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EL ARTE COLOMBIANO DE LOS AÑOS VEINTE Y TREINTA

En este libro Álvaro Medina hace una profundización de las artes plásticas en los años veinte y
treinta en Colombia y las repercusiones de estos años en la década posterior.

Empieza a contextualizarnos en el panorama de América siendo influida por movimientos


como el cubismo, el futurismo y el ultraísmo, durante este primer capítulo nos habla de la
revista Universidades siendo esta la única publicación colombiana vanguardista que se centró
en los nuevos planteamientos estéticos de la época, la revista se publicó de 1921 a 1922 y
reapareció de 1927 a 1929, esta estuvo a cargo de German Arciniegas durante ambas épocas y
de Baldomero Sanín Cano durante la segunda época.

Universidad se dedicó a promover a nuevos artistas tales como: Jorge Cárdenas, Alfonso
María de Ávila, Lisandro Serrano, Gustavo Lince y Jorge Franklin caricaturistas que si bien
estaban familiarizados con los movimientos de la época, ninguno llego a ser cubista,
abstraccionista o futurista, cada uno logró proponer cosas diferentes mediante la síntesis y la
abstracción de formas. Se destaca a George Franklin que empezó su carrera desde muy joven,
caracterizado por darle una tridimensionalidad a sus caricaturas fue el único de los cinco que
alcanzó el éxito.

Universidad daba gran importancia a la escultura ya que durante esa época se formó un primer
movimiento escultórico coherente en Colombia. Los trabajos que más se destacaron fueron los
de Rómulo Rozo, José Domingo Rodríguez y Ramón Barba que si bien tuvieron un contacto
cercano con Europa decidieron escoger un tema autóctono y dejar lo Europeo en segundo
plano, decidieron darle forma a una identidad desde lo precolombino y lo anecdótico.

A partir de la agitación política que produjo la masacre de las bananeras el 8 de Diciembre de


1828 y el movimiento el 8 de Junio de 1929 se crearon varios grupos como las boinas vascas,
los albatros y los más destacados entres estos, los Bachués quienes estaban conformados por
Darío Archury Valenzuela, Rafael Azula Barrera; Darío Samper, Tulio González, Juan Pablo
Varela y Hena Rodriguez siendo esta la única artista dentro del grupo. Si bien los Bachués
exaltaban el “sabor criollo”, el “aire de jungla” y la “melancolía de indio”, no buscaban regresar
a lo indígena ni mucho menos despreciar lo extranjero y sumirse ante una patria indigenista,
buscaban un nacionalismo trascendente, innovador, tal y como lo expresó Rafael Azula Barrera
“Nuestra pretensión se dirige a una perfecta nacionalización de las cultura adquirida”

Durante el salón 1931 se revelaron promesas de la escultura tales como Luis Alberto Acuña,
José Domingo Rodríguez y José Ramón Montejo, el primero obtuvo el primer premio de
escultura con su obra Mi compadre Chanchón mientras que Rodríguez se destacó con las
catorce piezas que envió dentro de las cuales se destacaron Monumento a la aviación, Eva y
Segador o cosechero mientras que Montejo se destacó por sus obras Las tres Marías, Piedad y
Dolorosas.

Entrando en el campo de la acuarela se encuentra probablemente el artista colombiano más


cuestionado, ni siquiera los movimientos posteriores lograron excusar su obra. Pedro Nel
Gómez quien se caracterizó por suprimir los detalles y más bien tendía a la simplificación de
formas, dicho feísmo pictórico conllevo a que sus obras fueran duramente criticadas por los
academicistas. Su exposición en Bogotá en Julio de 1934 ensanchó los horizontes de la pintura
colombiana sin embargo pocas reseñas se publicaron a pesar de las diversas opiniones que su
obra suscitó.

Reconociendo la búsqueda de los artistas colombianos de la época por un tipo de grafica que
les aportara no solo identidad, sino que una validez dentro del campo intelectual del arte,
Medina explica como los artistas de la época buscaron soluciones tremendamente
tradicionales pero que subvirtieran las convenciones a las que estaban sometidas. Ignacio
Gómez Jaramillo y Luis Alberto Acuña son claros ejemplos de artistas que supieron alejarse de
su forma de trabajo altamente convencional por medio de un trabajo conceptual que les dio
una ventaja frente a sus contemporáneos y los críticos de la época. Dado que ambos trataron
de aplicar estas técnicas tradicionales que elevan al arte a temas “mundanos” para el
intelectualismo de la alta sociedad, pudieron forjar un tipo de reconocimiento por las
identidades ignoradas por esta parte de la sociedad. Ya que estaban en un desesperado
intento de encontrar algún tipo de cultura colectiva a la cual apegarse como artistas.

Esta búsqueda de diferencias temáticas con las academias europeas de las cuales la mayoría
de los artistas colombianos provenían, o por lo menos se vieron influenciados por en su
trabajo, deriva en la necesidad de intentar nuevas maneras de interactuar con la imagen. Las
reivindicaciones de nuevas técnicas se llevaron a cabo de la mano de los procesos políticos por
los que Colombia atravesaba. Por lo que la influencia de México en el avance artístico nacional
fue uno de los mayores impulsos que se dio, incluso si las circunstancias sociopolíticas
colombianas no reflejaban de manera exacta a las mexicanas (lo cual desataría polémica
intelectual por las maneras de expresión ligadas a estas).

La exploración de murales y frescos de artistas colombianos tristemente se vio encendida y


apagada por sus circunstancias políticas. Las cuales sofocaron un movimiento intelectual
centrado en la colectividad y permitieron que la crítica académica del arte destrozara a artistas
que demostraron en su trabajo un claro periodo de transición entre los cuadros de oleo de
caballete y los murales con maneras de expresión diferentes a las necesitadas.

Pero la necesidad de nuevas maneras de expresión por parte de los artistas colombianos no
solo se detuvo con los murales. La validación de diferentes tipos de gráfica y diciplinas se dio
de manera natural a medida que los artistas se desprendían de los problemas de los
académicos. El dibujo, el diseño gráfico, la cerámica y el grabado tomaron importancia a
medida que los artistas reivindicaron las posibilidades dentro de ellas.

El caso del dibujo es importante ya que paso de ser una pieza de boceto sin valor que solo sirve
como parte de un proceso y exploración del artista a representar un momento de expresión
total que los artistas colombianos como José Posada y Ramon Barba desarrollaron y lograron
crear un lenguaje esquemático y poderoso capaz de defenderse incluso solo con una línea en
movimiento y con grosor definido entran a jugar en la tensión.

Parecido al muralismo, el diseño grafico vivió un momento de relevancia que no logro florecer
de la manera esperada. Aun asi, diseñadores dedicados a la publicidad como Pepe Mexia
lograron adentrarse en el subconciente del espectador por medio de publicidades potentes e
imágenes logrqadas con un mensaje pertinente de comercialización. Sin embargo, el desarrollo
de las publicaciones que empezaron a cultuvar un diseño grafico, aunque innovaron y se
consideran algunos de los proyectos impresos mas ambiciosos de la época, se desvanecieron
dejando en circulación las mismas publicaciones que se adentraron a procesos convencionales
y contextuales comunes de las espoca.

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