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DIA DE MUERTOS EN HUIXQUILUCAN

NOVIEMBRE DE 2018

Al final de la temporada de lluvias, cuando las cosechas ya se han


recolectado y los campos se comienzan a vestir de flores blancas y amarillas, en
Huixquilucan como en todo la republica mexicana se inician los preparativos de una
tradición que caracteriza a nuestra nación: el día de muertos.

Como gran parte de nuestra cultura, la celebración del día de muertos tiene
sus orígenes en una tradición prehispánica que casi toda Mesoamérica compartía,
en el centro de nuestro país, según la cultura mexica o náhuatl se le conocía como
Miccailhuitontli o día de los muertitos, donde se celebraba a los muertos pequeños,
es decir, niños; esta celebración se realizaba en el mes (Tlaxochimaco que se
traduce como “el nacimiento de las flores” o noveno mes del calendario civil o solar
(xiuhpohualli); a principios del mes de agosto del calendario gregoriano que nos rige
en la actualidad. Según la tradición mexica, se elaboraban alimentos dulces para
después llevarlos a las tumbas de los difuntos, durante este mes, se comenzaban
los preparativos para la fiesta del
siguiente mes Xocohuetzi que se
traduce como “la caída de los frutos”
también conocido como Huey
Miccahuiltontli o “gran fiesta de los
muertos” esta celebración se realizaba
a finales del mes de agosto de nuestro
calendario; en esta fiesta se colocaba
un gran tronco de árbol en el centro de
la plaza, en lo alto de tronco se
colocaba la figura de Huitzilopochtli
elaborada con amaranto y miel, los
guerreros subían por el tronco hasta
alcanzar la imagen que después
desmoronaban y lanzaban hacia las
personas que se encontraban abajo, se dice que era el símbolo para hacer que los
muertos en guerra que acompañaban a Huitzilopochtli (sol) en su recorrido,
regresaran a la tierra para festejarlos y agasajarlos.

La llegada de los españoles trajo consigo la religión católica a la cual los


pueblos mesoamericanos tuvieron que sujetarse; esta tradición incluía en el primero
de noviembre la celebración a todos los santos, es decir, a todos los difuntos que
habiendo superado el purgatorio, se encontraban en estado de gracia gozando de
la vida eterna al lado de dios, no importando si en la tierra no eran considerados
santos o beatos; a esta celebración se sumaba la fiesta de los fieles difuntos un día
después, en ella se celebraba a todos los difuntos que aun no alcanzaban la gracia
de dios o bien, que se encuentran en estado de purificación en el purgatorio, a estos
difuntos se les hacían oraciones y ofrendas con el fin de ayudarlos a alcanzar el
objetivo último: vivir en gracia eternamente al lado de Dios.

La amalgama de ambas tradiciones dio como resultado el día de muertos


en nuestra nación que se celebra los días 1 y 2 de noviembre, en Huixquilucan la
celebración del día de muertos se realiza a partir del día primero de noviembre
cuando se colocan los altares u ofrendas llenas de colores, sabores, olores, sonidos
y texturas que enervan los sentidos, son preparados para agasajar a los
“adelantados” en esta fecha también se espera la llegada de los niños difuntos, que
durante la noche llegan a visitar a sus seres queridos, los niños se disfrazan de
catrines y catrinas para recorrer las calles de su comunidad para solicitar su
“calaverita”, o “para su calaverita.” Dentro de sus casas o establecimientos las
personas se preparan con una gran variedad de golosinas que entregan a los niños,
en algunas ocasiones, cuando se acaban las golosinas algunas personas vierten
algunas monedas en el contenedor plástico en forma de calabaza o calavera. Se
cuenta que anteriormente los niños buscaban una calabaza o chilacayote en el
campo, el cual vaciaban y cortaban intrincados diseños en forma de rostro, dentro
de su “calaverita” colocaban una vela encendida y amarraban un alambre o cordón
a manera de asa, para después salir por las noches a las calles a pedir su
“calaverita,” las personas depositaban algunas monedas dentro de la cabeza, una
que otra persona les depositaba dulces o fruta.

Justamente iniciando el día dos de noviembre, llegan los difuntos grandes,


es decir, las personas que fallecieron adultos, para ellos la ofrenda debe estar
preparada por la noche, con las velas que alumbraran el camino y guiaran a los
difuntos a su hogar para disfrutar de los alimentos preparados con mucho respeto
para ellos, tiene que estar el incienso prendido pues se cree que el aroma y el humo
purifica el espacio y rechaza a los malos aires, en la ofrenda de Huixquilucan no
puede faltar, la sal, atole, pulque o tequila, la tradicional flor de cempaxúchitl y por
supuesto de origen netamente europeo: el pan de muerto. A la mañana del día
siguiente se acostumbra ir a las tumbas de los difuntos para limpiarlas, rebozarlas
y colocarles flores y veladoras, en los cementerios es común que los familiares que
no se han visto por mucho tiempo se encuentren visitando la tumba de sus ancestro
y pasen un rato compartiendo algunos detalles de sus vidas o bien, recuperando de
su memorial, las anécdotas o vivencias que compartieron con el difunto, se
recuerdan sus gustos, sus vicios, su forma de hablar, de vestir, de comportarse,
incluso la forma en la que “finó.” De esta manera regresamos a la tierra a los que
se nos adelantaron en ese viaje que todos realizaremos al final de nuestra
existencia, se evocan en la memoria, son recordados, se hacen vigentes, incluso se
enseña a las generaciones más jóvenes a recordar a los ancestros que quizá nunca
conocieron en vida; poco a poco los cementerios se llenan de gente, algunos llevan
alimentos para comer en el cementerio junto a familiares, otros más lleven algún
trago para brindar a la memoria del difunto, unos más, hacen un convivio alrededor
de la tumba de su ser querido, al final es una fiesta, la fiesta de los muertos, que
celebramos los vivos para recordarnos la efimeridad de nuestra vidas y reforzar la
pertenencia a un núcleo familiar.

Mientras se va oscureciendo, la gente recoge sus pertenencias, se despide


de sus difuntos y parten rumbo a sus hogares, dejando atrás un cementerio,
reluciente, rebosantes adornos florales multicolores, predominando el amarillo de la
flor de cempaxúchitl, que de igual manera impregna el ambiente con su singular
aroma; se dice que los difuntos hacen lo mismo, recogen sus ofrendas y retornan al
lugar de su eterno descanso. Por la noche se dice que ya se pueden ingerir los
alimentos que se colocaron en la ofrenda, solo que “se come el gabazo, pues los
difuntos se comen la esencia.” En muy pocas ofrendas de la zona de Santa Cruz
Ayotuxco, se coloca un poco de cal al pie de la ofrenda, se dice que sirve para
observar que los difuntos de verdad llegaron por la noche, pues quedan marcados
los pies sobre la cal.

Tradición mortuoria

Cuando fallece una persona en la comunidad, se llevan a cabo una serie de


procedimientos para preparar al cuerpo en su viaje al mas allá, en primera instancia
se le da “aviso” a los familiares más cercanos del finado, alguno de los familiares se
encarga de los procedimientos legales como ir por un medico para que se otorgue
el certificado de defunción, se le anuncia al delegado municipal de la defunción para
realizar los procedimientos para el sepelio en el cementerio de la comunidad si es
que hay espacio o se busca “el favor” de algún familiar quien posea espacio en el
cementerio de la comunidad para poder sepultar en ese lugar al finado, por lo pronto
en el hogar del difunto se preparan para recibir a los dolientes, amigos y vecinos,
liberando un espacio por lo regular en la sala o comedor, por lo regular se coloca
una lona sobre el patio o la calle, se rentan sillas, se prepara un espacio lo
suficientemente grande para albergar a la gente, luego de que el servicio funerario
ha preparado el cuerpo, se coloca el ataúd sobre un pedestal que es custodiado por
cuatro cirios, una persona que desde este momento llamada “madrina” coloca una
cruz de cal, una mitad de chilacayote (un fruto de la familia de las calabazas, muy
común en la región) un plato con vinagre y cebolla picada, un plato pequeño con sal
y un vaso de agua, por ultimo un sahumerio donde se quema copal; según me
cuentan la cruz de cal sirve para recoger el ama del difunto, la calabaza recoge
también el alma o la sombra del difunto, (quizá en este punto podamos entender
que se conjuntan las tradiciones cristianas con las de origen prehispánico). mientras
que el vinagre y las cebollas tienen el fin de evitar que “el mal humor” “el cáncer”
“los malos aires” se propague entre los asistentes, la sal y el agua representan la fe
y la pureza del difunto, el humo del copal sirve para purificar y sublimar las oraciones
ofrecidas a dios con el fin “salvar el alma” del difunto, de mientras que los cirios
representan la luz que resguardara el cuerpo para que “el malo” no se lo lleve,
aunado a esto se dice que el cuerpo debe ser custodiado toda la noche por cuatro
varones, por lo que los familiares, amigos y vecinos se van turnando para custodiar
el cuerpo. En algunos pueblos como los pueblos de Ayotuxco, Magdalena
Chichicaspa, San Cristóbal Texcalucan, San Bartolomé Coatepec, San Juan
Yautepec, El primer Barrio de la cabecera Municipal: San Martin, existe también la
tradición de acomodar en un costado del cuerpo una serie de elementos que “va a
necesitar el alma del difunto” en su trayecto para alcanzar el último destino: estar a
la diestra de dios. Los elementos que se le colocan son: un par de Huaraches
hechos de cartón, los cuales le servirán al difunto para realizar su trayectoria en el
más allá de una manera menos penosa; unos brotes del árbol de tejocote o pastura,
que servirán para distraer al chivo que representa al “malo” o “diablo” quien
obstaculiza el paso del difunto, unas memelas que se le arrojan como comida a un
perro para que este ayude a cruzar por un ancho rio que debe recorrer el alma del
fallecido; una varita la cual se utilizara como defensa durante el recorrido, un poco
de aguardiente o tequila que ayudara al alma del difunto para mantenerse caliente;
una muda de ropa por si la que lleva el difunto se deteriora y por ultimo unas
monedas que utilizara el difunto para saldar las deudas que pudo haber dejado en
vida. Estos elementos que según la tradición otomí les otorgaba a sus muertos nos
trae a la mente los nueve niveles del Mictlán que debían recorrer los aztecas
fallecidos en cuatro años: el Izcuintlan donde había un río que sólo podía
cruzarse con la ayuda del perro Xolotl; El Tepectli Monamictlan lugar donde
los cerros chocaban entre sí; Iztepetl, o cerro de navajas; Izteecayan o lugar
en el que sopla el viento de navajas; El Paniecatacoyan lugar gelido y
desértico; El Timiminaloayan sendero donde se acribillaban a los pasantes
con puntiagudas saetas; el Teocoyocualloa donde había una fiera que se
comía el corazón de la persona; el Izmictlan Apochcalolca, camino de la
niebla que enceguece; Por último, el Chicunamictla, el lugar de descanso
eterno donde se liberaba el ser.
De alguna manera, la tradición prehispánica del recorrido de los muertos logro
trascender a través del tiempo, aunque en algunos casos como toda nuestra cultura
mexicana, adquirio o cambio algunos elementos por elementos de la tradición
cristiana, un ejemplo es el chivo y las monedas.

Según la tradición, el cuerpo debe ser velado no importando la hora del


fallecimiento, llegando la noche, los vecinos, amigos y familiares se presentan a la
casa del difunto, algunos lleva una veladora que se coloca a los pies del ataúd, otros
mas llevan algunas flores que se van acumulando alrededor del difunto, la tradición
establece que las personas que llegan a ofrecer el pésame, deben pasar a ver el
cuerpo que se encuentra dentro de un ataúd cerrado con un cristal que posibilita el
mirar al interior, luego de esto deben persignarse y permanecer unos instantes
frente al ataúd para después buscar un lugar donde permanecerán algunas horas,
durante la estancia, los familiares ofrecen, café, té y pan, en algunos momentos de
la madrugada cuando el frio es mas intenso se llega a ofrecer un poco de tequila.

A la mañana siguiente, desde muy temprano amigos y familiares masculinos


se encaminan al cementerio para “abrir” la tumba, mientras que las mujeres se
quedan a prepara los alimentos tanto para los hombres que han ido al cementerio,
como para ofrecer de comer a todos los asistentes después del sepelio, la misa que
se ofrece en memoria del difunto se puede realizar tanto en la casa donde se velo
como en la iglesia de la comunidad, luego de esto, se procede a transportar el
cuerpo al cementerio, esto se realiza tradicionalmente a pie, los familiares, amigos
y vecinos se van turnando para ayudar a cargar el cuerpo. Después del sepelio se
invitan a los asistentes a comer, la comida tradicional que se ofrece es arroz y
frijoles, pues se cree que la comida no debe ser placentera, solamente debe ser
alimenticia pues se encuentran en luto.

Al día siguiente, por la noche se inician los “rosarios” que son una serie de
rezos que se ofrecen para el eterno descanso del difunto, en total se realizan 8 días,
al noveno se realiza “la levantada de la cruz” por lo regular para este día se ofrece
de cenar Tamales, pues el ritual se realiza por varias horas, algunas veces hasta el
amanecer. El ritual consiste en presentar la cruz que se va a colocar en la tumba
del recién fallecido, la persona que en un inicio dibujo la cruz de cal y coloco el
chilacayote es por lo regular quien se encarga de entregar la cruz, de no ser así, la
familia designa al “padrino de la Cruz” En el lugar donde se colocó el sarcófago, se
dibuja con flores blancas un rosario, la cruz del rosario es la cruz de cal, en ella se
colocan algunas flores blancas que se denominan el corazón del rosario; con forme
se realizan las oraciones y cantos los familiares van recogiendo las flores que se
colocan en una pequeña caja que se ha construido con ese fin, mientras esto
sucede se va levantando poco a poco la cruz, al final se recogen todas las flores,
los pétalos que se desprendieron de las flores, los residuos de cera la cruz de cal
se recoge con una pequeña escoba y un recogedor miniatura, no debe de quedar
nada de la cal o residuos que “pertenecen al difunto” para este momento la cruz ha
sido puesta de pie totalmente concluyendo de esta manera la “levantada de la cruz”
al día siguiente, nuevamente en procesión se lleva la cruz, la caja con los restos de
la cruz de cal y las flores con las que se formó el rosario, además de llevar la mitad
del chilacayote y la cebolla puestas bajo el sarcófago, todo esto se entierra en la
tumba del recién fallecido, de esta manera se realiza el ritual mortuorio en la zona
tradicional de Huixquilucan.

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