de la iglesia que Cristo fundo. La iglesia tradicional mal
interpreto el siguiente texto: Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y
sobre esta roca edificaré mi iglesia, Cristo es la roca y sobre El esta
edificada la iglesia, aunque el diablo ha querido destruirla no ha podido.
¡Este principio es tan obvio! Pudiéramos pensar que la gente no lo pasaría por alto, pero sí lo
hace. Ignorar este principio ha traído mucha frustración a la vida de muchos hijos de Dios.
Ahora, en este instante, Dios te dice: “No quiero que esto ocurra contigo”.
Supongamos, por un momento, que un pediatra le dice a una mamá que su bebé está por
debajo del peso normal. Todo lo que la mamá tiene que hacer es ir al mercado, comprar kilos
de buen alimento y administrárselos progresivamente al bebé. Ahora, cuando el doctor pone al
bebé en la balanza, ¡el peso es el correcto, el justo!
Pudiéramos sonreírnos ante la ingenuidad de esta mamá, pero algunos creyentes en Cristo
son así de ingenuos hasta que comienzan a crecer espiritualmente. Comprar un nuevo estudio
bíblico, asistir a otro seminario, suscribirte a una o más revistas cristianas, escuchar esa
emisora cristiana “tan buena”, venir a Internet a “charlar” con tus hermanos en la fe, escribir
para los foros electrónicos e, incluso, leer estas líneas pudieran ser cosas buenas sólo si éstas
no se te transforman en una suerte de droga que te impiden mantener la comunión con el
Padre. A menos que estemos sintonizados con la voz del Padre, a menos que nuestro
crecimiento venga desde adentro, no CRECEREMOS EN LO ABSOLUTO. Cargar con un
impresionante “EQUIPAJE RELIGIOSO” a cuestas, NO GARANTIZA CRECIMIENTO EN
MODO ALGUNO.
SENTIDOS ESPIRITUALES
Hebreos 5:14 nos advierte que tengamos nuestros sentidos espirituales en buena forma, de
modo que tengamos “discernimiento del bien y del mal”. Lo cual, entre otros, aplica a nuestro
sentido espiritual del oído. Cuando Jesús exclamaba “El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo
13:9), no se estaba refiriendo al órgano físico de la audición porque todo el mundo en la
muchedumbre (salvo los sordos, naturalmente) podía oír lo que Él decía. Jesús se refería a la
habilidad que tenía la persona interior de escuchar la Palabra de Dios y de entenderla. “El que
es de Dios, las palabras de Dios oye; Jesús dijo a los fariseos”. “Por esto no las oís vosotros,
porque no sois de Dios” (Juan 8:47). Triste es decir que algunos hijos de Dios son “tardos para
oír” (Hebreos 5:11); sin embargo, que grato es saber que “Sus verdaderas ovejas oyen Su voz
y Le siguen” (Juan 10:27).
El pueblo de Dios también tiene el sentido espiritual del gusto: “Gustad, y ved que es bueno
Jehová; Dichoso el hombre que confía en él” (Salmos 34:8). Los hijos de Dios han “gustado
del don celestial… y asimismo han gustado de la buena palabra de Dios y los poderes del
siglo venidero” (Hebreos 6:4-5). Hemos “gustado la benignidad del Señor” (1 Pedro 2:3).
Cuando leemos Su Palabra, ésta es como “miel a nuestra boca” (Salmos 119:103).
Los no creyentes están espiritualmente ciegos” (Juan 3:3), pero los hijos de Dios tienen visión
espiritual que puede discernir las cosas de Dios. Pablo oraba para que los creyentes en Cristo
en Éfeso pudieran tener los ojos del corazón abiertos “alumbrando los ojos de vuestro
entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las
riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios 1:18) y Pedro lamentaba el hecho
que los creyentes inmaduros tuvieran “la vista muy corta” al punto de la ceguera (2 Pedro 1:9).
Cada vez que abramos nuestras Biblias para leer y meditar, deberíamos orar “Abre mis ojos, y
miraré Las maravillas de tu ley” (Salmos 119:18).
SALUD ESPIRITUAL
Si pusiéramos el mismo empeño que ponemos en cuidar a la persona interior, la persona
escondida en el corazón, que ponemos en cuidar a la persona exterior; si persiguiéramos y
cultiváramos la salud espiritual como hacemos con la salud física, entonces seríamos un
pueblo más santo y feliz. Los hijos de Dios serían fuertes y la obra de Dios prosperaría en este
mundo. Pero somos propensos a cometer el mismo error que los fariseos hicieron en los
tiempos de Jesús: cuidamos lo que la gente ve—la persona exterior—y descuidamos la
persona interior que sólo Dios ve. Jesús comparaba la vida de los fariseos con el trabajo mal
hecho del limpiado de platos. Él dijo:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del
plato,
pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.
¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera
sea limpio.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran
hermosos,
mas por dentro están llenos de huesos de muertos
y de toda inmundicia.
Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro
estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo 23:25-28).
Cuando estamos más preocupados por nuestra reputación que por nuestro carácter, la vida
comienza a corroerse desde adentro; y si nada se hace para parar la decadencia, la vida
eventualmente se desmorona.
La palabra española hipócrita proviene de una palabra griega que significa “actor en escena”.
Los romanos usaban la palabra personae para nombrar las máscaras que los actores usaban
en el teatro de la calle (fácil es colegir que de esta palabra proviene la palabra española
persona). En los dramas griegos como en los romanos, los actores llevaban máscaras que
identificaban sus papeles; y cuando cambiaban los papeles, simplemente cambiaban sus
máscaras (personas). Así, los espectadores sabían cuáles eran las partes de la trama y el
drama no se tornaba confuso.
Los hipócritas son personas que llevan máscaras y pretenden ser otros que realmente no son.
Para ellos, la vida no es real; la vida sólo es un drama en el cual los otros llevan máscaras y
hacen lo mejor para ocultarse a sí mismos de los demás. No obstante, para el creyente en
Cristo la vida es real y la vida es seria, para el creyente en Cristo lo más importante en la vida
no es ver cuánta gente puede impresionar con su reputación sino buscar complacer al Señor
mediante la construcción de un carácter benigno.
He aquí una demostración patente de por qué la vida del creyente en Cristo se vive desde
adentro hacia afuera: “Porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo
que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7); “Sobre toda cosa
guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
MOTIVOS DEL CORAZÓN
Por cuanto el pecado tiene su origen en el corazón, la justicia debe venir del corazón (Mateo
6:1-18), y debemos vivir como aquellos que están bajo el ojo vigilante de Dios. Jesús dijo,
“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra
manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 6:1). En
nuestro “dar” (Mateo 6:1-4), “orar” (Mateo 6:5-15) y “ayunar” (Mateo 6:16-18), debemos actuar
sólo para agradar a Dios y ganar Su aprobación, sin importar lo que la gente pueda pensar. Es
importante que nuestro único motivo sea agradar al Padre que está en los cielos, quien es el
único que puede ver las intenciones escondidas en el corazón; así “tu Padre que ve en lo
secreto te recompensará en público” (Mateo 6:4, 6, 18).
Fe es vivir sin esquemas. Una vez que comienzo a proyectar (visualizar), a dibujar mi camino
dentro o fuera de una situación dada, sé que no estoy viviendo desde adentro. En lugar de
guardar diligentemente mi corazón, estoy engañosamente escondiendo lo que hay realmente
en mi corazón y tratando de impresionar a los otros con mi piadosa reputación. Al intentar
construir mi reputación con la gente alrededor mío, lo que hago es derribar mi carácter dentro
de mí. Así, la tal reputación no vale nada.
¿Cuál fue el primer paso que estos líderes religiosos dieron hacia el pecado y la desgracia?
Ellos comenzaron a llevar máscaras. Descuidaron “la persona escondida del corazón” y
comenzaron a trabajar sobre la reputación mas no sobre el carácter. Gradualmente, el poco
carácter que tenían se consumió dentro. Así se convencieron a sí mismos que podían
evadirse de éste. Como el hombre maligno descrito en Salmos 10, ellos se decían a sí
mismos,
“Dios ha olvidado;
Ha encubierto su rostro;
Phillips Brooks decía que el propósito de la vida era la construcción del carácter a través de la
verdad, con lo cual estamos totalmente de acuerdo. Sin embargo, nos gustaría agregar “para
la gloria de Dios” (creemos que Brooks estaría de acuerdo con esto). Cuando abandonamos la
verdad, no podemos construir carácter. “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo”, clamaba
penitente el rey David, “y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría” (Salmos 51:6).
MENTIRAS INMORTALES
Mark Twain escribió que había evidencia para probar “que una verdad no es muy difícil de
matar y que una mentira bien dicha es inmortal”. Si Twain estuviese en lo correcto, entonces
¿cuáles serían esas “mentiras inmortales” que, cuando son creídas, destruyen el carácter y
destrozan las vidas?
Dios no quiere decir lo que realmente Él dice. Esta es la mentira más vieja en la historia de la
humanidad; ésta puede verse si regresamos al Jardín del Edén hasta el momento mismo en
que Eva estaba siendo tentada por la serpiente (Génesis 3:1-5).
Voy hacerlo sólo una vez más. Este fue el planteamiento con el que Satanás abordó al Hijo de
Dios: “Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mateo 4:9). Pero, ¿con cuánta frecuencia
debemos desobedecer a Dios para convertirnos en pecadores que puedan cosechar lo que
han sembrado? Tal como comer pistachos o papas fritas, disfrutar los placeres del pecado por
sólo una vez es bastante difícil.
Todo el mundo lo hace. Aun cuando todo el mundo estuviera pecando y pudiéramos probarlo,
lo cual no podemos, esto no haría los pecados de otros aceptables para Dios o nuestros
pecados aprobados por Dios. La Biblia lo declara muy claramente, “No seguirás a los muchos
para hacer mal” (Éxodo 23:2).
Puedo reparar los daños de algún modo. El pecado hiere tanto al que lo comete como a la
gente conectada al que lo comete—familia, amigos, vecinos. Ninguna cantidad o gesto alguno
puede compensar los daños ocasionados. La idea de que las consecuencias del pecado
deliberado pueden ser barridas a través de dádivas y el mal recuerdo olvidado, es una idea
nacida en el infierno.
Siendo un chaval, un día Leonardo se encontraba en las afueras de su pueblo. Aún hoy
Leonardo guarda en su memoria el vívido recuerdo de aquel día. Caminando quedamente por
las calles, al lado de sus padres, percibió con claridad el diálogo de dos hombres que
discutían en la acera contigua. Aun siendo muy joven, sabía perfectamente de que iba el
asunto: uno de los hombres quería entrar en la taberna y el otro le decía que no lo hiciera.
“Piensa en tu familia” decía el segundo hombre. “¡Piensa lo que les harás con tu actitud!”
Entonces el primer hombre repetía constantemente, “Les compensaré de algún modo”.
Deberíamos grabar, más que en nuestras mentes, en nuestros corazones esta escena de la
temprana juventud de Leonardo. ¡Es bueno que sea así! De esta manera, ésta siempre nos
estaría recordando que nunca pecamos solos, que siempre de un modo u otro involucramos a
otros.
Nadie sabrá al respecto. Pero Dios sí sabrá y a través Suyo tú. Así, tu carácter sabrá acerca
de tu pecado y sentirá su asalto mortal. Olvidamos nuestras decisiones pero NUESTRAS
DECISIONES NUNCA NOS OLVIDAN. “No te dejes agarrar” pudiera ser el onceavo
mandamiento, pero sea que alguien se entere o no de lo que hemos hecho, aún tenemos que
pagar por nuestros pecados. La erosión gradual del carácter es la tragedia central de una vida
fundada en pecados secretos; y como el árbol que se pudre de raíz, tal vida se derrumbará
por cierto.
Cuando vives para agradar a Dios y mantener saludable a la persona interior, descubres que
la vida gradualmente se unifica. En lugar de correr de aquí para allá, tratando de hacerlo todo
y complacer a todo el mundo, tú tranquilamente enfrentas los retos de cada día sin sentirte
partido en pedazos, sin sentirte desunido. Viviendo así, encuentras que es mucho más fácil
tomar decisiones ya que la vida está centrada en una sola cosa: “buscar primeramente el reino
de Dios y su justicia” (Mateo 6:33).
Al mismo tiempo, la vida se simplifica: ¡Qué precioso regalo del Altísimo en este complejo y
severamente ocupado mundo en que nos toca vivir! Las actividades que una vez eran muy
importantes, ahora aparecen triviales; y encontramos que realmente no necesitamos las
posesiones que “teníamos que tener”. Thoreau decía que una persona es rica en proporción al
número de cosas que no podía comprar, y Jesús le dijo a Marta que “sólo una cosa es
necesaria” (Lucas 10:42). Cuando tú cultivas la persona interior y vives para glorificar a Cristo,
tus valores cambian y tus prioridades cambian con ellos.
Sin transformarte en un estoico, descubres que las circunstancias no te enervan tanto como
solían hacerlo y todo eso que la gente dice o hace no te preocupa como ocurría antes. Así,
experimentas lo que Pablo escribió en Filipenses 4:11: “He aprendido a contentarme,
cualquiera que sea mi situación”. La palabra griega que traduce “contento” significa
“contenido, auto suficiente, adecuado”. Los creyentes en Cristo orientados a cultivar la
persona interior son auto suficientes debido a que son Cristo suficientes. Su fuente de
fortaleza proviene del inmutable Cristo viviendo dentro de ellos, no de los cambiables recursos
del mundo y de la gente a su alrededor.
Las personas que dependen de las circunstancias y de otros para obtener la fortaleza que
necesitan para mantenerse alertas estarán constantemente frustrados y preocupados, tal
como el piloto que vuela un avión cuyo tanque de gasolina está vacío y que no tiene ni tiempo
ni espacio para recargarlo. Pero las personas que dependen de Jesucristo para activar y
motivar su persona interior tienen toda la idoneidad que necesitan para cada circunstancia de
la vida.