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¿Es la dolarización de la economía venezolana la

solución?

Venezuela, hundida entre la incertidumbre política, la seguridad individual, el terror


del viacrucis que significa recorrer decenas de establecimientos para encontrar medicinas,
se le acontece el fenómeno de un alza de precios contante y sonante que lleva recorriendo
el sistema económico venezolano durante algunos años.

Todos nos damos cuenta como cada vez más se ha perdido el poder de compra de
la moneda ante la galopante inflación que ahoga un sistema de precios, al cual se le ha
aplicado paños calientes sin querer reconocer la enfermedad subyacente. Además, la
contracción económica que refleja, entre muchas otras cosas, la poca eficiencia de los
hacedores de política para sobrellevar una caída de ingresos generada por la caída de los
términos de intercambio del mayor producto de exportación venezolano, como lo es el
petróleo (tomando como ejemplo uno de los tantos males en la economía nacional).

Una radiografía de la actualidad

La parálisis que sufre el motor productivo de bienes primarios ha llevado a la


importación de bienes de primera necesidad, para de alguna forma suplir la carestía
doméstica de los mismos, política que se ha llevado a cabo progresivamente y cada vez
con mayor ahínco. Sin embargo, a medida que se ha venido obteniendo cada vez menos
ingresos petroleros, pocas fuentes de financiamiento han abierto las puertas al gobierno
venezolano (seamos francos, tus acreedores te perderán estima - confianza - si ven que el
riesgo de mora es mayor que tu capacidad de pago) lo que ha generado una contracción
de las importaciones más del 48% (para el 2017) según cifras de la AN. Además, cabe
destacar que el sector público lidera las importaciones y recibe más divisas a precios
preferenciales a manos del estado, mientras que por el lado del sector privado está la
posibilidad de obtenerlas a través del Sistema de Subasta de Divisas de Tipo de Cambio
Complementario Flotante de Mercado, DICOM, o a través del dólar innombrable, prohibido,
pero que reina en las estructuras de costos y fijación de precios de los menores y mayores
comerciantes del país.
Nuestra moneda corriente se denomina bolívar y es con ella en que se transan los
bienes y servicios del país, la cual dejó de denominarse con el acompañante “fuerte” una
vez que los billetes y monedas del antiguo cono monetario (monedas y billetes antes de la
reconversión del año 2007) dejaron de circular en la economía. No obstante, popularmente
el adjetivo fuerte dejó de existir cuando la moneda perdió definitivamente su competitividad
en términos de comparación con monedas extranjeras y por su pérdida en la batalla de
conservar valor. A partir de agosto del 2018 nuestra moneda adquiere otra caracterización
nominal, pasa de ser fuerte a soberano, aunque en términos reales fue un “soberano” ajuste
ya que el poder de compra viene caracterizado por la erogación de 5 ceros a todo el sistema
nacional de precios, costos y valores en los que son expresados en el territorio nacional.

El Banco Central de Venezuela es la única institución encargada de emitir la moneda


venezolana, con ello asegura su estabilidad macroeconómica e independencia en
cuestiones de políticas monetarias. Pero según palabras del ex presidente del BCV, Nelson
Merentes, 7 de diciembre de 2016, la Casa de la Moneda, que se encarga de acuñar y
producir billetes, no tenía capacidad técnica para abordar la actualización de los nuevos
billetes y monedas que entrarían en circulación para el 2017 (ni hablar para el nuevo cono
monetario con génesis en 2018), lo cual, la producción del nuevo cono monetario
dependerá de un ente privado extranjero. Pero a todas estas, para nada es un negocio
rentable producir billetes en Venezuela dado que entre tinta y papel ascienden entre 12 y
14 dólares por unidad de producción.

Todo esto hace pensar que la tesis de soberanía económica que promulga el estado
ha quedado relegado y la política monetaria ha encontrado su cuello de botella. La principal
razón estriba en que la economía venezolana está colapsada por la escasez de billetes (y
monedas) y por las limitaciones de retiro de efectivo, tanto en instituciones financiera
públicas y privadas. Hay poca cantidad de billetes para cubrir la demanda de efectivo dada
la inflación más alta del mundo.
Entonces, ¿Dolarizar?

¿Conviene o no dolarizar la economía venezolana? La respuesta a esa pregunta no


es fácil ni puede ser concluyente, ya que su implementación tendría ventajas, pero también
acarrearía problemas y dificultades. Empezaré por decir que la dolarización es la sustitución
total de la moneda local por una divisa extranjera, el dólar norteamericano en este caso,
como moneda de curso legal, sustituyéndola en todas sus funciones, es decir, como unidad
de cuenta, como reserva de valor y como medio de pago de todas las transacciones, tanto
públicas como privadas.

Entre las ventajas de la dolarización estarían: la moderación de la inflación en el


tiempo (corto plazo), la reducción de la incertidumbre cambiaria y de las expectativas de
devaluaciones, la eliminación de la posibilidad de financiamiento de gasto público deficitario
por el Banco Central y la creación de condiciones propicias para el estímulo de la inversión
y la generación de confianza.

Entre las desventajas puedo mencionar: la severa limitación para implementar


políticas monetarias, la minimización de las posibilidades del Banco Central de actuar como
prestamista de última instancia, limitándole la facultad de otorgarle auxilio financiero a la
banca, la imposibilidad de aplicar medidas de política cambiaria para afrontar problemas de
deterioro de balanza de pagos y la pérdida del señoreaje, es decir, el derecho o la
posibilidad del gobernante de emitir dinero, lo cual le genera un ingreso pues le permite a
quien lo emite adquirir activos con esos medios de pago.

Hay que tener presente que Venezuela tiene, entre muchas cosas, alta dependencia
del ingreso petrolero, su escasa diversificación productiva y exportadora, y sus graves
problemas de desequilibrios macroeconómicos, altísima y creciente inflación, recesión,
escasez, bajas reservas internacionales, empobrecimiento, alta dependencia del suministro
externo, deterioro laboral y menor calidad de vida. Por ello, la primera prioridad que hoy
existe es la implementación de un complejo plan de ajuste orientado a afrontar esas
adversidades con el fin de sanear la economía, plan que tendrá que incluir entre muchas
otras cosas, una profunda corrección cambiaria. Ese ajuste, inevitablemente, acarreará
grandes sacrificios, pero su implementación será una necesidad para poner la casa en
orden, condición fundamental para poder enrumbar al país en la senda del desarrollo
sustentable. Ese nuevo rumbo debe buscar entre sus objetivos básicos, la mejora en la
calidad de vida y la inclusión social, para lo cual es necesario preservar los equilibrios
macroeconómicos, reducir la dependencia de la renta petrolera y diversificar la economía.
Eso a su vez exige la reinstitucionalización del país, la preservación del Estado de Derecho,
la división e independencia de los poderes públicos, la existencia de reglas de juego claras.

De implantarse la dolarización, después del impactante ajuste de precios causado


por la devaluación inicial implícita en la conversión monetaria, en los años subsiguientes la
inflación cedería notoriamente, pero muy probablemente se mantendría por encima del
promedio global y de la del mundo industrializado, lo cual minaría la competitividad de las
industrias locales, dificultando la diversificación productiva y de exportaciones, al no
poderse utilizar el mecanismo cambiario con el fin de coadyuvar a mantener aquella
competitividad. Igualmente, la vulnerabilidad de la economía a bajos precios petroleros, o
a sus caídas abruptas, sería mucho mayor en un esquema de dolarización, al no existir la
posibilidad de implementar medidas cambiarias y monetarias que mitiguen los efectos.

Las rigideces generadas por la dolarización podrían obstaculizar el logro de la


diversificación económica, la disminución del rentismo petrolero y el desarrollo sustentable.
Por ello creo que una vía mucho más conveniente y efectiva es la que ha sido seguida por
otros países de la región, que han abatido severos problemas inflacionarios, han saneado
sus economías y están en mejores condiciones de afrontar las adversidades externas, sin
caer en las rigideces de la dolarización, de la cual es muy difícil o casi imposible salir, una
vez que esta se adopta.

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