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solución?
Todos nos damos cuenta como cada vez más se ha perdido el poder de compra de
la moneda ante la galopante inflación que ahoga un sistema de precios, al cual se le ha
aplicado paños calientes sin querer reconocer la enfermedad subyacente. Además, la
contracción económica que refleja, entre muchas otras cosas, la poca eficiencia de los
hacedores de política para sobrellevar una caída de ingresos generada por la caída de los
términos de intercambio del mayor producto de exportación venezolano, como lo es el
petróleo (tomando como ejemplo uno de los tantos males en la economía nacional).
Todo esto hace pensar que la tesis de soberanía económica que promulga el estado
ha quedado relegado y la política monetaria ha encontrado su cuello de botella. La principal
razón estriba en que la economía venezolana está colapsada por la escasez de billetes (y
monedas) y por las limitaciones de retiro de efectivo, tanto en instituciones financiera
públicas y privadas. Hay poca cantidad de billetes para cubrir la demanda de efectivo dada
la inflación más alta del mundo.
Entonces, ¿Dolarizar?
Hay que tener presente que Venezuela tiene, entre muchas cosas, alta dependencia
del ingreso petrolero, su escasa diversificación productiva y exportadora, y sus graves
problemas de desequilibrios macroeconómicos, altísima y creciente inflación, recesión,
escasez, bajas reservas internacionales, empobrecimiento, alta dependencia del suministro
externo, deterioro laboral y menor calidad de vida. Por ello, la primera prioridad que hoy
existe es la implementación de un complejo plan de ajuste orientado a afrontar esas
adversidades con el fin de sanear la economía, plan que tendrá que incluir entre muchas
otras cosas, una profunda corrección cambiaria. Ese ajuste, inevitablemente, acarreará
grandes sacrificios, pero su implementación será una necesidad para poner la casa en
orden, condición fundamental para poder enrumbar al país en la senda del desarrollo
sustentable. Ese nuevo rumbo debe buscar entre sus objetivos básicos, la mejora en la
calidad de vida y la inclusión social, para lo cual es necesario preservar los equilibrios
macroeconómicos, reducir la dependencia de la renta petrolera y diversificar la economía.
Eso a su vez exige la reinstitucionalización del país, la preservación del Estado de Derecho,
la división e independencia de los poderes públicos, la existencia de reglas de juego claras.