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Antoine Béchamp
Durante mucho tiempo hemos creído que la razón de nuestros problemas estaba vinculada a
nuestros genes, a virus ajenos a nosotros, bacterias, hongos y demás; también, a la
degeneración producida por la edad. Así se postula en la medicina convencional que, tras las
directrices de Pasteur, busca causas y remedios por todos lados menos por uno, el que sólo
conoce el propio individuo enfermo.
Antoine Béchamp afirmó que los microzimas, después llamados somátidas, eran las
unidades primarias de la vida en lugar de la célula, y eran, de hecho, los constructores de
los tejidos celulares. Para él y otros investigadores, que colaboraron en sus
descubrimientos, las bacterias son una forma evolutiva de las microzimas, que ocurre
cuando los tejidos enfermos deben reciclarse en sus elementos constitutivos. En otros
términos, él creyó que todos los organismos vivientes, desde una ameba a la humanidad,
eran asociaciones de estas diminutas entidades vivientes, y su presencia era necesaria
para desarrollar la vida celular y para reparar las células que no estaban sanas.
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Como genio en su campo, él observó que
la sangre no era un tejido líquido sino un
tejido circulante y descubrió estos
microzimas o fermentos de la sangre,
que se transforman y adaptan al terreno
en el que habitan. A medida que las
formas mórbidas pleomórficas se
desarrollan a partir de los microzimas, las
mismas producen toxinas. Este proceso
de toxicidad da lugar a las enfermedades
degenerativas.Cuando la salud es
deficiente (por malnutrición,
intoxicación, estrés físico o emocional) el microzima se transforma en germen que es
“una parte más” de la expresión de esta desarmonía o enfermedad, no la causa de la
misma.
Antoine Bèchamp También descubrió que los microzimas tienen un importante papel en la
fisiología. Estos organismos, llamados genéricamente endobiontes, ya que viven o pasan
parte de su vida enterrados en el sustrato, cambian de forma para adaptarse a los cambios
que se producen en nuestro interior, siguen los procesos de la vida o la muerte y
colaboran con ellos, por eso pueden volverse patógenos en virtud del terreno. Para
Béchamp, esta es la causa de la enfermedad. En innumerables experimentos de
laboratorio, él encontró microzimas, en toda materia orgánica y tanto en los tejidos sanos
como en los enfermos, dónde los halló asociados a varios tipos de bacterias.
Todo lo dicho nos llevaría a concluir que la enfermedad “no viene de fuera”. Éstos
“pequeños cuerpos” descubiertos por Bèchamp tenían el poder de moverse y eran más
pequeños que cualquier microfito visto en fermentación, eran los fermentos más
poderosos que se habían encontrado nunca.
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Él mismo escribió en 1869: “En la fiebre
tifoidea, la gangrena y el ántrax, se han
encontrado bacterias en los tejidos y la
sangre, y estábamos considerándolos
como simple parasitismo. Es evidente
que la afección no ha tenido como su
origen la introducción de gérmenes
extraños en el organismo, solo se trata
de una alteración de la función de
microzimas, indicada por el cambio que
ha tenido lugar en su forma”.
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Las bacterias encontradas en el hombre
y los animales tienen la misma función que
las encontradas en la tierra, o en el
alcantarillado, o en otra parte de la
naturaleza. Están ahí para reconstruir el
tejido muerto o los tejidos enfermos,
para reciclar los desperdicios, y se sabe
bien que no atacan los tejidos
saludables, son parte tan importante y
necesaria para la vida humana como
aquellos encontrados en otras partes en la naturaleza. Sin embargo, cuando se produce
cualquier desequilibrio y entramos en desarmonía, el terreno cambia y nuestros habitantes
se adaptan al medio, como lo hacemos nosotros.
A medida que la salud del individuo se deteriora los microorganismos que lo habitan se
transforman en patógenos, por lo tanto el organismo anfitrión es el agente causal primario
de cualquier proceso de enfermedad, ya que la enfermedad se construye a partir de
condiciones no saludables dentro de la célula.
Según Enderlein los endobiontes atraviesan tres fases: coloide, bacteria y hongo. El ciclo
se inicia con proteínas de dentro de las células que están en el rango de tamaño de los
bacteriófagos y virus y que en determinadas condiciones se pueden
convertir patógenos. Los hongos en el humano funcionan, más que como simbiontes,
como parásitos y también se pueden presentar como formas celulares de pared deficiente.
Los hongos, aunque tienen células con núcleo y organelas similares a las mitocondrias, se
replican como las esporas y las crean, tienen las características de las plantas, y digieren
mediante exoenzimas.
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Con el término ciclogenia,
Enderlein describe los cambios entre
gérmenes patógenos y apatógenos:
virus, cocos, bacilos, y su culminación
en la fase de hongos. Según su
“Anatartic Fundamental Law”, los
cambios de valencia o forma de estos
microorganismos están muy influidos por
el PH.
Es, por tanto, interesante y útil salir de la idea reduccionista de que los microorganismos
causan la enfermedad, y recuperar la idea de que cuando estamos enfermos, cuando baja
la energía, cuando el metabolismo se altera y también nuestro PH, se desequilibra
nuestro ecosistema y hay un retroceso en la simbiosis, que siempre, y adoptando
hábitos que colaboran con la vida, es reversible.
Douglas Hume
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En la sección de "DOCUMENTALES" de este blog encontrareis el enlace de un vídeo en
Inglés sobre este tema titulado:
FUENTES:
Béchamp or Pasteur? A Lost Chapter in the History of Biology. Ethel Douglas Hume.
Bechamp.org, 2006.
La cocina del Arco Iris, Dr. Gabriel Cousens. Villa Adelina: Antroposófica, 2012.
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