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2 a 3 años
El niño ha evolucionado cognitivamente aunque su perspectiva emocional es similar. La
pérdida de una persona significativa les provoca sentimientos de abandono, miedo y
desasosiego. Así que el niño tendrá episodios de:
Llanto, intranquilidad, inseguridad, desapego, retroceso en el aprendizaje, rechazo
hacia otras personas, irritabilidad. Con esta edad ya preguntan continuamente por la
persona fallecida, aunque al rato parece que se han olvidado de ella.
Lo mejor que podemos hacer en esta etapa es otorgarle afectividad y seguridad. Los
familiares son esenciales en estos primeros momentos.
Asumir las emociones relacionadas con la pérdida. Los duelos duelen. No hay
atajos emocionales ni afectivos.
Shock. Incredulidad, desconcierto. Puede ser que la persona actúe como si nada
hubiera pasado, o bien que se paralice. Es un mecanismo protector que permite
abordar la información, una especie de evitación pasajera de la realidad.
Como pautas para hablar con los pequeños sobre la muerte, es de señalar que, aunque
resulte muy doloroso y difícil, es mejor hacerlo pronto. Pasadas las primeras horas ha de
buscarse un momento y un lugar adecuado y explicarles lo ocurrido con palabras sencillas
y sinceras. Señalar que todos los seres tienen que morir algún día y que le ocurre a todo el
mundo, que no es culpa de nadie, sino que es algo natural, triste, pero natural.
Se pueden contar cuentos, fábulas, si el niño es muy pequeños, que ayuden para
comparar lo que está pasando acorde con creencias y filosofías de la familia.
Dejar que se exprese, que cuente lo que siente, recordar cosas bonitas que se han vivido y
sobre todo mantenerse física y emocionalmente cerca del niño. Permitirle estar cerca,
abrazarlo, escucharle, llorar con él…