Está en la página 1de 4

El buen samaritano es el ateo

POR: JAVIER SALAS · FUENTE: EL PAÍS · 5 NOVIEMBRE, 2015

Las personas religiosas se muestran menos altruistas con desconocidos,


según los últimos estudios
Si alguna vez —Dios no lo quiera— le dan una paliza unos asaltantes
mientras baja de Jerusalén a Jericó, más vale que después pase por allí
un samaritano poco creyente. Porque ser religioso o ateo no hace más
buenas a las personas, pero sí que parece condicionar la forma de
entender la generosidad y el altruismo hacia desconocidos. Y las personas
menos religiosas tienen una tendencia más espontánea a ayudar al
prójimo, según los últimos estudios.

El último trabajo ha sorprendido al mostrar que los niños y niñas criados


en ambientes religiosos son menos proclives a ser generosos, que existe
una correlación inversa entre el altruismo y la educación en valores
identificados con la fe. Por medio de un experimento realizado con
menores de entre 5 y 12 años en seis países culturalmente muy diversos
(Canadá, EE UU, Jordania, Turquía, Sudáfrica y China), los investigadores
encontraron que los escolares que no reciben valores religiosos en su
familia son notablemente más generosos cuando se trata de compartir sus
tesoros con otros niños anónimos.

«Es importante destacar que los niños más altruistas vienen de familias
ateas o no religiosas», destaca el líder del estudio, Jean Decety,
neurocientífico y psicólogo de la Universidad de Chicago. «Espero que la
gente empiece a entender que la religión no es una garantía para la
moralidad, y que la religión y la moralidad son dos cosas diferentes»,
remata cuestionado por la importancia de este estudio.
Además, en la investigación se preguntaba a los progenitores si sus hijos
eran más o menos generosos y, curiosamente, los padres y madres más
religiosos creen que están criando una prole más solidaria: los creyentes
dan por hecho que sus hijos son másaltruistas, aunque a la hora de la
verdad compartían menos. Otro hallazgo importante es que la religiosidad
hace que los niños sean más severos a la hora de condenar el daño
interpersonal, como por ejemplo los empujones. «Este último hallazgo
encaja bien con investigaciones previas con adultos: la religiosidad está
directamente relacionada con el aumento de la intolerancia y de las
actitudes punitivas hacia delitos interpersonales, incluyendo la
probabilidad de apoyar penas más duras». En resumen, los menores
criados en ambientes religiosos serían algo menos generosos pero más
proclives a castigar a quien se porta mal.
Hace un par de años, el sociólogo de Stanford Robb Willer publicó un
estudio en el que, a través de tres experimentos, mostró que la compasión
llevaba a las personas no creyentes a ser más generosas mientras que en
las más apegadas a la fe la compasión no influía en su nivel de
generosidad. «Para los menos religiosos, la fuerza de su conexión
emocional con otra persona es fundamental para decidir si van a ayudarla
o no», aseguraba Willer en su día: «Los más religiosos, por el contrario,
fundamentan menos su generosidad en las emociones y más en otros
factores, como el dogma, la identidad de grupo o la reputación».
Desde hace siglos, distintos autores han abordado el debate de si la
religión, creer o temer a Dios, provoca en los humanos una actitud más
bondadosa, más solidaria, más empática hacia el sufrimiento de los
demás. No obstante, en los últimos años la investigación psicológica ha
revelado varias tendencias consistentes, como que los creyentes tienden
más a dirigir su empatía hacia su propio grupo, que religiosos y no
religiosos motivan su altruismo en valores diferentes y que usan criterios
distintos para determinar qué acciones son inmorales.

Sin embargo, la idea de que la religión consolidaba el altruismo aparecía


en diversos estudios, como los que vienen publicando autores como Azim
Shariff, que ha repasado en la revista Science la importancia de la fe a la
hora de mostrarse más generoso con los demás. En sus trabajos se ponía
a prueba el altruismo de la gente después de hacerles pensar (consciente
e inconscientemente) en Dios y sus manifestaciones: aquellos que leían
sobre él o veían vídeos relacionados antes de la prueba se mostraban
notablemente más generosos que los que no. Las motivaciones no eran la
compasión o la empatía, pero ayudaban más al prójimo al tener presente
la figura divina.
Por eso, Shariff considera que los resultados del estudio en niños
publicado hoy «parecen superficialmente contradictorios» con su trabajo.
Pero de gran importancia: «Creo que se trata de unas conclusiones
fascinantes a partir de un esfuerzo impresionante. Este estudio nos obliga
a repensar seriamente las cosas a fin de conciliar lo que sabemos»,
resume Shariff, de la Universidad de Oregón.

Lo difícil sería explicar por qué ateos y creyentes (o poco religiosos frente
a muy religiosos) actúan de forma distinta cuando se trata de pensar en
los demás. Aunque no hay respuestas concluyentes, tanto Shariff como
Decety aluden a una cierta licencia moral que se otorgan aquellos que ya
rezan por los demás: si ya cubro el cupo de generosidad en mi parroquia,
eso me exime de tener que ser altruistas con desconocidos. «Es un fallo
mental particularmente interesante: haciendo algo bueno, que ayuda a
fortalecer nuestra propia imagen positiva, se desinhibe el comportamiento
egoísta y por lo tanto somos más propensos a tomar decisiones
inmorales», explica Decety, uno de los mayores expertos en empatía. Eso
explicaría que los niños criados en hogares religiosos, que se perciben
como más sensibles y justos, son de hecho los menos altruistas entre sus
compañeros de clase.

Shariff, más crítico, considera que esto tiene una lectura a la inversa. «Se
limitan a un tipo específico de generosidad espontánea. Es posible que
alguien sea enormemente altruista donando el 20% de sus ganancias a la
caridad. Y como ha estructurado su altruismo de este modo, no se sienten
obligados a donar a un mendigo en la calle que les pide dinero de forma
espontánea, o a un psicólogo que les da la oportunidad de compartir con
alguien en un experimento».

En la parábola de Jesús que recogió Lucas en los Evangelios, era un


sacerdote quien pasaba de largo ante el necesitado y únicamente se
detuvo el samaritano. Pero no sabemos quién era más religioso de los dos,
ni si eso tuvo algo que ver.

También podría gustarte