Está en la página 1de 9

1

Modulaciones del análisis documentario

Por: María Rosa Garrido Arilla


Catedrática de la Escuela Universitaria de
Biblioteconomía y Documentación.
Universidad Complutense de Madrid.
Santísima Trinidad, número 37
28010-Madrid (España).
Teléfono: 91/3946677
Fax: 91/3946669
corr. elec.: garrido&caelo.eubd.ucm.es

Si el término análisis aplicado a los documentos, aparece en los primeros


tratadistas de la documentación y su primer teórico fue Otlet quien propuso como parte
constituyente del mismo, además de la descripción exterior e interna del documento
los posibles productos a los que da lugar, el término análisis documental nació ya con
la documentación y en los centros de documentación surgidos en el pasado siglo. Sin
él, no se puede alcanzar el objetivo de la ciencia documental: la recuperación y difusión
de la información contenida en los documentos.
El control documental y el servicio a la comunidad científica son objetivos
últimos del análisis documental y antes que disciplina académica y especialidad
profesional, el análisis documental es un medio para resolver el problema del control y
acceso a la información. Su raíces -bajo la denominación de catalogación- son tan
centenarias, que arrancan desde la antigüedad hasta nuestros días y, aunque no se
puede hablar de catalogación en la edad antigua, por lo menos con el sentido que
encierra este término actualmente, su objetivo y metodología, son antiguos como las
bibliotecas mismas. Tampoco se puede separar la catalogación de la biblioteconomía,
es decir, de la ciencia de las bibliotecas por una razón evidente. La catalogación forma
parte de uno de los procesos internos a que ha de ser sometido todo documento. La
catalogación era y lo sigue siendo, el paso previo a cualquier posterior organización
dentro de la biblioteca. En su evolución histórica y bajo la denominación catalogación,
como tradicionalmente se ha venido llamando, distinguimos cuatro etapas.
1. Un camino a tientas
Comprende esta primera etapa pretécnica desde la Edad Antigüedad hasta los
umbrales del siglo XIX, pasando por la redacción de los primeros esbozos normativos,
es decir, por el Código francés de 1791, obra mítica en la historia de la catalogación y
primeras reglas de catalogación conocidas en el mundo.
En la Antigüedad las bibliotecas eran depósitos de tesoros bibliográficos y los
profesionales que trabajaban en ellas, bibliotecarios eruditos, cuya misión fundamental,
era estudiar y, sobre todo, conservar los depósitos1. Este período corresponde a una

1
MOLINA CAMPOS, E.: La enseñanza de la biblioteconomía: historia y
1

amplia etapa histórica, que arranca del mundo oriental y se extiende por todo el
occidental.
Los catálogos primitivos demuestran que sus compiladores caminaban a tientas
hacía un "sistema". Los profesionales de entonces, como en cierto modo ocurre ahora,
no siempre se sentían seguros a la hora de hacer frente, en la práctica, a la múltiple y
compleja casuística que presenta, en toda época, la catalogación, a fin de controlar
suficiente y adecuadamente, las formas y los contenidos documentales.
En la mayoría de las bibliotecas del período Antiguo no existían catálogos y
cuando existían no pasaban de ser listas descriptivas cuya finalidad era inventariar las
colecciones y ordenarlas según una metodología muy rudimentaria. No se puede
hablar de catalogación en este período, por lo menos en el sentido que tiene
actualmente, se puede hablar de rudimentarios catálogos. Es decir, de listas
descriptivas y ordenadas. Del estudio de los catálogos en la Antigüedad se pueden
extraer algunas conclusiones:
-No es clara la diferencia entre archivo y biblioteca: las bibliotecas tenían,
exclusivamente, carácter de depósito y conservación de los fondos.
-No es clara la diferencia entre catálogo e inventario: el objetivo
primordial de los catálogos es el mero control de las colecciones.
-Al no existir normas para la realización de los catálogos era el criterio
personal de cada catalogador el que se imponía en los trabajos.
-En la parte descriptiva de aquellos catálogos, se mezclaban los
aspectos formales del documento con lo que hoy llamaríamos "contenido
intelectual" del mismo. Es decir, se mezclaban la catalogación con la
clasificación. De ahí que haya autores que llaman a los catálogos de esta
época, catálogos clasificadores.
Es a mediados del siglo XVI, cuando se comienza a observar, los primeros
"intentos" de implantación de rudimentarias normas de catalogación, principalmente, a
través de la obra del enciclopédico bibliógrafo suizo Conrad Gesner (1516-1565), de
Andrew Maunsell y de Gabriel Naude ( 1600-1653).
La confiscación de los bienes de la Iglesia, obra del gobierno revolucionario
instaurado con la Revolución Francesa, trae consigo la acumulación de una enorme
cantidad de volúmenes, más de 12 millones de tarjetas, estampas, monedas por
inventariar y catalogar. Con la supresión de las entidades religiosas y también
seculares y la confiscación de sus posesiones, muchas e importantes bibliotecas
privadas que contenían un número indeterminado de libros y manuscritos pasaron a
ser propiedad del estado francés. Hay que tener en cuenta, que la mayor parte de las
bibliotecas francesas anteriores a la Revolución eran bibliotecas privadas,
fundamentalmente bibliotecas de instituciones religiosas, colecciones de particulares o
bibliotecas fundadas por las instituciones de enseñanza o centros eruditos. El gobierno
decidió entonces utilizar esos fondos para la creación de bibliotecas públicas,
dedicadas a la educación popular.
1.2. Primeras normativas europeas
Bajo el título de Instruction pour próceder à la confection du catalogue de
chacune des bibliothèques sur lesquelles le Directoires ont dû ou doivent incessam

estado actual. En: Boletín de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios. Abril-junio,


1990, vol. 6, nº 19, p. 6.
1

ment apposer les scellés2 se publicó el 15 de mayo de 1791, lo que se conoce como
las primeras reglas de catalogación conocidas en el mundo. Se redactaron con el único
objetivo de poder inventariar los fondos de las bibliotecas confiscadas y crear un gran
catálogo general de los bienes culturales que contaba Francia3.
En la citada instrucción francesa de 1791 se aconseja la clasificación por
autores y se pide que la catalogación sea realizada por personas de una cierta cultura.
Establece, como norma obligatoria, el encabezamiento de autor e incluye reglas
concretas para el acceso al documento y para su localización. Precisa también, su
forma documental: catálogo en forma de fichas.
Resulta ser esta pequeña obra la primera instrucción en materia de catalogación
del mundo que se conoce. Su importancia no radica tanto en sus aportaciones sino en
que se trata del primer intento normalizador a escala nacional4. De ahí que la
instrucción francesa de 1791, ha sido más valorado por los historiadores que por los
profesionales de la catalogación. Por otra parte, su texto, pese a ser una obra mítica en
la historia de la catalogación, no ha sido muy difundido ni reproducido. El original
francés es un pequeño panfleto de dieciséis páginas, similar a otros muchos publicados
por el gobierno revolucionario. El lenguaje empleado, es sencillo, descomplicado, dada
su finalidad pedagógica.
Las segundas reglas de catalogación conocidas en el mundo fueron las
españolas de Pedro García5, bibliotecario 5ª de la Real Biblioteca de S.M., conocidas
por Reglas que se han de conservar para hacer las cédulas para un índice general y, el
complemento de las mismas, Instrucciones para los que han de hacer las
cédulas6,aprobadas por la Junta de Bibliotecarios de la Real Biblioteca de S.M. el 21 de
febrero de 1815. Estas reglas estuvieron vigentes durante 42 años hasta que se
aprobó la Instrucción de Indalecio Sancha y Moreno de Tejada y sirvieron para hacer el
primer índice o catálogo en papeletas sueltas o fichas.
Estas son pues, las primeras reglas españolas de catalogación y las segundas
conocidas en el mundo, de las que se tiene noticia hasta la fecha, inéditas hasta ahora,
lo mismo que una versión ampliada de las mismas, manuscrita con letra del siglo XIX
en un bifolio, que se conserva en la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional
de España.
2. Comienza la explotación de las grandes colecciones
Al mismo tiempo que a principios del siglo XIX en Francia se luchaba por crear
un catálogo general de todos los bienes culturales confiscados por la Revolución
Francesa, en otros países europeos existía esa misma preocupación por organizar y
conservar los valiosos y dispersos tesoros culturales existentes en cada uno de ellos, lo
que dará lugar a la explotación sistemática de las grandes colecciones documentales
europeas, de los archivos y de las series críticas de los textos. Se trata de una
2
editadas en París por L'Imprimerie Nationale, 1791, 16 p.
3
Cfr. LONDON. G.: op. cit., p. 254.
4
Ídem, p. 9.
5
GARCÍA EJARQUE, Luis: "Inicios de la catalogación en España: las primeras
reglas de catalogación de la Real Biblioteca de Madrid". Boletín de la Asociación
Española de Archiveros, Bibliotecarios y Museólogos y Documentalistas, XLIV
(1994), nº 1, enero-marzo, pp. 89-106.
6
Cfr. GARCÍA EJARQUE, Luis: "Inicios...", op. cit., pp. 90-95.
1

acepción que surge en la Europa de entonces al aplicar las ideas de Neé de la


Rochelle (la existencia de una ciencia del libro concebida de forma muy amplia y a la
vez poco precisa) a una necesidad práctica: la organización de los grandes fondos
documentales. En Francia se seguirán las orientaciones de Urbain Domergue y de
Henry de Gregoire, obispo de Blois, para quienes, esa nueva ciencia de libro, es
también una nueva ciencia de las bibliotecas.
Serán, sin embargo, otros acontecimientos ocurridos a finales del XVIII y, a lo
largo del siglo XIX, los que abrieron camino a posteriores desarrollos de la
catalogación. Coincide esta segunda etapa técnica, que va desde principios del siglo
XIX hasta mediados del siglo XX, con el final de la Revolución francesa y aparición en
el mundo anglosajón de la biblioteca pública, hecho que provocó el triunfo de la cultura
popular, de la lectura en lengua vernácula, y del principio de que los libros debían ser
accesibles a todos, lo que obligó a organizar los fondos de algunas viejas y valiosas
bibliotecas de este continente.
El triunfo de la cultura secular y el triunfo de los libros en lenguas nacionales,
favoreció pues el interés popular hacia la lectura por ser muchas las personas que
sabían leer pero que ignoraban el latín y más aún el griego. Los gobiernos europeos
crearon bibliotecas nacionales y pusieron al servicio de los ciudadanos las bibliotecas
reales.
2.1. El cuarteto de innovadores
Son figuras destacadas de esta segunda etapa, a nivel mundial, el filósofo y
matemático americano Charles Ammi Cutter, quien consigue la consagración del
catálogo diccionario y cuya influencia perdura no solo en la catalogación americana. El
código catalográficos que redactó es a juicio" de Quigg Ala "el más completo conjunto
de reglas jamás producido por un sólo individuo"7. Junto a Andrea Cretodoro, Panizzi y
Jewett, Cutter forma parte del cuarteto de "innovadores" del siglo XIX, creadores de los
principios científico-técnicos sobre los que se asientan la catalogación hoy.

El movimiento catalográfico de finales del XIX en Estados Unidos, tuvo también


fuertes repercusiones en centro Europa. Supuso éste, como el contrapunto de la
tradición angloamericana.
El fruto más importante de este movimiento centro europeo fueron las Instrucciones
Prusianas8, que se gestaron con el mismo espíritu y en tiempos de la Unificación
Alemana, por obra de Bismark, y se publicaron un año después de su muerte, en 1899.

Estas instrucciones fueron aplicadas, en primer lugar en las bibliotecas universitarias


de Prusia, y posteriormente en las alemanas y austriacas. Permitieron la catalogación
cooperativa de las bibliotecas alemanas, cuando ésta, no se había realizado en ningún
otro país y se concibieron en tradición con las reglas de Jewett. Y por una razón clara:
su finalidad también era la creación de un catálogo colectivo unificado, en este caso en

7
QUIGG ALA, P.J.: Theory of cataloguing: an examination
guidebook, London: Clive Bingley, 1966, p. 20.
INSTRUKTIONEN für die alphabetischen Katalogue der preussischen Biblioteken, 1899. 2 Ausgabe. 1908
(Berlín. 1915)
1

lengua alemana.
La corriente europea de principios del XX, está representada por el Código
Vaticano de 1931, conjunto de reglas de catalogación, tenido por muchos países como
el más completo código existente entonces. Fue redactado para la Biblioteca que le dio
nombre, importante por sus valiosos fondos antiguos.
3. Carrera por la normalización documental
La tercera etapa o etapa especializada se inicia con la segunda mitad del siglo
XX y comprende acontecimientos como las Conferencias Internacionales de París
(1961) y de Copenhague (1969), la creación por parte de la IFLA del programa Control
Bibliográfico Universal y de las múltiples ISBD para la descripción de distintos tipos de
documentos. Coincide también con la publicación, en países avanzados, de nuevos
códigos, algunos de gran fuerza normalizadora y amplia difusión como el
Angloamericano.
Configuran esta etapa la carrera, la contienda por la normalización documental.
Es decir, la lucha por establecer reglas que aseguren la interconexión de sistemas que
permitan una mayor facilidad en el tratamiento documental y en la transferencia de la
información y la lucha por por sujetar a reglas, la naturaliza polisémica del documento,
lo que ha generado distintas corrientes de interpretación según épocas y escuelas y
una permanente revisión de reglas y códigos de catalogación. Organismos e institucio-
nes internacionales como la Unesco, Iso, Fid, Iso, entre otros, o nacionales, como
Aenor, Afnor, etc., redactan en este período normas entre las que cabe destacar en
esta materia:
- Las múltiples ISBD, como normas de descripción bibliográfica de todo
tipo de materiales.
- El formato de intercambio internacional de datos bibliográficos legibles
por ordenador conocido por Marc.
- Los variados códigos de identificación de los documentos como son,
entre otros, el ISBN, ISSN,
CODEN, etc.
- Las relativas a soportes físicos (formato de fichas) (75xl25 mm.).
- El conjunto de normas ISO aplicadas al vocabulario y terminología,
(como las normas ISO l968-l973), etc.

3.1. Ciertos hitos


Por limitación de espacio enumeramos tan solo ciertos hitos comprendidos en
esta etapa:
*1952: Primer Congreso Ibero-Americano de Archivos, Bibliotecas y Propiedad
Intelectual, celebrado en Madrid. Se plantea el estudio de la unificación de las reglas
de catalogación de los países de lengua castellana y portuguesa.
*1954: IFLA crea un grupo de trabajo para la coordinación de los llamados
principios de catalogación. En este sentido, es de destacar la importante misión que
cumple la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarias en el concierto
de la catalogación internacional.
*1958: Se inicia en Estados Unidos, la publicación de la ficha CIS (Cataloguing
in Source), conocida después por CIP (Cataloguing in Publication). La catalogación en
publicación, tiene por objeto, proporcionar información a los editores con anterioridad a
1

la salida del libro, a fin de que es información puede incluirse en la edición del libro a la
que pertenece. De esta manera, el libro y sus datos catalográficos, se encuentran
simultáneamente a disposición de bibliotecarios, libreros y bibliógrafos.
*1960:Lubetzky publica Code of cataloging rules..., obra en la que plantea un
drástica reducción del número de reglas.
*1961: Conferencia Internacional sobre Principios de Catalogación (ICCP),
celebrada en París. Tiene fuerte influencia sobre la catalogación de todo el mundo.
Primer intento serio para iniciar un acuerdo internacional. La declaración de principios
adoptada en esta conferencia, se basa en la obra de Lubetzky.

*1961: Durante la conferencia anterior, creación por parte del IFLA y de la


UNESCO del programa a largo plazo Control Bibliográfico Universal (CBU). Se
pretende que cada servicio nacional de catalogación, catalogue y distribuya a otros
países esta información.
*1967: La Asociación Americana de Bibliotecas inglesa y la canadiense
publican la primera edición de las Reglas de Catalogación Angloamericanas. Son el
resultado de una extensa colaboración británico-americana.
*1969: Reunión Internacional de Expertos en Catalogación celebrada en
Copenhague. Se delimitó el fin del período anterior teñido, en gran parte, por el estudio
de las cuestiones concernientes a la elección de puntos de acceso y encabezamientos,
es decir por temas clásicos en la historia de la catalogación, para introducirse en
terrenos nuevos. El propósito de los asistentes era ya otro: revisar los logros
alcanzados desde la Conferencia de París pero, sobre todo, estudiar las perspectivas
enormes que abrían para la propia catalogación las nuevas tecnologías informáticas.
Se plantea la posibilidad de establecer unos programas para la descripción bibliográfica
de proyección mundial. Se constituye un grupo de trabajo para su redacción.
*1971: IFLA: edición preliminar del ISBD adoptado por las bibliografías
nacionales de Francia, Alemania y Reino Unido un año después. En la práctica se vio
que contenía ambigüedades que fue preciso subsanar. A partir de este año se
publican distintas ISBD para la catalogación de todo tipo de materiales, incluido
archivos legibles por ordenador, partes de una publicación, partituras musicales, etc.

*1978: Segunda edición de las Reglas de catalogación angloamericanas y


revisiones de las mismas en 1982, 1983, 1985, 1988, etc.
4. Comunicación internacional
Cuarta y última etapa caracterizada por comunicación internacional. La
creciente cantidad de fuentes documentales surgidas y la gran variedad de las
cuestiones y necesidades existentes por parte del usuario, desbordaron los sistemas
tradicionales utilizados para satisfacerlas y surgen la necesidad de una mayor
cooperación internacional, los conceptos de catalogación centraliza y compartida y de
catálogo colectivo, conceptos por otra parte claves en la biblioteconomía internacional.
Hay que destacar que mientras los fundamentos teóricos sobre los que se asienta la
técnica de catalogar no han sido esencialmente alterados por los avances de la
tecnología informática en este último período, si el método de construir catálogos y de
presentarlos al público. El uso compartido de recursos conduce en este período a los
sistemas catalográficos cooperativos, a los consorcios, a los grandes centros
1

documentales, a las redes bibliográficas, a las infovías y autopistas de la información.


4.1. Posibles riesgos
En nuestra sociedad que no en vano se llama de la información desde los años
60, los mensajes se multiplican con el riesgo de no saber utilizarlos, de no poder
aprovecharlos o, en ciertos casos, de aprovecharlos mal. Nos hallamos ante una
auténtica encrucijada de caminos en los que confluyen la información tradicional en
soporte de papel, con la información digital sustentada en el uso del ordenador como
herramienta capaz de acumular enormes cantidades de documentación, transformar y
recuperarla y ser ese largo tentáculo de acceso a numerosos bancos de datos que nos
permiten caminar por las infovías o autopistas de la información.
Por eso pongo el acento en esta comunicación, que corresponde al buen
profesional y, sobre todo al investigadoren estos momentos, la cuidadosa selección de
sus fuentes documentales y bibliográficas que tan generosamente el análisis
documental como parte integrante de la documentación, le ofrece hoy para no caer en
algunos desórdenes o en algunas trampas que la propia era de la información, con
todo su potencial, lleva consigo.
James Billington es un prestigioso profesional de la Biblioteca del Congreso de
los Estados Unidos. En un artículo publicado en el International Herald Tribune9, pone
el acento en la llaga al señalar que algunos de estos profesionales son capaces, no
solo de digitalizar los datos, sino también de plantearse cuestiones más filosóficas que
están gritando en la entraña de la documentación cuando se hace un uso abusivo o
errado de la misma. En estos momentos y gracias a los medios informáticos de que
disponemos, señala, existe una cierta sustitución del saber por el simple conocimiento
o por la pura información. Los expertos sociales señala parecen advertir que esta
época podría convertirse en una era oscura de la historia humana si no se corrigen a
tiempo algunos desórdenes. Apunta el peligro de confundir saber con disponer de
datos o no darnos cuenta que nuestra sociedad es fundamentalmente movimiento sin
memoria, lo cual es, por supuesto, una de las definiciones clínicas de la locura.
La biblioteca ha puesto -dice Bellington- muchos de sus preciados volúmenes,
mapas y documentos en un buscador de Internet, en el negocio del conocimiento, todo
el mundo corre para no perder el tren de los nuevos hábitos de investigación. Una
persona puede navegar por Internet durante horas y no encontrar nada escrito antes
de 1995. Esto destruye la memoria. Piensas que te estas enriqueciendo, que estas
consiguiendo mucha más información, hasta que descubres que has pactado con el
diablo. Has ido mutando lentamente y te has convertido en una prolongación de la
máquina".
La documentación es el medio que hace posible hoy, en esta cuarta etapa en
que nos encontramos, como hasta ahora no había ocurrido, la comunicación de los
hallazgos científicos, el medio que coloca al investigador a las puertas de la ciencia,
pero le corresponde a él, exclusivamente a él, no dejarse arrastrar en el inmenso
océano de todo lo que se publica, seleccionar rigurosamente sus fuentes para penetrar
después, decididamente, en el santuario de la ciencia, rechazando o transformando el
dato, después de mucho reflexión y valor añadido, para colocarlo definitivamente al
nivel que le corresponde.

9
27 de octubre de 1998, p. 6.
1

5. Epílogo: interdependencia en las tendencias catalográficas


Uno de los objetivos pretendidos con esta comunicación es dejar claro, que en
esta contienda por el control documentario que arranca desde la antigüedad hasta
nuestros días, se dibuja la fisonomía de un gran árbol, en el que todas las ramas y
hojas, se siguen nutriendo de las raíces ya centenarias. Es decir, que existe una
interdependencia entre las tendencias catalográficas de hoy y los métodos utilizados en
estas dos primeras etapas. El concepto de "corporte authorship" que ya aceptaba
Cutter en Rules for a dictionary catalog, es hoy uno de los términos más habituales en
los códigos modernos. Sin las 91 Reglas de Panizzi, no hubiera existido en Código
Angloamericano de 1908 o los Códigos de la ALA de 1941 y 1949. Con los fallos y las
abundantes críticas que provocaron prepararon el camino a la Conferencia de París,
que da paso a la tercera etapa, y a su principal estrella: Seymour Lubetzky.
Conferencia, que a su vez, condujo a las Reglas de Catalogación Angloamericanas de
1967, 1978 y 1988. El trabajo de Cutter sobre encabezamientos de materias,
fue perfeccionado, cuarenta años después, por Kaiser. Cien años después, por Austin.
El establecimiento de servicios de catalogación cooperativos y la catalogación
compartida, características de la biblioteconomía internacional y por los tanto de la
cuarta etapa en la contienda por el control documentario, fueron descubiertos en
Estados Unidos por Jewett, hacia 1850, y, defendidos, ochenta años después, en
Inglaterra por el Informe Kenyon. El MARC, tampoco hubiera sido posible sin las
Angloamericanas, las reglas de catalogación de los países anglosajones, con decisiva
y amplia difusión internacional.
BIBLIOGRAFÍA
FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, Cecilia: "La Biblioteca de Alejandría:
pasado y futuro", Revista General de Información y Documentación, vol. 5, nº 1, 1995,
pp. 157-179.

FONSECA RUIZ, I:«AACR 2. Comentarios a la segunda edición de las


Reglas de Catalogación Angloamericanas.» Boletín de la ANABAD. XXIX, nº 3, 1979,
pp. 39-55.
FRÍAS, José Antonio: "El código catalográfico francés de 1791: una traducción y un
comentario". Revista General de Información y Documentación, vol. 5, nº 1, 1995, pp.
11-31.

GARCÍA EJARQUE, Luis: "Inicios de la catalogación en España: las primeras reglas de


catalogación de la Real Biblioteca de Madrid", Boletín de la Asociación Española de
Archiveros, Bibliotecarios, Museólogos y Documentalistas, 1994, XLIV, nº 1, enero-
marzo, pp. 89-106

GARCÍA MELERO, J.A.: «La catalogación y su problemática actual.» En: Homenaje a


Justo García Morales: miscelánea de estudios con motivo de su jubilación. Madrid:
Asociación Española de archiveros, bibliotecarios, museólogos y documentalistas,
1987. pp. 251-280.

GARRDIDO ARILLA, María Rosa: Teoría e historia de la catalogación de documentos,


Madrid: Síntésis, 1996, 190 p.
1

HARRIS, Michael H.: The age of Jewett: Charles Coffin Jewett and American
Librarianship 1841-1868, Littleton: Libraries Unlimited, 1975.

LONDON, G.: “The place and role of bibliographic description in general and individual
catalogues”: a historical analysis. Libri, v. 30, nº 4, 1980, pp. 253-284.

NORRIS, Dorothy May: A History of Cataloguing and Cataloguing Methods 1100-1850:


With an introductory Survey of Ancient Times,
London: Grafton, 1939.

OSBORN, A. D.: "The crisis in cataloguing", Library Quarterly, 1941, 11(4), pp. 393-
411.

También podría gustarte