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La CIGARRA Y LA HORMIGA CUENTO CLASICO

Queridos niños, seguramente habréis leído en varias ocasiones el cuento de la cigarra y


la hormiga, en la que la cigarra en el verano se dedicaba a cantar y no trabajaba nada.
No recogía alimentos para el invierno como lo hacía la hormiguita, que llenaba las
despensas de comida.

Si tenían una buena previsión de comida podrían pasar el frío y duro invierno sin ninguna
preocupación.

Cuando llegó el invierno, la cigarra fue a pedir a la hormiga que la diera algo de comer, ya
que no tenía nada; y la hormiga le contestó:

- Tendrías que haber trabajado en verano, ¡te lo dije! Hay que recolectar comida para el
invierno.

Pero como la hormiga era tan buena le dio bastante comida a la cigarra, para que
pasara el invierno tranquilamente.

Este gesto que tuvo la hormiga y los consejos que la había dado penetraron mucho en
ella, le hizo recapacitar y pensar. Por eso al llegar el siguiente verano la cigarra se dedicó
todo el tiempo a recoger grano de trigo. Llenó su cueva hasta el punto que casi no podía
ni entrar en ella.

La hormiguita como todos los años no hacía nada más que trabajar y trabajar, hasta que
llenó su agujero también de grano.

Pero al llegar de nuevo el invierno, hubo una gran tormenta e inundó todo el valle,
arrastrando todo lo que tenía de comida la pobre hormiguita. Ella como pudo se subió a
un árbol y se salvó.

Al quedarse desamparada no dudó en ir a pedir ayuda a su amiga la cigarra y le dijo:

- ¿Amiga, me puedes dar algo de comida para pasar el invierno? Pues he tenido una
gran desgracia, una riada ha pasado por mi agujero y me he quedado sin nada de comida
y sin cobijo.

La cigarra desde que la hormiguita le había ayudado en el invierno pasado y en los


consejos que había recibido, dijo:

- Hormiguita, claro que te doy comida, pues te ofrezco también mi cueva y mi amistad,
porque los consejos que me distes me han hecho comprender todo, tenías razón en que
tenía que trabajar en el verano, para sí en el invierno que pudiéramos tener de todo.

A partir de ese momento la cigarra y la hormiga siempre vivieron juntas muy felices. Se
hicieron buenas amigas y se querían cada día más y más.
EL VECINO DE A LADO CUENTO DE MISTERIO
De muy jovencita su sueño dorado había sido, retirarse algún día a una vieja buhardilla en Paris y
dedicarse de lleno a la pintura...Pero claro, habían sido sueños románticos de niña. Pero cuando
años después, le ofrecieron aquella misión, sintió que realizaba un poco su sueño…Así fue como
tiempo después, se vio instalada en aquel diminuto departamentito de un añejo y destartalado
edificio de la Rue Saint Maur; pasando sus días entre pinceles y colores mientras vigilaba al
hombrecito de al lado. Su misión era simple y sin complicaciones: anotar sus idas y venidas, tratar
de escuchar sus conversaciones, seguirlo por las mañanas y pasar diariamente los informes
respectivos…Como ven, era una tarea casi rutinaria y sin mayores riesgos, que le dejaba algo de
tiempo libre para su verdadera pasión; la pintura…
Fue así como una de esas noches, regresando de entregar sus informes, se vio subiendo las
escaleras hacia su cuarto, algo cansada y solo con ganas de echarse a dormir. Se sirvió un café bien
caliente y se desplomó en el sofá-cama, sintiendo que el frío ya empezaba a calarle los huesos. El
invierno se avecinaba y aquel pequeño calefactor portátil apenas si le entibiaba las manos. Pero pese
a la falta de comodidades y a lo espartano del ambiente, ella se sentía animada y sobre todo con
deseos de ponerle más ahínco a la serie de pinturas que había empezado; angostas y desoladas
callecitas en misteriosas perspectivas, solitarios cafés o melancólicos parquecitos de antaño, con
sinuosos arbolitos. Pero había una pintura que la atraía especialmente. Recordaba haber hecho el
boceto a la apurada una mañana que seguía al vecino y luego lo habían guardado distraídamente en
el fondo de la cartera, mientras trataba de no perder de vista al hombrecito.
Pero finalmente al llegar a la Gare du Nord (Estación del Norte), el vecino se le había perdido entre
el gentío. Si no hubiera perdido esos preciosos minutos dibujando lo habría alcanzado –Pensó –
mientras lo buscaba desesperadamente entre la gente. Tampoco sabía si había abordado algún tren o
quizás solo la había llevado hasta allí para despistarla. Nunca lo sabría, pero lo que sí sabía era que
su distracción le había costado caro y se había pasado el resto del día refunfuñando.
Pero ahora que veía el esbozo plasmado en el lienzo, se alegraba de haber hecho el apunte. Con sus
colores pastosos y ese misterioso muro carcomido por el tiempo, era la viva imagen de la
desolación; pero también le parecía tan real que hasta sentía el aire mañanero golpeándole las
mejillas y sus piernas balanceándose para cruzar la pista. Cuando se acercó más a la única
puertecita que había, le extrañó encontrarla abierta, como invitándola a pasar. Recordaba haberla
visto siempre cerrada. Y de pronto una idea descabellada, le cruzó por la cabeza; quizás el vecino
estaba por allí dando vueltas; así que sin pensarlo dos veces, entró y se encontró en un oscuro
pasillo. Olía a humedad y sentía en sus pies el trajinar de las ratas, lo que la hizo estremecer y
apurar el paso. Cuando llegó al final se encontró en un patio ruinoso y completamente vacío. No
veía un alma por ninguna parte, así que decidió salir de allí:, pero cuando quiso volver al pasillo,
alguien se le interpuso y con una voz gangosa la interpeló -¿Por qué me sigues?- Asustada por tal
aparición, la mujer corrió desesperadamente entre los trastes viejos, sintiendo los pasos del hombre
casi pisándole los talones. En una de esas, escuchó un fuerte impacto y al voltear alcanzó a ver al
hombre tirado en el suelo, con los pies atrapados en una maraña de cables.
Al día siguiente ella se levantó temprano y se ubicó en el cafecito de enfrente, su sitio estratégico
para vigilar las entradas y salidas del vecino. Pero las horas pasaron y él no se apareció. Agotada y
malhumorada regresó a su casa y se sentó en una silla bebiendo su acostumbrada taza de café,
cuando distraídamente miró la pintura del muro con la puertecita y se fijó que curiosamente esta
seguía abierta y en el fondo del pasillo llegó a distinguir al vecino atrapado entre los cables y
mirándola fijamente…
CUENTO DE CIENCIA FICCIÓN
El Misterio de los ojos Azules.
Cuento publicado el 24 de Enero de 2015

El tumulto trastocaba la cabeza para admirar los rostros pálidos que tenían de
semillas color azul incrustadas en las cavidades. Saboreaban la belleza fluyente
de un celeste-sombrío, porque detrás de ese pigmento natural había un peculiar
ver. Cada paso que daban polemizaban un espectáculo para los que se perdían
descubriendo la clave para obtener un par de ojos del mismo tipo. En cambio yo,
volteaba para otro lado al saberme no reflejada en los palpitantes contornos de las
pupilas. Era cuando las cuestiones me invadían el cráneo, ¿los de ojos azules
querrán tener ojos cafés? El cielo azul, la tierra café, ¿la tierra querrá el azul del
cielo y el cielo el café de la tierra? Ningún dictamen se me consentía. Fue sino
hasta la tarde en que revoloteaban dos niños muy discrepantes, el primero de
ellos tenía una tez de piel morena, sus fanales en cambio eran tan claros como el
agua acumulada. Sonreía brincaba y se me acerco para pedirme un dulce, se lo di
afablemente. Detrás del primer niño había otro con una dermis blanco casi
transparente y una vista café como la cascara de los arboles. Les pregunte ¿Cuál
es el misterio de los ojos azules? A lo que ellos respondieron “ninguno que no se
pueda resolver con un poco de creatividad”. Entonces trate de ir al fondo de sus
palabras para crear una vasta explicación base acerca del acontecimiento que vi
en los dos pequeños, concluí en un método quimérico pero razonable para
resolver al nombrado problema, por el idioma, raza, religión y todos los modelos
aceptados en los que nos clasificamos.
Cuento de hadas
EVA MADRINA Y LOS JUGUETES
SOLIDARIOS
Había una vez una maestra de niños muy pequeños que se llamaba Eva. Todas sus
compañeras la llamaban Madrina, y sólo ellas sabían el motivo de ese nombre.

Todas las navidades en la escuela infantil donde Eva trabajaba se hacía una fiesta de la
Navidad, donde se contaba con actuaciones de los padres, cuentacuentos, talleres de
manualidades y el momento más deseado de todos los niños, que Santa Claus apareciese
por allí para repartir regalos sorpresa.

Ya estaban a finales de noviembre y había que ir preparando el gran día navideño.


Empezaron a comunicar a todos los padres cómo se iba a organizar la fiesta ese año, y
como siempre, la magia y la ilusión de la Navidad empezaba a decorar el centro.
Todos los días los niños iban muy contentos a clase, allí sus profesoras les contaban
cuentos solidarios, para que ellos aprendieran a ser más comprensivos con aquellos niños
que no tenían nada, y aquí era donde Eva hacía aparición.

¡Eva realmente era un hada madrina!, por eso la llamaban Madrina. Ella era capaz de hacer
sonreír al niño más triste del mundo, porque le tocaba con sus alas invisibles, y el niño
sentía que la felicidad le invadía. Y así hacía con sus niños, con los de la escuela donde
trabajaba y con los niños que recibían un juguete como si fuera el tesoro más valioso de su
vida, que no podían acudir a la misma escuela.

¡Era una auténtica hada madrina, al niño que tocaba le hacía vivir la ilusión de la
Navidad con un juguete solidario!.

La condición de Eva era un secreto cada año entre los niños, las profesoras y ella. Así
siempre se mantendría la ilusión de los juguetes y la solidaridad mágica. Y por esto, los
juguetes que ese día regalaba Santa Claus a todos los niños de la escuela, eran juguetes que
el año anterior esos niños habían regalado a los niños de fuera de la escuela.

Con este gesto solidario, los niños aprendían a darse cuenta del valor de los objetos, y a
recibir un único juguete, y así podían dedicar todo el tiempo a jugar con él.

La ilusión era infinita cuando los niños abrían los regalos, y cualquier cosa que fuera lo que
hubiera dentro del papel de regalo, dibujaba una sonrisa en los rostros de aquellos niños
solidarios, que repartían ilusión con sus juguetes y su actitud.

Así fue como Eva se hizo muy mayor dentro de aquella escuela infantil, y nunca nadie
fuera de allí, supo su secreto. Todas las navidades Eva era el hada madrina que repartía
ilusión y solidaridad por todos los rincones de la escuela.
CUENTO REALISTA DE

JUAN

Cuando Juan terminó la primaria estaba deseoso de ir a la ciudad. “El trabajo del
campo no es para mi, yo estoy destinado a algo mucho mejor” decía. Así que un
buen día hizo su maleta y partío rumbo a la gran urbe, no sin antes pedirle a su
madre que le diera su bendición y le prometió regresar pronto con el dinero
suficiente para que ni ella ni su padre tuvieran que seguir trabajando la tierra.

-El trabajar la tierra es el mejor trabajo del mundo, aunque es mal pagado, el
obtener de la naturaleza los alimentos es algo muy noble, no sé por qué te
avergüenzas de eso. – decía su padre al tiempo que también le daba la bendición
y algunos centavos y su madre algo de comer para el camino.

Juan tomó el camión que lo llevaría a la gran ciudad, la cual estaba a un par de
horas de su pueblo.

Al llegar a la ciudad bajó del camión y se encaminó a la salida, vio con asombro lo
grande de los edificios y las grandes multitudes de carros y personas que estaban
a la vista, “En mi pueblo hay muchísimas menos personas de las que hay en esta
terminal” pensó para si. En ese momento una persona se acerco a él para pediré
un favor.

-Disculpe joven, soy nuevo aquí, voy llegando de mi pueblo ¿Podría decirme cómo
llego al centro de la ciudad? – Le pregunto el señor a Juan, quien encogiendo los
hombros le contestó.

-Lo siento, igual voy llegando y no sabría decirle.

Mientras esto sucedía un muchacho se acercaba por atrás y tomaba las cosas de
Juan, quien las había puesto en el piso. Al ver que el muchacho ya se encontraba
perdido de vista el señor agradeció a Juan y se retiró velozmente.

Al darse cuenta Juan de que sus cosas habían desaparecido decidió en ese
momento regresar a su pueblo, estaba espantado de la gran ciudad y sólo
deseaba regresar a la protección de su casa y a la tranquilidad de trabajar en el
campo.

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