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Indice
Sinopsis ................................................................................................................... 4
Nota a nuestros lectores.......................................................................................... 5
Colaboradoras ......................................................................................................... 6
Capítulo Uno ........................................................................................................... 7
Capítulo Dos.......................................................................................................... 21
Capítulo Tres ......................................................................................................... 29
Capítulo Cuatro ..................................................................................................... 43
Capítulo Cinco ....................................................................................................... 54
Capítulo Seis ......................................................................................................... 69
Capítulo Siete ........................................................................................................ 81
Capítulo Ocho ....................................................................................................... 95
Capítulo Nueve.................................................................................................... 111
Capítulo Diez ....................................................................................................... 122
Capítulo Once ..................................................................................................... 135
Capítulo Doce...................................................................................................... 144
Capítulo Trece ..................................................................................................... 154
Capítulo Catorce ................................................................................................. 164
Capítulo Quince ................................................................................................... 175
Capítulo Dieciséis ................................................................................................ 189
Capítulo Diecisiete ............................................................................................. 202
Capítulo Dieciocho .............................................................................................. 214
Capítulo Diecinueve ............................................................................................ 233
Capítulo Veinte .................................................................................................... 244
Capítulo Veintiuno ............................................................................................... 258
Capítulo Veintidós ............................................................................................... 268
Capítulo Veintitrés ............................................................................................... 279
Capítulo Veinticuatro ........................................................................................... 289
Capítulo Veinticinco ............................................................................................. 301

2
Capítulo Veintiséis ............................................................................................... 320
Capítulo Veintisiete ............................................................................................. 330
Capítulo Veintiocho ............................................................................................. 345
Capítulo Veintinueve ........................................................................................... 359
Sobre la autora .................................................................................................... 366

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Sinopsis

Detective privada a tiempo parcial y ángel de la muerte a tiempo completo, Charley


Davidson se hizo un montón de preguntas a lo largo de su vida: ¿Por qué puedo ver
gente muerta? ¿Quién es el ardiente ser sobrenatural que me sigue? ¿Cómo elimino
el chicle del pelo de mi hermana antes de que se despierte? Pero, “¿Cómo atrapo
no solo un dios malvado, sino tres?” nunca estuvo entre ellas. Hasta ahora. Y dado
que esos dioses están en la Tierra para matar a su hija, no hay otra que rastrearlos,
atraparlos, y echarlos de esta dimensión.

Pero uno de ellos robó su corazón hace mucho tiempo. ¿Puede el “Destructor” un
dios de auténtica muerte y destrucción cambiar su lugar omnisciente, o su lealtad
se encontrará de parte de sus hermanos?

Esas son solo algunas de las preguntas que Charley debe contestar, y rápido.
Añade a esto una chica sin hogar huyendo por su vida, un hombre que ha sido
incriminado por asesinar a una mujer que está muy viva, y un colgante de Cristal
Celestial que tiene al mundo sobrenatural al completo alborotado, y Charley tiene
las manos llenas. Si puede manejar todo el asunto de los dioses que quieren destruir
el mundo entero, estamos salvados. Si no,
Bueno…

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Nota a nuestros lectores
Este es nuestro primer proyecto como grupo de traductoras.
“Ángeles de Charley”, se preguntarán por qué el nombre, pues Charley
nos juntó y nos unió con un fin común, que es darle continuidad a libros
que fueron tomados por foros y abandonados en el proceso quedando
inconclusos; nuestra misión es rescatarlos y continuar estas historias.

Este traducción está hecha para quienes disfrutan de las aventuras de


nuestra Charley Davidson, amamos a este personaje que nos divierte
con cada una de sus aventuras y lamentablemente no llegan a nuestros
países en idioma español dificultando la continuación de esta saga
increíble.

No pretendemos ser o sustituir el original, ni mucho menos desvalorizar


el trabajo de los autores. Asimismo ningún colaborador de este grupo
recibió una retribución monetaria y se prohíbe la venta de este material.

Somos un grupo de chicas que decidió darle continuación a esta


maravillosa saga, si tienes la posibilidad de adquirir el libro hazlo.

Una mención honrosa para todas las personas que colaboraron en la


formación de este texto, que fue traducido en tiempo record, sin ustedes
esto no podría ser, gracias.

¡¡¡Disfruta la lectura!!!

5
Colaboradoras

Traductoras
Rofletcher
Kath0488
Amira
Vblack26
Mileg
Alessita
Osmary
Carla
.Tania.

Correctoras
Kath0488
Tania

Diseño
Janna
Alessita

Lectura Final
Janna
Dany

Moderadora
Dany

6
Capítulo Uno

“Charley Davidson: Quizás nació así. Quizás solo es la cafeína.”

Ignorando a la niña muerta de pie junto a mí, crucé mis pies desnudos sobre
el alféizar, tomé un sorbo de mi café ultra caliente, y observé el amanecer desde la
ventada de mi apartamento en el tercer piso. Un suave color amarillo escalaba
desde el horizonte y se estiraba a lo largo de él como si fueran gotas de colorante
suspendidas en el agua. Lazos de color rosa, naranja y violeta rápidamente lo
siguieron, toda una sinfonía lenta y exquisita, una seducción de los sentidos. O lo
habría sido, si no fuera por la niña muerta de pie junto a mí.

Ella sacó su pequeña cadera, ancló un puño sobre ella, y dejó escapar un largo
suspiro de molestia, para mi beneficio. Yo seguí ignorándola. Había pocas cosas en
la vida más irritantes que los hijos de otras personas. El infierno, quizás. Estuve allí,
pasé por ello. Pero por el momento, lo único que estaba complicándome mi serena
mañana era una pequeña bestia de cabello rubio y ojos azules, vestida con un
pijama de pastelitos de fresa.

— ¿Vas a leérmelo o no? – preguntó, refiriéndose a nuestras recientes aventuras


en la tierra de Harry Potter.

Dejé lo que estaba haciendo, que básicamente era tratar de no babear en mi taza.
Siendo una mixologa1 profesional, sentía la necesidad de experimentar de vez en
cuando con mi elíxir matutino. Para avivarlo un poco. Para crear nuevas mezclas de
grandeza a las que otros solo podían aspirar conseguir. Esta mañana, sin embargo,
solo me había limitado a presionar el botón derecho en el Sr. Café. Al menos creo
que presioné el derecho. Podría haber encendido una bomba nuclear, hasta donde
sabía.

—Ya te lo leí 7.843 veces.

Ella frunció sus arqueados labios, haciendo que pequeños hoyuelos se le formaran
en las esquinas de la boca. Pero estos no eran hoyuelos de felicidad. Eran hoyuelos
de decepción. Hoyuelos de frustración, irritación y furia.

1
Se refiere a un bartender o chef de bar profesional.
7
Dejé caer mi cabeza, avergonzada.

¡Es broma!

Volví mi mirada hacia la ventana y la ignoré.

—Me lo leíste dos veces.

—Lo que significa dos veces más de lo normal en mi manual – le respondí,


enfocándome en la espectacular vista frente a mí, notando que para cualquier otra
persona, mi apatía hacia la pequeña criatura podría parecer demasiado fría. Huraña.
Incluso cruel. Pero acababa de desocuparme de un caso que me había tenido
acechando toda la noche e involucraba a una mujer, es decir, mi cliente, quien
juraba que su esposo se escapaba en las noches para encontrarse con su asistente
personal para un poco de asistencia muy personal. Y quería pruebas.

Después de haberme duchado, lo único que quería hacer era beber la llave de la
vida misma, disfrutar de los colores explotando frente a mí y decidir cómo le diría a
mi cliente que su esposo no estaba engañándola con su asistente personal. Estaba
engañándola, en cierta forma, con los chicos universitarios que rentaban el
apartamento que tenían encima del garaje. Se escapaba para jugar videojuegos y
disfrutar un poco de medicina anti estrés basada en cierto vegetal. Después de
haber conocido a su esposa, difícilmente podría culparlo. Ella convertía el ser
mandona en un deporte extremo.

Ahora solo tenía que descubrir algún modo de explicarle en qué andaba metido su
esposo. Incluso aunque no había nada sexual en las aventuras de él, una mujer
como esa seguiría sintiéndose traicionada. Sin embargo, si conseguía darle un giro
distinto a los hechos, podría disminuir las consecuencias cuando le contara la
noticia. Así que, en lugar de mi plan original de decirle: —Tu esposo está
escapándose de ti por unas cuantas horas de dichosa recreación porque eres una
loca y él necesita un descanso, —pensé en decir algo como: —Tú esposo está
escapándose para ayudar con sus tareas académicas a los chicos universitarios
que rentan tu apartamento. Los aconseja sobre cómo permanecer concentrados sin
importar lo que la vida les arroje en el camino (o a quién les arroje), les enseña como
lograr sobrellevar un mal día (o un mal matrimonio) y seguir adelante. Incluso les
advierte sobre los peligros del consumo de drogas ilegales.

Seh. Asentí con mi cabeza, bastante orgullosa de mí misma. Eso debía decir para
cuando terminara con ella, lograría que piense que su esposo era un paladín de los
pobres. Un defensor de los reprimidos. Un salvador de los que sufren.

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¡Un héroe!

Tomé otro sorbo, ignorando un suspiro más proveniente de la irrespetuosa bestia a


mi lado, y me dejé ir. Solo un poco. Solo lo justo para ver el otro lado. El
supernatural. Porque no había nada más espectacular que ver el amanecer en el
mundo mortal, el tangible, desde el punto de vista del mundo inmortal. Uno parecía
afectar al otro. Las rugientes y poderosas tormentas del reino supernatural parecían
crecer aún más. Volverse incluso más brillantes. Como si de algún modo nuestra
luz solar se filtrara hacia el dominio de los inmortales.

Tenía sentido. Los habitantes del mundo sobrenatural también tendían a infiltrarse
en nuestro mundo. En algunas ocasiones.

El milagro de que pudiera moverme de un plano al otro no pasaba desapercibido


para mí. Durante un mes, viví entre los dos mundos, sin tener idea de cómo controlar
dónde me paraba en cada uno.

En defensa propia, tenía amnesia. No tenía idea de quien era yo. De qué era yo. El
hecho que era un dios de otra dimensión, quien se había ofrecido a ser el Ángel de
la Muerte en este, era algo que iba mucho más allá de mi imaginación, e incluso
siendo amnésica, era bastante malditamente imaginativa.

Ahora que tenía todos mis recuerdos – tanto buenos como malos – veía mi misión
como la versión celestial de los Cuerpos de Paz. Trabajo voluntario para el bien de
algunas personas y, por ende, para el bien de todos.

Eso fue una semana atrás. Había estado de regreso en Albuquerque por una
semana. Había tenido mis recuerdos de regreso por una semana. Y todavía seguía
sintiéndome desorientada. Desequilibrada. Como un trompo que se tambaleaba
pero sin llegar a detenerse. Uno que no podía caer. Tenía demasiadas cosas que
hacer.

Mi mejor amiga-barra-recepcionista, Cookie, estaba preocupada. Me daba cuenta


de ello. Fingía con el rostro alegre cada vez que yo entraba a su oficina o a su
apartamento sin anunciarme, una acción que mi tío Bob, también conocido como su
nuevo esposo, no apreciaba mucho. Pero una de las ventajas – o desventajas,
dependiendo del punto de vista de cada uno – de pertenecer al lado supernatural
de las cosas, era poder sentir las emociones de los demás. Y yo podía sentir la
preocupación que la consumía cada vez que ella me miraba.

Ella tenía razón. Yo no había sido la misma desde que regresé, pero por una buena
razón. Tres, en realidad. Bueno, tres principalmente, de cualquier modo.
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Primero, mi hija había sido alejada de mí cuando apenas tenía dos días de vida.
Fue para su bien. Para mantenerla a salvo, no tuvimos otra opción más que enviarla
lejos. Pero eso no lo hizo más fácil. Probablemente porque la culpa era mía, y
solamente mía.

Aparentemente, estaba hecha de esta luz brillante que guiaba a los muertos, a
aquellos que no llegaban a cruzar cuando morían, hacia mí. Una cosa genial, ¿no?
Siempre consideré que la luz era un bonito detalle de ser el ángel de la muerte. Eso
fue antes de tener una hija, que estaba destinada a destruir a Satanás y a salvar el
mundo. Ahora esa misma luz funcionaba para guiar a nuestros numerosos y
poderosos enemigos directamente hacia mí. Y, por ende, directo hacia mi hija.

No enviamos lejos a Beep para que esté segura. Más bien la enviamos lejos de mí
para que esté segura. Su propia madre. Su matriarca. La mujer que le dio la vida.
En el fondo de un pozo, ni más ni menos. Larga historia. Así que el tormento que
sentía mi corazón roto era un peso constante en mi pecho y, desafortunadamente,
en mi humor.

Segundo, en un intento de devolverme mis recuerdos, mi padre había cruzado a


través de mí. Cuando las personas cruzan, sus vidas pasan con velocidad en mi
mente. Cuando mi padre cruzó, me inundaron los recuerdos de mi misma a través
de sus ojos. Vi el amor que sentía cada vez que nos miraba a mi hermana y a mí.
Sentí el orgullo que hinchaba su corazón al doble de su tamaño normal. Pero por
muy maravilloso e increíble que fue, lo había perdido. Ahora estaba a salvo en el
otro lado de esta dimensión, un reino al cual yo no tenía acceso. No que yo lo sepa,
al menos.

Pero el que cruzará fue solo la causa predecesora a la segunda razón de mi estado
melancólico. Cuando la vida de mi padre pasó a través de mi mente, también se
aseguró de que yo viera lo que él había aprendido desde su muerte. En un instante,
aprendí secretos de un mundo oculto del que jamás había escuchado hablar. Espías
y traidores. Anarquistas y herejes. Alianzas perdidas y naciones ganadas. Y
guerras. Miles de guerras que duraron millones de años. Pero lo más importante
que él quería que yo supiera era que Reyes – mi esposo, mi alma gemela, y el padre
de Beep – era también un dios.

Un dios.

Pero no cualquier dios. Era uno de los tres dioses de Uzan. Tres hermanos que solo
conocían de muerte y destrucción. Quienes devoraron millones. Quienes comieron
mundos como otros comen palomitas de maíz. Peor, él era considerado el más
peligroso de los tres, el más sediento de sangre, antes de que Satán lo engañara,
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lo atrapará, y utilizará la energía del dios para crear a su hijo, Rey’aziel. También
conocido como Reyes Alexander Farrow.

Así que mi esposo era un dios – un dios malvado – que había destruido mundos y
vidas por donde sea que pasara. Quién era conocido a lo largo de miles de
dimensiones como el Arrasador. Y yo estaba casada con él.

Pero había muchas cosas que yo no terminaba de entender. No tenía idea de que
yo fuera un dios. No en realidad. No hasta que aprendí mi nombre celestial. Cuando
eso sucedió, todos los recuerdos que tenía como un dios regresaron a mí. Se
supone que no debía oír mi nombre celestial hasta que mi cuerpo terrenal muriera.
Hasta que pudiera tomar mis deberes como Ángel de la muerte. Pero una serie de
eventos desafortunados obligaron a un amigo a que susurrara mi nombre en mi
oído. Ahora tenía el poder de la mismísima creación en las puntas de mis dedos, y
solo una pizca de conocimiento sobre qué hacer con él, o cómo controlarlo, un
hecho que ponía a Jehovah, el Dios de esta dimensión, un poquito nervioso. Todo
esto de acuerdo con su arcángel, Miguel.

Miguel y yo no nos llevamos muy bien. Trató de matarme una vez. Me niego a ser
amiga de cualquiera que intente matarme.

Pero Reyes había escuchado su nombre celestial. Incluso había conocido a los
otros dos hermanos. Su padre lo prestó para luchar junto a ellos durante una guerra
particularmente fea entre dos reinos. ¿Acaso sabe que es un dios? ¿Sabe que el
ingrediente más importante que usó su padre al crearlo, el que lo hacía tan
poderoso, era un dios? Incluso si no lo sabía, ¿cuánto del dios Arrasador controlaba
las acciones de Reyes? ¿Cuánto de él es un dios? ¿Demonio? ¿Humano?

Dicho de otro modo, ¿él era bueno o malo?

Toda la evidencia apuntaría a lo segundo. Y difícilmente era su culpa. Fue forjado


en el fuego del pecado y la perdición. ¿Acaso eso lo afectó? ¿Acaso la maldad que
ardía por siempre en su dimensión natal lo guío a medida que fue creciendo?
¿Mientras él luchaba por sobrevivir las crueldades de ser criado en el infierno por
un amargo ángel caído? ¿Mientras destacaba entre los distintos soldados para
convertirse en el general del ejército de su padre? ¿Para comandar legiones de
demonios? ¿Para guiarlos hacia la guerra y el sacrificio?

Después de todo este tiempo, después de todo por lo que habíamos pasado, pensé
que conocía a mi esposo. Ahora, no estaba tan segura.

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Una cosa que sí sabía era que necesitaba aprenderme su verdadero nombre de
dios. No era Arrasador. Ese término debía ser una interpretación de su verdadero
nombre. O quizás un apodo. Si me sabía el verdadero nombre de Reyes, podría
hacer lo que hizo Satán. Podría atraparlo, si era necesario, en el Cristal celestial
que mantenía junto a mí todo el tiempo.

Regresé a este plano, palmeé el pendiente en el bolsillo de mis pantalones y me


giré hacia la niña junto a mí. La que claramente no tenía intenciones de irse.

Después de forzar mi más grande y falsa sonrisa, la que estaba hecha de irritación
y removedor de pintura, le pregunté: — ¿Por qué no le pides a Rocket que te lea?

Rocket era un amigo en común que había muerto en un asilo mental en la década
de los 50’s. Era además un sabio que conocía el nombre de cada ser humano en la
Tierra que vivía y moría. Todos. Fresa, como solía llamarla, habitaba el lugar con él
y su hermana, Blue, aunque no estoy segura que los muertos realmente habiten
algún sitio. No había visto a Rocket en semanas, y su lugar era el primero en mi lista
de lugares a visitar hoy, ahora que mi único caso estaba casi terminando.

Fresa se cruzó de brazos — Él no puede leérmelo.

— ¿Por qué no?

Estaba esperando que me dijera: — Porque está muerto, y no puede voltear las
páginas – pero lo que obtuve fue: — Porque no sabe leer.

Finalmente levanté una mirada semi interesada hacia ella — ¿A qué te refieres con
que no sabe leer? Escribe los nombres de los muertos en todas las paredes.

Ese era su hobbie preferido. Rocket rayaba las paredes con miles y miles de
nombres en el asilo abandonado, todo el día, todos los días. Era fascinante verlo.
Durante cerca de cinco minutos, a partir de los cuales mi TDAH 2 comenzaba a surtir
efecto y de repente me surgían sitios para visitar y personas para ver.

Ella rodó sus ojos —Por supuesto que puede escribir nombres. Duh, es su trabajo.
Eso no significa que pueda leerlos.

Eso tenía tanto sentido como los Reality de TV.

2
Trastorno por Deficit de Atención Hiperactivo
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—No son para que él los lea, de cualquier modo – añadió ella, mientras levantaba
un borde de mi camiseta que decía MI CEREBRO TIENE DEMASIADAS
PESTAÑAS ABIERTAS. — Son para ella.

Por muy intrigada que debería estar, la intriga no era tan intrigante como una se lo
imaginaría a las seis de la mañana. Especialmente después de haber pasado casi
toda la noche despierta. Tomé otro sorbo de café. Estudié el vapor que se elevaba
desde la taza como una columna. Me pregunté si debía utilizar mis poderes durante
las siguientes veinticuatro horas para el bien o el mal. El mal sonaba más divertido.

Finalmente, con la paciencia de un Santo bajo efectos de Alprazolam3, le pregunté:


— ¿Para quién, amor?

Sus enormes ojos rebotaron contra los míos — ¿Para quién, qué?

Me giré hacia ella — ¿Qué?

— ¿Qué?

— ¿Qué fue lo que dijiste?

— ¿Para quién qué?

Luché contra la necesidad de rechinar mis dientes hasta hacerlos polvo y pregunté
— Si no son para Rocket, ¿para quién – o quienes – están escritos?

Ella frunció sus labios y se dedicó a enredar mechones de mi cabello entre sus
pequeños dedos — ¿Para quiénes está escrito qué?

Ya la había perdido. Y de repente me entraron unas terribles ganas de venderla al


mercado negro, aunque no me beneficiaría en nada. La pobre cosita se ahogó
cuando tenía nueve años. No muchos en la Tierra podían verla. Con mi suerte me
la devolverían y me pedirían un reembolso. Luego tendría que marcar el alma del
pervertido, para que fuera al infierno, por intentar comprar un niño en el mercado
negro. Seriamente, ¿qué demonios?

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Fármaco derivado de las benzodiazepinas que se utiliza para el tratamiento de los estados de
ansiedad, especialmente en las crisis de angustia como la agorafobia, ataques de pánico y estrés
intenso.
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Tomé otro sorbo para darme fuerzas y luego lo expliqué lo más simplemente que
pude — Los nombres que Rocket escribe en las paredes del asilo. Si él no puede
leerlos, ¿para quién es?

— ¡Oh, esos! – repentinamente emocionada, intentó desenredar sus dedos y se


llevó la mitad de mi cabello con ella. Estiró sus brazos como si fueran alas y
comenzó a correr en círculos alrededor del apartamento, haciendo sonidos de
máquinas. No tengo idea por qué — Esos son para Beep.

Detuve el masaje a mi dolorido cuero cabelludo — ¿Beep? – un escalofrío me


recorrió la piel — ¿Mi Beep?

Ella se frenó el tiempo suficiente como para dedicarme una mirada exasperada
antes de retomar su vuelo alrededor del apartamento. No literalmente — ¿Cuántas
Beeps conoces?

Parpadeé hacia ella durante un sólido minuto con mi boca ligeramente abierta. La
saliva cayó desde una de las esquinas mientras intentaba hacerme una idea de lo
que me acababa de decir. Si solo tuviera más células en el cerebro a las 6 A.M…
las mías ni siquiera comenzaban a unirse hasta cerca de las 7:12, y haber pasado
toda la noche despierta no ayudaba en absoluto.

Mientras permanecía sentada evaluando la declaración de Fresa, el hijo de Satán


apareció desde nuestra habitación vestido solo con los pantalones grises del pijama
y una expresión de no haber dormido nada. Los pantalones colgaban bajos en sus
musculosas caderas. Su expresión se oscureció aún más. El cabello negro
apuntaba elegantemente en numerosas direcciones. Densas pestañas cubrían
brillantes ojos marrones. El chico definía la palabra Sex Appeal.

Pero tenía que recordar quién era él. Ya era demasiado malo que su padre fuera el
enemigo público número uno, ¿pero ser un dios malvado de otra dimensión? Eso
era un montón de maldad empacada en un solo cuerpo, no importa cuán suculento
fuera.

Tendría que haber adivinado hace mucho que él era más de lo que se mostraba a
nuestros ojos. Incluso apenas despierto tenía una forma de caminar poderosa.
Suave. Elegante. Como si fuera un enorme gato. Me dejé ir hacia el reino
sobrenatural y noté la oscuridad que emanaba de su cuerpo, como si fuera una capa
cayendo en cascada sobre sus hombros. Bañando su espalda. Acumulándose a sus
pies.

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El fuego que lo bañaba en tonos amarillos, naranjas y azules lamía su suave piel
como una capa de pecado. Se metía entre los valles de fuerte músculo. Y seguía
cada movimiento que hacía. Era como si estuviera tan vivo como él.

Fresa no notaba nada de eso. Su despreocupada pequeña mente, al igual que su


cuerpo, giraba en círculos como si no acabara de arrojarme una bomba. ¿Qué
podrían significar esos nombres para Beep? No tenía sentido.

— ¿A qué te refieres, cariño? — le pregunté, suprimiendo una risita cuando Reyes


notó a la pequeña bestia acercándose a su pequeño árbol de caucho. No es como
si realmente ella pudiera derribarlo.

En lugar de respuestas, obtuve — Adoro el algodón de azúcar. Me casaría con él si


pudiera — giró como si fuera a aterrizar, deteniéndose lo justo para atrapar algo de
viento y luego volvió a despegar — Puedo olerlo algunas veces. Había una casa
incendiándose, pero no pude olerla. No puedo oler perfumes o la pasta, o las
naranjas, pero puedo oler el algodón de azúcar. Aunque solo algunas veces. Todo
rosa y esponjoso. ¿Te gusta el algodón de azúcar?

Estaba ocupada observando a mi esposo encaminarse hacia la cocina, tratando de


evitar que la suave sonrisa que él me arrojó desde allá no calmara del todo el
tumulto que sentía en mi interior.

— Los daiquiris de algodón de azúcar – le respondí, incapaz de alejar mi mirada de


él.

Habíamos recaído en una serie de pequeñas conversaciones y silencios


incómodos. Y no tenía idea de por qué. No tenía idea de qué había hecho. Para un
hombre que apenas podía mantener sus manos lejos de mí la semana anterior, esta
nueva forma de tortura me resultaba desconcertante.

¿Acaso sabía él que era un dios? Más importante, ¿sabía que yo sabía que era un
dios?

Tal conocimiento definitivamente lograría ponerlo tenso. Pero entonces, ¿por qué?
Yo era un dios. ¿Por qué él no podría ser uno también? Quizás había más al
respecto, de lo que yo sabía. O quizás su reciente desinterés no tenía nada que ver
con eso.

Quizás tenía que ver con que yo había hecho exactamente lo que él había predicho
que haría. Lo olvidé. Cuando aprendí mi nombre celestial, lo olvidé. Él dijo que lo
haría. No – esperen – él dijo que yo lo dejaría, y que luego lo olvidaría. Dos por dos.
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Pero la amnesia era una buena excusa para justificar no recordar a alguien. Y no
es como si lo hubiera hecho a propósito.

El hecho de que fuera jodidamente sexy no ayudaba con nada. Los pantalones del
pijama no servían para esconder el hecho de que tenía el trasero más perfecto que
hubiera visto en mi vida. Como si fuera de acero. Con forma perfecta. Con profundos
huecos a cada lado. Todo sólido y músculo duro como una roca. El tipo de trasero
que ninguna mujer heterosexual podría resistir. Maldita sea.

Estiré mi cuello para observarlo entrar en la cocina y sacar la jarra de la máquina de


café.

— Acabo de preparar – le dije, refiriéndome al café.

— ¿Qué crees que me trajo hasta aquí? – había una dulzura en su voz, a pesar de
la oscuridad que lo rodeaba. Humor. Era agradable, y más tranquilizante de lo que
debería ser.

— Algunas veces lo como en el desayuno – añadió Fresa, y luego apuntó hacia


Reyes desde el espacio entre la mesa de la máquina de café y el sofá color crema
— ¿Alguna vez él come algodón de azúcar para desayunar?

Él giró alrededor de la mesada de la cocina para enfrentarnos, bajó la mirada y dio


un sorbo a la taza negra en su mano.

— No – le respondí – Él es más parecido a un Gran y Malvado Lobo. Come niñas


pequeñas en el desayuno.

Él habló desde atrás de su taza, con voz profunda y suave como mantequilla
escocesa – No es cierto. Como niñas grandes en el desayuno.

Un estremecimiento me retorció el estómago.

Fresa se detuvo finalmente y frunció la nariz mientras pensaba, pasando por alto
nuestra juguetona conversación.

— ¿Atrapaste al tipo malo? – preguntó Reyes, perforándome con su poderosa


mirada.

Me giré en la silla que había acercado a la ventana, acomodándome sobre mis


tobillos para saborear la vista — No era un tipo malo esta vez. Solo un hombre
tratando de salir adelante día a día.

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— ¿Acaso no todos tratamos eso? – preguntó él, y me detuve a observarlo.

Él me devolvió la mirada, con sus pestañas entrecerradas mientras me absorbía, y


me pregunté si realmente lo entendía, incluso en la más mínima instancia, al efecto
que tenía en las chicas. ¿Un hombre tratando de salir adelante día a día? Uh huh.
Claro.

Fresa aterrizó nuevamente, se dejó caer sobre la mesa de café y dejó que sus pies
colgaran bajo ella — Me gusta lo que hiciste con el lugar.

Reyes sonrió y volvió a meterse en la cocina, con suerte a prepararme un desayuno


de campeones, sin importar lo que eso implicará. Tomé la oportunidad y aproveché
para escanear nuevamente la amplitud de lo que solía ser mi apartamento
microscópico. No lo había visto a lo largo de nueve meses, ocho de esos que pasé
en un convento – larga historia – y el otro lo pasé como una amnésica camarera en
un café, en un estado de Nueva York.

En cierto punto durante nuestras recientes aventuras, Reyes había renovado el


apartamento. Todo el edificio. El exterior permanecía relativamente sin cambios.
Unos cuantos arreglos aquí y allá, una buena limpieza, y ya estaba listo.

El interior, sin embargo, había sido completamente desmontado. Cada apartamento


había sido actualizado a medida que los estudiantes se graduaban, o los viejos
vecinos se mudaban temporalmente a departamentos que ya estuvieran renovados
mientras trabajaban en los suyos. Pero el tercer piso, el superior, había recibido un
poco de atención extra.

El depósito de la terraza había sido abierto, por lo que ahora los techos en la mitad
del apartamento tenían más de veinticuatro pies de altura. Vigas de metal
zigzagueaban a lo largo de nuestro techo. Dos jardines adyacentes estaban
ubicados en la parte llana del techo, afuera, completados con luces, macetas y
plantas reales. El lugar al completo se veía positivamente mágico.

Reyes mantenía solo una habitación cerrada y se negaba a abrirla mientras me traía
a casa por primera vez en meses, pero las puertas cerradas nunca fueron un reto
para mí. El día después de haber llegado a casa, me aproveché de que él hubiera
salido más temprano de lo normal, y entré. Encendí el interruptor y dejé que la luz
se propagara. La habitación había sido decorada en tonos verde menta y animales
de circo de color pastel, y equipada con un moisés. Era la habitación de Beep, y la
fisura en mi corazón se hizo más profunda.

— Voy a ver si Blue quiere jugar a la rayuela conmigo.


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Desapareció antes de que lograra despedirme de ella. O deshacerme de ella.
Alguna de las dos.

Miré más allá de donde había estado sentada, y hacia el sofá de plumas color crema
de Reyes. Él no lo consiguió en una venta de garaje como yo había encontrado a
mi anterior sofá. Su nombre había sido Sophie, y cada tanto me preguntaba qué
había sido de ella. ¿Estará lamentándose día a día en un basural? Obviamente no
me costó más de veinte dólares, pero había pasado mucho tiempo junto a mí.
Odiaba la idea de que fuera destruida.

Y luego otro pensamiento me golpeó.

Hablando de elementos desechados — Hey – le dije, repentinamente preocupada


— ¿Dónde ubicaste a la Sra. Allen y a PP?

PP, también conocido como Príncipe Phillip, era un poodle anciano que una vez
luchó contra un demonio por mí, haciendo lo imposible por salvar mi vida. Él y la
Sra. Allen habían estado viviendo al final del pasillo desde antes que yo me mudará,
y si alguien tenía el derecho de vivir aquí, de tener uno de estos brillantes y
hermosos departamentos, eran esos dos.

Reyes bajó su cabeza — Su familia la puso en un hogar de ancianos.

Mi columna se enderezó, alarmada — ¿Qué? ¿Por qué?

Él se mordió un labio – Ha pasado mucho desde que nos fuimos.

— Debiste decírmelo.

— Pasó el mes pasado. Ni siquiera la habrías recordado.

Me detuve para absorber eso. Tenía razón. Aunque no lo hacía más difícil para
admitir — ¿Dónde está?

—En un hogar de retirada en North Valley.

Hice una nota mental para visitarla — ¿Y qué me dices de PP?

— ¿PP?

— Su poodle. El que una vez salvó mi vida, debo añadir.

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Él luchó contra una sonrisa – Él está con ella. El hogar donde está permite tener
animales.

— Oh, gracias a Dios – me dejé caer en la silla y apoyé mi barbilla contra el respaldo.
Reyes tenía razón. Muchas cosas habían cambiado, incluyendo el estado de mi
taza.

—Voy a hacer una jarra más por si quieres un poco después de tu ducha - le dije,
elevando mi esperanza y señalando en esa dirección.

Él levantó un ancho hombro, estudiando su propia taza. Sus pies desnudos estaban
cruzados, su otro hombro apoyado contra la entrada de la cocina, y tuve que
disminuir mis latidos para absorberlo bien.

— No sé muy bien si quiero ducharme hoy.

— ¿Qué? ¿Por qué?

Una sonrisa derrite bragas tan perversa como un pecado en domingo se deslizó por
su apuesto rostro — A tu tía Lilian le gusta… controlarme.

Me detuve a mitad de camino, finalmente dándome de frente contra la verdadera y


paralizadora mortificación.

Él dejó escapar una risita mientras dejaba su taza a un lado y caminaba hacia el
baño.

— ¡Tía Lilian! – exclame, convocándola hacia mí instantáneamente. Tía Lilian había


muerto en los 60’s. Ya era algo anciana en esa época, pero eso no evitó que
disfrutara de la generación de Los Hijos de las Flores4, con su ropa hippie y sus
caftanes5. Siempre pensé en que un golpe de ácido a su edad no debió haberle
hecho bien.

— ¡Calabacita! – dijo ella, con su tono de voz tan seco e insensible mientras abría
su boca desdentada. Ni siquiera estaba mirándome a mí. Su mirada

4
Sinónimo de hippie, especialmente entre los jóvenes idealistas que se reunieron en San Francisco
y sus alrededores durante el verano del amor en 1967.
5
Es una túnica de algodón o seda abotonada por delante, con mangas, que llega hasta los tobillos
y que se viste con una faja
19
instantáneamente buscó al hijo de la maldad. Se clavó en él como un láser en una
misión.

Él le dio un guiño mientras pasaba al lado, y pensé que me derretiría justo en ese
momento.

— Tía Lilian – le susurré acusatoriamente — Pensé que ni siquiera te gustaba tanto


mi esposo.

— Oh, calabacita, lo vi desnudo. ¿Qué no podría gustarme? – ella movió sus cejas,
y yo jadeé, derrotada. Derrotada y, por primera vez en mi vida, no tenía argumentos
para rebatir. No tenía una respuesta sarcástica. Ningún comentario listillo. Porque
ella estaba en lo correcto, como la lluvia en un desierto.

Miré una vez más a mi esposo. Observé los músculos de su espalda moverse con
cada paso que daba. Nuestro apartamento era mucho más grande ahora, así que
se necesitaban varios pasos para llegar al baño. Un montón de movimiento
muscular.

Uno de esos movimientos estaba dentro de mí. Un movimiento de intranquilidad.


Habían cambiado tantas cosas. Mucho más de las que me sentía cómoda. Lo que
me llevaba a la tercera, pero difícilmente la última razón para mi actual estado de
humor. Mi esposo no me había tocado en días. Desde que regresamos, de hecho.
Normalmente, él habría tenido problemas para tocar cualquier cosa que no fuera
yo, pero hasta el momento, no me había ofrecido sus servicios en casi una semana.
Una muy larga y solitaria semana, que se hizo aún más larga y solitaria cuando me
topé con un recibo. Él había hecho un pago en la División de Manutención Infantil
de Texas.

Estaba pagando la manutención de un niño.

Él tenía otro niño.

Cerré nuevamente mis ojos, tratando de descubrir si realmente conocía al hombre


con el que me casé.

20
Capítulo Dos

“No puedes controlarlo todo.


El Cabello lo pusieron en la cabeza para recordarnos eso.”
-MEME

Al igual que Reyes estaba a punto de desaparecer en el cuarto de baño para


una visita a George, la ducha, cuando la puerta se abrió de golpe. Golpeo contra la
pared, y pegue un salto de siete metros hasta el techo. O al menos se sintió de esa
manera.

Reyes, completamente imperturbable, hizo una pausa para mirar a Cookie, una
curvilínea diosa de treinta y algo con corto pelo negro, un cuestionado sentido con
los accesorios y su encantadora hija, Amber, alta, delgada, de unos trece-casi-
setenta años de edad, con largos y oscuros risos, cejas delicadas en forma de ala,
prácticamente tropezaron sobre ellas mismas para entrar. Un vistazo rápido a Reyes
me dijo que las encontraba divertidos, si la sexi inclinación de su boca era alguna
indicación.

Yo, por el contrario, todavía estaba buscando mi corazón. Miré hacia atrás, hacia el
techo. No había corazón, pero el chico rubio colgando de sus pies donde tres vigas
metálicas gruesas coincidían todavía estaba allí. Había estado colgándose ahí
desde que regresé hace una semana y aún no había hablado conmigo. O cualquier
persona, para el caso. ¿Había estado siempre allí y nosotros simplemente nunca lo
vimos? ¿Atascado en los depósitos en el techo? ¿Y si murió allí? Nadie encontró
un cuerpo durante las renovaciones de las que se, pero eso no quiere decir que no
podría haber sido asesinado allí y tirado en otro lugar.

Una vez que Cookie y Amber se instalaron frente a mí… la cara de Amber llena de
intriga y excitación, la de Cookie llena de horror, pero esa era más o menos su
mirada de la mañana hasta que obtuviera algún cohete de combustible en ella…
solté mi atención del chico y se la ofrecí a ellas.

Empezaron a hablar al mismo tiempo, cada una interrumpiendo a la otra una y otra
vez hasta que era imposible saber quién estaba hablando en un momento dado.

Cookie lo empezó con un “Hay algo que tienes que ver”.

Entonces intervino Amber. “Está en todas partes.”


21
Luego cuesta abajo desde allí.

"No vas a creer-"

"Creo que deberías"

"Muchas VISITAS-"

"Es una locura-"

"Tú serás-"

"Tú serás-"

"-famosa."

"-expuesta."

"¡Esto es increíble!"

"Esto es tan malo."

Finalmente las alcance y suavemente coloque una mano sobre cada una de sus
bocas. Se callaron al instante, entonces Cookie dijo entre dientes,

―Está bien. Amber te puede decir.

Apaciguada, bajé mis manos. Amber soltó una risita, lanzo un rápido y acalorado
vistazo caminando de regreso, a continuación, empujo su teléfono en mis manos.

―Solo tienes que verlo por ti misma.

Tomé el teléfono, inclinándome en un rápido abrazo en el proceso. Ella me besó en


la mejilla y me acurrucó en sus brazos por unos sólidos y largos cinco segundos.
Había estado haciéndolo desde el día D, el día que regresé. No le habían permitido
ir a Nueva York para cuidar a mi patético culo. O para tratar de meter algo de sentido
en mi cerebro amnésico. De cualquier modo que se quisiera mirar. Y al momento
en que bajábamos la escalera mecánica en el reclamo de equipaje, paso corriendo
más allá de su madre y me atacó/abrazó. Durante todo el camino al suelo.

Ella no había visto a su madre en un mes, pero había estado hablando con ella
todos los días. Conmigo, no había tenido ningún contacto por un mes, y su

22
exuberancia era prueba de que yo le gustaba. Sus lágrimas eran prueba de que
realmente le gustaba.

Lo cual era una cosa maravillosa. Ella realmente me gustaba, también.

―Está bien ―dijo ella, alejándose. ―Echa un vistazo. ¡Vas a morir! ―se llevó las
manos a la boca con entusiasmo.

Cookie parecía crecer un poco más en palidez.

Reyes se desplazó para ver mejor, y no pude dejar de notar donde aterrizaron los
ojos de Amber: en la cintura de los pantalones de pijama. La cinturilla que colgaba
lo suficientemente baja como para mostrar un indicio de la pendiente entre la cadera
y el abdomen. Ese punto dulce que convertía a las mujeres en gelatina.

No me preocupaba Amber tenía sólo trece años. Lo que me preocupaba era que
ella tenía trece años y estaba bastante segura de que su novio, Quentin, tenía una
pendiente similar. Con suerte ella no lo sabía. Todavía.

Levanté el teléfono, en ángulo de modo que Reyes pudiera ver, y pulse la tecla play.

El vídeo decía: Uganda, África. “MUCHACHA POSEIDA Y EXORCISTA”.

Bueno. Un poco dramático, pero ¿quién era yo para criticar?

A continuación, una joven africana se materializó en la pantalla. Una chica que


conocía de mi tiempo en el Cuerpo de Paz. La toma era un primer plano de su cara
con una cámara de visión nocturna. Su piel estaba cubierta de arañazos. Sus labios,
agrietados y sangrando, se tensaron al rechinar los dientes. Sus ojos color
blanquecino. Baba se deslizaba por las comisuras de su boca mientras la cámara
iba hacia atrás para revelar su cuello arqueado. La cabeza echada hacia atrás. El
pecho agitado y pantalones salvajes.

Tumbada sobre un palet6 en un piso de tierra, las muñecas y los tobillos atados por
un padre muy preocupado, muy cariñoso. Faraji. Había estado ayudando a cavar
un pozo para su pueblo, y la primera vez que lo había visto era distante. Receloso
de nosotros los recién llegados. No era raro. Muchos aldeanos en nuestro viaje nos
habían dado la bienvenida de una manera casi de celebración. Pero otros, en su

6
Es un armazón de madera, plástico u otro material empleado en el movimiento de carga
23
mayoría hombres, no estaban tan interesados en tener invasores en su territorio,
Cuerpo de Paz o no. Faraji había sido uno de ellos.

Había tomado nota de él al instante, no a causa de su comportamiento distante,


sino debido al profundo dolor que emanaba de él.

No, no era dolor. Miedo.

Terror, en realidad. Tanto es así que encontré difícil respirar a su alrededor, y la


excavación de un pozo sin la capacidad de llenar los pulmones de uno no era una
forma fácil de cavar un pozo.

Habíamos estado en el pueblo cerca de tres días cuando finalmente lo seguí a casa
una noche. O por lo menos, me pareció que lo estaba siguiendo a su hogar. Más
tarde descubrí que era una choza abandonada, y él y su familia habían estado
escondiéndose. Sentí la razón mucho antes de que llegara a la choza de ramas. Al
igual que las agujas en mi piel. Como el ácido en mi boca.

Nunca había sentido nada igual. Y cuando entré sin previo aviso, nunca había visto
nada igual, tampoco. Su hija de doce años de edad, Emem, yacía en medio de una
acalorada batalla con lo que se había instalado en su interior. Nkiru, la esposa de
Faraji, se sentó al lado de su hija. Presionando un paño frío en la cabeza de la chica.
Sacudiéndose hacia atrás y adelante en oración.

Ella levantó la vista cuando entré bajo el alero de su cabaña, poco más que un
cobertizo bien fortificado.

―Faraji, ―dijo ella, su voz aguda y áspera. Los ojos como platos, Miró a su marido.
―Sácala. ―habló en su lengua nativa, creyendo que no entendería. ―Los ancianos
se llevarán a nuestra hija. ―Ella agarró con más fuerza el antebrazo de la niña.
―Los ancianos la matarán.

Faraji había dado la vuelta y me miraba con horror, incapaz de creer que lo había
seguido. O que yo hubiera sido capaz de seguirlo sin ser detectada.

Me preguntaba cuánto tiempo la situación había estado ocurriendo. La chica parecía


esquelética. Deshidratada hasta el punto de demacración, a excepción de su
hermoso rostro, cubierto de cicatrices.

Debido a diversas marcas en el piso, me dio la sensación de que había estado


consultando un sanador tipo chamán. ¿Y por qué no lo harían? Esto no era un

24
problema médico. Lo que sea que había en ella quemaba mis pulmones y escocia
en mis ojos.

Me arrastré hacia adelante, pero Faraji dio un paso en mi camino. Sentí la súbita
agitación dentro de él. Tenía que tomar una decisión.

Al principio, pensé que estaba sopesando los pros y los contras sobre permitirme
tratar de ayudarlo. No lo estaba. Pronto me di cuenta que estaba tratando de decidir
si debería dejar que me fuera y el riesgo de que la localidad se enterase de su hija
o matarme. Tuve la sensación de que él se inclinaba hacia ese último. Sobre todo
porque él había aumentado la presión sobre el machete que había estado llevando.
Armándose de valor para hacer lo que había que hacer.

― ¿Puedo verla? ―pregunté en su lenguaje. Me atragante con mi corazón antes


de que saltara de mi pecho. Podía haberme matado antes de haber conseguido otro
latido. Tenía la esperanza de que si le hablaba en su lengua me daría una pausa.
Lo hizo.

No voy por ahí haciendo alarde de mi capacidad para entender y hablar todos los
idiomas hablados alguna vez en la Tierra, incluso a mis compañeros en el Cuerpo
de Paz. Demasiado difícil de explicar, en primer lugar, y luego demasiado difícil de
tratar. Una vez alguien lo descubrió, estaban constantemente pidiendo que lo
demostrara. Así que había tenido que hablar Bantú en el pueblo a pesar de que
entendía todo lo que todos decían.

Pero la decisión de revelar esa pequeña joya hizo exactamente lo que yo esperaba
que hiciera. Lo sorprendió lo suficiente como para reconsiderar mi muerte inminente.
Buena cosa, porque no pensé que hubiera podido correr más rápido que él, y el
machete era tan afilado como un bisturí y estaba en las manos de un cazador muy
hábil.

Miré más allá de él hacia su esposa, su expresión al borde de la histeria.

―No sé si puedo ayudar ―le dije con toda la calma que pude, teniendo en cuenta
que mi corazón había sido reubicado. ―Pero puedo intentarlo.

La niña había sido poseída. Eso era dolorosamente evidente, aunque mis únicas
referencias eran Regan de El exorcista y Stan Marsh de South Park.

Por alguna razón, muy probablemente la desesperación, la esposa de Faraji asintió,


y camine pasando cerca de él para arrodillarme al lado de su hija.

25
El vídeo empezó allí. Se mostraba a la niña por sólo un segundo antes de retroceder
y mostrarme de rodillas a su lado. Yo no tenía idea de lo que estaba haciendo. En
ese momento, yo no sabía que existían demonios, y todavía lo dudaba después de
ese encuentro. No obstante, lo que sea que hice había dejado una impresión.

Pero, ¿quién lo filmó? No había habido nadie más allí. ¿Tenía a alguien
siguiéndome mientras yo seguía a Faraji? ¿De dónde habían venido las imágenes?

Yo había hablado con lo que sea que estaba dentro de la chica en latín
primeramente, luego en arameo antiguo. Me pareció apropiado. Fue el arameo
quien obtuvo su atención, porque poco después, la cabaña comenzó a caer a mí
alrededor.

Según el video, sin embargo, la cabaña no se había movido. Era yo quien estaba
siendo sacudida como a una muñeca de trapo. Nkiru gritó y grito de nuevo. Faraji
dejó caer el machete y sostuvo a su esposa con horror cuando yo era arrojada desde
el suelo hasta el techo y por todas partes.

No lo recordaba de esa manera, pero estaba bien.

Afortunadamente, el ataque fue de corta duración. Grito, la cosa dentro de ella, y al


momento dejó a la niña sin darme un por qué. Había perdido todo sentido de
dirección como si el suelo hubiese sido arrebatado debajo de mí, realmente nunca
sentí algo como eso. Pero sus gritos habían llenado el espacio entre mis oídos con
terrible precisión.

Para cualquiera que mirara el video, sin embargo, los únicos sonidos que
escucharía serían los golpes al pegarme aquí y allá y mis gemidos de agonía. Todo
lo demás habría estado silencioso. Incluso Faraji, Nkiru, y Emem, que todavía
estaba en el suelo, inconsciente. Pero los gritos habían rallado sobre mis
terminaciones nerviosas en el momento. Una oscuridad cegadora me había
envuelto. Un calor sofocante me había quemado la garganta y los pulmones.

Luego se detuvo. Tan inesperadamente como comenzó, sólo se detuvo.

Por desgracia, había estado en el techo en el momento. Me caí. De bruces.


Rebotado un poco. Luego caí de nuevo. Cuando finalmente me instalé en una
posición boca abajo, pasé los siguientes momentos gimiendo en mi axila y
preguntando a nadie en particular, "¿Por qué?" Tristemente, la cámara lo captó
todo.

26
Agarré el teléfono con más fuerza mientras Reyes miraba mi recreación de La
aventura del Poseidón… yo siendo el Poseidón. Aunque, la forma en que mi cabeza
rebotó en la tierra fue un poco divertida. Una risita se deslizó fuera de mí antes de
que pudiera detenerla, mientras que Reyes se esforzaba por contener su ira, la ira
siendo la emoción predominante en el momento. Era difícil decir con él a veces, era
tan estrecho.

La siguiente cosa que recuerdo de esa noche particular, fue escuchar un grito
suave. Bueno, uno que no era mío. Luego, un desgarrador sollozo de la garganta
de Nkiru cuando sostuvo a su hija de vuelta. Ella y Faraji la acunaron, Nkiru
sollozaba, sus hombros temblando, pero la emoción que había emanado de ella era
euforia. Euforia total y un aplastante alivio.

El vídeo se detuvo allí, pero recordé que luchando con mis pies salí cojeando para
dejarles celebrar en privado.

También recordé perderme en el camino de vuelta al campamento. Me había


llevado lo que parecieron horas encontrarlo, pero había estado bastante golpeada.
Resultó, que sólo había estado ausente un total de dos horas. Otro voluntario del
Cuerpo de Paz me había encontrado. Samuel era su nombre. ¿Fue él quien había
grabado el evento?

Tuvo que haber sido uno de mis asociados del Cuerpo de Paz. Los aldeanos no
tenían ni agua corriente, mucho menos una cámara de vídeo.

―¿Qué vamos a hacer? ― preguntó Cookie mientras presionaba REPLAY. El


último pedacito era demasiado gracioso como para no mirarlo de nuevo.

―Doscientos mil ―dijo Amber, justo cuando estaba cayendo del techo. ―Ayer por
la noche Quentin dijo que sólo tenía unas pocos cientos de visitas, y ahora son más
de doscientas mil. Se va a hacer viral.

―Esto es tan malo ―dijo Cookie, repitiendo su sentimiento anterior.

El ángulo en el que reboto en una pared lateral, mi pie perforando a través de la


paja antes de ser bruscamente regresado descalzo, valía la pena el precio de la
entrada.

―Esto es tan impresionante ―dijo Amber, su voz llena de asombro.

27
Y mi cara estrellándose contra la tierra aplanada, rebotando y golpeando de nuevo.
Me reí en voz baja antes de pararme a mí misma. Reyes se mantenía mortalmente
quieto. Él rara vez encuentra el humor en cosas que yo sí.

―Lo siento, tío Reyes ―dijo Amber, creyendo que había cometido algún tipo de
error. ―No quise decir―

―Él está bien ―Me volví hacia él, pero él seguía mirando fijamente el teléfono.

Asintió un poco, bajo la cabeza. Y se marchó.

―Lo siento, tía Charley.

Lo observé irse, sólo un poco preocupada. Él hacia eso. Enojarse por las cosas más
extrañas. Probablemente estaba volviéndose loco porque no había estado allí para
salvarme del gran monstruo malo. ¿Pero que podría haber hecho, incluso si hubiera
estado ahí? ¿Conseguir ser arrojado por todas partes conmigo?

―Estará bien, cariño. Pero, en serio, ¿viste como lucia mi cara? ―Bromee de
nuevo, y Amber se echó a reír, al fin, doblándose, y sacudiéndose hasta la médula.
Cookie se quedó allí. Sin palabras. Por desgracia, su expresión asombrada sólo
sirvió para impulsarnos más profundamente en las cavernas más oscuras de la
diversión, y mi estómago empezó a doler.

―Charley ―dijo Cookie ― ¿qué vamos a hacer?

―Espera ―dije, levantando el dedo índice mientras trataba de recuperarme.

Amber anclo su brazo contra mí y se puso seria primero.

―Lo siento, mamá. Es sólo... que rebota.

Rompimos en un montón de risas gelatinosas sobre el suelo.

28
Capítulo Tres

“¿Qué significa si el agua bendita chisporrotea cuando toca la piel?”


—PETICIÓN PARA UN AMIGO

Una vez que fui capaz de formar oraciones completas otra vez, le prometí a
Cookie qué pensaría mucho tiempo y con fuerza sobre las posibles ramificaciones
del vídeo. Había hecho una promesa similar al director del instituto cuando me dijo
que pensará sobre mis acciones de ese día. ¿Quién iba a imaginar que un silbido
haría que John Burrows atropellará con su brillante y nuevo Mustang a Hailey
Marsh? Era un bonito coche. Y un bonito muchacho. Y las piernas de Hailey
quedaron totalmente curadas después de seis meses con una férula y otros seis
meses de fisioterapia. Su sueño de participar en las Olimpiadas, termino mucho
antes de comenzar. Me sentí muy mal por ello.

Tuve que admitir, sin embargo, sentí mucha curiosidad por saber quién subió el
video.

—Quentin y yo lo averiguaremos, — dijo Ámber, su barbilla sobresaliendo con


orgullo.

—Quentin y tu harán la tarea, — Cookie contestó. Formo con sus cejas una línea
severa, pero su voz era más baja de lo que requería. Quentin la afectaba de ese
modo. La transformaba en alguien blando y muy sentimental.

—Lo haremos, Mamá. Después averiguaremos quien subió el vídeo. — me hizo una
seña con el pulgar. —Estamos trabajando en ello.

Conociendo a esos dos, lo harían. Pensé en poner a mi amiga Pari en ello también,
por si acaso. Esa mujer era un hacker extraordinario. Pero les daría la primicia a
ellos.

Mientras tanto, tenía que vestirme para ir a trabajar, porque ir a trabajar en mi


pijama, al parecer era la definición de poco profesional. Eso dice Cookie. Lo busqué,
aunque ella se equivocó. El diccionario no mencionaba nada sobre pijama.

La mayor parte de la cólera de Reyes parecía haberse evaporado, pero no su


repentina… ¿Qué? ¿Inseguridad? ¿Era eso lo que sentía desde que regresamos?
Seguramente no. Él era tan inseguro como un jaguar en la selva.
29
Él también iba de salida, vestía vaqueros con una camisa blanca de botones,
remangada hasta los codos, se dio la vuelta y regreso a donde yo estaba, se recostó
en el marco de la puerta del baño, donde me encontraba haciéndome una cola de
caballo. Bajo un poco la cabeza, su cabello cayéndole en la frente.

— ¿Te veré para el desayuno? —preguntó, vacilante.

—No lo sé. Tengo una cita con alguien para desayunar en otro lado.

Una esquina de su boca se levantó. — ¿Y quién sería?

—Su nombre es Caroline. Estoy enamorada de ella.

— ¿Es eso cierto?

—Ella hace el mejor café moca que alguna vez he probado. Le extiende un poco de
crema batida para darle un toqué. Hace toda la diferencia en el mundo.

— ¿Entonces tu desayuno será un café moca?

—Sí.

—Mi desayuno es mejor.

¡Maldición! Tenía razón. Tanto como amaba a Caroline y su asombroso café moca,
pocas cosas sobre el planeta se podían comparar con los huevos rancheros de
Reyes. Sabía lo mucho que me encanta el chile. Sabía el efecto que causaba en
mí, la espléndida criatura que era. Definitivamente debió ser un maestro de la
cocina. O un stripper. O un postre exótico. Reyes à la mode. Yo comería cada
bocado de él y lamería el plato hasta dejarlo totalmente limpio.

Sin decir ni una palabra, se apartó del marco de la puerta y se marchó, pero no
antes de que pudiera percibir un atisbo de su enojo anterior. Era como una especie
de protección, no podía dejar de preguntarme si estaría escondiendo algo más. ¿Me
habré perdido algún detalle vital del video?

Supongo que podría hacer algo tan loco como preguntarle. Trabajamos en el mismo
edificio, así que no me tomaría tanto tiempo. El restaurante estaba en la planta baja
y mi oficina en la planta alta. Ambos están a no más de cincuenta pies de nuestro
edificio de apartamentos.

30
Es un gran acuerdo la mayor parte del tiempo. Pero como estaba tratando de
recuperar mi vida, la cercanía solo resaltaba el distanciamiento con él. Era abismal.

Afortunadamente, durante la caminata a mi oficina, más o menos doce escalones,


y la alfombra de bienvenida con la que me las ingeniaba para tropezar todos los
días, tuve una epifanía. Cookie ya se encontraba en la oficina, lo cual era una buena
cosa. Tenía que anunciar mi epifanía y proclamar mi inevitable victoria.

—Voy aprovechar en grande este día. — le dije cuando me acerqué a su escritorio.

Ella se encontraba de rodillas hurgando en un gabinete, así que en realidad se lo


dije a su trasero.

— ¡Bien por ti! — murmuro desde el interior del gabinete. —Podrías decirme donde
escondiste las grapas.

—Estoy hablando en serio, Cook. — me quite la chaqueta y la lance a un gancho


en la pared, fallando por casi doce pies. Pero ni siquiera eso me detendría. —
Suficiente de revolcarse. — dije, mientras la chaqueta negra cayó al suelo, como
muchos de mis ex. —Es hora de entrar en acción.

—Engrapar es una acción.

—El modo en que lo veo, hay dos tipos de personas en el mundo.

Detuvo su búsqueda y se enderezo para darme toda su atención, sin interrupción.


—Esto debe ser bueno. ―Ella aún estaba de rodillas, como si me estuviera
rindiendo culto.

—Algunos en este mundo cuando tienen que levantarse en medio de la noche para
hacer pis, encienden la luz. Y otros la dejan apagada. — La honro con mi mejor
mirada de absoluta determinación. Mandíbula apretada. Hombros rectos. Los ojos
entrecerrados, solo un poco, aferre mis puños en mis caderas y mire a lo lejos. —
Yo hago pis sin encender la luz, bebé.

—Lo cual explica porque siempre tropiezas tan a menudo con tu dedo meñique del
pie.

—Soy la definición de aventura.

—Sin mencionar propensa a los accidentes.

31
—Voy a recuperar a mi hija.

Una sonrisa conocedora se deslizo por su cara. —Así se hace.

Beep o Elwyn Alexandra, actualmente estaba bajo el cuidado de los padres


humanos de Reyes. Los mismos padres de los que él fue robado cuando era un
bebé. Eran personas maravillosas, no podría estar más agradecida por su
disposición para ayudarnos. Pero dejarla con ellos, aunque era por su bien, nunca
fue parte del plan, al menos no de mi plan.

Ella estaba rodeada de un verdadero ejército, protectores de ambos mundos,


humanos y sobrenaturales, cualquiera de ellos renunciaría a su vida por ella.
Nuevamente, mi agradecimiento era infinito. Pero, de nuevo, mi propia necesidad
de protegerla, cuidar de ella y verla crecer, era más fuerte que cualquier otra cosa
que jamás había sentido en mi vida. Era un constante choque de voluntades, una
lucha continua como si el diablo estuviera sentado en un hombro luchando con el
ángel sentado en el otro hombro, y su campo de batalla residía justo en el medio de
mi pecho.

Di una respiración profunda, y en ese momento me golpeo un vacío en mi estómago


cavernoso. — Ahora con esta situación resuelta. ¿Cuándo es el almuerzo?

Regreso a su labor. —Acabamos de desayunar. Pero podemos jugar a encontrar la


grapadora hasta entonces.

—Está bien. — mire por los alrededores buscando algo que hacer. —Les sacaré
punta a los lápices. — Afilar lápices, sonaba importante, tanto como Pilates y la
solución de hambre en el mundo. Empecé por mi oficina, que era un pelín más allá
de nuestra recepción, que era más como la oficina de Cookie.

— ¿Y la caza de grapas? — pregunto.

—En el cajón izquierdo de tu escritorio.

—Ya he mirado ahí.

—Están debajo de tu revista ‘’Partes Masculinas”

— ¿Qué? — escuché un estallido luego un cajón abriéndose, una batalla de


papeles, mientras puse hacer una taza de café. —No estoy subscrita a esa revista.

—Ahora lo estas. Olvide decírtelo.

32
—Charley— dijo con un jadeo. — ¿Me subscribiste a una revista pornográfica?

—Solo una.

Antes de que protestara demasiado —porque ella ama las partes masculinas tanto
como yo— la puerta se abrió, y entraron dos hombres. Hombres con partes
masculinas, probablemente. ¿Coincidencia?

Decidí poner toda mi energía en el arte de hacer café, mientras Cookie atendía a
nuestros visitantes. No habíamos tenido mucha acción desde que regresamos, así
que dudaba de que fueran clientes con potencial. Probablemente estaban
vendiendo aspiradoras o pelotas de ping-pong o pasta de dientes. Espera,
necesitaba pasta de dientes.

Cruce los dedos.

Cookie se acercó al umbral de nuestra puerta contigua y anunció el hecho de que


había dos hombres en su oficina que le gustaría verme inmediatamente. Si es
posible.

Todo era muy formal, muy profesional, como si fuéramos un negocio real de nuevo.

Una sensación de vértigo me recorrió. Encendí la cafetera, me apresuré a sentarme


detrás de mi escritorio, y asentí a Cookie. —Hazlo pasar, por favor Cookie.

—De inmediato.

Por desgracia, el primer hombre en entrar era Nick Parker el Asistente Fiscal del
Distrito, era un idiota. Ni idea de quién era el otro tipo, pero, ¿Cuan estupendo podría
ser, teniendo como amigo a Nick Parker?

Me puse de pie, pero no les ofrecí la mano para saludarlos. Nick ni siquiera se
ofendió. Él tampoco estaba dispuesto a ofrecer la suya. No parecía gustarle cuando
demostraba que la gente que estaba tratando de procesar eran inocentes de los
cargos que presentaba contra ellos. Y eso que solo se lo hice una sola vez. Él era
muy rencoroso.

—Esta es Charley Davidson, — le dijo a su amigo, un anciano con un traje que tal
vez ha visto demasiadas décadas.

A él si le tendí la mano.

33
—Este es Geoff Adams, —me dijo Parker y como si la sensación de desolación no
fuera suficiente ondeando sobre mí, apretar su mano se sintió, como si me
inyectarán esa sensación directa al corazón.

Ambos estaban muy perturbados, pero, el Sr. Adams estaba más perturbado. La
devastación le había destrozado de adentro hacia afuera. Alguien había muerto.
Apostaria mi Glock niquelada a que alguien murió.

— Por favor, tomen asiento. — les dije.

Me senté, al mismo tiempo tratando de averiguar si Nick me la estaba jugando. Era


difícil obtener algo más allá de las emociones del hombre mayor, pero sentí varias
procedentes de Nick, el gilipollas, un apodo que le había dado desde la primera vez
que me reuní con él. Me ordeno un trago. Estábamos en el bar que mi padre poseía,
y sabía condenadamente bien que no era una mesera. Sin embargo, me chasqueó
los dedos, una sonrisa arrogante en su rostro. Había estado con ganas de romperle
los dedos desde entonces.

— ¿Qué puedo hacer por ustedes? — le pregunté tan fríamente como pude.

Nick me miró un largo momento, y luego miró al señor Adams. Al sentir que tendría
que tomar las riendas, se aclaró la garganta y dijo: —La hija del Sr. Adams fue
asesinada la semana pasada, y el principal sospechoso es su novio, un artista
independiente llamado Lyle Fiske.

—Lo siento mucho, señor Adams, —dije mientras anotaba los nombres con un
bolígrafo color rosa que había robado del escritorio de Cookie.

Parecía repeler los bolígrafos. Nunca podía encontrar uno cuando lo necesitaba.
Por desgracia, no me repelen los difuntos, como fue evidente por la mujer asiática
—que solo yo podía ver, — que parecía muy irritada con mi lámpara de escritorio,
si su tono era alguna indicación. Casi no podía culparla. Esa lámpara siempre
estaba causando problemas.

Puse todo mi esfuerzo en enfocar mi atención en los clientes potenciales sentados


frente a mí. Otra ola de dolor aplasto al señor Adams, cortándome como si estuviera
hecha de mantequilla. Apreté el puño alrededor del bolígrafo, pero aun así no
bloquee el flujo de energía. Necesitaba sentir todo lo que ellos estaban sintiendo. A
menudo los clientes intentaban mentirme. A menudo se mentían ellos mismos, por
lo que rara vez me ofendía.

34
Pero aquellas mentiras, que eran tan ensayadas que quien las decía realmente las
creía, eran las más difíciles de descubrir. Mientras que la pena que embargaba al
señor Adams era dolorosamente real, cruda, cortante y visceral, también capte un
indicio de culpa que causaba estragos en su cuerpo raído. Se estremecía con cada
aliento que tomaba, como si sus pulmones estuvieran siendo agitados.

Personalmente no sabía nada del caso. Había estado fuera. Pero hace un par de
días escuche algo en las noticias.

—Entonces, quieren que me asegure de que el novio vaya a la cárcel por el resto
de su vida, — les dije.

No era una pregunta, pero Parker negó con la cabeza, de todos modos. —No. Lyle
no lo hizo. No podría haberlo hecho. Queremos exactamente lo contrario. Queremos
probar su inocencia y encontrar quién hizo esto.

No esperaba eso. Me recosté en mi silla y me di toquecitos en la barbilla con el


bolígrafo. — ¿Por qué creen que él no lo hizo?

—Sólo lo sé, — dijo el señor Adams, su voz ronca y hueca. —Él no podría hacerlo.
— Sus ojos vidriosos y enrojecidos se encontraron con los míos. Estaban llenos de
una convicción absoluta. Él no estaba suponiendo. Él sabía que el tipo era inocente.

¿Había asesinado a su propia hija? Era difícil pasar por alto la culpa que emanaba
de él. Pero tampoco se podía ignorar la pena. Si realmente la asesino, se siente
muy mal por ello.

O él y el novio habían sido muy cercanos. Tendrían que haber sido así para que él
estuviera tan seguro. No podía imaginar que un padre, especialmente uno tan
amoroso, pudiera hacer lo que le hicieron a Emery Adams. El interior de su coche,
literalmente, había sido pintado con su sangre. Lo que haya pasado, la muerte de
Emery había sido un asunto muy violento.

—Fuimos juntos a la universidad— dijo Parker. —Lo conocía bien. Nunca podría
haber hecho esto. Nunca.

¿Se conocieron en la universidad? ¿Eso era lo mejor que tenía? Era un fiscal.
Seguramente sabía la poca validez que eso tenía.

—Pensaba que la policía todavía tenía que encontrar su cuerpo, — dije. — ¿Por
qué están tan seguros de que fuera asesinada?

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—La cantidad de sangre encontrada en el auto— dijo Parker. —Simplemente no
hay forma de que sobreviviera al ataque.

— ¿Y toda le pertenecía a ella?

—Cada gota— dijo el señor Adams, con la voz quebrada. —Cada preciosa gota. —
El dolor que brotaba dentro de él, me robó el aliento. Era tan evidente que incluso
la mujer asiática dejó de tratar de golpear mi lámpara y lo miró. Sollozaba en un
pañuelo, y no podía detener las lágrimas brotando de mis ojos, ni, aunque los
hubiera pegado.

Tomé una respiración profunda y Parker colocó una mano sobre el hombro del señor
Adams. No tenía idea de que el hombre tuviera un ápice de bondad en su cuerpo.

—No había nadie mejor— dijo el señor Adams. —No en todo este mundo. Ella era
todo para mí. Pero yo-yo no era el mejor padre. Ella merecía alguien mucho mejor

Él rompió en llanto de nuevo, sus hombros temblaban con tanta fuerza que pensé
que podrían romperse. Le dimos un momento, pero cuando él no podía parar, se
puso de pie y salió de mi oficina, sin detenerse hasta que estuvo fuera en el balcón.

Me daría la oportunidad de interrogar a Parker de una manera menos delicada.

Me incliné hacia delante. — ¿Por qué estás aquí, Parker? —dije, con mi tono
acusador.

Soltó un suspiro largo de resignación. —Porque consigues que el trabajo se lleve a


cabo, Davidson. Sin importar lo que creo de ti, o tus métodos o tus… hábitos.

¿Qué demonios?

—Haces lo que te propones. Demuestras que las personas son inocentes, cuando
están destinadas a ser condenadas. Encuentras evidencias cuando nadie más lo
pudo lograr. Ves lo bueno aun, cuando todos los demás ven el mal. Te necesito en
el equipo de Lyle. Él no lo hizo, pero la evidencia en su contra esta tan contundente
que sugiere lo contrario.

Me entregó el expediente del caso, y aunque no confiaba en él, por lo que podría
golpearlo con el palo de golf de mi padre. El presento un buen argumento. Por otra
parte, era un fiscal compitiendo por la oficina del fiscal del distrito. Y era más que
suficientemente joven y ambicioso como para conseguirlo. Algún día.

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— ¿Dónde está Lyle ahora?

Se relajó, aunque sólo un poco. —Lo tienen detenido para ser interrogado

Examine la carpeta que me dio. —Deben tener algo bueno. Ellos no lo habrían
detenido sin cuerpo, a menos que estén convencidos de que hubo un asesinato y
que él lo hizo.

—Lo sé. No tiene precedentes. Sin embargo, entre tú y yo, están esperando por un
acuerdo con el fiscal. Una confesión es justo lo que necesita este caso.

— ¿Van a conseguir una?

Me fulminó con la mirada. —No, Davidson, no la conseguirán.

Está bien.

— ¿Conocías a Emery Adams?

Sacudió la cabeza. —No. No llegue a conocerla, pero por lo que entiendo, ella era
una persona muy buena. —Bajó la mirada, su expresión dura. —No se merecía
esto. —Cuando no dije nada, volvió a centrarse en mí y continuó: Mira, sé que no
nos conocemos, pero todo el mundo tiene razón sobre ti.

—¿Todo el mundo? ―pregunté, sabiendo exactamente lo que iba a decir.

—Solucionas crímenes. Cierras casos.

—Eso hago—concorde, poniendo el bolígrafo hacia abajo y preparándome. La


difunta finalmente renunció a la lámpara y se fijó en mí. Me miró con añoranza.
Cariñosamente. Con ganas de volver a casa. Quería ver a su familia de nuevo. Yo
quería eso para ella, también. Realmente quería. Pero no en este preciso momento.
Pero ella iba a cruzar, e iba a cruzar ahora, y no había nada que pudiera hacer al
respecto.

Me puse de pie y caminé alrededor de mi escritorio para ganar unos segundos.

―¿Quién lo va a procesar?

Se aclaró la garganta y se movió incómodo.

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—Yo.

—¿Qué dices? Pensé que Fiske era tu amigo.

—Lo era. Todavía lo es.

¿Qué juego estaba jugando? —Debes renunciar al caso. O serás despedido.


Infierno, si se enteran podrían hacer que no puedas ejercer la profesión, por no
mencionar el hecho de que causaría la anulación del juicio y costaria decenas de
miles al estado.

—Deja que yo me preocupe por eso.

—Parker

—Mira, no importa lo que pienso de ti o lo que los rumores dicen de ti

— ¿Los rumores?

—Lyle no lo hizo.

— ¿Qué rumores?

—Que tienes una extraña habilidad para conseguir que la persona más culpable
sobre la faz de la tierra, salga victoriosa aun cuando tienen todo en contra de ellos.
Demuéstrame que no es sólo un golpe de suerte.

―Eso podría ser un poco difícil. La suerte juega un papel importante en mi vida
diaria. Y no hago que los culpables sean liberados, Parker.

Se puso de pie también, y rodeó el escritorio hasta quedar frente a frente.

Valiente.

—Necesito que este caso se resuelva—dijo.

—Me pondré en ello.

—Rápidamente y en silencio.

—Realmente no soy del tipo silencioso. Pero tú necesitas renunciar.

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—No— dijo, con una sonrisa maliciosa curvando su boca. —Soy el plan de
contingencia.

— ¿El qué?

—El plan de contingencia. Si jodes esto, de un modo u otro haré que el resultado
sea el que necesito.

Incluso decir algo como eso en voz alta era tan concluyente, en el sentido jurídico,
me sentí un poco mareada. Susurré mis próximas palabras, preocupada de que
alguien escuchara. — ¿Vas a perder el caso?

Él se encogió de hombros. —Voy a asegurarme que Lyle Fiske sea absuelto.

— ¿A propósito?

Sin responder, esperó mi reacción, su expresión calculadora.

— ¿No va eso en contra de tu código de conducta o algo?

—Mucho.

—¿Y qué te hace pensar que voy a ir junto con él?

Una vez más, su única respuesta fue la indirecta más desnuda de una sonrisa.

Hijo de puta. Tenía algo sobre mí. Era demasiado confiado y demasiado inteligente
como para simplemente dejar algo así en mi regazo, algo que podría poner fin a su
carrera y posiblemente enviarlo a prisión, sin tener algún tipo de seguro. Un plan de
resguardo para asegurarse de que jugaría de acuerdo al plan.

La mujer se acercó más, mi escritorio no era un obstáculo para ella en absoluto. Di


un paso atrás, y Parker pensaba que estaba huyendo de él. Dio otro paso más.
Aparte de sus problemas de respetar los espacios personales, me estaba tentando
para amenazarlo con ir a la oficina del fiscal de distrito.

Esto requería delicadeza. Por desgracia, yo no tenía una sobreabundancia de esas


cosas, pero sabía quién sí. Me calle, por ahora. Que pensara que me había unido
al equipo. Pero iba a llegar al fondo de lo que sea que tenía en mi contra. Esperemos

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que no sea mi trasero, digamos que, en una situación comprometida. Había pasado
mucho tiempo desde que había comprometido mi culo.

— ¿Y si realmente es culpable? ―Pregunté. —Si encuentro pruebas en su contra,


que indiquen lo contrario a tu opinión, ¿Cuán lejos irías?

—No me preocupa en lo más mínimo.

— ¿Pero que si lo encuentro? ¿Cuán lejos?

—No encontraras nada, así que puedes comenzar.

— ¿Qué te hace estar tan seguro, tan convencido, que estás dispuesto a arriesgar
tu carrera entera por este tipo?

Y ahí estaba otra vez. Ese sentimiento de culpa que había sentido en el segundo
que entró. Había sentido culpa de los dos. ¿Como si hubieran conspirado en algo y
les salió el tiro por la culata?

Antes de que pudiera responder, levanté un dedo índice, saque un pañuelo de papel
fuera de la caja en mi escritorio, y tosí suavemente en ella. Entonces me apoye con
las manos en mi escritorio. Tome un sorbo de café. Volví a toser. Al mismo tiempo,
la vida de la mujer pasó ante mis ojos.

Había trabajado en los arrozales de Jamuna, Nepal, toda su vida, sobreviviendo las
inundaciones y los terremotos para recoger alimentos para su familia. Después de
que Amita se casara con un hombre al que no amaba, sus amigas del campo se
convirtieron en su salvación. Reían juntas. Criaron a sus hijos juntas. Y hablaban de
sus maridos desde atrás, con las manos ahuecadas y risitas bajas.

Pero sus sentimientos hacia su marido crecieron. Sijan era un misterio para ella.
Rahasyamaya. Con los ojos plateados y una sonrisa cautelosa. Se crio en un pueblo
al oeste, y cuando sintió la desconfianza de ella, él se fue para convertirse en un
guía sherpa. Era una habilidad que su padre le había heredado. Traicionero y
temerario, pensó Amita. Pero sería para traer dinero. Y ella empezó a esperar
ansiosa su regreso.

Cuando volvía a casa, él no le hablaba de sus aventuras, y todas las chicas trataban
de averiguarlas. Debió haber sido glamuroso, decían, conocer a los ricos
occidentales, pero Amita sabía mejor. El cuerpo de Sijan estaba maltratado cuando
regresaba. Los elementos sobre la montaña eran del tipo más implacable. Adelgazó

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a proporciones insalubres, y le tomó un mes engordar de nuevo. Sin embargo, él se
hizo más fuerte cada año. Más hermoso cada vez que regresaba a casa.

Y entonces ella le preguntó. Era todo lo que tenía que hacer. Él le decía todo lo que
quería saber. ¿Eran los occidentales amables con él? ¿Ellos lo respetaban? ¿Eran
las mujeres de raza blanca bonitas? Sijan le contó todo y le dio cada moneda que
ganaba. Les traía regalos a los niños y a ella exquisitos regalos que no necesitaba
pero que valoraba.

Él y Amita se convirtieron en celebridades, aunque ella todavía trabajaba en los


campos todos los años. Al igual que sus hijos. Durante años y años siguieron la
tradición, porque un año Sijan no regresó.

Con el corazón roto, trabajó hasta su muerte, esperando que algún día Sijan
regresara de la montaña. Ella no podía cruzar, sabiendo que estaba allí solo. Pero
el momento en que cruzó a través de mí, sentí su alegría por él y dos de sus hijos
al verlos de nuevo. Las dificultades olvidadas, ella cayó en sus brazos y aplastó a
sus hijos contra su pecho, trague un nudo en mi garganta.

Me desplomé en mi silla mientras Parker se veía cada vez más agitado.

— ¿Estás bien? ―Preguntó.

—Lo siento. Otro mareo.

—Sí, he escuchado que has estado teniendo algunos… problemas de equilibrio.

Se sentó frente a mí y me dio de nuevo un momento. Tomé la oportunidad de


disfrutar del amor feroz que Amita le tenía a su marido. Yo sabía cómo se sentía.
Lo que esos tipos misteriosos nos hacían a las mujeres.

Después de tomar una profunda bocanada de aire, abrí el archivo y lo examiné


mientras Parker me daba un resumen del caso en contra de Lyle Fiske. No se veía
bien. Podia ver por qué estaba lo suficientemente desesperado para venir conmigo.

Sobre el papel, el tipo era tan culpable, que era casi imposible demostrar lo
contrario. Había sido encontrado en la escena del crimen con la sangre de Emery
por todo su cuerpo. Sus huellas estaban en el interior del coche, y él tenía su
teléfono en sus manos. No sólo eso, de acuerdo con el primer oficial en la escena,
había estado tan beligerante, que habían tenido que someterlo. Si Fiske era
realmente inocente, estaba probablemente más angustiado que beligerante.

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¿Pero si lo había hecho y estaba en la escena del crimen, donde estaba el cuerpo?
Sus huellas no se habían encontrado en el volante de Emery, y encontraron su
camioneta en el mismo lugar. Más allá de los artículos habituales que uno esperaría
que una novia dejara en el vehículo de su novio, no había rastro alguno que
implicara, que él uso la camioneta para trasladar el cuerpo.

Su caso, puramente circunstancial, sin duda tenía agujeros. Solo tenía que
encontrar la manera de penetrar un poco más. Para emitir suficientes dudas para
que un jurado pueda absolverlo de culpa. Si realmente era inocente.

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Capítulo Cuatro
“Traté de comenzar una banda una vez. Se convirtió en un club de lectura.”
—MEME

Cuando volví a la oficina de Cookie, acababa de colgar el teléfono. Al instante


sentí algo raro. Una carga depresiva sobre ella, tal vez. La misma carga que había
estado sintiendo desde hace días.

—¿Cómo te fue?—, Me preguntó, mirando como Parker me lanzaba una última


mirada de advertencia antes de cerrar la puerta detrás de él. Le di una mirada fea,
porque tengo doce, y me volví a Cook.

— Súper. ¿Pero qué hay contigo? ¿Qué pasa?

— ¿A qué te refieres?

—Has estado deprimida desde que volvimos

—Solo estoy preocupada por ti. Ya me conoces. Preocupación perpetua.

Agitó sus dedos alrededor de la cabeza. No tengo idea de por qué.

—Entiendo eso. Lo hago. Pero tengo la sensación de que hay algo que no me estás
diciendo. Soy un poquito intuitiva en eso.

—No, no hay nada.

—Sabes que puedes decirme cualquier cosa.

—Charley, tienes mucho en tus manos. Mis problemas son estúpidos en


comparación.

— ¿Qué?—Le pregunté, alarmada. — ¿Qué problemas? ¿Qué es lo que pasa?

Cookie se recostó en su silla, con la tristeza pesando en sus movimientos.

―Amber ha decidido que quiere terminar este semestre en la NMSD.

— ¿La NMSD? ¿La Escuela para Sordos de Santa Fe?


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—Amber presionó a Quentin para que entrara en la NMSD, lo cual tiene sentido, ya
que él es, de hecho, sordo. Pero Amber está muy lejos de eso.

—Eso es genial—Le dije, intentando sonar positiva. —Creo. ¿Pero ella no está
olvidando algo?— Cuando Cookie levantó una ceja formando una pregunta, añadí.
–Ella escucha realmente bien. Ya sabes, para ir a una escuela para niños sordos.

—Oh, cierto. Ellos aceptan a algunos niños con audición. La mayoría hermanos de
estudiantes sordos o hijos de profesores.

—Así que, ¿ahora permiten ir a las novias de los estudiantes? Muy avanzado para
ellos.

—No exactamente. Amber se ha vuelto tan activa en las ayudas de la escuela que
han accedido a hacer una excepción. Aparentemente les ha dejado una gran
impresión. Todos la aman. Los profesores. Los estudiantes. El personal. El
encargado de la cafetería está loco por ella. Le regala todos los días salsa casera.

—Oh si, — Dije soñadora. –Es fantástica.

— ¿Cierto?

—Pero, así de asombroso como suena, ¿no quieres que valla?

—No es que no quiera que valla, digo, que experiencia ¿cierto? ¿Estar inmersa en
una cultura tan llena? Pero ella quiere aprovechar todo lo que pueda. El mes
completo.

—No creo que sea eso lo que significa.

—Quiere vivir en la cabaña con los otros estudiantes. Durante la semana, como
ellos lo hacen.

—Oh— Ya podía ver porqué Cookie estaba afligida.

— ¿Se quedaría en los dormitorios de chicas durante la semana? ¿Un dormitorio


que estaría al lado de los dormitorios de chicos?

Cookie solo asintió, su expresión era un compendio de preocupación.

—Sí, creo que te entiendo

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—Estarían prácticamente viviendo juntos, — dijo. — Amber realmente quiere ir, y
esta es una oportunidad fantástica. Pero no estoy segura de estar lista. Es tan joven,
ambos lo son.

—Estoy de acuerdo contigo en esto. Sé que están enamorados, — Dije, añadiendo


comillas. —Pero esto es grande, Cook. Más grande que sus senos, incluso.

—No tiene senos grandes— Dijo Cook. — Son un poco como…

—No, quiero decir, cuando tenga senos. Será un gran asunto. Todo lo de la compra
de sostén, traumatizándola. ¿Y ahora esto? Quizás debería hablar con ella.

— ¿De verdad?— me preguntó, con su rostro lleno de esperanza.

—Claro que sí, digo, podría tomar el Metro Tren e ir a la escuela a diario. No necesita
vivir allí mismo, ¿cierto?

—No. Quizás, si realmente le gusta, podríamos hablar de ello este verano.

Le di unas palmadas en la espalda.

―Suena como un plan.

—Así qué – Dijo Cookie, satisfecha de que yo podría convencer a Amber de sacar
el pie del acelerador, solo por ahora, y evaluarlo para más adelante, — ya que nos
estamos sincerando, ¿qué pasa contigo?

—¿Qué?— me reí— Nada.

—Charley, sé que algo te molesta. No puedes ocultarme nada a mí tampoco,


¿recuerdas?

—En serio, estoy bien. Todo está bien. El sol está casi afuera. El cielo está casi azul
con solo un fuerte indicio de gris, el cual, ya sabes, es mi favorito. ¿Qué podría estar
mal?

—Puedes contarme lo que sea. Seguro que ya lo sabes

—Si, como que a veces olvido lo increíble que eres. Ha pasado mucho últimamente.
Muchas cosas pasaron en Nueva York.
—Lo sé. Yo estaba ahí, ¿recuerdas?

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Me reí en voz baja.

―Sí, pero hay muchas cosas que no te conté

Se inclinó hacia mí.

— ¿Cierto?, ¿Cómo qué?

—Siento qué, desde que llegamos, Reyes se ha estado alejando de mí

— ¿Qué? Oh, cariño, estás equivocada.

—No, es verdad. No me ha tocado en una semana. Debí haber tomado el cupón de


quince por ciento de descuento en levantamiento de pesas vaginales que me ofreció
ese vagabundo. — Hice el gesto de llevar la palma de mi mano a mi cara y me
apoyé en el escritorio de Cookie.

—Charley, no creo que el levantamiento de pesas vaginal sea la solución a... bueno,
nada.

—Pero hay más. — Saqué la mano de mi cara y le dije. – ¿Recuerdas la noche en


que Kuur trató de matarme?

Kuur había sido un emisario enviado por Lucifer para matarme. O, más
exactamente, atraparme en el Cristal celestial. Gracias a su arrogancia, y el
sacrificio de mi padre, lo atrapé yo a él.

—Oh, sí, me contaste esa parte—, dijo, haciendo un gesto de negación con la mano.
No estaba interesada en escuchar la historia de nuevo.

—Sí, pero lo que no te dije fue que mi padre cruzó esa noche. Así es como pude
acordarme de todo.

—Espera, ¿cruzó con la esperanza de que eso te devolvería la memoria?—

Asentí.

— ¿Y funcionó?

Asentí de nuevo.

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— Y cuando cruzó, vi las cosas más bonitas, Cook. Cosas que no sabía que sentía.
Él me amaba. A pesar de su mala elección conyugal, realmente me amaba.

—Por supuesto que sí, Charley. ¿De verdad lo dudabas?

—No lo sé. Supongo que no. Pero fue agradable verlo, de todos modos.

—Pero él cruzó ―dijo Cookie, su voz suave. Dándose cuenta. —Realmente se ha


ido.

—Se fue. — Luché contra un nudo en la garganta. –Pero aprendí mucho esa noche.
Me enseñó muchas cosas. Cosas que no estoy segura de cómo decirle a Reyes.

— ¿Cómo qué?— Miró a su alrededor, viendo si aparecía el susodicho. — ¿Qué


más podría haber? Eres tan increíble. Un ser sobrenatural más allá de lo que
cualquiera de nosotros esperaba. No puede haber nada más.

Deje que una sonrisa triste se reflejara en la esquina de mi boca.

—Puede que te sorprendas.

Cruzó los brazos sobre su pecho.

—No. Imposible. Nada me sorprendería. Estoy segura de eso. Soy anti—sorpresas


en este momento.

— ¿Estás absolutamente segura?

Me miró con cautela. Sabía perfectamente bien que no debía suponer tal cosa.

Tenía que entenderlo, sin embargo.

Metí la mano en mi bolsillo después de una mirada furtiva a mí alrededor, sólo para
asegurarme de que no había Dioses cerca, y saqué el colgante. Para ella, sería
simplemente un collar. Un hermoso antiguo collar, de una era ya pasada, pero, no
obstante, un collar.

Para mí, sin embargo, era como una galaxia dentro de otra galaxia envuelta en un
ópalo. Brillaba y brillaba y me atraía más cerca cada vez que lo miraba.

Cookie se quedó sin aliento.

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—Es hermoso. ¿Tu padre te lo entregó de alguna manera?

Negué con la cabeza.

—No. Este fue un regalo de Kuur.

—Bueno, fue muy bueno de su parte, — murmuró ella, sin saber bien como dirigirse
al respecto.

— ¿Cierto? No es de todos los días que un chico le regale un collar a la chica que
está tratando de matar. Especialmente uno del 1400.

— ¿Del 1400?—, Preguntó, inspirando una bocanada de aire, fascinada. —Eres


muy afortunada. Si no lo hubieran contratado para asesinarte, estoy segura de que
hubiera sido un gran tipo.

—Sin embargo, Cook, este no es cualquier collar.

—Por supuesto que no lo es. Te lo dio un asesino malvado de otra dimensión. No


puede simplemente ser cualquier collar. — Se llenó los pulmones y apretó los
músculos, metafóricamente. —Está bien, dímelo. ¿Qué es? Puedo soportarlo.

— Dentro de este collar de “aspecto inocente” con esta joya de “aspecto inocente”
y este tallado de “aspecto inocente” hay otra dimensión.
Cookie había comenzado a acercarse. Sólo para tocarlo. Se detuvo y retiró
lentamente la mano hacia atrás.

—Y no es sólo otra dimensión. Es una dimensión infernal. Kuur fue enviado para
atraparme dentro de él por toda la eternidad. La parte mala es que envié, a un ser
maligno enviado desde otra dimensión, a una dimensión infernal en el que también
se han enviado a decenas de personas inocentes. Y ahora tengo que sacarlos, uno
por uno, todo mientras él se queda dentro. Y para hacer las cosas peor…

— ¿Hay algo peor?—, Preguntó ella, con su cara volviéndose un blanco ceniciento.

—No tengo ni idea de cómo hacerlo. — Yo había recuperado todos mis recuerdos
de cuando era un Dios, pero por alguna razón, las cosas no funcionaban de la
misma manera en el estado humano de las cosas. Debía aprender todo.

—Bueno, todos tenemos nuestros pequeños problemas, ¿verdad? Aunque, este


hace que el mío suene un poquito patético en comparación.

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—No te atrevas a decir eso. Amber está creciendo, y es difícil asimilarlo. Para tus
ojos ella es sólo una niña pequeña.

—Charley, tuviste que enviar a tu hija lejos incluso antes de llegar a conocerla. Mis
problemas son ridículos en comparación.

—Para nada. Por supuesto, no te he dicho la mejor parte todavía.

— ¿Hay más?

—Cookie, ¿No me conoces todavía? Siempre hay más.

—En tu mundo, sí, lo hay. Estoy lista. Lo que sea que me digas, puedo manejarlo.

—Está bien, una de las cosas que aprendí cuando mi padre cruzó fue que Reyes,
mi hermoso, impresionante marido, es un dios.

Pensé que había que darle tiempo. Claramente lo necesitaba. Ahora me miraba
absorta, con la boca abierta lo suficiente como para causar un efecto triple barbilla.
Cuando le di el tiempo suficiente, teníamos casos que revisar después de todo, le
dije: —Es uno de los dioses de Uzan.

—Espera, ¿no son malos?

—Muy malos.

—Oh, Charley. No estoy segura de entender.

—Únete al club. Ni siquiera sé si él sabe. Satanás engañó a uno de los tres dioses
de Uzan. Lo atrapó usando esta joya. — Pasé los dedos sobre el cristal que cubre
la gema, la dimensión, en el interior.

—Se llama Cristal Celestial.

Se inclinó más cerca, pero aun manteniendo una distancia segura.

— ¿Por qué?… ¿Cómo es que hay gente inocente dentro?

―Larga historia que involucra a un cura maligno. Basta decir que es muy potente,
y por lo que vi cuando el pendiente estaba abierto, muy grande.

—Yo, yo no sé ni qué decir.

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―No digas nada todavía. Se pone mejor.

Sus ojos se redondearon, pero seguí adelante.

—Digamos que, por ejemplo, puedo detener a los dioses de Uzan. Digamos que
puedo detener a Reyes si tengo que hacerlo, utilizando este cristal.

— ¿Detenerlo?—, Preguntó ella, presa del pánico.

—Si tengo que hacerlo, — le repetí. — Y digamos que Michael, ya sabes, ¿el
arcángel?, digamos que me permite vivir.

Ella palideció aún más, pero seguí adelante. Lo mejor era sacar todo de una vez.

—Digamos que puedo traer de vuelta a Beep, y que podamos, no sé, a salvar al
mundo o lo que sea que debamos hacer.

Cookie asintió, entendiendo.

—Hay algo aún peor.

— ¿Que una dimensión infernal en un collar?

—Sí.

— ¿Que el arcángel que intentó matarte?

—Sólo una vez, pero sí.

— ¿Que tu hija estando destinada a luchar contra Satanás por el control de la


Tierra?

—Sí.

Sacudió la cabeza, completamente perdida. Se inclinó hacia adelante y puso su


mano sobre la mía.

—Charley, ¿qué es?

—Reyes está pagando manutención.

Se calmó. Parpadeado. Frunció el ceño.

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— ¿Qué?

Luché contra la humedad que brotaba de mis pestañas.

―Reyes, mi Reyes, está pagando la manutención de un niño. Vi un recibo.

—Está bien—, dijo, esperando un momento, —vamos a decir que, sí, Reyes está
pagando manutención es peor que todo lo otro.

—No entiendo tu punto.

―¿A quién le paga? Es decir, ¿a una antigua novia?

— ¿Piensas que tiene antiguas novias?—, Pregunté, curiosa.

—Charley, tú tienes antiguos novios, ¿verdad?

—Sí, pero, yo no estuve en la cárcel por diez años. Y no podría haber sido muy fértil
al entrar. Tenía, ¿qué? ¿Veinte años?

—Lo suficientemente mayor para embarazar a una chica. Créeme.

— ¿Pero qué te hace pensar que conocía a alguna chica?

— ¿Has visto a ese chico?

—Quiero decir, él era muy tímido al crecer.

—Y seguro que eso detiene a las chicas.

Maldición. Tenía razón. ¿Tipos tímidos, sexys y calientes? Como un infierno en


llamas para una polilla ovulando.

— ¿Cuántas antiguas novias crees que tiene?

—Buscaré.

—Tienes, un cálculo aproximado. ¿Cinco? ¿Diez?

—Buscaré— dijo ella, pero esta vez tenía su voz calmada de” estoy aquí para ti”.
Eso ayudó.

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— ¿Vas a?

—Absolutamente. Además, tiene que haber una explicación. Él te habría dicho si


tuviera un hijo.

—Tal vez se enteró hace poco. No ha estado pagando durante mucho tiempo. Tres
o cuatro meses, creo. Eso, o su otro hijo tiene sólo tres o cuatro meses de edad, lo
que significaría que dejó embarazada a otra persona antes de concebir a Beep.

—No—, dijo Cookie, sacudiendo la cabeza. —No hay forma. Charley, está loco por
ti. Cruzó las tierras baldías de una dimensión infernal sólo para llegar a ti. Esperó
durante siglos para ser enviado a la Tierra. Renunció a todo, incluso a sus
recuerdos, para nacer como humano simplemente para ver tu sonrisa.

—Cuando lo pones de esa manera... pero seamos sinceras, Cook. No soy la


persona más fácil con la que convivir.

— ¿Y él sí?— Cuando bajé mi mirada, añadió, —Charley, eres increíble, y sabes


que te considero maravillosa, pero tal vez deberíamos centrarnos en los detalles
más relevantes de todo esto.

—Cierto—, dije, enderezando los hombros. —Exactamente. No se trata de cuándo.


Se trata de quién. ¿La amaba?— Jadeé cuando el pensamiento me golpeó. —
¿Todavía la amará?

—Bueno, en realidad me refería a concentrarnos en el hecho de que Reyes es un


dios maligno empeñado en la destrucción de la Tierra. Y que un arcángel te quiere
matar. Pero podemos empezar con eso.

Di una respiración profunda.

— No, tienes razón. Tengo que ponerme mis bragas de adulta y lidiar con eso.
Tenemos un caso. No más tangas para mí.

— ¿Tenemos un caso?—, Bromeó.

—Uno de verdad, — dije con una inclinación de cabeza. —Y de acuerdo con Nick,
el gilipo―Nick Parker, un hombre inocente podría ir a la cárcel si no averiguamos
quien realmente mató a su novia, Emery Adams.

— ¿Ves? Es bueno mantenerse ocupada. Mantén tu mente fuera de las cosas de


“aniquilamiento total” y/o “muerte por un enojado ser celestial”

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—Pero ¿buscaras lo del asunto de la manutención?

—Sabes que lo haré. Ahora, ve a hacer cosas de investigador privado. Veré lo que
puedo desenterrar aquí.

Asentí. Lanzarme de lleno en mi trabajo sería mantener mi mente alejada de otras


cosas. Como dijo Cookie, “aniquilamiento total” y/o “muerte por un enojado ser
celestial”. Por no mencionar el más pertinente de nuestros problemas: el otro niño
de Reyes.

Lo que no pongo en esa categoría era el asunto de Beep. No quiero volver a dejar
de pensar en ella. Ni por un minuto. Había estado en esa situación, lo había hecho
en Nueva York. No volvería a ocurrir.

No es que yo estuviera preocupada por el posible resultado de ese escenario. Iba a


recuperar a mi hija. Ningún dios en esta dimensión o en la próxima iba a detenerme.

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Capítulo Cinco

“Mi amor es como una vela.


Llévame contigo e iluminare tu camino. Olvídame e incendiare tu maldita casa.”
-Camiseta.

Escuché pasos en el pasillo afuera de mi oficina, donde un balcón tenia vista


a Calamity’s, el bar-restaurant de Reyes. El crujido de las tablas del piso se detuvo
al otro lado de la puerta.

Caminé hacia ella y espere, sabiendo quien estaba al otro lado. Podía sentir como
lo envolvían sus emociones al igual que las espirales del centro de un tornado.
Además, podía oler a chile. Dios mío, me encantaba ese hombre.

―¿Vas a dejarme entrar? ―Reyes pregunto desde el otro lado. No como en El otro
lado, sin embargo….

―Depende. ¿Sabes la contraseña secreta?

―Chile.

Abrí la puerta de par en par.

―Santo chile verde, Batman. Eres bueno.

―Me gusta pensar que si ―dijo, con sus ojos brillantes. Traía dos platos en la mano,
pero cuando me aparte para dejar que entrara, se quedó en el pasillo. ―Tienes que
invitarme a pasar.

Entrecerré las pestañas.

―¿Por casualidad, tu segundo nombre es Drácula?

―Cerca. ―Pero aun así él no entró.

Así que, moví mi brazo en un gran gesto y dije,

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―Estás oficialmente invitado en mi humilde morada.

Humilde, estaba tomando las cosas un poco lejos, porque mientras estábamos
lejos, él había remodelado toda la planta superior de este edificio y sin embargo el
restaurante seguía exactamente como mi padre lo había dejado. Como queriendo
preservar la memoria para mi hermana y para mí. Pero mi oficina ahora parecía un
apartamento lujoso de Manhattan, menos la mesa del comedor, todo de colores
suaves y líneas lisas.

Seguía sin entrar. Miré a mí alrededor, de repente consciente de mí misma.


¿Tenía material ofensivo afuera? No he visto ninguno, pero, sin duda, mis gustos
corrieron un poco al oeste de la norma.

Me volví hacia él, y su expresión había cambiado. Se había puesto serio en el lapso
de un latido del corazón.

―¿Estas segura de que quieres hacer eso?

―¿Qué?

―Dejarme entrar.

Me tenía confundida.

―Por supuesto. Es decir, eres dueño del edificio.

―Nosotros ―dijo, con voz firme. ―Nosotros somos propietarios del edificio. Y eso
no fue lo que pregunté.

Sin otra palabra, dio un paso hacia adelante, y al mismo tiempo con un plato en
cada mano, se inclinó y puso su boca en la mía. Levanté los puños medio cerrados
en su pecho y me fundí en él. De todos modos, la mayor parte de mí lo hizo. Algo
de mí se derritió en mi ropa interior.

No me había besado, realmente besado, en una semana. Su boca, era como el


fuego contra la mía, se hizo más exigente al instante. Pasó su lengua por mis dientes
luego se hundió más profundamente y tuve que encoger los dedos en su camisa
para evitar desabrocharle los pantalones vaqueros. El calor que perpetuamente lo
rodeaba quemó mis labios, empapó mi cabello, rozó llamas por mi piel, empujó entre
las piernas.

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Aun con todo eso, la persistente preocupación en la parte posterior de mi cabeza
encontró una forma de avanzar. Esa parte de mí que se preocupaba sobre cuanto
control el Razer ejercía sobre él. Sobre mi esposo. ¿Sería una amenaza para
nuestra hija? ¿Podría el dios de la destrucción asumir el control algún día? o ¿Era
el dios dentro de él – como – una parte de lo que era ahora? ¿Una parte de su
estructura? ¿Arraigado en su ADN?

Yo era Val-Eeth, la diosa Elle-Ryn-Ahleethia. Pero yo era apenas cuando mucho


Charley Davidson. No éramos dos seres separados. Dos personalidades
separadas. ¿Era lo mismo con Reyes, el último y más joven dios de Uzan?
¿Simplemente era quien él era ahora? ¿Puede cambiar un ser hecho de un mal
absoluto cuando se funde con algo bueno? Tenía grandes esperanzas de que se
pudiera.

Luego estaban los pagos de manutención infantil y de repente yo estaba en el


décimo grado, preguntándome a cuántas chicas mi novio había besado antes.
¿Cuántas había seducido en el asiento trasero del Buick de su padre? ¿Cuántas
bases había robado antes de que lo etiquetaran?

Reyes tuvo que sentir mi vacilación. ¿Era eso? ¿Por qué había tomado distancia?

Se puso tenso, y yo sabía que sentía mis preocupaciones. Aspiré un fuerte soplo de
aire ártico entre nuestras bocas. Era como hielo en mis dientes. Me sobresaltó y
rompí el beso, preguntándome de dónde procedía el aire frío.

Una triste sonrisa levantó una comisura de su boca. Se lamió los labios lentamente,
como para saborear nuestro encuentro, y luego dijo:

―Eso es lo que pensaba.

Parpadeé. Él me había dicho que ya no podía sentir mis emociones. No desde que
había aprendido mi nombre celestial. No desde que había desmaterializado mi
cuerpo humano y entré en mis poderes más plenamente. Por lo cual no podía sentir
mi dilema ahora.

―No entiendo.

Bajo la cabeza.

―Entonces no puedo ayudarte.

―Reyes—

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―Come ―dijo, colocando los platos en mis manos. Estaban hirviendo, como si
acabaran de ser sacados del horno, y me pregunté si él había hecho eso. ―Voy a
enviar a Valerie para recoger los platos.

Se dio la vuelta y se fue medio segundo antes de que dijera,

―¿Valerie?

Pero él siguió caminando, subiendo las escaleras de tres en tres, sus movimientos
calmados, ágiles y potentes. Después de un momento, volví a entrar y le di a Cookie
su plato, porque mientras que Reyes puede haber sido criado en el infierno, yo
definitivamente no tengo la capacidad para escaldar el calor como él lo hizo.

―Caliente ―dije, con la voz entrecortada mientras prácticamente deje caer los
platos en su escritorio.

―No puedes manipularme con comida. ―Ni siquiera se molestó en levantar la vista
de su computador.

―Reyes lo hizo.

―¡Oh! ―Saltó de su asiento para agarrar tenedores y servilletas, luego se dirigió a


la cafetera para recargar combustible.

Me senté frente a su silla. A menudo comemos en el área de recepción. Para que


los clientes potenciales sepan que también somos humanas. Teníamos que comer.
E hidratar. Y deshidratar en forma de orina. El hecho de que quisieran que rastreara
a sus cónyuges errantes a las horas más malvadas conocidas por el hombre no
quería decir que no necesitáramos un descanso, de vez en cuando para ir al baño.
¡Había leyes, incluso! ¡Tenemos derechos!

Es una broma. Comemos en la zona de recepción ya que tiene la mejor vista del
campus de la Universidad de Nuevo México. Observar a la gente era muy divertido
y educativo.

―Tenemos un nuevo caso ―dije cuando ella regresó con una taza llena.

―Eso has dicho, pero ¿qué pasa con nuestro viejo caso?

―Oh, lo he resuelto la noche anterior. Sólo tengo que trabajar mis nervios para
reunirme con la señora Abelson.

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La cara de Cookie cayó.

―¿Su marido es infiel?

―Peor. Él ha estado saliendo con un grupo de chicos universitarios, jugando


videojuegos y experimentando con el cannabis.

―¿Y cómo es eso peor?

―¿Has conocido a la señora Abelson?

―Oooooh… ―dijo ella, sacando la sílaba en la comprensión. ―Entiendo. ¿Quieres


que fije una hora para la cita?

―No.

―Muy bien, voy a llamar ahora.

―No creo que pueda hacerle frente a ella.

―Bueno, alguien tiene que ocuparse de ella, y no voy a ser yo.

―No.

Ella tomó el teléfono y estaba marcando el número de la mujer a pesar de mis


protestas.

―No, ¿Por favor?

―Quítate la bandita ―dijo, anotando números con su bolígrafo.

―No quiero.

―Por supuesto que sí.

―Me gusta la bandita justo donde está.

―Te sentirás mejor.

―Las banditas me hacen ver noble.

―Solo quítatela

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―Va a doler.

―Lo mismo ocurrirá con una demanda cuando la señora Abelson se entere de que
la haces sufrir con la duda más de lo que debes.

Di un grito ahogado.

―Ella no me puede demandar.

Las cejas de Cookie subieron al cielo.

―¿Has conocido a la señora Abelson?

Cedi, cabizbaja. Con los hombros caídos, tendí la mano hacia el auricular.

Después de programar una cita para más tarde ese día, decidí molestar a mi
asistente. Bueno, molestarla más de lo que ya lo hacía.

―¿Que estas mirando?

―Nada.

Se estiró y apagó el monitor. Así que, naturalmente, me acerqué y lo encendí de


nuevo.

―Yo estaba trabajando, lo juro ―dijo a través de un bocado de tortilla, huevos,


papas, y Chile rojo. ―Entonces, un par de clicks más tarde, me perdí en la guarida
del diablo.

―¿Te perdiste en nuestro apartamento otra vez? ―Llene mi boca, hice una pausa
para saborear el pedacito de cielo que me había comido, luego me acerque a la
pantalla para examinar la fotografía. ―Es falso.

Ella ha estado buscando extrañas e inexplicables fotos del pasado. Todas en blanco
y negro. Todas verdaderamente espeluznantes. Yo he caído en ese agujero de
conejo un par de veces. Era difícil culparla cuando la mayoría de nuestros días de
trabajo consistían en compartir videos de gatitos lindos y videos de Ellen en
Youtube.

―¿Por qué esta mañana estabas tan molesta por el video? ―pregunte.

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―Porque, que pasaría si…espera, ¿Cómo sabes que es falso? ―Echó un vistazo
a su pantalla. ―Estas fotos desafían cualquier explicación porque no pueden ser
explicados. Ese es el punto.

La foto que ella estaba mirando era de una niñita con un hada en su hombro.

―¿En serio?

―Está bien, ―dijo, cediendo, ―¿Pero qué hay de este?

Era la imagen de un hombre con camisa de fuerza, levitando de una cama.

―Falso.

―¿Así que, los hombres locos levitando no son reales, pero los ángeles de la
muerte si lo son?

Ella tenía un punto.

―Al parecer. ―Tomé otro bocado.

―Bien, pero esta siguiente de verdad desafía—

―Falso ―dije al Segundo que hizo click en la siguiente foto. ―¿Que, exactamente,
crees tú que pasará?

―No lo sé. ¿Pero qué hay de esta?

―Falso. ―Era sobre un pequeño niño sentado con las piernas cruzadas y flotando
en el interior de un viejo vagón Radio Flyer. ―Y creo que lo sabes.

―Puedes estar expuesta ―dijo al fin.

―Yo misma me he expuesto antes. Nunca te ha molestado.

―No tu exposición normal de unas-demasiadas-margaritas. ¿Y cómo lo sabes?

―No lo sé. Tú nunca me dijiste que te molestaba.

―No, me refiero a la foto.

Señale la foto con mi tenedor.

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―¿Puedes ver al niño flotando?

―Por supuesto. Por eso es extraño e inexplicable.

―Las personas no flotan. No las vivas. Si de verdad estuviera flotando, seria


incorpóreo. O una entidad incorpórea lo estuviera elevando. Si puedes verlo, no es
incorpóreo. Y si yo no puedo ver una entidad incorpórea elevándose, no hay
ninguna. ¿Y que si estoy expuesta? Un poco de exposición nunca daña a nadie. No
es como si la policía de ángeles de la muerte fuera a arrestarme.

Ella volvió a hacer click.

―Supongo. Pero tú no sabes a quien, o a que, ese video pueda atraer. ¿Crees que
por eso el vaticano tiene un expediente sobre ti?

―¿Que, ese video? ―Le di otro mordisco. ―De acuerdo con su vigilante, tienen un
archivo de mí desde el día en que nací. Así que, probablemente no. ―En la
siguiente foto, un niño estaba cubierto de escamas ―Falso.

Ni se molestó en preguntar antes de hacer click de nuevo.

―¿Qué pasa si las fuerzas incorrectas toman posesión de eso?

―¿Fuerzas cómo cuáles? A menos que te refieras a las fuerzas armadas, porque
eso sería divertido. Todas las otras fuerzas saben que soy. Y soy un jodido faro, por
lo tanto también saben dónde estoy. No sé cómo una persona podría ser menos
ocultable. Para el mundo sobrenatural, de todos modos. Falso… falso… falso…
simplemente espeluznante… falso…

―¿Y qué hay de alguien de este mundo? ¿Alguien que no sepa pero que este muy
interesado? Me refiero a, muy, muy interesado.

Podía sentir como se elevaba su nivel de ansiedad

―Cook, ¿A quién le importa? ¿Qué va a significar algo así para alguien?

―Pero—

―Primero que nada, ―dije, interrumpiéndola totalmente, ―nadie lo creerá.


Pensaran que son cables o una imagen generada por computadora.

Ella se encogió de hombros mientras estudiaba la siguiente foto.

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―Y en segundo lugar, incluso si alguien tomó nota, te pregunto de nuevo, ¿qué
podrían hacer? ―Eché un vistazo a la siguiente imagen. ―Tan falso como el día es
largo.

―Sabes, tú le quitas la magia a estas cosas.

―Lo sé. Lo sien―me había empezado a disculpar, pero la siguiente imagen en su


pantalla me detuvo a media disculpa. Me incliné hacia delante. Entrecerré los ojos.
Luego se calmó. ―¿Qué es eso?

Cookie quedó inmóvil, también, el tenedor a medio camino de su boca.

―Ni siquiera me digas que la niña podría realmente quitarse la cabeza de esa
manera.

―Oh, no, eso es totalmente falso, pero eso en el fondo. ―Señalé más cerca.

―Ese pequeño niño ¿Que está haciendo?

En el fondo de una ridícula foto de una niña sosteniendo lo que parecía ser su propia
cabeza con sus largos mechones rubios estaba un niño pequeño que apuntaba a
una ventana del escaparate.

―¿Ese niño? ―Señalo a la calle, como si hubiera varios en el fondo. Vestía ropa
de época. Pantalones cortos. Medias a la rodilla. Tirantes. Una gorra de vendedor
de periódicos. Estaba viendo directo a la cámara y sin embargo, apuntando a la
ventana de la tienda.

―Sí. ―Baje mi tenedor, hice mi plato a un lado, y me incline sobre el escritorio,


enseñando mi escote, pero Cookie nunca mordió el anzuelo. Maldición. Podría
haber sido una aspirante. ―Imprime eso.

―Esta bieeeen, ―dijo despacio, con voz cautelosa. ―¿Tengo que estar asustada?

―No sé. ―Me apresuré hacia la impresora y agarré la imagen antes de que
terminara de imprimir, así que jugué a tira y afloja con la impresora hasta que cedió.
Entonces me senté de nuevo y señalé de nuevo. ―Mira en la ventana de la tienda.
¿Que ves?

―Suciedad. Bueno, barro en realidad.

―¿Como un patrón? ¿Cómo en una letra extraña o tal vez pictogramas?

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―No realmente. Solo manchas de barro. Es muy al estilo Rorschach. ¿Por qué?
―Cuando seguí estudiando la foto sin responder, dijo, ―Charley, ¿Qué? ¿Que
ves?

―¿Ves ese niño ahí parado con ropa de época? Sus manos están cubiertas de
lodo, como si él hubiera escrito en la ventana de vidrio. Es lo que está en la ventana
lo que llamo mi atención.

―¿Que hay en la ventana? ―dijo Cookie, cada vez más fascinada, y mucho más
cautelosa, cada segundo.

―Es escritura angelical.

―¿Escritura angelical? ¿Es un ángel? ¿El niño?

Casi me reí.

―No exactamente. Al menos, no creo.

―¿Puedes leer lo que dice?

―Oh si, ―dije, el miedo deslizándose por mi espalda como una serpiente hecha de
hielo.

―¿Y?

Esto era irreal. No tenía sentido.

Cookie se acercó y puso su mano sobre la mía para atraerme de nuevo a ella.

―¿Qué dice?

―Es un mensaje, pero ¿cómo?

―¿De quién?

―Si no me equivoco, ese niño es Rocket.

―¿Rocket? ¿Nuestro Rocket? ¿Rocket, el del asilo?

―Sí. ―Miré más de cerca la cara redonda y los rasgos juveniles. Él habría sido un
niño de esa edad en ese momento.

63
―¿Qué es lo que dice? ―Cookie se inclinó más cerca, intentando ver qué era lo
que yo estaba viendo. ―No entiendo. ¿Cómo sabes que es él?

―Primero, se parece a él, solo que más joven. Y segundo, dice, “Señorita Charlotte,
¿Que es más grande que una caja de pan?

Ella levanto la mirada, todavía confundida.

―Él es el único que me llama Señorita Charlotte. Pero no tengo idea que significa
y como en la tierra el me dejó un mensaje. Él no habría muerto durante otros veinte
años después de que esto fue tomado. Y yo no lo conocería por más de cincuenta
años más.

―La tienda es una panadería. Está pintado para parecerse a una caja de pan.

―Está bien ―Tendría que tomar su palabra en eso.

―Mi abuela solía tener uno igual a este. Mira, ahí está el mango.

Se empezó a parecer a una caja de pan con un asa en la parte superior. Y sobre
eso había un cartel que decía PANES Y DULCES DE LA SEÑORITA MAE.

―Entonces, pues, ¿qué es más grande que ese edificio? ―Pregunté. ―No lo
entiendo.

―Yo tampoco. ¿Y cómo es eso posible?

―Bueno, en realidad, hay un montón de cosas que podrían ser más grande que
ese edificio.

―No.

―¿Tal vez un edificio más grande?

―No quise decir—

―¿Un rascacielos?

―Charley. ―Cookie estaba tratando de averiguarlo tanto como yo. ―Esta imagen
tiene que ser a partir de los años cuarenta o algo así.

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―Son los años treinta, para ser exactos. ―Lo estudié mucho y me sentía más y
más convencida de que Rocket me estaba mandando un mensaje del pasado.
―Necesito que averigües todo lo que puedas acerca de esta imagen.

―Lo tienes, jefa. Amigo, el factor escalofriante en esta habitación se disparó diez
veces.

―Eso es porque tu marido está a punto de entrar.

Miró a su alrededor y luego a mí con asombro.

―Realmente eres psíquica.

―Sí. ―Yo no tenía el corazón para decirle que había visto pasar una sombra, por
lo que subí la mirada para ver su imagen borrosa a través del vidrio detrás de su
escritorio. Sería arruinar el momento, aunque por qué algo de mí la sorprendería en
este punto, no tenía ni idea.

Salté de la silla para agarrar mi chaqueta.

―En primer lugar, averigua todo lo que puedas acerca de nuestra víctima de
asesinato, Emery Adams.

―De acuerdo.

―Y a continuación, averigua a quién mi marido le está pagando la manutención


infantil.

―Estoy en eso.

―Y luego—

―Vete, ―dijo, mientras seguía estudiando la foto. Cuando se abrió la puerta, alzó
la vista hacia mi destartalado tío.

Me zambullí en el primer abrazo, haciéndolo horriblemente incómodo. Que era


exactamente por lo que lo hice. Me acarició la espalda y luego casi, casi me abrazó
de nuevo, su cuerpo alto, marcaba solamente un ligero sobrepeso en el estereotipo
de la etiqueta masculina. Los hombres no abrazan. Estaba en contra de su código
de conducta masculina a menos que estuvieran en medio de la fiesta de fraternidad.
O un evento aún más viril. Como un toque en el fútbol. O en una parrillada en el

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patio trasero. Estaba bien para un hombre estadounidense abrazar, siempre y
cuando uno o ambos de los participantes tuvieran pinzas para parrilla en la mano.

Tampoco apresuran a sus mujeres para plantar grandes besos húmedos en ellos,
que era exactamente lo que hizo Ubie.

Yo habría esperado hasta que tomaran aire, pero sólo había ciertas horas en el día.
Decidí correr el riesgo.

―Cook. Se me olvido preguntar, ¿Quién es Valerie?

Ella me corrió. Literalmente me enseño el dedo travieso mientras abusaba


sexualmente de mi tío. Yo estaba tan orgullosa. Incluso más orgullosa de lo que ella
estaba cuando se envenenó con comida y perdió siete libras en dos días. Pero yo
lo tomé como mi señal para escabullirme. Sólo había cierta cantidad de afecto
público que podía manejar cuando un pariente estaba involucrado. Especialmente
uno que abusaba de mi mejor amiga en su tiempo libre.

Salí a lo que se había convertido en un sombrío y brumoso día gris. Mi clima favorito.
Las nubes se habían enrollado desde el noreste y sobrevolaban a baja altura de las
Sandias, derramándose en un pico, por lo que toda la montaña parecía la caldera
de una bruja. Uno podría pensar que la imagen solo levantaría el ánimo. O el hecho
de que toda la montaña estuviera cubierta de nieve blanco brillante, reuniría al
menos una sonrisa, pero yo tenía muchas cosas en la mente. Tenía miedo. Mucho,
mucho miedo. Se enroscó a mí alrededor y se metió en mis pulmones, por lo que
me era imposible respirar.

Me detuve a medio camino de Misery, mi Jeep Wrangler color rojo cereza. ¿Por
qué tenía miedo? Había tenido miedo antes, pero no así. No como un miedo mortal.

Sin embargo, el miedo se arremolinaba como una niebla alrededor de mí. Hice
inventario. Viéndome a mí misma otra vez. Di unas palmaditas en los bolsillos y mi
chaqueta y mis niñas. No, no soy yo. Así que, ¿Si no era mi miedo paralizándome,
de quien era?

Miré a mí alrededor. No había mucha gente en el callejón. Muchas empresas en


esta parte central tenía una puerta trasera, y con la universidad en toda la calle, la
zona consiguió un poco de tráfico a pesar del estado del callejón, pero sólo había
un par de estudiantes que atravesaban el callejón en su camino hacia el campus.

Empecé a caminar, tratando de familiarizarme con la fuente, luchando contra el


impulso de oler como si estuviera buscando un olor extraño por mi cocina. Sucedió.
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Cuando rodee un contenedor de basura, lo encontré. O a ella. Una joven sin hogar,
de hecho, y lo más probable una fugitiva. Su miedo me golpeó de lleno, y la
preocupación levantó los pelos en la parte posterior de mi cuello.

La niña se sentó con las piernas cruzadas, sus zapatillas de deporte negras y
andrajosas como la sucia manta que una vez fue de color rosa envuelta sobre sus
hombros. Tenía el pelo oscuro con corte de duendecillo, levantado, pero era más al
estilo cabecera de cama, y una piel pálida y juvenil. Ella no podría haber tenido más
de catorce años. Quince a lo sumo. Estaba jugando con la tapa de una taza de
yogur con granola. Y una cuchara de plástico asentada junto a ella, junto con una
taza de jugo. Sus dedos estaban temblando, y no podía conseguir remover la
envoltura.

―¿Puedo ayudarte? ―Pregunté, suavizando la voz tanto como pude.

Su cabeza se sacudió hacia arriba, de todos modos. Su mirada, salvaje por la


sorpresa y el miedo, se detuvo en mí por sólo un segundo antes de que se moviera
alrededor, preguntándose si yo estaba con alguien. Sólo Dios sabía por lo que ella
había pasado, siendo muy joven y muy bonita. Y sólo Dios sabía qué, o más
probablemente quien, la envió a vivir en las calles. Lo que la había empujado a una
decisión tan precipitada.

Satisfecha porque estábamos solas, su mirada se pasó por encima de mí, pero la
mía se había desplazado nuevamente a la merienda en sus manos.

―¿De dónde sacaste eso? ―Pregunté, de repente más curiosa por su comida que
por sus circunstancias. Si ella estuviera mendigando, probablemente no habría
comprado nada absolutamente así de saludable. La mayoría de los niños vivían
para los chips y pizza, eso habían venido del Mini Mart de Boyd en la esquina
opuesta de nuestro edificio. No tenía ninguna intención de contestarme, pero sus
ojos respondieron por ella. Miró tan rápidamente hacia el local de Boyd y tuve que
aplacar el aumento de mi ira.

―¿El señor Boyd? ¿El señor Boyd te dio eso?

Sus cejas se deslizaron juntas, y casi me burlo en voz alta.

―Apuesto a que también dijo que podías quedarte en su almacén. Ya sabes, ¿si
alguna vez necesitas un lugar para dormir? ¿Para salir del frío por un tiempo?

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Ella no ofreció nada, pero sentí un desborde de aprecio a través de ella. Ella tenía
los medios para saber que había cambiado y tuvo la inteligencia para parecer
tímida.

―Ese tipo es un pervertido, cariño, de principio a fin. ―Di un paso más cerca, y se
puso rígida de nuevo. Probablemente debido a la exigencia en mi voz. ―Aléjate de
él, ―pedí, porque eso es lo que un niño sin hogar en la carrera necesitaba. Más
adultos a su alrededor ordenando. Diciéndole qué hacer. Tratando de gobernar su
vida. O, mejor dicho, aprovechándose de ella.

Se levantó lentamente, y me di cuenta de que había ido demasiado lejos. Iba a


perderla.

Levanté ambas manos, mostrando las palmas. ―Espera—

Pero ella se movió rápido. Corrió por el callejón, dejando sus pertenencias y su
desayuno atrás.

Buen trabajo, Davidson.

Vi como ella volcó un bote de basura, dobló una esquina, luego se dirigió hacia la
central antes de que yo recogiera sus pertenencias y las escondiera detrás del
contenedor de basura. Ella estaría de vuelta. Y nuestro encuentro no fue una
pérdida total. La había captado... su aroma, por falta de una mejor expresión. Su
huella digital emocional. Su frecuencia. Podía sentirla. Si ella no regresaba, podría
utilizar eso para encontrarla. Yo era un sabueso. Por los cuatro costados.

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Capítulo Seis

“Nunca puedo recordar si soy la hermana buena o la malvada.”


-CAMISETA

Llegue hasta Misery. Ahora tenía su propia cochera, otra mejora gracias al
Sr. Farrow. Era curioso lo mucho que había disfrutado de volver a verla cuando
regresamos. Toda roja y brillante y lista para hacer mi voluntad. Había tenido otro
objeto que encajaba perfectamente con esa descripción en la universidad, pero
vibraba. Y entraba en el bolsillo. Y su nombre sin duda no era Misery. Fue más bien
nombrada apropiadamente como Han Solo.

Conduje a la estación en Misery. El Jeep. Y, posiblemente, un poco de la emoción.

Parker tenía todo preparado para entrevistar a Lyle el novio, y aunque el detective
en el caso estaba un poco sorprendido, no discutió. Él simplemente me llevó de
nuevo a la sala de interrogatorios donde un muy angustiado y devastado Lyle Fiske
se sentó a esperar.

Y, no era de mi completa sorpresa, el hombre era tan inocente como una quita
nieves nuevecita. Podía haber estado un poco sucia bajo el capó ― ¿Las
quitanieves tienen capó? Pero él había sido sacudido con fuerza. Sin cambios de
aceite.

Se sentó esposado en la sala de entrevistas. Me pregunte si habían tenido que


someterlo de nuevo.

Cuando levantó la vista hacia mí, sus pálidos ojos color caramelo no parecían
comprender la situación. Él estaba en otra parte. Su pelo castaño oscuro estaba
entumecido, y de lo que me había dicho Parker, que lo había detenido la noche
anterior. Probablemente había ido y venido todo el tiempo, un signo seguro de su
inocencia. Sólo los culpables dormían después de ser arrestados.

―Señor. Fiske, ―dije, tendiéndole una mano. ―Soy Charley Davidson,


investigadora privada y consultora de DPA. Fui contratada para investigar su caso.

No tomó mi mano en un primer momento. Se quedó en su lugar por unos sólidos


treinta segundos antes de que finalmente se diera cuenta.

― ¿Fue contratada? ―Preguntó, tratando de asimilar en su cabeza todo lo que le


había sucedido en la última semana.

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Me detuve a hacer un inventario por mí misma. Su novia había sido asesinada en
su coche en algún momento entre las 6 y las 11:00 pm hace poco menos de una
semana. De acuerdo con el informe que Parker me dio, Lyle iba a declararse a
Emery Adams la noche en que murió. Él milagrosamente encontró su coche en el
medio de la nada y había llamado a la policía por sí mismo. Sus huellas se
encontraban en todo el coche, y la sangre de Emery estaba toda sobre él. Ah, y sólo
para poner sal en la herida, la pareja había sido vista discutiendo el día anterior.

Esto no iba a ser fácil.

―Sí, la gente que me contrató ―los mismos quienes no querían que Lyle, o
cualquier otro para lo que importaba, supieran que ellos me habían contratado
―creen con fuerza en que es inocente de los cargos en su contra.

Se rió en voz baja, un sonido que no contenía humor en absoluto.

―Como si eso hiciera alguna diferencia.

No lo había imaginado como cínico cuando entré. Algo había ocurrido en él. Algo lo
había puesto contra el universo.

―¿Puede decirme lo que pasó esa noche?

―Mi novia fue asesinada, y piensan que lo hice. ¿No es por eso por lo que estás
aquí?

― ¿Pero no lo hiciste? ―Pregunté, sólo para calibrar su reacción en el registro.

En lugar de responder, niveló esos inquietantes ojos pálidos en mí y preguntó:

― ¿Eso realmente importa?

Su cinismo me provocó una curiosidad ardiente. Necesitaba mirar más


profundamente, hasta el fondo, mucho más profundo, para tratar de entender su
animosidad. Tenía la sensación de que era un buen tipo. Por otra parte, había sido
amigo de Nick Parker. Tal vez mis antenas estaban mal esta vez.

―Señor Fiske, ―dije, tratando de conseguir que confiara en mí aunque sólo fuera
un poco ― trate de pensar en mí como su mejor amigo. Estoy aquí para usted, y si
alguien puede demostrar que usted no hizo esto, esa soy yo.

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―Ya tengo un abogado. He oído que es el mejor defensor público que el dinero de
un contribuyente puede comprar.

―Christianson. Es bueno, ―le aseguré. ―Nos va a dar libertad de acción en lo que


pide más tiempo y lo tendrás.

― ¿Más tiempo?

Crucé los brazos sobre la mesa.

―Antes de que vayas a juicio.

―Entonces, ¿quieres que me siente aquí más de lo que lo haría de todos modos?
No es como que se me concedió la libertad bajo fianza. No es como si estuviera
haciendo girar los pulgares en la comodidad de mi propia casa, así que ¿qué
importa?

―Yo simplemente no quiero que el estado se precipite con esto. ―Ahora me


preocupaba la carrera de Parker. Si esto iba a juicio, estaría arriesgando todo por
su amigo. ―Estoy esperando frustrar tu caso, mucho antes de llegar a eso, así que
vamos a esperar lo mejor.

Se burló.

―Ustedes son todos iguales. Basándose en la esperanza. Creyendo que sólo


porque alguien es inocente, no significa que va a pasar su vida en la cárcel.

Bueno. No se hable más de esperanza. Lo quería sencillo, lo conseguiría.

―El estado va a ofrecerte un trato. Aboga por no contestar, y probablemente van a


sacar la pena de muerte fuera de la mesa. O algo así. Luego te dan una cierta
cantidad de tiempo para responder. Bla-bla. Procedimiento operativo estándar. Si
tenemos que, podemos conseguir mantenerlos a distancia, incluso ofrecer un
acuerdo primero, hasta que pueda conseguir resolver esto.

― ¿Vas a resolver esto? ―Preguntó, tan escéptico como yo estaba la vez que un
grupo de chicos de la zona de juegos me dijeron que habían cogido una tortuga en
los árboles. Era un truco para conseguir que los siguiera, y yo lo sabía. Él pensaba
que estaba siendo engañado, y no estaba segura de cómo convencerlo de lo
contrario. Solo tendría que conseguir que los cargos se redujeran. Tal vez confiaría
en mí entonces.

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―Sólo estoy diciendo, no firmes nada hasta que escuches de mí.

―Si usted cree que no maté a Emery, ¿por qué piensa que tomaría el trato en
primer lugar?

―Una vez que hacen la oferta, es probable que no la ofrezcan de nuevo, y todo
esto se vaya a juicio. Podrías enfrentar la pena de muerte. Tener eso fuera de la
mesa es un buen incentivo para tomar el dinero y correr. Simplemente no seas
tentado.

―Voy a tratar de mantener mi entusiasmo en la bahía.

―Bien, primera pregunta: ¿Cómo encontraste el coche de Emery?

―Les he dicho ya, tengo una aplicación en mi teléfono. Así es como la encontré.

―Por lo tanto, ¿su teléfono estaba en la escena del crimen?

―Sí. Enchufado al cargador. Y el suyo es de ese tipo que continúa cargando incluso
cuando el coche está apagado. Lo encontré la misma noche que ella desapareció.

Me arrastré a través de los papeles.

―Correcto. Entonces, descargaste la aplicación Buscar un Amigo. La que te permite


saber dónde se encuentra en todo momento ―Cuando levanté la vista desde debajo
de mis pestañas, su ira se disparó.

―Fue idea suya. Ella quería ponerla en mi teléfono. Pensó que sería divertido o
algo así, no sé. Yo no pregunte una jodida cosa sobre ello.

Geesh, era susceptible.

― ¿Tenía una así para ti en su teléfono?

―Si… supongo. No lo sé.

―Sin embargo, puedes ver lo que parece.

Su mirada se volvió a mí.

―No me importa un carajo lo que parece. No la estaba acechando. Fue su puta


idea.

72
―Lyle ―dije, tratando de calmarlo. ―Te lo juro, estoy de tu lado. Sólo estoy
tratando de mantenerme un paso por delante del detective en este caso, porque él
es bueno. No te equivoques al respecto.

Se echó hacia atrás en su silla, sus ojos llorosos antes de apretarlos y frotarlos con
el pulgar y el dedo índice. Podía sentir la frustración rodando fuera de él en olas.

―Lyle ―Era mi voz de mamá. Cuando me miró, dije: ―Soy tu mejor opción para
vencer estos cargos. Es lo que hago. Las personas que me contrataron lo saben,
corta esta mierda y deja que te ayude.

Su boca se adelgazo en una línea recta, pero se restregó la cara con los dedos, las
cadenas tintinearon con todos sus movimientos, y luego asintió.

―No se supone siquiera que estaría en la ciudad.

―Eso es correcto. Se suponía que estarías en la boda de tu padre en Florida, ¿pero


decidiste quedarte?

Se tomó un momento más para calmarse, a continuación, explicó.

―No podía ir. Fui al aeropuerto, aparque la camioneta, cogí el transbordador. Tenía
toda la intención de ir, pero cuando entré, no podía. Algo no se sentía bien.

Ahora estábamos hablando.

― ¿Qué?

―Emery. Ella había estado ¿molesta tal vez? ¿Distante? No sé cómo describirlo,
pero durante unas dos semanas antes de su desaparición, ella no había sido ella
misma. Juró que no pasaba nada, pero la podía sentir alejándose.

Conocía aquel sentimiento.

―Además, ese era el quinto matrimonio de mi padre. Llega un momento en que un


hijo tiene que plantar su pie en el suelo.

Sonreí.

―Estoy de acuerdo. Padres ―dije, rodando los ojos.

73
Ahora que estábamos llegando a alguna parte, me dejó hacerle preguntas durante
la siguiente hora sin más arrebatos, aunque mencionó que iba a estrangularme
cuando lo librara de todos los cargos, sólo por principios. Yo tenía una tendencia a
empujar a la gente hacia el caos y la violencia.

Pero explico todo. Todo lo que podía ver al detective Joplin lanzándole a Parker,
Fiske podía explicarlo. No pude evitar sentir que Joplin apretaría el arma en este
caso. Abierto y cerrado no siempre es ancho o estrecho. Hay sutilezas en todos los
casos. Las discrepancias pueden influir sobre el jurado a un lado o al otro. Estaba
segura de que incluso con toda la evidencia circunstancial contra Fiske, su abogado
podría conseguir absolverlo. Pero sin duda necesitaría más que un defensor público.
Si Parker iba realmente a ayudar a su amigo, debería haber comenzado allí.

―Van a moverte al centro de detención pronto. Volveré cuando sepa más.

El asintió.

―Una última cosa ―dije justo antes de que el guardia me mostrara la salida. ―
¿Hace cuánto te pidió que descargaras la aplicación de Buscar un Amigo en tu
teléfono?

―Hace poco más de dos semanas. Cuando empezó a alejarse casi el mismo día.

Interesante.

―Se lo Iba a proponer ―dijo, me detuve de nuevo. ―Cuando salí del aeropuerto,
se lo iba a proponer, pero no pude ponerme en contacto con ella.

― ¿Cuántas veces intentaste llamarla?

―Al menos una docena. Dejé un mensaje tras otro y le envié textos más que eso.
Ellos dijeron que ese era mi motivo. Que no podía encontrarla, así que pensé que
estaba engañándome, la perseguí, y la mate. ―Su voz se quebró en la última
palabra.

Al igual que mi corazón.

***

Me detuve en la oficina del tío Bob a dar un grito, pero él estaba en una
reunión. Así que dejé un mensaje en su escritorio pidiéndole que me llamara. Quería

74
preguntarle lo que sabía sobre el caso Emery Adams. Los informes eran una cosa,
pero el instinto de un detective experimentado era otro.

Terminé mi mensaje dibujando pequeños corazones en todo el pedazo de papel


pero a medio camino de dibujar el quinto corazón, me di cuenta que era una orden
de arresto. Una orden de arresto, con calma la doblé y empuje a un lado antes de
escribir el mismo mensaje en un cojín de notas real. ¿Quién sabía que tendría algo
así en su escritorio?

Después, me fui en busca del primer oficial que respondió a la llamada de Lyle Fiske
después de encontrar el coche de Emery, sólo para descubrir que su turno no
comenzaba hasta más tarde. Sin embargo, tenía un montón de ayuda para
empezar. Salí de la estación más determinada que nunca a encontrar a quien mató
a Emery Adams. Podría ser la única manera de conseguir que los cargos contra
Lyle fueran eliminados. Y estaba en camino de hacer eso mismo cuando vi la
camioneta de Garrett en el estacionamiento. Con él en la misma.

Garrett era un ex soldado que se volvió agente del orden y miembro certificado del
equipo Beep. Había estado con nosotros a través de viento y agua, y yo le debía
mucho. Sobre todo, un agradecimiento.

Me acerqué a él y tuve que llamar a la ventana a pesar de que me vio con claridad.
Estaba cayendo nieve, y me dio la sensación de que estaba disfrutando de lo que
le hacía a mi pelo.

Finalmente sonrió y bajó la ventanilla.

― ¿Qué haces aquí? ―Le pregunté, sospechosamente ― ¿Me estás siguiendo?


―Habíamos pasado por esto antes.

―No esta vez, mejillas dulces ―Me obsequio una sonrisa de medio lado. Estúpido.
Él sabía lo que hacía esa sonrisa a la gente. Sobre todo a la atracción de la masa
femenina.

―Pero estas en una misión de vigilancia, ¿no?

―Algo así.

Él ya no trabajaba para la compañía a menos que fuera un pedido especial de


Javier, su antiguo jefe, y era solo cuando había falta de mano de obra, así que le
pregunte:

75
― ¿Para quién?

―Tu madre ―dijo, disparándome la misma sonrisa.

― ¿Puedes hablar con los muertos, también?

Una suave risa salió de su pecho.

―No es difícil.

Él Tío Bob salió luego con dos uniformados y un asesino esposado. Garrett se
concentró en ellos, y me pregunte quién era el asesino. El claramente ya había sido
detenido, así que ¿estaba allí para ver?

Ese hecho empujo algo dentro de mí que no estaba del todo bien, pero decidí dejarlo
correr. Si me hubiera querido decir, me lo habría dicho. Si hubiera querido saber, lo
hubiese bombardeado con preguntas hasta que cediera. Lo haría.

―Me alegro de verte ―dije en su lugar.

Él me dio una mirada de sospecha.

― ¿Sí?

―Sí. Sólo ―pensé ―quería darte las gracias.

Esta vez puso todo el poder de su mirada plateada en mí.

― ¿Por qué?

―Por, ya sabes, Nueva York.

―Bueno, de nada, pero no tengo nada que darte aún.

Esa vez me reí.

―Estuviste allí para mí, y estoy muy agradecida.

Se quedó quieto un largo rato, una de sus muñecas descansando libremente en el


volante.

Rompí el silencio primero.

76
―Solo quería agradecerte.

―De nada preciosa.

Mi corazón se hinchó ante la apreciación que vi en sus ojos. Se había puesto al día
con mucho, pasado por muchas cosas desde que me conoció, y a pesar de que
podría ser un dolor en el culo, era un buen tipo.

Me puse de puntillas y aún asi no tenía ninguna oportunidad de golpear una bola de
nieve en mi objetivo, por lo que se inclinó hacia mí para que pudiera colocar un
suave beso en su mejilla sin afeitar. Pero en el último segundo, volvió la cabeza y
mis labios se posaron en él.

Le di un beso, de todos modos, al sinvergüenza, corto y dulce.

Cuando me bajó de nuevo al suelo, me miró con sorpresa antes de agachar la


cabeza.

―Solo dile a ese demonio tuyo que mantenga una estrecha vigilancia sobre ti.

―Lo haré. ―no lo haría, por supuesto. A Reyes no le gustaba el hecho de que él
fuera parte demonio. Prefería pensar en él como parte ángel caído. Parecía mucho
más exótico. ¿Más exótico?

Una parte de mí no podía dejar de notar que Garrett y Reyes habían estado
trabajando mucho juntos últimamente. Al igual que Osh y Reyes. Y, demonios,
incluso Ángel y Reyes. Sólo podía esperar que estuviera pagando a Garrett lo que
valía: su peso en oro.

Le ofrecí una última ola y luego trote a Misery. Tenía unas cuantas personas a
quienes agradecer, de las cuales una de las no menos importante era mi amiga del
FBI, Kit. Y mi hermana, Gemma. Y el tío Bob. Lo veía todos los días ahora que vivía
al otro lado del pasillo, pero aún tenía que realmente darle las gracias por todo lo
que hizo. Al igual que Garrett y Osh, Ubie y Cookie habían puesto sus vidas en
espera para estar conmigo en Nueva York. Les debía tanto.

Decidí llamar a Kit en mi camino de regreso a la oficina. Dejé que la explosión de


Bluetooth de los sonidos de su voz atravesara las entrañas de Misery.

―Agente especial Carson ―dijo cuándo contesto. Ella era una profesional. Podría
ser profesional. ¿No habíamos Cookie y yo sido profesionales esta mañana? ¿No
era la prueba?

77
―Hey, AEC, ―dije, abandonando el profesionalismo.

―Hey, Davidson, ¿cómo estás? No he sabido nada de ti desde que volviste.

― ¿Quieres decir desde que impediste que ese tipo me volara los sesos en Nueva
York? ―A ese tipo realmente le gustaba su escopeta.

―Sí, bueno, salvaste esa familia, así que vamos a decir que estamos a mano.

―Hecho.

Mientras hablábamos, oí a una mujer gritando en Dolby 5.1 sonido envolvente, y no


pude averiguar si era procedente de la oficina del kit o de Misery. Misery no solía
gritar con una voz femenina. Ella por lo general sólo retumbaba, y en una octava
mucho menor, a menos que estuviera improvisando a Halestorm7.

― ¿Dónde estás? ―Pregunté.

―Me llamaste, ¿recuerdas? Estoy en mi oficina. Y la próxima vez que llames, puede
ser que desees decirle al operador que estas en el Top 10 y quieres entregarte.

―Conseguiste su atención, ¿verdad?

―Sí, ellos toman ese tipo de cosas muy en serio por aquí. Por suerte para ti, no
disponemos de una mujer en los diez más buscados en este momento.

―No debería ser un gran problema, entonces, ¿eh? ―Miré alrededor de Misery,
comprobando todos los rincones y grietas sólo para estar segura. Los gritos estaban
definitivamente viniendo de la cercanía general de la oficina del kit. ―Oye, ¿quién
está gritando?

― ¿Gritando?

―En tu oficina. ¿Quién está contigo?

― ¿Qué quieres decir?

7
Halestorm es una banda estadounidense de hard rock y heavy metal, originaria de Red Lion,
Pensilvania formada en 1998
78
―Alguien está gritando. Ruidosamente. No podrías pasar de largo. A menos que...
―Era evidente que había una difunta en la oficina del kit. Una que estaba
completamente molesta con alguien llamado Louie. ― ¿Quién es Louie?

La próxima vez que habló, su voz era suave y un poco amortiguada, como si
estuviera cubriendo el receptor con la mano.

―La única otra persona en mi oficina es el agente especial Louie Guzmán. Esta
aquí en un caso de D.C. ¿Por qué?

Podía escuchar la curiosidad en su voz. Esto se estaba poniendo divertido. Estuve


a punto de golpear un Honda blanco que había decidido que tenía el derecho de
vía. El conductor me hizo dar un volantín. ¿Qué demonios? Iba recto en la
intersección, y ella estaba girando a la izquierda. ¿Y tenía el derecho de paso sólo
porque el semáforo se puso en rojo justo cuando entramos en la intersección?

― ¡Todavía tenía el derecho de vía! ―Grité, volteando hacia atrás, pero había
acelerado a través de seis carriles de tráfico antes que aquellos quienes realmente
tenían el derecho de vía en su huesudo camino.

―A veces no puedo creer que todavía tengas licencia ―me dijo Kit.

― ¿Verdad? Es un misterio.

―Así que, ¿los gritos? ―dijo de nuevo, toda silenciosa. ―el agente Guzmán está
en el teléfono.

―Entonces quien quiera que sea con quien esté hablando realmente puede
proyectar. Es como si estuviera allí mismo, en tu oficina. ― estaba tomándole el
pelo, por supuesto. Nadie más que yo podía oír a la mujer, ella estaba muerta y
gritando al otro agente.

― ¿Sí? ―Preguntó Kit. ― ¿Qué está diciendo?

―Está amenazando, en su mayoría. Diciéndole a Louie que saque su cabeza fuera


de su culo y encuentre su cuerpo. Y lo está haciendo todo en un acento del sur, así
que es un poco raro. Un muy grande Moca Latte con extra de crema batida y extra
caliente, ―le dije al barista en el otro lado del mostrador. Me detuve por sustento.

Kit pareció animarse.

― ¿Dónde estás?

79
―Satélite.

― ¿Puedes moverte cerca?

―Por supuesto.

―Y traerme uno de esos, también.

―Lo tienes.

80
Capítulo Siete

“Es inhumano, en mi opinión, obligar a la gente que tiene una verdadera


necesidad médica de café a esperar en la cola detrás de la gente que al parecer lo
ven como una especie de actividad recreativa.”
- Dave Barry

Tenía que pasar por la burocracia habitual para llegar a la oficina de kit.
Detector de metales. Palmadita abajo. Cacheo al desnudo, pero sólo porque pedí
uno. El chico estaba caliente.

En el momento en que había pasado la seguridad, el Latte Mocha extra grande de


Kit ya no estaba extra caliente. Era más bien un cálido Skywalker. Un cálido Luke
Skywalker.

Una mujer agradable en un fresco traje me indico una sala de conferencias en lugar
de la oficina del kit. Entré y casi choco de cara contra una mujer con un cuchillo de
cocina. Ella estaba enojada. Gritando. Agitando el cuchillo. Amenazando con llamar
a la madre de alguien, pero sólo como último recurso porque detestaba a la mujer.

Kit estaba manteniendo al agente especial Guzmán ocupado mientras me daba una
idea de lo que estaba pasando. Me pareció que la mujer podría notarme allí de pie,
pero estaba demasiado metida en su diatriba para prestarme un poco de atención,
así que camine sobre ella y entregue a kit su café.

―Davidson ―dijo Kit, pretendiendo no haberme notado. Ella tomó el vaso y me


empujó en un fuerte abrazo.

El otro agente se apartó con una sonrisa agradable en su rostro mientras Kit
mostraba una cantidad sin precedentes de emoción. La sentí temblar dentro de ella.

Cuando se retiró, sus ojos brillaban con ella también.

―Me alegro de que estés haciéndolo tan bien.

Lo decía en serio. Me tomó un momento recuperarme de la impresión. Además,


estaba haciendo una especie de lectura de labios, por lo que sólo estaba adivinando
lo que decía. La mujer muerta tenía un par de pulmones que durarían por días. Kit

81
podría haber dicho: "Estoy loca vas al infierno," pero no sabía por qué me diría algo
así. Por lo que yo sabía, no tenía ese tipo de visión.

Se aclaró la garganta y enderezó los hombros.

―Este es el agente especial Guzmán ―dijo antes de retroceder físicamente para


hacerle frente a él como uno lo haría con un niño. Traté de no romper a reír.

Era difícil ver realmente el agente especial Guzmán. La mujer estaba en su rostro.
Como en su rostro. Gritando. Gritándole. Pero una mano salió de la parte baja de la
espalda de ella, por lo que la tome, rogando que fuera el agente ofreciéndome un
saludo. Era difícil decir en ese momento.

―Nguyen, ―dijo Kit a su compañero en el crimen mientras entraba. El Agente


Nguyen y yo nunca habíamos congeniado.

Los dos agentes masculinos se dieron la mano, y luego fue mi turno. La mirada del
agente Nguyen aterrizó en mí. Saludé un apretado hola y tuve la sensación de que
Nguyen estaba calentándose conmigo. Su sonrisa era menos ácida que las que
solía ofrecerme, pero ese era todo el calor que me gustaría obtener de él.

Elegí una silla y comencé a sentarme.

Él tiró de la silla de debajo de mí y la tomó para sí mismo.

Oh sí. Me lo estaba ganando totalmente. Discovery Channel tuvo un especial en el


que dijeron que haciendo bromas pesadas a sus amigos era cómo el género del FBI
mostraba afecto. Sus rituales de apareamiento eran más extraños aún.

Kit y Guzmán tomaron una silla, también, así que camine alrededor del Agente
Nguyen, quien estaba sólo ligeramente ceñudo hacia mí, y me senté al lado opuesto
de él, bueno, de todos. Esto no era intimidante en absoluto.

Los tres me miraron. Kit expectante detrás de su taza. Nguyen impaciente. Y el


agente Guzmán curioso.

―Por lo tanto, ―dije, juntando las manos y, probablemente, hablando un poco más
fuerte de lo necesario, ―apuesto que todos se preguntan por qué llamé a esta
reunión.

Kit luchó contra una sonrisa mientras que el chico nuevo miraba hacia ella
preguntando.

82
―Davidson es una investigadora privada, ―dijo Kit. ―Ella hace trabajos para
nosotros de vez en cuando.

― ¿Ustedes contratan investigadores privados? ―preguntó, sorprendido.

―Contrato implicaría pago ―corregí. ―Esto es más una cosa voluntaria.

―Ah. ―Él asintió con la cabeza, fingiendo entender por qué todos estábamos
sentados allí.

―A la señora Davidson recientemente le llegó cierta información interesante acerca


de la desaparición de tu esposa ―dijo Kit, y tuve que forzar mi sonrisa a quedarse.

No es que no me hubiera dado cuenta que la mujer gritando en la cara de este tipo
era un esqueleto de su armario, pero no estaba segura sobre como Kit quería
manejar esto. ¿Sospechaba que el tipo había asesinado a su mujer? ¿Y desde
cuando ella me llamaba la señora Davidson?

―No entiendo, ―dijo, mirándola tan perplejo como yo.

La señora Davidson.

― ¿Estás echando una mirada en el caso de Mandy?

La señora Davidson.

Kit sacudió la cabeza.

―No, creo que este tipo de información sólo aterrizó en el regazo de la señora
Davidson.

Esta era una cosa para pensar. Iba por la señora Davidson.

― ¿De qué forma la información sobre un caso de personas desaparecidas en DC


sólo pasó a caer en el regazo de una investigadora privada en Albuquerque, Nuevo
México?

Oírlo hablar de ello en voz alta era completamente otra cosa.

― ¿Hay alguna razón para que estés a la defensiva?

Tal vez debería usar guiones.

83
― ¿Hay alguna razón por la que crees que debería ponerme a la defensiva?

Davidson-Farrow.

―Dígame usted.

La señora Davidson-Farrow.

― ¿Es por eso que estoy aquí? ―El joven agente salió disparado de su silla, con
movimientos bruscos y rayando en la violencia. ― ¿Es por eso que me trajeron
aquí?

El agente Nguyen se había levantado también, preparándose para someter a su


volátil colega. Pero fue alrededor de ese tiempo que me di cuenta de algo más. La
mujer había dejado de gritar. Ella me estaba mirando, casi con curiosidad mientras
el agente gritaba.

―Finalmente ―dijo, cruzando los brazos, el cuchillo descansando sobre su caja


torácica. Golpeó los dedos de los pies y esperó.

― ¿Y bien? ―Kit me preguntó, esperando por algo.

Cavé profundo por una sonrisa indiferente, esperando una señal del kit. Cualquier
señal.

―Oh, Dios mío, ―dijo la mujer, con sus brazos hacia arriba. ―Ella no sabe más
que cualquiera.

Me concentré en ella.

―Entonces dime.

―Si tuviera un centavo por cada vez que alguien tenía nueva información sobre mi
caso―

Ella todavía no tenía idea de que podía verla, y no parecía dar el culo de una rata
con que yo fuera lo suficientemente brillante como para dorar las retinas de sus ojos.
La mayoría de difuntos notaba el hecho de que era una hemorragia de luz mientras
la esposa trofeo con hemorragia de dinero no lo veía inmediatamente. Eso
usualmente les llevaba a querer cruzar. Yo era la llama. Ellos las polillas.

Tal vez sus antenas estaban rotas.

84
―Dime lo que pasó ―dije en voz baja. Era difícil pasar por alto el trauma por objeto
contundente en su cabeza, o la sangre que se había saturado en su pelo y bata de
color rosa pálido.

Todo el mundo se había detenido y estaba mirándome, incluyendo la mujer.

―Dime lo que pasó ―repetí.

―Tú… ―Ella tomó un involuntario paso adelante y ahora estaba de pie con las
caderas hasta la mitad dentro de la mesa de conferencias. ― ¿Puedes verme?

Asentí.

― ¿Cómo? ―Comenzó, pero cambió de idea. ― ¿Por qué...? Espera, no. ―Ella
inclinó la cabeza para pensar un momento y luego volvió a mirar hacia arriba. ―
¿Que eres?

Miré alrededor a nuestra audiencia.

―Eso es difícil de decir en este momento.

― ¿Con quién está hablando? ―Preguntó el agente.

El agente Nguyen se sentó de nuevo y miró sus uñas. Kit sonrió y tomó otro sorbo
de su Latte.

― ¿Sabes dónde está tu cuerpo?

La mujer parpadeó, se volvió a mirar detrás de ella para asegurarse de que estaba
hablando con ella, volvió a concentrarse en mí y asintió.

― ¿Sabes quién te mató?

― ¿Un psíquico? ―preguntó el agente, más enojado que nunca.

―No es un psíquico ―dijo Kit, tan tranquila y satisfecha de sí misma, casi me reí.
―Un prodigio.

―En nuestro patio trasero. Y, no, él no lo hizo ―dijo la mujer antes de que pudiera
preguntar. Luego se volvió hacia su marido. ―Su psicótica, fenómeno de hermana
me drogó, luego, me golpeo en el cráneo con mi trofeo de Miss Kentucky. No puedo
creer que nadie se dio cuenta de que había desaparecido.

85
Sabía que había detectado un acento.

―Él es, como, el peor investigador. He estado tratando de decirle quien me mató
por dos jodidos años ―lo saco todo afuera ―Dos malditos años. Traté de
defenderme. ―agitó el cuchillo a mí.

La animé a continuar con un movimiento de cabeza.

―Pero es difícil de combatir con una jodida loca, ¿sabes? La mujer está
malditamente jodida.

Bien, mierda estaba bien, pero rayos no lo estaba. Ella tenía que ser Bautista del
Sur.

―Jodida. Con J mayúscula. Y luego se muda con él para ayudarle a cuidar de la


casa. Moviendo su mierda con él.

O tal vez católica.

―Como la dueña del lugar. Y allí estoy yo, empujando margaritas. Y sé lo que estás
pensando.―Ella inclinó su cara hacia la mía. ―Pero lo digo literalmente. Estoy
literalmente empujando margaritas.

Decidí transmitir los pedazos de información actuales, mientras que ella lo sacaba
de su sistema.

―Su hermana lo hizo ―dije.

Decir que él tenía sus dudas acerca de mi capacidad habría sido un eufemismo. La
mueca en su cara podría haber limpiado el óxido fuera del metal.

―Ella los plantó encima de mi cadáver.

―Y enterró a su esposa en su patio trasero.

―Era su manera de tener la última palabra a pesar de que ya la tenía. Quiero decir
hola. Estoy muerta, ¿verdad? Pero no. Eso no era suficiente. Ella no podía dejar las
cosas así. Tenía que lanzar ese final 'jódete'.

―Su hermana no se la paso sembrando un jardín de Margaritas cuando se fue a


vivir con usted, ¿verdad?

86
Sabía que iba a llamar la atención del agente con el tiempo, pero su expresión
cuando mencioné el jardín no acababa de ir como estaba previsto. En lugar de un
amanecer de comprensión iluminando sus características, se volvió una sombra
preciosa de púrpura. Nunca había visto ese tono particular sobre una persona antes
y me preguntaba si podría obtener una imagen sin que se entere. Para fines de
investigación.

―Esto está más allá de inaceptable ―dijo.

― ¡Mira! ―Gritó ella, señalándolo con el cuchillo. ―Él. No. Esta. Escuchando.

―Agente de Guzmán ―empecé.

―Oh, ni siquiera te molestes ―interrumpió ella. ―Él no va a escuchar. Es el más


terco, obstinado-Shass que he conocido.

Examiné mi extenso repertorio de verborrea y no tenía nada.

― ¿Qué es un Un-Shass? ―le pregunté.

Ella dejó escapar un largo suspiro.

―Era algo que decíamos. Louie jura que lo llame así en nuestra primera cita. No lo
sé. Estaba borracha y al parecer estaba tratando de llamarlo un-imbécil. Que salió
como un-Shass y pegado.

Cuando ella explicó que lo utilizó como una broma cuando estaban cerca de ser
amigos para señalar a su marido su terquedad se alzó su cabeza de toro feo, no
pude dejar de notar el giro de ciento ochenta grados que Guzmán hizo.

Su rostro palideció cuando dije esa palabra en voz alta. Ay. El púrpura precioso
había desaparecido. Pero el agente Guzmán estaba volviendo.

Miré a Kit.

― ¿Puedes darnos un momento?

―Oh, diablos, no. ―Ella puso su Mocha Latte a un lado como si estuviera lista para
ponerse a trabajar. ―Esta es mi parte favorita.

― ¿Tienes una parte favorita? ―No me había dado cuenta de que habíamos hecho
esto lo suficientemente a menudo como para que ella tuviera una parte favorita.

87
―Sí. Hablas contigo misma durante unos minutos, intentas negociar con el aire que
nos rodea, rogar y suplicar a veces, y luego llegas a estas revelaciones alucinantes.
A continuación, nos envías en direcciones que nunca habríamos pensado ir, y de
repente el caso, cualquiera que sea, se resuelve. Como magia. Oh no, cariño. No
me perdería esto ni por mi jubilación anticipada.

―Y ahora ―empezó Mandy su diatriba, más que empezar ―él va a sentarse allí y
pretender que no sabe que estoy aquí. Justo como antes. Igual que siempre. Todas
y cada una de las primeras veces. Trate de llamar su atención, es como tratar de
tirar los dientes de la boca de un león. Incluso lo apuñale en la cara.

Voltee de nuevo hacia ella.

― ¿Trataste de apuñalarlo en la cara?

―No traté. ―agitó un índice de negación hacia mí. La chica tenía agallas. ―Lo
hice. Muchas veces. ―Miró el cuchillo que llevaba encima. ―Esta cosa es tan inútil
como lo fue el día que la recogí. Traté de apuñalar a Cin en la cara, también. Ni
siquiera me acerqué, pero logré llegar a su hombro.

―Bueno, en tu defensa, te habían drogado.

―Cierto.

―Si hubieras estado en tu sano juicio, estoy segura de que la habrías apuñalado
en la cara. Muchas veces.

― ¿Lo crees? ―Dijo ella, inhalando.

Le di unas palmaditas en la espalda para consolarla.

―Su cara podría haber quedado como un colador.

―Awww gracias.

― ¿Estas llegando a alguna parte? ―Preguntó Kit, pero fue cuando note la reacción
de Guzmán.

―Mandy siempre dijo que me apuñalaría en la cara si alguna vez la ignoraba. Se


convirtió en una broma.

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Pensé en mencionar el hecho de que los días de bromear se habían ido, pero él no
necesitaba saber que lo había apuñalado en la cara. Varias veces.
Afortunadamente, el cuchillo era tan incorpóreo como ella.

―Mira ―dijo Guzmán, calmándose aún más mientras su mente corría, ―mi
hermana estaba fuera de la ciudad.

―La coartada perfecta ―dijo Mandy. ―Ni siquiera la comprobaron. En serio. Ella
nunca fue siquiera un sospechoso.

Miré de nuevo a Guzmán.

― ¿Lo comprobaste para estar seguro?

― ¿Qué? No. ¿Por qué iba a comprobar la coartada de mi propia hermana?

―Eso es todo ―dijo Mandy, justo antes de saltar y atacarlo. Voló a través de él,
pero regresó pateando. Y gritando. Y puñaleando.

Si intenta eso conmigo, va a doler.

― ¡Señora Guzmán! ―Dije, tratando de llamar su atención. ―Hay que darle un


poco de tiempo. Esto no va a ser fácil.

Ella levantó la vista de sus últimos esfuerzos por perforar su esófago, sopló el
flequillo de su cara, y dijo: ―Dos años. Dos años maldición.

Estábamos de vuelta con la cosa de la maldición.

―Yo sé, cielo. Pero―

―Me voy de aquí ―dijo Guzmán, levantándose de la silla.

Me levanté, también.

―Sólo echa un vistazo. Echa un vistazo a la coartada de tu hermana. Y comprueba


sus registros de tarjetas de crédito. Ella drogo a tu esposa primero, y luego la golpeó
con su trofeo de Miss Kentucky, de lo cual, por cierto―mire a Mandy ―felicidades.

―Gracias ―dijo, con una sólida sonrisa sureña en su cara. Todos ojos brillantes y
dientes bonitos. ―Fue hace mucho tiempo, en realidad. ―quito una mano de la
garganta de su marido para alisarse el cabello.

89
―Bueno, es un gran logro.

Esta vez, cuando la cara de Guzmán palideció, honestamente pensé que iba a caer.
Nguyen también lo hizo. Se levantó y ayudó al hombre con su silla.

―No he visto ese trofeo desde―

― ¿Desde que su esposa desapareció?

La mente de Guzmán corrió, sus ojos escaneando la mesa delante de él mientras


pensaba y repensaba en la investigación. Los acontecimientos de ese día. Cada
segundo que podía recordar, cada detalle, apostaría mi último dólar a que su mente
se estaba quemando. ¿Qué podría haber hecho de otra manera? ¿Qué había hecho
mal? ¿Había sido abducido? ¿Se fue por su propia voluntad?

Tantas preguntas estaban jugando en su mente, y el dolor de ellas se mostraba en


una cara, que era demasiado joven para estar tan arrugada como estaba.

Se puso de pie, se fue, se dio la vuelta, y vino derecho de nuevo.

― ¿Por qué? ¿Por qué Cin haría esto?

Esa era una gran pregunta. Mandy había estado observando a su marido, su rostro
iluminado con todo el amor que sentía por él.

―No es su culpa. Realmente no. Él es un investigador increíble. Nadie sospecho


de Cin. Nadie, ni siquiera yo, sabía de lo que era capaz.

―¿Sabes por qué lo hizo?

Mandy sonrió.

―Ella nos veía, la forma en que actuamos el uno hacia el otro, la forma en que
hablábamos el uno al otro, y decidió que no era la chica adecuada para su hermano.
Él había sido una estrella de Futbol. El presidente de su clase. Estaba destinado a
la grandeza, pero ella me odiaba. Pensó que no lo quería. ―tocó la mejilla de su
marido mientras todo el mundo esperaba con gran expectación por mi respuesta.
―Estaba equivocada. Siempre nos hablábamos el uno al otro de esa forma, pero
era sólo nuestra forma. No estábamos siendo mezquinos o minimizando al otro. Era
solo como nos demostramos afecto.

Decidí parafrasear.

90
―Su hermana lo hizo porque está jodidamente loca.

Mandy resopló.

―No entendía su relación ―dije, editando a medida que hablaba. ―no entendía la
forma en que se hablaban el uno al otro como se mostraban afecto.

―¿Qué?

―¿Las pequeñas adaptaciones? ¿Las insinuaciones? Sólo estaban jugando. Su


hermana no lo entendía.

―Eso es lo que éramos. Cómo éramos. Amaba a Mandy más que a nada.

―¿Incluso que el fútbol? ―Preguntó ella, y luche contra una triste sonrisa.

―Ella ¿se ha ido?

No me había dado cuenta hasta ese momento de que había estado manteniendo la
esperanza. Todo este tiempo.

―Lo siento, agente Guzmán.

―El collar ―dijo Mandy cuando un nuevo pensamiento vino a ella. Lo explicó, y me
lo transmitió.

―Le dio a su esposa un collar la mañana que se fue para una conferencia. Se iba
a perder su aniversario, por lo que se lo dio antes. Su hermana lo tiene en su joyero.
Se lo arrebato durante el ataque.

Sentí que aumentaba la presión en el interior del agente. No quería creer. Luchaba
con toda la fuerza que tenía, pero yo simplemente sabía demasiado. No podía negar
eso.

―Espera ―dijo su esposa. ―Hay algo más. Iba a decirle al regreso de su viaje.
―Por primera vez, las lágrimas brotaron de sus ojos. Bajó su cabeza, de repente
incapaz de hablar.

Había hecho esto lo suficiente como para saber exactamente lo que iba a decir,
pero eso no lo hacía más fácil. Puse la mano sobre la de ella.

―Lo siento mucho, Mandy.

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―Me acababa de enterar. Iba a hacer una visita al médico ese día para asegurarme
antes de decirle, pero lo sabía. Habíamos estado intentándolo durante tanto tiempo.
Y lo sabía.

Cerré los ojos y sentí tensarse Guzmán.

― ¿Qué? ―Preguntó.

―Lo siento, agente Guzmán, pero ella… su mujer estaba… usted, iba a tener un
bebé.

Vi en los ojos de Guzmán, que había ido demasiado lejos. La ira se disparó a través
de él antes de que la tuviera bajo control y la verdad lo atravesó lenta y
dolorosamente.

― ¿Ella le dijo eso?

―Sí. Habían estado intentándolo durante un año. Finalmente, se dio.

―No ―Él negó con la cabeza, no estando seguro si era víctima de una broma
horrible, o testigo de lo imposible. Decidió darme una oportunidad. ― ¿Cómo hago
esto? ¿Cómo justifico la excavación en mi patio trasero porque una mujer loca me
lo dijo sin dejarme como un loco a mí mismo?

Kit sonrió.

―Llamada anónima. Siempre funciona.

―Sabes, puedes cruzar si quieres ―dije a Mandy. ―Es lo que hago. Soy un boleto
directo para el otro lado. Directamente a la familia y amigos que están esperando.

― ¿Estás bromeando? ¿Y perderme de ver la cara de Cin, cuando mi marido


detenga su culo de puta? No es probable, hermana.

Asentí y miré a Nguyen. Puede que no haya sido cálido conmigo, pero me dio la
sensación de que se estaba convirtiendo en un creyente. No me ofreció ninguna
alabanza ni nada, pero no me frunció el ceño cuando se paró y se fue. Me sentí
como que estábamos haciendo progresos.

―Sabes ―dijo Kit mientras me iba. ―Nunca me dijiste por qué habías llamado.

―Cierto. Esto, sí, gracias.

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― ¿Gracias?

―Ya sabes, por Nueva York.

―Ayudaste a salvar a una familia.

―Pero creíste en mí. Incluso en mí estado amnésico. Significo mucho.

― ¿Oh si? ¿Cuánto significo?

― ¿Cuánto? ―Pregunté. Se había cambiado al modo negociación. ― ¿De cuánto


estamos hablando?

Se encogió de hombros.

―Sólo un poco de información. Nada trascendental.

― ¿Qué tipo de información?

Se detuvo y dirigió una mirada seria hacia mí.

― ¿Cómo haces lo que haces?

Kit sabía mucho. Mucho más que la población en general, que desestimaba
cualquier concepto de lo sobrenatural como algo falso. Pero ella no sabía mis
muchos títulos, y yo planeaba mantenerla virgen en todas las cosas Charley
Davidson el mayor tiempo posible.

―Secretos de la Antigua China ―dije.

―Estoy bastante segura que la cultura china en su conjunto encontraría como una
ofensa que las usarás de esta manera.

―Cierto. Y saben artes marciales y esas cosas.

―Sí. ―Habíamos llegado a la entrada del frente de nuevo, pero ella me detuvo con
una mano en el hombro. ―Un día, voy a llegar al fondo de esto, Charley Davidson.

No tenía idea de que estaba con lo anal.

―Está bien, pero ¿Invítame a la cena primero?

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94
Capítulo Ocho

“Yo no soy una chica del tipo -conduce o muere-. Tengo preguntas, ¿Hacia dónde
estamos yendo?, ¿Porque yo tengo que morir?, ¿Podemos comer algo en el
camino?”
-MEME

De regreso a la oficina, tomé el camino más largo y me dirigí al frente de la


casa de los Foster. La Señora Foster es la mujer que, dado que realmente no hay
ninguna manera de endulzar esto, secuestró a Reyes cuando era bebé. Cuando
estuvieron a punto de ser arrestados, ellos básicamente lo vendieron al monstruo
que lo crio: Earl Walker.

Desde que regresé, me propuse conducir a través de su barrio comprobando el


coche de la señora Foster, asegurándome que todavía estaban en la
vecindad. También había estado vigilando su actividad en línea. Ellos aún no
habían sido acusados de, no uno, sino Dos secuestros, y yo necesitaría toda la
munición que pudiera conseguir cuando llegue el momento de presentarle el caso
a Ubie. Y ahora que yo estaba trabajando con un asistente del fiscal, podría incluirlo
en la diversión.

La Señora Foster estaba en casa cuando pasé por allí. En realidad yo nunca la
había visto, pero hice una vuelta sobre su calle justo cuando se dirigía adentro con
un montón de bolsas de tiendas de comestibles. La odiaba. Verla no cambió eso.

En lugar de tomar las escaleras exteriores cuando finalmente regresé a la oficina,


metí a Misery en su cochera y entré al restaurante de Reyes, tenía la intención de
entrar por la puerta de atrás. Una lluvia suave, casi caliente contra el día quebradizo,
empañó mi alrededor y me dejó húmeda y un poco rizada cuando paseé hacia
adentro y me dirigí a la oficina de Reyes.

Él estaba sentado detrás de su escritorio, haciendo papeleo y no levantó la vista


cuando entré. Por lo tanto, tomé la oportunidad de examinar su oficina. Se veía
exactamente como mi padre la había dejado, incluyendo todas las fotos de la familia
que se alineaban en los estantes e interrumpían la demás parafernalia de las
paredes. Parcialmente cosas de policía. Un mapa aquí. Un premio allí. Un conjunto
de viejas esposas que envió a mi mente confundida en la dirección equivocada.

Tenía que conseguir control. O Reyes me estaba afectando más de lo habitual, o


mis trompas de Falopio estaban a punto de ser invadidas.

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Miré por encima del hombro para asegurarme que Reyes no se hubiera dado cuenta
de que me había dado cuenta de las esposas. Estaba bastante sumergido en sus
pensamientos, aunque yo no tenía dudas de que no sólo sabía que yo estaba allí,
sino que también sabía hacia donde se había alejado mi mente.

Re-enfocándome en su oficina, escaneé las fotos que todavía conservaba. Me


había sorprendido la primera vez que entré, la semana pasada, después de haber
desaparecido durante tanto tiempo. Todo lo demás en nuestras vidas había sido
mejorado, pero el bar y grill había quedado exactamente como mi padre lo
tenía. Aun así, una cosa era conservar el restaurante igual. Otra cosa era dejar la
oficina igual.

Entonces me di cuenta de un pequeño cambio. En realidad él había retirado varias


de las fotografías que mi padre había esparcido aquí y allá. Las únicas que
quedaban eran en las que yo estaba. Ni siquiera tenía que ser el punto focal de la
foto. Podría haber estado en un segundo plano, Yo estaba en una foto de la playa
que había tomado en el sur de California cuando estaba en la escuela primaria.

La imagen se suponía que era de mi hermana, Gemma, mostrando su castillo de


arena desequilibrado. Pero allí estaba yo, en el fondo, tirando de mi boca todo lo
que pude con mis dedos y sacando la lengua. Ah, y mis ojos cruzados. Ninguna
photobomb8 estaba completa sin los ojos cruzados. No era mi mejor perfil, pero a
Reyes parecía que le gustaba.

―¿Vienes a bañarme con hielo otra vez? ―Preguntó Reyes.

Giré hacia él. Todavía estaba estudiando detenidamente una pila de papeles y no
había levantado la vista.

―¿Bañarte con hielo? ―Cuando él no respondió, le pregunté: ―¿En qué estás


trabajando?

―Mi Testamento.

Caminé alrededor de la mesa alarmada.

―¿Tú testamento? ¿Por qué necesitas un Testamento?

8
Photobomb es una foto normal que ha sido arruinada por una persona o animal que supuestamente no debían
salir en la foto

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Levantó la vista por fin.

―Sin duda, estás bromeando.

Empecé a discutir, pero tenía razón. Nosotros llevábamos una vida por demás
peligrosa. Negarlo sería absurdo. Por otra parte, “absurdo” era mi segundo nombre.

―Tengo un plan ―dije, dirigiendo la conversación lejos de los lugares incómodos.

―¿Tiene que ver con mi muerte? Si es así, es posible que desees esperar un día
más o menos. Necesito devolver esto a nuestros abogados.

―¿Tenemos abogados? ―Eso era genial. Nunca había pensado en mí como un


tipo de persona “con abogados”. ―Olvida eso. Tengo un plan para que volvamos a
tener a nuestra hija.

Finalmente me dio toda su atención. Dejó la pluma que había estado sosteniendo y
se echó hacia atrás en su silla. El movimiento era tan pequeño, tan cotidiano, y sin
embargo, envió una pequeña oleada de emoción en espiral sobre mi piel.

Se había arremangado la camisa, dejando al descubierto sus antebrazos


musculosos. Sus manos fuertes. Sus dedos largos y capaces.

Él se dio cuenta que yo me di cuenta, eso era seguro en estos momentos, pero en
lugar de extender su mano, en lugar de invitarme a su espacio personal, esperó. Él
se limitó a esperar. ¿A que yo hable? ¿A que yo actúe? No tenía idea de que, por
lo que fui con lo primero.

―Sí, así que, para que este plan funcione, vamos a necesitar una docena de
jeringas, un tanque de óxido nitroso, un asesino en serie, y un tanque.

Él no respondió, y yo me quedé un poco confundida al ver que no se burlaba de mi


lista de compras. Ni siquiera me la cuestionó, por lo que aclaré el último elemento
de la lista.

―Ya sabes, de los militares.

―Sí ―dijo, en voz baja y suave. ―Yo sé lo que es un tanque.

―De acuerdo. Sólo pensé que podrías estar inclinado hacia un tanque de pescado
o un tanque séptico.

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―No, ya lo entendí. ―Su mirada brillaba cuando se fijó en mí, y pude ver el interés
que chispeaba en las oscuras profundidades. Yo quería cambiar, sólo un poco, a
medias sobre la otra dimensión y verlo en su forma sobrenatural, pero me dio la
sensación de que él sabía cuándo yo lo hacía, así que me detuve.

―¿Piensas que va a funcionar? ―Pregunté.

―¿Tu plan?

―Sí.

―No lo he oído aún. Sólo he oído los requisitos físicos de él.

―Oh, por supuesto. ―Traté de sacudirme el deseo carnal que corría por mis venas
y jalar sin resultado mi cordura al abdomen. Cuando fracasé miserablemente,
caminé hacia el otro lado del escritorio y me senté frente a él. Para poner un poco
de distancia entre nosotros. Y un gran trozo de madera. No ayudó. Probablemente
porque sabía lo que podía hacer con ese trozo de madera si quería llegar hasta
mí. Es evidente, sin embargo, que él no quería.

Tomé una respiración profunda, pero en lugar de transmitirle mi plan, le pregunté:

―¿Me puedes decir que te molesta?

Él no se movió. Su expresión no cambió en lo más mínimo. Él se limitó a mirarme,


sus largas pestañas hacían que sus iris brillaran aún más en la luz baja.

―Tenemos compañía.

―¿Y eso te molesta? ¿El niño pequeño en el techo?

Antes de que pudiera responder, Osh, o Osh'ekiel como era conocido en el Reino
Celestial, entró en la oficina de Reyes. Sólo entró como si no se suponía que él
debía estar en otro lugar.

―Osh ―dije, con la alarma disparándose en mí. ―¿Por qué estás aquí?

Él inclinó la cabeza un momento y se metió las manos en los bolsillos. Como de


costumbre, llevaba un corto sombrero de copa negro sobre su cabello largo hasta
los hombros. Pero hoy también llevaba una larga gabardina, tan negra como el resto
de su atuendo, y botas metaleras.

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Reyes se puso de pie y también esperó su respuesta.

―Tuvimos que mudarla.

Una ráfaga de calor quemó mi piel cuando Reyes perdió el control de sus
emociones. Mis emociones, sin embargo, dieron un giro diferente. Pusieron mi
corazón en mi garganta y derramaron adrenalina a cántaros a través de mi sistema
nervioso.

―¿Dónde está? ―Pregunté, dando un paso más cerca de él.

Él levantó sus los hombros hasta las orejas y metió sus manos más profundo en los
bolsillos de sus pantalones vaqueros.

―Sabes que no puedo decírtelo.

Llegué hasta él antes de siquiera pensarlo. No importaba que fuera el más mortal
Daeva – demonio de bajo nivel entrenado para luchar- que el infierno haya visto
nunca. Para mí, él era un chico de diecinueve años, que sabía más de mi hija que
yo, y de repente me encontré con la situación intolerablemente injusta.

Lo tenía contra la pared con una mano alrededor de su garganta. Él sostuvo mi


brazo con ambas manos, pero no trató de detenerme.

Reyes estaba a mi lado en un instante.

―Holandesa ―dijo suavemente, colocando una mano sobre la que había envuelto
alrededor de la garganta de Osh, pero a menos que él pensara ayudarme a
estrangular la vida del niño, no era de ninguna utilidad para mí en ese momento. Así
que mi mano libre fue a su garganta. Él levantó la barbilla, casi como si le diera la
bienvenida al contacto.

Necesitaba saber dónde estaba mi hija. Porque, que tuvieran que mudarla era una
cosa, pero no conocer donde estaba me dejaba con pocas opciones si yo necesitara
ayudarla.

Valerie, quien según Cookie me dijo era uno de las camareras de Reyes, se detuvo
limpiando una mesa, echó un vistazo dentro de la oficina, a continuación, se
escabulló, presumiblemente cuando se dio cuenta de la ira de su jefe.

―Holandesa ―dijo de nuevo más allá de la opresión en su garganta. Me deslicé


hacia el otro plano y observé cómo el aura de Osh se movía en espiral, como vapor

99
alrededor mío. Él no luchaba en lo más mínimo. Todavía sostenía mi brazo con una
mano, pero había trasladado la otra a mi hombro. Era un rayo rápido y muy mortal,
así que tenía pocas dudas de que estaba formando un plan.

La oscuridad que rodeaba a Reyes se elevaba a su alrededor. Las llamas que


perpetuamente lo bañaban saltaron hacia mí. Normalmente, me habrían quemado
Ampollado. Abrazado. Pero hoy sólo molestaron.

―¿Dónde está mi hija?

Osh se limitó a sacudir la cabeza, cumpliendo sus órdenes, obediente hasta el


final. Y estaba a punto de ser el final; tanto como yo podía garantizarlo. Mi rabia
sacudió las paredes que nos rodeaban, y oí un grito agudo desde la
cocina. Probablemente Valerie, la camarera.

―Holandesa ―dijo Reyes ―él no nos puede decir. Tú lo sabes.

―Entonces morirá deseando poder.

Si hubiera estado prestando más atención a mi marido, habría visto la mirada de


soslayo que le dio a Osh un microsegundo antes de que mi cara fuera aplastada
contra el suelo de madera de su oficina. Habían cambiado las tornas tan rápido, que
no lo había visto moverse.

Ellos habían ralentizado el tiempo.

Y yo me quedé allí como un loco con exceso de litio. Sólo esperaba que no se me
cayera la baba.

―¿Lo entiendes?

Parpadeé, gimiendo bajo su peso, tratando de recordar lo que había dicho. Fuera lo
que fuese, sentí que “sí” era la respuesta apropiada.

―Sí ―dije debajo de una tonelada de extremidades y torsos. Santa mierda de vaca,
eran pesados.

―¿Qué he dicho? ―Preguntó Reyes. Maldito sea.

―Que los dos van a sacar su mierda de arriba mío, y Osh va a decirme dónde está
mi hija.

100
―Error.

El peso se multiplicó, y gemí, la agonía de la derrota era casi imposible de


soportar. Como lo eran su masa muscular y hombros huesudos. Ellos tenían que
pesar como quinientas libras. Cada uno.

Tenían mis brazos trabados detrás de mi espalda, varias rodillas fijadas allí por si
acaso, y un brazo- el de Reyes, asumí- envuelto alrededor de mi cuello, mientras
que otro sostenía mi cabeza hacia abajo, manteniendo la cara aplastada con fuerza
contra el suelo, tan cerca que veía cada astilla en la veta de la madera.

Y, por desgracia, no iría a ninguna parte pronto. Si pudiera haber hablado más
claramente, habría gritado socorro. En mi estado actual, ni siquiera podía obtener
suficiente aire en mis pulmones para gritar, y punto.

―Vamos a soltarte si prometes no matar a nadie. ―Cuando yo sólo gemí, recibí


otras cincuenta libras por pulgada cuadrada de presión en mi sección media.

―Está bien ―mitad me quejé, mitad chirrié.

Poco a poco, como para asegurarse de que no enloqueciera de nuevo, fue retirando
su peso de encima mío, pero mantuvo mi cara plantada contra el
piso. Probablemente con la esperanza de que germine. Las raíces crecen. ¿Para
qué plantar algo tan a fondo?

Una suave voz femenina penetró la bruma de la privación de oxígeno.

―¿Es-está todo bien?

―No―Empecé a decir, pero una mano fuerte se estrelló sobre mi cara.

―Sí ―dijo Reyes ―Gracias.

Una risa profunda vino desde atrás de Valerie. Debía ser Sammy, el jefe de
cocina. También conocido como el traidor. Yo estaba claramente mantenida en
contra de mi voluntad, ¿pero le importaba? Claro que no. Como los hombres que
me sostenían, probablemente pertenecían a la Liga de los Pendejos
Extraordinarios.

―Está bien, Valerie. Ellos hacen este tipo de cosas todo el tiempo
―dijo. Exagerando por completo el hecho.

101
―Oh ― dijo ella, insegura.

Vi los pies a través de mi visión borrosa mientras Sammy se la llevaba.

Entonces yo estaba de pie. Tomé una bocanada de aire, agradecida por el hecho
de que Reyes me había clavado en la pared como medida de precaución. Me
hubiera caído de otro modo.

―No es justo ralentizar el tiempo ―dije, apoyando la cabeza hacia atrás y jadeando.

―Tú lo hiciste primero ―respondió Osh. Él se dobló en dos, con una mano en una
rodilla, la otra masajeando su garganta. Comprobándola, con toques vacilantes de
sus largos dedos por aquí y por allá.

Reyes había presionado todo su cuerpo contra el mío. Era la mayor acción que
había visto en toda la semana, y yo disfrutaba de la sensación. El calor como la
punta de llamas lamió mi cara y saturó mi piel.

Entonces me di cuenta de lo que acababa de hacer. Había amenazado la vida de


uno de mis mejores amigos. Uno de los pocos seres en la Tierra que podrían ayudar
a proteger Beep. Uno de los aún menos seres en la Tierra que darían su vida para
hacerlo.

La culpa me atravesó. Nunca había perdido el control de esa manera. ¿Qué habría
hecho? ¿Era por eso que el arcángel Miguel había tratado de matarme en el
restaurante en Nueva York? ¿Yo realmente no tengo control sobre mis poderes?

Osh tosió y luego se enderezó, cayendo hacia atrás contra la pared de la esquina
opuesta a mí. Él apoyó la cabeza en los paneles de madera también. Cerró los
ojos. Tomó respiraciones largas y profundas.

―Lo siento ―le susurré a Reyes.

Envolvió sus largos dedos alrededor de mi cuello y enterró su cara en mi pelo. Olía
a una tormenta eléctrica. Sus emociones eran electricidad. Su cuerpo el desierto
después de una lluvia. Fresco. Crudamente hermoso. Peligroso.

―¿Estás bien? ―Preguntó, su cálido aliento en mi cuello.

―Lo estoy ahora.

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Se echó hacia atrás, echó un vistazo a mi cara, y luego salió de mi abrazo y se
apartó de mí. Levanté una mano hacia mi mejilla y giré para hacer frente a una
imagen, tratando de verme a mí misma en el reflejo del cristal, pero sólo pude ver
un contorno borroso de mis características. Aun así, se veían bastante
corrientes. ¿Qué había tan mal en mí que mi propio marido se apartaba?

―Tus ojos ―dijo Osh, prácticamente leyendo mi mente.

Reyes le gruñó, pero él nunca había visto a mi marido como una gran amenaza. Me
preguntaba cómo se sentiría si supiera que era un dios. Por otra parte, puede que
ya lo sepa. Él estaba allí, después de todo. Cuando Lucifer creó a su único hijo,
desviando la energía de un dios para moldearlo, usando los fuegos del infierno para
templarlo. Para hacerlo fuerte. Para hacerlo indestructible.

Antes de que pudiera preguntar por mis ojos, oí a Cookie precipitándose por las
escaleras. Corrió a través del restaurante, tropezando en la oficina, me miró, y supo
que algo estaba mal.

―¿Qué pasó? ―Preguntó, con una mano sobre su corazón.

―Es lo que estoy tratando de averiguar.

Pasé por delante de Osh, y él se puso rígido. La culpa inundó cada molécula de mi
cuerpo, empapándolo en ácido, sabor amargo en mi boca. ¿Qué había hecho?

―Lo siento ―le dije. Extendí mi mano y la puse sobre su garganta. No luchó contra
mí esta vez tampoco. De hecho, prácticamente sonrió con malicia.

―Ah, ¿sí? ―Preguntó, ignorando por completo el hombre detrás de mí. Con el que
yo estaba casada. Una lenta sonrisa se levantó en la comisura de su
boca. ―¿Cuánto lo sientes?

Él tomó el faldón de mi camisa y me atrajo más cerca, y aunque él estaba evadiendo,


desviando la atención del hecho de que yo lo hubiera atacado, alcé los brazos y lo
estreché en un abrazo.

―Mucho―le dije al oído.

Envolvió sus brazos más apretados a mí alrededor.

―Lo lamento ―dijo, y lo decía en serio. Él realmente deseada poder decirme dónde
estaba mi hija, pero fue nuestra decisión. Nadie conocería su ubicación, salvo Osh

103
y, naturalmente, los Loehrs, ya que eran sus tutores por el momento. Los Centinelas
de Beep lo sabían, también, por supuesto, su ejército variopinto (de toda clase de
gente), pero ellos nunca se alejaban de su lado.

Y su lado era un espectáculo digno de ver. Ella tenía la versión de un arcángel en


mi dimensión, el hombre al que solía llamar Señor Wong, un hábil líder y
guerrero. Ella tenía los tres motociclistas que juraron lealtad a Reyes y a mí. Y ella
tenía doce perros infernales enormes, implacables, y completamente adorables
conocidos como los Doce.

Ella tenía un ejército, y aun así habían tenido que mudarla.

Mi pecho se contrajo de nuevo con ese pensamiento, y aplaqué una ola de ansiedad
vertiginosa.

Me aparté de su agarre y envolví un brazo en Cookie.

―Está bien ―le dije. ―No voy a preguntar dónde se encuentra de nuevo. Por
ahora. Pero, ¿puedes al menos decirme por qué tuviste que mudarla?

Reyes se puso detrás de mí, y yo me incliné hacia atrás hasta que nos estábamos
tocando.

―Las señales estaban todas allí,―dijo Osh, mirando a Reyes como si lo hubiera
jodido personalmente. ―Cuerpos comenzaron a aparecer, uno por uno. Los
primeros estaban a dos condados de distancia. Entonces empezaron a acercarse,
como si algo estuviera atrayéndolos.

―¿Los cuerpos? ―Le preguntó Reyes.

―¿Es Beep? ―Preguntó Cookie.

Asentí.

―Tuvieron que mudarla.

La expresión de preocupación de Cookie imitaba el miedo que resonaba a través


de mí. La llevé a una silla y la senté en ella antes de sentarme en la que Reyes trajo
para mí.

―¿Qué tienen que ver los cuerpos con eso?

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―¿Quieres decir con ella? ―Osh le preguntó a Reyes.

Él se arrodilló a mi lado, y me pregunté si él pensaba que yo me perdería de nuevo.


Yo me preguntaba aún más si lo haría.

―Nosotros tenemos algo así como una lista de verificación. Un esbozo de cosas a
las que le tenemos que prestar atención. De esa manera sabemos si los dioses se
están acercando. Y uno de los signos es cadáveres. Pero, ¿Qué aspecto tienen?
―Le preguntó a Osh.

―No estaría aquí si no se ajustaban a los criterios.

Reyes se mordió y maldijo en voz baja antes de girarse hacia mí.

―Una entidad sobrenatural no puede simplemente cambiar a esta dimensión con


carta blanca. No tiene ese tipo de autoridad. Con el fin de ser capaz de interactuar
dentro de los parámetros de la dimensión, debería ser capaz de cambiar
completamente. Y la única manera de hacer eso, como ya lo sabrán, es habitando
a un ser humano.

―Pero ―dijo Osh, ―el cuerpo de un ser humano es demasiado frágil para sostener
a un dios durante más de unas pocas horas. Comienza a descomponerse de forma
instantánea y a un ritmo mucho más rápido de lo normal.

―Sin embargo, los demonios pueden hacerlo ―argumenté. ―Han poseído


humanos durante años hasta ahora. Incluso han mantenido un herido o, a veces
un cadáver por meses.

―Sí ―dijo Reyes. ―Un demonio puede hacer eso. Casi cualquier entidad
sobrenatural de cualquier dimensión que pueda encontrar su camino a este plano
puede poseer a un ser humano para cambiar totalmente.

Osh se apartó de la pared y se giró para mirar por una ventana.

―Pero mientras que un demonio puede mantener un cuerpo humano en un estado


de animación por una eternidad, un dios es simplemente demasiado poderoso para
una vasija tan frágil como un Humano.

Se giró nuevamente hacia Reyes. Dejando que él se haga cargo.

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―Un dios sólo puede mantener un cuerpo animado por un tiempo antes de que sus
células comiencen a desintegrarse y fundirse unas con las otras. Hasta que ya no
parece humano.

―¿Y qué pasa con la persona poseída?

―Nada que no le haya sucedido ya. Él o ella han muerto en el instante en el que el
dios secuestró el cuerpo. Es como poner el núcleo de un reactor nuclear en el
interior de un ser humano y observar a la persona fundirse en torno a él.

Las manos de Cookie se apretaron alrededor de los dedos que yo había entrelazado
con ella. Estaba temblando visiblemente, su bello ceño se volvió un gesto severo.

Osh no se dio cuenta.

―Si hay un dios en la zona y está usando y descartando cuerpos a voluntad, él está
detrás de la esencia de Beep. Y como cualquier buen sabueso, no se dará por
vencido hasta que finalmente tenga su presa entre sus mandíbulas.

Cookie inhaló profundamente, y Osh, finalmente se dio cuenta de lo angustiada que


ella estaba. Creo que, de hecho, mi preocupación por ella estaba manteniendo mi
propia rabieta de angustia a raya. Yo quería despotricar y gritar y aplastar algunas
laringes hasta que alguien revele la ubicación de mi hija. Pero no podía hacerlo
delante de Cookie. No podía disgustarla nunca más.

―¿Y los cuerpos? ―Reyes le preguntó. Aún de rodillas a mi lado, tenía una mano
en mi pierna y la otra rodeando el brazo de la silla. El brazo se rompió con la presión
que puso en él.

Osh asintió.

―Están... descomponiéndose a un ritmo antinatural. Sin mencionar el hecho de que


los sabuesos estaban inquietos. Rascaban el suelo. Olfateaban el aire. Con ganas
de cazar.

―Pero ¿qué pueden hacer ellos frente a un dios? ―Pregunté.

―Comprarnos tiempo.

La gravedad de la situación me había mareado.

―¿Sacaron a Beep de allí antes de necesitarlos, No obstante?

106
Él asintió de nuevo.

―Ella está en una nueva casa segura con los Lohers y la mayor parte de los
centinelas.

Eso era a lo que llamábamos el Ejército de Beep. “Los Centinelas”.

―¿Mayor parte?

Osh bajó la mirada.

―Tu hombre, Donovan. Él se quedó atrás para mantener un ojo en la zona. Para
hacernos saber si aparecen más cuerpos.

Parpadeé, atónita, y sumamente agradecida de que él fuera a hacer tal cosa que un
nudo se formó en mi garganta.

―¿Todavía está allí?

El hermoso niño frente mío, que en realidad era mayor que Reyes por unas
centurias, y que sin embargo, parecía que estaba en su adolescencia, asintió con la
cabeza, su boca una línea sombría.

―Está tratando de estar un paso delante de ellos. Rastrear y averiguar su próximo


movimiento.

Me levante de un salto

―¿Solo?

―Él insistió en que los otros dos se fueran con Los Centinelas.

―Osh, él es humano. ―Di un paso más cerca de él, y Reyes se levantó


también. Agarró mi brazo en señal de advertencia. Me sacudí su agarre. ―¿Qué se
supone que va a hacer si los encuentra?

―Llamar ―dijo Reyes, tomando mi brazo de nuevo.

―¡¿Llamar?! ―Pregunté, aterrada. ―¿Y hará eso antes o después de que el dios
se apodere de su cuerpo? ―Cuando nadie contestó, le dije: ―Necesito ir con él.

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―¿Y hacer qué? ―Preguntó Reyes, su ira pulsando a través de la habitación como
un latido. ―¿Ser el faro que los oriente y llevarlos directamente a tu amigo?

―No lo debes querer mucho ―bromeó Osh.

Tenían razón. Yo sólo iba a conseguir que lo mataran más rápido. Como lo haría
Reyes. Su oscuridad era muy parecida a mi luz. Había descubierto esto cuando
aprendí a cambiar entre dimensiones. Era como un gran vacío en el paisaje. Un
abismo oscuro. Al igual que yo era un Portal al cielo, él era un Portal al infierno. Y
cualquier ser sobrenatural podía verlo desde miles de millas de distancia.

―¿Puedo preguntar, qué te hace pensar que sólo hay un dios en el área?

―Así es como ellos trabajan ―dijo Reyes ―Se separan hasta que uno encuentra
a su presa, entonces los otros dos se unen a él.

Reyes realmente no tenía idea de que era uno de los tres dioses de Uzan. Que sólo
había dos de ellos por allí.

―Si este fuera cualquier otro mundo, ellos simplemente lo destruirían.

―¿Qué los detiene? ―Preguntó Cookie.

Osh le respondió.

―Dios, Jehová. Es parte respeto y parte auto conservación.

―Lo último que quieren es una guerra con otro dios.

―Por lo tanto, ellos son cobardes, así como asesinos en masa.

―Más o menos ―dijo Osh.

Pero mi marido era lo más alejado de un cobarde. Él realmente no tenía nada que
ver con sus hermanos, en absoluto.

―¿Qué puedo hacer yo? ―Pregunté primero a Reyes a continuación a Osh.

―Volver a trabajar ―dijo Osh.

Reyes estuvo de acuerdo.

108
―Seguir con tu día lo más normal que sea posible. Podrían tener espías.

―¿Espías? ―dijo Cookie, palideciendo, incluso más de lo que ya estaba.

―Podrían estar intentando ahuyentarnos con humo ―explicó Osh. ―Si entras en
pánico y comienzas a chequear a Beep y a los Lohers, tratando de dar con ellos
para asegurarte de que están bien, los espías podrían descubrir su ubicación.

―Nosotros estaríamos haciendo todo el trabajo por ellos.

―Por lo tanto, Se supone que solo siga con mi día, sabiend―

―Sabiendo que Beep está bien ―insistió Osh. Se acercó a mí y rozó sus dedos
debajo de mi barbilla. ―Lo prometo. Ya los hemos trasladado a un lugar seguro.

―Seguro por ahora ―dije.

Sin poder discutir con eso, me ofreció otro guiño y comenzó a retirarse. Se detuvo
en la puerta y añadió:

―Se me olvidaba decirles. Maté a otro emisario.

Reyes, que hasta hace poco veía a Osh como un bajo Daeva, una entidad por
debajo de él que era más enemigo que amigo, se acercó a él y agarró su
antebrazo. Osh tomó el de Reyes, a su vez, solidificando la hermandad que
comparten con un objetivo común: proteger y servir, a toda costa, a Elwyn Alexandra
Loehr, la chica que combatirá la pestilencia del mundo. La chica que salvará a la
humanidad.

No le había contado a Reyes que Osh también estaba destinado a enamorarse de


nuestra hija. No hay necesidad de abordar ese barco por el momento.

Empujé mi mano dentro del bolsillo de mis vaqueros y envolví mis dedos alrededor
del Cristal Celestial. Era nuestra única esperanza frente a los dos dioses de
Uzan. La única que conocía, al menos. ¿Debía decirle a Reyes?

Con el fin de atrapar a un dios, o a cualquier entidad espiritual, en la dimensión


infernal, uno tenía que conocer su nombre. Su verdadero nombre. Pero yo no
conocía los verdaderos nombres de los dioses, y mucho menos el de Reyes. No su
nombre Celestial. Si le contaba sobre el cristal celestial, ¿lo usaría en mi contra
cuando él se enterase de su verdadero origen?

109
Sólo había pasado una semana. He sabido que él es un dios durante una
semana. Podría aferrarme a esta golosina por más tiempo. Sólo hasta que tuviera
más información. Sólo hasta que supiera con certeza que podía confiar en la parte
divina de mi marido. La parte que supuestamente era tan mala como el que
más. Esto apestaba.

110
Capítulo Nueve

“Cuando era una niña… No espera, todavía soy una niña”


(CAMISETA)

Cuando me fui, me preguntaba, cuántos de los doce emisarios malvados,


enviados por el mismo satanás, quedaban. Si estaba contando correctamente,
supuse que nueve, pero no había manera de estar seguros sin tener que llamar a
todos a un pase de lista. Eso podría funcionar, en realidad. Podríamos hacer un
concurso y decirles que habían ganado un televisor como lo hacen con los
criminales que violaron su libertad condicional. Si tan solo tuviera sus direcciones.
¿Cómo podría enviarles una carta anunciando sus victorias si no tenía sus
direcciones? Y ¿qué demonios? ¿Incluso verían televisión?

Beep estaba segura. Me obligué a decirme eso una y otra vez en mi cabeza, Beep
estaba segura, mientras que Cookie y yo fingíamos que nuestro día iba muy bien.
Empezamos a investigar a fondo sobre Emery Adams, así como a Lyle Fiske.

Mientras que Cookie obtuvo el informe de crédito de Emery y los registros


telefónicos en una hazaña que se deslizaba en la categoría de “no preguntar, no
decir”, me encontré con la señora Abelson y le dije lo que su marido estaba
haciendo, tratando de empujar el ángulo de superhéroe en ella.

Ella no se lo tragó, y mi corazón estaba con el hombre. Estaba a punto de tener un


día muy malo. Creo que fue la hierba lo que la envió por encima del borde. ¿Qué
diría su grupo de la iglesia?

No podía dejar de preguntarme por qué el grupo de la iglesia diría nada a menos
que ella les dijera, pero no tuve ninguna discusión con ella. No es como si yo
estuviera en el estado de ánimo de todos modos. Por lo tanto, me senté ahí y la
dejé con sus propias conclusiones. Escuchándola despotricar sobre cómo había
sido traicionada. Sobre cuán desleal estaba siendo al colgarse con un montón de
chicos y relajarse.

Yo lo estaba haciendo muy bien con todo el asunto, manteniendo la calma y


tranquilidad a pesar de las miradas extrañas que nos daban en el Frontier, uno de
mis restaurantes favoritos en esta roca loca. Pero entonces empezó a hablar de su
marido y lo perdí. Le dije lo afortunada que era al tener un marido con el que podía
disfrutar a pesar de su incesante y molesto plan de un matrimonio muy conservador.

111
Se sentó lívida por un sólido minuto, después de que hubiera terminado, luego salió
con la cara de color rojo brillante y con la espalda recta. Simplemente no había
manera de quitar el palo de su culo. Su marido fue maldecido.

Después de la reunión, tachaba el nombre de la señora Abelson de mi posible lista


de repetición de clientes y me di prisa de nuevo a la oficina, con medio litro de salsa
verde. Francamente tendríamos suerte de recibir el pago en este caso.

Así se hace Davidson…

Espera, no, Davidson-Farrow. Hmmmm… eso estaba creciendo en mí.

Pero el caso había terminado, y llamaría para una celebración de salsa verde y
tequila. Por supuesto, este último tendría que esperar hasta esta noche, pero la
salsa verde, al igual que el baile de salsa se puede disfrutar en cualquier momento.
No obstante, antes tenía que ir a pagarle a mi viejo amigo Rocket una visita.

No había visto a Rocket desde que regresé, pero todavía estaba completamente
intrigada por la bomba que Fresa dejo caer mientras que invadía el espacio de aire
en mi sala de estar. ¿Los nombres que escribió en las paredes eran para Beep?,
¿ellos fueron escogidos específicamente para ella?

En primer lugar, ¿cómo?

En segundo lugar, ¿por qué?

Y en tercer lugar, vamos ¿otra vez?

Eso aturdía mi mente, pero obtener información de Rocket sería aún más duro que
obtener información de Fresa. Rocket era como un niño grande que había muerto
en un asilo mental en los años cincuenta. Era un sabio de todo tipo, y si había tenido
sus dones cuando estaba vivo, solo podía imaginar la forma en que lo trataron. La
terapia de electroshock vino a mi mente. Cualquier cosa para controlarlo.

Llegue al asilo abandonado, ahora de mi propiedad, gracias a mi sugar daddy. No


es que tuviera alguna idea de lo que era el patrimonio de mi marido. Y no tenía
ningún interés en saber. Nunca. Me figuraba que estaba en primer lugar, de todos
modos. Me parecía haber nacido con un signo de peligro parpadeante pegado con
cinta adhesiva a mi espalda.

Después de probar varias combinaciones en el teclado, finalmente encontré una


que funcionaba. La combinación no funciono en la entrada principal, sin embargo.

112
Me preguntaba si el teclado necesitaba una batería o algo así. Había funcionado
antes.

No era gran cosa. Yo podría simplemente hacer lo que hacía antes de que Reyes
comprara el edificio. Me colaba.

Caminé por el lado este y encontré mi entrada habitual, una ventana del sótano,
pero un Rottweiler vicioso me tiró al suelo antes de que pudiera entrar.

Artemis debía haber estado corriendo en sus antiguos lugares. Aunque la casa
donde Donovan y la banda vivían había sido derribada, al parecer no le impedía la
búsqueda de un ambiente familiar.

La dejé lamer mi cara, su cola rechoncha se movió a la velocidad de la luz, durante


varios minutos antes de que me diera cuenta de que teníamos una audiencia. Un
niño pequeño que estaba observándome tratar de luchar con el perro de noventa y
cinco libras, para conseguir la ventaja y enterrar mi cara en los pliegues de su cuello.

Pero Artemis era incorpórea. Ella era mi propio guardián personal, y para mí todo
estaba bien, pero para el niño que me miraba yo básicamente estaba luchando con
el aire.

Me aclaré la garganta y lo saludé.

―Nueva rutina de ejercicios. Esto lo está haciendo todo el mundo por la tormenta.
Marca mis palabras. Se llama…Grassercise. ―dije mientras quitaba césped seco
de mi cabello.

Luego con un aire de indiferencia, me levante y me acerqué a la ventana del sótano.

―¡Rocket! ―dije, llamando a mi viejo amigo cuando estuve dentro.

Meter el relleno de mi culo a través de una pequeña ventana solía ser más fácil.
Cuando me caí sobre el alfeizar y aterrice de cabeza en una mesa que yo esperaba
ya hubiese estado rota, llamé de nuevo.

―¡Rocket!, ¿estás aquí?

Tomé la linterna del bolsillo de mi chaqueta y la enfoqué a las escaleras que


conducían desde el sótano.

113
Nada había cambiado en todos los meses que había estado ausente. El área
todavía estaba cubierta de basura y escombros. Una camilla de tres ruedas
decrépita estaba en la esquina del sótano y una vieja bañera oxidada decoraba la
otra esquina.

Me encantaba este lugar, las cosas espeluznantes me daban una sensación de


nostalgia, culpé a mi crianza. Y mi madrastra. Ella no había sido tan espeluznante
como la cretina de buena fe, pero aun así. Calentaba las arrugas de mi corazón. Si
alguna vez adoptara el arte, me gustaría llamar cosas como esta “La materia de mis
sueños”. La materia de pesadillas de los demás, si la gran cantidad de películas de
terror establecidos en asilos y hospitales abandonados era alguna indicación.

Aun sin recibir respuesta de Rocket, me dirigí arriba. Pasé los dedos a lo largo de
los cientos y cientos de nombres que había tallado en las paredes. ¿Cómo había
dicho Fresa? ¿Que los nombres eran para Beep? ¿Cómo? ¿Qué quería decir?

Solo para probar una teoría, decidí ver los nombres desde una vista diferente. Me
detuve en una zona particularmente graficada y me moví. Mi visión celestial al
instante enfocó lo que mi visión humana simplemente no podía. Las tormentas que
asolaban el mundo inmaterial produjeron estragos a mí alrededor, azotando mi pelo
en un frenesí, quemando mi piel.

Las paredes de este edificio todavía estaban allí, pero a horcajadas sobre los dos
mundos. Ambos planos. Todavía tenía que cambiar por completo. No de manera
consciente, de todos modos. Estaba aterrorizada de perderme en el otro reino. De
no poder encontrar el camino de vuelta a éste. Así que cuando me moví, lo hice con
vacilación. Cautelosamente.

Pero fue suficiente para ver algo que nunca había visto. Los nombres que Rocket
había tallado brillaban en los bordes como si se quemaran en este mundo. Como si
estuvieran ardiendo. Como si al escribirlos se incendiaran. ¿El asignaba los
nombres? O simplemente escribía los nombres destinados a… ¿qué? ¿Qué
significan los nombres? ¿Qué tenían que ver con mi hija?

El enigma de la gallina y el huevo no me llevaría a ninguna parte. Necesitaba hablar


con Rocket. Y lo haría tan pronto como me dejara de triturar y me bajara. Un minuto
estaba de pie allí, y al siguiente estaba siendo levantada del suelo por un gigante.
Uno muy fuerte.

―Rocket ―Le dije a través del sonido de costillas craqueadas. Me había regresado
de vuelta al mundo tangible en el momento en que me levanto, por lo que los

114
nombres habían dejado de brillar. Pero su brillante cabeza calva no. Era tan pálido
y brillante como siempre.

Abracé su cabeza y la besé, mientras que el sacaba todos los cumplidos de su


sistema.

―Señorita Charlotte ―dijo, sus palabras amortiguadas por mis niñas, peligro y Will
Robinson. Tenía la sensación de que estaba haciendo algo más que solo
saludándome.

―Rocket ―dije, tratando de aflojar su agarre. –¿Me estas abusando sexualmente?

Todavía me mantuvo en alto, pero levantó la vista, sus ojos brillando con euforia.

―La extrañé, señorita Charlotte.

Lo abracé a mi otra vez. Afortunadamente, él no necesitaba respirar.

–Te extrañé también.

Nos quedamos así un largo momento. Yo con los abrazos. Rocket con el acoso. Al
menos él no me cree una lancha. No sabía cómo peligro y Will Robinson llevarían
ser maltratadas de esa manera.

¿A quién estaba engañando?, a ellas les encantaba.

Cuando por fin me dejó caer- literalmente- peleé conmigo misma en el suelo lleno
de basura y le di un golpe cariñoso en el brazo.

―¿cómo has estado guapo?

Todavía llevaba el traje de hospital con que había muerto en: zapatillas sucias y
pijamas de color gris azulado que parecían matorrales.

―¿Dónde ha estado, señorita Charlotte?, todo el mundo está muy molesto.

―¿De verdad? ¿Porque yo he estado fuera durante tanto tiempo?, eso es tan dulce.

―¿Se ha ido? ―preguntó. Miró hacia arriba en sus pensamientos.

115
―No fue tanto tiempo-, mentí. -Pero si no es por eso, ¿Por qué todo el mundo esta
tan molesto? ―me preguntaba ¿Quién era “todo el mundo”?, pero aún no quería
sacar ese mano tan temprano en el juego.

―Todo el mundo, todo el mundo ―dijo, lanzando sus brazos, completamente


exasperado conmigo.

Yo tenía ese efecto en la gente.

Luego se inclinó, su cara redonda llena de intriga.

―¿Puedo verlo? ―susurró.

―Por supuesto ―dije, esperando que no quisiera ver nada de clasificación X. de


ninguna manera estaría jugando al doctor con él. ―¿Qué te gustaría ver?

―Eso ―dijo. ―La puerta.

―Está bien ―dije, mirando a su alrededor. La única puerta que podía pensar estaba
en la entrada principal. ―¿Quieres decir la puerta de en frente?

―¿Está afuera? ―Preguntó horrorizado. ―¿Dónde cualquiera puede verla?

―Bueno, si quiero decir, es una puerta.

―No, no, no, no, señorita Charlotte. Tiene que ocultarla. Nadie puede simplemente
verla por ningún motivo solo porque… todo el mundo está muy molesto.

Tenía la sensación de que estábamos hablando de dos puertas diferentes. Entonces


me di cuenta. El cristal celestial. El portal a la dimensión infernal, que se me había
asentado bastante en el bolsillo de mis jeans.

―Rocket, ¿Quién es todo el mundo? Y ¿por qué están molestos? ¿Es sobre el
cristal Celestial?

Él apretó los dedos sobre su boca como un niño que oculta su entusiasmo, su iris
bailando con alegría.

―Ellos están muy molestos ―dijo, casi riendo. Lo cual era extraño ya que
normalmente, si el mundo sobrenatural estaba molesto, Rocket estaba molesto.

―Ya se, ya se. Rompí las reglas.

116
―Usted no rompió las reglas ―dijo, sacudiendo el cabeza repentinamente serio.
―usted rompió la regla.

Retórico. Siempre estaba rompiendo las reglas de un ser celestial. Podían


morderme el culo. Hasta el último de ellos. Yo estaba haciendo lo mejor que podía
con lo que me dieron. Si querían que lo hiciera mejor, deberían haberme honrado
con la guía para niñas de Grim Reaperismo. En su lugar, de alguna manera terminé
con el mapa de Harry Potter, donde tuve que jurar solemnemente que no era para
nada bueno antes de que me mostrara algo. Y no podía mentir al respecto, así que
tenía que estar constantemente haciendo nada bueno. Era agotador.

―Lo que sea ―dije, ignorando su grito escandalizado. –Si te muestro el cristal
celestial, la puerta, ¿me dirás lo que significan estos nombres?

Sus cejas se estrecharon y aseguraron juntas en confusión.

―Usted sabe lo que significan. Son aquellos de buen espíritu que han pasado.

―Sí, ya me lo has dicho. ¿Pero qué más quieren decir? ¿Están conectados de
alguna manera con mi hija?

Se quedó sin aliento de nuevo.

―Esa es otra regla que usted rompió, señorita Charlotte. Ellos la atarán a la cama.

Me había olvidado de todo ese estruendo del Sr. Farrow y el embarazo que siguió
que parecía haber causado un alboroto en el piso de un nivel superior. Otra cosa
por la que todos ellos podían morderme de nuevo.

―La única persona que me va a atar a la cama es Reyes.

Al oír el nombre de Reyes, Rocket se volvió de espaldas a mí.

―Usted debe permanecer lejos de él.

―Estamos casados. Cariño. Eso sería difícil.

―El sol no puede casarse con la luna. No tiene sentido. Los cielos se caerían― Se
dio la vuelta y me suplicó. ―Todo va a caer, señorita Charlotte.

Me extendió la mano y puse una mano en la mejilla de color gris pálido.

117
―Nada va a caer, cariño, excepto tal vez este edificio si no dejas de tallar las
paredes de esta manera.

Miró a su alrededor.

―Tengo que escribir los nombres o se quema mi cerebro. Tengo que sacarlos
cuando es el momento.

―¿Tienes que escribir cuando la persona muere?

El asintió con la cabeza mientras estudiaba sus obras de arte.

―¿Pero por qué estos nombres particulares? ¿Qué quieren decir?

―Están en la sala de espera, y sus nombres tienen que ser escritos antes de que
puedan ser llamados. De lo contrario, el doctor nunca los verá.

―Y, ¿Cómo sabes quién es quién? ¿Puedes leer?

El me llevó a nombres particulares antes. Tuvo que haber sido capaz de leerlos.

―No tengo que leerlos, señorita Charlotte. Me dicen quienes son cuando les
pregunto.

Había sabido que iba a ser una posibilidad remota antes de venir, pero me esperaría
por lo menos un poco más. Un indicio de lo que me había dicho Fresa. De hecho…

―Por lo tanto, Fresa me dijo que los nombres son importante por una razón. Que
los estas escribiendo para mi hija. Para Beep-Elwyn. ¿Es eso cierto?

Parpadeó como si lo hubiera confundido. Se acercó a una pared. Pasó un dedo


regordete sobre uno de los nombres que había tallado. Pero él no respondió, y yo
no quería empujarlo demasiado lejos.

-Está bien, Rocket ―dije, metiendo una mano en mis pantalones. Bueno, en los
bolsillos de cualquier manera. ―Te voy a mostrar la puerta.

―Todo ―dijo, su voz repentinamente lejos. ―Todo.

Saqué el cristal celestial, caminé a su lado y examiné el nombre que trazaba. Estaba
en árabe, una lengua que sabía, pero no podía leer. El siguiente fue en español. La
de abajo en coreano.

118
―¿Todo? ―Pregunté.

―¿Qué pasará cuando se entere de lo que has hecho?

―¿Quién? No espera. ¿Qué he hecho?

―El hijo ―dijo, con la voz triste. Abatido. ―El sol no puede casarse con la luna.

―Rocket ―Se volvió hacia mí. Era como manejar un Zamboni 9. No con el volante,
sino colocándose sobre el hielo en frente de él y empujando. ―¿Cuándo dices que
el sol no se puede casar con la luna, te refieres como al sol en el cielo?

Sacudió la cabeza.

―No, señorita Charlotte. Él es el hijo y el hermano y el padre. Él es el destructor y


la oscuridad. Él es el todo.

―Por lo tanto, ¿no soy el sol en tu metáfora? ―Pregunté, más que un poco
decepcionada. ―¿Soy la luna? ―Sólo había imaginado que el sol estaba en
referencia a mi culo brillante de luz. ¿Cómo diablos lo puedo comparar con la luna?
Entonces recordé que me encanta la luna y yo estaba feliz de nuevo.

Rocket puso sus manos en mis brazos.

―No le digas lo que has hecho, señorita Charlotte.

El tipo nunca había conocido su fuerza. Sus dedos se hundieron en mi piel y cuando
me sacudió, se sacudieron mis dientes.

―No le digas nunca. El hijo es el más peligroso de los tres.

―¿Los tres? ―Le pregunté con los dientes haciendo ruido. ―¿Los tres Dioses de
Uzan? ―me miró boquiabierto. ―¿Esos es de quien me estás hablando?

―Él es el más peligroso, señorita Charlotte. Él va a quemar el mundo y todo en él.


Y hará que las montañas sean cenizas y los mares sean sal. Y no habrá nada, solo
polvo en el viento.

9
Una pulidora de hielo es un vehículo tipo camioneta o más pequeño que se utiliza para limpiar y
suavizar la superficie de una pista de hielo.
119
Aw, me encantaba esa canción.

Se soltó de mí, y yo sabía al momento en que lo hizo lo que iba a pasar. El


desapareció. Me tire hacia adelante para tratar de agarrarlo, y así mantenerlo
conmigo un poco más, pero ya se había ido por el momento y me di cuenta que
podía haber sobrepasado mi marca. Tropecé hacia adelante y me golpeé a mí
misma en la pared opuesta. Con mi cara.

Mi cara había pasado por muchas cosas ya, y el día era todavía relativamente joven.

Me froté la mejilla y me repetí lo que había dicho Rocket. Nada de esto era un buen
augurio para el mundo, pero Reyes nunca haría eso. Su hija vivía en este mundo.
Nunca lo quemaría hasta los cimientos. Nunca lo destruiría.

A menos que… había vuelto a bajar al sótano para hacer mi escape, cantando
“Polvo en el viento”, cuando me detuve en mitad de las escaleras. A menos que se
diera cuenta de lo que había hecho.

Me tapé la boca con una mano, de repente preocupada de que encontrara la verdad.
Entonces me acordé que no tenía idea de lo que podría implicar la verdad o por qué
a Reyes le importaría. ¿Tenía algo que ver con el cristal celestial y el hecho de que
yo llevaba una dimensión entera en el bolsillo? Yo no hice nada más que atrapar a
un subordinado del mal dentro de una dimensión infernal. ¿Cuán loco podría estar?

Rocket ni siquiera vio el cristal celestial, y él había estado tan emocionado. Me


sentía como si lo hubiese estafado de alguna manera. Como si lo hubiera engañado
dejándolo fuera de un poco de emoción.

La próxima vez.

No fue hasta que me escabullí por la ventana del sótano que algo que había dicho
me golpeó. La luna. En mi lenguaje celestial, había una palabra que sonaba como
diríamos DTHA-Munh. Sería como comparar Luke, con Luna para mirar. Como en
Muhn. ¿Pudo haber sido eso lo que estaba diciendo todo el tiempo? Las palabras
fueron similares, pero los significados eran mundos aparte.

La palabra DTHA-Muhn, en mi idioma podría ser utilizado en un número de


maneras, pero todo se reduciría a un concepto simple: la idea de un solo supervisor
omnisciente de vida. Y, más concretamente, de quien la toma a voluntad. Al igual
que un asesino. O un verdugo. En el reino celestial, la única comparación que podía
llegar sería el ángel de la muerte.

120
Pero yo no era ninguna de esas personas. Los dioses no toman la vida. Ellos la dan,
la crean incluso. O por lo menos eso es lo que había crecido creyendo. Pero
entonces miré a los dioses de Uzan.

Parecían capaces de nada más que la muerte y la destrucción. Sin duda, eso no
era lo que quería decir Rocket.

Me enfoqué en la salsa de una muy agradecida Cookie, tratando de descartar la


idea, pero se quedó en el fondo de mi mente todo el camino a la estación. Donde
tendria a una cierto policía para acosar. Dos, en realidad.

Al menos Beep estaba segura. Estaría agradecida por ello. ¿Verdad?.

121
Capítulo Diez

“Creo que la senilidad va a ser una transición bastante suave para mí.”
– Hecho Real

Beep está a salvo.

Repetía ese mantra una y otra vez, creyendo que si lo decía suficientes veces, me
lo creería.

– Hola,– dije, haciendo mi voz tan profunda y sensual como pude. El oficial Taft
levantó la vista de los papeles que había estado llenando en el ordenador, o estaba
jugando Pac—Man. Era difícil decirlo. Lo había agarrado justo cuando su turno
empezó, a sabiendas de que probablemente sería la única vez que podría antes de
que él se aventurara a salir para hacer de nuestras calles un lugar más seguro.

– Davidson,– dijo mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie lo veía


hablando conmigo. Era tan susceptible con respecto a su reputación. Y,
francamente, no era tan importante. – ¿Ella está aquí?

Tarta de fresa, también conocida como Rebecca, era la hermana pequeña de Taft.
Había estado jugando al mensajero desde hace algún tiempo y aunque me gustaba
el cargo, los beneficios apestaban.

– Quiero un aumento.– Dije, sentándome sin invitación en la silla junto a su


escritorio.

– Yo no te pago.

– Exactamente.

Su boca formo una línea en su rostro mientras volvía a lo que estaba haciendo. No
era mal parecido. En lo absoluto. De hecho, estaba tonificado. Había comenzado a
levantar pesas. O a comer más rosquillas. Era difícil de decir. De cualquier manera,
se veía bien. Mayor. Más autoritario. Especialmente con sus agudos ojos azules y
ese corte militar oscuro.

– Ella está bien,– dije en respuesta a la pregunta abrumadora que quería preguntar.

Volvió a darme su atención, – ¿En serio? ¿No se siente, tú sabes, sola?

122
– Por favor. Esa niña nunca ha conocido a un extraño, incluso en el más allá. Y
definitivamente hay seres que debería evitar.

– ¿Está en peligro?– preguntó alarmado.

– No, Taft. Está perfectamente segura, jugando sobre una tormenta con Rocket y
sus amigos.– Noté una foto sobresaliendo por debajo de un formulario.– ¿En que
estas trabajando?

Siguió mi mirada y recogió el montón de papeles antes de que pudiera ver mejor. –
Nada.

– Bien. Sabes, estoy trabajando en el caso Adams y vi que en el reporte dice que
fuiste el primer oficial en la escena.

– ¿Estas en el caso Adams? ¿Te contrato el novio?

– Taft, sabes que no puedo decirte eso. Por cierto, te ves bien.

Se reclino en su silla y cruzo los brazos sobre el pecho. –Está bien, dímelo.

– ¿Qué?– Algunas personas eran demasiado suspicaces.

– Solo dices que me veo bien cuando quieres algo.

–Eso no es cierto.– Si lo era, pero podía discutir con un parquímetro. –Solo quiero
tener una idea de lo que piensas sobre el caso.

– Has el trabajo con tus propias piernas, Davidson.

Volvió a la apretar teclas, comiendo los puntos y las frutas, y siguiendo adelante
mientras levantaba discretamente su puño en victoria. Yo estaba casi impresionada.
–Ni siquiera he mirado tus piernas. Me han contratado. De verdad, me van a pagar
y todo. – Eso esperaba – Y tengo el permiso de los de arriba para entrevistarte.

Dejó de jugar y me dirigió una sonrisa dudosa.

– ¿Qué tan arriba?

– Altísisimo. ¿Del nivel medio y…?

– ¿Porque no molestas a tu tío?

123
– No es su caso, es de Joplin. Joplin me odia.

– No me puedo imaginar por qué.

– ¿Verdad? Entonces, ¿el coche?

– Está bien, ¿qué es lo que pienso?– Me entregó una carpeta de archivos, apoyó
los codos en los brazos de la silla, y entrelazó los dedos.– Creo que una hermosa e
inteligente mujer sufrió una muerte horrible a manos de su novio celoso.

– ¿En serio?– Abrí el archivo. Solo tenía su reporte. Pero sin embargo, tuve que
leerlo, como si no hubiera estado en el archivo que Parker me envió. –Estas
vinculando al novio por esto?

– ¿Quién más? ¿Has visto la montaña de evidencia en su contra?

– No he visto ninguna evidencia. – Y tampoco la habría visto, no literalmente.

– Sus huellas estaban en el coche.

– Estaban saliendo.

– Sus huellas estaban en la sangre, Davidson. Luego de que ocurrió el incidente.


En más de un sitio.

– El encontró el coche. Abrió la puerta y toco la sangre, que estaba aparentemente


en todas partes, cuando estaba buscándola.

– ¿Qué hay que buscar? El abrió la puerta. Ella no estaba en el coche. El coche
estaba empapado de sangre. Él estaba bañado en sangre.

– Había una bolsa de dormir en el asiento trasero. Él pensó que ella podría estar
ahí. Se arrastró hacia adentro para comprobarlo

– ¿Así que, él se arrastra sobre baldes de sangre para revisar una bolsa de dormir
que podía haber revisado yendo hacia el otro lado y abriendo la otra puerta?

Tenía un buen punto, pero había una explicación. Simplemente no le iba a decir
cuál era. Este argumento debería ir a juicio. La manilla de esa puerta era complicada
y solo se podía abrir con el control remoto. Las cerraduras de las puertas interiores
no funcionaban con él. Si no lo averiguaban por su cuenta, parecerían
incompetentes y eso siempre ayudaba.

124
Le regrese el archivo.– Todo eso es circunstancial.– Taft se inclinó hacia adelante
y jugo su carta triunfante – Lo ha hecho antes.– Después de tener cuidado de
proteger mi sorpresa, medí sus emociones. No estaba mintiendo. – ¿Qué quieres
decir?

– ¿Has comprobado los antecedentes de este tipo?– Lo hizo hace tres años,
homicidio culposo.

¿Homicidio involuntario? Maldición. Parker no menciono esa parte. Podría hacer


más difícil mi trabajo, pero no imposible. No me importaba lo que hizo el tipo en su
vida pasada, él era inocente de matar a Emery Adams.

– Así que, es por eso que ustedes están saltando al arresto tan rápido.

– Es una muy buena razón, si me lo preguntas. El que mata una vez…

– Homicidio involuntario está muy lejos de ser asesinato.

– Fue directamente responsable por la muerte de otra persona. Si eso no es


asesinato…

***

Sintiéndome más mal equipada de lo que estaba para manejar este caso,
volé de regreso a la oficina para comprobar el progreso de Cookie y para hacer por
mi cuenta unas cuantas verificaciones de antecedentes, todo eso mientras trataba
de encontrar la manera de acercarme a un dios sin ser detectado. Si uno o ambos
de los dioses de Uzan estaban secuestrando humanos y desechando sus cuerpos
sin vida, como si nada, tenían que ser detenidos más pronto que tarde. Esto ya no
se trataba solo acerca de Beep.

Bueno, era casi todo acerca de ella, pero las personas estaban muriendo y no podía
evitar cargar con un poco de culpa. Reyes y yo habíamos sido advertidos. Nos
dijeron que no podíamos consumar nuestra relación, aunque es cierto que no nos
avisaron hasta que el daño estaba hecho, muchas veces, en muchos lugares y
sobre una variedad de superficies.

–Me alegra que estés aquí– dijo Cookie, apresurándose hacia mí. Me dio un archivo
sobre Lyle Fiske. Después de mi conversación con Taft, temía mirarlo.

– Entonces,– dije con optimismo, – ¿pulgar arriba o pulgar abajo?

125
– Es discutible. Yo diría después de lo que me dijiste sobre él, no tomes todo lo que
leas aquí de forma tan literal.

– No lo haré.

Leí por varias horas la plétora de información que ella había desenterrado de ambos
Lyle Fiske y Emery Adams antes de hacer mi propia investigación sobre la tercera
rueda dentada que simplemente no encajaba. ¿Por qué Parker estaba tan
convencido de la inocencia de Fiske? O ¿esto era por otra cosa? ¿Y por qué dejo a
propósito la condena del homicidio culposo fuera del archivo de Fiske? Estaba
segura de que lo hizo a propósito.

Cookie se fue para recoger a Amber en la escuela mientras yo leía hasta altas horas
de la tarde. Fiske era presidente de la fraternidad en la Universidad de Nuevo
México. Un niño murió en un accidente de novatadas durante su guardia, y sucedió
en la época que las novatadas de fraternidad estaban bajo el fuego de los medios
de comunicación, activistas y políticos. Para hacer un ejemplo de él, el juez lo
condenó a cinco años por homicidio negligente. Logro salir antes por buen
comportamiento.

Su expediente haría más difícil que un jurado lo absolviera sin importar cuanto
tratara Nick Parker de sabotear el caso y su carrera en el proceso.

Un análisis que envío el fiscal estatal, de una borrosa huella dactilar mostró que
había estado en la misma fraternidad que Lyle. Sí dijo que eran viejos amigos de la
universidad. No mencionó la conexión con la fraternidad o el accidente de
novatadas.

Una búsqueda general de antecedentes no revelo mucho sobre el doliente padre de


Emery aparte de haber hecho un par de malas inversiones de negocios en los
últimos años. ¿Quién no? Todavía no podía creer que la Barbie Marciana no se
vendiera.

Encontré que Emery había querido ser enfermera al empezar la universidad.


Específicamente una enfermera de traumatología. Termino obteniendo su
doctorado en medicina pero paso a obtener un Ph.D. en administración hospitalaria.

Conducía al límite de velocidad. Pagaba sus facturas a tiempo. Incluso terminaba


los reportes antes.

Me recosté, dándome cuenta de repente que era lo que estaba pasando. ¿Cómo
pude haber sido tan estúpida? Emery Adams era un robot enviado desde un mundo
126
extraterrestre para estudiar nuestras extrañas costumbres. Es evidente que ella se
estaba perdiendo el punto de ser humano.

Le escribí a Cookie para hacerle saber que iba a revisar el coche de Emery. Casi
me detuve en el restaurant para comprobar al hijo picaron de Satán, pero me
contuve. No haría ningún bien, así que me dirigí a la estación.

Comencé mi investigación acosando a un par de policías en el depósito municipal,


a continuación, me dirigí a donde estaban guardando el coche de Emery. Aquel
supuestamente empapado de tanta sangre que no pudieron descifrar el verdadero
color del interior hasta que miraron los documentos del coche.

Podría haber visitado después la escena del crimen. Estaba oscureciendo, y el


coche fue encontrado en un área remota. Una cosa sobre Nuevo México: tenemos
nuestra porción justa de áreas remotas.

Enfrentándome contra un guardia cascarrabias que tenía cero intención en dejarme


ver el coche, luche contra la urgencia de recomendarle Rogaine, un medicamento
para la calvicie. El departamento de investigación criminal ya había analizado el
coche con un kit de análisis forense de dientes finos, por lo que no era como si yo
fuera a contaminar la evidencia.

Afortunadamente, Parker había dispuesto para mí tener acceso completo a todo,


así que el chico no tenía más opción que dejarme verlo.

Por desgracia, no pasó mucho tiempo para que la sangre se deteriorara. El oficial
encogió sus redondos hombros, encontró las llaves, y me llevó hasta el coche tan
lentamente como le fue posible. El olor me golpeó mucho antes de que la realidad
de eso lo hiciera. Ni siquiera estaba lo suficientemente cerca como para ver el
interior. Tuve que parar, poner las manos en las rodillas, y tomar una respiración
profunda.

– ¿Estás segura de que quieres hacer esto?–, Preguntó el oficial. Tengo la


sensación de que él no quería estar cerca del coche más de lo necesario, tampoco.

Asentí con la cabeza, llené los pulmones, y contuve la respiración mientras abría el
coche y dio un paso atrás, sin querer estar cerca cuando abriera la puerta.

Escanee el interior desde donde estaba, esperando a que Emery siguiera adentro
a la espera de alguien que pudiera ver a los difuntos, para mostrarse y decirle quien
la mato. ¿Era esperar mucho?

127
Aparentemente.

Ella no estaba por ningún lado. Probablemente había cruzado en el momento en


que dejo su cuerpo.

Hablando de eso... si el asesino dejó toda esta sangre en la intemperie, habiendo


claramente matado a alguien en el interior, ¿por qué se llevaría el cuerpo? Lyle
descubrió el coche esa noche alrededor de la medianoche. Tal vez el culpable había
planeado volver por el coche y desecharlo. ¿Por qué lo dejó a la intemperie de esa
manera? A menos que el cuerpo tuviera algún tipo de prueba incriminatoria, pero si
el asesino estaba tan preocupado por la evidencia, seguramente sabría que el
coche estaría cubierto en incriminaciones de todos los tamaños y formas.

Sin embargo, no había ninguna. El departamento de investigación criminal no


encontró ninguna evidencia que señalara a alguien que no fuera Lyle Fiske. No
había otras huellas dactilares, no había fibras o pelos sueltos sospechosos. Yo no
podía caminar a mi cocina sin dejar algún tipo de evidencia atrás. He encontrado
cabellos en lugares que nunca había visitado en mi vida. Y sin embargo, no había
ninguno en el coche. ¿Ni siquiera de su padre? ¿Su mejor amigo? ¿Un compañero
de trabajo?

Además de la sangre, el coche estaba prístino.

Así que, naturalmente, cualquier cosa que Fiske había tocado o dejado parecería
bastante sospechoso. Y Taft dijo que lo había hecho antes, había matado antes.

Me mordí el labio, combatí una oleada de náuseas, y di un paso aún más cerca. No
estaba equivocada. Fiske no lo hizo. Pero el que lo hizo sabía mucho sobre la
investigación de la escena de un crimen, suficiente para hacer un buen y sangriento
trabajo para incriminarlo.

Abrí la puerta. Tal vez fue porque no había comido en mucho tiempo o porque había
estado estresada por Beep o me había maltratado un niño grande, pero mi cara una
vez más se dirigió directamente hacia el suelo. Esta vez por su propia cuenta.

***

– ¿Estás bien?– Preguntó el oficial, mientras sostenía un vaso de papel.

Estábamos en una jaula que contenía armas y municiones y gabinetes de archivos.


Olía como metal y polvo y pólvora, que era mucho mejor que lo que había olido en
el coche de Emery. Temí que el perfume de la muerte nunca se fuera. La simple
128
idea hizo que mi estómago se apretara una vez más, y luché contra las arcadas con
todo lo que tenía. Fallé.

El oficial pateó un bote de basura de metal hacia mí mientras caía de rodillas y hacia
los sonidos de arcadas más humillantes que jamás había oído de ningún hombre o
animal. Se produjo un eco en el metal que de alguna manera amplificó y amortiguó
los sonidos al mismo tiempo.

Haciendo caso omiso de las risas procedentes de afuera de la jaula, habían varios
policías merodeando por ahí, me limpié la boca en una manga y me recosté en la
silla. Por lo menos ahora tendría algunas interesantes ideas para la próxima vez
que juegue “Yo nunca”.

Cookie me envió un mensaje diciendo que se estaba llevando a casa algunos


archivos y que al llegar los fuera a buscar. El señor Adams había mencionado que
Emery era muy cercana a su abuelo. Si alguien la estaba acosando o si había
recibido alguna amenaza, él podría ser el único al que le habría contado.

A pesar de que se estaba haciendo tarde, conduje hacia la comunidad de retiro


Morningwood, el cual sonaba como si hubiera sido diseñado por un botánico
cachondo. Por extraño que parezca, la señora Allen del edificio estaba viviendo
aquí, también, con su caniche, el príncipe Phillip, alias PP.

Me detuve en la oficina para que los administradores supieran quién era yo y qué
estaba haciendo allí, aunque los residentes tenían sus propios apartamentos. Aquí
vivían con ayuda asistencial, pero no como un hogar de ancianos común, por lo que
era agradable.

La recepcionista dibujo mi ruta en un mapa hacia el apartamento del señor Geoff


Adams padre. También le pregunte sobre la señora Allen, pero me dijo que la Sra.
A. estaba en el otro hogar de ancianos debido a que a ella le gustaba sacar a pasear
a PP y a veces terminaba en el Boulevard Alameda en su camisón y medias. Para
verla, tendría que regresar durante las horas de visita y registrarme en el edificio de
al lado. Hice una nota mental para volver lo antes posible y luego me dirigí hacia el
lugar del Sr. Adams padre.

***

Originalmente había pensado que el nombre del centro de retiro era extraño,
pero conduciendo a través de las calles lo confirmé. Entré en Morningwood Lane.
Gire a la izquierda en el Paseo Gatita de Sauce. Recto en Plaza Peter Pimienta. A

129
la izquierda en la Corte Cresta de Gallo. Y finalmente a la derecha en Camino Pito
de Peonías.

Oh sí, esta comunidad definitivamente fue planeada por un botánico cachondo.

Una parte de mí esperaba que Emery estuviera con su abuelo. Si eran tan cercanos
como dijo el Sr. Adams y su abuelo era de edad avanzada, posiblemente, incluso
enfermizo, ella se podría haber quedado cerca de él. No tuve suerte.

El Sr. Adams padre era un hombre robusto comenzando sus setenta, que sólo vivía
en el centro, porque ya no quería que cuidar de un patio.

– Lo hacen todo, – dijo, y me entregó una taza de café, el líquido amenazando con
derramarse sobre la parte superior con la agitación.

El duelo lo había cubierto con un manto. Me preocupaba que fuera decayendo ahora
que su nieta había fallecido.

Intentó con mucho esfuerzo hacer que todo pareciera normal. Como si no se
estuviera desmoronando por dentro. – Ellos hacen todo el trabajo en el jardín. Toda
la cocina. Tenemos que ir a la cafetería, pero la comida no es del todo mala. Toda
la limpieza. Es... es genial estar aquí.

A medida que se quedó en silencio, su mente se consumía por la tristeza, lo estudié


más. Tenía una cabeza llena de cabello gris plateado y el bronceado de un granjero.

Llevaba pantalones cortos en el invierno y un suéter del club de campo. Y su dolor


fue tan demandante, que tenía que bloquearlo antes de desmayarme. De nuevo.
Regresó al presente y se pasó una mano por la cara.– Hay un campo de golf y
canchas de tenis justo en la calle.

Asentí.– Sr. Adams, ¿Emery dijo algo acerca de estar preocupada? ¿Tal vez alguien
la estaba siguiendo o llamando y colgando?– Dejé que una ola de dolor pasara por
él mientras contenía las lágrimas con todas sus fuerzas antes de continuar.–
¿Cualquier cosa que pueda sugerir que estaba en peligro?

Sus hombros se sacudieron, y tosió en un pañuelo.

– No me dijo, no que yo sepa–, dijo cuándo se había recuperado. – Nunca me


mencionó nada.

– ¿Parecía preocupada o ansiosa últimamente?

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Al principio negó con la cabeza, y luego pensó en ello. – De hecho, sí. Por las últimas
semanas, parecía distraída. Molesta, incluso.

– ¿Dijo por qué?

– No, y no insistí. Sólo dijo que estaba teniendo algunos problemas en el trabajo.

– En el hospital.

– Sí. Era la administradora. – Su rostro se suavizó con orgullo. – La más joven de


su historia.

– Yo leí eso. Debe haber estado muy orgulloso de ella.

– Cariño, esa chica me puso orgulloso cada vez que daba un paso. Era una niña
perfecta, lo cual fue algo teniendo en cuenta su infancia.

– ¿Su infancia?

– Oh tú sabes. Sólo cosas de todos los días, supongo. ¿Necesitas más café?

Estaba cambiando el tema, en vista de que no había tocado mi café todavía. – Señor
Adams, me puede decir cualquier cosa, no importa que tan pequeño o
aparentemente insignificante, cualquier cosa puede ayudar a encontrar a quien hizo
esto.

Bajó la cabeza. – Es mi culpa, en realidad. Debí haber sido más duro con el niño.

– ¿El niño?

– Mi tocayo. Mi hijo. Él no tiene la fuerza de voluntad que Emmy y yo tenemos. He


trabajado duro por lo que tengo. Yo quería una vida mejor que la que tenía para mi
hijo. Descubrí que tenía cabeza para los negocios y tuve mucho éxito a una edad
muy joven. De modo que Junior creció sin faltarle nada. Creo que… bueno, mi
mujer, que en paz descanse, me advirtió una y otra vez que dejara de complacerlo,
pero yo estaba tan ocupado, y era más fácil ceder.

– Así pues, el creció privilegiado.

– Creció consentido. Nunca tuvo la firmeza que Emmy y yo tuvimos. Siempre era
un fracaso proyecto tras otro. Finalmente renuncié a seguir invirtiendo dinero en sus
proyectos. Su matrimonio se había derrumbado. Entonces la madre de Emmy murió.

131
– ¿Ella murió? –, Pregunté.

– Cáncer de mama. Era una buena mujer. Un poco cabeza dura, pero era buena.
Emmy era lo mejor de ellos dos. Inteligente y creativa. Una buena resuelve
problemas. No tenía miedo a arriesgarse, pero siempre sopesaba sus opciones y
trazaba un plan. Una pensadora, eso. Una verdadera pensadora.

– Y por eso fue una gran administradora.

Asintió. Me levanté de la silla para mirar las fotos en la repisa de la chimenea,


mientras él luchaba con otra oleada de dolor. Tenía varias fotos de Emery creciendo.
Era hermosa. Cabello largo, rubio oscuro, grandes ojos curiosos.

Su dolor me estaba afectando, entrando en mi caja torácica y disolviendo mis


huesos.

– ¿Puede pensar en cualquier otra razón por la que ella estuviera alterada
últimamente?

– Como dije. El niño.

– ¿Su padre? ¿Él la había alterado?

– Él siempre la alteraba. Nuevamente, no es la persona más estable. Sus roles se


cambiaron casi toda su vida. Ella tenía que ser la responsable, mientras que él iba
poco preparado aventurándose en esto o aquello. En realidad, ella no tuvo infancia.
Tuvo que crecer demasiado rápido y a pesar de todo, por todo lo que Emmy había
pasado, nunca me pidió nada.

– ¿Era independiente? ¿Incluso cuando estaba creciendo?

– Oh sí. Ella no me dejaba hacer nada extra por ella. Cuando estaba en las niñas
exploradoras, todos los años solo me dejaba comprarle tres cajas de galletas, como
a todos los que eran adictos a las galletas de menta. Cuando estaba en la
secundaria, su padre logró comprarle un coche. Recuerdo su cara, estaba tan
emocionada, pero sólo Dios sabe que tan ilegal era esa transacción.

La cara del Sr. Adams se ensombreció.

– Y sin embargo, cuando él perdió todo dos meses después en una estafa Ponzi y
tuvo que empeñar, ella ni siquiera vino a mí. Ni siquiera pidió ayuda para recuperar

132
su coche. Dos mil dólares, perdió un coche de quince mil dólares por una deuda de
dos mil dólares. Llevo esa cantidad en mi bolsillo delantero.

Alarmada, pregunté: – ¿Realmente piensa que eso es seguro?

Me echó una cálida expresión. – ¿Quieres saber la peor parte?

Asentí con la cabeza a pesar de que no quería saberlo.

– Ni siquiera estaba molesta, no estaba decepcionada. Una joven de secundaria


perdió su coche y no estaba ni un poco agitada. Nunca había esperado mantener el
coche tanto tiempo como lo tubo, estaba tan acostumbrada a ser defraudada, tan
acostumbrada a estar decepcionada, tan acostumbrada a ser el segundo lugar de
todo lo demás en su vida.

– ¿Por qué era así?– Pregunte, más preocupada de lo que pensaba que iba a
estar.– ¿Por qué no aceptaba dinero de usted? Es de la familia.

– Una vez le pregunté eso. Me dijo que ella vio cómo miraba a su padre, a mi hijo,
y nunca quiso que la viera de esa manera.

Sus últimas palabras estaban quebradas por lo que eran difíciles de descifrar.
Rompió a llorar.

Sus hombros temblando. Presionó sus ojos fuertemente con una mano.

Lo dejé desahogarse, sabiendo que era señal para irme, pero había una cosa más
que yo no terminaba de entender.

Cuando se recuperó lo suficiente como para continuar, le pregunté, – Sr. Adams,


esto va a ser una pregunta muy delicada, pero si usted tiene tanto dinero, ¿por qué
está viviendo en este pequeño apartamento en un centro de retiro? No estoy segura
de creer el argumento de no querer trabajar en el jardín. Usted podría costear un
centenar de jardineros.

– Hace aproximadamente dos años, justo después de que Emmy consiguió su


trabajo en el hospital, decidí que no quería desperdiciar ni un céntimo en mí mismo
y mis hábitos de consumo estúpidos. Me retiré y liquide todo. Junte cada centavo
que tenía y lo puse en un fideicomiso para Emmy. En el día que me muera, se
supone que ella iba a tener millones. Yo quería que todo fuera para ella.– Rompió
a llorar nuevamente, y le tomó un momento para decir, – Nunca esperé vivir más
que ella. ¿Cómo puede ser justo algo como esto?— No lo era.

133
Después de acompañar al Sr. Adams al comedor del centro para la cena, le di las
gracias y me dirigí a casa. Era tarde, y oler la comida en el comedor parecía ayudar
a mi apetito a encontrar su camino de regreso después de sus recientes vacaciones.
Creo que estaba en Escocia.

El Sr. Adams era un hombre maravilloso, y lo visitaría cada vez que viniera a ver a
la señora Allen.

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Capítulo Once

“Si una puerta se cierra y otra se abre, es probable que tu casa esté embrujada.”
—PEGATINA DE PARACHOQUE

Entré en el apartamento sabiendo muy bien que el Sr. Farrow se encontraba


ahí. Lo sentí desde que estaba subiendo por las escaleras a pesar de que ahora
teníamos un ascensor.

Después de poner mi bolsa en el suelo, lo busqué.

—Creo que tenemos que hablar de lo que está pasando.

Casi levantó la vista de su escritorio. —¿Por qué? ¿Que está pasando?

—Nada. Ese es el problema.

No estaba acostumbrada a ser ignorada. Bueno, en realidad lo estaba, pero no de


Reyes, y sin embargo, Reyes lo había estado haciendo durante varios días. Eso me
estaba carcomiendo, de la misma manera en que las sales de baños carcomen la
piel. Extraño y preocupante.

—¿Estás saliendo con alguien más? —

Lo impresione. La expresión de su cara, lo único en que podía confiar ya que no


podía descifrar ninguna de sus emociones, me lo dijo. Tal vez eso me molestaba
más de lo que había imaginado. Que ya no podía leerlo con tanta precisión como
solía hacerlo. Era como si un campo eléctrico estuviera jodiendo mi sentido
sensorial. Me daba lecturas falsas.

—Tenía amnesia. Me imaginé que podrías haber encontrado a otra persona. Ya


sabes, alguien que no te causara tantos problemas y más divertida.— Mis
pensamientos fueron a la señora Abelson. Me había burlado de ella porque era
dominante, pero tal vez, yo también lo era. Tal vez Reyes solo necesita jugar juegos
de vídeo con sus amigos y fumar un poco de hierba. Relajarse. Para superar el
estrés de vivir conmigo. Era exactamente como ella.

—Mira, si alguna vez tienes que jugar a videojuegos y fumar marihuana, sabes que
me lo puedes decir, ¿verdad?

135
—¿Estás bajo medicación?

—No. Lo digo en serio. Lo sé... Sé que puedo ser un poco demasiado a veces.
Entenderé si sólo necesitas un descanso.

—Bueno. Bueno, gracias por la oferta, pero estoy bien.

—Entonces ¿Qué es lo que te molesta?

—Nada.

—Está bien. De acuerdo, entonces por qué no hemos... ya sabes. —Me encogí de
hombros para que pudiera obtener la imagen.

—¿Por qué no nos hemos encogido?

—No. Tenido relaciones sexuales. ¿Por qué no hemos tenido relaciones sexuales?
Es decir, hace una semana no podías mantener tus manos fuera de mí y ahora, oh,
Dios mío.— La verdad me golpeo en el pecho, como un rayo de luz, dejándome sin
aire.

—Te gustaba solo cuando estaba amnésica.

—¿Me gustabas?— preguntó, divertido.

—Sólo tú puedes responder a eso. ¿Por qué no has tenido…? ¿Por qué no estás?

—¿Feliz y contento? Lo estoy.

Soplé un pelo que se metió en mis ojos. —Déjame entenderlo. ¿No tienes la
intención de decirme lo que está mal? No quieres hablar de lo que está mal. Y vas
a dejar que siga creyendo que he hecho algo horrible antes de contarme. Incluso,
si, por ejemplo, ¿te ato? ¿Te obligo a contarme la verdad?

—Lo único que vas a obligar a salir de mi si me atas es un orgasmo.

¡Por fin! — Por lo tanto, ¿estás dispuesto abrirte a mi si te ato para mi propio placer
sexual?

—De par en par.

—¿Sería algo que disfrutarías?

136
—¿Quién no lo haría?

—Entonces, ¿por qué no lo hemos hecho? Es decir, ¿qué nos está deteniendo?

Esto no me estaba llevando a ninguna parte. Yo no era una persona tímida y


modesta. Sabía cómo decir lo que pensaba. Un poco demasiado bien. No podía
recordar la última vez que había usado mi filtro interno. Hacía tanto tiempo que no
lo usaba, que ya había olvidado donde lo había dejado. Pero cuando se trataba de
Reyes Alexander Farrow, había perdido todos mis sentidos toscos. Me estaba
convirtiendo en alguien demasiado refinada. Tan diferente a como soy realmente.
Tomé una respiración profunda y comencé de nuevo. — ¿Por qué no me has
tocado?— Se acercó y me dio un codazo.

—Gracioso, pero ya sabes lo que quiero decir.

—Te estoy dando tiempo.

— ¿Tiempo para qué? ¿Lecciones de Origami?

—Te estoy dando espacio.

—¿Espacio para qué? ¿El elefante que he estado tratando de adoptar? —Mire
alrededor. —Va a necesitar un área de juego bastante grande.

—Estoy seguro.

—Sólo dime lo que te molesta. — ¿Lo sabía? ¿Sabía que era un dios y que yo sabía
que era un dios y que tenía la única cosa en el universo que podía atraparlo por
toda la eternidad? Cruce los dedos para que no fuera eso.

Después de un largo momento de contemplación, soltó el aire que había estado


conteniendo. —Nada me está molestando, holandesa.

—Eso es todo—, le dije, poniendo mi pie en el suelo y levantando el lomo.


Metafóricamente. —Si no me lo dices, me mudare con Cookie.

—¿De nuevo?

Apreté los dientes, entré pisando fuerte en nuestro dormitorio, descolgué una bolsa
de viaje, y metí un cepillo de dientes, algunos artículos de aseo personal, algunos
cambios de ropa que no combinaban y una camisa de dormir que decía:
CONDUCELO COMO SI LO HUBIERAS ROBADO. Entonces, sin decir nada más,

137
fui hasta la puerta, la abrí, y tenía toda la intención de azotarla con tanta fuerza que
estremecería el edificio entero, cuando le oí decir, —No dejes que la puerta te
golpee el trasero al cerrar.– Horrorizada, me detuve en medio de la oscilación. O lo
intenté. Había puesto tanta energía en azotar la puerta, que aun en contra de mis
deseos, al intentar darle la espalda a Reyes, la puerta choco con mi cara.

***

—Me mudo con ustedes, — dije, pasando a Cookie cuando abrió la puerta.

—¿De nuevo?

—Lo digo en serio esta vez, Cook. El hombre es imposible.— Señalé en la dirección
de nuestro apartamento en caso de que ella no supiera de quién estaba hablando.

Pero antes de que pudiera formar una palabra más, me di cuenta de un olor
particularmente apetitoso en el aire. —¿Qué es ese olor?—, Pregunté, olfateando.

Una risa nerviosa burbujeo fuera de ella. —¿Qué olor? No hay ningún olor.—Fue a
la cocina e intento bloquearme. Puede que sea más grande que yo, pero con la
motivación correcta puedo taclear sus 102 kilos.

Entonces me di cuenta. La verdad. La traición. Jadeé. Y me quede sin aliento. Y la


mire. Durante un largo tiempo, hasta que se derrumbó la muy traidora cobarde. —
Tenía hambre,— dijo, sus hombros se hundieron con vergüenza.

—¿De Verdad?

—Tú estabas fuera, haciendo lo que sea que haces.

—¿La Satilla?

—Y no tenía ganas de cocinar.

—¿Tienes chiles rellenos de La Satilla?

—Sólo unos pocos.

—¿Y sentiste la necesidad de mencionarlo?

—Iba hacerlo. Lo juro. Pero todo sucedió muy rápido.

138
—Sabes lo que me hacen los chiles rellenos.

Finalmente dejó escapar una sonrisa descarada. —También tengo sopaipillas


rellenas.

Dejé caer el bolso y froté las manos. —Parece que me mudé en el momento justo.

Se rió, fuimos a la cocina y comenzó a organizar el banquete. Amber se acercó con


su sonrisa de "Quentin está aquí", los dos tan encantadores como siempre.

—Oye, tía Charley—, dijo, y me dio un rápido abrazo. —¿Te mudaste de nuevo? Vi
tu bolsa.

—Sí, lo hice.

—Dulce—. Hizo señas todo el tiempo que habló para que Quentin entendiera, a
continuación, se volvió hacia él y le explicó, con movimientos rápidos y silenciosos.

Quentin se rió y me dijo que tenía un tornillo suelto. Literalmente. Deletreó, —tornillo
suelto.— Me abalancé, atacándolo por su insolencia, usando eso como excusa para
darle un gran abrazo de oso. Me devolvió el abrazo, envolviendo sus largos brazos
alrededor de mí. Era un muy buen abrazador.

Después de reunirnos, los dos se sirvieron un plato y se dirigieron a la sala de estar.

—¿Debo hablar con ella esta noche? —, le susurré a Cook.

—Nah. Tenemos un poco de tiempo para abordar el tema.

Asentí.

—¡Oh! — gritó Amber por encima del hombro. —Todavía estamos trabajando en el
video. Tenemos una pista que vamos a corroborar ahora, pero tiene más de
ochocientas mil visitas.

—¡Es genial! — Le grité.

Cookie cerró los ojos con horror. —Eso está muy mal.

Me reí y esperé a que el tío Bob entrara. Tenía un estado de ánimo raro. Lo podía
sentir desde el momento en que se bajó de su coche tres pisos más abajo.

139
—Hola, — dije cuando entró y colgó su abrigo.

—Oh, hola calabacita. ¿Te mudaste de nuevo?

Por segunda vez en pocos minutos, agarré el primer abrazo. —Sí. He nombrado a
tu sofá Fabio.

—Fantástico. Se parece a un Fabio.

—¿Cierto? Rubio y acogedor, con colinas y valles en todos los lugares correctos.

—Pero sabes que tenemos siete mil habitaciones ahora. No tienes que dormir en el
sofá.— Dio vuelta a la isla para abrazar a su esposa. Y besarla. Un beso muy largo
que podía o no tener lenguas.

Luché contra mi reflejo nauseabundo y finalmente interrumpí. —Entonces, ¿qué


está pasando?

—No mucho.

—Pareces agitado.

Quito su mirada de Cookie para mirarme. —Nop. ¿Amber está en casa?

Le lance a Cookie lo del comentario agitado, pero se recuperó rápidamente.

–Sí. Ella y Quentin están comiendo en la sala. Están trabajando en un caso.

—Un caso, ¿eh?

—El video.

—Ah, — dijo mientras se servía un plato.

—¿Está en problemas?

Se detuvo y me miró. —¿Por qué iba a estar en problemas?

—No lo sé. Pareces agitado. Y ella es una adolescente. Encaja.

—No, Charley, Amber no está en problemas. El día que esa chiquilla nos dé un
minuto de problema, será el día que cuelgue mi placa.

140
Resople y estaba a punto de darle una recopilación de las aventuras de Amber
Kowalski cuando Cookie se aclaró la garganta y me miró desde detrás de la espalda
de Ubie.

—Oh, está bien, — Articulé. Afortunadamente, Ubie estaba estudiando la comida.


Le di una señal de pulgar hacia arriba y cambió de tema. —¿No has interrogado a
Joplin todavía?

—¿Por qué interrogaría a Joplin? Esto huele increíble.

—Porque él es el detective en nuestro caso.

—Exactamente. Tu caso. Tú tienes que interrogarlo.

—Me odia.

—Odia a todo el mundo.

—Cierto.

Estaba tan calmando. Cookie tenía ese efecto en él, aun así, su agitación anterior
no era menos preocupante. Lo que fuera que lo tuviera en ese estado podía espera.
Probablemente estaba relacionado con su trabajo.

Despejo la mesa que estaba llena de revistas, y se sentó a comer. Nosotros tres
sentados en el comedor. Los niños en la sala investigando un vídeo de una niña
poseída. Éramos como los rezagados de una familia modelo. Me sentí un poco
culpable por comer sin mi corazón de melón. Por otra parte, estaba a una espátula
de ser un legítimo chef. Podía valerse por sí mismo.

Amber regresó por unos segundos y le dio un abrazo. —Hey, Ubie,– Había
comenzado a llamarlo Ubie porque llamar a su padrastro “Tío Bob” sonaba mal en
todo tipo de niveles. Estaba completamente de acuerdo.

Le dio un beso en la mejilla, agarró otro chile relleno, junto con más chips y salsa, y
se dirigió de nuevo a la sala. Antes de llegar a la puerta, dio vuelta en U. —Casi lo
olvido. A un bloguero llamado SpectorySam le gustaría una entrevista contigo.

—¿Conmigo?—, Pregunté.

—Sí. Sobre el video. Quiere hacer un artículo completo y está bastante seguro de
que puede publicarlo en Huffington Post.

141
Si no pensara que Cookie se desmayaría, habría dicho que sí. —Está bien. Dile que
no estoy dando entrevistas ahora y que debe ponerse en contacto con mi agente.
Me hará sonar importante.

—Está bien—, dijo con una risita mientras brincaba fuera.

—Esa chica debería estar en el espectáculo—, le dije a Cookie.

—Oh diablos, no.—

—No como como los niños estrellas de cine. Esos pobres niños. Sino más bien
como un extra en un comercial de detergente—.

Sus cejas formaron una línea dura continua. Luché contra la urgencia de toser y
decir “Uniceja” detrás de mi puño. Era tan juvenil. El verdadero truco era hacerlo
durante un estornudo. Pero los estornudos eran más difíciles de fingir.

—Voy a pensar en ello—,dijo. Estaba mintiendo

—Entonces, ¿qué crees que esté haciendo? —, Pregunté.

Tío Bob consultó su reloj. —Maldita sea.— Saco un billete de cinco y se lo entrego
a Cookie.

Cookie lo cogió y lo puso entre sus dedos, haciéndolo bailar y pegando saltos, como
si hubiera ganado la lotería.

—¿Qué está pasando?—, Pregunté.

—Acabas de romper tu record, por cinco minutos—, dijo.

—Te lo dije.— Cookie se retorció de emoción en su silla.

—¿Qué demonios?—, Pregunté, fingiendo estar ofendida.

—La última vez no comenzaste a preguntar por él, imaginando que estaría
haciendo, rogándonos para que fuéramos a pedirle una taza de azúcar, para
verificar como estaba, sino hasta que pasaron unos treinta y cinco minutos—,
explicó.

—Rompiste el record—, dijo Cookie, haciendo como que se secaba las lágrimas. —
Estoy tan orgullosa de ti.

142
—Oh, sí, ustedes son divertidos. Me reiré durante un minuto. —Acuchille mi chile
relleno y empuje un enorme pedazo en mi boca justo antes de decir, — No, en serio,
¿qué creen que este haciendo?

No importo cuánto les rogué, ninguno de los dos fue al otro lado del pasillo, para
comprobar a mi amado. Y me negaba a caer en el acoso, que muy bien podría haber
hecho con mi cuerpo incorpóreo, pero sentí que eso sería hacer trampa. Además,
estaba bastante segura de que sabría si estuviera flotando por todo el apartamento,
siguiéndolo. Porque eso no es raro en absoluto.

Así que me prepare para dormir y aterrice en los brazos de Fabio.

No era tan cooperativo como lo recordaba. La última vez que dormí con él, se
enroscó alrededor de mí, empujó sus pliegues en mis caderas, me dejo descansar
una mano entre sus cojines. Esta vez estaba frío y duro, y había una barra de metal
entre los cojines que estaba tratando de anclarme. Me removí de un lado a otro,
deseando, haber aceptado la oferta hospitalaria de Ubie. No es que pudiera dormir,
de todos modos.

Me quede acostada pensando en el caso de Emery Adams y los dioses de Uzan y


Beep y mi marido cascarrabias, me di cuenta de que me había olvidado de decirle
que estaba siendo seguida por tres hombres en una minivan.

Bueno. Se encontraban en una minivan. ¿Qué tan peligrosos podrían ser?

143
Capítulo Doce

“Me gusta preguntarles a los niños que quieren ser cuando sean grandes.
Más que nada porque todavía estoy en busca de ideas.”
-MEME

Me desperté con el olor a café y el tocino chisporroteando, pero la naturaleza


estaba llamando. Entre en el cuarto de baño de las niñas a responder al llamado y
cepillarme los dientes. Cuando entre en la cocina, Cookie aún estaba en bata,
consultando el correo electrónico en su celular.

Golpeé mis labios y luego me dirigí a la cafetera. —No sé cómo sucedió esto, pero
creo que acabo de comer loción.

—Mi ex es un imbécil.

—¿Cómo es que nunca lo he conocido?— Cogí una taza de café del gabinete para
tazas de café. Era como una caja mágica llena de dispositivos fabricados
específicamente para contener la sangre de mi enemigo. O café. Eran capaces de
contener ambos.

—Dijo que no.

—¿Cómo se atreve?—. Dije, tomando el rol de personal de apoyo.

—Quiero decir, yo estaba bastante reacia, pero él simple y llanamente dijo no.

—Podríamos demandar—, ofrecí, entrando en el papel de asesor legal. Descansé


contra el mostrador y tomé el trago más grande que pude, de café, no de la sangre
de mi enemigo, sin llegar requerir atención médica por quemadura de tercer grado
en mi boca.

—Esto va a romper el corazón de Amber.

Me enderecé y me metí en el papel de mejor amiga para siempre. –Oh diablos, no.
¿Dónde está tu bate de beisbol? Tiene rótulas ¿verdad?

144
—Podría llegar a eso. Es como si dijera que no a cosas sólo para castigarme. Usa
el privilegio de la custodia compartida como un arma contra mí, completamente
desinteresado en lo que le hace a Amber.

Di un paso hacia ella.— Lo siento, cariño ¿Qué está pasando?.

—Le hablé de NMSD y de cómo Amber quiere ir, él dijo que no. Punto. No le
permitirá estar tan expuesta.

—¿Expuesta?—.Pregunté, completamente ofendida y ni siquiera era sorda. —


¿Expuesta a qué? ¿A una cultura rica en historia y tradiciones? ¿Un grupo orgulloso
y poderoso de las personas que tienen que aguantar con más mierda en un día que
lo que tenemos que aguantar nosotros en un año? Quiero decir, ¿Alguna vez has
intentado pedir una pizza a través de un intercomunicador para sordos? Una
pesadilla.

—Exactamente. Podría aprender mucho—. Me puse en mi mejor personalidad de


mafiosa y le pregunté.—¿Quieres que hable con él?

Se rió. —No. Yo lo haré. Puedo hacerlo. Además, la última vez que ayudaste, Fredo,
habían peces muertos apareciendo por toda la cuidad, solo que estos fueron un
regalo envuelto y despachado por el restaurant de mariscos y pescados
Pappadeaux. Nos costó una fortuna.

—Hey, al menos envié el mensaje. Nadie querrá meterse con nosotras. Y enviamos
unas hermosas tarjetas de agradecimiento a cambio.

—No creo que funcione así.

—Espera, ¿Por qué Fredo?

—Voy a hablar personalmente con él

—¿No se disparó en la cabeza por órdenes de su propio hermano?

—Probablemente voy a tener que pensar en alguna cosa que quiera. Sólo Dios sabe
lo que podría ser.

—¿Qué?—. Pregunté, de repente muy interesada. —¿Así que manipula situaciones


como ésta para salirse con la suya en otras cosas?—

Me miró y parpadeó. —En eso se basan los matrimonios

145
—Está bien, pero ¿no te divorciaste de él?

—Esa no es la cuestión.

—Porque si no, hay que mencionar eso al tío Bob.

—¿Me estás tomando el pelo? Tengo planes para ese chico. Nunca será el mismo
después de que haya terminado con él.

Me reí.— No lo pongo en duda ni un microsegundo.

—Se fue temprano, por cierto.

—¿Tío Bob? Si, lo oí.

—No. El Sr. Farrow.

—Ah, sí. Él Sr. Sexinteligente. Mi perdición y felicidad, más que nada felicidad, de
mi existencia.

—. Tú sabes, podrías hacer algo loco y hablar con él. Abrirte un poco. Decirle acerca
de ya sabes quién y ya sabes qué— Ni idea de lo que estaba hablando.

—Intenté hablar con él anoche, es el más terco, inflexible, cabeza dura…

—Todos sinónimos del mismo concepto. Uno que, me atrevo a decir, se aplica
también a ti.

La miré boquiabierta.

—Solo a veces—. Agregó. —Al igual que ayer cuando ordenaste un burrito y te
trajeron una hamburguesa. Fuiste totalmente flexible

Tenía un punto. Había hecho estiramientos antes de entrar. Hicimos unas cuantas
embestidas para calentarnos. Siempre soy más flexible después de un buen
calentamiento. Incluso podía hacer sentadillas si la situación lo exigía. Y era
sorprendente cuan seguido la situación lo exigía.

***

Sentí ojos en la parte posterior de mi cuello mientras caminaba a la oficina.

146
Me pasaba muchas veces. Esas sensaciones irritantes de que alguien me está
observando. Posiblemente, alguien lo hacía. Podría haber sido el hombre del
Vaticano. No había sabido nada de él desde que volví. Pensé, tal vez, que el
Vaticano lo había despedido. Su identidad fue revelada, después de todo. Pero
ahora me lo preguntaba. La persona no era familiar para mí, así que sabía que no
era Garret. Podía sentirlo cuando estaba cerca. Podía sentir a Cookie, a Ubie y
Gemma. Tenían una vibración muy distinta. Una esencia distinta que ahora
reconocía. No, era otra persona. Quizás más de uno.

Finalmente encontré la fuente. Los tres amigos estaban de vuelta. La minivan verde
lima se encontraba en la mitad de la calle. Tenía la sensación de que no tenían
mucho dinero que invertir en su hobby de acosadores. Ni experiencia en seguir
gente.

Antes de que pudiera hacer algo al respecto, sentí una presencia más familiar. Vi a
la niña sin hogar que había visto el día anterior en la calle. Estaba apoyada en Boyd
con la misma ropa, pero tenía sus cosas con ella. Había vuelto a buscarlas, por
suerte. Estaba preocupada de que alguien las tomara.

A continuación el señor Boyd salió. En el mar de gente bulliciosa aquí y allá, en su


mayoría estudiantes universitarios intentando llegar a clases, él la había apartado
del grupo. Se acercó a ella. Intentando entregarle otro yogurt y un zumo. También
tenía una manzana, y yo no podría haber llegado a otra metáfora más apropiada
aunque alguien me hubiese pagado.

Sin decir nada, poco a poco me acerqué a ellos. Yo sabía que el señor Boyd
coqueteaba con las chicas de la universidad, mientras más jovenes mejor, todo el
día todos los días. Pero esto era diferente. Esta chica no podía tener más de 15
años. Y honestamente, el tipo era de unos cincuenta años con un enorme bigote
negro y un vientre estilo Jabba el Hutt del que se sentía orgulloso. ¿Qué diablos le
hacía pensar que cualquiera de estas jóvenes estaría interesada en él? ¿Estaba
realmente delirando?

Reduje la velocidad cuando la chica negó con la cabeza hacia él, tiró de la correa
de su mochila sobre su hombro y volvió a alejarse. Se giró en mi dirección y me vio
al instante, pero yo estaba demasiado ocupada dándole al señor Boyd un mal de
ojo para poder ofrecerle a ella un hola.

—¿Qué?—. Preguntó él, dando un paso en mi dirección.

Bajé la cabeza y di un paso hacia él. Luego otro, hasta que estaba entre Boyd y la
niña. Si quería una confrontación, lo más probablemente es que la conseguirá.
147
Había estado esperando una oportunidad para darle un pedazo de mi materia gris.
Toda serpenteante y cubierta de lodo.

Antes de llegar a eso, se percató que un par de personas nos miraban. Las cosas
podían ponerse bochornosas rápidamente para un pervertido que cazaba tan cerca
de un campus universitario. Se retractó, lanzó sus manos arriba y caminó de vuelta
a su tienda.

Cuando me di la vuelta para ver a la chica, me esperaba ver su espalda doblando


la esquina, poniendo tanta resistencia entre nosotras como pudiera. En su lugar, la
encontré justo donde la había dejado. La chaqueta negra y el pelo negro le daban
un aspecto más gótico del que creía que era, teniendo en cuenta que andaba con
una manta de color rosa y una mochila.

—¿Esto es tuyo?—. Preguntó, tirando de un billete de diez por fuera de su bolsillo


delantero. Era todo el dinero tenía ayer cuando me metí en sus cosas.

—No.— Acomodé mi bolsa en el hombro.— No llevo dinero en efectivo.

Sus parpados se estrecharon cuando me estudió. —Gracias— dijo de todos modos,


no comprando mi escusa.

Tenía que trabajar mucho en mis técnicas de persuasión. Nadie estaba comprando
lo que estaba vendiendo en estos días. Tal vez sí estaba perdiendo mí toque. O
quizás dejé mi toque en Nueva York. Maldita sea. Tendría que volver por él. ¡Viaje!

—¿Tienes hambre?— Pregunté, señalando el hecho de que La Frontera estaba


apenas a dos calles.

Miró hacia atrás y luego se encogió de hombros.— Podría comer.

Me pregunté por qué no se había comprado algo de comer. Estaba temblando de


hambre. O era el miedo. Podría haber sido el miedo lo que causaba que temblara.

—Vamos. Estoy hambrienta.

Afortunadamente, a pesar de que ya había tenido un encantador desayuno de


Cookie Kowalski—Davidson de huevos crudos y tocino quemado, había dejado
espacio para las papas fritas y salsa casera de Reyes. Solo en caso de que una
cesta terminara en mis brazos mientras tomaba un atajo a través del restaurante,
diera la vuelta a la cocina, y luego me dirigiera hacia las escaleras. Era extraño con
qué frecuencia ese tipo de cosas me pasaba.

148
Pedimos el desayuno y luego navegamos en el laberinto que era La Frontera para
encontrar una mesa tranquila muy atrás en la habitación. En el momento en que
encontramos un lugar, nuestro número apareció en la pantalla.

—Yo voy—. Le dije, esperando que no cambiara de idea y saliera corriendo por la
puerta trasera que estaba a diez pies de distancia de nosotras.

Estaba incómoda, pero con hambre. Su mirada se había ido de un plato a otro
mientras esperábamos en la cola para la orden.

—Bueno, esto se ve increíble—. Dije cuando llegué. Le pasé el jugo de naranja y el


plato número uno del desayuno, mientras que mordisqueaba un lado de la carne
adobada y un poco del otro lado de carne adobada. Uno nunca podía tener
demasiada carne adobada.

— Se ve genial —. Dijo ella, su expresión cautelosa hizo un giro de ciento ochenta


grados y se deslizo de cabeza a la codicia. Me gustaba.

—Por lo tanto—. Dije, tomando pequeños bocados. Sobre todo porque no tenía ni
un poco de hambre. —¿Tienes nombre?

Vaciló, luego me dio su nombre real. Estaba preocupada de que no lo hiciera.


—Heather.

—Encantada de conocerte, yo soy Charley.

Me acerqué y tomé su mano para agitarla formalmente. Ella me dejó y luego regreso
a despedazar de su comida.

—¿Me puedes decir lo que está pasando?.

—¿Pasando? —. Preguntó ella, metiéndose un buen mordisco en su pequeña boca.

—¿Por qué estás viviendo en la calle? Hay lugares más seguros para vivir, ya
sabes.

—Correcto. Tragó y bebió la mitad de su jugo en la primera ronda.

—Entonces. ¿Me puedes decir que edad tienes?

—Dieciocho.

149
Le di un momento y luego le pregunté. —¿Me puedes qué edad tienes realmente?

Se detuvo y me miró desde debajo de sus pestañas, tratando de decidir si confiar


en mí.

—Creo que debería haber mencionado algo antes de que te invitara a desayunar.
Tengo un súper poder. — Bajó el tenedor y se preparó para irse.

—Puedo sentir las emociones de otras personas—. Cuando ella sólo me miró de
soslayo, tratando de averiguar mi juego, continué. –Puedo decir cuando alguien
tiene miedo. O cuando son culpables de algo. O cuando están locos.

—No estoy loca.

—Pero tienes miedo. Lo puedo sentir a una cuadra de distancia.

—¿De vedad?.

—De verdad—. Hablé con ella de la manera menos amenazadora como me fue
posible, manteniendo mi tono ligero y mis acciones lentas. Para parecer totalmente
desinteresada en el hecho de que ella estaba constantemente como a medio
segundo de salir corriendo. —Y no tienes dieciocho años.

—¿Por qué te interesa?—. Preguntó ella, de repente a la defensiva.

—Estás haciendo que me sea difícil respirar.

—¿Qué?

—Cuando alguien está tan asustado como tú lo estás, todo el tiempo, mi pecho se
aprieta y aplasta los pulmones. Esto hace que sea difícil respirar.

—¿Al igual que el asma?

—Muy parecido al asma—. Estuve de acuerdo, a pesar de que seguro que el asma
era mil veces peor, pero era una buena analogía.— Tu comida se va a enfriar.

Se burló.—La comida fría sigue siendo comida.

—Buen punto—. Dije, riendo suavemente.

Eso fue suficiente para que me gustara. Tomó su tenedor y siguió comiendo.

150
—¿Nueve?— conjeturé a propósito, para insultarla.

Sacudió la cabeza. —Doce.

Maldita sea. Aún más joven de lo que pensaba. El pensamiento de una niña de doce
años de edad, en las calles de Albuquerque me impactó.

—Por lo tanto, este súper poder—. Dijo mientras clavaba el tenedor en un huevo.—
¿Lo usas para el bien o el mal?

Oh sí. Me gustaba mucho.— Es algo que depende del día. Vacilo entre los dos,
dependiendo del clima. He de decir que el mal es más divertido.

Se rió, con un sonido un poco entrecortado, su voz demasiado ronca, al igual a que
si hubiese estado recientemente enferma.

—Ahora sobre las cosas difíciles. ¿Por qué estas asustada?

—No estoy asustada—. Dijo, sus barreras disparándose a su alrededor.

—Mis pulmones no mienten, y ya están a punto de ahogarme— agarre mi garganta


con ambas manos.— Seriamente. No. Mucho. Tiempo.

Mientras me hundía en la silla, frunció el ceño. Tomó otro bocado. A continuación,


preguntó. —¿Estás jugando conmigo?.

—No—. Me enderecé. —Tal vez un poco, pero no voy a mentirte. Adelante.


Pregúntame lo que sea.

Se echó hacia atrás, me dio un profundo ceño fruncido una vez más, a continuación,
un gesto de la cabeza.—¿Qué está sintiendo ese tipo?

Lo miré. Era un tipo de todos los días, un estudiante universitario nerd, pero bien
parecido, con un cuerpo a la altura, y la chica que estaba sentada con él, era más
una reina de belleza que una friki de la ciencia. Estaban estudiando. Le estaba
enseñando. —Está interesado por la chica.

—Demasiado obvio—. Dijo, decepcionada.

—Dame un segundo. Estoy trabajando.

Sonrió y esperó.

151
—Él está muy interesado en ella, pero lo que yo apuesto es que él no sabe que ella
está aún más interesada en él.

—¡No me digas!

—Totalmente.

La mujer se inclinó hacia él cuando le mostró como encontrar el área entre dos
curvas, sea lo que diablos sea eso. Lo curioso de esta situación era que no estaba
aprendiendo nada. Ella ya sabía lo que le estaba enseñando.

—Santo Bob esponja—. Dije, parpadeando por la sorpresa cuando llegué a la


imagen completa. Me incliné hacia Heather y susurré, —Ella ni siquiera necesita su
ayuda. Lo contrató porque está enamorada de él. Puedo sentir lo que sale de ella.

—De ninguna manera—. Dijo Heather, tan sorprendida como yo.

Pero cuando más miraba a la chica, más comprendía. Era una muñeca.—Algún día
tendrán bebés hermosos e inteligentes.

—¿Puedes ver el futuro también?

—No. Solo estoy conjeturando.

—Oh—. Dijo ella, incluso más decepcionada que antes. Había empezado a jugar
con su comida, su mente a mil millas de distancia.

—Hay algo más que no te he dicho. Soy una investigadora privada.

Me miró, y vi el pánico asentarse en su rostro.

—Nadie me contrató para buscarte—. Me apresuré en explicar. —Mi oficina está


justo en la calle. Como dije, puedo sentir tu angustia, y tengo recursos. Con lo que
sea, o quien sea, que te esté atormentando, puedo encontrar la manera de ayudarte.

Su risa, más como una burla, la envió a un ataque de tos. Cuando se recuperó, dijo.
—Nadie me puede ayudar. Es demasiado tarde.

La preocupación se disparó a través de mí. ¿Se estaba muriendo? ¿Tenía una


enfermedad? O peor, ¿Cáncer?

152
—¿Puedo por lo menos intentarlo?, pregunté.—Soy muy buena para ayudar a la
gente.

—Pensarás que es estúpido y me enviaras de vuelta.

—¿De vuelta?

Se volvió y se dejó caer en su silla. —Al Hogar, soy la número diez. Soy la siguiente,
y voy a morir pronto.

153
Capítulo Trece

“Estoy bastante segura de que, dándome una capa y una bonita tiara, podría
salvar al mundo.”
-HECHO REAL

Supongo que debería estar agradecida de que estábamos llegando a alguna


parte, pero su muerte inminente era un poco perturbadora. ¿Tenía acceso a la lista
negra de un homicida? ¿A la tabla de proyectos de un asesino en serie? ¿Al bloc
de notas de un psicópata? ¿Cómo podía saber algo así?

—¿Qué te hace pensar eso, cariño?

Su puño se apretó alrededor de su tenedor, y sólo podía esperar que no fuera


violenta. Me eché hacia atrás por si acaso. Me gustaba el número de agujeros que
tenía mi rostro.

—Es la maldición, — dijo ella, tosiendo de nuevo. —Me enfermé como todos los
demás.

—¿Los demás? —, Pregunté. Esto no iba a ninguna parte buena.

—Vivo en un hogar de niños. Otros nueve niños se han enfermado y muerto. Nueve
en los últimos siete años. Y ahora tengo los mismos síntomas. Por eso me escapé.
—Las lágrimas amenazaban con empujar más allá de sus espesas pestañas. —La
llamamos la Maldición de la Casa Harbor, y yo soy la siguiente, y no hay nada que
pueda hacer al respecto. — Me miró. —Ni siquiera tú.

El miedo tan palpable, lo sentía fluir de ella. Me acerqué y puse mi mano sobre la
suya. No se retiró, lo que me sorprendió.

—Hay tres cosas mal con tu teoría.

Se apartó después de todo. —Sabía que no me creerías. Los adultos nunca lo


hacen.

—En primer lugar, — dije, extendiendo la mano para traerla de vuelta a mí, —
¿recuerdas todo el asunto de los súper poderes? Sé que no estás mintiendo.

154
No mencioné el hecho de que sólo puedo percibir cuando alguien sabe que está
mintiendo. Si ella creía que estaba maldita, fuera cierto o no, ella no estaría
mintiendo.

—En segundo lugar, — dije, dejando ir su mano, pero quedándome cerca, —No me
conoces. No tienes idea de lo que soy capaz de hacer— Diablos, apenas me
conozco a mí misma, así que estaba bastante segura de que ella menos. —Tengo
una manera de saber cómo resolver el más imposible de los problemas. Incluso los
que nadie cree que pueden resolver.

Por primera vez desde que se sentó, la esperanza brilló en su bonita cara.

—Y en tercer lugar,— dije, levantándole la barbilla hasta que su mirada se encontró


con la mía de nuevo, —cualquiera que piense que puede poner maldiciones a niños
y salirse con la suya no me ha conocido, tampoco.

Tragó saliva y preguntó: —¿De verdad crees que puedes detenerlo?

—Haré todo lo que esté en mi poder para detenerlo, y tengo una gran cantidad de
poder.

Sonrió y se recostó en su silla, con su futuro de repente no tan grave como había
pensado anteriormente.

—Quiero decir, no puedo volar ni nada. Ni detener una bala. A pesar de que una
vez detuve un cuchillo. Con mi pierna. Todavía tengo la cicatriz por si quieres verla
—.Eso le sacó otra risita. Suave y ronca, demasiado áspera. Realmente quería que
la revisara un médico, pero no estaba segura de cómo ir sin llamar la atención
indeseada. Sin duda, habrían alertado a todo el estado.

Y de ninguna manera la dejaría valerse por si misma. Tampoco podía llevarla a la


estación. La llevarían de vuelta al hogar antes de que se secara la tinta en mi orden
arresto porque entonces tendría que secuestrarla. No era una opción.

Hasta que tuviera tiempo de mirar en su historia, no iba a volver a la Casa Harbor,
que sonaba como el escenario de una película de terror. ¿Por qué todos los lugares
malos en las películas de terror tendrían nombres tan prometedores e inspiradores?

Pero todo esto planteaba la duda de dónde dejarla. Con el caso que ya teníamos y
todo lo que sucedía con Cookie y Amber y el ex, no quería ser una carga para Cook
más de lo que era absolutamente necesario. Un fugitivo no podía ser bueno para
sus niveles de estrés, no importa cuán dulce era.
155
Entonces me di cuenta, y una lenta sonrisa se extendió por mi cara. —¿Confías en
mí?—, Le pregunté.

—Ya lo hago. Eso es tonto, ¿eh? Ni siquiera te conozco.

—No es tonto en absoluto. Sólo quiero que te quedes con una amiga mía. Ella es
un poco peculiar y sigue horarios extraños.

—Me gusta lo peculiar— dijo ella, poniendo cara desafiante, pero saltando con la
oportunidad de salir de las calles. Debería haber sabido. Estaba asustada y sola.

—Perfecto—, le dije, ya pasando todos los puntos de mi lista de tareas pendientes,


en lo que a Heather se refiere. —Pero en primer lugar, ¿que dices si compartimos
uno de panecillos dulces infames?

Su rostro se iluminó, y asintió con entusiasmo. La chica tenía buen gusto.

***

Tenía una gran cantidad de personas que entrevistar en el caso Emery


Adams, y tenía la solución perfecta para mantener a Heather fuera de las calles y
segura. Casi. Con la esperanza de que mi solución estaría de acuerdo, la encontré,
alias mi tatuadora amiga Pari, durmiendo, lo que explicaría por qué no había
respondido a mis mensajes, o las llamadas de teléfono o a la puerta cuando golpeé
durante diez minutos. Por suerte, sabía dónde se ocultaba la llave.

Después de dejar a Heather abajo, en la oficina de Pari con el ordenador, un


refresco y una bolsa a medio comer de galletas de chocolate que encontré en un
escritorio, hice mi camino hacia arriba, con la esperanza de que Pari no hubiera ido
a la cama con alguien. Había algunas cosas que no necesitaba ver.

Su apartamento estaba asentado encima de la tienda de tatuajes que tenía en la


calle Central. Abrí la puerta lentamente, muy lentamente, para obtener el efecto
completo de lo mal aceitadas que estaban las bisagras. Justo debajo de la cabecera
había una pila de pelo marrón grueso, así que o sus rizos rebeldes necesitaban un
cepillado cuidadoso cuando se levantara, o había recibido un gato.

Fui de puntillas a su lado y encendí la lámpara. Era un poco temprano para ella. Se
quedaba hasta tarde despierta, a veces trabajando hasta las dos o las tres de la
mañana. Pero necesitaba que se ocuparan de Heather de forma rápida y silenciosa.

156
—¿Qué demonios?—, Gritó cuando se dio cuenta que estaba junto a ella. Curioso.
Justo me preguntaba cuál sería la mejor manera de despertarla. —¡Apaga la maldita
luz!

Hundió la cabeza más hondo en las mantas cuando alcancé y apagué la lámpara,
sabiendo que no serviría de nada. Pari había tenido una experiencia cercana a la
muerte cuando era niña. Había visto apariciones desde entonces. En realidad, no
gente como las veía yo, pero si brumas y nieblas donde se encontraba un difunto.

Pero conmigo, obtenía el efecto completo.

—Juro por Dios, que si no que si no apagas…

Debió darse cuenta quien era yo. Probablemente porque empecé a reír.

Salió de las sabanas y se enderezo en la cama. —¡Chuck!—, Gritó antes de cubrir


sus ojos y volver a caer. —Oh Dios mío. Encuentra mis gafas de sol. Las de potencia
industrial.

Como si yo supiera cuales eran sus gafas de potencia industrial.

Se rindió y señaló su mesita de noche. —Bolso. Bolsillo lateral. Date prisa antes de
que mis retinas desaparezcan por completo —.

Con otra risa, saqué las gafas y las puse en su mano extendida.

Se las colocó y luego se sentó de golpe de nuevo.

—¡Chuck! ¿Dónde diablos has estado?

—¿A qué te refieres?

Su cabello era plano de un lado y tan grande como Texas del otro.

—Has estado fuera como por, un año.

—¿En serio? – Le dije, perpleja.

Acercándose para un abrazo me tomó y me llevó a la cama con ella.

—Es un poco repentino, —dije riendo –Pero está bien.

157
—Santo cielo, extrañaba tu cara.

—No puedes ver mi cara. Me dijiste que era una mancha brillante y blanca incluso
con tus gafas puestas.

—Entonces extrañaba tu mancha ¿Hace cuánto que volviste?

—Una semana

Se acomodó a mí lado, acercándose más a mí.

—Aunque me encanta todo este asunto del reencuentro— añadí – porque, en serio
me importas, pero duermes desnuda.

—Sí que lo hago— ella dijo, su bonita pero un poco cansada cara mostró una
sonrisa en toda su plenitud. – Sí que lo hago.

Luchó por salir de la cama y encontró una bata mientras yo intentaba sentarme.

—Y tienes una cama de agua.— Dije, realmente perpleja en ese momento.

—Uno de mis novios la dejo, y es demasiado pesada para moverla, por lo que me
rendí ante lo inevitable. Soy una criatura de agua, de todos modos.

—Eres una criatura, eso es seguro.

—Oh, cielos, Chuck. – Me miró, y me había olvidado lo mucho que la echaba de


menos hasta ese momento

Me levanté y la abrace de nuevo, y pude sentir la emoción brotando de su interior.


Como una emoción real. Pari no era exactamente del tipo emocional excepto
cuando se trataba de sus intereses amorosos.

—Oye, —Dije, tomándola por los brazos. Era unos treinta centímetros más baja que
yo con un cuerpo de muerte y una actitud que hacía juego. —¿Qué pasa?

—Quería ir. Estar ahí.

—Qué?– La abrace de nuevo. –Detente. Yo era un desastre. Ni siquiera recordaba


mi nombre, mucho menos el tuyo.

Cuando me miró de nuevo, luché contra el impulso de reír por enésima vez.

158
Tenía el aspecto de un insecto con sus enormes gafas de sol de potencia industrial.
Pero su angustia era real.

— Pensé que te habíamos perdido— , dijo. — Y eres demasiado especial para


perderte.

— Siento lo mismo por ti.

— Está bien.— Dio un paso atrás e inhaló. — ¿Qué necesitas?

— ¿Qué te hace pensar que necesito algo?

Frunció los labios y me esperó.

— Está bien, necesito que cuides a una niña de doce años sin hogar, que está
tratando de escapar de una maldición que la matará pronto si no la detengo.

Dedos cruzados.

Tardó un momento, pero finalmente asintió. — Puedo hacer eso con una condición.

—Dímela—, le dije, eufórica.

— La maldición. No es contagiosa, ¿verdad? Tengo suficiente mierda en mis manos


sin que la muerte se cierne sobre mi cabeza.

— Se cierne sobre todas nuestras cabezas,— le recordé, estrechándola en un gran


abrazo.

— Supongo que sí.

— Además, te necesito para hackear la computadora de Nick Parker, la del trabajo


y la del hogar, y ver lo que tiene sobre mí.

— Por supuesto que sí.

— Siento que un chantaje se está acercando. Y necesito que me pongas en


contacto con ese atractivo doctor tuyo. El que perdió su licencia por prescribir “Oxy”
a sus pacientes y luego re comprárselos.

— Está bien, pero no creo que él pueda conseguir para nadie más.

159
— No necesito Oxy, pero gracias. Heather ha estado enferma, y necesito saber lo
que está pasando con ella tan pronto como sea posible.

— Sí, sí, capitán. ¿Seguro que no quieres volver a meterte en la cama conmigo por
un rato? Puedo hacer que valga la pena.

— Estoy segura de eso.— Su oferta no sonaba del todo mal, no realmente, con mi
reciente voto forzado de abstinencia, pero prefería salidas que metidas. — ¿Qué
pasó con Tre?

— Oh, él anda por ahí. Pero, no considera que mis relaciones con mujeres sean
“engaño”.

— Eso es muy pervertido de él.

— Eso te parece. Por cierto, ¿quién es Heather?

***

Después de que Heather se instalara y que le explicara que vendría un


médico para echarle un vistazo, mientras yo investigaba la situación/maldición, la
dejé en las capaces manos de Pari.

Habían congeniado muy bien una vez que Heather descubrió que Pari no sólo tenía
una Xbox, sino una PlayStation también. Lo iban a pasar bomba.

Pasé por la oficina antes de salir a entrevistar a algunos de los amigos y socios de
Emery Adams, así como revisar el lugar donde se encontró su coche. Cookie me
puso al corriente de lo que había encontrado esta mañana durante el almuerzo, en
otras palabras, mi tercera comida del día, y aún no era ni mediodía. Pero los chicos
de la camioneta estaban de regreso, y quería que me siguieran dentro del
restaurante. Hacia un terreno familiar.

Además, Reyes estaba allí, así que básicamente yo estaba dirigiendo a los corderos
al matadero si ellos intentaban cualquier cosa. Valerie trajo nuestros platos mientras
yo leía el informe sobre Geoff Adams Jr., el padre de Emery, que Cookie me había
dado.

Todavía estaba absorbiendo el dilema de Heather y estaba teniendo un mal


momento con eso. — ¿Doce?— , Preguntó, con el corazón roto. — ¿Cómo es eso
posible? ¿Cómo sobrevivió?

160
— No sé, cariño, pero lo averiguaré. Él ha tenido una carrera muy ecléctica— .

Ella asintió. — ¿Y ella ha estado enferma?

— Sí, pobre niña. Por eso necesito que averigües todo lo que puedas sobre La Casa
Harbor. Pari hackeará sus archivos, pero quiero saber lo que ellos proyectan a la
sociedad. Y quien hace la proyección. Si realmente nueve niños han muerto allí en
los últimos siete años, me gustaría saber por qué no ha habido una investigación.

— Por supuesto. Podría quedarse con nosotros, lo sabes.

Di la vuelta a la página siguiente. — Pensé en eso, pero tenemos tanto que hacer.
¿Quién iba a mantener un ojo en ella? ¿Una pista de carreras? ¿De Verdad? ¿El
tipo intentó abrir una pista de carreras?

— Sí, fracasó. ¿No vas a comer?

— Oh, está bien.— Tomé un bocado de mis nachos y volví a la lectura. — Una sala
de billar de lujo.

— Fracasó.

— Una cadena de restaurantes.

— Fracasó.

— Este tipo enterró un montón de dinero en una aventura tras otra, y sin embargo
todas ellas fracasaron rotundamente antes de que incluso despegaran de suelo.

— Desde luego, no tiene la cabeza para los negocios que posee su padre.

Cada pocas frases, yo miraba hacia la oficina de Reyes. Había estado en el teléfono
desde que llegamos aquí, caminando de un lado a otro como un animal enjaulado.
Su mirada se cruzaba con la mía de vez en cuando, en ese momento yo agachaba
la cabeza y comenzaba a leer de nuevo.

Cookie había recolectado un montón de artículos sobre el Sr. Adams. Él no me


había parecido un hombre tan descuidado. Tan despilfarrador, desprolijo e
irresponsable. Parecía ser bastante inteligente.

161
— Me parece interesante que su padre, que es tan inteligente como se ve, invierta
dinero en una empresa que no tenía ninguna posibilidad de ser rentable. Y además
hacerlo una y otra vez.

— ¿Por qué no ha salido nada de ella en las noticias?— , Preguntó, incapaz de


dejarlo pasar. Debería haber traído a Heather para que la conociera, por lo menos.

Reyes finalmente terminó la llamada. Me miró un largo momento, y luego se dirigió


a su escritorio, buscando a través de unos papeles, con movimientos agitados.

— Ya vuelvo— , le dije mientras Cookie estaba preguntando por los padres de


Heather. — Y esa es otra cosa que vas a buscar.

Asintió, todavía aturdida, mientras yo navegaba esquivando sillas y mesas para


llegar a la oficina de Reyes.

— ¿Qué está mal?— , Pregunté.

— Nada— , dijo sin levantar la vista.

— Por supuesto que algo está mal. Puedo sentir el calor saliendo de ti como
llamaradas de un incendio forestal.— Curvé mis dedos en la parte delantera de mi
suéter, justo sobre mi corazón.— ¿Es sobre Beep?

— No. Todo está bien. Sólo un problema con uno de nuestros proveedores.

Estaba mintiendo. No podía sentirlo, no de él, ya no, pero sabía que estaba
mintiendo. Mi propia ira se disparó.

— Si se trata de Beep, tengo el derecho…

— No es sobre ella,— dijo, su voz mortalmente silenciosa.

Curvé mi otra mano en puño a mi lado. —Es como si ya no te conociera.

Se detuvo y me miró, su mirada curiosa. — ¿Ya no me conoces? ¿O no deseas


hacerlo?

— ¿Qué? ¿Y eso que significa?

— Nada. Tengo que cocinar. Sammy llamó.

162
Dio la vuelta al escritorio y salió, deteniéndose un poco al pasar, a continuación,
desapareció en la cocina. Me dejó frustrada y más confundida que nunca. ¿Qué
había pasado de camino a casa desde Nueva York? Había reproducido todo el mes
que estuvimos allí una y otra vez en mi cabeza. Cuando nos fuimos, todo parecía
estar bien. Casi perfecto, aparte del hecho de que me acababa de enterar que fue
creado a partir de un dios maligno. Además, había atrapado a un demonio de otra
dimensión dentro de un infierno lleno de personas inocentes. Y yo había perdido un
amigo, estando en Nueva York. Uno muy bueno.

Pero en el camino a casa, lo podía sentir alejándose. Y ahora yo estaba frustrada y


preocupada y preguntándome acerca de nuestro futuro más y más.

163
Capítulo Catorce

“Justo cuando piensas que tienes todos tus patos en fila, alguien viene y te enseña
la receta de pato a la naranja, y te das cuenta de que se puede vivir sin un pato o
dos.”
—MEME

Caminé de regreso a nuestra mesa y me di cuenta que en realidad, eran dos.


Dos grupos de hombres que me estaban siguiendo. Tenía la sensación de que no
estaban juntos. Pero parecía que tenían objetivos similares. Seguirme y registrar
cada uno de mis movimientos.

Un equipo era muy bueno en su trabajo. El otro, el equipo de la minivan, no lo era.


Los había visto ayer, pero no tenía ni idea de cuánto tiempo el segundo equipo me
había estado siguiendo. Definitivamente, no eran del Vaticano. No había visto al
hombre del Vaticano desde hace tiempo. Podrían haberlo reemplazado desde la
última vez, pero lo dudaba.

No, estos tipos tenían segundas intenciones, pero francamente, estaba cansada de
ser seguida. Y que escanearan mi campo magnético. Pasé por el equipo de la
minivan y oí estática proveniente del regazo de uno de los chicos.

Ya sea que tenía graves problemas de vejiga, o me estaba escaneando. Nunca


antes habían escaneado mi campo magnético. No en público, de todos modos. No
podía decidir si estaba insultada o halagada.

Me detuve en su mesa. Les di a todos un minucioso vistazo. Había tres y una


sombra. Los tres eran hombres que rondaban mi edad, suficientemente viejos para
pensarlo mejor, pero no lo suficientemente jóvenes para importarles. Eran los
clásicos empollones. Uno incluso llevaba un protector de plumas en el bolsillo su
camisa de botones. Creía que habían pasado de moda en los ochenta.

Dos de ellos tenían el pelo oscuro y eran lo suficientemente parecidos como para
ser hermanos. Eran rechonchos y lindos. La clase de tipos que presentas a tu madre
con comodidad cuando te recogen para una cita, sólo para que sea el señuelo de
tu verdadera cita, el chico malo de calle abajo que corre su motocicleta por el barrio
a medianoche. O esa fue mi experiencia, de todos modos.

El tercero había sido el conductor cada vez que los había visto. Tenía el pelo
castaño claro, demasiado largo en el frente, y un poco de sobremordida. También

164
era el único que llevaba un protector de plumas. Lo hubiera llamado PP si el nombre
no hubiera sido tomado por un caniche.

Me quedé en su mesa durante más de un minuto, esperando a que me miraran,


absorbiendo el pánico que corría por sus venas. Era evidente que no habían
esperado contacto.

Por último, al unísono, me miraron, sus bocas ligeramente abiertas, y no podía decir
si estaban temerosos de mí o asombrados.

―¿Me estás escaneando? ―Pregunté.

El medidor se estaba volviendo loco debajo de la mesa, y Protector de Plumas


estaba tratando frenéticamente de apagarlo. O eso, o estaba jugando con él mismo.
Tampoco era aceptable.

―Tristán ―uno de los hermanos, dijo. ―Solo... ―negó con la cabeza, diciéndole a
su amigo que dejara el juego.

Tristán, aunque me gustaba mucho más Protector de Plumas, sacó el aparato que
medía los campos electromagnéticos. A los cazadores de fantasmas les gustaba
usarlo para detectar fantasmas, creyendo que los extendían a frecuencias
electromagnéticas que podrían ser detectadas. Después de algunos titubeos, logro
desactivarlo, entonces tuvo la decencia de parecer avergonzado.

―¿Qué hacen aquí? ―pregunté, aunque estaba bastante segura de saber la


respuesta.

―Hay un video ―dijo Tristán, su voz apagándose cuando vio mi expresión.

―Ah. Correcto. Bueno, es increíble lo que se puede hacer con efectos especiales
en estos días.

―Conocemos al chico que lo público―dijo uno de los hermanos.

―¿Y tú eres? ―Pregunté.

Se levantó de un salto, y los otros dos hicieron lo mismo.

―Soy Isaac. Este es mi hermano, Iago, y nuestro audaz líder, Tristán.

165
No tomé sus manos extendidas. Se miraron el uno al otro con desazón, a
continuación, me ofrecieron un asiento.

―Por favor, únete a nosotros ―dijo Isaac.

Cookie se encogió de hombros cuando mire hacia ella, preguntándome que estaba
haciendo. Levanté un dedo índice y decidí unirme a ellos.

―Así que, ya sabes ¿el tipo que lo publicó?

Tristán asintió.

―Lo vio de primera mano. Dijo que estaba allí cuando sucedió y que él ha estado
obsesionado con fenómenos sobrenaturales desde entonces.

Estaba empezando a comprender lo que era ser una estrella de rock. Todos ellos
me miraban, sus rostros llenos de temor y reverencia.

―¿Es así como se enteraron de dónde encontrarme?

―No ―dijo Iago. Parecía más tranquilo que su hermano. ―Él no le diría a nadie.
Dijo que ha estado manteniendo un ojo en ti y va a tener un documental pronto.

Hijo de puta.

―¿Puede hacer eso? ―pregunté, muy ofendida, era increíble.

―No sé ―dijo Tristán ―Va a tratar.

―Si él me quería mantener en secreto hasta que pudiera publicar este documental,
¿por qué posteo el vídeo en internet?

―No creo que esperara que alguien te reconociera.

Iago asintió con la cabeza.

―Estaba tratando de crear emoción. Y ahora que has sido identificada, es muy
molesto.

Mi ira se levantó varias muescas con cada palabra de su boca.

―¿Tienen un nombre para el tipo que voy a tener que matar?

166
Todos ellos boquearon, creyéndome.

Tristán se recuperó primero.

―Sólo su nombre en línea. Se hace llamar SpectorySam.

Hijo de puta. De nuevo. Le envió un correo electrónico a Amber ¿tratando de


conseguir una entrevista conmigo? No, de ninguna manera. Si sabía tanto sobre mí,
sabía exactamente cómo y dónde encontrarme. Le envío el correo electrónico a
Amber por información privilegiada. Probablemente engañándola para que le
contara esto o aquello. Tendría que llegar a la cima de esto y rápido. Podría tratar
de reunirse con ella.

―Así que déjame ver si lo entiendo. ¿Están aquí para hacer dinero a costa de mí,
también?

Sus ojos se volvieron tan amplios, que era casi cómico.

―No ―dijo Isaac. ―Nunca.

Tristán se inclinó hacia mí, queriendo que entendiera.

―Somos más como exploradores urbanos. No cambiamos nada. No hacemos nada


que afecte el futuro.

―No entiendo ―dije ―¿Para qué lo hacen, entonces?

Tristán se rió suavemente.

―Ardiente curiosidad.

―Pero la mayoría son cazadores, ―dijo Iago. ―No exploradores. Ellos no son
como nosotros ―Su mirada se precipitó a la mesa de los otros cazadores que había
divisado antes. ―La mayoría están en esto por dinero y gloria.

―Sobre todo gloria ―dijo Tristán. ―No hay una gran cantidad de dinero en esto, a
menos que tengas a un gran sujeto. ―Bajó la mirada, avergonzado de haber dicho
tal cosa. Lo sentí quemando a través de él.

―Mira, ¿Que les hace pensar que soy un verdadero negocio? Ese tipo está
mintiendo. Lo garantizo.

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―Disparas el campo electromagnético ―dijo Tristán.

Jugué con una risa.

―¿No lo hace todo el mundo?

Los tres negaron con la cabeza como si lo hubieran coreografiado.

―Oh.

―No lo vamos a contar.

―¿Um, gracias? Pero no pueden seguir siguiéndome, ¿de acuerdo?

―No estábamos...

Los apuñale con mi mejor mirada de escepticismo. Sus caras cayeron, pero
asintieron con la cabeza, decepcionados.

―Ten cuidado ―dijo Tristán. ―Los miembros de otros equipos no son


profesionales como nosotros.

Era un muñeco. No tenía el corazón para decirle que tenía una sombra. Una cola.
Un difunto quien lo había tomado para sí mismo y lo seguía a todas partes. Durante
todo el tiempo que habíamos estado hablando, el hombre muerto, que estaba en
una camisa de fuerza nada menos, estaba detrás de Tristán, mirando hacia abajo,
a él, con el rostro lleno de rabia. Pero no dijo nada, y yo no quería entablar una
conversación en ese momento.

―No se preocupen por mí. Puedo cuidar de mí misma.

―Sí, he visto la cinta.

Pensé que debería decir adiós. Reyes había echado un vistazo por la puerta de la
cocina varias veces, preguntándose qué estaba pasando, así que les desee lo mejor
y decidí dar al segundo equipo una visita mientras estaba en ello.

Por desgracia, no tuvieron el sentido de estar preocupados cuando me detuve en


su mesa. Tenían una sensación completamente diferente por completo. Ellos eran
finos, de corte limpio, con cortes de pelo caros e incluso los aparatos más caros,
especialmente en comparación con el equipo de Tristán.

168
Me detuve en su meza. Los examine. Los encontré carentes de espíritu y carácter.

Tristán y los hermanos sentían pasión por lo que estaban haciendo.

Estos chicos, por otro lado, los cuatro de ellos, eran privilegiados. Espectadores. Y
estaban en esto por el dinero. Pude ver el hambre de la caza en sus ojos. Me
querían coger haciendo algo tan malo que podían saborearlo. ¿Y qué? ¿Venderlo
a la estación de noticias locales? ¿Quién podría pagar por algo así? ¿Algo que
podría hacer que se vean cómo idiotas?

No estaban en lo más mínimo sorprendidos de que me había detenido, pero yo lo


estaba. Cuanto más los miraba, más sorprendida me sentía.

―Eres SpectorySam ―le dije al que estaba sentado cerca de mí.

Había estado escondido debajo de una gorra de béisbol. Se la quitó y me dejó ver
su rostro. Me quedé boquiabierta. Todo tenía sentido ahora.

―¿Tu idiota? ―le dije.

Uno de los miembros del equipo de inmediato sacó una pequeña cámara para filmar
nuestra interacción. Entrecerré mis pestañas, y él puso la cámara hacia abajo, pero
no era estúpida. Ya había presionado RECORD y estaba inclinándola lo suficiente
como para capturar cualquier cosa que hiciera o dijera.

―¿Idiota? ―Preguntó, su acento francés seguía siendo tan grueso como lo


recordaba. Me preguntaba si todos eran franceses. Sam era el único que reconocí.
Pero en aquel entonces yo lo conocía como Samuel. ―Eso no es muy agradable.

Mi temperamento se levantó tan pronto y tan rápido, que Reyes salió de la cocina.
Lo vi en mi periferia. Estaba limpiándose las manos en una toalla, evaluando la
situación ante él con lo que parecía ser sólo un ligero interés. En realidad, estaba
de guardia. Completamente alerta. Sus músculos tensos y listos para moverse en
caso de necesidad.

Me obligué a calmarme, luego nivele mi mejor mirada feroz sobre Samuel.

―Grabaste ese video.

Durante mi paso por el Cuerpo de Paz, a menudo nos encontramos con equipos de
otros países o incluso los visitantes que volaban a la región una vez al año para
ayudar en todo lo que fuera posible. Samuel estaba en uno de esos equipos. Sus

169
padres le habían hecho unirse. Lo recordaba hablar de ello. Habló de muchas cosas
cuando estaba alrededor, seguro de que yo no lo podía entender.

―Lo hice ―dijo, muy satisfecho de sí mismo.

―¿Por qué? ¿Por qué incluso me seguiste?

―Eras... ¿cómo se dice? ―Levantó la servilleta y se tocó los lados de su boca antes
de continuar. ―Única. Yo sabía que eras diferente desde el momento en que te vi.

―Soy como cualquier otra chica, Samuel. Te lo dije entonces, y lo estoy repitiendo
ahora.

―Y lo se mejor, Cheri. Te he seguido a menudo. Viendo que hablas con nadie.


Viendo que caes de rodillas cuando vienen cerca.

―Conmigo misma. Estaba hablando conmigo misma. Los locos hacen eso.

―Estabas hablando con apariciones. Con aquellos que han pasado y todavía vagan
por la tierra. Y cuando se acercan a ti, eres como el éxtasis.

―Creo que no soy la única loca en la habitación.

―Lo tengo en la cámara. Estuviste hablando con nada y luego le dijiste a ―Se
inclinó hacia su amigo y le preguntó por el equivalente a Inglés de ancianos. Su
amigo respondió, y Samuel regresó con ―los ancestros de la ciudad.

Bastante cerca. Se refería a los ancianos del pueblo. Yo sabía exactamente a dónde
iba esto.

―Les dices dónde encontrar el cuerpo de una mujer mayor. Les dices que lo
encontraste. Es accidente. Tú, Charlotte, eres mentirosa.

―O tal vez no eres más que ¿un mal perdedor?

Se mordió, su turno para saber a dónde iba.

―Intentaste besarme. Dije que no. Te mantuviste insistiendo, por lo que te di una
paliza. ¿Creo que tal vez estás un poco resentido?

―Confundes tu importancia. Es lo que hacen ustedes americanos.

170
Esto se me estaba escapando rápidamente. Me deslicé en la cabina junto a él, así
que estaba a nivel de sus ojos. Tuvieron que aplastarse juntos para que yo entrara.

―Entonces, ¿qué es todo esto, Sam? ¿Qué estás tratando de lograr?

Se encogió de hombros.

―Decidí hacer una película. ¿Un documental, sí? Eres un gran negocio.

―¿Tú crees... ?

―Lo hago ―dijo, con un borde afilado en su voz. Si no tenía cuidado, podría cortar
su propia garganta con eso.

―No había terminado. Quería preguntarte si crees que vas a vivir tanto tiempo.

Los otros tres hombres en la cabina se tensaron y miraron a su amigo un poco más
preocupados de lo que habían estado.

―Todo lo que necesitamos es una entrevista, y nos iremos.

―Yo creo que no.

―Sabemos que eres ―dijo Samuel, con sílabas divididas al final.

Su acento era casi imposible de entender a veces. Sin embargo, ahora no era uno
de ellos. Estaba recibiendo cada palabra. Cada sílaba.

―Sabemos lo que eres.

Era una amenaza. Darles una entrevista o de lo contrario... Pero, en serio, o si no,
¿qué? ¿Qué podían hacer? ¿Meterme en la cárcel de cazadores de fantasmas?

Aun así, una amenaza era una amenaza, y apestaba. Esto no era por mí, sin
embargo. Había estado hablando con Amber. Manipulándola para que le diera
información.

A pesar de la rabia pulsando a través de mis venas, impulsando la sangre a través


de mi cuerpo cada vez más rápido, sonreí. Puse los codos sobre la mesa. Incline la
cabeza sobre las manos cruzadas. Y dije con la voz más suave que pude,

―Si supieras quién soy yo, no estarías hablándome en ese destrozado inglés.

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Por fin, su sonrisa vaciló. Solo un poco.

Me incliné más cerca, yendo a matar.

―Si supieras lo que soy, no estarías hablándome en absoluto.

Luego puse mi boca sobre la suya. No estaba segura de por qué hasta que lo hice,
y entonces lo supe. Se lo mostré. Lo que yo era. Lo que era realmente capaz de
hacer.

No podía moverse mientras presionaba las imágenes en su mente. Las cosas que
había visto. Cosas que había hecho. Las cosas que me gustaría hacer con él si me
daba una razón suficiente.

Le mostré lo suficiente como para poner el temor de Dios en él. Sentí que su cuerpo
perdía toda su energía, toda su fuerza de vida, mientras observaba las atrocidades
manifiestas en su mente, incapaz de cerrar los ojos a ellas como si hubieran sido
inyectadas directamente en su cerebro. Entonces sentí que perdió el control de sus
músculos, pero se quedó apoyado en mi contra, incapaz de moverse, hasta que oí
un susurro en mi oído como a millas de distancia.

―Holandesa ―dijo. Suave. Sin prisas. ―Lo estás matando.

Sentí mi cara ser tirada fuera de Samuel. Me di vuelta. Y los labios de otra persona
ocuparon el lugar de los suyos. Ardientes. Sensuales.

El beso me hizo lo que acababa de hacerle a Samuel. Me robó mi energía. Desvió


mi voluntad, pero me defendí. Le mostré imágenes intrusas. De las cosas que había
visto. Cosas que había hecho. Las cosas que me gustaría hacer con él si me daba
una razón suficiente. Pero estas imágenes no eran mórbidas u horribles, ni atroces.
Eran una representación visual de todos los sentimientos que tenía para él. Mi
esposo. Mi oscuro, enigmático y desconcertante hombre.

Profundizó el beso. Condujo sus dedos a mi pelo. Respirando fuego en mi boca


mientras su lengua se abría paso entre los dientes y bebía hasta saciarse. La pasión
anulando todos los demás pensamientos. El calor se agrupo en mi abdomen cuando
su ardor saltó y me tragó. Puso una rodilla en el banco. Una mano envuelta
alrededor de mi garganta. Presionándome.

Y entonces se hizo con el control. Empujó sus pensamientos en mí, empujó su


energía en mí, constreñida y suelta, profunda y sensual, hasta que la humedad
inundó mi ropa interior. Mis piernas se abrieron involuntariamente. Con ganas de
172
más. Pulsando a través de mis venas, como energía eléctrica. Tiró de mi núcleo
interno. Me atrajo más cerca del borde del orgasmo.

Y entonces ya no estábamos en el restaurante.

Entonces ya no estábamos en la ciudad.

Entonces ya no estábamos en la Tierra.

Sistemas de estrellas se dispararon más allá de nosotros. Criaturas de otras


dimensiones nadando alrededor de nosotros. Y soles colisionaron. Explotaron.
Derramando una lluvia de mil millones de fragmentos de luz.

Agarré la mesa tan fuerte que mis uñas se rompieron contra la madera. El placer
del dolor me trajo en espiral de vuelta al presente. Reyes se inclinó sobre mí. Su
respiración entrecortada. Se echó hacia atrás, y su rostro mostraba la misma
sorpresa que sentí hasta la médula de los huesos.

Entonces recordé donde estábamos. Lo que había hecho. Me di la vuelta a Samuel.


Tenía las manos firmemente sobre la mesa frente a él. Para no perder el equilibrio.
Para tratar de evitar que sus manos temblaran. Pero todo su cuerpo se sacudía, por
lo que no hizo mucho bien. Una combinación de lágrimas y sudor corría por su
rostro.

Me encontré sobre mis pies. Reyes me ayudó, sus movimientos tan inestables como
la míos. Entonces mire a todos los hombres en la mesa, tomándome mi tiempo con
cada uno, asegurándome de que la amenaza era clara.

Haciendo caso omiso de la humedad entre mis piernas, me incliné hacia Samuel
para asegurarme de que recibió el mensaje y dije justo debajo de mi respiración,

―Si envías un correo o tratas de cualquier forma de contactar con Amber Kowalski
o Quentin Rutherford, detendré tu corazón para que no lata nunca más. ―me incliné
más cerca. Poniendo mi boca en su oreja. ―Entonces lo rasgaré hacia afuera y lo
sacaré por tu garganta.

Me enderecé y casi perdí el equilibrio. Reyes me atrapó, pero su mirada estaba en


la entrepierna de Samuel. Por el aspecto de ella, se mojó los pantalones. Sabía
cómo se sentía.

Cookie corrió, y los dos me llevaron a la cocina. Miré por encima del hombro para
ver si Tristán y su equipo habían notado el último intercambio. Sus ojos como platillo

173
sugerirían que lo habían notado. Así como todas las mujeres en el lugar. El asombro
en sus rostros, el anhelo, y el silencio que se había producido en todo el restaurante
sugerirían que pude haber ido un poco lejos.

Reyes me había apoyado contra la mesa de preparación, mientras que Cookie me


daba un vaso de agua, y nadie dijo nada. Yo estaba en shock. Cookie no sabía qué
pensar. Y Reyes... ¿Qué sabia sobre Reyes? ¿Lo que debía pensar de mí? Yo,
literalmente, poseía el beso de la muerte. ¿Qué habría ocurrido si no me hubiera
parado? ¿Realmente podría haber matado a Samuel? ¿Lo habría hecho?

―Así que, ―oí una voz que decía a mi lado. ―Eso fue muy intenso.

Me volví para ver a Ángel, mi investigador de trece años de edad. O, al menos,


había muerto cuando tenía trece años.

―Pensé que estabas en una misión. ―Miré a Reyes para asegurarme de que
estaba bien que Ángel eludiera sus deberes. Su atención se había ido a un déficit
de tortillas de maíz que necesitaba Valerie.

―Lo estoy, y es genial y todo, pero maldición. Eso fue caliente. Casi me vine, y yo
estoy muerto.

Lo fulmine con la mirada. Ahora no era el momento.

―¿Qué estás haciendo aquí?

Levantó sus manos en señal de rendición.

―Sólo dándole la actualización al jefe

―¿Por qué? ―Pregunté, suavizando mi voz. ―¿A quién estás vigilando?

Se acercó lo suficiente a mí como para ver el bello de su rostro.

―Si te lo dijera, tendría que matarte, y ya que eres un dios y todo, bueno, ya vez mi
dilema, belleza.

Maldita sea. Tan cerca.

174
Capítulo Quince

“Echo de menos ser capaz de cerrar de golpe el teléfono con ira.


Presionar violentamente COLGAR, simplemente no es lo mismo.”

Esa tarde, entreviste a varios de los amigos y compañeros de trabajo de


Emery Adams. Todos ellos tenían informes brillantes. Era muy trabajadora. Era
profesional, inteligente y amable. Cuidaba a sus pacientes. No aceptaba mierdas de
los doctores.

De todo lo que pude ver, Emery era la mujer más querida en la historia de la
humanidad. Entonces, ¿quién querría matarla? Alguien que ya la odiaba o su
muerte fue un acto de violencia al azar. Era la persona más pura que alguna vez
me encontré. Además, tal vez, de Cookie Kowalski.

Pero nadie era del agrado de todos. Era una imposibilidad estadística. Era
administradora del hospital, por amor de Dios. Tenían que tomar algunas decisiones
bastante duras. Alguien tenía un problema con ella, ¿pero era tanto como para
matarla?

Mientras más investigaba, más me parecía ser al azar. ¿Podría Emery haber sido
atacada brutalmente sin ninguna razón?

Me di por vencida en entrevistar a sus colegas y fui en busca de la supuesta escena


del crimen. Mientras que Emery vivía en Sandias, su coche había sido encontrado
a millas de allí cerca de la autopista 313 entre Albuquerque y Bernalillo, en un campo
desierto.

El terreno era propiedad privada, pero los propietarios habían estado en un crucero
cuando Emery murió. Todavía estaban en un crucero, disfrutando de las playas de
la costa de América del Sur. Toneladas de actualizaciones de Facebook lo
confirmaban.

Así, lo que parecía aún peor para Lyle Fiske, el hombre que estaba luchando con
uñas y dientes para demostrar su inocencia, era que él mismo había encontrado el

175
coche en un sector rural, a pesar de que había explicado que ella había instalado
una aplicación de seguimiento en su teléfono.

Cookie llamó mientras estaba atrapada en la I-25. El tráfico se movia lentamente,


me di cuenta que podía estar allí un rato. Gracias a Dios por los Cheez-Its, aunque
sólo Él sabía cuánto tiempo habían estado en la parte posterior de Misery.

—Hola, Cook,— dije con la boca llena de galletas.

—Hola de nuevo. ¿Te sientes mejor?

—¿Te refieres a que bese a un hombre hasta casi matarlo? De perlas.

—Lo siento, cariño.

—Realmente necesito aprender a controlar mi mierda, pero ¿cómo puedo


controlarla si no estoy realmente segura de lo que mi mierda es capaz de hacer?
Una cosa era ser un dios de mi propia dimensión, pero esas reglas no se aplican
aquí. Aquí, soy el ángel de la muerte. ¿Por qué alguien en su sano juicio daría a
alguien como yo este tipo de poder? —

Se echó a reír, pero me dio la sensación de que estaba de acuerdo conmigo.

—Entonces, ¿qué hay de nuevo, trasero de pollo?

—No te va a gustar—, dijo.

—¿Alguna vez me gusta?

—Un reportero de KOAT quiere hacer una historia sobre ti.

—¿Un reportero de verdad?

—Podría ser KRQE. Soy muy mala con las letras.

—¿Es de fiar?—

—Quizás, ¿Cuál era el otro? No, espera, ese es KOB. Sólo tres letras. Estoy
bastante segura de que había cuatro.

—Está bien, pero...

176
—E igual esta KASA—.

—Cook,— dije, interrumpiéndola. —Enfócate. ¿Es éste tipo un verdadero


periodista?

—Aparentemente. Ha dejado tres mensajes —.

—Suena de fiar para mí. Por lo tanto, quiere una entrevista, ¿eh? ¿Es por mi estado
como ángel de la muerte?

—No.

—¿Es porque soy un dios de otra dimensión?

—No.

—¿Es porque resuelvo tantos casos del DPA, que quieren darme una concesión y
suministro de limpiador de hornos por un año?

—No. Es por el video.

Oí el —te lo dije— goteando de su voz. O podría haber sido mi conciencia culpable


que se proyectaba por descartar el video de manera despreocupada. —¿Esa cosa
antigua? Yo tenía, como, veintidós años.

—Le dije que no estabas disponible para hacer comentarios.

—Demonios sí. Estamos sonando más y más importantes todo el tiempo, Cook.
Casi como celebridades. Lo siguiente podría ser, que nos obsequien un asiento
especial en Macaroni Grill.

—¿Tú crees?—, Preguntó, intrigada. —Me encanta Macaroni Grill.

Suspire. —¿Quién no?

—Ah, y ¿esa panadería en la imagen espeluznante? En los años treinta era


propiedad de Mae Dyson. Mae L. Dyson, para ser exactos. ¿Te suena de algo?

—Ni un poco.

177
—Bueno, voy a seguir investigando.

—Gracias. Estoy en la escena de un crimen violento.

—¿Dónde? ¿Qué pasó?

—No, no. No es nada. Solo vine al lugar donde encontraron el auto de Emery.

—Oh. Está bien. —suspiro aliviada.

El área era crudamente hermosa con árboles retorcidos y hierbas altas. Vi la cinta
de la escena del crimen y me dirigi hacia allí, a toda velocidad sobre los baches y a
través de barrancos. Gracias a Dios Misery estaba diseñada para esto.—Es
hermoso aquí afuera.

—Oh, lo sé. Mi padre solía ir a cazar en esa zona antes de que Albuquerque se
expandiera tanto. Oye, ¿Qué encontraste sobre la señora Adams?

—Tan limpia como mis platos después de que Reyes los lava.

—Me lo imagine. No puede encontrar nada. Nunca presentó un informe policial.


Nunca presento una queja en el trabajo. Nunca presentó un reporte de ningún tipo,
mientras estuvo en la universidad. Tenía asistencia perfecta y notas perfectas. El
apellido Stepford me viene a la mente.

—Y, sin embargo,— dije, —de acuerdo con su abuelo, su padre no era el mejor. No
dudo que la quería, pero tiene algunos problemas graves. Y una cabeza terrible
para los negocios. Le costó mucho dinero a su padre y su matrimonio.

Sin embargo, cuando lo había conocido, parecía tan normal. Pero era claramente
un hombre que vivía más allá de sus límites. ¿O había algo más? Una mala
inversión de las empresas era una cosa, pero hacer la misma cosa una y otra vez
durante años, décadas, sugería un problema más profundo. Aunque no tenía ni idea
de lo que podría ser.

—Tener un padre irresponsable podría explicar la necesidad tan fuerte de Emery de


proyectar una imagen perfecta.

—Exactamente lo que estaba pensando. Se sobre exigía—.

—Hice eso una vez,— dijo Cookie. —¿Has visto la enorme abolladura en el lado de
Olive Garden?—

178
—¡No!—, le dije, horrorizada.

—Sí.

—Es como si no te conociera en absoluto.

—Oh, verifiqué la Casa Harbor—, continuó, imperturbable. —Charley, tiene razón.


Heather está en lo correcto. Nueve residentes han muerto allí durante los últimos
siete años, y todos ellos parece que murieron de causas completamente diferentes.
No parece malicioso, y sin embargo, los números podrían sugerir lo contrario.

—Estoy de acuerdo. Sigue cavando. Voy a volver a la ciudad en aproximadamente


veinte minutos.

—Lo haré. Ten cuidado.

—Cuidadosa es mi segundo nombre.

Salí de Misery y me metí sobre el pasto seco. Árboles torcidos me rodearon,


dispersos y de belleza inquietante, en el paisaje. Muchos vehículos habían estado
en la zona recientemente. El suelo estaba cubierto de huellas, por lo que debió estar
lloviendo la noche en que encontraron el auto de Emery.

Caminé por la zona, no estaba segura de lo que estaba buscando, hasta que
alcance la cumbre de un barranco a cerca de cien yardas de distancia y lo vi. Más
huellas, pero éstas estaban separadas de las demás. El vehículo se había
estancado. Surcos profundos se habían secado. El vehículo había estado bajo la
lluvia un buen rato antes de que el conductor tratara de salir.

Podrían haber sido chicos divirtiéndose, en sus motos de cuatro ruedas, pero habían
mejores sitios para hacer eso.

¿Podría haber sido el vehículo que se llevó el cuerpo de Emery? Si es así, ¿por qué
iban a matarla, dejar su auto empapado de sangre para que fuera encontrado por
cualquiera, y llevarse el cuerpo?. Tuvo que ser asesinada en otro lugar, su cuerpo
fue arrojado en un lugar y su coche en otro.

Por si acaso, envié un mensaje a Parker y le dije que echaran un vistazo a las
huellas si es que no lo habían hecho ya.

***

179
En mi camino de regreso al pueblo, recibí una llamada de otro de los compañeros
de trabajo de Emery. De todas las cuentas, él era su amigo más cercano. Iban a
comer a menudo, y me preguntaba cómo Lyle Fiske manejaba su estrecha relación.
Hasta que lo escuche en el teléfono.

—¿Eres gay?— dije, señalando lo obvio.

—Como un pájaro azul en un día soleado.— Me imaginaba que normalmente


recitaba esa línea con una gran cantidad de entusiasmo y gusto. Pero hoy en día le
faltaba energía.

—Y eres un poeta— dije con tristeza. La orientación sexual de Diageo ciertamente


explicaría por qué Lyle no tenía un problema con su relación.

—Lo intento.

—Siento molestarte, pero he oído de un par de personas que Emery había estado
molesta cerca de dos semanas antes de su....desaparición— Casi digo muerte, pero
no podía imaginar que alguien como Diageo aceptaría una sentencia de este tipo
sin pruebas físicas.

—Lo estaba, pero ella no me dijo por qué. Yo sé que involucraba a su padre.

—¿Estás seguro?

—El noventa por ciento del tiempo que estaba molesta, que no era a menudo, se
trataba de su padre. Pero esto era diferente. No estaba enojada con él. O cualquier
persona, para el caso. Estaba herida. Herida como nunca la había visto.

—¿Herida? ¿No preocupada? O ¿Asustada?

—No podría confirmarlo. Ella me contaba todo, pero no en esta ocasión. Trataba de
ocultarlo, pero estaba molesta

—¿No tienes idea de por qué?

—Ni idea.

—Aprecio la honestidad. Tienes mi número. Llámame si recuerdas algo más.

—Por supuesto. Quiero a ese hombre atrapado tanto como cualquiera.


Probablemente más.

180
—¿Quieres decir Lyle? ¿El novio de Emery?

Se rió en voz baja. —Lyle Fiske no tiene un hueso violento en su cuerpo. Créeme.
Lo he estudiado con gran detalle. Desde lejos, naturalmente. Conozco el bien y el
mal, y este hombre es cien por ciento bueno.

—Me alegro que pienses lo mismo también.

—Pensaba que era el indicado.

—¿El indicado? ¿Tú y Lyle?

—Oh, no, cariño, Lyle y Emery. A ella le gustaba. Realmente le gustaba. Durante
un tiempo, llegué a pensar que estaba embarazada.

Mi pulso saltó en reacción. —¿Por qué?

—Casi se desmayó durante el almuerzo un día. Tuve que agarrar su bolso y


ayudarla a llegar a su coche donde me prometió sentarse y esperar a que Lyle
viniera a buscarla. Y vi suplementos de hierro en su bolso. Ya sabes, como los que
las mujeres embarazadas toman. Al menos creo que lo hacen.

—Depende—, le dije, dándole vueltas a esa última parte. Por lo que yo sabía, no
estaba embarazada cuando murió. —Muchas gracias, Diageo.

—No hay problema, dulzura. Te dejaré saber si recuerdo algo más.

***

Entré en la oficina del Asistente del Fiscal del Distrito, Nick Parker, determinada en
averiguar dos cosas de él: ¿Por qué oculta información pertinente acerca de la
condena de Lyle Fiske, y cuál es exactamente su participación en todo esto?

Obtener la respuesta a la primera debería ser bastante fácil. Podía adivinar, en


realidad. Dejó esa parte fuera así no me daría cuenta y sería más probable que
tomara el caso. Era la segunda parte lo que más me interesaba.

—Disculpe—, su recepcionista dijo cuando pase junto a ella e irrumpí en su oficina.


Había querido hacer eso desde la primera vez que lo vi en una película.

—Quiero respuestas— le dije. Sólo que no era él. Era un anciano en un traje oscuro
con una mujer de rodillas delante de él. —Oh, Dios, lo siento mucho.

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Empecé a retroceder. La mujer levantó la cabeza. Tenía en la mano una cinta de
medir y alfileres salían de su boca. Le estaban tomando las medidas para un traje.

—Es precioso,— le dije antes de cerrar la puerta y tratando con la oficina de al lado.

—Va a tener que hacer una cita,— dijo la recepcionista, corriendo detrás de mí.

Abrí la puerta de al lado. Armario de escobas.

—Voy a llamar a seguridad,— dijo ella, mientras abría la puerta de la derecha.


Tendría que comenzar a detenerme y leer las placas de aquí y allí.

Empujé su puerta. Golpeó contra una estantería, trate de no encogerme. Enderecé


mis hombros y alce la barbilla. —Quiero respuestas—, dije por tercera y esperaba
que la última. Estaba mirando por la ventana de una oficina mucho más pequeña
de lo que esperaba.

Sin siquiera voltear a ver quién irrumpió, levantó un dedo índice para indicarme que
esperara.

—Lo siento, señor Parker,— dijo la recepcionista. Al igual que en las películas.

Levantó un dedo a ella también.

Suspire. —Parece que a ambas nos dieron el dedo.

Lo miró enojada.

—Lo siento. Lo vi en una película una vez y quería hacerlo.

—Si tuviera un centavo por cada vez que alguien me dice eso. Juro que hay algo
en el agua de aquí. —Se volvió y nos dejó solos, cerrando la puerta detrás de ella.

—Davidson,— dijo, girándose hacia mí.—Parker.

—¿Cómo te va con el caso?

—De perlas, Parker. Muchas gracias por preguntar.

Indicó que me sentara. No le hice caso.

—¿Por qué no me cuentas los antecedentes de Fiske?

182
—Antecedente—, dijo, levantando una ceja. —Singular. Por favor siéntate.

Caminé alrededor de una silla de cuero negro y me senté. Se unió a mí. No en mi


silla, él se sentó en la suya.

Parker podría ser bien parecido, si no tuviera un palo tan rígido en el culo. Era tan
tenso, que en realidad hacia que otros a su alrededor se sintieran incómodos. Un
rasgo como el que, probablemente, era muy útil durante un juicio.

—¿Por qué lo dejaste fuera de la carpeta que me diste?

—Actúas como si lo hubiera hecho a propósito.

Puse mi mejor cara inexpresiva en la cual canalicé una sarcástica cara de


Christopher Walken.—No creo que tomaras el caso si sabías sobre eso.

—No me digas.

—Pero lo puedo explicar.

—Vamos a oírlo.

Se inclinó hacia delante y empezó a barajar y enderezar los papeles,


inconscientemente formando una barrera entre nosotros. La culpa que había
sentido antes de que llegara, caía en cascada a su alrededor.

—Era una de esas personas que todo el mundo amaba, ¿sabes? Las chicas lo
perseguían sin parar. Los chicos no podían evitar que les agradara. Era esa rara
combinación de buen tipo y físico encantador que hacía que todo el mundo quisiera
estar con él. Atraía.

Podía ver eso. El tipo era probablemente un ángel cuando no estaba siendo
acusado de asesinato. Especialmente uno que no cometió.

—Tenía ofertas de las universidades de todo el país. Podría haber ido a la


universidad en cualquier lugar. Tenía toda su vida por delante.

—También el otro chico, yo creo.

Asintió con la cabeza, la culpa como el fuego bullendo de él. —Era la semana de
punta, y una novatada salió mal. El muchacho entró en shock anafiláctico. Ele hizo
todo lo posible para salvarlo —

183
—¿Ele?

—Lyle. Es como solíamos llamarlo. De todos modos, el muchacho murió. Ele


asumió la culpa. Cumplió tres años por homicidio negligente. —Se removió en su
silla, la culpa lo comía vivo. —Fue mi idea, solo porque era el presidente tomó la
culpa. Asumió la culpa por todos nosotros..

—Un muchacho murió durante una novatada en una fraternidad de la que era
presidente. Él era el último responsable.

—Sí—, dijo, con una sonrisa agria. —Eso es lo que él dijo. Pero él no era
responsable. Era yo.

—¿Directamente?

—Sí.— Tosió en un puño y luego se fue presionado la boca mientras el recuerdo de


lo que debió haber sido una noche horrible le venía a la mente. —Secuestraríamos
a los novatos, pondríamos sacos sobre sus cabezas, los subiríamos a una
furgoneta, los llevaríamos al lado más sórdido de Central, y los sacaríamos a
patadas. Todos estaban en ropa interior en ese momento, por supuesto. Pero Lyle
dijo que sería demasiado peligroso dejarlos allí de esa manera, por lo que dimos
unas vueltas por un rato y luego nos dirigimos hacia el centro del campus para
dejarlos allí.

—Suena como un procedimiento operativo estándar.

—Si hubiera acabado mi puto trabajo. Se suponía que comprobaría el historial


clínico de los novatos, pero había tenido un gran examen ese día y no lo hice.

—Esto no puede ser bueno.

—Uno de los novatos era alérgico a los cacahuetes, y lo sacos que usamos eran de
una planta de maní.

—Maldita sea,— dije.

—No sabía que alguien podría tener una reacción alérgica así. Es decir, yo pensaba
que en realidad tenían que ingerir algo a lo que eran alérgicos.

—Esa fue una manera difícil de descubrirlo.

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—Más tarde nos dijeron que se le cerró la garganta tan rápido, que ni siquiera pudo
pedir ayuda.— Se volvió a mirar por la ventana. —Yo lo maté, pero debido a que
Lyle era el presidente y los medios de comunicación estaban detrás del culo de la
hermandad, fue declarado culpable de homicidio por negligencia.

Y yo que pensaba que el chico no tenía conciencia.

—Está bien, te sientes culpable. Ciertamente, puedo ver por qué, pero ¿qué tiene
eso que ver con este caso?

Me dio una mirada feroz, una de determinación absoluta, con la mandíbula apretada
y los párpados entornados, dijo: —No será sentenciado por otra cosa que no hizo,
Davidson. Eso no va a suceder.

—La evidencia es bastante convincente.— Por otra parte, la evidencia es siempre


convincente. Es por eso que la gente me contrata. Yo era su última esperanza. Su
último esfuerzo. No es que que le fuera a decir eso a Parker.

Se inclinó hacia delante. —Confía en mí, no quieres que esto vaya a juicio. Consigue
que la evidencia se vaya a la mierda, o voy a policía y me acuso yo mismo.

Me recliné en la silla, casi deseando que lo hiciera. Aliviaría la culpa que sentía por
el chico. Permitiría que siguiera adelante con su propia vida.

—¿Qué pasa si no puedo?

Cerró una mano en su escritorio. —Él no lo hizo, Davidson, y lo sabes


condenadamente bien. Tienes un sexto sentido para estas cosas.

—Yo sé que él no lo hizo, pero ¿cómo lo supiste? La evidencia dice lo contrario.

—Lo sé. Yo soy quien está reuniendo pruebas para asegurarme de que tenemos
suficiente para enjuiciar, ¿recuerdas?

—Ah, sí. Humo y espejos.

—Más o menos. Por lo tanto, ¿el caso?

Negué con la cabeza. —No. Volvamos a mí. ¿Qué es exactamente lo que tienes en
mí contra? No estoy acostumbrada a ser chantajeada.

—Extorsionada, en realidad. Lo que estoy haciendo es extorsión.

185
—De cualquier manera, ¿qué es?

Entrecerró los ojos, como si tratara de decidir si debe confiar en mí o no, entonces
se acercó y agarró una bolsa de pruebas con un cuchillo con sangre en ella. —Esto
fue encontrado en la pared en una escena de un crimen de un caso sin resolver
hace unas semanas. Se utilizó para asesinar a una mujer en el Valle del Sur.

—Está bien,— dije, un poco cautelosa.

—Tiene tus huellas digitales en él.

Sentí que la sangre abandonaba mi cara. —Nunca he visto que ese cuchillo antes.

—¿Sí?— Se puso de pie y se inclinó hacia delante. —¿Ni siquiera cuando mataste
a Selena Ramos?

—¿Qué?—, Pregunté, con la boca abierta. —No tengo idea de quién estás
hablando. Yo nunca…

—Es broma—, dijo, riendo con dureza mientras caía hacia atrás en su silla.

Lo mire boquiabierta, sin habla. Si no hubiera estado tan conmocionada, habría sido
capaz de decir que estaba mintiendo.

—Un anciano en Corrales sacrifico el cerdo de su vecino. Dijo que tenía hambre.
Está siendo acusado de robo y crueldad de animales.

Después de que el aire lleno mis pulmones de nuevo, le fruncí el ceño. —Eres un
imbécil.

—Exactamente. ¿Cómo crees que llegué hasta aquí? Por lo tanto, ni siquiera trates
de joderme.

Estaba empezando a cuestionarme seriamente sobre Nick Parker, el Asistente del


Fiscal de Distrito. —¿Si quiera intentaste intervenir a favor de Lyle?

—Por supuesto que lo hice. Pero de acuerdo con los estatutos del campus, el
presidente asume la culpa de lo que sucede en su casa. Estoy parafraseando. Y…

Cuando bajó la vista de nuevo, le empuje con un —¿Sí?

—Creo que mi padre intervino.

186
—Ah. El abogado del Estado.

—En aquel momento, sí. Así que... —Se puso de pie y se dirigió de nuevo a la
ventana. —¿Cómo va el caso?

—Bueno, en realidad estoy un poco sorprendida de que procedieran con un arresto.


Todo, casi toda la evidencia irrefutable, puede ser explicada y respaldada .

—Eso no es suficientemente bueno—, dijo a la ventana. —Te necesito para


encontrar a quien mató a Emery Adams para que Ele sea liberado de los cargos.

—Estoy trabajando en ello.

—Trabaja más duro—, ladró.

Levanté un hombro indiferente. —Necesito acceso a algunos registros del


forense.— Necesitaba acceso para investigar las muertes del orfanato, pero él no
necesitaba saber eso.

—¿Para qué? No hay cuerpo.

—Aun así examinaron la escena. Estudiaron la sangre.

—Te puedo conseguir un reporte actualizado.

—Voy a conseguir uno yo misma, gracias.

—Bien. Hare que Penny lo arregle.

—Para esta tarde.

—¿Algo más?

—Sí. ¿Y la otra cosa?

Se dio la vuelta. —¿La otra cosa?

—He tomado el caso. Suelta lo que tienes realmente en mi contra.

Esta vez negó con la cabeza. —Cuando aclares el caso de Ele, obtendrás el archivo.

—¿Tienes un archivo?—, pregunte, levantándome. —Qué extraño. Yo también.

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Se sentó de nuevo, se echó hacia atrás, con las manos cruzadas detrás de la
cabeza. —¿Y qué hay en tu pequeño archivo, señora Davidson?

Dejé que una lenta y satisfecha sonrisa, que era más una mueca hacia el lado, se
ensanchara por mi cara mientras sacaba el teléfono del bolsillo de mi chaqueta. —
Esta conversación, primeramente.

Esta vez la sangre fue drenada de su rostro, su mirada pegada a mi teléfono.

—Está en la nube, por lo que ni siquiera pienses en ello. ¿Piensas que soy una
idiota, Parker? No me gusta ser chantajeada. O extorsionada, para el caso.

Empezó a levantarse, pero le indique que volviera a sentarse. —Adelante con todo
lo que tienes sobre mí. Pero sólo recuerda, los juegos son mucho más divertidos
con dos jugadores.

Di media vuelta y salí por la puerta, sintiéndome un poco reivindicada con la mirada
de asombro en el rostro de Parker. No debería haberme tomando el pelo así, la ira
de una mujer y todo. No pensé antes de llegaren en grabar la conversación, pero él
no lo sabía.

Podía quedarse con lo que tenía de mí. Yo sería la única en perder el sueño esta
noche.
O eso pensé.

188
Capítulo Dieciséis

“No estoy drogada ¿Cierto?”


(Camiseta)

Me fui directamente a la Oficina del Médico Forense desde la oficina de


Parker. Wade era un amigo mío, pero sin autorización, nunca me habría permitido
mirar en sus archivos de todos modos.

—Hey, Charlotte.—Dijo.

—Hola, de nuevo—. Uno de sus ayudantes entró. No tenía más remedio que
aprovechar.— ¿Cómo va la clamidia?

El asistente se rió entre dientes.

—Oh, no te preocupes. No la impresionarás. En el momento en que Parker llamó,


le dije a todo el mundo sobre ti y tú… sentido creativo del humor—.

—Hombre. Tenía tantas ganas de humillarte.

—Lo sé. Estaba esperando ser humillado. Así que, nada, ¿eh? ¿Cómo
calificas eso?.

—¿Nos has oído? Parker y yo somos ahora mejores amigos.

—Yo pensé que Parker no tenía amigos.

—Bueno, ahora tiene, gracias a Dios. Ese palo en su culo se hace cada vez más
largo y recto.

Se rió y me llevó a un ordenador. —Bueno, puedes mirar aquí arriba los archivos y
luego, dependiendo de la antigüedad del caso, puede que tengas que
bajar al calabozo.

—Wade.— Dije, sorprendida. —La última vez que me llevaste al calabozo, los
policías nos tuvieron que ir a buscar.

189
Wade miró por encima de su hombro a un técnico de laboratorio que había entrado
a buscar un archivo.—Nop, a él también le dije.

—Maldita sea. No eres divertido después de casarte.

—Cariño, he estado casado más de lo que has vivido.

—Eso es un largo tiempo.

—Llama si necesitas ayuda.

—¿Estás haciendo una autopsia?

—Ese es el plan, ¿Quieres entrar?

La sonrisa que le ofrecí era en parte en—tus—sueños y parte seguro—que—


bromeas. —No gracias.

Uno podría pensar que, con todos los cadáveres en una morgue, el lugar estaría
lleno de los muertos vivientes, vagando, tratando de encontrar sus cuerpos. No
funcionaba así, por suerte. No necesitaba un flujo repentino de historias de vida,
golpeándome a la vez. Eso me había sucedido en mi adolescencia. Nunca volví a
ser la misma.

Me senté en la computadora, que se alzaba sobre una mesa de laboratorio y


empecé a buscar en los nombres que Cookie me había texteado junto con las
fechas de nacimiento. La OMF podría no tener a todos los niños fallecidos, pero
seguro que le habían hecho autopsia a un par. Un niño moribundo no era algo que
se viera todos los días.

El primero apareció en la pantalla inmediatamente, y por desgracia sus archivos


estaban en el calabozo. Anoté el número y fui al siguiente nombre. En el momento
en que llegué a la parte inferior de la lista, sólo dos nombres no estaban en el
sistema de Wade. Siete estaban, con todos los otros residentes
del Sótano/Calabozo. Siempre he tenido la sensación de que Wade es un gran
fanático del juego Calabozos y Dragones.

Le dije a un técnico que me dirigía a los pozos de la desesperación. Sonrió y asintió


con la cabeza. Podría haber salido con un cadáver en este punto y a nadie le
importaría. Pero ¿Por qué lo haría? Probablemente porque la seguridad no era muy
estricta. Aquí no tenían un guardia armado ni nada de lo que tenía Parker.

190
Hice mi camino hacia el sótano, que era en realidad una habitación bien
iluminada en la parte inferior. Me había olvidado que tenían máquinas
expendedoras. Tendría que haber excavado a fondo mis muebles para traer cambio.

En el momento en que había terminado de buscar todos los archivos y revisarlos,


llegue a una conclusión insuperable. Alguien estaba matando niños en la Casa
Harbor.

—¿Cómo te va?— Preguntó Wade.

—Bastante bien. ¿Puedo preguntarte sobre algunos casos?

—Por supuesto.— Él había ido hasta la máquina expendedora de café y donuts con
azúcar en polvo. Me encantó la máquina expendedora de café, por lo que la miraba
con añoranza.

Wade sonrió. —¿Quieres un café?

—¡Claro!— Agarré su vaso y tomé un sorbo. —Mmmmm.

—Te iba a comprar uno.

—Está bien. El tuyo está bueno. Así que, ¿recuerdas algunos de estos casos?

Se limpió las manos y después tomó los expedientes. —Oh, seguro. Hice la
autopsia de éste y éste.

—Todos ellos murieron de causas diferentes.— Y lo hicieron. Un par había estado


entrando y saliendo de la enfermería durante meses. Llevados al hospital varias
veces. Pero los diagnósticos iban en distintas direcciones. Los médicos no podían
encontrar una causa subyacente para ninguno de los casos. Esto estuvo reflejado
en las notas que Wade había hecho. A continuación, un par murió violentamente.
Un golpe por un coche que nunca apareció. Uno de ellos fue golpeado por un objeto
contundente.

Si había una sola persona que mató a estos niños, estaba haciendo un gran trabajo
para cubrir sus huellas.

—Bueno, si.— Dijo Wade. —Trauma por objeto contundente en la cabeza y el


suicidio por consumir veneno para ratas se considera que son causas de muerte
muy diferentes.

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—Pero mira donde los niños vivían.

—Oh, eso es verdad.— Asintió con la cabeza mientras miraba a través de todos los
archivos. —Recuerdo a tu papá mirando en estos casos.

—¿Mi papá?.— Le pregunté, sorprendida.

—Sí, Sí. El sospechaba que existía una conexión, pero supongo que no podía
probarlo. ¿Te contrataron para investigar La Casa Harbor?

—En cierto modo, pero no tengo mucho para seguir adelante. No hay un patrón. No
hay un denominador común. ¿Mi papá no te dijo nada sobre el caso que sea de
ayuda?

—No. Lo siento cariño. Pero ya que estás en comisión de servicio, puedo decirle a
mi asistente que te haga unas copias si deseas.

—Sin duda me gustaría. Necesito más tiempo para estudiarlos. Para encontrar un
hilo conductor.

—Bueno, por supuesto, espero que veas algo que tu padre no pudo ver. Este caso
realmente le molestaba.

—Puedo ver porque. Yo también espero ver algo más.

Mientras esperaba a que los archivos se fotocopiaran, me preguntaba qué había


visto papá en este caso, en primer lugar. Seguro que alguien se lo había asignado,
pero qué había notado, ¿el patrón o la falta de este?

El asistente de Wade en realidad no quería copiar todos los archivos en ese mismo
momento, pero yo no iba a tomar un no por
respuesta. Heather Huckabee estaba enferma, y tenía la sensación de que estaba
relacionada con todos los casos.

Salí de la OMF con una brazada de expedientes y otra taza de café. Wade me había
respaldado en esta nuevamente. Gran tipo pero demasiado confiado.

Cuando entré por la puerta principal, me encontré justo en medio de un edificio. No


recordaba que hubiera un edificio allí, pero allí estaba, no obstante.

Miré a Ubie, que estaba mirándome. — Hey tío Bob.

192
—Hey calabacita. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Oh, tu sabes. Poco de esto. Poco de aquello. ¿Tú?

Me lanzó una sonrisa descarada. —Más o menos lo mismo. Ya que estás aquí,
necesito saber quién te contrató para el caso Adams.

—¿De verdad? ¿Necesitas saber?

—Sí, ya sabes, para nuestros registros.

—Ah, sí, esos molestos registros. ¿Le preguntaste a Cookie?

—Lo hice—. Soltó su mandíbula.— No me lo dirá.

—Eso es raro.

—Muy raro—. Estuvo de acuerdo.— ¿Así que?

—Oh, sí, lo siento. Pero no puedo decírtelo.

—Mierda. Siempre me dices quien te contrata.

—Espera. ¿Estás teniendo problemas por esto?

—No hay nada que no pueda manejar.

—¿De Joplin?

—Es el detective a cargo del caso.

—¿De verdad? No tenía ni idea.

—Estábamos hablando acerca de ese hecho ayer.

—¿Estábamos? ¿Qué sabe él?

—Realmente no me vas a decir.

—No realmente. Pero fue bueno verte. —Dije, saltando lejos para ser empapada
con agua congelada.

193
—Sabe que te han contratado.— Llamó. – Pero no sabe quién. Algo así como estoy
yo. Tu tío favorito.

—Mi único tío—. Le dije por encima del hombro.

—El que salvó tu vida y dio todo por ti.

Bien, la cosa de salvar mi vida, la pude ver, pero… —¿Que me has dado todo?

—Bueno, mucho.

Me tenía en esa. —Y estoy totalmente agradecida.— Me detuve y me volví hacia él.


—Más de lo que nunca sabrás y entenderás, tío Bob. Tú eres la única familia que
me queda.

—¿Qué hay de Gemma?

—Tú y Gemma son la única familia que me queda. Tú has hecho tanto por mí.

—Lo he hecho. De verdad lo he hecho—. Dijo por encima del sonido del aguanieve
disparando pequeñas balas de artillería congeladas. —Puedes pagarme
diciéndome quien…

Antes de que pudiera terminar ese pensamiento, corrí de vuelta a él y le eché los
brazos al cuello, o bueno, un brazo. El otro sostenía una bolsa de plástico con todos
los archivos copiados y mi café casi congelado. El asistente de Wade había puestos
los archivos en una bolsa, esperando que su trabajo no se arruinara.

Me envolvió con sus grandes brazos y me abrazó.

—Te amo tanto,— después de que lo dije, no recordaba otro momento en que se lo
haya dicho. Sin duda tenía que decirlo, porque era cierto. Lo amaba.

—Hey. ¿Qué es esto? ¿Estás bien, calabacita?

—Sí—. Di un paso atrás. —Es solo que has hecho tanto por mí y todo lo que puedo
ser capaz de darte a cambio es que casi consigues que te maten y/o te despidan.

—Bien, entonces. Es bueno que yo te ame, también.

Le di otro abrazo, y me negué a decirle quien me contrató cuando me preguntó por


tercera vez, y luego corrí hacia Misery antes de convertirme en un helado con sabor

194
a café. Este tiempo no era totalmente inusual en Albuquerque, pero me alegraba
saber que no duraría mucho.

Después subir al interior, di otro vistazo a algo que pensé que había visto a través
de la aguanieve. La camioneta de Garret estaba aparcada en la calle y casi me
enfurecí hasta que me di cuenta que no lo había visto en todo el día hasta ahora.
Tal vez no me seguía a mí, pero entonces, ¿A quién?

Me di la vuelta y vi al tío Bob a través de la puerta de cristal. Estaba hablando


con Wade, riéndose de quien sabe qué. ¿Estaba siguiendo a Ubie? ¿Por qué
diablos iba a seguir a Ubie? ¿No estaban en el mismo bando?

***

Sin embargo, tenía que comprobar a Heather y Pari más allá del mensaje de
texto ocasional en que a veces Pari pedía cosas como "¿Comer sólo carne seca por
24 horas seguidas es dañino?" Y "¡Rápido! ¿Qué continente tiene el menor número
de plantas con flores? ¡No me mientas!"

Me colé por la puerta trasera de Pari y llamé.

—Estamos aquí—. Respondió Pari.

—¿Dónde?—. Caminé a través del laberinto que era su tienda, hasta que estaba de
pie en la sala de tatuajes donde tatuaba, y casi me desmayé cuando vi a Heather en
la silla de Pari, con el brazo cubierto desde el hombro hasta la muñeca con un
gigantesco tatuaje.

—¿Qué piensas?—. Preguntó Pari.

Se puso sus gafas mientras Heather levantaba el brazo para que lo


inspeccionara.— Ni siquiera dolió tanto.

Me tapé la boca con ambas manos. Esto es todo. Iría a la cárcel.

Heather se delató primero. La risa burbujeó medio segundo


antes de que Pari también riera.

—Te lo dije—. Dijo Pari.— Es una ingenua.

Corrí hacia adelante para inspeccionar su brazo. La obra era preciosa. Pero por
debajo no había hinchazón, sangrado, ni había signos de trauma. Era temporal.

195
Casi me desmayo de nuevo, pero esta vez de alivio. Después de dar a Heather un
rápido abrazo, y esperaba que ya estuviéramos en esa etapa o sería muy incómodo
para ella, le ofrecí a Pari el mismo trato.

—No puedo agradecerte lo suficiente—. Le dije.

—Oh, por favor. Esta chica es un ángel. Y, amiga, sí que le gusta la carne seca.

Heather señaló una serie de estantes.— Organizamos todas las pinturas y Pari me
está enseñando a dibujar—. Se inclinó para agarrar un cuaderno y lo abrió por la
primera página.

—Wow—. Dije, completamente impresionada. Era el comienzo de un dragón, y


aunque la escala estaba un poco extraña, en su mayor parte estaba fantástico.—
Tu, Heather Huckabee, vas a ser una estrella—. Le dije. – Hice uno dibujo una vez.
Dibujé un pato. Er un gran pato, excepto que se suponía que sería un águila.

Heather se echó a reír, y me quedé sin habla por su transformación. Se dio la vuelta
para ver a unos de los artistas de Pari tatuar la pantorrilla de un hombre con un reloj
estilo steampunk que se derretía en su pierna.

—Entonces, ¿Qué dijo el doctor?

Pari me hizo señas para que me uniera a ella en la sala del frente. Dos
chicas jóvenes estaban buscando algunos álbumes de fotos.

—No encontró nada, pero dijo que su palidez es demasiado amarilla y su recuento
de glóbulos blancos es muy elevado. Ella le dijo que tiene calambres en el estómago
y que siente náuseas y tiene que tragar mucho—. Se inclinó más cerca.—Chuck, él
cree que es víctima de una intoxicación crónica, a baja dosis.

Cerré los ojos.— Hijo de puta. ¿Por qué otro médico no detectó eso?

—No lo sé. Dijo que lo sugirió porque le dije que podría ser víctima de un delito, y
todas las señales estaban ahí. Por desgracia, sin un millar de pruebas, no hay
manera de saber con qué la han estado envenenando.

—Pero está con nosotras ahora y la dosificación se ha detenido. ¿Podrá mejorar, o


tenemos que llevarla a un hospital?.

196
Se encogió de hombros.— Él va a volver mañana por la mañana. Dijo que conoce
a un tipo que conoce a un tipo que puede hacer algunos test básicos, sin que nadie
sepa, si quieres ir por ese camino. Costará alrededor de quinientos.

—Está bien. Cualquier cosa.

—Y me gustaría tener mejores noticias, pero tenías razón sobre Nick Parker. Tiene
un archivo en su ordenador personal que parece más un proyecto personal que
oficial.

—Me estás tomando el pelo. ¿Le echaste un vistazo?.

—Lo hice—. Me dio un sobre de manila. —Esta es una copia de todo lo que tiene
de ti. Charley, él sabe que tuviste un bebé y que el bebé se ha ido. Sospecha que
hubo homicidio.

Había empezado a abrir el sobre, pero me detuve y la miré fijamente un minuto


entero. —¿Esto es de Beep?, pregunté, los bordes de mi visión oscureciéndose.

—Él ha estado dando vueltas en los hospitales, mostrando tu cara, preguntando si


alguien en la sala de maternidad te ha visto. Y creo que encontró al doctor que
Reyes contrató. De alguna manera descubrió que él sabía algo y lo amenazó.

Cerré los ojos. —Esto no está ocurriendo. No con todo lo demás.

—Me temo que así es. Y esto es algo serio. Podría arrojar todo tipo de cargos
desagradables. Extrañamente, a partir de lo que podría decir sus notas, se topó con
el embarazo, mientras investigaba a Reyes.

Tenía que sentarme. Pari agarró la silla de visitas y la empujó debajo de mis rodillas
temblorosas. —¿Reyes?

—Creo que simplemente no puede dejarlo. Algunas personas piensan que fue algo
sospechoso su salida de prisión y la exoneración de todos los cargos. Está
buscando en sus finanzas, también. Y ha enviado un correo electrónico a las
autoridades de Sleepy Hollow, preguntando acerca de su estadía ahí.

—¿Cómo diablos sabe sobre Sleepy Hollow?

—Está siguiendo el dinero, Chuck.—Dijo ella, tomando mi cara y girándome hacia


ella.—Tienes que estar muy pendiente.

197
—Lo sé. Tienes razón. No tengo otra opción. Va a empujar demasiado lejos.

—No—. Dijo ella, endureciendo su mirada.—No dejes que llegue a eso. Dile a
Reyes. Él sabrá lo que hay que hacer. Más importante aún, él va estar dispuesto a
hacer lo que sea necesario.

—Pari, no podemos matarlo.

—Lo sé—. Dijo, pero no estaba segura de que lo hacía. —No me refiero a matarlo.
Solo, ya sabes, ponerlo en el hospital durante unos días. O años. Cualquiera.

Si la situación no hubiera sido tan grave, me habría reído.

—¿Me puedes dar un refresco? Heather nos sorprendió de pie en la puerta de la


habitación del frente.

—Puedes sacar toda el agua que quieras. Sabes dónde está.

—Está bien— dijo ella, con la decepción enmarcando su delicado rostro.

Bueno, en cualquier caso, tratar con Nick, el imbécil, Parker, iba a tener que esperar
hasta que pudiera encontrar más información sobre Heather y el Hogar.

—Heather—. Dije antes de volver a la sala de tatuaje.— ¿Quién te dijo que lo que
tenías era una maldición?, ¿cualquier persona en particular o simplemente un
consenso general entre las filas?

Ella pensó.— Solo los niños, supongo. Su pecho silbó cuando respiró. Di un paso
hacia ella y le toqué la frente y el cuello, por si acaso las cosas estaban tomando un
giro hacia lo peor. Ella me dejó, como si fuera un acto cotidiano. Su temperatura
parecía normal.— Todos estaban hablando de mi como si fuera la próxima. Mi
amiga Amelia estaba asustada. Ella no quiere que me muera—.

—Qué extraño— dije, tomándole el pelo. —Yo tampoco quiero que mueras.

Bajó la cabeza, ocultando una sonrisa tímida, cuando sonó mi teléfono.

El nombre de Cookie apareció en mi pantalla, junto con mi imagen favorita de ella.


La tomé después de que accidentalmente puso aceite de canela pura en su cara, en
lugar de aceite de frankincense. No tengo idea de por qué se pondría
aceite de frankincense en la cara, pero le hice saber que el aceite de canela pura
era como ácido sobre la piel. Se quemó la cara al instante, y antes de que pudiera

198
lavarse, la cara se le puso del rojo más brillante que jamás había visto en piel
humana.

Saque una foto como recuerdo, para no olvidar jamás lo lejos que Cookie era capaz
de llegar para entretenerme. O lo lejos que era capaz de llegar para tener una piel
sin defectos. Antes de que la conociera, no tenía idea que la gente se pusiera leche
de magnesia en la cara. O por qué diablos les gustaría hacerlo.

En realidad, todavía no tenía respuesta a eso.

Atendí la llamada diciendo, —“Casa de la mala reputación de Charley”.

Heather se rió y fue a buscar su agua, cuando la voz atractiva de Cookie flotó hacia
mí gracias a los milagros de la tecnología.

—¿Cuándo vas a estar de vuelta?

—Puedo estar allí en diez, si me necesitas para hacer dulcemente el amor contigo.

Después de una larga muy larga pausa, dijo: —No, estoy bien.

—¿Estás segura? Soy barata y relativamente fácil.

—Estoy bastante segura, pero gracias. Entonces, ¿Estás sentada?

Mi trasero de inmediato buscó una silla. —Lo estoy ahora.

Pari me interrogó con sus cejas. En realidad no podía ver sus ojos debido a las
gafas descomunales, pero líneas aparecieron en su frente sobre ellos. Me encogí
de hombros.

—No estoy segura de si esto es una buena o mala noticia— dijo Cookie.— Ya que
aún no han sido capaces de explicarlo, pero el niño tiene la edad equivocada.

—¿El niño lo sabe?

—Al que Reyes le está pagando manutención. El que vive en Texas.

Apreté los dientes, esperando más allá de la esperanza que las noticias de Cookie
fueran buenas. —¿Qué quieres decir con la edad equivocada?

—Es un niño, y prepárate para saber el nombre.

199
Tensé los músculos y apreté las nalgas. Parecía que era lo que había que hacer. —
Está bien, golpéame.

—Damien.— Cuando no dije nada porque estaba un poco sorprendida, agregó, —


Damien Ledger Clay.

—¿Podría ser ese nombre más apropiado?,— pregunté, con el corazón roto.

—El Clay es el apellido de soltera de la madre. Pero el padre no está en la lista.

—Si Texas fue tras Reyes para reclamar una manutención de niños, tiene que haber
algún tipo de prueba de que él es el padre. ¿Qué pasa con el certificado de
nacimiento del niño?

—Nop. Dice desconocido.

—Ese es un nombre raro.— Estaba tratando de aligerar el ambiente de pronto


pesado.

—¿Por qué paga la manutención a una mujer si ni siquiera lo coloca como padre?

—De eso se trata, Charley. No estoy segura de que pudiera ser el


padre. Damien tiene cinco años de edad.

Me desplomé en mi silla. —Reyes estaba en prisión hace cinco años y nueve


meses.

—Exactamente. Es decir, yo no digo que sea imposible, pero es sólo muy poco
probable que tuviera un hijo en la cárcel. ¿Es que permiten visitas conyugales en
Santa Fe? Y ¿no hay que estar casado para tener eso en cuenta?

—No sé, pero sí sé a quién llamar para averiguar. Por otra parte, las reglas de la
gente normal no se aplican a mi marido.

—Eso es cierto, pero me gusta pensar que esto es como un rayo de sol—. Su voz,
llena de empatía, se suavizó.

—Estoy a favor de los rayos del sol—Dije, acariciando distraídamente el cristal


celestial en mi bolsillo.— Dame daño solar permanente en la piel y un poco de
radiación el día que gustes.

—Me encanta cómo ves el lado positivo de las cosas.

200
—¿Verdad? Está bien, te dejaré saber de lo que me entere

—En el segundo en que te enteres

—En el segundo en que me entere.

201
Capítulo Diecisiete

“El hombre que inventó el vodka con chocolate compensa con creces al bastardo
que inventó las pantimedias.”
-KATIE GRAYKOWSKI

Dije mis adioses a Pari y Heather y me dirigí a Misery a hacer una llamada.
Neil Gossett probablemente ya habría salido del trabajo. El cielo se había
oscurecido y las nubes que aún estaban bajas pasaron de un hermoso gris humo a
un rico negro siniestro. Si cada día fuera así de sereno. ¿Y la escarcha de la página
central de playgirl? Las carreteras estaban despejadas y claras. Estaba preocupada
de que con toda el aguanieve que habíamos tenido estaría conduciendo en hielo
sólido.

Debo amar Nuevo México.

Agradecida de tener el número de celular de Neil, gracias a una ingeniosa Cookie


que había fingido que era periodista con ganas de hacer una historia sobre él para
Santa Fe, lo dejé que sonara hasta que entro al correo de voz. Y colgué.
Y comencé a llamar otra vez. Esto lo hice durante varios minutos antes de que
Neil contestara en un tono de voz molesto como el infierno.

—Si—. Dijo, en un tono que parecía un cuchillo afilado.

—¡Hey, Gossett!—. Dije con toda la felicidad que pude.— ¿Cómo lo llevas?

—Igual que siempre.

—Ah, ¿un poco a la izquierda?— en realidad no lo sabía, pero ¿cómo iba a dejar
pasar la oportunidad?

—¿Quién es?

Me hirió. Realmente. O lo habría hecho si Neil y yo fuésemos amigos. Éramos más


como dos conocidos de la escuela secundaria quienes tenían cero necesidad de
comunicarse, excepto cuando lo hicieron. Como ahora.

—Soy Charley... Davidson... fuimos a la secundaria jun...

202
—Se quién eres Charley. ¿Cómo conseguiste este número?

—Oh eso. Mi asistente llamó a tu asistente y se hizo pasar por reportera.

—No importa. ¿Qué pasa?

—¿Reyes tuvo visitas conyugales mientras estaba en tu establecimiento?

Se aclaró la garganta y suavizó su voz. —¿Cómo está él?

—Libre.

Realmente me gustaba Neil. No en la escuela secundaria, pero había crecido


mucho. Tenía que darle crédito. Siempre había tenido una debilidad por mi hombre
mientras estaba en prisión por un crimen que no cometió. De alguna manera le
cuidaba la espalda tanto como un guardián podía hacerlo mientras estuvo preso.
Pero sabía que Reyes era diferente. Especial. Destinado para cosas grandes.

Si él supiera la mitad de esas cosas.

—¿Puedo preguntar por qué?

—Está pagando la manutención de un niño de 5 años, a menos que lo soltaras


ocasionalmente para tener una noche de chicos en la ciudad, estaba teniendo
visitas conyugales.

—Él no— dijo, al sonido de una parrilla que chisporroteaba al fondo.— No


exactamente.

Fruncí el ceño, repentinamente preocupada. —¿Qué significa eso?

—Eso significa que él no tuvo ninguna visita conyugal.

—Entonces, ¿las podía tener? ¿Nuevo México las permite?

—Ya no. Se permitieron durante unos treinta años, pero el estado acabó con ellas
en el 2014. Y había requisitos estrictos. La mayoría de los internos tenían que estar
casados antes de su condena para que se pudieran considerar. Por lo tanto, puedo
asegurarte que, Farrow no tuvo visitas conyugales.

—¿Pero?—. Realmente sentí un que venía un pero.

203
—Pero … eso no significa que el niño no pueda ser suyo. Hubo una situación con
dos oficiales de correccional mujeres.

—¿Qué?—. Pregunté, sorprendida.

—Tres, en realidad, pero éste en particular… ah, y una ex alcalde de guardia, por
lo que cuatro, supongo y esas son solo las que yo supe.

—Esto no es real.

—Pero por lo que sé, él no inició ningún contacto. Si eso ayuda.

—Oh, Dios mío—. Le dije. —Mi marido era un hombre puto incluso en la cárcel.

—En su defensa…

—Gossett—. Le dije con los dientes apretados.

—En su defensa.—Continuó, cargando hacia adelante como se hace en el fútbol.—


No estoy seguro de que alguna vez hubo ningún contacto sexual. Las relaciones
entre los Oficiales de correccionales y los internos estaban estrictamente prohibidas,
no es que no ocurrieran, pero Farrow era del tipo de mantenerse así mismo. Si hubo
mucho interés por él, en ambos sexos, pero por lo que pude ver, él no parecía muy
interesado.

—¿En serio?—. Pregunté, ese rayo de sol me pegó en el intestino.

—Por otra parte, es difícil mantener un ojo sobre ellos 24/7.

—Gracias—. La decepción amenazaba con rasgar mi corazón.

—No hay problema.

—Está bien. Una pregunta más, ¿Hubo situaciones en las que el preso dejara a
alguna oficial de correccional embarazada?

Vaciló durante tanto tiempo, así que ya sabía la respuesta antes de que dijera nada.
—Las mujeres OC que quedan embarazadas y toman licencia todo el tiempo. La
mayoría de ellas están casadas. Pero hubo una. Habíamos oído rumores que había
estado viendo a un preso. Cuando la interrogaron, dijo que la había embarazado,
confesó que era un preso, pero se negó a dar el nombre.

204
¿Cuál era su nombre?—. Pregunté, mi corazón se hundió más en ese segundo.

—Davidson, no puedo darte esa información. Tú lo sabes. — Maldita sea. Pensé


que me lo diría.

—Mis champiñones se están quemando. ¿Hemos terminado?

—Supongo. ¡Espera! ¿Puedes decirme al menos cuando sucedió?

—Davidson—. Dijo en advertencia.

—Vamos, Gossett. Por los viejos tiempos.

—Tú me odiabas durante esos viejos tiempos.

—Yo no te odiaba. Solo te encontraba extremadamente fastidioso.

—Te intimidaba, ¿Verdad?

Aspiré.— Deja de cambiar el tema.

—Oh hombre,— dijo, con su voz más quejumbrosa de lo habitual.— No puedo


recordarlo exactamente. Yo diría que tal vez ¿hace cinco, seis años? Todo se me
confunde. Había una vez...

Empezó a contarme una historia acerca de un preso que había cortado


accidentalmente su propia arteria con una cuchara, pero me había perdido en el
“hace cinco o seis años”. Mi marido tenía otro hijo.

***

Me quedé extendida sobre la barra, con la cabeza apoyada en un brazo


estirado sobre él. Había estado cómoda hasta que la barra comenzó a girar. Apreté
los dedos en los bordes. Nunca había sido aficionada al carrusel.

Caroline se acercó con mi siguiente bebida. Me dijo que sería la última y luego
comenzó a girar. Oscilaba. Levanté la cabeza, tratando de centrarme en su cara,
pero existían muchas de ella.

Caroline era una pelirroja adorable con un corte de cabello estilo bob y una nariz de
botón. O al menos era adorable hasta que dijo, — Creo que has tenido suficiente
cafeína por una noche—. Y se llevó mi bebida.

205
—¿Qué?, pregunté, la profundidad de mi indignación tenía límites.— Solo he
tomado cinco.

—Mmmm,— dijo, llevándose el café moka grande, extra crema batida, extra
caliente, lejos.

Una voz masculina se unió a mis oídos a continuación. Bryan. Ese chico podía
preparar café como si hubiera sido concebido e incubado en una máquina de café
express, y era mi segunda persona favorita en el mundo. O lo hubiera sido si me
hubiera devuelto mi bebida.

—Dile que estoy bien, Bryan. Tengo un corazón fuerte. Puedo soportarlo— sonrió.—
Llamé a su marido.

—¿Conoces a Reyes?— pregunté, arrastrando mis palabras, pero solo muy


ligeramente.— Es el hijo de Satanás.

—Oh no,— dijo Caroline, mientras limpiaba para terminar la noche.— ¿Ustedes
tuvieron una pelea?

—Apuesto a que sí. He llamado a mi novio de peor forma.— Dijo Bryan.

—Solo una más. Prometo que les ayudaré mañana. Voy a ir a grupos de orientación
y apoyo y…

—¿Cuál es la etapa en que negocian?—, preguntó Bryan.

—Está en algún lugar en el medio.— dijo Caroline, y luego se enderezó, su cara se


llenó de brillo. Solo una persona podía hacer que cada chica y cada chico que
conocía se pusiera así.

Era él. Estaba aquí.

—Gracias por llamar— dijo Reyes. Su voz como un bourbon suave.

Yo había vuelto a poner mi cabeza en la barra. Se había puesto más pesada en el


último par de horas. Así que todo lo que pude ver cuando el hijo de la encarnación
del mal se acerco fue su entrepierna. La misma entrepierna que dejó embarazada
a la señorita Clay. La misma entrepierna que ansiaba como un adicto a la heroína
ansiaba, bueno, a la heroína.

—¿Estás lista para volver a casa?

206
—No—. Levanté un dedo. Ni idea de por qué.

—Estoy pasando el rato con mis amigos Caroline y Bryan. Y no tengo idea de quién
eres. Ya te lo dije una vez hoy.

Oí el humor en la voz de Reyes cuando dijo.— Holandesa, ¿necesito ponerte en mi


rodilla?

Cuando tomó mi mano y comenzó a arrastrarme fuera de mi taburete, le grité a


nadie en particular, —¡Extraño, Peligro!—. Lamentablemente, tanto Caroline como
Bryan estaban demasiados ocupados pasando miradas coquetas a Reyes para
llamar a la policía. Malditos ellos. No, ¡maldito él!

Se detuvo y levantó mi cara de la barra. ¿Estás realmente borracha?

—Creo que puede haber alterado su moka latte—. Dijo Caroline, su cara toda suave
y brillante.

—Se supone que no tenemos alcohol en este local.

Buscó en mis bolsillos, causando un gran revuelo dentro de mi vientre y encontró


mi petaca.— Lo siento mucho,— dijo.

Era una broma. No tenía una petaca. Como si una diminuta petaca pudiera
emborracharme. Había tenido que pasar por una tienda y comprar un Jack de tres
cuartos. Me tomé la mitad antes de entrar, y luego metí de contrabando lo que
quedaba en mi chaqueta.

—Oh no. No hay problema.— dijo Caroline, rechazando el comentario con un gesto
de la mano.— Creo que ha tenido un día duro.

—Tu, amiga.— dije, apuntando hacia ella.— No tienes idea. En primer lugar,
encontré a una chica sin hogar que ha sido maldecida y se va a morir pronto. Luego
me entero que no uno, sino dos equipos de caza fantasma me están siguiendo.
Acosándome.

—¿Va a estar bien?—. Preguntó Bryan a Reyes.

—Me siento tan violada.

Reyes nos respondió a la pregunta de Bryan. Me miraba con las cejas pronunciadas,
la preocupación recubría su cara.

207
—Entonces,— continúe ya que todavía estaba en el suelo.— Me entero que la ADA
tiene un archivo secreto sobre mí, mi marido y mi bebé.— Me detuve y los miré, con
la tristeza cayendo sobre mí como una sombra que bloquea el sol. —La tuve en el
fondo de un pozo.

Me había caído. Al pozo. Y como estaba cerca de estallar, de todos modos, la caída
me envió directamente a labor de parto.

—Es mucho más difícil tener un bebé en el fondo de un pozo de lo que uno podría
pensar. En primer lugar, hay toda esta suciedad con la que tienes que tratar.
Entonces tienes que hervir agua. Ni idea de porqué. Después…

Antes de que pudiera terminar mi acto número 1, de mi diatriba, me arrojaron sobre


un hombro, ciertamente uno amplio, y me llevaron fuera del café como un saco de
patatas. Sólo que en realidad nunca había visto a nadie llevar patatas con ese estilo.

Reyes me ató a Misery, con movimientos bruscos y agresivos y simplemente


atractivos. Empecé a girar la llave y pisar el pedal antes de que pudiera subirse del
otro lado, pero el volante no estaba. ¡Alguien se lo había robado! ¿Cómo diablos se
supone que tenía que volver a casa sin mi volante? Entonces me di cuenta. Tal vez
eso era parte de mis poderes.

Me concentré muy fuerte, y Misery ronroneó a la vida.

Demonios sí.

Lo único que recordaba de ese viaje a casa fueron las bonitas luces que se
reflejaban en las ventanas, deslizándose mientras pasábamos por las calles de mi
ciudad natal. Brillaban en sus ojos y me recordaron a la mañana de navidad. Él sería
el regalo en este escenario.

***

Me desperté días después, en Fabio y me preguntaba cómo había llegado


hasta allí.

—¿Supongo que estás despierta?— Esa era Cookie. Se sentó a mi lado. – Se


suponía que me llamarías al segundo de haber encontrado algo—.

—Lo sé— dije dándole la espalda avergonzada.— Estaba tan sorprendida, herida y
suicida.

208
—Oh, cariño— dijo ella, tirando de mí en un abrazo, más o menos. De hecho, ella
metió mi cara en su escote, y aunque no era un gran escote, igual comencé a tener
dificultad para respirar.

Le palmeé el hombro.

—Ya, Ya. Dijo ella, balanceándome.

Palmee de nuevo y trate de hablar entre sus pechos en vano.

—Simplemente debes descansar. Será mejor mañana—. Apretó su agarre.— eso


si vives tanto tiempo.

Está bien, estaba molesta. No sucede a menudo, pero era así.

—Lo siento— dije, mi voz amortiguada.— estaba tan enfadada.

—Así que en lugar de llamarme, te sientas en un bar.

—En una cafetería.

—¿En un bar cafetería y te emborrachas? ¿Pensabas volver a casa de esa


manera?.

—¡Por supuesto que no!, dije, horrorizada. Me retiré hasta mirarla.—Simplemente


sucedió.

Puso los ojos en blanco. —Tú no condujiste a casa Charley. Reyes te trajo a casa
y Robert condujo el Barracuda de Reyes.

Me iluminé.— Apuesto a que le gustó.

Se rió.— hizo su día. Lo primero que dijo cuando entró por la puerta fue. “Esa cosa
tiene tanto poder”.

—UH oh. ¿No crees que le pique el bicho?, ¿Verdad?

—Espero que no. Pero ¿Sabes qué? —Dijo cambiando de opinión.— El merece
tener diversión. Ya sea en un coche musculoso o un coche deportivo.

—¿O una Harley?, pregunté, en burla.

209
—No. No hay motocicletas.

Cookie tenía una aversión a las motocicletas desde chocó en una en su juventud.
Se cayó y se quemó la pantorrilla con el tubo de escape que estaba caliente.
Desde entonces les ha tenido miedo.

—No hubiese conducido a casa—. Le dije.— Seguramente me conoces más que


eso—. Conducir borracha nunca termina bien.

Cookie se me quedó mirando hasta que todo el intercambio se volvió incómodo y


luego preguntó: — ¿Tu amigo de la prisión te lo dijo?

—Puede haberlo tenido.

—Espera—. Dijo ella, levantando un dedo, y podía sentir el pánico fijándose en


ella.— ¿Estaba casado? ¿Obtuvo visitas conyugales?

Negué con la cabeza.— No conyugales. Pero parecía que hubo varios incidentes
con las funcionarias de la presión e incluso una ex vigilante adjunta.

—Oh, cielos. Ni siquiera había pensado en eso.

—Bueno, pero Gossett no me dijo que Reyes dejó a una guardia embarazada o lo
que sea. Sólo dijo que era posible. Pero una renunció por que un preso la había
embarazado. Y adivina cuándo fue eso.

—Oh no.

Asentí. –Hace cinco o seis años.

—Lo siento, cariño.

—No—. Me puse de pie y empecé a pasear por el suelo, que estaba un poco
tambaleante.

—¿Sabes qué? Estoy bien con todo. Podemos traer al pequeño Damien a nuestro
hogar y criarlo como propio.

—Como un lobo que se encuentra en la naturaleza.

—Este será grande. Podemos ir a buscarlo este fin de semana.

210
—¿Eso no es secuestro?

—Estará encantado aquí. Especialmente una vez que adopte a ese elefante.

—Tengo la sensación de que su madre no apreciará eso.

—Cierto. Podría tener miedo a los elefantes.

—No, me refiero a la parte de ir a buscarlo. Probablemente tendrá algo que decir a


eso.

—Oh si, ¿eh?

—¿Sabes qué?

—¿Culo de pollo?—. Me senté junto a ella otra vez. Fabio moldeaba nuestros
traseros. Acariciándolos.

—Déjame hacer una verificación de antecedentes de ella. Me tomará cinco minutos


cuando llegue a la oficina mañana, ver si la señorita Clay trabajó para el
Departamento de Correccionales de Nuevo México.

—Es una gran idea. O podríamos hacerlo ahora.

Ella rio.— Estoy haciendo la cena. Y tú no estás en condiciones de ir por ti misma.


Te vas a caer por las escaleras de nuevo.

—Amiga, no estaba borracha cuando lo hice.

—Exactamente mi punto.

—Entonces, ¿Cuántos días he estado fuera?

—Um…—. Miró el calendario en la pared.— Alrededor de treinta minutos.

—¿Qué?— Salí rápidamente para mirar el calendario con ella.— ¿Sólo he estado
aquí treinta minutos?

—Más o menos.

—Pero hemos estado hablando durante diez.

211
—Sí.

—¿Cómo pude recuperar la sobriedad tan rápido?.

Una sonrisa maliciosa que mostraba un hoyuelo encantador se extendió por su


cara.— Probablemente fue ese beso.

—¿Beso?—. Pregunté, intrigada.— ¿Lo hicimos, tú y yo?

—No tú y yo, tú y Reyes. Oh Charley, cuando te puso en el sofá, y no me refiero a


él dejándote ahí. Él te dejó en el sofá como si fueras la cosa más frágil del planeta—
. Ella entró en la cocina, arrojó algunas especias en un guiso que estaba cocinando
y lo agitó, la mirada a un millón de millas de distancia.

Fue entonces cuando recordé que no había cenado. Mi estómago gorgoteó por
reflejo al aroma apetitoso a la deriva en mi camino.

—Y entonces se inclinó sobre ti—. Continuó, la agitación lenta y constante mientras


pensaba.— Su cuerpo poderoso se flexionó cuando se inclinó y puso su boca sobre
la tuya. Era como la Bella Durmiente de nuevo. Como si su beso te sanara.

—¿Enserio?

—Y luego te tocó la cara. Empujando un mechón de cabello de tu mejilla. Pasó los


dedos por encima de tu hombro.

—Cookie, me estás excitando en este momento.

—Lo siento— dijo, saliendo de su trance.— ¿Él es tan, tan, tú sabes?

—Sí—. Chica, lo sé— Además, tengo hambre.

—Oh, maldición—. Dijo ella, poniendo a fuego lento la estufa para el guiso.— No
creo que alcance para ti.

—¿Qué?—. Señalé a la olla, que era solo un poco más pequeña que mi bañera.

—Lo siento. Debes ir a tu propio apartamento para comer.

—Ah—. Dije, volviendo a Fabio. Por lo menos el me entiende.— De ninguna


manera. Estoy quedándome aquí, Cook. Voy a llamar a los de la mudanza mañana.

212
Es posible que también acabes adoptándome ahora. Este es mi nuevo hogar para
siempre.

—Eso es todo—. Dijo, marchando a un armario fuera de la cocina.— No me dejas


otra opción.

—¿Qué?—. Pregunté, poniéndome nerviosa.

Ella sacó una caja. La caja.

—Oh, Cook, no.

—Oh. Charley, sí.

—Eso no— dije, sacudiendo la cabeza y alejándome de ella.— Todo menos eso.
Se detuvo frente a mí.— Esto pasará, así que quizás quieras lidiar con ello.

—Es cruel e inusual, y él nunca estará de acuerdo.

Sonrió.

— ¿Quieres apostar?

No lo hice. De verdad que no lo hice. Tenía una fuerte sospecha de que perdería.

213
Capítulo Dieciocho

“Cosas que odiamos cuando somos niños: Siestas y ser azotados.


Cosas que nos gustan cuando somos adultos: Siestas y ser azotados.”
(MEME).

Cuando Cookie me llevó a mi apartamento, con caja en mano, me sorprendió


que no me hubiese arrastrado por la oreja. Me sentía como una niña siendo
conducida a un castigo. O a su humillación, cualquiera de ambas.

Entramos, y Reyes dejó lo que estaba haciendo, que era básicamente cocinando
algo, el olor casi me dejo cayendo de rodillas y nos miraba con una ceja arqueada
muy atractiva en pregunta.

—Estamos resolviendo esto de una vez por todas—. Dijo Cookie, de manera casual.

—Está bien— dijo con cautela, sin estar seguro de cómo resolverlas e incluso sin
saber qué resolver.

Cookie se dirigió a la sala de estar y empezó a mover los muebles. Me puse en


puntas de pies, tratando de ver lo que Reyes estaba cocinando. Sin duda era algo
rico, sin duda picante y sin duda valdría la pena el riesgo de un tirón de orejas por
tener un bocado. Igual que del propio chef.

Él inclinó la cabeza mientras observaba el trabajo que estaba haciendo Cookie


cuando me acerqué más. Luego echó la misma mirada en mi dirección. Me detuve
y me encogí de hombros, fingiendo estar tan desconcertada como él. Pero Cookie
estaba tomando esto en serio. Tendríamos que seguirle la corriente aunque sea
para apaciguarla. Yo solo quería saber si podía comer primero.

—Por aquí—. Ordenó Cookie, de pie inmediatamente admirando su obra.

—Ustedes dos. Y es posible que desee apagar la estufa, Sr. Farrow, antes de
quitarse los zapatos.

Eso respondió a mi pregunta.

Solo llamaba a Reyes "Sr. Farrow" cuando estaba en problemas. O por lo menos
creía que sólo lo llama así cuando estaba en problemas. Nunca había estado en
problemas, y ella nunca lo había llamado Sr. Farrow con ese tono antes, por lo que
214
sumé dos y dos. Era tan buena en matemáticas. Reyes salió de detrás del
mostrador, ya con los pies descalzos y se metió en la escena. No parecía
particularmente preocupado, pero nunca había tenido esta forma de castigo antes.
No tenía idea en lo que se había metido. Era insoportable y requería la máxima
concentración.

—Tomen sus lugares— dijo, usando su voz de árbitro. Se sentó en nuestro


sofá, tomó su placa y giró la pequeña flecha.

Me quité las botas y arrastre los pies a la lona de plástico. La lona, también conocida
como la alfombra de la tortura, estaba cubierta de hileras de círculos brillantes. Entré
en mi lugar asignado y esperé a que mi oponente hiciera lo mismo.

El momento de la verdad estaba sobre nosotros. ¿Reyes se burlaría y se negaría al


juego? O ¿Tomaría el reto?

Con humor jugando por sobre su boca, dio un paso hacia el lado opuesto de la lona
y tomó su lugar entre los círculos.

Llevaba una camisa gris, suelta a excepción de las mangas, en donde sus hombros,
los que podían hacer aterrizar a un 747, y sus bíceps, en los que se podría construir
un centro comercial, estiraban la tela apretada. Los músculos de sus antebrazos
flexionados mientras levantaba el dobladillo de su camisa para enganchar los
pulgares en los bolsillos delanteros.

Cookie hizo girar la flecha en su tablero y gritó: — Pie izquierdo, rojo—.

Los dos entramos en el círculo rojo con nuestros pies izquierdos, Reyes dándome
la espalda, y esperamos para el próximo desafío. Anchos hombros bajaban en
músculos afilados hasta sus delgadas caderas, los pantalones vaqueros flojos
haciendo una curva alrededor de la media luna de su culo. Incluso la parte posterior
de sus brazos era atractiva.

—Mano izquierda, verde.

Una vez más, los dos aceptamos el reto, que no era nada fácil para ninguno de los
dos. Gruñí un poco, pero mantuve el ritmo a pesar de mi reciente estado de
embriaguez.

—¿Twister?—. Preguntó Reyes, tratando de no reírse.

215
—Larga historia—. Le dije. Twister era una manera de conseguir que Amber y sus
primos dejaran de pelear cuando eran más jóvenes. Había algo en el reto de tratar
de equilibrarse y torcerse y girarse sin caer, que los llevaba a reír como, bueno,
niños, y mágicamente la lucha terminaba.

Pero lo que Reyes y yo estábamos pasando, era mucho peor que cualquier cosa
que Amber y sus primos hubiesen pasado. Estábamos mucho más allá de
las Barbies y pinzas para el cabello. Al menos Reyes. Yo aún tenía un pequeño
interés por ambas.

—Mano izquierda, azul.

Cambiamos nuestras manos izquierdas de nuevo, la posición tomaba parte de la


tensión de mi bulbo raquídeo. O como sea que se llame el tendón entre el talón y la
pantorrilla.

—Parece que vamos a tener algo de tiempo si quieres hablar,— dijo Reyes, ni un
poco falto de aliento.

—Prefiero preguntarte por qué no hablas conmigo.

—Pie derecho, amarillo.

Esto se estaba poniendo incómodo. Me sentía como un orangután en una


competición de gimnasia durante una rutina de piso. Pero Reyes parecía como si
estuviera en su elemento. Un depredador que quería dimensionar a su enemigo.
Una pantera preparándose para atacar. Sus ojos brillaron debajo de sus largas
pestañas. Sus músculos se movieron y rodó con cada movimiento. Sus largos
dedos estabilizaron su peso, pero apenas, como si estuviera balanceando una parte
del león en la punta de sus pies.

—Hablo contigo cada día.— Respondió. Su timbre profundo de su voz envió un


escalofrío a través de mí que se disparó directamente a mi abdomen y se metió
entre mis piernas.

—Pie izquierdo, verde.

—Por lo tanto, ¿no vas a decirme lo que te molesta?— Pregunté, luchando contra
la inclinación natural de mi cuerpo para dejar que la gravedad se apoderara.

—Tu primero.

216
—Mano derecha, verde.

—Nada me está molestando. Tú eres la única que apenas habla.

—Mano izquierda, rojo.

Casi me perdí ese momento, mis dedos deslizándose cuando aterrizaron en el


círculo. El equilibrio no era aparentemente lo mío.

—Holandesa, si me vas a mentir, ¿Por qué molestarnos en hablar?

Aspiré una fuerte bocanada de aire, y luego tuve que dejarlo salir de nuevo porque
ya había empezado a tener respiraciones pesadas. Este juego era mucho más difícil
de lo que parecía.— No estoy mintiendo. ¿Por qué crees que algo me está
molestando?

—Mano izquierda, rojo.

—¿Otra vez?—. Me quejé, tratando de mover la mano a un círculo rojo a mi alcance,


pero Reyes se me adelantó. Tenía que llegar prácticamente debajo de él para llegar
a un círculo, tocando nuestros brazos. Me parecía que estaba lista para una carrera
de cangrejos. Él parecía que estaba entrenando para una pelea de artes marciales
mixtas. Los vaqueros le quedaban ajustados sobre su cintura. Su camiseta floja
cayó sobre su abdomen, colinas y valles creando sombras suaves a través del
paisaje de su torso.

Me miró durante un largo momento antes de decir lo que estaba en su mente. —No
hemos hablado de lo sucedido en Nueva York.

—Es cierto— dije, fingiendo no luchar por aire.

—Pero no he hablado de ello porque no has querido hablar en absoluto.

—Pie derecho, rojo.

—¿En serio?—. Tenía una oportunidad de hacer eso sin caer, pero Reyes estaba
más cerca del círculo que necesitaba.

Y, sin embargo esperaba, y me daba la oportunidad de reclamar el círculo primero.


Eso lo dejó sin otra opción que ponerse a horcajadas sobre mí para llegar al
siguiente. En el momento en que terminó, su cara estaba tan cerca que la mía, casi
no tendría que moverse para la siguiente indicación “boca, boca”.

217
—Mano derecha, amarillo.

Maldita sea.

—¿Qué te hace pensar que no quiero hablar?.

Decidí ser absolutamente sincera. No tenía ningún sentido batallar contra la


corriente hasta la muerte por más tiempo. Nos casamos. Si no podíamos hablar, no
teníamos ninguna posibilidad. —No sé,— dije, con el mayor encogimiento de
hombros como mi posición azarosa me lo permitía. —Tú te apartaste. En el avión,
sentí que te alejaste.

—Estábamos en un avión. ¿Hasta dónde podía a ir?— dijo.

—Pie derecho, verde.

—Emocionalmente— dije, sonando como todas aquellas mujeres en programas de


TV que se quejan de sus maridos acerca de la forma en que nunca se abren. Nunca
comparten sus emociones. Nunca les decían sus problemas.

No. No era de esas mujeres. Al menos yo no pensaba que lo era hasta esta noche.

—Por lo tanto, estábamos en un avión a treinta mil pies en el aire y ¿sentiste que
me estaba alejando?

—Mano izquierda, amarillo.

Mis extremidades estaban temblando visiblemente, y no estaba segura de sí era el


juego o la compañía. —Algo parecido.

—y ¿Cuáles fueron tus indicaciones?

—Estabas malhumorado.

Medio suspendido sobre mí, con sus poderosos brazos a los lados, inclinó la cabeza
y me susurró: — Soy el hijo de satanás. El mal humor está en mi sangre

—Esto era diferente—. Pensé. Le había dado el asiento de la venta, así que tenía
que inclinarme sobre él para mirar hacia afuera. Para respirar de él. Para frotar mi
hombro contra el suyo. Él había mirado por la ventana todo el viaje.—Estabas
quieto.

218
Frunció el ceño, pensando.— ¿Cómo puedes saberlo? Te dormiste durante todo el
vuelo.

—Me fui a dormir cuando sentí que te alejabas. No podía hacer frente a ello en ese
momento.
Se congeló, y mientras no estábamos tan cerca físicamente de lo que habíamos
estado, seguíamos estando lo suficientemente cerca como para que nuestras
respiraciones se mezclaran. —Una vez más, ¿Cuáles fueron tus indicaciones de
que me estaba alejando?—. Preguntó, pero no podía responder. Sinceramente, no
lo sabía. ¿Instinto? ¿Una sensación en la tripa? Cuándo no respondí, dijo — Tal vez
te estabas proyectando.

—¿Proyectando? ¿Quieres decir, tal vez yo era la que se estaba alejando? Reyes,
acababa de regresar. Quería agarrarme de tu cabello y nunca soltarte.

Sentí una oleada de emoción pasando a través de él. Mi conjetura más cercana era
¿vergüenza?

—¿Qué?—, pregunté.

—No quería presionarte.

—¿De qué manera?

—Estabas pasando por muchas cosas. La pérdida de tu padre.

—Es cierto, pero…

—Un parto difícil.

—La mayoría de los partos en el fondo de un pozo lo son…

—La pérdida de tu madrastra.

—Ahora estas exagerando.

—Tener que renunciar a tu propia hija.

Me lo quedé mirando un largo rato. — Esa me mató, seré honesta. Pero no fui la
única que tuvo que renunciar a un niño ese día. Y no fue tu culpa.

—Por supuesto que lo fue. Parcialmente.

219
—No, Reyes, no lo fue. Y eso no puede ser lo que sentí en el avión. ¿Qué más?
¿Qué te hizo distanciarte de mí?

—Joder, holandesa. No lo sé, — dijo, cada vez más frustrado.— Habíamos pasado
por muchas cosas, quería darte un poco de tiempo para pensar en todo.

—¿Cómo qué?.

—Nosotros— dijo a quemarropa.— Yo quería que fueras capaz de evaluar las cosas
sin tener que presionarte, o asfixiarte.

¿De qué demonios estaba hablando? ¿Era esta una de esas líneas, “No eres tú,
soy yo”?

—Y por reevaluar, ¿quieres decir nuestra relación?

Su mandíbula se flexionó, pero no dijo nada.

—En primer lugar, ¿Por qué querría hacer eso? Y en segundo lugar, incluso si me
estabas ahogando, sabes que estoy a favor de la asfixia erótica

Estaba más cerca de mí que antes, como un depredador. Al igual que un gato
poderoso que se prepara para devorar su cena. Su calor empapando cada célula
de mi cuerpo. Alimentándolo. Nutriéndolo. Pasó un brazo alrededor de mí y me bajó
al suelo. Miré a Cookie, o a donde Cookie debería haber estado.

—Se fue.

—Oh.

Se apoyó en un codo, manteniendo una mano en mi cadera, ya que caímos al suelo.


Me desplomé debajo de él. Deleitándome con su mirada. Sumergiéndonos en su
presencia, porque era todo un espectáculo.

—Así que, volviendo a esto, — dije, arrastrándome fuera de mis reflexiones. —¿Por
qué querría reevaluar nuestro matrimonio?

Dejó caer su mirada hacia mi estómago. Había levantado el borde de mi suéter y


extendido los dedos a través de mi abdomen. Su toque envió pequeños temblores
de placer a través de mí.

—Porque me viste.

220
—¿Repíteme eso?

Cerró los dedos, excavando con la punta suavemente en mi carne, haciendo que
otro terremoto de placer más profundo atravesara mis entrañas.— Tu viste al
verdadero yo, y me di cuenta cómo debo verme para ti.

Su boca era llena, con ángulos exóticos en su rostro, un rizo descansaba a lo largo
de su mejilla. Estas eran las cosas que los artistas se morían por pintar.

—¿De qué estás hablando?—. Pregunté, mi voz gruesa.— Te veo todos los días.

—No—. Pasó los dedos por debajo de mi camisa y bajo mi sujetador, rozando la
punta de un pezón. Una picadura de excitación de disparó dentro de mí.

—En Nueva York— Continuó.— La primera vez que me viste, después que perdiste
la memoria— Bajó la mano, rozando de nuevo por encima de mi abdomen.
Apartando el suéter de nuevo.— Te horrorizaste.

Levantando mi propia mano, me encontré con mis dedos sobre su boca sensual.—
Si eso es lo que crees, entonces no entiendes realmente la palabra horrorizado.
Nunca podría estar horrorizada de tí.

Me honró con una sonrisa triste.— y, sin embargo lo estabas.

Me levanté en mis codos.— Reyes, me desperté sin memoria de quien era o qué
podía hacer. Lo primera que vi a un difunto casi me desmayo. Estaba aterrada.

—Lo puedo imaginar.

—Pero la primera vez que entraste, Reyes Farrow…—. Me acosté de nuevo, pasé
un brazo por encima de mi cara y volví a empezar.— Dios mío. Honestamente no
tienes idea de lo magnifico que, ¿Verdad?

Se burló, y echó mi brazo a un lado, pero mantuvo su mano en mi abdomen,


bajándola muy lentamente, dejando rastros de calor a través de mi piel.— Tu
expresión había sugerido lo contrario.

—Tienes razón—. Me di la vuelta para enfrentarme a él y puse mi cabeza en el


brazo, también, el plástico arrugándose debajo de nosotros. — y te equivocas.

—Soy talentoso en eso—. Dijo, deslizando sus nudillos sobre mi ombligo.

221
—Entraste y debido a que no podía controlar el desplazamiento de este plano al
siguiente, estaba traspasando los dos al mismo tiempo. Todo lo que vía era a ese
ser de fuerza oscura, increíblemente poderoso, que no era del todo humano, pero
tampoco era de otro mundo. Era como una pantera y un asesino de otro mundo,
todo junto. Rebosaba energía, sigilo y gracia y…—. Bajé la mirada. —y sexo, tanto
era así que tenía miedo de lo que haría a su alrededor. A tú alrededor. — Tiré mi
labio inferior con mis dientes. —Mi atracción hacia ti era tan inmediata y tan visceral,
como si tuviera una cuerda dentro de mí, y se hubiera anclado en ti todo el tiempo.
Y en el momento en que te vi, algo tiró de ella. Tiró con fuerza. El mundo giraba
alrededor de mí, y yo estaba tan asustada que iba a derretirme en un charco—. Dejé
que mi mirada vagara de nuevo a la suya. —Reyes, estaba impresionada.—

— ¿De verdad? Porque me mirabas horrorizada.

Me reí en voz baja.— Es una verdad estadística de que las mujeres somos mejores
leyendo las señales no verbales en la gente que los hombres. Tal vez deberías dejar
esas cosas a mí a partir de ahora.

Bajó la vista de nuevo.— La mirada horrorizada es bastante difícil de confundir.

—Me he preguntaba si había algo más— dije, ignorándolo. Horrorizado, mi culo. —


Bueno, muchos algo más, pero uno en particular.

—¿Y que sería eso?

—Te olvidé. — Cuando no dijo nada, le expliqué —Tu predijiste hace meses que te
olvidaría cuando conociera mi nombre celestial. Y tuviste razón.

—Sabía que así sería. No fue sorpresa.

—Pero no te olvidé como me hiciste creer que lo haría. Como si fuera a querer
olvidarte. Como si no quisiera estar más contigo y que seguiría adelante.

—Cierto. Pero de una manera lo hiciste. Casi creciste fuera de ti misma.

—Esa fue una gran cantidad de poder para dar a una chica de Nuevo México con
los pies en la tierra, cuyas únicas aspiraciones eran viajes a las plantaciones de café
en todo el mundo y comer paletas de helado de naranja sin derramar jugo en su
barbilla. Cuando me entere de quién fue la idea…

Una gentil risa suavizó los bordes afilados de sus emociones heridas.

222
— ¿Pero la idea de no amarte más? Reyes, no puedo respirar cuando no estás
cerca de mí. No puedo pensar con claridad.

—Estoy contento de escuchar eso—. Aplastó su pulgar sobre mi ombligo, causando


otra sensación de hormigueo entre mis piernas.— Y estoy agradecido, pero has
tenido mucho en mente también.

—No, estoy bien.

—Ah,— asintió con la cabeza en comprensión.— Así que tengo que decirte todos
mis secretos, ¿pero tú no puedes compartir los tuyos?

Un resoplido se me escapó antes de que pudiera retenerlo. —Reyes Alexander


Farrow, sé condenadamente bien que no tienes, y nunca me tendrás, que contarme
todos tus secretos.

Su mirada de repente se clavó en la mía.

—Puede ser que te sorprenda algún día.

—¿Sí?

—Pero tú tienes que ser primera.

Tenía razón, hasta cierto punto. Nos teníamos que comunicar. ¿No era eso lo que
decían los expertos? ¿La comunicación es la clave?

Decidí comenzar con el que más me dolía en ese momento. Cerré los ojos como
una cobarde y lo dije en la oscuridad.—Tienes otro hijo.

—¿Lo tengo?— preguntó, su voz mezclada con humor.— Gracias por hacérmelo
saber.

Lo miré de nuevo, con la boca ligeramente abierta.— ¿De qué manera es esto
divertido?

—Ni idea. Pero confía en mí, lo es.

—Reyes, tienes un hijo de cinco años de edad en Texas.

223
Profundizó el ceño y luego lo suavizó cuando la comprensión lo iluminó. —Correcto.
Damien. Se me había olvidado que yo lo engendré. Y mientras estaba en la cárcel,
nada menos.

—Así que, ¿Esa es tu excusa? ¿No podrías engendrar un hijo mientras estabas en
la cárcel?— Cuando él se limitó a asentir, luchando contra una sonrisa, dije: —¡Ja!
Yo sé cómo sucedió, Sr. Macho.

Sus cejas se dispararon, completamente intrigadas.

—Embarazaste a una oficial de correccionales femenina.

—Ah.— Asintió con la cabeza, pensando de nuevo.— Oh, menos mal que no era
un oficial de correccionales masculino. Ni me hables de trabajo duro.

Se estaba riendo de eso. Burlándose. Descartándolo como si nada. Me quedé allí,


espantada, atónita y aturdida. Sin palaras. —¿Cómo puedes tomar esto a la ligera?

Bueno no estaba del todo sin palabras. Deslizó sus dedos hasta que se posaron en
mi columna vertebral. —Debido que usted, Señora Davidson es divertidísima.

Estaba tomando esto muy bien. Tal vez un poco demasiado bien. —¿Estás
insinuando que Damien Clay no es tu hijo?

—Por favor, dime que no perdiste tiempo ni recursos valiosos en investigar esto
cuando todo lo que tenías que hacer era preguntarme.

—Yo, ciertamente no, Cookie lo hizo. Voy a tener una charla con ella mañana. Por
lo tanto, confiesa. ¿Sí o no a la prueba de paternidad?

—Holandesa, si algunas vez tengo otro hijo, prometo que serás la primera en
saberlo, ya que estarás en la agonía del trabajo de parto, gritando. Damien Clay es
el hijo de tu novio. Nunca se casó con la madre.

Parpadeé con sorpresa. —¿Mi novio? ¿el nuevo? ¿Sabes sobre Fabio?.

No se molestó en contestar. Al parecer, estaba por debajo de él hablar sobre el sofá


de Cookie.

Bueno. El hijo de mi novio. Estupendo. — Bueno, es muy amable de tu parte hacer


los pagos de su manutención. Es muy vanguardista. Familia modelo. De una
manera post apocalíptica.

224
—Fue parte del trato—. Dijo con un encogimiento de hombros. —Quería ojos
adicionales en nuestra hija, y él era ojos adicionales en que confiar.

Me tensé y levanté los codos de nuevo. —¿Qué tiene que ver Beep en todo esto?

—Contraté a tu novio. En realidad a los tres—. Cuando me quedé boquiabierta en


la confusión, añadió. —Tus amigos motociclistas, ¿los recuerdas? Mantienen un ojo
en los Loehr y, a su vez, en Elwyn. Solo que no quise un rastro de papel. Son,
después de todo, fugitivos.

—¿Donovan?— pregunté, aturdida.— Por supuesto. Contrataste a Donovan y sus


chicos para vigilar a Beep.

Eran perfectos. Y tenía razón. Ellos eran buscados por el asunto del robo de un
banco. No importaba que fueron chantajeados para que lo hicieran. Eran buenos
chicos, y cuando se trataba de contratar brazos fuertes para proteger a Beep y los
Loehrs, Reyes los había traído.

—Entonces—. Continuó. —Parte del trato era sólo utilizar efectivo y las tarjetas de
crédito que yo les enviara y que yo hiciera su pago de manutención para que no
hubiera ningún rastro de su paradero en línea.

Todavía estaba boquiabierta ante él, pero esta vez con asombro absoluto, aún más
que el asombro de la primera vez que lo vi entrar en el restaurante en Nueva York.—
Es increíble, Reyes. No tenía idea de que hiciste todo eso por ellos. Por Beep.

Formó una línea delgada con sus labios.— A veces, tu falta de fe en mi me


sorprende.

—No es falta de fe—. Negué con la cabeza, inflexible.— Nunca te tengo falta de fe.
Yo solo tiendo a subestimar ese cerebro tuyo.— Le toqué la sien y luego le aparté
un mechón de pelo hacía atrás y se lo metí detrás de la oreja. Totalmente necesitaba
un corte. — Se me sigue olvidando que tu coeficiente intelectual es más alto que mi
saldo bancario.

—Eso no es decir mucho.

—Es una especie de lástima, sin embargo. Iba a rescatar a Damien, traerlo a casa
y criarlo como mío.

—¿Cómo un lobo en la naturaleza?

225
Podría jurar que había oído eso antes.

—Dudo que su madre habría aceptado eso— dijo, siendo todo lógico.

—Sí, Cookie dijo lo mismo.

—Está bien,— Dijo —Siguiente. Ahora que estamos sacando todo a la intemperie,
¿Qué es lo que más te ha estado molestando?

—No, la última fue mía. Es tu turno. ¿Qué más te ha estado molestando?— había
dejado mi dedo en su pelo. Toqué su mandíbula. Me deleité en la sensación de su
barba.— ¿Qué otros secretos se esconden detrás de esos ojos brillantes?

Sonrió.— Tienes mi corazón. Ahí es donde escondo todos mis secretos.

—Entonces supongo que no tengo la llave.

—¿Estás bromeando? Tú forjaste la llave—. Besó la punta de mi nariz, se echó para


atrás, y tiró de una de mis hebillas hasta que estuve a buen recaudo a su lado.
Colocando un brazo detrás de su cabeza, se quedó mirando el techo. Seguí su línea
de visión, preguntándome sobre el niñito que se encontraba pasando el rato allí
arriba, y luego regresé al magnífico perfil de Reyes.

—No has hablado de lo que sucedió en la bodega en Nueva York.

—¿Quieres decir antes de que llegaras? Pregunté.

Asintió con la cabeza, y di gracias a Dios que ya no podía leer mis emociones. Ahí
fue donde me dieron el Cristal Celestial. Ahí fue donde descubrí que mi marido era
un dios de Uzan. Y ahí fue donde me enseñaron la manera de atrapar a mi marido
en caso de necesidad.

—No hay mucho que contar. Kuur intentó conseguir que le dijera donde estaba
Beep. No lo hice. Se enojó. Sobrevino el caos.

— El caos siempre viene cuando estás cerca— dijo lleno de humor.— ¿Nada más
pasó?

—No, que me acuerde.

—Entonces, ¿Por qué creo que me has estado ocultando algo desde aquella
noche?

226
—Ni idea. ¿Por qué creo que me has estado ocultando algo desde aquella noche?

—Ni idea

Me apoyé en el codo y puse mi barbilla en su pecho.— Vamos a hacer un trato.

—Bueno.

—No nos tengamos más secreto entre nosotros.

— Es un poco radical, ¿No crees?—. Estaba tomándome el pelo. El humor tiró de


la comisura de su boca.

—Oí que es la última moda.

—¿Sin secretos entre parejas casadas? Vas a comenzar una revolución si sigues
pensando así.

Bizqueé en sus pensamientos.— Tal vez más como, sin secretos a menos que la
otra persona sepa que has guardado un secreto. Ya sabes, revelación total.

—No estoy seguro de que has comprendido el concepto de la revelación total. Ello
implicaría, ya sabes, revelación total.

—Es cierto, pero trabaja conmigo—. Me emocioné. Esto podría ser la solución.—
Me di cuenta que tengo un secreto que no puedo contarte, pero así sabrías que lo
tengo, así que todo estaría al descubierto y ninguno se sentiría culpable o haría la
vista gorda, etc, etc...

—¿No crees que eso sería incompatible con el propósito de revelar un secreto?

Negué con la cabeza.— No lo creo.

Se aclaró la garganta, y tuve la sospecha de que intentaba no reírse. Su mano, la


que había deslizado bajo mi suéter, se deslizó por mi columna vertebral, sus dedos
extendidos abrazando mi piel, infundiendo calidez. —Bueno, vamos a darle una
oportunidad.

Me moví más cerca de la emoción. Pensé en las cosas que había guardado cerca
de mi corazón. El primer secreto, el súper duper grande, la monstruosidad de todas
las monstruosidades, era, por supuesto, su condición divina. Lo estaba guardando
porque, bueno, fue creado usando la energía de un Dios del mal, así que no estaba

227
segura de lo que sucedería cuando se lo dijera. Y el segundo era el Cristal Celestial.
Razones similares. Diferentes resultados. Además, el Cristal Celestial era el
corazón de mi plan de respaldo.

Ahora que sabía lo que era, habia entendido mucho. Podía sentir su poder. Pulsaba
fuera de él en oleadas. Era crudo, turbulento y dinámico. Él era mucho más que
sobrenatural, y ahora que lo sabía, tenía sentido.

Era una fuerza. Un remolino. Un reactor nuclear. Y tal poder a menudo era salvaje.
Impredecible e incontrolable. Simplemente necesitaba saber más. Por desgracia,
sólo había una entidad, que yo recordara, que había crecido en el mismo barrio, que
sabía más de Reyes que cualquier otra persona en este plano: Oske`kiel.

Le diría a Reyes con el tiempo, pero tenía que hacer un poco de investigación
primero.

—Muy bien— dije, tragando saliva. —Tengo dos secretos que no te puedo contar—
. Caí hacia atrás y extendí los brazos, uno aterrizando en su rostro. Muy a propósito.
— Uf, chico que bien se siente sacar todo eso de mi pecho, oh espera, — Pensé un
momento. Técnicamente el hecho de que no le había dicho que Satanás lo había
atrapado cuando era un dios maligno podría contar como un tercer secreto.—
Cancela eso. Tengo tres secretos. Lo siento.

Me mordió el brazo que aún yacía en su cara suavemente, haciéndome reír como
una colegiala. Me di la vuelta más cerca.

Después de que me acurruqué junto a él de nuevo, dijo.—Tres, ¿Eh? Eso es un


montón de secretos.

—Es cierto, pero al menos ahora sabes que los tengo y que te los voy a decir cuando
pueda. En el momento en que pueda. ¿Y qué me dices de ti?.

—Hummm—. Dijo, pensando en voz alta.— Creo que sólo tengo uno. No,— pensó
de nuevo, alargándolo hasta que estaba a punto de morderse las uñas.—Dos. Si,
técnicamente tengo dos.

Me quedé mirándolo. Abatida. —¿Tú estás guardando dos secretos de mí?

Se rió en voz alta.—Tú estás guardando tres secretos de mí.

—Pero—. Me levanté en mis palmas—. Pero, ¿Qué son? ¿Por qué los estás
guardando de mí?

228
Por un pequeño momento, un indicio de tristeza cruzó su cara. Fue sobre todo en
los ojos. El deslizamiento más pequeño. La sugerencia más elemental. Pero se
recuperó al instante y volvió a sonreír.— Yo sabía que esto no iba a funcionar.

Un temor se extendió a través de mí. Reyes nunca se ponía triste. Él siempre estaba
enojado. Se convertía en piedra. Conspiraba, planificaba y trabajaba hasta que sin
importar cuál era el problema, sabía cómo resolverlo. Pero ¿Tristeza? ¿Era algo
que no podía controlar? ¿Algo por lo que no podía hacer nada? ¿Inevitable?

Pero la razón de esto era para formar una unión más fuerte. Para confiar entre
nosotros, incluso cuando no podíamos decírnoslo el uno al otro, por la razón que
fuera, cuál era el secreto.

—No, tienes razón. Tenemos que trabajar en eso. Gracias por decírmelo—. Me
recosté y puso su mano en mi espalda. Por lo menos me estaba tocando.—Estaba
preocupada.— le dije, disfrutando de la sensación de su toque.

—¿Acerca de qué?

—El hecho de que no me habías tocado en más de una semana.

—Ya te explique porque.

—Lo sé pero…

—Holandesa, te mereces a alguien mucho mejor que yo.

Mirándolo hacia arriba tan duro como pude, le dije: — O tienes una opinión
exagerada de mí o una opinión distorsionada de tí mismo. Creo es ambas cosas.
Creo que la única forma en que resolveremos esto de una vez por todas es—. Me
desplacé hacia él, levantando su camisa y sumergiendo las manos en sus
pantalones.— Trabajar en eso hasta que estemos demasiados cansados para
discutir.

Deslicé mi mano por su abdomen duro como una piedra y envolví mis dedos
alrededor de su erección. Cada músculo de su cuerpo se volvió de mármol. Apretó
su mano en mi espalda en un puño mientras empujaba todo el camino hasta la base
de su pene. Masajeé y amasé hasta que sentí la fiebre familiar de sangre debajo de
mis dedos.

229
Me incliné hasta recortar más la distancia.— ¿Pero al menos, puedo tener una
pista? No por ambos de tus secretos. Solo uno al menos. Espera. ¿Están
relacionados?

Sin decir una palabra, agarró el borde de la lona de twister, y la pasó por nosotros,
entonces rodó, encerrándonos juntos como el contenido de un burrito.

—¿Seguro que Cookie se fue? ¿No fue al baño o algo así?.

Me tapó la boca con la suya y empujó su cadera contra la mía, su erección dura
contra mi abdomen.

—Si ella sigue aquí,— dije, de repente sin aliento cuando buscó mi oreja.—está a
punto de ser gravemente escandalizada.

Ignorándome por completo, me volcó sobre mi estómago, sus movimientos brutos,


apresurados y me presionó desde atrás. Cuando envolvió con sus largos dedos en
mi garganta, preguntó—. ¿Qué era lo que decías acerca de la asfixia erótica?

—Estaba más que nada bromeando.—jadeé cuando apretó su agarre con una mano
y con la otra empujó mis pantalones hacia abajo. El aire frio se precipitó a través de
mi piel un microsegundo antes de que sus llamas me llenaran de ampollas.

Luego, su boca estaba en mi oído de nuevo mientras sus dedos bajaron a sus
propios pantalones vaqueros. —Ábrete a ti misma— dijo, su voz baja, suave y
exigente.

Pero mis jeans solo llegaron hasta mis rodillas. No podía abrir mis piernas. Cuando
no obedecí de inmediato, envió una mano encima de mi camisa y debajo de mi
sujetador. Primero acarició a peligro, pero entonces un escozor fuerte me dejó una
piel de gallina en erupción mientras apretaba la delicada cresta entre los dedos.

Me montó a horcajadas y bloqueó mis rodillas con las suyas. –Ábrete a ti misma—
Repitió en mi oído, los dedos cada vez más y más fuerte en mi garganta. Enterró su
cara en mi pelo, e inhaló mi olor. Su pene estaba en contra de la parte baja de mi
espalda, caliente, duro y listo. Alcancé mi espalda, y puse mis manos en mi culo, y
me abrí yo misma para él.

—Buena chica—. Susurró antes de deslizar la perfección de sus dedos a la parte


resbaladiza de allí. Gimió en mi pelo.— Estás jodidamente mojada— dijo mientras
bombeaba sus dedos en mí.

230
Sólo quería que continuara. Quería que continuara. Hasta que no pudiera ver bien.

Luego sacó sus dedos y los frotó en mi clítoris con suavidad. Atrayendo. Mimando.
El movimiento envió oleadas en espiral a través de mi cuerpo, iluminando todos los
rincones oscuros, encendiendo las partes más latentes de mí, con pequeños
brillantes, terremotos.

En ese momento, gemí y eso lo excitó más. Deslizó la longitud de su erección sobre
mi piel y se posicionó en la entrada de mi culo, presionando su miembro pesado en
mí, luchando para desatarse de entre mis piernas como un caballo de carreras
segundos antes de que las puertas se abrieran.

Pero se detuvo, llevó el lóbulo de mi oreja entre sus dientes, mordió con fuerza
suficiente para arrancar un grito de mí, entonces susurró: —Espero follarte por el
lado correcto.

¿El lado correcto? Mis ojos de abrieron y me quedé rígida, temiendo al sexo anal
como Roswellian le teme a sus sondas, pero en un movimiento rápido, enterró su
polla en mi vagina.

Un espasmo se disparó a través de mí, y casi me vine en el momento en que entró,


pero él se mantuvo firme, enterrado tan profundamente dentro de mí, esperando a
calmarse el mismo. Empecé a temblar y mis dedos se deslizaron. Él apretó su
agarre hasta el borde de privarme de oxígeno.

— Vous ne devriez pas taquiner, mon amour—. dijo, con un fuerte y fluido francés
como sus movimientos.— No debes provocarme, amor—. Repitió en español.

A pesar de que todavía estaba sin moverse, el comienzo de un orgasmo volvió a


surgir en la distancia, ondulando a través de mí en oleadas calientes y palpitantes.
Cuanto más apretaba su agarre, más profundo estaba su pene, y más cerca estaba.
Luché por debajo de él, atrayéndolo aún más cerca, pidiendo, pero él se mantuvo.
Su peso era demasiado. Su agarre demasiado fuerte.

Me besó en la mandíbula. Mi cuello. La comisura de los labios. Entonces, sin previo


aviso, se deslió fuera, pero solo una o dos pulgadas antes de sumergirse de nuevo
en mi interior. Di un grito ahogado mientras me mantenía pulsando de nuevo.
Apretó su agarre en mi garganta. La restricción provocó una marea de placer. Que
se extendió como pólvora y me retorcí debajo de él. Queriendo otra vez. Eso punzó
un deseo agudo, erótico y feroz.

231
Se sujetó a mí, lo que me puso completamente inmóvil, e hizo lo inesperado.
Enlenteció el tiempo mientras salía y se sumergía en mi interior de nuevo. Cortas y
rápidas ráfagas. Sacudidas, afiladas de excitación que causaron un dolor dulce en
lo más profundo de mi vientre. Mi punto culminante se disparó más cerca, pero el
apretó su brazo y me susurró: —No lo dejes ir—. Sus movimientos parecían ráfagas
cortas y rápidas, yo sabía que él también estaba cerca.

—No lo dejes ir, — susurró otra vez, su voz áspera, sus manos temblorosas
mientras bombeaba incluso más rápido. Pero no pude contenerme.

Su aliento se desplegó a través de mi mejilla y, sin ralentizar la arremetida, presionó


su boca en mi oreja y dijo:— Ahora.

El tiempo se estrelló contra nosotros, lo que aumentó el placer que explotó en mí.
Cada músculo se tensó mientras la energía en bruto del orgasmo se disparó,
pulsaba y sacudía el mundo que nos rodeaba. Un gruñido surgió de su garganta y
se agarró al plástico debajo de nosotros cuando su propio clímax estremeció a
través de él en olas grandes y potentes.

Susurró unas palabrotas entre sus dientes, y yo no podría haber dicho algo mejor.
En el momento en que se derrumbó encima de mí, solo los restos brillantes de placer
se mantuvieron, como jirones de una estrella olvidada.

Deslizó su peso de encima de mí para acostarse a mi lado. Sus pestañas


descansando sobre sus mejillas. Su boca hinchada y sensual.

—Asi que, ¿fue bueno para ti?, le pregunté.

Sacudió la cabeza.

—Fingí.

—¿De verdad? Yo también. Creo que tendremos que intentarlo de nuevo.

Una lenta sonrisa se dibujó en su rostro.

— Está bien, pero la lona se tiene que ir.

—Hecho.

232
Capítulo Diecinueve

“Estoy a un paso de ser rica. Todo lo que necesito ahora es dinero.”


—MEME

Hablamos toda la noche. Y comimos un increíble pollo al bourbon de Reyes.


Y hablamos... todo. Él respondió todo lo que le pregunté, y aunque no tenía ni idea
de por qué se estaba abriendo ahora, nunca he sido de las que le miran el colmillo
a caballo regalado.

Fuimos de la alfombra de Twister al sofá, al lavabo del cuarto de baño, larga historia,
y finalmente terminamos en la cama. Una enorme cama con cuatro postes de
madera gris rustica y líneas suaves de buen gusto.

Me hizo muchas preguntas, también. Le expliqué sobre Heather, la niña sin hogar
que había sido maldecida, y que mencione en mi sopor etílico en Satélite. Le dije
dónde estábamos con ese caso. Y entonces le dije sobre mi caso real.

Puesto que él no trabajaba para la policía en ningún sentido, le dije quién nos habían
contratado, sobre todo porque quería explicar la otra observación que había hecho
en estado de ebriedad sobre cómo Nick Parker tenía un archivo de nosotros y Beep.
La forma en que lo utilizaba actualmente para asegurarse mi colaboración en su
caso, pero que no era necesario, porque Fiske realmente era inocente de los cargos
en su contra.

Pero el interés de Reyes se enganchó en el hecho de que Parker tenía un archivo


de nosotros. El apartamento casi explotó alrededor de nosotros en ese momento.
Me vi obligada a llevar la mente de Reyes lejos de Parker mostrándole a Peligro y
Will. Funciono totalmente. Mis chicas siempre venían bien ante cualquier apuro.

Pero conocía a Reyes lo suficientemente bien como para saber que no lo iba a dejar
pasar. Ni por un minuto. Y podía hacer las cosas muy pegajosas para nosotros y
nuestra situación extremadamente delicada. Lo último que necesitaba era una
investigación en toda regla sobre algo que podría llevarnos a los dos siendo
arrojados en prisión. Estaba bastante segura de que la falsificación de registros de
nacimiento y enviar a tu hijo lejos era ilegal.

Traté de sentirlo con la mayor delicadeza posible sobre toda el asunto del dios. Era
una cosa para mí no saber que yo era un dios, pero para Reyes, que había sido
Rey'aziel en el infierno y luego Reyes aquí, que había estado vivo en su actual

233
estado mental durante siglos, era diferente. Él estaba, ya sea jugando muy cerca
del chaleco anti balas, o real y verdaderamente no lo sabía.

Se estaba haciendo tarde, pero el sueño era lo más alejado de mi mente acelerada.
Al parecer, ese no fue el caso para el Sr. Bollos de Azúcar. Se tumbó, cerró los ojos
y echó un brazo sobre su frente, su posición favorita para dormir.

Apenas podía tener eso. Por lo tanto, me arrastré encima de él y empecé a hacer
compresiones en su pecho. Parecía que era lo correcto.

―¿Qué estás haciendo? ―Preguntó sin quitar su brazo.

―Dándote RCP. ―Presioné en su pecho, tratando de no perder la cuenta. Vistiendo


un jersey rojo y negro de futbol y calzoncillos que decían, MANEJESE CON
CUIDADO. VER DETALLES EN EL INTERIOR, me puse a horcajadas sobre él y
ahora trabajaba furiosamente para salvar su vida, mi enfoque como el de una
enfermera de trauma experimentada. O un rostizado sazonado. Era difícil de decir.

―No estoy seguro, estoy en el mercado ―dijo, su voz suave y llena de un humor
que encontraba terrible. Estaba claro que no apreciaba mi dedicación.

―¡Maldita sea, hombre! ¡Estoy tratando de salvar tu vida! No me interrumpas.

Una sonrisa sensual se deslizó por su rostro. Se metió los brazos detrás de la
cabeza, mientras yo trabajaba. Terminé mis cuentas, me agaché, puse mis labios
en los suyos, y sople. Se rió en voz baja, el sonido retumbando en su pecho,
profundo y atractivo, mientras tomaba mi aliento en sus pulmones. Con esa parte
lista, volví a contar las compresiones torácicas.

―¡No te mueras, te lo digo!

Y rezaba.

Después de otra ronda, pregunto:

―¿Voy a lograrlo?

―Es tocar y correr. Voy a tener que traer el desfibrilador.

―¿Tenemos un desfibrilador? ―Preguntó, arqueando una ceja, claramente


impresionado.

234
Cogí mi teléfono.

―Tengo una aplicación. Espera. ―cuando presione los botones, me di cuenta de


un defecto importante en mi plan. Necesitaba un segundo teléfono. Sería difícil darle
descargas con una sola pala. Estiré la mano y agarre su teléfono también. Empecé
a apretar botones. Rodé los ojos. ―No tienes la aplicación ―dije con los dientes
apretados.

―No tenía idea de que los teléfonos inteligentes eran tan versátiles.

―Voy a tener que descargarla. Sólo será un segundo.

―¿Tengo tanto tiempo?

El humor brillaba en sus ojos mientras esperaba a que yo encontrara la aplicación.


Me había olvidado el nombre de ella, así que tuve que volver a mi teléfono, y luego
volver al suyo, a continuación, hacer una búsqueda, luego, descargarla, entonces
instalarla, a la vez que mi paciente estaba muriendo. ¿Nadie entendía que los
segundos contaban?

―¡Lo tengo! ―dije al fin. Presioné un teléfono en su pecho y otro a un lado de la


caja torácica como lo hacían en las películas, y grité, ―¡Despejen!

Por supuesto, no me separé de él ni nada cuando la descarga eléctrica plago su


cuerpo, golpeó su corazón volviéndolo a la acción, y probablemente quemó su piel.
O esa era mi esperanza, de todos modos.

Se recuperó bien. Una esquina de su boca se torció, pero eso fue todo. Era tal y
como un soldado.

Después de dos sacudidas más de electricidad que había que hacer me incliné
hacia adelante y presione mis dedos en su garganta.

―¿Y bien? ―preguntó después de un momento de tensión.

Solté un suspiro de alivio desigual, y mis hombros cayeron hacia adelante con
agotamiento.

―Va a estar bien, Sr. Farrow.

Sin previo aviso, mi paciente me tomó en sus brazos y me dio la vuelta, me fijo a la
cama con su considerable peso y enterró su cara en mi pelo.

235
¡Fue un milagro!

―¿Pero lo estarás tú? ―Preguntó, la pregunta en parte promesa y en parte


amenaza.

Me reí cuando una fuerte mano se deslizó en mis boxers.

―No ―dije sin aliento. ―Nunca.

Y mientras se deslizaba dentro de mí otra vez, y apretaba mi cuerpo a su alrededor


en reflejo, me lo creí. Nunca volvería a estar bien otra vez. Y de alguna manera
estaba bien con eso.

***

―Sabes ―dijo en torno a las tres de la mañana ―hay un secreto del que nunca
hemos hablado.

Traté de no estar muy emocionada, pero...

―¿Es uno de tus dos?

―No ―dijo, y se rió cuando Fruncí mi boca en decepción.

―¿Así que hay otro?

―Más o menos.

―¿Había tres?

―En realidad no es un secreto. Solo nunca has preguntado.

Intrigada, me acerqué más.

―Bueno, entonces está claro que debería.

―Nunca me has preguntado por el dinero.

―El dinero. ¿Tu dinero?

―No, el del gobierno ―dijo con una sonrisa.

236
―¿Vamos a hablar sobre el presupuesto nacional? Porque estoy muy interesada.

Su mirada cayó sobre mi boca, sus largas pestañas de pie a media asta sobre sus
oscuros y brillantes ojos.

―Nunca me has preguntado cuanto tenemos.

―¿Nosotros?

―Nosotros ―dijo severamente.

―Nunca he preguntado porque nunca necesite hacerlo. Ya lo sé.

Una ceja bien formada avanzó hacia arriba.

―¿Lo sabes?

―Sí. Kim me dijo. Sé exactamente cuánto tienes.

―Tenemos.

―O tenías. Eso fue hace casi un año, y ambos sabemos que has estado quemando
a través de cosas como el petróleo crudo.

Kim era la hermana no biológica de Reyes. Ellos crecieron juntos, luchando uno al
lado del otro para sobrevivir a los horrores del hombre que los crio, Earl Walker. Él
haría cualquier cosa por ella, y ella por él. Lo demostró cuando había iniciado la
quema de edificios hace aproximadamente un año, todo para ocultar las pruebas de
lo que Earl le hizo a Reyes. Fue el acto de amor más dulce y equivocado que había
conocido, pero estaba a punto de ser una mujer buscada, por lo que Reyes la instaló
en algún lugar remoto. No la había visto desde entonces.

―Entonces, ¿qué te dijo?

―Cincuenta de los grandes. Lo cual es un poco difícil de envolver alrededor de mi


cabeza. Es decir, ¿cincuenta millones? ¿Quién demonios tiene cincuenta millones
de dólares?

―Kim estaba hablando de su dinero. No del nuestro.

―Sí, ella dijo eso. Pero no los toca. ¿Lo sabes, cierto? Sólo toma un poco de los
intereses para vivir. Me dijo que nunca tocaría tu dinero.

237
―Lo sé ―Los músculos de su mandíbula saltaron cuando él mordió en frustración
―Ella puede ser así de cabeza dura. Al igual que alguien que conozco.

―Me gustaría poder llegar a conocerla mejor. Desearía que pudiéramos salir y
compartir historias sobre ti y hablar detrás de tu espalda como verdaderas cuñadas.

―Por extraño que parezca, me gustaría eso, también. Espero que puedan hacerlo
algún día.

Sentí pasar una corriente a través de él. Una perturbación, aunque no podía
identificarlo.

―¿Hay algo mal? Ella está bien, ¿verdad?

Se dio la vuelta sobre su espalda y pasó un brazo por su frente.

―No estoy seguro.

Me levanté en un codo a su lado.

―¿Qué quieres decir?

―No puedo encontrarla.

La alarma se precipitó sobre mi piel.

―¿Ha desaparecido? No entiendo. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con
ella?

―Un par de días atrás. Ella está estableciendo las casas de seguridad para los
Loehrs. Buscando localizaciones. Haciendo las compras.

―¿Casas de seguridad? ―Pregunté, sorprendida. ―¿De cuántas casas de


seguridad estamos hablando?

―Por el momento, diez. Ella estaba trabajando en la número once.

―¿Diez? ―Trate de detener mi mandíbula de caer. Fallé. ―¿Tenemos diez casas


de seguridad? ―Antes de que pudiera detenerlas, las lágrimas se acumularon en
mis ojos. ―¿Compraste diez casas? Para, no lo sé, ¿por si acaso?

―Por supuesto ―dijo como si me hubiera salido otra cabeza.

238
―Reyes.

―Te lo dije. Estoy haciendo todo lo posible para mantener a nuestra hija a salvo.

Parpadeé y me alejé. Las profundidades de las convicciones de este hombre me


asombraban.

―Lo siento. Me distraje. ¿Kim?

―Sí. Ella estaba mirando una casa en una isla al sur de México. Se suponía que
tenía que volar hoy y volver conmigo, pero nunca me envió un mensaje para
hacerme saber que lo había hecho.

Mis hombros se pusieron rígidos. Kim y Reyes eran cercanos. Si algo llegara a
sucederle, no sabía cómo iba a tomarlo.

―Estoy seguro de que está bien ―dijo, mintiendo a través de sus dientes. Pero me
dio la sensación de que no estaba mintiéndome a mí tanto como a sí mismo.
―Probablemente perdió su cargador. Ella hace eso.

―¿La has, tu sabes, buscado? ―Es decir, tenía búsqueda incorpórea.

―Aún no.

―Podríamos enviar a Ángel.

―Podríamos, pero lo tengo en otra asignación.

―¿Una asignación? ¿Qué tipo de asignación?

Pasó un brazo por encima de mí.

―Se relaciona a uno de esos secretos que te hablé. ―Esperó un momento y luego
dijo: ―Adelante. Sabes que quieres.

―Está bien, en serio, ¿no puedes decirme uno? Sería como abrir uno de los regalos
en víspera de Navidad. Entonces voy a estar satisfecha y podré dormir por la noche
sabiendo que tu secreto no es que te gusta usar ropa interior de mujer o que te
gusta Howard Stern o que viste una película sádica una vez. Si sólo tuviera esas
tres cosas fuera del camino...

―Está bien ―Se movió hacia mí de nuevo―me dices uno, y yo te digo uno.

239
Gruñí y enterré mi cara en la almohada.

―No puedo. Aún no. Pero pronto.

―Lo mismo digo ―Cuando empecé a protestar, un acto que tenía cero derecho a
hacer, él levantó el dedo índice en señal de advertencia.

Me incliné hacia delante. Envolví mi boca alrededor de él. Aspirando suavemente


antes de deslizarlo hacia afuera.

La mirada de Reyes no se alteró. Me observó con gran interés, y sentí su pulso


acelerarse.

―Oh, espera ―dije ―¿Qué estabas diciendo sobre el dinero?

Le tomó un momento recuperarse.

―Eso es lo que quería decir. Estoy acabado. He pasado por demasiado haciendo
de nuevo el edificio y la compra de las casas de seguridad.

―Oh, Reyes ―dije, ahora preocupada por él. ―Está bien. Tenemos el restaurante
y mi negocio. En realidad nunca hemos estado en negro durante más de cinco
minutos, pero puedo revertirlo. ―Pensé en ello y me encogí. ―O, por lo menos,
puedo intentarlo. Siempre hay abogados que quieren contratarme. Pero por lo
general quieren que consiga que la escoria de sus clientes salgan fuera por tráfico
de drogas o abuso conyugal o canibalismo, pero eso fue sólo una vez. ―Lo miré,
positivamente, estaríamos bien. ―Podemos hacer esto. Podría venderme y así
atrapar a algún perturbado para acusarlo de un par de cargos de tráfico de
humanos, podemos salir de esto.

―Nunca podrías venderte. Y te estaba tomando el pelo. Necesito que sepas donde
está todo en caso que algo me pasara a mí.

―¿Qué? ― subí y me senté con las piernas cruzadas en la cama, la sábana


cubriendo mis partes desde que había perdido recientemente mi camiseta y
calzoncillos. ―¿Qué quieres decir? ¿Hay algo que va a pasar? ―Di un grito
ahogado. ―¿Es uno de tus secretos?

―No. Esto es sólo una medida de precaución. No vivimos las vidas más seguras.
En general.

―Oh. De acuerdo, bien, ¿qué quieres decir con todo?

240
―Nuestro dinero. Nuestros abogados. Nuestros contadores.

―¿Tienes más de un contador?

―Tenemos más de un contador. Siete, de hecho. Y un gerente general.


Básicamente lo que necesitas saber es cómo llegar a cualquiera de todos nuestros
recursos. Tienes acceso completo a todo, por supuesto, para que puedas obtener
cualquier cosa que necesites en cualquier momento.

―¿Tienes siete contadores?

―Tenemos. ¿Y tienes alguna idea de la cantidad de dinero que tenemos?

―Sí. Te lo dije.

Sacudió la cabeza.

―Eso no es mío.

―Correcto, ¿entonces tienes más?

Levanto su dedo pulgar y el índice, lo que indica una cantidad muy pequeña.

―Oh, wow ―me recosté de nuevo. ―Un poco más de cincuenta millones de
dólares. ―deje que eso se hundiera en mí. O lo intente. No podía. Estaba mucho
más allá de mi comprensión. ―Por lo tanto, si apilamos todo tu dinero en una pila,
¿qué tan grande sería la pila? Necesito una representación visual. Así como,
¿podría llenar un contenedor de basura?

―Depende del valor del billete, pero no tenemos un poco más de cincuenta millones
de dólares.

―Acabas de decir eso con tus dedos.

―Lo sé, y también sé que no te importa, pero es necesario.

―Esto suena siniestro ―deslicé una de mis uñas entre mis dedos.

―Está bien, solo para que lo sepas, tenemos un poco más de treinta mil millones
de dólares.

241
Incliné la cabeza. Parpadee. Fruncí el ceño. Mire hacia arriba. Murmure algo
incoherente. Mordí mi labio inferior.

―Por lo tanto, ¿dos contenedores de basura?

―Todo lo que necesitas, si me pasa algo, está en los gabinetes de archivos en


nuestro armario.

―¿Quieres decir la habitación del tamaño de mi viejo apartamento? ¿Ese armario?

―Sí.

―Lo tengo ―Asentí con la cabeza y trate de absorber lo que había dicho. ―Sólo
para asegurarme de que lo entendí bien, ¿tienes más de treinta mil millones de
dólares?

―Tenemos más de treinta mil millones de dólares.

Me dio un momento. No ayudó. Sobre todo porque los números no eran mi fuerte.
No hacia matemáticas. Matemáticas no estaba en mi lista de cosas favoritas para
hacer, pero aparecía en buena posición sólo si la otra opción era sacarme las uñas
de los pies por un hombre de El Salvador llamado Toro el magnífico.

Sip, no. Mi cerebro se cerraba después de alrededor de tres millones. No podría


pensar en algo más alto.

―Por lo tanto, ¿eres el hombre más rico del mundo? ―pregunté con asombro.

―Para nada. Ni por asomo.

―Lastima ―Dejé que todas las posibilidades se precipitaran a través de mi mente


como una película en avance rápido. ―¿Estoy casada con un multimillonario como
en todos esos libros que leí donde el chico súper rico se enamora de la chica pobre
que puede no tener mucho dinero, pero es rica en vivacidad y desenvoltura y le
gusta mucho el bondaje?

―Por qué no.

―Y ella puede o no necesitar un trasplante de corazón.

―La Historia de mi vida.

242
―Amigo, voy a conseguir una Vespa. Y una primera edición de Orgullo y prejuicio
firmada. Y un par de botas de Rocketbuster. ―mire alrededor de nuestro
apartamento exquisitamente decorado. ―Y, sí, un elefante.

―Está bien, pero tu limpiaras después.

Me burlé.

―No sé si eres consciente de ello, pero estoy casada con un millonario. Puedo
contratar a un recolector de excremento. Espera. ―Incliné la cabeza de nuevo
cuando otro pensamiento me golpeó. ―¿No hay como un club al que tienes que
pertenecer si tienes esa cantidad de dinero? ¿No deberías tener, como, paparazis
y la prensa siguiéndote de un lado a otro? ¿Y llamadas de Forbes queriendo
entrevistas? ¿Y a las estrellas de rock en función de marcación rápida? Es imposible
tener esa cantidad de dinero sin ser perseguido por las masas.

―No necesariamente. Sólo tienes que ser inteligente al respecto.

Y él era tan inteligente como un científico.

―Y Forbes no me llamaría, de todos modos.

―¿Por qué? ¿Cuentas en el extranjero o un búnker subterráneo?

―Algo como eso. Digamos que soy muy buen amigo de nuestro banquero en Suiza.

―¿Tenemos un banquero en Suiza? ―me incliné hacia atrás y lo miré fijamente.


―Amigo, ¿quién eres? ¿Quién tiene esa cantidad de dinero?

―Tú lo tienes ―dijo, tirando de mí hacia abajo y hacia sus brazos.

243
Capítulo Veinte

“Puede que el dinero no compre la felicidad, Pero es más cómodo llorar en un


Mercedes que en una bicicleta”
-MEME

Me quedé pensando en el asunto del dinero, haciendo una lista de todas las
botas que podría comprar. Pero me detuve allí mismo. Solo porque el esposo de
una estuviera cargado no era motivo para gastar todo en botas. Simplemente
gastaría un pequeño porcentaje en ellas. Cada semana.

Pero la realidad regresó arrastrándose. Él tenía razón. ¿Qué si algo le sucedía a él,
que el cielo no lo permita, y yo tuviera que escapar con Beep? Realmente
necesitaba controlar mis poderes. Comenzando con…

—En realidad hay algo más que necesito saber. Por mí y por Beep.

—Nómbralo.

—Necesito saber cómo desmaterializarme.

Él rio — Ya sabes hacer eso.

—Sí, pero no de forma intencional. Solo lo hago cuando tengo un episodio o estoy
en peligro. Tú lo haces a propósito. ¿Cómo?

Él tomó mi mano entre la suya. Enredó nuestros dedos juntos —Si no puedes
hacerlo, hay algo que te detiene.

—¿Cómo qué?

—¿Qué es lo que nos detiene de hacer casi cualquier cosa?

Me encogí de hombros.

—¿Cuál es la razón universal detrás de casi todas las acciones humanas?

—Ah, entiendo – dije cuando me golpeó — El miedo.

—Exactamente. Entonces, ¿a qué le tienes miedo?

244
—No lo sé. A nada.

—Entonces hazlo – observó nuestras manos —Sepárate de mí.

—Si pudiera hacerlo, Obi-wan, no estaría pidiéndote ayuda.

—Entonces tienes miedo – tomó mi barbilla y me giró el rostro hacia él — ¿A qué le


temes?

—No lo sé. Quizás… — negué con la cabeza — No, eso es estúpido.

—Dime.

—¿Quizás enviarme completamente hacia el otro plano? La última vez me ocurrió


eso, cuando estaba escapando de ti y de Michael en Nueva York.

Él asintió, con su expresión repentinamente severa.

—Me quemó la piel. Era tan caliente, como ácido. Y terminé a kilómetros de
distancia en cuestión de segundos. Tengo miedo… tengo miedo de desintegrarme.

Él me dedicó una mirada de simpatía —El plano supernatural no te quemó.

—Jodidamente lo hizo ―le repliqué, recordándolo vívidamente —Despegó la piel de


mis huesos.

—Pero cuando volviste a materializarte, ¿estabas herida?

—No. Fue tan extraño.

—Te lo repito. No te quemó. Pero es caliente. Y frío. Las reglas de este plano no se
aplican allí, como un humano en el espacio, expuesto a los vientos solares. Excepto
que nosotros no somos humanos, y ese sigue siendo nuestro plano, y podemos
navegar por él a voluntad.

—Entonces qué fue lo que me sucedió, porque mi piel quemaba como si alguien me
hubiera convertido en una antorcha.

—Eso no fue tu cuerpo reaccionando al frío y calor de la otra dimensión. Tú te hiciste


eso a ti misma. Fue una respuesta psicológica a lo que tu mente percibía como
realidad. En ese estado, casi nada puede hacerte daño.

245
—Bueno, entonces, hablando del espacio, ¿qué si accidentalmente me materializo
allí? Solo me quedaré flotando en la inmensidad del espacio. Con el cuerpo todo
hinchado. Y la sangre revuelta. La piel tornándose un desagradable tono de azul, y
congelándose. Y entonces, conociéndome, explotaría. Incluso si me las arreglara
para regresar a la superficie del planeta, habría estado expuesta a todas esas
partículas subatómicas. Uno no vuelve indemne de todo eso.

—Holandesa – dijo, frenando mi verborrea ―tú controlas dónde y cuándo vas. Y


cuán rápido. Incluso puedes, de cierta manera, controlar el tiempo allí. Demonios,
dado que eres un dios, probablemente puedas, no lo sé, navegar en el tiempo — su
mente corría repentinamente — No hay forma de saber de qué eres capaz de hacer
hasta que lo hagas.

—Bueno, pero quizás deberíamos empezar por lo pequeño.

Él rio entre dientes —Lo siento. Tienes razón. Okey, concéntrate – mantuvo
nuestras manos unidas de nuevo —Trata de ir lo más lejos posible en el otro plano
como te sea posible.

Yo dejé caer mi mano —No te agrado cuando cambio de plano.

Él no me dio la razón, pero tampoco me discutió.

—Es como si no pudieras verme cuando estoy del otro lado. Como si fuera
monstruosa.

—¿Qué? ―Preguntó él, confundido —Sigues siendo tú cuando cambias,


Holandesa.

—Entonces, ¿por qué te repugna que lo haga?

Él se enfocó en el techo —No eres tú. Soy yo.

—¿De verdad vas a decir eso?

Se pellizcó el puente de la nariz-

—Reyes, ¿qué es? ¿Por qué no te gusta cuando cambio, aunque sea un poco, para
ver el otro plano?

246
Él desvió su mirada de mí y prácticamente susurró lo siguiente —Cuando cambias,
puedes ver al verdadero yo. A mi lado oscuro. Es perturbador saber que puedes ver
esa parte de mí.

—Reyes, es fascinante – giré su rostro nuevamente hacia mí — Estoy maravillada.


Es como si estuvieras cubierto en una capa de niebla negra. Cae en cascada por
encima de tus hombros y a lo largo de tu espalda. Yo quiero una capa de niebla
negra. ¿Qué tan cool es eso?

Él me miró sin expresión.

—Espera, si sigo siendo yo y no algún monstruo, ¿cómo es que sabes cuándo


cambio a otro plano? Lo sabes al instante.

—Tus ojos. Cuando cambias, tus ojos dorados prácticamente brillan. Emiten
chispas como brillantina cada vez que echas un vistazo al otro reino. Eso es
fascinante.

—Entonces, ¿es algo bueno?

—Esa parte, sí.

—Porque algunas veces el modo en que reaccionas… ¿seguro que no me veo


como un monstruo? Quizás como, ¿el muñeco Chucky?

—¿El muñeco Chucky? – preguntó él, desconcertado.

—Sí. Siempre tuve ese temor mientras crecía, de parecerme un poco a Chucky.
Algo acerca de su barbilla. Y tú también, dicho sea de paso. Algo muy bueno. Bien,
creo que estoy lista.

Él repitió sus instrucciones, diciéndome que intentara alejarme lo máximo posible.


Lo hice, y observé cómo la escena frente a mí cambiaba de los suaves colores
neutros de nuestro apartamento, a los furiosos colores del otro plano. Las tormentas
giraban a nuestro alrededor. Un rayo golpeó cerca, y me sobresalté.

Pero Reyes no estaba mirando el mundo intangible. Él me estaba mirando a mí, y


siguió haciéndolo durante un largo rato, observando mis ojos mientras yo trataba de
absorberlo. A su suave piel. Sus oscuras pestañas. El otro plano intensificaba todo
sobre él.

—Ahora, imagina que te alejas flotando, una molécula a la vez.

247
Alejé mi mirada de él y me enfoqué en mis dedos.

—Comienza con las puntas — el cepilló su pulgar sobre la palma de mi mano. Causó
un estremecimiento profundo en mi estómago, como si estuvieran conectados por
una cuerda — Deja ir las moléculas.

Abrió mi mano, se inclinó hacia delante y sopló suavemente en mis dedos. Su


calidez penetró mi piel, y susurró a través de ella.

—Deja ir las moléculas – repitió, y lentamente, átomo por átomo, mi cuerpo


comenzó a desmaterializarse. Comenzó con las puntas de mis dedos. Él volvió a
soplar, y ellas volaron como un vapor dorado alrededor de mí hasta que la mano de
Reyes traspasó la mía completamente.

Sorprendida y aterrorizada – principalmente aterrorizada – regresé al mundo


tangible, con el peso de mi cuerpo tomando forma de nuevo.

—Eso fue increíble – dije – volví a mirarlo, y noté que sus cejas estaban formando
una línea severa — ¿Qué?

Él parpadeó hacia mí —Nada. Lo siento.

—Oh, no, no lo harás. Dijimos que no tendríamos más secretos entre nosotros.
¿Qué está mal? ¿Qué fue lo que hice?

—Tienes razón. Es solo… tu color.

—¿Ahora eres racista? – bromeé.

—No. Es solo…

—¿Hay algo malo con él? – pregunté, alarmada.

—No, para nada. Es solo que nunca antes lo vi. De cualquier modo, lo hiciste. Y
eres capaz de hacer más que eso, como lo demuestran tus recientes viajes.

—Reyes, ¿cómo es que tú no te la pasas volando todo el tiempo, comprobando


cosas?

Él recostó su cabeza contra el cabecero de la cama y rio — Lo hago algunas veces,


pero mi vida está en este plano — cepilló sus dedos sobre la palma de mi mano de
nuevo, estudiándome — Amo cada pulgada de ti.

248
Mi corazón se derritió, y esperé que no se hubiera desmaterializado y vuelto a
materializar en alguna parte. Eso no podría ser bueno. Me giré hacia él — Amo
todas tus pulgadas también.

Él se inclinó para besarme, pero se detuvo a mitad de camino hacia mi boca — Casi
lo olvido.

Antes de que pudiera preguntar qué, se levantó de la cama y salió de la habitación,


exhibiendo su trasero. Luché contra la necesidad de suspirar. Y de tomar miles de
fotos.

Volví a recostarme hacia atrás y lo escuché entrar en la cocina. Si volvía a sacar los
utensilios… pero regresó con una botella de champagne. La vista esta vez fue
mucho más espectacular.

—Casi lo olvido. Es nuestro aniversario.

—¿Qué? ―pregunté, saltando — ¿Ya estuvimos casados por un año?

—No ese aniversario.

—Oh, qué alivio. Entonces, en este día, quién sabe cuántos años atrás nosotros…
¿nos besamos por primera vez?

—Nop – dijo él, con una sonrisa burlona, abriendo la botella con un fuerte ¡pop!

—Celebramos… ¿la primera médula espinal que seccionaste en mi defensa?

—No-oh —la cama se hundió por su peso cuando volvió a recostarse, me giró sobre
ella y derramó un poco de champagne en la base de mi espalda.

El frío líquido me robó el aliento y me envió una ola de shock a lo largo de todo el
cuerpo. Chillé y enterré mi rostro en las sábanas. —Está frío. Muy frío.

Pero su lengua ya estaba sobre mi piel, calentándome mientras bebía el espumante


vino. Luego lo derramó entre mis omóplatos, y éste cayó derecho para acumularse
nuevamente en la base de mi espalda. Me estremecí y suspiré cuando su lengua lo
recogió.

—¿La primera vez que bebimos champagne juntos? – pregunté.

—No – dijo él, concentrado.

249
—¿La primera vez que aterrizamos en la Luna?

—No-oh – mordisqueó mientras bebía, causando espasmos de puro deleite en mí.

—Espera, ¿es mi cumpleaños?

—No.

—¿Es tú cumpleaños?

—No – dijo él, con una risita.

—Oh, gracias a Dios. ¿Puedo beber un poco?

—Creo que ya bebiste suficiente por una noche.

Me giré, pero él simplemente siguió su curso allí. Derramando. Besando. Lamiendo.


Mordiendo. Me aferré a un puñado de su cabello cuando él se sumergió entre mis
piernas.

—¿La primera vez que tuvimos sexo oral? ―intenté adivinar.

Él negó con su cabeza mientras su lengua acariciaba mi clítoris. Jadeé entre dientes
por algo de aire mientras él, habilidosamente, me llevaba hacia el límite del
orgasmo, y luego se detenía. Cuando se levantó, gimoteé en respuesta. Me ignoró
y tomó un sorbo de la botella, pero no lo tragó. Luego la dejó caer sobre mi boca,
llenándola con el vino espumante, dejándolo caer desde mis labios y hacia mi cuello.
Tomó otro sorbo y succionó uno de mis pechos, con el frío líquido endureciendo mis
pezones ante el contacto. Luego le dio el mismo nivel de atención a su gemelo.

Me retorcí bajo sus atenciones. Su boca se sentía abrasadoramente caliente


comparada al frío champagne, y el contraste era casi doloroso. Jadeé con cada
beso. Me estremecí con cada succión.

Él bañó todo mi cuerpo. Mi estómago. Mis caderas. Mis piernas. Mis tobillos. Mis
empeines, lo que causó mucho más placer de lo que me imaginaba. Luego hizo su
camino de regreso hacia el vértice entre mis extremidades posteriores.

Su cabello oscuro caía sobre su frente y se enredaba con sus pestañas. Su


esculpida quijada trabajaba con cada beso. Su boca llena firme pero suave, podría
observarlo por siempre, era demasiado hermoso. Tan oscuramente apuesto. Y tan
desinteresado en todo eso, lo que lo hacía mucho más sexy.

250
Luego se sumergió al sur con la boca llena del buen líquido, y prácticamente me
elevé del colchón. Dejó caer el líquido desde sus labios, haciéndolo correr entre los
sensibles labios de mi sexo antes de lamerlo con un ritmo hipnótico, obligando al
fuego a elevarse con deleite. Pequeñas mordidas de placer rasparon entre mis
piernas y se acumularon en mi abdomen.

Arrugué los dedos de mis pies en el aire y mis puños sobre las sábanas mientras él
dejaba la botella, abría mis piernas, y me penetraba con una firme estocada.

Envolviéndome entre sus brazos, me levantó hasta que ambos estuvimos


incorporados. Enredé mis dedos en su cabello y comencé a mecerme, queriendo
que ese estremecimiento dulce volviera a inundarme, pero él me sorprendió por
segunda vez esa noche. Me sostuvo cerca, me miró a los ojos, y dejó que la
oscuridad lo envolviera.

Él cambió, y yo lo seguí.

De repente, estábamos haciendo el amor en medio de un mosaico de colores y


vientos, y rayos. Mi cabello flotaba a nuestro alrededor mientras el calor de la otra
dimensión quemaba la piel a lo largo de mi columna. Luego me di cuenta de que no
era el viento, sino Reyes. Su calor se había multiplicado. Sus manos quemaban y
me marcaban, causando que los más deliciosos espasmos me inundaran.

Él aferró mis hombros y me atrajo más duro contra su miembro. Grité, pero apenas
pude oírme a causa de las tormentas furiosas a nuestro alrededor. A pesar de eso,
quería más. Mucho, mucho más. Me levanté sobre mis talones y comencé a
montarlo. Él acunó mi trasero y me ayudó, levantándome de él hasta la punta, y
luego dejándome caer con fuerza.

La excitación tomó vida propia, caliente y espesa y llena de necesidad. Distante, y


al mismo tiempo cercana. Él nos llevó hacia el borde, al abismo del orgasmo, con
cada movimiento de su cadera. La longitud de su miembro me masajeaba desde
adentro, batiéndome hasta que la sensación creció a niveles nucleares.

Me aferré a sus hombros y me acurruqué contra su cuello mientras él me abrazaba


viciosamente y bombeaba en mí.

—Rey’aziel – susurré, y él gruñó y se enterró en mí con más fuerza.

Hasta que no hubo más resistencia. Hasta que lo superamos y explotamos,


derramándose en cada molécula de mi cuerpo, inundándome con un placer tan
sensual como nada en este plano o el siguiente.
251
Reyes se tensó al venirse, también. Gruñó y se estremeció mientras se aferraba a
mí con su vida. Dejando ir los últimos remanentes de deseo. Y luego volvíamos a
estar en la cama. Jadeando, colapsamos sobre las sábanas.

Después de un largo momento tratando de recuperarme, lo miré —Entonces, ¿qué


aniversario es?

Él se compuso y pareció retraerse. Arrojó un brazo sobre sus ojos y entonces, casi
inaudiblemente, dijo —La noche en que me salvaste.

Me congelé. Estudié su perfil. Me maravillé en su belleza —No tenía idea de haberlo


hecho.

Una triste sonrisa atravesó su rostro —Ahora lo sabes.

—¿Y qué noche fue esa?

Los músculos de su barbilla saltaron como reflejo — ¿Tienes que preguntar?

No tenía que hacerlo. Realmente no. Solo una noche podría causarle tanta tristeza.
Tanto remordimiento. La noche que arrojé un ladrillo a través de una ventana de
vidrio, para evitar que un hombre golpeara a un niño.

—Bueno, está bien – dije, sabiendo que él no querría explayarse en el tema. Me


sorprendió incluso que él lo sacara a flote — Me preocupaba que hablaras de la
noche en que perdí mi virginidad.

—El veintisiete de Enero. Tenías quince años.

Me levanté, sobresaltada — ¿Qué? ¿Cómo es posible que sepas cuándo perdí mi


virginidad?

Cuando lo pellizqué, él rio suavemente y pretendió estar adolorido. Ambos


sabíamos bien que no era así.

—Lo sentí – dijo al final — Sentí que algo iba mal, así que fui hacia ti. Recién me
daba cuenta de que eras real. Y pensé que estabas en apuros.

—¿En apuros? – pregunté, tratando de recordar. Freddie no me había forzado a


hacerlo, ni mucho menos. Si fue idea de alguno, definitivamente fue la mía. Pero
aun así, si tenemos que ser específicos… —Seh, creo que Freddie se divirtió mucho
más que yo esa noche.

252
Él bufó —Puedo garantizarte que sí.

—No puedo creerlo… ¡Eres un chismoso!

—Hey – dijo él, saliendo de su melancolía — tú prácticamente me invocaste a tu


lado. Estaba allí solo a modo de observador, ya sabes, por si me necesitabas. O si
querías un trío.

Me recosté a su lado — No sabía, en ese entonces, que tú y el Malo Malísimo eran


la misma persona. Me enamoré de ti esa noche. La primera noche que te vi.

—También yo – dijo él, su rostro imposiblemente apuesto, y su tono de voz


imposiblemente sincero.

—Lo digo en serio, Reyes. Lo hice.

—También yo.

Bufé suavemente —No parecías muy enamorado ―había sido una noche horrible,
la que arrojé un ladrillo a través de la ventana de la cocina de Earl Walker para evitar
que apaleara a Reyes. Un hermoso adolescente con brillantes ojos marrones y
denso cabello oscuro. Todavía rompía mi corazón pensar en eso.

Reyes se envaró —No estás sintiendo lástima por mí, ¿verdad?

—Lamento lo que tuviste que pasar.

—Solo es agua bajo el puente.

—Reyes ―dije, levantando una mano hacia su mejilla —No importa lo que pase, te
amo.

Sus cejas se encontraron solo un momento antes de que contestara —Te amo más.

—Nop. ¿Quieres luchar para ver quién gana?

— ¿Gana qué?

— El campeonato. Quien ama más a quién.

Él levantó la mirada como si lo estuviera pensando a profundidad, y luego susurró


tan bajito que apenas llegué a escucharlo — Tú vas a caer.

253
Y antes de darme cuenta, estaba fijada a la cama. Casi la décima vez que ocurría
eso esa noche.

—Hiciste trampa ―lo acusé mientras él me sostenía abajo.

—Hijo de Satán ―respondió, como explicándose.

Tenía un punto.

***

Reyes y yo seguíamos hablando y riendo la mañana siguiente cuando


escuchamos a Cookie irrumpir en nuestro apartamento. Afortunadamente ya había
reparado café, por lo que ella se detuvo a servirse una taza mientras yo me
apresuraba hacia el baño a buscar una bata.

—Iré a darme una ducha – dijo Reyes mientras yo salía. Se paró frente a mí, con
su firme cuerpo brillando con la baja luz de la mañana — Con suerte, tu tía pasará
a visitarme. Seguro que una Davidson es igual de buena que otra.

Yo jadeé mientras envolvía mis manos alrededor de su cadera. Le acaricié el


trasero. Me maravillé de que fuera mío.

—¿Te molesta que yo siga con el apellido Davidson? Es decir, después de que nos
casamos, no tuvimos suficiente tiempo antes de tener que apresurarnos a
escondernos en el convento, en tierra sagrada. Y estuvimos atrapados allí por nueve
meses, y jamás pensé en ello. Y luego con lo de Beep y la amnesia…

—Estuviste un poco ocupada — dijo él, con una juguetona sonrisa tirando de las
esquinas de su boca —Pero no, no me molesta. Creo que es mejor, por ahora.

—¿Por qué?

—Si mantenemos todo a tu nombre, será más fácil en caso de que algo me ocurra.

Di un paso hacia atrás —Reyes, sigues insistiendo con eso. ¿Qué demonios? ¿Hay
algo que yo deba saber?

—No ―se estiró hacia mí, tomó de los bordes de mi salida de baño y me atrajo
hacia él —Eso solo que, tu eres un dios, Holandesa. Vas a vivir más que yo. O por
lo menos, más que mi cuerpo físico.

254
Acababa de obtener la respuesta que estaba esperando. Permanecí allí,
desorientada. Él realmente no sabía que era un dios.

¿Qué efecto tendría en él, enterarse que fue creado de uno de los dioses de Uzan?
¿Cómo se sentiría al saber que, esencialmente, él era el causante de la muerte y la
destrucción de millones de seres, en cientos de mundos? Mi pecho se apretó
alrededor de mi corazón con el mero pensamiento, y me pregunté, por la centésima
vez, si eso lo cambiaría. Si eso haría que él regresara a sus viejas épocas, como un
adicto que vuelve a caer.

Y luego algo más me golpeó —¿Qué fue lo que dijiste?

—Que vivirás más que yo.

—No. Sobre que todo está…

—A tu nombre. Sí. ¿Acaso no te mencioné eso?

—¿Estás hablando de tu dinero?

—Nuestro dinero, sí.

—Reyes – lo arrastré a la cama. Necesitaba sentarme — ¿Por qué, en la tierra,


pondrías todo a mi nombre?

Su cabeza cayó a un costado como si no comprendiera del todo la pregunta ―¿Por


qué no habría de hacerlo?

— No puedes simplemente poner dinero a nombre de otra persona. ¿Qué si algo


sucede y tú necesitas acceder a él? Dijiste que pusiste todo a nombre de los dos.

—No, dije que eran nuestro dinero y bienes, no mío. No dije a nombre de quién los
guardé.

—Pero son treinta billones.

—¿No es suficiente? ―bromeó él — Puedo hacer más. Lo hago, en realidad, día a


día. El interés, únicamente, es astronómico.

Cookie estaba sentada en nuestro recibidor, y escuché el sonido de papeles


agitándose. Tenía información. Estaba rebosante de ella. Pero incluso ella conocía

255
el límite de invadir nuestra habitación. Gracias a los cielos, porque estaba a punto
de sufrir un colapso.

—No ―me levanté y me alejé de él ―Lo prohíbo. Me niego a ello. Vas a ir con tus
siete contadores y les dirás que saquen todo eso de mi nombre.

—Si te preocupan los impuestos…

—No se trata de los impuestos ―no podía creer que estuviera pasando esto —Se
trata de que debes ir y tener lo que por derecho te pertenece. Para lo que trabajaste,
y lo que te mereces.

—Bueno, tengo acceso a esas cuentas. Tú simplemente eres la dueña de las


cuentas.

Esto no estaba sucediendo. Esto no podía pasar —Reyes, no tomaré ese dinero.
Nada de eso. Es tuyo. Yo puedo hacer mi propio dinero.

—Eres el humano más extraño y estresante que conozco.

Dejé salir una profunda respiración —Reyes, por favor, quita mi nombre de esas
cuentas. Es tuyo.

—Holandesa ―dijo él, parándose en toda su gloriosa desnudez — Comencé a hacer


todo ese dinero desde prisión.

—Lo sé. Hackeaste servidores en todas partes e hiciste una fortuna en el mercado
de inversiones. Tú. No yo.

—Lo que trato de decirte es que siempre estuvo a tu nombre.

Estaba tan sorprendida que una mínima briza podría haberme derribado —¿A qué
te refieres?

—Cuando comencé con todo esto, cuando descubrí como hackear los mercados,
coloqué todo a tu nombre. Bueno, todo excepto lo que le di a Kim y a Amador y
Bianca. Iba a cuidar de ti de una forma u otra.

Rechiné mis dientes. Él jamás tuvo nada mientras crecía. Había sido abusado y
explotado, y juzgado como asesino antes de llegar incluso a vivir un poco. Trabajó
duro por lo que tenía. Se ganó cada centavo. Yo no se lo quitaría.

256
—Holandesa, no voy a cambiar las cuentas. Es tuyo. Todo es tuyo. Y ese es el final.

Comenzó a caminar hacia el baño de nuevo. Coloqué mi mano en su pecho, e


inmediatamente él la cubrió con la suya.

—Por favor, Reyes, quita mi nombre de ahí.

Él se inclinó hasta que su boca estuvo a meros centímetros de la mía, y susurró —


Jamás —. Luego siguió su camino hacia el baño, y cerró la puerta mientras yo
permanecía allí, a punto de hiperventilar.

Después de conseguir estabilizar mi respiración para no desmayarme, entré a la


cocina.

— ¿Y bien? – dijo Cookie cuando tomé una taza limpia, habiendo dejado la mía en
la habitación. Pero demonios, ahora podía pagar docenas de tazas. Podía pagar
cien de ellas. No, treinta billones de tazas — ¿Cómo estuvo tu noche?

Bajé la taza, corrí hacia ella y lloré en sus brazos durante unos sólidos treinta
minutos. Uno por cada billón en mi cuenta bancaria.

257
Capítulo Veintiuno

“Café
Libertinaje
Locura
Una abajo. Vamos por las otras dos.”
-ACTUALIZACIÓN DE ESTADO

En el momento en que Reyes salió, Cookie y yo estábamos en el mostrador


de la cocina bebiendo café. Bueno, yo estaba bebiendo café y repasando algunos
artículos que había impreso. Cookie estaba mirando al vacío, en estado de shock
total. Tenía un poco de baba saliendo de una esquina de su boca. Estiré la mano
con una servilleta y la limpie. Ella ni se movió.

―¿Le dijiste? ―preguntó, consiguiendo una taza limpia para él.

―¿No debía hacerlo?

―De ningún manera. Si algo me pasa, ella será la única en la que realmente
confíes. Necesita saber estas cosas tanto como tú lo haces.

Se volvió hacia mí y se apoyó en el mostrador. Llevaba una camisa de abotonar rojo


oscuro y sus vaqueros de marca. No eran apretados, pero no estaban sueltos.
Tenían el ajuste perfecto alrededor de sus caderas. Por encima de su culo. A través
de su entrepierna.

―¿Tenemos que volver a la habitación? ―Preguntó desde detrás de su taza.

Me enderecé y me aclaré la garganta. Entonces le ofrecí mi mejor cara de súplica.

―Reyes, por favor quita mi nombre―

―No ―dijo suavemente, como si fuera una caricia. ―Está hecho. Se hizo hace más
de siete años. ―Se acercó a mí, me levantó la barbilla y rozó su boca a través de
la mía. ―No más suplicas. Y creo que ella podría necesitar atención médica ―dijo
antes de agarrar su chaqueta y salir.

Tuvieron que pasar otras tres tazas de café para calmar mis nervios. Una vez que
Cookie volvió, volvimos a los papeles que había traído. Eran todos los artículos de
noticias que pudo encontrar sobre cada una de las muertes de niños en el país.

258
―Charley ―dijo, aún sin poder envolver su cabeza en torno a lo que había
sucedido, ―¿él puso tu nombre en las cuentas, incluso antes de haberte conocido?
¿Antes de salir de la cárcel?

Asentí con la cabeza y cerré los ojos, tratando de no pensar en las injusticias que
se habían hecho con él durante toda su vida, incluida ésta.

―¿Qué lo pudo poseer para hacer una cosa así? Ese es su dinero, Cook. ―Las
lágrimas se deslizaron entre mis pestañas, y Cookie me agarro de nuevo.

―Él te ama, cariño. Siempre te ha amado. Incluso si nunca lo hubieras conocido,


estaba mirándote desde afuera.

―Pero no lo merezco.

―Charley. ―Ella me puso entre sus brazos. ―Él cree que lo hace, y francamente,
yo también. Ese dinero será muy útil. Y en cualquier caso, Beep será una heredera.

Un hipo de risa se me escapó.

―Está bien, eso hace que todo el asunto valga la pena. Pero todavía no estoy
cómoda con eso.

―Dudo que alguna vez lo estés. Ni siquiera puedo imaginar esa cantidad de dinero.

―¿Verdad? Es decir, en serio, ¿cuántos contenedores de basura crees que


llenaría?

Llamaron a la puerta.

―¡Adelante! ―Grité. ―Es tú grillete.

―Ah.

Tío Bob entró, con un aspecto muy masculino en su traje marrón y corbata.

―Te ves bien, Ubie.

―Gracias, calabacita. Juicio ―dijo a modo de explicación.

―¿Juzgado por asesinato otra vez?

259
―No es mi Juicio. Tengo que testificar en la corte.

―Oh por supuesto. Lo siento.

―Yo sólo quería que ustedes dos supieran, voy a preguntarles una vez más quien
te contrató antes de obtener una orden judicial y/o hacer que te detengan.

―Aw, gracias por el aviso, tío Bob.

Cookie simplemente alzó las cejas hacia él, completamente satisfecha en el


conocimiento de que ella iba a ganar al final.

Él dejó escapar un suspiro de frustración.

―Lo haré.

―Estoy segura de que lo harás. Pero si Joplin está tan preocupado, ¿por qué no
me pregunta a mí el mismo? Y si él te está acosando por ello, ¿por qué no le dices
que pelee sus propias peleas?

―Porque no estoy en el tercer grado, y él es un loco del control. Está muy, muy
interesado en quien te contrató y por qué.

―Eso es extraño. ¿Por qué no le dices que se ocupe de sus asuntos? ¿Pregúntale
por qué está tan preocupado?

―Porque no estoy en el tercer grado, y él es un monstruo del control. ¿Estás


escuchándome?

―Tal vez él no quiere al Equipo Davidson avergonzándolo. ―Cookie y yo chocamos


las manos, éramos tan buenas.

Él se encogió de hombros.

―Dijo algo sobre tu arruinando el caso.

―Me suena a que Joplin está preocupado porque no tiene ni siquiera un caso y está
tratando de echarle la culpa a alguien más.

―Probablemente tengas razón. Aun así, ustedes dos puede ser que deseen
empacar una bolsa de viaje.

260
―Como si ellos permitieran eso en la cárcel.

Se inclinó para besar a su esposa, y luego se marchó.

―Hasta luego, cariño ―dijo Cook. ―Si voy a la cárcel, no te olvides de recoger a
Amber de la escuela.

Cuando recibió nada más que un gruñido y el sonido de una puerta cerrándose, ella
se rió.

―Se está volviendo loco porque no le daremos un nombre.

―Esas pequeñas cosas. ―hojeé los papeles. ―¿La enfermera del Hogar?
―Pregunté, dirigiéndome a su espalda.

―Está bien. ―señaló a un artículo en particular. Un registro de empleo para la


enfermera en cuestión. ―Ella ha trabajado allí durante años, pero mira esto. Se fue
durante varios meses para cuidar de su madre enferma. Mientras que ella se había
ido, no hubo muertes. Ahora, sé lo que estás pensando ―dijo antes de que pudiera
decir nada. ―Las muertes se extienden a lo largo de los años. Pero tan pronto como
su madre murió y ella volvió a trabajar en la casa, otro niño falleció de un ataque de
asma.

Me mostró el artículo.

―Es el hilo conductor. Bueno, uno de ellos. El Hogar todavía tiene el mismo director,
unos pocos padres sustitutos, y un jardinero que ha tenido desde que comenzaron
las muertes. Solo encontré extraño que un niño muriera justo antes de que la
enfermera saliera de permiso, y luego otro una semana después de que volviera.

―Eso es, sin duda algo que vale la pena analizar.

El artículo llamaba heroica a la enfermera después de que tratara de salvar al niño


administrándole RCP durante más de una hora antes de que alguien la encontrara
y llegara la ayuda. La imagen que acompañaba el artículo mostraba a la enfermera,
despojada y sollozando cayendo en los brazos de un compañero de trabajo, cuando
una ambulancia se llevaba al niño de nueve años a la distancia. El texto decía:
ENFERMERA COLAPSA CUANDO NIÑO MUERE A PESAR DE SUS MEJORES
ESFUERZOS POR SALVARLO.

―Muy dramático ―dije buscando todo tipo de cosas mal con la imagen.
―Exactamente el tipo de atención de un cierto tipo de persona que se nutre de ella.

261
―También pensé lo mismo.

―Bueno, parece que sé lo que voy a hacer hoy.

―Yo también. Averiguar cuántos contenedores de basura se necesitaría para


esconder treinta mil millones de dólares en él.

Nos chocamos los cinco antes de dirigirme a George. La ducha de Reyes. No. Cerré
los ojos y dejé que el estremecimiento de felicidad me atravesara. Nuestra ducha.

***

Por el momento me fui a la oficina para comprobar de nuevo a Cookie. Yo


iba vestida bastante esplendida en un suéter negro, pantalones vaqueros y botas
de tobillo. Lo cual era más o menos lo que llevaba todos los días durante el invierno.

Reyes me había enviado mensajes de texto un pulgar hacia arriba, que se había
convertido en nuestro código para "He comprobado con Osh. Beep y la banda están
bien.”

Caminando a través del estacionamiento a la oficina, me di cuenta de una camioneta


verde neón familiar estacionada en el callejón. Eran los torpes cazadores de
fantasmas. Los adorables que quería adoptar.

Resistí el impulso de salir pitando a su camioneta y darles un pedazo de mi cerebro.


En parte porque sería sangriento y doloroso y todo lo que tenía en mi bolso era un
cortador de cajas, pero sobre todo porque no me importaba. Si querían perder su
tiempo, estaba bien. Estaba realmente sorprendida de que se hubieran quedado
alrededor después de nuestra charla. Con suerte, había asustado al equipo francés
fuera. Ellos eran los peligrosos.

Mi teléfono sonó mientras me dirigía hacia las escaleras exteriores de la oficina. La


foto de Pari llenó mi pantalla, con ojos saltones gafas de sol. Ella nunca se levantaba
tan temprano. Mi mente saltó inmediatamente a Heather.

―¿Está todo bien?

―Genial. ¿Estás bien? ―Preguntó ella, con la voz ahogada y aturdida.

―Estoy bien. ¿Por qué estás levantada? ¿Y dónde estás? Tu voz suena ahogada.

262
―Estoy en la cama. Suena ahogada porque no puedo levantar la cabeza todavía.
Y llamé porque me encontré diez mil llamadas de la noche anterior. ¿Te
embriagaste?

―¿Qué? No.

―No me mientas, Chuck.

―Tal vez un poco. ¿Heather está bien?

―Ella está bien. Creo que está mejorando. El doctor le puso una gran cantidad de
líquidos esperando expulsar cualquier toxina de su sistema. Creo que está
ayudando.

―Pari, muchas gracias por mantenerla.

―No es un problema, pero he de decir que un salón de tatuajes no es


probablemente el mejor lugar para una impresionable niña de doce años de edad.

―Lo sé. Voy a tratar de dar con otros alojamientos hoy.

Su voz se aclaró al instante.

―¿Qué? Eso no es lo que yo dije. Sólo quería decir, ya sabes, ella podría estar
marcada de por vida, pero en realidad, ella está bien aquí. No me importa.

―¿De Verdad? ¿Estás segura?

―Por supuesto. Está durmiendo en este momento. O espero que esté durmiendo.
Se fue con uno de mis clientes habituales en torno a la una de la mañana, pero
estoy segura de que ya está de vuelta.

No caería en eso.

―No estoy cayendo en eso.

―Valió la pena el intento.

―Totalmente. Llámame si surge algo. Estoy yendo al Hogar de niños para hacer
algunas entrevistas hoy.

―Diez cuatro. Cambio y fuera.

263
―Fuera y adiós.

Con ambas, Heather y Beep seguras, pude concentrarme en mis casos. Pero antes
de que pudiera salir al Hogar de niños, Parker llamo.

―¿Cómo va el caso?

―Sensacional, pero es posible que hayas hecho algo. Joplin está tratando de
conseguir que un juez me obligue a decir quien me contrató. Esta demasiado
interesado.

―¿Me estás jodiendo? ―Reventó su temperamento explosivo. Gracias a Dios no


lo tenía en el altavoz cuando entré a la oficina. Un repartidor ya se iba.

Esperé a que la puerta se cerrara, y luego lo puse en el altavoz. Palabrotas, las


realmente coloridas, llenaron el aire que nos rodeaba como mariposas sucias.
Cookie y yo escuchábamos alocadamente. Cuando por fin se decidió a decirme por
qué había llamado, estaba teniendo un tiempo difícil en mantener mi cara seria. O
la voz ya que estábamos en el teléfono.

―Necesito esto listo, Davidson. Yo sugeriría que cierres esta cosa. Con rapidez.
¿No es eso lo que haces?

―¿Llamas sólo para amenazarme, Parker?

―¿Qué? No. Una de las compañeras de trabajo de Emery Adams llamo. Tiene
alguna información que puede corresponder al caso. Necesito que vayas a hablar
con ella.

―¿Cuál es su nombre?

Anoté la información que me dio de la compañera de trabajo y le pedí a Cook que


mirara un poco más a fondo a la enfermera. La única del Hogar de niños. En
concreto, que buscara un historial de enfermedad mental o historial de dolencias
físicas. Ambos podrían ser una señal de Munchhausen. Si ella estaba matando a
los niños y obteniendo la gloria por tratar de salvarlos, esa podría ser una
manifestación del síndrome de Münchhausen. De cualquier manera, era difícil de
detectar y aún más difícil de probar.

―Podríamos tener un ángel de la muerte en nuestras manos ―le dije.

―Lo que sea que funcione. Sólo tenemos que detenerla.

264
Corrí escaleras abajo, besando a mí marido durante unos tres minutos, luego fui en
busca de una de las compañeras de trabajo de Emery llamada Cathy Neville. En
realidad, estaba en el camino al Hogar de niños, por lo que salió bien.

El Hospital Presbiteriano se asentaba en el camino a nuestras oficinas. No pasó


mucho tiempo para encontrar a Cathy. Ella estaba descansando fuera del
laboratorio, sentada en el borde de una silla en la sala de espera, apretando botones
en su teléfono.

―Es ella ―dijo otra técnica.

Se levantó en el momento en que llegué hasta ella.

―¿Estás con la oficina del fiscal?

―Algo por el estilo. Estoy trabajando en el caso de Emery.

Ella asintió con la cabeza y metió la última papa en su boca antes de destrozar la
bolsa.

―Perdona por arrastrarte hasta aquí. Les dije que sólo podía hablar con alguien
fuera del teléfono. ¿Me puedes decir cómo va el caso? Quiero decir, ¿tienen el tipo?

―Ha habido un arresto, pero, no, ellos no tienen el tipo.

Ella me dirigió una expresión confusa y luego continuó.

―Bueno, yo sólo quería que los policías supieran que creo que la Señora Adams
estaba en problemas. ―Puso los ojos en blanco. ―Obviamente. Pero, quiero decir,
creo que estaba en problemas antes de que desapareciera.

―¿Cómo es eso? ―Caminamos por el pasillo hacia el laboratorio donde trabajaba.

―No he dicho nada a nadie. No quiero insinuar nada, pero la encontré en el


laboratorio la otra noche después de que habíamos cerrado. Ella estaba llorando.

―¿Había alguien allí con ella?

―No. Me había olvidado de mi teléfono. Siempre me pasa. Así que tenía que
tomarlo, Estelle me dejó entrar.

―¿Estelle?

265
―La Guarda. La más dulce dama.

―¿Quizá Estelle dejó entrar a la Sra. Adams?

―Oh no. Es la administradora. Tiene llaves de todo el lugar.

―Correcto. ¿Te dijo que pasaba?

―No, Estelle ni siquiera sabía que la Sra. Adams estaba allí.

―Quiero decir, ¿te dijo la Sra. Adams lo que pasaba?

Ella sacudió su cabeza.

―No. Se disculpó, agarró su bolso y salió a toda prisa. Pero sé cómo se sentía. A
veces sólo tienes que llorar y no hay ningún lugar privado en todo este lugar. No
podía culparla por venir aquí después de horas como estas.

―Estoy de acuerdo. ¿Notó algo fuera de sitio? Por ejemplo, ¿Estaba la Sra. Adams
despeinada de alguna manera como si hubiera sido atacada?

―No lo sé. Realmente no la conocía tan bien. Pero ahora que lo mencionas, creo
que alguien podría haberla herido.

―¿Qué te hace decir eso?

―Ella tenía sangre en su falda. No mucha. Como una gota que ella trataba de
limpiar.

―Está bien ―dije mientras giraba en un círculo y exploraba la zona por las cámaras.
―¿Por qué no le dijiste a la policía esto antes?

―Oh, he estado de vacaciones. Acabo de regresar. No tenía idea de lo que sucedió


con la señora Adams hasta que entré por la puerta hoy. Y entonces supe que tenía
que decirle a alguien.

―Aprecio eso. Gracias. ―le di la mano. ―¿Te puedo llamar si tengo alguna
pregunta?

Ella se iluminó.

―Por supuesto. Te ayudaré en todo lo que pueda.

266
―Aquí está mi tarjeta por si recuerdas cualquier otra cosa.

―¿Eres investigadora privada?

―Lo soy.

―Eso es tan cool. Me gustaría ser una IP.

Su credibilidad fue dudosa por un segundo. Ella era una asistente. Una de esas que
se sale de su camino para ayudar a los demás con la atención incluso cuando no
quería. Sin embargo, su información podría ser crucial para el caso.

Llamé a Parker en la salida.

―Necesito la filmación de las cámaras de la tarde del decimonoveno piso.

―¿Alguna área en particular?

―Cada área. Había sangre en la falda de Emery esa noche, y la encontraron


encerrada en el laboratorio llorando. Necesitas conseguir esa falda. Si ella fue
atacada, podría estar en la filmación de las cámaras.

267
Capítulo Veintidós

“Mi habilidad para tomar decisiones se parece mucho


a la de una ardilla cruzando la calle.”
—MEME

Me di una vuelta por el Café Satélite y me reabastecí de combustible antes


de salir al hogar de niños para entrevistar a la enfermera heroica. Sólo tenía que
encontrar una razón para estar allí.

—Podrías estar buscando a un niño para adoptar, — sugirió Cookie.

—Muy frío. Y no creo que el adoptar funcione así.

—Podrías ser un filántropo que busca hacer una donación.

—Demasiado frio. —

—Lo siento. De acuerdo, bueno, tal vez eres una periodista y quieres hacer un
reportaje sobre ella.

Pensé un momento. —Eso podría funcionar. Hay artículos escritos sobre ella.

—No hay nada inusual en lo que he encontrado aparte de enfermedades. Nunca se


ha casado y tampoco tiene hijos.

—Muy bien, gracias, Cook. Te llamaré si consigo algo interesante.

—Cuídate.

Salí en Misery y fui primero a la oficina para firmar y comprobar si la enfermera,


Florence Rizzo, estaba allí. No quería ir con la faceta de reportera.

Podrían no comprenderlo. Por lo tanto, cuando pregunté, le dije: —Soy una


consultora del DPA. Estoy trabajando en un caso del que la Señora Rizzo podría
tener información. — Ninguna de esas palabras eran técnicamente mentira. Estaba
más implicando el hecho de que el DPA me había contratado para investigar el caso.
Nunca dije abiertamente que me habían contratado.

268
La mujer detrás del mostrador no parecía impresionada de todas maneras.

—Está por el pasillo a la derecha.

Eso fue fácil. —Gracias.

De acuerdo, necesitaba una buena lectura de ella primero, y entonces hablarle de


la cadena de muertes. Una niña de unos dieciséis años con piel oscura y ojos
grandes y exóticos del color del cristal ahumado me dijo que la enfermera estaba
controlando a un niño en la enfermería. Las alarmas sonaron en mis oídos. Otro
niño enfermo en su cuidado.

Cuando ella entró, me puse de pie y le tendí la mano. —Hola, Mi nombre es Charley
Davidson. Soy consultora del DPA, y he sido contratada para investigar un caso
aquí en el hogar.

—Dios mío. Bueno, tome asiento, — dijo con un acento del noreste. Florence Rizzo
era una morena de cuarenta y tantos con un ligero sobrepeso a quien le gustaba el
Red Bull y los cómics, si su escritorio era alguna indicación.

Me senté frente a ella y esperé mientras despejaba su escritorio.

— ¿Tiene a alguien en la enfermería?

—Sí. Pobres bebes. — Golpeó los libros de historietas para enderezarlos, y luego
los guardó en su escritorio. —La gripe. Anda dando vueltas, ¿no lo sabía?

—Sí. Parece ser peor este año.

—También lo creo. Nadie es inmune. Malditos resfríos. Pues bien, ¿qué puedo
hacer por usted?

Desde luego, no estaba sintiendo nada fuera de lo común en ella, pero acaba de
empezar.

—Me Parece que ha habido varias muertes en el hogar en los últimos años, y me
contrataron para mirar el asunto.

—Cielos, —dijo, pero en lugar de estar angustiada o desconcertada, me dio la


sensación de que estaba más que dispuesta a cooperar.

269
Desafortunadamente, esa es la marca de respuesta de una persona con
Münchhause. Ellos querían la atención. Querían ser vistos como héroes o afligidos.
Cualquier cosa para poner la atención en ellos. Y, peor aún, no creen que hayan
hecho nada malo, así que obtener una lectura culpable de ellos es casi imposible.

—Hemos tenido algunos incidentes desafortunados aquí en la Casa Harbor, pero


están todos explicados en nuestros informes.

—Sí, los leí. Es sólo que, estadísticamente, se ve muy... inusual.

—Eso es cierto, — dijo, asintiendo con la cabeza totalmente de acuerdo. Entonces,


de repente una bombilla se encendió en su cabeza. —Pero usted no cree que hayan
sido homicidios, ¿verdad? Todos esos pobres niños tenían antecedentes de
enfermedades previas. Cada uno estaba enfermo. — Empezó a contabilizar los
nombres con sus dedos. —Y Luego están los accidentes. Gracias al cielo por tener
a la señora Ochoa. Si no fuera por ella, podríamos haber tenido otra tragedia justo
el otro día.

—¿Señora Ochoa?

—Sí. Nuestra custodia. Un montón de madera cayó y casi aplastó al pequeño Rudy.
La señora Ochoa vio lo que iba a pasar y lo empujó fuera del camino. Está en la
enfermería, también, con una pierna golpeada. A fin de cuentas, está bien. Y luego
están los suicidios. Dos de ellos.

―Tiene que entender, todos estos niños provienen de hogares rotos. A veces para
ellos todo parece ser demasiado, y piensan que lo único que les queda es tomar
sus propias vidas. — Lagrimas cayeron de sus ojos. –No estaba aquí cuando eso
pasó.

—Pensé que llevaba trabajando aquí más de diez años.

—Sí, sí. Sólo quería decir que no estaba en el sitio. Nuestro primer suicidio sucedió
en los pasillos de este establecimiento. Casi acabó con la directora, estaba tan
perturbada. Yo estaba en Delaware por una reunión familiar en ese entonces.

Sabía que su acento era del noreste.

—Y Entonces CC. Pobre CC. Pensé que lo estaba haciendo tan bien. Había llegado
a nosotros después de una mala situación en un hogar de acogida. No confiaba ni
en un alma al comienzo. Pero se adaptó tan bien. Yo tenía la noche libre cuando
ella se quitó la vida. Fue tan trágico.
270
Nada de esto tenía sentido. No había orden ni razón para las muertes. Accidentes,
suicidios y enfermedades extrañas. No había ningún patrón. No uno que pudiera
ver, al menos.

— ¿Puede decirme quien encontró a los niños que se suicidaron?

—Sí, el primero de ellos, un niño llamado Givens, fue encontrado por su compañero
de cuarto, y la segunda, CC, fue encontrada en la habitación de las chicas en la
planta baja por la señora Ochoa. Ella me llamó esa noche, estaba tan molesta. Pero
había una tormenta de nieve horrible, y casi no llego.

—Y ¿Qué pasa con los demás? —

—No le entiendo. —

—¿Quién encontró a los niños en los accidentes? —

—Okay, bueno, una era Abby, amiga de Matthew. Y con Roberto, que era nuestro
hombre de mantenimiento, encontramos a Joey. Y luego hubo otra chica, hermosa
cuando no estaba usando todo aquel delineador de ojos, que se enfermó y se quedó
inconsciente tan rápido que apenas tuvimos tiempo de llamar a una ambulancia. Y
entonces…—

La dejé hablar, tratando de reconstruir los hechos. Todos mis sentidos de sospecha
sugerían que la Señora Rizzo me estaba diciendo la verdad. Parecía realmente
angustiada. ¿Todo esto podría ser verdaderamente una coincidencia? Tal vez
realmente no había ningún homicidio. Tal vez esto era sólo una casa con mucha
mala suerte. Tal vez…

Cuando la verdad apareció, cerré los ojos, casi golpeándome por ser tan torpe. Me
recosté en la silla. Accidentes. Enfermedades. Suicidios en niños que no habían
exhibido ningún signo de depresión.

— ¿Está bien, Señora Davidson?

—Sí— Abrí los ojos. —Lo siento Señora Rizzo.

—Oh, Florence, por favor.

—Florence, Esto puede sonar extraño, pero ¿no notó ningún comportamiento
extraño en los niños antes de que murieran?

271
—No. — Pensó. –No que recuerde.

—Tengo. — Me volví a la chica que me había hecho entrar.

—Malaya, ¿Qué haces? – la Señora Rizzo se levantó para mandar fuera a la chica.
―Vuelve a la enfermería. — Se volvió hacia mí. —Tenía fiebre esta mañana,
pobrecita.

—Ellos no vuelven a ser los mismos, — dijo Malaya antes de que la mujer la guiara,
yo supongo, a la enfermería.

Bingo.

—Está Bien, — dije, saltando de la silla. —Supongo que voy a dejar que vuelva a
su día.

—Oh, está bien entonces. Buena suerte con el caso.

—Gracias. ¿Puedo conversar con Malaya en la puerta de entrada?

—Oh, supongo que no estaría de más. Pero luego derecho a la cama, jovencita.

Ella sonrió. —Sí, señora.

Caminamos unos pocos pasos antes de preguntarle: — ¿Qué haz notado, cariño?

—Aquellos con la maldición. No vuelven a ser ellos. Cambian.

Me detuve y me senté en una silla fuera de una oficina y acomodé mi bota para
ganar tiempo. Se sentó a mi lado.

— ¿Cómo cambian?

—Es muy despacio al principio. Ellos como que se vuelven locos, y luego se
enferman mucho, y luego algo horrible les pasa.

—¿Cuánto tiempo después de que algo pasa otro residente comienza a mostrar
síntomas?

—Toma un tiempo. Todos conjeturamos quien será el siguiente. Por un tiempo,


pensamos que iba a ser Heather, pero ella se fue. Escapó. Me gustaría ser así de
valiente.

272
—Lo eres, cariño. Estás hablando conmigo ahora.

—Eso no es ser valiente.

—Yo creo que sí.

Miró a una mujer por el pasillo. La custodia, la señora Ochoa, supongo.

—Ellos no nos creen. Pretenden hacerlo, pero no lo hacen. Tratamos de decirles


acerca de la maldición, pero nadie cree.

—Bueno, yo soy toda orejas — dije. —Te sacaste la lotería de las orejas. Si tuviera
más orejas, me llamarían Dumbo.

Me ofreció una media sonrisa con cara de tristeza.

— ¿Sabes quién está maldecido ahora?

Asintió y apretó sus labios para evitar que temblaran. —Hugo. Mi hermano pequeño.
Está en la enfermería, también. Es por eso que inventé tener fiebre.

Hijo de puta. Puse una mano en su espalda, y luego le pregunté: —¿Cómo se


inventa la fiebre?

—Solo reajustas el termómetro y te pones una compresa caliente en la cara antes


de que llegue la enfermera Rizzo.

Me reí en voz baja.

—Me pasé una vez, y me dijeron que tenía una temperatura de 44. Al parecer,
debería haber estado muerta. O en coma.

—¿Vez? — Dije, sonriéndole. —Valiente. Arriesgas mucho para estar aquí con tu
hermano.

—No realmente. — Su respiración elevó su pecho.

—¿Puedo verlo? ¿Cómo de incognito?

—¿Quieres decir, que te lleve escondida a verlo?

—Sí.

273
Su expresión se transformó en una de determinación. Asintió con la cabeza, me dijo
que fuera al baño y esperara por ella allí.

—Estaré justo aquí. No te metas en problemas por esto. Puedo inventar un montón
de razones para andar perdida en esta área del edificio.
Salió corriendo. Pensé en usar las instalaciones, ya que estaba aquí, pero sin saber
cuánto tiempo tenía, decidí aguantarme.

—¿Lista? — Preguntó ella, unos treinta segundos más tarde.

Asentí. Ella me llevó rápidamente por un pasillo y luego otro, y pensé en que no
tendría que inventar una excusa y hacerme la perdida. Realmente estaba perdida.
Mi sentido de la orientación era como mi sentido de moderación. Inexistente.

—Aquí, —dijo, deslizándose dentro de una habitación a oscuras.

Había seis camas en total, y tres de ellas estaban ocupadas.

—Allí, —Dijo, señalando, pero no tenía por qué molestarse. Vi a su hermano en el


momento en que entramos en la habitación.

Caminamos en silencio hacia él, pero antes de llegar a su cama, se sentó y nos
miró. A mí. Y se confirmaron mis temores.

Un demonio se sentó en su interior. Doce pies de altura a pesar de que el niño no


era más alto que cinco. Pero como Reyes había dicho, las reglas de este mundo no
se aplicaban. Se ajustaban. De alguna manera el demonio, con escamas negras y
dientes afilados, encajaba en su pequeño cuerpo. Ellos siempre encajan. Malditos.

Me senté en la cama junto a él, pero el chico solo me miró, su mirada vacía. Tenía
el mismo increíble color de ojos de su hermana, con gran iris brillante, ahumados y
febrilmente luminosos.

—Hugo, ¿Qué pasa? — Malaya preguntó a su hermano.

—Tienes razón, cariño — le dije. Puse su mano en la mía. —Tiene una maldición,
pero puedo sacarla de él.

Ella puso la mano libre sobre su boca.

—Tienes que confiar en mí, ¿de acuerdo?

274
Ella asintió.

—Voy a hablar con la maldición dentro de él. Diga lo que diga, y me puedo escuchar
mala, no se lo estoy diciendo a tu hermano. — Miré de nuevo a Hugo, al demonio
dentro de él, y solté la mano de Malaya. Ella puso su mano sobre su regazo y se
sentó en la cama más cercana, agarrando el borde del colchón, con los nudillos
blancos. Era probablemente la única familia que tenía.

—No estás siendo muy agradable, ¿verdad? — Le pregunte a la criatura.

Una de las esquinas de la boca del niño se deslizó hacia arriba.

Me adentré un poco más en el otro mundo.

—Puedo romperle el cuello, — dijo a través del niño, pero hablaba en arameo.
Aunque Malaya no tenía idea de lo que dijo, estaba inmóvil.

Le hablé de nuevo en su mismo idioma. –Vete ahora y no vuelvas nunca, y quizás


te deje vivir.

—Tú vete, — dijo, como si se tratara de un juego. ―Y quizás te dejemos vivir.


Aunque no te lo aseguro. — No era estúpido como la mayoría de ellos. Sabía que
en el momento en que salga de la protección del cuerpo del niño no tendría ninguna
oportunidad. En realidad no esperaba que lo hiciera. Tomé la oportunidad, bajé mi
mano hacia el suelo y esperé a que Artemis apareciera.

Ella se escurrió debajo de la cama y tomó posición. Enseñó los dientes, sin
embargo, se quedó completamente en silencio detrás de él, lista para atacar. El
muchacho inclinó la cabeza, preguntándose lo que estaba haciendo, cuando
congelé el tiempo y asentí. Artemis saltó en el pecho del niño y arrastró fuera al
demonio.

Al comienzo estaba congelado a causa del tiempo, rígido e incoherente, saliendo


hacia el exterior, pero el segundo en el que mi luz tocó su piel, se estrelló en la zona
horaria actual y comenzó a gritar y retorcer su mandíbula. Se resistió y se lanzó
hacia delante para morderme, sus dientes como hileras de agujas, afiladísimos y
mortales. Falló. Luego echó su enorme cabeza hacia atrás, doblando la columna
hasta que oí que crujió. O pudo haber sido la mordida de Artemis.

— ¿Por qué? — Le pregunté.

Había comenzado a disolverse. Disipándose. Esparciéndose en el aire.


275
— ¿Por qué hiciste esto?

Con un último esfuerzo, me miró de nuevo y dijo: —Para vivir mientras esperamos.
Hay muchos más en las sombras.

— ¿Qué? — Le pregunte, pero perdió su control y se evaporó como cenizas en el


viento. — ¿Esperar que?

El tiempo se recuperó, chocando contra mí, el ruido ensordecedor de una fracción


de segundo antes de que el mundo se acomodara alrededor mío.

—Hugo — Dijo Malaya. — ¿Estás bien?

Parpadeó y sacudió la cabeza. —Ya Te dije que estoy bien. Te preocupas


demasiado.

Ella me miró expectante.

Asentí. ―Él estará bien. Ya se fue.

Un hoyuelo le apareció en la mejilla. — ¿De Verdad?

—De Verdad.

Dio un salto hacia adelante y abrazó a su hermano. Él le acarició la cabeza, sin


saber qué hacer y probablemente con un poco de asco. Tenía la sensación de que
no se abrazaban mucho, pero ¿Qué hermanos lo hacen?

Le di a Artemis un rápido “Buena Chica”, luego se lanzó fuera de mis piernas como
un torpedo, eso me iba a doler después, y desapareció a través de una pared.

— ¿Que está haciendo aquí?

Nos giramos para ver a Florence caminando hacia nosotros. Y Flor no estaba
contenta.

—Quería presentarle a Hugo, — dijo Malaya.

—Lo siento. — Me preparé para salir. ―Ella no quería causar problemas.

—Está Bien, señora Davidson. — se relajó y se volvió hacia el muchacho. —Hugo


es muy especial.

276
— ¿Oh, sí? – Le pregunté.

Él sonrió de oreja a oreja. —Soy un inventor. Voy a inventar una maquinita para
llevar en el bolsillo que convierta el agua salada en agua potable para que cuando
el calentamiento global derrita todo el hielo, todavía podamos beber el agua en la
que estemos nadando. Ya sabe, para no morir de sed.

—Y seguro que lo harás. — dijo la Señora Rizzo.

—No tengo ninguna duda, —dije.

Le comenté a la Señora Rizzo y, finalmente, al director de la casa que me había


encontrado con Heather y que ya estaba en su camino de regreso. Tendrían que
llamar a la policía, aunque Heather haya regresado por su propia voluntad, porque
ya habían reportado su desaparición, así que llame a Tío Bob. Podría explicarle lo
que pasó, y él podía asegurarse de que no se presentaran cargos en su contra.
Pero él estaba fuera en una investigación, por lo que tuvo que llamar a un oficial.

Luego llamé a Heather y Parí y les di la noticia. La maldición se había ido y no


volvería. Pensé que lloraría. Pari, no Heather.

Pari la trajo de vuelta a la casa hogar, y pasé la siguiente hora explicándole al


agente sobre la maldición y cómo Heather creía que ella la tenía y se iba a morir si
no huía. Él se rió como supuse que haría, y dijo que una vez que se presente el
informe y se saque de la lista de personas desaparecidas, no creía que habría más
preguntas.

Me tomó un tiempo convencer a Heather que no estaba maldita. Que nunca lo


estuvo, y que la maldición no volvería. —Pari me dijo que no eres de este mundo,
— dijo Heather cuando estuvimos solas.

—Parte de mí lo es.

—Dijo que eres de otra dimensión.

—Parte de mí lo es.

—Dijo que eres como una princesa allí.

Podría vivir con eso. —Más o menos.

277
—Me gustaría poder ver tu luz como ella la ve.

Negué con la cabeza, agradeciendo que no pudiera. Pensé en Beep, lo que iba a
pasar por crecer de manera diferente. Aunque nunca había deseado ser otra cosa
de lo que soy, no fue fácil crecer con tal capacidad. —Estoy contenta de que no
puedas. Y Pari habla demasiado.

La enfermedad de Heather se reducía a una gripe inusual que había estado dando
vueltas. Estaría bien, y tuve que admitir, el entusiasmo que mostró la enfermera
Rizzo cuando Heather apareció calentó mi corazón. Ellos entendían a los niños. Tal
vez no todo el tiempo, pero se preocupaban.

Le di abrazos a todos, y luego Pari y yo fuimos a nuestros coches. —Te ves como
si te hubiera golpeado el camión de la desesperación, — le dije.

Ella se encogió de hombros. –Como que me gustó tenerla cerca.

—A mí también. Hey, tal vez tienen, como, un programa de hermanos mayores en


donde podamos venir a pasar el rato con ellos.

Se iluminó. — ¿Tú crees?

—No está de más preguntar.

—Tienes razón.

Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y corrió hacia el interior para hablar con
el director.

278
Capítulo Veintitrés

“Estaba lista para comerme al mundo, hasta que vi algo brillante.”


— CAMISETA

Dejé a Pari, con la esperanza de encontrar a Osh'ekiel en algún lugar de la


gran inmensidad. Pero Cookie llamó antes de que llegara muy lejos.

―La casa de los pantalones de cuero de Charley.

―¿Puedes hablar?

―Creo que sí. Podría arrastrar mis palabras un poco, no pude dormir mucho. De lo
contrario, estoy bien.

―Apuestas.

―Demonios sí. Las vegas, blackjack., strippers masculinos.

―Sr. Adams.

―Creo que él puede ir también, pero él tiene que conseguir su propia habitación.

―Es por eso que todos sus negocios fracasaron. ―Paré en seco.

―¿Estás tratando de decirme que el señor Adams tiene un problema con las
apuestas?

―Un graaaaaan problema ―dijo. ―Está enterrado en deudas. Y no de las buenas.

¿Existían deudas buenas? Y ahora la pregunta de los $20.000.

―¿A quién le debe?

―Todo lo que pude averiguar es que su corredor de apuestas es Danny Trejo.


―Cuando no dije nada, dijo, ―Lo siento, vi Trejo y me emocioné. Su corredor de
apuestas es Umberto Trejo.

279
―De ninguna manera. Seguramente, ese no es el mismo Umberto Trejo con el que
fui a la escuela. Y ¿de dónde sacaste esta información? ―Yo estaba totalmente
impresionada.

―Tengo mis fuentes.

―Mm-hm. ¿Tío Bob?

―Sí. Parece que también han estado buscando en el caso Adams.

―Pensé que no sabía nada sobre el caso.

―Se oyen cosas. Eso es lo que él dijo.

***

Con mis planes para cazar a Osh frustrados una vez más, hice un par de
llamadas y me dirigí a un antro en Mitchel llamado el Antro. Según mis fuentes, allí
era donde Umberto llevaba a cabo su negocio. Y si se lleva a cabo allí, tenía la
sensación de que sabía para quién trabajaba, un abogado de mala muerte que tenía
en su mano más tarros de galletas infestados de moho que un congresista corrupto.

Entré para encontrar varios hombres esparcidos por el lugar. Casi todos los
hombres se voltearon hacia mí, su paranoia creciendo en su fea cabeza. Debía
apestar ser un criminal y sospechar de toda persona que vieras. Había formas
menos estresantes de ganarse la vida.

La única persona que no se giró hacia mí era un tipo bajo y fornido que estaba
revisando notas en un bloc. Me acerqué a él, con toda la fría indiferencia.

―Acaso no es este Zumberto. ―Solíamos llamarlo así porque el zumbaba en todas


partes. No se podía sentar por más de unos pocos minutos a la vez. Pudo haber
sido el niño del cartel para un anuncio de Adderall.

Sorprendido, levantó la vista hacia mí. ―¿Charley Davidson?

―Todo el día, todos los días. ¿Cómo has estado? ―Me senté tres a tres taburetes
detrás de él, más cerca de la puerta y la libertad a la que debía huir. Todos los ojos
estaban todavía en mí, demasiado tensos, demasiado listos para torturarme, para
obtener información. O simplemente para torturarme. Este era seriamente un grupo
paranoico.

280
Se movió, repentinamente incómodo. ―Bien. ¿Qué pasa? He oído que estabas
trabajando para la policía.

―Y sólo puedo imaginar para quien trabajas tú.

―Nadie. Soy dueño de este lugar. ―Indicó el pequeño edificio levantando la barbilla
al más puro estilo mafioso.

―Permíteme parafrasear. ¿A quién le llevas la contabilidad?

Él presionó su boca en una sonrisa evasiva y se encogió de hombros. ―Ni idea de


lo que estás hablando y podrías pensar en irte. Ahora.

Me moví a un taburete más cerca. ―Estoy aquí por asuntos oficiales. No me


gustaría que este lugar consiguiera una orden de allanamiento. – Chasquee la
lengua y miré alrededor, la madera sucia y espejos más sucios, el suelo inclinado
hacia el norte, las mesas de billar en muy mal estado. ―No me gustaría verte perder
esta joya.

―Cumple su propósito. ¿Por qué me estas amenazando? Estábamos bien en la


escuela, ¿verdad?

―Sí, lo estábamos. ―Me atrevía a decir que éramos amigos. Siempre me han
gustado los payasos de la clase. ―Pero eso fue antes de que empezaras a llevar
contabilidades. ¿También cobras las deudas? Eso explicaría los musculosos
pasando el rato en una hora tan temprana.

―Davidson, ¿qué quieres que diga?

Me moví a otro taburete más cerca. Umberto hizo señas que se marchara a un
hombre quien venía hacia mí con mano dura. ―¿Me puedes decir cuál es el trato
con uno de tus clientes?

―¿Hablas de tus clientes, señorita investigador privado?

―Entonces, has estado vigilándome.

―No, hombre, sólo sé porque ayudaste a mi primo. ―Dejó caer la farsa y se


suavizo. ―Él era buscado por secuestro y obstrucción o algo así. Has demostrado
que esa chica loca le tendió una trampa. Absolutamente eres una tipa dura,
Charlotte Davidson.

281
―De ninguna manera. ―Estaba sentada en el taburete a su lado. –¿Eres el primo
de Santiago? Yo solía tener un flechazo por él.

―Todo el mundo lo tenía. Maldita sea, ese pendejo tenia a todas las chicas en la
escuela. ―Él hizo una seña al camarero. ―¿Qué puedo conseguirte?

―Oh, sólo agua. Yo... tuve una noche interesante. Estoy un poco deshidratada.

―Eso escuche. Entonces, ¿por qué estás en mi negocio?

―Necesito información acerca de una persona a la que llevas los libros.

– No estoy seguro de que pueda decirte nada, pero dispara.

Pensé en cómo hacer la pregunta sin parecer demasiado molesta, pero me di por
vencida antes de llegar a cualquier lugar prometedor. ―¿Cuánto te debe Geoff
Adams?

Estaba mirando hacia el frente, una lenta sonrisa se dibujó en su rostro. ―No sé de
quién estás hablando.

Sabía que eso no iba a funcionar. ―Entonces, ¿me puedes decir si él te debía
dinero?

―Solo llevo los libros. Si él le debía dinero, por ejemplo, a alguien de la


organización, estoy condenadamente seguro que no podría ser yo.

―Oh. Está bien. ―En realidad no parece ser el pivote central. Decidí apelar a su
sentido de la familia. ―Umberto, ―dije, poniendo una mano en su brazo. ―Es
importante. Su hija ha muerto.

Se mordió el labio, puso la copa en el bar, y se giró hacia mí. Entonces él se acercó,
puso una mano en mi cadera, se inclinó hacia delante hasta que su boca estaba
sobre la mía.

No había lujuria en sus ojos. No tenía ninguna intención de tocarme. Estaba, sin
embargo, buscando un cable. Deslizó una mano debajo de mi suéter, mi estómago,
y por Peligro y Will. Por suerte, yo no era mojigata. Su manoseo habría seriamente
puesto nerviosa a alguien como Cookie. ¿Pero yo? Me podía sentir todo el día,
siempre y cuando esto fuera lo único que hiciera. Y él me dijo lo que tenía que saber
al final de la misma.

282
Cuando tocó en torno a mi espalda y a lo largo de la cintura de los vaqueros,
deslizando sus dedos un poco más de lo necesario, lo utilizó para tirar de mí a través
de los taburetes hasta que mi entrepierna estaba a horcajadas sobre la suya.
Mientras hacía todo eso, él si tenía un poco de deseo, pero sólo algo insignificante.
Nunca había gustado de mí y ambos lo sabíamos.

Me incliné para que pudiera presionar su boca a mi oreja. La habitación se había


quedado en silencio, nadie se movió mientras observaban el espectáculo erótico
desarrollándose ante ellos.

―Sólo te estoy diciendo esto porque no tenemos nada que ver con la muerte de la
chica.

―Funciona para mí.

Poniéndome a prueba aún más, al ver lo lejos que podría tomar la farsa, deslizó una
mano entre mis piernas, acariciándome suavemente con su dedo pulgar.

―Le debía a Fernando una mierda de toneladas. El tipo era una cagada total y
simplemente siguió cagandola una y otra vez. Simplemente hundiéndose más y
más. Profundo no es un lugar en el que quieras estar con Fernando.

―Podrías haber dejado de tomar sus apuestas.

―Hey, si Fernando dice dale un marcador, le doy un marcador. Parece que el padre
del chico está forrado, y Fernando tenía un plan.

―Esto suena mal.

Dejó que sus labios acariciaran el lóbulo de mi oreja. El vello de su rostro hizo
cosquillas y casi me rió.

―Digamos que su última apuesta era grande. Creía saber algo acerca de un juego
de lanzar, y lo puso en más de trescientos mil dólares.

―Mierda.

―Fernando tomó la apuesta. Dijo a Adams que si perdía y no podía pagar una vez
más, empezaría matando a todos los que amaba, iniciando por su hija.

283
―Umberto ―dije, preguntándome de pronto en que se había metido. Hundí mis
dedos dentro de la manga de su chaqueta.

Tiró de mí con más fuerza. ―Tú no entiendes. Cuando la partida no fue de la manera
que Adams quería y la chica en realidad murió, Fernando enloqueció. Se puso como
una fiera, querida. Estaba tan molesto. Pensé que uno de sus hombres lo hizo sin
su permiso, pero confía en mí, eso no sucedió. Él… Los interrogó a todos.

Me eché hacia atrás para mirarlo. ―Umberto, ¿Estás seguro de que no lo hizo?
Porque eso sería una condenada coincidencia.

―Ve y pregúntale tu misma, querida. Ya verás.

―Bueno. ¿Te mantendrás fuera de problemas?

Me soltó y extendió las manos. ―Siempre. Soy un lirio blanco, bebé.

Los hombres que nos rodeaban rieron mientras me ponía de pie para irme. Me
atrapó y se inclinó de nuevo. ―Realmente no necesitaba el espectáculo.

―Tú y yo sabemos que eso no es cierto.

Levantando la mano hasta mi cara, pasó el pulgar por el labio inferior y luego lo
lamió como si estuviera saboreando el último rastro de chocolate en la punta de los
dedos.

Estaba impactada. No sentí deseo viniendo de él en olas como lo hacía cuando por
lo general un chico estaba interesado. Entonces me di cuenta de por qué. No era
deseo lo que sentía, sino algo más profundo.

Tomó mi mano y la apretó contra su pecho. ―Me rompiste el corazón una vez,
querida. Tengo que protegerlo ahora. Lárgate. ―Me guiñó el ojo juguetonamente y
luego me soltó la mano y se volteó dándome la espalda. Me tomó un largo momento
darme cuenta de que no había estado bromeando.

Salí, devanándome los sesos, tratando de recordar cómo y cuándo, posiblemente,


podría haber roto el corazón de Umberto. Decir que habíamos sido amigos era una
exageración, estábamos en la misma clase, yo lo conocía, el me conocía, pero
nunca nos habíamos dado mutuamente la hora del día.

284
Misery ronroneó a la vida a mi alrededor, su motor sólo un poco más ruidoso que
un 747. Yo estaba a punto de regresar a la oficina por más información, mayormente
sobre este personaje, Fernando, cuando me llego un mensaje. Debe haber sido de
Umberto. Decía que Fernando me podía ver en dos horas y tenía una dirección para
reunirnos.

No conteste.

***

Ya que tenía algo de tiempo y que no iba a tener que cazar a Fernando,
conduje a la casa del Sr. Adams. No podía creer lo equivocada que había estado
sobre él. Lo había catalogado como un hombre estable, un padre estelar, un pilar
de la sociedad, pero incluso su propio padre tenía sólo cosas malas que decir sobre
él.

¿El Sr. Adams padre sabía que el Sr. Adams Jr. era también un apostador
degenerado, por muy cliché que fuera? No lo creía. Él me lo habría dicho. Pero,
¿cómo puede alguien caer tan profundamente en los juegos de azar, perder todo
una y otra vez sin que nadie se entere? Nadie con los que había hablado, por lo
menos.

Cookie y yo charlamos de todo lo que había averiguado sobre el señor Adams,


mientras estaban abusando de mí. Había tenido una colorida vida llena de una gran
cantidad de eventos desafortunados. Un poco demasiado.

El Sr. Adams estaba en casa cuando llamé. Era solo un caparazón cuando abrió la
puerta. Pálido y marchito como si tuviera toda la intención de simplemente
consumirse. La culpa lo estaba comiendo vivo. Umberto tenía que estar equivocado
acerca de su jefe. Fernando tenía que haber hecho esto.

―Señora Davidson. ¿Encontró algo para exonerar a Lyle Fiske? ―preguntó


mientras mantuvo la puerta abierta.

―Todavía no, pero estoy muy cerca.

Nos sentamos en su desordenada sala de estar. Revistas yacían sobre el


apartamento. Un cesto de ropa se asentaba en un extremo del sofá con los platos
sucios resaltando el desorden. La parte más limpia de la habitación era un tanque
con una tortuga en él.

285
Resistí el impulso de presentarme a la tortuga. ―Sr. Adams, estoy totalmente
dispuesta a descubrir qué le pasó a su hija, pero necesito su ayuda.

―Por supuesto. Cualquier cosa.

―No pude dejar de notar que ha tenido algunos accidentes desafortunados en los
últimos años, cosas extrañas como una pierna rota, un hombro dislocado y ¿Perdió
dos dedos en un accidente de construcción?

Él juntó las manos. ―Señora. Davidson, ¿Qué tiene eso que ver con mi hija?

―Señor, promete ser honesto conmigo. ―Cuando él no dijo nada, añadí, – Creo
que tiene mucho que ver con ella y una cierta apuesta que ha realizado.

Casi no había dicho la última palabra cuando el Sr. Adams se desmorono por
completo. Sollozó en una toalla sobre la que se había sentado en el sofá. Sus
hombros se agitaban tan fuertes que pensé que se desprenderían sus costillas.

―Tomé la apuesta, – dijo, con la voz quebrada en cada sílaba. ―Yo no creí que lo
haría.

―¿Un hombre que le rompió la pierna? ¿Qué tomo sus dedos?

―Fernando no hizo esto. ―Él levantó la mano. Sus dedos meñique y anular habían
sido cortados en los nudillos. ―Ese fue otro corredor de apuestas en otra ciudad en
otro tiempo.

―¿Por cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?

―Desde que estaba en la escuela primaria. Yo apuesto a todo. Solía ser enviado a
casa por correr juegos de azar en el patio escolar. Me iba durante días sin comida
y usaba ese dinero para hacer apuestas de uno u otro tipo.

―¿tu padre nunca te consiguió ayuda?

Se rió un largo momento, era amargo y lleno de dolor. ―Oh, nunca he estado a la
altura de sus estándares impecables y él no me deja olvidarlo. Los hombres Adams
no necesitan ayuda, ellos se paran sobre sus propios pies.

―¿Es por eso que lo hizo? ¿Cómo una venganza hacia él?

286
―No lo sé. Todo lo que sé es que tomé la apuesta. Firme la sentencia de muerte
de mi propia hija. ―Se rompió de nuevo.

―Lo siento, Sr. Adams. Pero todo esto son habladurías. No limpiaran a Lyle Fiske.
Las pruebas contra él son demasiado sólidas. Necesitamos algo más para sacar a
Lyle. Necesitamos una garantía.

Y yo podría tener una. No podía llevar un micrófono a la reunión con Fernando, pero
tal vez podría conseguir algo que nos ayudaría. Mirar alguna pista para conseguiría
absolver a Lyle.

Fernando tenía que haberlo hecho. ¿Quién más? A menos que un miembro de su
grupo realmente lo hiciera, posiblemente pensando que Fernando lo apreciaría.
Pero cuando él enloqueció y comenzó a cuestionar a sus hombres, quien lo hizo
calló, asustado por su vida.

Si el culpable estaba en la reunión, yo sería capaz de sentirlo. Por lo menos, le


podría decir a Fernando y negociar para que la parte culpable se entregara.

Justo cuando me puse de pie para irme, vi una escopeta en la esquina de la sala de
estar y yo sabía exactamente por qué estaba allí.

―Lo siento, pero ¿podría darme un vaso de agua?

―Por supuesto.

En el momento en que salió de la habitación, envié un mensaje a Parker. En la casa


de Adams. Ven aquí ahora.

En una reunión. Estaré allí en una hora.

Maravilloso. ¿Cómo iba a mantener ocupado al Sr. Adams por una hora? Yo misma
tenía una reunión a la que asistir.

No podía poner a Cookie en medio de esto, Ubie estaba ocupado. Tampoco podía
arrastrar a Pari en esto, apenas la había arrastrado en el caso de Heather. No tuve
elección.

Cuando él volvió a entrar, yo estaba apuntando hacia el con la escopeta.

―¿Qué es esto?, ―Preguntó, alarmado. Por una buena razón.

287
―Siéntese, dije señalando el sofá haciendo un gesto con la pistola como lo hacían
en las películas.

Se quedó allí, tomó un trago del agua que estaba destinada para mí, y se resignó a
su destino abriendo sus manos. Joder, yo no había pensado en eso, apuntar con un
arma a alguien que es suicida es como si la Navidad llegara antes.

Nunca pienso más allá de las cosas.

―Lo digo en serio, ―dije con los dientes apretados, con la esperanza de que eso
me haría sonar más auténtica.

―Solo hazlo. Por favor. ―Las lágrimas aún brillaban en sus ojos, y por muy enojada
que estuviera con él, mi corazón todavía dolía.

Solté un ruidoso suspiro de derrota y empecé a bajar el arma cuando me acordé de


la tortuga en el tanque. Sonreí abiertamente y apunte con la pistola a su dirección.
―Siéntese.

Gracias a Dios el señor Adams no tenía idea de que prefería dispararle a él antes
que a la tortuga.

288
Capítulo Veinticuatro

“El escudo de mi familia es una envoltura y lazos en la parte posterior.


¿Eso es normal?
— HECHO CASI REAL”

Después de atar al Sr. Adams, puse su teléfono en la mesa frente a él.

―Puede llamar a la policía cuando me vaya. Solo tiene que utilizar su nariz,
funciona, créame.

―¿Por qué estás haciendo esto?

―Debido a que, señor Adams, usted es un peligro para usted mismo. También he
llamado a Parker. Oh y voy a reunirme con Fernando, así que, si puede esperar
para llamar a la policía y hacer que me arresten por, digamos, alrededor de veinte
minutos, se lo agradecería

―No puedes reunirte con él, ―dijo el Sr. Adams. ―Señora Davidson, Charley, él no
es un buen tipo. Mire lo que le hizo a mi bebe, por favor—

―Sr. Adams, esta es la única manera de conseguir que retiren los cargos en contra
de Fiske. Necesito encontrar al verdadero asesino

Él inclinó la cabeza, el dolor lo consumía.

Lo dejé solo de esa manera, con la esperanza de que no hubiera otra arma en la
casa y que Parker realmente llegara cuando dijo que lo haría. Por si acaso, llamé al
tío Bob, le dije que había atado a un hombre por su propia seguridad y le pedí que
enviara un uniformado en, digamos, unos veinte minutos.

Lo último que escuche antes de colgar fue “¿Qué hiciste que?”

Me detuve cerca de una bonita casa en lo que era conocido por los lugareños como
la zona de guerra. Las tasas de criminalidad en esta parte de la ciudad eran
astronómicas. Llamé a la puerta principal de la casa, un buen adobe con flores en
los enrejados de las ventanas y hiedras creciendo a los lados. No era enorme, pero
era más bonita que la mayoría de las casas en el vecindario.

―Por aquí.

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Me giré hacia un hombre indicándome que fuera por el lado de la casa y a través de
una puerta hacia el patio trasero.

―¿Eres Fernando? ―cuando no respondió, le pregunté, ―Del tipo silencioso y


fuerte, ¿eh? ―Cuando llegamos al patio trasero, un hombre a mediados de sus
cincuenta me hizo señas con un tenedor de barbacoa. Sólo podía esperar que no
fuera el instrumento de mi muerte.

―Soy Fernando.

Espera. Según las malas lenguas, yo era inmortal. No me podía matar con un
tenedor de barbacoa.

Luego levantó un cuchillo para deshuesar de ocho pulgadas.

Pero, ¿con un cuchillo para deshuesar?

―Soy Charley.

Necesitaba afeitarse desesperadamente, llevaba el pelo ligeramente canoso en una


cola de caballo y una camisa hawaiana brillante con un tanque de una línea debajo.
El sol había hecho acto de presencia, pero de lejos para camisas hawaianas y
tiempo de barbacoas. Él no era lo que esperaba.

―Usted no es lo que esperaba.

Se rió y volteo una pila de costillas en la parrilla. El humo se elevaba a su alrededor


y mi boca se hizo agua, solo un poco, no lo suficiente para babear abiertamente.

―¿Vas a comprobar si tengo un cable?

Se rió una vez más. ―Creo que Umberto cubrió eso. ¿He oído que piensa que maté
a la hija de Adams?

―Ya no más.

Me miró desde encima del hombro y luego hizo un gesto para que me sentara en
una mesa de patio. ―Bien, porque no lo hice. Amenacé, por supuesto, pero sólo
porque él no me conoce lo suficiente para saber que nunca haría algo así.

Un grupo de niños salió corriendo por delante de nosotros, las chicas gritando
mientras los chicos las perseguían con las manos sucias.
290
―¡Abuelo! ―Una de las chicas gritó. ―¡Sálvame!

―Ay, mi'jita. Dejen de hacer eso y vuelvan a entrar. ―Ellos corrieron junto a
nosotros de regreso a la casa. ―Lo siento.

Negué con la cabeza. ―No hay problema. Son adorables.

―Entonces, ―dijo, limpiándose las manos y sentándose a mi lado, ―si me cree,


¿qué hace aquí?

―Me preguntaba acerca de sus hombres. ¿Los interrogó a todos ellos?

―Lo hice. Ninguno de mis chicos lo hizo y ¿Por qué lo haría cualquiera de ellos?

―¿Están aquí? ¿Sus hombres?

Tomó un trago de cerveza. ―Los más confiables está aquí, pero tenemos una red
muy extensa. Para conseguir a todos ellos aquí tomaría un tiempo. Umberto dijo
que tiene un don para extraer la verdad a la gente.

―Lo tengo. Algo así.

Se inclinó hacia delante. ―Yo también.

Apuesto a que si lo tenía. ―¿Le importaría que les pregunte? ¿A sus hombres?

―¿Todos ellos? Sí, realmente. Pero sólo un puñado sabía lo que le había dicho a
Adams, y ellos nunca hablarían de eso fuera del círculo.

Les indicó a sus hombres que vinieran fuera. Estaba claro que era un día de
descanso. Estaban vestidos casualmente y cada uno tenía una cerveza o fichas en
sus manos.

―The Walking Dead ―dijo.

Eche un vistazo al grupo de siete hombres. La mayoría de ellos eran hispanos,


aparte de uno. ―Se ven bien para mí. ¿Está pensando en matarlos más tarde?

―El show. En TV. Es un maratón. Estamos celebrando.

―Oh. ―Eso tenía mucho más sentido que el escenario en mi cabeza.

291
―Son todos suyos. ―Lo dijo con una sonrisa que era alrededor de una cuarta
sonrisa.

―Um, está bien. ―Me puse de pie lentamente y dirigí una dura mirada en ellos.

La mayoría de ellos trató de no reírse. Uno de ellos falló y obtuve un bufido. Se


enderezó inmediatamente.

―¿Alguno de ustedes mato a Emery Adams?

Una vez más, la mayoría de ellos se quedó allí, pero uno negó con la cabeza,
vigorosamente, burlándose totalmente de toda la situación.

Caminé de hombre a hombre, deteniéndome delante de cada uno por un segundo


y haciendo la misma pregunta antes de continuar al siguiente. Estaba segura de
que pensaron que estaba loca, pero yo estaba bien con loca. Me habían llamado
cosas peores.

Después de conseguir nada de ninguno de los hombres que sugiriera que lo habían
hecho, dije: ―Supongo que todos son Jefes.

El payaso golpeó al chico a su lado en el hombro. ―El Jefe, ―dijo, y Fernando lo


miró. Se calló de nuevo, pero me sorprendió que el chico todavía estuviera vivo.

―Mi sobrino. ¿Qué puedo hacer yo?, ―dijo.

―Ah. Puedo preguntar, solo para asegurarme, ¿Quién escucho la amenaza…

―Presunta amenaza, ―dijo Fernando.

―…que Fernando hizo al Sr. Adams?

Después de conseguir el visto bueno de Fernando, dos levantaron la mano. Los


otros cinco no tenían ninguna idea. Los despedí y luego pregunte, ―¿Seguro que
no le dijeron a nadie? Es sólo una coincidencia muy grande que Fernando hiciera la
amenaza dos semanas antes que Emery Adams fuera asesinada.

―No creo que entienda cómo funciona esto, ―dijo uno.

292
Era el más grande el que me había llevado al patio trasero. El otro era más joven y
tenía un rostro humilde y sin embargo terriblemente guapo. Es probable que creciera
en su aspecto y en su posición con la familia. No era tan arrogante como el resto.

―No nos vamos a casa y les decimos a nuestras novias lo que hicimos en el trabajo
ese día.

―¿Ninguno de los dos están casados?

―O nuestras esposas, agregó con una sonrisa.

El más joven se rió suavemente y yo no podía descifrarlo. Sus emociones eran


diferentes de los demás.

―Por lo tanto, los únicos en la habitación cuando hizo esa amenaza…

―Presunta Amenaza.

―…fueron estos dos hombres? Y eso fue...

Mi voz se apagó cuando comencé a comprender. ―¿Donde tuvo lugar esta


conversación?

―En su casa, ―dijo Fernando.

―Tuvimos que hacerle una visita cuando Umberto me dijo que quería hacer una
inversión tan grande.

Me senté de nuevo, incapaz de creer que lo que sabía tenía que ser la verdad. Era
lo único que encajaba.

―Siento haberle molestado, Fernando. Las costillas se están quemando.

―Hijo de puta. ―Él se levantó y corrió hacia ellos.

Empecé a salir por mí misma, pero el gran hombre hizo una seña al más joven, y él
me acompañó todo el camino hasta Misery.

Le iba a decir algo a él, algo de apoyo y ánimo, pero nunca fui buena en palabras
de ánimo y si le dejaba saber que yo sabía, sólo lo iba a estresar más de lo que ya
estaba.

293
En su lugar, le di las gracias y le deje caminar de regreso. Miró por encima de su
hombro una vez, como si estuviera preocupado de que supiera, así que baje la
mirada a mi teléfono.

Él era un policía encubierto. Y él era bueno. Yo nunca habría sospechado de el en


un millón de años, pero los agentes que trabajan encubiertos tenía un nivel de estrés
que uno rara vez se encuentra en ningún otro lugar. Y se estresaban por las cosas
equivocadas. Era como darle un Rorschach a un centenar de niños y conseguir
respuestas similares de todos menos uno. El niño que ve el mundo de manera
diferente.

Los policías encubiertos ven de todo desde unos doce ángulos más que el
ciudadano promedio, tienen que, sus vidas dependen de ello. Sin saber en quién
confiar. Si lo conseguirán. Si vas a estar bromeando con los chicos un minuto y
luego muerto con una bala en la cabeza al siguiente. No le envidio su posición.

Después que dio la vuelta en la esquina, llame a Parker. Él estaba a punto de


estallar de nuevo, pero no tenía tiempo para su berrinche.

―Parker, ¿has sacado las imágenes de las cámaras de vigilancia en el hospital?

―Lo ataste.

―Él iba a cometer suicidio.

―¿Y si presenta cargos?

―Pff, no lo hará. Él tiene mucho más por lo que preocuparse que yo apuntándole
con una pistola.

―Así que, admites que lo hiciste.

―Parker, ¿qué coño? ¿Tienes la grabación o no?

―Sí. ¿Por qué? No hay nada ahí.

―¿Ella nunca fue atacada? ¿Discutió con alguien?

―No. Tenemos todo su día. Parecía molesta todo el día y en realidad se fue por un
tiempo para tomar la cena.

294
―Por lo tanto, ¿ella se fue y volvió?

―Sí.

―¿y qué hizo?

―Entró en su oficina. Sin cámaras. Y cuando salió, se fue directamente al


laboratorio. Parecía que había estado llorando. Ella estaba limpiando su cara.

Apoyé la cabeza en el volante de Misery. ―Parker, soy tan estúpida.

Él no discutió. Cabrón.

―Creo que sé lo que pasó, pero tengo que comprobar una cosa más.

―¿Qué? Dímelo ahora.

―Tengo que comprobar algo. – Si me equivocaba, iba a parecer mucho más que
estúpida, así que opte por no expresar mis sospechas.

―¿Qué pasa si mueres en un extraño accidente? Solo dime.

―Lo hare. Dame hasta esta noche.

―Davidson…

Colgué antes de que pudiera amenazarme otra vez y llame a Cookie.

―¡Estás viva!, ―dijo, aliviada.

―Sí, Fernando y yo congeniamos totalmente. ¿Has mirado en las propiedades del


Sr. Adams Padre?

―Oh, sí. Es como él te ha dicho, vendió casi todo hace un par de años y liquido
todos sus bienes.

―¿Casi?, ―Le pregunté, sin saber si mi corazón debía volar o hundirse. Este caso
estaba a punto de ser muy complicado.

***

295
Posponiendo nuevamente mi búsqueda de Osh, agarré algo que se parecía
mucho a las tiras de pollo en un auto-servicio, fui a otro auto-servicio por un café
con leche moca, y a continuación, me dirigí hacia la vida al aire libre. Mi ruta tomaría
un poco más de dos horas, pero si estaba en lo cierto, y me gustaba pensar que lo
estaba, valdría mucho la pena el viaje.

Ni siquiera había llegado a la I-25, sin embargo, antes había visto una camioneta
verde neón muy familiar detrás de mí. Entré en el estacionamiento de una parada
de camiones y esperé. En lugar de estacionarse cerca, se detuvieron a un costado
de la calle.

Salí de Misery y me dirigí hacia ellos.

Ellos entraron en pánico. La expresión de sus caras valía el precio de la entrada.


Cuando estaba a unos diez pies de distancia, todos ellos miraron al frente y trataron
de encender la camioneta. Como si no me hubieran visto llegar. Y pensé que yo era
mala actuando.

Llamé a la ventana del conductor. Se detuvieron y se miraron unos a otros, sin saber
qué hacer.

―Baja la ventana. ―sugerí a través del vidrio.

La camioneta era de la vieja escuela y Tristán, el único Caza fantasmas sin un


hermano en la banda, giró la manija. La ventana chirriaba sobre sus rodillos. Fue un
momento largo y difícil y lo único que podía hacer era estar allí y luchar contra una
sonrisa. No quería avergonzarlos, bueno, más de lo que ya estaban.

―¿No hablamos de esto? ―pregunté.

Tristán aún tenía que mirarme. Cuando lo hizo, mi corazón se derritió sólo un poco
más por él, su cara de niño dulce y preocupado.

―Nosotros… nosotros estábamos preocupados por ti, ―dijo. Todos ellos tenían la
decencia de parecer avergonzados.

―¿Por qué? ―Pregunté.

―El equipo francés. Ellos no son muy agradables.

―Y, sin ofender ―dijo uno de los hermanos, ―pero un beso no va a asustar a la
basura.
296
Me reí. ―Puede que no lo parezca, pero puedo encargarme yo misma. Lo prometo.

―Vimos esa entidad lanzarte como una muñeca de trapo. Es peligroso lo que andas
haciendo.

―¿Lo es? ¿Puedo hacerte una pregunta?

Todos asintieron al unísono.

―¿Han estado experimentando cualquier actividad inusual?

―Todas nuestras vidas, ―dijo Iago. ―Pero sobre todo Tristán.

―¿Oh si? ¿Desde cuándo?

―Desde que tenía alrededor de dos años. Puedo sentir cuando los muertos están
cerca.

Luché contra otra sonrisa. ―¿Puedes?

El difunto que se había adherido a él estaba prácticamente sentado en su regazo.


Un tipo grande con el pelo loco y una camisa de fuerza. Me miró. Sin parpadear.
Inmóvil. Inquebrantable. Simplemente mirando sin parar.

Vi al difunto todo el tiempo, e incluso estaba un poco descolocada.

―¿Algo más reciente? ¿Tal vez algo desde que visitaste un manicomio? O ¿una
vieja prisión?

Su cara se iluminó mientras el reconocimiento lo golpeó. ―Sí. Tuvimos una


asignación en un sanatorio abandonado en Kentucky.

―Y desde entonces ―intervino otro ―Nos han estado sucediendo algunas cosas
realmente extrañas.

―¿Extrañas de qué forma?

―En su mayoría con Tristán. Siente lugares fríos y un roce contra él.

Dirigí una mirada dura hacia él. ―¿Que tomaron?

297
―Nunca tomamos nada. ―dijo Isaac.

Iago intervino. ―Somos exploradores urbanos. Dejamos todo de la manera que lo


encontramos.

Levanté una ceja hacia el hombre más cercano a mí. ―Tristán, ¿hay algo que te
gustaría compartir con la clase?

―¿Yo? No. No que se me ocurra.

―¿Tomaste algo de un sitio? ―dijo Iago, creyendo en el no más que yo. ―Amigo,
eso no es bueno.

―Fue un soldado de juguete, ―dijo, defendiendo su elección. ―Eso fue todo.

―Déjame ver. ―Chasqueé los dedos cuando él no lo entendió inmediatamente.

De mala gana, lo sacó de un bolsillo de su jumper. Un jumper. Llevaban jumpers.


Definitivamente quería adoptarlos. Es cierto que habían visto Caza fantasmas
demasiadas veces, pero en serio, uno simplemente ya no encuentra ese tipo de
dedicación.

Iago estudió a su amigo como si lo estuviera viendo con nuevos ojos. ―¿Tienes un
soldado de juguete en el bolsillo?

―Eso es lo que ella dijo ―dijo Isaac y después se dobló de la risa.

Como pensaba, el difunto siguió al soldado mientras me lo pasaba a mí, con los
ojos brillantes. Lo coloqué en mi palma y deje que lo viera.

―Está bien, ―dije ―tienes dos opciones. Puedes ir al asilo donde encontraste esto
y regresarlo o puedo atraer al difunto que los ha estado siguiendo por solo Dios
sabe cuánto tiempo para que pueda cruzar. Su elección, pero tienes que devolver
esto de cualquier manera.

―¿Tu puedes qué?, ―Preguntó Isaac.

Tristán sacudió la cabeza. ―¿El difunto que ha estado haciendo qué?

―Tienes una sombra, mi término. Un difunto se ha unido a ti porque tomaste su


pequeño soldado.

298
―Por favor, dime que es una metáfora para su virginidad ―dijo Isaac.

―¿Puedes verlo? ―Los ojos de Tristán brillaron con asombro. ―Y, para que conste,
yo no soy virgen.

―Él es un gran hombre parecido a un niño con el pelo rubio alocado y ojos vagos.

―¿Y puedes hacerlo cruzar al otro lado?

―Si puedo. De hecho, probablemente debería de cualquier manera. Él está tan


perdido.

Tristán puso las dos manos en el volante. ―Debieras. Si es lo mejor para él,
entonces definitivamente. Y ¿puedes decirle que lo siento?

―Lo acabas de hacer.

Me apoyé en la camioneta y puse mi mano bajo la barbilla del difunto. Levanté su


cara hacia la mía, pero sus ojos estaban fijos en el soldado. Tan cuidadosamente
como pude, tire de él hacia delante y lo alcance con mi energía. Justo antes de
cruzar, me miro a los ojos, con sus ojos muy abiertos, como si viera por primera vez
en mucho tiempo.

Dejé que mis párpados se cerraran a la deriva y me preparé. Su vida no podría


haber sido fácil, pero lo que vi iba más allá de todas las expectativas.

Era tan feliz como cualquier niño, antes de que se comiera la pintura. Se puso
enfermo y ellos dijeron que no viviría. Lo hizo, pero él nunca fue el mismo. El plomo
afectó su cerebro y, como cualquier niño discapacitado, le hizo un blanco para el
abuso durante toda su vida. Un padre enojado. Una madre tímida y nerviosa, que
cedió a cada demanda de su marido.

A partir de ahí todo lo que vi fue malentendidos, frustración y abuso. Demasiado,


muy a menudo. Ellos no entendían, no entendían, el trataba de decirles que tenía
hambre o sed o dolor, pero ellos no tenían la paciencia o el deseo de lidiar con él.

Finalmente, se hizo tan grande e incontrolable que le pusieron altas dosis de litio y
silenciaron sus deseos de una vez por todas. Lo controlaban mejor que con
cualquier camisa de fuerza. Intentó con muchas fuerzas salir del bosque, pero era
tan grueso, tan sofocante.

Esperó a que sus padres regresaran por él. Nunca los volvió a ver.
299
Salí luchando por aire y por mantener el equilibrio. Apoyada en la camioneta antes
de caer, deje que el dolor se hiciera cargo.

Lo último que vi fue él siendo amado por los abuelos que nunca había conocido.
Habían estado esperando, desde hace mucho tiempo.

Las lágrimas avanzaban más allá de mis pestañas mientras trataba de recuperar el
aliento. Puse mis puños en la camioneta y enterré mi cara en las mangas de mi
suéter. Mi pecho se mantuvo hecho un nudo mientras compactaba el dolor.

―¿Señora Davidson?

Era Tristán. Se puso de pie detrás de mí y me di cuenta que estaba sosteniéndome


en posición vertical.

―Lo siento, ―dije con mi voz ronca. ―Eso no suele suceder. – Me di la vuelta y vi
la preocupación en todas sus caras, mezclada con fuertes dosis de asombro.

―¿Qué pasó? ―Preguntó Isaac.

Iago lo golpeó en el hombro.

Devolviéndole el soldado a Tristán, le dije, ―Él quiere que tengas esto. Está en un
lugar mucho mejor que ese infierno abandonado de su mente. ―Puse las dos
manos sobre mis ojos y deje que el dolor me tomara durante un minuto más, era
tan abrumador. ―Está en un lugar mejor. ―Sacando largas y frías bocanadas de
aire, me calme y me aleje de la camioneta. Tristán me sostuvo, y Iago dio la vuelta
y tomó mi otro brazo. ―Nota personal. Prepararse mejor al dejar cruzar a un hombre
en camisa de fuerza.

300
Capítulo Veinticinco

“Si al principio no tienes éxito, destruye toda evidencia de tus intentos.”


-STEPHEN WRIGHT

Los dejé con sus dispositivos, dándome cuenta de que acababa de avivar un
fuego que ya ardía en su interior. Me llevaron a Misery, aprisionando el millón y una
preguntas que había ardiendo dentro de ellos, y se aseguraron de que podía
conducir antes de dejarme, pero yo tenía la sensación de que volverían.

Después de poner la dirección que Cookie me envió a mi GPS, me fui de ahí otra
vez. Tenía la esperanza de que aún estaría claro cuando llegara, pero dudaba que
el GPS me ayudara mucho a dónde íbamos, Misery y yo. Gracias a los dioses que
tenía tracción en las cuatro ruedas.

El sol se estaba poniendo cuando por fin, después de cuatro pases, encontré el
desvío. Siete minutos y tres millas de baches más tarde, vi una pequeña cabaña
rústica situada en la base de las montañas. Este era el lugar favorito de los
cazadores, por lo que la mayoría de las cabinas en ésta área no tenía electricidad
ni agua corriente, pero conociendo al Sr. Adams, padre, ésta la tenía.

Se veía un hilo de humo en el área de una estufa de leña, pero la ocupante de la


cabaña estaba sentada en una silla de jardín, disfrutando de los últimos rayos del
día.

Emery Adams se levantó y se puso la mano sobre los ojos para tratar de ver más
allá de mis faros. Ella debe haber tenido compañía de vez en cuando, debido a que
mi llegada no la asustaba. Parecía solo ligeramente interesada hasta que se dio
cuenta de que yo no era lo que estaba esperando.

Se puso de pie y envolvió su chaqueta más fuerte alrededor de sus hombros.


Cabello hasta los hombros de color azúcar morena voló sobre su cara. Sus rasgos
eran suaves y bonitos, pero cautelosos. Educados.

Salí y caminé hacia ella. Se puso nerviosa. Miró a su alrededor como si quisiera
escapar. Pero ¿A dónde podría ir? Probablemente moriría de exposición si corría
hacia el bosque. Y definitivamente hubiera mirado alrededor y conseguido tener
dificultad para encontrar el camino de vuelta.

301
Cuando estaba lo suficiente cerca como para ser escuchada sin elevar mi voz
demasiado, me presenté.

―Hola Señorita Adams. Mi nombre es Charley Davidson. Estoy aquí para decirle
que su plan, que fue excelentemente ejecutado, presentó contratiempos en el
camino.

―No sé lo que quieres decir.

―Lyle Fiske está a punto de ir a presión por su asesinato.

Puso ambas manos en su cara y se cubrió.

―Y puesto que todavía estas viva y todo, pensé que podríamos tratar de quitar los
cargos.

―No ―Dijo detrás de sus manos. Se sentó en la silla, pero mantuvo sus manos
sobre su cara, como para bloquear las noticias que había traído.―No. Él estaba
fuera de la ciudad. ¿Cómo van a sospechar de él?

―Debido a que nunca salió de la ciudad.

Ella me miró por fin. ―Sí, lo hizo ―Su incredulidad era palpable. ―Él estaba en el
aeropuerto. Yo lo vi.

―¿La aplicación? ―Pregunté, abriéndome paso entre la maleza para estar más
cerca. Cuando ella asintió, le dije. ―Él fue al aeropuerto. Comenzó el registro de
entrada. Pero él sentía como que algo estaba mal, por lo que cambió de opinión y
regresó a la ciudad.

Sus dedos se cerraron en puños sobre su boca. ―No.

Me arrodillé a su lado. ―Si no vuelves conmigo, él podría ir a la cárcel por el resto


de su vida.

Ella cerró los ojos. ―Nunca quise esto. Nunca quise hacerle daño.

―Por lo tanto, ¿no crees que tu asesinato le haría daño? ¿Quizás un poco?

―Quiero decir, yo nunca quería que se involucrase en esto ―Ella cerró su mirada
con la mía. ―Traté simplemente de romper con él, pero no pude.

302
Había tanto mal con esta afirmación, pero decidí dejarlo pasar.

―No tenía nada que ver con esto. Esto es todo por mi padre.

Me lo imaginé, mucho. ―Si ayuda, él está lleno de culpabilidad. Incluso está


pensando en el suicidio.

Levantó la barbilla en desafío, negándose a sentir nada por el hombre. Pero podía
sentir el dolor en su interior. Ella sólo estaba engañando a una de nosotras y no era
yo.

―No habría ido a través del suicidio. No tiene las agallas para eso.

―Él tiene el corazón roto de cualquier manera.

―A sus ojos es culpable de asesinato. Yo quería que sintiera lo que yo sentí cuando
hizo esa apuesta.

―Tú escuchaste la conversación entre tu padre y Fernando.

Ella asintió. ―Le dijeron. Ellos le dijeron que si perdía, y no podía pagar en el
momento, que no se molestara en venir después. Ellos me matarían. Le dijeron a
quemarropa. ¿Sabes qué hizo?

Bajé la cabeza, sabiendo demasiado bien.

―Él aceptó la apuesta-. Su respiración se enganchó en su pecho. ―Apostó mi vida


en un juego de mierda.

―Lo siento, Emery.

Se enroscó sobre sí misma y sollozó hasta que la noche era lo suficiente fría como
para congelar sus lágrimas. La conduje dentro de la cabaña y preparé café como
en la vieja escuela con una cafetera.

Después de tomar una taza, le dije: ―Fue bastante ingenioso como lo has hecho
todo.

―Está claro que no fue suficientemente ingenioso. Llegaste a la respuesta-. Ella


sacudió la cabeza. Se limpió la frente con el dorso de la mano.

303
―No puedo creer que piensen que Lyle me mató.

―Cuando no pudo ponerse en contacto contigo, él utilizó la aplicación para


encontrarte, ¿pero ese era tu plan de seguridad, no es así?

Ella asintió y envolvió sus manos alrededor de la taza más ajustada. ―No sabía si
alguien encontraría mi carro por ahí, así que tenía un plan para que él dijera a la
policía que tenía una aplicación para encontrarme. Pensé que iban a encontrar el
carro. No a él. Ciertamente no en el mismo día que lo hice. ―Ella me miró. ―¿Cómo
lo supiste?

―Habían varias pistas. El teléfono estaba en el cargador de tu carro, por ejemplo.


Lyle mencionó que era del tipo que se mantiene cargando aun cuando el carro está
apagado. Y dijo que fue tu idea obtener las aplicaciones. Me tomó un tiempo, pero
me di cuenta de que lo hiciste a propósito.

Avergonzada, bajó la cabeza.

―La parte de la sangre era lo que me confundió inicialmente, hasta que me di


cuenta de que fueron tomadas del hospital. En el laboratorio. Tú habías tenido una
prueba de sangre dos días antes. Un técnico de laboratorio lo mencionó en una
entrevista, así que ¿por qué habías ido ahí? No estabas embarazada. Tu recuento
de glóbulos blancos era demasiado alto, pero no tenías infección. Habías tenido
algunos desmayos más de una vez, y estabas tomando hierro.

Ella no refutó nada de lo que dije.

―Y si te la pasabas llorando, ¿Por qué había sangre en la falda? Pequeñas pistas


como esas. ¿Cuánto tiempo se guarda la sangre? ―Yo sabía que había estado
ahorrando su sangre. El recuento de glóbulos blancos lo regaló. Cuando alguien
dona sangre, pierden las células rojas que deben ser reemplazados. La sangre. El
desmayo. El hierro. Se añadió a una sola conclusión.

―Dos semanas. Yo sabía exactamente la cantidad que había necesitado hacer para
que parezca que no había sobrevivido al ataque. No tenía más que suficiente, pero
lo completé y me aseguré de que la sangre empapara profundamente en los cojines
del asiento.

―Por lo tanto, se te ocurrió este plan.

304
―Esa noche. Cuando hizo la apuesta, algo en mi murió. Pero eso todavía no explica
como llegaste a mí en primer lugar. ¿Qué me delató?

―Todo comenzó con una conversación que tuve con Fernando. Dijo que se había
hecho esa amenaza hace dos semanas antes de que desaparecieras. Y antes de
eso, todos tus amigos y familiares dijeron que habías empezado a comportarte de
forma extraña o menos tú al mismo tiempo. Puse dos y dos. Además, no había
ningún tejido en el carro. Sin piel, cabello o materia gris.

Ella cerró los ojos. ―Se me había ocurrido, pero por debajo de cortar trozos de
carne de mi cuerpo o trozos de cerebro de la cabeza, no podía dejar ninguno de
ellos. Incluso no podía poner un poco de la morgue, ya que hubieran sabido que no
era mío con el tiempo.

―Por cierto, vas a desear vender el carro.

―Oh, Dios mío, no puedo creer que detuvieron a Lyle ―Ella dejó caer la cara entre
las palmas de sus manos. ―Él va a odiarme. He arruinado… todo. Todo por ese
hombre. Ese hombre ganará de nuevo. De alguna manera siempre gana ―Su
barbilla tembló al pensar de nuevo.

―Hubo una vez que me regalaron un agradable reproductor de CD. Tenía tal vez
doce. Y sabía que no lo tendría por mucho. Que perdería dinero en la pista o en el
bar, e iba a venir a empeñarlo. Pero me encantaba. Yo quería mantenerlo, así que
lo escondí en el espacio de acceso debajo de nuestra casa. Era tan estúpida. Es
decir ni siquiera pude escucharlo. Pero yo sólo lo quería por lo que le dije que me lo
habían robado. Que alguien entró a nuestra casa mientras él estaba en el trabajo y
lo tomó. Llegué a casa de la escuela dos días más tarde y ya no estaba.

Cuando ella me miró, la furia que sentía en su interior se elevaba en el más profundo
de su iris. ―Ni siquiera lo mencionó. Ninguno de nosotros lo hizo. Seguimos con
nuestras vidas como si nunca lo hubiese tenido. Un reproductor de CD es una cosa,
pero mi vida. ―Su voz se quebró. ―Apostó mi vida como si fuera un objeto. Como
si fuera desechable. Como si estuviera disponible. Se merece todo el dolor que está
experimentando en este momento.

Desde luego, no podía discutir eso.

Hice tocino y huevos mientras ella empacaba sus cosas. Incluso había pensado
muy por delante. Ella no tuvo nada de su casa. Compró todos los nuevos artículos
de tocador y ropa. Comimos en relativo silencio, ambas abatidas.

305
―He arruinado mi vida. He arruinado la vida de ese hombre.

―Tal vez no ―dije, poniéndome mi gorra de pensar.

―¿Qué quieres decir? Voy a ser arrestada. Definitivamente, voy a perder mi trabajo.
Olvídate de tener un futuro con Lyle. ―Ella sacudió la cabeza. ―Fue lo más grande
inventado desde el pan de molde.

―Por lo tanto, ¿cuándo intentaste romper con él?

―Yo estaba tratando de mantenerlo lo más lejos de esto como fuera posible.

―Me lo imaginé. ¿Y si nos ocupamos de todo esto un poco diferente? ¿Qué tan
buena es tu mentira? Y ¿Qué tan alto es tu tolerancia al dolor?

***

Dos horas más tarde, se preparó el escenario. Asentí con la cabeza. Ella
asintió con la cabeza hacia atrás. Y cogí mi teléfono. ―Parker ―dije, jadeando y
tragando saliva como si hubiera estado corriendo. ―Tenía razón. Ven hasta aquí,
¡De prisa! Y trae una ambulancia contigo. Ella está viva.

Le di la descripción del área y colgué.

Esperamos en la oscuridad.

― ¿Estás segura de que no podían realmente saber si cada gota de esa sangre era
tuya?

―Ellos no tienen el tiempo o los recursos para comprobar cada hebra de ADN en
ese carro. Se necesitaría una gran cantidad de trabajo para averiguar si fue
realmente suficiente pérdida de sangre para matarme. Ella extendió la mano, la
muñeca acordonada raspando el suelo del almacén. –No sé cómo darte las gracias,
Charley.

―Puedes darme las gracias dándole a tu padre otra oportunidad.

―Entonces no voy a agradecértelo a corto plazo.

―Lo entiendo ―dije con tristeza.

306
―Pero tal vez algún día. Voy a decirle a Lyle, sin embargo. No de ti. Le diré que he
cree todo el asunto y te llamé en algún momento. Pero él necesita saber en lo que
se está metiendo.

―¿Cómo crees que lo va a tomar?

―No lo sé. No bien. Estoy segura.

Oímos las sirenas en la distancia.

―Sólo asegúrate de que sepa que hiciste todo lo posible para que él no estuviera
implicado.

―Lo haré.

Esperamos que las patrullas se deslizaran hasta detenerse frente al almacén. ―Hey
―Dije antes de que se precipitaran por las puertas con armas de fuego ardiente.
―¿Quieres tomar un café alguna vez?

Chocamos con el puño, entonces enganché mis brazos por debajo de ella y tropezó,
cayendo al suelo cuando la primera linterna cayó sobre nosotras.

―¡Por aquí! ―llamé, rezando que esto funcionara. Naranja puede haber sido el
nuevo negro, pero lo que haría a mi complexión sería bárbara.

***

Tío Bob apareció en escena, y yo sabía que podía sentir que algo estaba mal, pero
no le gustaba Joplin lo suficiente como para no dar una mierda. Se llevaron a Emery
en una ambulancia de inmediato, pero me detuvieron y me interrogaron durante
años.

Si esto funcionaba, prometo enderezar mis actos. Para hacer las cosas bien y dejar
de burlarme de las decisiones de otras personas. La única cosa que podría inclinar
la balanza a nuestro favor era el hecho de que Emery había caído por un barranco
el día que llegó a la cabaña. Ya había lucido contusiones y rasguños desagradables
y un corte profundo en un lugar estridente a través de su pierna donde se había
lastimado por una rama rota. Esto iba a trabajar a nuestro favor magníficamente.

Todavía me tuve que aproximar un poco. O lo intenté. Ella me llamó una cobarde e
hizo la mayor parte por sí misma.

307
―Dime otra vez ―dijo Joplin. ―¿Cómo te acabas de topar con mi persona
desaparecida?

Nos habíamos ido por eso un millón de veces, pero el olía algo fuera de sí, quería
hacerme tropezar. Para darle una razón, para arrastrarme. No iba a pasar.

―Tengo una fuente propia de que se está celebrando una apuesta en contra de su
voluntad por deudas de juegos de su padre.

Emery arrojó eso en la última parte. Ella quería dar en el clavo. Y puesto que el Sr.
Adams aparentemente tenía deudas de juego en varios lugares, ¿iba a decir que
fue un corredor de apuesta que la secuestró?

―Ellos querían enloquecer a su padre, por lo que lanzaron su sangre, junto con la
de otra persona que habían robado en un banco de sangre, por todo el carro. Llegué
aquí, recorrí toda el área y finalmente oí un suave grito procedente del interior de
este almacén. Me arriesgué y la encontré. No es ciencia de cohetes, Joplin.

― Vas a mantener esa mierda, Davidson y―

―¿En realidad estás amenazando a mi sobrina?-. Mientras la voz del tío Bob era
suave y uniforme, su temperamento se había quebrado a través del techo. Estaba
furioso. ―Ella hizo lo que tú no, Joplin. Encontró a su persona desaparecida. ¿Y
vas a darle mierda? ¿Por qué? ¿Porque hizo su trabajo por ti? ―Él se acercó más
hasta que estuvieron cara a cara. ―Si incluso le hablas así de nuevo voy a―

―¿Vas a, qué? ―preguntó.

Ese hombre, ese tipo nos odiaba. Me preguntaba qué le hice.

El capitán se acercó entonces, su ira clavando un poco, también. ―Joplin ―ladró,


Joplin prácticamente saltó.

―Ven aquí ―dijo con los dientes apretados, que sonaba muy parecido a Clint
Eastwood. Era bastante varonil.

Mientras Joplin recibía una paliza por el culo, yo pasé un brazo alrededor de tío Bob.
―¿Vas a decirme lo que realmente pasó? ―preguntó.

¿Cómo lo sabía? ―Resuelvo casos todo el tiempo. ¿Qué te hace pensar que esto
no es de fiar?

308
―Porque me di cuenta que ella también fingía.

―Maldición ―miré hacia él.

―No todos, pero yo tenía mis sospechas.

―Tío Bob, tenía una buena razón para hacer esto.

Él asintió. ―Yo sé cielo. Tengo plena confianza en que―

―¿De verdad? ¿No me vas a delatar?

―¿Qué clase de tío crees que soy? Además, Cook se hubiese divorciado de mí.

La risa burbujeó fuera de mí. ―¿Tienes plena fe en mí? ¿De verdad?

―Sí. Bueno no de tu cocina. A parte de eso, absolutamente.

Jadeé. ―Yo he cocinado para ti. Como dos veces.

―Dos veces son demasiadas, calabacita. Dos veces son demasiadas.

Por fin me liberaron, al igual que Parker se detuvo. Había estado en alguna reunión
muy grande, pero cuando llegó allí, no sabía cómo iba a reaccionar.

Él no dijo nada. Sólo me dio un cuestionado pulgar hacia arriba. Asentí con la
cabeza, y él se pasó los dedos por su cabello. Lyle Fiske debería estar fuera de la
cárcel dentro de una hora. No envidiaba la conversación que Emery iba a tener con
él.

Me metí en Misery y empecé a salir del laberinto de almacenes vacíos que ya había
visitado antes, durante otro caso, un poco más de un año, sin tener idea de que
había llegado en un día muy práctico. Al dar la vuelta a la derecha, los faros captaron
el reflejo de un camión grande y negro. Conduje lentamente. Otro vehículo se detuvo
detrás de este, y el camión rugió a la vida, hizo un giro en U, y se marchó. Era
Garret, y el que se hacía cargo del camión era Javier, uno de sus colegas. Era el
momento de llegar al fondo de esto. Seguí a Garret todo el camino a su casa, mi
sangre hirviendo. No literalmente, porque eso le haría daño. Entró en su carro, y salí
detrás de él.

―Charles ―dijo, ofreciéndome su sonrisa firme.

309
―Ningún Charles ―Me acerqué a él y lo empuje por el pecho. ―¿Por qué estas
persiguiendo al tío Bob?

―¿Queeeeeee?

Se volvió y entró a su casa con una mujer enojada pisándole los talones. ―No te
hagas el tonto Swopes. ¿Por qué lo persigues?

―Es un trabajo. No puedo decirte. Mi cliente ha pedido que se mantenga de forma


confidencial.

―Mierda. Si estuviera persiguiendo a tu tío, te diría quien me contrató.

―¿Ahora quien está tomando el pelo?

Él estaba en lo correcto. Maldición. Al menos en mi caso, nunca revelo los nombres


de mis clientes.

―Este es el tío Bob del que estamos hablando.

―No, tú estás hablando de él. Yo estoy consiguiendo una cerveza.

En ese momento, Osh habló como una presencia omnisciente. ―Me agarras una,
también.

Me di la vuelta en la sala de estar de Garret y lo vi jugando videos juegos. ―¿Qué


estás haciendo aquí? ¿Por qué no estás viendo a mi hija?

―La compruebo a cada hora.

―¿Sabes lo que podría pasar en una hora?

―Tenía que poner algunas cosas en orden y repasar los planes con Swopes aquí y
tu marido.

―Pero yo no.

―Tú sí, estabas en un caso. No queríamos molestaste ―Él mató a un tipo malo. Al
menos, esperaba que fuera un mal tipo. Osh era un demonio, técnicamente un
Daeva, por lo que podría estar matando a los buenos por lo que sabía.

310
―Ni siquiera voy a discutir contigo-. Arranqué la banda de mi pelo y froté mi cuero
cabelludo. ―He tenido el día más largo de mi vida.

Garret le llevó a Osh su cerveza, y se ofreció a hacerme un café. Estos hombres


habían estado con nosotros en muchas cosas, y la única persona en este plano que
pudiera saber de Reyes y su creación era Osh. Eran dos de mis mejores amigos. Y
sabían cómo mantener un secreto.

Saludé con la mano a la distancia a la inusual cafetera, lo admito, y me senté en la


mesa de café, que no es igual que el café, realmente la probé, entre Osh y el
televisor.

―Te voy chupar el alma de tu cuerpo ―Amenazó.

―Lo que sea. Tengo algo muy serio que hablar contigo. Al igual que algo grave, la
aniquilación-del-mundo-.

―¿El mundo va ser aniquilado, otra vez?-. Apagó el juego y tiró el control en la mesa
junto a mí. ―Ya tuvimos una aniquilación. ¿Se puede esperar?

Fruncí los labios.

―Oh, estos es en serio.

―Nunca bromeo acerca de la aniquilación del mundo.

Tomó un largo trago, al igual que Garret, que había desabrochado su camisa y dejó
que colgara abierta mientras se sentaba, con las piernas estiradas y cruzadas en
los tobillos.

Un par de muchachos bonitos.

Cerré los ojos y cavé profundamente por valor. ―Está bien ―dije, abriéndolos de
nuevo. ―Necesito saber todo lo que sabes acerca de la creación de Reyes.

Él frunció el ceño. ―¿Quieres decir en el infierno?

―Sí.

311
Se echó hacia atrás, su apariencia juvenil haciéndole parecer totalmente como un
jugador. ―Creo que no sé mucho. Lucifer lo creó a partir de las energías de
demonios y los fuegos del pecado. O ese es el rumor.

―Y ¿Cómo funciona eso, exactamente?

Me senté a su lado y miré de uno al otro. ―Estoy a punto de decirles el secreto más
grande que he tenido en mi vida, y sólo lo he tenido durante diez días. Pero hay
tanto que no entiendo, y no sé a quién decirlo. Es decir, le dije a Cookie, pero a ella
le cuento todo, necesito ayuda.

―Ellos están adaptados para eso ―dijo Garret. ―Y la medicación.

Osh rió, y dejé que mis cejas se juntaran. ―No lo entiendo.

―Nos está jodiendo. ―dijo Osh.

―Lo vi desde una milla de distancia ―Estuvo de acuerdo Garret.

―No, no lo estoy.

Garret se frotó la cara con una mano libre. ―Está bien, así que ¿Qué es este gran
secreto que va aniquilar el mundo?

―Bueno, es una especie de tres partes.

―¿Quieres otra cerveza? ―Preguntó Garret.

―Estoy bien, ¿pero todavía tenemos papas fritas?

Oh Dios mío. Ellos no me estaban tomando en serio en absoluto. Tal vez todas esas
veces que no los tomaba en serio iban a morder mi culo.

Nah.

―¡Chicos! ―dije, levantando las manos. ―Dejen la cerveza y la mierda de papas


fritas.

―¿No hay una partido esta noche? ―dijo Osh.

312
Y lo perdí. Agarré a Osh, lo puse en una llave de cabeza, y le quite suficiente
oxígeno para que no perdiera la conciencia.

―Creo que es grave ―dijo Osh a través de su laringe aplastada.

Al tener finalmente su atención, me preparé para darles la noticia más sorprendente


en la que aprendí que la tierra no era el centro del universo, cuando Artemis saltó
del suelo y se lanzó hacia la derecha entre Osh y yo. Llevaba un demonio en sus
mandíbulas.

Debido a que era tan inesperado, grité y salté en el sofá como uno podría hacer
para evitar a un ratón. Osh revoloteó hacia atrás, también, cuando el demonio entre
los dientes de Artemis aulló por ser quemado por mi luz brillante. Garret se levantó
también, pero no tenía idea de por qué.

Artemis estaba feliz con su juguete nuevo. Lo sacudió, este gruñó, y lo estrechó un
poco más, haciendo que el demonio gruñera más de dolor. Durante todo el tiempo
su cola rechoncha se movió un millón de millas por minuto.

El demonio comenzó a disiparse y se evaporó en el aire. Cuando no quedaba más


para sacudir, Artemis saltó hacia mí, su boca abierta mientras jadeaba, orgullosa de
su trabajo.

―Buena chica ―Le dije, acariciando su cabeza, también tiré de ella en una llave de
cabeza.

―Ese es su segundo demonio el día de hoy ―Le dije a Osh.

―Artemis le trajo un regalo a Charley ―dijo Osh, explicando a Garret. ―Un


demonio.

―¿Y lo soltó en mi casa? ―Preguntó, horrorizado.

―No, no lo hizo ―Solté mi cabello de Artemis y rodé con ella sobre la mesa del
centro y caímos al suelo. Por desgracia, ella cayó encima de mí y no al revés.
Golpeando el aire fuera de mí, pero eso no me impidió hablar. No muchas cosas lo
hacen. ―No hay ningún demonio en esta casa, ¿Eh, Artemis? Bueno, hay una,
pero… eres una buena chica. Sí, lo eres.

―Te ves como una enferma mental ―dijo Garret, volviendo a sentarse. ―Todo lo
que veo es que ruedas alrededor, hablando con mi alfombra.

313
―¿Has oído eso? ―Le pregunté a Artemis mientras mordía mi yugular. ―Te llamó
alfombra. Es inadecuado Garret.

Entonces Artemis se detuvo y se quedó viendo algo desconocido. Un gruñido bajo


retumbó de su pecho. Sus labios se retiraron para revelar un conjunto, de causa de
muerte, caninos.

―¿Qué es chica?

Esto solo la incitó más. Me quede allí tratando de no reírme. Esto era muy grave. A
los intrusos no les daría tiempo. ¡Sin piedad!

Yo cambié y no vi nada fuera de lo normal, pero en verdad ella era una gran canina,
el más mínimo ruido y sus pelos se ponían de punta en el borde. Ella bajó la cabeza
y bajó hacia la ventana. Entonces, como una bala disparada de un arma de fuego,
saltó a través de la pared y desapareció.

Ella era muy entretenida.

Me reí y me di la vuelta hacia los dos hombres que me miraban.

―Realmente esta noche veremos un juego ―dijo Osh.

―Esto es más grande que un juego ―Me levanté y senté junto a él de nuevo. ―Esto
es-más grande-.

―Lo entendemos ―dijo Garret ― Aniquilación total. ¿Pero no puedes esperar hasta
después del juego?

―No. Tengo un plan, pero primero tengo que decirles lo que es mi secreto, porque
si les cuento mi plan primero sin que les diga… no importa. Sólo escuchen ―Me
aclaré la mente y el pensamiento de la mejor manera posible, para decirles que mi
marido, su amigo, fue creado a partir de un dios maligno. ―Mi esposo, su amigo,
fue creado a partir de un dios del mal.

Osh tomó otro trago de cerveza mientras Garret pensó un momento y luego tomó
otro sorbo de cerveza.

―Está bien, tengo una copia de seguridad ―Eso necesitaba más explicación.
Tenían que entender lo que podría significar para todos nosotros.

314
―¿Recuerdan en Nueva York en el almacén cuando el emisario del mal Kuur trató
de matarme?

Ambos se encogieron de hombros ante la estupidez de mi pregunta y tomaron otro


sorbo. Me mordí el labio. Cerrando los ojos. Raspando todos los pedacitos de valor
que tenía en la parte inferior de mi barril de coraje y los tragué. Yo estaba a punto
de revelar algo a ellos que podría cambiar el destino del mundo. El Cristal Celestial
que había sido enterrado en la época de 1400 por una razón. Si los monjes lo
enterraron significaba que tenía que estar enterrado.

―No estaba tratando de matarme.

Sentí, más que vi, su despertar de interés.

―Soy un dios. Al parecer, no cualquiera puede matarme. Pero puedo ser atrapada.
Estaba tratando de atraparme y eso es lo que sucedió con el dios maligno, Satanás,
lo uso para crear a su hijo Rey´aziel.

Osh llevaba su mejor cara de póker, aquella en la que apenas veías como si apenas
prestara atención. Pero sentí algo a parte del idiota dentro de él. Al igual que una
pieza del rompecabezas que cae en su lugar.

Yo continué. ―Está bien, la historia es la siguiente. En su desesperación, Dios, el


Dios Jehová, creó lo que se llama Cristal Celestial. Es toda una dimensión, una
dimensión infernal, dentro de una pieza de vidrio. Se ve como una joya. Al igual que
un ópalo. Es absolutamente indestructible y un cien por ciento ineludible. Sólo la
persona o ser que lo coloca a alguien en ella es el que lo puede dejar salir. Jehová
lo creó para atrapar a un Dios-. Levanté un dedo.- Para un solo dios y un solo dios
infernal dentro de una dimensión infernal. Una gran nada que se extiende por toda
la eternidad.

―¿Para cuál Dios lo creó? ―Preguntó Osh.

―Eso no lo sé. Kuur no me lo dijo todo. Dudo que en realidad supiera todo. Él estaba
trabajando para Lucifer. Sin duda, el príncipe del mundo subterráneo no revelaría
todo.

―Si Jehová lo creó, ¿Cómo Lucifer se pudo poner en contacto con él para utilizarlo
y crear a Rey´aziel?

315
―Ves, esa es la cosa, los detalles se borran aquí. Por alguna razón, este Dios no
lo envió al Cristal Celestial, pero no tengo idea de cómo terminó en las manos de
Lucifer. Tampoco sé cómo, lo utilizó para atrapar a uno de los dioses de Uzan con
el propósito de crear a un hijo. Reyes.

Cuando ellos no dijeron nada, añadí: ―Después de que él creó a Reyes, Lucifer se
lo dio a uno de sus fieles aquí en la tierra que, como se pueden imaginar, lo uso
para el mal. Un grupo de monjes finalmente lo capturó, y lo envió a la dimensión
infernal, entonces viajaron a través del océano, donde encontraron un lugar, y
pasaron meses cavando un agujero lo bastante profundo para enterrarlo por lo que
habían esperado fuera para siempre.

―¿Y Kuur lo desenterró? ―Preguntó Osh.

Asentí. ―Lo encontró y trató de utilizarlo para atraparme. Para sacarme de este
plano de modo que Lucifer pudiera llegar a Beep. Para poder matar al ser destinado
a destruirlo.

―Esto es como una telenovela sobrenatural ―dijo Garret, creciendo su frustración.


―¿Cómo diablos sucede esa mierda? Pensé que los Dioses eran agradables y
benévolos que responden a las oraciones y mierda. Pero no. En este episodio, los
dioses han sido poseídos y son el mal que conspiran para destruir el mundo.

―Los dioses no pueden ser poseídos ―dijo Osh.

―Correcto. Lo siento. ¿Así que en realidad hay reglas?

Osh frunció el ceño. ―Los dioses de Uzan, al menos los que yo he conocido, están
más allá de lo que Lucifer podría haber pensado, es irreal. Y lucifer usó a uno de
ellos para crear al hijo.

Entonces hizo algo que nunca le había visto hacer antes. Él palideció. La sangre
abandonó su rostro mientras estaba allí sentado, aturdido.

Estudié la alfombra. ―Esto es malo, ¿Verdad? Es decir, yo no sé. ¿Cuánto de


Reyes es un dios malo? y ¿Cuánto es… Reyes?

Las manos de Osh se cerraron en puños mientras pensaba. ―Espera ―dijo.- ¿Lo
viste? ¿El Cristal Celestial?

316
Apreté los labios juntos, entonces metí la mano en el bolsillo y lo saqué. ―Lo tomé
después de que atrapé a Kuur en el interior.

La mandíbula de Osh cayó. Él no se movió. ―Tu… ¿Tú lo atrapaste?

―No actúes tan sorprendido.

―Lo siento. ¿Así que Kuur te habló de Reyes? ¿Acerca de la forma en que ha sido
creado?

―No ―Volví a estudiar la alfombra, resistiendo la tentación de mirar


cuidadosamente el Cristal Celestial. Era como una droga. Fascinante, pura.
Hermosa. Y sin embargo, en el interior había una dimensión infernal. ―No, Kuur no
me dijo. Mi padre lo hizo.

La expresión de Garret pasó de frustración a la preocupación.

―Así fue como obtuve mis recuerdos de vuelta. Mi padre cruzó a través de mí para
obligarme a recordar quién era yo. Lo que yo era. Y para transmitir la información
que había reunido mientras estaba haciendo un reconocimiento en el infierno. Él
aprendió mucho ―Miré a Osh ―¿Tu honestamente no sabías nada de esto? ¿No
sabías como fue creado Reyes?

Sacudió la cabeza. ―Pero eso explica mucho.

―¿Cómo qué?

―Rey´aziel. Era tan diferente. Por lo tanto mucho más potente que cualquier otra
cosa que Lucifer había inventado. Aún más poderoso que él, que no tenía sentido.
Nadie podía entender por qué, el Dendour lo puso a través del infierno, literalmente
y figurativamente.

―¿EL Dendour?

―Como… maestros. Entrenadores. Sólo que peor ¿Quién sabe? ¿Los celos, tal
vez? Pero se sobrepuso a todos los obstáculos que le pusieron, ellos trataron todos
los medios que se les ocurrió para matarlo. Lo golpearon, lo dejaron pasar hambre.
Lo despedazaron…

―Alto ―le dije, cubriéndome las orejas. Después de un momento, le pregunté. ―¿y
Lucifer simplemente los dejó?

317
―Él quería que su hijo fuese fuerte. Así que sí. Pero ahora lo sé, no podrían haberlo
matado. No importa lo que hicieran, él no habría muerto, por lo que iba haciéndose
cada vez más y más difícil, hasta que…

―¿Hasta qué? ―pregunté, casi desesperada de conocer.

―Hasta que los detuvo ―dijo de manera casual. ―Ya había tenido suficiente por el
día y mató a todos los Dendour allí. Quebró sus cuellos como si fueran ramitas.
Luego se fue en busca de los demás. Cualquier persona que le había hecho daño
de alguna manera. Ellos lo llaman Auya s´Di.

―Día de la sangre ―dije, me senté y traté de imaginar, pero ¿Cómo puede uno
imaginar un niño que crece en una dimensión infernal? Estaba más allá de mi
comprensión.

―Para tener mejor idea de ese día, imagina a un atacante de diez años de edad
matando a un ejército de soldados entrenados con sus propias manos, y luego ir a
buscar más.

―¿Estás diciendo que Reyes tenía diez años? ―Pregunté alarmada.

―De ningún modo. Él era mucho más joven en ese momento. Si lo comparamos
con años humanos.

¿Es que Reyes estaba destinado a ser abusado? ¿En primer lugar en el infierno de
legiones de demonios y luego en la Tierra con Earl Walker? Me dolía el corazón,
por él, pero sentí algo más de Osh que no pude identificar.

―¿Qué? ―le pregunté.

―Nada.

―¿Qué es lo que estás pensando?

―¿Qué pasa si esa parte de él sigue siendo el mal?

―Eso es lo que estoy tratando de decidir.

Nos fijamos en el Cristal Celestial en mi mano. Nos lo quedamos mirando.

―¿Quién quiere otra cerveza? ―preguntó Garret.

318
Era un poco demasiado para similar.

319
Capítulo Veintiséis

“—No pidas prestado problemas


—Entendido. Entonces, ¿puedo rentarlos?”
–CHARLEY DAVIDSON

—Así que, ¿Tu plan?— Me preguntó Osh después de que ambos habían terminado
unas cervezas. Era bueno para ellos. Dejar que se relajen. Así asimilan todo.

Al parecer, estaban listos para más.

—Sí, sobre eso. Ambos tienen que abrir sus mentes.

—Maldita sea—, dijo Garrett. —Esto va a apestar, ¿verdad?

—No para ti—, le prometí.

—¿Para mí?—, Preguntó Osh.

Asentí. —Lo siento. Pero en primer lugar piensa en esto. Sabemos en qué lugar
está no solo uno, sino los dos dioses de Uzan, ¿verdad? ¿Asumiendo que aún
estén allí?

—Están recorriendo el camino hacia el este, dejando muerte y destrucción por


donde pasan, pero sí. No se han dado cuenta del hecho de que cambiamos de lugar
a Beep y a los Loehrs hace tres días.

—Creo que, ya que sé cuál es el área general en donde están, puedo encontrarlos.

—¿Y qué vas a hacer entonces?

—¿Qué?, atraparlos, por supuesto.— Hice sonar el colgante, lo dejé caer, lo


levanté, y luego lo sostuve en el aire, menos mal que era indestructible.

Garrett se rió suavemente en su cerveza. No porque había dejado caer el colgante,


sino debido a la imposibilidad absoluta de nuestra situación.

—Déjame ver si lo entiendo,— dijo Osh. —¿Vas a llegar a él, abrir tu pequeño
colgante, y decirle que salte dentro?

320
Resoplé. —No. Hay un proceso, y sé cuál es.

—¿Y podremos decir algo de esto a Reyes?—, Preguntó Garrett.

—No.

—No hasta que sepamos donde están sus lealtades—dijo Osh.

—Estoy bastante segura de que sabemos dónde están, pero ¿Qué ocurrirá cuando,
como yo, Reyes sepa su verdadero nombre celestial?

—¿El nombre que tenía cuando era un dios?—

Asentí a Garrett. —Sí. ¿Qué parte de él es más fuerte? ¿Qué parte tomará el
poder? La buena noticia es que cuando yo me enteré de mi nombre, seguí siendo
yo. Por un ratito. Hasta que explosioné, perdí mi memoria y vacacioné en el estado
de Nueva York. Pero estoy de vuelta, y sigo siendo yo.

Osh negó con la cabeza. —Eso es esperar mucho teniendo en cuenta la otra la
alternativa. Pero estás olvidando algo.

—¿Qué?

—Estás olvidando que estás hecha de esta luz brillante y que cualquier dios dentro
de un millar de mundos te puede ver. Él va a ver que vienes.

—Tal vez no.

Cuando no me expliqué, Osh me interrogó levantando una ceja.

—Aquí es donde comienza lo de la mente abierta.

—¿Se pone mejor?—, Preguntó Garrett.

—Esta es una oportunidad única, Osh,— dije, tratando de convencerme a mí como


a él. —No podemos dejar que se nos pase y después arrepentirnos.

—A menos que tengas un plan mejor que caminar hasta él con tu radiante luz de
faro y lo rellenes dentro de ese pequeño collar, yo diría que probablemente
deberíamos.

321
Esto iba a ser complicado. Muy, muy complicado. Pero yo conocía el futuro de Osh
a un grado minúsculo. ¿Podría yo hacer algo que lo cambiara?

—¿Pero y si puedo llegar a él sin ser detectada?

Osh frunció el ceño. —Sigue siendo un plan estúpido, pero ¿cómo lo harías?—

Eché un vistazo a la alfombra de nuevo. Pensado en lo que estaba haciendo. ¿En


cuántas maneras esto podría ir mal? Entonces pensé en Beep. Pensé en su destino.
Ninguno de nosotros importaba. Realmente no. No es que antes importáramos.
Éramos simplemente los cimientos de lo que ella iba a lograr.

—¿Charles?—dijo Garrett.

Lo que pasara a partir de ahora, cambiaría nuestra amistad para siempre. Sería
odiada, y eso estaba bien, también. Si esto funcionaba, estaría salvando la vida de
mi hija. Dándole otra oportunidad de hacer lo que debía hacer.

Si no funcionaba... nada de esto importaría, de todos modos. No podía dejar pasar


esta oportunidad. Sólo esperaba que él lo entendiera.

Solté un largo suspiro. Detuve el tiempo. Y lo ataqué antes de que supiera lo que
estaba haciendo.

***

Antes que Osh pudiera reaccionar, yo estaba encima de él. Lo levanté del sofá, lo
empujé contra una pared, y envolví una mano alrededor de su garganta.

Ni siquiera peleó conmigo. Sólo me miró, en su rostro la imagen de la confusión.


Todavía confiaba tanto en mí, que ni siquiera se defendió.

Esa sería su perdición.

—¿Qué demonios?—Preguntó.

—Vas a hacer lo que mejor sabes hacer —dije—Vas a ingerir mi alma. Vas a tragar
mi luz para que pueda encontrar al dios y atraparlo en el cristal mientras se pasea
por la calle en forma humana. Es el único momento en que puedo hacerlo. El

322
proceso requiere sangre, y los dioses no tienen a menos que hayan secuestrado un
cuerpo humano. No puedo dejar pasar esta oportunidad. Lo siento.

Finalmente empezó a luchar, pero hay muy pocas cosas más letales que una madre
cuyo hijo es amenazado. También, soy un dios. Él no habría ganado. Debió haberlo
entendido debido a que dejó de luchar casi en el mismo segundo en qué comenzó.
Rindiéndose. Sacrificándose. Los músculos de mi pecho se contrajeron, apretados
alrededor de mi corazón.

—No va a funcionar—, dijo, jadeando por el esfuerzo y la aprensión.

—Estoy dispuesta a correr ese riesgo.

—No lo entiendes.— Levantó una mano hacia mi cara. Corrió el pulgar sobre mi
barbilla. —Podría vivir de tu alma hasta que las estrellas se apaguen. Pero no puedo
tomar tu alma de una sola vez. No funciona de esa manera.

Apreté mis manos en su garganta, más que nada para alardear. —Entonces, haz
que funcione así. Tengo que hacer esto, Osh. Nunca me va a esperar si no puede
ver mi luz.

Se tragó una maldición. —Podrías haberlo pedido.

—De ninguna manera.

Cerró los ojos un momento, y luego asintió. —Esto me matará.

Moví mi mano a su esculpida mandíbula. Presionándolo. Cerré la distancia entre


nosotros hasta que mi boca flotaba justo por debajo de la de él. —Lo sé.

Entonces puse mis labios en los suyos, pero en una sorprendente demostración de
fuerza, revirtió nuestras posiciones. Me agarró la garganta, me envolvió alrededor,
me empujó contra la pared, me golpeó la cabeza, dos veces, y luego bajó su boca
a la mía.

Y me tragó. Succionó la energía fuera de mi cuerpo, un acto doloroso y erótico al


mismo tiempo. Para nosotros dos. Él tomó mi cara con su mano libre. Inclinó la
cabeza. Profundizando y reduciéndolo a un beso. En lugar de frenar, aceleró.
Besando más fuerte. Presionado en mí, con ganas de más y más de lo que le estaba
ofreciendo.

323
Sus dedos se sumergieron en mi pelo, atrapándolo en un puño mientras engullía mi
alma. La acción interceptó algo muy dentro de mí. Se enroscó en mi interior y luego
se tensó. Clavé mis uñas en la pared a mi espalda. Empujé contra él mientras se
acercaba y acercaba. Agudo y penetrante. Hasta que explotó dentro de mí.

Tiré mi cabeza hacia atrás, respirando un aire que nunca había probado.
Sintiéndome agotada y eufórica como si los átomos de mi cuerpo hubieran
encontrado un nuevo patio de juegos.

Osh gimió. Cayó encima de mí. Enterró su cara en mi pelo un microsegundo antes
de que se cayera de rodillas. Se agarró la garganta y se enroscó sobre sí mismo.
Sus músculos se contrajeron a la densidad del mármol, mientras intentaba contener
toda mi luz dentro. Pero comenzó a agrietarse. Su piel se astilló y se rompió, y la
luz que yo había llevado toda mi vida, una luz que nunca había visto, empezó a
filtrarse fuera de él.

Se volvió, con el rostro contraído de dolor mientras trataba de contener en mi


esencia. Me arrodillé sobre él.

—Apúrate—dijo, con voz ronca. Sus dedos se cerraron y su espalda se arqueó, y


más fisuras aparecieron en su cuerpo, luz brotando de ellos.

No tenía mucho tiempo. Mi esencia era demasiado poderosa para retenerla. Era
como tratar de contener una explosión nuclear dentro de una bombilla. Explotaría
más temprano que tarde, destrozándolo como lo estaba haciendo. Empujó la
cabeza hacia atrás cuando otro espasmo de dolor lo atravesó.

Lo mataría. Lo sabía. Lo sabía antes de empezar. Pero no lo haría inmediatamente.


Tenía tiempo. Podía encontrar al dios, atraparlo, y estar de vuelta antes de que lo
consumiera por completo.

—¿Qué demonios?—, Preguntó Garrett.

Me levanté del suelo, sin tener idea de que el tiempo se había recuperado.

—Si no estoy de vuelta en quince minutos, llama a Reyes. Dile lo que hice. Dile que
ayude a Osh, pero no le digas, en ninguna circunstancia, dónde estoy.

—¿Qué has hecho?—, Preguntó, mirando a Osh con horror.

—No hay tiempo. Dame quince minutos—.

324
Entonces cerré los ojos y me fui de este plano por completo.

***

Vi el dios al instante y me concentré en él, materializándome detrás de él en


cuestión de segundos. Estaba hecho de luz, también, sólo que la suya era más gris
que la mía. Más turbia. Y él estaba caminando en un mar de gente con luces
intermitentes y la música a todo volumen y adolescentes riendo y gritando.

Me detuve y miré alrededor para orientarme. A mi izquierda había una montaña rusa
gigante roja. A mi derecha estaba el océano. Y debajo de mí había tablones de
madera.

¿Un paseo marítimo? ¿Estábamos en un parque de atracciones en un paseo


marítimo?

Sí. El paseo marítimo de Santa Cruz, para ser exactos, de acuerdo con el signo de
la montaña rusa. Me preguntaba por qué el dios estaría aquí de todos los lugares.
Osh había dicho que el Norte. ¿Nueva Inglaterra? Como no tenía ni idea hacia a
donde la habían trasladado, no tenía idea de si se estaba acercando o no, pero
estaba segura de una cosa. Él estaba disfrutando de la caza.

Todavía un poco asombrada de lo que podía hacer, me puse en una esquina fuera
del camino más allá de su línea de visión y dejé que mi cuerpo tomara forma a mí
alrededor. Como con un velo. Como una capa sobreponiéndose sobre mis hombros
y llegando a mis pies. Me materialicé lentamente, observando todos sus
movimientos y los movimientos de las personas que me rodeaban.

Buscando en la extraña luz, le seguí más allá de la galería para parar en un puesto
de algodón de azúcar. El ser humano que había tomado, el que había secuestrado,
era una mujer. De acuerdo a Osh, murió en el momento en que entró en ella. Sus
brazos ya estaban descoloridos con contusiones amarillas y moradas. Era
dolorosamente delgada con el pelo castaño largo que colgaba en mechones
desordenados por su espalda. Estaba claro que no estaba preocupado por
mantener las apariencias, ya que no podía durar tanto tiempo en ese cuerpo, de
todos modos.

Me sintió y se volvió, y el tiempo se ralentizó hasta detenerse mientras el mundo


giraba alrededor de mí. Negué con la cabeza, sin habla, y casi caí de rodillas. Un
grito de sorpresa saltó de mi garganta, y me tapé la boca con ambas manos. Unos
enormes ojos verdes me miraron con curiosidad. Su boca, alguna vez linda, ahora

325
cubierta de llagas por un lado, se abrió ligeramente a medida que la cabeza se
inclinaba hacia un lado.

Temí desmoronarme en el suelo. Temí que mi corazón mortal se detuviera y se


olvidara como reiniciar. Temí por el mundo a mí alrededor, porque una vez que
Reyes se enterase de que este dios había arrancado el alma de su hermana fuera
de su cuerpo para poder habitarlo, el mundo sería un lugar peligroso en el que estar.

—¿Quién eres tú?—, Preguntó Kim.

Tenía la misma voz. Las mismas expresiones suaves. Los mismos gestos
elegantes. Pero no era ella. Era el dios.

Kim se supone que estaba en México. ¿Cómo llegó aquí? ¿Cómo consiguió el dios
llegar a ella?

Luché contra mi deseo de tener un colapso total y fingir ignorancia.

—¿Kim?— le pregunté, dando un paso más cerca. —¿Eres tú?—

Cuando corrí hacia adelante, no se movió. No avanzó hacia atrás ni giró lejos de
mí. Simplemente trataba de averiguar lo que era. Sin mi luz, no tenía ni idea de
cómo luciría siendo un ser sobrenatural, pero supuso claramente no sería igual que
cualquier otro ser humano.

—Kim,—dije, lanzando mis brazos a su alrededor y abrazándola. Yo sabía que era


sólo la cáscara, sólo un recipiente, y que su espíritu probablemente ya había
cruzado, pero no pude evitarlo. La abrasé con fuerza, con ganas de disculparme
por no llegar a conocerla mejor. Debería haber pasado más tiempo con ella.
Deberíamos haber tomado café y almuerzos y haber ido a shows masculinos
juntas.

Me aparté, tomé su rostro en mis manos y la besé en la boca.

Fue entonces cuando las lágrimas se abrieron paso. Corrían por mi cara mientras
la besé con fuerza y continué con una docena de pequeños picotazos.

Me miró, creciendo su sospecha a cada segundo, así que rápidamente di un paso


fuera de su alcance.

Entonces se dio cuenta. —¿Dónde está tu luz, niñita?

326
—¿Por qué ella?—le dije, mi voz quebrada. —¿Por qué su hermana?

—¿De qué otra manera podría herirlo? Él es casi indestructible como yo.

—Ah—, dije, secándome los ojos. —Por supuesto. La vida humana no significa nada
para ti.

—Así como un mosquito no significa nada para ti.

Asentí con la cabeza, empezando a entenderlo. Extendió la mano y tomó un pedazo


de algodón de azúcar que llevaba una anciana. Cuando ésta comenzó a protestar,
se volvió hacia ella.

—No—, le dije, dirigiéndome a él.

Se rió y la dejó ir. —¿Dónde está él? Rey'azikeen? Tenía la esperanza de verlo
antes de que este cuerpo se vuelva completamente inútil.

—Está fuera. ¿Cuál eres tú? ¿Qué hermano de Uzan?

Echó la cabeza hacia atrás y rió. —¿Hermano? Somos hermanos, ¿verdad?

Le fruncí el ceño, y ¿cuál era la mejor manera de obtener las respuestas sin
necesidad de preguntar? —No entiendo.

—¿Qué crees que es Uzan?

—Tu propia dimensión.

Parecía estar más confundido. —Tenía la impresión de que habías aprendido tu


nombre celestial, Elle-Ryn.

—Lo hice.

Se metió otro bocado de algodón de azúcar en la boca de Kim. El movimiento hizo


que las llagas se abrieran. La sangre se deslizó por su barbilla, y luché contra el
temblor de mi labio inferior.

—Entonces, ¿por qué no lo sabes? ... oh, mi Jehová. Es un ser astuto, ¿no es así?

—Una vez más, me perdí.

327
—Uzan, querida, es una prisión. Uno no es de allí. Uno es enviado allí.

—Una… ¿prisión?

—Rey'azikeen, Eidolon, y yo fuimos prisioneros. Se supone que es inescapable.


Eidolon y yo pasamos siglos allí, pudriéndonos al igual que este cuerpo. Hasta…

Los ojos de Kim brillaban mientras contaba la historia.

—¿Hasta?

—Hasta que Rey'azikeen fue enviado. Joven. Rebelde. Absolutamente brillante.

Eso era Reyes, está bien.

—Y aquí es donde la ironía de todo esto juega un papel importante. Para ti, Elle-
Ryn-Ahleethia, ya que fuiste la que lo envió allí.

—¿Qué?—

Estaba mintiendo. ¿Cómo podría incluso ser eso posible?

—Realmente no tienes idea de quién es él. Es tan pródigo, sin precedentes, que te
debas enamorar del mismo ser que enviaste a pudrirse en el hedor y la decadencia.
A una agonía que los siete dioses originales de tu dimensión, de Evuthwana,
crearon.

—Yo no lo envié a ninguna parte. No lo conocía.

—Pero ustedes estaban, ¿cómo le dicen? ¿Amarrados? Sí, Amarrados. Tú estabas


amarrada a su hermano. Su verdadero hermano, por aquel día éramos hermanos
en gustos, con cualquiera de ellos dos, debería enviarme a mí mismo de vuelta a
Uzan.

—¿Su hermano?—

—Ya sabes. El hermano mayor que se queda con el peso de cuidar al hermano
menor. Pero la juventud en estos días. Era demasiado rebelde. Demasiado terco.
Demasiado irresponsable. Y su hermano mayor preocupado por el mundo que había
creado.

—¿Y qué mundo era ese?

328
—Vamos, estás parada en él, querida.

329
Capítulo Veintisiete

“Los corazones son criaturas salvajes. Es por eso que nuestras costillas son
jaulas.”
-Anónimo

El mundo en el que estaba parada comenzó a dar vueltas. Estaba mintiendo.


Tenía que ser mentira.

—Lo recordaría.

—Ah, pero Jehová quería aprovecharse de su pérdida. Tú te ofreciste, sí, pero no


sin un cierto estímulo del Hombre mismo. Y una vez que estuviste en su reino bajo
sus leyes, él debe haber sacado—, Kim hizo un gesto como si sacara algo del aire,
—el recuerdo de tu mente.

—¿Por qué haría eso?

—Para controlarte, por supuesto.

—No te creo.

Dio otro bocado de algodón de azúcar. —Ahora que sabes que el recuerdo está ahí,
va a volver a tí cada vez que lo permitas. Pero no te sientas mal. Su hermano creó
una dimensión entera sólo para él. Una dimensión infernal, aunque ¿de qué forma
podría ser peor que Uzan? no tengo idea. Iba a encerrar a Rey'azikeen en ella y
eliminar la llave, como había dicho. Pero lo convenciste de no hacerlo. Suplicaste a
Jehová que solo enviara a su hermano lejos hasta que recapacitara. Hasta que
entendiera la visión de Jehová. —Se quedó sin aliento cuando comprendió algo. —
¿Estabas enamorada de él, incluso entonces?

—¿El cristal celestial fue hecho para Reyes?— Decir que estaba anonadada habría
sido quedarse corta.

—Instrumento ingenioso. Una bóveda. Absolutamente inescapable. Por otra parte,


estamos hablando del único dios que pudo escapar de Uzan. Si se pudiera hacer...

—Esto es irreal.

330
—Oh, no regodees, mi querida. Es impropio. Además, si te hace sentir mejor, yo
soy el que ayudó a Lucifer a atraparlo. Como que estamos en el mismo equipo.

—¿Tu lo atrapaste?

—Tú lo hiciste primero.

—¿Por qué lo hiciste?

—Él, para ser exactos, no nos invitó a ir con él cuando escapó de Uzan. Lo
seguimos. Entonces, fue con el hermano mayor y le rogó que le diera el cristal
celestial para poder atraparnos. Para ponernos a distancia como si fuéramos peores
que él. Bueno, es una gran posibilidad, pero todo depende del ojo con que se mire.

—¿Él fue tras de tí?

—Vino tras ambos. Compañero arrogante, Rey'azikeen. Por lo tanto, nos


escondimos en la dimensión infernal de este reino y descubrimos que Lucifer estaba
impaciente por tomar... ¿cómo le llaman ustedes? ¿Venganza? Ideamos un plan y
utilizamos el cristal celestial contra él. Dos y un cuarto, Lucifer no es el mejor
luchador, ¿contra uno? Me gusta más cuando las probabilidades están a mi favor.

—Se unieron contra él.

—Por supuesto. No soy estúpido. Por lo tanto, atrapamos al hermano de Jehová en


la dimensión misma que hicieron para él. Cuando regresamos al infierno con él,
poco de Rey'azikeen quedaba de él mismo. Vez, incluso unos pocos segundos en
esa dimensión infernal son como años de este plano. Estaba tan desorientado que
en el momento en que descubrió lo que estaba ocurriendo, Lucifer ya lo tenía en la
runa. No tuvo ninguna oportunidad, de verdad.

—¿Por qué estabas tú, un dios, confabulado con un Ángel caído?

—Por aburrimiento, más que nada. Ha sido divertido ver esta pequeña disputa entre
Jehová y uno de sus niños. Y no me hagas contarte la que hubo entre Jehovah y el
niño. Por cierto, ¿Dónde está tu luz?

—Se la presté a un amigo.

—Bueno, no va a vivir mucho tiempo.

—Vivirá más que tú.

331
Se echó a reír, el cabello de Kim cayendo sobre sus hombros mientras su cabeza
cayó hacia atrás, y me di cuenta lo que estaba haciendo. Estaba haciendo tiempo.

Me di una vuelta completa. ¿Estaba acá su mejor amigo de Uzan?

—¿Por qué estás aliada con Jehovah?

—No lo estoy—, le dije, mirando a los cielos en busca de otra presencia. Me alejé
de él, buscando.

—Te está utilizando para hacer su trabajo sucio. Eres su ayudante. ¿Y luego te
borra la memoria? Si yo fuera tú buscaría mejores amigos.

Oh sí. Estaba haciendo tiempo. Sólo un dios podía matar a otro dios, pero tal vez
era más difícil de lo que parecía. Tal vez necesitaba apoyo. Ya había demostrado
que peleaba sucio.

—Cuando él recuerde quien eres—, continuó, y me pregunté si se callaría alguna


vez, —no estará feliz. Rey'azikeen. Lo enviaste a prisión, una que tus antepasados
crearon. ¿Crees que te amará después de eso?

Intente recordar con tanta fuerza. Si hubiera conocido a Reyes en ese entonces, tal
vez yo conocía a este ganador. Tal vez sabría su nombre. El Club de los dioses
estaba destinado a tener un muy reducido número de miembros. Tenía que saber
su nombre. Entonces me di cuenta. No de su nombre, sino un plan. Era tan buena
en ellos.

—Dijiste que escapaste con Eidolon, —dije, manteniendo mi mirada hacia el cielo.
—Creí que tú eras Eidolón.

—Me rompe el corazón que no me recuerdes. No está mal. No es como una ruptura
total. Es más como una fractura.

—Lo siento. Soy terrible con los nombres.

—Te voy a dar una pista. —Tomó otro bocado. —Es más grande que una caja de
pan.

Me concentré y sonreí. —Eso.

—Ah. ¿Lo recordaste?

332
Abrí la palma de la mano donde había escondido el cristal celestial. Estaba
preocupada de que lo viera en mis pantalones por lo que me aferré a él. Por la
querida, dulce vida.

Él se calmó al instante, su mirada láser fija en el medallón. En el segundo en que


abrí la tapa de vidrio, tormentas eléctricas y rayos salieron disparados a nuestro
alrededor.

Reaccionó inmediatamente. Dio un paso adelante, pero ralenticé el tiempo. Se


reunió con él y siguió avanzando. Aminoré más, tanto así que las personas que nos
rodeaban no solo dejaron de moverse, si no que comenzaron a moverse hacia atrás,
lenta y surrealistamente. Estaba rebobinando el tiempo. Pero, de nuevo, se encontró
con él y siguió avanzando.

La pausa fue suficiente, Pese a eso. Suficiente para que presionara mis labios en la
parte superior del vidrio, los rayos crepitando alrededor de mi cara, y susurrara: —
Esto es por ti, Kim. —Lo mire por debajo de las pestañas, y justo cuando me alcanzó
y su dedo rozó el colgante, dije: —Mae'eldeesahn.

Rocket me había dado la pista en ese cuadro, una sacudida que remeció mi
memoria. Y la sangre que saqué de la boca de Kim era suficiente. El cristal celestial
sólo necesitaba una hebra de ADN del huésped para capturar al ser interior.

Funcionó.

Se tambaleó hacia atrás, con el shock y la incredulidad marcado en el rostro, por


haber sido embaucado. Por haber sido atrapado esta vez.

Había visto el cristal celestial funcionando. Esperé. Mae'eldeesahn no. Se dio la


vuelta y echó a correr, pero eso parecía hacer feliz a la luz que salió disparada tras
él. Se enroscó a su alrededor como un amante y lo arrancó del cuerpo quebrantado
de Kim.

Lo que salió no era lo que esperaba. Era luz más que nada. Más humo que
sustancia. Y fue precioso. Completamente impresionante y absolutamente
malévolo.

Y entonces ya no estaba. Aspirado hacia la dimensión infernal hasta que yo lo


sacara. Un compromiso que jamás sucedería.

Cerré el relicario justo cuando sentí otra presencia. De ninguna manera podría
salirme con la mía dos veces. Me di la vuelta para encontrar a Reyes
333
materializándose detrás de mí en toda su gloria oscura. Despacio. Letalmente,
porque ese niño era el niño del cartel para las clases fallidas de manejo de la ira.

Me miró desde debajo de sus pestañas, pero su preocupación eclipsó a su ira. Se


dirigió a mí, tomó mis hombros, me miró de arriba hacia abajo para asegurarse de
que no estaba lesionada.

Guardé el colgante y tomé su rostro en mis manos. —Reyes.

—¿Estás herida?

—No, cariño, escucha.

—¿Qué ha pasado?— Miró a su alrededor, confundido.

—Reyes, escucha.

—¿Qué fue eso?

—Rey'aziel.

Finalmente se centró en mis palabras.

—Reyes —dije, y una repentina tristeza se apoderó de mí con tanta fuerza que
apenas podía hablar.

—¿Qué?—preguntó, quieto en alarma. Preparándose. —¿Qué?

—Era uno de los dioses de Uzan.

Toda expresión se deslizó fuera de su rostro.

—Su nombre era Mae'eldeesahn.

—¿Era él? ¿Lo mataste?

—No. No, lo atrapé. Se fue.

El alivio suavizó sus rasgos, pero sólo un poco. Estaba más confundido que otra
cosa.

—Pero él… Reyes, había secuestrado a un huésped humano.

334
—Eso es lo que hacen.

—No, lo que pasa… cariño, lo siento mucho.— Un sollozo rompió mi voz. Yo sabía
lo que esto le iba a causar. —Tomó a Kim.

Una media sonrisa curvó su boca durante un microsegundo mientras me estudiaba


con incredulidad.

Di un paso a un lado y le mostré. Kim estaba tumbada boca abajo en el suelo, con
un brazo echado sobre su espalda, en ángulos incorrectos. Su pelo rojo se
desplegaba sobre su cabeza como un halo.

—Lo siento mucho.

Se retiró de mi alcance y se acercó a ella. Se arrodilló. Le dio la vuelta y la envolvió


en sus brazos hasta que su rostro casi tocó el de ella. Le corrió el pelo hacia un lado
y vio las llagas. Los rasgos hundidos. El color amarillo de la piel y los oscuros
moretones.

Exhaló bruscamente, luchando contra un sollozo. Luego otro. Y otro.

Caí de rodillas, sabiendo que no había nada que pudiera hacer.

Sus dedos se apretaron en puños y luego los extendió contra ella mientras la atraía
en un fuerte abrazo. La afirmo desde la parte de atrás de la cabeza. Hundió la cara
en su pelo. Y explotó en un mar de llamas.

Me di cuenta de que la gente los había rodeado. Pero ellos sólo veían a un hombre
angustiado abrazando a una mujer.

O eso pensé.

Cuando estalló en llamas, fue a la vez en el plano intangible y en el tangible. Los


niños gritaban y adultos los cubrían a la vez que los arrastraban lejos. Y todo el
mundo, cada persona allí, corrió.

Creciendo a mis pies, me di cuenta que tenía que hacer algo, pero el fuego era
demasiado caliente. Ni siquiera podía acercarme. Ya ni siquiera podía verlo. Me
tapé la boca mientras veía a mi marido prender fuego a todo en un radio de seis
metros. Luego a nueve. Luego a doce. La montaña rusa cerca. La arcada. El stand
de algodón de azúcar. La heladería. Una atracción tras otra fue sumergida en llamas
mientras la gente gritaba y corría y tropezaban unos contra otros.

335
El humo ondeaba a mí alrededor ya que las familias se precipitaban en todas las
direcciones.

—No tengo otra opción —oí una voz que decía desde detrás de mí.

Me di la vuelta para ver a Michael, mi arcángel favorito, allí de pie.

La rabia me envolvió. —Este no es el momento.

Sacó la espada.

Este no era el momento. La rabia que sentía por su amenaza, por lo que había
hecho Jehová, erupcionó como un volcán dentro de mí. Apreté los dientes, pero le
mostré mis palmas, como señal de rendición.

Entonces moví mi mano izquierda hacia abajo. Artemis se elevó hasta mi mano,
materializándose a mi lado. Bajó la cabeza y mostró los dientes y sacó un gruñido
desde lo profundo de su pecho.

Entonces moví mi mano derecha hacia arriba. Mi viejo amigo y una clase de
guardián, el Sr. Wong, se materializó a mi lado. Puso su mano en la mía para darme
un rápido apretón antes de sacar su propia espada. Su armadura brillaba, y el poder,
tanto poder como el que sentía que irradiaba Michael, pulsaba fuera de él en olas
gloriosas.

Michael sonrió. —¿Crees que yo habría llegado a una batalla sin preparación?

A través del oleaje y flujo de humo, una docena de ángeles aparecieron detrás de
él.

Levanté una ceja. —¿Crees que lo creería?

Detrás de nosotros, doce perros del infierno se levantaron del suelo. Gruñeron y
enloquecieron, patearon la tierra, pidiendo que los dejara a rienda suelta. Los
ángeles se prepararon.

—Necesito tener una palabra con tu jefe. —dije.

—Hoy no. —bajó la cabeza como si estuviera dando una orden silenciosa, y
legiones de ángeles aparecieron detrás de él. Cientos y cientos hasta donde podía
ver, aunque había una gran cantidad de humo, estaban listos para luchar.

336
—Michael,— le dije, un poco decepcionada. —Esto se está poniendo embarazoso.

Y detrás de mí, miles y miles de difuntos se materializaron. El ejército de Beep.


Llamé a cada nombre que Rocket había escrito, y se levantaron como un mar de
guerreros. Dispuestos a luchar por mi hija, porque si iba a sobrevivir, ella necesitaría
a su padre. Yo necesitaría a su padre.

—Como he dicho, este no es el momento.

—Él hizo una promesa vinculante—, dijo Michael. —Los tres dioses de Uzan. Fuera
de este plano. Por toda la eternidad.

—Lo engañaste.

—Dejé que Rey'aziel se engañara a sí mismo.

—Pero ese no es realmente su nombre, ¿verdad?

No respondió a eso. En su lugar, miró más allá de mí a las llamas que ahora eran
de 30 metros de altura. —Él pronto llegará a nivel nuclear y destruirá esta ciudad,
si es que no varias más. No tenemos el hábito de dar pases a aquellos que matan
a cientos de personas.

—¿En serio? ¿Acaso no vez las noticias?

—Los humanos matan a humanos. No es mi jurisdicción.

—Sé que a Jehová puede no importarle su hermano, pero a mí claro que sí. Y tú no
te lo llevaras.

Apretó su mandíbula con frustración. Fastidiado. Sopesando en su mente las


posibilidades. Al final, envainó su espada. —Cuando llegue el momento, Val-Eeth,
no serás capaz de salvarlo.

—Es gracioso. No creo que él sea quien necesite salvación.

Otra nube de humo se elevó a nuestro alrededor, tragándonos por completo. Oí un


batir de alas, y cuando el humo se disipó, se habían ido. Cada ángel había
desaparecido.

Me volví hacia el señor Wong, su armadura de oro brillante tanto como sus ojos
traviesos. —Pensé que íbamos a tener una batalla.

337
—Lo siento.

—No lo sientas. Hubiera sido una buena práctica. —Se volvió hacia nuestro propio
ejército. —Tienen que ponerse en forma.

Aspiré. —¿Pueden los difuntos ponerse en forma?

—Me iré, Val-Eeth. —Se inclinó sobre mi mano.

—Charley, por favor. —Ser llamada como un dios era un poco mucho.

Se inclinó de nuevo y desapareció. Un microsegundo después, el ejército de Beep


se evaporó, al igual que los perros del infierno.

Artemis miró hacia atrás y gimió. Michael tenía razón. Reyes había perdido el
control. Me desmaterialicé y entré en el fuego. Todavía sostenía a Kim con fuerza,
pero la había incinerado. Todo lo que quedaba de su cuerpo era un contorno de
ceniza.

Le toco la cara. Que se rajó como papel quemado y se fue volando, las partículas
brillantes flotaban a su alrededor. Luego se derrumbó en sus brazos y se deslizó
entre los dedos como la arena a través de un tamiz.

Y el fuego creció más caliente. Quemó. Incluso en el mundo inmaterial me quemó


la piel. Me di cuenta de que estaba perdido. No podía controlar sus poderes.

He estado allí, había hecho eso.

Tal vez era justo lo opuesto a mí. Tal vez si supiera su verdadero nombre, sería más
capaz de controlarse.

¿Qué tengo que perder? Di un paso más cerca, me arrodillé junto a él, tomé su cara
entre mis manos, y le susurré, —Rey'azikeen.

Nada. La agonía que sentía me quemaba hasta la médula de los huesos. Se lo dije
una y otra vez sin recibir respuesta.

Esto no estaba sucediendo. Entonces me di cuenta de que no tenía que ser para
siempre. Saqué el cristal celestial. Si no lo detengo, realmente destruirá la ciudad y
posiblemente más. Podía hundir la mitad de California en el océano.

338
El fuego creció aún más caliente, las llamas fuertes e implacables. Estiré la mano
para tomar su sangre. Yo sólo lo dejaría allí por un momento. Lo suficiente para
calmarlo. Para desorientarlo y traerlo de nuevo a mí.

Puse mis uñas en la muñeca y rasguñe tan fuerte como pude.

Finalmente me miró, su mirada brillante y reluciente. Así que repetí su nombre.


―Rey'azikeen. Tienes que parar. Vas a quemar la ciudad.

Miró a través del fuego. Ya había destruido el parque.

—Tienes que parar.

Frunció el ceño. Bajó la vista a las cenizas de su hermana. Se inclinó y se cubrió los
ojos con los puños.

Fue entonces cuando los vi, elevándose sobre el dios que estaba delante de mí.
Caí hacia atrás y miré con asombro. Estaba cubierto de fuego, su contorno casi
transparente. Pero el fuego se arqueó sobre él, también, y creó la ilusión de alas.
Masivas, alas angelicales plegadas y envueltas alrededor de él.

Me había olvidado del desastre nuclear inminente. Vi a mi marido cuando se sentó


sobre los talones y apoyó la cabeza hacia atrás, tratando desesperadamente de
conseguir el control sobre sus emociones. Era músculo sólido. Tenso e inflamable
y tan hermoso que me dolía. Y tenía alas. El fuego lo lamía, formándolo y
moldeándolo. Dejó caer la cabeza entre las manos de nuevo.

Antes de que pudiera hacerlo reaccionar, otro ser entró en el fuego. Un difunto. Puso
su mano sobre la cabeza de Reyes, y él abrió los ojos. La miró hacia arriba. Casi se
derrumbó cuando se arrodilló y lo rodeó con sus brazos.

—Él intentaba sacarte de aquí —dijo Kim, más bella de lo que nunca la había visto.
—Sabía que has estado siguiéndolos.

—¿Qué?—, pregunté, consternada. Me puse de pie y me acerqué a él. —¿Tú


estabas siguiéndolos? ¿A un diabólico dios malévolo? ¿Era este uno de tus
secretos? Porque no recuerdo que me hayas contado esto en nuestra última
conversación—

Kim se rió en voz baja, se puso de pie, y me abrazó. La abracé de nuevo por un
largo tiempo.

339
—Entiendo tanto ahora, —dijo ella, luego volvió a mirar a su hermano. —Sé lo
especial que eres. Ustedes dos. Sabía que lo eras, pero no tanto así.

—Kim, me gustaría haberte contado más, —dije.

Reyes se levantó y la miró como si fuera el sol y él se hubiera criado en total


oscuridad. El fuego aún ondeaba a su alrededor.

—Tú no entiendes, —dijo Kim. Su cara iluminada. —Mi nombre está en el muro de
Rocket. Fui enviada aquí.

—Kim, eso es increíble—, le dije, sin saber qué más decir.

Ella asintió y dirigió una mirada de amor de su hermano. —Me enviaron aquí por
una razón. Lo sé. Y prometo vigilar para siempre. —Me puso una mano en la cabeza
y una en la de Reyes. —Voy a ser sus ojos y oídos. Yo te daré las actualizaciones
minuto a minuto sobre cómo está. Lo que está haciendo. Sus primeras palabras.
Sus primeros pasos. —Bajó la cabeza y sonrió. —Soy tía de la niña que está
destinada a salvar el mundo. No hay nada mejor que eso.

—Ah, ¿sí?—bromeé. —Bueno, yo soy su madre. Lo sabes. —Me soplé las uñas y
les saqué brillo en mi camisa. —Puedes estar celosa.

Ella se rió entre dientes, pero Reyes seguía perdido. El fuego aún hacía estragos.
La pérdida de su hermana aún le dolía.

Di un paso adelante, lo atraje hacia mí, y puse mi boca en la suya. Allí domestiqué
el fuego. Lo enfrié con mi respiración. Con los latidos de mi corazón. Con el pulso
de mi energía.

El rugido del fuego fue reemplazado con un sonido crepitante como el hielo que se
extendió desde debajo de mis pies, a lo largo del paseo marítimo, y hasta las
paredes y los postes y el parque de diversiones. Los fuegos que nos rodeaban
murieron de inmediato, y el humo negro se levantó en su lugar, una esencia
penetrante y punzante.

Me aparté. Las alas de Reyes se habían ido, y su fuego se había calmado aunque
ciertamente no desapareció. Estaba hecho de fuego, por lo que no era de extrañar.

—Sólo ella puede dominar a la bestia, —dijo Kim.

La miré con cara de pregunta. —Es algo que Rocket me dijo.

340
—Ah. Es más listo de lo que parece.

Asintió y nos dio a ambos un abrazo. —¿Te gustaría verla?—, Nos preguntó en el
más suave susurro.

—¡Sí!—, Dije antes que Reyes dijera que no. Cuando me dio una mirada cautelosa,
le dije: —Ni siquiera tengo mi luz en este momento. Solo por un minuto.

Su cabeza no estaba totalmente convencida, él asintió con la cabeza, y en el


siguiente latido nos encontramos en una tienda. Una pareja delante de nosotros
estaba sorprendida y agradecida mientras se servían ellos mismos unos vasos de
café.

—Tú luz no es tan visible,— dijo Kim, —pero aún no te vez realmente humana. El
mundo sobrenatural puede sentir eso. Debes ser rápida.

—Lo prometo. — No podía apartar los ojos del portabebé que el Señor Loehr había
puesto sobre la mesa mientras la señora Loehr endulzaba sus cafés.

Estaban hablando sobre qué color pondrían las cortinas en la habitación de Beep.
Y el Sr. Loehr llamaría a la compañía de gas en el segundo que llegaran a la casa.
Llegaban de un viaje, a través del país por el aspecto que tenían. ¿Los trasladaban
de nuevo? Miré alrededor y vi la silueta de un perro del infierno. Retrocedió cuando
se dio cuenta quienes éramos, también los otros tres. Un agú sonó desde el porta
bebé, y mi respiración salió muy aguda, muy fuerte, cuando la escuche. Los Loehrs
se tensaron inmediatamente. La Señora Loehrs movió el porta bebé mientras el
Señor Loehr se ponía delante de ellas. Como una barrera, un protector. Y cuando
nos reconocieron sé sintieron aliviados. Sonreí, puse un dedo sobre mi boca, y les
hice un guiño. Sorprendidos, me devolvieron la sonrisa y me empujaron en un
abrazo grupal. —¿Está todo bien?— Preguntaron el Señor y señora loehrs.

Reyes asintió y abrazo a la que pudo ser su madre en un fuerte abrazo. Hizo lo
mismo con el Señor Loehr. Mientras me acercaba al porta bebe, ella lo puso sobre
el mostrador.

Pude ver su esencia antes de ver a la misma Beep.

Entonces la vi. Una pequeña mano primero. Un brazo regordete. Y después


grandes ojos cobrizos que dominaban toda su cara redonda. Por primera vez en
todo un mes, vi a mi hija.

Puse una mano sobre mi boca, estaba tan hermosa.


341
Me sonrió, sus hoyuelos en sus mejillas color rosa brillaban llenos de vida. Sus ojos
centelleantes.

La Señora Loehr la miraba con orgullo. Inclinó el porta bebe para que la pudiera ver
mejor. —Dicen que es Gas.—

—¿Gas?—

—Es lo que hace a los bebés reír a esta edad—. Se inclinó y le susurró. ―Ellos
nunca han conocido a la señorita Elwyn Alexandra.

Ella me sonrió y luego su marido. Se veían tan felices a pesar del peligro que
pusimos sobre ellos. Se veían agradecidos.

Reyes vino y se paró a mi lado.

Me reí en voz baja, la alegría en mi corazón era tan abrumadora.

—Ella es oscura y poderosa y feroz—le dije. —Y no es más humana que tú o yo.

Me apretó hacia él y luego se inclinó sobre el porta bebe. Beep agarró su dedo, y
se rió, tan sorprendida como yo.

Kim la miró, también, con su rostro radiante. Literalmente. Ya no estaba lo


estresada, nerviosa, voluble que solía estar. Aunque era doloroso pensar en ello, la
muerte le sentaba bien.

Mire hacia los Loehrs. —Su alma está hecha de millones de luces brillantes. De
estrellas y galaxias y nebulosas.

Intercambiaron miradas fascinadas, ahí me di cuenta de algo más.

—Reyes, ella es un portal.

La miro de cerca. —Tienes razón. Pero ¿hacia dónde?

—Supongo que algún día lo averiguaremos.

—¿Podemos tomarla?—, Preguntó Reyes a la Señora Loehr.

Apoyé la pregunta con un movimiento de cabeza, las cejas levantadas.

342
Nos miró como si acabáramos de escapar de nuestras celdas acolchadas y dijo: —
Por supuesto.

Con la ayuda de la señora Loehr, la cogimos, segura de que la rompería, había


pasado tanto tiempo. La empujé a los brazos de Reyes y luego envolví los míos
alrededor de ambos.

—¿Cómo me encontraste?—, Le pregunté.

Le tocó la pequeña barbilla. —Le pregunté a Osh.

Arranqué la mirada de mi hija. —¿Le preguntaste?— Mi voz se elevó una octava.


—¿A Osh?

Asintió.

—Así que, ¿lo viste?

—¿Te refieres a la posición fetal en que lo dejaste?

Él lo vio.

Sabía que tenía que volver más pronto que tarde. Pero seguía pensando, un minuto
más. Un minuto más.

—¿Y él te dijo dónde estaba?

—No quería, pero lo presioné—, dijo. —Ya sentía mucho dolor. No me tomó mucho
tiempo.

—Reyes—, le dije, horrorizada y sintiéndome más que un poco culpable. —¿Está


bien?

—Define bien.

Kim puso su mano en mi hombro. —Es la hora.

Entré en pánico. —Sólo un minuto más.

Ella se limitó a sonreírme, y eso era todo lo que necesitaba para convencerme.
Tenía razón. Estábamos arriesgando la vida de nuestra propia hija por estar aquí.
Por no mencionar la de los Loehrs.

343
Un suspiro doloroso salió a través de mi pecho, cuando Reyes la devolvió a la
señora Loehr. Y entonces sucedió algo sorprendente. Beep la miró como si la
reconociera. La miró con amor. No había duda de ello, y casi lloré.

—Muchas gracias—le dije. —Usted nunca sabrá lo agradecidos que estamos.

—No, gracias a ustedes—dijo. —Ustedes no saben lo que esto significa para


nosotros.

La abracé otra vez, esta vez más profundo, y pude oler a Reyes en su ropa, en su
piel y en su pelo. Una parte de él realmente era un ser humano. La parte buena. La
parte amorosa. La parte importante.

Ella meció Beep en sus brazos. —Les debemos todo.

Ambos nos miraron al irnos, el Sr. Loehr con los brazos envueltos alrededor de sus
chicas, y yo sólo esperaba que la Señora Loehr no dejara caer a Beep cuando nos
desmaterializáramos delante de sus ojos.

344
Capítulo Veintiocho

“El hecho de que haya una carretera al infierno y sólo una escalera al cielo
dice mucho acerca de las cifras de tráfico previstas.”
-MEME

En el momento en que llegamos al apartamento de Garrett, diecisiete minutos


habían pasado, gracias a la cantidad de tiempo que habíamos manipulado. Osh
yacía en el suelo, retorciéndose de dolor, con la cabeza echada hacia atrás, los
dientes fundidos juntos. Las fisuras en su cuerpo se habían abierto y se fugaban
grandes cantidades de luz, la energía inimaginable fusionaba las moléculas de su
cuerpo. Era como ver un reactor nuclear en una debacle.

Reyes estaba en lo cierto. Osh tenía sólo unos segundos.

Me senté sobre él, levantándolo en posición vertical, sosteniendo su mandíbula, y


puse mi boca en la de él. Absorbiendo de nuevo mi luz, mi energía, comparable a
la ingestión de una bomba de hidrógeno. Lo saqué de él tan rápido como pude antes
de que lo matara, y los átomos en tal estado de excitación estallaron dentro de mí.
Era como congelarse el cerebro un millón de veces.

Lo envolví más fuerte en mis brazos. Sosteniendo su cabeza mientras él se relajó.


Tomé dentro de mí tanto como pude. Seguí sacando energía, chupando el veneno
como si fuera una víctima de mordedura, pero no se despertó.

―Holandesa ―dijo Reyes, colocando una mano sobre mi hombro. ―Lo estás
matando.

―No ―le dije con un sollozo, acercándolo hacia mí y colocando pequeños besos
en su rostro. ―Lo siento, Osh.

Mi luz estaba fuera de él, pero lo que quedaba era mucho peor. Estaba cubierto de
pies a cabeza de profundos cortes, lesiones largas, donde la luz había agrietado su
cuerpo, tratando de escapar. Su cara, su piel normalmente tan perfecta, era una
réplica estridente del original, como si un artista hubiese decidido esculpir cómo se
vería en una película de terror.

Y sin embargo, todavía era tan hermoso. Tan intrínsecamente guapo. Tan
sumamente roto.

Lo sostuve así durante mucho tiempo, meciéndolo.


345
―Holandesa…

―Tenemos que llevarlo a un hospital ―dije, maldiciéndome por no haber pensado


en eso antes. ―Rápido.

Reyes se arrodilló a mi lado. ―Cariño, mira.

Las heridas ya estaban comenzando a sanar, la piel se cerraba en las puntas de las
lesiones, dejando rastros de color rojo oscuro en sus estelas.

Miré a Reyes. ―¿Él va a estar bien?

―Desafortunadamente.

Me reí en voz baja, sabiendo que él no quería decir eso. Habían comenzado como
enemigos, pero se habían vuelto muy cercanos. Como boxeadores que eran amigos
fuera del cuadrilátero. Amigos en las buenas, pero amigos, no obstante.

Acercando a Osh hacia mí otra vez, lo abracé, deleitándome con el calor de su


cuerpo, porque eso significaba que estaba vivo.

―Llegará un punto ―dijo Garrett desde unos pocos metros de distancia, ―donde
esto se considerará una forma de abuso sexual. Voy a tener que informarlo.

Lo miré. ―¿Cuántas cervezas has tomado?

Él sonrió y levantó la botella actual de Corona en señal de saludo. ―No vuelvas a


hacer eso de nuevo.

―Lo siento, Garrett. Ni siquiera pensé en lo que esto podría ser para ti.

Sacudió la cabeza. ―Todo está bien al final―

―No me importó particularmente en el momento, pero mirando hacia atrás―

Una almohada voladora me golpeó en plena cara. Me reí, casi mareada de alivio de
que Osh estuviera bien. O al menos vivo. Tal vez él nunca volvería a ser el mismo,
pero vivirá.

―Tenemos que llevarlo de regreso al apartamento.

346
Reyes negó con la cabeza. ―No quiero correr el riesgo de que alguien nos vea
llevando un cuerpo inconsciente dentro del edificio.

Ambos nos volvimos a Garrett.

―No tengo exactamente un cuarto de visitas.

Nos miramos el uno al otro y asentimos.

―¿Listos? ―Pregunté

Lo recogimos en nuestros brazos, y me sorprendió lo gentil que Reyes era con él.
Pero cargar a un Daeva inconsciente era como llevar un león flácido hecho de
espaguetis.

―De todos modos ―dijo Garrett. ―Toma mi habitación.

―Dios mío, que es pesado ―dije, gruñendo.

―Sabes que, podría llevarlo solo.

―No, tengo esto ―dije, justo cuando golpeé su cabeza en el marco de la puerta.
―Mierda. ¿Piensas que le saldrá un moretón?

Reyes luchó contra una sonrisa y perdió.

***

Instalamos a Osh en la cama de Garrett. Swopes no estaba tan molesto como


él pretendía estar. Estaba preocupado. Él estaba traumatizado. Cookie venía en
camino para ayudarnos a cuidarlo. Habíamos acordado que tomaríamos turnos
hasta que se despertara.

Reyes y yo tomamos el primer turno mientras Garrett salió en busca de sustento.

Me acosté al lado de Osh en la cama, tocando las líneas que se estaban volviendo
más y más claras. Sólo se mantenían unos pocos cortes. Lo habíamos desnudado
y vendamos los peores de ellos.

Reyes estaba sentado en una silla al otro lado de la habitación, con la camisa
desabrochada y abierta, una cerveza en una mano que descansaba sobre una

347
rodilla. Era tan feroz. Muy poderoso. Y estaba allí sentado bebiendo una cerveza.
Mirándome como si intentara comprenderme.

―¿Cómo lo hiciste?

Coloqué un mechón de pelo detrás de la oreja de Osh. ―Se llama Cristal Celestial.

―¿Es lo que tenías en Nueva York?

―Un Souvenir. Kuur lo trajo, pero no conocía las reglas del juego. No trajo suficiente
para todos.

―¿Y, cómo funciona? ¿Cómo se puede atrapar a un dios, por ejemplo?

―Deben estar en una forma donde se le pueda extraer sangre. Pones una gota en
el cristal celestial, dices su nombre, su verdadero nombre, y listo. Están atrapados
hasta que decidas lo contrario.

―¿Lo has tenido por más de una semana?

Me aclaré la garganta. ―Sí.

―¿Y has sabido que yo era un dios durante más de una semana?

―Sí. Mi padre… Me lo hizo saber. Me dijo que fuiste creado a partir de uno de los
dioses de Uzan.

―¿Por qué no me dijiste sobre esto?

Cerré los ojos. Agaché la cabeza. Susurrando la verdad. ―En caso de que tuviera
que usarlo en ti.

Se quedó completamente inmóvil. Después de lo que pareció una eternidad, me


preguntó: ―¿Y por qué tendrías que tomar medidas tan drásticas?

―No sabía cuánto de ti eras… tú y cuánto era un dios malvado de una cárcel de
otra dimensión ―La ironía de que había estado en la cárcel, tanto en su forma divina
como en su forma humana no se me escapó. ―No sabía si serías una amenaza
para Beep o no.

―Eso estuvo bien pensado.

348
Lo miré, sorprendida.

―No soy digno de ser padre. Nunca lo fui. Satanás solo tuvo que ir al convento,
poseerme, recordarme quién era, lo que era, para forzarme a entrar en razón. No
soy digno de ninguna de las dos. Y no confiaría en mí, tampoco.

―Reyes, eso no es lo que quería decir. ―Cuando él no dijo nada, pregunté:


―¿Cuánto recuerdas de cuando eras Rey'azikeen?

Sus iris brillaban bajo sus pestañas. ―¿Quieres decir, si recuerdo que tú me
enviaste a la cárcel?

Cerré mis párpados.

―¿Si recuerdo a mi propio hermano creando una dimensión infernal sólo para mí?

No dije nada. Su dolor se apoderó de mí. O tal vez era el mío propio.

―No. Realmente no. Recuerdo a mi hermano estando tan frustrado conmigo, tan
preocupado por sus pequeños muñequitos aquí en la Tierra, que él creó un mundo
donde esperaba que Yo creciera y aprendiera algo. Recuerdo a una diosa de otra
dimensión, una diosa tan hermosa que las estrellas podrían rápidamente
consumirse si no se apartaban de ella, suplicándole a mi hermano que me enviara
a su dimensión. Una Clase de prisión, sí, pero un lugar donde Yo no me quedaría
tan completamente solo. Un lugar donde no me volvería loco poco a poco.

Mis párpados se abrieron. Apenas.

―Recuerdo que ella sacrificó su vida dándosela a mi hermano. Canjeándose con


él. Ofreciéndole ser la parca de su mundo si él me daba a Mí ―un pedazo de mierda
egoísta que no le daría a ella ni siquiera la hora ―otra oportunidad.

Cerró los ojos y trató de mantener el control sobre sus emociones.

―Recuerdo estar tan lleno de energía, estudiar y estudiar hasta que encontré una
manera de escapar de la dimensión en la que la hermosa diosa me encerró para
así poder causar estragos en todo el universo y, a su vez, permitir que
Mae'eldeesahn y Eidolon escaparan en mi estela.

Él estaba sujetando la botella de cerveza con tanta fuerza, que pensé que iba a
explotar.

349
―Llamar a Uzan una prisión es un error inmenso. Era un paraíso que tus
antepasados crearon para las almas que de alguna manera se perdieron. De alguna
manera se desorientaron estando a la deriva. Pero todo lo que yo podía ver era el
hecho de que estaba encerrado allí en contra de mi voluntad. ―Se rió por lo bajo.
―No te merezco Elwyn.

―¿No crees que tal vez ya hayas pagado mil veces por tus pecados?

―¿Cómo es eso?

―¿Lucifer? ¿El Dendour? Earl Walker?

Estudió la botella en sus manos, raspando la etiqueta con aire ausente. ―¿Debería
dejarlos solos a los dos? ―Preguntó, cambiando de tema.

―Él ya está tomado ―dije, aceptando el hecho de que perdonarse a sí mismo era
algo que Reyes no haría. ―Osh. Por alguien muy especial.

―¿Y quién podría ser?

Esto podría ser un poco difícil de digerir para él. El Tacto era definitivamente
necesario. O podría soltarlo y ver su expresión ir cambiando de la incredulidad al
horror puntiagudo y una furia asesina. Elegí la puerta número dos. ―Está destinado
a estar con nuestra hija.

La expresión de Reyes lentamente cambió de incredulidad contenida al horror a un


tipo espinoso, de furia asesina. ―Oh, diablos, no. ―Él se puso de pie. ―¿Un Daeva?
¿Me estás jodiendo?

Como todo un papá.

―Sí, un Daeva. Pero yo no lo descartaría tan ligeramente.

Se dio la vuelta y frunció el ceño. No a mí, en realidad. Sólo en general. ―¿Qué


quieres decir?

Apreté una de las esquinas de la boca junto con el pensamiento. ―Está bien, ya
sabes que yo fui un ángel de la muerte durante toda la vida, y ¿de repente soy
también un dios de otra dimensión? Y la forma en la que Tú eres el hijo de Satanás
durante toda tu vida, y de repente ¿eres un dios de esta dimensión? ¿A quién le
pasa eso? Nuestras vidas son tan raras. Creo que tal vez Osh es algo más, también.

350
―Tracé con el dedo una de las líneas oscuras en su rostro. ―Creo que hay más de
lo que vemos. Veo grandeza en él, Reyes. Veo un poder más allá de nuestra
imaginación. Lo veo dando su vida por nuestra hija.

―Oh ―Él se sentó de nuevo, satisfecho. ―Siempre y cuando él muera al final.

Suspiré.

―Por lo tanto, ¿este era otro secreto? ―preguntó.

―Sí, lo siento. Me había olvidado de este. Hablando de eso, ¿te gustaría hablar
sobre el elefante en la habitación?

―Supongo que podemos ya que él está inconsciente.

―No ese elefante.

―Bueno, ya hablamos de cómo tú me has enviado a prisión, luego trataste de


atraparme en una dimensión infernal.

―Yo no hice tal cosa, ―dije, luego me relajé cuando me di cuenta que me estaba
tomando el pelo. ―No. El otro elefante. Estoy bastante vacía de secretos. ―yo
arrugué la nariz pensando. ―Sí. Creo que era el último de ellos. Los más grandes,
de todos modos. Pero no me preguntes sobre el tiempo que estuve en la universidad
y estaba esta cosa que yo pensé que era un globo ocular falso. No vas a probar
bocado por un mes.

―Tú atrapaste a un dios ―dijo, sin inmutarse por el incidente del globo ocular. Traté
de estar contenta uno de nosotros lo estaba.

―Tienes miedo de mí, ¿verdad? Está bien. Eso sucede.

―Eres jodidamente increíble.

El orgullo se infló dentro de mí.

―O loca. El jurado aún no decide.

Supongo. ―No te vas a librar de esto. Sean cuales sean tus dos secretos, no
pueden, de ninguna manera, modo o forma, ser peores de lo que fueron los míos.

351
―Está bien, pero ¿Cómo eran mis secretos un elefante en la habitación? Estaba
perfectamente contento, sentado aquí tomándome una birra―

Me eché a reír. ―¿Dijiste birra?

―Mirando a Mi esposa molestar a un inconsciente niño de diecinueve años.

―Es como si estuvieras hablando un idioma extranjero.

―Vamos a tener que reconstruir el parque, ―dijo, su desesperación aumentando.

―Creo que nos lo podemos permitir. Y deja de intentar cambiar de tema.

Él sonrió, y casi caí en la trampa, pero por un leve instante, se quebró. ―¿Y si te
digo mañana?

Me apoyé en un codo. ―O podrías decírmelo hoy.

Después de una larga pausa, volvió a estudiar su birra. ―Tengo otro don, si quieres
llamarlo de esa manera. Siempre simplemente lo acepté. Lo tuve unas cuantas
veces en mi vida.

―¿En serio? ―Eso no suena tan mal.

―Puedo,…. puedo decir cuando alguien está enlistado para el infierno. Marcado, si
se quiere, como tú puedes hacer.

―Wow eso es genial. Eso creo, ―dije, haciendo girar un mechón de cabello de Osh,
en mis dedos.

―Puedo verlo en el momento en el que conozco a una persona. Si él o ella irá o no


al infierno. Si han cometido el acto que los enviará allí o todavía no. Porque puedo
ver exactamente cuando sucede, exactamente cuando son condenados al infierno,
hasta el instante en que toman la decisión que los enlista a ser condenados allí.

Me senté y crucé las piernas sobre la cama. ―¿Estás diciendo que estoy enlistada
para el infierno?

―Cariño, tú haces la lista. No estás en ella.

352
―Correcto. Así que eso es bueno para mí, porque ¡hey! Yo podría estar en
problemas. ―Después de pensarlo un momento, le pregunté: ―Está bien, así que
¿quién es? ¿Quién va a los pozos de fuego para sufrir en agonía por toda la
eternidad?

Se frotó una mano sobre los ojos y, de nuevo, me preocupé. Cuando bajó las manos
y sus ojos brillaban con una humedad sospechosa, estuve muy preocupada.

―¿Reyes?

―Antes de que te diga, sólo quiero que sepas, que estamos en ello. Estamos siendo
proactivos y-estamos tratando de detener su asesinato.

Reduje mis latidos para oírlo mejor. Para detener la entrada brusca de sangre a mis
oídos. Para hacer mi respiración pesada. ―¿Reyes?

―Es tu tío Bob.

No me podía mover. Me senté paralizada en la cama de Garrett, tratando de


recordar cómo reiniciar mi corazón. Probablemente lo necesite tarde o temprano.

―Cuando me arrestó por asesinato, vi que estaba programado para ir al infierno por
un acto que lo comprometería aproximadamente nueve años después de que me
encontré con él. Un acto que cometió hace dos años, cuando yo todavía estaba en
la cárcel.

Mi mente daba vueltas, tratando de comprender sus palabras, pero se alejaban


antes de que yo llegara a ellas. No podía envolver mis dedos, o mi mente, alrededor
de ellas.

―Pero cuando me encontré con él, lo recordé. Recordé que conocí a otro niño
cuando iba a la escuela secundaria. Grant Guerin. Que no había cometido el acto
que lo enviaría al infierno, todavía, pero yo vi lo que era. Iba a matar a un detective.
Iba a matar a tu tío Bob.

Entonces Garrett entró y pudo sentir la atmósfera al instante.

―Le conté ―le dijo.

Garrett maldijo entre dientes. ―Pensé que íbamos a esperar hasta que
encontráramos al pedazo de mierda.

353
Reyes se encogió de hombros.

―Charles, mira, vamos a encontrar al tipo. Guerin no tiene la menor oportunidad.


Vamos a detenerlo. Hemos mantenido vigilancia sobre tu tío, con la esperanza de
que haya alguna interacción temprana con el tipo que ponga en marcha una cadena
de acontecimientos, pero nada hasta ahora.

―¿Por qué no pueden simplemente encontrarlo?

―Lo tienen grabado haciendo un trato de drogas. Cuando vayan a arrestarlo, lo


atrapamos.

―¿Por qué no está enlistado para el infierno, entonces?

―No es tan fácil de conseguir enlistarte en el infierno como se podría pensar. Todo
es cuestión de hacer daño a los demás. Hasta el momento en que él mata a tu tío,
nunca le había hecho daño a nadie más que a sí mismo.

―¿Por qué no pueden encontrarlo? ―Pánico en aumento.

―Lo haremos ―dijo Garrett. ―Se fue bajo tierra, pero va a resurgir.

―¿Cuando? ¿Cuánto tiempo tenemos? dijiste que conoces el segundo exacto


cuándo va a suceder.

Reyes se mordió. ―Tenemos menos de una semana.

―¿Por qué el tío Bob? ―Me levanté y comencé a pasearme. ―¿Por qué lo mata?
¿Qué pasa?

―Tu tío lo encuentra y está a punto de detenerlo.

―¿Y?

Garrett se acercó más. ―Charley, no quieres saber los detalles.

―Sí lo quiero, en realidad, ¿Reyes?

―Cuando tu tío lo encuentra, el tipo le tiende una emboscada. Él lo golpea en la


cabeza.

354
―¿Y el tío Bob muere de eso?

―Sí ―dijo Garrett rápidamente. Muy rápido.

―¿Qué pasa?

―Él no muere, pero está inconsciente ―dijo Reyes. ―Así que el individuo entra en
pánico y― Él cerró los ojos y se apartó de mí. ―Acaba con tu tío con ácido y lejía.

Los bordes de mi visión se achicaron. Me tambaleé, y Garrett me atrapó. Me sentó


sobre la cama. Fue por agua.

No podía hablar durante más tiempo. La imagen estaba en mi corazón y en mi


cabeza, y estaba allí para quedarse.

Entonces me di cuenta. ―¿Dónde encuentra al tipo? ¿El Tío Bob? ―Le pregunté,
alzando la voz. ―¿Dónde encuentra al tipo? Ve allí. Él está allí probablemente.

―Tenemos gente en el lugar. Cuando aparezca, lo sabremos.

―Entonces, podemos detener esto. ―Asentí, calmándome un poco. ―Podemos…


espera. ―Boquiabierta mire hacia Reyes. ―Mi tío, Robert Davidson, detective
sorprendente, maravilloso ser humano, policía incorruptible, fue enlistado para el
infierno hace dos años. ¿De Verdad? ¿Y cómo fue eso?

―Holandesa..

―No lo hagas. Reyes, sólo dime.

―Él mató a alguien ―dijo con los dientes apretados.

―¿A sangre fría? No. ¿Hace Dos años? ¿Aquel tiroteo? Investigaron eso. Fue
absuelto. Le dispararon dos veces. Él disparó en defensa propia.

―Ése no.

Garrett había regresado con un vaso de agua, pero él apartó la mirada cuando
Reyes se movió disconforme.

―¿Estás diciendo que mi tío asesinó a alguien a sangre fría?

355
―Sí. Frío como hielo. Fue bastante impresionante, de verdad. En ese momento,
yo…

―¿Por qué habría de matar a alguien a sangre fría?

Él bajó la cabeza. No tenía ninguna intención de decirme.

Di un paso más cerca. ―Puedo obligarte.

Él no dijo nada. No ofrecido ningún argumento. O explicación.

Me moví un poco hacia delante y le di una oportunidad más. ―¿Por qué?

―Todo lo que necesitas saber es que tenía buena causa.

―Reyes, juro por todo lo que es sagrad―

―Por ti ―dijo, las palabras apenas un susurro en el aire.

―¿Qué? ―Pregunté, mi voz tan débil. Apenas un soplido.

―Lo hizo por ti. Estaban…se enteraron de lo que puedes hacer.

―¿Quiénes?

-Un grupo de narcotraficantes de los bajos fondos de Colombia, tratando de quedar


bien con su jefe. Tu tío recibió un dato de uno de sus informantes de que iban a
secuestrarte a ti, y que te llevarían a Colombia y te presentarían a él como una
clase de regalo.

No podría haber estado más sorprendida si me hubiera golpeado en el estómago.

―Entonces, él encontró su escondite. No tenía nada para implicarlos. No quería


correr el riesgo de arrestarlos, y que aun así, ellos pudieran decirle a otro miembro
de su organización acerca de ti. Así que, el irrumpió allí, y los tomó de uno en uno,
y luego prendió fuego al lugar.

―De ninguna manera. Tío Bob nunca lo haría.

―Tu tío conocía al capo, holandesa. Él sabía lo que era capaz de hacer. Lo había
presenciado de primera mano cuando estaba en el ejército. Él sabía que tenía que

356
matarlos a todos para silenciarlos. Si escuchaba alguna palabra sobre tus
habilidades, el capo colombiano vendría por ti.

―¿Por qué? ―Pregunté, cuestionando todo lo que había conocido sobre mi tío.
―¿Que importa? ¿Qué era lo que un capo de droga colombiano querría conmigo?

―Era un coleccionista. Fascinado con lo oculto. Creía que si tomaba las almas de
los dotados consumiendo su carne, heredaría sus poderes. Él ya había matado a
varias personas en las aldeas que rodeaban su complejo, buscando el don de la
visión.

―¿Un capo quería comerme?

―Habría querido, si hubiera sabido algo sobre ti. Él te habría considerado un trofeo
suficiente.

―¿Por qué la gente está tan jodidamente loca? ―Maldecía, caminando por la
habitación. ―el Tío Bob hizo esto por una buena razón.

―El Infierno parece pensar lo contrario. No importa que lo hiciera por ti o que ellos
fueran malos. Fueron vidas tomadas a propósito cuando había otras opciones... no
fue en defensa propia. Fue una decisión consciente.

―Por lo tanto, incluso si uno hace algo malo por una buena razón, obtienes
automáticamente una reserva en el ¿‘Fuego & Azufre Inn’?

―En realidad, ―dijo Garrett, ―tú podrías ser capaz de ayudarnos. Parece que la
única persona que podría saber dónde está Grant Guerin es tu nuevo mejor amigo
Parker. Era uno de los informantes de Parker en aquellos días, y algunos piensan
que todavía lo son. Pero él no está hablando.

―¿Parker era un policía?

―Empezó por ahí.

―A Parker sin duda le gusta jugar con sus propias reglas, ¿verdad? ―Mi mente
corrió con todas las implicaciones. ―Está bien, primero tenemos que impedir que
este cadáver caminante mate a mi tío. Entonces puedo preocuparme de qué hacer
con su sentencia.

Reyes sonrió. ―Algo por el estilo ya estaba en el plan.

357
―Sí, pero yo no estaba esto antes. ―Empecé a irme para hacerle una visita a
Parker cuando me detuve y me giré hacia mi marido. ―¿Hay más secretos? Ya
sabes, ya que estamos en el tema.

―Ninguno que se me ocurra.

―Es bueno saberlo. ―Necesitaba tomar por sorpresa a Parker. Y la mejor manera
de darle una sorpresa era presentarme en su casa a las 3 AM

Caminé de regreso hacia Reyes y tiré de su boca a la mía. Él sabía a fuego y sal y
limón.

―No me esperes despierto.

Garrett llamó mientras salía y cerraba la puerta.

―¡Pero tengo taquitos!

358
Capítulo Veintinueve

“¿Alguien podría hacer por favor agujeros en la tapa de mi frasco?”


-CAMISETA

Golpeé la puerta de Parker durante diez minutos antes de que abriera, tan
furioso como nunca lo había visto. No se había molestado en cerrar su bata, y su
luminoso bóxer azul no escondía mucho. Se podría decir que era rubio allí,
también.

―¿Nick? ―dijo una mujer desde la oscuridad del cuarto detrás de él.

―Regresa a la cama. Volveré en un minuto tengo que arrestar a la señora Davidson.

―¿Usas calcetines en la cama? ―Pregunté.

―¿Qué carajo, Davidson?

―Necesito saber dónde está tu informante, Grant Guerin.

―¿Cómo diablos voy a saberlo?

―Bien. Invitado educado. ¿Dónde, en su humilde opinión, podría estar?

―Tienes treinta segundos para salir de mi propiedad.

―Vamos, Parker. Acabo de salvar a tu compañero de universidad de un cargo por


asesinato y salvar tu culo fiscal por obstrucción de justicia y lo que sea por lo que
Joplin podría haberte acusado. Te lo habría clavado en el culo y lo sabes.

―No tengo idea de dónde está Guerin ―dijo.

Moví mi boca hacia un lado decepcionada. ―Justo cuando creo que eres todo noble
y mierda, haces algo estúpido. ¿Cómo crees que soy tan buena en lo que hago?

Se encogió de hombros, frustrado y cansado.

―Sé cuando alguien está mintiendo, y necesito saber dónde está Guerin.

359
―Así que, eres como un detector de mentiras humano. Interesante. ¿Esto es acerca
de la garantía? Esa información es más sucia que mi informante cualquier día de la
semana. Incluso si lo supiera, no se lo diría a alguien como tú.

―Mira, podemos seguir trabajando juntos, o podemos terminar nuestra relación de


negocios aquí y ahora. Como quieras.

Pero eso no significaba nada para él, y me di cuenta de algo mientras estábamos
allí. Él pensaba que había matado a mi propio hijo. ¿Cómo más se podía explicar
su hostilidad? Realmente era noble de una manera jodida. Estaba dispuesto a ir a
la cárcel por su amigo por una injusticia en el mundo. No le dijo a la policía donde
estaba Guerin porque toda la cosa era injusta y/o ilegal desde su punto de vista

Por otra parte, no me importa una mierda. Guerin iba a matar a mi tío. Un buen
hombre. Y Parker sabía dónde estaba. Esto iba a llevar un poco de trabajo. Di un
paso por delante de él y en su no tan humilde morada.

―Voy a arrestarte ―amenazó.

―Ya lo dijiste. Tranquilo, Parker. ―Me preguntaba si yo sólo le debería decir la


verdad. Por supuesto, después de averiguar que un capo colombiano quería
comerme, me di cuenta que debería reevaluar cuantas personas dejábamos entrar
en nuestro pequeño círculo.

―Está bien, voy a darte a elegir. Dime dónde está Guerin o le diré a Joplin toda la
historia. ―Fue un golpe bajo, pero estaba dispuesta a arriesgar mi reputación.

Parker, sin embargo, enloqueció. El hombre tenía problemas.

Se paró frente a mí y me clavó el dedo índice. ―¿Cómo te atreves a entrar en mi


casa y amenazarme, pequeña perra? ¿Crees que no sé sobre ti? ¿Crees que no
voy a ir por ti y tu tío?

―¿Mi tío?

―Hay demasiadas sombras en ti, Davidson. Negocios demasiados turbios.

Él era muy bueno en las metáforas.

―Ustedes siempre están encontrando mierda, salida de la nada. Anónimos, mi culo.


Eres la persona más poco ética y poco profesional que he conocido.

360
―Lo soy. Realmente lo soy. Sé de tu archivo, también, ya que estamos en el tema
de las prácticas poco éticas.

Estaba lívido. ―Voy a clavar mis garras en tu culo así sea la última cosa que haga.
Eres tan, tan…―Su voz se quebró, retrocedí un paso para mirarlo. ―Mi esposa y
yo hemos estado intentando durante cinco años, y tú solo ¿lo tiraste a la basura?

―Parker ―dije, me llene de empatía. Aun así, él me llamó perra.

―Sé que el detective Davidson está en esto. Sé que estaba contigo cuando el bebé
nació.

―Él estaba un poco sobre de mí. ―Recordé su cara mientras miraba al infierno en
mí. Y la mirada preocupante.

―Entonces lo admites. Admites que tenías un bebé y, ¿qué? ¿Accidentalmente lo


mataste? ¿Vendiste? ¿Dejaste? ¿Qué?

Era honestamente tan noble que lo dejaría clavar sus garras en mí, no en un sentido
sexual, ¿incluso después de lo que hice por Lyle Fiske? ¿Renunciaría a una
amistad o la esperanza de una buena paga ―en su camino a la fiscalía― porque
pensó que yo había roto la ley? ¿Era realmente el tipo de persona que detendría a
su mejor amigo por tráfico de drogas en lugar de tratar de ayudarlo a encubrirlo?

―No me conoces, así que déjame explicar―dijo. ―Soy el tipo de persona que
arrestaría a mí mejor amigo por tráfico de drogas en lugar de tratar de ayudar a
encubrirlo.

Guau. Eso fue bueno. Me gustaba.

―Si piensas, que porque hemos resuelto un caso juntos―

―¿Nosotros?

―voy a dar un paso atrás en esta investigación, te equivocas. Voy a averiguar lo


que hiciste con el bebé así sea la última cosa que haga.

Uh oh. Mala idea. ―Ahora me estás haciendo enojar ―dije.

―Bueno. Espero que tú y tu corrupto tío―

361
―¿Corrupto?

―reciban todo lo que se les viene.

―¿Corrupto?

―Ahora que tengo tu confesión de que tuviste un bebé y no puedes presentar


ningún certificado de nacimiento o documentos de adopción... ―Su sonrisa
satisfecha.

―¿En serio? ―pregunte, casi sintiendo lástima por él. ―¿Es eso de lo que se trata
todo esto?

―De ninguna manera, he estado sobre ti durante casi dos años. Es sólo que hay
demasiadas―

―Sombras. Sí, lo tengo.

―Entonces, ¿qué te parece? ¿Quieres simplemente confesar todos tus pecados


aquí y ahora? Tengo un bloc de notas en algún lugar.

Parker era algo difícil de entender. Él era más complejo que la mayoría de las
personas. Podría usar a alguien como él de nuestro lado. Pero incluso si le decía la
verdad, incluso si le daba una muestra de mi maravilla sobrenatural para probárselo,
él era del tipo al que no le importaría. Pero había estado dispuesto a romper la ley
por su amigo. Era un hueso duro de roer.

―Una oportunidad más, Parker. Grant Guerin.

―Bésame el culo.

Reduje el tiempo y contemplé lo que estaba a punto de hacer. No por mucho tiempo,
sin embargo. Había tomado una decisión en el momento en que dijo que iba a
encontrar a Beep no importa qué. Selló su suerte con eso.

Me eleve sobre mis pies y roce mi boca de un lado a otro en el por un breve
segundo. Entonces dejé que el tiempo rebotara atrás cuando la verdad se vertía en
su mente como un mal viaje de LSD. Fotos y recuerdos. Todo lo que me había

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sucedido. Todo lo que sabía, bueno y malo. Sobrenatural y mortal. Todo en uno, la
información de golpe.

Vio formarse las estrellas. Planetas alinearse desde el espacio. Supernovas


explotar. Gigantes rojos morir. Vio la caída de Lucifer y el levantamiento del arca de
Noé. Vio guerra y hambre y paz y abundancia. Vio más allá en todo su esplendor.
Los dioses y los demonios y todo en el medio. Y vio a Beep. Cómo nació. Cómo ella
casi muere. Como habíamos tenido que renunciar a ella para salvar su vida. Lo que
eso me hizo. Y lo que haría con él si incluso pensaba en seguir con su investigación.

―Oh, Dios mío, ―dijo mientras caía de rodillas, babeando de una esquina de su
boca.

Era mucho para asimilar.

Él juntó las manos y se inclinó delante de mí. Nunca había sido adorada antes. No
desde que me había vuelto humana. No me gustaba.

―Nunca tratare de encontrarla. Lo siento mucho. Voy a deshacer todo. ―Él se puso
a llorar, sollozando en la alfombra debajo de él.

Me incline hacia él y levante su barbilla. ―Grant Guerin.

Casi no podía hablar, estaba temblando tanto. ―Él está detrás de McCoy en Girard.
―Me di la vuelta para irme, pero él me detuvo. ―Davidson, yo...yo no tenía ni idea.

―Nadie lo sabe.

Cerró los ojos y enterró su cara. ―No tenía ni idea.

Fui de nuevo a él y me arrodillé junto a él. ―Serás capaz de tener un hijo ahora.
Efecto secundario de mi tacto, sospecho.

Cuando levantó la vista hacia mí otra vez, tenía tanta gratitud en su expresión que
mi corazón reaccionó sin importar cuánto intentara convertirlo en piedra.

―De nada.

Salí, cerré la puerta detrás de mí, di la vuelta hacia la presencia de un ser


sobrenatural cerca. Los grillos dejaron de piar, y la brisa se detuvo susurrando a

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través de los árboles. Me enderecé tiesa con la mandíbula cerrada, incapaz de creer
que Michael me estaba visitando. Otra vez. Y a esta hora.

Él salió de las sombras, su presencia tan poderosa que hizo que los pelos de mi
nuca se pararan. Sus enormes alas dobladas en su lugar mientras preparaba mi
mano. La palma hacia el suelo. Preparada para convocar Artemis por si la
necesitaba.

Cuando habló, su voz era profunda, suave y clara. ―No puedes detener lo que se
ha puesto en marcha ―dijo. Incluso en la oscuridad, sus ojos brillaban como una
piscina que refleja el sol del verano. Su habilidad para igualar los fragmentos más
elementales de la luz imitaba a la de Reyes. Podía brillar en luz baja.

―¿Alto a la muerte de mi tío?

Llevaba un largo abrigo negro que le llegaba hasta el suelo mientras daba otro paso
hacia adelante. ―Una cosa es ayudar a la gente de mi padre, pero no puedes
cambiar su historia. Padre hizo una promesa. Ya has molestado al cielo, Val-Eeth.
Si intentas detener esto―

Ayudaba a la gente todos los días. Era como me ganaba la vida. ¿Y ahora el cielo
tenía un problema con esto?

Me reí en voz baja, sorprendida por su hiel. ―Intentar implica la posibilidad de


fracaso. ―Le di un vistazo más antes de añadir: ―No tengo ninguna intención de
fracasar.

Cuando me di la vuelta para irme, él estaba a mi lado en un instante. Envolvió una


mano alrededor de mi brazo. No suficientemente fuerte para herir, pero suficiente
para hacerme saber sus intenciones. ―Vendrán por ti.

No era malévolo. No sentí el desdén venir de él. Sin rabia, desprecio o


resentimiento. De hecho, no sentí nada, si tuviera que señalar una emoción
arremolinándose bajo esas alas enormes, habría jurado que era algo parecido a la
admiración.

Levanté la barbilla. ―Déjalos.

―No entiendes ―bajó su cabeza, su cara increíblemente hermosa, sospechaba


que así eran la mayoría de los ángeles ahí afuera. ―Él vendrá por ti, Val-Eeth. Este
es Su reino.

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Su reino. Me trajo a su reino. Prácticamente me había chantajeado para venir aquí,
para ser el segador de esta dimensión. Para salvar a Reyes de una eternidad en el
infierno, estuve de acuerdo. ¿Y ahora se atrevía a decirme qué hacer?

Me incliné hacia delante hasta que estábamos apenas a unos centímetros de


distancia, combatiendo la ola de euforia de estar tan cerca de un ángel de Jehová
provocándolo, sacudí mi cabeza ante el recuerdo de este reino en el que estaba.
¿Su reino?

―Ya no más ―dije. Entonces soltó mi brazo de su agarre y fue como ver a un
hombre ante su inminente muerte.

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Sobre la autora

Darynda Jones escribe desde que tiene uso de razón. Con su primera novela,
Primera tumba a la derecha, ganó el Premio Golden
Heart 2009 a la Mejor Novela Romántica Paranormal.
Animada por el éxito, decidió ponerse en manos de un
agente y firmó un contrato con una prestigiosa editorial
estadounidense. Desde su publicación en 2011, Primera
tumba a la derecha ha recibido excelentes críticas por
parte del sector y sus derechos se han vendido a varios
países. Sus respectivas continuaciones, Segunda tumba
a la izquierda y Tercera tumba todo recto, no han hecho
sino confirmar su talento como narradora de un nuevo
género romántico cargado de humor, misterio y mucha
pasión. Darynda vive con su marido y sus hijos en Nuevo
México.

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