Lo que violenta mi conciencia ética al momento de pensarme el cine es ver como el
aprovechamiento del dolor ajeno pareciera necesario en ocasiones para sacar adelante buenos proyectos audiovisuales, lo puedo percibir en su mayoría en las películas documentales, pero también en la ficción.
Creo que algunos documentalistas se ocultan tras la reivindicación de un individuo, grupo o
comunidad que aún no sabe gestionar su dolor, para alzar su ego de realizador bajo un dudoso discurso de filantropía. El más reciente caso que vi fue en el film La libertad del diablo de Everardo González en el que a partir de testimonios de víctimas y victimarios se explora el fenómeno de la violencia en México. El método de fondo de Everardo me parece intrusivo, en la manera que realiza las entrevistas, casi ofensivo. Uno de los testimonios es el de un hombre que fue detenido, torturado y violado por la policía, como espectadores podemos notar la incomodidad del sujeto al revivir la angustia de aquella experiencia. Muchos estudios han demostrado que el cerebro no distingue entre vivir algo y recordarlo, es decir, que el recuerdo puede ser tan vivido y por lo tanto causar las mismas consecuencias psicológicas que la experiencia misma. Aun así González no duda en interrumpir el relato del hombre y preguntarle de manera hiriente, si sus violadores se reían al perpetrar el acto. Creo que los testimonios requieren de sensibilidad, y en este momento en el que estoy cursando taller documental, me asaltan las dudas sobre cómo manejar la escucha de un testimonio, no quisiera estar sedienta por hallar algo que ya es un preconcepto en mi proyecto. El otro aspecto y creo que es el más inquietante sobre este documental, es la propuesta plástica del director, de hacer que todos los personajes se pongan una máscara que solo deja ver sus ojos y sus bocas. Creo que esta puesta en escena, aunque transporta un claro mensaje, es ofensiva e incómoda para los actores que al llorar manchan sus máscaras, además les quita su individualidad para pasar a ser parte del proyecto plástico de Everardo González
La otra cara de la moneda se trata de la dirección de actores en la ficción, se que no hay
nada como ver una expresión genuina en la pantalla, pero me cuesta tener que hacer que el actor entre en un estado nostálgico para conseguirla. Es mi experiencia personal pero a veces me cuesta distinguir entre el personaje y el actor, y eso me hace entorpecer un poco el proceso, sé que es necesario para los fines audiovisuales, pero me conflictúa el tener que llevarlo a cabo, aun así, sé que lo haría, y es por esta misma razón que se ocasiona el conflicto interno.