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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

María Alejandra Cárdenas Martín

La ética del dolor que no es propio

Lo que violenta mi conciencia ética al momento de pensarme el cine es ver como el


aprovechamiento del dolor ajeno pareciera necesario en ocasiones para sacar adelante
buenos proyectos audiovisuales, lo puedo percibir en su mayoría en las películas
documentales, pero también en la ficción.

Creo que algunos documentalistas se ocultan tras la reivindicación de un individuo, grupo o


comunidad que aún no sabe gestionar su dolor, para alzar su ego de realizador bajo un
dudoso discurso de filantropía. El más reciente caso que vi fue en el film La libertad del
diablo de Everardo González en el que a partir de testimonios de víctimas y victimarios se
explora el fenómeno de la violencia en México. El método de fondo de Everardo me parece
intrusivo, en la manera que realiza las entrevistas, casi ofensivo. Uno de los testimonios es
el de un hombre que fue detenido, torturado y violado por la policía, como espectadores
podemos notar la incomodidad del sujeto al revivir la angustia de aquella experiencia.
Muchos estudios han demostrado que el cerebro no distingue entre vivir algo y recordarlo,
es decir, que el recuerdo puede ser tan vivido y por lo tanto causar las mismas
consecuencias psicológicas que la experiencia misma. Aun así González no duda en
interrumpir el relato del hombre y preguntarle de manera hiriente, si sus violadores se reían
al perpetrar el acto. Creo que los testimonios requieren de sensibilidad, y en este momento
en el que estoy cursando taller documental, me asaltan las dudas sobre cómo manejar la
escucha de un testimonio, no quisiera estar sedienta por hallar algo que ya es un
preconcepto en mi proyecto. El otro aspecto y creo que es el más inquietante sobre este
documental, es la propuesta plástica del director, de hacer que todos los personajes se
pongan una máscara que solo deja ver sus ojos y sus bocas. Creo que esta puesta en escena,
aunque transporta un claro mensaje, es ofensiva e incómoda para los actores que al llorar
manchan sus máscaras, además les quita su individualidad para pasar a ser parte del
proyecto plástico de Everardo González

La otra cara de la moneda se trata de la dirección de actores en la ficción, se que no hay


nada como ver una expresión genuina en la pantalla, pero me cuesta tener que hacer que el
actor entre en un estado nostálgico para conseguirla. Es mi experiencia personal pero a
veces me cuesta distinguir entre el personaje y el actor, y eso me hace entorpecer un poco el
proceso, sé que es necesario para los fines audiovisuales, pero me conflictúa el tener que
llevarlo a cabo, aun así, sé que lo haría, y es por esta misma razón que se ocasiona el
conflicto interno.

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